Capítulo 1 advenimiento

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Capítulo 1: Advenimiento Desde la muerte de Emile, el padre de Emilie, habían pasado casi siete años. Si bien, Emilie tenía la suerte de ser una chica que contaba con el apoyo incondicional de su madre, había sufrido constantemente el acoso escolar debido a su situación. Elena, la madre de Emilie, era una mujer de poco más de 20 años menor que Emile, con quien se había casado cuando ella apenas había acabado la universidad. Debido a la vida estresante de Emile y su avanzada edad, éste murió cuando Emilie apenas tenía nueve años, dejándola a ella y a Elena con una gran fortuna, y una empresa en su mayor auge. Mientras Elena se hacía cargo de la empresa del padre de Emilie, ésta debió entrar a una escuela y dejar a los maestros particulares. Fue duro para Emilie salir al mundo al cuál normalmente llamamos “real”, puesto que había sido criada en una burbuja llena de cuidados y amor, en la que nada podía herirla. Emilie no contaba con una personalidad fuerte debido a la casi inexistente interacción que ella tuvo durante su infancia con niños de su edad. Pero tenía una característica en particular, que la hacía única: Su madre la había criado para que fuese brillante en todos los ámbitos de su vida, y no una princesa. Por ello, Emilie adoraba –y continuaba haciéndolo― leer y estudiar, convirtiéndose en un blanco muy fácil para las “princesas” a las cuáles debía enfrentarse en cada escuela a la que asistía. Emilie había crecido más rápido de lo que parecía: era una persona serena y tranquila. Su altura sobrepasaba levemente el metro y sesenta centímetros. Respecto a su cuerpo, no tenía la contextura más delgada del mundo, pero gracias a eso, era también algo curvilínea. Tenía largo cabello dorado con matices café, y ojos verde limón. Las cejas algo pronunciadas y oscuras, le daban un aspecto muy serio a su rostro. Cuando Emilie cumplió 16 años, fue transferida a una escuela ultra elitista, a la que muy pocos pueden asistir por recursos económicos. Aquella escuela era reconocida por haber formado a los cabecillas de las empresas más poderosas de todo el país: “Royal Sun HS” sería ahora la escuela a la que pasaría formar parte Emilie. Aquella mañana de mediados de Marzo, Emilie avanzó asustada y tímida por los pasillos de la escuela, intentando encontrar el salón en el cuál se encontraba su, desde ese momento, curso. Rápidamente avanzó hasta el lado poniente de la escuela, donde encontró un largo corredor lleno de salones en los que ya había comenzado las clases. Fue ahí donde halló su salón: “3er año medio A” decía la chapa que se encontraba junto a la puerta. Emilie tomó un pequeño respiro, para luego suspirar, y decidirse a golpear la puerta. Desde dentro del salón salió un hombre de más de veinticinco años, de cabello café oscuro, lentes y una pequeña barba. Era un hombre joven, pero se notaba en su desplante que era el profesor de la clase. ― ¡Hola! –Le recibió sonriente el profesor― Tú debes ser Emilie Evans, la nueva estudiante. ―Sí, soy yo –respondió en voz baja, muy tímidamente Emilie. ―Yo soy Darío, el profesor en jefe de este curso –se presentó brillante el profesor, quien al ver que de parte de Emilie no recibía ninguna respuesta, agregó― ¡Hey! ¿Por qué estás tan seria? ¡Sonríe! ― ¿Sonreír? –intento gesticular una sonrisa con su cara, pero al verse fracasada solo soltó un “ja ja ja”, mientras pensaba “Reír es para los tontos”.


―Bueno, bueno…―suspiró algo incómodo debido a la situación― ¿Qué tal si…? –El profesor detuvo entonces su habla, debido a que sintió cómo una estudiante intentaba asomarse por la puerta. Era una chica alta, de largo cabello ondulado y rojo cereza, con la boca pequeña y enormes ojos de azul claro. A la vista de Emilie, la chica que salía del salón podría ser una modelo de alta costura, pero sabía que la belleza de la chica no era suficiente para hacerse una idea de ella. ― ¡Profesor! –Le llamó algo enojada la chica― ¡No esté molestando a la alumna nueva! ¡Apenas viene llegando a la escuela! –Rezongó, para luego mirar a Emilie― ¡Hola, mucho gusto! Soy Eleanor Blanchette –le sonrió dulcemente. ―Soy Emilie Evans, mucho gusto –respondió seria y casi desganada. Le parecía que la chica se estaba esforzando demasiado por agradarle y eso le producía un poco de rechazo, aunque también le cautivaba un tanto. ―No le hagas mucho caso al profesor –agregó Eleanor― Le gusta hacer bromas y ver sonreír a la gente, eso es todo ¡Ven pasa! –dijo abriéndole el paso al interior del salón. Emilie junto al profesor y Eleanor entraron al salón donde un pequeño curso de no más de 25 alumnos se encontraba. Apenas entró al salón Eleanor, los chicos guardaron silencio, su presencia marcaba la diferencia entre el grupo de estudiantes. Emilie también percibió este cambio drástico. El profesor Darío tomó la palabra entonces: ―Estudiantes, atención. Ella es Emilie Evans, y a partir de hoy será parte de nuestro curso – introdujo a Emilie a los demás. ―Espero que todos sepan recibir con los brazos abiertos a Emilie –Agregó Eleanor― Como presidenta de la directiva del curso, ya le he dado la bienvenida. –Agregó mirando a Emilie. ―Sí, muchas gracias –respondió monótona Emilie― mucho gusto a todos. ― ¿Ves ese puesto que está allá? –Le habló el profesor, señalándole el sexto puesto de la segunda columna― ese es tu asiento, te sentarás junto a Artemis Bynes. ―Está bien –respondió automáticamente Emilie. ―Qué suerte la tuya –rió Eleanor― tu primer día en esta escuela y de inmediato tienes la oportunidad de acercarte a Artemis. ―…No me interesan los chicos –respondió Emilie cortante, comenzando a caminar en dirección a su banco. ―Ya veremos –le lanzó Eleanor antes de dar media vuelta y comenzar a liderar el consejo de curso, junto al secretario y el vicepresidente. A su vez Emilie caminaba hacia el puesto que el profesor le había indicado tomar. Mientras se dirigía hasta ahí, escuchaba claramente como sus compañeros comentaban sus primeras impresiones acerca de ella, y casi todas eran negativas. Emilie finalmente llegó hasta su puesto, el cuál compartía el banco con un chico de cabello anaranjado, el que se encontraba recostado, escondiendo su rostro entre sus brazos. Ver dormir al muchacho hizo enojar a Emilie, ¡no solo le habían dado uno de los peores puestos del salón!, sino que además le habían sentado junto a un holgazán que prefería dormir, antes que poner atención: “¿acaso no sabe que sus padres le pagan esta escuela tan cara?...aunque, quién necesita estudiar


cuando tienes dinero ¿o no?”, pensaba molesta Emilie. En ese momento, el chico a su lado gruñó levemente, y comenzó a moverse. El muchacho estaba despertando y Emilie se sobresaltó, pues estaba a punto de enfrentarse a la persona con la que debería compartir puesto el resto del año. ―Gg….―se quejó el muchacho― ¿Señora? –preguntó confundido, su voz sonaba algo grave. ― ¿A quién le estás diciendo señora? –Increpó molesta Emilie. En ese momento, el muchacho pestañó y se incorporó totalmente en su silla. Tenía el cabello anaranjado y ojos azules, mientras que las facciones de su rostro eran bastante delgadas, parecía ser alto, pero al estar sentado, Emilie no podía determinarlo del todo.


― ¡Ah! ¡Eres la compañera nueva! –Sonrió contento el chico. El gesto animado del muchacho, ponía nerviosa a Emilie, pues al haber presenciado claramente que el chico era un holgazán, en contraste con la cálida sonrisa que le dedicaba en este momento, le daba una sensación similar a la que le había transmitido anteriormente Eleanor― ¡Soy Artemis Bynes! ¡Mucho gusto! ―Eh…― Emilie miró momentáneamente hacia otro lado, pues debía admitir que Artemis le pareció enormemente atractivo, y debía ocultarlo― Soy Emilie Evans –respondió una vez que logró mantener la calma. ― ¡Estoy feliz de que hayas llegado! – Exclamó contento Artemis― ¡Estuve esperándote casi dos semanas! ― ¡O―oye! ¡Cálmate! –Tartamudeo nerviosa Emilie― Baja la voz, estamos en consejo de curso ¿sabes? Además –le miró seria― ¿por qué me esperabas? No vine a esta escuela por ti – agregó en seco. ― ¡Agh! –Se quejó Artemis mientras ponía una mano en su corazón― ¡Eres tan dura conmigo! Y apenas llegas… ―le miró cabizbajo― Eres mi compañera de banco, la persona que vino a hacerme compañía –puso énfasis en la última parte de la frase, acompañándola con una tierna mirada de cachorro. ― ¿Qué intentas hacer? – Lo miró desconfiada Emilie― Sea lo que sea, conmigo no funciona. En ese momento, Eleanor, quien presidía el consejo de curso, notó cómo el par de chicos no paraban de parlotear, lo que la molestó realmente. ― ¡Artemis! ¡Otra vez! –lo llamó enojada― ¿Te molestaría ponerme atención sólo por hoy?― agregó entre coqueta y molesta. ― ¡Sí, sí! – Contestó rápido Artemis― Lo siento mucho Eleanor, no volverá a pasar…. Ante el dialogo de ambos destacables personajes, el curso completo reaccionó con murmullos entre los que se podía oír claramente cómo vinculaban amorosamente a Artemis con Eleanor. Aunque era algo que Emilie no había pensado, no le parecía increíble: ambos eran apuestos e imponían una presencia realmente llamativa, juntos eran unos perfectos Mary Sue y Gary Stu. ― ¡Artemis te prestará toda la atención que sea necesario, Lea! –dijo uno de los chicos sentados en la primera fila. ― ¡Por favor, Edgard! – Exclamó avergonzada Eleanor― todos saben que entre Artemis y yo ya no hay nada― dijo mientras fingía una falsa modestia ante el hecho. Artemis por su parte se veía incómodo con la situación que se había desatado, puesto que bajó su cabeza para evitar mirar a Eleanor. Emilie miró confundida al chico, ya que no entendía la reacción que este había tenido ante los comentarios de sus compañeros: Eleanor era una chica linda, ¿por qué le molestaría al punto de sentirse avergonzado? ― ¡Que estúpidos son todos! – Dijo entonces Emilie para romper la tensión del aire― En vez de preocuparse de la buena educación que entrega esta escuela, se concentran en seguir rumores ¿Qué acaso los niños ricos no tienen nada que hacer? –Miró hacia los puestos que se encontraban


adelante del suyo, con la cara más seria que pudo poner. A su vez, la cara de Eleanor pasó de ser una sonrisa cristalizada, a una mueca de enojo y molestia, la cual forzó a volver a su estado anterior. ―Jejeje – Rió con tono inocente― Emilie tiene razón ¡Debemos estudiar más duro! –agregó falsamente Eleanor, intentando hacer pasar el comentario de la chica como un pequeño percance. A su vez, Artemis miraba a Emilie sorprendido. La primera impresión que tuvo de ella se había contrarrestado de inmediato ¡Ella sí que podía mostrar carácter!, si tan sólo ella dejara de ignorarlo, él de seguro le hubiese agradecido, pero Emilie parecía más enojada que en un principio. En los minutos siguientes sonó la campana del receso. Antes de que Artemis pudiese levantar su vista, Emilie ya estaba saliendo del salón, por lo que enseguida éste le siguió. ― ¡Hey! ¡Emilie! ¡Espérame! ¿Dónde vas? ― Déjame sola, no pedí que me acompañaras –respondió hiriente Emilie ― Pero yo quiero ir contigo –Contestó simplonamente Artemis, alcanzándola. ― ¿No se molestará Eleanor contigo si te ve siguiéndome? Mejor ve a lamerle los pies como todos los demás ― Jajajaja –soltó una carcajada Artemis― ¿sabes? En un principio pareciese que no tuvieses nada de personalidad ¡Pero sí que sabes decir cosas ofensivas! Jajajaja –continúo riendo. ―No le veo la gracias –respondió seria, para luego hacer una pequeña pausa y continuar ― ¿Sabes dónde está la biblioteca, no? Si me dices dónde está te permito ser mi amigo. ―Claro que sé dónde está…Pero no sé si quiera ser tu amigo –dijo Artemis bromista. ―Vete al infierno entonces. ― ¡Bromeaba, bromeaba! Por supuesto que te digo dónde está –rió un poco, para luego encaminarla hasta la biblioteca: era un edificio de 4 pisos, todos llenos de estantes de libros, divididos por materia. Inesperadamente, en el camino hasta allá, Emilie y Artemis conversaron mucho, a pesar de las constantes respuestas conflictivas de Emilie. Al llegar allá, la muchacha parecía absorta por la imponente organización de la biblioteca. ―E... ¡Esto es hermoso! –Exclamó emocionada Emilie con sus ojos llenos de brillos. ―Mira quién alza la voz ahora… ―le molestó Artemis, aunque Emilie le ignoró por completo para acercarse hasta el estante más cercano. –Veo que te gustan los libros… ―dijo algo extrañado Artemis. ―Son lo mejor de mundo ¿a quién no le gustarían? –preguntó sonriente Emilie, al parecer su malhumor se había desvanecido por completo. ―Pues… no sé… ¿a todos los chicos y chicas de este siglo? ― ¡Eso es porque no conocen el valor de un libro! –dijo Emilie, mirando con especial atención uno de los libros – Cuando lees, puedes escapar de este mundo…. Puedes ser otro personaje, tener otra vida en otra dimensión ¿qué programa de televisión puede hacer eso por ti?


― Ninguno creo… ―Sonrió Artemis impresionado al descubrir que su nueva amiga tenía un amor casi insalubre por los libros. Siguieron entonces caminando a través de la enorme biblioteca. Artemis notó como Emilie fue rápidamente absorbida mirando por una enorme ventana. En un comienzo Artemis creyó que Emilie sólo se había quedado mirando algo a través de ella, pero el largo rato que le tomó, le hizo sentir que la chica estaba a punto de caer por ella. ― ¡Emilie! –se sobresaltó, agarrándola por el hombro. La chica asustada se volteó a verlo. ― ¿Q―qué? – Preguntó asustada― ¿Qué ocurre? ―A mi nada ¿pero a ti? Parecía que ibas a saltar de la ventana en cualquier momento –le dijo aún asombrado. ― N―no es eso –dijo mirándolo, para luego apartar la mirada― Sólo estaba recordando algo del pasado… ― ¿Del pasado? ―Sí… ―dijo cabizbaja― pero no quiero hablar de eso.. Volvamos al salón… ―Hmm… sí –respondió Artemis intrigado por la actitud de la muchacha. Apenas la había conocido, así que sabía que no sería políticamente correcto preguntarle qué le pasaba. Aun así esperaba que si en el futuro pasaba algo similar, pudiese ayudarla. Llegaron rápidamente al salón, en dónde a los pocos minutos inició la siguiente clase. La clase a la que asistieron no era otra sino que matemáticas. El profesor empezó raudo a introducir la materia del día. Apenas esto ocurrió, Artemis se inclinó sobre su escritorio, flexionó los brazos y se propuso volver a dormir. Al ver esto, Emilie no pudo evitar recordar su primera impresión de Artemis, pues una vez más comprobó que su compañero de clase era todo un holgazán. Molesta Emilie decidió ignorar a Artemis para prestar atención a la clase. Sin embargo, cuando llevaba aproximadamente media hora de clase, el sueño invadió los ojos de Emilie haciéndolos sentir realmente pesados. En efecto, el ritmo de la clase era bastante rápido, pero solían hacer pequeñas pausas para corroborar que los estudiantes estuviesen entiendo la materia. Ante esto Emilie comenzó a distraerse al punto de que el sueño la atacó brutalmente, por lo que decidió inclinarse sobre el escritorio tal como lo había hecho su compañero de banco. ― Ahora entiendo porque Artemis puede dormir con tanta facilidad ―murmuró en voz baja Emilie. ― Ah, me alegra que ahora lo entiendas ― respondió Artemis volteando su cara hacia la de Emilie, dejando sus caras frente a frente, muy cerca. ― ¡Aaaah! ―chilló despacio Emilie, incorporándose rápidamente en su silla― ¿no estabas durmiendo? ¡Además no te me acerques así, imprudente! ― ¡jajajajaja! que linda te pones cuando te sientes intimidada ― rió Artemis al ver la reacción de Emilie― estaba tratando de dormir, pero el profesor habla demasiado fuerte ―dijo algo molesto el muchacho.


― No puedo comprender como.... como en esta escuela admiten a cualquier estudiante con tal de que paguen una matrícula con numerosos ceros...―le miró agresiva Emilie. ― ¡eh! ¡Qué mala eres! ―dijo Artemis mientras le dedicaba una tierna mirada de cachorro moribundo― no solo soy... eso que dices ¡también soy un genio! ― ¿ah, sí? demuéstralo desafió Emilie. ― Esta bien.... espero no sorprenderte demasiado― acto seguido, Artemis levantó la mano, ofreciéndose como voluntario para realizar el ejercicio matemático del pizarrón. Velozmente Artemis se dirigió hasta delante y resolvió el problema en menos de lo que cualquier otro estudiante lo hubiese resuelto. Asombrado, el profesor felicitó a Artemis por su buen desempeño en la materia, éste por su parte solo sonrió y regresó a su banco. Emilie le miró con sorpresa y enojo ¿cómo era posible que un holgazán como él tuviese tal habilidad para las matemáticas, más aún cuando ni siquiera se dignaba a estar despierto en la clase? ― ¿y bien? ―preguntó confiado Artemis. ― Para ya ―le respondió molesta Emilie ― ¿Qué cosa? ― Deja de ser perfecto, deja de esforzarte tanto para actuar como algo tan antinatural ―.... ―calló por un momento Artemis, puesto que lo que le había dicho Emilie le había tocado una fibra interior ― no es como tú crees ―le dijo volviendo a sonreír el muchacho. ― ¿ah, sí? ―dijo Emilie mirando hacia otro lado para ignorarlo. No entendía el afán competitivo de todos los estudiantes por actuar como una suerte de autómatas del siglo XXI, pero le molestaba y mucho. Terminada la clase sonó la campana que anunciaba el inicio del período de almuerzo que iba desde las 12 hasta las 14 horas. Al oír el sonido de la campana, Emilie le preguntó confundida qué señalaba aquella alarma a Artemis. Éste le explico que se trataba del almuerzo y le señaló dónde podía hacerlo, sin embargo, no se quedó a acompañarla. Emilie creyó que finalmente había ocurrido lo típico, Artemis había notado su mala personalidad y había decidido alejarse de ella. Pero esto no le hería en lo absoluto, ya le había ocurrido antes, y esperaba que le ocurriera muchas veces más en el futuro. Así, Emilie se dirigió hasta el comedor que le señaló con anticipación su compañero de curso. Era un edificio enorme, con tres pisos llenos de comedores para los estudiantes y docentes. El edificio tenía una fachada bastante postmodernista, puesto que variaba bastante en su estructura. Emilie tomó una de las bandejas para pedir su almuerzo, sin embargo, una de las funcionarias del comedor le explicó que le atenderían en la misma mesa. Por tanto, Emilie se dirigió hasta las mesas llenas de estudiantes, pero al no conocer a nadie excepto a Artemis y a Eleanor, quienes por cierto, no le agradaban del todo, decidió sentarse a solas en una mesa alejada. Una vez Emilie se ubicó en su lugar, una de las funcionarias llegó para servirle su orden. El almuerzo estaba a la temperatura perfecta, mientras que el sabor y la textura de la comida se combinaban de manera que el platillo preparado era digno de un restaurant de clase alta. Sin embargo, el disfrute de Emilie no duraría mucho.


― ¡Hola! ¿Puedo sentarme a comer contigo? ― escuchó una voz tras de sí Emile, quien sobresaltada se volteó a ver de quien se trataba. Lo que ella no se esperaba es que se tratara de Eleanor. ―.... ―guardó silencio Emilie. ― ¿No puedo? ―insistió con una simpatía fingida. ― Sí, siéntate ―aceptó finalmente Emilie. ― Ah, muchas gracias ―contestó Eleanor mientras se sentaba― veo que finalmente empiezas a actuar de manera concienzuda ―agregó cambiando notoriamente su actitud.

― ¿Disculpa? ―preguntó molesta Emilie ― ¿Tu vienes a decirme cómo debo actuar? ― Así es ―respondió altanera Eleanor― ¿qué tal tu compañero de banco, Artemis? ― Es simpático, si eso te basta ―respondió cortante Emilie.


― Simpático, inteligente, apuesto ―continuó Eleanor― ¿es perfecto no? y es muy fácil que un ratón de biblioteca como tú caiga enamorada de él. Es por eso que he venido a evitarte un montón de problemas en tu futuro. ― ¿Ah, sí? ―preguntó incrédula Emilie. ― No pierdas tu tiempo ―sonrió macabra Eleanor― alguien con tu estatus y con tu historial no está a la altura para él. La empresa de la que se hace cargo tu madre está en su auge, pero aún es pequeña para empresas como las que dirigen mi padre y el de Artemis. No hagas nada imprudente Emilie, puedo destruirte y dejarte en la pobreza a ti y a tu madre. ― No harías algo tan drástico sólo por un chico... ― ¿Y si lo hiciera qué? no juegues conmigo Emilie. Ven a mi lado, aléjate de Artemis, y tendrás una vida escolar de lo más feliz. ― ¿Y sino? ni siquiera me interesa Artemis de esa forma ― Eso dijeron muchas chicas que no se encuentran hoy en esta escuela Emilie... todos huyen de Artemis por temor a lo que puedo hacerles ―rió Eleanor― yo me deshice de todos los que se atrevieron a entrometerse ―Acto seguido, la muchacha se puso de pie― toma bien tu decisión. Eleanor se retiró del lugar silenciosamente, casi como si nadie pudiese verla. Por su parte, Emilie se encontraba en shock, sabía que la amenaza de Eleanor nacía desde la irracionalidad de los sentimientos que tenía por el muchacho. Pero... ¿llegar a alejarlo de todos? ¿Cómo Artemis permitió que llegaran a semejante situación? Emilie quería entenderlo, pero le faltaban demasiadas piezas a su puzzle. La cabeza de Emilie se llenó de pensamientos y cuestionamientos mientras caminaba por los alrededores del jardín de la escuela: ¿Qué debería hacer? sabía que Eleanor estaba tan alienada respecto a tener la atención del chico, que haría realidad todas y cada una de sus amenazas. Pero tras de todo esto se escondía una maraña de razones que ella desconocía. Y a su vez, conocía el dolor y la tristeza que se sufren al estar bajo el constante acoso y tortura de otro: Ella lo había vivo, el acoso escolar. ― ¿Qué debería hacer, papá? ―musitó para sí misma Emilie― ¿Qué debería... papá... papá? ―el corazón de Emilie se sintió pesado de repente, mientras recordaba sus días pasados, e inesperadamente una lágrima rodó por su cara. ― ¿Estás llorando? ―escuchó una voz tras de ella Emilie. Al darse vuelta, Emilie vio a un chico rubio de tez blanca y ojos azul claro, de estatura un poco mayor a la de ella, por lo que infirió que se trataba de alguien más joven. ― ¡Ah, no! ¡Lo siento! ―exclamó sonrojada Emilie― ¡No es nada! ― ¿Estás bien? ¿Segura que no te ocurre nada? ―preguntó preocupado el chico― no es muy común ver llorar a alguien por aquí ― ¡No es nada! ―dijo Emilie, levantando sus manos a la altura de su rostro para moverlas― ¡Estoy bien! sólo fue un momento de debilidad, pero ya estoy bien ―sonrió


― ¡Oh! exclamó el muchacho al ver la sonrisa de Emilie― me alegra verte tan llena de energía ―le sonrió de vuelta― si tienes algún problema, no dudes en buscarme ―le dijo el chico mientras se daba la vuelta― ¡debo ir a clases, nos vemos! ― ¡Sí! ― respondió alegre, para luego despabilar y exclamar― ¡espera!... no pregunté su nombre...―dijo para sí, decepcionada. Puesto que Emilie no pudo volver a encontrar al muchacho que la había consolado, decidió volver a su salón, donde a los pocos minutos inició la clase. Artemis llegó pocos minutos antes de que iniciace la clase, y solo saludó a Emilie con una sonrisa, más no cruzaron palabra. Emilie se sentía cabizbaja y triste tras todo lo que había ocurrido con Eleanor, y su cabeza no dejaba de dar vueltas con pensamientos del pasado. Entonces, Emilie miró a Artemis. ― Lamento lo que te dije hace rato... ―sonrió― te juzgué sin pensar en tus motivos ― S―sonreíste...―se sorprendió Artemis― ...y respecto a lo otro... no te preocupes... ―sonrió de regreso. ― ¿Amigos entonces? ― Jajajaja ¡Por supuesto! ―contestó alegre Artemis. Emilie sabía que lo que vendría de ahora en adelante sería cada vez más difícil, pero al recordar como en el pasado ella necesitó de alguien que la apoyasé, supo que no podría dejar solo a Artemis. Por primera vez, el carácter que la experiencia había formado, serviría para proteger a alguien, para acompañarlo: A partir de ese día, ella y Artemis serían amigos.


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