Mercado del Puerto. Historia, gastronomía y cultura en el corazón de Montevideo de J. A. Varese

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Una leyenda que perdura


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onocer una ciudad implica mucho más que una visita, supone un descubrimiento. Los espacios públicos, aquellos donde la gente se reúne y socializa, son los primeros en llamar la atención del viajero que busca involucrarse en la vida y la atmósfera del lugar que visita. Desde entonces comienza el recorrido por las plazas principales y los mercados tradicionales, especialmente por estos últimos, porque allí es donde participa de la atmósfera, entre informal y cosmopolita, del vivir cotidiano y del intercambio de personas y mercaderías. Se trata de lugares con especial encanto para realizar compras, sentir la emoción del regateo, hacer pichinchas con objetos difíciles de encontrar o, simplemente, observar el ajetreo mientras se degustan y comparten especialidades típicas de la zona o del país. Los mercados, junto con las iglesias, los museos y los cementerios, los mercados son los lugares donde se trasuntan las claves de una cultura y se observan las características de un pueblo. Integración es el concepto que puede identificar a estos centros de encuentro porque allí se mezclan y relacionan idiomas, aromas, rumores, música y sensaciones que guardan y a la vez generan historias, leyendas y anécdotas; en resumidas cuentas, conservan la memoria y construyen una identidad. La historia del Mercado del Puerto de Montevideo, como la de muchos centros de atracción popular, está teñida de leyendas. La primera en cuanto a su origen. Por la época se comentaba que tan extraño edificio estaba destinado a una estación de ferrocarril a vapor para unir Bella Vista y el Cerro, futuros barrios industriales y frigoríficos, con el puerto. Hipótesis, tal vez, manejada por algún político o empresario, dado que estaban de moda los proyectos para comunicar por tren parajes alejados de la ciudad. Otra versión cuenta que su estructura metálica estaba destinada una estación ferroviaria de alguna ciudad del Pacífico, pero como el barco que la transportaba naufragó en las costas de Maldonado, la circunstancia fue aprovechada para instalarla en Montevideo. De nada han valido la investigación de los historiadores ni los artículos periodísticos para refutarla. De mi parte llegué a cotejar la lista de naufragios ocurridos frente a nuestras costas sin 13


encontrar uno de cargamento semejante. En la memoria colectiva persiste la idea de que se trata de una estación de trenes truncada por un siniestro, subyugante pero no cierta, que se cuenta con un dejo de misterio, como de episodio cuya explicación es mejor no develar. Extraña leyenda urbana que sigue latiendo en el sentir de los montevideanos, quienes no se cansan de repetirla a los visitantes.1 Lo cierto es que la empresa constructora pretendió dotar a Montevideo de una obra de vanguardia. Todas las noticias llegadas de Europa, concordantes con las maravillas contadas por quienes regresaban de su viaje, señalaban las ventajas de los mercados con estructura de hierro y vidrio. Los antecedentes de la construcción de mercados se remontan a los halles de los Países Bajos en el siglo xiii y luego a las loggias italianas del Renacimiento,2 ya que antes este tipo de comercio se desarrollaba al aire libre. Y solo en París, a partir de 1857, se construyeron decenas de mercados de este tipo. En el caso del de Montevideo, la estructura metálica fue encargada expresamente al Reino Unido con la finalidad de construir un mercado acorde con los adelantos de la época. Como vemos, en ningún momento se pensó en una estación de trenes, aunque la estructura tuviera un notorio parecido con algunas terminales ferroviarias europeas. Antes de abrir las páginas de su historia y conocer sus personajes y sus secretos, cumplo con invitarlos a un recorrido por su ubicación y por el nomenclátor de las calles que lo rodean. Investigar los orígenes de los nombres resulta siempre una tarea apasionante, máxime cuando se trata de lugares que convocan, como iglesias, mercados, estaciones de ómnibus o estadios deportivos. De seguro encontraremos grandes sorpresas.

El baño de los padres Tras la compulsa de viejos planos resulta que parte del predio donde se levanta el mercado estaba antiguamente cubierto por las aguas de la bahía, 1 Dicen que es bueno que vuele la imaginación y que algunos lugares pintorescos se vistan de fantasía, porque bajo la leyenda laten, muchas veces, aspectos de la verdad. Tal vez por la época haya naufragado algún barco con extraño cargamento o hayan sido poco claras las circunstancias de la construcción del edificio; lo cierto es que los rumores sobre el destino de estación ferroviaria nunca fueron olvidados del todo. 2 Didier Calvar: “Influencias de la arquitectura británica en Uruguay. La arquitectura de hierro y vidrio: el Mercado del Puerto”, en Ciclo de Conferencias sobre el Bicentenario de las Invasiones Inglesas.

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donde se bañaban los padres del cercano convento de San Francisco, como lo cuenta Isidoro de María en su insoslayable Montevideo antiguo.3 En un plano de la época lusitana de 18204 y en otro de 1848 que se adjunta, se ve que la calle de San Miguel, luego de las Piedras y curva mediante, continuaba hasta desembocar en una plazoleta frente al fuerte de San José, bastión de la época colonial que se asentaba en la punta del mismo nombre.5 Tiempo después la fisonomía del lugar cambió porque las firmas exportadoras fueron ganando terreno al mar para construir sus muelles particulares. En el plano de 18596 se observa que la manzana 102, la del Mercado, tiene ya su actual conformación, y que la calle 25 de Agosto, nacida en la intersección con la calle Maciel, presenta un muelle para la llegada de embarcaciones del tráfico. La zona que miraba a la bahía, al oeste de la Ciudad Vieja, era muy diferente de como luce hoy. Hubo calles que desaparecieron, como la Rampa al Cubo del Norte, convertida luego en La Marseillaise7 y borrada cuando la construcción de la Rambla Norte, hoy 25 de Agosto, igual que lo ocurrido con la calle Santa Teresa en el trazado de la Rambla Sur, una de las grandes obras que cambiaron la fisonomía de la ciudad y la despojaron de algunos de sus rincones más típicos. La otrora concurrida calle Patagones, hoy Juan Lindolfo Cuestas, era conocida por los vecinos como la calle de los turcos o de los libaneses, así como Colón era llamada de los judíos por el predominio de los comerciantes de dicha colectividad.

3 Isidoro de María: Montevideo antiguo. Tradiciones y recuerdos, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental. 4 Carlos Menck Freire y Juan Antonio Varese: Viaje al antiguo Montevideo, Montevideo, Linardi y Risso y Del Sur Ediciones, 2010. 5 El fuerte de San José fue demolido en 1877, en épocas del coronel Latorre. 6 El plano citado aparece reproducido en la Guía comercial, industrial y particular de Montevideo publicada por Jean J. Liefrink en 1869. 7 El 27 de agosto de 1910 la rampa portuaria, llamada rampla, fue bautizada con el nombre de La Marseillese, en homenaje a la nave capitana de la división naval francesa de cuatro cruceros que llegó al Río de la Plata para participar de los festejos del centenario argentino. La Marseillese, no pudo atracar en el puerto de Buenos Aires por problemas de calado, por lo que quedó en el de Montevideo. El gobierno uruguayo le tributó numerosos agasajos a su tripulación y resolvió designar una calle con su nombre.

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Curiosidades del nomenclátor Montevideo ha tenido tres diferentes nomenclaturas a lo largo de su historia, basadas en distintos criterios: la primera en 1730, de carácter referencial, tomaba en cuenta los edificios o accidentes característicos de su recorrido, como de la Fuente, de la Carrera, de la Cruz, del Piquete, de Afuera, del Puerto, de la Iglesia, de la Media Calle y la Calle Entera. La segunda, de 1778, se inspiró en nombres del santoral, como San Miguel, San Luis, San Pedro, San Sebastián, Santa Teresa, San Vicente, San Benito, San Agustín, entre otros. Finalmente, la de 1843, propuesta por Luis Lamas, se basó en el reconocimiento patriótico. La calle San Vicente pasó a llamarse Pérez Castellano, San Miguel cambió por de las Piedras, Santo Tomas pasó a homenajear a Francisco Antonio Maciel, mientras que la del 25 de Agosto todavía no estaba abierta. Resulta interesante analizar los nombres de las calles que rodean al Mercado. La entrada principal da sobre la que lleva el nombre de un sacerdote, el padre Pérez Castellano,8 sabio precursor de los estudios agronómicos en el país, mientras que las otras dos sobre las que también tiene frente recuerdan episodios de la historia patria: la Declaratoria de la Florida, del 25 de agosto de 1825,9 y la batalla de las Piedras.10 En su radio de acción se encuentran la calle Yacaré, nombre que alude al rincón del departamento de Artigas donde se libró la batalla de Salsipuedes,11 y la paralela a Pérez Castellano hacia el oeste, Maciel, lleva tal nombre en 8 José Manuel Pérez Castellano nació en Montevideo en 1743 y falleció en 1851. Hijo de canarios fundadores de la ciudad, además de sus funciones como sacerdote desarrolló una activa vida pública. Fue miembro del Cabildo Abierto del 21 de setiembre de 1808 y de la Junta Gobernativa consecuente, así como en diciembre de 1813 diputado por la villa de Minas al Congreso de la Capilla Maciel. En 1814 se retiró de la actividad política para dedicarse al estudio y el cultivo de la tierra en su chacra del Miguelete. Su obra Observaciones sobre agricultura, publicada recién en 1848, permite catalogarlo como nuestro primer investigador en el tema. 9 El 25 de agosto de 1825 la Sala de Representantes de la Provincia Oriental, reunida en la villa de la Florida, la declaró libre e independiente, de hecho y de derecho, “con amplio poder para darse las formas que en uso y ejercicio de su soberanía estime convenientes”. El hecho ocurrió en el transcurso de la revolución emancipadora de 1825-1828, contra la dominación imperial brasileña. Primero fue calle, luego pasó a denominarse rambla Roosevelt y actualmente es la rambla 25 de Agosto de 1825. 10 Homenaje a la batalla de las Piedras, ganada por Artigas el 18 de mayo de 1811 contra las fuerzas españolas que salieron de Montevideo para detener el avance de los patriotas que marchaban sobre la ciudad. 11 El rincón de Yacaré, ubicado entre los arroyos Yacaré Cururú, Tres Cruces y el río Cuareim, en el departamento de Artigas, en mayo de 1832 fue escenario de la batalla del mismo nombre, conocida también como Salsipuedes, que significó el exterminio de los charrúas.

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Plano de Montevideo de 1848. Detalle de la zona del Mercado del Puerto

Plano de Montevideo de 1859. Detalle de la modificaciĂłn de la zona del Mercado del Puerto. ObsĂŠrvese que la manzana 102 ha avanzado sobre la bahĂ­a

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honor a uno de los personajes más recordados del período colonial, apodado Padre de los Pobres por su vocación de filántropo, aunque al mismo tiempo se dedicaba al tráfico de esclavos africanos en Montevideo.12 Otras calles cercanas rinden homenaje a Cristóbal Colón, a Juan Díaz de Solís —el descubridor oficial del Río de la Plata— y a la batalla del Cerrito.

Pasillos interiores Los pasillos o calles interiores del Mercado también tienen su historial. Antiguamente eran conocidos por el comercio que daba a su frente o el tipo de productos que ofrecía, o bien se identificaban por adjetivos más o menos pintorescos según los cambios que se iban produciendo en la calidad y la fisonomía de los puestos. En setiembre del 2008, acorde con la disposición municipal de acentuar los aspectos típicos y la simbiosis entre tango y ciudad, música ciudadana y rincones representativos, se decidió nominar los tres pasajes y los cinco pasillos interiores con el nombre de ritmos de música típica: Vals, Tango y Milonga, para darle a Montevideo el lugar que le corresponde como orilla oriental del tango, cuna compartida con Buenos Aires. Los temas para bautizar los pasillos fueron seleccionados de una lista de autores uruguayos, letristas y músicos. El vals Desde el alma es obra de Rosita Melo, nacida en Montevideo en 1897 y fallecida en Buenos Aires en 1981, donde transcurrió gran parte de su vida. A los 14 años compuso esta pieza inspirada en una historia de amor adolescente. Se trata de la única composición conocida de la autora, aunque se sabe que escribió otras que nunca salieron a la luz.13

12 Francisco Antonio Maciel nació en 1757 en Montevideo. Rico comerciante, empleó buena parte de su fortuna en beneficio de los desvalidos, lo que le ganó el apodo de Padre de los Pobres. Cofrade de la hermandad de San José y Caridad, en 1787 convirtió un almacén de su propiedad en hospital con once camas para asilo de pobres y enfermos. Tiempo después comenzó la construcción de un edificio destinado a Hospital de Caridad, habilitado en 1788 en el mismo lugar que hoy ocupa el que lleva su nombre. Fue uno de los iniciadores del alumbrado público en Montevideo, con velas de su propia fábrica de sebo. En el paso del Molino estableció el primer saladero de la ciudad e instaló un molino de viento y una fabrica de alfarería. Murió el 20 de enero de 1807 en la batalla del Cardal, librada contra las tropas inglesas. 13 Su verdadero nombre era Rosa Clotilde Mele y cuando tenía solo dos años de edad sus padres se radicaron en Buenos Aires, donde empezó a estudiar piano y solfeo. La primera versión data de 1911 y la letra llegó de la pluma de su esposo, el poeta y escritor Víctor Piuma Vélez. En 1948 Homero Manzi reescribió la letra para la película Pobre mi madre querida, versión que conocemos actualmente. Los críticos consideran el vals Desde el alma como una de las mejores composiciones del siglo xx en su género.

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El tango La cumparsita, genial pieza de Gerardo Matos Rodríguez, nacido en Montevideo en 1897 y fallecido en la misma ciudad en 1948, es considerado el himno de los tangos. Fue compuesto para el carnaval de 1916 y encierra, en palabras de su autor, “un mundo de ilusiones y de tristezas, de sueños y de nostalgias”.14 El tango Mano a mano, un clásico rioplatense, tiene música de los uruguayos Carlos Gardel 15 y José Razzano y letra del inolvidable vate porteño Celedonio Esteban Flores, el Negro Cele. Fue compuesto en 1918 y ha trascendido en la voz de cantantes de distintos estilos.16 El tango Garufa, inolvidable pieza de los uruguayos Víctor Soliño y Roberto Fontaina en la letra y de Juan Antonio Collazo en la música, data de 1928. El texto refiere al barrio La Mondiola, al que concurrían personajes característicos, como los cajetillas, a beber, comer y jugar a las cartas.17 El tango La morocha fue compuesto en la Navidad de 1905 por Enrique Saborido, músico de las dos orillas, nacido en Montevideo en 1885 y fallecido en Buenos Aires en 1941. Algunas anécdotas cuentan que estando en el Reconquista, un típico bar de Buenos Aires, fue desafiado por sus amigos a escribir un tango para la cantante Lola Candales, que actuaba en el local. Atendiendo al desafío compuso la música en un día y pidió a un amigo, el poeta argentino Ángel Villoldo, que escribiera la letra. A la noche siguiente el tema fue estrenado con éxito singular.

14 Gerardo Matos Rodríguez compuso La cumparsita como una marcha de carnaval para La Cumparsa, grupo organizado por la Federación de Estudiantes del Uruguay. 15 Después de haber investigado el tema, me inclino por el nacimiento de Carlos Gardel en Tacuarembó, hijo ilegítimo del coronel Escayola y su cuñada. 16 Celedonio Esteban Flores, el Negro Cele, boxeador y poeta porteño, cuenta que se inspiró en el relato del cantante argentino Fernando Nunziatta, enfermo de tuberculosis, que vivía en una mísera pieza de pensión aferrado al retrato de su amada infiel. Gardel también quedó impresionado por la historia y, luego de componer la música con Razzano, lo estrenó en 1923. Para muchos autores se trata de la interpretación más lograda del Morocho del Abasto. 17 El autor de la música, Juan Antonio Collazo, hermano de Ramón (el Loro), era también integrante de la famosa Troupe Ateniense y tocaba de oído porque nunca había aprendido música. La mención en la letra al barrio La Mondiola hacía referencia a los famosos ranchos que estaban ubicados en la costa, entre Punta Carretas y Malvín, donde se mezclaban la juerga con la buena comida y mejor bebida, acompañados por el despunte de guitarras improvisadas. Asimismo, la referencia a la calle San José, que mantienen los cantantes uruguayos, aludía a que sobre ella, entre Ciudadela y Río Negro, solían encontrarse las barras de muchachos para visitar las pensiones y los cabarés. Cuando lo interpretan cantantes argentinos la aludida calle se cambia por el parque Japonés, un parque de diversiones porteño ya desaparecido. El tango Garufa fue registrado en noviembre de 1928 por el cantante, también uruguayo, Alberto Vila, acompañado de guitarras, para el sello Victor. El editor fue Alfredo Perroti, pero quien realmente lo consolidó fue Alberto Castillo con la orquesta de Ángel Condercuri, según datos de Eduardo Caetano, investigador sobre la historia del tango en nuestro medio.

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La morocha

Garufa

A media luz

Agosto Rambla 25 de

Madreselva

La Cumparsita

La puñalada

Mano a mano

Calle Piedras

Desde el alma

Calle Pérez Castellano Nombre de los pasillos interiores.

El tango Madreselva fue compuesto por Francisco Canaro, músico uruguayo nacido en San José de Mayo en 1888 y fallecido en 1964 en Buenos Aires, donde desplegó su actividad artística, con letra del poeta argentino Luis César Amadori. Estrenado en 1931, adquirió brillo cuando la cantante y actriz Libertad Lamarque lo interpretó en la película del mismo nombre, en 1938. Sería una de las versiones más representativas.18 La milonga La puñalada, la más célebre composición del uruguayo Pintín Castellanos, asiduo visitante del Mercado del Puerto, nació en 1933 en un club nocturno de Carrasco con ritmo de tango, aunque luego lo transformó en milonga.19 18 César Amadori fue un celebrado escritor y periodista argentino (1902-1977), quien también dirigió la película que interpretó Libertad Lamarque. 19 Su verdadero nombre era Horacio Antonio Castellanos Alves y pertenecía a una acomodada familia montevideana. Músico, pianista, director orquestal, ensayista, nació en el barrio Sur de Montevideo el 10 de junio de 1905. Ejecutante intuitivo, compuso su primer tango, El pirata, a los 15 años de edad. En ritmo de tango sus composiciones se orientaron al tango romanza, pero en el ritmo milonguero fue el iniciador de un estilo que combina la milonga y el candombe. La puñalada recibió letra de Celedonio Esteban Flores, cuyo contenido es poco difundido. La única versión cantada que se conoce es la de Alberto Gómez acompañado de guitarras.

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Y el tango A media luz, con letra del uruguayo Carlos César Lenzi, nacido en Montevideo en 1895 y fallecido en 1963 en Buenos Aires, donde transcurrió su vida artística, resulta típicamente porteño aunque haya sido gestado en Montevideo, ya que nombra la avenida Corrientes y otros lugares de Buenos Aires.20 La historia del Mercado del Puerto tiene dos grandes etapas. En la primera —prácticamente un siglo, desde 1868 hasta mediados de la década de 1970—, funcionó como mercado para abastecer a las embarcaciones que llegaban al puerto y a los vecinos de la populosa barriada circundante. La clientela estaba compuesta por puesteros, feriantes, revendedores, despachantes de aduana, proveedores marítimos, contrabandistas, trabajadores del puerto y de la estiba y los vecinos de la Ciudad Vieja, a los que se sumaban los empleados de las tiendas de la calle Colón, los estudiantes de la Facultad de Humanidades, los practicantes y médicos del Hospital Maciel y los deportistas de los clubes cercanos. Fuera del mercado pululaban los restaurantes, fondas y despachos de bebidas, denominación genérica que abarcaba los bares de copas y bebidas al paso y otros tantos de ambiente portuario y difícil clasificación. La segunda etapa, desde entonces hasta el presente, marca su declinación como mercado y su resurgimiento como centro gastronómico y polo cultural. Decenas de parrilladas y restaurantes de tipo criollo han suplantado los puestos de frutas y verduras de antaño, entre el humo del ambiente y la exhibición de apetitosos platos de carne, aves y peces en oferta multicolor. En poco menos de un siglo y medio el Mercado del Puerto acompañó los procesos de cambio, decadencia y modernización de la ciudad que, como todo organismo vivo, se transforma constantemente. Vivió tiempos de esplendor, momentos de crisis y etapas de resurgimiento, pero lo importante

20 A media luz fue compuesto en Montevideo en 1925, durante una fiesta de la familia Wilson. Sus autores fueron en la letra el montevideano Carlos César Lenzi (1895-1963), autor teatral y compositor, y en la música Edgardo Donato, argentino nacido a fines del siglo xix y fallecido en 1963. Donato estudió violín en Montevideo y debutó como profesional en la orquesta de Enrique Delfino. A media luz fue grabado por el Mago con las guitarras de José Ricardo y Guillermo Barbieri en 1926 para el sello Odeón. Tuvo el privilegio de ser estrenado por la cantante Lucy Cloy para Su Majestad la Revista, en el Teatro Cataluña de Montevideo, aunque otros autores sostienen que fue en el Teatro Albéniz. El espaldarazo del éxito lo dio Azucena Maizani en 1926, cuando lo interpretó con su propia compañía de revistas en el Teatro de la Comedia de Buenos Aires.

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es que supo adaptarse al paso del tiempo y al devenir de los cambios sociales, econ贸micos y urban铆sticos. En realidad, como veremos, se trata del mismo dilema que deben enfrentar los viejos mercados de frutos de casi todos los rincones del mundo: el de reciclarse o desaparecer.

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