Prólogo Uruguay 1950-1973

Page 1


PRÓLOGO “Optar por un estudio de la vida cotidiana es optar por la “rebelión del coro”[...] en contra de una concepción heroica del mundo, de una vida social restringida al espacio público-político, de un modo de vida de espaldas a los medios de vida.” Norbert Lechner, Los patios interiores de la democracia. Subjetividad y política, FLACSO, Santiago de Chile, 1988, pp 59-60

Lo cotidiano y la historia cultural En los años ochenta del siglo pasado una “Nueva historia cultural” irrumpió en económico-sociales su territorio de análisis. Mientras hasta el momento, y con muy de sujetos históricos colectivos movidos por fuerzas impersonales provenientes u originadas en las tales estructuras, los nuevos derroteros de la disciplina privilegiaron el papel de los individuos en la construcción de las relaciones sociales, atendiendo a las formas y maneras que elaboran la percepción y comprensión del mundo en el que están insertos.(1) Por ello se revalorizó lo cualitativo, lo particular, lo simbólico –es decir los modelos que sirven a la gente para dar sentido al mundo e interpretarlo- y no lo cuantitativo y la generalización. La historia cuantitativa, se ha dicho, podía reconspero guardaba silencio respecto a lo que la gente sentía o creía. (2) El nuevo enfoque no implicaba abandonar como objetos de estudio los hechos políticos, o las “revoluciones” económicas o sociales sino enmarcarlos en el contexto cultural de opiniones y creencias, temores y saberes dentro del cual adquirían sentido. (3) los fenómenos históricos en que la estructura primaba sobre el sujeto (personal o De allí que aquella organización de los fenómenos históricos en un esquema piramidal donde en la base se encontraban la economía y la sociedad, y arriba la (1) Esta forma de concebir la historia cultural nada tiene que ver con la difundida a partir del siglo XVIII, vinculada a la erudición, a la suma de saberes acumulados o a las manifestaciones artísticas. Historia que se cimentaba en la idea de la unidad cultural y del consenso, conceptos muy discutidos en la actualidad. Hoy, podríamos decir, se pasó de considerar la cultura como pensamiento a percibirla como práctica social. (2) William H. Sewell, Líneas torcidas, en “Entrepasados”, Nº 35, Buenos Aires, 2009, p. 13. (3) Ute Daniel, Compendio de historia cultural. Teorías, práctica, palabras clave, Ed. Alianza, Madrid, 2005, p. 20-21

7


ESCENAS DE LA VIDA COTIDIANA

en un momento histórico determinado), se desmoronó. Por otro lado, los itinerarios que siguió la nueva historia cultural conllevaban una manera diferente de analizar el devenir histórico, y no un simple apartado acerca de las prácticas de la propia disciplina, y una conciencia más crítica del trabajo del historiador. Se impugnó la ambición generalista y totalizadora de la y reduccionista, reivindicando la atención a tópicos tradicionalmente marginados, haciendo más complejas las investigaciones. De este modo, se produjo una privada, la intimidad, la familia, los miedos, la muerte, la locura, las contraculturas y subculturas formaron parte de las novedades. La validez de la interdisciplinariedad –vinculada hasta el momento a la sociocon la antropología que otorgó una mayor potencialidad a los análisis basados ahora más en la comprensión que en la explicación. Por ejemplo, la antropología mostró los caminos para indagar la alteridad, y la relevancia que tenía el universo simbólico para acceder al conocimiento de una cultura o culturas determinadas. Es así que conceptos como prácticas y representaciones colectivas conforman en que los individuos van incorporando colectivamente las divisiones del mundo al promover una observación mucho más rigurosa y sistemática de los fenómenos estudiados, más atenta a los detalles otrora dejados de lado. Gracias a los fructíferos contactos con la lingüística y la teoría literaria, la narración, abandonada por largo tiempo por considerar que distorsionaba “la realidad”, es tenida en cuenta como parte constitutiva e ineludible del relato histórico.

El diario vivir de los montevideanos propone analizar ciertas dimensiones de la vida cotidiana.(4) Es nuestro propósito (4) Los cortes cronológicos por los que se optó para cada uno de los tomos de “Escenas de la vida cotidiana” son más arbitrarios que en cualquier otro caso. Porque ¿cómo pautar el diario vivir? ¿dónde como ocurrió para el período que abarca este libro, hubo alteraciones que elucidaremos más adelante.

8


SOMBRAS EN EL PAÍS MODELO

dejar al descubierto la dinámica que informaba la vida diaria de los montevideanos de entonces, y cómo la misma inyectó en sus protagonistas una particular matriz tes, los modos y formas en que espacialmente se manifestó la exclusión económica del consumo, los usos del ocio, la política como práctica ciudadana, el vuelco masivo de las mujeres al mundo del trabajo, las relaciones de pareja, entre padres e hijos, la emergencia de una cultura juvenil, el manejo del tiempo, la irrupción de la televisión, los miedos urbanos, la violencia en las calles. Por supuesto –como se aclaró en el prólogo colectivo que precede a esta colección– la idea es iluminar algunos aspectos de ese complejo e inabarcable . Procuramos, entonces, expresar la relación que entablan en el curso de la vida social las rutinas y los acontecimientos, cómo la observación sobre la cotidianidad descompone, a modo de prisma, sus elementos constitutivos, destacando sus diversas jerarquías y funciones. El mundo de lo cotidiano es sustancialmente intersubjetivo e interactivo, ya que los individuos comparten experiencias que tienen para ellos un aquí y un ahora. Es indudable que desde la niñez los sujetos buscan aprehender y hacer suyas las reglas de la vida diaria, adaptándose, lo mejor posible, a lo recibido y heredado. Un conocimiento funcional, instrumental, ticas culturales que por su importancia y permanencia conforman el basamento sobre el que construimos nuestra cotidianidad. Pero, tras su aparente continuidad (5)

general– quedamente, casi sin sentirlo. Aunque no siempre es así. En algunos asumen, activamente, su voluntad de construir una nueva cotidianidad. Tal como desde las profundidades, prueba de que en todas las sociedades conviven con la una crisis social profunda, esa diversidad de perspectivas se hace intolerable, y un sector creciente de individuos rechaza las pautas heredadas promoviendo otros patrones, aunque dicho objetivo no siempre sea exitoso.

(5) Silvia Rodríguez Villamil, “Escenas de la vida cotidiana. Tomo 1. La antesala del siglo XX (1910-1930), Ed. de la Banda Oriental, Montevideo, 2006, pp. 7-24

9


ESCENAS DE LA VIDA COTIDIANA

Cronología y cotidianidad En la memoria colectiva de los uruguayos, los cincuenta constituyeron años de bonanza, de un despreocupado optimismo anclado en la idea de progreso y han llamado “la maracanización” del imaginario colectivo. Esa etapa –manejando similar interpretación– fue seguida por la irrupción de los “turbulentos”, “violentos”, “críticos” o “fundacionales” años sesenta –según la postura ideológica que guíe a quien los caracteriza– que sacudieron en profundidad la sociedad de aquellos tiempos. Sin embargo, esta representación tradicional y hegemónica es menos deresulta difusa. Al explorar lo cotidiano se desdibujan sus límites y emerge una fase larga, en la que las transformaciones en la vida diaria se procesan progresivamente, y otra, en las que se aceleran. Aquí los descontentos anteriormente adormecidos o reprimidos irrumpen con efervescencia, planteándose mutaciones profundas. Por eso, y teniendo en cuenta el escenario de la vida diaria, esa idea tan arraipor el contrario, unos “largos cincuentas” –así los denominamos– que se extiensiguiente. Simultáneamente es posible percibir un período corto pero intenso, un “sexenio crítico” su accionar adoptan posturas que los ubican en un eje en cuyos extremos están los que buscan conservar lo recibido, y los que asumen –hasta con las armas en la mano- su voluntad de fundar un nuevo orden social. Estamos en presencia de una aceleración de la historia. Se plantea, en forma incuestionable, una crisis de legitimidad de las autoridades tradicionales, y en la sociedad prima el convenciTodo este proceso se ve acompañado por una aguda politización de la vida social que se inmiscuye en la vida privada y cotidiana. “La pasión revolucionaria exige que todo sea político” ha expresado el historiador François Furet, para caracterizar similares tiempos de urgencias y enfrentamientos(6). Se conforma una cultura de izquierda –predominante en las nuevas generaciones– que, fuertemente impregnada por la idea de regeneración y el nacimiento de un “hombre nuevo”, enfrenta algunas costumbres asentadas (que se ubican en un arco (6) François Furet, El pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1995, p. 44.

10


SOMBRAS EN EL PAÍS MODELO

que recorre las formas de vestir, los centros de reunión, los lugares rebautizados, va, lo que se cuestiona es el “sentido común” social, ese giróscopo que funciona silencioso, hasta que algunos comienzan a interrogarse sobre su función. El golpe de estado de 1973 –aquí sí el límite es establecido por un hecho de regimentación y control social le impondrá a la vida diaria una nueva cadencia acentos.

Individuos comunes versus sujetos sociales Aprehender al individuo común nos lleva a superar los análisis históricos centrados casi exclusivamente en los “sujetos sociales” (“los estudiantes”, “las mujeres”, “los obreros”), a ir más allá de la unicidad y homogeneidad de estas sus peculiaridades. Por ello, nos proponemos contrarrestar el impulso que lleva a centrar nuestra atención en sujetos sociales reconocidos por la historiografía una categoría analítica previa nos impide divisar. Por otra parte, es posible percibir que coexisten diferentes formas de vivir lo cotidiano, una pluralidad vinculada a lo generacional, al lugar que cada individuo que se conforman al mezclarlas. Por otra parte, los protagonistas de lo cotidiano no solo son moldeados por la vida social sino que la construyen y comparten con otros individuos en un juego intersubjetivo constante, donde la cultura ocupa un rol fundamental.

Opciones metodológicas Si buscamos aprehender la vida cotidiana como “cara oculta” de la vida social deberemos echar mano a varias estrategias metodológicas. En la medida que la inscribimos en el cruce de dos relaciones, los procesos macro y microsociales, es necesario tener en cuenta aquellas contribuciones y herramientas que provengan del primero. No pensamos este abordaje como una tradicional aspiramos a adensar nuestra narración sobre lo cotidiano. Por lo tanto, y en lo posible, la estrategia va a ser un ir y venir entre ambas esferas.

11


ESCENAS DE LA VIDA COTIDIANA

Para ello consideramos imprescindible manejar los datos de los dos censos de población realizados en el país en 1963 y 1975. Gracias a ellos, conocemos la cantidad de habitantes, las tasas de natalidad y mortalidad, las características que asumieron los procesos de emigración, los niveles de instrucción de la población, las formas que adoptó la concentración urbana, el crecimiento de los funcionarios públicos y los jubilados, y muchísimos elementos que constituyen jalones en un camino seguro a seguir. Para acercarnos al mundo evanescente de las prácticas cotidianas plantea-

día. Párrafo aparte merece la utilización de la literatura en el convencimiento de que la misma ha sido el marco preferido en la descripción de temas clásicos de la naturaleza humana como ser mentalidades, conductas y actitudes. Las obras de Mario Benedetti, Carlos Martínez Moreno, Juan Carlos Onetti, Armonía SoCristina Peri Rossi, Teresa Porzecanski, o el teatro de Carlos Maggi, Mauricio Rosencof, Jacobo Langsner, Alberto Paredes, Rolando Esperanza, etc. permiten asomarse a anhelos, pasiones, ensoñaciones que pueblan la vida cotidiana. Lo ha “Son los novelistas de los años sesenta los que confrontan mejor las “dos ciudades” que coexisten en un Montevideo donde se superpone un presente agrietado y ruinoso sobre un pasado reconstruido con secreta nostalgia.

hipotecas o a la piqueta de la demolición”(7).

Crisis de la sociedad hiperintegrada En este período, la sociedad hiperintegrada –así caracterizada con afán sociológico por Germán Rama– consolidada progresivamente desde principios del siglo XX se vio afectada por cambios que determinaron su profunda fractura. En 1963, como hemos dicho, se realizó el segundo censo nacional de población y vivienda del siglo XX, y en 1975 el tercero. Según la demógrafa Adela Pellegrino la falta de información censal entre 1908 y 1963 impide tener una cabal idea de los procesos que afectaron a la sociedad uruguaya en ese lapso. Además, añadimos, la comparación de los resultados obtenidos en ambas instancias separadas por algo más de medio siglo generó en los uruguayos de los años sesenta un impacto (7) Fernando Ainsa, Espacios de la memoria. Lugares y paisajes de la cultura uruguaya, Ed. Trilce, Montevideo, 2008, p. 59.

12


SOMBRAS EN EL PAÍS MODELO

difícil de procesar, enfrentándolos a una realidad que estaba muy lejos de la tan manida arcadia(8). En 1908 Uruguay tenía 1.042 686 habitantes, en 1963, 2.595.510 y 2.788.429 en 1975, lo que demuestra su pausado crecimiento a lo largo del siglo comparado con las restantes naciones latinoamericanas. Las bajas tasas de natalidad, las nuevas tendencias en la migración internacional desde mediados de los años sesenta –detención de los aportes europeos– (9) y la fuerte inclinación de los uruguayos a la emigración, no solo en la región sino hacia los países desarrollados, delinearon un nuevo y alarmante panorama. La sociedad uruguaya crecía muy lentamente, envejecía notoriamente –en 1908 las personas de más de 65 años constituían el sus integrantes(10). En síntesis, había más viejos, menos niños y jóvenes (en 1908 los menores de quince años eran el 40 %, en 1963, el 28.4%.) y la emigración se hacía crónica, con lo que el país parecía ingresar en un ocaso progresivo. Otro fenómeno que quedó dramáticamente al descubierto fue el proceso de concentración de la población en Montevideo, que creció de forma notoria a instancias de una intensa emigración rural. Una situación que se aceleró desde inicios de los años cincuenta. En 1970, Germán Wettstein aseguraba en “Marcha” que la población rural, entre 1951 y 1966, había disminuido en un 28 %. Montevideo, por el contrario, crecía de modo incontenible (en 1963, concentraba un 46 %), mientras las capitales departamentales retenían un 19 % y el resto de los centros poblados y áreas rurales contaban con un 35 %.(11) del total de habitantes. En los años que abarca esta investigación se produce un marcado deterioro de la seguridad social debido, entre otros factores, a la presión ejercida por un sector pasivo en continua expansión. Entre 1958 y 1962 los jubilados crecieron a un 44,9% (12) alto en la historia del país, 125.3 % anual)(13) tuvieron efectos devastadores sobre (8) Al implementarse la realización del censo de 1963 –luego de 55 años que no se realizaba ninguno a nivel nacional– la publicidad de la Dirección General de Estadística orientada a convencer a la ciudadanía de su participación decía “El censo general de población y vivienda debe ser la obra de todos” (9) Mientras en Montevideo, según el censo de 1908, había un 30.4 % de extranjeros, en 1963, era un 13.5% y en 1975, 8.0. (10) Historia Contemporánea del Uruguay. De la Colonia al siglo XXI, Ed. Fin de Siglo-CLAEH, Montevideo, 2005, pp. 479 y ss. (11) El Uruguay de la dictadura (1973-1985, Banda Oriental, Montevideo, 2004, p. 183 (12) Estado y Sociedad en Uruguay”, en Gerardo Caetano, Milita Alfaro, Historia del Uruguay Contemporáneo, Fundación de Cultura Universitaria-Instituto de Ciencia Política, Montevideo, 1995, p. 34. (13) años siguientes (por lo menos hasta 1973, en que volvió a trepar a un 97 %. G. Caetano, M. Alfaro, ob. cit., p. 513.

13


ESCENAS DE LA VIDA COTIDIANA

el sistema de previsión social que en su conjunto perdió gran parte de sus reservas. “No hay duda de que en la década del 60 la real función del sistema dejó de ser la protección de los necesitados, para convertirse en la arbitraria distribución de protección inadecuada políticos”(14). Estos problemas que se acumulaban sobre la sociedad uruguaya fueron vistos en 1962 destacó que el país de clases medias –que había primado hasta el momento– iba en franco camino a desaparecer en los años venideros bajo el empuje de una creciente fragmentación social. Manejando una serie de indicadores (vivienda,

y un 43 % al variado sector de las clases populares. Claro, que los propios encues-

la clase alta, un 24 % a las clases populares y un 10 % “rehuyó pertenecer a una clase social determinada con evasivas o negativas de las que pueden extraerse jugosas consecuencias.” A la imprecisa clase media aspiraban desde los porteros guarda de ómnibus. “El símbolo del traje y corbata –al cual no está atado un gran sector de la clase obrera– sigue tirando con la misma fuerza que el otro requisito para ser un buen ciudadano de clase media que un humorista centrara alrededor (15) . del informe de la “Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE)” en 1965. El mismo estampó, sin lugar a dudas, datos impresionantes acerca del lento crecimiento poblacional y su envejecimiento irreductible, el aumento constante de los pasivos y el esfuerzo titánico que debían hacer los disminuidos activos para su mantenimiento, en un proceso que continuaría agudizándose. La revelación de la existencia de una crisis estructural se instaló, como un puñal, en la conciencia colectiva. Mientras unos, añorando el pasado –cuando se aunaba la felicidad colectiva y personal– ,hacían gala de una postura conservadora que buscaba mantener una especie de utopía retroactiva, otros, más rebeldes y seguramente más jóvenes, luchaban por un nuevo modelo, renegando de un pasado del que querían sacudirse. (14) Henry Finch, Historia económica del Uruguay contemporáneo. 1870-1970, Ed. de la Banda Oriental, Montevideo, 1980 p. 225. (15) Reporter, Montevideo, 14-8-1962, pp. 18-19, “Nosotros... los de la clase media. Un análisis .

14


SOMBRAS EN EL PAÍS MODELO

El malestar social caló en profundidad y, progresivamente, proliferaron actitudes colectivas más cercanas a la rebelión que a la habitual oposición ya que sus objetivos no eran ya la mera reivindicación de aspiraciones sectoriales, sino la drástica sustitución del orden social vigente. Fue así que a mediados de los sesenta el mito de la excepcionalidad del Uruguay –bien lo destacó Francisco Panizza– transmutó sus contenidos positivos en negativos(16). En este período, la ciudad dejó de ser un escenario caracterizado por su ritmo -

seno. Ahora fue la ciudad la que se tiñó de púrpura, como ocurriera un siglo atrás en el medio rural, cuando el cruento enfrentamiento de los orientales en luchas fratricidas llevó al visitante William Henry Hudson a caracterizar a nuestro país como “tierra purpúrea”. Montevideo, por primera vez en su historia, dio a luz y acogió a grupos guerrilleros que como el “Movimiento Nacional Tupamaros (MLN)” hizo de la ciudad su llave maestra en el camino hacia la revolución. Si bien podrían mencionarse algunos antecedentes puntuales donde la capital funcionó como proscenio (la huelga general de 1911 o, con anterioridad, lo ocurrido en aquel trágico febrero magnitud. La “guerrilla urbana”, a diferencia de la mítica y tantas veces mencionada “guerrilla rural” de los movimientos revolucionarios latinoamericanos, fue el teatro de actuación de los tupamaros(17). Era el momento de convertir a la urbe, recorrida y conocida en sus secretos más íntimos, en su cómplice, en su amante más querida. Conocimiento urbano profundo, de sus barrios y habitantes, de sus arterias visibles e invisibles –como lo fueron las redes cloacales, caminos en el trasiego de hombres y armas–, de sus refugios (las “tatuceras”), el que permitió instante sin dejar pistas que los delataran. Simultáneamente, se instaló una dinámica perversa entre acción guerrillera y represión de las autoridades. Pronto el conjunto de la ciudadanía cayó bajo sospe-

(16) Francisco Panizza, Uruguay: batllismo y después. Pacheco, militares y tupamaros en la crisis del Uruguay batllista, EBO, Montevideo, 1990 (17) Por ello, el MLN aseguraba, en el “Documento 1” La lucha armada será, en el Uruguay, predominantemente urbana” “existe una ciudad de 300 kilómetros cuadrados de la mitad de la población del país.” Al año siguiente recalcaban en “Apuntes sobre la lucha urbana” que debido a estas características era necesario crear “células pequeñas, comandos también reducidos y ágiles que puedan golpear y diluirse en la gran ciudad”. Alfonso Lessa, La revolución imposible. Los tupamaros y el fracaso de la vía armada en el Uruguay del siglo XX, Ed. Fin de Siglo, Montevideo, 2002, p. 212 y 217.

15


ESCENAS DE LA VIDA COTIDIANA

que las personas vieran coartada su libertad de movimientos si no acreditaban su o se vestían a la moda hippie. Los años oscuros se avecinaban…

16


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.