2 minute read
Los manirrotas
Los Manirrotas
Se creían campeones con los coches que mangaban, tres redomados ladrones. Progresaron a base de pescozones en un ambiente viciado. Por la noche,
Advertisement
robar era su afición, y su delirio, el sentirse acorralados, fumar porros, ser temidos por la banda “los Cachorros” en el barrio trasnochado de los lirios.
Cada tarde, en cónclave resolvían
sus perfidias. Con los Cachorros trataban de dividirse la ciudad. Si aceptaban, bien, si no, los navajones relucían
como espejos a los rayos de la luna. Menos fieros, los Cachorros, se arrugaban. Las navajas de inmediato se guardaban y el respeto se imponía. Y a la una,
más o menos, comenzaba la jornada. Con el corsa o con el furia sustraídos
se excitaban y decían: «pan comido». Y ora un trompo, un giro, una escapada…
La autopista, toda suya, despejada. El pedal contra la chapa comprimido. El riesgo de palmar, más que asumido. El interés por vivir, nada de nada.
El dinero que agenciaban no lucía, porque igual que lo adquirían lo quemaban.
La salud hacía tiempo flaqueaba y la angustia de no ser se repetía.
Una noche, cuando el mundo parecía detenerse ante sus pies, llegó la nada: La autopista se encogió en una arcada. La añosa morera que al fondo se erguía
sintió el seco golpe que la derribaba. La ciudad, ausente, plácida dormía. Al día siguiente las calles bullían y a “los Manirrotas” nadie les lloraba.
Nada perdura
Primaveras que fueron un día estaciones preñadas de sueños, plomizos otoños son hoy que se van alargando de cara al invierno.
Resultados de sumas que antaño formaron un todo,
ya se van reajustando en decrépitos restos. El espejo, mi peor enemigo, en lugar de frescura me está reflejando repliegues y flecos. El tiempo galopa dejando en mi piel una estela de surcos y máculas. Al trasluz se adivina el presente. El futuro es incierto… Pero entiendo que nada perdura, que la noria va girando cansina y la noche enojosa a venir se apresura. Y me inquieta que transite a su antojo mi calle, que ronde a mi puerta o que invada mi espacio con sombras heladas
y puñales que acechan. Me sosiega tan sólo pensar que mi semilla germinó en tierra fértil,
por ello, yo creo que aunque arribe la noche a esta orilla
no todo se pierda. Primaveras que fueron un día fervientes caminos
de utopías repletos, otoños son hoy que se van fatalmente alargando en el tiempo.