E
l crecimiento de la economía Argentina en los próximos años va a ser lento y va a estar caracterizado por oscilaciones, lo que los economistas llamamos ciclos de stop and go. Esta es la consecuencia de un bajo nivel de inversión y de altos niveles de inflación, que son los dos determinantes principales de la economía actual. La desaceleración del primer semestre del 2012 tiene mucho que ver con la desaceleración que se dio en Brasil y con la sequía que afectó a nuestro país. Sin embargo, eso quedo atrás. La economía rebotó suavemente en julio y volvió a encontrar un freno en agosto y septiembre, que está determinado, por un lado, por una inflación que no ha cedido, que se encuentra en el 25% y puede seguir subiendo a pesar de la desaceleración, y, por el otro, por una caída importante en los niveles de inversión. Este último es el determinante más importante y es el rubro de la demanda que más está cayendo. Por supuesto que intervienen también las dificultades internacionales. La caída de nuestras exportaciones tiene que ver con la desaceleración de Europa, Estados Unidos y China. Hay un elemento externo, pero lo
fundamental es la incertidumbre, la presión tributaria, los problemas energéticos, la incapacidad para importar bienes de capital o la incertidumbre que genera la posibilidad de tener que importar repuestos de bienes de capital extranjeros en el futuro y no poder hacerlo. En síntesis, la inflación, la crisis energética, la presión tributaria y las restricciones a las importaciones explican la caída de la inversión en las empresas nacionales. A esto hay que añadir que las empresas internacionales, que tal vez no padecen tanto estos temas, tienen una resistencia después de la nacionalización de YPF, que sin ninguna duda fue una señal de alarma para las inversiones de empresas extranjeras en el país. Para que la economía vuelva a crecer a un buen ritmo, es necesario, en primer lugar, definir una política antiinflacionaria, para lo cual habría que empezar rejerarquizando el INDEC y volviéndolo creíble nuevamente. Las políticas antiinflacionarias de los últimos 20 años no se basan en aumentar las tasas de interés o en frenar la economía, como supone el Gobierno, sino en el manejo de las expectativas, y esto es algo que no puede hacerse si no se
tiene un diagnóstico correcto de la inflación. De no avanzarse en esta dirección, además de un índice de inflación que podría estar entre el 25% y el 30% en los próximos meses, hay algunos otros problemas con los que podría toparse la economía Argentina en el futuro. En lo que refiere al panorama internacional, puede complicarse la situación europea, lo que sería un problema serio para nuestra economía. Otro tema importante es el de los acreedores que no han aceptado ingresar al canje de la deuda pública. Da la impresión de que este tema está mal manejado por el Gobierno y puede terminar provocando un mayor aislamiento de nuestro país. Son diversas las situaciones que podrían presentarse como para complicar todavía más el panorama, pero no hace falta que aparezcan ninguna de ellas para tener un pronóstico de cautela. Sin ser apocalíptico, estamos ante un 2012-2013 de bajo crecimiento, de destrucción del empleo privado, que ha sido reemplazado por el empleo público, de deterioro de las cuentas fiscales y de un potencial deterioro de las cuentas externas, que no se manifiesta claramente por los controles que se están aplicando.
Definir una política antiinflacionaria Javier González Fraga, economista