Capítulo 3 fugitiva

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Capítulo 3: fugitiva. El rostro destrozado de Emilie por el comentario que había oído, rápidamente se transformó en una mueca de cólera y enojo. ― ¡No te atrevas a decir una cosa más de mi madre! ―se adelantó Emilie hasta donde estaba la chica, para arremeterle una cachetada que resonó fuertemente en el salón― ¡Limpia tu boca antes de hablar así de ella! ―le gritó enojada la muchacha ― ¡Ahg! ―exclamó adolorida la otra chica, llevando una de sus manos hasta su mejilla, retrocediendo dos pasos, y mirando asustada a Emilie. ― ¡Alba! ―corrió una de las amigas de la chica golpeada a socorrerla― ¡Estúpida! ¿Cómo te atreves a golpearla así? ―reclamó la chica. ― ¡Lo hice porque fue justo! ―respondió la muchacha aún molesta― ¡Mis padres se amaron...! ¡Esa es la verdad!


― Emilie, tranquila.... ―la tomó por el hombro Artemis― no es necesario que les expliques nada, ellas no quieren saber.... Fue entonces que Eleanor irrumpió en la conversación que se llevaba a cabo. ― ¡Chicas, por favor no peleen! ―exclamó cínicamente― está mal que molesten a Emilie, es nueva y no tiene amigos― le miró haciendo una mueca de lástima. ― ¡Pero Lea! ¡Ella golpeó a Alba! ― Eso es cierto ―sonrió maligna― supongo que no tengo otra opción más que informarle al profesor lo que has hecho, después de todo soy la presidenta de curso. Emilie le devolvió la mirada enfurecida a Eleanor, quien déspota agregó con un gesto de mano: ―acompáñame, Emilie ―a su vez, la chica no tuvo otra salida más que seguirla hasta el despacho del profesor, quien probablemente la castigaría. Por su parte Artemis decidió solo ignorar a las chicas ahí presentes, y se dirigió sereno hasta su banco. Eleanor condujo a Emilie hasta la oficina del profesor que le recibió el primer día de clase, para informarle y explicar la situación. Mientras iban hacia allá, Emilie enfrentó a la chica. ― ¿Fuiste tú, verdad? tu iniciaste ese rumor... ―la miró enojada― ya te dije que no me interesa tu famoso ex-novio. ―Je je je ―rió engreída Eleanor― eso no es lo que demuestras, querida. ¡Todo el día pegada a él! y queriendo ayudarlo ¿crees que eres especial para él? ―río. ―Eres infantil e inmadura ―le atacó Emilie― si él pudiese volver contigo estaría feliz, dejaría de hablar con él solo por pena, y podría hacer mi vida en paz, alejada de gente como tú. Pero él no volverá contigo exactamente por lo mismo que nadie te soporta ―le miró desafiante, mientras la cara de Eleanor se llenaba de desprecio y frustración. ―Cuida tu boca, Emilie ―le amenazó la muchacha― puedes perder tu cabeza si sigues hablando así... o quizás algo más fundamental ―agregó para darse la media vuelta, puesto que habían llegado hasta la oficina del profesor. Una vez ahí, Eleanor le contó lo sucedido para que luego Emilie diera también su versión de las cosas. El profesor sorprendido le dio un extenso sermón a Emilie acerca de la violencia y el diálogo, otorgándole como castigo tener que trabajar como asistente de Eleanor, la presidenta de curso, durante la siguiente semana. Luego de eso, Emilie se dirigió hasta su salón para incluirse en la clase actual, mientras que Eleanor se quedó en la oficina ayudando al profesor en cuestión. La clase continuó sin sorpresa alguna, aunque a Emilie le daba la impresión de sentir como la juzgaban con la mirada. Artemis en cambio, permaneció como siempre al lado de ella, sin preguntarle nada de lo ocurrido anteriormente. Al término de la clase el muchacho le indicó que la siguiente clase era deportes, y le propuso que fuesen juntos hasta el gimnasio. Mientras caminaban hasta allá, Emilie y Artemis oían como las personas susurraban sus nombres al verlos pasar. ―Vaya que te has vuelto popular ―se burló Artemis de la chica.


―No me hace gracia ―se mostró molesta Emilie. Entonces apareció Leo caminando velozmente hasta ellos. ― ¡Al fin! no lograba encontrarlos en ninguna parte ―jadeó cansado Leo. ― ¿Qué sucede, Leo? ―preguntó como si nada Emilie ― ¿Qué sucede? ¿Acaso aún no has oído nada? ―preguntó desconcertado el muchacho. ―Sí, ya lo oí... ―suspiró Emilie ―Y sí que lo oyó ―rió Artemis― hasta le dio una cachetada una chica por eso. ―Ya te dije que no es gracioso ―le reclamó Emilie― ¿viniste solo por eso? ―consultó curiosa. ―No, es para decirte que... tengas cuidado ―le miró asustado― luego de los rumores, es probable que intente hacerte daño físico... ―...Entiendo ―suspiró cansada Emilie― tendré cuidado... ―Puedes llamarme en caso de algo... ―le recordó el muchacho. ―Lo sé, Leo. Muchas gracias ―le sonrió Emilie― debemos irnos ya ―se despidió comenzando a caminar. ―Parece que te llevas muy bien con él ¿No? ―preguntó curioso Artemis alcanzando a la chica― Y él se preocupa mucho por ti. ―Artemis.... ―Le llamó enojada― No-es-gracioso... ―Pero si no estoy... ―respondió inquieto el chico justo cuando Emilie se daba media vuelta para entrar al vestidor de chicas― ¡No estoy bromeando! ―exclamó para que la chica lo oyera, sin embargo, esta lo ignoró por completo. Emilie entró al vestidor para cambiarse apresuradamente y dirigirse a la clase, debido a que la pequeña interrupción de Leo le había atrasado bastante. Así, Emilie se dirigió hasta la cancha dónde las chicas llevaban a cabo su clase. La joven creyó que sería infatigablemente violentada por las otras chicas debido a su actitud de la mañana, pero muy por el contrario, las chicas bajo las ordenes de Eleanor optaron por simplemente ignorarla, haciéndola sentir invisible. Ello no era nada nuevo, pues sabía que su actitud se le hacía desagradable a las personas y la habían ignorado antes por eso. La clase llegó a su fin pronto, pero antes de retirarse al vestidor, Eleanor indicó a Emilie que debía recoger y ordenar los balones utilizados, por lo que al irse ya no quedaba nadie en el lugar. Emilie se duchó durante un rato aprovechando que se encontraba sola, para luego ponerse el uniforme nuevamente. Sin embargo al comenzar a vestirse, notó que faltaba su falda: fue ahí que recordó lo que Eleanor le había dicho esa misma mañana. "¡maldita mujer, tramposa y desgraciada!" pensó enojada Emilie. Esta vez no sabía qué hacer, no podría salir exponiendo su ropa interior y sus piernas, mientras que el pantalón de deportes estaba sudado y sucio. Al ver que no tenía otra opción, Emilie decidió llamar a Leo, contándole la historia y pidiendo su ayuda.


Al paso de unos diez minutos, Leo llegó hasta el vestidor de chicas, donde llamó a Emilie para entregarle una pieza de ropa que pudo conseguir para ayudarla. Emilie salió asomando solo una mano y levemente los ojos para evitar ser vista. ―T-ten... ―le entregó un short de color gris a las chica, algo nervioso― no pude conseguir una falda... pero espero que te quede bien... ― ¡Muchas gracias Leo, me salvaste! ―exclamó feliz― ¿qué es? ―dijo extendiendo la prenda ―Es un short....―dijo Leo descuidadamente mirando a Emilie, volteándose nuevamente hacia el otro lado para que la chica no notara que la había mirado. ― ¡Voy a cambiarme! ¡Espérame! ―anunció la muchacha yendo hacia dentro y volviendo a los pocos minutos. Ambos comenzaron a caminar en dirección al salón del tercero A, pero mientras se dirigían hasta allá, notaron como muchos de los estudiantes miraban en dirección a la bandera de la escuela, notando que ésta había sido cambiada por la falda de Emilie. ―No me digas quién la puso ahí... ―suspiró cansada Emilie― ¿Me ayudas a bajarla, Leo? ―Mejor espérame aquí... sería malo que supieran que es tuya. ― ¿Lo dices enserio? Leo... ¡Eres el mejor amigo del mundo! ―exclamó conmovida la joven. Leo se dirigió hasta el pilar de la bandera y desató los nudos que mantenían alzada la falda hasta bajarla, y descolgarla para llevársela a su dueña. Sin duda Leo estaba siendo protector con Emilie, puesto que algo dentro de él le decía que no quería que ella dejase esa escuela: era un sentimiento que no podía diferenciar bien, pero que al parecer se separaba de su noción de amistad. Leo le entregó la falda a Emilie, gesto que ella agradeció desde el fondo de su alma. El muchacho se sentía un poco avergonzado, pero ignoraba por completo la razón, de modo que una vez que dejó a Emilie segura en su salón, se retiró al suyo. Como día viernes la jornada escolar acababa al medio día, y así Emilie pudo retornar a su casa, acabada su primera semana en Royal Sun HS. Había sido ardua, pero estaba feliz por lo menos de tener a Leo como su mejor amigo, y a Artemis como su compañero de banco. El fin de semana comenzaba muy rápido, la muchacha deseaba despejarse, descansar, y retomar las fuerzas necesarias para volver a enfrentarse otra semana a su loca némesis. La mañana del lunes llegó antes de que Emilie pudiese darse cuenta. Fue temprano a la escuela y al llegar ahí, encontró a Artemis somnoliento como siempre. La clase de la mañana era el consejo de curso, periodo dirigido por Eleanor y el equipo directivo del curso. Apenas inició la clase, Emilie sintió como la mirada de Eleanor se clavaba sobre ella, lo que le transmitía un mal presentimiento. A los pocos minutos la joven comenzó a darle variadas órdenes a Emilie, las que debía cumplir debido al castigo que le había puesto el profesor. ―Emilie, olvidé decirte que también trajeras desde el salón de profesores la carpeta de facturas ―le dijo en plan de simpatía Eleanor― ¿puedes ir a traérmelas? ―Ya es la cuarta vez que me mandas a ese salón... ―reprochó Emilie.


―Necesito esa carpeta....―agregó sin cambiar su expresión. ―Puaj... ―se quejó asqueada por la expresión de Eleanor, a la vez salía en dirección al salón de profesores. ―Tonta....―susurró Eleanor― ahora sí que caerás ―rió, para darse vuelta y agregar― creo que se demorará en regresar....así que es mejor que continuemos. Emilie notó que antes del salón de profesores había un baño de chicas, por lo que pensó que sería una buena idea esconderse ahí un rato antes de regresar a la sala de clases. Al entrar al lugar, noto que estaba demasiado silencioso, por lo que sospechó que algo pasaba. A los pocos segundos un grupo de cuatro chicas, dirigidas por una hermosa chica de largo cabello negro, con lentes de contacto rojos, que mostraba una fría y seria expresión en su rostro. ―Emilie... ―habló la chica, con una voz muy grave, a la vez que con una mano le acariciaba el cabello. ― ¿Me conoces? ―preguntó seria la muchacha, al tiempo que miraba su reflejo y el de la chica en el espejo. ―Qué bonito cabello...―mencionó la joven de ojos rojos al tiempo que levantaba unas tijeras, y comenzaba a lanzar cortes en el cabello de Emilie. A su vez, Emilie aterrada intentó escapar en cuanto vio las tijeras, sin embargo el resto de las chicas la retuvieron, por lo que tuvo que forcejear antes de poder huir. Al forcejear con Emilie, un de las chicas arrebató del bolsillo de la chaqueta algo que parecía ser un reloj de bolsillo muy viejo, pero bien cuidado. ―Rayos... solo le corté la mitad del cabello ― suspiró molesta al ver a Emilie escapar. ―Brenda... se le cayó esto ―dijo la chica entregándole el reloj. ―Uhm... ―lo miró Brenda― supongo que tendré que entregárselo a Eleanor. Fuera del baño, Emilie asustada jadeaba por la situación en la que se había visto envuelta. Se pasó una mano por el cabello y notó de inmediato que parte de su cabello había sido cortado hasta el hombro. La situación le acongojaba haciéndola tiritar aterrada. Sabía que no podía regresar a su salón así por lo que llamó a su casa, pidiéndole a una de las mujeres que trabajaban ahí, que enviaran un automóvil a buscarla. Cerca de diez minutos después, uno de los funcionarios de la escuela entró en el salón del tercero A, informando que Emilie se había tenido que retirar aquel día por motivos personales. Al oír esto, Artemis se sobresaltó asustado al notar que la chica se había retirado dejando todas sus cosas en el lugar. Al término del consejo de curso, Leo apareció en la puerta del salón buscando a Artemis. ― ¿Uhm? Emilie no está ― dijo Artemis al ver a Leo en la puerta del salón ―Lo sé ―dijo como si nada― me avisó que tendría que retirarse por un asunto personal, pero que le guardara sus cosas... ¿Estaba bien? ―La verdad, hasta dónde la vi.... lo estaba ―mencionó serio― ¡espera! ¿Por qué te pidió a ti que guardaras sus cosas? yo soy su compañero y la veo todos los días ―reprochó celoso.


―Jajajaja ―rió al ver la reacción del muchacho colorín― ¿Te pusiste celoso? Pero si eres mucho más alto y perfecto que yo, si te gusta Emilie definitivamente podrías salir con ella... ―N-no.... no me gusta Emilie... ―dijo bajando la voz― ¡Pero ella te tiene demasiada consideración para solo conocerte hace una semana...! ―Supongo que así es.... de todas formas me llevo sus cosas... ―dijo Leo al tiempo que tomaba las cosas de Emilie y se las llevaba con él. Ninguno de los dos jóvenes imaginaba siquiera qué es lo que le había sucedido a la chica, pero lo sabrían a la mañana siguiente. El martes muy temprano, tanto Leo como Artemis estaban fuera del salón del tercero A esperando a la chica. Al verla llegar de inmediato notaron un gran cambio en ella: su largo cabello había sido reemplazado por una melena que le llegaba hasta un poco más abajo del hombro, y su habitual peinado había cambiado a una pequeña media cola que dejaba más despejado su rostro.


― ¡Uwaaaa! ¿¡Tu asunto personal era este!? ¿Ponerte más bonita? ―exclamó Artemis sorprendido. ― ¿Qué? ―preguntó de mal humor Emilie― Deja de ser tan adulador... ―Ah... T-tus cosas... ―dijo Leo entregándole sus cosas, igualmente sorprendido. ― ¡Muchas gracias! ―exclamó feliz, recibiendo sus cosas― como siempre, eres el mejor. Leo se sintió feliz de ver que fue de ayuda para Emilie, mientras que Artemis le clavaba una mirada de enojo al chico. A continuación, Emilie y Artemis entraron al salón, a la vez que Leo se retiraba al suyo. La cara de Eleanor palideció notoriamente al ver entrar en el salón a Emilie, pues realmente creía que esta vez había acabado con ella, creyendo que temería tanto regresar a la escuela que se retiraría para siempre. Y sin embargo, ahí estaba de nuevo junto a Artemis. Enfadada Eleanor decidió jugar su siguiente carta. ― ¡Emilie! ¡Qué bonito corte de cabello! ―se le acercó a la chica. ―Supongo que es gracias a ti ―le miró desafiante― ¿Qué quieres ahora? ¿Me cortarás los dedos? ―Tú... ¿Le hiciste algo tan terrible? ―preguntó Artemis quién venía tras Emilie. ―Esto no es asunto tuyo ―le detuvo Emilie. ―O quizás sí lo sea.... ―rió Eleanor― ¿Esto es tuyo, no? –Preguntó confiada, al tiempo que estiraba una mano mostrando el objeto que le habían arrebatado las chicas ayer. ―E-el.... el reloj de mi padre... ―se sorprendió Emilie. ―Lo dejaste caer ayer... –sonrió- devuélveme lo mío y devolveré lo tuyo ―Tras esto Eleanor se dio media vuelta y regresó a su lugar. Emilie petrificada, sintió como el vacío y la desesperación crecían enormemente dentro de ella.


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