Tamy y la Estrella

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Erika Estrada

Ilustrado por Paulina Ramos

Había una vez un hermoso bosque lleno de flores, donde los rayos del sol iluminaban la belleza de todo, y los animalitos e insectos convivían con mucha hermandad, alegría y felicidad. En él habitaba una pequeña abejita soñadora que se ilusionaba rápidamente. Era Tamy. La pequeña Tamy era la menor de la colmena. Siempre soñaba con explorar otros jardines, y todos los días hablaba con su amiguito, un simpático y pequeño abejorro de nombre Bruno que la acompañaba por doquier.

Una linda mañana de primavera, el abejorro Bruno le dijo:

—Tamy, ¿por qué siempre hablas de otros jardines? ¿Acaso no eres feliz en este?

Ella, que sobrevolaba una bella flor rosa, le respondió:

—Ay, Bruno, ¿por qué conformarnos con lo que hay en este jardín? Seguro que hay otros jardines con más flores, iguales o más hermosas que estas.

Confuso, Bruno se acomodó sus gafas y la miró con intriga:

—¿Cómo sabes que hay otros jardines y otras flores más bellas que estas?

Tamy solo movió la cabeza y decidió continuar succionando hasta sacar la miel para llevarla a la colmena.

Todos los animales e insectos del jardín murmuraban con gran expectación sobre los folletos que dejaba caer un cuervo. Era la publicidad del Gran Circo.

Jamás habían visto uno, así que todos estaban emocionados.

Llegaron a la colmena, donde había un gran alboroto.

La abeja reina recibió con agrado la noticia del circo y dio permiso a todas las abejas para asistir a ver el espectáculo.

Solo había una condición: una vez terminado el espectáculo, deberían regresar a la colmena a descansar.

Tamy y Bruno estaban muy contentos de poder ir, por eso al día siguiente salieron en busca de flores mientras revoloteaban de alegría y entusiasmo.

—¿Te imaginas cuántos jardines, bosques y hermosos lugares han visitado esos del circo? —le decía Tamy.

—No, no me lo imagino, y tampoco creo que sean tan bonitos si tienen que ir de un sitio a otro.

La pequeña Tamy pensaba y se imaginaba en todos esos fantásticos mundos. Ese día trabajó tan feliz y alegre que lo hizo mejor que cualquier otra abeja.

La abejita Tamy y Bruno, emocionados y felices, se miraban con ilusión porque pronto llegaría el momento de ir.

Llegada la tarde, mientras esperaba que abrieran las puertas del circo, se encontró con la tortuga Luke, que casi sin aire y agotada llegaba a la fila.

—¡Ufff…! —resopló Luke por el cansancio que sentía—, ¿he llegado a tiempo?

Tamy la miró pensando que era una broma la pregunta, y con mucho humor le respondió:

—Claro, si aún no han abierto la puerta.

—¡Vaya! ¡Hasta llego a tiempo! —dijo la tortuga Luke y prosiguió—: llevo unos tres meses intentando llegar puntual, pero por algún extraño motivo, tal vez de velocidad, no llego a tiempo.

La abeja Tamy, entusiasmada, le preguntó:

—¿Vienes de otros bosques únicamente a ver el circo? Dime, ¿hay cosas hermosas en otros bosques?

La tortuga Luke la miró con ojos cansados, exhaló y le dijo:

—¡Claro! En todos los bosques hay cosas maravillosas y también otras que no lo son tanto. Lo que debes saber es que, en todos los sitios, lo más importante es cómo tú veas y sientas las cosas, porque de esa manera es como las vives. Puede que las veas hermosas y que otros las vean... no tan hermosas; todo dependerá de cómo las sientas.

La pequeña Tamy se quedó pensativa con la frase: «lo más importante es cómo tú veas y sientas las cosas». Miró hacia el circo y notó el ir y venir constante de quienes trabajaban en él.

Tamy, una abejita soñadora, descubre la magia del circo y recibe una estrella especial. ¿Qué hará con ella?

Una aventura de sueños y aprendizajes sobre la positividad, la gratitud y la amistad.

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