Énfasis
Cambio de época
En una entrevista que se le realizó para el número 42 de Global, el sociólogo francés Michel Wieviorka explicó que «No estamos en una época de cambio, sino en un cambio de época». El panorama actual del mundo parece darle la razón. En estos últimos años, hemos presenciado en los periódicos, en los monitores de nuestras computadoras y en las pantallas de nuestros smartphones la vuelta de la derecha, el resurgimiento de la xenofobia y el racismo en países donde suponíamos que ya estaban superados, la influencia cada vez más pronunciada de la tecnología y de las redes sociales en nuestras vidas, y los estragos causados por el calentamiento global. Con la intención de comprender este cambio de época y sus implicaciones, Global presenta tres artículos en que se aborda la cuestión desde diferentes ángulos. En «De la certeza a la incertidumbre: a la búsqueda de un nuevo relato», Marcos Villamán analiza el neoliberalismo y el consumismo, y propone una vuelta a la utopía y a los sueños, que, en última instancia, son los que nos llevan al cambio y a la transformación social. En «Cambio climático y su impacto en el Caribe», Rafael Méndez Tejeda discute las repercusiones socioeconómicas del fenómeno del cambio climático en el Caribe. En «Donald Trump y Cuba: ¿regreso a políticas conservadoras o pragmatismo capitalista?», Víctor Hugo Pérez Gallo lanza algunas hipótesis de lo que podría suceder en la isla caribeña con la llegada de Trump al poder. Otro aspecto que hace pensar en un cambio de época ha sido el Premio Nobel de Literatura, que recibió el cantante y compositor Bob Dylan. Kurt Hackbarth, en «Bob Dylan y el Premio Nobel: el juglar y la academia», examina la decisión de la academia sueca. También contamos con una entrevista que Luis Beiro le realizó al cineasta Jorge Dalton, quien presentó en el Festival Internacional de Cine Global su afamado documental En un rincón del alma. Por otro lado, Emelio Betances y Rafael Durán homenajean al sociólogo Franc Báez Evertsz a propósito de su muerte; Jesús Arboleya Cervera analiza el fenómeno migratorio cubano desde sus orígenes hasta la actualidad; Eleazar D. Rodríguez Navarro traza un mapa de cómo se constituye la identidad durante la infancia y la influencia que tiene la sociedad en dicho proceso; Claudia Fernández Lerebours nos habla del impacto de las alergias alimentarias en la sociedad actual; y Miguel D. Mena presenta los Ensayos de Isla Abierta, de la escritora Aída Cartagena Portalatín.
CONTENIDO Presidente-Fundador Leonel Fernández Reyna Director Carlos Dore Cabral Editor Frank Báez Directora de arte Paolat De la Cruz Corrección Clara Dobarro Maquetación Elizabeth López Mercadeo Leonessa Méndez Consejo Editorial Arturo Victoriano Darío Jaramillo David Álvarez Delia Blanco José Rafael Lantigua Luis Brea Franco Marcos Villamán María Elena Núñez Pablo Maríñez Global, una publicación de Editorial Funglode, es una revista bimestral de naturaleza multidisciplinaria, que canaliza las reflexiones de la entidad y de la sociedad, buscando elevar la calidad del debate. Está prohibida su venta o reproducción total o parcial sin la autorización de sus editores. Permiso del Ministerio de Interior y Policía número 3213 ISSN 1813-3991 Editorial Funglode Av. César Nicolás Penson 141 La Esperilla, Santo Domingo, R.D. Teléfono: 809-685-9966 ext. 2809 mercadeo@editorialfunglode.org www.editorialfunglode.com Impresión Serigraf Portada Paolat De la Cruz
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Bob Dylan y el Premio Nobel: el juglar y la academia Kurt Hackbarth El cantautor estadounidense Bob Dylan ganó el Premio Nobel de Literatura 2016, desencadenando un enconado debate acerca de los méritos de la decisión y los motivos que están detrás de ella. A su vez, el galardonado afirmó que nunca se ha preguntado si sus canciones constituían o no literatura. La que sigue es una reflexión acerca de la relación entre las letras y sus raíces en la oralidad.
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Tras las huellas de Franc Báez Evertsz Emelio Betances y Rafael Durán En la vida uno conoce a muchas personas, pero solamente algunas dejan huellas indelebles, y este es el caso de Franc Báez Evertsz, quien falleció en septiembre del 2016. Su partida ha dejado un vacío en el mundo intelectual dominicano, y es necesario que tanto la comunidad académica como el público en general tengan una idea sobre su trayectoria y sus aportes a las ciencias sociales y a la sociedad dominicana. El propósito de este ensayo es, primero, resaltar algunos aspectos de su condición humana, introducir al lector a sus obras de investigación científica y exponer un panorama general sobre sus consultorías y cómo estas, a su vez, se convirtieron en obras fundamentales para comprender el fenómeno migratorio.
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El enemigo siniestro: crónica sobre una alergia alimentaria Claudia Fernández Lerebours El incremento exponencial de las enfermedades alérgicas en las últimas cinco décadas engloba también las alimentarias. Desde los 90, la investigación médica en Estados Unidos documenta el amplio espectro de sus efectos sobre la salud, información ahora de consumo masivo en el marco de la era de la información y el conocimiento. Esta es la historia de una dominicana que descubrió las alergias alimentarias como fuente de padecimientos mentales y físicos.
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Entrevista a Jorge Dalton Luis Beiro Álvarez En esta entrevista a Jorge Dalton, el cineasta salvadoreño nos habla de su padre, el gran poeta Roque Dalton; de su más reciente filme, En un rincón del alma (exhibido aquí en el Festival Internacional de Cine Global); de su formación cubana y de su labor actual como cineasta en su patria, entre otros temas de interés.
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El fenómeno migratorio cubano: antecedentes, actualidad y perspectivas Jesús Arboleya Cervera Se analiza el fenómeno migratorio cubano desde sus orígenes hasta la actualidad, las razones que explican la excepcionalidad de la política migratoria de Estados Unidos hacia Cuba y las primeras reacciones del Gobierno y la sociedad cubana hacia este fenómeno, así como la evolución que ha tenido este proceso en ambos países y otras partes del mundo. Además, las causas endógenas que determinan el fenómeno migratorio cubano actual, sus consecuencias para la sociedad cubana, las políticas posibles y sus perspectivas respecto al futuro de la nación y las relaciones con Estados Unidos.
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Identidades en libertad Eleazar D. Rodríguez Navarro. Se analiza la forma en que se constituye la identidad durante la infancia y el impacto que tiene la sociedad en dicho proceso. Al mismo tiempo, se establece la importancia que puede tener para la sociedad el hecho de fomentar crianzas sustentadas en la ética y en la responsabilidad antes que en la prohibición o el cumplimiento obligatorio de ciertas normas sin una reflexión crítica por parte de las personas.
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De la certeza a la incertidumbre: a la búsqueda de un nuevo relato Marcos Villamán Este texto, leído en la presentación de Repensar los caminos: inclusión, ciudadanía y democracia, expone algunas de las ideas desarrolladas en el libro. Analizando el neoliberalismo y el consumismo que surgieron a finales de los setenta en Latinoamérica, se proponen algunas ideas. Entre estas, una vuelta a la utopía y a los sueños, que, en última instancia, son las actividades que nos llevan al cambio y a la transformación social.
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Cambio climático y su impacto en el Caribe Rafael Méndez Tejeda En este artículo se presenta una breve descripción del origen del calentamiento del planeta tomando como punto de partida, en primer lugar, una visión geológica y, en segundo lugar, enfocándose en la influencia astronómica sobre el clima de la tierra. Finalmente, se abordan los impactos (económicos y sociales) del fenómeno del cambio climático en el Caribe.
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Donald Trump y Cuba: ¿regreso a políticas conservadoras o pragmatismo capitalista? Víctor Hugo Pérez Gallo Luego de analizar la llegada al poder de Donald Trump en los Estados Unidos, se proponen algunas hipótesis de lo que podría suceder entre la isla caribeña y el imperio. ¿Seguirá propiciándose la apertura que inauguró Obama o se retornará a políticas conservadoras? ¿En qué habrá influido la muerte de Fidel Castro en todo el proceso? ¿Se dejará llevar esta nueva administración por las posibilidades de inversión en la isla y por el pragmatismo capitalista?
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Libros
Kurt Hackbarth
Bob Dylan y el Premio Nobel: el juglar y la academia El cantautor estadounidense Bob Dylan ganó el Premio Nobel de Literatura 2016, desencadenando un enconado debate acerca de los méritos de la decisión y los motivos que están detrás de ella. A su vez, el galardonado afirmó que nunca se ha preguntado si sus canciones constituían o no literatura. La que sigue es una reflexión acerca de la relación entre las letras y sus raíces en la oralidad.
Fotos: Christian Bertrand, Steve Lagreca / Shutterstock 6
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l día que el Comité Nobel anunció la decisión de otorgar el Premio Nobel de Literatura 2016 a Bob Dylan, publiqué el siguiente comentario en mi muro de Facebook: «Ay sí, ay sí, no me gusta que Bob Dylan haya ganado el Nobel de Literatura porque es un poeta que canta. Pero si leyera mal, encorvado sobre una hoja arrugada y haciendo ruidos extraños con el micrófono, entonces sí sería un candidato digno». El comentario –carente, por supuesto, de cualquier afán provocador– desencadenó una serie de réplicas, como pocas que he recibido. «Se me hace como si le dieran un Grammy», escribió el primero en contestar. «El otro año se lo pueden dar a Arjona si así vamos». O a Johnny Cash, terció alguien más, o a Pink Floyd, Joan Báez o Jim Morrison post mortem. Otros sugirieron a Silvio Rodríguez o –menos verosímilmente– a Alberto Cortez. «¿Qué sigue?», preguntó la amiga que había postulado a Cash. «¿Dárselo a Quentin Tarantino por su guion de Django? Se pueden cantar las letras, también se pueden filmar, pero el diálogo lector-libro incita las ideas, mientras que la música tiene demasiados estímulos en los que la letra deja de ser el foco principal». Estos reproches no andaban muy lejos de la censura que la decisión suscitó entre sectores escépticos de la opinión mundial. «Una cultura que otorga un premio de literatura a Bob Dylan es una cultura que nomina a Donald Trump para presidente», escribió Tim Stanley en el rotativo británico The Daily Telegraph –y eso, antes de que el tal Trump ganara la presidencia–. Para La Repubblica de Italia, la decisión representaba «un premio a la nostalgia de una América mejor», una opinión compartida, aunque con más floritura, por el autor Irving Welsh, autor de Trainspotting: «Soy fan de Dylan, pero este es un premio enfermizamente cargado de nostalgia, forzado desde las próstatas rancias de balbuceantes hippies seniles». Anna North, del New York Times, fue un poco más circunspecta: «[Dylan] es grande por ser un gran músico, y cuando el Comité Nobel otorga el Premio de Literatura a un músico, pierde la oportunidad de honrar a un escritor». A manera de resumen, El Universal de Caracas lo calificó escuetamente como «el Nobel de la discordia». 8
Para otros, el asunto tenía que ver menos con la nostalgia que con el sistema económico imperante. «Esta cultura, que nos da tan poco para ser poetas, es la misma que no entiende por qué es algo que protegemos con tanta vehemencia», dijo Alex Dimitrov, autor del poemario Together and by ourselves. Y añadió: «Ser poeta. Hacer arte serio que, mayormente, no tiene relación con el capitalismo. Lo entiendo: todos quieren ser rock stars, los rock stars quieren ser poetas. Pero lo siento, no todos lo son». Y claro, desde los que criticaban al Comité por su audacia al ampliar su definición de la literatura, había también los que veían en la decisión una tentativa de revestir su tradicionalismo esencial con un premio fuera de serie. «Al dar el premio a Dylan, el Nobel realiza una jugada en que una parte de las redes sociales asume una posición aún más conservadora que la de la Academia sueca», comentó el escritor mexicano Heriberto Yépez. «El Nobel de Literatura siempre va detrás de los tiempos. A Bob Dylan debieron dárselo en 1987. Pero no lo hicieron porque entonces no supieron darlo a [Allen] Ginsberg, a [William] Burroughs o a [Kathy] Acker».
¿Es esto literatura? En su carta de aceptación del Nobel, leída por la embajadora de Estados Unidos en Suecia –el galardonado no viajó a Estocolmo para recibir el premio en persona–, Dylan retomó la pregunta de la definición de la literatura, haciendo mención de otro arte en el que las palabras escritas tienen que completarse con la representación oral. «Andaba de gira cuando recibí esta sorprendente noticia, y me llevó más de unos minutos procesarla adecuadamente. Empecé a pensar en William Shakespeare, la gran figura literaria. Quiero pensar que él mismo se consideraba un dramaturgo. El pensamiento de que estaba escribiendo literatura no podía haber entrado en su cabeza. Sus palabras fueron escritas para un escenario. Pensadas para ser habladas, no leídas. Cuando estaba escribiendo Hamlet, estoy seguro de que estaba pensando en muchas cosas: “¿Quiénes son los actores apropiados para estos papeles?”, “¿cómo debe ser representado esto?”, “¿quiero que esto se desarrolle en Dinamarca?”. Su visión crea-
tiva y sus ambiciones estaban por delante de cualquier cosa en su mente, pero también había otras cosas más mundanas que había que considerar y de las que hacerse cargo. “¿Hemos logrado el financiamiento suficiente?”, “¿hay suficientes asientos para mis patrocinadores?”, “¿dónde puedo conseguir un cráneo humano?”. Apostaría que lo más lejano en la cabeza de Shakespeare era la pregunta “¿Es esto literatura?”». Si hubiera tenido acceso al Diccionario de la Real Academia, el Bardo de Avon se habría complacido, quizás, en ver la primera acepción de la palabra literatura: «arte de la expresión verbal». En su época, el oficio teatral no gozaba precisamente de prestigio social: tanto era así que el dramaturgo tuvo que ubicar su teatro El Global en la ribera sur del río Támesis, ya que tales recintos estaban prohibidos dentro de los respetables límites urbanos. Como cualquiera que ha tenido que vivir de los ingresos de la taquilla, la tarea primordial de Shakespeare era asegurarse de que ese teatro se llenara para las funciones que produjera. Habría sido risible la idea de que las obras que salieron en el Primer Folio de 1623 debieran estudiarse en Oxford: eran instrucciones para los
actores que se pavoneaban por las tablas frente a los plebeyos que pagaban un centavo para ver el espectáculo de pie frente al escenario. Hasta la fecha, en pleno siglo XXI, las obras de teatro siguen siendo excluidas de los cursos escolásticos de literatura en muchos países de América Latina. Sin embargo –signo del lento camino recorrido por el teatro hacia la respetabilidad marca Nobel–, cuando el dramaturgo italiano Dario Fo ganó el premio de literatura en 1997 y su contraparte británico Harold Pinter hizo lo mismo en el 2005, las críticas (que sí había) se enfocaban en las polémicas convicciones políticas de ambos y no en el género que practicaban. Y no me parece casual que Fo apoyara sin ambages la posibilidad de que Dylan pudiera unirse con él a la lista de los galardonados: un juglar siempre reconoce a su semejante. Lamentablemente, el dramaturgo falleció horas antes del anuncio del comité, el 13 de octubre del 2016.
El camino del juglar Un argumento muy diseminado entre los que rechazan el galardón es que Bob Dylan escribe muy buenas letras –eso se lo conceden amplia 9
y magnánimamente–, pero que no son poesía, esta última una de las categorías amparadas por la marca Nobel. Para explicarnos tal diferencia, Stephen Metcalf en la revista Slate llega hasta el extremo de poner un fragmento del poema «In the Field» de Richard Wilbur al lado de un verso de la canción «Up to Me» de Dylan. Dejando de lado la arbitrariedad de escoger un fragmento de la obra de A y un fragmento de la obra de B para compararlos, supongo que la lección que habríamos de sacar de la muestra es que el verso de Dylan rima y el de Wilbur no. Los poetas posmodernos de hoy desprecian la rima. Para ellos, los versos rimados quedaron atrapados, como en una cápsula del tiempo, en círculos de poetas de provincia con una edad promedio de 70 años que se reúnen entre sí para felicitarse por sus dignas aportaciones a las letras mundiales y preparar la próxima presentación de uno de sus poemarios autofinanciados. Actualmente, es práctica común de las revistas que publican poesía en Estados Unidos avisar de antemano que no aceptan poesía rimada, de la misma manera que, hace un siglo, seguramente rechazaban poesía que no lo hiciera. Y las canciones de Dylan –así como las de Nina Simone, Joaquín Sabina, Joni Mitchell e incluso Alberto Cortez– tienen ese vicio bien enraizado. La falacia en el argumento letrista-pero-nopoeta, por supuesto, es que considera los dos componentes de las canciones de Dylan (o de cualquier otro cantautor) en aislamiento el uno del otro, lo cual me recuerda la escena de la película Amadeus cuando el príncipe, que había prohibido el uso de la música, ve bailar a los danzantes sin acompañamiento en el escenario y pregunta si es una innovación moderna. Una canción –con una disculpa anticipada por la obviedad– es letra con música y, lejos de clasificarse como inferior a la poesía, los mejores logros del género merecen una doble mención por su capacidad de fusionar dos artes en una. O acaso el triple, por poder aprovechar esa bivalencia para llegar a un público amplio sin tener que rellenar sus creaciones
con chatarra. ¿Es esta la meta, confesada o no, de todo arte? Lamentablemente, hay un segmento de la poesía contemporánea que prefiere retirarse a un rincón cómodo del campo en lugar de buscar nuevas estrategias para llegar al público, que a menudo no son más que actualizaciones de las viejas estrategias de la interpretación oral. Por difícil que sea en esta época de aparatos eléctricos y distracción generalizada, la tarea es más urgente que nunca. En este contexto, los performanceros y los raperos y los hiphoperos son más afines al espíritu de los juglares de antaño que viajaban de pueblo en pueblo, declamando y cantando y dejando sus rastros en una serie de textos-con-melodías que se transmitieron por generaciones hasta volverse axiomáticos. Y no hay nada más emblemático de eso que la vida errante de un hombre esquivo, quien, desde el 7 de junio de 1988, ha estado realizando un recorrido tan extenso que se ha llegado a llamar The Never-Ending Tour (La gira sin fin).
«Es como ponerle una medalla al Everest por ser la montaña más alta»
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El bardo nacional Desde antes de la época en que Shakespeare armaba su negocio, y hasta mitad del siglo pasado, se consideraba todavía posible que un escritor llegara a expresar el espíritu de un país. Dante, Cervantes, Víctor Hugo, Neruda, Vallejo, Paz: todos forjaron una voz que resumía algo tan amorfo como un carácter nacional. Pero con la llegada del posmodernismo y su estela de relatividades, tal hazaña empezó a parecer no solo imposible, sino presuntuosa, hegemónica, artificial y exclusivista. Y puede, en efecto, que así sea. Es más, Estados Unidos ya tuvo su Whitman y su Dickinson, su Melville y su Hemingway. Sí, pero el país mayormente rural del siglo XIX, y el joven imperio que apenas se despertaba a princi-
pios del XX, eran entes sumamente diferentes al monstruo caótico con el que tenemos que lidiar hoy. Y ninguno de esos consagrados del pasado, por talentoso que fuese, podía también con la música. Como afirmó el rotativo francés Le Monde, con una mirada desde afuera: «Dylan es una historia de Estados Unidos en sí solo, sintetizando en su obra la poesía surrealista de la generación beat, la austeridad militante del folk, el lamento del blues, la energía rebelde del rock y la crónica de la vida cotidiana propia del country». La historia musical de un inquieto país nuevo: realizada, eso sí, en rima. Al haber crecido en Estados Unidos, he absorbido casi por ósmosis versos de Dylan que se vinculan con cada fase de mi vida, con cada gradación de mis humores. Claro que destacan las clásicas que todos conocen –las Like a Rolling Stone, Forever Young, Blowin’ in the Wind, The Times They Are a Changin, Knockin’ on Heaven’s Door– y claro que son grandes, pero guardo las mías en un
baúl para que no se sobreexpongan ante la luz de una excesiva popularidad. Para el Kurt melancólico (que en mis años mozos pilotaba el buque casi a tiempo completo), está Not Dark Yet: Nací aquí y aquí moriré en contra de mi voluntad. / Parecerá que me marcho, pero estoy inmóvil. / Cada nervio de mi cuerpo está ausente e insensible. / Ni siquiera recuerdo de qué vine huyendo. / Ni siquiera oigo el murmullo de una oración. / Aún no ha oscurecido, pero no va a tardar. Para el Kurt místico, está Every Grain of Sand. Yo sé, yo sé, es una canción que viene de su época evangelista, pero la verdadera religión aquí es la poesía de William Blake: Miro hacia la puerta de la furibunda llama de la tentación / y cada vez que paso por ahí siempre oigo mi nombre. / Avanzando en mi viaje llego a entender / que cada cabello está numerado como cada grano de arena. Para el Kurt cuentista, está Red River Shore, la historia de un hombre que, al ser rechazado por 11
la chica que ama, se pone a errar durante años; cuando finalmente regresa al pueblo para buscarla, nadie sabe de quién está hablando. Como los pueblerinos difuntos de La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters, la voz narrativa, encarnada de manera apropiada en la voz ronca de un Dylan ya grande, podría ser la de cualquiera de los olvidados que pueblan, de manera itinerante, las calles secundarias del país: Vivimos en las sombras de un pasado que desaparece, / atrapados en los fuegos del tiempo. / He intentado no hacerle mal a nadie, / y evitar una vida de crimen. / Y cuando todo se ha dicho y hecho, / nunca estuve al tanto de nada. Si de cuentos se trata, también ha quedado conmigo Seven Curses, la reelaboración de un viejo tema folklórico visto desde la perspectiva de una doncella cuyo padre fue condenado a muerte por robar un semental. La doncella ofrece pagar oro y plata por su salvación, pero el juez insiste en que el único pago posible es su cuerpo; y aunque ella se entrega, su padre es ahorcado de todos modos. Luego de contar la historia de manera austera, la canción dedica las últimas dos estrofas a enumerar una serie de maldiciones para un juez tan cruel: que un doctor no lo salve, dos curanderos no lo curen, tres ojos no lo vean, y así hasta la última: que siete muertes no lo maten. Y para el Kurt cronista, está, por supuesto, la inolvidable Hurricane, la historia de la falsa condena del boxeador Ruben Carter, quien padeció casi veinte años de cárcel por un asesinato que no cometió. Con un intenso arreglo compuesto de guitarra, percusiones y un solo violín, vistió la canción de protesta social con los paños nuevos de la música enchufada. Pero antes de eso, cuando el cantante todavía era el ídolo de la música folk, estaba The Lonesome Murder of Hattie Carroll, crónica sesentera de un hombre blanco que mató a una camarera negra de un bastonazo cuando no le sirvió su bebida con la debida presteza y, por dicho acto, solo fue condenado a seis meses de cárcel. Medio siglo después, el estribillo de la canción sigue describiendo, con inquietante precisión, el Estados Unidos actual: «Pero ustedes, que filosofan sobre la desgracia y critican todo miedo / quítense el trapo 12
de la cara / que ahora no es momento para sus lágrimas».
Ponerle una medalla al Everest En un sentido más pragmático, un Nobel capaz de ser otorgado a Henry Kissinger, a Barack Obama o a los países traficantes de armas que componen la Unión Europea –pero no, en su momento, a Mahatma Gandhi– es un premio que tiene graves defectos de origen. A la luz de eso, la oportunidad de renovar su imagen con una elección de aparente frescura e iconoclasia conllevaría amplios beneficios para la Academia sueca. Sea como fuera, la oportunidad de debatir acerca de la necesidad de actualizar una caduca definición de la literatura es, tardíamente o no, bienvenida. En última instancia, la tarea de la creación siempre se reducirá a detalles, no a definiciones. Como escribió Dylan en su carta de aceptación: «Pero, como Shakespeare, yo también estoy ocupado a menudo en mis esfuerzos creativos y haciéndome cargo de todos los aspectos mundanos de la vida. “¿Quiénes son los mejores músicos para estas canciones?”, ¿estoy grabando esto en el estudio apropiado?”, “¿tendrá esta canción la tonalidad adecuada?”. Algunas cosas nunca cambian, incluso en 400 años. Ni una vez he tenido tiempo para preguntarme a mí mismo: “¿Son estas canciones literatura?”». Creamos su última afirmación o no (y yo no), el argumento en sí es revelador. Y vaya, incluso el más prestigioso de los galardones no hace más que resaltar lo que ya está ahí para quien quiera verlo. Cuando preguntaron a Leonard Cohen, a menos de un mes de su muerte, qué pensaba de la decisión de premiar a Dylan, él contestó: «Es como ponerle una medalla al Everest por ser la montaña más alta». Kurt Hackbarth es politólogo, narrador y dramaturgo norteamericano. Se tituló summa cum laude en la Universidad Fairfield en 1996. Se estableció en la ciudad de Oaxaca en 1999 y desde el 2007 es ciudadano mexicano. Es autor de las obras de teatro La [medio] diezmada (2011) y El óstrakon (2012), así como del libro de cuentos Interrumpimos este programa (Editorial Ficticia, 2012). Su sitio web es: kurthackbarth.com.
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Emelio Betances y Rafael Durán
Tras las huellas de Franc Báez Evertsz En la vida uno conoce a muchas personas, pero solamente algunas dejan huellas indelebles, y este es el caso de Franc Báez Evertsz, quien falleció en septiembre del 2016. Su partida ha dejado un vacío en el mundo intelectual dominicano, y es necesario que tanto la comunidad académica como el público en general tengan una idea sobre su trayectoria y sus aportes a las ciencias sociales y a la sociedad dominicana. El propósito de este ensayo es, primero, resaltar algunos aspectos de su condición humana, introducir al lector a sus obras de investigación científica y exponer un panorama general sobre sus consultorías y cómo estas, a su vez, se convirtieron en obras fundamentales para comprender el fenómeno migratorio.
Fotos: Familia Báez 14
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uienes tuvimos la suerte de ser sus amigos y colaboradores siempre nos sentíamos halagados cuando alguien comentaba que Franc Báez era un gran ser humano. Se empleaban frases elogiosas para describir su comportamiento, su trato afable y caballeroso. Asimismo, sus compañeros de trabajo y conocidos destacaban su espíritu de servicio y el poco interés que manifestaba por las cosas materiales. Dadas estas virtudes humanas, no cabe duda de que la comunidad intelectual dominicana se vio consternada ante su muerte repentina. Muchos lamentaron que su partida se produjera cuando se encontraba en el momento cumbre de su vida intelectual. Como expresó Anny Selman frente a su féretro, «Franc tenía la humildad del sabio». Nunca se le vio actuar con arrogancia. Cuando le prodigaban elogios merecidos, siempre los desestimaba y decía que podía hacerse mejor. Y cuando le hacían alguna crítica, prestaba oídos, ya que consideraba que la disidencia era importante porque permitía mejorar lo investigado. Su vocación de ayudar a que otros investigadores adquirieran confianza y destrezas en la metodología y teoría de la investigación científica era una fuerza motora en su interior. Consideraba que en tanto otros se nutrieran de los conocimientos que había adquirido se le estaría dando continuidad al saber. Fue un ser humano extraordinario, vivió una vida sin estridencias, respetuoso del criterio de los demás, con una alta vocación de sacrificio. Las personas que le conocieron, que compartieron con él y recibieron su apoyo desinteresado, manifiestan un profundo dolor por su partida inesperada.
La trayectoria de estudiante a profesor ejemplar Franc Báez fue un estudiante excepcional. Debido a esto, algunos profesores lo empleaban como ayudante, lo que le permitió perfeccionar su metodología de la enseñanza. Cuando sustentó su tesis de licenciatura en Sociología, el jurado examinador recomendó que fuera publicada por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Posteriormente, se integró a
trabajar en la Secretaría de Agricultura, en el Centro Nacional de Investigación, Extensión y Capacitación Agropecuaria (CENIECA), donde asumió las evaluaciones de los proyectos que estaban en ejecución. Esta participación en esas investigaciones lo llevó a un profundo conocimiento de las técnicas cuantitativas. Tras recibir una beca del Estado dominicano y el apoyo de la UASD, partió a México en 1977, para hacer la maestría y el doctorado en Sociología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Durante este período, comienza a incursionar en las migraciones y a profundizar en los temas de carácter histórico que estaban ampliamente relacionados con su tesis. En 1982 regresó al país y se presentó a un concurso por oposición para optar por una plaza de profesor de Sociología en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), que obtuvo, iniciando así su carrera docente en el Centro Universitario del Nordeste (CURNE). Su llegada a esta extensión se debió a que entonces en la UASD todo profesor que ingresaba tenía que hacerlo a través de un centro. Al poco tiempo se integró al cuerpo de profesores de la carrera de Sociología, donde logró la admiración de sus alumnos y compañeros de trabajo. Siempre fue un profesor riguroso en el uso de los conceptos que empleaba, sistemático en la exposición de las ideas, extremadamente disciplinado, y en los días que daba clase, se le veía con su carpeta que contenía sus clases preparadas porque desde el primer día exponía a sus alumnos el programa de la asignatura que impartía con una bibliografía abundante y actualizada. Durante su magisterio formó una nueva generación de investigadores sociales que han seguido su trayectoria y a los que inculcó una ética profesional basada en la honradez, la moral y la verdad de la ciencia. Su labor universitaria creció aún más, dejando profundas huellas cuando fue director de la Escuela de Sociología (1990-1993), director de la Revista de Ciencias Económicas y Sociales (1993-1999), lo mismo cuando fue director del Instituto de Investigaciones Socioeconómicas de la Facultad de Ciencias Económicas (20002005). Tras finalizar ese período se retiró de la 15
academia como profesor jubilado, pero manteniendo un vínculo directo con la institución.
Las labores de investigador social Como investigador, Franc Báez estuvo dotado de tres características fundamentales: mente privilegiada, erudición teórica y rigor metodológico. Al reunir esas tres características, la comunidad académica lo reconoció como uno de los mejores sociólogos dominicanos. Entre sus obras más importantes sobresalen: Azúcar y dependencia en la República Dominicana (1978), La formación del sistema agroexportador en el Caribe (1986) y Braceros haitianos en la República Dominicana (1984). Estas tres obras constituyen la base fundamental para conocer las grandes transformaciones del país en el siglo XX. Ese corpus, más el seguimiento sistemático al estudio del cambio social, lo sitúan como el principal especialista en el campo de la emigración y la inmigración en la República Dominicana, y uno de los más connotados en el área del Caribe. Su programa de investigación social empezó con su tesis de licenciatura, luego publicada como libro y titulado Azúcar y dependencia en la República Dominicana. A partir de esta obra, fue formulan16
do un plan de trabajo científico que culminó con consultorías sobre el tema migratorio. En Azúcar y dependencia, el análisis «se sustentaba en la urgente necesidad de replantear la problemática referente al curso del desarrollo histórico del país en los últimos cien años de vida nacional, de encauzar los esfuerzos en torno al análisis del desarrollo histórico, del contexto estructural, el cual, en definitiva, constituye, el “marco” para los estudios específicos» (Báez Evertsz, 1978: 11). En esta obra, la industria azucarera pasa de ser considerada una unidad de análisis en sí a ser pensada en su articulación con la formación social en general. Se analiza la obra de Fernando Enrique Cardoso y Enzo Faletto, Dependencia y desarrollo en América Latina (1971), quienes insistían en la naturaleza política de los procesos de transformación económica, proponiendo una «autonomía relativa» de lo político respecto a lo económico. Siguiendo las huellas de la obra de Louis Althusser, La revolución científica de Marx (1968), planteó que la «relación entre economía y política no se instaura, pues, de manera unilateral; la eficacia de lo político se estudia dentro del contexto de las condiciones económicas funda-
mentales, replanteando la posibilidad de que esa eficacia llegue a impactar sobre dichas condiciones» (Báez Evertsz, 1978: 18). Este planteamiento muestra su excelente habilidad para aplicar la teoría marxista al estudio de una formación social específica. El estudio del caso dominicano lo llevó a ampliar el radio de acción de sus investigaciones sobre el Caribe. Resultado de este esfuerzo es el libro La formación del sistema agroexportador en el Caribe: República Dominicana y Cuba, 1515-1898 (1986). Entendía que las grandes disparidades entre las economías azucareras de estos dos países nos remitían a la colonia, que fue el período donde se gestaron estas discrepancias. Esto lo llevó a efectuar un estudio de sus historias económicas para encuadrar su inserción no solo en la historia económica de la región del Caribe, sino en las fases de desarrollo de la economía mundial. En particular, se concentró en el siglo XIX, cuando se forjan las particularidades estructurales que, en ambos casos, dieron lugar a las diferencias económicas. Como lo señaló él mismo: «Este trabajo pretende proporcionar una caracterización de estos procesos y transformaciones. Mostrar la
importancia del siglo XIX en el análisis de los cursos históricos, disparidades económicas y de organización estructural de Cuba y República Dominicana, y proporcionar una esquematización comparativa de elementos estructurales[…]» (Báez Evertsz, 1986:10). La interrogante clave que se planteaba era la siguiente: «¿A qué causas obedecieron estas disparidades en la cronología de expansión y grados de desarrollo en las Antillas Mayores?». Tal como señala a lo largo de su obra, la expansión económica de los países de las Antillas Mayores se hizo en función del nivel de especialización logrado a través de la economía exportadora. El crecimiento económico de estos países estuvo en función de su integración a la dinámica de la economía mundial. Esta obra nos muestra no solo el profundo conocimiento que tenía sobre la historia de la República Dominicana y Cuba, sino que también deja ver cuán complejo y profundo era su análisis de la historia y la economía de estos dos países. Sus estudios sobre el desarrollo del sistema agroexportador caribeño lo llevaron al espinoso problema de la migración internacional. Braceros haitianos en la República Dominicana es quizás su 17
obra maestra. Veamos cómo él mismo la presenta: «En este texto he tratado de analizar el sistema migratorio haitiano-dominicano en una perspectiva de conjunto, examinando, sobre todo, en un ejercicio de sociología agregada, sus “polos” complementarios: el proceso de generación de una sobrepoblación laboral de los inmigrantes en los cañaverales dominicanos» (Báez Evertsz, 1986: 11). La idea era enfrentar lo que muchos observadores veían como una persistente paradoja: la República Dominicana era (y sigue siéndolo hoy día) un país que recibe una masiva migración laboral y, al mismo tiempo, es una sociedad que presenta altos niveles de desempleo y subempleo. Los patrones dominicanos prefieren a los trabajadores haitianos porque les pueden pagar salarios mucho más bajos que a los dominicanos con el mismo nivel de calificación. Sin embargo, él pensaba que la pregunta esencial era la siguiente: «¿Por qué el obrero haitiano puede ser sometido a esas oprobiosas condiciones de trabajo y vida? O más directamente: ¿Qué factores determinan el bajo precio de la fuerza de trabajo del inmigrante haitiano, en comparación con la del trabajador dominicano de igual calificación?». En su obra, nos planteó que esta interrogante sitúa el análisis «a nivel del proceso migratorio a escala insular y exige un reexamen de la teoría del salario, en el estudio de la movilidad internacional del trabajo, a partir de la problemática de la frontera nacional» (Báez Evertsz, 1986: 14). Braceros haitianos en la República Dominicana es una obra de referencia obligatoria para los interesados en conocer la problemática de la inmigración. En ella se trazan los parámetros teóricos, metodológicos y empíricos necesarios para comprender la complicada relación entre los dos países. Lo rescatable de la reseña de estas obras sociológicas es que constituyen una trilogía que nos permite conocer el proceso de desarrollo del capitalismo dependiente dominicano, su inserción en la economía mundial, el papel que jugaron los grupos dominantes nacionales, la función del Es-
tado, el capital internacional, y cómo se utilizó la mano de obra haitiana y dominicana para poner en marcha el proceso de acumulación capitalista. Con estas obras, nos deja un preciado legado que nos ayuda a entender la dinámica del cambio social en la sociedad dominicana.
Los estudios migratorios y las consultorías Los aportes de su producción intelectual sobre las migraciones se encuentran articulados a su labor como investigador per se y a los trabajos de consultoría que hacía para diferentes organismos nacionales y extranjeros. A diferencia de las consultorías tradicionales, los trabajos que realizaba desbordaban los límites en los cuales se construyen estos informes y terminaban convertidos en verdaderos trabajos de investigación científica. Por eso, gran parte de su pensamiento y aporte al estudio y conocimiento de las migraciones se encuentra en los libros e informes que produjo. En sus múltiples investigaciones siempre lo acompañaron sus colegas, ya que era un defensor del trabajo colectivo. Esto lo podemos ilustrar con tres textos de igual número de consultorías, que hizo en colaboración y que recogen los aportes e innovaciones que introdujo para que el estudio de las migraciones dominicanas adquiriera el nuevo estatus que presenta hoy día.
Estas tres obras constituyen la base fundamental para conocer las grandes transformaciones del país en el siglo XX
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Los tres textos que consideramos paradigmáticos son: 1) La emigración de dominicanos a los Estados Unidos: determinantes socioeconómicos y sus consecuencias, investigación contratada por la Fundación Friedrich Ebert y efectuada con la compañía de Frank D’Oleo Ramírez (1985). 2) Migración internacional y economía cafetalera (1985), la cual fue
financiada por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Universidad de Georgetown, quienes hicieron la primera publicación del texto en 1985, en Ginebra, mientras que la segunda edición apareció en la República Dominicana en 1992. Esta investigación la realizó en colaboración con Wilfredo Lozano. 3) Las migraciones internacionales en la República Dominicana (1994), la cual no tuvo mucha difusión porque fue una publicación limitada, que circuló solo a nivel de organismos institucionales internacionales y nacionales.
El análisis de las obras fundamentales sobre estudios migratorios Se puede afirmar que el estudio científico y sistemático de las migraciones dominicanas fue inaugurado por Franc Báez Evertsz en el país. La primera obra sobre la temática fue La emigración de dominicanos a Estados Unidos: determinantes socioeconómicos y consecuencias (1985). El análisis de esta obra parte de una crítica a las deficiencias que tenían los enfoques y modelos en boga en ese momento para el estudio del caso de la migración dominicana por las especificidades de la isla.
Con base en sus estudios sobre el sistema agroexportador de las Antillas Mayores, plantea una visión sistémica del problema, la cual le permite estructurar una perspectiva más amplia y articulada a los procesos generales de desarrollo de la sociedad. Esto, a su vez, le permite comprender por qué se produce la dinámica migratoria, el destino de los flujos migratorios, y el peso que estos tienen para determinar la segregación de la fuerza de trabajo. El análisis sistemático de las migraciones permite a Báez Evertsz y su colaborador, Frank D’Oleo Ramírez, establecer que entre los Estados Unidos y la República Dominicana existe un sistema migratorio recíproco. En ese orden, los datos que se recogen en la obra están orientados a analizar las clases sociales de procedencia de los migrantes, los determinantes de las migraciones de retorno y sus implicaciones para el país, y las repercusiones de la residencia de los dominicanos establecidos en Estados Unidos a nivel macro y microeconómico. A nivel local se puede entender los vínculos que hay entre las migraciones y la estructura social. El mejor ejemplo de esto lo constituye el capítulo dos, donde se exponen las razones de las migraciones internacionales en el 19
contexto de la aplicación de la política industrial de sustitución de importaciones. En el plano metodológico, la obra está debidamente justificada con los datos de una encuesta (que fue diseñada para entrevistar a 912 personas divididas entre inmigrantes, inmigrantes potenciales y retornados), y con las informaciones producidas por los organismos estadounidenses, locales y los diferentes estudios antropológicos que habían sido elaborados por académicos, lo que asegura un análisis objetivo de los procesos y momentos explicados. En síntesis, en esta obra se analizan los determinantes y las repercusiones que tiene la migración de retorno, se contrastan enfoques y teorías sobre este aspecto, los cuales renuevan su comprensión para el caso dominicano. Así encontramos que la gran conclusión de este proceso no está determinada exclusivamente por la famosa desadaptación social de los migrantes en la sociedad de recepción, sino que también se expre20
sa por las condiciones ventajosas en las cuales se produce el retorno. En ese tenor concluyen lo siguiente: dado el volumen de la migración de retorno, puede afirmarse que nos hallamos frente a la emergencia de una nueva clase media urbana. La implicación sociopolítica fundamental de este proceso sociológico, más allá de los discutibles efectos de «modernización» del país, se refiere a la profundización de la dependencia frente a los Estados Unidos, y al cambio profundo hacia los valores más conservadores y preservadores del sistema de dominación vigente (Báez Evertsz y D’Oleo Ramírez, 1985: 38). En esta afirmación queda bastante clara la perspectiva analítica empleada, porque el proceso migratorio tiene que ser abordado de manera sistémica. El segundo texto en importancia para comprender la perspectiva analítica asumida y trabajada por Franc Báez Evertsz en sus textos e informes sobre la migración internacional o la inmigración es el denominado Migración internacional y economía cafetalera (1985), escrito en compañía de Wilfredo Lozano. Aquí se asume a cabalidad la idea de que las migraciones tienen que ser estudiadas con un enfoque sistémico, el cual definen como histórico-estructural, pero a seguidas presentan consideraciones que son de suma importancia analítica y metodológica. En ese sentido afirman, «sin embargo se aleja de la tradicional perspectiva en que esta línea de razonamiento se le ha dado al problema migratorio, donde en muchos casos la extrema generalización del análisis impide la captación de las particularidades de los procesos migratorios propiamente dichos, así como dificulta la conexión entre los niveles micro y macro estructurales que inciden en la decisión de migrar como en la orientación y sentido de los flujos» (Báez Evertsz y Lozano, 1985: 19). Según el enfoque históricoestructural, el problema migratorio se visualiza en su dimensión histórica y macroestructural. Las migraciones son vistas como un reacomodo de la fuerza laboral en función de las necesidades del capital y de las estructuras productivas. En esta perspectiva, las migraciones, que son esencialmente laborales y de carácter económico, de-
terminan predecibles y controlables movimientos de población y de transporte de estas poblaciones, como también son determinadas por la existencia de una disponibilidad de mano de obra capaz de ser integrada a estos circuitos migratorios. Lo que se saca en limpio aquí es que el enfoque histórico-metodológico no lo toman como algo absoluto. Plantean que, independientemente de lo productivo que pueda ser, no lo asumen como una verdad analítica, sino que producen una crítica, porque todavía no logra recuperar, con la profundidad necesaria, el nivel microsocial del proceso migratorio. Por ello no se visualizan en el análisis, con la precisión que requiere, las mediaciones que deben existir entre la decisión de migrar y el ámbito de la estructura, y por eso puntualizan lo siguiente: «en nuestro enfoque sistémico, por el contrario, esta ausencia de mediación se resuelve en la dinámica misma del sistema migratorio, pues en la articulación de este se organizan y adquieren sentido, tanto la condición microestructural en la que en lo inmediato se verifica la “decisión” individual de migrar como la articulación entre el sentido, la dinámica y características de los flujos migratorios con los requerimientos de las estructuras» (Báez Evertsz y Lozano, 1992: 21).
colectivo familiar aparece en esta óptica como expresión de un proceso estructural. Se enfrentaron a un sistema migratorio en el que se integran en una sola racionalidad económica y social tanto los desplazamientos internacionales de trabajadores haitianos a la República Dominicana como sus movimientos estacionales internos en torno al eje azucarero y cafetalero. En esa misma óptica, dicen, «hemos logrado establecer los rasgos básicos del dinamismo del mercado laboral de mano de obra migratoria en torno al café: sus requerimientos estacionales, la racionalidad de los flujos de llegada y de salida a la cosecha, los mecanismos de reclutamiento y de contratación de los braceros, etc.» (Báez Evertsz y Lozano, 1992: 26). Con estos presupuestos teóricos y analíticos se hace un recorrido por las características de la economía cafetalera y el mercado laboral. Además, se estudia la división del trabajo, la productividad, los salarios y el impacto de la migración haitiana en la economía cafetalera y la agricultura. En pocas palabras, nos entregan una interpretación teórica sólida que arroja luz para comprender el lugar de la economía cafetalera y su relación con la migración. Finalmente, el tercer texto importante para captar el aporte de Franc Báez en su justa dimensión lo constituye la obra que surgió de una asesoría que efectuó en 1993 para la Oficina Nacional de Planificación (ONAPLAN). El propósito de la consultoría era realizar una amplia investigación sobre las migraciones internacionales en la República Dominicana. Durante todo un año se realizó una rigurosa investigación que sentó las bases en este renglón. El documento fue publicado en 1994, pero, como se señaló anteriormente, es muy poco conocido entre los investigadores, por lo cual, a continuación, se ofrece un resumen conciso de sus contenidos más relevantes. La obra tiene cuatro apartados. El primero es una síntesis, con una gran erudición, que permite contextualizar el aspecto histórico de las migraciones internacionales, vistas a través de los
Las obras de Franc Báez Evertsz constituyen un gran aporte a la sociología y al estudio de la sociedad dominicana En síntesis, se expresa que en el análisis sistémico la oposición entre decisión individual o familiar para migrar pierde significado porque, en el análisis asumido, las condiciones de estructura y dinámica de los grupos sociales no pueden verse como perspectiva encontrada: la decisión de la familia o del individuo es parte de un comportamiento más amplio de la clase en que se encuentra inscrito. La acción del individuo o del
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Frank Báez Evertsz junto a Wilfredo Lozano durante la presentación de un informe para la OEA a mediados de los noventa
diferentes colectivos, y proporciona una aproximación del volumen de la inmigración haitiana. Además, en este apartado aparece la región de procedencia y una caracterización de los inmigrantes, su inserción socioeconómica y una sección sobre la inmigración haitiana y los mercados laborales. Este último tema es sumamente relevante para el país porque la mano de obra haitiana era sumamente importante para el sector azucarero. En la segunda parte hay un tratamiento detallado de las emigraciones dominicanas, que incluye periodización, razones que las originaron, magnitudes, características, patrones y tendencias. También se abordan los perfiles demográficos y socioeconómicos, los orígenes regionales y los grupos sociales a que pertenecen los dominicanos que salen hacia otras tierras. Todo esto se complementa con un análisis de la inserción socioeconómica en los países de recepción, tomando como país principal los Estados Unidos, donde existe la mayor cantidad de dominicanos registrados. El análisis también ofrece una caracterización de los dominicanos en Puerto Rico y proporciona 22
el mismo tipo de tratamiento, en la medida de lo posible, para los otros destinos. Durante el período que abarca la investigación, el problema migratorio, visto en sus dos vertientes, era un tema obligatorio. Por esta razón, la tercera parte contiene una razonada exposición de la revisión efectuada a las políticas migratorias internacionales que tenía el país desde la fundación de la República hasta 1993. El recuento contiene una revisión de la política de fomento de la inmigración que se produjo entre 1844 y 1900, que permitió la llegada de diferentes colectivos de tierras lejanas. La política de inmigración laboral de 1900 a 1930 cambia cuando se introducen una nueva normativa y controles fronterizos. La política de colonización aplicada por Trujillo para refugiados e inmigrantes laborales es analizada a partir de los estudios que se hicieron durante el régimen. La caída del régimen trujillista de restricción da paso a la apertura migratoria que se produce entre 1960 y 1980. En este espacio de tiempo se producen una serie de acontecimientos que cambian de manera definitiva el carácter de las migraciones internacionales dominicanas. El texto analizado explica con bastante detalle los
cambios en las actitudes y acciones del Gobierno para abordar la problemática de la migración. Además, en esta obra se analiza el papel desempeñado por el Gobierno frente a los siguientes problemas: la emigración, la inmigración, las negociaciones internacionales en torno a los problemas que enfrentan los emigrados dominicanos en los países receptores y los inmigrados en la sociedad dominicana. Asimismo, se estudia la política de migración laboral y el diferendo domínico-haitiano, el prolongamiento de la política de importación de mano de obra, los acuerdos sobre los mecanismos informales de contratación, la presión internacional y las reformas inducidas por el proceso de deportación. En este apartado también se trata el tema de la repatriación forzada, la autorrepatriación y los refugiados en el contexto del golpe de Estado contra Jean Bertrand Aristide en Haití (1991) y sus consecuencias para la migración. A pesar de la trascendencia que tienen las tres partes antes reseñadas, el cuarto apartado tiene más sustancia por el esfuerzo explicativo. En efecto, bajo el título de «Elementos para la formulación de una política integral de migración internacional», se encuentran una serie de planteamientos como los siguientes: la dinámica emigratoria, los canales de participación, la asistencia para los dominicanos residentes en el exterior, la regularización de la inmigración extranjera, las reformas normativas e institucionales, el sistema de información y la investigación sobre la migración internacional, así como las encuestas periódicas sobre migración. El esfuerzo intelectual ofrecido en esta última parte es un ejemplo de la racionalidad expositiva y el dominio de la temática abordada, sobre todo la parte referida a la regularización de la población extranjera, que fue una de sus preocupaciones fundamentales, ya que aparece trabajada en el libro sobre la migración internacional y en documentos posteriores elaborados para enmarcar la ley de migración del 2004. Por ese motivo, cuando se planteó la regularización de la población extranjera, la vio como una oportunidad de iniciar un reordenamiento migratorio que sentara las bases para una verdadera política migratoria
en el país. Esas mismas razones lo condujeron a aceptar la evaluación del Plan Nacional de Regularización de Extranjeros (PNRE) cuando le fue sugerido por el Instituto Nacional de Migraciones (INM), la cual se encontraba en su fase de redacción cuando le sorprendió la muerte. Las obras de Franc Báez Evertsz constituyen un gran aporte a la sociología y al estudio de la sociedad dominicana. Sus trabajos sobre el sistema agroexportador y la migración internacional fueron los ejes fundamentales de dicho aporte, y nos permiten tener una buena aproximación al desarrollo de la sociedad dominicana en su pasado y su presente. Ahora se nos impone reunir estas obras para que tanto los estudiosos como el público en general conozcan su pensamiento y sigamos sus huellas. Nota. Una versión más extensa de este artículo será publicada en el Boletín del Archivo General de la Nación (BAGN). Emelio Betances es catedrático de Sociología y Estudios Latinoamericanos en Gettysburg College. Entre sus publicaciones se encuentran las siguientes: State and Society in the Dominican Republic (Westview Press,1995), The Catholic Church and Power Politics in Latin America: The Dominican Case in Comparative Perspective (Rowman and Littlefield, 2007, traducido y publicado por Funglode en el 2009 con el título La Iglesia católica y la política de poder en América Latina: el caso dominicano en perspectiva comparada) y En busca de la ciudadanía: los movimientos sociales y la democratización en la República Dominicana (Archivo General de la Nación, 2016). Rafael Durán es profesor adjunto de la Escuela de Sociología en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Ha participado en múltiples proyectos de investigación y consultorías nacionales e internacionales. Entre sus publicaciones se encuentran: Inmigrantes haitianos y mercado laboral. Estudio sobre los trabajadores de la. construcción y de la producción del guineo en República Dominicana 2010; y Migración de retorno a la Republica Dominicana: Estudio-diagnóstico sobre las migraciones laborales y el retorno voluntario de dominicanos, 2015.
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Miguel D. Mena
Libros
Ensayos de Isla Abierta Aída Cartagena Portalatín Ediciones Cielo Naranja Berlín 2016 224 páginas Era poco asequible. Una vez me encontré en un puesto de libros de segunda mano con el poemario que le había dedicado un escritor colombiano. Pensé que la alegraría. Entonces la vi a ella en una de esas ferias del libro que celebraban a finales de los 70 en el Palacio de Bellas Artes. «Doña, Aída, mire lo que tengo para usted», le dije. Le pasé el libro. Lo miró como a quien le regalan una jaula para un pelícano. Me lo devolvió como si le hubiese prestado un lapicero. Así quedé como en el puro limbo. 24
Aída podía ser así de distante. Su rostro no era fácil. Sospecho que esa distancia era una respuesta a esas grandísimas distancias que te genera la sociedad dominicana cuando eres mujer, eres de «campo», eres «indiecita», por no decir mulata. Y todo eso cuando la Era (de Trujillo) terriblemente era. Aun así estamos frente a una mujer que supo enfrentarse a todos esas marejadas de prejuicios, que los procesó en su escritura y que mantuvo siempre algo muy poco común en nuestro medio: dignidad. Aída Cartagena Portalatín nació en Moca el 18 de junio de 1918, en una familia de comerciantes y con cierto abolengo intelectual. Contemporáneas suyas fueron otras dos mujeres, también de provincia, pero íntimamente convencidas de que el arte sí salvaba: Hilma Contreras, francomacorisana, nacida en 1913, y Carmen Natalia,
petromacorisana, en 1917. Las tres estuvieron marcadas por su relación con el afuera de la Isla. El padre de Hilma, el afamado médico Dr. Darío Contreras, pudo advertir lo que vendría en aquella sociedad entonces marcada por la dictadura blanda de Horacio Vásquez y la envió a París en la mediana infancia. Carmen Natalia fue zarandeada por lo más duro del trujillato, debido a su militancia política, y tuvo que exiliarse en 1950 en Puerto Rico. Para Aída el mundo estuvo más lento. Estudió en la Universidad de Santo Domingo y partió a París no sin antes publicar cuatro poemarios esenciales del siglo XX, Víspera del sueño (1944) y Del sueño al mundo (1945), bajo el sello de La Poesía Sorprendida, y Mi mundo el mar (1953) y Una mujer está sola (1955), en la Editorial Stella.
vincularan con una familia muy variopinta, los Marchena Leyba. Como Aída no nació en medio de apellidos ilustres, pudo desenvolverse naturalmente en su medio, gracias a su talento y su trabajo. A diferencia de Carmen Natalia, Aída no asumió la oposición radical frente al trujillato. Sin embargo, en sus textos sí hubo un cuestionamiento de los órdenes patriarcales, asumiendo en su poética un yo naciente, consistente, consciente, convocativo de una nueva comunidad libertaria. A veces la crítica no necesita las trincheras visibles. Tras la caída de la Era de Trujillo, Cartagena Portalatín participó en los movimientos de regeneración nacional. Lanzó sus cuadernos Brigadas dominicanas desde 1962 a 1964. Allí se estrenan autores como René del Risco Bermúdez, Miguel Alfonseca, Antonio Lockward Artiles y Juan José Ayuso. Traduce junto a Hilma Contreras un poema de Aimé Cesaire, y con él, nos conecta a un tema largamente relegado: el de nuestros vínculos con el Caribe. Aída no dejará de escribir, de organizar, de editar. Los años 60 la encontrarán en funciones burocráticas en la Unesco, donde entabla relaciones de amistad con Julio Cortázar, y en largos viajes por Francia, Italia, Grecia. De los estallidos del mayo francés y el Noveau Romain que se produjo, saca la novela seguramente más relevante de la literatura dominicana: Escalera para Electra (1970). La obra había concursado en los premios Biblioteca Breve de Seix Barral, y por un pelo no gana. Decenios después, Mario Vargas Llosa, uno de los jurados, comentaba que como la obra tenía pocas páginas, se acogió la sugerencia del editor Carlos Barral: mejor novelas largas que cortas. Ganó una novela de Juan Benet. Me imagino lo que hubiera representado para los dominicanos la obtención de semejante galardón. Las aguas, sin embargo, se quedaron en su cauce. Al menos el incidente fue uno de los detonantes para que Marcio Veloz Maggiolo publicara cinco años después una de sus grandes novelas: De abril en adelante (Santo Domingo, Editora Taller, 1975).
Los años 60 la encontrarán en funciones burocráticas en la Unesco, donde entabla relaciones de amistad con Julio Cortázar Y si a estas tres mujeres les agregamos las tres más relevantes del siglo XIX –Josefa Perdomo, Salomé Ureña y Amelia Francasci–, advertiremos la manera en que el sino de la mujer que escribe en la República Dominicana ha estado signado por un afuera y un adentro de la casa, marcados ambos por una delgada línea de exclusión. Me explico: en lugar de suponer el entrar y salir de la casa, el actuar en el espacio de la intimidad o familiar y el público, como algo normal, ambos lugares se convierten en opuestos. La primera poeta de su siglo, Josefa Perdomo, tuvo que retirarse muy temprano por culpa de un hermano revolucionario que acabó siendo fusilado. Salomé Ureña trató de hacer del espacio público su espacio privado, mediante la enseñanza de la mujer, pero finalmente fue vencida por la tuberculosis. Amelia Francasci hasta tuvo que buscarse un seudónimo para que no la
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Aída se estableció definitivamente en Santo Domingo a finales de los 60. Asume la dirección de la Editora de la Universidad de Santo Domingo y desde ahí retoma sus viejas prácticas de promoción literaria. Compila la primera antología moderna de cuentistas dominicanos: Narradores dominicanos (Caracas, Monte Ávila, 1978). Y como siempre, primero se reconoce el talento fuera de nuestro país que dentro. Aída publicada en Venezuela; Rita Indiana Hernández, en Puerto Rico, España y hasta en Noruega; Aurora Arias, en Argentina. Aída se mantendrá bastante activa. Publicará poesía, presentará un libro de cuentos que igualmente marcará época, Tablero (Editora Taller, 1978) y otra novela experimental, La tarde en que murió Estefanía (1993), donde vuelve a pensar el tema de la violencia a través de anécdotas de la historia dominicana. La aparición en 1982 del suplemento Isla Abierta, del periódico Hoy, dirigido por su viejo conocido, Manuel Rueda, será espacio en el que retomará sus prácticas ensayísticas. Lo esencial de esas colaboraciones girará en torno a la temática de lo negro en la literatura. De ahí sale un libro: Culturas africanas: rebeldes con causa (Editora Taller, 1986). Es interesante destacar la manera en que Aída siempre se interesó por la «marginalidad» en el país dominicano. Antes de que se establecieran conceptos muy caros para nuestro mundo académico –literaturas subalternas, ciudades letras, etc.–, Aída escribió sobre literatura chicana, negra, latina. Va indistintamente de juicios y análisis hasta historias de sus aventuras en África. El resto de aquellas entregas en Isla Abierta se va desarrollando como un libro de viajes. En la mayoría de los casos llamaba a la sección «Tablero». Escribía indistintamente sobre pintores contemporáneos, el teatro de Shakespeare, los inevitables temas griegos, la dramaturgia y la música de mujeres, la presencia de la negritud, los haikus japoneses. Rememoraba tertulias e, incluso, en una entrevista que se incluye en el libro, muestra su lado lúdico. Entre algunos recodos de
esos caminos, filtraba un poema o recuperaba algún texto, como el de la presencia de dos negras dominicanas en Cuba, vistas a través de los textos de Alejo Carpentier y Pedro Henríquez Ureña. Estos ensayos han sido recogidos en Ensayos de Isla Abierta. Fueron escritos entre 1982 y 1987. Es el primer intento de recuperar su obra ensayística a partir de la convicción de que esos textos ayudan a comprender y ampliar las visiones sobre su obra de ficción. Esperamos seguir recuperando la obra ensayística de esta gran escritora, ofreciendo próximamente una segunda contribución: su obra antropológica. A la gran poeta de Una mujer está sola y a la gran novelista de Escalera para Electra, ahora se le une la de una ensayista que escribe como si estuviésemos caminando y dejándonos asombrar por los rostros, los gestos, tantas pequeñas y grandes historias de media humanidad. Digamos que Aída sigue viajando.
Lo esencial de esas colaboraciones girará en torno a la temática de lo negro en la literatura
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Murió en 1994, faltándole quince días para alcanzar los 76 años. Si tal vez no nos dejó muchas anécdotas simpáticas, en su obra, que es definitivamente lo más importante dentro de sus haceres, sí que encontramos muchos espacios para cierta ciudadanía universal. Aquella joven mocana finalmente se convirtió en la voz de su generación. Un día se quitó los colores nacionales y también fue voz de todas las mujeres, de todas las negras, de todas esas marginaciones con lo que lo humano se reduce hasta lo más mínimo. Se pueden leer estos Ensayos de Isla Abierta como una bitácora, como un mapa. Miguel D. Mena realizó estudios de Sociología en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y en la Universidad Libre de Berlín; es editor y urbanista.
Salvapantallas Luis Chaves Seix Barral México 2015 143 páginas
Montecristi: entre campeches y bananos Rafael Darío Herrera R. Academia Dominicana de la Historia Santo Domingo 2006 174 páginas
Para los que conocen la poesía latinoamericana, el nombre de Luis Chaves no debe sonar extraño. Autor de cinco poemarios, es conocido también por sus ensayos y por sus crónicas en donde habla, con la misma propiedad y sabiduría, de poesía norteamericana que de rock y de fútbol. Salvapantallas, que es su primera novela, puede considerarse como una bildungsroman o novela de formación. A través de fragmentos, cuentos y crónicas, esta novela narra de una manera diáfana y honesta la experiencia de Chaves como poeta. Aquí se habla sin ningún tapujo de amistad, de drogas, de enfermedades terminales, de paternidad, de Bob Dylan o de fútbol. Al igual que su poesía, Chaves evade la majestuosidad, los grandes temas y lo manido, para contar lo sórdido, la cotidianidad y lo desconocido. Salvapantallas es uno de esos libros donde no aparece una oración aburrida.
Montecristi es uno de los pueblos más fascinantes del Caribe. Tan solo hay que visitarlo para comprobar que sus fachadas y sus calles están cargadas de historia. Fue fundado en 1533 y bautizado por el almirante Cristóbal Colón. A lo largo de su existencia ha experimentado momentos de gran esplendor, así como de total abandono. En este libro, el señor Rafael Darío Herrera nos explica que estos cambios se deben a la relación que los pobladores han mantenido con el medio ambiente. Tomemos por ejemplo «La era del campeche», donde el autor nos informa que con la tinta del campeche se teñía la ropa usada en Europa y que, por consiguiente, la demanda de este producto fue tan alta que la economía creció y Montecristi se convirtió en un pueblo de comerciantes.
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Canción de tumba Julián Herbert DEBOLS!LLO Ciudad de México 2011 206 páginas
Dímelo Kim Addonizio Valparaíso Ciudad de México 2015 128 páginas
La elegía sigue siendo un subgénero cultivado por los poetas, por lo que llama la atención que Julián Herbert, que es un poeta mexicano, haya elegido una novela para contar la enfermedad y la muerte de su madre. Sin embargo, pese a que está escrito en prosa, como el título indica, esta novela es en el fondo una canción. Guadalupe Chávez, madre del narrador, sufre leucemia y se encuentra postrada en una cama de hospital. A su lado su hijo emprende a escribir sobre ella. Así nos enteramos de que Guadalupe Chávez fue una prostituta itinerante, que adoraba los boleros y que soñaba con vivir en La Habana castrista. Todo esto contado con una prosa ágil y ambientado en un México violento, en una Berlín helada y en una Habana desquiciante. A lo largo del libro el autor se enfrenta al hecho de que si su madre no fallece el libro no tendrá un buen final. Tan solo ese detalle basta para engancharnos a esta novela que es un ejercicio de proeza, una carta de despedida y un replanteo de la identidad.
Un crítico de poesía etiquetó a Kim Addonizio como una Charles Bukowski en un vestido de domingo. La comparación irritó tanto a esta poeta norteamericana que la usó para titular uno de sus libros de ensayos. Prácticamente desconocida en español, Kim Addonizio es uno de los secretos mejor guardados de la poesía norteamericana. Desafiante, cruda, versátil, ingeniosa, son algunos de los adjetivos que se suelen utilizar para definir su poética. Pero yo diría que el principal en este caso es la honestidad. Kim no tiene pelos en la lengua y escribe porque sabe que va morir. Para una muestra estos versos de «Plegaria»: «Algunas veces, cuando estamos recostados después del amor /, te veo y miro el futuro de tu cuerpo / debajo de la tierra». Dímelo fue finalista del National Book Award y ha sido traducido por la poeta mexicana Andrea Muriel. La traducción funciona tan bien que a uno le da la impresión de que Kim Addonizio escribe en español.
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Claudia Fernández Lerebours
El enemigo siniestro: crónica sobre una alergia alimentaria El incremento exponencial de las enfermedades alérgicas en las últimas cinco décadas engloba también las alimentarias. Desde los 90, la investigación médica en Estados Unidos documenta el amplio espectro de sus efectos sobre la salud, información ahora de consumo masivo en el marco de la era de la información y el conocimiento. Esta es la historia de una dominicana que descubrió las alergias alimentarias como fuente de padecimientos mentales y físicos.
Fotos: Shutterstock 30
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cababa de cumplir los 17 cuando un reconocido psicólogo dominicano que ofrecía servicios gratuitos para adolescentes en el Hospital Infantil Robert Read Cabral me diagnosticó un trastorno de ansiedad, seguido del premonitorio comentario profesional de que «afectará mucho tu vida si no lo contrarrestas». Carecía de la madurez y del grado de conciencia apropiado que me permitieran dimensionar justamente lo que connotaba padecer de ansiedad. El psicólogo me entrenó en unos ejercicios para «relajarme», los cuales desestimé tras pocos intentos, en congruencia con mi escaso nivel de racionalización sobre la seriedad de la enfermedad nerviosa que me había sido profesional y correctamente identificada.
sinusitis (como secuela inmediata de la rinitis); asma, cuadros gripales frecuentes; infecciones de garganta y oídos. La primera menstruación me trajo, aparentemente, una persistente anemia por falta de hierro, que me condujo de la mano de mi madre al Hospital Padre Billini, donde consulté por primera vez a quien para entonces era un reputado hematólogo dominicano. Al paso del tiempo me traté reiteradas veces por el mismo problema; recurrí a la automedicación y hasta a remedios naturales de las abuelas. En una cirugía (por quiste en el riñón derecho) en el 2005, recibí una transfusión de sangre. Aunque le aseguré al urólogo que la baja hemoglobina era mi normalidad y no creía que significara problema, no quiso arriesgarse. Una vez detectado el «enemigo siniestro» en el 2010, superé ese problema crónico de bajos niveles sanguíneos. En el 2013 pude hacer lo que mi madre (fallecida por cáncer en 1989) nunca hubiera imaginado que yo, su endeble hija menor, podría: donar sangre. Ser anémica y débil no me impidió convertirme en fanática del fitness, debido a mis problemas de peso. Llegué al extremo de retirar semestres de la universidad para tener todo el día para asistir al gimnasio. Quería el cuerpo esbelto que mi «enemigo siniestro» me dificultaba tener. Pese a los ejercicios, la inestabilidad de mi peso, con acentuadas subidas y bajadas, fue una constante. Continuas indigestiones y otras molestias gastrointestinales me llevaron a la consulta gastroenterológica por primera vez a los 18 años, y en un centro especializado me diagnosticaron el síndrome del intestino irritable, que mantiene al paciente en un permanente desasosiego gastrointestinal, caracterizado por diarrea, estreñimiento, gases, o por todo a la vez, sin explicación orgánica a la vista. Mi récord personal de cirugías continuó en los próximos 24 años: en la mama derecha, por quiste; una ligadura (afecciones venosas); otra para extirpar un quiste en el riñón, una histerectomía... A los 29 años empecé a padecer un acentuado dolor de cadera. Fue el síntoma que
En el 2010 excluí los lácteos de mi alimentación completamente, y ¡eureka! Veintisiete años después, cuando detecté la raíz física de ese padecimiento mental,1 tuve la noción clara de sus estragos en todos los aspectos de mi vida: personal, social, profesional. Sin embargo, la ansiedad, enfermedad para la que eventualmente recibí terapia farmacológica, no fue el único trastorno mental que me fue tratado clínicamente; también sufrí depresión. En el año 2010, casi por efecto de una serendipia, pude establecer que aquellos dos trastornos eran componentes de un cuadro integral de falta de salud física y mental presente desde mi infancia y sustentado en la misma causa, absolutamente insospechada: fue mi «enemigo siniestro» por 44 años.
Afecciones Quizá a estas alturas no podría mencionar todas mis afecciones de salud, eterna compañía de mi devenir existencial. Pero, haciendo memoria de los primeros años, estas serían las infaltables: rinitis (todo el tiempo estaba estornudando);
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en mis 40 me condujo a la consulta con un endocrinólogo que me diagnosticó osteopenia y osteoporosis, que me obligaron a someterme a un costoso tratamiento de aumento de la masa ósea que se prolongó por dos años. Otros trastornos comunes para mí eran dolores de cabeza y cansancio crónico. Con todo eso, no era consciente de la anormalidad de mi permanente falta de vitalidad. Era anormal pero normal, al ser ese mi estado acostumbrado. No me llamaba a reflexión ni cuestionamiento; enfermaba, buscaba asistencia médica o farmacológica, mejoraba y… ¡Hasta la próxima! Dice Stephen R. Covey en Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva que «a veces una experiencia imprevista, la muerte de un ser querido, una enfermedad grave, un revés económico o la adversidad extrema, desactiva el ambiente y las pautas de pensamiento del cerebro izquierdo y pone en funcionamiento el hemisferio derecho [el vinculado a la imaginación y creatividad]».2 Tres acontecimientos de mi vida (el fallecimiento de mi primera hija, Ilonka Marina Quiroz Fernández, el 9 de abril de 1995; el nacimiento de mi segun32
da, Melissa Liliana Quiroz Fernández, el 17 de agosto de 1995; y el reto de la autodependencia, en lo económico, personal y familiar, tras mi divorcio) confluyeron para que descubriera el denominador común detrás de esas eternas compañías que eran mis constantes enfermedades. Ilonka Marina nació el 25 de marzo de 1992 y, hasta su fallecimiento tres años después, tuvo un constante cuadro de debilidad y enfermedad, que se manifestó básicamente con diarreas, vómitos, cólicos, sudores nocturnos, fiebres, padecimientos cutáneos, hasta finalmente desarrollar una anemia aplásica, diagnosticada en el Saint Joseph Children Hospital, de la ciudad de Tampa, siete meses antes de fallecer. Su muerte me sumió en una depresión profunda. Pensamientos suicidas me embargaron, pero el nacimiento de Melissa Liliana cuatro meses después (17 de agosto de 1995) fue un divino disuasivo. Ese nuevo ser vulnerable y diminuto salido de mis entrañas me necesitaba y debía vivir por ella. De hecho, la pequeña Melissa Liliana se convirtió en mi esencial motivación existencial, en mi factor de lucha contra la falta de deseo de vi-
vir que acusé en distintos períodos con mayor o menor gravedad durante los próximos 15 años, aunque mi «enemigo siniestro» boicoteó de manera reiterada mis deseos de ser una buena madre. Ya convertida en una joven de 20 años, un día le pregunté sobre algún recuerdo particular de su niñez. Su respuesta, «que tú siempre estabas acostada con gripe», deja muy poco a la imaginación sobre lo que pasaba conmigo y mi salud en general. En los primeros años de la década pasada logré corregir la que fue profesionalmente identificada mediante pruebas de piel como la fuente de mi rinitis, de mi asma y de mi sinusitis: la alergia a ácaros y gatos. Recibí terapia de inmunización y, luego de tres años de vacunación, disfruté de una ansiada mejoría. Era palpable el cambio: rinitis, gripes y sinusitis reducidas al mínimo. Sin embargo, ocasionalmente sufría crisis que me obligaban a tratamientos de reforzamiento, amén de que seguía conviviendo con mis habituales problemas de salud. Fue también el período en que, por primera vez, tras la muerte de mi hija, decidí buscar asistencia psicológica. Una psicólo-
ga y un psiquiatra me trataron por depresión profunda, y a través de la terapia farmacológica vi mi ánimo apreciablemente mejorado, aunque me disgustaban los efectos secundarios de la medicación. La consulta psiquiátrica y el consumo de antidepresivos continuarían, con interrupciones, entre mejorías y recaídas, y con distintos profesionales durante unos diez años. Asombrosamente, la eliminación del «enemigo siniestro» me aportó una inusitada y sostenible transformación de mi estado de ánimo, amén de control efectivo de la ansiedad. En esa nueva y luminosa realidad comprobé que la raíz de mi depresión y ansiedad no era estrictamente psicológica. Aunque ciertamente influenciadas por las circunstancias, muy especialmente la pérdida de mi primera hija, eran eminentemente manifestaciones del dañino impacto nervioso y cerebral que me ocasionaba el «enemigo siniestro».
¡Eureka! A partir del año 2004 y por unos cuatro años, entré en una etapa de consumo regular de proteínas manufacturadas y otros suplementos 33
dietéticos, bajo mi ideal de esbeltez. Entretanto, se sucedían malestares agravados de variada naturaleza: gripes aún más frecuentes, brotes de acné, dolores musculoesqueléticos agudos, dolores agudos de vientre, agravamiento de mis habituales trastornos intestinales. En esa inestabilidad agravada de mi salud me pregunté si acaso los suplementos proteínicos no tendrían algo que ver, por lo que suspendí su consumo y empecé a investigar sobre su manufactura e ingredientes en Internet. No lo imaginaba siquiera, pero fue así cómo empecé a transitar el camino para descubrir a mi insospechado enemigo interno. La búsqueda arrojó que mi sintomatología estaba asociada a intolerancias a dos componentes básicos de los suplementos dietéticos que solía consumir: el suero y la caseína, ambas proteínas de la leche de vaca. Semanas después de abandonar aquellos suplementos dietéticos, ya era notorio que los trastornos agravados de los últimos tiempos habían desaparecido y mi salud había recobrado estabilidad (los síntomas de las alergias fluctúan dependiendo del grado o nivel de exposición). La mejoría coyuntural y los datos compilados sembraron en mí una inquietud que me impulsaba a indagar más, la cual ha persistido hasta hoy, convirtiéndome en una ávida estudiosa de las alergias alimentarias, que he denominado «el enemigo siniestro», las cuales me asolaron por 44 años y además arrebataron la vida de mi hija Ilonka Marina. Un eslabón determinante en esas circunstancias fue encontrarme casualmente con la obra La leche, el veneno seductor (1999), del pediatra dominicano residente en Estados Unidos, Miguel A. Baret Daniel. Este documento fue contundente en mi sucesivo convencimiento de que el cuadro sintomático que padeció mi hija fallecida, así como mi propia realidad de enfermiza crónica, fue resultado de ser ambas alérgicas a las proteínas de la leche de vaca. Para ese tiempo, ya con varios años separada, dependiendo exclusivamente de mí misma para atender la vida doméstica, ya no podía permitirme ver erosionada periódicamente mi productividad, amén de que entre una y otra sintomatología mis
finanzas quedaban resentidas, entre consultas médicas, análisis, estudios y tratamientos. Los conocimientos que adquiría y la entonces apremiante necesidad de fortalecer mi salud me impulsaron a experimentar y a dejarme llevar por mi intuición. En el 2010 excluí los lácteos de mi alimentación completamente, y ¡eureka!
Mi caso pudiera ser considerado extraño, pero no lo es
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El «enemigo siniestro» quedó al descubierto. Sucedió el hallazgo que significó para mí una especie de renacimiento. Emergió una nueva yo y su carta de presentación era que estaba curada de una enfermedad que desconocía hasta entonces. Tras el último tratamiento con antidepresivos, había quedado con el temor a recaer; sin embargo, para mi maravillosa sorpresa, disfrutaba de un ánimo sorprendentemente positivo y estable. No más visitas a psiquiatras; no más fármacos psíquicos. Notaba mi funcionamiento cerebral dinamizado y revigorizado. Volví a dormir bien tras varios años de acuciante insomnio. Además, empezaron a mejorar mis problemas gastrointestinales y dejé de sufrir dolores de cabeza, recurrentes gripes e infecciones. No más antidepresivos ni ansiolíticos. Gastos médicos reducidos al mínimo. El bienestar integral conocido tras la exclusión de los lácteos me significó una sintonía muy especial con mi cuerpo y su «lenguaje», por lo que luego fue relativamente fácil reconocer que también reaccionaba al gluten (proteína del trigo y otros cereales), así como al maní, frutos secos y ciertos crustáceos. Los resultados derivados de la exclusión de la leche, en primer lugar, y en segundo, del gluten, fueron concluyentes. Había arrastrado por herencia, de manera fatal, a mi hija Ilonka, en mi condición de alérgica alimentaria. Mi segunda hija, Melissa, también la heredó, pero por fortuna tuvo circunstancias de manejo alimenticio inicial que la favorecieron.
Alergias alimentarias Mi caso pudiera ser considerado extraño, pero no lo es. La información profesional actualizada revela numerosos ejemplos de personas en situaciones similares por alergias alimentarias ignoradas. Hoy se sabe, en efecto, que esta puede ser el detonante detrás de numerosos cuadros mórbidos. En Más saludable sin gluten, Stephen Hagen, médico de Seattle, Estados Unidos, investigador de gluten, enumera más de doscientas enfermedades, incluyendo autoinmunes. «La comida no es la única causa de estas condiciones, pero en un gran número de casos los problemas son causados por alergias alimentarias», especifica.3 «Las alergias alimentarias (al menos las más comunes) están empezando lentamente a recibir el reconocimiento que merecen como gran factor que contribuye a muchos síntomas crónicos, pero todavía pocos comprenden realmente cuán involucradas están estas alergias alimentarias», dice Leo Galland, médico de la ciudad de Nueva York, en La solución de las alergias. La sorprendente y
escondida verdad acerca de por qué usted está enfermo y cómo estar bien.4 En el siglo XXI las alergias alimentarias (ocho alimentos causan el 90% de las alergias a nivel global: leche, gluten, trigo, maní, nueces, huevos, soya, crustáceos) y ambientales (polen, moho, polución, epitelio de animales, etc.) más comunes tienen condición de epidemia. En cinco décadas la proporción ha pasado de una persona alérgica de cada 30 a una de cada tres. Para explicar lo que causa esta tendencia, se mencionan, además del cambio climático, la producción de alimentos y el estilo de vida. Al margen de las causas, la realidad es que las alergias son una problemática de salud que afecta la calidad de vida de las personas, genera ausentismo laboral e impacta el sistema de salud. Las estadísticas son elocuentes: un billón de personas a nivel global actualmente tiene asma, fiebre del heno, eczema, rinitis alérgica, sinusitis y alergias alimentarias. En la República Dominicana el 50% de la población sufre de 35
alguna alergia, declara la Sociedad Dominicana de Alergias, Asma e Inmunología Clínica.5 En Estados Unidos, la rinitis aguda genera 30 millones de jornadas de ausentismo laboral y el costo anual de las alergias para el sistema de salud y empresas se estima en US$7.9 billones. El panorama mundial y la incrementada conciencia global sobre las alergias ha impulsado una poderosa industria de alimentos alternativos, que queda evidenciada en los cada vez más anaqueles de supermercados y otros establecimientos comerciales que contienen esta clase de productos libres de lácteos, gluten y demás comestibles alérgenos, así como restaurantes especializados en menús de igual naturaleza. Sin embargo, apenas en los años 90 era escasa la conciencia sobre el impacto de alergias alimentarias ocultas aun en los propios Estados Unidos, conforme relata Alessio Fasano, director del Centro para la Investigación de la Enfermedad Celíaca del Hospital General de Massachusetts, en su libro Gluten freedom. 6 Aumenta la conciencia y el conocimiento, pero aún sigue siendo común que se sigan tratando las alergias alimentarias de la manera tradicional. Para contextualizar esto es necesario precisar que la medicina define alergia como una reacción inmunológica a un elemento externo (alérgeno, en el caso de alergia alimentaria, es un alimento). El mecanismo que desata la reacción es, de forma resumida, una predisposición genética que hace al sistema inmunitario atacar al alergénico cual si fuera un agente infeccioso, lo que desencadena una respuesta inflamatoria. Hay reacciones alérgicas alimentarias fácilmente identificables: son las que envuelven un anticuerpo denominado inmunoglobulina E. Ocurren en plazos breves tras la ingestión del alimento y con síntomas que resultan fáciles de asociar con esta. La forma más grave de reacción alérgica es denominada anafilaxis. Pero otras reacciones se deben a anticuerpos distintos (inmunoglobulina G, A y otros); la reacción es retardada, se va construyendo gradualmente por efecto de la continua exposición al alérgeno –mediante la
alimentación–, lo que equivale a un sistema de defensa siempre en guardia y que desencadena una inflamación permanente en todo el sistema orgánico. El mecanismo se inicia en el intestino delgado: la respuesta inflamatoria que acompaña la reacción inmunológica contra el alérgeno viaja desde aquí a cualquier órgano. El alergénico afecta la correcta permeabilidad de la pared intestinal, con lo que pasa al torrente sanguíneo y la reacción inflamatoria se desencadena involucrando cualquier órgano, por lo que se producen síntomas desconcertantes, en tanto no suelen ser relacionados con reacción a alimentos. Galand lo comenta así: «El cuerpo está intrínsecamente interconectado. Tenemos una migraña y vamos donde el neurólogo. No encuentra una causa a nivel nervioso y nos da fármacos para el dolor. Pero la migraña puede estar estrechamente vinculada a un mal funcionamiento intestinal, a síndrome del intestino permeable y/o alergias».7
Hay necesidad de una acción mancomunada del Estado dominicano y la sociedad
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Las distintas formas de reacciones a alimentos han dado pie a diferentes terminologías: sensibilidad, intolerancia, trastornos vinculados al gluten (en el caso específico de este comestible). Estas denominaciones diferenciadas pueden considerarse tecnicismos, pero siempre y cuando haya reacción inmunológica se trata de alergia. Por ejemplo, con relación a la leche puede ocurrir que no podamos asimilar la lactosa (un azúcar de la leche) por carecer de la enzima llamada lactasa. Propiamente dicho, esto es una «intolerancia», no hay reacción inmunológica, solamente una incapacidad para digerir esa molécula. Con el tiempo, la exposición frecuente a la lactosa que no digerimos puede conducir a una reacción inmunológica.
En otro caso, se puede producir una reacción alérgica a las proteínas de la leche, lo que significa que independientemente de que estas no nos provoquen malestar gástrico o intestinal reconocible, nuestro sistema inmunológico las identifica como un enemigo, las ataca y desencadena, provocando inflamación. Los síntomas de alergia alimentaria son más comunes en bebés y niños, pero pueden aparecer a cualquier edad. Se puede desarrollar una alergia a alimentos ingeridos durante años sin problemas. Estas alergias están mediadas por tres condiciones: predisposición genética, un alérgeno (el alimento atacado por el sistema inmunológico) y un intestino permeable. Una peculiaridad mencionada por Galand, Fasano, Hagen y otros especialistas con relación a las alergias alimentarias es en referencia a las dificultades de diagnóstico. Se requieren pruebas muy especializadas, y aunque hay marcadores biológicos involucrados –por ejemplo, en lo específico a la sensibilidad al gluten de los anticuerpos antigliadina–, parece ser que todavía no se sabe mucho y los mecanismos de identificación pueden ser engañosos. Esto motiva a Galland a decir: «Los detonantes pueden no ser obvios. A menudo toma un cui-
dadoso y detectivesco trabajo médico detectarlos. Pruebas sanguíneas y de piel puede que no cuenten la historia real, en gran parte, porque hay múltiples mecanismos de alergia y las pruebas disponibles miden solamente un mecanismo».8 Este ángulo del problema se corresponde a cabalidad con mi historia y la de mi hija Melissa. Ella fue sometida a pruebas de alergia a la leche con resultados negativos. Igualmente yo di negativa a la leche y también al gluten. En ambos casos, se trató de un diagnóstico erróneo. En lo concerniente a la pequeña Ilonka, no fue tratada por alergólogos y no medió intención de diagnóstico alguno de parte de los pediatras. Ponderado el impacto humano, social y económico de las alergias, algunos Estados han empezado a involucrarse decididamente. Por ejemplo, en el 2006 Estados Unidos implementó el Food Allergen Labeling and Consumer Protection Act (FALCPA) (Acta de etiquetado de alérgenos alimentarios y protección al consumidor), una reforma aprobada en el 2004 por el Congreso que requería que todos los fabricantes de alimentos declararan la presencia de proteínas de cualquiera de los ocho alimentos identificados como los mayores alérgenos. Esta normativa es bastante elocuente en 37
cuanto a la atención que ameritan las alergias alimentarias, y puede considerarse, consecuentemente, un llamado en ese sentido a naciones como la República Dominicana, cuyo Estado se mantiene al margen de esta problemática. Asimismo, a mediados del 2015 el Gobierno de Estados Unidos realizó una «cumbre» interna para empezar a coordinar acciones de abordaje de la que se considera una secuela de la problemática medioambiental. La crisis ambiental es una crisis de salud. En una declaración,9 la Casa Blanca enfatizó: «En las últimas tres décadas, el porcentaje de estadounidenses con asma ha aumentado más del doble y el cambio climático expone a estos individuos y otras poblaciones vulnerables a un mayor riesgo de hospitalización». A nivel local la Sociedad Dominicana de Asma, Alergia e Inmunología Clínica se ha pronunciado con respecto a la necesidad de mayor atención a la creciente problemática de las alergias por parte de las autoridades de salud. Durante una entrevista el 10 de marzo del 2016 en el matutino Listín Diario, recomendaron distintas medidas, entre ellas, fortalecer los servicios de alergistas en los principales hospitales, poniendo énfasis en que «una alergia mal tratada o sin diagnosticarse adecuadamente puede cronificarse y en muchos casos los pacientes no tienen mucha información al respecto». Hay necesidad de una acción mancomunada del Estado dominicano y la sociedad. Necesitamos orientación y educación para la prevención y en lo concerniente al acceso a los diagnósticos y tratamientos. En lo relativo a las alergias alimentarias, el diagnóstico muchas veces puede requerir pruebas en laboratorios internacionales, que no son cubiertas por los planes médicos provistos por las administradoras de riesgos de salud locales, quienes consideran que no existe más forma de cura que la exclusión del alérgeno. En el ámbito de las alergias ambientales, los tratamientos mediante terapia de inmunización son altamente costosos y no suelen ser cubiertos por las aseguradoras. Un dominicano residente en Canadá, que por mucho tiempo no pudo establecer la causa de un 38
deterioro de su salud hasta que fue diagnosticado en Estados Unidos como celíaco (la enfermedad celíaca es un padecimiento autoinmune de intolerancia al gluten), me expresó con empatía en referencia al problema de las alergias alimentarias: «¡Cuántas personas habrán muerto sin saber de qué!». Bajo esta realidad cabe preguntarnos qué destino le espera a la niñez de escasos recursos afectada por una ignorada alergia alimentaria, y reflexionando sobre ello, de manera humana y socialmente responsable, empezar a actuar para que no sea el mismo de mi primera hija. Claudia Fernández Lerebours es una periodista dominicana, magíster en Relaciones Internacionales. Tiene estudios especializados en relaciones públicas y comunicación estratégica. Es diplomática y ejerce como subencargada de prensa en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Fue directora del periódico El Nuevo Hispano, para la comunidad dominicana de la isla de San Martín, en las Antillas Holandesas. Desde hace siete años escribe la columna diaria Buen Oficio en el matutino El Caribe. Fundadora del sitio web Allergyfit.net, primer blog dominicano sobre alergias alimentarias.
Notas 1
El diccionario online de la Real Academia Española define la ansiedad como: 1. Estado de agitación, inquietud o zozobra del ánimo. 2. Med. Angustia que suele acompañar a muchas enfermedades, en particular a ciertas neurosis, y que no permite sosiego a los enfermos. 2 Stephen Covey, R., Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva. Nueva York, Simon and Schuster, 1989, pp. 173-174. 3 Stephen Wangen, Healthier without wheat. A new understanding of wheat allergies, celiac disease, and non-celiac gluten intolerance, Innate Health Publishing, 2009, pp. 3206-3222. 4 Leo Galland, The allergy solution. The surprising, hidden truth about why you are sick and how to get well, Hay House, 2016, pp. 1158. 5 <http://www.listindiario.com/la-republica/2016/03/ 10/411095/el-50-de-la-poblacion-sufre-de-algunaalergia>. 6 Alessio Fasano, Gluten freedom, Wiley General Trade, 2014, pp. 476-516. 7 Leo Galland, op.cit., pp. 401. 8 Leo Galland, op. cit. pp. 445. 9 White House, <http://go.wh.gov/r7Kmub>.
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Luis Beiro Álvarez
Jorge Dalton:
«Soy un cineasta que no se da por vencido» Fotos: Paul Getty, Jorge Dalton
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orge Dalton (San Salvador, 1961) no teme decir las cosas por su nombre. Aunque nació en El Salvador, su formación profesional ocurrió en Cuba, país del que se considera deudor. Hijo del gran poeta Roque Dalton, fusilado injustamente por los falsos mesías de las guerrillas salvadoreñas. Según sus propias palabras, conoció a su padre a los cuatro años de edad, cuando Roque se había escapado de la cárcel y andaba perseguido por la dictadura militar. Después de ese primer encuentro, sucedieron otros, también a escondidas, hasta que ambos llegaron a La Habana el 24 de diciembre de 1967. Para entonces, Jorge contaba seis años y medio. De su padre heredó su naturaleza pensante, polémica, cuestionadora de dogmas. Recientemente el mundo de habla hispana aplaudió su más reciente filme, En un rincón del alma (exhibido aquí en el Festival Internacional de Cine Global), una entrevista inédita al escritor cubano Eliseo Alberto, convertida en una película valiente, inolvidable y de factura profesional impecable. En esta entrevista exclusiva para Global, concedida por intermedio del común amigo Iván Pérez Carrión, va su visión sobre el cine, su formación cubana y su labor actual como cineasta en su patria, entre otros temas de interés. Tu vida está muy ligada a Cuba. Incluso has dicho que lo mejor que te ha pasado en esta vida es ser cubano. ¿Cuándo, cómo y en qué circunstancias llegaste a Cuba? En efecto, mi vida está ligada a Cuba las 24 horas del día. Yo crecí y me formé en la isla, donde fui
influenciado por todo lo que constituye la vida diaria allí hasta tal punto que considero que «lo mejor que he podido hacer en esta vida es ser cubano». Puedo llegar a ser como me decía el propio Eliseo Alberto: «Eres insoportablemente cubano». Y, la verdad, no sé hacer las cosas de otra manera. Llegué con mi familia a La Habana el 24 de diciembre de 1967. Yo tenía apenas seis años y medio. Veníamos procedentes de la extinta Checoslovaquia, donde habíamos vivido desde 1965. La llamada Primavera de Praga estaba en su punto, la cual culminó con la nefasta invasión soviética de 1968. Mi padre había llegado meses antes que nosotros a Cuba, había recibido una invitación de parte de Fidel Castro y de Haydée Santamaría para trabajar en Casa de las Américas, una de las instituciones surgidas con la Revolución cubana. Eran los años del despegue del cine cubano, las escuelas de arte, la Cinemateca de Cuba, el Ballet Nacional de Cuba, el Instituto del Libro, todo un mundo nuevo que caminaba a la par de todo lo que aún
alturas, era una personalidad literaria conocida en Cuba por sus constantes viajes al país. Contaba con varios reconocimientos literarios, era muy querido y formaba parte de todo ese boom cultural que se estaba gestando en Cuba. Era un hervidero creativo, una especie de conspiración literaria en que se daban cita los más importantes escritores, intelectuales y artistas de Latinoamérica como era el caso de Julio Cortázar, Eraclio Zepeda, Eduardo Galeano, Mario Vargas Llosa, Heberto Padilla, Roberto Fernández Retamar, Antón Arrufat, Lezama Lima, Jorge Amado, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Mario Benedetti, Nicolás Guillén, Juan Gelman, Alejo Carpentier, Tomás Gutiérrez Alea, Juan José Areola, Ernesto Cardenal, Carlos Fuentes, Rodolfo Walsh, Eliseo Diego, Fernando del Paso, Margaret Randall, Cintio Vitier, Fina García Marruz, Miguel Ángel Asturias y Virgilio Piñera, por solo mencionar algunos que me vienen a la mente. Cuba vivía momentos de esplendor en todos los sentidos y los ojos del mundo estaban centrados en ella.
«El amor por el conocimiento y por la vida ha sido de las mejores herencias que mi padre me dejó»
sobrevivía de la Cuba republicana. Esa invitación le fue comunicada durante el Encuentro Latinoamericano de Escritores Rubén Darío, ese mismo año. Mi padre, a esas
Eran los días del descubrimiento de la nueva Cuba por parte de la intelectualidad y la vanguardia cultural internacional, sobre todo europea. Mi padre estaba ahí en 41
medio de una época esplendorosa, siendo testigo y protagonista de uno de los procesos más trascendentales del siglo XX. Eran también momentos complejos de la llamada guerra fría y es en ese contexto que yo llego a Cuba. ¿Cómo transcurrieron tus primeros años de formación en Cuba antes de vincularte al cine? Me adapté muy rápido a la vida cotidiana cubana. Mi escuela primaria estaba a escasas cuadras de mi casa y todo lo sentía más libre, menos encartonado, venía de una rígida formación europea donde se acostumbraba a oír la voz de la maestra. En Cuba sucedía lo contrario, los niños hablan a la vez y lo que menos se oye es la voz de la maestra. Los decibeles son bastante altos y vivir cerca de una escuela primaria en Cuba es un martirio, pero a la edad que llegué todo eso me hizo ser un niño más activo a pesar de que yo no leía bien el idioma español, pues mi incursión a la lectura fue en ruso. Tuve muy buenos maestros durante toda mi etapa formativa y también tuve muy buenos amigos a los que a casi todos conservo, y los padres de mis amigos también ayudaron a mi buena formación. ¿Cuándo te involucraste en el mundo del cine? ¿Cómo influyó Cuba en tu formación como profesional del cine? El cine era parte de la vida diaria cubana y en los años 60 y 70 constituía una de las mayores diversiones del cubano común. Era a su vez una fuente inagotable de conocimiento; el cine en Cuba contribuyó en esos años a elevar el ni42
Afiche del documental En un rincón del alma
vel cultural y educacional de los cubanos. A pesar de que Cuba vivía tiempos de agudo aislamiento, fuimos privilegiados y vimos el mejor cine italiano, sueco, francés, polaco, ruso, canadiense, húngaro y japonés. Cuba se convirtió también en el sitio de lanzamiento del movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano. Cuando yo me involucro con el cine ya contaba con toda esa apreciación cinematográfica y ese conocimiento que había recibido indirectamente. Como dije antes, Cuba vivía momentos de esplendor en muchos sentidos, pero también habría que señalar que no todo era color de rosa. Cuba estaba atrapada
entre el criminal embargo económico de Estados Unidos y la «sovietización» del proceso cubano, que trajo consigo muchas amarguras que los cubanos hemos tenido que pagar muy caro hasta nuestros días. ¿Qué personalidades del cine cubano influyeron más en tu vida como profesional del cine? Las personalidades del cine cubano que más me influenciaron en mi formación profesional cinematográfica fueron Santiago Álvarez y Tomás Gutiérrez Alea. Tuve el privilegio de estar muy cerca de ellos, sobre todo de Santiago, que fue quien me empujó a conocer el mun-
do del cine a través del Noticiero ICAIC Latinoamericano, cuando yo era aún un muchacho. Gracias a él pude un día mirar a través de un lente de una cámara de cine y ese hecho me bastó para decidir definitivamente que eso era a lo que yo me dedicaría el resto de mi vida. Siempre digo: «En Cuba aprendí a mirar por un hueco» y por eso me hice cineasta.
jaron de examen fue «un zinc caliente» y yo me frustré mucho y no me quedó más remedio que optar por el periodismo en la Facultad de Filología de la Universidad de La Habana. Una carrera que, en honor a la verdad, me aburría, no soportaba las clases ni a los profesores de ruso ni los de filosofía marxista. Fue en esos años que di con Santiago Álvarez y este me propone ir a la
«En Cuba aprendí a mirar por un hueco y por eso me hice cineasta» El cine cubano surgió primero como industria, no había centros de formación cinematográfica y casi todos los directores y técnicos cubanos se habían formado en Europa. En mi época, si un joven quería dedicarse al cine tenía que tener como base una carrera de letras y por eso fui un día al Instituto Superior de Arte (ISA) a hacer los exámenes de admisión de la carrera de Teatrología y me reprobaron. No pasé el examen, que recuerdo era muy riguroso, y en el panel examinador estaba, entre varios maestros renombrados, Rini Leal. Yo casi me cagué en los pantalones cuando apliqué para el examen oral. En el examen escrito me pedían analizar una película muy compleja: Madre Juana de los Ángeles, del polaco Jerzy Kawalerowicz, una cinta de 1961 basada en una novela también muy compleja que inspiró después al director inglés Ken Rusell a hacer su película Los demonios. La cosa es que me poncharon, pues lo que ba-
escuelita del Noticiero ICAIC. Santiago era un ser sumamente bondadoso y me dijo: «Para cualquier duda o consulta mi oficina estará siempre abierta para ti, pero las clases de cámara serán con Arturo Agramonte (Camagüey). Deberás hacerle caso a Camagüey en todo lo que él te diga». Arturo Agramonte era historiador de cine cubano y un amante del séptimo arte en general, era ya un hombre mayor y retirado, dedicado a la docencia y muchos no le hacían caso. Entonces seguí los consejos de Santiago y me convertí en el alumno más aventajado del profesor Camagüey. Con él aprendí todo lo relacionado con la industria del cine cubano y el Noticiero ICAIC, teniendo la ventaja de ver todo el proceso de producción y posproducción en una semana porque todos los viernes se estrenaba un nuevo noticiero en los cines de Cuba. La vida en Cuba no se concebía en esos tiempos sin el Noticiero ICAIC y sin el cine cuba-
no. Fui conociendo y metiendo mis narices en todo lo que se producía en el ICAIC, desde una película de Humberto Solás, Tomás Gutiérrez Alea, Fernando Pérez, Juan Carlos Tabío, Orlando Rojas, etc., hasta los documentales de Bernabé Hernández, Enrique Colina o Guillermo Centeno, me colaba en los cuartos de edición a ver cómo se editaban las películas, en los talleres de fotografía, los laboratorios de revelado y corte de negativos, en los archivos de la Cinemateca de Cuba y de Cortometraje; y veía cómo se elaboraba un dibujo animado en el departamento de animación. Tuve la suerte de que nadie me botara porque yo era un joven, aunque muy «cazuelero». Así hasta que me hice amigo de los choferes, productores, sonidistas, vestuaristas, maquillistas, los de las salas de mezcla y de toda la familia ICAIC y todo lo que más tarde se convirtió en el movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano, al cual pertenezco. El Instituto Cubano de Artes e Industria Cinematográfica (ICAIC) fue mi gran escuela y todo eso se lo debo a Santiago Álvarez y a Camagüey. En alguna medida también a Alfredo Guevara y a muchos de los más renombrados directores del cine cubano. ¿Cómo valoras el cine cubano a estas alturas de tu vida? Así como el cine cubano tuvo su etapa de esplendor y constituye todo un sello, ha tenido también su período de crisis y muchos en este mundo siguen teniendo una referencia muy fuerte de ese cine con títulos como Lucía, Memorias del subdesarrollo, La primera carga al machete, El retrato de Teresa, Cecilia Valdez, 43
Un hombre de éxito, De cierta manera, Las aventuras de Juan Quin Quin, La muerte de un burócrata, Hanói martes 13, El hombre de Maisinicú, Plaf, Los pájaros tirándole a la escopeta, Vampiros en La Habana, Fresa y chocolate, pero hemos llegado a los tiempos en que ese cine ya no existe, ni tampoco existe más la utopía de los tiempos en que ese cine surgió. Hoy las condiciones son muy distintas para hacer una película. El avance, abaratamiento y democratización de la tecnología audiovisual y el desarrollo de las comunicaciones han facilitado que tú puedas construir una obra audiovisual en tu casa. Eso ha llegado también a Cuba a pesar de las limitaciones. Los jóvenes cineastas cubanos tienen acceso a eso y se han ido imponiendo cada vez con una nueva mirada, nuevos contenidos y forma de hacer el cine cubano. Estos jóvenes tienen otros intereses y otra manera de ver la realidad, son sumamente críticos, siguen siendo revolucionarios, pero ya no tienen los compromisos políticos ni la misma manera de pensar de los cineastas y creadores que concibieron el ICAIC. Puedo mencionar algunos de los nuevos valores del cine cubano como Pavel Giroud, Lester Hamlet, Carlos Lechuga, Marilyn Solaya, Rosario Alfonso, Parodi, Pedro Luis Rodríguez, Ian Padrón, Juan Carlos Quintela, Karla Valdez, Alejandro Ramírez, Ernesto Daranas, entre otros. Considero que este nuevo movimiento es indetenible y tiene todo el derecho de imponerse. Ellos hoy luchan por el reconocimiento de las productoras independientes y por una Ley de Cine, algo que todos los gremios de cineastas lati44
noamericanos han luchado por conquistar y eso no hay quien lo pare. La oficialidad quiere seguir imponiendo reglas absurdas vetando obras como Santa y Andrés, del joven cineasta Carlos Lechuga, algo verdaderamente condenable porque, como dijo el cineasta cubano Fernando Pérez, «la libertad es el único camino». Yo auguro un buen futuro para el cine cubano a pesar de todas las carencias y trabas. Todos esos realizadores que he mencionado que pertenecen al cine cubano de hoy están en Cuba creando y no se van a ir por caprichos de la oficialidad, y además necesitan a su patria para desarrollarse y crear sus obras y la oficialidad no tendrá otra opción que entenderlo, porque no hay vuelta atrás.
TV de San Antonio de los Baños, de la cual fui miembro fundador, la Escuela de Cine del ISA; en la radio había programas exitosos; las artes plásticas y la música vivían uno de sus mejores momentos de la historia. Éramos «los hijos de Guillermo Tell», los hijos de quienes hicieron la Revolución cubana y comenzábamos a tener un importante papel en las instituciones culturales. En la Asociación Hermanos Saíz se producía cine y televisión por parte de realizadores más jóvenes, se crea el Movimiento de Cine Joven con su propio festival. Eran los años en que Titón comenzaba a producir Fresa y chocolate, en fin, todo un panorama positivo que también duró lo que dura un merengue en la puerta de un colegio,
«Hacer cine en un país subdesarrollado siempre será difícil» ¿Algunos pensaron que te quedarías en Cuba a hacer cine? ¿Por qué tomaste la decisión de buscar otros horizontes? Me voy de Cuba en 1992 en el inicio del llamado «período especial», una época nefasta y muy dañina para Cuba, cuando yo era el realizador más joven de la Televisión Cubana, que, conjuntamente con otros creadores, a mediados y finales de los 80 habíamos logrado revolucionar la televisión creando nuevos espacios con nuevas formas de producir y nuevas miradas. A pesar de los pesares se había creado la Escuela Internacional de Cine y
pues la censura, la tozudez y la insensatez terminó por derrotarnos y yo, que había jurado no irme nunca de Cuba, terminé por tomar la más dolorosa decisión de mi vida, marcharme del sitio más importante de mi vida. Pero, a pesar de todo ese gran dolor y lo que significa ir al exilio, nunca me di por vencido. Si bien es cierto que el cine cubano solo se puede hacer en Cuba, yo he producido mi cuarto trabajo documental con tema cubano y eso para mí ha sido todo un reto, un sacrificio, pero también ha sido producto de mi perseverancia y de no dejarme vencer, pues soy de la filosofía
Jorge Dalton con su equipo de filmación
de que un cineasta debe ser capaz de sobreponerse y ser cineasta lo mismo en Honduras, Belice, México o República Dominicana. Pero yo después que me voy de Cuba, voy a parar a la ciudad de Miami y ahí me di cuenta muy rápido de que un cineasta no puede vivir del cine en un sitio como Miami, una ciudad con muchas virtudes y otras ventajas, pero constituye la tumba de los cineastas y de todos los creadores cinematográficos, es muy difícil que ahí se curta un cineasta. Y por eso me escapé de Miami porque no vi futuro para mi trabajo y me fui a México, donde trabajé en el Departamento de Cine de la Universidad de Guadalajara, teniendo la suerte de ser parte de lo que se gestaba en esa ciudad en relación con el cine mexicano. Luego, a fines de 1997, llego a El Salvador.
¿Cómo encontraste el cine salvadoreño? Su panorama cinematográfico, en el momento en que llego, era desolador: no había nada ni nadie interesado en hacer cine ni había infraestructura para plantearse nada con relación al cine. Incluso un amigo salvadoreño, al saber que yo estaba viviendo en ese país, me dijo: «Es al peor país adonde has venido a dar y sobre todo si quieres hacer cine». Recuerdo que en una de las primeras entrevistas que di a la prensa me preguntaban: ¿Por qué usted cree que en El Salvador no hay cine? A lo cual yo siempre respondía: Porque no hay cineastas. Pero yo, en lugar de entrar en el laberinto de las lamentaciones, me dediqué a trabajar y ayudar a formar grupos de trabajo con los jóvenes que hoy por hoy son el embrión del Movi-
miento de Cine Salvadoreño. La guerrilla había desarrollado una estructura de cine durante el conflicto armado, pero una vez firmados los acuerdos de paz eso desaparece y, además, ese cine durante la guerra era solo un medio de propaganda de los alzados en armas que no cumplía con los verdaderos intereses del séptimo arte; por ende, estaba condenado a morir. Por lo tanto, había que crear algo nuevo y alejado de los compromisos políticos y así fue. Con esos jóvenes comenzamos a crear proyectos, conseguir algunos recursos fuera del país y así surgieron mis documentales Entre los muertos y Llevarte al mar, que comenzaron a abrirle el camino al cine salvadoreño en los festivales y eventos internacionales. Se fueron formando nuevas productoras, algunos jóvenes se fueron a estudiar 45
cine a Cuba, México y Estados Unidos. Llegó a El Salvador Andre Guttfreund, el único cineasta salvadoreño ganador de un premio Oscar, e implementó los talleres de formación y se convirtió en mi colega. El panorama comenzó a cambiar y se creó la Asociación de Cine y Televisión de El Salvador (ASCINE), que también lucha por una ley de cine. Yo me enfrasqué en crear dentro del Estado la primera instancia cinematográfica, que es la Dirección de Cine en la Secretaría de Cultura. En menos de 10 años en El Salvador se produce cine con obras documentales que ya compiten en festivales internacionales y con proyectos de cine de ficción que están por materializarse en breve. Andre Gutfreund ha sido parte de un esfuerzo monumental de lograr, conjuntamente con el Ministerio de Economía, los primeros desembolsos para la producción cinematográfica nacional a través del programa Pixeles y ha sido parte integral del Festival Internacional de San Salvador 2016. Es un cine incipiente, por supuesto, pero es el embrión de una futura industria. Dije también alguna vez que «si el cine en El Salvador no existía, pues había que inventarlo en el siglo XXI» y así ha sido, el cine salvadoreño es hoy por hoy una realidad. ¿Cuesta trabajo producir una película en El Salvador? Hacer cine en un país subdesarrollado siempre será difícil. Es un gran reto que dependerá de muchas cosas que no solo tienen que ver con los costos, porque un cineasta debe tener una sólida formación intelectual y hay que invertir mucho 46
en eso de manera obligatoria. Es necesario la existencia de políticas nacionales de fomento y desarrollo del séptimo arte y dejar de ver el cine solo como entretenimiento banal. El Salvador, desgraciadamente, es un país con un sistema político muy corrupto y todo eso impide que las instituciones funcionen adecuadamente y que las políticas se enfoquen en el desarrollo de los proyectos que urgen al país. Los cineastas han tenido que redoblar sus esfuerzos para sacar adelante algo tan complejo prácticamente sin apoyo del Estado y la empresa privada. La situación de El Salvador es similar a la del resto de Centroamérica. Aun así confío en que el cine centroamericano sea también una realidad indetenible. Háblanos de tu obra cinematográfica y de las valoraciones críticas que has recibido por tus películas Pues soy un cineasta que aún está en el camino, vuelvo y repito, no me doy por vencido tan fácilmente. Hubiese preferido dedicarme a producir mis documentales, pero, como puedes ver, he tenido que dedicar un buen tiempo al impulso del cine en El Salvador, que se ha convertido en parte de mi obra, una tarea monumental que por suerte depende de toda una labor colectiva. En un rincón del alma es mi nuevo documental, que he logrado terminar en el 2016. Desde el 2009 no producía una nueva obra documental. Siento que mi labor es una obra en construcción y que aún me queda mucho por hacer en materia de producción y trataré en lo que me queda de vida de lograr
varios de los proyectos que me he propuesto. ¿Cómo influyó en tu formación el legado de tu padre? Mi padre me influyó de muchas maneras, tal vez esa perseverancia que he tenido, ese ostinato rigore. El amor por el conocimiento y por la vida ha sido de las mejores herencias que mi padre me dejó. ¿En qué circunstancias conociste a Eliseo Alberto y cómo se fue generando entre ustedes una indestructible amistad? Eliseo Alberto fue de mis más grandes y entrañables amigos, tan es así que su pérdida es algo de lo cual no podré recuperarme nunca. Conocí primero a su padre en una ocasión en que el gran escritor guatemalteco Luis Cardoza y Aragón me dio una carta para él en México, eso fue a principios de 1984 si mal no recuerdo. A partir de esos días nos hicimos hermanos, compartimos muchos intereses a pesar de que no éramos de la misma generación. Compartimos casa, destierro y el mismo amor por Cuba, estando lejos de la isla. Ambos vivimos y moriremos convencidos de que Cuba está condenada a reconciliarse y el futuro pertenece por entero a ese encuentro entre todos los cubanos con diversidad de pensamiento. Que los cubanos se deben perdonar y darse la mano y mirar a ese futuro concibiendo una sociedad nueva y próspera porque no hay otra solución. Al pasado no se puede volver, es una tarea que solo es posible en las novelas de ciencia ficción, no se puede regresar al pasado de antes de 1959, ni al pasado que fue 1968, ni siquiera
ron con el proyecto, poner en práctica de nuevo mi perseverancia, mi ostinato rigore, y gastar nuestros modestos ahorros, salimos a flote con un hermoso documental que creo será muy importante para Cuba y también para la reciente cinematografía salvadoreña.
Jorge Dalton junto al poeta Eliseo Diego
al pasado que constituye diciembre del 2015, cuando Raúl Castro anunció el inicio del deshielo con Estados Unidos. Lo único que existe es el presente y un futuro que los cubanos tenemos que aprender a dilucidar. Fui testigo del nacimiento de algunos de sus más importantes libros y guiones cinematográficos. Podría hablar horas de lo que Eliseo Alberto y su familia me ha aportado. Pero solo para referirme a pocas cosas, creo que soy mejor persona gracias a la amistad, la literatura, el conocimiento y la bondad que esa familia me ha aportado. ¿No te tembló el pulso ante la realización de un documental de la categoría de En un rincón del alma? Fue muy difícil para mí hacer una película en que los protagonistas son precisamente Eliseo Alberto Diego y Cuba. Hacerla incluso es-
tando lejos de Cuba, fue indudablemente uno de los retos más grandes que he tenido en mi carrera como cineasta. Teniendo todas las desventajas y carencias habidas y por haber y, para colmo, con el antecedente de que los films sobre Cuba realizados fuera de Cuba no han tenido resultados halagadores. Si tú revisas las películas, ya sean documentales o películas de ficción, que se han hecho con temas cubanos fuera de Cuba, casi todas son unos bodrios. Entonces te confieso que sí me puse a temblar, pero gracias a otros factores, como conformar un buen equipo de trabajo con un excelente editor como el salvadoreño Edson Amaya, mi esposa Susy Caula, que fue la productora ejecutiva, la ayuda de la familia Diego, sobre todo de Fefé Diego, la hermana de Lichi, su primo José María Vitier, el músico salvadoreño Joel Barraza y todos los que contribuye-
¿En qué proyectos trabajas ahora? Pues estoy enfrascado en un proyecto bastante complejo y costoso que pretende rescatar, sacar de las oscuras manos del olvido, al camarógrafo cinematográfico más renombrado de la Cuba republicana, quien fuera propietario del noticiero Noticuba y que a finales de la década de los 50 se conoció como Noticuba-Bohemia. Un personaje fascinante de nuestra historia, muy ligado a lo que se conoce como la memoria histórica y la imagen cubana en movimiento, que devela una Cuba que ha tratado de ignorarse y que yo me he dado a la difícil tarea de sacar a la luz, pues rescatando a este personaje también se rescata una Cuba olvidada. Algo me dice que lo voy a lograr. Luis Beiro Álvarez se licenció en Derecho en la Universidad de La Habana (1975). Fue miembro de la Unión de Periodistas de Cuba y de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, donde trabajó como especialista en eventos internacionales y publicaciones. Ha publicado varios libros de poesía, periodismo e investigaciones literarias. Su primera novela, La carnada en el anzuelo (1998, 2002), fue celebrada por la crítica. Ha publicado otras novelas: Luyanó (2009) y Los elegidos de Miranda (2013). Actualmente es editor cultural del periódico Listín Diario. 47
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Fotos: Shutterstock, fuente externa
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Cambio de época El panorama del mundo se ha transformado: la utopía ha muerto, la derecha está de vuelta, la xenofobia y el racismo están a la orden del día y el calentamiento global sigue causando estragos. Con la intención de comprender este nuevo orden, Global presenta los siguientes artículos. En «De la certeza a la incertidumbre: a la búsqueda de un nuevo relato», Marcos Villamán analiza el neoliberalismo y el consumismo, y propone una vuelta a la utopía y a los sueños, que, en última instancia, nos llevan al cambio y a la transformación social. «Cambio climático y su impacto en el Caribe», de Rafael Méndez Tejeda, aborda los impactos socioeconómicos del fenómeno del cambio climático en el Caribe. En «Donald Trump y Cuba: ¿regreso a políticas conservadoras o pragmatismo capitalista?», Víctor Hugo Pérez Gallo lanza algunas hipótesis de lo que podría suceder en la isla caribeña con la llegada de Trump al poder.
Marcos Villamán
De la certeza a la incertidumbre: a la búsqueda de un nuevo relato Este texto, leído en la presentación de Repensar los caminos: inclusión, ciudadanía y democracia, expone algunas de las ideas desarrolladas en el libro. Analizando el neoliberalismo y el consumismo que surgieron a finales de los setenta en Latinoamérica, se proponen algunas ideas. Entre estas, una vuelta a la utopía y a los sueños, que, en última instancia, son las actividades que nos llevan al cambio y a la transformación social.
Fotos: Shutterstock, fuente externa, Apolinar Moreno 50
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a primera idea que quiero plantear en torno al texto es la siguiente: en los setenta, estábamos en plena década de las grandes certezas, y aquí en la República Dominicana se originó un gran movimiento en el mundo cristiano (católico, sobre todo) de ida a los barrios populares de la capital y de otras ciudades del interior del país. Y si usted empezaba a caminar desde el final del Malecón, y recorría Guachupita, Gualey, Los Guandules, La Ciénaga, Simón Bolívar, 27 de Febrero y llegaba hasta la Duarte, notaba que ahí había comunidades cristianas, de religiosos trabajando con sectores populares. Y si usted llegaba a Herrera, y seguía, ahí estaba toda la ciudad bordeada por sectores religiosos trabajando en esta idea de la Teología de la Liberación y búsqueda de liberación para los pobres de la República Dominicana y de América Latina. Esa inserción de los cristianos en el mundo de la pobreza es el contexto de estas ideas. El esfuerzo por participar en ese mundo de la pobreza, buscando desde ahí inclusión social, como se dice hoy, para poder responder en justicia a una exclusión social que ellos padecían y aún padecen. De manera que los barrios populares, las comunidades cristianas, los movimientos populares (en este caso, urbanos), la búsqueda de la democracia como horizonte y los socialismos como meta son parte de ese contexto. Esos años fueron, sin embargo, años de gran represión y de gran resistencia. Uno recuerda cuando hacíamos reuniones nocturnas con los jóvenes. Para llegar del lugar de la reunión a las casas de los jóvenes, los que estábamos
participando en las comunidades teníamos que revestirnos de hábitos religiosos para llevarlos a su casa y evitar que los apresaran. Eran momentos realmente difíciles los que vivíamos en el país. Pero esa resistencia y esa represión se vivían como grandes apuestas de futuro que eran asumidas como certezas. Uno se jugaba la vida, pero con la fe y la creencia de que estaba ubicado en camino cierto para conseguir más libertad, más liberación y más justicia social. Había, supuestamente, metas claras y caminos ciertos. Y eso da mucho ánimo. Sin embargo, ocho años después, en 1978, las cosas empezaron a cambiar en la República Dominicana. Se inicia en el país y en toda América Latina el ciclo de vuelta a la democracia. Lechner, ese sociólogo
la vía de la democracia representativa. Y se apostó y se trabajó para eso. Como ustedes recuerdan, en 1978 tuvimos elecciones populares, que ganó el PRD, y el mundo popular se volcó a las urnas para llevarlo al poder. Fue un esfuerzo importante para poder llegar a transformar la represión y la exclusión en democracia, con la esperanza de que, a través de ella, conseguiríamos la justicia esperada y por la cual estábamos apostando. No ocurrió así. Sucedió que la democracia de aquel momento no fue lo que creíamos que iba a ser y no siempre se logró a través de ella lo que pensábamos que íbamos a conseguir. Sí se consiguieron, por ejemplo, más libertades políticas. Pero la condición social de la gente siguió exactamente en iguales condiciones.
Para responder a esta demanda social que tenemos hoy en el presente, hace falta volver a la utopía como fundamento
chileno ya fallecido, ido a destiempo, definió este período como «de la revolución a la democracia en América Latina». ¡Y efectivamente! De la apuesta por la revolución, que nos llevó a contextos de gran represión, a la apuesta por la democracia. Se pensaba en la democracia como camino transformador y de construcción de justicia en la región. Esa esperanza de transformación de las condiciones de vida de la gente más pobre se pensaba por
El desempeño democrático resultó en muchos casos un fiasco. Y eso provocó desencanto y desilusión. Y entonces caímos de la democracia apostada a una democracia denunciada como incapaz de responder a las esperanzas que se ponían en ella. Esa visión en América Latina de una democracia que no fue suficientemente capaz de hacer los cambios llevó a calificarla de manera muy despectiva. Democracia restringida, democracia 51
Franz Josef Hinkelammert, economista y teólogo alemán
de baja intensidad, democracia de mercado, democracia excluyente… son todos calificativos que indican esta decepción. Y empezamos a pasar, como yo decía, de la certeza a la incertidumbre. ¿Hacia dónde buscar, entonces, para conseguir los sueños anhelados? A este camino se añade, después, en los ochenta, la caída del Muro, que complica la incertidumbre, porque esa apuesta que se había hecho también se cae; y con ello, irrumpe el neoliberalismo, que cierra un ciclo, para mí, casi salvaje en la región. Y en ese contexto se instala la incertidumbre y el desaliento, y desgraciadamente se hacen casi «naturales» las relaciones sociales dominantes en la época; se asume que este camino que nos condujo al neoliberalismo, como oferta económica y política y social, es algo natural y que, por tanto, 52
intentar transformarlo es algo más que una ilusión absurda. Paso con esto al segundo punto. Para responder a esta demanda social que tenemos hoy en el presente, hace falta volver a la utopía como fundamento. Porque un rasgo de este mundo neoliberal es la pretensión de que los sueños son malos. De que soñar es inadecuado e irresponsable. Hay que afirmar lo contrario: que soñar es la única posibilidad de estar vivos, y que la capacidad de cambiar pasa por la capacidad de soñar. Y en ese contexto hace falta recordar la utopía de la vida buena. Es decir, dicho con Zygmunt Bauman (autor que está hoy muy de moda, aunque me dice Leopoldo Artiles que se quejaba de que solo fue famoso después de viejo, de muy viejo), que nos invita justamente a aportar a esta vida buena que él llama «la
felicidad», «nadie puede explicarla suficientemente […] todo el mundo sabe que nunca se alcanza pero todo el mundo quiere planteársela y luchar por conseguirla». Es una dimensión humana inherente, que es necesaria. Y esa felicidad se expresa como utopía. Uso aquí el concepto de utopía como Franz Hinkelammert, que tiene un libro titulado Crítica a la razón utópica, que escribió en la década de los ochenta, donde plantea su visión de la utopía en discusión con Hayek, con Von Misses, con un grupo de pensadores neoliberales. Pues Hinkelammert plantea que la utopía es imposible pero imprescindible. Es decir, la utopía es un horizonte que nunca se alcanza, pero sin el cual nos perdemos, pues no sabemos para dónde vamos. Yo les digo a mis estudiantes que para un caribeño es fácil saber
El filósofo y sociólogo judío alemán Herbert Marcuse
lo que es la utopía: solo tienen que ir al malecón y mirar hacia el horizonte: saben que allá está el lugar adonde quieren ir. Pero mientras más se avanza, más se aleja el horizonte; porque la utopía es imposible, pero es imprescindible para caminar. Eso es lo que hace falta: replantear en este momento la utopía como fundamento, es decir, el derecho a pensar y a soñar con la vida buena. Como diría Jung, «no sueños nocturnos, sino sueños diurnos». Porque los nocturnos –dice él– son irresponsables, usted no los controla; los diurnos son responsables: usted puede saber qué está soñando, y se lo plantea conscientemente. Y eso es fundamento primero para avanzar hacia la búsqueda de alternativas a lo que tenemos como realidad. Reivindicar el derecho a los sueños en contra de la visión
neoliberal, que plantea que hacerlo es caer en la irresponsabilidad. La utopía cualifica la sensibilidad y la hace compasiva. Y sin esta sensibilidad compasiva, la capacidad de compromiso con los que menos tienen y los que menos pueden y las víctimas es imposible. Hay una anécdota muy dramática, pero que explica muy bien esto que acabo de afirmar. Cuentan que Marcuse (filósofo judío-alemán de la Escuela de Frankfurt), cuando estaba en su lecho de muerte, recibió la visita de Habermas (un autor aún vivo, también de dicha escuela). Marcuse le comenta a Habermas: «Ya he encontrado el elemento fundamental para definir la lucha por la liberación, por la emancipación, el detonante que hace posible que nos mantengamos en esa lucha». Y dice Habermas: «¿Cuál es?», a lo que responde Marcuse:
«La compasión, la capacidad de verse en el dolor ajeno». Y el español Mardones incluye ese relato en su libro para indicar justamente la necesidad de que la utopía de la vida buena oriente la sensibilidad compasiva, y ella, a su vez, cualifique entonces la capacidad de los seres humanos para actuar a favor del bien, la bondad, la belleza, la verdad, etc. Es, por consiguiente, necesario reivindicar la utopía como elemento, repito, imprescindible, aunque imposible. El imposible es importante. Porque si usted cree que es posible entonces en algún momento usted cree que ha llegado a ella. Y cuando usted cree que ha llegado, entonces la impone. Que es lo que hemos hecho en diferentes casos cuando la dictadura dice: «Esta es la verdad. Y como es la verdad, entonces es buena. Y como es buena a usted se le impone». 53
La utopía es imposible. Y quien dice que llegó a ella, habla mentiras. Eso es un camino que nunca se acaba de caminar. Tercer punto de mi reflexión: desde la utopía se pasa a la crítica del presente, y este presente, cuando uno lo observa, lo puede caracterizar con estos cuatro epítetos: 1) sociedad mercadocéntrica, 2) sociedad consumocéntrica, 3) sociedad codiciocéntrica y 4) sociedad infraterna. Una sociedad con esos rasgos nos llama a convertirla en otra que sea capaz de construir fraternidad, para desde ahí construir la capacidad de espacios para la justicia, la vida de los más débiles. Esa sociedad mercadocéntrica, como sabemos todos, se orienta a afirmar que el mercado es quien dirige las condiciones y la vida humana, y que él decide lo que es bueno y lo que es malo; el mercado, no los seres humanos y su responsabilidad. Y como ustedes bien saben, el mercado, en este contexto actual, se orienta básicamente al consumo. Se ha planteado, incluso se ha escrito, que el horizonte de futuro feliz viene vía el consumo. Y por eso los muchachos y las muchachas viven aspirando a consumir, esperando que mientras más consuman más felices serán, y fracasan. Porque evidentemente no está en el consumo la felicidad. Pero la oferta social es esa: a través de la vía del consumo usted conseguirá ser feliz. Tiene consecuencias sociales dramáticas, como veremos enseguida. Y ese consumocentrismo no está separado –no puede estarlo– de la codicia como elemento central de la búsqueda de los seres humanos hoy en día. Suelo relatar lo siguiente siempre que toco este 54
punto. Jacques Attali, en el texto Y después de la crisis ¿qué?, señala que hubo una serie de elementos económicos estructurales que están en la base de la crisis económica mundial. Explica que los banqueros actuaron como ladrones antes de que llegue la policía, es decir, se robaron todo rápidamente para irse corriendo. Entonces, señala Attali,
sensación humana, sentimiento humano, usted tiene capacidad, como decíamos antes, de compasión; puede, entonces, escuchar y ver el sufrimiento de los demás; si no, no puede verlo. Esa capacidad de ver y de escuchar desde lo humano hace que usted sea capaz de entender, padecer el dolor ajeno como interpelación.
Esta búsqueda de una sociedad alternativa nos tiene que conducir a prácticas diferentes de las que tenemos hoy esa actividad, esa acción bancaria tenía su fundamento en la codicia y en la búsqueda del lucro. La crítica del presente tiene que dirigirse hacia este consumismo, a esta sociedad mercadocéntrica, a esta sociedad de la codicia e infraterna, para generar alternativas que nos lleven a otro tipo de sociedad. Esta búsqueda de una sociedad alternativa nos tiene que conducir a prácticas diferentes de las que tenemos hoy. Mi cuarto punto. Para ir avanzando tenemos que recordar nuevos referentes. A continuación, los enumero. Primero: el humanismo, que para algunos está hoy de capa caída; se habla de poshumanismo, pero sin humanismo es imposible responder adecuadamente a esta búsqueda de reconstrucción de la sociedad. Este humanismo se abre a los demás y cualifica la mirada, y cualifica la escucha. Si usted tiene
Segundo: el Estado de derecho. Hace falta que la dinámica exclusión social - inclusión social se rompa y se convierta en otra cosa. Esta contradicción es un drama, sobre todo para los jóvenes; cuando un muchacho o muchacha es educado en su casa, en la escuela, en las iglesias, en la sociedad, etc., se le dice, como ya vimos antes, que el consumo es su objetivo de vida y que ese consumo lo puede alcanzar si consigue dinero, y que consigue dinero si consigue trabajo, así que consigue trabajo cuando se educa y sale graduado para conseguir trabajo, y con el trabajo conseguir dinero y consumir. Y cuando va a buscar trabajo no hay trabajo. Y cuando va a buscar trabajo y no hay trabajo, no hay consumo. Y cuando no hay consumo, entonces siente que está excluido socialmente, y que los caminos de inclusión le están vedados. Y eso se convierte en un hiato, en un espacio para cualquier cosa:
la delincuencia, la drogadicción, el refugio religioso; para lo que sea, porque esa contradicción entre exclusión social e inclusión social, supuesta, genera dificultades sociales muy graves. Más todavía, es la imposibilidad de realizar sueños y la imposibilidad de creer a la sociedad cuando le indica cómo usted consigue trabajar y vivir esos sueños. Pero hace falta entonces reivindicar el Estado de derecho como el derecho a la inclusión social, el derecho a la vida decente y al empleo también decente, para poder acceder a una vida digna. Y tercero: el poder como servicio. En ocasiones uno les refiere a los compañeros políticos que el Evangelio de Marcos dice que el poder enceguece, ensordece y obnubila la mente. Esto quiere decir que el poder es una dimensión humana fundamental para bien o para mal. Si usted se va con el poder o con la codicia, entonces no va a actuar con conciencia ni con visión ni con comprensión. Hace falta entonces ver bien, escuchar bien, para pensar bien desde el poder. Solo el poder servicial sirve para hacer el bien, para construir. Y en política tenemos que aprender cómo se construye ese poder servicial. Esto se dice fácil, pero es muy difícil. Porque los que hemos venido de otros ámbitos de práctica social, nos hemos encontrado con un terreno minado. Y ese terreno minado no es fácil. Y si usted se descuida: ¡Pierde el poder! Sin embargo, si usted se deja manejar por el poder, cae en el idolátrico. Cuando esto pasa, repito, se enceguece, ensordece y se le obnubila la mente, y termina sirviendo a otras intenciones que usted ni siquiera piensa, pero no a la gente.
Marcos Villamán durante la puesta en circulación del libro Repensar los caminos: inclusión, ciudadanía y democracia
La democracia que hemos reivindicado, por la que hemos peleado y que después no nos salió tan bien, está aún ahí disponible para hacerla democracia participativa. O sea, donde la gente tenga capacidad de participar, de hablar, de discutir, de plantear posiciones y de negociar, para llegar a prácticas más humanas y más incluyentes socialmente. O sea, la democracia es un elemento fundamental. Y en esa democracia, voy a un siguiente paso, hace falta reivindicar la sociedad civil, pero no cualquier sociedad civil. Yo en estos días me quejaba con un amigo de la sociedad civil. Le decía: ¿Cuándo ustedes van a decir qué es una sociedad civil? La sociedad civil no son los empresarios. La sociedad civil son los sectores sociales que no son ni empresarios ni políticos. No están ni en el mercado ni
en el poder político, sino en el espacio del mundo de la vida. Y desde ese espacio reivindican una lógica diferente a la del mercado y a la de la política, que es la lógica de la solidaridad. Y porque la reivindican tienen capacidad de discutir con los otros dos poderes, y en esa discusión imponer su lógica o negociar su lógica para hacer posible una democracia más participativa, vía la deliberación. Hace falta que usted sea capaz de convocar a la gente a participar, a deliberar y a construirse como agente; dicho como Amartya Sen, «el agente es aquel que tiene capacidad de actuar para poder, él mismo, en coordinación con otros, crear alternativas sociales adecuadas a la vida social con dignidad». Si no construimos con políticas sociales ese agente, ese sujeto capaz de autodirigirse, no 55
bro fabuloso llamado Memorias pasionis. Y Metz, después de casi 500 páginas, termina diciendo que «el único poder al cual tenemos que respetar es la autoridad de los que sufren». Ellos son la autoridad, son el referente y la posibilidad de conseguir una vida social a la cual el poder, el servicio, la democracia y la vida realmente se alíen para construirla y para hacerla posible. Esas son las ideas que están en el texto. Ojalá que lo puedan disfrutar y que me ayuden a seguirlas completando.
estamos haciendo realmente política social. Debemos construir una modernidad que tenga sentido. Como ya decía Leopoldo Artiles, esta modernidad, que siempre es el Caribe (modernidad caribeña), tenemos que ser capaces de construirla adecuadamente como democracia, como servicialidad, como Estado de derecho y desde una visión humanística que nos convoca a todos y a todas. Esa democracia tiene la capacidad de ser la mediación para la construcción de la inclusión y de la igualdad. De eso se trata para poder ir caminando, de manera que consigamos más alternativas para el futuro. Y eso puede permitir, entonces, pasar de una visión incierta a una visión menos incierta, más cierta, no totalmente cierta. Y por fin, por esta vía, avanzar hacia una agenda posprogresista. Si ustedes se fijan en el texto, al final dice: una agenda posprogre56
sista. Porque seguimos atrapados en la lógica del progreso. Y estamos viciados por una metafísica del progreso. Es decir, pensamos que todo lo nuevo es bueno, y es bueno porque es nuevo. Y pensando así caemos en lo malo. Porque perdemos la capacidad crítica para discernir qué de lo nuevo es bueno; y la bondad de lo nuevo tiene que ver con la vida de la gente. Lo que no tiene capacidad para producir vida digna de la gente no es bueno, aunque sea nuevo. Y esa crítica al progreso como metafísica nos lleva entonces, de nuevo, al tema del poder, y a la afirmación final, en este caso, de un poder que se alía con los sectores sociales vía la democracia para construir una vida buena real, una vida social real. Y al hacer eso, es capaz de reconocer el único poder legítimo, según dice Metz, que es un teólogo alemán que tiene un li-
Nota. Discurso del doctor Marcos Villamán, rector del Instituto Global de Altos Estudios en Ciencias Sociales (IGLOBAL), durante la puesta en circulación del libro Repensar los caminos: inclusión, ciudadanía y democracia, el 24 de noviembre de 2016, durante el Tercer Congreso Trasdisciplinar del Caribe. Marcos Villamán es investigador, escritor y profesor dominicano, con doctorados en Ciencias Sociales y Teología. Es rector del Instituto Global de Altos Estudios en Ciencias Sociales, asesor en políticas públicas del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo de la República Dominicana, así como del Centro Cultural Poveda. Sus principales obras publicadas son: El proceso de descentralización escolar y sus condiciones de posibilidad en el suroeste de la República Dominicana; La dimensión valorativa de la conciencia crítica; Metodología para la formación de la conciencia crítica; Trastocar las lógicas, empujar los límites. En México publicó Leyendo el Evangelio de Lucas; Poder y mesianismo en el Evangelio de Marcos; El auge pentecostal: Certeza, identidad, salvación.
Rafael Méndez Tejeda
Cambio climático y su impacto en el Caribe En este artículo se presenta una breve descripción del origen del calentamiento del planeta tomando como punto de partida, en primer lugar, una visión geológica y, en segundo lugar, enfocándose en la influencia astronómica sobre el clima de la tierra. Finalmente, se realiza una discusión sobre los impactos (económicos y sociales) del fenómeno del cambio climático en el Caribe.
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ara entender el influjo de nuestro planeta en el calentamiento global, abordaremos el tema desde dos puntos de vista. Primero lo haremos desde una visión geológica. En este caso, sabemos que la edad de nuestro planeta es aproximadamente de 4700 millones de años. En el comienzo, la Tierra era una masa en fusión de la que se desprendía una enorme cantidad de gases tóxicos. Entonces no era posible la vida tal y como la conocemos hoy en día. Con el tiempo, las capas exteriores empezaron a solidificarse, pero el calor, procedente del interior, las fundía de nuevo. Finalmente, la temperatura bajó lo suficiente como para permitir la formación de una corteza terrestre estable. Al principio no existía la atmósfera, y la Tierra recibía muchos impactos de meteoritos. La actividad volcánica era intensa, lo que producía que grandes masas de lava saliesen al exterior para luego enfriarse y finalmente solidificarse (Uriarte Cantolla, 2004).
un origen volcánico. Así se forman las capas superficiales de la corteza y la atmósfera de nuestro planeta; de estas erupciones, también se libera oxígeno e hidrógeno, que más adelante generará vapor de agua. Al ascender por la atmósfera los vapores se condensaban y dieron origen a las primeras gotas de lluvia. Al cabo del tiempo, con la corteza más fría, el agua de las precipitaciones se pudo mantener líquida en las zonas más profundas de la corteza, formando mares y océanos, es decir, la hidrosfera. El segundo punto de vista desde donde debemos partir para entender la evolución de la Tierra es la influencia que tiene la astronomía sobre la vida. Si observamos los planetas, veremos que están divididos en dos grupos, los cuatro más cercanos al Sol (Mercurio, Venus Tierra y Marte) se llaman planetas térreos, debido a su similitud geológica con la Tierra. Estos planetas tienen una mayor masa sólida, mientras que los demás, que se encuentran después de Marte, son
sa y está compuesta de dióxido de carbono en un 96% (CO2), que lleva a que su temperatura promedio sea muy alta (aproximadamente 420 °C), Marte tiene una atmósfera muy delgada y fría, donde la presencia de CO2 es mínima y su temperatura media es de aproximadamente -50 °C. Sin embargo, nuestro planeta, el tercero de nuestro sistema solar, tiene apenas un 3% de CO2 y una temperatura media de 15 °C (Pollack HN, 1998). Esto es un indicador importante de que el CO2 es un gas extremadamente fundamental en la temperatura media de los planetas. En la actualidad, se han sobrepasado los límites de contaminación. El Panel Internacional sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) dio la alerta mundial sobre el problema que enfrentamos al llegar a 360 ppm (partes por millón de CO2 en la atmósfera). Hoy en día en La Parguera, un lugar aislado sin desarrollo industrial importante de Puerto Rico, se ha reportado que hay 404 ppm.
La atmósfera de la Tierra
En la actualidad, se han sobrepasado los límites de contaminación Esta actividad de los volcanes generó una gran cantidad de gases de efecto invernadero (GEI) de origen natural, tales como dióxido de carbono, metano, vapor de agua, sulfatos, entre otros, cuya fuente provenía generalmente del centro de la Tierra, es decir, que tenían
en general de origen más gaseoso ( Júpiter, Saturno, Neptuno, Urano y Plutón). Al analizar los planetas térreos, observaremos que Mercurio prácticamente no tiene atmósfera debido a su cercanía al Sol. Mientras que Venus tiene una atmósfera grue-
La atmósfera de la Tierra está compuesta por una gran variedad de gases. Los más abundantes son el nitrógeno (78%) y el oxígeno (21%). Nuestra atmósfera recibe la radiación del Sol en longitud de onda corta. Ahora bien, durante el proceso de enfriamiento terrestre, conocido como albedo, la Tierra irradia (se enfría) en longitud de ondas largas, pero, debido a la alta presencia de gases de efecto invernadero (GEI) de origen antrópico, la atmósfera impide la salida de esta radiación, es decir, retiene la radiación, acumulando grandes 59
cantidades de calor tanto en la atmósfera como en los océanos y generando el conocido fenómeno de efecto invernadero. Los GEI pueden tener dos orígenes: natural (generado por volcanes, pantanos, evaporación de los cuerpos de agua, etcétera) o antropogénico (generado por los seres humanos). Si no existieran los gases de invernadero de origen natural, el planeta sería 30 °C más frío de lo que es ahora. En esas condiciones, probablemente la vida nunca hubiera podido desarrollarse. Esto es lo que sucede, por ejemplo, en Marte. El aporte de los seres humanos al efecto invernadero, desde su llegada a la Tierra, había aumentado la temperatura del planeta aproximadamente en 3 °C hasta el siglo pasado. Sin embargo, solo en el último siglo esta aumentó 0.75 °C, lo que representa un incremento alarmante en tan poco tiempo. Dicho calentamiento ha acelerado los llamados fenómenos climáticos extremos (FCE). El Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) lo define como un episodio, suceso o evento meteorológico que es raro o poco frecuente, según su distribución estadística. En la actualidad, la humanidad está experimentando una serie de fenómenos climáticos extremos (huracanes, tormentas, lluvias intensas, nevadas, olas de calor y de frío, sequías, entre otros) que ocurren en un mundo diferente del que conocieron nuestros abuelos. La temperatura media de la atmósfera ha aumentado 0.75 °C en menos de un siglo. Los océanos también se están calentando y el hielo polar se está derritiendo a un ritmo acelerado, al igual que muchos glaciares. Las inundaciones 60
producidas por las abundantes lluvias, la nieve intensa, los incendios forestales y los deslizamientos de tierra se han vuelto más frecuentes y los períodos secos son cada vez más prolongados. El aumento de estos fenómenos climáticos está afectando grandemente la flora y la fauna de todo el planeta y muy severamente a la región tropical. Es importante señalar que, al aumentar las temperaturas de los océanos y mares tropicales, se produce una mayor evaporación, lo que genera una mayor cantidad de nubosidad que, al ser distribuida por la circulación atmosférica en toda la primera capa de la atmósfera (troposfera), producirá en los trópicos lluvias de mucha intensidad, pero de corta duración, mientras que en las altas latitudes se precipitará en forma de nieve, causando frentes fríos y grandes nevadas. Por eso, los inviernos tenderán a ser más intensos y los veranos cada vez más cálidos, de acuerdo con los pronósticos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
de frío era de un día de calor por cada 1.09 día de frío. Ya en el año 2000 la relación ha cambiado totalmente y se reporta que por cada día de frío tenemos 2.04 días de calor (Meehl et al., 2009). Esta tendencia aumentaría si el análisis se extiende al 2014. De acuerdo con la OMM, desde que se tienen registros históricos (1880) de temperaturas medidas con instrumentos, los 10 años más cálidos corresponden al siglo XXI, siendo el 2016 el año más cálido de ese registro. Esta organización, después de haber reunido los principales conjuntos de datos mundiales, observó que la diferencia de temperatura entre los años más cálidos era tan solo de varias centésimas de grado, o sea, menor que el margen de incertidumbre. Las temperaturas medias mundiales del aire sobre la superficie terrestre y la superficie del mar en el 2014 fueron superiores en 0.57 °C a la media a largo plazo de 14 °C del período de referencia 1961-1990. Hace más de 20 años que los pronósticos climáticos vienen plan-
Los inviernos tenderán a ser más intensos y los veranos cada vez más cálidos Por ejemplo, en Estados Unidos se están registrando récords de temperaturas máximas con una frecuencia de más del doble que los de temperaturas mínimas y se han observado patrones similares en todo el planeta. En el año 1950, la relación entre días de calor y días
teando diversos escenarios sobre el clima del planeta, pero todos han coincidido en que los fenómenos extremos van a aumentar en frecuencia e intensidad, por lo que es inminente la preparación para lo que vendrá. Por otro lado, se han producido anomalías climáticas
estacionales en numerosas partes del mundo, tales como la Niña o el Niño (Caviedes 2001), aunque resulta difícil atribuir explícitamente la causa de un fenómeno meteorológico extremo al fenómeno (el Niño o la Niña) sin tener en cuenta la influencia de otros factores. Actualmente, se están llevando a cabo nuevas investigaciones para establecer de manera concluyente si el cambio climático provocará episodios más frecuentes e intensos que el Niño y la Niña. Algunos investigadores han descubierto que en las últimas dos décadas la frecuencia y la intensidad de estos fenómenos se ha incrementado en comparación con las primeras décadas del siglo XXI. De acuerdo a sus hallazgos, la relación entre la intensidad de estos fenómenos extremos es sólida. Se estima que los océanos han absorbido al-
rededor de 20 veces más calor que la atmósfera durante el último medio siglo, provocando temperaturas más altas en aguas superficiales y profundas. El tener una temperatura de los océanos más alta es sinónimo de mayor combustible para la formación de ciclones tropicales de mayor intensidad. James E. Hansen y Makiko Sako sustentan la hipótesis de que existe una relación positiva entre la intensidad de los ciclones tropicales y la temperatura superficial de los océanos.
Efectos en el Caribe Cuando estudiamos los impactos del cambio climático es preciso señalar que los fenómenos climáticos extremos causarán enormes daños en la economía del Caribe. En los últimos años, hemos perdido cientos de miles de metros de playa y costa debido a la erosión costera,
generada por los sistemas ciclónicos y los frentes fríos. Todo esto ha afectado el turismo, la pesca y los ecosistemas marinos en general. De igual forma, la agricultura y la ganadería se han visto perjudicadas por las sequías y las precipitaciones intensas que causan grandes inundaciones. En el caso de la sequía, esto contribuye a un aumento de los incendios forestales (MéndezTejeda y otros, 2016), olas de calor y sus efectos en la salud (MéndezLázaro y otros, 2015 y 2016), y a la pérdida de cientos de hectáreas de terrenos anualmente. El área de la salud también se ha visto impactada debido a que algunas especies de insectos, en especial los mosquitos, que transmiten enfermedades tales como el dengue, el zika, el chinkunguña, etc. (Sharp 2013) están haciendo de las islas su hábitat. Por otro lado, la presencia del polvo 61
confort para el turismo es de 24° C a 26° C (Lise y Tol, 2002). Esta zona de confort se está perdiendo en el Caribe y se está trasladando a latitudes medias, lo que implicaría una disminución de la cantidad de turistas que seleccionan el Caribe como destino.
Conclusión
del Sahara (Prospero y MayorBracero, 2013) y el aumento de los hongos y esporas afectan a la salud grandemente. Los estudios realizados para la tendencia de temperaturas en el Caribe demuestran que la temperatura de 1950 al 2015 ha aumentado aproximadamente en 2.43 °C (Peterson, 2002; Jury, 2015; Jone et al., 2015; Méndez-Tejeda, 2017). En el caso de Puerto Rico, Méndez y Tejeda reportan que el número de noches cálidas (temperatura mayor de 32 °C) ha aumentado desde la década de 1950 hasta el 2010; por cada día cálido en 1950 se tenía 1.79 día 62
frío (temperatura menor de 15 °C), y ya para el 2010 por cada día frío se tienen 3.18 días cálidos, es decir, aproximadamente el doble. Para la región, el aumento de la temperatura máxima es de 0.024 °C/año, mientras que la temperatura mínima es de 0.252 °C/año, lo que nos indica que esta tiene una mayor tendencia al aumento que la temperatura máxima, lo que es un indicador de la retención de calor que se está dando en la atmósfera de la Tierra. Estas tendencias de las temperaturas tendrán serias consecuencias económicas y sociales en el Caribe, ya que la zona de temperatura de
Aun cuando no es posible cuantificar todas las consecuencias de este fenómeno climático, la actitud más sensata debe ser la de prevenir. El IPCC, organismo que evalúa el impacto del fenómeno en cuestión, aconseja, en primer lugar, educar a la ciudadanía para que haga un uso más eficiente de la energía. También recomienda utilizar energías renovables, reducir, reciclar y reutilizar, lo cual produciría una disminución del consumo de combustibles fósiles y, por lo tanto, de nuestro aporte de CO2 a la atmósfera. Todo esto con el propósito de prevenir y mitigar el impacto. La reforestación es vital para aumentar los medios naturales de eliminación del GEI. En cualquier caso, lo importante es ser conscientes de cómo, en muchas ocasiones, nuestras acciones individuales influyen tanto sobre la atmósfera como sobre la vida del planeta. Los modelos climáticos regionales prevén un aumento acelerado del nivel del mar y un clima más cálido, seco y variable, con episodios más frecuentes de sequía y tormentas intensas. Se espera que patrones de lluvias inciertos y cambiantes agraven la problemática actual de escasez de agua y erosión del suelo. Recientemente, el Caribe experimentó sequías severas seguidas de lluvias extremas que impac-
taron notablemente la agricultura y la ganadería. Asimismo, cambios climáticos en otras regiones del mundo (tales como el Niño/Niña, frentes fríos, etcétera) podrían afectar la provisión de alimentos y la seguridad alimentaria en el Caribe. Estos factores globales y locales influyen en las decisiones de uso y manejo de las tierras agrícolas y forestales. Por ello, los desafíos para los gobiernos y sus ciudadanos en el Caribe respecto al cambio climático y sus efectos deben tomar en cuenta los fenómenos extremos (lluvias intensas, sequías, huracanes, incendios forestales, aumento de las enfermedades producidas por insectos, entre otros), los problemas con los recursos hídricos (manejo del recurso de agua, impacto agrícola, seguridad alimentaria) y el aumento del nivel del mar y cambio en la acidez de los océanos (erosión costera, acidez de arrecifes, disminución de la pesca, impacto en el turismo). Rafael Méndez Tejeda es catedrático del Departamento de Ciencias Naturales de la Universidad de Puerto Rico (UPR) Carolina. Tiene una maestría en Física por la UPR de Río Piedras, un doctorado por la Universidad Complutense de Madrid y un posdoctorado de la Universidad de Florida en Gainesville. Es un especialista en temas ambientales.
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Víctor Hugo Pérez Gallo
Donald Trump y Cuba: ¿regreso a políticas conservadoras o pragmatismo capitalista? A continuación se debaten las políticas que el nuevo gobernante estadounidense puede adoptar respecto a la isla de Cuba. Luego de analizar la llegada al poder de Donald Trump en los Estados Unidos, se proponen algunas hipótesis de lo que podría suceder entre la isla caribeña y el imperio. ¿Seguirá propiciándose la apertura que inauguró Obama o se retornará a políticas conservadoras? ¿En qué habrá influido la muerte de Fidel Castro en todo el proceso? ¿Se dejará llevar esta nueva administración por las posibilidades de inversión en la isla y por el pragmatismo capitalista?
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D
onald Trump ha ganado las elecciones en Estados Unidos. Pese a todos los pronósticos ha ganado el millonario. Evidentemente, estas elecciones influirán en el modo en que se conformará el mundo en el futuro, un mundo que si bien está dejando de ser unipolar con el ascenso de potencias como Rusia, China y Brasil, aún se mantiene en él la hegemonía económica, cultural y militar del gran vecino del norte. De ahí la importancia del ascenso al trono del imperio de Trump y su implicación para Cuba en particular y el mundo en general. En contra del establishment político, en contra de Wall Street y de las redes sociales, este millonario ganó las elecciones. ¿Dónde está su secreto? No sé por que en este momento una extraña remembranza me lleva a mis años de estudiante universitario de pregrado en la Universidad de Oriente cuando mi profesor Abel, filósofo y politólogo graduado en la prestigiosa Universidad de Moscú, Lomonosov, nos hablaba del pragmatismo norteamericano. Ah, seguramente a Trump lo aplaudirían Charles Saders, William James y John Dewey, por supuesto que este nuevo presidente sabe que solo es verdadero aquello que funciona, y se enfoca en el mundo real de sus votantes, en esa clase blanca rural estadounidense que se ha visto desplazada por los inmigrantes altamente calificados. Trump, pese a sus improperios xenófobos, fue capaz de llamar la atención de los mismos emigrantes latinoamericanos en Estados Unidos que se veían amenazados por los nuevos emigrantes sin papeles que llegaban,
Una bandera cubana en una céntrica calle de La Habana
abaratando salarios y compitiendo con estos por puestos laborales. Y, sobre todo, tocó la puerta de la extrema derecha cubana asentada en Miami, poniéndole la zanahoria al alcance de la boca al prometerle retirar todas las medidas desarrolladas por Obama para normalizar las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Prometer es fácil, siempre decimos, cuando se sabe que no se va a cumplir. Como analizaremos a continuación, será muy complicado para Trump dar marcha atrás a las medidas de Obama, y es que Cuba es un plato largamente acariciado por las corporaciones norteamericanas. Hay varios factores a tomar en cuenta, como la perspectiva de petróleo en el Golfo, el mercado virgen de 11 millones de habitantes, las ventajas geoestratégicas de la isla para el mercado de América Latina, el capital simbólico de Cuba en el mundo y la mano de obra barata altamente cualificada. Y Trump sabe mejor que nadie que business is business. Puro pragmatismo es el que Trump llevará a cabo en su presidencia.
Política global Trump ganó con un discurso supremacista, xenófobo, misógino, considerado políticamente erróneo por las élites norteamericanas, a las que atacó directamente y culpó de fomentar la crisis en que está actualmente el sistema capitalista mundial. Prometió llevar de nuevo las empresas a Estados Unidos, en una especie de nuevo keynesianismo que en pleno siglo XXI quiere luchar contra la globalización y llevar a ese país las factorías que tiene el gigante Apple en China y en todo el oriente asiático, algo que se antoja imposible por los estudios de márgenes de ganancias de este gigante corporativo y de otros tantos. Y de repente vemos a Trump preocupado por una economía del bienestar que eleve los estándares de vida de la clase baja y media estadounidense, que ha visto con aprensión que los empleos se le van del país hacia otros Estados, que su moneda pierde valor adquisitivo y que su patria ya no es el paraíso que le prometieron los padres fundadores. Y es sobre todo en este 65
El presidente estadounidense Donald Trump pronunciando un discurso en el Giant Center
blanco rural, sin estudios universitarios, apático ante la política, donde hay que buscar el secreto de la victoria de Trump, que supo en su discursos erráticos y mesiánicos tomar en cuenta los deseos de estas personas y ganarle a Hilary Clinton las elecciones por una cabeza, usando el argot de hipódromos. Los pensadores marxistas teorizaron que las crisis del capitalismo son cíclicas: yo me atrevería añadir que muchos contextos sociopolíticos también lo son. El contexto de Estados Unidos antes de la victoria de Trump me recuerda la Alemania de principios de los años treinta del siglo pasado, la República de Weimar. Grosso modo: la República de Weimar atravesaba una crisis política y de legitimidad ante sus votantes; el establishment estadounidense, Wall Street y las élites tam66
bién –desgraciadamente Obama no ha podido solucionar problemas acuciantes en Estados Unidos, como la violencia social y la pérdida de empleos–. La Alemania de Weimar enfrentaba una enorme deuda con las naciones triunfantes en la Primera Guerra Mundial, y cuando dejó de pagarla estas la invadieron quitándole territorios con ricos yacimientos minerales como Alsalcia y el Ruhr; Estados Unidos le debe billones de dólares en bonos a China, que esta ha ido comprando progresivamente, y el país asiático cada vez invierte más en empresas que eran típicamente norteamericanas en el imaginario de ellos y compite en mercados que eran tradicionalmente norteamericanos como es el caso de América Latina y África, donde aumenta su incidencia económica y política,
como lo demuestra el financiamiento de la construcción del canal en Nicaragua y la compra del petróleo mexicano y venezolano y la soya argentina. En el caso de la Alemania de la época, esta perdió el apoyo de las clases medias, golpeadas por la crisis. El 30 de enero de 1933 Hindenburg nombró canciller a un político llamado Adolfo Hitler. ¿Les suena el nombre? El martes 8 de noviembre del 2016, en las elecciones presidenciales número 58 de los Estados Unidos, ganó el millonario Donald Trump. Ambos populistas. Ambos con un discurso mesiánico. Sabemos adónde nos llevó Hitler, aún no sabemos adónde nos va a llevar el señor Trump. No obstante, tras las elecciones, Trump ha comenzado subrepticiamente a retirar parte de sus afirmaciones, aunque se percibe que
El presidente ruso Vladimir Putin en una conferencia de prensa en Moscú
a nivel global desea atraer a Rusia hacia la órbita de Estados Unidos, pero con el fin de alejarlo de China y de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). Resulta evidente el propósito de debilitar esta organización, que puede ser el embrión de una organización que se enfrente a la OTAN y al mismo FMI, bases del poderío estadounidense. Putin va a coquetear con Trump porque necesita legitimar el regreso de Crimea a la madrecita Rusia ante el mundo y solucionar el problema de Siria y de ISIS. Si de algo estamos seguros es del poderío político y la mirada geoestratégica de Putin y del pragmatismo de Trump, que no va a titubear en abandonar a sus aliados europeos por aceptar un acuerdo con el oso ruso; se puede observar esto en sus críticas al lastre monetario
que supone el mantenimiento de la OTAN para la economía norteamericana. El gabinete que ha armado Trump para su presidencia representa las tesis cosmopolíticas de Brzezinski sobre la doctrina del G-2 de Kissinger, que propugnaba aliarse con China en el dominio del mundo, y de repente nos percatamos de que este populista de derechas quiere volver al pasado, a la gloria de los Estados Unidos de la década del setenta o de los ochenta del siglo XX, y está condenado desde ya al fracaso. Cuando se hablaba en ámbitos académicos de la posmodernidad, no solamente se aludía al fin de una época, sino a un cambio de los cánones económicos en un mundo donde la economía está muy interrelacionada y la caída de la Bolsa de Tokio in-
fluye en la cantidad de puestos de trabajo que Rajoy pueda ofrecer en España. Ese neokeynesianismo populista de Trump implica también un enfrentamiento a las grandes corporaciones norteamericanas y a Wall Street, al menos, a nivel de discurso. Lo curioso es que él pertenece a esta casta de capitalistas, ¿se opondrá efectivamente a ella? Esto solo nos lo dirá el futuro.
Trump, Cuba y el deshielo Se ha llamado metafóricamente deshielo a la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, a mí me gustaría denominarlo torrente. Se teme que Trump obstaculice el acercamiento entre las dos naciones, o termine con él; evidentemente lo puede demorar, 67
entorpecer, pero no cerrar definitivamente: un claro aviso de ello son los improperios dichos contra la figura histórica de Fidel Castro, a horas de su muerte. No nos toca juzgar aquí sus opiniones, pero creo que hay un elemento significativo en esta declaración de Twitter: no hizo énfasis en sus declaraciones anteriores de los errores políticos de Obama en su proceso de apertura económica, política y cultural hacia Cuba. Y lo curioso es que su vicepresidente Pence tampoco. ¿Le estará retirando de repente la zanahoria al electorado de derechas cubano de Miami? ¿Veremos cuadros de Trump quemados en la calle 8 de Miami con el mote «comunista mentiroso»? Todo es posible. Los que seguimos las elecciones primarias vimos que Trump, al principio, aceptó las medidas tomadas por Obama, pero luego, cuando fue nominado, le extendió la rica zanahoria a los cubanos de derechas de la Florida prometiendo cerrar la Embajada norteamericana en Cuba y hacer retroceder las tímidas medidas ejecutivas tomadas por Obama. Al no ser estas de orden legislativo, un nuevo presidente norteamericano podría echarlas atrás con solo unas pocas firmas. Aunque la inclusión en su gabinete de cubanoamericanos conocidos por ser de línea dura contra la política adoptada por el Gobierno de Cuba pueden ser solo disparos de humo, para complacer las apariencias, Trump anunció que, si Cuba no es capaz de mejorar el trato que hizo con Obama, entonces él retiraría todas las medidas tomadas por este para la normalización. Esa decisión sería muy problemática debido a los grandes inte68
reses mercantiles que ya tienen en Cuba las grandes corporaciones estadounidenses, que ven con desagrado como los competidores chinos, japoneses y europeos se llevan la mejor parte en la repartición de las inversiones en Cuba. Pero, inclusive, se enfrentaría a grupos del exilio cubano que desean una normalización de las relaciones y que de repente se han visto beneficiados familiar o económicamente con la tímida apertura de Obama. Y, por otra parte, si su administración de repente implica cortar tajantemente la relación con Cuba, se enfrentaría a largos reclamos jurídicos por parte de empresas norteamericanas que ya hacen negocios con Cuba. Empresas como Marriott, Chevron, Verizon, Mastercard, Amazon, Major League Baseball, Carnival Cruise Line y la Cámara de Comercio de EE. UU. ya están haciendo un fuerte lobby en el Congreso y en la Casa Blanca. Los agricultores de los estados del sur tampoco quedan atrás, pues evidentemente la venta a Cuba de sus excedentes implicaría
y el futuro mercado, aún virgen, que se abrirá con la entrada de millones de norteamericanos a la paradisíaca isla. En las áreas de biotecnología, agricultura, prospección de petróleo y gas en aguas territoriales cubanas, farmacia y turismo están los principales intereses de las corporaciones norteamericanas, que obligarán a Trump a bajar el tono de su discurso sobre Cuba. Pero si esto no fuera suficiente, aunque en su campaña no ha hecho muchas referencias a la relación de su gobierno con países de Latinoamérica, aquí el peso simbólico de Cuba influye decisivamente, ya que la mayoría de estos países ha visto con agrado el acercamiento de los dos países, y es conocida la influencia de La Habana en el proceso de paz de Colombia y la visita de Santos al sepelio de Fidel Castro. Santos es el presidente de Colombia, uno de los aliados fundamentales en la región. Hacer retroceder las medidas de Obama sería un craso error estratégico en la política norteamericana, y Trump lo sabe.
El negocio del embargo lleva más de cincuenta años y ya no está dando las mismas ganancias que antes no solo ganancias millonarias, sino la creación de nuevos puestos de trabajo en sus respectivas regiones. Las grandes compañías hoteleras, entre las que se encuentran las de Trump, ven con desasosiego a conglomerados como Meliá que están copando todo el entramado hotelero cubano
Existe una anécdota picaresca sobre las relaciones entre las empresas de Trump y Cuba, y las supuestas violaciones al embargo estadounidense. Businessweek denunció que varios ejecutivos y consejeros de las empresas de Trump especializadas en operar campos de
Una hermosa vista de La Habana Vieja
golf de lujo fueron a La Habana en el 2013 con el fin de buscar el futuro mercado para sus inversiones. Por supuesto, en Cuba solo hay un pequeño campo de golf situado en Varadero, que era propiedad de Dupont, capitalista de la industria química, construida a principios de la década del treinta del siglo XX, por lo que el país sería el destino propicio para invertir en campos de golf en espera del turismo de alto standing que sin duda llegará en breve, cuando se levante el bloqueo. De estos elementos tiene claridad Trump, el pragmático Trump, que sabe que la política está muy bien, que hay que mantener cierta coherencia con las promesas electorales pero que también sabe que el dinero no huele, venga de donde venga, aunque sea de los enemigos comunistas. De repente, General Electric ha firmado un memorándum de entendimiento con el Gobierno cubano en las áreas de aviación, equi-
pos médicos y energía, y Picariello, representante de Norwegian Cruise Line Holdings, publica que su compañía está tomando acuerdos con el Gobierno cubano para expandir su negocio en la isla. Y Google. Y Mastercard. Estos son negocios, no es nada personal, les diría Trump en un futuro a sus votantes cubanoamericanos de derecha. Que nadie se asombre si de repente nos enteramos de que el señor Trump está haciendo lo que Obama no pudo: presionar al Congreso, donde va a tener mayoría, para levantar el bloqueo y comenzar la añorada construcción de sus campos de golf en Cuba. Ya sabemos que el dinero no huele. Y el que no esté de acuerdo pues que le den. Las reglas capitalistas son así. El negocio del embargo lleva más de cincuenta años y ya no está dando las mismas ganancias que antes; por tanto, es un negocio a punto de quebrar, un negocio cuyo modelo está desfasa-
do y gastado. Hay que cambiarlo entonces. Que no se asombren si de repente en el lobby del Hotel Habana Libre alguien escribe con letras gigantescas Havana Libre Trump y de repente se desarrolla allí una reunión protocolar y de negocios entre Putin, Trump y la dirigencia cubana con botellas de champán abiertas. Como diría mi difunta abuela: Caballero, es que se ven tantas cosas en este mundo. Víctor Hugo Pérez Gallo es un escritor cubano. Doctor en Sociología por la Universidad de Oriente y catedrático de Sociología de la Cultura. También trabaja temas relacionados con el poder, el género y el conocimiento. Ha publicado varios libros y monografías en Cuba, España, Francia e Italia, entre los que se encuentran: Algunas contradicciones epistemológicas de los estudios de las masculinidades en Cuba, La etnometodología aplicada a los estudios de género y Los endemoniados de Yaguaramas. 69
Jesús Arboleya Cervera
El fenómeno migratorio cubano: antecedentes, actualidad y perspectivas Se analiza el fenómeno migratorio cubano desde sus orígenes hasta la actualidad, las razones que explican la excepcionalidad de la política migratoria de Estados Unidos hacia Cuba y las primeras reacciones del Gobierno y la sociedad cubana hacia este fenómeno, así como la evolución que ha tenido este proceso en ambos países y otras partes del mundo. Además, las causas endógenas que determinan el fenómeno migratorio cubano actual, sus consecuencias para la sociedad cubana, las políticas posibles y sus perspectivas respecto al futuro de la nación y las relaciones con Estados Unidos.
Fotos: Shutterstock, fuente externa 70
E
xiste la percepción de que la emigración cubana hacia Estados Unidos comenzó a partir del triunfo revolucionario en enero de 1959. Sin embargo, desde finales del siglo XVIII el flujo migratorio hacia ese país fue significativo, hasta convertirse en el destino preferido de los migrantes cubanos. En términos absolutos, fue la segunda inmigración más nutrida de América Latina en el territorio norteamericano, después de la mexicana, y la mayor proporcionalmente si la comparamos con la población del país.
Antecedentes de los procesos migratorios en Cuba Durante el período colonial, los sectores más pudientes y algunos intelectuales criollos viajaban a Europa, especialmente España y Francia, para estudiar o hacer negocios. Pero una vez que Estados Unidos alcanzó su independencia, hacia ese país se movieron los flujos migratorios más importantes de Cuba. Desde 1820 pueden identificarse asentamientos más o menos significativos de criollos cubanos en Estados Unidos. En la década de 1870, esta cifra alcanzaba unas 12,000 personas.1 En Nueva York se concentraba el grueso de la élite criolla emigrada, pero en ese y otros lugares la mayoría eran trabajadores de diversas razas que emigraron atraídos por el fin de la Guerra de Secesión norteamericana, el inicio de la primera contienda independentista en Cuba y el traslado a Estados Unidos de una parte importante de la industria torcedora de tabaco cubano. La especialización y la alta concentración de la industria tabaquera dio lugar a la formación de comunidades de trabajadores cubanos en Cayo Hueso y Tampa, en la Florida, donde en 1890 residían más de 20,000.2 De hecho, estas ciudades se convirtieron en enclaves criollos perfectamente diferenciados, únicos de su tipo en el caso de latinoamericanos que no fuesen de origen mexicano. Es bien conocido el papel desempeñado por la emigración en la labor independentista de José Martí y en la formación del Partido Revolucionario Cubano en 1892. Con el advenimiento de la República de Cuba en 1902, Estados Unidos continuó siendo el lugar preferido de residen-
cia de una buena parte de la burguesía cubana y era bastante común que tanto esta clase como los sectores medios más pudientes enviaran a sus hijos a estudiar a esa nación y viajaran frecuentemente a ese país por razones personales, de negocios o en calidad de turistas, conviviendo con una masa de trabajadores que buscaban mejores oportunidades de empleo, según fuese la situación económica imperante y la política migratoria norteamericana en cada momento. Se calcula que en las primeras tres décadas republicanas más de 83,000 cubanos emigraron a ese país. La crisis económica de Estados Unidos en 1930 hizo descender el flujo durante algunos años, pero volvió a aumentar motivado por el incentivo de oportunidades generado por la Segunda Guerra Mundial y cerca de 100,000 también lo hicieron entre 1950 y 1958. Por lo que es posible calcular que, cuando triunfa la Revolución cubana, alrededor de 125,000 cubanos vivían en ese país.3 Hasta entonces eran recibidos y tratados como cualquier otro inmigrante de origen latinoamericano y el acto de emigrar no tenía ninguna connotación política ni para la sociedad cubana ni para la opinión pública internacional. Estos factores son los que cambian de manera radical a partir de enero de 1959, cuando la emigración no solo aumenta su volumen, sino que asume una función política contra el nuevo régimen, lo que explica el tratamiento diferenciado y excepcional que le fue otorgado por el Gobierno de Estados Unidos y la reacción del Gobierno cubano frente al fenómeno migratorio.
La emigración cubana a partir del 1.o de enero de 1959 Desde los primeros momentos, estimular la emigración procedente de Cuba quedó establecido como parte del proyecto norteamericano contra la Revolución cubana. Sus objetivos eran drenar al país del capital humano que requería la economía; crear en el exterior la base social y operativa de un movimiento contrarrevolucionario derrotado dentro del país, así como desprestigiar al nuevo régimen a escala internacional, sentando la matriz mediática de que la gente no emigraba, sino que huía de Cuba. 71
La política cubana nunca estuvo dirigida a prohibir la salida del país de las personas, sino a establecer acuerdos con Estados Unidos que garantizaran el orden de este proceso. No obstante, a la vez, se trató de desestimular la emigración mediante diversos recursos, incluso punitivos, y se promovió un rompimiento casi absoluto de los emigrados con la sociedad cubana. Dado el grado de polarización política existente, una actitud similar ocurrió en el otro bando, y el contacto con Cuba también devino un acto de traición a la «causa contrarrevolucionaria». Los primeros en emigrar fueron algunos personeros de la derrocada dictadura de Fulgencio Batista. Después, o al unísono, lo hicieron muchos que habían adoptado la ciudadanía norteamericana o tenían residencia permanente en ese país. Otros simplemente se aparecieron allí con visa de turista o sin ella, acogiéndose al asilo que pródigamente se les ofrecía. Cuando, en enero de 1961, Estados Unidos rompió relaciones diplomáticas con Cuba, hasta instituciones no gubernamentales, como la Iglesia católica, o ciudadanos privados vinculados a la CIA, estaban facultados para otorgar las llamadas visas weivers, concebidas para casos de extrema emergencia. A la oligarquía se le fue sumando el resto de los sectores más privilegiados del país, incluida buena parte del personal profesional y técnico mejor calificado, así como un determinado grupo de personas comprometidas con el antiguo régimen, que se vieron desplazadas de sus posiciones y estigmatizadas por sus vínculos con la dictadura. Su composición social reflejaba sus diferencias con la sociedad cubana. En 1960, menos del 7% de la comunidad de origen cubano en Estados Unidos era negra o mestiza y diez años después esta proporción descendió a 2.6%. En Cuba, esa proporción rondaba el 30% de la población.4 A finales de 1962, como resultado de la crisis de los misiles, cuando el mundo estuvo al borde de la guerra nuclear debido al problema cubano, el presidente Kennedy suspendió definitivamente los vuelos directos entre Estados Unidos y Cuba.
En el país quedaron varadas miles de personas que esperaban emigrar, lo que, unido a la aceptación indiscriminada de los inmigrantes indocumentados cubanos, creó un incentivo tremendo a la emigración ilegal, la cual alcanzó en ese momento uno de los niveles más altos de todo el período revolucionario: cerca de 30,000 personas en apenas tres años.5
En Cuba, la emigración fue definida como el «enemigo»
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La expectativa de emigrar, con un máximo de garantías de ser recibido y tratado de manera preferencial en un país altamente desarrollado como Estados Unidos, constituyó, por sí misma, un elemento desestabilizador de la sociedad cubana. La emigración por vías ilegales incorporó, además, una faceta dramática al hecho migratorio, pródigamente explotada por la propaganda estadounidense. Ello determinó que el intento de salida ilegal fuese considerado un delito por la legislación cubana y se desplegara un amplio sistema de vigilancia para evitarlo. De resultas, mientras la lógica de los procesos migratorios establece el precedente de que son los países receptores los encargados de controlarlo, en el caso cubano ocurrió todo lo contrario. Mientras el país receptor los recibía indiscriminadamente, el emisor era el encargado de establecer los controles migratorios. El objetivo de Estados Unidos era promover la idea de emigrar y, a la vez, reducir las posibilidades de hacerlo por vías legales, para así incentivar la opción ilegal, siempre y cuando su volumen pudiera ser controlado por Estados Unidos, para lo cual contaba con el interés de la parte cubana de evitar el caos resultante de una situación que podría, incluso, justificar acciones militares de ese país contra Cuba. Sin embargo, esta ecuación se ha visto alterada cuando el Gobierno cubano ha estado dispuesto a asumir los riesgos que implica autorizar las salidas ilega-
Letrero de mediados de los sesenta en el muelle de Key West
les, con tal de presionar a Estados Unidos respecto a esta política. Tal fue el caso de la apertura del puerto de Camarioca, en 1965, cuando en barcos contratados por sus familiares residentes en Estados Unidos emigraron unas 2,700 personas. A pesar de que el volumen no fue relevante, la posibilidad de que se creara un flujo incontrolado de cubanos hacia Estados Unidos instó al Gobierno de ese país a firmar lo que se dio en llamar Memorando de Entendimiento, en realidad, el primer acuerdo entre ambos países para organizar el proceso migratorio, un objetivo de la política cubana, que se debatía en los conflictos que entrañaba esta situación. Cerca de 380,000 personas emigraron en los ocho años que funcionó el compromiso, incluyendo unos 10,500 que continuaron haciéndolo por vías ilegales. El 90% de ellas tenían familiares en Estados Unidos, lo que refleja que el proceso de reunificación familiar resultó bastante completo, teniendo un impacto notable en la conformación demográfica de la comunidad emigrada cubana y su posterior relación con Cuba, toda vez que estas personas dejaron escasos vínculos afectivos en el país.6 En 1973, el presidente Nixon decidió
finalizar el puente aéreo y suspender los acuerdos que le dieron origen, con lo cual retrotrajo el problema migratorio entre los dos países al estado en que se encontraba en 1965. En este momento, culminó el proceso de ingreso a Estados Unidos de unas 400,000 personas, en su mayoría de la clase media cubana, que, sumadas al primer grupo, completaban en 1980 una población cercana a 670,000 personas, dando origen a lo que hoy día se denomina el «exilio histórico». En Cuba, la emigración fue definida como el «enemigo» y rechazada por la mayoría de la población cubana, que los consideraba «vendepatrias» y «mercenarios» al servicio del imperialismo norteamericano. Mientras, en Estados Unidos eran tratados como «refugiados del régimen comunista», aunque la ley no los contemplaba como tales, y recibieron un trato preferencial, que incluyó la creación del Programa de Refugiados Cubanos (PRC), en febrero de 1961, el más amplio y costoso que jamás se haya aplicado en Estados Unidos a una masa de inmigrantes.7 Precisamente, para abaratar los costos de este programa y regularizar el estatus legal de los cubanos, la administración Johnson aprobó, en 1966, la Ley 73
de Ajuste Cubano, destinada a facilitar el estatus de residente a todos aquellos que habían arribado al país después del primero de enero de 1959 y hubieran permanecido de manera ininterrumpida más de un año en él. Esta política no cambió ni siquiera cuando, en 1977, Jimmy Carter asumió la presidencia de Estados Unidos y se inició un proceso de acercamiento por parte de ambos gobiernos. Carter evitó involucrarse en la firma de un nuevo acuerdo migratorio con Cuba, pero autorizó las visitas de los norteamericanos, incluyendo a las personas de origen cubano que vivían en el país norteamericano. Cuba, por su parte, como resultado de lo que se llamó el «Diálogo con figuras representativas de la comunidad cubana en el exterior», liberó a más de 3,600 presos políticos, casi la totalidad de los existentes entonces, aceptó su traslado a Estados Unidos y autorizó las visitas de los emigrados al país. A pesar de las amenazas y agresiones de los grupos terroristas, más de cien mil emigrados viajaron a Cuba en 1979, alrededor del 12% de la población de origen cubano de entonces. El humor cubano describió el proceso como «la conversión de los gusanos en mariposas» y el discurso oficial comenzó a tratarlos de manera más respetuosa, aunque buena parte de la población cubana rechazaba estos encuentros. Sin embargo, por diversas razones, las relaciones entre ambos gobiernos fueron deteriorándose y la propaganda oficial norteamericana continuaba alentando la emigración ilegal procedente de Cuba, con repercusiones dramáticas hacia lo interno y sus relaciones con otros países. Supera las posibilidades de este trabajo describir estas tensiones y sus expresiones populares, a veces excesivas y condenables, basta decir que, como consecuencia de las mismas, en abril de 1980 el Gobierno cubano decidió autorizar las salidas del país e irrumpió la llamada «oleada migratoria del Mariel», transformando los patrones migratorios cubanos hasta el momento y la política norteamericana al respecto.8
Los nuevos emigrados A diferencia de los emigrados anteriores, para quienes la Revolución no solo representó la pérdida de estatus, propiedades y privilegios, sino también la alteración del ámbito referencial político, ideológico y cultural en que se desenvolvían sus vidas dentro de la sociedad cubana, los «nuevos emigrados» ya no serán representativos de la vieja oligarquía cubana, ni gente de la clase media favorecida por el neocolonialismo, sino personas de origen humilde formadas dentro del proceso revolucionario. Por tanto, aunque no son ajenas a las exigencias impuestas por el enfrentamiento con Estados Unidos, las causas de esta nueva emigración ya no estaban referidas al pasado del país, sino que se habían incubado dentro del propio proceso revolucionario y respondían a dinámicas relacionadas con las condiciones en que se había desarrollado el socialismo en Cuba. De resultas, cualquiera que fuesen sus diferencias con el sistema cubano, reflejarán otra historia, así como también será distinta la manera en que fueron recibidos por la sociedad norteamericana y su inserción dentro de la propia comunidad de inmigrantes cubanos.
Los primeros en emigrar fueron algunos personeros de la derrocada dictadura de Fulgencio Batista
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En los seis meses siguientes, burlando controles y amenazas del Gobierno norteamericano, cientos de embarcaciones contratadas por emigrados cubanos arribaron a Cuba, trasladando a Estados Unidos unas 125,000 personas, lo que constituyó la ola migratoria más grande de la historia cubana y probablemente de Estados Unidos, afectando incluso el balance demográfico de Cuba. Tanto el discurso oficial cubano, como la reacción popular, anatemizaron a los emigrados del Mariel a niveles
Marines estadounidenses suben a un niño a un barco de refugiados a principios de los ochenta
solo comparables con los primeros momentos y se extendió el calificativo de «escorias» para describirlos. Estados Unidos, por su parte, transformó el patrón con que hasta ese momento habían sido tratados los inmigrantes cubanos y los trataron como los boat people, procedentes de Haití. No recibieron ninguno de los beneficios establecidos para los inmigrantes cubanos, muchos de ellos fueron considerados «excluibles» y recluidos en cárceles norteamericanas, y la prensa llegó a calificarlos como «representativos de la inmigración más despreciable de la historia de la nación».9 Los estereotipos de uno y otro lado no se sustentan en las investigaciones realizadas. En verdad, debido a las condiciones en que se produjo esta migración, dígase por medios relativamente seguros, sin restricciones cubanas ni capacidad de selección por parte de Estados Unidos, los marielitos constituyeron el grupo de emigrados más representativo de la sociedad cubana hasta el momento y el más diferenciado del resto de la emigración hasta entonces. En octubre de 1980, el Gobierno cubano decidió cancelar las salidas del país por el puerto de Mariel. Culminaba así un
proceso traumático para ambas sociedades cuyo balance político y social no había sido positivo para nadie, salvo para hacer evidente la necesidad de buscar un orden al problema migratorio cubano. Tal situación explica la aparente contradicción de que haya sido precisamente el gobierno de Ronald Reagan, enemigo acérrimo de la Revolución cubana, el que actuara en función de alcanzar algún tipo de entendimiento con el Gobierno cubano, lo cual se correspondía también con el interés de Cuba de evitar una escalada en el conflicto con Estados Unidos, ahora más propenso a desencadenar una agresión armada aprovechando cualquier excusa. En esta lógica, está la génesis de los acuerdos migratorios de 1984 entre los dos países. El Gobierno norteamericano asumió las negociaciones con el interés particular de resolver el problema de los declarados «excluibles», a los cuales se pretendía deportar a Cuba, así como frenar la posibilidad de «otro Mariel», y el Gobierno cubano aceptó estas condiciones a cambio del compromiso de Estados Unidos de admitir «hasta» 20,000 inmigrantes legales cubanos anualmente. 75
No obstante, firmados en un clima de máxima tensión, los acuerdos sufrieron diversos inconvenientes, entre ellos la falta de voluntad del Gobierno norteamericano de cumplir con las visas previstas y mantener su política de estímulo a la emigración ilegal, un aspecto que no aceptaron contemplar en el Memorando de Entendimiento Aun así, en esta etapa las salidas ilegales no reportaron un incremento, pero esta situación cambió radicalmente cuando, como resultado del desmantelamiento del campo socialista europeo a principios de la década de 1990, irrumpió en Cuba la crisis económica más profunda de su historia y se dispararon de nuevo los volúmenes de salidas ilegales. La crisis económica es, por ende, el fenómeno que signa las particularidades de los cubanos que emigran a partir de ese momento. Por primera vez, el volumen de la emigración ilegal superaba en mucho a la que ocurría por vías legales. A pesar del «síndrome del Mariel», la política norteamericana jugó nuevamente a la estimulación de la emigración ilegal como recurso desestabilizador de la sociedad cubana, confiada en que las restricciones impuestas por Cuba a estas salidas las mantendrían dentro de volúmenes manejables por Estados Unidos. La presión migratoria ilegal resultante de la crisis económica desembocó en desórdenes sociales en el verano de 1994, por lo que, el 12 de agosto de ese año, el Gobierno cubano decidió abstenerse de controlarlas y 36,000 personas se lanzaron al mar en embarcaciones rústicas, en la confianza en que serían rescatados por los guardacostas norteamericanos, como había ocurrido hasta ese momento, dando inicio a lo que se dio en llamar la «crisis de los balseros cubanos». Sin embargo, la administración Clinton anunció que impediría la entrada de los «balseros» al territorio de Estados Unidos, por lo que, siguiendo la experiencia aplicada a 21,000 haitianos allí concentrados, más de 30,000 fueron trasladados a bases militares en Guantánamo y Panamá, con lo cual se eliminaba la posibilidad de que fuesen considerados para el otorgamiento
de asilo o recibieran los beneficios de la Ley de Ajuste Cubano. Entre las presiones convergentes de la extrema derecha de origen cubano, que exigía arreciar la política hacia Cuba, y buena parte de la opinión pública estadounidense, que se expresaba a favor de la búsqueda de una solución definitiva al problema, Clinton optó por una solución intermedia, que consistió en negociar un nuevo acuerdo migratorio con Cuba y, al mismo tiempo, establecer nuevas medidas punitivas contra el país, creando un clima que desembocó en la aprobación de la Ley Helms-Burton, mediante la cual adquirieron categoría legal todas las medidas impuestas a Cuba y se establecía que solo el Congreso podía eliminarlas o enmendarlas, bajo la condición del derrocamiento del régimen cubano y el establecimiento de un gobierno que, bajo el
La emigración ilegal superaba en mucho a la que ocurría por vías legales
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control norteamericano, satisficiera las condiciones impuestas por Estados Unidos. El nuevo convenio migratorio, que aún rige las relaciones migratorias entre los dos países, fue firmado el 9 de septiembre de 1994 y ampliado en mayo de 1995. Esta vez, Estados Unidos se comprometió a conceder «un mínimo» de 20,000 visas anuales, así como devolver a los emigrantes ilegales que fuesen capturados en alta mar y suspender la práctica de otorgar asilo automático a quienes lograran arribar por vías ilegales al territorio estadounidense. El Gobierno cubano, por su parte, se comprometió a recibir de vuelta a estas personas y no tomar medidas judiciales contra ellas, así como evitar las salidas ilegales por «medios pacíficos».10 Aunque, como vimos, el acuerdo de 1994 establece que el Gobierno de Estados Unidos descontinuaría la práctica de conceder estatus de inmigrantes a aquellos que llegaran de manera
En 1980, a los que llegaron en los primeros barcos desde el puerto de Mariel se los alojó en la base aérea de Boca Chica, en Key West
irregular a ese país, este compromiso fue unilateralmente descartado en 1999, estableciéndose la distinción de «pie seco/pie mojado» o lo que es lo mismo: los que fuesen interceptados en el mar serían devueltos a Cuba, pero los que lograran pisar suelo norteamericano serían acogidos como de costumbre. La consecuencia es el contrasentido de alentar que aquellos que no califican para la obtención de visas lo intenten ilegalmente y, por demás, se premia a los que logran burlar la vigilancia norteamericana. De cualquier manera, como resultado de estos acuerdos, la comunidad de origen cubano ya no es la misma que caracterizó al «exilio histórico». Se modificaron factores clave como la composición social de los inmigrantes y sus experiencias de vida previas, con sus consiguientes consecuencias culturales, políticas y económicas. Más importante aún, se transformó la visión de la sociedad cubana respecto al fenómeno migratorio y las relaciones con los emigrados, generando importantes transformaciones del discurso y la política oficial al respecto. Precisamente, las relaciones con Cuba marcan el punto de demarcación de las diferencias
políticas entre el «exilio histórico» y los «nuevos emigrados», lo cual se expresa de muchas maneras, incluyendo el comportamiento electoral. Ello reviste una importancia política estratégica para Cuba, toda vez que el rechazo a estos contactos, condicionándolos al derrocamiento del régimen cubano, ha sido una premisa del discurso contrarrevolucionario, a partir del cual se ha fraguado el mito de la supuesta excepcionalidad de la inmigración cubana y compulsado su cohesión bajo principios muy conservadores, lo cual ha influido en la integración de estas personas en la sociedad norteamericana, hasta dar forma a lo que se denomina como «comunidad cubanoamericana».
Las características de la emigración cubana actual y sus implicaciones demográficas para Cuba El fenómeno migratorio repercute de manera integral en la sociedad cubana, así como en sus relaciones con el resto del mundo, lo que lo convierte en uno de los asuntos más complejos y relevantes de la situación nacional y el futuro del país. En los últimos quince años han emigrado de 77
Cuba entre 20,000 y 46,000 anualmente y todo indica que esta continuará siendo la tendencia, al menos hasta el 2030. Se trata de flujos migratorios de rostro preferentemente femenino, joven y de elevada calificación, si la comparamos con los estándares internacionales. El potencial migratorio de la población cubana ha sido calculado entre 781,000 y 826,000 salidas netas en este período. Entre otras consecuencias, esto tiene un impacto considerable en la composición demográfica cubana, ya que los pronósticos indican que en los próximos 20 años se producirá una reducción de la población y su envejecimiento relativo, siendo uno de los factores influyentes en esta dinámica la sostenida tendencia a la emigración y la escasa inmigración que se reporta en el país.11 En su mayor parte, el flujo migratorio cubano está dirigido hacia Estados Unidos, debido a su alto nivel de desarrollo. Allí existe una política que los favorece, mayores oportunidades de inserción en el mercado laboral y redes sociales que facilitan su establecimiento en ese país, todo lo cual deviene un atractivo para la continuidad del proceso migratorio. No obstante, otros destinos también se diversifican y fortalecen, como resultado de la «calidad» del emigrante cubano y las facilidades que brinda la política migratoria cubana, lo que ha contribuido a un mayor grado de «circularidad» de estos flujos.
Tendencias y perspectivas del siglo XXI Aunque favorecida por un entorno internacional que la trata de manera excepcional –especialmente en el caso de Estados Unidos–, la emigración constituye un fenómeno básicamente endógeno y endémico de la sociedad cubana. Desde el punto de vista económico, está condicionado por la contradicción existente entre el desarrollo de un alto capital humano y la existencia de un mercado laboral nacional que no está en condiciones de satisfacer plenamente sus expectativas, como consecuencia del nivel de desarrollo existente en el país. Bajo estas condiciones, la emigración responde a problemas estructurales de la economía y de cierta manera disminuye sus tensiones, aun78
que a su vez puede tener efectos dañinos para su desenvolvimiento, en tanto involucra a los sectores más productivos de la población. A ello se agregan problemas de naturaleza cultural, relacionados con las tendencias que imperan en el mundo. En la actualidad, los migrantes internacionales cubanos traspasan las fronteras no solo en busca de contextos sociopolíticos diferentes y mejoras económicas, sino que se suman otras expectativas de realización personal y proyectos de vida, que complejizan los factores motivacionales del fenómeno migratorio y obligan a la profundización de los estudios y acciones sobre esta problemática.12 Los migrantes más recientes responden a patrones migratorios y de inserción cada vez más cercanos al comportamiento migratorio regional y global, con una tendencia a los desplazamientos temporales, a la incorporación al mercado laboral en los sectores de los servicios, la construcción y el comercio, a la vez que está dirigido hacia las grandes ciudades, especialmente de Estados Unidos, pero también de Europa y otras regiones, incluida América Latina. A partir de la puesta en vigor del Decreto-Ley No. 302, modificativo de la Ley de Migración de 1976, prácticamente toda la emigración posterior a enero del 2013 asume un carácter «temporal», en la medida en no pierde sus derechos en el país y puede regresar cuando así lo desee si cumple con las normas establecidas al efecto, lo que se aviene a la práctica internacional respecto a los derechos de los migrantes. Resulta evidente el desarrollo del fenómeno del «trasnacionalismo» de la emigración cubana, que se define por la interacción de los migrantes con el país receptor y el de origen. Se trata de una tendencia mundial que aparece evidenciada en el caso cubano por las crecientes visitas al país, el envío de remesas y los procesos directos e indirectos de inversión en la economía cubana, así como por necesidades culturales y filiales, debido a la estrecha relación de los nuevos migrantes con la sociedad cubana. En el caso de Estados Unidos, estas condiciones se trasladan a los descendientes, debido a las exigencias identitarias que impone la sociedad norteamericana a los diversos grupos nacionales y étnicos que allí conviven, sin integrarse plenamente.
Tendencias de la emigración cubana por regiones y países
Características de la emigración cubana en terceros países y sus implicaciones internacionales
Tendencias de la emigración cubana por regiones Regiones América Latina Europa América del Norte
Estimados 120,838 248,329 2,055,053
África Subsahariana
6,162
Asia y Oceanía
1,153
África Norte y Medio Oriente Total
505 2,432,040
Según los registros de la Dirección de Asuntos Consulares y Cubanos Residentes en el Exterior (DACCRE) del Ministerio de Relaciones Exteriores, al finalizar el primer trimestre del año 2016.
Por otra parte, los diez países con mayor número de residentes cubanos (cierre: 31 de marzo del 2016) son: Tendencias de la emigración cubana por países Países
Estimados
1
EUA
2,028,253*
2
España
74,025
3
Italia
36,877
4
Venezuela
33,050
5
Canadá
26,800
6
Alemania
21,000
7
México
18,488
8
Ecuador
16,955
9
Costa Rica
11,000
10
R. Dominicana
10,000
*(Incluye a los descendientes)
Se ratifican Estados Unidos, España, Italia, Venezuela, Canadá, Alemania y México como los principales receptores de inmigrantes cubanos, mientras crecen en número e importancia otros destinos como Ecuador, Costa Rica y la República Dominicana, tendencia que al parecer se mantendrá en el mediano plazo. En resumen, se reportan cubanos en 128 países y el 98% se concentra en 20 naciones, aunque Estados Unidos acumula cerca del 80% del total.
Aparte de los acuerdos con Estados Unidos, Cuba ha firmado Memorandos de Entendimiento respecto al tema migratorio con solo seis países (México, Bahamas, Islas Caimán, República Dominicana, Jamaica y Panamá), lo que indica que se requieren mayores esfuerzos diplomáticos para regular debidamente este fenómeno. No obstante, el asunto migratorio ha dejado de ser una fuente importante de fricciones con otros países, como ocurría en el pasado, e incluso ha sido bien recibida la intervención y las posiciones cubanas en acontecimientos que involucran a migrantes cubanos que abandonan el país legalmente pero utilizan rutas ilegales para llegar a Estados Unidos, como ha ocurrido recientemente en Centroamérica. Según estadísticas de la DACCRE, alrededor del 93% de los cubanos residentes en estos países está inscrito en los consulados y existen 156 asociaciones de cubanos, en 76 países, que apoyan las relaciones con Cuba y se mantienen de alguna manera vinculados al país. A ello se suma que, aunque nunca dejan de existir excepciones, las organizaciones contrarrevolucionarias prácticamente han desaparecido en los mismos, revirtiéndose un proceso de internacionalización de la contrarrevolución externa, que tuvo una expresión bastante extendida hasta finales del pasado siglo.
Las relaciones migratorias con Estados Unidos Según el Buró del Censo de los Estados Unidos, en ese país residen poco más de dos millones de personas de origen cubano. De ellos, el 70% vive en el estado de la Florida. La mayoría, en el condado de Miami-Dade y las regiones limítrofes a este, y constituyen el grupo latino de mayor concentración demográfica del país. Del total de las personas de origen cubano, casi 1.2 millones (57%) nacieron en Cuba; el resto son nacidos en Estados Unidos de descendencia cubana. El 47% de los nacidos en Cuba lleva más de 20 años viviendo en el país norteño. El tratamiento preferencial de que han sido objeto ha contribuido a la rapidez del proceso de 79
Letrero de Castro y Obama en La Habana
asentamiento e integración en esa sociedad, al éxito económico relativo si lo comparamos con otros inmigrantes latinoamericanos y a la desproporcionada influencia política alcanzada a escala local y nacional. Dentro de los acuerdos migratorios de 1994 se aprecia un adecuado cumplimiento de Estados Unidos respecto a las cifras estipuladas, y las reuniones periódicas entre los dos gobiernos, encaminadas a vigilar su implementación, marchan con normalidad y contribuyen al diálogo generado por el restablecimiento de las relaciones diplomáticas. Por la parte cubana, los principales asuntos que hoy forman parte de la disputa son la continuidad de la aplicación de la Ley de Ajuste Cubano de 1966 y la interpretación de pie seco/pie mojado, dos temas política y jurídicamente muy complicados que están sujetos a posiciones encontradas dentro de la propia sociedad estadounidense. En su letra, la Ley de Ajuste se limita a otorgar facultades al fiscal general para establecer el estatus de residentes a los cubanos que hayan sido admitidos en Estados Unidos después del 1 de enero de 1959 y hayan permanecido físicamente en ese país por más de un año. Es cierto que, como ley, solo puede ser abolida o modificada por el Congreso, pero el 80
fiscal general puede aplicarla según sus criterios y eso amplía las facultades ejecutivas en su aplicación. En tal sentido, no debiera ser un problema «migratorio» para Cuba, toda vez que está referida a personas que ya fueron aceptadas en ese país por otros procedimientos. Pero ha sido interpretada como la sombrilla política que justifica la «excepcionalidad» de los inmigrantes cubanos, estableciendo el precedente de que siempre deben ser aceptados y no pueden ser deportados. Más grave aún, al ser codificada dentro de la Ley HelmsBurton y aprobada una enmienda que establece que solo puede ser revocada si cambia el régimen cubano, la hace violatoria de la soberanía cubana. Paradójicamente, es una de las políticas migratorias más exitosas aplicadas por Estados Unidos, pero se contradice con las tendencias xenófobas del debate migratorio en ese país y ha devenido contraproducente para la extrema derecha cubanoamericana, toda vez que adelanta las posibilidades de participación política de los nuevos emigrados y la conducta de estos se contrapone a sus intereses y debilita la credibilidad de su discurso político. La política de pie seco/pie mojado constituye una orden ejecutiva que no tiene peso legal y parte de la interpretación de que deportar a un cubano que pise suelo norteamericano viola el espíritu de la Ley de Ajuste. Establece una excepción de la Ley de Reforma a la Inmigración Ilegal (IIRA) de 1996, se aplica solo a los cubanos, es violatoria de los Acuerdos Migratorios de 1994, aumenta el peligro de aventura migratoria irregular, estimula el tráfico de personas y es fuente de conflicto de Estados Unidos con otros países. Aunque el Gobierno norteamericano ha ratificado sus compromisos con estas prácticas, la principal conclusión que podemos sacar de estos argumentos es que todos los instrumentos de la política migratoria hacia Cuba, dígase la Ley de Ajuste Cubano, la política de pie seco/pie mojado, incluso los Acuerdos Migratorios de 1994, perdieron las razones que le dieron origen y hoy resultan disfuncionales a los intereses de Estados Unidos, por lo que más temprano que tarde tendrán que ser modificados, estableciendo un nuevo escenario en las relaciones migratorias entre los dos países.
Una familia cubana que llegó a Estados Unidos desde el puerto de Mariel almuerza en el muelle de Key West
La evolución social de la emigración cubana y sus descendientes en Estados Unidos A partir de 1980 se aprecian cambios significativos en la estructura social de la comunidad cubanoamericana y sus actitudes políticas. Las razones están relacionadas con la creciente disminución por razones biológicas del llamado «exilio histórico», el arribo de los «nuevos emigrados» y la emergencia de las nuevas generaciones de descendientes de cubanos nacidos en ese país. Estas transformaciones han repercutido de diversas maneras en las inclinaciones políticas de esta comunidad y han influido a favor del apoyo al restablecimiento de relaciones con Cuba, sobre todo en el caso de los más jóvenes, donde los indicadores son ampliamente mayoritarios.13 La extrema derecha cubanoamericana puede ser considerada la gran perdedora en la actual coyuntura. En primer lugar, porque ha dejado de ser funcional a los intereses predominantes del sistema político norteamericano, lo que se evidencia en su desfase respecto al consenso mayoritario y el surgimiento de contrapesos muy importantes,
incluso dentro del Partido Republicano, lo cual les ha impedido articular una ofensiva decisiva contra la nueva política, aunque han logrado detener iniciativas positivas en el seno del Congreso. También les ha enajenado el apoyo de importantes grupos económicos cubanoamericanos y de otros sectores, así como ha tenido un impacto negativo en el electorado de este origen, inclinando la balanza de manera creciente a favor de sus contrarios, especialmente en el entorno de las elecciones presidenciales. Desde el punto de vista tendencial, esto reviste una importancia estratégica para el balance político en el seno de la comunidad cubanoamericana y para la propia influencia de la extrema derecha a escala nacional, toda vez que el tema de Cuba ha sido el elemento básico de cohesión de estos sectores y la base de su control sobre el resto de la comunidad, a partir de lo cual han tenido una presencia desproporcionada en el diseño y aplicación de la política hacia Cuba. La importancia para Cuba es que refleja el deterioro de las corrientes más hostiles hacia el país, lo que facilita el entorno en que tendrán que desarrollarse las 81
relaciones con Estados Unidos, así como se fortalecen en el seno de la comunidad cubanoamericana aquellas que facilitan el vínculo de Cuba con la emigración, en condiciones más favorables para el desarrollo de la nación cubana.
en términos ventajosos a la vida del país, para lo cual se requiere de una visión nueva sobre esta problemática, que supere tanto los prejuicios establecidos como las falsas expectativas que desconozcan la complejidad de este fenómeno.
Conclusiones
Notas
La emigración es un problema endémico de la sociedad cubana, lo que augura un saldo negativo en el futuro predecible, sobre todo porque los niveles de inmigración son muy escasos. Aunque esto tiene efectos económicos y sociales negativos para el país, debido al peso que tienen en la misma los sectores más productivos, esto puede atenuarse mediante el incremento de la circularidad de este proceso, así como la «trasnacionalidad» que se observa en las relaciones de los emigrados y sus descendientes con su país de origen. Desde el punto de vista político, este escenario se facilita en la medida en que la emigración ha dejado de ser la base social natural de la contrarrevolución, como fue concebida en sus orígenes, y la ampliación de los vínculos con Cuba plantea una nueva realidad, favorecida por el interés de la sociedad cubana de mantener vínculos con los emigrados. La propia experiencia cubana demuestra que la emigración no puede ser contenida mediante medidas restrictivas que tienen, a su vez, efectos políticos muy negativos hacia lo interno de la sociedad y las relaciones exteriores del país. La solución a la problemática hay que buscarla en la adopción de estrategias que potencien el desarrollo económico de la nación y faciliten que el vínculo con los emigrados contribuya también a este desarrollo. La emigración está inevitablemente vinculada a ciertos negocios con Cuba, ya sea aquellos que se desprenden de su contacto directo con la sociedad cubana; el interés de grupos específicos de invertir en Cuba, así como su participación en los emprendimientos que realizan empresas extranjeras, a los que pueden aportar su conocimiento, afinidad cultural y sus vínculos con la sociedad cubana. En las actuales condiciones, la política cubana está en mejores condiciones que nunca para influir sobre la emigración cubana y vincularla
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Gerald E. Poyo, “The Cuban Experience in the United States, 1865-1940”, Cuban Indies, 21, Center for Latin American Studies, University of Pittsburgh, 1991, p. 24. 2 Ibídem, p. 25. 3 Jesús Arboleya Cervera, Cuba y los cubanoamericanos: el fenómeno migratorio cubano, Casa de las Américas, La Habana, 2013, p. 21. 4
James and Judith E. Olson, Cubans Americans from trauma to
triumph, Twayne Publishers, New York, 1995, p. 84. 5
Mercedes Arce y otros, La emigración en Cuba, 1959-1990,
Universidad de La Habana, 1991, p. 5. 6
Félix Masud-Piloto, With Open Arms. Cuban migration to U.S.,
Rowman and Littlefield, New Jersey, 1988, p. 68. 7
Ibídem, p. 53.
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Desde el punto de vista cubano se trató de una emigración
legal, toda vez que las personas salían con su pasaporte debidamente habilitado. 9
Félix Masud-Piloto, With Open Arms. Cuban migration to U.S.,
Rowman and Littlefield, New Jersey, 1988, p. 94. 10
“Declaración conjunta de Cuba y Estados Unidos”, Gran-
ma, La Habana, 3 de mayo de 1995. 11
Antonio Aja y otros, Investigaciones del Centro de Estu-
dios Demográficos (CEDEM) de la Universidad de La Habana, La Habana, 2016. 12 13
Ibídem. Ver “2016 FIU Cuba Poll”, Florida International
University, Florida, 2016. Jesús Arboleya Cervera es un cubano doctorado en Ciencias Históricas. Profesor titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de Cuba y miembro del Tribunal Nacional de Grado Científico en Ciencias Políticas. Exdiplomático en la ONU y la Sección de Intereses de Cuba en Washington. Ha publicado diez libros relacionados con la historia de la Revolución cubana, las relaciones entre Cuba y Estados Unidos y el fenómeno migratorio cubano, así como ensayos en numerosas publicaciones nacionales y extranjeras. Su libro, Cuba y los cubanoamericanos: el fenómeno migratorio cubano, obtuvo el Premio Casa de las Américas en el 2013.
Eleazar D. RodrĂguez Navarro
ImĂĄgenes: Shutterstock 84
Identidades en libertad Se analiza la forma en que se constituye la identidad durante la infancia y el impacto que tiene la sociedad en dicho proceso. Al mismo tiempo, se establece la importancia que puede tener para la sociedad el hecho de fomentar crianzas sustentadas en la ética y la responsabilidad antes que en la prohibición o el cumplimiento obligatorio de ciertas normas sin una reflexión crítica por parte de las personas.
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a identidad es una concepción entrelazada a múltiples interacciones, tanto a nivel interno (biopersonal) como externo (sociocultural). La identidad define quiénes somos a través de lo que hacemos, cómo lo hacemos y con quiénes lo hacemos. Entonces, ¿puede una identidad ser libre si se encuentra en relación con la sociedad? Y más aún, ¿cómo una identidad libre lidia con el proceso de transformación individual y social? Ambas preguntas nos van a acompañar durante todo el texto, porque la identidad se forma en un contexto social, y ese mismo contexto acarrea exigencias y formas de ser, que son las que a su vez constituyen a la identidad. Esto implica que una identidad no podrá ser libre sin una dinámica social que la fomente. Las formas de esa dinámica social van cambiando con el tiempo, lo que implica cambios en los individuos que la habitan. Por tanto, ahondaremos sobre la posibilidad que tiene la identidad de ser una constante abierta a la transformación, al cambio, que es un aspecto al que las personas nos enfrentamos desde que nacemos.
Identidad, infancia y regulación La identidad es lo más preciado para cualquier persona. Ahí se incluyen las pasiones que la persona pueda tener; también sus actividades cotidianas, en qué trabaja, en qué estudia, cómo es en el día a día con su familia, con sus amistades. La identidad incluso se define por medio de terceras personas; el refrán “dime con quién andas y te diré quién eres” es un claro ejemplo de que nuestros vínculos sociales nos definen. Ese vínculo estrecho que permite que nos definamos por lo que hacemos y con quiénes lo hacemos lo aprendemos en la infancia. La infancia es un período de formación en el que aprendemos desde lo emocional. Desde esa forma de aprendizaje, esa aproximación emocional a las dinámicas que se nos presentan como naturales en la vida, nos queda marcada la idea de que la identidad es la mejor expresión que tenemos de nosotros mismos. Bajo esa idea comenzamos a definirnos, actuando cada día según un parámetro preestablecido (o que pensamos nos ha sido preestablecido por algo parecido al destino, a lo inevitable), y 86
este parámetro nos va afianzando en quiénes somos. La idea de identidad incluye desde pequeños detalles, como una forma de hablar particular o un estilo de música favorito, hasta símbolos más complejos, como un número de documento nacional o un apodo. El caso del apodo permite presentar la idea del proceso identitario que se da en la infancia. Un apodo, o sobrenombre, suele ser algo que una persona no elige, sino que es impuesto por alguien más, alguien que vuelve a nombrar a esa persona generándole una nueva identificación dentro de un grupo social. Cuando un sobrenombre se impone, la persona queda marcada en la categoría a la cual ese apodo remite. Digamos que en la familia de una persona se genera el apodo «el gordo». Esa persona va a incorporar como parte de su persona el hecho de ser «el gordo», ya no como una cuestión simplemente de contextura física, sino que se identificará con lo que sea para ser gordo (según su crianza cultural y sus ideas personales), como una categoría genérica, hasta que esa abstracción se haga carne en una forma única (que él vivirá como única) de ser «el gordo». La identidad funciona de forma análoga, pero su impacto siempre será más contundente que un sobrenombre porque la identidad que aprendemos durante nuestra infancia no solamente la conocemos mediante un apego emocional, sino que al mismo tiempo estamos aprendiendo a aprender el mundo, aprendemos a incorporar lo que entra a nuestra vida, y no lo percibimos como un medio de socialización, sino que lo experimentamos como si fuese la única posibilidad de existencia del mundo. Llegamos a creer que no estamos atravesando un proceso que implica aprendizaje. De esa forma incorporamos las dinámicas sociales como si fuesen parámetros de la naturaleza. En la infancia también aprendemos las tradiciones de nuestra familia, y ellas serán en nuestra formación los basamentos sobre los cuales nos ajustaremos a la sociedad. La familia se encuentra atravesada por la cultura de generaciones anteriores, por la sociedad que habita en el presente y por las normas estatales. Dentro de ese encuadre se forma nuestra identidad, y se nos adhiere como si fuese otra capa de piel.
Ahora bien, si por algo se caracteriza la infancia es por ser una etapa en la cual las personas no tenemos control sobre nuestros cuerpos, es decir, no tenemos la potestad sobre el manejo de nuestros tiempos ni nuestros quehaceres. Para todas estas decisiones tenemos durante la infancia la regulación impuesta por nuestros representantes (puede ser un familiar u otra persona legalmente habilitada). Lo que viene a ser un punto fundamental cuando hablamos de libertad, ya que entendemos la libertad como la capacidad de hacernos responsables de nuestras acciones, y para esto es necesario coexistir en una sociedad en la cual la regulación no sea meramente impuesta, sino determinada desde un basamento ético compartido. Cuando hablamos de la regulación impuesta no solamente nos referimos a lo que está prohibido, sino que también se establece lo que está permitido. Así, durante la infancia experimentamos el mundo como un lugar que no está en consonancia con nuestro albedrío; por el contrario, la realidad se nos impone predeterminada y ajena. Es acá donde juega un rol fundamental la naturalización con la cual aprendemos a aprender en la infancia. Esa naturalización da paso a que la sociedad nos deje de parecer ajena y nos empiece a parecer estructurada naturalmente de esa forma aprendida.
Entonces, adaptarnos a las regulaciones impuestas nos parece adaptativo e indispensable para vivir en sociedad. Y en cierto modo esto es correcto, la armonía de la dinámica social requiere que haya una adaptación entre los individuos que participan de una forma cuasipermanente en ella. Existe un proceso según el cual la sociedad define a sus individuos al mismo tiempo que sus individuos definen a la sociedad. Pero ¿de qué vale la armonía de la dinámica social si es una armonía impuesta, de la cual no nos hemos apropiado como individuos de acción e interacción?
Lo prohibido y lo debido La infancia es una etapa imprescindible a tener en cuenta cuando pensamos en cómo nos manejamos los individuos frente a la idea de libertad en la adultez. Para incorporarnos a la sociedad nos revestimos con nuestra identidad. Esta identidad, que vivimos como una formación sui generis, en realidad ha sido moldeada a través de regulaciones por medio de las cuales nos han enseñado qué está prohibido y qué debemos hacer. No es solo el hecho de pautar qué cosas se supone que una persona no debe hacer para convivir en sociedad, sino que en la infancia se nos inculca lo que la sociedad espera que nosotros seamos. 87
En el caso de la prohibición no estamos hablando de una sugerencia, sino que se presenta como algo directamente bajo sanción, ya sea por parte de los representantes o por la intervención directa del Estado. El niño no tiene la opción de entender lo prohibido y debe aprender a lidiar con la frustración que eso le genera. Ocurre algo semejante con la libertad de acción; las actividades que un niño pueda llevar a cabo estarán pautadas previamente por las mismas entidades que establecen las prohibiciones (Estado y representantes). Las identidades que se desarrollen bajo esa dinámica serán identidades sometidas a la regulación; y la regulación parecerá inherente a la vida misma. Porque, al no tener la potestad de establecer los propios límites y deberes, se fomenta una infancia sin responsabilidades, con lo cual se hace una entrega total de la existencia de los niños a la familia y al Estado. Bajo estas condiciones la libertad no será una experiencia que las personas tendrán durante la niñez. Entonces, la infancia vivida sin decisión sobre nuestros cuerpos se convierte en una herramienta de sumisión futura.
sean impuestas por el Gobierno entonces la dinámica social se irá estableciendo sola. Así se ha establecido una especie de fe en la democracia sin una visión crítica sobre la figura de la representatividad que esto implica en la dinámica social. Se llega así a una democracia de la inacción, en la cual una mayoría se encarga de elegir en cada elección quién será el pequeño grupo de personas que tomará las decisiones de importancia para el país, esperándose que esas decisiones sean las más convenientes para la mayoría; pero en esa ecuación se obvian variables indispensables con respecto a la cotidianidad y a la responsabilidad personal.
La sumisión se vuelve parte de la identidad del individuo a través de la identificación
La sumisión y la democracia viciada En todo gobierno un pequeño grupo de personas regula el campo de acción de la mayoría de la población de un Estado. Si dejamos de lado la forma específica de gobernanza, podemos ver que la forma en la cual se toman las decisiones políticas tiene en común la entrega de responsabilidad y de acción de una mayoría de personas a un grupo reducido, y en esa entrega de responsabilidades suele estar implicada la sumisión como principio. Es imprescindible hacer notar que la sumisión no es un objetivo de los gobiernos, sino que es algo que se da por supuesto; la entrega de responsabilidades que una mayoría hace a un gobierno es un acto naturalizado. Se ha establecido como una creencia el hecho de desprenderse de las responsabilidades sociales y personales de forma automática, y dependiendo de las regulaciones que 88
Primero estableceremos acá la relación entre la formación de identidades propensas a la sumisión y la democracia viciada; y luego trataremos sobre la importancia de las responsabilidades cotidianas. Cuando señalamos que la sumisión no es un objetivo del Gobierno es porque la regulación de los cuerpos se ha convertido en la base sobre la cual se apoyan muchas de las lógicas político-sociales de gobernanza estatal. Esta lógica establece que los niños no tienen la potestad necesaria para ser responsables y conscientes de prácticamente ningún aspecto de sus vidas; y es en la familia (como base de la sociedad) donde el niño aprenderá a entregar la responsabilidad a sus representantes sin crítica y sin revisión. Al mismo tiempo, el niño también aprenderá durante la infancia que sus representantes pueden ceder esas responsabilidades a terceras personas, generando la idea de que esas figuras serán desplazadas a lo largo de su vida. En un momento de la infancia los padres son quienes tienen toda la responsabilidad sobre el
niño (son sus representantes), son los padres quienes le dan carácter legal al niño ante todas las instituciones estatales, y en esa misma lógica de representatividad los padres se sienten habilitados para regular las prohibiciones y las acciones de sus hijos. Es un dato a tener en cuenta el hecho de que un niño no elige a sus representantes legales, sino que es un evento arbitrario de la naturaleza. Mientras el niño va interactuando en la sociedad, va viviendo la experiencia del traspaso de las responsabilidades: de los padres al cuerpo docente, esto es, alguien es responsable de decidir sobre qué aprenderá el niño y de qué forma lo hará, con lo cual los intereses del niño irán siendo moldeados y limitados; así mismo las responsabilidades pasarán de los padres a los médicos, que serán de ahora en adelante quienes determinarán la salud del niño, sobre lo que entrará y saldrá de su cuerpo, y también sobre la forma en la cual el niño deberá relacionarse con su cuerpo. A medida que el niño va creciendo ya no recae toda la carga sobre su familia, las instituciones estatales van alivianando la responsabilidad de los padres. Entonces, la entrega de responsabilidades no se detiene, sino que, por el contrario, se va haciendo más abstracta y activa en todas las áreas de la cotidianidad. El individuo será ex-
puesto a las dinámicas del trabajo, de la justicia y de la gobernabilidad, para luego volver a entrar en la institución familiar, pero desde otro rol. En todas estas áreas la sumisión está presente. La entrega de responsabilidades es lo que da cierta sensación de homogeneidad a esa dinámica, y, debido a esto, esa forma de vincularse se vuelve parte de la identidad del individuo. La sumisión se vuelve parte de la identidad del individuo a través de la identificación. El individuo se identificará con las personas que lo representan; buscará elegir, dentro de las opciones que la sociedad plantea como posibles, algunas figuras con las cuales su identidad se sentirá representada en las distintas áreas de la vida. Para esto existen marcas de ropa, equipos deportivos, marcas de autos, tipos de alimentos, etc. Lo que alguna vez fue el ocio, el mercado, los placeres, ahora funciona como parte de un mundo de consumo que tiene como resultado el afianzamiento de la identidad. Esto tampoco es un plan orquestado por alguien en específico, simplemente una secuencia de eventos que resultaron de generaciones de formación de niños sin responsabilidad sobre sus cuerpos, sin control sobre sus identidades. Porque se ha llegado a pensar que la protección de un 89
grupo de personas se basa en la sobreprotección, en ofrecer todas las seguridades sociales sin ningún tipo de responsabilidades a tener en cuenta. Y ha traído a su vez como consecuencia una dinámica político-social que se sirve de una forma de democracia adaptada a su vez a esa lógica identitaria. Porque así como un niño no elige a sus representantes, un individuo adulto tampoco los elige en su totalidad, hay en ambos casos un grado necesario de conformidad. Es decir, por un lado existen las elecciones democráticas, pero el panorama electoral es similar a la forma en que se constituye la familia: puedes tener tíos y abuelos con los que te identificas y con quienes te encantaría vivir, pero siempre la última palabra recae sobre tus padres. En el caso de las elecciones se pueden plantear varias opciones de candidatos que te pueden llamar la atención, pero al ir a la votación definitiva, la opción suele estar siempre entre dos personas, una que será más de tu agrado que otra, quizás porque tienes de base la preferencia de un partido político ya que eso también es parte de la formación de la identidad. Se desprende de esto el otro punto, que es la responsabilidad en el día a día. La sumisión y el conformismo que la acompaña, a pesar de estar naturalizada en la dinámica político-social, es el 90
resultado de la entrega de las responsabilidades en la cotidianidad. Esta entrega ha fomentado el establecimiento de gobiernos paternalistas, que a su vez se han inyectado en el funcionamiento democrático de los Estados nacionales, llevando al desarrollo de Estados paternalistas. En estos Estados no solamente ha habido un crecimiento ostentoso de la demagogia en las campañas políticas, sino que además se ha establecido la lógica del Estado de Bienestar como una especie de piso de acción. La lógica paternalista del Estado de Bienestar, al cual Friedrich Hayek se refirió como una carta de presentación más sutil de los socialistas enmascarados, se ha basado en las creencias y en los ideales sociales como si fuese parte de un desarrollo civil evolutivo. Es decir, los valores del Estado de Bienestar se han naturalizado como parte de una sociedad más justa y equitativa, y esto ha llevado a que ya no sean vistos desde una perspectiva crítica, sino que sean incorporados a la cotidianidad de forma automática, sin contemplar el contexto social que llevó a su desarrollo. Esta forma acrítica y automática de incorporar valores y normas sociales da paso a que se establezca una falsa relación entre una sociedad más óptima para todas las personas y la entre-
ga de las responsabilidades, o lo que es igual, la sumisión a las regulaciones impuestas por los representantes institucionales y estatales. Podemos ejemplificarlo parafraseando a Friedrich Hayek cuando afirma que ante la opción de la libertad en el área laboral se genera una tensión entre los emprendedores y los empleados. Principalmente, cuando los emprendedores son individuos que toman riesgos, riesgos económicos y sociales; en cambio, los empleados buscan estabilidad en la relación de dependencia con su patrón. Es en esa relación de dependencia en la que el empleado entrega la responsabilidad de su día a día al emprendedor, y, al mismo tiempo, el emprendedor está asumiendo sus responsabilidades en el momento en que se arriesga. El riesgo del emprendedor es económico y social porque se está jugando no solamente un salario, sino que está implicándose en la transformación de la dinámica social. Es en la transformación de la dinámica social entre ciudadanos comunes donde intervienen las lógicas estatales paternalistas.
La identidad es lo más preciado para cualquier persona
Pero es imprescindible que las medidas paternalistas o demagógicas sean analizadas independientemente de si se catalogan de socialistas o de capitalistas, porque es tan paternalista una medida estatal que regula las relaciones entre los emprendedores y sus empleados, como otra que establezca cómo se potenciará un determinado grupo de empresas o empresarios por encima de negocios y comercios de otra índole. En ambos casos la regulación se está imponiendo sobre la dinámica de los individuos. Este efecto de naturalización de la entrega de las responsabilidades, y de la imposición de las regulaciones, es asimilado durante la constitución de la identidad. De esta forma se estanca la dinámica de la transformación social, ya que a través de
nuestra identidad actuamos y vivimos el día a día. Además, podemos apreciar que la entrega de responsabilidades y la imposición de las regulaciones no tienen una coordenada política específica, no hay ninguna propuesta ideal que en el momento de la práctica pueda eximirse de caer en esta lógica social. Por eso decimos que no es una planificación hecha por un grupo de particulares, sino el resultado de cómo se ha desarrollado el proceso de formación de individuos dependientes o anexados a un Estado sobreprotector. Esta manera de relacionarnos con el entorno parte de una base constitutiva y generacional. Y se encuentra no solamente en las identidades sumisas que buscan una protección paternalista, sino que también las personas que actúan de forma paternalista restringen las vías a otras dinámicas posibles. Es decir, las identidades que no son sumisas, pero que son identidades sobreprotectoras o dominantes, también forman parte de la dinámica que hemos venido describiendo. Una identidad dominante tampoco toma riesgos, sino que entrega su responsabilidad a un orden mayor, sea una identidad abstracta de índole político, religioso o moral. Pensemos el caso de los padres en una familia. Los padres ejercen el rol de representantes y son responsables del niño, pero la forma en la cual esta responsabilidad se ejerce está regulada por la ciencia contemporánea o por los mandatos estatales o sociales, siempre pudiendo encontrar una manera en que no tengan que arriesgarse en la experimentación individual de ser padres, sino que puedan adherirse a la regulación del momento. Este ejemplo muestra cómo el eje democrático se va moviendo a la concepción de la democracia viciada, en la cual nos encontramos con gobernantes que respaldan sus propias acciones en un orden mayor, ya sea en la figura abstracta del pueblo, o la iglesia, o el mercado. Estos señalamientos buscan ser una advertencia para volcar la mirada lejos de las utopías, lejos de las idealizaciones que se pretenden mostrar como la panacea a todos los problemas sociales. 91
Por el contrario, la mirada hay que colocarla en el día a día, en las acciones cotidianas, esas acciones que nos van construyendo como individuos, porque son las mismas acciones que construyen a nuestras familias, a nuestras sociedades y a nuestros países.
La cotidianidad, el cambio y la ética Cuando una persona contempla la posibilidad de su propia vida en libertad, se posiciona en una ética interactiva y se instala un elemento esencial en su forma de pensar y de actuar; ese elemento es el cambio. El cambio lo podemos entender como la capacidad de ser flexibles ante otras formas de vivir e, incluso, como la audacia de aproximarnos a cosas, personas o eventos que ya conozcamos, desde un lugar inexplorado en nuestra curiosidad y nuestro entendimiento. Podemos decir que está relacionado con la apertura imaginativa de poder aprender desde otras lógicas de pensamiento. En este sentido, la capacidad de cambio y el aprendizaje, como funciones del día a día, están en interacción con el proceso ético del individuo. Para que una identidad se establezca abierta al cambio, el individuo debe desarrollarse en un ambiente que le permita confiar en sí mismo, sin generar una dependencia entre su identidad y las regulaciones impuestas. Si el individuo no toma responsabilidad de sus actos, entonces el único orden que podrá arreglar su mundo, la única forma de tener una existencia lógica, será por medio de las regulaciones impuestas. En otros términos, su identidad estará enraizada en los roles sociales y las instituciones, con lo cual su flexibilidad para asimilar nuevas ideas será mermada. Este rechazo a lo nuevo, a lo distinto, y, por tanto, al cambio, es en última instancia un rechazo a la posibilidad de libertad propia y a la libertad de otras personas. Ahora bien, los roles sociales y las instituciones cumplen una labor en las sociedades, es a través de estos que se van transmitiendo los basamentos
del desarrollo cultural de las respectivas poblaciones. Aun así, incluso las mismas tradiciones se van transformando en el tiempo con la dinámica social. Estos cambios que se dan en las tradiciones sociales también permiten la adaptación a nuevos contextos sociohistóricos y forman parte de la realidad mundial contemporánea. De hecho, las poblaciones que deben migrar de sus países de origen suelen tener conflictos para adaptarse a la sociedad del nuevo país de acogida porque se manejan con otros patrones de vida; también sucede que quienes han vivido décadas fuera de su país de origen, cuando intentan volver, tienen problemas en adaptarse a los cambios que su sociedad de pertenencia ha atravesado. Esto puede suceder porque las personas se han aferrado de forma inflexible a las tradiciones de su cultura natal; en este ejemplo de las migraciones podemos tener a un extranjero que se afiance en el rol de extranjero, y para hacerlo buscará exacerbar rasgos que se atribuyan como determinantes de su nacionalidad en el nuevo país que lo acoge, incluso si esos rasgos son exageraciones caricaturizadas (o conservadoras) de la cultura de su país de origen. Esta carencia de flexibilidad ante lo nuevo suele ser una reacción de desconfianza por parte de quien migra a otra cultura, principalmente porque se pone en juego su identidad cuando las instituciones y los roles culturales cambian.
La imposición socava la formación de la ética en el individuo por esa misma forma no interactiva que le es inherente
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Entonces, si la identidad está fundamentada fuera del individuo, esto es, cuando la identidad se establece sobre la regulación impuesta por la estructura de los roles sociales y las instituciones, todo lo que esté por fuera de esa estructura será una posible amenaza a la existencia del
individuo. Como resultado, el individuo se encerrará en sí mismo y no habrá espacio para la experimentación, lo que llevará a que su forma de relacionarse con otras personas dependa de la regulación impuesta por, digamos, las instituciones del Estado. Un individuo así se adhiere a la sumisión de las regulaciones con tal de sentir que el resto de las personas también deberá responder a la misma sumisión; su seguridad será más grande mientras mayor sea la regulación impuesta, porque su confianza no está en él mismo ni en las demás personas, sino que reposa en una idea abstracta. Esa idea abstracta puede ser el sistema legislativo, o una figura más específica, como una figura paterna (en la escuela puede ser un director, en la calle un oficial de policía, en el trabajo un jefe, etc.). Aunque, mientras menos específica sea la figura a la cual se le entregan las responsabilidades, más confianza generará, con lo cual las instituciones y los roles sociales serán una mayor fuente de confianza que las personas concretas que se encuentren ejerciendo cotidianamente las responsabilidades asignadas a esas posiciones sociales. Por ejemplo, un individuo puede creer y confiar en la figura institucional del presidente de
la República a pesar de que desconfíe de la persona que actualmente ejerce esas acciones. Esta desconfianza que los individuos tienen sobre sí mismos y sobre las otras personas trae apareado el hecho de creer que las otras personas no sabrán administrar sus libertades. El individuo elige sacrificar su libertad y conservar su identidad para mantener la vida que ha conocido desde que es niño. Ahora retomemos los tres elementos con los cuales venimos relacionando el vivir en libertad: el cambio, la cotidianidad y la ética. Si las acciones del día a día no son vividas como oportunidades de aprendizaje sino como una repetición mecánica que hay que llevar a cabo para cumplir con las regulaciones impuestas, se estarán cerrando las puertas a las posibilidades de innovación, de cambio. Este cierre ante el cambio, así como la cristalización de la dinámica cotidiana, está directamente afectado por carecer de una ética al momento de constituirse la identidad del individuo. Porque el desarrollo ético es inherente a un aprendizaje flexible y abierto al cambio, ya que es una manera contundente de desestimar las imposiciones que se pretendan establecer para regular las interacciones sociales. 93
Para esto se debe fomentar una infancia abierta a la participación que cuente con dos elementos fundamentales: por un lado, que el niño pueda decidir sobre sus acciones, para que su identidad se forme a partir de inquietudes propias sobre el mundo, resultado de su experiencia personal, las cuales le permitan adentrarse en la vida como un experimento, y por el otro lado, que el niño pueda tener un conocimiento consciente de las prohibiciones que los representantes y la sociedad establecen. En ambos casos son imprescindibles la conversación, el consenso, la aceptación y el aprendizaje entre el niño y los representantes. Así el niño podrá apreciar la necesidad de ciertas normas y valores prácticos inherentes a la convivencia en comunidad, para luego irlos incorporando poco a poco, de forma tal que cuando el niño reconozca que la vida es siempre compartida con otras personas pueda reconocer también la importancia de los límites y de las acciones. Los individuos que se forman bajo estas lógicas participarán en la transformación de su cultura, al mismo tiempo que podrán reconocer las bases necesarias para la convivencia de la comunidad.
Sobre la ética La ética no es la moral de una sociedad impuesta a través de las instituciones en la identidad de un individuo. Primero, porque la ética se ge94
nera a través de la interacción y el aprendizaje, no de la imposición. Segundo, porque la ética está atenta a la experimentación y, por tanto, a los cambios del entorno; por el contrario, las instancias institucionales que buscan reproducir las mismas formas a través de nuevos individuos no toman en consideración los rasgos cualitativos de los cambios históricos, cerrando así la posibilidad a la experimentación de los nuevos individuos. Y, tercero, porque la ética se construye desde adentro de la conciencia de la persona, es inherente a la manera en que se construye la identidad. La ética de un individuo es una formación compleja y autocrítica que se da a conocer en las acciones y en las autolimitaciones que la persona establece al interactuar y compartir con su entorno. Ahora, vayamos analizando las distintas partes de esta idea de ética propuesta, donde la ética funcionaría como una constante en la constitución de la identidad del individuo. Es un proceso complejo por tratarse de una construcción, de un aprendizaje constante. El aprendizaje es parte de la cotidianidad, todos los días se aprende, incluso se puede aprender sobre temáticas que uno ya conoce, pero uno puede aprenderlas desde una nueva perspectiva. Esto lleva a nuevos planteamientos, a la formación de nuevos valores y a la generación de nuevas inquietudes que irán dándose en la estructura
identitaria del individuo. Cuando el aprendizaje está presente de esta forma, se establece un proceso de autocrítica en el cual el individuo no da por supuesto que sus acciones y sus limitaciones son las únicas opciones, aunque sí hayan podido ser las mejores para su vida. Esta capacidad de autocrítica abre la posibilidad de confiar en las otras personas, en que esas otras personas también tomarán las mejores acciones para sus respectivas vidas. De esta forma, aceptando las acciones propias y ajenas se van desarrollando las capacidades de diálogo, de experimentación y de aprendizaje. Hay que tener en cuenta que la complejidad implica que los procesos no se dan de forma lineal, sino que todos los elementos (aprendizaje, experimentación, diálogo, aceptación, autocrítica) están yuxtapuestos, y este es un rasgo crítico del impacto de la ética sobre las identidades dispuestas para la libertad, en donde la ética funciona como una constante y, por tanto, le da un sustento necesario a la identidad del individuo. La autocrítica implica a un individuo que se reconoce como tal y que es capaz de cuestionarse a sí mismo. El papel que realiza la autocrítica en la formación de la ética del individuo es abrir a la persona a las preguntas sobre su identidad, sobre lo que hace y sobre cómo se define a sí mismo. La autocrítica no implica pensar que todo lo que se hace está errado; por el contrario, el individuo
que es capaz de criticarse a sí mismo lo hace con confianza en su proceso personal, porque reconoce que la perfección no existe y que los deseos personales a veces se dejan llevar por instancias que no son necesarias, ni positivas para uno mismo o para el entorno. Es por esto que el individuo se permite generar otras formas de abordar una situación determinada, sea del pasado o del presente. Y es que la autocrítica implica permitirse a uno mismo generar otras opiniones y expresarlas, así sea en soledad; está en relación directa con el diálogo, con la posibilidad de escuchar a otras personas, y para esto el individuo debe haber vivido una infancia en la cual a él también lo escucharan, y donde su opinión tuviera un peso dentro del entramado social. La dinámica de escuchar, hablar, pensar, cambiar, que se da en la autocrítica, está relacionada con cómo las personas aprendemos a aprender (como ya vimos, es parte de la complejidad de la ética del individuo) y, por tanto, tiene un impacto sobre nuestras acciones. Recordemos que la identidad se muestra a través de lo que hacemos, cómo lo hacemos y con quiénes lo hacemos. Esa es la importancia de las acciones, con ellas le enseñamos (en el doble sentido de enseñanza-aprendizaje y de enseñar-mostrar) a nuestro entorno quiénes somos. Del mismo modo, las acciones que hacemos enseñan cuáles son las autolimitaciones 95
que nos hemos establecido. Entendemos con esto que las limitaciones no son verdades máximas impuestas desde una cadena de mando que siempre remite a un ente abstracto intangible, sino que son parte del accionar de las personas. El individuo tiene así tanta responsabilidad sobre sus limitaciones como sobre sus acciones. Por tanto, la dinámica social tendrá como base la confianza en las otras personas, en esas identidades cambiantes, y no en una regulación impuesta desde afuera del individuo, o desde arriba, si se piensa en jerarquías. De esta forma podemos ver que este proceso no se basa únicamente en el individuo particular, sino en su interacción y en la aceptación del accionar de las otras personas, ya que en esa aceptación el individuo aprende a reconocer sus autolimitaciones. Una persona que logre, desde la confianza y la aceptación, ser consciente de lo abstracto que es convivir con la totalidad de una sociedad, será capaz de reconocer, en interacciones específicas con otras personas, la necesidad de establecerse sus propios límites. Porque la aceptación de las acciones de las otras personas implica la cooperación para que todas las acciones sean llevadas a cabo. Así también, el establecimiento de las propias limitaciones tiene arraigado el reconocimiento de las condiciones sociales mínimas necesarias con que las demás personas tienen que cumplir para que las propias acciones puedan ser llevadas a cabo. Esto significa que el individuo participará activamente en las limitaciones que las demás personas establecerán para ellas mismas al momento de participar en el entramado social. La ética tiene esta forma de ir mostrándose capa por capa en la cotidianidad, dando paso a la lógica de la analéctica. Con la analéctica podemos imaginar la dinámica social más allá de la interacción concreta que dos personas tengan. Es decir, el individuo no puede abarcar la totalidad de la sociedad para transformarla con sus acciones, de hecho, un individuo ni siquiera puede abarcar la totalidad de otro individuo. Por esto la ética implica la confianza en el otro, porque nunca va a haber una seguridad de que se forme entre dos personas un complemento idóneo de acciones y limitaciones, además de que siempre 96
habrá más personas influyendo directa o indirectamente en esa interacción. Mucho menos se puede esperar que una persona pueda impactar a la totalidad de la sociedad, a menos que ese impacto sea unidireccional, desde el individuo hacia la sociedad sin que medie un proceso interactivo. En este sentido unidireccional se lleva a cabo la imposición. La imposición socava la formación de la ética en el individuo por esa misma forma no interactiva que le es inherente. Por medio de la imposición se debilita la confianza en el otro, porque se esperará que el otro se amolde a nuestras formas sin discusión al respecto. Por medio de la imposición se debilita la autocrítica, porque la costumbre de amoldar a las demás personas a lo que uno está acostumbrado hace que uno no se abra a la escucha de otras ideas, ni propias ni ajenas. Por medio de la imposición se debilita el aprendizaje, porque todas las eventualidades sociales se dan por supuestas. Por medio de la imposición se debilita la libertad, porque las limitaciones y las acciones de la persona no estarán mediadas por una inquietud interna, y entonces las interacciones que el individuo establezca con su entorno serán más precarias, menos experimentales, y la vida le parecerá más monótona. Esa monotonía hará sentir seguro al individuo. E incluso pensará que su identidad depende, o está entrelazada a esa sensación, a esa seguridad que se gesta en la regulación impuesta. Pero esa seguridad es una costumbre de la infancia y puede ser desplazada del suelo de las regulaciones impuestas al terreno de la ética mientras la sociedad, en la cual se forma la identidad, ofrezca las herramientas para su desarrollo. Eleazar D. Rodríguez Navarro. Psicólogo venezolano y educador. Cursó la Maestría en Psicología Social Comunitaria en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Trabajó como educador popular desde una pedagogía crítica en una escuela comunitaria donde se abordaban en profundidad las temáticas de género y diversidad. Publicó la ponencia Hegemonía: Regulación del cuerpo y del deseo en el I Congreso de Teoría Social Latinoamericana, y la ponencia ¿Cuerpos sin género? El patriarcado y los microfascismos en la XI Jornadas de Sociología de la UBA.
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