"Cabo Polonio. Vidas sin tregua entre el cielo y el mar" de Mabel Moreno

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Capítulo 1 Entre las dunas

Una isla soldada a la costa La localidad de Cabo Polonio, inserta en el área de Balizas, integra la eco-región de la cuenca sedimentaria de la Laguna Merín y del litoral atlántico. El litoral atlántico rochense presenta una serie de lagunas litorales, algo separadas de la costa, pero comunicadas por medio de vertederos con el océano, producto de diferentes cambios del nivel del mar a través del tiempo. Dentro de la fisonomía del país, es un ecosistema particular. Es una gran masa de granito que se designa geográficamente como un tómbolo. O sea, una saliente formada por una isla soldada a la costa por los aportes de arena que le proporcionaron las diferentes direcciones de vientos durante el Cuaternario y que generaron los trenes de olas, algunas oblicuas, que produjo la llamada “deriva continental”, típica de la Playa de la Calavera. El Cabo Polonio es entonces una isla soldada a la costa(1). El área de Balizas(2) comprende la faja costera al sur de la Ruta 10 Juan Díaz de Solís, desde el llamado camino del Arbolito(3) hasta el arroyo Balizas, según la definen los baliceros. Para el (1) Daragnés, Ernesto: “El tómbolo Polonio”. Revista Uruguay Natural. Montevideo, diciembre, 1998. (2) Utilizamos la grafía que consideramos correcta, Balizas, por provenir su nombre de las balizas colocadas en el arroyo Balizas en su intersección con la laguna de Castillos, y no como lo indica el MTOP, “Valizas”, porque entendemos que no concuerda con la mayoría de la documentación y con su etimología. (3) Según Sierra y Sierra la cuchilla de los Arbolitos o Lomas de Narváez ha tomado este nombre de los higuerones de los que aún se conservan dos en el lugar donde fue la Es-

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lugareño Toto Flavio Machado, Balizas se ubica desde el arroyo hasta pasar la escuela y el embarcadero de Uriarte sobre Ruta 10. El aspecto general del área de Balizas es el de una ancha franja arenosa de aproximadamente unos 15 km de largo por 5 a 7 de ancho y es el resultado de profundos procesos geológicos que, a nivel regional, se dieron en el Cuaternario. Está constituida por dos importantes tipos de dunas: dunas de playa que conforman un cordón continuo y paralelo a la costa y dunas móviles(4) que llegaron a sobrepasar los 30 m de altura, antes en permanente estado de movilidad y alineadas según la dirección del viento dominante. Esta zona fue denominada por Isidro Más de Ayala como la “Región de los Altos Médanos”(5). Son de destacar las cimas moldeadas por la acción del viento (ripple marks) en mantos ondulados de espectacular belleza plástica. Las dunas se habrían formado por la disminución del nivel del mar durante los últimos 4.000 años. Al retirarse el mar quedaron expuestas a las acciones ambientales considerables extensiones de arena, en un proceso que habría estado asociado a períodos de clima más secos. Como consecuencia, las arenas comenzaron a moverse y a estructurarse en dunas por la acción del viento. Muy probablemente los pamperos y otros vientos, antes más frecuentes que hoy, durante los períodos secos modelaron los campos de dunas llamados “espacios dunares”(6). Los vientos fuertes y turbulentos presionan y succionan los espacios dunares, de tal manera que frenan el avance de los granos o los impulsan. A través de saltos y rebotes violentos esos tancia del Rey Don Carlos. Azara menciona un ombú que hoy no existe ni tienen de él noticia los pobladores actuales. Sierra y Sierra, Benjamín: Apuntes para la geografía del departamento de Rocha. Rocha 1895: 52. (4) De Alava, Daniel; Panario, Daniel: “La costa atlántica de Uruguay”. Almanaque Bco. de Seguros. Montevideo. 1996: 44-51. (5) Más de Ayala, Isidro: Y por el sur el Río de la Plata. Montevideo, 1959: 29-32. (6) De Alava, Daniel; Panario, Daniel, Op. cit. 1996: 46.

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espacios se ponen en movimiento y describen largas trayectorias parabólicas que, en conjunto, dan la sensación de nubes de vapores que marchan a ras de la tierra en vertiginosa carrera. Con vientos muy fuertes, las crestas de las dunas parecen desprender “humaredas” lo que ha dado origen al dicho español: “las dunas fuman”(7). Entre estos sistemas de dunas se destaca la existencia de cañadones con vertientes de agua y también olladas con corrientes de aguas subterráneas que al drenar hacia el mar, en la playa, generalmente forman los llamados “ojos de agua” de escaso peligro actualmente para hombres y animales, y que fueron espléndidamente descritos por Benjamín Fernández y Medina, en varios de sus cuentos basados en el paisaje balicero. También son visibles los “chapeau de fèrre”, o sea caparazones o costras ferríficas, de hermosísimas formas debidas a la existencia de mica negra u orblenda. En algunos casos son micas y en otros piroxenos presentes en rocas graníticas que, cuando se alteran, liberan mucho hierro y son responsables del alto tenor de esa sustancia en las aguas. En condiciones de sequedad dan lugar a las precipitaciones de hierro. Hoy se ven cada vez menos, debido a que son recogidas por los turistas por sus bellas tonalidades y curiosas formas de tipo escultural(8). Tiempo atrás, estos arenales eran temibles y estaban mucho más sueltos, hoy se nota más el avance de una edafización natural y otra artificial. Las plantaciones que en un principio solo acompañaban el desarrollo de la franja arenosa una vez traspuestas las dunas, como una especie de muro de contención, ahora están insertas en ella y han transformado, salvo contadas excepciones, los espacios dunares con especies alóctonas. Estas especies no albergan la misma diversidad del monte nativo costero del que (7) Chebataroff, Jorge: Médanos y arenas voladoras. Suplemento Dominical El Día, año +++/<<. Nº 1898, Montevideo. 23-11-1969. (8) Baeza, Jorge: “Los materiales arqueológicos de Cabo Polonio”. Conferencia dictada en el ciclo de conferencias en homenaje al Prof. Antonio Taddei, Ateneo de Montevideo, 1995. Inédito.

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solo quedan remanentes y que antaño llegaba hasta áreas cercanas a la ciudad de Maldonado. Aunque aun quedan algunos menguados restos hacia el balneario Costa de Oro, o sea hacia el suroeste del Cabo Polonio(9). Dentro de la fijación de las grandes dunas, además de las plantaciones artificiales, también intervienen plantas indígenas como el algodoncillo (Androtrichum trigynun), el senecio o “margarita de las arenas” (Senecio crassiflorus) y diversas gramíneas que dibujan delicados tejidos en las superficies dunares como el Panicum racemosum. En 1986, el entonces senador Luis Alberto Lacalle al hablar sobre el deterioro del ambiente en Uruguay, dijo lo siguiente: “Otro ejemplo que podemos citar es el de la forestación de Cabo Polonio. Trataré de explicar: las dunas se interrelacionan con el mar y el viento desde tiempo inmemorial y hay un ciclo sabio, como todos los de la naturaleza que hace que el viento lleve los grandes médanos hacia el Este, los que son nuevamente traídos por el mar a través del Cabo Polonio, conformando de esa manera el ciclo a que hacía mención. Se ha procedido a la forestación de importantes franjas, con lo que se ha interrumpido ese ciclo y con lo que seguramente se llegará a eliminar las playas existentes. El sistema es una cuestión de dinámica que tiene su propio tiempo de compensación y de equilibrio”(10).

Las plantaciones alóctonas existentes en Polonio las inició el ingeniero Quartino desde su oficina en Rocha; también se en(9) Según Maeso: “La vegetación abarcaba ocho cuadras de ancho frente al Polonio y llegaba hasta la laguna de Castillos, hoy todo arrasado por el hombre”. […] “Había molles, tunas, curupíes, canelones, ceibos, talas, coronillas y una clase de banana silvestre, Bromelia antiacanhta. Según Jacinto Pereyra (capataz de lobería) esta banana silvestre tenía la corteza colorada y era pequeña, de gusto áspero, con sabor a caña...”. Según este autor, en 1915, la intensidad de la vegetación no permitía ver los marcos de los portugueses, ni el cerro de Buena Vista. Maeso Tognochi, Carlos, Investigaciones arqueológicas, Montevideo, 1977, páginas 42 y 43. (10) (Diario de Sesiones, Cámara de Senadores, 4-6-1986). Es interesante destacar que en el Polonio existe una planta única en el planeta, endémica de Uruguay, la Acicarpa obtuci cepala, y que si bien fue recogida en 1938 por Jorge Chebataroff, no había sido clasificada hasta 1987 en que lo hace Eduardo Marchessi como “planta nueva para la ciencia”. En Cabo Polonio se encuentra la población más importante de esta especie, según un estudio realizado en la vegetación del lugar por las licenciadas Liliana Delfino y Silvana Maciagre, y la técnica en jardinería Eloísa Figueredo.

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cargó de forestar el vivero de la Dirección Forestal del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca con el objetivo de formar cortinas “vivas” de abrigo de acacias y tamarices dispuestas en dameros de 100 x 70 m cada uno, para luego plantar pinos marítimos y eucaliptus(11). Actualmente, los espacios dunares casi no se movilizan, la falta de vientos con carga arenosa hacia las playas ha hecho perder el efecto disipador de la energía marina que sucedía durante las tormentas y retardaba el avance del mar. El avance del mar sobre la costa provoca en la Playa de la Calavera el deterioro del sistema dunar costero con sus tamarices. Los tamarices (Tamarix pentándra pall) de esa playa los plantaron ‘Toto’ Flavio Machado y José Fausto Cruz, hace 50 años, antes de que Toto se instalara en forma permanente en el Polonio. Otros tamarices son más recientes y fueron plantados por el vivero del MGAP, según contó Toto en una entrevista realizada en 1999. Las grandes tormentas también han destruido algunas casas y galpones de los pescadores. Se espera que en un futuro cercano el océano alcanzará niveles más altos y erosionará e inundará zonas costeras. Debido a los cambios climáticos, se pronostica un avance de las aguas oceánicas de unos 40 cm por encima del nivel actual en los próximos 50 años(12). De concretarse ese pronóstico, paulatinamente, Cabo Polonio volverá a ser una isla como en el pasado. Con las plantaciones en los sistemas dunares, las autoridades gubernamentales están destruyendo uno de los patrimonios (11) Obregón, Rodolfo: “La repoblación del Polonio”, Suplemento Dominical El Día. Año +/<<<. Nº 835. Montevideo. 16-1-1949 (12) De Alava, Daniel; Panario, Daniel, Op. cit. 1996: 50-51.

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Incipiente plantación de pinos realizada en el año 1979 con la finalidad de fijar las dunas. Las primeras forestaciones se hicieron en la década de 1930.

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paisajísticos más valiosos del país. Ese manejo está basado en el concepto del siglo XIX y XX que consideraba que “los bañados había que desecarlos y las dunas plantarlas pues eran tierras inútiles”(13). Al respecto, son sumamente interesantes los estatutos de la S.A. La Forestal Colonizadora Uruguaya donde se dice que hará una obra patriótica al “fijar y utilizar los inmensos médanos (del Atlántico y Río de la Plata) y contener la funesta invasión de arena con lo que se transformará una vastísima y desolada zona, hoy absolutamente improductiva, en una fuente permanente de riqueza [...] que será una barrera infranqueable a la invasión creciente de las dunas...”(14).

Cabe recordar que, por decreto del 2-6-1966 del Consejo Nacional de Gobierno, había sido declarada de interés nacional la preservación de la localidad de Cabo Polonio y aledaños. Antiguamente las arenas borraban las huellas de lo que constituía el camino, avanzaban hacia los campos y llegaban hasta las puertas de la ciudad de Castillos. Hoy existe la ruta asfaltada, Ruta 10 Juan Díaz de Solís, una vez transpuestas las dunas, y se ingresa al Polonio solo por el llamado “Camino de Vialidad” por disposición oficial, el más corto, pero menos atractivo. Este camino, si bien es de arena, al estar rodeado de montes de pinos conserva cierta estabilidad debido al constante pasaje de vehículos. Quedan así olvidados los caminos pioneros de entrada: uno por la casa de don Benicio Pereira (primer carrero de la zona) una vez traspuestas dos porteras (Ruta 10, km 260) y el otro por la entrada de Barra de Balizas, una vez cruzado el arroyo Balizas, ruta turística usada por el ‘Mudo’ Fonseca desde Aguas Dulces mucho antes de 1970. El camino de “cortada”, entre las dunas y por detrás de la gran duna contigua al cerro de la Buena Vista, (13) Baeza, Jorge, conferencia citada. 1995. (14) “S.A. La Forestal Colonizadora Uruguaya”. Montevideo. 1889: 4.

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lleva precisamente el nombre de la “Cortada de Fonseca” en su recuerdo. Otra forma de entrada era en bote, a través de la laguna de Castillos, luego se cruzaba el arroyo Balizas y se seguía a caballo o en carro hasta el Polonio. Antes que Benicio Pereira empezara a trabajar como carrero, en 1950, el que lo hacía era ‘el Tingue’ José Olivera desde el Vivero, con un carretón. Uno de los primeros habitantes temporarios de Polonio, anterior a 1970, el comisario Luis Codurí de Rocha, entraba precisamente con ‘el Tingue’. Según Daisy Vivas (artesana en lanas y pintora): “los médanos del Polonio tienen una visión paisajística muy especial –tampoco he andado mucho, aclara– que no he visto en otros lados, están delineados con líneas siempre sin ángulos, siempre ondulados y suavísimos en su contorno. Tan, pero tan suaves que parece que a uno le hacen sentir distinto, algo raro, cuando los mira así […] cambian de color según esté el sol, pueden ser muy claritos o de un marrón clarito o un marrón más oscuro”.

Se destaca en ese paisaje el Cabo Polonio, consistente en una loma granítica que se prolonga bajo las aguas y con sus altibajos da lugar a la formación de restingas, islas, bajo y canales. Este accidente geográfico dio fama al lugar por los peligros que representa para la navegación. El collar de islas que coronan este cabo se denomina de Torres. Lo conforman las islas Rasa, Encantada e Islote, casi sin vegetación y que han sido asiento de lobos marinos por muchos siglos. Esos nombres han cambiado con el tiempo; por ejemplo, Mouchez(15) llamó Islote a la Plana; Encantada a la Ratones y Seca a la actual Rasa. A pesar de ello, el autor dice a pie de página que los nombres son dudosos porque no le fueron indicados por los pescadores y que difieren de los consignados en las cartas españolas. Si bien, luego, Lobo y Ruidavets (15) Mouchez, Ernest: Río de la Plata, Descripción e instrucciones náuticas. París. 1873: 29.

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mantiene los primeros nombres, es importante el nombre de la isla Encantada, por la presencia de unas palomas centenarias y por tanto “encantadas” para los loberos. La primera mención a la isla Encantada la efectúa Diego Novoa en 1826(16). Las islas de Torres tuvieron varias denominaciones. Primero se llamaron de Rodrigo Álvarez, en honor al piloto español de la expedición de Sebastián Gaboto (1526) que las descubrió y así aparecen en diversos mapas. Luego la expedición portuguesa de Pero Lopes de Souza, realizada de 1530 a 1532, las llamó de Las Onzas por lo siguiente: “fui a tierra firme pues nos hacían muchos humos. La tierra es muy hermosa, con muchos arroyos y muchas yerbas y flores como las de Portugal. Hallamos dos onzas muy grandes y regresamos a las naos sin ver gente. A estas islas, les puse el nombre de las Onzas y tomé el sol en ellas en 34 grados y medio...”(17).

Este viajero estuvo en Cabo Polonio desde el jueves 12 al sábado 14 de octubre de 1531. Las islas de Las Onzas eran islas de ratones, o sea, islas con piedras con puntas que rozan y ratonan los cables y amarras de los navíos. Es un nombre de aplicación universal, aunque luego una de ellas fue conocida como Ratones, pero se debe a esa circunstancia. Las islas de Las Onzas, incluidas por el cartógrafo portugués Gaspar Viegas en 1534 en su carta de navegar, desaparecieron de las cartas portuguesas en el siglo XVII y nunca figuraron en las españolas(18). (16) “Testimonio íntegro del expediente promovido por Diego Novoa, sobre la justificación de los perjuicios que le causó en la faena de lobos, en el presente en las islas de Castillos, por un buque inglés”. 1826. A. G. N. Particulares. Caja 46, carpeta 7: 4-5. (17) Laguarda Trías, Rolando A: Viaje del portugués Pero Lopes de Souza al Río de la Plata en 1531, en Arredondo, Horacio: Viajeros y visitantes del Uruguay, Montevideo. 1958: 119. (18) También figuraron como islas de Las Onzas en el atlas de Vaz Dourado (1580), en el mapa de Arnoldo. Florentino Van Langren (1596), en los mapas de Jodocus Hondius (1606) y Mercator (1612).

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Manuela Molina de Veiga, lugareña. Para ella “la pobreza es mala cuando no se aguanta con limpieza”.

En la década de 1970, sobre la Ruta 10, distintos carreros ofrecían sus servicios para trasladar a los turistas hasta Cabo Polonio.

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Los demarcadores de límites de 1750 las llamaron Ratones, pero fueron los demarcadores de la segunda partida de límites de 1777, al mando del capitán de fragata D. Diego de Alvear y Ponce de León, quienes les aplicaron el nombre de islas de Torres con que aparecen, por primera vez, en la carta del Río de la Plata, de 1794. En atención a que esa partida dio nombre a otra punta rochense como punta de Pedro López, por entender que había naufragado en ese lugar el bergantín portugués del viaje mencionado, todo indica que por esa misma razón dieron el nombre de Torres a estas islas, en recuerdo del cuñado de Solís, el piloto español Francisco de Torres que retornó a España con las carabelas, pues hasta ese momento no se había utilizado ese nombre.(19) Solís estaba casado en segundas nupcias con Ana de Torres, hermana de Francisco.(20) Existen pasos entre estas islas, pero se requiere mucha práctica para sortearlos y se recomienda hacerlo solo en casos de extrema necesidad(21). Un bajo de piedra, situado al NE de la isla La Encantada, recuerda el sitio donde equivocadamente se dice que naufragó y murió el piloto Andrés de Oyarvide, íntimamente relacionado con la zona por su constante estudio cartográfico(22). De esta manera se pretendía dar un justo y póstumo homenaje a quien libró los caminos seguros para la navegación del río como mar y del Atlántico(23). (19) Laguarda Trías, Rolando A.: Viaje del portugués Pero Lopes de Souza al Río de la Plata en 1531 en Op. cit. Arredondo, Horacio “Viajeros y visitantes del Uruguay”. Montevideo. 1958: 138-141. (20) Hartman, Américo: 500 años de historias de familia. Montevideo. 1995. T. I: 66. (21) Lobo y Ruidavets: Manual del Río de la Plata. Madrid. 1868: 62. (22) Bertocchi, Alejandro. “Andrés Oyarvide, Piloto de la Real Armada”. Montevideo 1988: 151. Naser, Jorge T. “Primera Aduana de Montevideo”. Almanaque Banco de Seguros del Estado. AÑO II. Montevideo. 1964: 167-69. (23) Oyarvide, durante las invasiones inglesas (1806), fue destacado por el Apostadero Naval, en la misión de observación de avanzada, para alertar a Montevideo en caso de observar que la flota inglesa que maniobraba a la entrada del estuario del Río de la Plata, tomara rumbo a la ciudad. Se ubicó, con su pequeña goleta, en las proximidades del Banco Inglés, donde las naves inglesas no se aventurarían a llegar en el supuesto de que lo des-

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A ambos lados del Cabo Polonio se encuentran bravías playas de límpidas aguas, aunque siempre una de ellas más mansa que la otra, según el viento reinante y su intensidad. Hacia el NE se encuentra la Playa de la Calavera y hacia el sur, la Ensenada de Polonio o playa del Sur para los lugareños. Conforman una sucesión de interminables playas de fina arena que a veces presentan acumulaciones de las llamadas “arenas negras” (compuesto de cuarzo, feldespato, monacita, circón, ilmenita, rutilo y magnetita) o bancos de conchillas secas y vacías. A lo largo de esa gran superficie fluvial que discurre majestuosa en el prodigioso litoral atlántico de Balizas, hay una plataforma surcada por un valle submarino, a menos de 200 km de la costa, que cae abruptamente hacia el fondo del mar hasta alcanzar rápidamente entre 3.500 y 4.000 m de profundidad(24) y conforma el hogar de diversas especies acuáticas. Ellas han hecho que el departamento de Rocha fuera considerado el quinto pesquero mundial. Hacia el NE se ve otro afloramiento granítico, el cerro Negro. Y hacia el este, el cerro de la Buena Vista, el punto más prominente con unos 58 m de altura, el que según los años se ve más o menos cubierto de arena. A sus pies se abre la ensenada de Castillo Grande con el grupo de islas, también graníticas, del mismo nombre y que comprende la hoy denominada isla del Marco y la isla Seca. Esta ensenada ofrece abrigo cuando soplan vientos del SW y NW. Fue utilizada como fondeadero, conjuntamente con cubrieran. Pero una brava ráfaga de un pampero de verano lo sorprendió y arrojó su barco contra el veril del Banco Inglés, tumbándolo y haciendo desaparecer a Oyarvide y a todos sus marineros. Es por esta causa que más tarde, cuando la flota inglesa se presentó frente a Montevideo, en 1807, la encontró desprevenida. Sus colegas del Apostadero, acongojados por esta irreparable pérdida, hicieron que el gobierno español de Ruiz Huidobro denominara con su nombre a un bajío de rocas, entre las islas de Torres de Cabo Polonio. Naser, Jorge Tito: “Primera Aduana de Montevideo”. Revista Almanaque del Banco de Seguros del Estado. Año LI. 1964: 165-179. Montevideo. (24) Chebataroff, Jorge: “El Cabo Polonio”. Suplemento dominical El Día. Año +++/<<. Nº 1901.14-12-69.

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la ensenada de Castillo Chico (La Coronilla), por las fragatascorreo de España, cuando se encontraban con un pampero duro o nieblas en la boca del río. En esos casos se enviaba la correspondencia por tierra(25). Este viaje se hacía en carretas que demoraban algo menos de una semana en llegar a Montevideo, y recorrían de 40 a 60 km por jornada(26). Cabo Polonio, además, como todas las puntas rocosas del país, es también un área de alta productividad porque genera, a su alrededor, la circulación marina de una serie de corrientes emergentes que desde el fondo ascienden al borde de la punta rocosa y llevan un buen volumen de animales microscópicos. Se destacan también las algas verdes, las “lechugas de mar” y el extraño “guante de mar” que, al movimiento del oleaje, deambulan, sumergidos, por la costa. Cuando baja la marea, las rocas descubiertas se presentan cubiertas por mejillones y balanos; algunas pequeñas estrellas y erizos de mar se desplazan en los pequeños huecos cubiertos de agua de mar y las actinias o flores de mar despliegan sus tentáculos en espera de las posibles presas.

La naturaleza omnipresente La vida de los pobladores del Polonio transcurre en una naturaleza plena y agreste que les ofrece, como telón de fondo, una banda sonora donde se aúna el colérico o el suave ronroneo del mar, siempre presente, con el balido-aullido-gruñido de los lobos y algún graznido de las diversas aves permanentes o estacionales. (25) Lobo y Riudavets: Manual del Río de la Plata, Madrid, 1868: 55-56. (26) Merino, Federico G.: “Mástiles en el Plata”. In : “Obras Históricas del Capitán de Navío Federico G. Merino”. Liga Marítima Uruguaya. Centro de Estudios Históricos Navales y Marítimos de la Armada Nacional. Montevideo, 1991. Tomo 1: 65.

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Final de la calle de entrada al pueblo en la década de 1980. Hoy, el lugar está ocupado por quioscos donde se venden artesanías y otros productos.

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Aquí lo auditivo adquiere un valor supremo y se constituye, aunque aun no haya sido debidamente reconocido, en parte de su patrimonio intangible. Todas esas sonoridades que integran la vida cotidiana son parte de su ecología acústica, lo que adquiere especial valor en un mundo que privilegia lo visual. También los olores son parte del ambiente. Es un mundo salado en el que se une el olor a mar con el que desprenden el “bacalao”(27) y los lobos. Ambos aspectos forman parte del entorno cultural y social que hacen a su forma de ser y de sentir. El paisaje está abierto hacia lo infinito en dos dimensiones: hacia “la mar” a la que feminizan y le atribuyen intencionalidad, y hacia el cielo. A sus espaldas, los aún altos médanos. Estos fueron una barrera que –psicológicamente al menos– durante mucho tiempo les pareció insalvable. Viven en un paisaje sin sombras; los escasos árboles existentes son unos cada vez más esmirriados tamarices que contornean ambas playas. Allí se enseñorea el sol para constituir un inigualable mundo de luz. El cielo va cambiando de color desde el invierno, cuando es muy grisáceo, hacia la primavera, momento en el que aclara y adquiere un azul intensísimo, tal vez más brillante que el azul del verano El viento es una constante en el Polonio, pero en la primavera lo es aun más. Del verano al otoño el clima se hace más suave, ya no hay calor excesivo ni frío intenso, ni tanto viento como en la primavera. Cuando la noche hace prisionero al día, en medio de un silencio muy especial que sirve de fondo a los diálogos profundos, emergen millones de estrellas en el cielo que, como miríadas de

(27) Se llama así al charque de pescado que hacen los lugareños con carne de cazón, gatuso o corvina negra.

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tizones encendidos brillan en un espectáculo sin igual y estremecedor. El paisaje se complementa con algunas ovejas y vacas pastando en la débil cubierta de gramilla que cubre la arena depositada sobre el afloramiento granítico del Polonio y en la cada vez más intensa vegetación de los médanos. Entre los ranchos y al costado del mar se ven las gallinas, los patos, (antes también gansos y cerdos, hoy inexistentes) junto a las gaviotas, en una convivencia no habitual. En ecología se considera generalmente que el ambiente es el trasfondo de un desarrollo cultural, y que un ambiente con tantas limitaciones como esta área de estudio sería un fuerte factor contrario a su desarrollo. En cambio, los baliceros, con enorme esfuerzo, han sabido relacionarse armoniosamente con su medio, conocerlo, organizarse, aprender tecnologías, crear y hacer un uso adecuado de su entorno Así, el medio, en lugar de limitante fue un acicate para un desarrollo que, en muchos aspectos, es único en el país. La interacción con la naturaleza y la propia historia del lugar ha infundido a los habitantes un especial sentimiento de identidad balicera que, de no haber mediado la afluencia exterior de 1970 a la fecha, se habría constituido, indudablemente, en una subcultura. El territorio es un espacio vivido donde se producen marcas territoriales a medida que se usa e inventa, marcas a las que el habitante nombra y reconoce. Entre ellas se destacan sus trillos, senderos y caminos funcionales, no oficiales, que acercan a los vecinos de un lugar a otro. Hay un único camino oficial: la “Cortada de Vialidad”, antes tan solo un trillo, hoy obligatoriamente camino oficial. Pero también estuvo el camino de Don Benicio, desde el balneario Costa de Oro, al oeste de Cabo Polonio. Existió, hasta épocas recientes

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el camino del Tano, el lechero, que desde el Rincón de Balizas traía todos los días, especialmente en el verano, la leche para los habitantes de Cabo Polonio, oficio desplazado por la leche Larga Vida. Otro fue el camino de Ariel (por Ariel Machado) que desde su casa llegaba a Polonio a trabajar. El camino al Polonio marcaba el que usaban para llegar desde el Rincón al Polonio los baliceros. Otro fue el camino a la Barra, la Cortada de Fonseca y el más reciente camino de Chachi, el aguatero de Cabo Polonio. Estos topónimos, abiertos a los usos colectivos, solo reflejan una mínima parte de las distintas generaciones, doblemente centenarias, de baliceros que han pasado por allí caminando y dando nombre a su territorio, pero también imaginándolo.

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