BCE se pone firme frente a la crisis

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¿Un punto de inflexión para la crisis europea?

El BCE se pone firme frente a la crisis El Banco Central Europeo (BCE) anunció el mes pasado un plan de compra ilimitada de bonos públicos de los países con problemas. El objetivo es poner un límite a las tasas de interés que los gobiernos europeos están pagando para financiarse y despejar dudas sobre el futuro del euro. NBS Bancos y Seguros dialogó con distintos economistas sobre si esta medida tendrá una incidencia positiva en el desenvolvimiento de la crisis o si solo se trata de dilatar el momento del estallido.

Opinan: Jorge Remes Lenicov - Daniel Artana - Daniel Heymann

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n un nuevo intento por frenar la imparable caída de la economía europea, que ya lleva cinco años en problemas, el Banco Central Europeo (BCE) anunció que comprará bonos de deuda pública con vencimiento de hasta tres años de manera ilimitada. Los países que quieran verse beneficiados con la medida deberán solicitar ayuda a los fondos de rescate europeos y someterse a las condiciones que estos impongan. Economistas consultados por NBS Bancos y Seguros coincidieron en que la estrategia del BCE es sostener el precio de los bonos que va a comprar con la idea de que eso aliviará la presión sobre las tasas de interés y permitirá que los gobiernos respectivos se financien más fácilmente. La medida está basada en la noción de que, si hay una expectativa de que el BCE va a mantener la demanda por esos títulos, generará confianza y la oferta por parte de los tenedores privados de los mismos se moderará.

“Para frenar una corrida se debe tener enfrente a alguien con la espalda suficiente como para tranquilizar a los mercados, y ese alguien es el BCE. En la medida que los países en problemas estén dispuestos a pedir esa ayuda, se debería frenar el riesgo de corrida que podría arrastrar a bancos y a gobiernos en los países europeos periféricos”, sostuvo el economista jefe de FIEL, Daniel Artana. “Eso no resuelve el problema de crecimiento de Europa, que está asociado a otras cuestiones, pero saca del radar ese castigo que tenían las tasas de interés que estaban muy altas. Lo que va a solucionar esta medida y la consiguiente baja de las tasas de interés es evitar que el crédito se siga contrayendo, lo cual de por sí es positivo y abre el espacio para una recuperación del crédito. Ese efecto puede dar cierto alivio temporario”, agregó el analista. Jorge Remes Lenicov, economista y exembajador argentino ante la Unión Europea (UE), respondió con un rotundo no a la pregunta de si esta medida significa un antes y un después en la crisis europea. “Lo que han hecho la UE y el BCE de permitir que se compren títulos de España y de Italia y, a través de la ampliación del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), permitir el fondeo en el mercado secundario, evita el crack y que España, Italia, Grecia y Portugal entren en ban-


El regreso del crecimiento Con esta medida el BCE busca restablecer la liquidez de la economía europea, al igual que hizo Estados Unidos en su momento. Pero lograr que vuelva el crecimiento será otra cuestión. “Esto es una condición necesaria para evitar un desastre económico, un derretimiento financiero. Pero igualmente, Estados Unidos no tuvo un crecimiento vigoroso porque los problemas son más de fondo que simplemente la provisión de liquidez. El problema del crecimiento depende de cómo avanzan las reformas estructurales”, sostuvo Artana. Para Heymann, es muy difícil que alguien invierta o decida producir en una economía de ajuste tras ajuste. Y eso genera un círculo de problemas: poca actividad, poco ingreso del gobierno y más ajustes que posiblemente tengan un efecto contractivo. “Lo que se está viendo es la dificultad de resolver la crisis y, al mismo tiempo, cuánto valor se le da implícitamente al hecho de pertenecer a la UE, ya que los países periféricos están haciendo sacrificios importantes por estar en la zona euro. Parte de este problema es un sobreoptimismo de lo que les iba a aportar en términos de producto e ingreso estar en el euro. Pensaron que era más de la cuenta y se quedaron con niveles de deuda exagerados”. A su vez, Remes Lenicov señaló que “los países del Mediterráneo perdieron cerca del 25-30 % de competiti-

vidad desde que empezó el euro, además de contraer un altísimo endeudamiento, con lo cual estos países, por más que les compren la deuda para bajar la tasa de interés, no resolverán los problemas estructurales, y da la sensación de que van a seguir en recesión y con altísima desocupación”. “El euro es un armado financiero que funcionaría bien si fuera acompañado por medidas para ganar competitividad y reducir el costo de la deuda. Pero, desde el punto de vista de la política monetaria, financiera y fiscal han perdido instrumentos. Entonces, ¿cómo se hace para crecer y ganar competitividad sin instrumentos de política? Así como están, no lo van a conseguir”, enfatizó. Los economistas coincidieron en que las diferencias de competitividad entre los países del norte y del sur de Europa plantean un obstáculo importante a la hora de encontrar las políticas que permitan volver a la senda del crecimiento.

Artana destacó, por ejemplo, que “se necesitan políticas monetarias y cambiarias más laxas en los países periféricos y una más dura en los países centrales. Si se estuviera en otro contexto, la moneda alemana se debería apreciar y las españolas, italianas y griegas depreciar. El problema es que tienen que fijar políticas monetarias para el promedio. Cuando uno tiene un régimen cambiario ultraduro, al no tener moneda propia, uno no puede dejar que se le desbanden algunas variables porque después la deflación es extremadamente traumática. Es un problema que surge por no haber sido lo suficientemente previsores en su momento”. En la misma línea, Heymann puntualizó que la insistencia del BCE en un 2 % de inflación no ayuda y que una inflación no superior al 5 % favorecería desde el punto de vista de la competitividad de los mediterráneos. “Si en estos países el nivel de salarios y de precios crece menos que la tasa de inflación de

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carrota. Pero todavía sigue pendiente el tema de cómo crecer y cómo los países del Mediterráneo ganan competitividad”. Para Daniel Heymann, economista y profesor de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad de San Andrés, la medida gira en torno a “tratar de levantarle el ánimo al enfermo. Es una apuesta, una medida transitoria. Si para sostener el precio de esos títulos el BCE tiene que comprar una enormidad de bonos o si, al revés, la tasa de interés no cae para un cupo de compras del BCE y los países siguen en dificultades, la entidad se va a quedar con deudas malas. Entonces ya no va a ser un banco central en el sentido de una entidad que intercambia el dinero que emite por bonos seguros, sino que se convertirá en una institución que compra bonos impagables”.


“La impresión es que la zona euro estuvo armada bajo la hipótesis de que estas cosas pasan en otros lugares menos evolucionados. Que con credibilidad, con un banco central que mantiene la estabilidad de precios, con instituciones europeas, esta no era una zona de crisis. En algún momento, van a tener que aceptar que esto no es así”. los países del núcleo, el tipo de cambio real implícito de los países mediterráneos se depreciaría, se volverían más competitivos y se licuarían un poco sus deudas. Pero me parece que la actitud alemana es ‘nosotros somos competitivos aunque ustedes no nos compren, nos podemos arreglar, no nos hace falta la demanda de los países mediterráneos’. Están jugando al borde, lo que está sucediendo es un hecho histórico. Es difícil ver a Europa no recuperándose, rompiéndose”. “Son países muy disímiles, el nivel de competitividad alemán es infernal. ¿Cómo se sigue el ritmo de los alemanes? Es una cuestión cultural, más allá de la organización económica. Cuando se hacen este tipo de uniones, o se realizan entre países más o menos parecidos, o se destina un fondo muy fuerte para equilibrar las diferencias en el mediano y largo plazo”, agregó Remes Lenicov.

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Un futuro incierto El panorama no es sencillo, y la resolución de la crisis se ve dificultada por la intransigencia alemana para ensayar alternativas a lo que se viene haciendo hasta ahora. “Europa parece tenerle más miedo a la inestabilidad macroeconómica que podría acarrear una política monetaria sin ciertos límites que a la actual deflación y estancamiento de la economía que producen los recortes. Lo cierto es que, entre ambas opciones, hay un largo trecho, y las posibles variantes son muchas. Da la impresión de que este empecinamiento en realizar ajuste y reformas, que están diluyendo el Estado de Bienestar, es una actitud alemana”, destacó Heymann. Artana coincide en que ha habido más intransigencia alemana de lo que era razonable, pero que, por el otro lado, “es muy difícil pedirles a los votantes de los países que están en mejores condiciones que pongan plata para salvar a otros que hicieron las cosas mal”. Además explicó que hay países con la solvencia fiscal amenazada a largo plazo, lo cual requiere programas fiscales estructurales que

operen sobre el gasto y sobre la recaudación a futuro. “Europa tiene poco espacio para mejorar ingresos, ya que estos son relativamente altos en la comparación internacional, pero hay espacio para bajar gastos en el mediano plazo. En el frente laborar, hay lugares donde los costos son muy altos. En España crecieron un 30 % en la última década cuando en Alemania crecieron 10 %. Por lo tanto, las empresas españolas no tienen posibilidad de competir con las alemanas y menos con el resto del mundo”. Para Remes Lenicov, “las crisis siempre generan costos y, en este caso, los están pagando solo los trabajadores a través de su salario y la desocupación y la reducción del Estado de Bienestar. Si la decisión es no salir de la zona euro, hay que atacar los otros problemas de base porque de lo contrario siguen siendo un conjunto de medidas de carácter financiero que sirven para el corto plazo, pero que no resuelven el problema de fondo. Hay que redistribuir el costo de la crisis, que no la paguen los trabajadores, sino también los acreedores. Tiene que haber una refinanciación de las deudas públicas y privadas. Tiene que haber fondos estructurales para ganar competitividad y crecer”. “La impresión es que la zona euro estuvo armada bajo la hipótesis de que estas cosas pasan en otros lugares menos evolucionados. Que con credibilidad, con un banco central que mantiene la estabilidad de precios, con instituciones europeas, esta no era una zona de crisis. En algún momento, van a tener que aceptar que esto no es así. Pero la aceptación de pérdidas implica un reparto de pérdidas, y este es un tema económico y político en gran escala, porque se deberá plantear de manera muy clara quién se hace cargo de las diferencias. En este punto es donde aparecen las divisiones. Los alemanes dicen que no van a pagarle la fiesta al resto. Y del lado griego acotan que tienen una terrible caída del producto y que no les pueden hacer pagar, pagar y pagar. Es una tensión muy fuerte, y resolverla lleva a un problema de coordinación, discusión y elección distributiva importante”, agregó Heymann.


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