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Pastoral Penitenciaria
El magistrado Jaime Tapia, un creyente con vocación pública
El 23 de septiembre, en el marco de la Semana de la Merced organizada por Pastoral Penitenciaria y Bidesari, el magistrado Jaime Tapia vino a Bilbao. Una de las razones de la visita del juez nacido en Rekalde, pero afincado desde hace años en Vitoria fue mantener un encuentro con el obispo de Bilbao. Conoció además las instalaciones de Bidesari y concedió una entrevista a Radio PopularHerri Irratia en la que habló de lo que puede aportar en esta nueva encomienda como asesor del Gobierno Vasco en Instituciones Penitenciarias desde su condición de creyente.
¿Está todo preparado para la transferencia?
Es verdad que tenemos casi todo previsto, pero en estas cosas, como tantas en la vida, cuando uno prevé, siempre surge algo imprevisto. Pero creo que tenemos a favor dos cosas: por un lado, que la mayoría de los problemas relacionados con las cárceles se resuelven por los mismos responsables de las prisiones, que son unos equipos magníficos, muy profesionales, muy involucrados, con un componente alto de altruismo, de vocación.
Y luego tenemos también buenas relaciones con la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, que son los que están gestionando hasta el 1 de octubre. Y eso también va a facilitar que cualquier incidencia no prevista, se pueda solucionar.
Había algunas noticias que decían que la mayoría de los 700 funcionarios de prisiones que tenemos en Euskadi están contemplando la posibilidad de pedir el traslado.
Bueno, es una opción. Yo lo respeto. Les han ofrecido la posibilidad, a muchos de ellos, de concursar a centros penitenciarios que están cerca de los lugares de su residencia habitual. Entonces, se pueden plantear decir, “me marcho, no me marcho. Si no me marcho ahora, resulta que igual no pierdo esta oportunidad”. Curiosamente, he tenido también alguna petición de información de gente de fuera que está interesada en venir. Es decir, no sabemos realmente cuál va a ser el resultado de este concurso. Yo creo que los funcionarios saben que se les van a respetar durante dos años las mismas condiciones que tienen en la actualidad, y que supone un salario mayor que el que cobran en otras partes de España. Y también más días de permiso, de vacaciones que los que tienen en otras partes del Estado. Por tanto, ellos, en función de sus circunstancias personales, decidirán si les conviene o no quedarse. Nosotros lo que queremos es que se queden. Se lo hemos transmitido en muchas ocasiones, porque contábamos con ellos en el modelo penitenciario. En ese nuevo modelo que pretendemos que se fomenten los regímenes de semi libertad... Contamos
JAIME TAPIA CON EL PERIODISTA KOLDO CAMPO
con ellos, pero no les podemos obligar a quedarse.
¿Y cómo llega Jaime Tapia a esto?
Quien me conoce un poquito sabe que yo soy un cristiano y que, también, entré en esto de ser juez por una vocación de servicio. Es decir, desde el poder también se puede ayudar a los demás. Es lo que he intentado hacer durante todos estos años a lo largo de mi trayectoria profesional, a veces con éxito, otras veces sin éxito.
Y en este contexto de ejercicio profesional, recibí una llamada que obviamente no es de Dios. Pero pensé que podía ser, en el sentido de que Dios podía querer que estuviera también en este momento, que es histórico, ayudando a esas personas que son las más desfavorecidas.
El contacto de Jaime con las cárceles es claro, porque es magistrado y también por una vinculación con pastoral penitenciaria.
Claro, ya conocía las cárceles por dentro. He tenido una vida muy ajetreada por muchas razones profesionales y ahora, en los últimos años con mis hijos que ya son mayores, busqué una posibilidad de dedicarlo a los demás. Me puse en contacto con el capellán de Pastoral Penitenciaria, y le expresé mi voluntad de colaborar con ellos. Ya tenía alguna relación con el centro penitenciario de Zaballa, fundamentalmente en otras actividades. En este contexto, quise intervenir más en esta dinámica, en mi tiempo libre, tanto a nivel interno, formando a los propios voluntarios en un mundo judicial que a veces es bastante desconocido, como posteriormente en ciertas actividades que se desarrollaban en el centro penitenciario. Participaba en las misas dominicales, antes de que se produjera la pandemia.
¿Y cómo es esa relación de un juez que condena a alguien al que luego le acompaña en el centro penitenciario?
Probablemente pueda ser también obra del Espíritu, pero, la gente, cuando tú la juzgas con humanidad y le justificas por qué le condenas, y la has tratado con atención, lo reconoce. Hay un sentir de decir “bueno, yo creo que he hecho algo. Y este señor me explica por qué me considera responsable“ y dice aquello de “el que la hace la paga”. Además, procuro que la pena sea lo más proporcional o lo menos punitiva posible y eso también lo valora la gente.
Y, por otro lado, agradece que una persona que ellos ven en un pedestal, el magistrado, luego esté con ellos compartiendo la eucaristía un rato. Les estás escuchando, muchas veces animando, porque les tienes que dar un poquito de esperanza. Esas experiencias son las que luego te sirven también para ser si cabe, más justo, más humano, más sanador también.
¿Ocurre que muchas veces nos fijamos solamente en el delito e invisibilizamos a la persona?
Nosotros donde hemos puesto el énfasis es en la persona. Han cometido un delito, pero son personas. Es obvio, pero muchas veces parece que los identificamos como monstruos de otro planeta. Son ciudadanos que viven en nuestros barrios, en las ciudades, muchas veces son vecinos. Han cometido errores y muchas veces provocados por sus propias circunstancias personales, familiares y sociales que son complejos.
¿Personas que cometen delitos porque quieren? Por supuesto. Esas circunstancias no son las determinantes. Hay gente con las mismas circunstancias que no cometen delitos, pero esto lo ha dicho el Papa Francisco: si nosotros mismos hubiésemos vivido en ese barrio, con esa familia, falta de amor, de cariño, de cercanía, hubiésemos tenido unas condiciones económicas desfavorables, etc. nosotros mismos podríamos estar en la cárcel. El papa Francisco visita mucho a las cárceles, suele entrar y le pregunta a Dios ¿por qué yo no? Eso también lo he sentido yo cuando he entrado a la cárcel, porque yo he tenido la suerte de vivir con una familia que me quería. Pero, en mi barrio de Rekalde, por ejemplo, había gente que no tenía esas posibilidades, y algunas de estas personas acabaron delinquiendo. Si a estas personas se las apoya, si les das oportunidades y les reparas su mal, su daño interior y les permites formarse, tanto en el ámbito laboral como el educativo, se les puede dar una nueva oportunidad. Bilboko Eleizbarrutiko Kartzela Pastoraltzak eta Bidesarik hainbat jarduera prestatu ebezan Mesedetako Amaren Astean. Txapelketa batzuk antolatu ebezan Basauriko presondegiaren barruan. On Joseba Segura gotzainak buru zala mezea ospatu zan irailaren 24an kartzela barruan.
Y yo creo que eso es lo que buscamos: dar nuevas oportunidades a personas que han tenido unas equivocaciones, a veces muy graves, a las que la sociedad pide que estén una temporada en la cárcel, pero que siempre, como dice el Papa, hay que darles esperanza.
Cualquiera de nosotros tiene una mala noche, o coge un coche o hay gente que cae en consumos, etc. y al final te puede llevar tranquilamente allí, a la cárcel.
El perfil de los centros penitenciarios en los últimos años va cambiando, probablemente por las nuevas circunstancias sociales. Ahora, por ejemplo, en las cárceles tenemos personas que han cometido delitos contra la seguridad vial, conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas, también personas que han cometido delitos de violencia de género, que han quebrantado prohibiciones de aproximación y terminan en la cárcel. Y luego tenemos otro perfil también de personas que han cometido delitos económicos, que muchas veces son personas de un banco o de una empresa, incluso políticos que han cometido delito y están ahí internados.
¿Nos creemos realmente, lo que en teoría es un mandato constitucional, que la cárcel debería ser un centro de reinserción y resocialización?
Hay una parte de la sociedad que sí y da la sensación de que otra parte no. Cuando tengo que hablar de reinserción y rehabilitación, segundas oportunidades y esperanzas, siempre soy consciente de que hay una parte de la sociedad, mayor o menor, que votan ciertos planteamientos ideológicos, que lo que piden es más penas, que sean más duras, que no salga nunca de la cárcel. Y muchas veces esto es lo que sale en los medios de comunicación. Ahí está la prisión permanente revisable, una cadena perpetua encubierta. Este planteamiento obedece a que, una parte de la sociedad parece que pide más penas, más castigos. Y realmente ocurre que en España tenemos, a pesar de que hay una baja tasa de criminalidad, unas penas muy duras, muy sancionadoras para determinados comportamientos que, en otros países de la Unión Europea, con mayores tasas de criminalidad, con mayores delitos, resulta que son inferiores. Porque yo creo que estos países, son más conscientes de los serios daños físicos y psicológicos que produce el propio internamiento. Suelo poner como referencia para muchas personas que no tienen esa experiencia de haber vivido en la cárcel, la situación que hemos vivido el año pasado del confinamiento domiciliario. Pero allí, claro, tienes posibilidad de ir a la nevera, tienes posibilidad de ver la “tele”, series… En el centro penitenciario es esto, pero muchos días y además sin posibilidad de acceder a estos medios; y, por ejemplo, en un centro penitenciario a las nueve, como mucho, te cierran en tu celda 8 o 10 metros cuadrados y hasta a las ocho del día siguiente, estás encerrado.
JAIME TAPIA JUNTO A JORGE MURIEL, RESPONSABLE DE PASTORAL PENITENCIARIA Y MARIAN GARCÍA, DIRECTORA DE BIDESARI
La cárcel en sí, es muy dura, pero es un mal menor. Yo cuando empecé era también muy anti-cárcel, pero me he dado cuenta que es imposible. Probablemen-
te cuando se haga realidad el Reino de Dios, no habrá cárceles. Pero hoy en día ¿qué hacemos con una persona que ha matado o que ha violado? Nosotros tenemos el planteamiento de intentar llevar a más personas a los regímenes de semi libertad, pero es necesaria la cárcel. Eso sí, hay que dignificarla, porque la propia Constitución, y la ley penitenciaria, dice que una persona que está en un centro penitenciario tiene los mismos derechos fundamentales que una persona que está afuera, salvo aquellos que tienen que ver con la propia limitación a la libertad.
¿Te preocupa que se ponga el foco en los presos de ETA, cuando realmente la población reclusa es mucho mayor?
En el modelo penitenciario que se presentó en el parlamento, siempre se ha dejado claro que los presos de ETA son como otras personas que han cometido otros delitos. Es verdad que el código penal, o la legislación penitenciaria o sus sentencias a veces contienen ciertos condicionamientos, limitaciones que hay que cumplir. Porque son penas que están sometidas al control judicial. En su caso el Juzgado Central de Vigilancia Penitenciaria, la Audiencia Nacional o las salas de esa Audiencia. Eso hace que haya unos condicionamientos que hacen más difícil esa consideración como personas que son iguales que otros presos. Es verdad que algunos medios ponen más énfasis en ellos, obviando que forman parte de un conglomerado de más gente.
Nosotros pensamos que todas las medidas que van a favorecer esta reinserción y rehabilitación, se van a aplicar a todas las personas presas •
Un tiempo para volver a empezar
Las personas inmigrantes privadas de libertad sufren grandes dificultades a la hora de poder disfrutar de permisos penitenciarios y de poder regular su situación administrativa. Bidesari acompaña a estas personas en el proyecto Hedatu para facilitar una salida progresiva de la prisión.