DIEGO MASSACCESI
SANGUCHE PESCADO
1. EL NIÑO INTERIOR
—¿Por qué no vamos a la isla? —dijo el más joven.
Tambaleando corrí a preparar la mochila, elegir una remera fresca y ponerme la gorra blanca. Nos encontramos en la estación fluvial, embarcamos y luego de atravesar ríos y arroyos, bajamos en la isla. Repetidas veces he reflexionado respecto a dicha expresión «La isla». Así nombramos a cualquier casa, recreo, cabaña, quinta o lugar dentro del delta. Quizás, sentimos que cada porción de «isla» nos produce lo mismo, alejarse unos minutos de la civilización y perderse en este paisaje rústico y natural, es maravilloso. 3
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Observo la foto y reflexiono, ¿En qué estaba pensando al observar con atención esa manzana? Su sonrisa picarona señala que buscaba en su mente al niño interior. Es curioso cómo pasan los años, vemos bebés nacer, niños crecer, cambian nuestros temas de conversación y las responsabilidades hacen cola adelantándose a nuestros deseos. Aun así, el niño perdura. Cuando el más leve estímulo nos irrita, el aburrimiento, el repudiado estrés naciente nos ayuda a encontrarnos con el nuevamente. Nos solemos aferrar de diversas maneras para sanar nuestras heridas emocionales. A veces soltamos una carcajada, actuamos con impulso, somos egoístas o actuamos de manera caprichosa. Quizás si esquivamos el enojo, nos gana la indiferencia… Aún me pregunto: «¿En qué estaba pensando?». Argentina: Buenos Aires. Islas del Delta.
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2. UN CALLEJÓN ANDALUZ
Luego de una larga caminata por la rambla y las afue-
ras, sorprendido por la belleza de la costa, me encontraba cansado. Llevaba varias «cuadras» arrastrando los pies por la avenida Mohammed V en la Medina cuando decidí parar a descansar. Ordené un almuerzo ligero a un joven que parecía transitar la adolescencia, y me ofreció una limonada de un local ubicado frente al suyo. La mesa estaba servida de manera peculiar, situada en la calle obstaculizando el paso, aunque sin sorprender a los peatones. Estaba finalizando mi plato cuando un moro llamó mi atención. Se trataba de un hombre alto, robusto, de piel lampiña, color café y vestía una chilaba 5
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marrón, típica de la zona con su capucha retraída. Luego de intentar varios idiomas, entablamos conversación en español y algunas frases en francés. Nos despedimos y finalicé mi almuerzo. Tan solo 15 minutos pasaron cuando decidí emprender mi retorno al Riad, debía recoger mis valijas y dirigirme al aeropuerto. Al caminar algunos metros vuelvo a encontrarme con este hombre, y no fue por azar. Dimos vueltas por la Medina hasta que logramos perdernos: Atravesamos el mercado, contemplé una mezquita, fotografié el cementerio con el mar de fondo, hasta recorrimos el barrio Andaluz y ese callejón, el más colorido. Al final del paseo quiso una recompensa por su compañía, no fue amabilidad. Lamentablemente para su fortuna, mi bolsillo contenía solo dos euros y algunas monedas americanas, lejos de sus quince euros requeridos. No contaba con más dinero y debía partir pronto, así que le di todo lo que tenía. Sin embargo, aún recuerdo su partida por esos callejones con la mirada dirigida al piso, víctima de la desilusión. Marruecos: Rabat Medina.
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3. ¿TREN O BUS?
No entendía los carteles. No sabía pronunciar una
palabra, Eslovenia no es un país popular por su apertura al idioma inglés. Sin embargo, nada podía detener mi visita a las cuevas subterráneas de Postojna, donde kilómetros de túneles se entrecruzan y crean el escenario ideal para una película de suspense y ciencia ficción. Pese a que debía despabilarme y asegurar mi vuelta a Ljubljana, la capital, salí fascinado de las cuevas, un poco desorientado por su inmensidad, mientras reflexionaba sobre las maravillas ocultas que ignoramos. Se acercaba la hora del té mientras caminaba hacia la estación de autobuses, admirando los campos y el va7
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lle con pintorescas casas. No había vendedores para atenderme, y, no logré comunicarme con la gente del bar aledaño. Entonces, decidí tomar los caminos cuesta arriba y la escalera final hacia la estación del ferrocarril. Eran cerca de las seis, último servicio disponible, y veo pasar ese irónico carguero lleno de automóviles, un transporte dentro de otro abundante, y ninguno podía llevarme. La desilusión se apoderó de mí. Caía la noche y el pesimismo me estaba ganando la partida. Se escuchaba lejano el traqueteo del tren y seguía paralizado mirando la ciudad desde la colina de la estación. Como una estrella fugaz, divisé un bus a lo lejos, la adrenalina me aceleró el pulso y comencé a correr desesperadamente. Logré alcanzarlo, pero no había aprendido las frases útiles del esloveno. La necesidad me condujo a indicarle al conductor en un mapa, de manera primitiva mi destino final. Una hora más tarde, al descender en Ljubljana, emití un suspiro y finalmente pude relajarme… Eslovenia: Central Train Station.
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4. HOME SWEET HOME
No quiero cargarlo con nostalgia, pero es imposible
evitarlo. Aquella década volvía caminando del jardín con mi madre y hermano, que largos que se sintieron esos años. Aún se podía llamar barrio. Conocía a todos mis vecinos hasta que el furor por los edificios comenzó. El progreso, concepto para opacar el recuerdo, nos alerta sobre el paso del tiempo. Aprovecha a la urbanización como catalizador. Salgo a caminar y advierto intrusos en sus balcones, en lo alto de los edificios, curioseando con sus caras desconocidas. Nunca faltan los turistas, admirados por la belleza de la incipiente urbe, un moderno puerto abarrotado de domingueros, 9
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tomando de la mano a sus niños que sostienen con la otra un copo de nieve y lanchas de madera que aportan la onda vintage y cool. Épocas de bonanza… Cuando era adolescente, a diario, disfrutaba los canales y ríos en Tigre, atravesándolos junto a mis compañeros en los representativos botes de remo, domando la marea. De joven tuve que alejarme, por unos agotadores años, para completar mis estudios y seguir una de mis pasiones. Pero reaparecí y volví a recorrer los ríos. Esta vez desde la vereda de en frente, corriendo, mezclándome entre los turistas. Justo cuando me estaba acostumbrando nuevamente, debí partir hacia una nueva aventura, que más tarde espero que os atrape, y alejarme nuevamente de tan bella ciudad. Uno nunca sabe que le puede deparar la vida, pero una parte mía quiere volver a sus raíces, visitar a la familia y poder respirar aire puro en el Delta, mientras la gente corre, camina de la mano o disfruta de un almuerzo o helado en la histórica Vía Toscana a orillas del río Luján. Argentina: Buenos Aires. Tigre – Río Luján.
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5. MONEDAS DE ORO
No es frecuente reunir quince amigos, mucho menos
si hay que viajar. Igualmente, allí estábamos. Compartiendo anécdotas, tiempo, comidas, risas, lluvia y trasnochadas. En la película de ese grupo, encontrarlos juntos de vacaciones fue un fotograma más. Dinamismo era lo que los caracterizaba, más de veinticinco personas cruzaron sus historias a lo largo de los años. Aquel fue el último verano que nos encontró a todos juntos, fue la escapada más intensa. En tan solo dos días, viajamos horas por los campos de Buenos aires, tomamos sol recostados en la arena, luego nos perseguimos tras una pelota «como excu11
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sa» de rugby, armamos un torneo de padel y hasta convertimos la noche en día, festejando un nuevo otoño. ¿Dormir? Palabra desconocida… había que aprovechar la coincidencia. Algunos años atrás, todo había comenzado con un gesto inocente. Un estudiante curioso y olvidadizo, pidió prestado un lápiz, que agradeció con una sonrisa. La sonrisa llevo a una conversación, la conversación a una reunión, algunas reuniones trajeron amor y se llevaron otros… Los amigos son como monedas de oro. Debemos conservarlos cuando hay viento a favor y protegerlos cuando las cosas van mal. Son fieles y si no sufren golpes, no se desgastan. Asimismo, el tiempo, sabio milenario, los distingue y aprecia, y día a día valen más. Sin duda, puedo afirmar que son la mejor inversión que hice. Por ahí se ve una intrusa sonriente, que a cada página me conmueve con sus palabras y por fortuna me acompaña en este viaje de trazos y recuerdos. Argentina: Buenos Aires. Arbolado de Pinamar.
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6. EL ESCRITOR VIGÍA
Al bajar por la calle adoquinada mojando la punta de
mis coloridas zapatillas, el día y su clima me obligaron a dirigirme desesperadamente a una tienda de recuerdos para comprar un paraguas. Elegí el primero que vi, pequeño para andar liviano, de color marrón, que aún conservo como compañero de viajes. El desesperado viento no me detuvo para reunirme con desconocidos y comenzar el tour por aquella antigua ciudad. La muchacha a cargo de la visita era de estatura media, eslovena y muy simpática. Tenía frío porque llevaba bufanda hasta el mentón y guantes de lana. Su pelo castaño estaba alborotado por la humedad y la lluvia, 13
Sánguche pescado es una colección de reflexiones cortas inspiradas en distintos lugares del planeta. Desde sentimientos en el corazón de Argentina hasta anécdotas en el epicentro de África Oriental se retratan algunos paisajes incluyendo inesperadas ficciones. El movimiento es la premisa del libro, porque el viaje es la metáfora más exacta de la vida. El curioso lector está invitado a desvelar la
106520 788419 9
ISBN 978-84-19106-52-0
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