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Tributo a los abuelos
TRIBUTO A LOS ABUELOS María del Rosario Aquím Chávez
La vejez, pone de manifiesto la brevedad del ser humano y como tal, debe ser pensada desde diferentes aspectos: cronológicos, biológicos, económicos, sociales, culturales, psicológicos y antropológicos; para que pueda ser comprendida.
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La concepción del viejo y de la vejez, a lo largo de la historia, ha ido cambiando de acuerdo con el contexto social de que se trate, ya que la condición y el status que se le atribuye a ambos, depende de la cultura y de la sociedad.
Así, por ejemplo, desde el punto de vista cronológico, si tomamos en cuenta los restos humanos encontrados por los paleontólogos en tiempos remotos, podemos apreciar que los humanos encontrados rara vez superaban los 30 años, por lo que la vejez estaba fijada en esa edad cronológica.
En el caso de las sociedades cazadoras-recolectoras los individuos no llegaban a los 60 años, en ellas, una persona de 45-50 años era considerada vieja. En estos grupos, cuya supervivencia colectiva estaba por encima de la individual, la situación de los más débiles estaba condicionada por los recursos de los alimentos disponibles. Y, quienes sobrevivían eran considerados sobrenaturales, por lo que se les encomendaba los rituales sagrados y se desempeñaban como curanderos, chamanes y brujos, por estar protegidos por las divinidades. Asimismo, eran los encargados de la conservación y transmisión oral de los conocimientos. Estos ancianos eran respetados por el grupo porque se
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les consideraba mediadores entre las fuerzas sobrenaturales y los individuos. Los ancianos en estas sociedades, estaban investidos de cierto temor y sabiduría. Sin embargo, cuando el individuo se volvía improductivo y representaba una carga para el grupo, se practicaba el gerontocidio activo o pasivo, que casi siempre iba acompañado de ceremonias rituales. En otros casos, el grupo abandonaba al anciano, o el propio anciano decidía voluntariamente, su abandono y su muerte.
En las sociedades agrícolas-ganaderas, donde la alimentación estaba asegurada, los ancianos podían ayudar al grupo en tareas acordes a sus fuerzas. Muchos de ellos, al poseer tierras y rebaños aseguran su poder económico gozando de un estatus dominante.
En las sociedades más avanzadas, el consejo de ancianos fue una de las instituciones más veneradas. Para algunas mujeres, la vejez también significó ventajas, pues quedaban libres de prohibiciones culturales luego de la menopausia y podían compartir con los hombres, beber, fumar y participar en danzas, aunque en general su condición siguió siendo inferior a la de los hombres.
En el incario, los ancianos fueron integrados a la sociedad y conservaron su papel tradicional de ancianos-sabios, eran la memoria viviente del imperio, quienes, por experiencia, podían hablar del pasado y anticipar el futuro a través del presente, portadores de la oralidad y del conocimiento médico y dador de vida (comadronas), realizaban un trabajo útil para la comunidad.
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La pregunta es: ¿Cuándo perdimos como sociedad, el respeto por nuestros ancianos, que son quienes nos anteceden en el fugaz camino de la vida? ¿Cuándo hemos convertido a la vejez y a la muerte en un tabú? ¿Por qué hemos cedido, nuestros sentimientos más nobles a temores primitivos, prejuicios y estereotipos grotescos, invisibilizadores y discriminadores, en lugar de enfrentarlos a un auténtico conocimiento?
El anciano, es un espejo de nosotros mismos, en cuanto a su capacidad de comprenderse a sí mismo en el mundo que le rodea, y en cuanto al significado de las experiencias vividas. Él nos muestra de manera anticipada: el haber sido y el estar siendo, en tanto historicidad que encuentra un significado, en lo que va vivenciando día a día en la etapa de envejecer. Destruir el espejo, no destruirá el absoluto que nos espera. Nuestros ancianos, son parte de nuestra propia historia como humanidad; que la comprensión de lo que han sido, nos permita crear en su presente vivido, una relación interior satisfactoria, tanto para ellos, como para nosotros.
Este tributo, es un homenaje a los abuelos del mundo, cuyas huellas profundas nos han constituido, en el eterno devenir del tiempo.
Los abuelos
Filósofos cosmonautas… Son bibliotecas andantes viejas generaciones de sabios (…) Celso Montaño
Mi abuelo llevaba cabello corto
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el de mi abuela era largo sus rostros llevaban arrugas sus ojos expresaban amor. Juan Chávez
Tuve un abuelo blanco (…) Tuve un abuelo negro (…) Viudo de luna uno mártir al sol, el otro (…) Tengo una abuela morena (…) Tengo una abuela blanca (…) Las tengo eternamente como a vida continuada… Omar Villegas
Abuelo
Remonto con la memoria tiempos de dictadura (…) Decías que lo mejor (…) era galopar con burros y caballos pesquisando fuentes de agua en cantaritos de barro … Pamela Karen Medrano
Recordando desde la infancia su trato de amor paciente (…) se nos enternece el alma. María Nieves Espada
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Él, que le da lo mismo vestir de playera o ponerse un traje fino. Lo que importa es estar vestido. Ese, es mi irreverente abuelo. José Edwin Lora
Eres el sol… Poeta sin publicar… María José Castejón
…caballero sin armadura de porte fino y elegante. Cabello blanco y andar erguido justo en sus afectos indomable en su juicio de amores u odios eternos. Lily Yeny Tejada
Tenía el cabello blanco la frente fruncida, mirada triste y un rosario entre los dedos (…) David Salomón Alba
Te hallé de rodillas orando en el templo de cualquier árbol del bosque… Carlos Enrique Madrid
… Su sombrero, gabardina y su escopeta colgados de la pared. Sus zapatos café inmaculados, al lado de una brújula (…) Mi abuelo de bigotes, suspensores y cabello blanco (…)
Ese día se fue. Teresa Kubber
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Abuela
Abuela tierra de cuentos legendarios cantos, juegos y costumbres. ¿Recuerdas abuela cuando entre molles y eucaliptos el eco de la montaña repetía tus refranes? Norma Mayorga
Heroína del destino atravesando resabios, tormentas y remolinos entre lucha y desengaño. Tu fuerza imbatible me empuja a ser mejor cada día. Martín Diego Lora
Mujer erguida como mástil álamo que acaricia los astros. Mujer de agua y de sol (…) Nutrió el manantial tu silueta bajo la luna plateada del campo. Ernesto Rojas
Con tu cabello blanco (…) Tu amor por la pintura (…) Recuerdo cada visita… María Eugenia Morchio
La peineta recorría tus cabellos plateados plagados de estrellas y cometas (…) Tu cabecita, a veces
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se confundía con la mía… Israel Omar Veneros
Fuiste bálsamo mágico en mi atribulada infancia (…) Bordabas mi fantasía con hilos de cuentos (…) Amasabas mi tránsito por la vida y horneabas mi carácter… Jenny Mounzón
Lúdicas agujas e hilo jugando entre los dedos bordan en blanco lienzo con rayos de luz de luna. ¡Ay! Mi abuelita… Ruth Miroslava Rivas
Miro mi rostro al espejo (…) Mis manos de piel rugosa mis ojos de soledad… Nidia Angélica Guzmán
Con luminosa mirada y sonrisa candorosa (…) Los abuelos se transfiguran… Alonso Dávila
En su rincón el anciano espera la voluntad que alguien tienda su mano siquiera por caridad. Cada arruga de su piel de lágrimas son las huellas
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lágrimas que tienen hiel pero fulgen como estrellas. Beatriz Bascopé
…vaga solo por las calles Masticando su infortunio. en las noches silenciosas en un remedo de cama y ropas regaladas… Margarita Mercado
Todos seremos un día, abuelos y reaprenderemos a arrullar a los nietos (…) veremos de nuevo, el principio de la vida. Jaime Edgar Salinas
La grandeza de los abuelos se halla en las palabras más humildes (…) Es un vuelo de aves multicolores (…) Roberto Agreda
Ayúdame a demorar el aliento herido de un pájaro a la intemperie o de sombra que ya viene a mi encuentro. Rosario Quiroga
De la mano caminan por el cielo protegiendo con la sombra de sus cuerpos, su hogar María Teresa Casas
Desde esos agujeros negros donde la vida se escapa y se refugia del día,
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mientras la noche cabalga, los abuelos son los ángeles que le custodian el sueño ardiendo en sus pupilas, como el Jenecherú. María del Rosario Aquím Chávez
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