Ediciones Dau ESCUELA DE VIDA
A Dios, fuente de vida y centro.
AGRADECIMIENTOS • A… Dios, fuente de mi vida, consuelo, acogimiento y centro. • Mis padres, Elma y Juan Carlos, que a través de su humanidad me posibilitaron ser. • Nicolás, Antonella y Facundo, la trascendencia. • A Carlos Javier. • Juan, el compañero de esta parte de mi vida. • El Perú y su gente, la conexión con los valores creativos, el lugar de la obra. • Walter y Fido, compañeros de vida, de sueños logrados. • La Argentina, raíz de mi existencia. • Juan Barbero, el guía espiritual, mi abuelo. • A Gerónimo Acevedo, autor del prólogo de este libro. • La Logoterapia, el camino que recorrí y que abrió la puerta de la libertad y la espiritualidad.
ALGO SOBRE MÍ… “Plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro”. Planté un árbol a los seis años en mi Varela natal. Fue un paraíso. Lo fuimos a comprar con mi abuelo Lorenzo a un vivero cerca de mi casa. Era verano y hacía calor. Nuestra calle aún no tenía asfalto, pero eso poco importaba. Los chicos del barrio, todos, jugábamos en ella y disfrutábamos de la sombra de un árbol de tilo, sembrado por mi vecino. Ahí nos sentábamos bajo sus frondosas ramas a descansar, pero también a molestar… ¡con nuestras risas y juegos! Entonces, mi abuelo decidió ir a comprar el paraíso, que sería el segundo que estaba en el frente de mi casa. Lorenzo trajo su pala y conmigo en la escena, comenzó a excavar, hasta que las raíces se hundieron en la tierra y el árbol quedó ahí, listo para crecer. Para mí la escena fue maravillosa y me sentí parte de algo trascendente, a pesar de mis seis años…
Tener un hijo… Nicolás… Nació en el verano del ‘89. Llegó a mi existencia a los 23 años. Cuando tomó mi mano por primera vez sentí que ese ser que cobijé durante nueve meses en mi vientre me llevaría a recorrer maravillosos caminos de crecimiento personal. Nicolás hizo, hace y hará que yo saque lo mejor de mí. Antonella…Llegó con la primavera del ‘92, bella como una flor. Elegí ese nombre para una bebé tan llena de vida, tan intensa en sus actitudes desde pequeña. Antonella es ese ser que me lleva a la permanente reflexión: es el puente a mi interior… Facundo… Nació en el verano limeño. Este niño maravilloso llega a mi vida para decir AQUÍ ESTOY, a pesar de mi edad (¡44 años!) y de haber transitado hace nueve años un cáncer de mamas. Vino a mi existencia para darle sentido a muchas interrogantes que tuve en algún momento. Volví, después de 17 años, a entenderme con pañales y mamaderas. Facu es el encuentro con la trascendencia.
Escribir un libro. Intenté escribir un libro muchas veces; las letras me apasionan. Comunicar, educar, formar: ésa es mi vocación y elección. Por ello, hoy me siento satisfecha, pues ese intento se concreta para dar vida a un trabajo que pongo en tus manos con la ilusión de ser un apoyo en tus horas difíciles. Lo que leerás tiene mucho de mí, de lo que sentí y viví en algún momento. Es una entrega hacia mí misma (me la debía), hacia ustedes, que hacen posible que esto tenga sentido, y hacia Dios, constante fuente de inspiración.
ÍNDICE PRÓLOGO................................................................................................... 13
INTRODUCCIÓN Hablemos de las pérdidas.......................................................................... 15 PRIMERA PARTE Viktor Frankl y la Logoterapia................................................................. 21 SEGUNDA PARTE Identifica tu pérdida...................................................................................................45 La muerte de la madre........................................................................... 47 La muerte del padre............................................................................... 51 La muerte de un hijo.............................................................................. 55 La muerte de un hermano..................................................................... 59 La muerte de un abuelo......................................................................... 63 La muerte del cónyuge, pareja, novio, o enamorado.......................... 67 La muerte de un amigo.......................................................................... 73 La muerte trágica de un ser querido por accidentes, violencia, terrorismo, por azar.......................................... 77 La pérdida de un trabajo de muchos años............................................ 81 La pérdida de una relación de amor..................................................... 85 Perder la salud. Perder un miembro del cuerpo. Perder la vista. Perder el oído............................................................... 89 Perder la juventud - La jubilación, salida del sistema, de activo a pasivo.................................................... 95 Perder a los hijos que salen del hogar................................................ 101 Perder el tiempo...................................................................................105 Cambio de país, perder las tradiciones.............................................. 109 Perder la seguridad por violencia, por robo...................................... 113 Perder la libertad..................................................................................117 TERCERA PARTE El encuentro con “el sentido de la pérdida” acompañamientos y salidas de la penumbra......................................... 121 CUARTA PARTE Como acompañar a alguien que transita pérdidas................................ 141 Oración del logoterapeuta......................................................................151
BIBLIOGRAFÍA....................................................................................... 153
PRÓLOGO Hay un proverbio chino que dice: «Si tú piensas en un año por delante, siembra arroz; si piensas en diez años por delante, planta árboles; si piensas en cien años por delante, educa hombres». Porque invertir en salud no es sólo adquirir un aparato de alta tecnología. Invertir en salud también es educar. Este interesante libro educa y se percibe el efecto terapéutico de la búsqueda de sentido. Sandra nos muestra la logoterapia desde su vivencia personal y desde su actividad profesional, interpreta el pensamiento de Viktor Frankl en que el conocimiento de lo humano es “comprensión” y su metodología se expresa en la fórmula “estar junto al otro” y sólo adquiere plenitud en el amor, que es el movimiento para reconocer la singularidad del otro tal como es y como siente. Esta sensación se percibe en todos los capítulos del libro. La función de la terapia es curar, esta palabra tiene un doble origen: uno del latín “restitum ad integrun”, es decir, restitución a la integridad, volver a la situación anterior a la enfermedad, otro del alemán sorgue que significa cuidar, acompañar, esta última interpretación es específicamente humanizante. Igual que en su vida profesional la autora nos muestra a través del relato sus valores vivenciales, su generatividad, su pasión por “curar” como “sorge” acompañando al “Homo patien” que la descubren comprometida con una vida responsable y solidaria. Comienza con un relato sobre la vida de Viktor Frankl y nos lo muestra como “el hombre que encontró sentido a sus pérdidas”, destacando hechos biográficos. De la pérdida a la esperanza con la luz de la Logoterapia
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Explica luego su visión antropológica, como un ser Bio- Psico- Espiritual (unidad múltiple) condicionado pero no determinado, y los postulados de la logoterapia centrados en la búsqueda de sentido en la vida. Más adelante nos dice… “…Entonces, ¿cómo hallamos nuestro sentido?. A través de tres grandes acercamientos: el primero es por medio de los valores experienciales, o vivenciar algo o alguien que valoramos. La segunda forma de hallar nuestro sentido es a través de valores creativos,.... Incluye, evidentemente, la creatividad en el arte, música, escritura, invención y demás. También comprende la generatividad de la que Erikson habló: “el cuidado de las generaciones futuras”. La tercera vía de descubrir el sentido: los valores actitudinales. Estos incluyen tales virtudes como la compasión, valentía y un buen sentido del humor. En la segunda parte, en forma clara nos evidencia la esperanza en situaciones puntuales de muertes y pérdidas entrelazando pensamientos de Mercedes Sosa, Piero, René Trosero, Jaspers, Viktor Frankl, Charles Chaplin, Kahlil Gibran, Hernan Trub, con aportes personales como cuando nos plantea la importancia del presente y nos recuerda que la palabra HUBIESE o HUBIERA, como un tiempo verbal inexistente, porque sólo existe para la conjunción de la gramática verbal, nada más que para eso. Para fines prácticos y de nuestra existencia, el hubiese o hubiera, no tiene ninguna repercusión en nuestra vida. El libro culmina con un valioso aporte que lleva a comprender las etapas del proceso y el sentido de la pérdida, así como el rol vinculante del acompañante, consejero o terapeuta, con recomendaciones que le permitirán ofrecer una ayuda más humanizada y saludable.
Dr. Gerónimo Acevedo
gacevedo@intramed.net www.centroviktorfrankl.com.ar Presidente del Centro Viktor Frankl para la difusión de la Logoterapia GRAND AWARD OF THE VIKTOR FRANKL FOUNDATION OF THE CITY OF VIENNA 09/11/2005 (Gran premio 2004 otorgado a la trayectoria, Por logros, destacados en el campo de la psicoterapia humanística). 16
Sandra Barbero Sereno
INTRODUCCIÓN
Hablemos de las pérdidas “Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas -la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias–para decidir su propio camino”. (Frankl, Viktor) Sufrimos al “perder” Si siento que pierdo algo es porque en algún momento creí “tener” algo. La ilusión de tener nos lleva a sentirnos poseedores de una situación, de una persona, o de una realidad. Luego, la vida se encarga de mostrarnos que aquello a lo que me aferré, sin querer soltarlo, se va... desaparece... muere... me deja… o simplemente cambia, se transforma. Y es ahí, frente a esa situación, donde aparece el dolor, el sufrimiento, las crisis existenciales y hasta puede llegar el vacío. Siempre la pregunta que el hombre se hace de cara a una pérdida es ¿por qué? Y el interrogante se resuelve quizás con una frase fuerte... PORQUE SÍ. En el proceso de nuestra existencia y a medida que nos transformamos en hombres viajeros (“Homo viator”), nuestro recorrido se va integrando con el de otros. Nos vinculamos con personas, situaciones, trabajos, momentos.
De la pérdida a la esperanza con la luz de la Logoterapia
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En este recorrido “esperamos” que algo o alguien llegue: un compañero, una esposa, un amigo, un padre, una madre, un hermano, un hijo a nuestra medida, un trabajo… Que muchas veces no llega. Si bien esta vivencia no es en sí misma una pérdida, tiene todas las sensaciones de la misma. Toda persona en este recorrido de la vida (a no ser que transite algún problema de salud mental y no sea consciente) valora lo que debe llegar a su vida y se pone en acción para conseguirlo; por tanto, una vez que lo consigue quizás se aferre y no quiera soltarlo. Todo aquello que es consecuencia de un proceso de siembra -a lo que le dediqué tiempo, esfuerzo, ganas, afecto- da como resultado una cosecha, una realidad. Y aquello que se logró después de ese esfuerzo es a lo que nos apegamos, no dándonos cuenta de que en cualquier momento podemos perderlo. También podemos sentir una pérdida después de un largo proceso de gestación-creación, como ocurre al parir o al finalizar unos estudios, una tesis doctoral o una competición deportiva. O al final de la elaboración de un libro... En realidad el camino, es decir el proceso, es tan o más importante que el objetivo o punto de llegada. Muchas personas sienten que “una vez conseguido el resultado” ya no queda nada. Entonces se cae en una actitud apática y se experimenta una pérdida. Lo conseguí… ¿y? Terminé de escribir este libro, por ejemplo, y me sentí mal, porque después de haberlo terminado me quedó la sensación de que ya no había más que hacer. Perdí el sentido de lo que hice. Sufrimos pérdidas al pasar de una etapa vital a otra: de bebé a niño, de niño a adolescente, de adolescente a hombre, de hombre a anciano. Y éstas conllevan cambios en los que podemos sentir que perdemos parte de lo que teníamos: el cambio de escuela (de primaria al instituto), una separación matrimonial, pasar de una etapa laboral al desempleo o a la jubilación, quizá la pérdida de un amor; teníamos una buena salud y de pronto aparece algún problema… Podemos perder una parte de nuestro cuerpo, alguna función física o algo material, como una casa, poder adquisitivo, un entorno natural por el incendio de un bosque, nuestro animal de compañía… A veces perdemos nuestro país o nuestra cultura porque emigramos. Otras, la fe en una determinada ideología política o credo religioso. Situaciones sociopolíticas extremas (como guerras, revoluciones o amenazas de terrorismo) pueden comportar también la pérdida de estabilidad o seguridad.
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Sandra Barbero Sereno
Podemos perder el tiempo, postergando una y mil veces las cosas; perdemos la tonicidad muscular o la memoria, aparecen las canas, las arrugas, el paso se pone lento… porque nuestro cuerpo es un proceso y como tal se deteriora y hay pérdidas también allí. ¿Y la muerte? No nos olvidemos de ella. Morimos a muchas situaciones diariamente. Morir es el acto del fin, aquello que ya no será. Un ser se completa cuando muere. Mientras recorre su vida, su existencia, la persona humana, va apropiándose de distinta situaciones o aprendizajes. Dentro de nuestra vida, al transitar las pérdidas que aparecen en nuestra existencia, vamos a tomar conciencia del LÍMITE. Somos seres limitados; tenemos fronteras que debemos aprender a trascender y la muerte es uno de esos límites, tomar conciencia de la finitud. Existe el concepto de “muertes cotidianas”, que suele utilizarse para englobar aquellas pérdidas de las que no somos o no queremos ser conscientes y que, sin embargo, nos producen dolor anímico. Existen distintas pérdidas por diferentes tipos de muerte: muerte orgánica, muerte psicológica, muerte social y muerte existencial. Todas conllevan a vivencias. La muerte orgánica-biológica trata de la propia muerte o de la de un ser querido. La finitud de la existencia. La muerte psicológica, la muerte social y la muerte existencial pueden entenderse dentro del concepto de pérdida ambigua, confusa. Son situaciones en las que al no existir un final rotundo, no se “certifica” la pérdida, y por tanto no se le puede destinar, por ejemplo, una ceremonia de despedida según la cultura de la persona en cuestión, o diseñando una a propósito. Con ello, no hay un motivo, digamos, “oficial”, para realizar el proceso de duelo para que la herida vaya cicatrizando, cerrándose, como ocurre cuando una persona desaparece y no queda rastro de ella, o fallece y su cuerpo no aparece. Nuestra mente necesita elaborar eso que no pudo ver. Cuántos seres que transitan estos finales recrean en su mente que ese ser querido algún día volverá, retornará… Una pérdida ambigua también se da cuando por distintas circunstancias perdemos nuestra identidad, un rol que realizábamos en algún momento. Es decir, un papel que desarrollábamos en nuestra vida. Como el de madre, padre, abuela, jefe, hijo único, trabajador, hermano o cuidador principal. De la pérdida a la esperanza con la luz de la Logoterapia
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