Raíces y otros poemas por Jose María Plata

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Los Manirrotas

Se creían campeones con los coches que mangaban, tres redomados ladrones. Progresaron a base de pescozones en un ambiente viciado. Por la noche,

robar era su afición, y su delirio, el sentirse acorralados, fumar porros, ser temidos por la banda “los Cachorros” en el barrio trasnochado de los lirios.

Cada tarde, en cónclave resolvían sus perfidias. Con los Cachorros trataban de dividirse la ciudad. Si aceptaban, bien, si no, los navajones relucían

como espejos a los rayos de la luna. Menos fieros, los Cachorros, se arrugaban. Las navajas de inmediato se guardaban y el respeto se imponía. Y a la una,

más o menos, comenzaba la jornada. Con el corsa o con el furia sustraídos se excitaban y decían: «pan comido». Y ora un trompo, un giro, una escapada…

La autopista, toda suya, despejada. El pedal contra la chapa comprimido. El riesgo de palmar, más que asumido. El interés por vivir, nada de nada.

El dinero que agenciaban no lucía, porque igual que lo adquirían lo quemaban. 74


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