Capítulo 10 reflejo

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Capítulo 10: Reflejo Ese lunes había iniciado con un mal presentimiento para Artemis. La noche anterior, Aslan le había advertido que debería ir y encontrar a Emilie cerca de las diez y media de la mañana, en el jardín central de la escuela. Pero algo dentro de él le detenía a hacer caso de las palabras del chico, ya que tenía presente que le había puesto una trampa en el pasado ¿Por qué habría de creerle ahora? El receso estaba cercano a terminar, y Emilie aún no regresaba al salón. Solo entonces Artemis se puso de pie, y salió decidido a buscar a la chica. Noemi se quedó estupefacta al verlo alejarse sin decir nada. Artemis caminó rápidamente hasta el jardín central, teniendo presente que si los encontraba, regresaría en silencio, ¡Lo único que no podía soportar era verlos juntos y acaramelados! sólo imaginarlos ya lo ponía tenso. Al llegar a su destino, logró divisarla a lo lejos: Emilie estaba sentada en la banquita de siempre, con su rostro oculto entre sus manos, y la espalda encorvada. Al verla así, el mal presentimiento en su interior creció: ―¿Emilie? ―dijo acercándose a la chica para tocarle el hombro― ¿Estás bien?. ―¿Por qué apareces ahora? ―Cuestionó la muchacha, destapándose el rostro para dejar ver sus mejillas enrojecidas, sus ojos colorados y llenos de lágrimas, y la punta de su nariz destemplada. Al verla, Artemis se sorprendió retrocediendo― ¿Vienes a burlarte de mí? ¿O estás feliz por lo que sucedió?. ―A-Aslan... ―dijo dudativo― ¿él terminó contigo?. ―Veo que al menos notas las cosas evidentes ―lo atacó dolida― ¡Vete, quiero estar sola!. ―No me voy a marchar.... ―replicó tomandole la mano. ―No me toques ―se quejó intentando soltarse del chico― ¡Me dejaste todo este tiempo sola!. ―No es lo que crees ―dijo al tiempo que tiraba el brazo de la muchacha para atraerla hasta él―...te dejé hacer lo que tu querías.... soy yo quien te detiene de hacer las cosas que quieres, y es por mi culpa que Eleanor y Aslan te hicieron daño... ―suspiró. ―...―Emilie no supo que decir, pues había malinterpretado la forma de actuar del joven. Ante el silencio de la chica, Artemis solo pudo abrazarla. ―No puedo verte llorar... ―dijo algo nervioso y sonrojado― si siempre traes tu cara de póker, y de un momento a otro te muestras tan débil.... no sé cómo reaccionar... ―Lamento haberte juzgado antes, Artemis ―anunció pasando sus brazos para responder al gesto de su amigo― y lamento no haberte escuchado antes... todos se van a reír de mí... ―suspiró. ―¿Importa tanto eso? –Preguntó en voz baja el chico― No es necesario que volvamos a clases ahora… pero en algún momento tendrás que enfrentarlo… ―No lo entiendes después de todo –respondió sin mostrar el rostro― No sabes cómo se siente que la persona que quieres te bote –agregó con la voz quebrada― Tu puedes elegir a la chica que te dé la gana, y luego dejarla si te aburre ¿no?.


―Supongo que eso te dijo Aslan de mi…. –Se defendió desanimado. ―Por eso no vas a entender como me siento… ―agregó en voz baja, tomando algo de distancia―Aún después de esto quiero a Aslan… ―Es porque no lo conoces –replicó enojado― Creíste que lo conocías, y no sabías nada de él. ―¡Claro que sé cosas sobre él! –Respondió Emilie retrocediendo molesta― ¡Sé…! ¡Sé que le gusta la música como Radiohead o The cure! –dijo decidida. ―Ugh… ―gruñó Artemis, haciendo una mueca de desagrado― ¿Qué clase de gusto musical es ese? ―Lo sé –contestó Emilie, olvidando repentinamente su enojo― Yo también quiero que escuche cosas más alegres… como conciertos de piano o violín… ―¿Qué eres? ¿Una anciana solterona? ¿¡A quién le alegraría escuchar ese tipo de música!? ―¡B-basta! ―Lo detuvo molesta― ¡¡No se trata de mí ahora, tarado!!... –dio un suspiro calmándose― Aslan decía que los bebés que aparecen en el video de Fake Plastic Trees de Radiohead le recordaban a su hermana y a él… por eso siempre oía esa canción…. ―¿Aslan tiene una hermana? ―Preguntó confundido― ¡No tenía idea! ―¿No lo sabías? Creí que era algo…. bastante común ―Emilie sentía el dolor dentro de ella arder sin fin. Definitivamente el asunto con Aslan no era como lo había pensado. Había actuado por interés, y aun así ¿Por qué le había revelado algo que mantenía en secreto con recelo? Aquel día, ni Artemis ni ella regresaron a clases, en lugar de eso, el chico le escribió a Noemi y a Leo que se dirigieran hasta el punto en el que solían verse. Después de un rato, los amigos se volvieron a reunir para estar junto a Emilie apoyándola y animándola, aun si eso significaba que todos debían faltar a clases. Artemis era el único que sabía la verdad: Aslan le había advertido la noche anterior, para que cuidasen de la chica cuando ello ocurriera. Sin embargo, jamás admitiría la ayuda de su némesis, aunque le estuviese agradecido. Esa misma tarde tras dejar la escuela, Aslan se dirigió a la que, cuando pequeño, había sido su casa. Mientras viajaba en dirección al lugar, recordó a su hermana melliza, Aysel. Los habían separado desde muy jóvenes: el embarazo de su madre había tenido un sinfín de complicaciones, lo que acabó con la salud de su hermana menor altamente deteriorada tras el nacimiento de ambos. Por esta razón, sus padres hicieron una enorme diferencia entre ambos. Mientras su madre se dedicó a cuidar únicamente de Aysel, Aslan fue cuidado por enfermeras y niñeras especializadas. A los dos años, decidieron separarlos y criarlos en casas diferentes: la pequeña viviría con sus padres, en la mansión principal, a la vez que el joven quedó bajo el cuidado de su abuelo, un hombre estricto y frio, pero que sin duda quiso mientras estuvo vivo. Una vez al año los hermanos se reunían el 10 de agosto, día de su cumpleaños. Para ambos su mejor regalo era verse, compartir un rato, y jugar a que eran una familia. Al terminar el día, tomaban sus respectivos caminos. Tiempo después, cuando el joven cumplió los once años de edad, su abuelo enfermó gravemente de una bronquitis que resultó fulminante. Tenía muy presente que aquella podría ser la última vez que


vería a su abuelo con vida, por lo que aprovechó cada minuto con él. Fue en uno de aquellos días en que su abuelo le pidió un último favor: Si él moría, no debía bajo ninguna circunstancia regresar con sus padres, puesto que ellos nunca había querido dos hijos y estaba claro que a él, quién fue el causante del deterioro de la salud de Aysel, lo habían dejado a su cargo porque no lo consideraban necesario. Dos días después murió, dejando una pequeña herencia a su nieto, lo que desencadenó un leve conflicto familiar. Aunque las últimas palabras de su abuelo fueron claras, el joven hizo caso omiso de ellas volviendo con sus progenitores. La verdadera razón que le animaba era su hermana, a la que sólo podía ver en su cumpleaños. El año avanzó rápido, su relación se fue estrechando aún más, creando lazos realmente fuertes. Cierto día estando en la habitación de su hermana, Aslan le comentó como era su escuela, a lo que Aysel respondió que desearía tener la oportunidad de salir. Sin pensarlo dos veces, escaparon hasta la ciudad, donde podrían disfrutar de los alrededores. Aslan estaba feliz, pues por fin podía salir y ser el hermano mayor que se le negó por derecho. Sin embargo, el paseo terminó cuando la pequeña Aysel colapsó, desmayándose entre jadeos. Ante la desesperación, Aslan solo logró pedir ayuda a un adulto que transitaba por el lugar, quien no dudó en correr y tomar a Aysel para luego llevarla al hospital. Al llegar allí los médicos la reconocieron de inmediato, por lo que la internaron sin vacilar. Aslan, aun en shock, se sentía enormemente culpable por lo sucedido a su hermana, pues había sido el culpable de sacarla de su casa, sin dimensionar la gravedad de su enfermedad. En ese momento sus padres llegaron, acusándolo de irresponsable y envidioso. Visto lo ocurrido, el padre de ambos niños se llenó de irá y rabia contra Aslan, quién había actuado de manera impetuosa, por lo que decidió castigarlo de manera severa: Lo enviaría a vivir lejos, pero esta vez a solas, únicamente acompañado por la servidumbre. Una vez más separado injustamente de su hermana, a quién solo quería hacer sentir feliz y libre, Aslan asimiló lo que su abuelo había advertido: su padre realmente no lo quería cerca ni de ellos, ni de Aysel, todo esto producto del materialismo y el interés. Fue llevado muy lejos de la ciudad, a una finca propiedad de su familia donde viviría, alejado de todos. Con el transcurso del tiempo, sus amistades cambiaron. Influenciado por sus nuevos compañeros de andanzas, y motivado por el odio a sus padres, Aslan cayó en la delincuencia. Un año más tarde, se le ocurrió el plan perfecto: irían en pandilla a una de las fábricas de su Padre para quemarla completa, destruyendo su preciado bien material. Al llegar al sitio comenzó la operación. Lograron entrar sin ser detectados y esparcir gasolina por toda la fábrica, así dio inicio a un incendio incontrolable que devoró por completo el lugar. Asombrados por el espectáculo, decidieron replicar el procedimiento en otra de las fábricas de su padre. Tras ver cómo las llamas se expandían destruyendo todo lo que tocaban, Aslan sintió como el dolor y la frustración, en lugar de disminuir, lo consumía en una especie de tristeza inexplicable. Cansado, el chico le indicó a sus acompañantes que dejaran el lugar, por lo que al llegar la policía, solo él se encontraba en el complejo, entregándose sin luchar. ―¡Cuando me llamaron no podía creerlo! ―gritó el padre de Aslan en la comisaría de policía― ¡Mi propio hijo destruyendo el futuro familiar por celos y envidia!, ¡debería dejarte aquí para que aprendas de una vez!... pero eso sería un escándalo aún peor, considérate desheredado. ―agregó tajante, a la vez que Aslan desviaba la mirada aburrido de la situación. Tras un momento de reflexión, el padre del chico continuó― No existirán cargos por esta situación... pero no te será fácil, sé que aún hay remedio


para tu actitud ―Se detuvo brevemente― serás internado en Royal Sun HS hasta que logres graduarte, y espero ―enfatizó― que logres re-integrarte a un mejor camino. ―¡No tengo intención de hacerte caso! ―gritó furioso el joven. ― Tendrás que hacerlo, si pretendes volver alguna vez a la casa o ver a Aysel ―… ―Aslan contuvo la respiración al oír el nombre de la chica― ¿Si me quedo en ese mugroso internado me dejarás ver a Aysel? ―habló incrédulo el joven, pues no sonaba tan mal después de todo. ―Soy una persona de palabra, si cumples mis requisitos no habrá problema ―sonrió calculador― luego de graduarte podrás volver a casa. ―Que quede claro, no lo hago por ti... ―con voz de derrota y con la cabeza baja, Aslan se dirigió a su padre, quien con una sonrisa le tocó el hombro a su hijo. ―Buena decisión, estaremos esperando tu graduación. El taxi se detuvo frente a la casa que guardaba el tesoro más preciado para Aslan. Rápidamente el chico salió de sus pensamientos, para pagarle al taxista y apresurarse a entrar a la casa, dónde lo recibieron los sirvientes, entre asustados y sorprendidos al verlo tan cambiado. Él por su parte no estaba muy interesado en verlos. Corrió rápidamente por los pasillos hasta su destino, entro en la habitación emocionado y logró verla: su hermana melliza Aysel en la cama, con la mirada en la ventana, ella al sentir el ruido giro levemente su cuello para mirar. ―¿Hermano? ―Dijo sin poder creer lo que veía, para luego mostrar una femenina sonrisa en su rostro― ¡Bienvenido de vuelta, hermano! ―Lo saludó con su característica voz suave. ―Gra-Gracias ―Aslan soltó unas palabras nerviosas, quien rebosaba de ganas de abrazar a su hermana y sentir su perfumen otra vez. Pero bien sabía que eso sería algo impetuoso de su parte, por lo que sólo se sentó junto a ella. No podía creerlo, ¿cuándo se había vuelto tan hermosa y delicada? Tomó un poco de tiempo, pero el chico pudo establecer una conversación con su hermana. Rieron y se divirtieron por un buen rato, recordando momentos del pasado y poniéndose al día después años sin verla. ―Y dime Aslan, ¿has podido hacer amigos en el internado? ―consultó la chica, con su peculiar cara de curiosidad. ―La verdad no me interesa hacer amigos, lo único que quiero es terminar y largarme de allí. ―¿Tampoco novia? ― soltó, algo ansiosa. ―¿¡No-novia!? ¡Nada de eso! la única chica que me interesa eres tú –exclamó sobresaltado― las demás no se comparan contigo… ―¡No digas eso! ―Lo detuvo algo sonrojada― Tu eres el único con la salud suficiente para darle herederos a esta familia…


―….―Aslan la miró detenidamente un segundo, cómo queriendo responderle algo embarazoso― Aysel ¿Dónde están nuestros padres? ―Ellos… ―comenzó a hablar lentamente― Supongo que no te han dicho nada… El jueves me someterán a un trasplante de pulmón… ―bajó la mirada― luego de eso, nos iremos a vivir a Estados Unidos. Ellos no querían decirte nada, puesto que deberías estar en el internado. ―¿Qué? ¿Un… trasplante? –repitió pálido Aslan. Tan rápido como pudo volver a ver a su hermana, sintió que la perdería, ya que por lo visto, sus padres tenían planeado llevársela, si cumplir su


palabra de esperar hasta que él se graduara. Por alguna razón, aquella noche sus padres no llegaron a casa, de modo que pudo quedarse en su antiguo cuarto mientras buscaba una nueva residencia. Estaba inquieto y antes de dormir, el rostro de Emilie no dejaba de aparecérsele. La mañana del viernes fue gris para Emilie, quién pusilánime y casi sin fuerzas asistió a clases. Apenas cruzó el umbral del salón sintió las voces mencionando su nombre y aquel otro que no deseaba oír. Cuando se sentó en su banco, se recostó sobre el mesón observando cómo Noemi y Artemis charlaban en confidencia. No pudo evitar sonreír al verlos, pues le hacía gracia la idea de imaginarlos juntos como pareja ¡Serían un par de idiotas! ¡Tal para cual!, acto seguido, su ánimo decayó al recordarse solitaria. ―¡Oye Artemis! ―Lo llamó Noemi, guiñándole un ojo― Anoche estuve despierta hasta tarde pensando en un plan…. Que puede beneficiarnos a todos ―sonrió ansiosa ―¿Otro de tus planes? ―la miró desconfiado― Ya ves como terminó Emilie con tu último plan… ―¡Ssssh! ―lo calló Noemi― este plan es para devolverle a Eleanor lo que se tiene merecido ¿Has oído hablar de la tradición del Rey y la Reina del aniversario de la escuela?. ―Creo que sí… ―dijo intentando recordar― Es…. Eso de que los reyes terminan siendo pareja ¿no? Por eso solo gana la pareja con más química. ―¡Exactamente! ―Exclamó sonriente― Es por eso que tú debes ofrecerte para ser el rey de nuestra alianza ¡Y yo postularé a Emilie como reina! Así, nosotros ganamos la competencia de aniversario, y tú te quedas con la chica ―sonrió confianzuda― ¡Soy toda una estratega del amor!. ―Pues… ―dijo dudativo― No creo que Emilie quiera… ―desvió la mirada hacia la chica― Pero quizás eso la anime ¡Así que estoy de acuerdo! ―Aceptó apoyarla. Noemi por su parte, soltó un chillido de emoción, esperando que esta fuese una nueva oportunidad para todos.


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