Global 68

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La revista de la Fundación Global Democracia y Desarrollo Volumen 12 N.o 68 Enero - Febrero 2016 RD$ 250 - US$ 6

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La lucha por la Casa Blanca

Emil Chireno - Kurt William Hackbarth José Luis Justes Amador

Chile: nuevo destino de la diáspora dominicana Frank Báez Evertsz

Henning Mankell: el legado del ángel impuro Christian Kupchik



Énfasis

La lucha por la Casa Blanca

El próximo ocho de noviembre del año en curso se celebrarán las elecciones número 58 de los Estados Unidos. Al igual que siempre, el mundo está atento al acontecimiento, aunque esta vez un poco más, ya que los candidatos poseen unas características bien peculiares. Mientras tenemos un candidato como Bernie Sanders de tendencia socialista, que se ha convertido en toda una sensación para los progresistas, por el otro está Donald Trump, que representa el lado más xenofóbico y retrógrado de la política estadounidense. También está el caso de Hillary Clinton, que de los tres es la candidata más experimentada y podría convertirse en la primera mujer presidente de la nación más poderosa del mundo. A fin de indagar en estos candidatos, Global les ha pedido a tres colaboradores que nos escriban sus perfiles. Emil Chireno, en «Hillary Clinton: la eterna favorita», pondera la trayectoria de esta, sus inicios profesionales y su incursión en la política. Kurt William Hackbarth, en «Bernie Sanders: un candidato por 27 dólares», realiza un perfil del senador socialista cuya campaña ha hecho temblar a la elite política, financiera, empresarial y mediática estadounidense. Y José Luis Justes Amador, en «Trump o no Trump, esa es la cuestión», analiza la figura y el discurso del empresario norteamericano y sus actitudes xenófobas y machistas. Como es costumbre, en este número de Global también se abordan otras latitudes y otros temas. En «Doris Salcedo, perfil de una saboteadora», Vanessa Londoño analiza cómo el trabajo de la artista bogotana se relaciona con la reciente historia de conflictos en Colombia. En «Chile: nuevo destino de la diáspora dominicana», Frank Báez Evertsz analiza los aspectos migratorios que han influido en el crecimiento de la comunidad dominicana en la patria de Pablo Neruda. Mientras, en «La secta como patria», la poeta Rasha Omran nos presenta un testimonio sobre el conflicto sirio y cómo la secta alauí se ha servido de sus privilegios para aterrorizar e imponerse al resto de la población. Por otra parte, el argentino Christian Kupchik homenajea al gran escritor sueco Henning Mankell –autor de las series de novelas protagonizadas por el inspector Wallander–, quien falleció hace unos meses. Entrevistamos al pintor José Cestero a propósito del Premio Nacional de Artes Visuales 2015 que le fue otorgado, y Luis Beiro Álvarez nos presenta la última parte de su investigación sobre el cineasta Oscar Torres.


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Doris Salcedo, perfil de una saboteadora Vanessa Londoño Durante más de tres meses, el Guggenheim de Nueva York hospedó el trabajo de la artista bogotana Doris Salcedo, en una retrospectiva general de su obra. Recorrer la exposición era parecido a visitar una casa amueblada con los eventos recientes de la violencia en Colombia. Cada habitación contaba un episodio concreto de la guerra y era posible tropezarse con las viudas y los fantasmas que ha dejado el conflicto. Salcedo ha enfatizado que el espacio que crea su obra es un territorio de ficción. He aquí un perfil suyo que la vincula a la historia de Colombia.

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Henning Mankell: el legado del ángel impuro Christian Kupchik Henning Mankell llegó inesperadamente al mundo literario cuando aún el policial nórdico no era tomado en cuenta y revolucionó el género. Su poderosa obra narrativa (unas cuarenta novelas, obras de teatro y ensayos) tuvo su pico de popularidad con la creación del inspector Wallander, que incluso fue llevado a la pantalla por la BBC y por la televisión sueca. Pero Mankell fue mucho más que Wallander: también cuenta su pasión por África, sus cuatro matrimonios, el último con su verdadero amor, Eva Bergman –sí, la hija de Ingmar–, y una constante preocupación por el devenir del mundo.

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La secta como patria Rasha Omran ¿Cuál es el origen del conflicto que en Siria ha dejado un gran saldo de muertos y desplazado a casi la mitad de la población? ¿Cómo se instauró el régimen sirio? Estas son algunas de las preguntas que se intentan contestar en este artículo. Aunque más que un artículo, es un testimonio de una siria, una alauí, que intenta comprender la catástrofe que vive su patria y las razones de que su secta se haya servido de sus privilegios para aterrorizar e imponerse al resto de la población.


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Frank Báez

Emil Chireno

Sentado en La Cafetera, José Cestero, nos habla de su trayectoria como artista. Galardonado con el Premio Nacional de Artes Visuales 2015, el maestro Cestero –como generalmente se le conoce– aborda también del pasado de Santo Domingo y de sus artistas. También nos comenta de su entrega al arte y de cómo a pesar de su edad sigue levantándose temprano en la mañana a pintar. Admirador de Vincent van Gogh y pintor prolífico, es uno de nuestros grandes pintores y todo un monumento viviente.

Hillary Rodham Clinton es una de las figuras políticas que mayor interés ha suscitado en las últimas décadas. Hoy compite por segunda vez por la nominación presidencial del partido demócrata. Para entender su pensamiento y posiciones en distintos aspectos de sus propuestas de políticas públicas, repasamos de forma somera sus inicios profesionales e incursión en la política. Clinton, la eterna favorita de los círculos de poder norteamericano, ¿será la primera presidenta mujer de los Estados Unidos?

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Frank Báez Evertsz

Kurt William Hackbarth

Entre 2005 y 2015 un número creciente de dominicanos ha emigrado hacia Chile, pasando a ser esa nación el más reciente destino alternativo de la migración dominicana. Los migrantes dominicanos conforman apenas una reducida fracción de la inmigración total en Chile, aunque constituyen uno de los nuevos colectivos allí y de mayor dinamismo. La emergente comunidad dominicana presenta un predominio de las mujeres, se concentra en alto grado en la región metropolitana de Santiago de Chile y sobre todo se incorpora a nichos ocupacionales del sector servicios. ¿Se convertirá Chile en un destino importante de la diáspora dominicana?

Parecía un ejercicio quijotesco cuando el senador socialista Bernie Sanders lanzó su candidatura para la presidencia de los Estados Unidos en abril del 2015: sin dinero, sin el respaldo de un partido y sin un nombre ampliamente reconocido por el electorado, proponía oponerse a la poderosa maquinaria de la ex primera dama Hillary Clinton. Un año después, la campaña de Sanders ha mostrado una resistencia y un apego popular que ha hecho temblar a la elite política, financiera, empresarial y mediática del país. ¿Quién es Bernie Sanders y cómo ha logrado, en tan poco tiempo, reescribir el guion de la contienda?

Entrevista a José Cestero

Chile: nuevo destino de la diáspora dominicana

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Hillary Clinton: la eterna favorita

Bernie Sanders: un candidato por 27 dólares

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Oscar Torres en Cuba

Trump o no Trump: esa es la cuestión

Luis Beiro Álvarez

José Luis Justes Amador

Este artículo, segunda parte de una investigación sobre la figura y obra del director de cine dominicano Oscar Torres, presenta la estadía de este en Cuba y la realización de sus dos filmes más conocidos: Tierra olvidada y Realengo 18. Se sacan a la luz algunos datos inéditos que lo presentan como un intelectual comprometido con su país y su tiempo y se describe y ambienta su paso por la República Dominicana y su exilio definitivo en Puerto Rico.

A pesar de la opinión casi generalizada de que «el populismo ha llegado a Estados Unidos», el fenómeno de la meteórica ascensión de la candidatura política de Donald Trump a la presidencia de su país, requiere algo más que explicaciones simplistas. Su biografía ofrece claves para comprender su actual discurso. Lo más llamativo de su postulación es lo directo de un discurso basado en el ataque más que en la propuesta, en el populismo más que en el convencimiento, en el yo más que en el nosotros.

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Libros


Vanessa Londoño

Doris Salcedo, perfil de una saboteadora Durante más de tres meses, el Guggenheim de Nueva York hospedó el trabajo de la artista bogotana Doris Salcedo, en una retrospectiva general de su obra. Recorrer la exposición era parecido a visitar una casa amueblada con los eventos recientes de la violencia en Colombia. Cada habitación contaba un episodio concreto de la guerra y era posible tropezarse con las viudas y los fantasmas que ha dejado el conflicto. Una especie de domesticidad saboteada llena de gabinetes ciegos, zapatos impares y camas corroídas. Salcedo ha enfatizado que el espacio que crea su obra es un territorio de ficción. Se trata de un manifiesto sobre cualquier lugar del planeta en guerra, que no pertenece a ningún país en concreto. He aquí un perfil suyo que la vincula a la historia de Colombia.

Fotos: Fuente externa 6


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or teléfono, el magistrado Alfonso Reyes Echandía logró hablar a la radio: «Estamos secuestrados, con rehenes. Somos rehenes del M-19. Estamos en el cuarto piso del edificio de la Corte. Si no cesa inmediatamente el fuego, hay una hecatombe». Sin poder comunicarse con el presidente Belisario Betancur, Reyes tuvo que hablar a la radio para hacer una demanda ética de cese al fuego. La guerrilla del M-19 había burlado la precaria seguridad del Palacio de Justicia y dominaba militarmente las instalaciones; tenía secuestrados a los magistrados, los trabajadores y algunos visitantes ocasionales. Pero la reacción del ejército fue brutal y la demanda del cese al fuego, desoída. Al aire, Reyes Echandía hacía una triste predicción de la hecatombe que en efecto ocurriría: 94 personas murieron y otras 11 quedaron desaparecidas. Dos días después, el 8 de noviembre de 1985, el secretario general de la Presidencia de la República de Colombia le informó al presidente Belisario Betancur que la Alcaldía de Bogotá había recibido una solicitud para organizar una serie de movilizaciones de repudio al terrorismo. Pero el presidente Betancur se negó también a eso.

Fue la primera manifestación pública que conmemoraba a los muertos y que rechazaba lo sucedido En el Acta Número 177 de ese 8 de noviembre, consta que Betancur rechazó la solicitud hecha por la ciudadanía para salir a protestar, con el argumento de que el país debía evitar los actos públicos; y pidió, en cambio, que cualquier expresión de solidaridad se realizara por escrito. Un presidente de la República acudía a sus facultades legales para imponerse de forma arbitraria a los ciudadanos. Su decisión se entrometía en ese espacio individual del duelo, del derecho a rechazar los actos de terror y barbarie; del derecho

individual a gobernar ese ámbito irreductible del dolor que habita la conciencia y que no pertenece a la jurisdicción de un presidente. En cambio, nos obligó a «expresarnos por escrito», que es una de las formas más miserables del silencio y de la cobardía; un acto que resulta inapelablemente opuesto al repudio, al grito público, y que terminó por anularnos como cuerpo colectivo de una sociedad. Al presidente Betancur lo han perseguido desde entonces los fantasmas del vacío de poder frente a la toma del Palacio de Justicia, así como un extraño pacto de silencio porque ni él ni los militares que dirigieron la operación han contado qué fue lo que realmente ocurrió. La desproporcionada respuesta del Estado para combatir a 35 guerrilleros incluyó el empleo de mil hombres y dos escuadrones de cuatro tanques cascabel; y fue esa decisión, más que la propia toma, lo que terminó por arrasar el Palacio, tras dos días bajo las llamas. A este hecho en Colombia se le conoce como el Holocausto, y no es para menos. El resultado fue siniestro: todas las personas que estaban allí ese día murieron. Esto incluía una generación de brillantes magistrados que dejó prácticamente huérfana a la justicia, así como estudiantes, trabajadores y visitantes ocasionales: 94 en total. Casi todos los cuerpos fueron encontrados calcinados, y hay 11 personas a las que se les ha venido postergando la muerte desde entonces porque tienen un estatus peor: el de desaparecidos. La mayoría de los empleados de la cafetería del Palacio y una guerrillera, Irma Franco, fueron captados por las cámaras de los noticieros saliendo del lugar, escoltados por las fuerzas militares hasta la Casa del Florero, pero nunca se supo qué pasó con ellos. De acuerdo a la Comisión de la Verdad, «el tratamiento que recibieron diferentes personas que salieron con vida del Palacio obedeció a que fueron consideradas miembros o colaboradores del grupo guerrillero que realizó el asalto. Estas consideraciones se sujetaron a criterios totalmente arbitrarios, superficiales y deleznables». En otras palabras, según la Comisión de 7


Detalle de la obra Plegaria muda, exhibida en el Guggenheim de Nueva York

la Verdad, los desaparecidos fueron considerados guerrilleros simplemente porque parecían pobres, y eso bastó para torturarlos y esconderlos aún hoy. Las cintas de esas grabaciones se han visto millones de veces, sus películas se han retrocedido y vuelto a retroceder hasta el punto en que se los ve salir con vida. Betancur ignoró las súplicas del magistrado Reyes Echandía. Es posible, como dijo el propio García Márquez, que no tuviera control de la situación por un posible golpe militar. El nobel lo llamó desde París para suplicarle que detuviera la retoma, pero la de Gabo fue otra de las tantas voces ignoradas. Hasta hoy, Betancur se ha limitado a pedir un perdón estéril de significado y de relevancia histórica, porque sigue sin dar explicaciones concretas. Ignoró la importancia del gesto público del duelo, y a los colombianos la falta de conmemoración colectiva se nos volvió costumbre. Desde entonces quedamos impedidos para reaccionar y nos dedicamos a usar la indiferencia como método de supervivencia. ¿Qué se puede esperar de una sociedad a la que, ante la peor masacre pública de su historia, le prohíben salir a las calles? 8

Eso, hasta el 6 de noviembre del 2002, cuando Doris Salcedo cubrió la fachada del edificio del Palacio de Justicia con sillas vacías que se descolgaban desde el techo: cada una puesta a la hora aproximada en que, según la autopsia, murieron las víctimas. La instalación de gran formato, meticulosa, perfeccionista y al aire libre ocurrió veintisiete años después de los hechos. Fue la primera manifestación pública que conmemoraba a los muertos y que rechazaba lo sucedido. Veintisiete años duró la censura que nos impuso Betancur. Fue la primera vez que alguien se atrevía a escarbar debajo del tapete de la sala para exponer los hechos y hacerlos públicos; porque ese fue el lugar al que Betancur había condenado a los muertos y a los desaparecidos durante todo el tiempo. El hecho de la censura es de una torpeza sin precedentes. Cuando Salcedo habla de la toma, se echa para atrás y tuerce los ojos hacia arriba, movida por la frustración: «El ejército sabía –dice, enfática–, estaba informado de que esto iba a pasar y permitió que pasara, sin embargo, emprendiendo una retaliación brutal». Y es cierto. El país entero sabía que la toma estaba anunciada, las amenazas eran evidentes, y has-


Detalle de Atrabiliarios, exhibida en el Guggenheim de Nueva York

ta los periódicos lo habían registrado en primera plana días antes de que ocurriera. Pero el ejército no hizo nada para evitarlo y, en cambio, respondió de manera desproporcionada; mientras, Betancur y sus ministros censuraban la prensa y transmitían, insólitamente, un partido de fútbol por televisión.

La saboteadora Doris Salcedo nació en Bogotá en 1958, un número bifronte que casualmente tiene los mismos dígitos de «1985», el año de la toma. Todo en ella es un artificio, un milagro que desafía el tiempo, la técnica y la física. Estudió arte en la Universidad Jorge Tadeo Lozano y realizó una maestría en escultura en la Universidad de Nueva York. La tarde del 6 de noviembre de 1985 fue testigo de los hechos del Palacio de Justicia mientras estudiaba en la Biblioteca Luis Ángel Arango, a pocas cuadras del Holocausto. Su trabajo ha sido de arqueología de la memoria y del duelo. Con su intervención en el Palacio de Justicia removió las piezas necesarias de la indiferencia y cambió el curso con el que los colombianos enfrentamos la historia. Poco después, la

Corte Suprema de Justicia, por primera vez, se impuso la tarea de reconstruir lo sucedido y conformó una Comisión de la Verdad para tratar de explicar, paso a paso, lo que Betancur y los militares nos han dejado sin saber. Luego, empezaron los juicios y, de forma progresiva, la sociedad se fue involucrando moralmente para estudiar, escrutar, condenar y desempolvar los hechos. En el año 2007, el Tate Modern de Londres la convocó para que interviniera el espacio del museo. Sir Nicholas Serota, su director, dice que la primera batalla fue la de convencer a la directiva para que permitiera que un espacio con apenas cinco años de antigüedad y construido a un costo público infinito, fuera partido en dos, en una forma que sería definitiva y con un daño irreparable. El resultado fue Shiboleth, una grieta en el piso del Museo que todavía persiste en forma de cicatriz, como las ausencias que permanecen; y como si la obra hubiera sido pensada para resistirse al tiempo. La grieta que partió literalmente el piso del museo en dos habla de la segregación de los inmigrantes que cruzan las fronteras y de la discriminación que sufren por ser portadores de un caos inherente que estorba a la pulcritud y 9


el perfeccionismo del primer mundo. Shiboleth es una palabra ritualista extraída de la Biblia, usada entonces para discriminar la otredad de alguien que no tiene una pronunciación «correcta». La grieta, impoluta, que no admitía rastros de quienes la elaboraron, impedía por sí misma ser objeto de un proceso de deducción para determinar cómo fue hecha: al piso del museo lo devastaba una grieta aun cuando el edificio y sus cimientos estaban intactos. Salcedo fue la primera artista no europea en exponer en el Tate Modern, pero a una semana de la inauguración, cuando la totalidad de los integrantes de su taller estaban trabajando a tiempo completo en esa «escultura», una (otra) masacre ocurrió en Colombia. Once diputados departamentales del Valle del Cauca, que habían estado secuestrados durante más de cinco años, fueron asesinados. A pesar del monumental trabajo que hacía en Londres, Doris encendió 24,000 velas perfectamente organizadas en la plaza Simón Bolívar, en el centro de Bogotá. La intervención se llamó Acción de duelo. Ella misma se describe como una doliente y, en consecuencia, va vestida casi siempre de negro. Salcedo ha dicho muchas veces que su obra existe en ese momento de presencia silenciosa del espectador frente al dolor. La vocación de esta no puede ser más que pública, porque busca precisamente recuperar ese espacio colectivo del duelo. Si Betancur nos quitó el derecho a manifestar el dolor, Doris nos lo ha devuelto; o por lo menos, nos ha enseñado de nuevo a ejercer el ritual. La obra de Doris Salcedo roza la paradoja y el sabotaje. En el 2004, Neither, expuesta en el White Cube de Londres e inspirada en Guantánamo, consistió en una malla de alambrado rellenada en sus espacios vacíos con adobe para pared. La combinación de dos materiales que tienen en apariencia una oposición formal creaba una materialidad nueva que era capaz de expresar, también, una realidad nueva. Salcedo ha dicho que esa escultura se refiere al absurdo de perder la intimidad (pared) en la cárcel (malla). El detalle de la ambigüedad entre el adentro y el afuera recal-

ca que todos tenemos derecho a una intimidad, a un lugar para estar. En 2005, en Turín (Italia), construyó una pared invertida, de arriba abajo, que parecía oponerse a la ley de gravedad por el artificio de aparentar que flotaba. Abyss (2005), o la antiarquitectura, enfatizaba el carácter opresivo de la arquitectura como documento fijo, inalterable; las mismas características que tiene la ley según la obra de Kafka. Abyss es precisamente eso: el peso del poder, en bloque, que cae de arriba abajo.

Retrospectiva de la obra Durante el verano del 2015, el Guggenheim de Nueva York inauguró una retrospectiva de la obra de Salcedo: tal vez el logro más importante que un artista contemporáneo pueda alcanzar en vida. La exposición, distribuida entre las distintas salas del museo, daba la impresión de una visita a una casa familiar. Cada una de las habitaciones recogía un evento reciente de la violencia en Colombia, con la constante intervención de objetos domésticos y de artículos personales; como si esos enseres mutilados, impares y reformados amueblaran un lugar lleno de orfandad.

La obra de Doris Salcedo roza la paradoja y el sabotaje

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Las sillas vacías del Palacio de Justicia adquirían una nueva dimensión: la visita comprensiva a la obra de Salcedo lograba mostrar que los objetos domésticos en su obra cumplen la función de reemplazar a los sujetos. El desasosiego que genera una silla vacía y silenciosa, o el que produce un mueble doméstico intervenido con la única intención de distorsionar su funcionalidad, de hacerlo inservible, crean ese estado de ansiedad y de incomprensión que deja la guerra. Las mesas, las sillas, las cajoneras, los armarios adquieren una cualidad antropomórfica y parecen terminar en muñones desmembrados. A veces son forzados a emparentar de manera artificial entre


La artista colombiana Doris Salcedo. Fotograma de un documental realizado por el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago

unos y otros para anularse. El Guggenheim ha exibido Plegaria muda, Atrabiliarios, La casa viuda, Dismembered, Thou-less, Unland, A flor de piel, y dos colecciones de trabajos sin nombre desarrollados por Salcedo a partir de los noventa. Todas estas piezas tienen, además, un componente único y distintivo de la obra de Salcedo: en su mayoría están cubiertas o intervenidas por materiales orgánicos: pelo, resina animal, huesos, como aludiendo a que el sustrato de la memoria se aniebla y que la naturaleza también se recicla y se cura. No se le quedó ningún episodio violento por tratar: las desapariciones en el gobierno de Uribe (falsos positivos), las masacres perpetradas indistintamente por la guerrilla, los paramilitares o el ejército; las matanzas de las bananeras; el brutal ataque a una enfermera que fue crucificada en pleno Parque Nacional de Bogotá. El territorio de ficción de su obra lograba unirse a otras tragedias, ocurridas también en los Estados Unidos, y que reivindicaban la idea de que el dolor es una patria universal. A flor de piel logró otro imposi-

ble: pétalos de rosa que se unen mediante suturas el uno al otro, hasta completar una gran manta. A la distancia, se aprecia el artificio horroroso de transmutarse en carne. Esta última obra de Salcedo usa el mismo recurso que la primera intervención pública que hizo en su carrera. Hace pocos días, la Fiscalía General de la Nación comprobó que el asesinato de Jaime Garzón, uno de los humoristas y periodistas más importantes de la historia reciente en Colombia, fue un crimen de Estado. En el año 2000, Salcedo cubrió con rosas rojas invertidas la distancia recorrida por Garzón de su casa al punto en que fue asesinado. La artista ha dicho que solo la imagen de lo imposible puede dar forma al dolor de la pérdida. En una obra que viene trabajando desde el 2013, Palimpsesto, hará llorar las piedras. Vanessa Londoño López es egresada de Derecho del Colegio Mayor de la Universidad del Rosario de Bogotá. Aspira a una maestría en Bellas Artes de la Universidad de Nueva York.

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Christian Kupchik

Henning Mankell: el legado del ángel impuro Henning Mankell llegó inesperadamente al mundo literario cuando aún el policial nórdico no era tomado en cuenta y revolucionó el género. Su poderosa obra narrativa (unas cuarenta novelas, obras de teatro y ensayos) tuvo su pico de popularidad con la creación del inspector Wallander, un personaje algo agrio y hermético, aunque noble, que incluso fue llevado a la pantalla por la BBC y por la televisión sueca. Pero Mankell fue mucho más que Wallander: también cuenta su vida y pasión africana como director del Teatro Avenida de Maputo (Mozambique), su soledad rotunda e imperturbable, apenas matizada por cuatro matrimonios, el último con su verdadero amor, Eva Bergman –sí, la hija de Ingmar–, y una constante preocupación por el devenir del mundo, al que observaba con tanta acritud como su alter ego.

Fotos: Efe, Getty Images, fuente externa 12


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ay tipos así. Hombres cuyas vidas son gemelas a la de esos barcos mercantes con nombres encantados; vidas como navíos que surcan los mares con aire cansino sin mayor ambición que la de perderse de vista. Hombres de voz mineral y manos áridas que, sin embargo, seducen el aire que tocan. Un tipo así fue Henning Mankell (Estocolmo, 1948-2015). Cuando tenía nueve años, camino a la escuela una gélida mañana de invierno, lo sorprendió una revelación que le cayó con la fuerza de un rayo eléctrico: «Yo soy yo y ningún otro. Yo soy yo». Esta certeza inesperada ya no se le borró. Y, sin embargo, fue él y fue otros, muchos otros, aunque uno en particular que nació en 1990: el comisario Kurt Wallander, quien apareció por primera vez en su novela Asesino sin rostro, que daría inicio a una exitosa serie en donde se mezclaba la intriga con problemas políticos y sociales. Las experiencias del comisario encontraron rápidamente eco: fueron traducidas a más de 40 idiomas.

Al igual que su comisario, no era un tipo particularmente simpático Más allá de su éxito comercial, en lo formal acabaría por renovar el policial nórdico, género que en Suecia recién se impuso a mediados de los años 60 del siglo pasado gracias a la obra de la pareja formada por Maj Sjöwall y Per Wahlöö. Ellos tomaron el policial para demostrar las fisuras del welfare state (Estado de bienestar) que caracterizó a las sociedades nórdicas. El buen Mankell los adoptó como padres literarios –lo que nunca ocultó, con gran honestidad intelectual– y vino a desdoblarse en Wallander, como mucho tiempo antes Georges Simenon se desdobló en el inspector Maigret. Y al igual que Simenon, el sueco también se desplegó en otros para darle una voz a los desposeídos de África. Y tampoco únicamente. Así, Mankell fue él, ningún otro.

El misterio de un beso Mucho antes de asumir las curvas y sinuosidades de su camino, Mankell tuvo una historia que ocultar. Su madre abandonó a la familia cuando él tenía un año, de modo que fue su padre, juez de profesión, quien debió hacerse cargo de él. Los Mankell fueron a vivir a un pueblo del remoto norte en el intento de olvidar el abandono. El pequeño Henning fue criado por su hermana mayor y por una abuela que le enseñó a leer y escribir. Su abuelo, músico, le transmitió el amor a la música que muchos años después compartiría con el comisario Wallander. A los quince años, Mankell dejó la escuela y, cumpliendo con el rito de iniciación propio de los vikingos, se embarcó en la marina mercante. La sed de aventura que esperaba fue un fiasco, ya que los destinos de su carguero eran tan poco interesantes como el puerto de Middlesbrough, un oscuro punto de Inglaterra donde atracó quince veces. Luego pasó un año en París, adonde llegó con dolor de muelas y doscientos francos en el bolsillo. Durante un tiempo se ganó la vida arreglando clarinetes, un trabajo que sabía hacer con los ojos cerrados gracias a los conocimientos heredados de su abuelo. Después, a los veinte años, escribió una obra de teatro y logró estrenarla, y a partir de ahí decidió dedicarse a la dramaturgia, tanto para escribir como para dirigir. Secuestrado por la sorpresa, descubrió con auténtico asombro que se podía ganar algún dinero con ello. A la vez que se desarrollaba en la profesión, el joven Mankell sintió una nueva revelación al llegar a África en 1973: primero Guinea Bissau, donde descubrió el hermoso archipiélago de las Bubaque («Un paraíso, tal vez demasiado paradisíaco para mí»), luego Zambia, y más tarde casi todo el continente. Existe una foto de Mankell de los años 70 donde se lo ve sosteniendo una cría de cocodrilo entre las manos. Llegó un momento en que su existencia también se partió en espacios. Al final de su vida pasaba medio año en Mozambique, donde era director 13


del Teatro Avenida de Maputo, y el otro medio año en su casa de Suecia, frente al mar. «Aprendo más de la condición humana si vivo con un pie en la nieve y otro en el polvo», solía decir. Aun cuando sus novelas de temática africana no tuvieron la misma adhesión que Wallander (y habría que rescatar otras, como la excelente Profundidades, una historia intimista –también de desdoblamientos y búsquedas– que transcurre en el pasado sueco), Mankell sabía encontrar otra mirada en esa realidad. En una oportunidad, durante un encuentro en Buenos Aires, llegó a confesar una historia que juzgó como menor pero que aparece al mismo tiempo como una epifanía significativa. «Cierta vez –dijo– estando en una isla africana, posiblemente Zanzíbar, caminaba por la playa cuando advertí que me seguía un grupo de niños, chicas y chicos de unos 10 u 11 años. Me detuve y les pregunté si necesitaban algo. Al principio, tímidos, no respondieron, pero luego uno de ellos, el más pequeño, me preguntó si podía explicarles algo. Les dije que lo intentaría. Entonces, el pequeño dijo: “¿Qué es un beso?” Les parecía que en Occidente eso era muy habitual, así lo veían en las películas, pero en su cultura esa manifestación no existía». Mankell dijo que intentó explicarlo de algún modo, pero se dio cuenta de que tampoco podía. Volvió al hotel, un tanto frustrado, y observó los carteles publicitarios de marcas famosas que se acumulaban frente a su ventana. «Pueden saber el nombre de un auto que jamás habrán de tener, un perfume o un reloj, pero no saben lo que es un beso». El tesoro que esconde esa pregunta sin respuesta, es a la vez una despedida y la mejor forma de encontrarlo...

línea Oslo-Copenhague. En primavera se sentaba en el patio a escuchar el canto de un mirlo (todo buen aficionado a la ópera, y Mankell lo era, oculta a alguien que se ha pasado la vida escuchando a los pájaros). La casa estaba sobre un promontorio barrido por el viento, y muy a menudo Mankell tenía la sensación de vivir en un barco zarandeado por la tempestad. Al igual que su comisario, no era un tipo particularmente simpático. Todo lo contrario. Respondía como perdonándole la vida a su interlocutor, dejando claro que si lo hacía era porque no resultaba mucho más atractivo lo que tenía por delante. Dueño de un carácter gélido y algo hosco, había logrado cierta reputación por las formas poco diplomáticas que tenía de dirimir lo que consideraba «preguntas estúpidas», tanto de periodistas como de lectores. En más de una ocasión abandonó una conferencia de prensa o un encuentro con sus seguidores por no soportar lo que estaba oyendo.

«El paisaje más hermoso que conozco es el rostro de mi mujer, Eva», comentaba a quien quisiera escucharlo

Wallander: el otro yo que no era él Henning Mankell nunca vivió en la ciudad de Ystad ni en la región sueca de Skåne, donde pasó sus días su alter ego. Lo hizo, en cambio, en un pueblo costero a unos 80 kilómetros al sur de Gotemburgo, en la costa oeste del país. Por las noches veía las luces de los barcos que hacían la 14

No obstante, Mankell, al igual que Wallander, tenía un fondo de decencia indestructible que impulsaba a perdonarle todo, desplantes y malas maneras incluidas. En 1987, cuando se puso a escribir su primera novela policíaca, encontró el nombre de Kurt Wallander en una guía de teléfonos y ya no lo abandonó. Todos pensaron que Wallander era Mankell y Mankell era Wallander, pero la identificación no le hacía demasiada gracia al autor. Como es habitual en casi todos los detectives de ficción, Wallander bebe demasiado y come muy mal. Tiene una hija, Linda, también policía, a la que no logra entender y con la que no tiene el mejor de los tratos. Su vida amorosa, por otro lado, tampoco es muy envidiable: su mujer,


Mona, lo dejó, y Wallander jamás se repuso de ese abandono (al igual que Mankell, es posible imaginarlo, nunca pudo superar la orfandad a la que lo condenó su madre). A lo largo de veinte años, a Wallander solo se le ha conocido un amorío con una fiscal casada que no quiso dejar a su familia, y luego otra relación con una mujer letona, Baiba, que tampoco terminó bien. En su primera aparición, en uno de los relatos de La pirámide, Wallander es un joven policía de veintiún años al que un sospechoso le asesta una cuchillada. En la última novela, El hombre inquieto, ya siendo un abuelo sesentón, empieza a sufrir los síntomas del mal de Alzheimer, la misma enfermedad que aquejó a su padre, ese extraño pintor de un único paisaje mil veces repetido en todos sus cuadros. «Creo que nunca hubiésemos llegado a ser buenos amigos Wallander y yo, somos muy diferentes. Jamás lo hubiera invitado a cenar, por ejemplo»,

declaró luego de publicar esa novela. Sin embargo, a la hora de rescatar alguna virtud del comisario, luego de pensarlo un poco, Mankell resaltaba el hecho de que nunca dejaba de escuchar y de hacer preguntas, a sí mismo y a los demás. Aun así, de cualquier modo resulta evidente que, al igual que Conan Doyle con Holmes, Mankell ya estaba harto de Wallander. «El día que ya no exista, no voy a echarlo de menos», sentenció. Muy probablemente era verdad.

Gritos y susurros En Suecia no demoraron en confirmar el carácter bergmaniano de las novelas de Mankell, a pesar de lo caprichosa que podía resultar la comparación. Y aun cuando este rasgo solo se aplicaba a su obra, se sospechaba que había algo más. Cierto día, en Tombuctú (Malí), Mankell vio a una joven sueca leyendo absorta a la luz de una de las pocas farolas que había en la calle. Lejos estaba 15


de suponer que esa joven era Eva Bergman, una de las hijas del cineasta Ingmar Bergman. Entonces supo que su fascinación por África cobraba un sentido. En 1998, tras tres matrimonios fallidos, el novelista se casó con ella. «El paisaje más hermoso que conozco es el rostro de mi mujer, Eva», comentaba a quien quisiera escucharlo. Como no podía ser de otro modo, Mankell llegó a tener una relación muy estrecha con su suegro, quien lo consideraba una especie de hermano menor. A menudo acudía como invitado a ver películas en la sala particular que Ingmar poseía en su casa de la isla de Fårö (esa sala, que daba al mar, aparece en su último film, Saraband). Mankell contó que Bergman le hizo cientos de comentarios sobre todas las películas que vieron juntos, pero por desgracia nunca llegó a anotarlos, y muchos de ellos ni siquiera a memorizarlos. Lo que sí hizo fue escribir una serie para la televisión sobre la vida de su suegro, un proyecto asimismo frustrado puesto que no llegó a filmarse. De todos modos, el escritor –como casi todo el mundo en Suecia, por otra parte– guardaba no solo respeto, sino también una admiración casi reverencial por la obra de su suegro. Y pudo admitir que quizás sí adoptó ese tono frío, desolado, tormentoso, pero también bello como una breve tarde de verano, que aparece en el cine de Bergman.

costa. Comienzan entonces las peripecias de esa intrépida joven: se enrola como cocinera en un barco rumbo a Australia, pero antes de llegar a su destino desembarca en Lourenço Marques (la actual Maputo) y, enferma, recala en O Paraiso, el burdel más famoso de la región. Cuando llega, está muy lejos de imaginar que será ella quien acabará regentando el prostíbulo.

Mankell se refiere a la «lucha silenciosa para sobrevivir a las arenas movedizas»

El espejo retrovisor Una de las últimas novelas de Mankell fue Un ángel impuro (2012). Ya desembarazado de Wallander, el autor da cuenta de un hecho ocurrido una década antes. En el 2002, un hombre se encuentra con un viejo cuaderno en la habitación del que antaño fuera el lujoso África Hotel, en la ciudad mozambiqueña de Beira. En la tapa del cuaderno hay un nombre y una fecha: «Hanna Lundmark, 1905», pero el cuaderno está escrito en una lengua que desconoce. En 1904, casi un siglo antes de este extraño hallazgo, una mujer del interior de Suecia desea para su primogénita, Hanna, una vida mejor, por lo que decide enviarla a casa de unos parientes que viven en la 16

Mankell tiene mucho de ese «ángel impuro» que necesita mirar hacia atrás para seguir avanzando, sin verdades absolutas, sin falsos axiomas. Todo viaje lleva a lo inesperado, y esa imprevisibilidad solo se conjuga con un repentino giro a la historia que vamos escribiendo (o creemos escribir) sobre nosotros mismos. Esa es la lección que parece querer transmitir Henning Mankell, aunque con un gesto de tedio pretende indicar que no tiene lecciones que administrar: lo fundamental siempre está un paso por delante. El 16 de diciembre del 2013 Mankell sufrió un accidente de auto. El día de Navidad despertó con lo que pensó era una tortícolis, y en los días sucesivos el dolor se extendió de manera extraña. El 8 de enero del 2014, una mañana fría y nevada, fue al hospital y tras unas radiografías le diagnosticaron un tumor cancerígeno en el pulmón izquierdo con metástasis en la nuca. Al salir del hospital vio a una niña saltando feliz sobre un montículo de nieve y al instante supo que iba a hacer lo mismo que ella: seguir saltando como lo hacía durante su infancia en un pueblo perdido en el norte de Suecia. Esa fue la idea que se le ocurrió para enfrentar la enfermedad: debía contar ese duelo con la muerte desde la perspectiva de la vida. El resultado fue Arenas movedizas (2015), un libro donde la vida es una suerte de rompecabezas


con historias que se entretejen en silencio acerca del porvenir de una persona. Como era de esperarse, el proceso no fue sencillo. Desde el mismo momento en que conoció su diagnóstico, Mankell vivió un verdadero descenso a los infiernos por la «certeza paralizante» que le produjo conocer la noticia de saberse víctima de una enfermedad grave e incurable. Durante un período de diez días y diez noches debió luchar contra el temor a quedar inmovilizado por el miedo, que lo amenazaba con destruir toda su capacidad de resistencia. Mankell se refiere a la «lucha silenciosa para sobrevivir a las arenas movedizas». Tras superar el impulso de rendirse, comenzó a leer libros sobre pantanos y descubrió así que el relato sobre esas masas de arena capaces de arrastrar consigo a un hombre y matarlo era un mito: «Todas esas historias que se cuentan y lo que describen son una invención». Desde un primer momento supo que su último opus estaría dedicado a Eva, su gran amor, pero es también un homenaje a la memoria de un panadero romano llamado Terentius Neo y su mujer, quienes murieron sepultados tras la erupción del Vesuvio, en Pompeya. Terentius se hizo retratar sosteniendo un rollo de papiro en la mano, en tanto que su mujer –bella y serena, de pie a su lado– sostenía un estilo para escribir y una tablilla de cera. «Dos personas que parecen tomarse la vida muy en serio», escribió Mankell sobre ellos. También él se tomó la vida muy en serio, con un pie en la nieve y otro en el polvo, aun cuando sabía que acabaría por terminar entre cenizas y lava ardiente. «Puede que no me atreviera a pensar en el futuro. Era territorio incierto, minado. Así que volvía continuamente a la infancia», escribe. Pero no únicamente. También, muy en su estilo, este libro-testimonio que escribió presenta una procesión de episodios de primeras voces y sus sombras. Lo asocia con un «espejo retrovisor», como él lo llama, en el que mira atrás para seguir avanzando. La obra incluye asimismo denuncia política y social sobre el legado que dejará esta civilización a la humanidad: no será ninguna de las grandes

Eva Bergman junto a Henning Mankell

obras, ni Miguel Ángel, ni Dante, ni Mozart, sino los residuos nucleares enterrados en el fondo de alguna montaña sueca jugando con la memoria del futuro, con el riesgo paradójico de que, según Mankell, el último recuerdo que entregue el ser humano será este: «Que nadie recuerde nada. Lo último que dejaremos detrás de nosotros es algo que escondemos para que nadie lo encuentre». Christian Kupchik nació en Buenos Aires, donde vive actualmente, aunque estuvo radicado en París, Barcelona, Estocolmo y Montevideo durante más de veinte años. Cursó estudios de Filología Nórdica en la Universidad de Estocolmo. Como periodista cultural, ha colaborado con diversos medios europeos y latinoamericanos. Además, ha publicado cinco libros de poesía (uno de ellos en sueco), narrativa, ensayo y compilaciones sobre literatura de viajes publicadas por la Editorial Planeta de Buenos Aires. En la actualidad, codirige la revista Siwa, dedicada al estudio de Literaturas Geográficas y premiada en el 2012 por el Fondo Nacional de las Artes.

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Rasha Omran

La secta como patria ¿Cuál es el origen del conflicto que en Siria ha dejado un gran saldo de muertos y desplazado a casi la mitad de la población? ¿Cómo se instauró el régimen sirio? Estas son algunas de las preguntas que se intentan contestar en este artículo. Aunque más que un artículo, es un testimonio de una siria, una alauí, que intenta comprender la catástrofe que vive su patria y las razones de que su secta se haya servido de sus privilegios para aterrorizar e imponerse al resto de la población.

Fotos: Fuente externa 18


A

través del teléfono y de Facebook solía comentar con mis amigos y familiares de Damasco y Tartus los acontecimientos de Túnez. A todos nos alegró ese extraordinario episodio de la historia árabe. Juntos seguimos las noticias de la revolución egipcia, hora a hora, como si estuviésemos en la plaza Tahrir, y juntos elevamos nuestras copas para brindar cuando se anunció el final de la presidencia de Hosni Mubarak. Juntos expresamos nuestro enojo por la violencia brutal del régimen de Muamar Gadafi. A medida que las revoluciones se propagaban de un país árabe a otro, éramos como alguien que se llena de alegría al darse cuenta de que sus sueños finalmente se están cumpliendo; un gran cambio se estaba produciendo, y las estancadas y turbias aguas del mundo árabe se renovaban. En esos días solíamos intercambiar puntos de vista sobre la posibilidad de que la rebelión alcanzara a Siria, donde las condiciones políticas, económicas y sociales eran insostenibles. Nos preocupaba sobre todo la manera en que el régimen había coartado la libertad de opinión, de prensa y de organización política. Mis amigos, mis parientes y yo deseábamos que todo esto cambiara.

Cuando escribo «mis amigos y familiares» me refiero a una porción muy específica de la comunidad alauí Entonces llegó el 18 de marzo del 2011. Tras la detención de un grupo de niños que habían escrito consignas («El pueblo quiere la caída del régimen») en los muros de su escuela, la provincia de Daraa explotó en protestas. En ese momento estaba en Marruecos participando en un festival de poesía. Seguí las noticias por el cable y a través de Facebook, donde me mantuve en contacto con mi hija menor y mis compatriotas. Inmediatamente surgió el primer mártir, empecé a escribir sobre la violencia desatada durante esos

hechos. Escribía desde Marruecos, criticando el régimen sin pensar en las consecuencias. Temía que la sangre derramada en Daraa trajera más sangre. Libia se estaba quemando entonces, y yo temía que lo mismo empezara a suceder en Siria. Escribí lo que escribí en mi página de Facebook, y nunca se me ocurrió mirar las reacciones de mis amigos y familiares en Tartus ya que suponía que estaban de acuerdo conmigo. En cualquier caso, yo estaba más pendiente de los noticieros, mirando la página de mi hija todos los días y advirtiéndole constantemente que no asistiera a ninguna protesta hasta mi regreso. Recordaba cómo en una manifestación de solidaridad a favor del pueblo libio, frente a la embajada de Gadafi en Damasco, las fuerzas de seguridad sirias nos rodearon, nos humillaron y hasta apresaron a algunos jóvenes. Mi hija estaba conmigo ese día y se dedicó a provocar a los policías de seguridad con lemas como «El que mata a su gente es un traidor» y «El que oprime a su pueblo es un traidor». Cuando el 25 de marzo regresé a Damasco, mi hija y un grupo de sus amigos fueron a una protesta en el centro de la ciudad. La detuvieron en el corazón de la manifestación. Me enteré de su arresto en Facebook. Durante días viví con un miedo que no había experimentado antes, repasando en mi cabeza todas las historias que alguna vez había leído o escuchado sobre las precarias condiciones de las cárceles sirias y de los abusos cometidos en estas. Estaba segura de que no iba a ver a mi hija en mucho tiempo. Posteriormente, ella me contaría que tan pronto el oficial a cargo de la investigación –un hombre, como nosotros, de Tartus– se dio cuenta de quién era, le espetó: «¿Por qué se manifiestan contra el régimen que les protege?». «¿Me protege?» –replicó ella–. «¡Un régimen que detiene a jóvenes como yo! ¡Que asesina sirios!» «Sí –contestó el oficial–. El régimen está aquí para proteger a los alauitas como tú». El oficial me repitió lo mismo varios días después cuando me llamó para anunciar que podía recoger a mi hija en la división de seguridad. Por supuesto, es excepcional 19


que llamen a un familiar con el fin de entregar a alguien detenido durante una manifestación; la excepción se debía, por supuesto, a que pertenecemos a la secta alauí. En esos días el régimen todavía se preocupaba por guardar las apariencias. Tal vez calcularon que la detención de una joven alauí procedente de una familia reconocida podría causarles problemas. Esta fue mi primera colisión directa con la noción de «identidad», según la cual mi hija y yo constituíamos parte de un «nosotros», de un poder que protege a sus seguidores, un poder que debíamos seguir simplemente porque procedemos de la misma secta que los líderes del régimen. De acuerdo con esta idea, pertenecer a la patria grande no significa nada en absoluto, y la única manera de sentirse seguro es rendirle pleitesía a una secta. No es que ignorase los intríngulis del régimen. Conocía la naturaleza de sus estructuras políticas y sociales, y pensaba en ellas como una empresa mafiosa por encima de cualquier identidad sectaria, una mafia que haría cualquier cosa para mantener su dominio. Pero nunca imaginé que su corrupción llevaría a Siria a un punto tan bajo. Suponía que nuestra sociedad, a pesar de todo, estaba cohesionada y tenía cimientos que ayudarían a soportar cualquier crisis. Pero la ruina de los últimos años ha puesto de manifiesto una enorme debilidad nacional. Mi segundo choque con la noción de «identidad» ocurrió de la siguiente manera. Al poco tiempo de la liberación de mi hija, yo reflexionaba sobre el hecho de que solo un puñado de amigos y familiares de Tartus se había puesto en contacto con nosotras. De hecho, me di cuenta de que nadie en absoluto había llamado para preguntar o consolarme durante el período de detención de mi hija. Cuando finalmente abrí las páginas de Facebook de mis amigos y familiares de Tartus, me asombré de lo que vi. Las fotos de sus perfiles habían sido reemplazadas por imágenes de Bashar al-Assad o de su padre Hafez. Quedé impactada por su identificación simbólica con el régimen. No había pasado el tiempo suficiente para que la gente sopesara lo que acontecía

en el país y pudiera identificarse con una línea. Sin embargo, la realidad era que la sangre que fluía en las calles de Siria era derramada por el régimen. En tales circunstancias, era deber de todos construir su propia «identidad» a partir de los valores y principios humanos y universales, o así pensé, por lo que supuse que mis amigos y familiares también lo pensarían.

El miedo creció y floreció entre los sirios y se arrastró como una bestia entre ellos

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Cuando escribo «mis amigos y familiares» me refiero a una porción muy específica de la comunidad alauí. Mi pueblo, al-Malaja, una aldea de Tartus, pese a tener una población de no más de ochocientas personas, es considerado uno de los más educados de la provincia. La mayoría de los ciudadanos ha completado su educación superior, y entre ellos abundan los médicos, ingenieros y abogados, así como los escritores, los músicos y los artistas. Más importante aún, en las últimas décadas el pueblo ha sido testigo de un movimiento político y cultural de suma importancia, y de una amplia apertura social que, en el contexto sirio, podría catalogarse como progresista. Ningún compueblano ha trabajado para los servicios de seguridad o el ejército. De hecho, a lo largo de su historia al-Malaja se ha caracterizado (en términos de seguridad) como uno de los pueblos alauí de oposición, y es objeto de vigilancia constante por los cuerpos de seguridad del régimen. Pensé que las cualidades excepcionales de mi aldea servirían para protegerla de las actitudes tomadas por los pueblos vecinos y por la mayoría de los sirios, que alababan abiertamente al régimen, ya sea por miedo o por intereses personales. Sin embargo, la destrucción del país ha sido tal que hasta en mi aldea era imposible mantenerse al margen. No soy la única alauí en oponerse a la brutalidad del régimen y en disentir del discurso oficial.


La plaza Tahrir de El Cairo durante las manifestaciones de la Primavera Árabe

Cuando el periodista y novelista Samar Yazbek escribió en apoyo de la democracia y en contra de la propaganda estatal, se enfrentó a una campaña de difamación y a amenazas de muerte, e incluso fue repudiado públicamente por su familia y su pueblo. La actriz Alawi Fadwa Suleiman pasó el invierno del 2011 en la sitiada ciudad de Homs, en solidaridad con los habitantes sunitas que sobreviven bajo las bombas. Algunos alauitas se han unido al Ejército Libre y a los comités de coordinación local, y otros trabajan en secreto en la entrega de alimentos y medicinas a sus vecinos sitiados. Sin embargo, una clara mayoría de los alauitas se opone a la revolución y cree en el discurso oficial. Fui una de las firmantes de la primera declaración emitida dentro de Siria en contra de las mentiras de los acontecimientos en Daraa. La declaración y los nombres de los firmantes fueron transmitidos por noticieros nacionales e internacionales. Fue en este punto cuando estuve plenamente consciente del cambio radical de mis amigos y parientes. Recibí varias llamadas telefónicas donde me acusaban de traidora o simple-

mente me catalogaban de estúpida. Tras firmar la declaración, la elite cultural inició un boicot en mi contra. Como escribo generalmente para la prensa árabe, y en mi página de Facebook los comentarios eran subidos de tono, el boicot se convirtió en un ataque. Una larga lista de insultos se amontonó sobre mí, junto a amenazas de muerte y de aniquilación. Los que, hasta hacía poco, había considerado mis amigos más cercanos difundieron falsedades y mentiras sobre mi persona. Toda esta experiencia fue desconcertante, y me provocó reflexiones en torno a las causas, las raíces y las profundidades de este comportamiento. El concepto de las minorías surge tan pronto varios grupos elaboran historias sobre la opresión que la gran mayoría les hizo padecer. Estas historias se reflejan en el comportamiento de los miembros de cada minoría. Pasan a construir un caparazón alrededor de sí mismos que les impide el contacto directo con el otro, que obstaculiza los matrimonios y las asociaciones empresariales. También se fomenta el sentido de superioridad como una especie de compensación por la opresión histórica que supuestamente sufrieron. 21


Hafez al-Assad, presidente de Siria desde 1971 hasta su muerte en el año 2000

Debido a su tamaño, una comunidad mayoritaria no vive como una entidad integrada y armoniosa en términos de conducta y costumbres individuales, sino más bien como varias comunidades heterogéneas y dispersas, solamente conectadas entre sí por la religión, la secta o el grupo étnico. En el caso de una minoría, su número limitado la convierte en una entidad relativamente armoniosa y homogénea en términos de comportamiento diario. Esta armonía interna o cohesión es lo que le da su sentimiento de superioridad y de elevada autoestima, independientemente de las condiciones sociales, económicas y culturales en las que sus miembros puedan vivir. Los alauitas componen el doce por ciento de la población siria. Se les llamó originalmente Nusairis en honor al imán Muhammad Ibn al-Nusair al-Nimairi. La comunidad fue designada «Alauí» por los franceses, a quienes les resultaba difícil pronunciar la palabra «Nusairi». Los alauitas son considerados parte de las sectas «Shia ghullu» (extremistas) del Islam porque creen en la divinidad de Ali ibn Abi Talib, primo e hijo político del profeta Mohammed, y porque su religión es un sincretismo de muchas religiones y culturas. Otra 22

cosa que los distingue de otros musulmanes es el hecho de que no poseen una autoridad religiosa fija y no tienen libros impresos. Su religión se transmite de generación en generación, de boca en boca y a través de manuscritos. Al igual que otras minorías religiosas, han sido sometidos a lo largo de su historia a la persecución religiosa y política por imanes que emitieron fetuas al servicio del poder político. Las fetuas emitidas por Ibn Taymiyya contra los alauitas, declarándolos kuffar (no creyentes) y apóstatas , y permitiendo que fuesen masacrados, los obligaron a escapar de las ciudades cosmopolitas y retirarse a las montañas en lo que hoy es la costa de Siria y el Líbano. Esta retirada forzada y el temor de las fetuas los convirtieron en un pueblo aislado, de personas encerradas en sí mismas, que vivían con el temor de que su religión fuese descubierta. Y al igual que toda la gente del campo en Siria y en todo el mundo árabe, los alauitas sufrieron también la opresión de las clases urbanas. En marzo de 1963, un grupo de oficiales del ejército, pertenecientes a distintas sectas, puso en marcha un golpe de Estado en nombre del Partido Baaz. El golpe fue dirigido por tres alaui-


Bashar al-Assad, actual presidente de Siria, gobierna desde el 2000 tras suceder a su padre, Hafez al-Assad

tas: Salah Jadeed, Mohamed Omran y Hafez al-Assad. Lo siguió en 1970 un contragolpe de Hafez al-Assad. Llamó a su nuevo golpe Movimiento Correccionista, y a través de él se alzó con el poder absoluto, liquidando o encarcelando a sus colegas sin importar que fueran alauitas. En este punto, las fetuas fueron emitidas por el imán chita Musa Sadr, con sede en el Líbano, y por el jeque de Al-Azhar en Egipto, declarando a los alauitas como una rama del Islam chiita, y por lo tanto –dado que la Constitución de Siria afirma que el presidente debe ser un musulmán– calificado para gobernar. Hubo un cambio gradual en el comportamiento alauí entonces. Se volvieron más abiertos, se trasladaron a las ciudades y emprendieron el proceso de asimilación con los otros sirios, de manera voluntaria o por medio de las políticas demográficas impuestas por Hafez al-Assad. Y al igual que cualquier régimen autoritario que trata de garantizar la permanencia de su reinado, el régimen de Assad colocó deliberadamente a su secta dentro del aparato de gobierno, animándoles –especialmente a los hijos de las comunidades de las montañas escarpadas, donde la pobreza

extrema, la tierra seca y la falta de desarrollo los dejó sin otras opciones– a unirse a cualquiera de los servicios de seguridad o al ejército. Los vecinos de Qardaha, pueblo del Presidente, fueron los más reclutados. A medida que la familia Assad aumentó su prominencia y poder político, más y más jóvenes alauitas se fueron uniendo al aparato de seguridad del régimen. Por un lado, una carrera militar protegía a los alauitas del fantasma de la pobreza; por otro, se les dio un nuevo estatus social con el que distanciarse del fantasma de la persecución histórica. A principios de los ochenta, los Hermanos Musulmanes emprendieron una campaña de atentados y asesinatos. A esta campaña se sumó una dimensión sectaria dirigida específicamente contra los alauitas. Las imágenes de estos homicidios se mantienen frescas en las mentes de todos. Y Hafez al-Assad, asistido por su hermano Rifa’at, fue capaz de explotar esta batalla contra los Hermanos Musulmanes para reforzar su control total sobre la sociedad siria. Rifa’at sacrificó a muchos de sus rivales alauitas en este punto, culpando de sus asesinatos a los Hermandad. Los Assad eliminaron sin piedad cualquier figura de 23


autoridad alauí que potencialmente pudiera oponerse a ellos. En febrero de 1982, cuando militantes fugitivos se escondieron en la antigua ciudad de Hama, el régimen la destruyó en su totalidad a lo largo de dieciocho días, asesinando a 40,000 personas. La matanza se produjo a la vista de la comunidad internacional, que, sospechosamente, no hizo mucho al respecto. Este silencio fue una colusión criminal compartida por la mayoría de los sirios, que llevaban décadas sin decir nada. Después de esa matanza, el miedo gobernaba Siria. Hama es el lugar donde el tejido social sirio comenzó a deshacerse. Los sirios se dieron cuenta de lo sucedido, pero el miedo les impedía hacer nada para detenerlo. El miedo creció y floreció entre los sirios y se arrastró como una bestia entre ellos. Hafez al-Assad alimentaba con pericia los temores de los alauitas sirviéndose de la violencia de los Hermanos Musulmanes para sustentar su sentimiento de victimización histórica. Se fomentó un resentimiento oculto frente a la mayoría suní y hasta se llegó a suponer que cada miembro de esta mayoría era un miembro de la Hermandad o un simpatizante. El mayor de los Assad continuó fortaleciendo el poder alauí en los sectores de seguridad y de inteligencia mientras la corrupción administrativa se generalizó hasta que se convirtió en la regla más que en la excepción. La corrupción estaba directamente relacionada con las agencias de seguridad, debido a que la autoridad del oficial de seguridad más humilde superaba incluso la de un ministro. Mientras tanto, entre la mayoría de los sirios creció la idea de que cada miembro de la comunidad alauí era, inevitablemente, un agente de seguridad o un hombre de la inteligencia, o estaba relacionado con uno. Y, por supuesto, los que hicieron el trabajo en el aparato represivo estaban seguros de que su posición dependía de que el presidente fuese de su misma secta. Otro factor que fortaleció el apoyo al régimen fue su desarrollo temprano del campo, la electrificación de aldeas y la construcción de carrete-

ras y presas. En las zonas alauíes más remotas la población creía que recibía estas bendiciones del Estado simplemente por la pertenencia a su secta. El régimen alentó esta visión de «comunidad favorecida» entre los alauitas, instándolos a cursar una educación superior, enviándolos a estudiar al extranjero a costa del Estado y proporcionándoles oportunidades de empleo en la burocracia. Muchos no comprendían que tales oportunidades básicas eran sus derechos como ciudadanos. Naturalmente, en este escenario, el ciudadano ideal era el más cercano al sistema militar y de seguridad. Entre los alauitas, como entre las otras comunidades, la idea de ciudadanía disminuyó gradualmente para ser sustituida por la lealtad a la secta, a la familia, al clan o a una clase. La identidad nacional siria se desmoronó en fragmentos nacionales: cada una en aparente rivalidad con la otra. Para los alauitas, la secta proporcionaba tanto la identidad como los privilegios; poco a poco la secta se convirtió en la patria; un ataque a la secta significaba un ataque a la patria; la defensa de la secta era la defensa de la patria; el sacrificio por la secta era un sacrificio por el bien de la patria.

¿Entenderán que las tumbas de sus hijos, que aumentan día a día, no son más que un módico precio pagado por el régimen?

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Esta visión distorsionada de la patria fue reforzada diariamente por el régimen, que no permitía ningún tipo de protestas o de expresión de la sociedad civil. Las actividades cívicas podrían haber supuesto una diferencia cualitativa en la sociedad siria, o al menos podrían haber aliviado la cotidianidad, que se asemejaba a una muerte en vida. Permitir algún movimiento cívico hubiese provocado una reconsideración de la noción de ciudadanía, e inevitablemente habría cambiado la relación de los sirios con la patria y con los de-


rechos y deberes que implica conformar y construir un país. ¿Pero fue tal movimiento permitido por el régimen tiránico, por el régimen que gobernó Siria como si se tratara de una plantación familiar? Naturalmente, la respuesta es que no. El régimen era muy consciente de que un movimiento cultural que afirmara los valores de la ciudadanía daría lugar a la revolución en todos los niveles de la sociedad, y esto produciría su caída. Esta fue la eventualidad que el régimen trató de evitar a toda costa, y es por eso que prefiere fomentar una sociedad de bloques que compiten, cada uno demasiado temeroso de expresar en voz alta sus obsesiones. Cuando Bashar al-Assad sucedió a su padre Hafez, hubo un gran optimismo. Parecía que Bashaar estaba abriendo un poco la puerta a la sociedad civil, y cada sirio soñaba con que las cosas comenzaran a cambiar. Muchos ponían sus esperanzas en una reforma que saldría del corazón del propio régimen y esperaban la instauración de un comité nacional para estudiar los acontecimientos de los años ochenta y sus consecuencias negativas. Confiaban en que habría un nuevo contrato social para los sirios sobre la base de la ciudadanía y una participación

real en los asuntos de la patria. Por supuesto, la espera fue en vano. Lo que ocurrió en realidad fue la aniquilación total de los pocos grupos emergentes de la sociedad civil, un aumento de los poderes de las agencias de seguridad, una generalización cada vez más evidente de la corrupción, un aumento del favoritismo, el nepotismo y la exclusión, la marginación de grandes sectores de la sociedad siria y la casi eliminación de la clase media. Todo esto dio lugar a una desesperanza y a un sentimiento colectivo de resignación. Para muchos alauitas, la situación estaba bien siempre que sus vidas no estuviesen en peligro. Pero esto cambió rápidamente con el estallido de la revolución siria, cuando el régimen se movilizó sitiando esta en áreas específicas para así alienarla de los demás –los métodos tradicionales de divide y vencerás–. En un momento de la protesta pacífica, los medios estatales hablaron de que bandas armadas de takfiríes estaban asesinando soldados y agentes de seguridad (los patriotas honorables), y de que su objetivo era la guerra sectaria en Siria. Luego, pusieron en marcha operaciones de manipulación ideológica y se propagaron rumores entre los alauitas, recordándoles con renovada 25


intensidad su pasado de pueblo perseguido. El régimen también sacrificó algunos alauitas en áreas de fricción sectaria con el fin de asustar a los demás. De ese modo les hacía creer que los que se decían partidarios de la revolución eran en realidad asesinos sectarios con intenciones de venganza por lo ocurrido en Hama. En pocas palabras, el régimen dejó escapar el monstruo del miedo que había estado latente en la mente de los alauitas y reforzó el vínculo entre la patria y la secta, y entre su supervivencia personal y la supervivencia de la secta-patria. Y hoy los alauitas creen que están luchando contra la amenaza de la extinción personal, sectaria y nacional, y que el otro –el de la secta diferente– es el enemigo que destruye la patria (que está íntimamente ligada a la secta). Fue por esta razón por lo que se sorprendieron de que, tanto yo como otros alauitas, rechazáramos la identificación entre patria y secta. La «traición» de la que hablan es la traición a un concepto que, tal como lo entienden, es axiomático y evidente. Bashar al-Assad no es importante para ellos personalmente, lo es solo como un ga26

rante de la supervivencia del concepto unificado de la patria y la secta. Su miedo a la revolución es el temor a que una estructura mental profundamente arraigada sea perturbada. No consideran como hombres a los que han sacrificado como combustible para su guerra, sino como mártires en el camino de la conservación de la tipología psicológica a la que pertenecen y de la referencia ideológica que ha sido el norte de su vida durante cuarenta años y que, por una vez en la historia, los colocó en la primera fila. Por supuesto, no hace falta decir que las desviaciones de la revolución, concretamente su islamización, han dado lugar al arribo a tierra siria de Al Qaeda y al extremismo en todos los sentidos, y al discurso de los medios sectarios que afirman tener filiación revolucionaria. Todos han servido para reforzar sus suposiciones e incrementar su actitud defensiva. ¿Pero se dan cuenta de la magnitud de la ilusión en la que han vivido durante tanto tiempo? ¿Entenderán que las tumbas de sus hijos, que aumentan día a día, no son más que un módico precio pagado por el régimen? El régimen trata a estos niños como peones en un juego de ajedrez que libra por su propia supervivencia. Tal vez con el tiempo entiendan. Pero el entendimiento vendrá mucho después de que sus vidas se hayan transformado en una ronda interminable de funerales y condolencias, y después de todo, Siria se habrá transformado en un gran cementerio por los crímenes de un régimen que utiliza el sectarismo como herramienta de guerra. Nota. Artículo traducido del árabe al inglés por Critical muslim y del inglés al español por Giselle Rodríguez Cid. Rasha Omran es una poeta, intelectual y activista siria. Egresada de la Universidad de Damasco, ha publicado más de cuatro volúmenes de poesía y realizado una importante laborar de difusión y promoción cultural. En este sentido, ha editado una antología de poesía siria y es directora del festival cultural Al-Sindiyan. También suele colaborar con artículos y columnas en periódicos y revistas del mundo árabe, donde aborda temas feministas y la situación de desarraigo que sufre actualmente su patria. Actualmente está exiliada en Egipto.


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Clara Dobarro

Libros

Aquí viven leones: Viaje a la guarida de los grandes escritores Fernando Savater y Sara Torres Editorial Debate Barcelona, 2015 256 páginas Fernando Savater sale en esta ocasión a cazar escritores, y en su amplia batida es el lector el que queda irremediablemente atrapado. En una entrevista concedida al periódico El País y publicada el pasado 8 de noviembre del 2015, el escritor y filósofo español declaraba que con este libro «lo que pretende es abrir el apetito. […] poner trampas a la gente para que lea a los grandes autores». En otras palabras, contagiar su pasión por la lectura. Y verdaderamente lo consigue. Esta obra es también una de esas piezas codiciadas por quienes se complacen en husmear en 28

la vida de los autores capitales, buscando tal vez iluminar las claves del acto creador, ese «enigma del autor» del que se habla en el prólogo: «¿Por qué fue él y no otro quien halló el tesoro? ¿Cómo desarrolló esos dones o, quizá, cómo aprovechó sus limitaciones en su favor?». A diferencia de las biografías, que a menudo están repletas de datos y detalles insustanciales que pueden llegar a aburrir al lector, las buenas semblanzas, como estas que nos ofrece Savater, son textos densos, ágiles y amenos en los que nada sobra. No corren el riesgo de aquellas, expresado certeramente por Enrique Krauze en El arte de la biografía: «ensanchar demasiado la latitud de un personaje a expensas de su contexto». Son todo altitud. Como anuncia el subtítulo, se trata de un viaje a la guarida de los grandes escritores, pues eso son los ocho que aparecen en esta selección, todos


ellos dignos de figurar en cualquier canon. Comienza con un verdadero peso pesado, William Shakespeare («el inventor de almas», lo llama), que es sin duda uno de los retratos más cautivadores, y no descarta otros más ligeros como Agatha Christie pues, como dice en una de sus características ocurrencias, «la literatura no solo es caviar sino también sardinas en escabeche». Y después de pasar por Edgar Allan Poe, Gustave Flaubert, el menos conocido Giacomo Leopardi y dos representantes del universo hispano: Ramón del Valle-Inclán y Alfonso Reyes, termina con Stefan Zweig, «un europeo atormentado». En el perfil de Alfonso Reyes, que titula «La escritura como amistad», aparecen unas pinceladas de Pedro Henríquez Ureña que no podemos pasar por alto y que testimonian una vez más la universalidad y la fuerza gravitatoria del más eminente de los intelectuales dominicanos. Al abordar la figura del mexicano –no podía ser de otro modo–, alude al «erudito y humanista dominicano Pedro Henríquez Ureña» como «uno de los encuentros más decisivos» en la vida de Reyes. Y al referirse a las rencillas entre los intelectuales mexicanos, que estaban salpicadas (ayer como hoy) por los conflictos políticos, vuelve a mencionarlo: «algunos, como Pedro Henríquez Ureña o el propio Alfonso, se negaron a dejarse arrastrar por la vorágine y pretendían mantenerse apolíticos e incluso antipolíticos». Y esto a pesar de que uno de los candidatos en pugna por la presidencia de México era el propio padre de Reyes, quien intentó un golpe de Estado que se saldó con su propia muerte, tragedia que golpeó duramente al escritor dejándole una marca indeleble. Savater viaja por Europa y América en pos de los autores admirados, y así recorre la Viena de Zweig, la Normandía de Flaubert, la Galicia de Valle, la Inglaterra de Shakespeare y Agatha Christie… Desea recrear –y recrearse en– los contextos que de algún modo influyeron en sus obras: «Tú vas al jardín donde escribió El infinito Leopardi, con esa forma de proa y con todo el paisaje ese de la Toscana delante de tus ojos y te dices: “¡Claro, este señor aquí pensaba en el infinito!”. Lo malo es que, claro, los demás no somos

Leopardi y no nos salen esos poemas», explica en la entrevista mencionada. Todo ello le sirve de inspiración para trazar una cartografía humana y literaria en la que escudriña los anhelos, las contradicciones, los logros, los reveses, las relaciones personales, los métodos de trabajo…, por supuesto, sin caer jamás en la hagiografía, aunque este comentario resulte redundante hablando de Savater. Y la obra, siempre la obra, el lugar más visitado. Robert Louis Stevenson sostuvo en uno de sus magníficos ensayos literarios que ninguna parte del mundo era para él tan fascinante como las páginas de El vizconde de Bragelonne, de Alejandro Dumas, donde vivía su personaje literario favorito, DʼArtagnan. Estas semblanzas aúnan datos biográficos y análisis literario, ofreciendo una visión de la vida y de la obra, lo cual no es tan usual entre los escritores que escriben sobre escritores, pues con frecuencia privilegian uno u otro aspecto. Es el caso de clásicos como Chesterton, que se centra totalmente en la obra (en su texto sobre Charlotte Brontë afirma que la biografía es totalmente irrelevante), mientras que, por ejemplo, el español Javier Marías, en su libro Vidas escritas, aborda únicamente detalles biográficos y aspectos de la personalidad, con los que conforma espléndidos retratos. Un ilustre cultivador de este subgénero –conviene recordarlo a propósito del centenario de su muerte– es Rubén Darío, que publica en 1896 Los raros, un libro personalísimo, modernista donde los haya, donde derrocha entusiasmo y estilo escribiendo sobre autores que considera sus almas gemelas (y que en muchos casos hacen honor al título elegido). El texto es una joya: caviar puro, diría Savater. En Aquí viven leones, su autor reivindica, como cada vez que tiene ocasión, el placer de la lectura. Ya lo había hecho ampliamente en su deliciosa autobiografía, titulada Mira por dónde. Autobiografía razonada, donde encontramos una confesión muy cómica: «¡Ah, si leer estuviese convenientemente retribuido! ¡Si algún Estado realmente filántropo pagase por página leída y automáticamente la cuenta bancaria se engrosara tras cada novela policiaca o cada tratado de metafísica que 29


concluimos. […] Pero como solo por leer no me pagan tuve que resignarme a escribir: una actividad no precisamente desagradable, pero desde luego incomparable con la suprema libertad absoluta de la lectura». Y más adelante –seguimos en la autobiografía–, tal vez glosando a Borges: «Puedo contar lo esencial de mi vida entera sin una sola referencia a las páginas que he escrito; me sería imposible, en cambio, sin hablar de las que he leído». (Recordemos los versos del argentino: «Que otros se jacten de las páginas que han escrito, a mí me enorgullecen las que he leído»). De esa deuda impagable con los escritores de cabecera constituye un buen testimonio este libro, cuyo broche de oro lo ponen las ilustraciones. Las fotografías que incluye son una carnaza para el lector ávido de ese tipo de conocimiento que también interesa y moviliza al autor. Muestran las casas natales, las residencias provisionales o definitivas, los dormitorios, los cafés que frecuentaban, los paseos por donde caminaban –en el caso de Flaubert, la alameda donde declamaba a voz en cuello sus composiciones como parte del ejercicio diario de escritura–, y también las tumbas, las placas, los monumentos... En su curiosidad insaciable, no exenta de fetichismo, llega hasta la tumba de la mujer cuya historia inspiró el célebre y desdichado personaje de Madame Bovary. La caza está servida, pues, para el lector, en muchos y diversos sentidos. Y en algunas de estas fotos vemos al propio Savater, posando ufano y complacido ante cada uno de sus hallazgos. Por si esto fuera poco, la obra está aderezada con retratos y viñetas. Estas últimas recrean algunas de las historias o de los personajes concebidos por los escritores y nos retrotraen a las atractivas ediciones infantiles o juveniles de hace décadas que incorporaban el cómic, en las que muchos –incluido Savater– leímos autores consagrados y que permitían lecturas alternativas o una lectura doble de las obras. Esta idea del cómic fue de Sara Torres, la coautora, su compañera de vida durante 35 años, su otra gran pasión y la verdaderamente homenajea-

da en estas páginas (desde la portada y la dedicatoria hasta la despedida, pasando por el prólogo). Este volteriano pertinaz ha declarado alguna vez que ella ha sido el único fanatismo que se ha permitido a lo largo de su existencia. Debieron formar un tándem imbatible: ambos profesores universitarios, él de Ética y ella de Estética, y comprometidos con la defensa de las libertades y la lucha contra la intolerancia. Entre los dos acariciaron y dieron vida al proyecto de visitar los lugares donde transcurrieron las existencias de los escritores, punto de partida para escribir las semblanzas. Pero la labor quedó inconclusa, pues Sara enfermó durante el periplo –estaban en Galicia tras el rastro de ValleInclán– y murió poco tiempo después, no sin antes haber revisado los textos.

En Aquí viven leones, su autor reivindica, como cada vez que tiene ocasión, el placer de la lectura

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Así se quedaron esperando en su guarida otros autores de gran calibre a los que habían previsto acercarse, como Isak Dinesen o Emily Dickinson. Dado que la pérdida es muy reciente –hace apenas un año que falleció Sara–, el escritor se encuentra totalmente abatido. Ha llegado a afirmar que probablemente no vuelva a escribir un libro y que su vida es «comer, dormir y llorar», aunque sabemos que también leer y escribir artículos, pues con cierta frecuencia nos sigue deleitando en El País con su agudeza y su elocuencia. Esperamos que pueda sobreponerse y que algún día, como buen sabueso que es, emprenda la caza de nuevo. Sus lectores sin duda estarán al acecho. Clara Dobarro es licenciada en Geografía e Historia, con especialidad en Historia de América, por la Universidad Complutense de Madrid. Realizó una maestría en Comunicación en la Universidad de Barcelona. Se dedica a la edición y la corrección de estilo.


Hombres sin mujeres Haruki Murakami Tusquets Editores Barcelona, 2015 269 páginas Al igual que muchos artistas, Haruki Murakami tiene por un lado obras accesibles y por el otro herméticas. Hombres sin mujeres pertenece al primer grupo. Este libro surgió de los relatos que Murakami fue publicando entre el 2013 y el 2014 en la revista japonesa Bungei shunjū. Se trata de siete relatos que giran en torno a la soledad, a los amores imposibles y a eso que Proust llamó las intermitencias del corazón. Aquí el autor japonés nos presenta a una serie de hombres que experimentan amores no correspondidos, que sufren traiciones, que padecen pasiones incontrolables, o, incluso, como en el relato protagonizado por el Gregor Samsa de Kafka, que desconocen todavía los mecanismos del afecto y del sexo. Todo esto narrado con una prosa poética y transparente que el traductor Gabriel Álvarez Martínez logra verter con justicia al español. Sin duda alguna, estamos ante uno de los mejores libros de Murakami.

Bajo este sol tremendo Carlos Busqued Editorial Anagrama Barcelona, 2009 182 páginas Carlos Busqued solo ha publicado esta novela, que lo ha convertido en uno de los autores hispanoamericanos de culto. Recientemente se ha anunciado la versión cinematográfica, dirigida por Adrián Caetano y con guion del autor. Finalista del Premio Herralde, Bajo este sol tremendo cuenta la historia de Cetarti, que pasa sus días encerrado viendo documentales y fumando mariguana hasta que un desconocido le informa que su madre y su hermano han sido asesinados a escopetazos. Termina viajando a un pueblo de la Argentina para hacerse cargo de los cadáveres y conocer a los personajes que cambiarán su vida. Desde esa primera escena hasta el desenlace, el autor nos conduce con ritmo trepidante a través de las miserables vidas de unos personajes enajenados y de unos pueblos que se caen a pedazos. Se puede considerar que es un libro desesperanzador y de una prosa lacónica, pero si hay algo que es necesario resaltar, es que está bien escrito.

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Between the World and Me Ta-Nehisi Coates Spiegel & Grau Estados Unidos, 2015 176 páginas Según se cuenta, Between the World and Me surgió cuando Ta-Nehisi Coates le preguntó a su editor por qué nadie escribe como James Baldwin y el editor le respondió que por qué no lo intentaba. Así que el periodista norteamericano lo hizo y el resultado es este libro que trata del significado de ser negro en los Estados Unidos de hoy. Catalogado como un clásico de nuestra época, ha sido premiado con el National Book Award y saludado por la nobel Toni Morrison, que señaló que se trata de una lectura obligatoria. ¿Qué se siente al habitar un cuerpo negro y vivir en él? Es quizás la pregunta primordial que durante todo el libro el autor intenta responder. Compuesto en forma de carta para su hijo adolescente, es un testimonio de la vida de los afroamericanos en los Estados Unidos, una denuncia contra el abuso racial y un debate sobre la identidad.

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Un hombre flaco Daniel Titinger Ediciones Universidad Diego Portales Chile, 2014 172 páginas ¿Quién era Julio Ramón Ribeyro? ¿El hombre que a los 44 años pesaba 46 kilos; el apesadumbrado, el triste, el tímido; el marido de una mujer con quien, al parecer, no era feliz? ¿O el que regresó en los años noventa a Lima desde Europa; el que se enamoró; el que se compró un departamento frente al mar; el que cantaba en los karaokes de esa ciudad que lo había visto nacer? El escritor peruano Julio Ramón Ribeyro es un enigma. Dueño de una voz única, es el autor de libros que marcaron como pocos la narrativa breve latinoamericana. A través de una enorme cantidad de entrevistas con amigos, parientes, y del testimonio directo de su viuda, este libro echa luz sobre su vida y sus escritos. Mostrándolo en carne y hueso, el periodista Daniel Titinger logra humanizar a Julio Ramón Ribeyro. Su lectura sirve de estímulo para releer la obra de este gran autor peruano.


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Frank Báez

José Cestero:

«Yo no he parado de pintar todos los días» Fotos: Editorial Funglode, fuente externa


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n el número 253 de la calle El Conde se encuentra ubicada La Cafetera. Considerada como uno de los lugares emblemáticos de la Zona Colonial de Santo Domingo, fue fundada en 1930 por el inmigrante español Benito Plaza y posteriormente regentada por Franco Sagredo. Desde sus inicios ha sido un lugar de encuentro de intelectuales y artistas. Tal como atestigua la placa colocada en su entrada, en ella se daban cita varios refugiados españoles que hicieron inmensos aportes en el área del arte y la educación. De igual modo, ha sido el escenario de tertulias, discusiones y polémicas. Sus sillas y taburetes fueron ocupados por los poetas sorprendidos, por los luchadores antitrujillistas y por una diversidad de artistas, intelectuales, historiadores y políticos. De todos esos artistas y pensadores que dejaron una gran huella en la cultura dominicana, el que sigue frecuentando La Cafetera, como si viniera a conversar con fantasmas, es el maestro José Cestero. Según me explica una de las meseras, es un asiduo y arriba allí puntualmente cada mañana. José Cestero Pérez es el nombre completo del maestro. Aunque realmente su segundo apellido es el primero, ya que decidió cambiárselo artísticamente para que no lo confundieran con su colega Guillo Pérez. Además, si de algo Cestero está convencido es de que su inclinación al arte es algo personal, espiritual y hasta cósmico. Su gran modelo es Vincent van Gogh, y al igual que el artista holandés, Cestero se ha caracterizado por una vida de excesos y aventuras románticas. Muestra de esto fue su romance tu-

multuoso con Gwendolyn, una bella muchacha que acabó sufriendo trastornos mentales y hoy es una señora a la que se puede ver mendigando por las calles de la Zona Colonial. Pero sobre todas las cosas su entrega ha sido al arte. No ha dejado nunca de pintar y se levanta temprano en la mañana a trabajar. Sin duda alguna, es el pintor dominicano más prolífico. Es tanto así que casi todas las casas de la Zona Colonial poseen un cuadro del maestro. Como señala el galerista Fernando Casanova, «Cualquier dibujito de Cestero impresiona y deja la sensación de que tienes algo valioso en las manos». Ya que recientemente fue reconocido con el Premio Nacional de Artes Visuales 2015, se me ocurrió entrevistarlo en La Cafetera para preguntarle su parecer sobre el galardón y de paso charlar sobre su trayectoria. Lo encuentro sentado en el tercer taburete de la barra con su sombrero, sus lentes y su bigote nietzscheano. Cuando le explico lo de la entrevista se muestra al principio reluctante, pero al rato, con la llegada de la fotógrafa, se anima. Empecemos hablando del premio. ¿Cómo fue la entrega? Yo empecé a hablar de mi vida y les dije que en verdad los que merecerían premios también son mis personajes: los enajenados mentales, los indigentes, los perros realengos… y luego personalidades que he idealizado a mi manera: Vincent van Gogh, Diego Velázquez, Sorolla, Salvador Dalí, Don Quijote de la Mancha. He hecho retratos de Frida Kahlo –que es mi novia platónica–, Sigourney Weaver, Cher, la duquesa de Alba y muchas de aquí, un sinnúmero de chicas a quienes

les he hecho retratos. Está la Gwendolyn, que anda mendigando por ahí con unos perros. Yo estuve casado con ella, pero tuve que divorciarme. En fin, esa ha sido mi vida, de mujeres y de dulcineas –voy a usar esa expresión de Cervantes en El Quijote–. Hay otros personajes ya idos, como Ramón Oviedo, que fue amigo mío: un pintor con una gran imaginación preclara siempre, muy inteligente, pero que me ganó a mí y a Pedro Infante. ¿En qué? Era más mujeriego que los dos. ¿Cómo fueron tus inicios en el arte? Yo me inicié en 1950 en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Mi padre era íntimo amigo de Yoryi Morel, que era el director. La escuela quedaba en la Duarte esquina Nouel en un edificio en forma de L. Me aceptaron, porque ya de memoria me había puesto a practicar la cabeza de David con los bucles y otras estatuas griegas, junto con una amiga, muy bonita ella, Virginia Simón, hoy viuda Rincón, que tiene mi edad y pinta lindísimo. Y ahí tuve de maestro en el primer año a Domingo Liz, en dibujo, que me conocía perfectamente. Tuve a José Gausachs ya más adelante, que me enseñó toda la técnica del color y del paisajismo. Hernández Ortega también me dio clases de dibujo. Esa fue la época gloriosa. ¿Y venían aquí a La Cafetera? Sí, yo empecé a visitarla en 1950. Venían los pintores importantes de la época, Vela Zanetti, el gran muralista. Venía Pedro René Contín Aybar con su abanico, 35


La Plaza España patrimonio de la humanidad, de José Cestero

echándose fresco. Y venía el poeta Domingo Moreno Jiménez y Silvano Lora, que era un muchacho entonces. Y por aquí también estuvo Agustín Lara. ¿Quién más? Wifredo Lam también. Yo desmonté una tela que había traído en 1956. Cortito Pérez tenía una obra de Wilfredo Lam que yo desmonté y enrollé aquí en la Cafetera. No conocí a Wilfredo Lam porque él venía en la época de los cuarenta y entonces yo era un carajito. Luego, más adelante, estaba El Sublime ahí en frente y venían Miguel Alfonseca, René del Risco, Efraim Castillo, Jeanette Miller, Ramírez Conde, Iván García y otros más. Aquí hablábamos de política. Miguel era pro Neruda, y discutía con Efraim de literatura. Luego fue que vino lo de Arte y Liberación, creado sobre todo por Silvano Lora y Pedro Mir. Fue muy especial aquí en esos años. Tengo una anécdota. Yo me juntaba de arriba abajo con Silvano Lora, éramos como uña y carne, y René Contín Aybar me lla36

mó un día y me dijo: «José, no te juntes con Silvano Lora, que es comunista y te va a joder». Él era anticomunista, pero al mismo tiempo era uno de los mejores críticos de la época. Tras esto yo hice el cuadro, que es una sátira donde él me dice eso con su abanico. Aquí han venido todos. Jaime Colson venía aquí, Fernández Spencer. Todos. ¿Por qué decidiste irte a los Estados Unidos? Yo viví allá en 1954. Mi hermano era capitán de uno de los barcos de la flota llamada Angelita. Y yo viajé porque le dije a él: Si no me consiguen visa, voy a decir por la calle ¡Abajo el gobierno de Trujillo! Y duré allá un tiempo entre Filadelfia y Nueva York. Cuando regresé, Jacobo Trujillo había quitado el servicio militar, que era obligatorio. Por eso es que yo me fui, porque no quería hacerlo. A mí me tocaba porque yo tenía 18 años de edad en esa época. Y deserté, y por eso viajé a Estados Unidos.

Vincent van Gogh es una de tus grandes influencias. ¿Podrías hablar un poco de él? Yo me identifico a plenitud con la vida de Vincent. Porque Vincent era un esquizofrénico también. El padre era predicador y él nunca quiso predicar del todo. Y se metía en las minas de carbón y dibujaba esos pobres infelices sucios de carbón. Vincent fue uno de los grandes del arte universal. Pintó por diez años en el sur de Francia y murió allá. Él tenía planes de irse a Japón, y Toulouse Lautrec le dijo que por qué tenía que ir tan lejos si en el sur de Francia la luz diurna era mejor que allá. Y se quedó allá e hizo la obra que había que hacer. Yo en el 2009 estuve allá en el sur de Francia. Me invitó un gran amigo, que hizo un homenaje a Vincent y a Paul Gauguin en Perpiñán. Estuve en Marsella, en Arles…, que fueron los lugares donde estuvo Vincent… Y se ven los cipreses que él pintó, los nietos o tataranietos de esos cipreses, ahí


La Atarazana, de José Cestero

en el patio de la residencia de Jack Palazan. Por cierto, Jack Palazan es embajador nuestro y no cobra un centavo al gobierno. ¿Y conoces Italia? Sí, en Italia participé en una exposición en el museo ítalo-latinoamericano de Roma. El trabajo que yo hice fue una sátira del parque Independencia, un trabajo titulado Monumentos grotescos en plaza desierta. Esos monumentos que hicieron para los padres de la patria, que eran un disparate. Pero los hicieron en la época del doctor Balaguer. La glorieta, que era el símbolo del parque Independencia, la desguazaron y se la llevaron. Puse el Hoyo de Chulín en el fondo y se ven unos niños jugando trúcamelo y al doctor Balaguer. ¿Cómo fue su relación con el doctor Balaguer? Yo hice una sátira a la luz. Cuando los gobiernos de Balaguer, la luz se iba por 14 horas

en toda la ciudad. La gente comenzó a comprar velones y velas. Entonces yo hice una sátira a ese momento. Hice un muchachito de Gualey encaramado en una silla de guano soplando una vela de a chele y encendiendo un bombillo de cincuenta que irradia la casa donde vive con su madre. Eso está en el Museo de Arte Moderno. Me dieron el segundo premio. Debió haber sido el primero. Eso fue en 1978. Y el doctor Balaguer me entregó personalmente el premio. Así, medio ciego, me dijo: «Oh, maestro Cestero, yo fui muy amigo de su mamá». Y me entregó el premio, que eran cinco mil pesos. Me tumbó. La mención de Balaguer me hace pensar en tu visión. Me han dicho que tienes problemas de la vista. El óleo fue el que provocó prácticamente mi enfermedad de cataratas. La operación se realizó el 21 de agosto pasado. Y fue un éxito.

Duró hora y media, y me operó el doctor Bergés. Si no me operan a tiempo, me da glaucoma. El que se encargó de pagar todo fue Viriato. Tengo que ponerme gotas a diario, que no son baratas. Estoy recuperándome un poco. De lejos veo mal, fuera de foco. Eso es normal. Poco a poco la visión se va acomodando. ¿Y ha afectado tu arte? Yo no he parado de pintar todos los días. Me levanto temprano, ando con mi libreta de apuntes y dibujo cosas que se me ocurren. ¿Qué piensas del arte actual y de los jóvenes artistas? Hay una crisis en el arte. Hay crisis en la juventud porque se la pasan en el internet. Falta creatividad. Hay crisis en el planeta entero. Ya nadie es como Jaime Colson o Hernández Ortega. Ya nadie es como Van Gogh. Frank Báez es editor de la revista Global 37


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Fotos: Efe, fuente externa 38

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La lucha por la Casa Blanca El próximo ocho de noviembre del año en curso se celebrarán las elecciones número 58 de los Estados Unidos. A fin de indagar en los candidatos que lucharán por la Casa Blanca, Global les ha pedido a tres colaboradores que nos escriban los perfiles de los candidatos más notables. Emil Chireno, en «Hillary Clinton: la eterna favorita», pondera la trayectoria de quien podría convertirse en la primera mujer presidente del país más poderoso del mundo. Kurt William Hackbarth, en «Bernie Sanders: un candidato por 27 dólares», realiza un perfil del senador socialista cuya campaña ha hecho temblar a la elite política, financiera, empresarial y mediática estadounidense. Y José Luis Justes Amador, en «Trump o no Trump, esa es la cuestión», analiza la figura y el discurso del empresario norteamericano y sus actitudes xenófobas y machistas.

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Emil Chireno

Hillary Clinton: la eterna favorita Hillary Rodham Clinton es una de las figuras políticas que mayor interés ha suscitado en las últimas décadas. Hoy compite por segunda vez por la nominación presidencial del Partido Demócrata. Para entender su pensamiento y posiciones sobre distintos aspectos de sus propuestas de políticas públicas, repasamos de forma somera sus inicios profesionales y su incursión en la política. Muchas de las cualidades que se le atribuyen encuentran en sus experiencias personales una justificación. Clinton, la eterna favorita de los círculos de poder norteamericano, ¿será la primera mujer presidenta de Estados Unidos?

Fotos: Efe, fuente externa 40


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on mucho entusiasmo recibió un importante sector del Partido Demócrata el lanzamiento de la candidatura de Hillary Clinton, una de las figuras públicas de mayor notoriedad en la historia política norteamericana reciente por sus extraordinarios méritos individuales y, desde luego, por el enorme legado compartido con quien fuera dos veces presidente de los Estados Unidos, William Jefferson Clinton. De hecho, por su arraigo y experiencia, analistas políticos de todos los espectros dan como un hecho la victoria de Hillary Clinton en las primarias del Partido Demócrata. Esto último lo afirmó el reconocido periodista Dan Balsz, del Washington Post, a raíz de su primera candidatura presidencial.1 Hoy Hillary se convierte nuevamente en una figura favorita para la nominación a la candidatura presidencial por el Partido Demócrata, en un momento de profundas transformaciones generacionales y culturales. Su envidiable trayectoria política merece ser estudiada con detalle pues, de todos los candidatos elegibles en el actual proceso electoral norteamericano, es ella la que probablemente ha tenido la más dilatada y cercana experiencia con las altas esferas del poder político norteamericano. Escribir sobre su carrera desde la óptica de las distintas etapas que vivió en la cambiante sociedad norteamericana no solo es un ejercicio de comprensión de su pasado, sino que implica una lectura de dicha sociedad. Y es que el apellido Clinton resonó en los más lejanos rincones del planeta por ser William Jefferson (o mejor, Bill) quien dirigiera los destinos de los Estados

Unidos en un momento paradigmático para la humanidad: a principios de la década de los noventa, con una Unión Soviética extinta y un orden geopolítico unipolar que permitió maximizar la proyección del poder económico, militar y cultural estadounidense de forma extraordinaria. Existe un famoso comentario de Bill Clinton en su campaña presidencial que ilustra como su esposa nunca jugó un rol secundario en su vida política: «Elegir a Bill Clinton es obtener dos por el precio de uno».2 Por ello Hillary es considerada una de las primeras damas que acumuló mayor poder político en la historia de los Estados Unidos, equiparada a la reconocida Eleanor Roosevelt, esposa del cuatro veces presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt. Un hecho que ejemplifica su determinante influencia en la política pública de su esposo fue la iniciativa del plan de reforma sanitaria, en 1993, liderada ante la opinión pública por Hilary.

récord único que le ha permitido capitalizar con creces su proyección de líder, esposa y madre. Salvando las enormes distancias entre realidad y ficción, y evitando comparaciones directas, el matrimonio Clinton evoca provocadoras similitudes con una pareja política que ha capturado la pantalla chica moderna: Claire Underwood y su esposo Frank Underwood, del controvertido remake norteamericano de la serie de la BBC House of Cards.

Conservadora de cuna y liberal en su trayectoria La primera página de la famosa biografía de Hillary, Living Memories, nos recuerda un hecho que muchos olvidan sobre su pensamiento político: sus orígenes conservadores y republicanos en una familia metodista. En efecto, su vida temprana se inició rodeada de valores conservadores en un suburbio del estado de Illinois llamado Park Ridge. Su incursión en la política legislativa norteamericana ocurrió a muy temprana edad durante las

Un país de crucial interés para Hillary fue Haití En Hillary se conjuga una peculiar amalgama de situaciones que afianzan su firme carácter y su liderazgo: abogada exitosa, primera dama poderosa (primero, del estado de Arkansas; luego, de los Estados Unidos), esposa atribulada, senadora aguerrida, candidata presidencial, secretaria de Estado y hoy otra vez aspirante a la Casa Blanca. Un

elecciones presidenciales de 1960, cuando colaboró con el Partido Republicano en los suburbios de su estado natal. Posteriormente trabajó en 1964, en calidad de voluntaria, en la campaña del candidato republicano Barry Goldwater, vencido de forma abrumadora por Lyndon B Johnson.3 Probablemente ella nunca hubiera pensado que es con 41


Hillary y Bill Clinton en sus años universitarios

Goldwater cuando se inicia un proceso de inclinación hacia los extremos del pensamiento conservador, combinado con un estilo de hacer política y crear opinión pública polarizada, quizás la antesala del fenómeno Donald Trump, el virtual contrincante de la eterna favorita en las elecciones de este año. Luego de la derrota de Goldwater, a finales de los años sesenta Clinton materializó su interés por el estudio de las ciencias políticas, específicamente de los movimientos de protesta comunitarios con énfasis en las comunidades afroamericanas, que la llevaron en Wesley College a redactar una tesis de licenciatura crítica de los métodos de organización comunitaria y protesta de Saul Alinsky, uno de los activistas más influyentes en la década de los sesenta y setenta, considerado el padre de las movilizaciones de protesta. En aquel entonces los efectos de la guerra de Vietnam y los pro42

fundos cambios sociales que trajo el revisionismo cultural de los años setenta incidieron en la formación del pensamiento político de Hillary.

Cortejando la Casa Blanca Posteriormente es admitida a la prestigiosa Escuela de Derecho de la Universidad de Yale, lugar que sería crucial para su futuro pues allí conoce al joven William Clinton e inicia su activismo intelectual en contra de la guerra de Vietnam y a favor de Eugene McCarthy, candidato a la presidencia de los Estados Unidos. Además, colabora con la campaña del moderado Nelson Rockefeller en las primarias republicanas en el año 1968. También trabaja en la campaña del candidato presidencial demócrata George McGovern en 1972, donde obtuvo Nixon una abrumadora victoria, con una de las diferencias de votos más amplias en la historia política

de Estados Unidos entre uno y otro candidato. Como puede apreciarse, desde muy joven Hillary estuvo involucrada en las campañas presidenciales (todas fallidas hasta ese momento) de aspirantes de varias corrientes ideológicas. En sus estudios jurídicos mostró una inclinación por los derechos infantiles. Su primer trabajo de alto perfil como abogada fue como parte de la Comisión Judicial de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos que investigó el famoso escándalo Watergate, un puesto que primero fue ofrecido a Bill Clinton y que este rechazó, según comenta Sam Tanenhaus en la revista Bloomberg.4 Posteriormente, la hoy candidata trabajó en la campaña presidencial de Jimmy Carter en 1978 y cuando Bill fue elegido gobernador de Arkansas se convirtió en primera dama estatal, posición que mantuvo hasta 1992, cuando pasó a


serlo de la nación. Como socia de la famosa firma Rose Law, de 1978 a 1992 mantuvo una exitosa práctica que le permitió devengar mayores ingresos que su esposo, el entonces gobernador de Arkansas. Se destacó en varias ocasiones como una de las abogadas más influyentes de América y pionera en el entonces machista universo de la gobernanza corporativa norteamericana al ser la primera mujer miembro de la junta de directores de Walmart.

De primera a Primera: una difícil relación con los medios La vida de Hillary tomó un giro significativo durante la primera campaña por la presidencia de su esposo, que en 1992 logró derrotar a George H. Bush. Fue una dura campaña electoral en la que el voto dividido de los convervadores entre Bush y el inolvidable candidato independiente Ross Perot aseguró una ventaja demócrata. La joven primera dama desde el principio sacrificó todo para hacer campaña por Bill y posteriormente jugó un rol muy importante en varias iniciativas centrales de su administración. Su vida siempre ha estado afectada por el incisivo escrutinio mediático de la prensa norteamericana antes y durante su permanencia en la Casa Blanca. De ahí que su relación con la prensa ha sido históricamente distante, hasta el punto de generar en ella un sentido de cautela excesivo frente a las cámaras, que quizás un sector del electorado confunda con falta de autenticidad. Incluso fuentes reputadas afirman que el círculo de amigos y asesores cercanos a Hillary comparte con ella su escepticismo hacia los medios.5

Así las cosas, con más de 40 años en la palestra pública y múltiples embestidas mediáticas, no resulta difícil entender por qué ella y su

otras cosas, allanó el terreno para una abrumadora victoria de la oposición en las elecciones congresionales de 1994.

Su vida siempre ha estado afectada por el incisivo escrutinio mediático esposo son tan cautelosos. Tuve la oportunidad de planificar una actividad en la ciudad de Austin (Texas) en el 2008, en la que compartí en un escenario, ante más de mil estudiantes, con el presidente Clinton. Nunca olvidaré el énfasis que su equipo de preparación ponía en el concepto «espontaneidad controlada», esto es, controlar al máximo todos los movimientos y gestos de Clinton y quienes le acompañaban en escena para garantizar una interacción fluida. No es de extrañar que esa misma filosofía de apariciones públicas sea la que incida en el equipo cercano a Hillary Clinton. Una de las primeras acusaciones que debió enfrentar la hoy candidata al llegar a la Casa Blanca fue el supuesto intento de encubrir un fallido proyecto de inversión inmobiliaria llamado Whitewalker. Entre otras cosas, se acusaba a la pareja de beneficiarse de la adquisición de bienes inmuebles por debajo de su costo de mercado, situación agravada por el suicidio de un colaborador.6 Mientras crecía el frenesí mediático, la esposa del Presidente lideró su más notable iniciativa: una propuesta de reforma del sistema de salud pública norteamericana que concitó el rechazo de varios sectores del Partido Demócrata y que, entre

Posteriormente, el destino deparaba un momento difícil y muy trascendental para la historia de la pareja Clinton: el famoso escándalo Lewinsky en 1998, un momento clave en su carrera política pues cimentó su imagen de esposa atribulada, pero al mismo tiempo firme en la defensa de su marido. Algunos alegan que en ese momento quedaba claro que la primera dama daría lo que fuera por preservar su carrera política con un objetivo al final del camino: la Casa Blanca. Sin embargo, en la sociedad norteamericana en general creció la admiración por Hillary en el año 1998 según reporta Gallup,7 algo que indudablemente contribuyó al despegue de su carrera política.

De la avenida Pennsylvania a la Constitution Hillary es la única primera dama que se ha postulado para un cargo electivo en la historia de los Estados Unidos. En el año 2000 se lanza al ruedo político como candidata al Senado de la nación por el estado de Nueva York, donde tiene su domicilio habitual. Su carrera congresional estuvo marcada en una primera etapa por su fuerte apoyo a la intervención 43


En su primer intento por llegar a la Casa Blanca, Hillary enfrentó con el mantra de la «experiencia» a un Obama que propugnaba el «cambio» frente a una importante porción del electorado ampliamente decepcionada con las dos administraciones previas de George W. Bush. Tras 16 años con dos apellidos alternándose en la Casa Blanca, Obama se impone en las primarias del Partido Demócrata empleando una extraordinaria estrategia digital y logra convertirse en el primer presidente de ascendencia afroamericana de Estados Unidos. Antes de la toma de posesión, Obama ofreció en reiteradas ocasiones a Hillary la posición de secretaria de Estado, hasta que finalmente aceptó. Según ella misma relata, ese día el nuevo presidente le dijo «A pesar de los reportes, creo que podemos convertirnos en buenos amigos».10

Hillary Clinton cuando era senadora

La secretaria de Estado norteamericana en Irak, un hecho que surge constantemente en su campaña actual. Posteriormente propuso varias leyes y reformas tendentes a mejorar la salud de los miles de afectados por los atentados del 11 de septiembre del 2001.

Primera mirada al Salón Oval Lo que muchos vaticinaron con empeño finalmente se materializó en enero del año 20078 con su candidatura a la presidencia, una experiencia muy aleccionadora para Hilary, pues fue en algún momento favorita para la victoria. Desde los inicios de su carrera en el sector público había vivido una racha considerable de victorias electorales: 44

cinco elecciones para la gobernación de Arkansas y dos para la presidencia, en el caso de Bill Clinton, y sus dos victorias para el Senado de Estados Unidos representando al estado de Nueva York. A pesar de la conocida historia entre Obama y Hillary durante la campaña del 2008, resulta no obstante muy interesante, como ella misma relata, que su adversario político en esa contienda fue siempre realmente un amigo: Hilary y Bill recaudaron fondos para la primera postulación de Obama al Congreso e incluso la primera tuvo siempre en su oficina senatorial una fotografía suya con Obama y Michelle Obama, aun durante la campaña presidencial del 2008.9

Durante su mandato al frente del famoso Departamento de Estado de los Estados Unidos, Clinton definió su pensamiento en política exterior con tres D: defensa, diplomacia y desarrollo (en ese orden). Sin embargo, a pesar de que defensa figura de primero y ella en anteriores ocasiones se había mostrado a favor del uso de la fuerza (intervención en Irak), su filosofía al frente del Departamento de Estado se fundamentó en la tesis enarbolada por el reconocido Joseph Nye, de Harvard: usar el «poder inteligente» de los Estados Unidos para lograr sus objetivos. ¿Qué significa esto en la práctica? Elegir opciones de política exterior que ofrezcan soluciones multidimensionales y que se apoyen en


los elementos no ortodoxos de política exterior, tales como la cultura. Esta visión vanguardista reconoce como imprescindible combinar en la diplomacia moderna elementos de «poder suave» como la promoción de valores democráticos con elementos de «poder duro» como una fuerte presencia militar en zonas de interés estratégico. Por otro lado, como secretaria, Clinton se vio en la posición de trabajar no solo bajo el mandato de su otrora adversario político, sino también con personajes con los que durante las elecciones del 2008 mantuvo cierta fricción pública, como es el caso de Susan Rice, quien fue entonces nombrada embajadora de Estados Unidos ante la ONU. La Primavera Árabe en el 2011, especialmente la posición adoptada frente a Hosni Mubarak y la ulterior intervención en Libia, fue uno de los acontecimientos más notables ocurridos durante su mandato. De igual forma, fue notable su intensa actividad diplomática de acercamiento a Asia, como parte de la intención de Obama de reenfocar la política exterior del país hacia esa región. De hecho, fue memorable su visita a Birmania, después que este país se incorporara a un modelo democrático. Un país de crucial interés para Hillary antes, durante y después de su mandato fue Haití. De hecho, un dato poco conocido es que allí los Clinton pasaron su luna de miel en el año 1975. La conexión que tuvo Bill durante los tumultuosos años noventa con dicho país, combinada con la catástrofe humanitaria del tristemente célebre terremoto del 2010, provocó que nuestra hermana nación jugara un rol prominente

Hillary y Bill en la actualidad

dentro de los esfuerzos de asistencia humanitaria de la secretaria de Estado y el trabajo filantrópico del expresidente. Los números de Hillary durante su mandato hablan por sí solos: visitó 112 países, asistió más de 700 veces a la Casa Blanca y recorrió más de un millón y medio de kilómetros en todo el planeta, algo que nunca se imaginaría cuando perdió las primarias en el año 2008. Su frenética agenda al frente de la diplomacia norteamericana buscó reparar relaciones con aliados y expandir de forma significativa las alianzas, cada vez más importantes en un mundo multipolar. Sin embargo, en el 2013 Hillary decidió

dejar el Departamento de Estado para concentrarse en la filantropía junto a su esposo y, desde luego, preparar su segunda mirada al Salón Oval.

La segunda mirada Un elemento común entre el emprendimiento empresarial y la carrera política es la inevitabilidad del fracaso, pero más importante aún: cómo es asumido este. Así, importantes liderazgos políticos, como el de Lula da Silva, que se postuló a la presidencia de Brasil y perdió en tres ocasiones, se construyen con las lecciones de la derrota. Al parecer, de esa forma piensa la hoy candidata, quien al salir 45


Hillary Clinton junto al senador demócrata por Indiana, Evan Bay, en una conferencia en la que Bay anunció su apoyo a la candidatura de Clinton para la presidencia de los Estados Unidos

del Departamento de Estado tardó poco menos de dos años en hacer pública su intención de postularse por segunda vez para la presidencia. De hecho, dicha decisión fue adoptada en vísperas de las vacaciones anuales de los Clinton en nuestro país, en las navidades del año 2014.11 Luego de una amplia estrategia de acercamiento a los principales asesores de las campañas de Obama, Hillary sumó como su jefe de campaña al jefe de Gabinete de Bill Clinton y asesor de Obama, John Podesta, una figura de muchísimo peso en el Partido Demócrata y los círculos de pensamiento progresista en los Estados Unidos. Muchas fueron las lecciones aprendidas en el 2008, siendo la primera de ellas la importancia de los medios digitales: el video de lanzamiento de su campaña fue presentado el 12 de 46

abril del 2015 en YouTube con un mensaje de inclusión económica en un sistema que favorece a los más pudientes. Dicho video sirve de guía para entender el segmento de votantes al que apunta su estrategia. En efecto, se inicia con comentarios breves de muchas personas, entre ellas una madre soltera, una abuela, dos hermanos de ascendencia hispana, una pareja afroamericana, una joven asiática, una pareja homosexual y una familia de trabajadores de clase media. Esos son a muy grandes rasgos los segmentos de votantes a los que se dirige. Su trabajo en favor de los derechos de las minorías, especialmente las de ascendencia afroamericana, garantiza a Hillary una fiel base de votantes en dicho grupo étnico. De igual forma, su condición de mujer es altamente favorable en una

sociedad donde el número de madres solteras se incrementa y donde nunca una mujer ha estado al frente de la nación. Asimismo, la candidata conecta bien con los votantes mayores, un segmento importante de la sociedad norteamericana que es proclive a ejercer el voto el día de las elecciones, algo que no siempre tiende a ocurrir con los jóvenes. Finalmente, la maquinaría política de los Clinton es conocida y su influencia en los círculos de poder norteamericanos muy marcada, lo que indudablemente opera a favor de la candidata, pero de ninguna forma asegura una victoria rotunda.

La revolución de lo auténtico Mientras el presente artículo sale a imprenta, varios temas han afectado la dinámica de las elec-


ciones primarias del Partido Demócrata. Hillary inició como la virtual candidata, pero enfrenta hoy un formidable reto por parte del senador del estado de Vermont, Bernard Sanders. En efecto, si bien un amplio número de analistas predicen una victoria de Clinton en las primarias, su contrincante ha sorprendido a muchos por el grado de conexión que mantiene con dos segmentos importantes del electorado norteamericano: los votantes jóvenes y la clase obrera. De hecho, el actual estado de cosas en el mundo y el descontento con los partidos y las clases dominantes parecen haber generado un cierto grado de desdén hacia los políticos de carrera o de apellido, esos muy cercanos a los círculos de poder clásicos, como el caso de Hillary Clinton. Aunque no comparto del todo dicha tesis, lo cierto es que con ese mensaje Sanders ha logrado una tracción importante en las primarias demócratas. El mensaje de inclusión económica y oportunidades para todos de Hillary es maximizado de forma significativa por Sanders, quien sin tapujos afirma constantemente que desea que su país ofrezca servicios públicos gratuitos. Esto, elevando la carga impositiva a los más pudientes con el objetivo de reducir la considerable brecha económica que separa a los más ricos del resto de la población. Dicho mensaje supone, según el reconocido economista Thomas Piketty, una transformación ideológica importante para la sociedad norteamericana, donde el discurso de Reagan, con su potente defensa de los mercados y la libertad, fue por mucho tiempo credo inalterable para un sector impor-

tante de la sociedad.12 Partiendo de esa lógica, Sanders podría suponer el final de un ciclo ideológico y el inicio de otro. ¿Constituye esto un obstáculo para las aspiraciones de Hillary? Creo que, a largo plazo, serán cada vez menos frecuentes los liderazgos familiares, pues el poder, como brillantemente Moisés Naím nos recuerda, «ya no es igual que antes», es cada vez más difícil de obtener y aún más complicado de mantener. Sin embargo, nada asegura que esa clara transformación tendrá una contundente manifestación electoral en los actuales comicios. Es importante recordar que en el muy complejo sistema electoral norteamericano el voto mayoritario no garantiza una victoria presidencial, tal como ocurrió en las controversiales elecciones presidenciales que enfrentaron a Al Gore y George W. Bush. Y es ahí donde los Clinton comandan su más importante activo: la experiencia de navegar por cuarta ocasión en las turbulentas aguas de una contienda presidencial. Emil Chireno Haché es abogado egresado de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra. Realizó estudios de posgrado en la Facultad de Diplomacia de Seton Hall University, de Estados Unidos. Antes fue investigador del Carnegie Council for Ethics in International Affairs, en Nueva York. Actualmente es socio fundador de la firma KCNP Asesores Legales y director ejecutivo de la Asociación Dominicana de Naciones Unidas.

Notas 1

«Hillary Clinton opens Presidential Bid», <http://www.washingtonpost.com/

wp-dyn/content/article/2007/01/20/ AR2007012000426.html>. 2 «Bill and Hillary’s double trouble: Clinton’s ‘two for the price of one’ pledge is returning to haunt him, says Rupert Cornwell», <http://www.independent. co.uk/voices/bill-and-hillarys-doubletrouble-clintons-two-for-the-priceof-one-pledge-is-returning-to-haunthim-1427937.html>. 3 «Hillary Worked for Goldwater?», <http://www.factcheck.org/2008/03/ hillary-worked-for-goldwater>. 4 «How Richard Nixon Created Hillary Clinton», <http://www.bloomberg.com/ politics/features/2015-11-05/how-richard-nixon-created-hillary-clinton>. 5 «What Is Hillary Clinton Afraid Of ?», <http://www.politico.com/magazine/ story/2014/05/hillary-clinton-media105901#ixzz45pwHkiwC>. 6 «The 1992 Campaign: Personal Finances; Clintons Joined S.& L. Operator In an Ozark Real-Estate Venture», <http:// w w w. ny t i m e s. c o m / 1 9 9 2 / 0 3 / 0 8 / us/1992-campaign-personal-financesclintons-joined-s-l-operator-ozark-realestate.html?pagewanted=all>. 7 «Admiration For Hillary Clinton Surges In 1998», <http://www.gallup.com/ poll/4108/admiration-hillary-clintonsurges-1998.aspx> 8 <http://www.nytimes.com/2007/01/ 20/us/politics/20cnd-clinton.html>. 9 Hillary Rodham Clinton, Hard Choices, Nueva York: Simon and Schuster, 2014, p.3. 10 Ibídem, p. 19. 11 «Hillary Clinton’s slow walk to ‘yes’», <http://www.politico.com/story/2015/ 04/hillary-clinton-2016-announcementslow-walk-to-yes-116887>. 12 «Thomas Piketty on the rise of Bernie Sanders: the US enters a new political era», <http://www.theguardian.com/ usnews/commentisfree/2016/feb/16/ thomas-piketty-bernie-sanders-us-election-2016>. 47


Kurt William Hackbarth

Bernie Sanders: un candidato por 27 dólares Parecía un ejercicio quijotesco cuando el senador socialista Bernie Sanders lanzó su candidatura para la presidencia de los Estados Unidos en abril del 2015: sin dinero, sin el respaldo de un partido y sin un nombre ampliamente reconocido por el electorado, proponía oponerse a la poderosa maquinaria de la ex primera dama Hillary Clinton. Un año después, la campaña de Sanders ha mostrado una resistencia y un apego popular que ha hecho temblar a la elite política, financiera, empresarial y mediática del país. ¿Quién es Bernie Sanders y cómo ha logrado, en tan poco tiempo, reescribir el guion de la contienda?

Fotos: Efe, fuente externa 48


A

l ponerme a escribir sobre la candidatura de Bernie Sanders para la presidencia de los Estados Unidos, tengo que pellizcarme para asegurarme de estar despierto. Crecí en un pueblo pequeño de Connecticut en los años 80, la última década de la guerra fría y la primera de la época neoconservadora. El presidente Ronald Reagan hacía la guerra a América Central, financiando juntas militares en Guatemala y El Salvador y a la Contra nicaragüense, todo bajo pretexto de la lucha contra el comunismo. En nuestras escuelas, en cambio, los recortes al programa federal de comidas escolares requirieron que los condimentos en nuestras charolas empezaran a contar como verduras para satisfacer las normas nutritivas de la Administración de Drogas y Alimentos. El gasto militar aumentaba mientras que el impuesto sobre la renta bajaba, haciendo que el déficit y la deuda pública se dispararan y que Estados Unidos pasara del primer país acreedor en el mundo al más endeudado. Hasta tal grado llegó la demonización de cualquier cosa fuera del paradigma oficial que, durante la campaña para suceder a Reagan en 1988, el vicepresidente George H. W. Bush ni siquiera estaba dispuesto a pronunciar la tibia palabra liberal, refiriéndose con desdén a la L-word (la palabra que empieza con ele).1 A lo largo de la década siguiente, la ideología de esta nueva época se consolidó aún más. Aunque la presidencia cambió de manos entre un partido y otro, el nuevo mandatario Bill Clinton aprobó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, provocando la pérdida de un millón de empleos; promulgó drás-

ticos recortes en las prestaciones sociales, doblando la tasa de pobreza extrema, y, medida que habría de allanar el camino hacia la crisis financiera del 2008, desreguló la industria bancaria, permitiendo a los bancos realizar actividades de especulación de alto riesgo. Al llegar George W. Bush a la presidencia en la impugnada elección del año 2000, redujo los impuestos para los más pudientes, lanzó las guerras contra Afganistán e Irak, abrió el centro de detención de Guantánamo con sus privaciones y torturas y, al final de su segundo mandato, arrastró al país a la recesión económica

neoyorquino ganó la alcaldía de la ciudad de Burlington, en Vermont. El margen de su triunfo fue escasísimo: tan solo diez votos lo separaban de su oponente, Gordon Paquette, quien, luego de cinco períodos como alcalde, estaba tan seguro de su triunfo que casi no se molestó en hacer campaña. Aunque se había postulado como candidato independiente, el nuevo alcalde proclamaba sin tapujos que era un socialista democrático. Su nombre era Bernard (Bernie) Sanders y, en palabras de un político local, era «el cachorrito que alcanzó el coche».

En 1987, la revista U.S. News & World Report lo clasificó entre los mejores alcaldes de la nación más grande desde la Gran Depresión de los años 30. Desencantado por eso, yo ya había iniciado una nueva etapa de mi vida en México, desviando mi atención de mi país natal para enfocarme en la enseñanza y las letras. El capitalismo había vencido a sus rivales, Francis Fukuyama había proclamado «el fin de la historia» y la época de globalización y guerra parecía haber llegado para quedarse.

El cachorrito que alcanzó el coche En 1981, año en que yo entraba a la primaria y Reagan a la Casa Blanca, un hombre de 39 años, con el cabello desaliñado, lentes espesos y un pronunciado acento

El cachorrito en cuestión nació el 8 de septiembre de 1941 en Brooklyn (Nueva York) en el seno de una familia judía. Su padre, Elias, un vendedor de pintura, había arribado a Estados Unidos desde Polonia a la edad de 17 años; su madre, Dorothy, era hija de inmigrantes rusos y polacos. La familia vivía en circunstancias modestas en un departamento de alquiler regulado de tres piezas y media: «No nos faltaba para comer pero tampoco había dinero en el banco», dijo Sanders en una entrevista en los años 80. «El dinero era algo que preocupaba a mi familia y a todo el vecindario de manera constante». En la preparatoria, el joven destacó como corredor encabezando el equipo de 49


Un Bernie Sanders adolescente participa en una carrera en la James Madison School de Brooklyn

atletismo y ganó el tercer lugar en la ciudad en la carrera de la milla. Desgraciadamente, poco después de concluir sus estudios de bachillerato, su madre falleció a la tierna edad de 46. Tres años después, su padre habría de seguirla a la tumba. Bernie asistió a la Universidad de Chicago, donde obtuvo una licenciatura en Ciencia Política en 1964. Como él mismo reconoció, la mejor instrucción que recibió no fue dentro del aula, sino fuera de ella. Era el principio de los años 60, una década tumultuosa en Estados Unidos, y Sanders se involucró de manera activa en los movimientos de protesta que sacudían a la nación. En 1962, como miembro del Congreso para la Igualdad Racial (CORE, por sus siglas en inglés), participó en una toma de las instalaciones universitarias en protesta contra la política de no permitir que los blancos y los negros com50

partieran alojamiento. Al año siguiente, fue arrestado durante una manifestación en contra de la segregación racial en las escuelas de Chicago y asistió a la Marcha sobre Washington organizada por el pastor y activista Martin Luther King. Como miembro de la Unión Estudiantil de la Paz, Sanders se opuso también a la guerra de Vietnam. De regreso a Nueva York y posteriormente al estado de Vermont, el joven realizó una serie de trabajos a lo largo de los siguientes años: maestro, carpintero, escritor y documentalista. Pero su gran pasión, nutrida por sus experiencias en Chicago, era la política.

De Burlington a Washington Cuando Sanders derrotó a Paquette en Burlington en 1981, era fácil considerar su victoria como una casualidad irrepetible. Tan implaca-

ble era la oposición del consejo municipal a su gobierno que ni siquiera le permitían contratar a una secretaria. Pero cuando fue reelegido tres veces con porcentajes cada vez mayores, el joven político comprobó que había llegado para quedarse. Como alcalde, Sanders fomentó las viviendas asequibles –oponiéndose a los esfuerzos de los propietarios de convertir sus departamentos en condominios de lujo–, apoyó a los comercios y cooperativas locales, revitalizó la abandonada zona urbana frente al lago Champlain, demandó a la empresa de televisión por cable a fin de obtener tarifas más bajas para los consumidores, y persuadió a un equipo de beisbol de las ligas menores para establecerse en la ciudad, haciendo todo eso mientras mantenía un presupuesto equilibrado. También le dio tiempo a viajar a Nicaragua en 1985 para asistir a la ceremonia conmemo-


Bernie Sanders en los años en que era alcade de Burlington

rativa del sexto aniversario de la victoria de los sandinistas sobre el dictador Anastasio Somoza –el único representante electo de Estados Unidos que estuvo presente–. En 1987, la revista U.S. News & World Report lo clasificó entre los mejores alcaldes de la nación. Hoy día, gracias a las iniciativas formuladas durante su mandato, Burlington es la primera ciudad del país que se alimenta totalmente de energía renovable. En 1988, Sanders se postuló a la diputación federal del estado de Vermont, perdiendo por un escaso margen contra el republicano Peter Smith. Dos años después, derrotó fácilmente a Smith, convirtiéndose en el primer candidato sin partido en ganar una diputación en 40 años y el primer socialista en 70. Fue la primera de ocho victorias consecutivas. Al llegar el flamante diputado al Congreso, pocos le daban espe-

ranzas. «Es casi imposible que un independiente sea eficaz en la Cámara», afirmó el diputado Bill Richardson. «Como independiente, eres como un niño abandonado de la calle», agregó su colega Barney Frank. Por su parte, Sanders logró contrariar a ambas bancadas de la Cámara: del lado derecho, el de los republicanos, por oponerse a los tratados de libre comercio, a ambas guerras contra Irak y a la llamada «Ley Patriota», la cual aumentó los poderes de vigilancia del Gobierno tras los atentados del 11 de septiembre; y del lado izquierdo, el de los demócratas, por afirmar que no había una diferencia real entre ese partido y los republicanos. En el 2003, lanzó una devastadora (y ahora famosa) crítica al entonces presidente del Banco de la Reserva Federal, Alan Greenspan. Durante una comparecencia de este en la Cámara de Representantes, San-

ders lo reprendió por estar «muy ajeno a la realidad» del país y por usar su puesto para representar los intereses de los adinerados y las grandes empresas. «¡Los clubs de golf y los cocteles no son la verdadera América!», vociferó ante la fingida sonrisa del banquero.2 Pero Sanders pronto mostraría que también sabía tender puentes con sus colegas para lograr acuerdos. Aunque no se afilió al Partido Demócrata, se unió a su bancada en la Cámara, cofundando el Caucus Progresista del Congreso, agrupación que presidió durante sus primeros ocho años. Con el tiempo, llegó a ser conocido como el «rey de las enmiendas» por su capacidad de lograr cambios en los proyectos de ley, incluso en la época en que los demócratas eran minoría. Sanders consiguió la aprobación de enmiendas que permitieron el financiamiento a centros comunitarios de salud, 51


prohibieron la importación de productos hechos con mano de obra infantil y obligaron a los sentenciados por fraude y otros delitos de cuello blanco a informar a las víctimas que tenían derecho al resarcimiento de daños. En el 2006, cuando el senador Jim Jeffords anunció que no buscaría la reelección, Sanders se postuló para el escaño vacante. El Partido Demócrata lo respaldó indirectamente, negándose a postular a un candidato propio. Su contrincante republicano, el empresario Rich Tarrant, gastó 7 millones de dólares de su propia fortuna para vencer al candidato independiente, saturando los medios de comunicación con «la serie de spots más sucios que Vermont ha visto jamás», dijo entonces Garrison Nelson, profesor de ciencia política de la Universidad de Vermont. Fue un esfuerzo en vano. Sanders ganó la elección con un 65% de los votos; en su campaña de reelección en el 2012, superó este margen al captar un 71% de los sufragios. En el Senado, uniéndose otra vez a la bancada de los demócratas, Sanders votó en contra del controvertido rescate de los bancos promulgado en los últimos meses del gobierno de George W. Bush. Dos años después, se opuso a la extensión de las rebajas de impuestos promulgada originalmente por Bush pero negociada entre el presidente Obama y el Congreso; los beneficios de los recortes, a su parecer, se inclinaban desproporcionadamente a los contribuyentes con los ingresos más altos. En un discurso de ocho horas y media consecutivas en la Cámara del Senado, que se volvió el segundo trending topic de Twitter a nivel 52

mundial y sobrecargó el sistema informático del Senado por el número de espectadores, Sanders denunció en términos inequívocos el proyecto del ley: «¿Es este el futuro de los Estados Unidos? ¿Es eso lo que nuestros niños tienen que esperar? ¿Que van a ganar la mitad de los salarios de sus padres? Y en medio de todo eso, ¡acumulamos una deuda pública enorme, enviamos nuestros trabajos a China y recortamos los impuestos a los multimillonarios!».

franja húmeda de jardín fuera del Capitolio conocida como Swamp (el pantano). El acto duró tan solo diez minutos. Consciente de la nula posibilidad de que un candidato independiente sin fortuna propia ganara la presidencia, Sanders declaró que se postularía como miembro del Partido Demócrata. Reconoció que estaría en desventaja en un sistema en que «los millonarios pueden comprar elecciones», pero que esperaba financiar su campaña por medio de pequeños donativos

Para la prensa convencional, la candidatura de Sanders era, en el mejor de los casos, quijotesca Fue la tarjeta de presentación de Sanders a un público más allá de las fronteras de Vermont. Varias voces dentro de la comunidad progresista empezaron a hablar de la posibilidad de una campaña presidencial del senador en el 2012; algunos encuestadores se pusieron a medir su popularidad en estados clave. Pero Sanders, aunque veía con buenos ojos la idea de que alguien compitiera con el presidente Obama desde la izquierda, no tenía intención de proponerse como candidato. En mayo del 2012, anunció su respaldo a la campaña de reelección del presidente, la cual resultó exitosa en noviembre de ese año.

El lanzamiento Bernie Sanders anunció su candidatura presidencial en Washington el 30 de abril del 2015 en una

de los ciudadanos. Tras reiterar su oposición al Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) y al oleoducto Keystone, que transportaría petróleo crudo de Canadá al golfo de México, el senador concluyó con una afirmación que habría de resultar profética: «Creo que la gente debería tener cuidado al subestimarme». Su programa era ambicioso. Salud pública universal a través de la extensión del programa Medicare, actualmente disponible solo para los mayores de edad, a toda la población. Financiamiento público de las campañas a fin de eliminar la influencia corruptora del capital privado. Fraccionamiento de los bancos que se han vuelto «demasiado grandes para quebrar». Fin de las colegiaturas en las universidades públicas, las cuales han subi-


«Un futuro en el que creer», lema de Bernie Sanders en su campaña presidencial

do casi un 300% en los últimos 20 años. Transformación del sistema energético hacia fuentes renovables para frenar los efectos del cambio climático. Bajas de maternidad pagadas y equidad salarial para las mujeres trabajadoras. Una reforma migratoria que otorgue a los indocumentados la posibilidad de alcanzar la ciudadanía. Un alza del salario mínimo para llevarlo a 15 dólares la hora. Una reforma del sistema judicial para eliminar el racismo institucional (eso a la luz de una trágica serie de matanzas de víctimas afroamericanas a manos de policías). Un programa masivo de infraestructura para reparar las calles, los puentes y las tuberías del país (una propuesta cuya necesidad ha puesto de relieve la actual crisis de Flint, Michigan, una ciudad con el agua potable contaminada por niveles tóxicos de plomo). Y para

financiar todo esto, un aumento de los impuestos a los ingresos más altos, la eliminación de las exenciones fiscales de las corporaciones, y un nuevo impuesto sobre las transacciones financieras, medida que tendría el doble objetivo de recaudar ingresos y desalentar la especulación. Para sus críticos, un derroche de dinero sin posibilidad alguna de ser aprobado por el Congreso; para sus simpatizantes, la única manera de frenar el deslizamiento hacia un país cada vez más desigual. En cuanto a política exterior, Sanders también fija una línea aparte, oponiéndose al intervencionismo y al derrocamiento de regímenes considerados hostiles. Al criticar a Hillary Clinton, su contrincante en las precandidaturas, por votar a favor de la guerra de Irak en el 2002 cuando era senadora, por apoyar la intervención militar en Libia como

secretaria de Estado y por su postura bélica frente a la crisis de Siria, Sanders enumeró una serie de países donde la intervención estadounidense ha causado severos estragos, incluyendo Chile, Cuba, Guatemala, Irán y Nicaragua. Llegó incluso a rechazar la doctrina Monroe por arrogar a Estados Unidos «el derecho de hacer lo que quisiera en América Latina» (cabe mencionar, sin embargo, que apoyó la invasión de Afganistán en el 2001 y el uso de los aviones no tripulados llamados drones para combatir el terrorismo). Para la prensa convencional, la candidatura de Sanders era, en el mejor de los casos, quijotesca. El periódico The Washington Post lo llamó «un contendiente improbable». El rotativo The New York Times, que había publicado en primera plana los destapes de los demás candidatos presidenciales, escondió el 53


anuncio del senador en la página 21. Para el encuestador Nate Cohn, la candidatura de Sanders «no cambiará el hecho de que Hillary Clinton ganará la candidatura demócrata sin una competencia seria». Los números parecían dar la razón a Cohn: una encuesta del canal de noticias CNN le daba solo el 3% de las preferencias de los votantes del Partido Demócrata; Hillary Clinton gozaba de un aparentemente inalcanzable 62%. Además del apoyo de su esposo Bill y la formidable maquinaria del partido, Clinton contaba también con una extensa red de simpatizantes entre la elite financiera, empresarial y mediática. En un signo del respaldo que tenía del partido institucional, solo se programaron seis debates entre los precandidatos en comparación con los 26 que se realizaron en el 2008, con el claro fin de limitar la publicidad que recibían sus rivales. Resumiendo el parecer de muchos, el diario The Wall Street Journal habló de la inminente «coronación» de la ex primera dama.

Coronación interrumpida Pero algo imprevisto sucedió en medio de la procesión real. En mayo, cuando Sanders lanzó su campaña en Burlington en la misma zona a orillas del lago que había rehabilitado como alcalde, un nutrido público asistió para escuchar su llamada a una «revolución política que transforme el país económica, política, social y ecológicamente». Y eso fue solo el principio: en actos posteriores empezaron a llegar audiencias todavía mayores, de tal modo que la primera persona en sorprenderse fue el propio candidato. El Washington Post reportó 54

que, cinco días después de su lanzamiento en Burlington, Sanders se dirigió al estado de Minnesota para realizar su primer mitin en otra región. De camino al acto, su coche quedó atrapado en un atasco de tráfico. «¿Hay un accidente más adelante?», preguntó el senador. «No –contestó su director de campo, Phil Fiermonte–, están aquí para verte».

moderación y elegir sus posturas políticas conforme a los resultados de encuestas y grupos de enfoque, Sanders camina con la espalda ligeramente encorvada, con los trajes arrugados y el canoso cabello a menudo sin peinar. Gesticula con desenfreno defendiendo las mismas posiciones que ha propugnado durante 40 años con una voz que se asemeja a un grito permanente.

El una vez cachorrito de Vermont está peleando ahora en las grandes ligas En junio, 5,500 personas fueron a escucharlo a la Universidad de Denver, en Colorado; en Madison (Wisconsin) participaron unas 10,000 en julio. Más asombroso todavía fue el público que atrajo Sanders en estados más conservadores: 5,200 asistentes en Houston y 8,000 en Dallas (Texas); 11,000 en Phoenix (Arizona), el doble de los que habían acudido a escuchar al candidato republicano Donald Trump una semana antes. Pero el público más impresionante hasta esa fecha se congregó en Portland (Oregón): 28,000 personas colmaron el interior y las afueras del Moda Center en lo que fue, por mucho, el acto de campaña más grande de un candidato. En esos y muchos foros más, el fenómeno Sanders desafiaba todos los cánones de la época televisiva. Contradiciendo la idea de que los candidatos contemporáneos deben lucir bien, mover sus manos con

Muestra poca paciencia ante los miembros de la prensa cuyas preguntas considera tendenciosas o triviales. No recurre ni al patriotismo fácil ni a sesiones de fotos con sus hijos y nietos. Pero tiene un factor muy a su favor: una percepción generalizada de su honestidad. En un año en que los votantes están firmemente en contra de los candidatos del establishment, Sanders fue visto como «honesto y confiable» por un 68% en una encuesta reciente de la Universidad Quinnipiac, la cifra más alta de todos los candidatos de ambos partidos. Hillary Clinton, en cambio, quien ha modificado sus posturas sobre una larga lista de temas como el libre comercio, los matrimonios homosexuales, la inmigración y el control de armas, fue considerada «no honesta» por casi un idéntico porcentaje. Pero a pesar de la serie de actos a casa llena que convirtieron esos meses en the summer of Sanders


(el verano de Sanders), el senador de Vermont apenas figuraba aún en las encuestas nacionales a mediados del 2015. Para la mayoría de los estadounidenses, seguía siendo un desconocido. Realizar una exitosa campaña presidencial requiere dinero, mucho dinero. En el 2012, los candidatos Barack Obama y Mitt Romney gastaron más de mil millones de dólares cada uno; según el portal político The Hill, las campañas de este año que sobrevivan hasta la elección general terminarán costando el doble. Y bajo el argumento de la libertad de expresión, la Corte Suprema derogó cualquier restricción en donativos de campaña en su fallo Citizen’s United del 2010, abriendo la puerta a contribuciones ilimitadas de individuos o corporaciones a través de «comités de acción política» (PAC, por sus siglas en inglés). Enfrentado a

un panorama tan desfavorable, la campaña de Sanders optó por otro modelo de financiamiento: recaudar fondos de pequeños donantes en su sitio web. A la postre, una recaudación de este tipo proporcionaría un fuerte –y útil– contraste con los grandes intereses que han donado a la campaña de Clinton, incluyendo los bancos Citigroup y J.P. Morgan, el vilipendiado grupo de inversión Goldman Sachs, el multimillonario George Soros y figuras clave de las industrias de carbón, petróleo, gas natural, productos farmacéuticos, alimentos transgénicos y el sistema de cárceles privadas. Al cierre de este artículo, Bernie Sanders ha recaudado 183 millones de dólares de más de 6.6 millones de donativos individuales. El donativo promedio –cantidad que se ha vuelto un mantra en sus mítines– es de 27 dólares.

Arrancan las elecciones primarias La temporada de campañas presidenciales en Estados Unidos es extenuante al extremo, pues dura más de un año y medio desde que arranca hasta la última votación. Eso se debe en gran parte al sistema de precandidaturas de los partidos. A lo largo de cinco meses, los votantes de cada uno de los 50 estados –más territorios como Puerto Rico y Guam– escogen al candidato preferido de su partido por medio de votaciones directas (primaries) o asambleas (caucus), eligiendo delegados que representarán a su estado en las grandes convenciones que se realizan el verano antes de la elección general. Por tradición, las elecciones primarias arrancan con los caucus de Iowa, estado agrícola ubicado en el centro del país, seguido por el primary de New Hampshire, estado vecino de Vermont en el noreste. 55


Bernie Sanders protestando contra la guerra de Vietnam

La noche del primero de febrero del 2016 representó el punto culminante de nueve meses de campaña frenética entre mítines, debates, anuncios de radio y televisión, y la guerra entre simpatizantes en las redes sociales. El clímax fue digno de una película: al contabilizar los resultados de las asambleas, una diferencia microscópica de 0.3% separó a Clinton, en primer lugar, de Sanders, en segundo. Ya que el enrevesado sistema de Iowa cuenta delegados elegidos en lugar de votos emitidos, era incluso posible que Sanders hubiera ganado el voto popular. Una semana después, arrasó en la elección primaria de New Hampshire con una ventaja de 22 puntos, ganando más votos que cualquier otro candidato en la historia de las primarias en ese estado. Su buen desempeño en ambas de56

marcaciones se debía mucho al voto juvenil: un 84% de los jóvenes que votaron en Iowa y un 83% en New Hampshire optaron por Sanders, quien tendría 75 años al asumir la presidencia, el mandatario elegido más viejo. La contienda, sin embargo, estaba lejos de decidirse. Clinton ganó los siguientes caucus en Nevada por cinco puntos, frenando el ímpetu de la campaña de Sanders, que había invertido mucho con tal de conseguir un nocaut en las tres primeras contiendas. La ex primera dama siguió con una serie de holgadas victorias en los estados sureños, acumulando una apreciable ventaja en el conteo de delegados y provocando una ronda de febril especulación mediática acerca de la viabilidad de la candidatura de Sanders. Incluso el presidente Oba-

ma, en una reunión privada con donantes a mediados de marzo, indicó que se acercaba el momento de que el senador renunciara a sus aspiraciones en pos de la unidad del partido. Lejos de eso, la campaña de Sanders puso la mira en el camino largo, poniendo en práctica una estrategia que buscaba ir socavando pacientemente la ventaja de Clinton a lo largo de los siguientes meses. Al ganar varios de los siguientes estados en el centro, norte y, sobre todo, el oeste del país –región donde arrasó con márgenes de victoria incluso del 60%– dio prueba de su resistencia, mostrando que la competencia por la candidatura del Partido Demócrata sería un verdadero dogfight (pelea de perros). Dada la posibilidad de que ninguno de los dos candidatos tenga los dele-


gados necesarios para asegurar la candidatura al final de las elecciones primarias, el camino está preparado para lo que podría ser una convención abierta en la ciudad de Filadelfia en julio. El una vez cachorrito de Vermont está peleando ahora en las grandes ligas.

El espectro de la desigualdad En la última generación, Estados Unidos se ha convertido en un país asombrosamente desigual. Como Sanders no se cansa de repetir en sus discursos y en los debates, un 0.1% de la población estadounidense ostenta la misma riqueza que el 90% del total. Mientras los salarios de la mayoría siguen estancados desde hace 40 años, un 58% de todos los nuevos ingresos están fluyendo al 1% más acomodado. La red política controlada por una sola familia, los hermanos Charles y David Koch, gastará unos 889 millones de dólares para apoyar candidatos e influenciar la campaña del 2016, « transformando efectivamente [su] organización en un tercer partido político» según The New York Times. El país relativamente igualitario de la época posterior a la Segunda Guerra Mundial es una memoria lejana para los más viejos y una leyenda para los más jóvenes, quienes lidian con los efectos del desempleo y las deudas en que han tenido que incurrir para financiar sus estudios superiores. Un estudio realizado por los profesores Martin Gilens de Princeton y Benjamin Page de la Universidad Northwestern, publicado en el 2014, concluyó lo siguiente: «En Estados Unidos […] la mayoría no gobierna, por lo menos no en el sentido de poder determinar políti-

cas públicas. Cuando una mayoría de ciudadanos está en desacuerdo con las elites económicas y/o con intereses organizados, suele perder». Incluso el expresidente Jimmy Carter, en una entrevista con la presentadora de televisión Oprah Winfrey, reconoció que Estados Unidos se ha vuelto «una oligarquía en lugar de una democracia».

riodista Jamelle Bouie, la campaña de Sanders ya ha ganado: «Con un lenguaje sin complicaciones y una sinceridad sencilla […] ha sacado la palabra “socialista” del reino del epíteto para convertirlo en un término legítimo». De esta manera, ha permitido a una generación como la mía, que no ha conocido otra cosa, soñar otra vez con una sociedad más

Sanders se opuso también a la guerra de Vietnam Esa desigualdad ha convertido mi país natal en un lugar más inflamado y polarizado. En su documental Inequality for All (Desigualdad para todos), el exsecretario de Trabajo Robert Reich muestra cómo el partidismo en el Congreso se ha agravado a la par que la creciente brecha de riqueza. La frustración e impotencia sentidas por grandes sectores de la población han sido capitalizadas por Donald Trump, quien, ominosamente, ha creado una campaña potente en la que culpa de las aflicciones nacionales a mexicanos, musulmanes y otros grupos marginales. En los mítines del magnate, la violencia contra manifestantes y miembros de la prensa está cada vez más presente. La posibilidad de que Trump pueda ganar la presidencia provoca miedo y consternación en todo el mundo. Aun con todo lo que ha logrado hasta ahora, la campaña presidencial de Bernie Sanders continúa yendo cuesta arriba. Pero hay algo más grande en juego. Como dice el pe-

justa, equitativa y –me atrevo a decir– más bella. Yo, por mi parte, sigo en México, donde he hecho una vida feliz. Mi hermana me pregunta si regresaré a Estados Unidos si Sanders gana la presidencia. Le contesto que, antes de hacerme una pregunta así, que vaya y done sus 27 verdes dólares a Bernie. Kurt William Hackbarth es politólogo, narrador y dramaturgo norteamericano. Se tituló summa cum laude en la Universidad Fairfield en 1996. Se estableció en la ciudad de Oaxaca en 1999 y, desde el 2007, es ciudadano mexicano. Es autor de las obras de teatro La [medio] diezmada (2011) y El óstrakon (2012), así como del libro de cuentos Interrumpimos este programa (Editorial Ficticia, 2012). Su sitio web es: kurthackbarth.com.

Notas 1

A diferencia de muchos otros países, liberal en Estados Unidos se refiere a una tendencia política de centroizquierda. 2 <https://www.youtube.com/watch?v= BGt60lxpMvE>. 57


José Luis Justes Amador

Trump o no Trump, esa es la cuestión A pesar de la opinión casi generalizada de que «el populismo ha llegado a Estados Unidos», el fenómeno de la meteórica ascensión de la candidatura política de Donald Trump a la presidencia de su país requiere algo más que explicaciones simplistas. Su biografía, tanto o más que sus aventuras no siempre exitosas en los negocios, ofrecen claves para comprender su actual discurso. Aunque no es algo nuevo la relación entre poder económico y la carrera presidencial en Estados Unidos, lo más llamativo de la postulación de Trump como candidato es lo directo de un discurso basado en el ataque más que en la propuesta, en el populismo más que en el convencimiento, en el yo más que en el nosotros.

Fotos: Fuente externa, Efe 58


U

n debate de ideas, y suponemos que el político lo es, debe estar basado en la confrontación de posiciones intelectuales y propuestas a partir del razonamiento. Sin embargo, hay actores políticos que alcanzan su fama, y como consecuencia su presencia pública, al saltarse esas mínimas normas. «La cuestión es que, si eres un poco diferente, un poco escandaloso, o si haces cosas que son atrevidas o controvertidas la prensa escribirá sobre ti», escribió Trump en su primer libro The Art of the Deal. Y congruentemente aplica sus ideas en la campaña en la que se encuentra inmerso en estos días. Una campaña en la que son tres palabras las que se repiten constantemente: «yo», «créanme», «piénsenlo».

Yo Aunque muchos de sus detractores se refieren a él como narcisista, utilizando el sentido clínico de la palabra, es el psicoterapeuta Joseph Burgo, autor del definitivo The Narcissist You Know: Defending Yourself Against Extreme Narcissists in an All-About-Me World, el que lo caracteriza como «narcisista extremo». Y lo resume diciendo que «se siente impulsado a demostrar que es un ganador […]. Cuando se le critica, o cuando se cuestiona la imagen que él tiene de sí mismo, se defiende con indignación, desprecio y acusaciones». Y su historia comienza mucho antes de lo que el propio Trump propone. En 1885 un emigrante alemán de 16 años, llamado Frederick, se embarcó en Bremen rumbo a Estados Unidos, donde abriría en los tiempos de la fiebre del oro el Artic, que, a pesar de su nombre de

hotel, era más bien un lugar donde los buscadores de oro podían gastar lo ganado en mujeres de moral dudosa. En 1901 regresó a su pueblito de origen, Kallstadt, donde encontraría a una joven a la que se llevaría a Nueva York. Cuando al poco tiempo quisieron regresar a Baviera, Frederick y su esposa fueron expulsados porque él no había realizado el servicio militar, lo que era un delito grave en aquella época. Frederick es, aunque el candidato apenas o nunca lo nombre, el abuelo de Trump. (Y un dato significativo que añadir a esta falta de memoria biográfica tal vez sea la ausencia de un perfil biográfico, aunque fuese mínimo, en su propia página de campaña: www.donaldjtrump.com).

nas dos años, antes de que decidiera matricularse en la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania, que era la única en todo el país que ofrecía un programa exclusivo dedicado a los bienes raíces. Allí probablemente, antes de graduarse en 1968 en Economía y Antropología con unas calificaciones nada extraordinarias, fue donde descubrió su vocación empresarial. Vocación que desarrolló en los primeros años en la empresa de su padre, Elizabeth Trump and Son, que se enfocaba principalmente en la renta de departamentos de clase media en Brooklyn, Queens y Staten Island. De aquella época también es su primer proyecto exitoso a gran escala: la inversión de

«No soy demócrata. No soy republicano. Ambos partidos nos están fallando» Si infancia es destino, nada en los primeros años de Donald Trump hubiera hecho pensar en su habilidad empresarial o en su actual precandidatura a la presidencia de los Estados Unidos. De madre inmigrante, escocesa, y de padre hijo de inmigrantes, estudió en una escuela de perfil medio, la Kew-Forest School, en la que destacó sobre todo por sus problemas de disciplina. Siendo un adolescente todavía, su familia decidió mandarlo a una escuela algo más rigurosa, la Academia Militar de Nueva York. En la Universidad de Fordham, en el Bronx, no duró mucho, ape-

500,000 dólares en un edificio en Ohio que se vendería en 6.7 millones de dólares. «Alguna gente tiene la habilidad para los negocios. Es un arte con el que naces. O lo tienes o no lo tienes». Con esa máxima, expresada en cientos de entrevistas y con variaciones apenas mínimas en sus libros, Trump se metió de lleno en los grandes proyectos que serían su mayor ventana pública. Sacando ventaja de la exención de impuestos que el estado de Nueva York le ofreció a cuarenta años, revitalizó el Hotel Commodore. «Me dije “Construiré uno increíble, 59


televisivo llamado El aprendiz (The Apprentice). El programa lo convertiría en uno de los presentadores televisivos mejor pagados, aunque el dato más significativo de sus apariciones sea el hecho de que intentó registrar como una marca su frase más recordada del reality: «Estás despedido». Todo terminó en el 2015. El comunicado de prensa de la cadena televisiva afirmaba escuetamente: «Debido a las declaraciones ofensivas de Donald Trump respecto a los inmigrantes, la NBC Universal termina su relación laboral con el señor Trump».

«Créanme»

Entrevista televisiva donde Trump asegura que obligará a pagar a los mexicanos para que construyan un muro en la frontera

maravilloso, rutilante. Crearé empleos en la construcción y en el hotel y revitalizaré el área de Grand Central”. La ciudad aceptó el trato». Con ese proyecto nació la Trump Organization, que indica una de las características narcisistas común a todos sus proyectos, el hecho de que su nombre figure en un lugar prominente en la mayoría, por no decir en todos. A partir de ahí la historia financiera de Donald Trump es una cadena repetida de suspensiones de pagos y bancarrotas, de uso de bonos basura y prórrogas de deuda, hasta que durante los años noventa pareció mejorar, tanto en lo económico como en lo publicitario, con el megacomplejo de la Trump (de 60

nuevo el nombre) World Tower. Y, aunque Forbes en el 2015 le calculó una fortuna total de 4,100 millones, algunos expertos en economía aseguran que las cifras trumpianas siempre resultan infladas gracias a su habilidad para exagerar sus propiedades reales otorgando nombre a proyectos en los cuales ni siquiera tiene inversiones. O, como el mismo explica, «nunca se puede ser demasiado ambicioso», frase que resume perfectamente sus últimos proyectos. Y, en el culmen de ese narcisismo extremo que resume toda su carrera, en el año 2003 afianzó su imagen como personalidad pública y no solo empresarial como productor y protagonista de un reality

«Vamos a hacer nuestro país grande de nuevo», el generalista lema de campaña de Donald Trump se escuchó el 16 de junio del 2015 en Nueva York cuando se anunció su precandidatura para las elecciones presidenciales del 2016 por el Partido Republicano. Y el anuncio vino acompañado de un discurso en el que ya se apreciaba claramente el tono de su campaña, que incluía ataques al avance de la economía china y el calificativo «corruptos, delincuentes y violadores» aplicado a los mexicanos. También ese día propuso por primera vez la construcción de un muro fronterizo entre su país y México, que debería ser pagado por el vecino del sur. Trump, sin embargo, ya había estado inmiscuido desde mucho antes en política apoyando a candidatos de ambos partidos. Desde los años ochenta en que apoyó públicamente a Ronald Reegan hasta el 2012 cuando manifestó sus simpatías y su apoyo económico a la campaña de Mitt Romney. Desde 1988 insinuaba la posibilidad de


presentarse como candidato a la presidencia o para gobernador del estado de Nueva York, pero en los cinco casos en los que pudo hacerlo no lo logró. Lo más cercano a una postulación lo tuvo en el año 2000 cuando se presentó como candidato presidencial del efímero Partido de la Reforma, llegando a ganar las primarias en California. Las encuestas en el 2011, el mismo año en que afirmó públicamente sus dudas sobre la nacionalidad del presidente Obama, lo colocaban un punto por encima del que sería al final el candidato republicano y a muy pocos puntos de Barack Obama. Dos años después invirtió, según The New York Times, más de un millón de dólares simplemente para sondear la posibilidad de triunfo en caso de lanzarse como candidato a la presidencia el mismo año en el que el Comité Republicano de Nueva York hizo circular un documento en el que se insinuaba su candidatura a la gobernación del estado. Hasta la concreción de sus ambiciones políticas en el 2015. Porque, como ya había escrito Trump muchos años antes, «Apunto alto y entonces no dejo de empujar y empujar y empujar para lograr lo que persigo».

«Piénsenlo» Para Trump, que nunca escribe discursos sino que los improvisa, la política parece ser no tanto una exposición de ideas sino de lemas. Apenas hay diferencia en el discurso que enarbola tanto en sus libros como en sus programas de televisión. Las frases de sus discursos son más proclamas y generalidades que propuestas. Las alharacas verbales que pronuncia Donald Trump

en cada una de sus intervenciones públicas están destinadas más al corazón, a la pasión o a la insatisfacción del votante que a su cabeza. A la rabia, sobre todo, de sus miles y miles de seguidores cuyas ideas políticas se concretan en la frase de uno de los asistentes a uno de sus mítines: «No soy demócrata. No soy republicano. Ambos partidos nos están fallando». Esta visceralidad, perfectamente resumida en su afirmación de que «el sistema está roto y no hay tiempo para ser políticamente correctos», se refleja en sus índices tanto de popularidad como de impopularidad. El ochenta y cinco por ciento de los latinos, según una encuesta reciente, lo rechaza. Y ese mismo rechazo

«Populista», «proteccionista», «autoritario», son algunos de los adjetivos que sus detractores le endilgan. «Republicano moderado», lo llaman sus partidarios. Y esas contradicciones se dan también en su discurso en determinados temas, que va cambiando según el auditorio. Atrapado en alguna de esas contradicciones, siendo las más flagrantes las que tienen que ver con el matrimonio entre personas del mismo sexo, prefiere dar una respuesta más pragmática, falazmente pragmática, que asertiva: «Preferiría que cada estado tomara la decisión. Pero, en cierto punto, tienes que ser realista». Aunque sin dejar de afirmar su extremo punto de vista en temas capitales para cualquier país.

La política parece ser no tanto una exposición de ideas sino de lemas

se da entre el ochenta por ciento de los afroamericanos y los jóvenes, y un altísimo setenta y cuatro por ciento entre los egresados universitarios y los votantes que se definen como independientes. Sin embargo, esa misma tendencia de altísimos porcentajes se da también en el extremo opuesto. En algunos estados, de población mayormente anglosajona blanca, y sin importar el estrato económico, alcanza niveles de aceptación que superan el ochenta por ciento. Visceralidad que aparece también en algunos de sus mítines, que no logran finalizar, o siquiera comenzar, por los enfrentamientos entre detractores y simpatizantes.

«Tiene que haber algún tipo de castigo», afirmó refiriéndose a las mujeres que abortan y pagó anuncios de página completa en The New York Times apoyando la pena capital. Apoya la segunda enmienda en la que se refugian los defensores de la posesión de las armas de fuego, así como propone un sistema federal que registre todos los expedientes criminales y de salud mental. Acepta el uso de la mariguana como terapia médica pero se opone a su uso recreativo. En el tema de salud está a favor de un mercado libre que compita y así logre unos supuestos precios competitivos mientras que en la 61


Tres posdatas necesarias

educación primaria propone un plan individual de estudios a elección de cada centro que elimine el proyecto de un currículo común. Plantea reducir la tasa de impuestos a las empresas, pero no elevar el salario mínimo porque eso «restaría poder competitivo a la economía estadounidense». «El primer día de mi presidencia los inmigrantes ilegales van a salir y van a salir rápido», resume en su primer mitin tras el anuncio de su candidatura. La propuesta, además, incluye la negación del derecho de ciudadanía por nacimiento, que otorga automáticamente la nacionalidad a quien nace en el suelo estadounidense. Sobre los ya inmigrados ha dicho que «deben ser deportados» y que las decisiones ulteriores deben tomarse una 62

vez que se hayan fortalecido las fronteras. Mientras, en política exterior su propuesta es nacionalista y no intervencionista: propone que se gaste más en el ejército nacional al mismo tiempo que se disminuya el gasto de los Estados Unidos en la OTAN. La frase «A veces sale a cuenta ser un poco salvaje», con la que en El arte de la negociación propone una actitud para los negocios, resume perfectamente este espíritu. Si es natural o artificial, sincera o fingida para conseguir votantes, es algo que debe quedar en la cabeza de cada lector, de cada escucha. O, como define la campaña el periodista del diario español El País encargado de seguir la gira de Trump, es algo «entre la comedia bufa y el patrioterismo populista».

1) «Esa fue la palabra que nos despertó, un “¡No!” gritado por una voz viril en cada vivienda de la manzana. No era posible. No. No para presidente de los estados Unidos». La frase que perfectamente podría pronunciar un ciudadano durante esta elección usamericana pertenece a una de las obras de ficción de Philip Roth, La conjura contra América, una novela que describe la hipotética victoria del populista y pronazi Charles Lindbergh sobre Roosevelt. Una novela como profecía. Una novela en la que la victoria de Lindbergh conduce a un recorte cada vez mayor de las libertades civiles del pueblo americano. Una novela que retrata perfectamente como el discurso de odio engendra odio real, como el apoyo de ciertas libertades de unos cuantos implica cortar las de muchos otros. Muchos críticos, como los reseñistas que escribieron que era una «historia genuinamente americana» o una visión «siniestra, vívida, onírica, absurda y, al mismo tiempo, espeluznantemente plausible», no podían intuir que la realidad no estaba tan lejana. Aunque Roth siempre negó que fuera una novela en clave sobre la administración Bush, varios críticos no dudaron en afirmarlo así. Hoy en día, la novela parece reflejar el empeño de Trump de llegar a la Casa Blanca y su discurso xenófobo. «Mucha gente me pregunta “¿qué podemos hacer para detener a Trump?”», escribió uno de los colaboradores más cercanos de Mitt Romney. La pregunta sigue en el aire porque nadie parece haber hecho nada ni siquiera para intentarlo. Una novela que empezó como historia alternativa


y puede ser real, una campaña que comenzó, así lo juzgaron muchos, como una broma y ahora es una de las alternativas más plausibles. 2) El actual presidente de los Estados Unidos declaró recientemente, sin señalar en concreto a nadie, que «incluso los países que no tienen elecciones serias quieren que en Estados Unidos haya una elección seria». Porque, como afirma Steve Jarding, profesor de Políticas Públicas en la Universidad de Harvard, «el populismo ha llegado a Estados Unidos. Lo único que no está claro es si la clase política es consciente de ello». 3) «Lleno de pena tengo que abrazar mi fortuna», dice Fortinbras al heredar la Dinamarca de un Hamlet al que despide. Aún está por ver cuántos pronunciarán esa frase al día siguiente de unas elecciones que, al final, se resumen en el shakespeariano «Trump o no Trump, esa es la cuestión».

En sus propias palabras «A veces, parte de alcanzar un triunfo consiste en denigrar a tus competidores» (The art of the Deal). «Si Hillary Clinton no puede satisfacer a su marido, ¿qué le hace creer que puede satisfacer a América?» (tuit borrado). «Hillary dice que las armas no protegen. Si realmente cree eso debería pedirles a sus guardaespaldas armados hasta los dientes que no lleven armas» (publicación de Facebook). «Vi a Rick Perry el otro día… Le está yendo muy mal en las encuestas. Se pone lentes para que la gente piense que es inteligente. Y no funciona. La gente puede ver a través de los lentes» (entrevista en radio).

«Nuestro gran presidente afroamericano no se puede decir que haya tenido un impacto muy grande en los bárbaros que están felizmente destruyendo Baltimore» (tuit). «Me enorgullece que el presidente siguiera mi ejemplo y mandara poner las banderas a media asta» (publicación de Facebook). «Los Estados Unidos invitarán al Chapo, el capo mexicano de la droga que acaba de fugarse, a convertirse en ciudadano americano porque nuestros líderes no saben decir “no”» (tuit). «Somos una nación que habla inglés. Creo que, mientras estemos en esta nación, debemos hablar inglés. Así es como se asimila uno» (entrevista). «Hay que ir y estudiar las mezquitas porque hablan mucho en esas mezquitas» (parte de su argumento para cerrar mezquitas)

«No puedo pedir perdón por decir la verdad» (en una entrevista, al preguntársele si iba a pedir perdón por sus comentarios sobre los inmigrantes). «Esta es la primera vez en mi vida que he causado controversia por NO decir nada» (tuit). José Luis Justes Amador es un poeta y traductor español. Licenciado en Filología Inglesa con un posgrado por la Universidad de Cambridge en poesía inglesa contemporánea. Ensayos y traducciones suyas han aparecido en medios como La Tempestad, Hermanocerdo o Letras Libres. Su libro más reciente es De nadie (Pasto Verde). Actualmente está radicado en Aguascalientes (México), donde se desempeña como director del Centro de Idioma del Instituto Cultural de Aguascalientes. Este año publicará 99. 63


Frank Báez Evertsz

Chile: nuevo destino de la diáspora dominicana Entre los años 2005 y 2015 un número creciente de dominicanos ha emigrado a Chile, con lo que esta nación ha pasado a ser el destino alternativo más reciente de la migración dominicana. Los migrantes dominicanos conforman apenas una reducida fracción de la inmigración total en Chile, aunque constituyen uno de los nuevos colectivos y de los de mayor dinamismo. La emergente comunidad dominicana tiene un predominio de las mujeres, se concentra en alto grado en la región metropolitana de Santiago de Chile y sobre todo se incorpora a nichos ocupacionales del sector servicios. En la breve trayectoria de la dinámica migratoria se distingue una fase de rápida expansión (2005-2012) seguida de una fase de descenso (2013-2014) en la migración en situación regular, de modo que el curso migratorio futuro habrá de dilucidar si Chile se convertirá de rumbo ensayado a destino cuantitativamente importante de la diáspora dominicana.

Fotos: Fuente externa, Efe 64


L

os emigrantes dominicanos han ensayado recurrentemente la búsqueda de nuevos destinos, alternativos a la mayoritaria expansión migratoria hacia Estados Unidos, sobre todo a partir de la gran oleada del período 1985-1995. Entonces se inició el auge emigratorio laboral a España, Italia y otros países de Europa, la expansión migratoria hacia diversas islas del Caribe, Panamá y, más tarde, a la Argentina. La actual migración dominicana a Chile constituye el más reciente episodio del proceso de diversificación de destinos de la diáspora dominicana. Hasta hace pocos años la presencia dominicana en Chile se restringía a un reducido grupo, compuesto sobre todo de profesionales, técnicos y estudiantes, como atestiguan los censos de población chilenos. El censo de 1970 registró 80 personas nacidas en la República Dominicana; el de 1982, apenas 78; el de 1992, 126, y el del 2002, 281 personas; además, en ese último año el censo dominicano determinó que 625 chilenos vivían en el país. A partir del segundo quinquenio de la primera década del presente siglo, en cambio, ha acontecido un dinámico proceso de asentamientos que ha ido forjando una vigorosa y laboriosa comunidad de dominicanos radicados en Chile, la cual ya ha empezado a ser visibilizada en sus diversas expresiones laborales y socioculturales como uno de los más recientes flujos inmigratorios hacia esa nación, dentro del proceso de cambio como país de acogida de inmigrantes.

La transformación migratoria chilena Chile ha experimentado una importante transformación migratoria en el contexto de los cambios sociopolíticos de la transición desde la dictadura militar hasta la consolidación democrática y el dinamismo de la economía chilena. Durante la segunda mitad del pasado siglo mantuvo una baja y declinante inmigración, reduciéndose en un 20% el volumen de población extranjera registrada entre 1960 y 1982, al pasar de 104,800 a 83,800 en esos años, y caer la proporción de inmigrantes en la población de 1.4% a 0.7%. El asentamiento de chilenos en el exterior fue constante, sobre todo en las décadas de 1970 y 1980, estimándose en

489,000 la diáspora chilena en 1990,1 equivalente al 3.7% de la población del país y 4.6 veces mayor que el volumen de inmigrantes radicados en el mismo, de modo que entonces cabría definir a Chile más bien como un país de emigración. La situación empezó a variar en la década de 1990 al recibir Chile un importante influjo inmigratorio de alrededor de 90,000 inmigrantes, según la variación intercensal, el cual fue considerado por el CELADE como la inmigración «más voluminosa que haya recibido Chile en su historia reciente, si bien su incidencia relativa es pequeña (apenas equivale al 1% de la población del país)».2 Durante los años transcurridos del siglo XXI la inmigración ha continuado en progresivo aumento. En efecto, aunque el censo del 2012 fue cuestionado y sus resultados no se divulgaron, los estimados elaborados por el Departamento de Extranjería y Migración (DEM) sitúan el volumen de inmigrantes en 305,000 para el 2010 y en 410,000 para el 2014.3 En términos relativos, como proporción de la población, la inmigración es aún relativamente baja, del orden del 2.3%. De otra parte, el monto de los chilenos radicados en el exterior se estima que era de 612,000 en el 2015, es decir, un 1.5 mayor que el volumen de inmigrantes, lo que indica que las brechas entre población emigrada y población inmigrante se han ido reduciendo, como un reflejo de que los flujos de emigrantes chilenos han tendido a ser más reducidos que los flujos de inmigrantes hacia ese país. En las últimas décadas, como es ampliamente reconocido, Chile ha vivido una transformación migratoria que marca la transición de país de emigración a país de inmigración, recorriendo el ciclo aún en marcha transitado por algunos países, entre los cuales España constituye el referente más cercano. La mayoría de la inmigración actual procede de los países de América del Sur, el 75% del total de inmigrantes, y sobre todo de los países limítrofes con Chile: Perú (31.7%), Argentina (16.3%) y Bolivia (8.8%). Los inmigrantes dominicanos constituyen una muy reducida fracción del total, aunque su incremento relativo es notorio, al partir de bajos niveles absolutos en los años previos a la expansión. 65


Cifras de la inmigración dominicana La migración dominicana hacia Chile se ha activado condicionada por la situación de relativo estancamiento de la migración a España y otros países de Europa a partir de la crisis del 2008, favorecida por la exención de visado de entrada a Chile e impulsada por la existencia de nichos laborales de inserción y las redes migratorias trasnacionales. Resulta difícil señalar montos aceptables sobre la presencia dominicana actual en Chile ya que, como se señaló, los resultados del censo del 2012 no fueron divulgados y en los estimados del DEM solo se identifican las diez comunidades cuantitativamente principales, mientras que todos los demás colectivos se incluyen en el renglón «otros». No obstante, es posible obtener una aproximación a la dinámica y cuantía de la inmigración dominicana en situación regular a partir de los datos sobre los permisos de residencia otorgados. De acuerdo a las reglamentaciones chilenas vigentes,4 además de las visas de turismo existen los permisos o visados de residencia temporal y definitiva. La residencia temporal comporta tres modalidades: sujeta a contrato, temporaria y de estudiantes. La residencia sujeta a contrato se otorga con fines laborales, con la acreditación de un contrato de trabajo con un empleador determinado y tiene vigencia de hasta dos años, prorrogable. La residencia temporaria se concede por diversos motivos (vínculos con chilenos, profesionales y técnicos, inversionistas y otros) y tiene una vigencia de un año, con una sola renovación. El permiso de permanencia definitiva permite la radicación indefinidamente y la dedicación a cualquier actividad lícita. El titular de un permiso de residencia sujeto a contrato puede solicitar la permanencia definitiva al cumplir dos años de residencia y un año en el caso de un titular de permiso temporario. Los dominicanos obtienen mayoritariamente residencia sujeta a contrato (alrededor del 72% de los que accedieron a residencia temporal para el período 2008-2013). Puede observarse en el gráfico 2 que el número de residentes temporales dominicanos (total de residentes bajo contrato, temporarios y estudian66

GRÁFICO 1: EVOLUCIÓN DE LOS INMIGRANTES EN CHILE: 1960-2014 450,000

410,988

400,000 350,000

305,212

300,000 250,000 195,320

200,000 150,000 100,000

104,853

88,881

83,805

1970

1982

105,070

50,000 0

1960

1992

2002

2010

2014

Fuente: INE, censos de población (1960-2002); DEM, Migración en Chile, 2005-2014

GRÁFICO 2: DOMINICANOS CON RESIDENCIA TEMPORAL Y DEFINITIVA: 2003-2014 4,364

4,500 4,000

3,658

3,500 3,000 2,543

2,500 1,812

2,000 1,500

1,038

1,000 500 0

1,067

88

119

265 459

2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 Temporales

Definitivas

Fuente: Elaborado en base a estadísticas del DEM

tes) empezó a crecer lentamente entre el 2005 y el 2009, y a partir del siguiente año su incremento fue notable, hasta alcanzar su pico en el 2012; mientras que el número de dominicanos con permanencia definitiva solo aumentó de forma significativa a partir de ese último año y de modo notable en el 2014, al llegar a 1,067. Los datos disponibles para el 2013 y el 2014 revelan, en contraste, un fuerte descenso en las cifras de residentes temporales, del orden del 41.7% respecto


GRÁFICO 3: EVOLUCIÓN DE LAS ENTRADAS DE DOMINICANOS COMO TURISTAS A CHILE: 2008-2015 6,000 5,000

4,683

4,000

3,250

3,000

4,878

3,491

3,105

2,827

2,449

2,000

2,132

1,000 0 2008

2009

2010

2011

2012

2013

2014

2015

Fuente: Elaborado con estadísticas de SERNATUR

GRÁFICO 4: POBLACIÓN ESTIMADA DE DOMINICANOS EN SITUACIÓN REGULAR EN CHILE: 2010-2014 6,000

5,160

5,000

4,913

4,865

2013

2014

4,000 3,000 2,000

2,343 1,450

1,000 0 2010

2011

2012

al 2012. Una parte importante de este descenso obedeció a la dinámica de acceso a la residencia definitiva por parte de personas que antes tenían residencia temporal, conforme a lo señalado. No obstante, los montos que resultan de las sumas de residentes temporales y definitivos para esos años muestran un reducción apreciable respecto al 2012, lo que estaría indicando dos situaciones. Primero, el flujo de entrada registrada y regular de dominicanos declinó en esos años, marcando una reorientación de la tendencia expansiva mostrada hasta entonces. Así, de acuerdo a las estadísticas compiladas por el Servicio Nacional de Turismo (SERNATUR), con las que hemos

elaborado el gráfico 3, el monto de turistas dominicanos que entraron a Chile experimentó una fuerte caída entre el 2012 y el 2014, un descenso del orden del 56.3%. Puede apreciarse también en el gráfico una tendencia a la recuperación durante el 2015, aunque el monto se sitúa en niveles anteriores al 2009. El descenso del flujo de entradas de dominicanos con fines «turísticos» se asocia directamente con la imposición de parte de Chile del requisito de visado, que entró en vigor el 1 de septiembre del 2012. Debe señalarse que la imposición del visado para los nacionales dominicanos se ha hecho general en los países del Cono Sur, ya que el requisito de visado por parte de Argentina entró en vigor un mes antes, en agosto de ese año,5 y por parte de Uruguay en julio del 2014.6 En segundo lugar, podría establecerse que tendieron a fortalecerse los patrones de irregularidad, tanto por vía de las entradas clandestinas no registradas como por la caída en la irregularidad de una parte de los inmigrantes, por no poder renovar los permisos temporales.7 Así, se hicieron más frecuentes las noticias sobre la migración clandestina de dominicanos, y de otra parte, el número de infractores dominicanos por cuestiones migratorias subió de 474 en el 2013 a 813 en el 2014. En general, se reconoce que el mecanismo del visado de entrada tiene incidencia, a través de sus requisitos, en la dinámica de los flujos y en su composición, en esto último por vía de la selectividad de perfiles socioeconómicos que impone; pero también puede, de modo indirecto y no intencionado, fortalecer las redes del tráfico de migrantes y la migración clandestina y tornar más elevados sus costos y riesgos. Ambos efectos se han hecho evidentes en la migración dominicana a Chile en esta fase y aún es temprano para determinar su incidencia de conjunto en la dinámica migratoria hacia ese país.8 Con respecto al volumen de dominicanos radicados en Chile, es posible, al menos, establecer un estimado mínimo de la población regular a partir de las cifras presentadas, considerando para un año determinado el conjunto de residentes temporales y el total acumulado desde el 2003 de residentes definitivos. En el gráfico 4, en el 67


que se presentan esos estimados para 2010-2014, puede observarse que en los últimos años con cifras disponibles el volumen se sitúa en alrededor de 5,000 personas. Para el 2015 cabría esperar un aumento en el número, si se considera el repunte de las entradas y las tendencias previas de acceso a la residencia definitiva, lo que en una simple proyección lineal situaría el número estimado en alrededor de 6,000. Se trata, en todo caso, del total estimado de migrantes en situación regular, y no de la presencia total de dominicanos; y aun aquel monto podría ser considerado un estimado mínimo, pues no incluye migrantes con residencia definitiva anterior al año considerado, a naturalizados chilenos y a portadores de permisos bajo contrato vigentes que no tenían que renovar en el año dado. Sobre la presencia total de dominicanos, regulares e irregulares, es arriesgado establecer cifras. Los inmigrantes, como suele suceder, tienden a sobrevalorar el volumen del propio colectivo. En mis entrevistas hablaban de 20,000, 25,000 y hasta de 30,000. Los parámetros examinados an68

tes inclinarían a cifras más modestas. El registro de inmigrantes que se lleva en el área consular de la Embajada dominicana en Chile ascendía a poco más de 7,000 personas en abril del 2015, pero en el mismo se registran solo los que acuden a la sede y desean hacerlo, pues la inscripción es de carácter voluntario. Pablo Maríñez, embajador dominicano en Chile y destacado profesional de las ciencias sociales, estima que el total de inmigrantes dominicanos en Chile puede situarse entre 10,000 y 15,000 mil.9 El rango inferior del estimado me parece más apropiado como aproximación a dicho volumen, equivalente al 2.5% del total de inmigrantes en Chile, al 0.7% del total de la emigración dominicana en todos los destinos y a alrededor del 2.8% de la emigración dominicana en los otros destinos alternativos.10

Rasgos de la inmigración dominicana Debido a la emergencia reciente de la inmigración dominicana en Chile, no resulta extraña, aparte de noticias y reportajes, la ausencia


de estudios sistemáticos sobre esta comunidad de migrantes.11 En lo que sigue, solo pretendo ilustrar brevemente algunos rasgos básicos del colectivo, basándome en las estadísticas del DEM y las entrevistas que hice a varios inmigrantes dominicanos.12 Como en otros contextos, las mujeres predominan en la migración dominicana a Chile, representando el 70.2% de los migrantes, al considerar las cifras agregadas de permisos de residencia entre 2011-2013 –lo que revela un índice de feminización más alto que el correspondiente al total de inmigrantes en ese país, de alrededor del 53%–, aunque se aprecia un ligero aumento de la participación relativa de migrantes hombres, que subió del 26.5% al 30.9% en esos años. Cerca del 80% de los migrantes dominicanos se concentran en la región metropolitana de Santiago de Chile, si bien se encuentran pequeños contingentes de dominicanas y dominicanos en todas las regiones de esa nación. Entre ellas, se registran asentamientos de relativa importancia de dominicanos en Magallanes (el 4.1% de los mi-

grantes dominicanos), Coquimbo (3.6%), Antofagasta (3.3%), Valparaíso (3.1%) y Atacama (1.5%). En el área de Santiago de Chile, en cambio, los patrones de asentamiento de los migrantes parecen ser más diversificados. Al preguntar a las personas entrevistadas sobre el lugar donde suelen vivir los dominicanos, señalaban diversas comunas, entre ellas Renca, Estación Central, Cerro Navia y Recoleta. Existen varios restaurantes y establecimientos de servicios de dominicanos, como peluquerías y talleres de mecánica; y pude conocer a una persona que se dedica a la comercialización de algunos productos dominicanos, muy demandados por los migrantes. La situación, no obstante, dista mucho de remitir a la emergencia, por lo menos aún, de un enclave étnico de contornos definidos, a la manera ilustrada en la literatura general de las migraciones y de la migración dominicana en particular. Respecto a la procedencia local en la República Dominicana, los indicios parecen apuntar hacia cierta diversificación. Los entrevistados señalan que la mayoría procede de Santo Domingo, 69


San Cristóbal y de la región norte del país. De los entrevistados, tres procedían de San Cristóbal (Hato Damas y Cambita), dos de Santo Domingo (Distrito Nacional y Santo Domingo Este), uno de Mao y otra de Santiago Rodríguez. Excepto uno, los entrevistados llegaron a Chile antes de la imposición de la visa de turismo, llevan residiendo en el país entre tres y siete años y ya disponen de residencia definitiva. Mientras que el otro llegó a principios del 2014, «por atrás», como dicen refiriéndose a los que entran de modo clandestino por la frontera norte. Se reconoce que solo una fracción de los migrantes se desempeña laboralmente en la construcción, la industria y como profesionales y técnicos, mientras que la mayoría está incorporada a las diversas actividades del sector servicios, sobre todo al servicio doméstico, que ha sido el nicho laboral más importante para las dominicanas. La expansión económica chilena y la elevada tasa de participación femenina en el mercado laboral generan una amplia demanda de trabajadoras domésticas, entre los sectores medios y altos, una parte importante de la cual es cubierta por migrantes, sobre todo peruanas y bolivianas. La modalidad de trabajadoras contratadas para vivir en el hogar los días de la jornada se designa «puertas adentro», mientras que la expresión «puertas afuera» alude a la situación de aquellas que asisten en un horario determinado de lunes a viernes o por días. Los salarios fluctúan entre el equivalente a unos 700 dólares al mes en la primera modalidad y 500 y 600 dólares en la segunda. Se trata de un sector bastante regulado en el que existen diversas agencias, tanto de carácter empresarial como asociaciones sin fines de lucro, que ofrecen el servicio de intermediación. De las mujeres entrevistadas, tres se desempeñaban como trabajadoras del hogar. Elsa consiguió su trabajo por medio de una asociación de intermediación de carácter religioso, a poco tiempo de llegar, en el 2010; desde entonces permanece con la misma familia –ambos profesionales con dos niños– bajo la modalidad de «puertas

adentro» y señala que la tratan muy bien. Su esposo ha ido a Chile de visita en dos ocasiones y están haciendo los trámites para su residencia. Por esa misma época llegó Josefina, que tenía a una prima y una cuñada residiendo en el país, quienes la ayudaron a instalarse. Trabaja bajo la modalidad de «puertas afuera», también para la misma familia desde que llegó. Más que la reunificación familiar, su interés primordial ahora es ayudar a terminar la vivienda que construyen en su natal Cambita; envía cada mes entre 10,000 y 12,000 pesos «de los de allá», dice, para significar que se trata de pesos dominicanos. El trabajo del hogar es duro y complejo en el nivel de relaciones interpersonales que involucra, aspectos que resalta Elisa en su relato. Señala que si bien el salario es alrededor de tres veces mayor que el dominicano deben hacerlo todo en la gestión del hogar: limpiar, lavar, preparar los alimentos y cuidar a los niños. Sobre el trato recibido, dice: «es humillante, no digo que todos, pero humillan mucho a los extranjeros». De las otras mujeres entrevistadas, Grecia trabaja de camarera en un restaurante y Sonia en una cafetería. El salario de base diario, señala Grecia, es equivalente a unos 17 dólares, aparte de las propinas, lo que marca la diferencia, aunque agrega que «la vida aquí es muy cara, todo está más caro ahora». Sonia, la que más tiempo

Los dominicanos obtienen mayoritariamente residencia sujeta a contrato

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tiene en Chile, pues arribó a principios del 2008, cuenta que se desempeñó primero como trabajadora del hogar pero que ya tiene varios años trabajando como camarera, gana más y se siente con más independencia. Germán tiene una peluquería en el sector de Estación Central, en la que trabaja con su socio chileno. Procedente del Distrito Nacional, donde


trabajaba en una clínica, al llegar a Chile laboró en una peluquería y luego, con esfuerzos y préstamos ya pagados, pudo montar la suya. El joven saca su celular y me muestra con orgullo fotos de la peluquería y de los estilos de los cortes que realizan. «Me ha ido bien, se gana bien» dice, y casi sin interrupción comienza a detallar los costos en que incurre por la vivienda en que vive, junto a su esposa y su hija nacida en Chile, no muy lejos del sitio de trabajo: alquiler, gastos comunes del lugar, luz, agua y otros. Isidro ha realizado varios trabajos de ocasión, precarios, dada su situación de irregularidad; trabajó en construcción y ahora lo hace en un restaurante, en el área de cocina. En su provincia natal, Valverde, era tractorista y trabajó para la bananera Plantación del Norte.

De las políticas de migración Ante los cambios inmigratorios que ha experimentado Chile como país de acogida, se han ido propiciando reformas necesarias para la adecuada gestión de las migraciones, aunque quizás no con la celeridad y alcances que dichos procesos

ameritarían. En 1998, durante el gobierno de Eduardo Frei, se realizó un proceso de regularización de inmigrantes denominado amnistía provisoria, que benefició a unos 22,000, principalmente de Bolivia (16,764) y de Perú (2,116). Diez años después, en el 2007, se abrió otro proceso de regularización durante el primer gobierno de Michelle Bachelet, al que podían acceder inmigrantes irregulares de países determinados, que habían ingresado antes de octubre del 2007. Entonces se regularizaron 46,000 inmigrantes, la mayoría en esa ocasión de Perú (32,406), seguido por Bolivia (6,028), mediante el otorgamiento de una visa temporaria de un año, pudiendo solicitar la renovación de acuerdo a las normas vigentes. En la resolución que dispuso la regularización (resolución exenta No. 36339) se incluyó a los nacionales de la República Dominicana dentro de los calificados para acceder a esta, por lo que se beneficiaron de este proceso 150 inmigrantes dominicanos.13 Desde hace varios años las asociaciones de migrantes, organizaciones no gubernamentales y 71


entidades académicas y de investigación han propugnado una nueva regularización inmigratoria y reformas legislativas e institucionales. Dado que, como se señaló, en los últimos años ha tendido a incrementarse la irregularidad migratoria entre la comunidad dominicana, de efectuarse un nuevo proceso de regularización podría beneficiar de modo apreciable a nuestros compatriotas. Sectores importantes de Chile, no obstante, se oponen a la continuidad de lo que entienden un ciclo de regularizaciones «cada diez años». De otra parte, las autoridades gubernamentales otorgan mayor prioridad al avance en cambios relativos a la gestión pública de las migraciones, entre ellos la reforma de la normativa vigente, que a un nuevo proceso de regularización. La renovación de la reglamentación vigente es una de las reformas pendientes en materia migratoria, ya que la ley de extranjería y su reglamento datan de la época de la dictadura militar y requieren de adaptaciones a las nuevas realidades. La presidenta Bachelet, en su instructivo presi72

dencial número 5, del 6 de noviembre del 2015, propuso un marco operativo de referencia para efectuar adelantos hacia el establecimiento de un sistema nacional de migración, fortalecer la institucionalidad de la gestión migratoria y avanzar en la actualización de la legislación vigente, señalando que la misma «no incorpora las lógicas de inclusión, la dimensión de derechos y la cooperación». Un aspecto de la normativa vigente que ha generado permanentes críticas tiene que ver con la visa sujeta a contrato, a la que con mayor frecuencia tienen que acceder las dominicanas y dominicanos. En la medida en que esta supedita a los trabajadores a la persona de un empleador, puede generar diversas vulneraciones de derechos y es una fuente estructural de los ciclos de irregularidad migratoria.14 Los cambios legislativos que están por concretarse podrían contribuir a remediar situaciones de este tipo, así como también –sobre todo en el caso de que el cambio legislativo no se acompañe de un nuevo proceso de regularización– a abrir


cauces normativos viables para evitar o aminorar las recaídas recurrentes en la irregularidad migratoria y su incremento. En este último sentido cabe señalar, a modo de indicación comparada, que algunos procesos de reforma de la legislación migratoria, si bien han modernizado la normativa en diversas e importantes dimensiones de la gestión de las migraciones, han tornado la nueva legislación más restrictiva que la anterior en lo relativo a la lógica de inclusión social de los inmigrantes basada en una permanencia estable regular –y en esto la reforma dominicana de la ley de migración y su reglamento ofrecen un penoso ejemplo singular–. Se considera que la reglamentación chilena vigente, independientemente de las prácticas institucionales, garantiza el acceso flexible y rápido de los migrantes a la permanencia definitiva. Como se ha visto en este trabajo, los migrantes dominicanos han empezado en los últimos años a acceder a la permanencia en número apreciable. La normativa establece –como se señala en ocasiones de forma crítica– cierta obligatoriedad para la permanencia de largo plazo (artículo 31, para el caso de los inmigrantes con visado temporario); pero es de esperar que con la reforma de la ley, que parece inminente, no se establezcan limitaciones de consideración a la permanencia de largo plazo, acentuando una política migratoria que otorgue primacía al modelo de las migraciones temporarias. En definitiva, la patria de Pablo Neruda y Salvador Allende se ha convertido en los últimos ocho o diez años en uno de los destinos migratorios más recientes y dinámicos de los dominicanos, quienes han conformado allí una comunidad activa y emprendedora, aunque su volumen es aún reducido. Informes de las autoridades y reportes de la opinión pública chilena han destacado hasta ahora la rápida expansión relativa de la migración dominicana, pero poco se advierte sobre el cambio en su ritmo acontecido en los últimos tres años. ¿Se encuentra la migración dominicana hacia Chile ante la encrucijada de la continuidad del ritmo declinante, la desaceleración hacia el estancamiento, o bien la reactivación migratoria? Mi impresión es que la migración dominicana seguirá

en ciclo expansivo, aunque a ritmo más atenuado y enfrentando mayores restricciones que en la fase inicial; pero quizás la respuesta más sensata, y en todo caso genérica, sería que el curso migratorio futuro dependerá de diversos factores –incluidas las políticas chilenas de migración– y podrá ser verificado en los próximos años. Frank Báez Evertsz es sociólogo, profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo desde 1982, donde fue director del Departamento de Sociología y del Instituto de Investigaciones Socioeconómicas; actualmente está retirado de la docencia. Ha publicado diversos libros y ensayos sobre migración internacional.

Notas 1

La estimación de la emigración chilena en 1990, y más adelante en el texto, para 2015, se ha tomado de United Nations, DESA, PD: «Trends in international migrant stock: migrants by destination and origin» (database, stock/rev.2015). 2 CELADE, «Observatorio demográfico: migración internacional», Santiago de Chile, 2006, p. 22. 3 DEM, «Migración en Chile: 2005-2014», p. 21. En el Informe Anual del DEM (2010), se estimaba el volumen de la inmigración en el 2009 en 352,344, de modo que en el informe citado en el texto se revisó a la baja el anterior estimado. 4 Decreto ley 1,094, que establece Normas sobre Extranjeros en Chile, promulgado en fecha 14-7-1975, y decreto 597, que crea el Reglamento de Extranjería, promulgado en fecha 14-6-1984. 5 Argentina incluyó a la República Dominicana entre los países que requieren visa de turismo por medio de la resolución No. 23 del 19 de junio del 2012 del Ministerio del Interior y Transporte, bajo la motivación de que nacionales de ese país entraban como turistas, desempeñaban trabajos remunerados y excedían los plazos de estadía otorgados. En enero del 2013 se inició la implementación del «régimen especial de regularización migratoria para dominicanos» (ordenado por la disposición No.1/13 de la Dirección Nacional de Migración –DNM–), que beneficiaba a los dominicanos solicitantes radicados antes de agosto del 2012, bajo requisitos dados, con una residencia temporaria de un año, prorrogable y con posibilidad de cambio de categoría migratoria, de acuerdo a la normativa vigente. El

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plazo para las solicitudes fue de seis meses y se efectuaron 2,100 trámites de dominicanos, según consta en la memoria del 2013 de la DNM. 6 Es poco conocido en nuestro país que se ha generado una muy reciente expansión migratoria dominicana hacia Uruguay a partir del 2012, al parecer como reorientación subregional de flujos condicionada por las imposiciones de visado en Argentina y Chile. Escasos dominicanos residían en Uruguay hasta entonces: el censo del 2011 apenas registró 50 nacionales dominicanos (el anterior de 1996 registró 57) y las estadísticas de entradas y salidas que ofrece la Dirección Nacional de Migración de ese país muestran saldos mínimos, y a veces negativos, en el movimiento de dominicanos entre el 2005 y el 2011. En el año 2012 el saldo neto positivo fue de 147 y en el 2013 de 768 dominicanos; en el 2014 entraron 2,889, pudiendo estimarse el saldo (en el portal de la DNM no se ofrece la cifra de las salidas de ese año) en 1,187, con lo que se tendría una radicación neta total de 2,102 dominicanos entre los años 2012 y 2014. La súbita emergencia de la presencia de dominicanos generó alarma en las autoridades y opinión pública uruguayas, lo que es probable que sirviera de base motivacional de la subsecuente eliminación de la exención de visado. 7 Otro factor que pudo tener incidencia es que el número total de permisos de residencia bajo contrato otorgados –a los que más acceden los dominicanos– se mantuvo estancado en 2013-2014, en contraste con los años anteriores, Ver DEM, ob. cit. p. 32. 8 Debe señalarse que la expansión migratoria dominicana no justificaría, por lo menos de modo exclusivo, la decisión chilena de imponer el visado de entrada, ya que otros colectivos han mostrado expansiones más o menos semejantes, y frecuentemente se cita a colombianos y haitianos a este respecto. La migración haitiana a Chile inició su expansión después del terremoto del 2010 que devastó Haití. De acuerdo con las estadísticas del SERNATUR, en ese año entraron a Chile 820 turistas haitianos, cifra que subió a 1,215 en el 2012 y a 4,087 en el 2014; en el 2015 se registró un flujo de entrada extraordinario de turistas haitianos que totalizó 13,112 personas, cantidad superior a todas las entradas acumuladas de dominicanos durante 2012-2015. 9 Maríñez señala, de otra parte, el aumento en la afluencia de dominicanos a la embajada en años recientes: en la actualidad acuden entre 30 y 40 por día, mientras que antes la asistencia era de alrededor de 10 por día.

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Acuden para tramitar la renovación de pasaportes, la obtención de certificados de antecedentes penales, realizar certificaciones y legalizaciones diversas y procurar información y asesoramiento de diferentes tipos (Entrevista, 14-4-2015). Agradezco al Dr. Pablo Maríñez y a Claudia Blonda, Ninotchka Torres y Paola Reyes por las informaciones y orientaciones sobre el sistema migratorio chileno y la migración dominicana en ese país. 10 La emigración dominicana total (nacidos en la República Dominicana y residentes en otros países) en el 2015 se estima en 1,405,900, y de ese total, alrededor de 385,100 los residentes en destinos alternativos. 11 Hasta ahora solo he encontrado un estudio que trata sobre el colectivo dominicano en Chile, conjuntamente con el colombiano y haitiano. Es el siguiente: Valenzuela Jeldes, P., Riveros Quinteros, K., y otros: «Integración laboral de los inmigrantes haitianos, dominicanos y colombianos en Santiago de Chile», Revista Antropologías del Sur, n.o 2, 2014. La filial chilena de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), a solicitud de la Embajada dominicana en Chile, tiene planeado efectuar un estudio sobre la migración dominicana; tuve la oportunidad de reunirme con técnicos de esa entidad que me informaron sobre los alcances y metodología de la investigación planeada, que se realizará en coordinación con la Universidad de Chile. 12 Durante mi corta estadía en Santiago de Chile conversé con varios dominicanos sobre cuestiones relativas a la migración. Pude entrevistar, además, de modo más sistemático a siete inmigrantes de los que acudían al área consular de la embajada, cinco mujeres y dos hombres; los nombres que cito en el texto son ficticios, en atención a la confidencialidad individual. 13 Las cifras de los totales de regularizados en 1998 y 2007-2008 y de los dos principales colectivos de inmigrantes beneficiados han sido tomadas de Adriana Alfonso, La experiencia de los países suramericanos en materia de regularización migratoria, OIM, Buenos Aires, 2013, pp. 5051. El número de dominicanos regularizados en 20072008 aparece en el cuadro detallado que ofrece Algacir Munhak, «Juventud y migración: realidad y perspectivas», revista Migrantes, n.o 66, INCAMI, septiembre del 2008, p. 7. 14 Ver a este respecto, Ricardo Jiménez y Carolina Huatay, «Informe Chile», en P. Gainza, (ed.), Políticas migratorias e integración en América del Sur, CDHIC, Sao Paulo, 2013, p. 175 y ss.


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Luis Beiro Álvarez

Oscar Torres en Cuba Este artículo, segunda parte de una investigación sobre la figura y obra del director de cine dominicano Oscar Torres, presenta la estadía de este en Cuba y la realización de sus dos filmes más conocidos: Tierra olvidada y Realengo 18. Se sacan a la luz algunos datos inéditos que lo presentan como un intelectual comprometido con su país y su tiempo y se describe y ambienta su paso por la República Dominicana y su exilio definitivo en Puerto Rico.

Fotos: Fuente externa 76


E

l Oscar Torres que arriba a La Habana a finales de 1959 ya brillaba con luz propia. Su vida política y su trayectoria profesional le habían ganado prestigio a nivel regional e, incluso, fuera del Caribe. Había recorrido medio mundo por su cuenta y riesgo, estudiando, trabajando y ganando amistades de importancia internacional. Según refiere Virgilio Díaz Grullón en su libro Antinostalgia de una Era: «Oscar tenía un talento fuera de lo común y capacidad extraordinaria de expresión escrita. Recuerdo que esta capacidad se me reveló de improviso al leer un día un reporte de un corto viaje que realizó por el Sur de los Estados Unidos y que publicó en el diario El Caribe. La hermosura y originalidad de aquel escrito me impulsó a buscarlo e iniciar con él una estrecha amistad que perduró hasta su muerte prematura y que resistió incluso la circunstancia de que estuvimos ambos enamorados de la misma mujer, al mismo tiempo»1. En el texto de Díaz Grullón, al valorar a Torres como crítico de cine, el insigne narrador dominicano incluyó su parecer: «Oscar era un cinéfilo consumado y fue el primer crítico moderno de cine en nuestro país».2

Oscar Torres manejaba la cámara a su antojo

Todavía no se ha determinado a ciencia cierta quién le cursó la invitación para viajar a Cuba. Algunos apuntan al entonces vicepresidente del ICAIC, Saúl Yelín, como autor del trámite administrativo. Otros, como su compañero y amigo Orlando Jiménez Leal, así como el colaborador de su película Eduardo Manet, aseguran que la idea de incorporarlo al proyecto del Gobierno cubano partió de los cineastas Julio García Espinosa y Tomás Gutiérrez Alea, sus compañeros de estudios en Roma. Ellos pudieron haber otorgado su aval ante el entonces presidente del Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos

(ICAIC), Alfredo Guevara, quien posiblemente instruyó a Yelín para que corriera con los trámites de rigor para que ingresara al país. En una entrevista concedida al periódico Sierra Maestra de Santiago de Cuba, el 4 de setiembre de 1960, titulada «Realengo 18, un canto de rebeldía», Guevara considera a Torres como un «joven guantanamero, educado en Santo Domingo, de donde tuvo que emigrar para después pasar a Italia donde estudió cine, laborando más tarde en Puerto Rico [...]». En aquellos tiempos, al decir de Plácido González Gómez, anotador de Realengo 18 y quien trabajó a su lado en los campos de Guantánamo, en el Oriente de Cuba, durante las cuatro semanas de rodaje, Oscar aceptó la propuesta de trasladarse al país porque en Cuba «había pocos directores de cine para encomendarle tareas de ese tipo que requirieran de la visión y la experiencia de un profesional». Lo cierto fue que Oscar llegó a La Habana lleno de entusiasmo y de inmediato se involucró en el mundo cultural. Se reencontró con Néstor Almendros (su mejor amigo durante su estancia cubana, según testimonio de Orlando Jiménez Leal), así como con sus compatriotas exiliados en aquella isla (entre ellos, quien llegaría a ser el Poeta Nacional de la República Dominicana, Pedro Mir) debido al impedimento de entrada impuesto por la tiranía trujillista. Nunca se supo concretamente el sitio de residencia de Oscar en la capital cubana. Algunos amigos, como Orlando Jiménez Leal, recuerdan que disfrutaba la vida nocturna, siempre en compañía de sus amigos Néstor Almendros y Tomás Gutiérrez Alea. Al poco tiempo de su llegada a la isla, la presidencia del ICAIC le asignó la escritura de un guion y la dirección de un documental sobre la Ciénaga de Zapata que definitivamente se tituló Tierra olvidada.3 Dicho filme fue realizado por un pequeño grupo de jóvenes que se iniciaban en el mundo del cine profesional (entre ellos el fotógrafo Harry Tanner), quienes lo acompañaron hasta una apartada comunidad campesina, al sur de la provincia de Matanzas, donde sobrevivía una comunidad de campesinos 77


en condiciones infrahumanas. El propósito del filme fue denunciar el abandono en que la dictadura batistiana tenía sumida a esa región y las esperanzas del nuevo gobierno revolucionario. Fuerte, conmovedor y representativo de un estilo de vida impuesto a una comunidad «olvidada» de un país sin condiciones para velar por la dignificación de la condición humana, este documental (con aires de docudrama) constituye la carta de presentación de Oscar Torres en el competitivo mundo del cine cubano. Quizás sea esta la obra más cruda en su carrera cinematográfica, desde el punto de vista neorrealista. El discurso fílmico transcurre a partir del relato de un narrador omnisciente que narra el diario bregar y las condiciones de vida de estos hombres y mujeres que vivían sin calendarios, que confundían los días con las noches, las semanas con los meses y los meses con los años. Y no se avergonzaban de llevar la piel ennegrecida por el tinte del carbón. Como alumno aventajado del neorrealismo, eligió a los propios campesinos como protagonistas de su historia y supo sacar de ellos la espontaneidad con que resistían los embates de su oficio. Lluvias, tormentas, pedregales y peligros al acecho son elementos que enriquecen el discurso ético, a veces como simples referencias y otras como si fueran protagonistas de carne y hueso de la historia, una historia acompañada por una banda sonora muy cercana a la cotidianidad de sus personajes. Oscar Torres manejaba la cámara a su antojo. La movía constantemente, de la misma forma en que movía a sus personajes alrededor de ella mientras estaba fija. Acercaba y alejaba la cámara para sacar de sus protagonistas miradas y actos, como emblemas de la transculturación. El discurso de los «actores» era la dimensión de sus actos. Sus gestos imprimen ritmo a lo que hacen. Torres se encarga de sus vidas, de sintetizar ante el espectador sus rasgos trascendentes a partir de la denuncia social. El final del discurso del narrador pudiera ser considerado con cierto tono triunfalista. Pero hay que pensar en el tiempo,

lugar, grado y circunstancias de su realización. Fue la primera cinta hecha en Cuba por un profesional dominicano a inicios de una revolución triunfante que años después se declararía como socialista. Tierra olvidada no podía terminar de otra forma. El cambio social dentro de la isla, en ese momento, proponía otra vida.

«Los días más felices de su vida los había vivido en Cuba durante el proceso de realización de Realengo 18»

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Según José Luis Sáez: «El documental, con fotografía de Harry Tanner y guion del propio Torres es una muestra refrescante de lo que aspiraba a ser el cine cubano de esos primeros años y la crítica cubana, que desconocía la identidad del realizador, reconoció el valor de esta primera obra del ICAIC [...]» 4. Esta pieza obtuvo numerosos premios internacionales. José Luis Sáez los reseña: «Tierra Olvidada fue reconocida también por el jurado de varios Festivales Internacionales de Cine y obtuvo los siguientes galardones: Segundo Premio en el Festival de los Pueblos (Florencia, 1960), Mención de Honor en el III Festival de Cine Documental y Cortometrajes (Leipzig, 1960) y Mención Especial del jurado del VII Festival Internacional de Cortometraje (Oberhausen, 1961)»5.

Realengo 18 Si Tierra olvidada significó un resonante éxito de público y crítica, su siguiente película, Realengo 18, se convirtió en un acontecimiento nacional con ramificaciones internacionales. Los diarios habaneros la reseñaron con elogios y desplegaron informaciones, antes y después de su estreno. Los más importantes críticos de Cuba en esos momentos, entre los que se puede citar a José Manuel Valdés, Mario Rodríguez Alemán, Fausto


Canel y Roberto Branly, le dedicaron espacios significativos, con opiniones encontradas pero haciendo constar, como sucedió en el caso de Valdés Rodríguez, que Realengo 18 «supera como realización cinematográfica a Historias de la Revolución [...]».6 La obra participó en innumerables festivales de cine fuera de Cuba, entre ellos el de Moscú, al que asistió, en representación de la cinta, la actriz Rita Limonta. El filme tiene una historia singular que pudiera iniciarse a finales de 1960 o principios de 1961, cuando el ICAIC contrata a Oscar Torres para que escriba el guion y lo dirija, inspirado en la serie de reportajes publicados en una revista habanera por el periodista puertorriqueño-cubano Pablo de la Torriente Brau, bajo el título de Campesinos. Después, esa obra se titula definitivamente Realengo 18. En su ensayo titulado Radio, cine y literatura, la especialista en cine cubano y latinoamericano de la Cinemateca de Cuba, Sara Vega, afirma: «La primera adaptación de una obra literaria para el cine la realizó Oscar Torres, que tomó como base para su filme de ficción Realengo 18 la obra homónima del escritor Pablo de la Torriente Brau».7

El director no se conformó con adaptar al cine las historias del malogrado revolucionario antillano. Y aunque esos escritos le sirvieron como base para su trabajo, prefirió viajar a la comunidad donde se desarrollaron los hechos, en las montañas de Guantánamo, para entrevistar a protagonistas y vecinos, conocer sus experiencias y escuchar historias que le permitieran trabajar con más libertad y, de paso, seleccionar a algunas de esas personas para encarnar a determinados personajes en la película, pues Oscar prefería vincular a actores profesionales con gentes del pueblo que tuvieran el carisma necesario para pararse frente a la cámara y atender a sus indicaciones técnicas. Y con base en esos encuentros y entrevistas, creó un argumento dramático propio, representado fílmicamente a partir de los principios artísticos del docudrama, una mezcla del relato de ficción con elementos del género documental. Acompañado por un pequeño grupo de técnicos jóvenes, en su mayoría recién iniciados en el mundo del cine, Oscar Torres se instaló en las montañas de Guantánamo, al oriente de Cuba, en el mismo escenario donde ocurrieron los acontecimientos históricos abordados por Pablo de 79


la Torriente Brau. Fueron semanas de intenso y agotador trabajo. Los pocos testigos que sobreviven de aquella aventura fílmica han expresado las dificultades confrontadas durante el rodaje, así como la inexperiencia o la mala fe de algunos técnicos para cumplir estrictamente las instrucciones del director. Después de terminado el rodaje, Oscar Torres se marchó de Cuba sin previo aviso. Para enfrentar el trabajo de posproducción, el ICAIC contrató al escritor y dramaturgo Eduardo Manet, quien se movía entre París y La Habana. Durante el proceso de edición, Manet descubrió que algunas escenas carecían de enfoque y encuadres adecuados, o tenían sonidos irregulares. Ante tales circunstancias tomó la decisión de suprimir varios minutos de metraje, así como de musicalizar y acoplar el proceso de doblaje. Sin embargo, y para asombro de Manet, al difundirse comercialmente la obra, tanto en DVD como por vía digital, aparecen tres versiones de los créditos. La primera de ellas señala correctamente a Oscar Torres como director de la película y a Eduardo Manet como colaborador; en la segunda se ignora el nombre de Oscar Torres y se pone exclusivamente el de Eduardo Manet como director8 y en la tercera se señalan dos directores, a Oscar Torres y a Eduardo Manet.9 Eduardo Manet se ha desvinculado de las inexactitudes de esta alteración en los créditos del filme y ha otorgado la auténtica y exclusiva paternidad en cuanto a la dirección de Realengo 18 a Torres, al decir: «Estaba bien presente que Oscar Torres había realizado el film y yo algunas secuencias y la post-filmación. Es decir, él fue el director de la película, y en mi caso solo se trató de una colaboración técnica. Yo nunca supe que existían tres versiones distintas en los créditos de Realengo, ni que en dos de ellas se me otorgaba a mí la condición de director, ignorando a Oscar Torres. De eso lo único que sé es que el actual director de la Cinemateca Dominicana, Luciano Castillo, me dio una copia de Realengo 18 con los créditos que decían: “dirección Oscar Torres con la colaboración de Eduardo Manetˮ».

Una vez concluido el proceso de posproducción, el filme quedó reducido a una duración de setenta y cinco minutos. Después de su estreno, se eliminaron algunas escenas y la obra quedó con un metraje definitivo de 60 minutos, tal y como se conoce hoy día.

Lo cierto fue que Oscar llegó a La Habana lleno de entusiasmo y de inmediato se involucró en el mundo cultural

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Se estrenó en el cine La Rampa de La Habana. Orlando Jiménez Leal lo recuerda de esta forma: «Yo fui al estreno de Realengo 18, el cual ocurrió el 21 de julio de 1961, en el cine La Rampa, de El Vedado. El filme impactó mucho. Aquella sala se llenó. Tuvo un éxito de crítica y público. Y a la salida del cine fui a celebrar con Titón, Eduardo Manet y otros amigos, y todos lamentamos que era una lástima que Oscar Torres no estuviera presente para comprobar la gran acogida de su película». La prensa local también acogió el filme con entusiasmo. Algunos fragmentos de una reseña informativa publicada en el periódico Revolución, el 23 de julio de 1961, bajo el título de «Gran éxito en el cine La Rampa el estreno de Realengo 18», dan cuenta de lo siguiente: «El Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos presentó en el cine La Rampa, el estreno mundial del largometraje dirigido por Oscar Torres en colaboración con Eduardo Manet Realengo 18. Al estreno asistieron personalidades del Gobierno Revolucionario entre ellos el Comandante Ernesto Guevara y el Ministro de Obras públicas, arquitecto Osmani Cienfuegos. La presentación de la película estuvo a cargo del cineasta Julio García Espinosa, director del filme Cuba baila, quien revisó los medios de producción de películas del cine cubano, así como el desarrollo que en breve tiempo ha alcanzado la joven industria fílmica cubana [...] Realengo 18 fue


Reseña de Oscar Torres en un periódico cubano

saludado por el público con grandes aplausos. El film se interrumpió varias veces con fuertes aplausos. La presentación de los artistas y realizadores del film obtuvo una ferviente acogida del numeroso público reunido en La Rampa. Especialmente, Teté Vergara, quien recibió con lágrimas la fuerte ovación de los espectadores, puestos de pie [...]». El doctor Mario Rodríguez Alemán, uno de los más prestigiosos críticos de cine de Cuba, escribió una extensa crítica en el periódico habanero Combate, de fecha 16 de agosto de 1961, donde, al referirse al trabajo de Oscar Torres como director de la película, dice: «Lo mejor de la película es la dirección, que muestra sensibilidad, buen gusto, dominio de la expresión cinematográfica». Internacionalmente, fue una de las cintas de mayor aceptación del cine cubano. Circuló en todos los países del entonces «campo socialista», con críticas muy favorables y grandes afiches como promoción comercial colocados en cines y grandes vallas de ciudades como Pekín, Shangai y Moscú. La prensa cubana cuenta sus éxitos de taquilla en Vietnam, Bulgaria, Checoslovaquia,

la Unión Soviética y la República Popular China. En este último país fue doblada al idioma mandarín y en pocos meses alcanzó una audiencia superior a las doscientas mil personas, según reporte de la revista Cine Popular. Plácido González Gómez considera que «No se pudo hacer mejor película que la que él trabajó. Oscar demostró su nivel profesional y fue un director que pudo hacer un buen trabajo. Los problemas de esa película no fueron de él. Muchas escenas quedaron mal filmadas por culpa de los fotógrafos. Oscar trabajó bajo mucha presión. Soportó hasta el final del rodaje y después se marchó». Años después, en Puerto Rico, Oscar le confesó a Orlando Jiménez Leal que, a pesar de los problemas surgidos en el proceso de filmación: «Los días más felices de su vida los había vivido en Cuba durante el proceso de realización de Realengo 18».

Origen e influencia de Realengo 18 Realengo 18 puede ser el primer intento de incorporar la modalidad cinematográfica conocida con el nombre de docudrama al largometraje de 81


ficción en la historia del cine cubano. Mientras algunos catalogaban la técnica de Realengo 18 como una especie de «neorrealismo tropicalizado», según se apunta en este ensayo, otros se referían a él como un «filme experimental»10. Con cierta influencia muy bien asimilada de aquel Vittorio de Sica que conmovió al mundo con El ladrón de bicicletas (sobre todo con esa cámara detenida ex profeso frente a personajes que accionan en aras de su propio sacrificio, o en esos primeros planos orquestales donde miradas y expresiones dicen más que las palabras), Torres dibuja su película con el sudor en la frente de sus personajes y con la mirada atenta a estos desde el movimiento del lente, siempre dentro de ángulos netamente revolucionarios como pueden ser las distintas tomas de una misma secuencia, las posiciones superpuestas, las vistas panorámicas y los giros sorpresivos en busca de espacios diametrales que derrumben esquemas comunes, facilistas. Siguiendo la línea del cine mudo, donde los sentimientos bastaban y sobraban para entender la historia, en Realengo 18 su director le otorgó mayor credibilidad a sus personajes (muchos de ellos de ficción incorporados a una trama libre, pero fiel a la historia relatada por Pablo de la Torriente Brau), felices y autónomos dentro de aquella comunidad montunera, donde la autoproducción bastaba y sobraba para mantener una trama más cercana al estilo de los primeros habitantes del Nuevo Mundo. Para poder comprender este estilo cinematográfico, hay que entender la improvisación como manera de describir la realidad. Por eso en la película todo es flexible y cambiante. Los reportajes que le dan origen datan de 1934. Su autor transcribió lo ocurrido en las montañas de Guantánamo en 1933, cuando una comunidad campesina armada con palos, piedras, machetes y fusiles viejos enfrentó a un contingente de la guardia rural que pretendía desalojarlos de sus tierras por orden de las compañías azucareras norteamericanas. Pablo de la Torriente Brau, quien murió en combate contra el fascismo en la Guerra Civil española, fue un

precursor de lo que hoy se llama «novela testimonio», cuya técnica consiste en la recreación literaria de un hecho verídico. La sublevación del Realengo Oriental cubano fue un episodio inscrito en la historia antillana después de la proclamación de la República en 1902, como producto de la malograda «Revolución del 33». La puesta en escena de Oscar Torres también parte de ese acontecimiento, pero, mientras el periodista lo recrea con un lenguaje amparado en entrevistas y testimonios, el director acude al mundo de las imágenes en movimiento para poner en escena una historia ficticia, inspirada en esos hechos. Ni el autor de la novela ni el director de cine acudieron al mimetismo para trascender el episodio, sino que lo recrearon, cada cual con sus respectivas herramientas artísticas.

De su nueva vida en Borinquen existen pocos testimonios de personas allegadas

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Con Realengo 18, Oscar Torres «desenmordazó» las condiciones de pobreza extrema (desarrolladas años después dentro de la llamada «estética del hambre» por el brasileño Glauber Rocha) y la lucha de los campesinos por defender el pedazo de tierra de sus antepasados. Todo esto se logró por una adecuada economía de recursos cinematográficos, un guion coherente y creativo que todavía hoy se disfruta y se aplaude y, sobre todo, por un criterio profesional de aplicar técnicas de vanguardia en la puesta en escena, incorporándoles una visión muy personal. El filme tiene varias subtramas de interés, como pueden ser el reclutamiento del hijo de la protagonista en las filas enemigas, y los amores de este con una joven pueblerina que también es pretendida por un poderoso millonario. La iniciativa personal del director, el esmerado diseño de producción y el trabajo en la dirección de actores determinaron el éxito de esta obra


por derecho propio. Su contenido, de indudable trascendencia social, se aleja del estilo histórico y musical del cine comercial de moda, impuesto por las casas productoras de los Estados Unidos para «entretener» a los países latinoamericanos. Los héroes de Oscar Torres visten mal, comen peor, no saben leer ni escribir, ni tienen condiciones sanitarias para atender sus necesidades de salud. Pero son felices. Sí, poseen un tremendo amor a lo que es suyo. Un amor que los lleva a dar la vida y a enfrentar los dictámenes del oprobio. La notable crítica de cine Elizabeth Sutherland escribió sobre esta obra lo siguiente: «Realengo 18 se distingue por una ausencia total de la artificialidad del estudio y por una naturalidad sumamente convincente, que lo convierten en uno de los filmes mejores de esta temporada. La actuación de Teté Vergara es excelente y sincera. Es más, es la primera vez que veo una verdadera actuación de parte de una actriz del ICAIC».11 A pesar de los resonantes éxitos internacionales, la película fue mal asimilada por un sector de la crítica cubana de su tiempo. Se quiso medir Realengo 18 con la misma vara que un drama de simple ficción. Algunos cuestionaron la estrategia cultural de Oscar Torres de mez-

clar ficción con documental. No entendieron que Torres creaba productos poco vistos en un país que comenzaba sus escarceos profesionales en materia de cine. En el caso de Realengo 18, pudiera existir una contrahistoria de la versión oficial. Oscar Torres escribió un guion con un argumento de ficción, inspirado en los testimonios de los campesinos que habitaban la zona. De esa forma entroncó la realidad con el drama, como lo hizo en Nenén de la Ruta Mora, cuando el niño, acompañado por un vejigante, se convierte en testigo de excepción de un tesoro cultural desconocido. Además, puso en escena ese guion con un gran sentido de la profesionalidad y una conciencia propia de su ideología revolucionaria. Llegó a Guantánamo con pocos recursos. Pero los supo aprovechar en la parte a la que menos podían afectar las diatribas del diarismo: la dirección de actores. La compenetración que logró con el equipo histriónico no pudo ser mejor. Su compañero Plácido González así lo atestigua: «A Oscar Torres lo quería todo el mundo». Ya en el siglo XXI, algunos publicaron ensayos donde mal reducían la importancia de Oscar Torres en la historia del cine cubano, lo consideraban como «un principiante» e, incluso, 83


La revista italiana Il nuovo spettatore cinematografico reseña Realengo 18

llegaron a atribuirle la dirección de cintas cubanas posteriores a su fallecimiento, realizadas por otros directores. En su libro Cine cubano: Ese ojo que nos ve, el exdirector de la Cinemateca de Cuba, Reynaldo González, alguien de quien se supone que siempre debamos aprender, comete ciertas imprecisiones que es bueno acotar. En la página 148, le atribuye a Oscar Torres la dirección de la película Muerte y vida en el Morrillo (1971), sobre el revolucionario Antonio Guiteras Holmes, cuando en realidad ese filme es de la autoría de Oscar Valdés. Torres había fallecido en 1968. Otra observación valorativa contra Realengo 18 se incluye en la página 160 del referido libro, cuando refiere: «En el catálogo de esa misma década, como correspondía a cineastas que se estrenaban en el oficio y a una industria que comenzaba, el ICAIC entregó películas menos notables: Cuba 58 de José Miguel García Ascot y Jorge Fraga, Realengo 18, de Oscar Torres [...]». Tal vez el escritor desconocía que Torres, antes de la citada obra, ya había filmado cinco exitosas películas en Puerto Rico, junto al laureado docudrama Tierra olvidada, en Cuba, además de sus estudios en Roma y su condición de crítico de cine en el más importante periódico de Santo Domingo. No era un cineasta «que se inicia84

ba en el oficio». En defensa de González solo se puede deducir la falta de un ojo editor de altura para su libro. Un editor que lo obligara a volver la vista atrás y recapitular sobre las imprecisiones antes apuntadas.

Después de Cuba De La Habana de 1961, Oscar Torres viajó a Santo Domingo, ciudad donde residían sus padres. Se las ingenió para ingresar de forma inadvertida, porque todavía Trujillo gobernaba el país y había recrudecido la hostilidad contra los grupos revolucionarios, así como contra las personas que su gobierno había fichado como «comunistas». En la capital dominicana pasó muy poco tiempo, siempre con bajo perfil y sin hacer contacto con sus compañeros de lucha de antaño. Tampoco intentó retomar sus escritos en el periódico El Caribe. Se manejó con mucha prudencia. Así se mantuvo hasta su regreso a Puerto Rico. De su nueva vida en Borinquen existen pocos testimonios de personas allegadas. Su primo Manuel Miranda de Soto, que vivía en Santo Domingo, estuvo al tanto de una parte de su historia a partir de ese período, por razones familiares. Y la relata de la siguiente forma: «Esta vez, en la Isla del Encanto, no encontró trabajo fijo en


la División de Cine de la Comunidad, pues ya su plaza había sido ocupada por otra persona debido a su renuncia para viajar a Cuba a finales de 1959. Tampoco pudo vincularse, con carácter permanente, a alguna empresa de publicidad o relacionada con sus estudios profesionales. Eran tiempos difíciles desde el punto de vista económico que se vivían entonces allá». Pudo sobrevivir porque, gracias a sus amistades y familiares cercanos, consiguió algunos trabajos informales y contrataciones temporeras. Como no vivía con sus padres, su contacto familiar más cercano lo tenía con su tío Moisés de Soto y los hijos de este, a los cuales visitaba con frecuencia. Allí comía muchas veces y recibía el afecto de sus seres queridos. Todavía Oscar era un joven de 28 años. Tras la muerte de Trujillo, el 30 de mayo de 1961, y la huida de los familiares del tirano un año después, el exilio dominicano preparó una gran fiesta para celebrar estos acontecimientos de manera conjunta. A ese encuentro asistieron Manolo Tavárez Justo y Viriato Fiallo, quienes se encontraban en la ONU. La festividad tuvo lugar en la capital dominicana, en noviembre de 1962, y Oscar Torres llegó al país con su tío Moisés de Soto y participaron en ese acto. Permanecieron cuatro días en la tierra de Juan Pablo Duarte y durante esas jornadas Oscar fue preparando condiciones y haciendo contactos para abandonar Puerto Rico y regresar junto a sus padres. Meses después, en febrero de 1963, se haría realidad ese propósito. De inmediato procuró un vínculo laboral para no ser una carga para sus padres. Y aunque consiguió un empleo fijo en Radio Televisión Dominicana, su salario no le bastaba para sostenerse con cierta dignidad. Eso lo obligó a que, de manera paralela, aceptara empleos ocasionales en las áreas de publicidad y cinematografía. Uno de esos contratos lo logró, conjuntamente con Max Pou y Manolo Quiroz, por medio de la Junta Central Electoral para realizar una serie de cortometrajes didácticos que enseñaran a votar a la población en las primeras elecciones libres que se efectuarían en agosto de 1963, después de 31 años de dictadura. Estos documentales, de corte comercial, se exhibían a manera de anuncios educativos. Su primo Manuel Miranda

de Soto no conserva ninguno. Pero los vio en el cine y, según su testimonio, tuvieron unánime aceptación. Desde el punto de vista social, sus relaciones de amistad abarcaron también el mundo de la cultura. Retornó con el mismo rigor y entusiasmo a las tertulias del Hotel Comercial en El Conde. Después del golpe de Estado a Juan Bosch, Oscar decidió regresar a Puerto Rico y abandonó sus intenciones de establecerse definitivamente en la República Dominicana. Luis Beiro Álvarez se licenció en Derecho en la Universidad de La Habana (1975). Fue miembro de la Unión de Periodistas de Cuba y de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, donde trabajó como especialista en eventos internacionales y publicaciones. Ha publicado varios libros de poesía, periodismo e investigaciones literarias. Su primera novela, La carnada en el anzuelo (1998, 2002), fue celebrada por la crítica. Ha publicado otras novelas: Luyanó (2009) y Los elegidos de Miranda (2013). Actualmente es editor cultural del periódico Listín Diario.

Notas 1

Virgilio Díaz Grullón, Antinostalgia de una Era, Fundación Cultural Dominicana, Santo Domingo, 1989, pp. 63-64. 2 Ibídem. 3 Ficha técnica: Título: Tierra olvidada. País: Cuba. Director y guion: Oscar Torres. Año: 1960. Género: Documental. Duración: 23 minutos. B/N. Colaboración: Armando Fernández. Ingeniero de sonido: Eugenio Vesa 4 José Luis Sáez, Historia de un sueño importado, Santo Domingo, Ediciones Siboney, 1982, p. 116. 5 Ibídem, p. 117. 6 José Manuel, Valdés Rodríguez, «Presentación de Realengo 18, hoy», sección «Tablas y pantalla», periódico El Mundo, La Habana, 21 de julio de 1961. 7 Sara Vega, «Radio, cine y literatura», en Reynaldo González (coord.), Coordenadas del cine cubano I, Editorial Oriente, 2013. 8 Ver <http://www.imdb.com/title/tt0382934>. 9 Ver <http://www.filmaffinity.com/es/film517164.html>. 10 José Luis Sáez, ob. cit., p. 119. 11 Citada por Julianne Burton, «Cuba», en Les Cinémes de l´Amérique Latine, p. 279

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