Informe: primera parte
Aplican nuevos controles sobre los bancos sistémicos En los últimos años, se vienen formulando un conjunto de regulaciones orientadas a establecer un mayor control sobre estas entidades, a las que se considera como uno de los principales disparadores de la última crisis financiera. En la serie de artículos que se inicia en esta edición se analizarán en detalle estas medidas con las cuales se buscan reducir los eventuales riesgos de contagio sistémico causados por la caída de alguno de estos bancos.
Este artículo fue elaborado por: Consultores Bancarios Asociados
E
l 15 de septiembre de 2008 se ha constituido en una fecha liminar de la historia financiera mundial, pues fue el momento en que una inestabilidad relativamente pequeña, acotada al sector inmobiliario de la economía estadounidense, se transformó en una catástrofe que aún hoy, un lustro más tarde, convulsiona al mundo entero. En esa fecha se produjo la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers, que fue dejado caer por una decisión que muchos califican de ideológica, pues, en febrero de ese año, el Reino Unido recurrió a fondos públicos para salvar al banco Northern Rock, seguido días después por el gobierno de los Estados Unidos, que rescató a Bear Stearns. Sin embargo, unos meses más tarde, se le negó ese apoyo al desfalleciente Lehman. Se originó entonces una onda expansiva que sacudió a la estructura financiera mundial para luego propagarse a la economía real. Esa paradigmática caída fue prontamente calificada de sistémica, pues afectó rápida y sucesivamente a otras instituciones y gobiernos de países con economías desarrolladas. Así, la liquidez y solvencia de las primeras y la credibilidad de la deuda soberana emitida por los segundos tambalearon a causa de ese acontecimiento, inicialmente circunscripto a un caso específico. Por diversas razones, las consecuencias no pudieron ser acotadas y los temores al contagio y a las secuelas tóxicas se extendieron por todo el mundo. Los costos macroeconómicos fueron -y son- incalculables, pues debería computarse el crunch crediticio, la parálisis del comercio, la recesión, el desempleo y la convulsión
posición y estado, así como sus interconexiones. Únicamente así pueden explicarse los riesgos implícitos en los enlaces que conectan a bancos y países. Se entiende mejor, entonces, cómo una quiebra aislada tuvo consecuencias transfronterizas. Al carecer de esta herramienta, las autoridades y supervisores que tomaron las decisiones no pudieron imaginar, ni por consiguiente prever, la acumulación de desequilibrios que finalmente se produjeron. Para comprender mejor la complejidad de este método, aún en vías de desarrollo, se construyó un caso de estudio que grafica los flujos financieros -producidos entre sí y con el resto del mundo- de las 15 economías más avanzadas, según los datos que estas y sus bancos declaran regularmente al Banco de Pagos Internacionales. Se aplicaron métricas para calcular la conectividad y la aglomeración de los componentes de la red. La primera midió la densidad de las relaciones bilaterales, es decir, el número de vínculos entre los 15 países, dividido por el total de conexiones posibles. A su vez, la aglomeración evalúa las transacciones que efectuaron entre sí los bancos de un mismo país. En un tipo de red, relativa solo a los países centrales, existe un triángulo, es decir, una interconexión sistémica, cada vez que tres economías se prestan entre sí.En cuanto a la red que toma en cuenta a los países de la periferia, se obtiene un triángulo cuando uno de ellos recibe fondos de dos economías centrales que se prestan entre sí. Superponiendo todas las figuras logradas, compiladas en función del lugar de residencia de los bancos declarantes, resulta sencillo imaginar la intrincada trama de líneas que se entrelazan y que evidencian la globalidad de las relaciones financieras, revelando cuáles son los patrones geográficos de enlaces financieros y aquellos nodos cuya inestabilidad implicaría los mayores riesgos. Gracias a esta metodología, se advirtió que los flujos financieros mundiales, en cantidad, monto y concentración, aumentaron más de siete veces durante el quinquenio anterior al año 2007, cuando se alcanzó la cota máxima, todo lo cual explica cómo se diseminaron y trascendieron las secuelas de hechos que -ahora se entiende- no se encontraban aislados. Al existir una frágil estructura financiera, debilitada por riesgos excesivos, débiles regulaciones y conductas poco éticas, no sorprende que pasara lo que pasó. En las notas siguientes, se verán las medidas que han adoptado los reguladores bancarios para reducir los eventuales riesgos de contagio sistémico causados por la caída de un banco totalmente interconectado, que podría afectar a su entorno, ya sea nacional, si su actividad está circunscripta a un único país o región, o internacional, si sus mercados abarcan buena parte del mundo.
11 -
social, y tantos otros males que dificultan las expectativas de poder sobrellevar la crisis y lograr una reactivación duradera. A nivel micro, la quiebra de Lehman aún debe a sus acreedores 300 mil millones de dólares. Sus efectos globales adversos les costaron a los contribuyentes de algunos países europeos y de los Estados Unidos hasta el 3% del PBI en apoyo directo a las entidades financieras y el 17% a través de garantías de diversos tipos. Ante ese panorama, los principales reguladores financieros (G20, Stability Financial Board, Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial, Comité de Basilea y los órganos especializados de la Comisión Europea y de los principales países avanzados) se abocaron al análisis de lo sucedido, tratando de elaborar las medidas que aumenten la resiliencia del sistema financiero internacional. Los documentos, legislaciones y recomendaciones que se dictaron fueron innumerables y todos coincidieron en que uno de los principales disparadores de la crisis fue la volatilidad de los bancos sistémicos. Por lo tanto, fueron rápidamente encuadrados en diversas regulaciones que limitan su tamaño, expansión y riesgos. Sin embargo, las normas prudenciales y los imperativos legales actuaron sobre los efectos y no sobre las causas. Estas merecieron algunos estudios, entre los que se destaca la investigación del FMI, en busca de un método preventivo que permita detectar las consecuencias que en su entorno produce el derrumbe de un banco demasiado grande para caer. El nuevo enfoque los considera como bancos demasiado interconectados para quebrar. En razón de los vínculos que los relacionan con el contexto, su bancarrota podría generar un pánico generalizado, corridas o efectos colaterales dañinos. Se dice que no se puede gerenciar lo que no se puede medir, por lo que para analizar esa situación se ha recurrido a una metodología llamada análisis de redes, la que se utiliza para determinar y evaluar la influencia recíproca de conjuntos, cuyos hechos o agentes interactúan estrechamente, por lo que el comportamiento de uno de ellos influye decisivamente en los demás. Se utiliza mayormente para valorar y predecir las relaciones que se producen entre los datos y evidencias que surgen de cada uno de los integrantes de dichos grupos. Así, se recurre a ella para estudiar las vías de contagio de una pandemia, optimizar los pronósticos del tiempo o facilitar la comprensión de los efectos de ciertos fenómenos económicos y sociales. Se trata de estudiar cada componente de la red y los vínculos que los tornan interdependientes, a través de una combinación de procedimientos y prácticas orientadas a describir y cuantificar su