Bicaa´lu Edicion Julio

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¿Y el buen gobierno, ‘apá?

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Kaxan y la falta de sentido

10 La industria ya no necesita al rock star 14 Turisteo veraniego 20 Cómo será el fin del cosmos 24 Dios es redondo 28 En busca de las fuentes del Nilo 34 ¿El mundo es un pañuelo? 36 Generación Y: ¿Generación desperdicio? 40 La criatura Trisquel

42 Bikini Arguendero:

46 Fútbol


Editorial 3

Bicaalu’ celebra con usted la llegada del Mundial de Fútbol. Este mes, le ofrecemos un número poblado de datos interesantes acerca del deporte más popular del planeta. Pero como no sólo de fútbol vive el hombre, también incluimos artículos sobre otros talantes para saciar el hambre de lectura. En “Cómo será el fin del cosmos” podrá enterarse de las nuevas teorías sobre el fin del universo; explore su mundo interior en “Kaxan y la falta de sentido”; y haga una reflexión sobre la demagogia en “¿Y el buen gobierno, ‘apá?” Viajamos en “Busca de las fuentes del Nilo” y descubrimos que “El mundo es un pañuelo” en el que todos estamos a seis grados de separación. Y mientras para otras generaciones el rockstar era imprescindible, ahora “La industria ya no necesita al rockstar” porque los jóvenes nacidos entre 1982 y 1992 se encuentran en el dilema de convertirse en la “Generación Y: ¿Generación desperdicio?” Julio es el mes de las vacaciones y, mal que bien, todos disfrutamos del “Turisteo veraniego”. Si la dieta hizo efecto, nos asoleamos en “Bikini”, prenda que cumple 64 años. Ahora que tiene un poco de tiempo libre, lo invitamos a conocer “La criatura” y el significado de las frases que usamos cotidianamente en el “Fútbol”. Como puede leer, Bicaalu’ está lista para hacerle pasar un rato agradable.


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Y el buen gobierno,

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‘apa ?

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Demagogia, según la definición que introduce Aristóteles en La Política es: “un ser adulador que deposita la confianza en el pueblo, sometiéndolo todo a las asambleas populares para que todo sea decidido por ellos”. Así debería definir la Wikipedia a Marcelo Ebrard, persona maquiavélica que habla y dice, y cuando le vuelven a preguntar, vuelve a decir y decir. Siempre tiene una respuesta para todo y absolutamente nunca es culpable de nada. Este tipo de individuos, los demagogos, tienen la facilidad de engañar a las personas de escasa o nula preparación académica, a las de poca capacidad intelectual, o bien, a cualquier gente que se encuentre en una situación de crisis. Hace poco, hubo terribles inundaciones en varios lugares de la República. La capital no fue la excepción. De inmediato, Marcelo y su séquito se presentaron ante la desgracia; cara a cara y palmo a palmo para “brindar un poco de consuelo”. La gente, si no feliz, por lo menos se sentía reconfortada por el apoyo moral, y confiaba en que pronto vendría el económico. Disfraz de virtud del demagogo, la gran estrategia del engaño. Con su máscara de superhéroe, Marcelo se alzó para decir: "Esto es culpa del Gobierno Federal,


ellos son los encargados de la Comisión Nacional del Agua". La gente, sumida en la desesperación, consideró pertinente el discurso. Pero seamos realistas, el único culpable de no tener planes de prevención para este tipo de acontecimientos es el gobierno de Marcelo Ebrard. Desde hace más de dos años, se le advirtió claramente al GDF que estaba en graves riesgos de sufrir inundaciones; desde entonces y hasta ahora, no se ha elaborado un solo plan para evitar esta clase de desastres. Peor aún, ningún experto en hidráulica hizo jamás un estudio para medir la dimensión del problema; nunca revisaron los estudios sobre el tema que existen en la UNAM desde hace muchos años. Las desgracias siempre son aprovechadas por los políticos demagogos. Generan una gran imagen de manera gratuita.

En las inundaciones que acaecieron en la capital, hubo muchos caídos: los miles que perdieron todo y recuperaron casi nada; los brutos del seguro que vendieron las pólizas y que tampoco leyeron los estudios de la UNAM y, claro está, las compañías aseguradoras que tuvieron que subsanar el desastre. ¿No será que el GDF prefirió comprar el seguro de contingencia a sabiendas de que la desgracia iba a ocurrir, en lugar de prever que las inundaciones sucederían? Como dicen por ahí: “Piensa mal y acertarás”. CER - Un ciudadano común. arq_esquivel@hotmail.com

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y la falta de sentido 7

Para decir “buscar”, en lengua maya se utiliza la palabra kaxan; el mismo vocablo se emplea para referirse a “encontrar”. El concepto es plurivalente. Por eso, en México es común escuchar la expresión: “lo busco, lo busco y no lo busco”. También la conocida frase que reza: “el que busca, encuentra”. Buscamos en el exterior lo que deviene de nuestro ser más profundo, o nuestro interior busca satisfacerse del placer más mundano, como sea, al final no llenamos el vacío, pero tenemos que seguir transitando con un hueco cada vez mayor. La apariencia y la mentira están institucionalizadas y nos negamos a nosotros mismos; de nuestra propia negación chorrea como de un géiser nuestro sentimiento de vacío. Reconocerse a sí mismo, o conocerse, es una dura batalla para cualquier ser humano. El autoengaño, que la Enciclopedia de Filosofía de Stanford define como:


“hacerse de una creencia contradictoria a sabiendas de que ésta es falsa” es necesario, en cierta medida, y nos permite seguir nuestro camino. Todos tenemos cierta dosis de creencias irracionales que nos tranquilizan y nos permiten seguir viviendo, nos dan la pauta para relacionarnos con nosotros mismos y con los demás. Para Nietzsche “la mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo. Engañar a los demás es un defecto relativamente vano”. La inmovilidad que siento me hace pensar que voy en contra de las leyes de la física y que si toda la energía está en movimiento, por qué yo sigo aquí. Otras veces me da la impresión de que decrezco o que crezco a una velocidad imposible. Así me siento: desatinada, errante, vagabunda, pero, sobre todo, estática. Las patitas del reloj avanzan, me trepanan el cerebro,

y yo, como a quien se le ha subido el muerto, deseo moverme, pero sin éxito. Muchos pensarán: “es cuestión de querer, el que quiere puede”. Es verdad que mi voluntad está achicada y que tengo que hacer un esfuerzo consciente por remediarlo, sin embargo, también es cierto que no tengo una meta visible, sino decenas de imágenes borrosas y dispares a las que me gustaría llegar, pero no sé para qué, ni por qué. Esto me lleva a la pregunta: ¿qué estoy buscando? Quiero todo, pero todo me da miedo; reconozco que también hay una dosis de pereza que, junto con los pretextos y la negación de mis propias capacidades, dan como resultado un alto grado de ansiedad que me provoca desazón, me sofoca, me entretiene y que, finalmente, me fuerza a automedicarme con la droga socialmente aceptada: alcohol.

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Esta automedicación es común en un amplio sector de la sociedad. Todas las clases sociales “revientan” la semana porque el vacío les explota el cerebro. La fiesta es compasiva y su imperativo es no pensar. Llenamos nuestro fin de semana con conversaciones triviales que nos hacen soltar carcajadas y que nos aferran al vaso. No estoy segura de qué buscamos con este aturdimiento, pero es una válvula que nos permite estar listos para la próxima semana y seguir siendo laboralmente productivos, aunque emocionalmente incapaces. No existe una borrachera sin su inseparable hermana que siempre llega después: la cruda, la cual, lo sabemos los asiduos a estas prácticas, no es tan mala como se juzga; trae consigo algunas situaciones límite que permiten el milagro de pensar

sólo en una cosa: sobrevivir a la cruda. Los instintos más básicos del cuerpo se vuelven lo único: comer, dormir, tomar algo que suprima ese dolor de cabeza, pero, sobre todo, atenuar la sed. Para esto, el paliativo perfecto es un Gatorade, que con su boquilla en forma de pezón, te transporta a un pasado lejano de comodidad y seguridad. Así que mamas con fuerza para tratar de rehidratar la esperanza. Algunas veces complaciente, la cruda viene aparejada de una libido atolondrada y moralmente sin complejos; otras, de un torrente de ideas escabrosas y aniquiladoras del espíritu que te hacen asirte a la sábana y desear que pase pronto. Me resulta curioso el escucharme decir: “no lo vuelvo a hacer”, y encontrarme una semana después en el mismo escenario.


Hedonistas, narcisistas, egoístas… parecen ser los calificativos perfectos, sin embargo, creo que la raíz es más profunda y proviene de varios hoyos existenciales que se han tratado de resanar con materiales muy blandos. Vale la pena recordar a Séneca, que consideraba a las personas que no se dedicaban a otra cosa sino al vino y al placer como a los seres más vergonzosamente ocupados. “Larga es la vida y más que suficiente para consumar las más grandes empresas si se hiciera de ella buen uso; pero cuando se desperdicia en la disipación y en la negligencia; cuando a ninguna cosa buena se dedica, al empuje de la última hora inevitable sentimos que se nos ha ido aquella vida que no reparamos siquiera que anduviese.” *

Lo que nos queda es seguir buscando, recordemos que en maya es lo mismo que encontrar (kaxan). Todos buscamos algo. Si seguimos la premisa de los dichos mexicanos, no debemos perder la esperanza porque seguramente lo encontraremos. Pero siempre hay que tener presente que nuestro tiempo es finito y que, como diría Séneca, es menester valorar lo que hacemos con él. Karina González Esquer * Séneca, Lucio Anneo, De la Brevedad de la Vida, Aguilar,10a Edición, Argentina.1980, p. 27.

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La industria ya no necesita al

rock star 11

Actualmente se observa un mercado menos constreñido a los férreos esquemas del marketing que dominó la industria durante varias décadas. El peso de la industria de la música grabada es considerable, tanto por el volumen de su producción como por el valor de su comercio, un estimado de 17 mil millones de dólares, en 2009, de acuerdo con la International Federation of the Phonographic Industry (IFPI). Sus actividades empresariales se encuentran sumamente diversificadas, relacionadas de manera cercana con las demás industrias que componen el conjunto de las del espectáculo. En la actualidad, se halla en un proceso de rápida transformación que evidencia aspectos críticos, como la redefinición de los derechos de propiedad mientras se transita a un nuevo esquema de comercio; o bien, creativos, como la transformación del papel del compositor y la fragmentación del mercado internacional.


Los avances científicos en el campo de la electricidad permitieron la creación del fonógrafo (1877), dispositivo que inició la masificación de la música grabada. La consolidación de la industria se dio durante la década de 1920, junto a la de la radio, cuando ambas crearon una asociación complementaria estratégica. Para entonces, ya habían surgido algunos estudios de grabación y los promotores buscaban talentos a los cuales ofrecer oportunidades. El jazz y sus subgéneros fueron los primeros tipos de música en atraer a un público masivo. Al esquema se sumaba la escena de los clubes y las presentaciones en vivo, elemento indispensable de la mercadotecnia musical. En los años cincuenta, con las privaciones de la guerra superadas y Estados Unidos entrando en la abundancia de la generación “Baby Boom”, la

industria dio el salto definitivo. Se estableció el esquema de negocios que, prácticamente, se mantendría durante cerca de 50 años, con el grueso de los ingresos por vía de la venta de discos y presentaciones en vivo y apoyo en los medios de comunicación –radio, TV, rotativos– para labores de marketing. El pináculo analógico El prototipo del rock star fue la figura dominante en el mainstream durante la década de 1970, caracterizado por la fastuosidad y el derroche de recursos. Posteriormente, con el inicio de transmisiones de MTV (1981), la industria retomó el concepto de unir la música y las imágenes secuenciadas (los primeros videoclips, propiamente, se remontan a finales de los años veinte), para agregar valor a sus intérpretes.

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Las ganancias de las compañías disqueras alcanzaron niveles record. Sin embargo, fue notable la incursión de otros ritmos y estilos, algunos semi marginales como el rap, en dicho canal televisivo. El sistema de producción musical, no obstante, se había mantenido prácticamente sin cambio alguno. Fuera de los matices concernientes al género o al estilo, la inversión seguía una línea bien trazada que llevaba a un potencial nuevo talento al estudio de grabación y, posteriormente, a los canales de promoción y distribución. La industria se convirtió en un oligopolio (cuatro empresas poseían cerca del 80% del mercado mundial de música grabada). La irrupción digital La emergencia de las tecnologías de la información y la comunicación han revolucionado el conjunto general de las actividades humanas a un grado que ha transformado radicalmente las relaciones económicas y sociales en el mundo. Acontece un proceso de reconfiguración del espacio económico, tanto en su amplitud como en su funcionamiento interno. Se transita hacia un sistema en el que la capacidad de gestión de los flujos de información se ha vuelto el activo más importante para conferirle flexibilidad a la producción. Mediante el uso de internet, se han diversificado los canales de distribución musical, aunque debido al carácter dinámico de la red, el intercambio también se da en direcciones en las que no existe un usufructo por parte de los detentores tradicionales de los derechos de propiedad de estos contenidos. De acuerdo con cifras de IFPI, entre 2004 y 2009, las ventas generales de la industria cayeron un 30%. Esto parece afectar principalmente al sector de ventas físicas,


pues los ingresos digitales aumentaron 940% en el mismo lapso. La piratería digital ha aumentado exponencialmente con servidores de tipo P2P (Peer to Peer), siendo particularmente alta en países como España y Canadá. No obstante, al mismo tiempo, cerca de 400 servidores de tiendas virtuales de música han surgido en todo el mundo. Sus catálogos incluyen más de 11 millones de piezas musicales diferentes. Desterrar la piratería se antoja imposible, pero el ofrecimiento de servicios únicos y de gran calidad –en oposición al gran porcentaje de archivos de mala calidad que se intercambian sin costo– atraería cada vez a más personas a las tiendas electrónicas. Un mercado más plural Por último, el cambio que no puede soslayarse es el acontecido en el proceso de concepción o creación musical. La adopción de las tecnologías digitales fuera de los ámbitos industriales, ha provocado la socialización del conocimiento con una intensidad sin precedentes. Los mecanismos de recolección, archivamiento y manipulación de la información en distintas direcciones y formas, ha generado una adherencia mayormente interactiva del usuario. Dado el gran dinamismo de estas tecnologías, es inherente el desarrollo de capacidades cognoscitivas relativas a la innovación y la autonomía. Dichas herramientas han puesto en las manos de una mayor cantidad de usuarios esquemas para producir sus creaciones. Mediante el empleo de software especializado, el compositor tiene la posibilidad de comprometerse en un proceso de creación complejo sin tener que absorber los elevados costos que, de otra manera, implicaría rentar un estudio de grabación. Lo anterior no elimina el sistema tradicional de promoción, ni tampoco crea talento, pero sí democratiza un poco el medio al alterar la correlación de fuerza entre los distintos elementos que lo componen. Los actos locales se han reforzado y otros sui generis han surgido; los grandes eventos con rock stars parecen haberse esfumado y los distintos géneros de la llamada música electrónica aparentan llevar una clara ventaja en el uso de las tecnologías digitales. Se observa un mercado más plural, más diverso, pero, principalmente, menos constreñido a los férreos esquemas y estereotipos del marketing que dominó la industria durante décadas. Enrique Villa G. Graduado C. Comunicación, UNAM. Sus estudios incluyen economía, historia y política. E-mail: evg0@hotmail.com

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Turisteo

veraniego Bienvenida sea la estación vacacional. Una vez más, uno de los momentos más esperados llegó. Adiós al trabajo o a la escuela; al escritorio o al pupitre. Claro, eso si nos va bien con los ahorros o el crédito; si las deudas y los deudores nos permiten un respiro, aunque sea para tomar aire y volver a pedir prestado. Si no, las opciones se reducen. Despidámonos del coco con ron o ginebra y de esa palapa que ya nos hacía ojitos. Mejor ni hablar de aquel resort a orillas de la playa, del hotelito frente a la costa, del hostal cerca del mar. Todavía queda la posibilidad de quedarnos en la casa del amigo que vive en el pueblo más próximo. ¿Qué más da? El chiste es ir a la playa, enfrentarse al mar, armado con esnórquel y unas aletas. No olvidar el bloqueador por aquello del cáncer de piel, la toalla y un buen libro. A disfrutar de la siestecita bajo el sol que dejará esa marca de los lentes tan particular que mostrará que de veras nos fuimos de vacaciones.


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A todo el mundo se le ocurren los mismos destinos. Sopa de chilango al mojo de ojo, cocida al natural, condimentada con la flojera de aquél y de este. Cada porción incluye un buen puñado de grasientos nadadores o, mejor dicho, flotadores (porque no puedes moverte sin molestar al de al lado). También una delicada capa de aceite natural, troncos y algas marinas. La sopa se sirve con guarnición de tías gordas bien tostadas. Este lugar ya da asco y vergüenza. Pero mejor dejemos Acapulco, Agustín, que María Bonita ya no se acuerda de él y ni quiere acordarse. A fuerza de repetición , lo hemos convertido en delegación chilanga, lo mismo que Cuernavaca y zonas circundantes. Pero, ¿qué vamos a hacer sin playa? Si tuviera lana para irme a Cancún. ¡Ah, caray!, ¿ya viste?,

hay más costas en el país y ni quien se acerque a ellas para ensuciarlas. No se hable más y dirijamos nuestras botellas y colillas de cigarro a lugares más originales. Colonicemos con bocinas poderosas esos rincones olvidados por Dios. Repartamos sabiduría capitalina a diestra y siniestra, portémonos mejor que en nuestra amada casa exigiendo lo que nos corresponde, gritando a cuantos empleados veamos, que para eso están. Y lo más importante, regateemos, ¡que no nos quieran ver la cara de turistas nuestros malintencionados conciudadanos!


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Si el monedero no da para tanto, ni modo. A telefonear a los familiares que viven en otros estados. Que si yo me voy para allá; después tú para acá; que si es mucha bronca y luego los niños no quieren. Las casetas están caras y la gasolina ni hablar, el pasaje del camión ya parece de avión, y el de aeroplano se acerca al costo de un jet. A hacer de tripas corazón y de la azotea un spa. Una sombrilla, un asador, sillas playeras y una cervecita fría acompañada de un buen bistec. Con lo caro de la carne y lo extenso de la prole, aunque sea una chuleta, y si no, pechuga empanizada. La intención es lo que cuenta. ¿Ver opciones? ¿Para qué nos vamos a un estado que no tiene playa? Ni hay nada: puro campo, bosque y frío, y a mí no me gusta el frío. A veces me pregunto qué tanto habrá, que la gente hasta vive en esos lugares. Pura alimaña y peligro. No hay nada allá que no haya aquí. No es casualidad que un cuarto de nosotros viva en esta latitud. ¡En la Ciudad de México lo tenemos todo! Puro lujo, puro estilo, ¡llévelo, llévelo! Por mensos nos quedamos sin el llaverito en forma de ballena con el nombre de: (inserte la playa de su elección); sin el separador de cuero pirograbado de: (inserte el nombre del pueblo mágico de su preferencia); sin la pirámide de cristal de: (inserte el sitio arqueológico de sus sueños); sin el cenicero, el sol azteca y la playera, la dichosa, famosa y necesaria playera que hace juego con la pancita,

la barbacoa y la trompa. Ya sin baratijas para llenar el librero (que nunca ha visto ni la sombra de un libro). Tendremos que contentarnos con pasarle un trapo y reacomodar las figuras de porcelana. Siempre es mejor que contar los mosaicos del baño. Tanto que ver y hacer y nosotros ni nos enteramos. Ya me harté de lo “mesmo” y de lo mismo. Vámonos a Oaxaca, Chiapas, Sonora, Nuevo León o Veracruz… Debe haber algo, aunque sea la violencia en las calles, la misma costra de chapopote y gris por todos lados, aunque sea la pobreza saltándonos a la cara. Hay que buscarle, rasquemos cada rincón de este país hasta arrancarle sus colores. Pero no se va a poder. ¿Vacaciones? ¿Cuáles vacaciones?, que a mí me falta un buen rato de chamba para juntar días no laborales. En una de esas se los añado a un puente y ¡vámonos!, pero ¿adónde? Y vuelve la burra al trigo. A seguir chambeando que hay que corretear la chuleta. Ya nos veremos las caras en las playas “carnaleras” a mitad de la calle. De menos nos queda el fin de semana: viernes “chelero”, sábado de cruda y domingo de fútbol. ¿Turistear en la capital? Yo no visito lo que ya conozco. Al fin que la ciudad ni es tan grande, me la conozco de pies a cabeza, como la palma de mi mano, toda igual. Que el “chapultepecazo”, que el “xochimilcazo”, y párale de contar. Dieciséis delegaciones


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y no hay nada. Ni museos, ni parques, ni templos, ni teatros. ¡Nomás no hay! Además, me parece que la ciudad es más aburrida sin sus tumultos muchedumbrosos y la nata de contaminación en el cielo. En una de esas, podemos entretenernos aceitando las puertas que ya rechinan más fuerte que los chillidos de los niños porque no los llevaron de vacaciones. Limpiemos las ventanas, que a la luz ya le cuesta trabajo entrar. Una manita de pintura a la fachada que ya volvieron a rayar. Reacomodemos la sala y descubramos los secretos que se esconden debajo del sillón. “¡Mira!, el llavero que compré en Malinalco, el arete perdido, y con toda esta morralla me alcanza para unas papitas”. Kin Navarro Reza


Mundial 1938 19

En la final, los italianos se impusieron a la fuerte escuadra de Hungría por 4 goles a 2 en un partido disputado de principio a fin. La escuadra italiana jugó bajo una fuerte presión, primero porque tenían a casi todo el público en contra por el odio a Mussolini y al fascismo. Pero la peor fue la advertencia que recibieron los jugadores azzurri de Benito Mussolini: “Vencer o morir”. Ante tal “motivación”, la escuadra salió a morirse en la cancha, antes que en un paredón.


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, , Como sera

el Fin

del cosmos 21

Durante años se creyó que terminaría abrasado por un fuego capaz de disolver toda materia, o congelado por un frío inconcebible. Hoy se piensa que, antes de morir, el universo dará origen a muchos más.


A mediados de 1856, el físico alemán Hermann von Helmholtz hizo un descubrimiento que lo deprimió profundamente y sumió a sus sucesores en una discusión que aún no termina: el universo se muere. Aunque el hecho está fuera de duda, los físicos modernos aún no concuerdan sobre la forma en que vendrá el fin: por congelación o por una implosión que comprimiría cuanto existe en un punto infinitesimal; todo depende de la cantidad de materia que haya en el universo. Según la teoría más aceptada –y confirmada por las observaciones más recientes– el cosmos fue creado hace alrededor de 13,000 millones de años por una descomunal explosión. Denominado Big Bang (“gran estallido”), el suceso acaeció cuando las partículas elementales que componen materia y energía, concentradas en un espacio mucho menor que el diámetro del átomo más pequeño y a una temperatura que alcanzaba billones o tal vez trillones de grados, súbitamente estallaron, nadie sabe por qué o cómo. Fue entonces que el espacio y el tiempo comenzaron a existir.

Se sabe que el universo empezó a expandirse de manera acelerada al tiempo que hubo un continuo descenso de calor. Tal enfriamiento permitió que las partículas, fundidas en una suerte de “sopa primigenia", se agruparan en otras mayores, hasta formar, entre otros corpúsculos, fotones (la base de la luz), electrones (eléctricamente negativos), protones (positivos) y neutrones (neutros): los “tabiques” de los átomos y la energía. Primero surgieron enormes nubes de hidrógeno, el átomo más sencillo, con sólo un protón y un electrón. El gas se concentró cada vez más, a causa de su propia gravedad, hasta que condensó en estrellas: comprimidos por el peso de la nube, los átomos se descompusieron y recombinaron en elementos más complejos, hasta dar origen a todos los cuerpos existentes, cuya gravedad frena la expansión del universo (comprobada por las observaciones astronómicas: las estrellas se alejan unas de otras a gran velocidad).

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Por décadas se creyó que llegaría un momento en que la gravedad sería capaz no sólo de detener por completo el ensanchamiento, sino incluso revertirlo. El fenómeno, llamado Big Crunch (“gran apretón”), se vería como si, luego de filmar la historia del universo, la película fuera proyectada al revés: las estrellas se acercarían unas a otras a velocidad creciente, el calor se elevaría, los átomos se descompondrían y la concentración de gravedad “fundiría” de nuevo al universo en un punto diminuto de temperatura y densidad infinitas. Tras calcular cuánta materia sería necesaria para garantizar la contracción (cantidad llamada “masa crítica”), los científicos descubrieron sorprendidos que se requería diez veces más de la que aparentemente existe; la conclusión fue sobrecogedora: en vez de perecer en un “gran apretón”, el cosmos se expandiría eternamente hasta congelarse. De acuerdo con la segunda ley de la termodinámica, descrita en el siglo XVII por Isaac Newton, los cuerpos calientes tienden a transmitir energía (en términos físicos, vibración de las partículas elementales) a los fríos hasta estabilizarse, cuando ninguna transferencia es posible y las moléculas oscilan a un ritmo homogéneo pero mucho menor. El fenómeno es irreversible: a mayor entropía (como denominan los científicos a tal equilibrio), menor vibración molecular y, por ende, menos calor.

Paulatinamente, y tras billones de años, los átomos se desintegrarían al dejar de oscilar sus partículas elementales y debilitarse las fuerzas nucleares que los mantienen unidos. El resultado sería una enorme “papilla” estelar de protones, neutrones y electrones “muertos” y fríos hasta casi el cero absoluto (–273 ºC), cuando ninguna vibración ocurre. A principios de los ochenta, el físico británico Alan Guth apuntó una tercera posibilidad, tan extravagante que parecía tomada de un relato fantástico: propuso que el universo conocido no es el único e x i s t e n t e , sino uno entre muchos, generados en una cadena interminable. Guth concibió tal teoría –actualmente sometida a arduos análisis matemáticos – al estudiar el comportamiento de los agujeros negros. Cuando una estrella consume por completo su combustible nuclear, le aguardan dos posibles destinos: si es hasta cuatro veces mayor que el sol, tras una violenta explosión que expulsa la mayor parte de su materia, se convierte en un cuerpo sumamente denso (un dedal de su masa pesaría un billón de toneladas) formado únicamente por neutrones, los componentes atómicos sin carga eléctrica. Si la estrella moribunda es más grande, la gravedad de los neutrones provoca que el cuerpo resultante se contraiga como lo haría el universo en el Big Crunch, lo que desata una especie de círculo vicioso:


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mientras más comprimido, más gravedad tiene y más se contrae. De paso, atrae todo lo que se acerca a él, incluida la luz (cuyos fotones se comportan también como partículas materiales): de ahí el nombre de agujeros negros, porque al absorber la luz resulta imposible observarlos y sólo se les detecta por las perturbaciones gravitatorias que provocan en su entorno. La teoría de Guth propone que la materia así capturada se condensa tanto que reproduce las condiciones del Big Bang, sólo que en sus propios espacio y tiempo, creados en ese momento, tal como ocurriera con nuestro universo: «Es por eso que el nuevo cosmos no nos “devora”: existe en dimensiones distintas e inalcanzables para nosotros», explica el científico en su libro El universo inflacionario. La conexión entre ambos universos se estrecha como el cuello de un globo y es efímera: denominada “agujero de gusano”, comunica brevemente al universo “cría” con su cosmos “madre” antes de interrumpirse para siempre: «Cada agujero negro podría dar origen a un sinnúmero de universos hijos, lo que aseguraría la continuidad de la materia y probablemente de la vida más allá de este cosmos –explica Guth–, ya sea que se abrase en un fuego apocalíptico o languidezca para siempre convertido en una colosal hielera infinita». Daniel Romero Rivera


Dio

es Red 25

El antropólogo francés Christian Bromberger habla de un paralelismo entre el fútbol y la religión: dos hitos de la cultura que están íntimamente relacionados con el ánimo de sus seguidores.


os

dondo Comparó a los estadios con santuarios. El césped como un espacio sagrado, los jugadores como sacerdotes, los seguidores como feligreses inmersos en una comunicación codificada similar a la liturgia, sin mencionar todas las actitudes mágico-religiosas que se dan en dichos recintos deportivos. La afinidad entre la pasión por el fútbol y la religión salta a la vista de cualquiera que esté en contacto con un fanático de cualquiera de las dos opciones. Desde un principio, el fútbol se ligó a la religión. De hecho, una de las rivalidades más encarnizadas tiene que ver con este deporte: Celtic vs Rangers, el clásico escocés que divide a la ciudad de Glasgow. Una lucha entre católicos (Celtic) y protestantes (Rangers) que, en varias ocasiones, ha terminado en verdadera batalla campal. El fanático reza en cada partido, tiene sus amuletos, viste al niño Jesús con el uniforme del equipo. Cuando los once hombres que han de defender sus colores pisan el césped, como escribe Juan Villoro: “Dios es redondo y bota en forma inesperada”. No hay certeza en un partido de fútbol, no importa que el equipo llegue invicto, que tenga los mejores jugadores, que éstos sean amenazados o comprados; cuando el balón toca el césped, el fútbol se convierte en un volado de 90 agonizantes minutos. Dios o el Diablo, dependiendo el equipo, mete la mano y el genio.

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El fútbol, a diferencia de la religión, dice Bromberger: “no aporta ningún mensaje de salvación”. Pero, ¿es eso cierto?, ¿no se sienten salvados los fanáticos cuando su equipo o la selección de su país gana un partido? Muchos niños y jóvenes ven en el deporte una posible salida ante una situación económica adversa. Entonces, el deporte es esperanza y puede dar salvación. Eso no lo aprendieron en un libro de cuentos fantásticos, son historias contadas por los propios futbolistas, que, por casualidad, parecen requerir un pasado roto, necesitado o inusual para alcanzar el virtuosismo. Las familias felices y acomodadas producen pocos futbolistas. Hace falta mucha sed de compensación para exhibirse ante 110, 000 fanáticos en el Estadio Azteca y billones de curiosos en la mediósfera. Así como los musulmanes interrumpen cualquier cosa que estén haciendo para rezar orientados a La Meca, los

fanáticos del fútbol dejan a un lado sus actividades por un partido. Y qué decir de la felicidad que trae el Mundial a la escuelas, cuando los profesores se dejan convencer por los alumnos para interrumpir las clases y entregarse a la fiebre futbolística. Lo mismo sucede en oficinas y talleres mecánicos. Es un ritual. Desde que fue televisada por primera vez en 1954, la Copa Mundial ha sido uno de los eventos deportivos más vistos e, incluso, ha superado a los Juegos Olímpicos. La Copa Mundial de Fútbol de 2002, por ejemplo, tuvo una audiencia acumulada superior a los 288 mil millones de espectadores. Solamente la final tuvo 1,100 millones en todo el mundo. Para muchos países, la participación del equipo nacional es un hecho histórico de gran relevancia. Por ejemplo, la victoria alemana en la Copa Mundial de Fútbol de 1954 fue considerada como un elemento clave para la recuperación de dicho país después de la Segunda Guerra Mundial. El torneo también ha sido utilizado con motivos propagandísticos, tanto por el fascismo en Italia 1934, como por la dictadura militar argentina en 1978. Hasta se han dado enfrentamientos bélicos debido al torneo: un encuentro de fútbol durante el proceso clasificatorio para el Mundial de 1970 exacerbó la rivalidad entre Honduras y El Salvador, cuya última consecuencia fue la llamada “Guerra del Fútbol”.


El Mundial ha servido también como plataforma para la difusión de la cultura. Una muestra de ello fue el “Walk of Ideas” durante la Copa Mundial de Fútbol 2006: una serie de estatuas monumentales que representaba a los principales inventos generados en Alemania. Por otro lado, la mayoría de los torneos ha contado con temas musicales que han alcanzado gran popularidad. Ricky Martin, tras el lanzamiento del tema oficial de Francia 1998, “La copa de la vida”, pudo dar inicio a su exitosa carrera fuera del mundo hispanohablante. ¿Cómo es posible que las multitudes sucumban a un vicio tan menor? Cada aficionado encuentra en el fútbol un placer o una perversión, según sea su necesidad. Como siempre, vemos lo que deseamos ver. Y en un mundo donde el erotismo va de la poesía a los condones comestibles, no es casual que se diversifiquen las reacciones. El fanático del fútbol no es siempre el típico hombre que, embobado frente al televisor, consume grandes cantidades de cerveza y comida chatarra. Muchos escritores y pensadores son fanáticos declarados de este deporte. Algunos, como Juan Villoro, han hecho del fútbol un tema tan interesante que hasta los que no gustamos de él, leemos sus artículos como si se tratara de poesía culta. A veces, he querido prestar mis cerillos para quemar en la hoguera un deporte que percibo como pan y circo, sin embargo, es totalmente infructuoso. El fútbol es como un boabab de grueso tronco y profundas raíces; se ha fortalecido a través de los siglos, enraizado en la memoria histórica de las grandes naciones, formadas por gente común. No he conocido a nadie que no tenga un buen recuerdo relacionado con el fútbol. Y es que, nos guste o no, ya forma parte de nosotros.

Yazmín Durán

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En busca de

las fuentes

del Nilo 29

El río Nilo ha sido pieza fundamental en la historia de la humanidad; grandes civilizaciones se han desarrollado a su amparo y el agua de su cauce ha dado de beber a grandes personajes de la historia. Sumado a todo esto, el Nilo tiene una peculiaridad que lo hace extraño y a la vez exclusivo: es el único río del mundo que corre de sur a norte; baña las tierras africanas desde Ruanda y Burundi a través de Sudán y Egipto, hasta desembocar al norte en las aguas del Mediterráneo. ¿Dónde nace el río Nilo? Por miles de años el hombre ha querido responder a esta pregunta. Ya los antiguos egipcios sabían que el Nilo continuaba más al sur de la ciudad hoy conocida como Khartoum, en Sudán. En el año 460 a. C., Herodoto, el historiador griego, se dio a la tarea de recopilar datos, pero no encontró ninguna respuesta. Años más tarde, exploradores griegos alcanzaron el punto en que se unen el Nilo Blanco y el Nilo Azul. En el año 66, el emperador romano Nerón envió a dos soldados río arriba, pero no llegaron más lejos de lo conocido hasta entonces.


En el siglo XVII, misioneros jesuitas descubrieron el nacimiento del Nilo Azul, pero el origen del Nilo Blanco seguía siendo un misterio. A principios del siglo XIX, traficantes árabes de marfil y de esclavos contaban historias sobre grandes lagos y montañas de las que nacía un gran río en el corazón del África: el corazón de grandes aventureros comenzó a latir más fuerte… Tenían que ser las fuentes del Nilo. Comenzó la búsqueda. Dos grandes exploradores John Hanning Speke era un cazador inglés de gran reputación, teniente de infantería en la India, que pretendía realizar una expedición de caza a un lugar citado por Ptolomeo, las Montañas de la Luna en el África central. Richard Francis Burton era el más famoso explorador y escritor inglés, primer europeo que, disfrazado de musulmán, entró en La Meca y en la ciudad

somalí prohibida de Harrar. Ellos fueron los protagonistas de la primera gran expedición inglesa. En 1856, la Royal Geographical Society encargó a Burton una expedición con el objeto de descubrir las fuentes del Nilo. Speke se integró a esta nueva aventura. En diciembre de ese año llegaron a Zanzibar; desde allí partieron tierra adentro, en junio de 1857, siguiendo la ruta de esclavos en dirección a un gran lago que, pensaban, podría ser la tan buscada fuente. A principios de 1858 alcanzaron el gran lago, al que Burton denominó Tanganyka, que significa “lugar de encuentro de las aguas”. Para entonces, las condiciones físicas de ambos hombres eran lamentables; la sed, el hambre y las inclemencias del terreno, así como el ataque tanto de tribus como de animales, habían hecho sus

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estragos: las piernas heridas de Burton y su mandíbula ulcerada lo obligaron a ser transportado en camilla durante largas jornadas; por su parte, Speke estaba ya medio ciego. A pesar de todo, tras unos días de reposo, comenzaron a explorar el lago, en cuyas aguas enfermaron de malaria, disentería y desesperación, pues no parecían tener final. Diversos pueblos de la zona les hablaron de un gran lago al norte, al que llamaban Nyanza. Burton no tenía fuerzas para continuar y se quedó esperando en Tabora, escribiendo sobre el viaje. Speke, ya recuperado, siguió hasta llegar a un gran lago al que bautizó con el nombre de Victoria, en honor a la reina de Inglaterra. Sin recorrerlo, regresó y comunicó a sus compañeros y a Burton que había descubierto las fuentes del Nilo. Burton permaneció un tiempo en la costa africana para recuperarse antes de volver a Inglaterra; Speke partió en 1859 para comunicar su descubrimiento a la Royal Geographical Society. Fue así como consiguió fondos para hacer un nuevo viaje en compañía del joven e inexperto capitán James Grant.


Un final trágico En 1860, la nueva expedición de Speke partió al lago Victoria. Sus carencias como científico, explorador y geógrafo salieron a relucir de inmediato, ya que no sabía cómo regresar al lugar que había descubierto, además de que, según sus datos, el Nilo nacía cuesta arriba, situación completamente imposible. Burton siguió siendo el principal detractor de Speke y su supuesto descubrimiento, por lo que la Royal Geographical Society organizó un careo público entre ambos exploradores. El 16 de septiembre de 1864, un día antes del enfrentamiento verbal, John Hanning Speke murió durante una cacería. Su propia arma se había disparado, nunca se supo si fue suicidio o accidente. La historia continúa: Livingstone y Stanley En 1866, el explorador David Livingstone fue enviado a una exploración por África para resolver la disputa y fijar de manera definitiva las fuentes del Nilo. Sería el único hombre blanco de la expedición. El viaje comenzó en abril de ese año. Guías lugareños se robaron el material de exploración, como las medicinas y los animales de carga; abandonaron a Livingstone en el centro del continente y volvieron a la costa con la noticia de que había muerto en un ataque contra tribus hostiles. En 1867, con sólo 11 hombres, el explorador alcanzó la parte más meridional del lago Tanganyka y llegó a los lagos Mweru y Bangweulu. En esta zona tuvo varios problemas con las tribus, que los confundían con traficantes de esclavos. La gente de esos lugares relacionaba al hombre blanco con los grilletes y con el látigo. Livingstone pasó dos años explorando el Congo.

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Para marzo de 1971, llegó al punto más al noroeste que jamás ningún hombre blanco había alcanzado, el sitio en el que el río Labuaba desemboca en el río Congo. El doctor Livingstone había salido de Inglaterra en 1866 y, para este momento, llevaba ya casi seis años en el corazón de África sin que nadie en el mundo occidental tuviera noticia de él. Únicamente existía el rumor de que había muerto.

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Después de haber alcanzado la desembocadura con el río Congo, decidió regresar a Ujiji porque se encontraba muy enfermo. En el viaje de vuelta, fue atacado por una tribu, una lanza lo hirió en la espalda. Llegó a Ujiji desesperado, había perdido mucha sangre, padecía disentería, fiebres, dolores en los pies y una terrible desnutrición. Para colmo de males, sus suministros habían sido saqueados por traficantes de esclavos. En octubre de 1871, cuando había perdido toda esperanza, su asistente se acercó corriendo a la choza gritando: “¡Un inglés!” Henry Morton Stanley, periodista norteamericano, había sido enviado por el periódico New YorK Herald para encontrar a Livingstone. Stanley miró fijamente al viejo enfermo que estaba de pie frente a él entre el gentío de la aldea; se quedó sin habla, se quitó el sombrero y preguntó: “¿El doctor Livingstone?”


El fin de la historia: Stanley En octubre de 1869, Stanley había sido enviado a África para encontrar al explorador escocés y llevar la historia en exclusiva; su expedición tampoco fue muy afortunada, muchos de los hombres desertaron, otros más perecieron por enfermedades o fueron asesinados. A partir de su encuentro, los dos hombres pasaron cinco meses explorando. En marzo de 1872, Stanley decidió volver y trató de convencer a Livingstone, quien estaba muy enfermo, de que se fuera con él. El doctor se negó. Stanley sería el último hombre blanco que lo viera con vida. Stanley tuvo una variada recepción en Inglaterra: hubo quienes lo ensalzaron, otros afirmaban que ni siquiera había estado en África; o bien, que había sido Livingstone el que lo había rescatado a él. Fue reivindicado cuando la familia de Livingstone verificó la autenticidad de cartas y documentos que Stanley había traído. La reina le agradeció personalmente sus logros. Stanley volvió a Africa en varias ocasiones, patrocinado por diarios o por el rey belga Leopoldo II. Descubrió la cordillera Ruwenzori y las famosas Montañas de la Luna de Ptolomeo; probó que el río Semliki unía al Lago Alberto con el Lago Eduardo al sur, e hizo importantes exploraciones a lo largo del río Congo. En Inglaterra fue nombrado Sir y murió en Londres el 10 de mayo de 1904. Fue uno de los exploradores que más contribuyó a definir el desconocido mapa de África Central, así como a resolver el enigma de las fuentes del Nilo, ubicadas en las tierras altas de Burundi. Juan Miguel Zunzunegui

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El mundo

es un panuelo ?

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Es una expresión común, ¿pero hay algo de verdad en ella?, ¿acaso todos los seres humanos estamos inexplicablemente interconectados? Existe una teoría al respecto, la de los seis grados de separación.


Esta teoría fue propuesta en 1929 por el escritor húngaro Frigyes Karinthy. Consistía en la idea de que cualquier habitante de este planeta está relacionado con cualquier otro a través de una cadena de no más de cinco eslabones, conectando a ambos con sólo seis enlaces. Existe un cuento llamado “Chains” que relata cómo estas conexiones crecen exponencialmente. Sólo un pequeño número de enlaces son necesarios para que el conjunto de conocidos se convierta en la población humana entera. Se dice que cada persona conoce en promedio, entre amigos, familiares y compañeros de trabajo o escuela, a unas 100 personas. Si cada uno de esos amigos o conocidos cercanos se relaciona con otras 100 personas, cualquier individuo puede pasar un recado a 10,000 personas tan sólo pidiendo a un amigo que pase el mensaje a sus amigos. Increíble, ¿verdad? La teoría supone que los 100 amigos de cada persona no son amigos comunes, es decir, que el número de contactos de segundo nivel será sustancialmente menor a 10,000 debido a que es cada vez más usual tener amigos comunes en las redes sociales. Si esos 10,000 conocen a otros 100, la red se ampliaría a 1 000 000 de personas conectadas en un tercer nivel; a 100 000 000 en un cuarto nivel; a 10 000 000 000 en un quinto nivel ; y a 1 000 000 000 000 en un sexto nivel. En seis pasos, y con las tecnologías disponibles hoy en día, se podría enviar un mensaje a cualquier individuo del mundo. Por lógica, mientras más pasos haya que dar, más lejana será la conexión entre dos individuos y más difícil la comunicación. Sin embargo, internet ha eliminado algunas de estas barreras al crear verdaderas redes sociales mundiales, especialmente en segmentos concretos de profesionales, artistas, etc. Es una herramienta que nos ha acercado de una forma que hace algunos años era inimaginable. De hecho, se calcula que, en un par de años, los escalones que nos separan serán sólo cuatro en lugar de seis. ¿Le suena improbable y descabellado? Si reflexionamos por un momento, nos daremos cuenta de que esta teoría está llena de congruencia. Somos una raza que comparte un planeta, aunque todavía nos falte madurar y, sobre todo, despertar nuestra conciencia. Para muchos, resulta difícil de creer, pero independientemente de la veracidad, ¿por qué no empezar a comportarnos más empáticos con los que nos rodean? Después de todo, no necesitamos comprobar una teoría para saber que estamos juntos en esto, la vida en la Tierra. No es casualidad que ésta no sea ni la primera ni la última vez que escuche algo como: “¡pero qué pequeño es el mundo!” Tal vez, en realidad, no sea tan grande… Laila Robles Martínez

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?

Generacion

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desperdicio? El otro día, mientras veía un documental sobre el movimiento hippie, imaginé lo que dirían los documentales del futuro acerca de mi generación. Los “chicos Y”, nacidos entre 1982 y 1992, también conocidos como “Internet generation”, “Google generation”, “Millenials” o “Generation Why”, se encontraron con un mundo que empezaba a llenarse de cables, monitores, teléfonos celulares y gadgets de todo tipo. Desde muy pequeños aprendieron a usar la computadora y, en casa, eran los encargados de instalar videocaseteras y estéreos que resultaban demasiado sofisticados para los románticos de sus padres, que se aferraban al viejo tocadiscos y a sus películas Betamax. Los “yes” pasaron la mayor parte de su infancia bajo los cuidados de “mamá televisión”. Cuando mamá se ponía aburrida, siempre podían refugiarse en los controles de “papá videojuego.” Y, cuando buscaban una experiencia más sensible, se tiraban en el piso a jugar con sus tazos. Esos debieron haber sido los años más felices del buen señor Sabritas. Luego llegó internet.


La vida nunca volvería a ser la misma. Las pláticas telefónicas fueron sustituidas por eternas conversaciones virtuales en chats y en ICQ, descanse en paz. El Messenger sí llegó para quedarse. Hasta papás y tíos terminaron por agarrarle la onda (después de un tiempo). Y qué decir de las redes sociales y su atracción fatal. No me extrañaría que la primera palabra de mi sobrinito sea: “Facebook”. En este mundo controlado por el “dios tecnología”, el placer inmediato es lo más importante. A muy pocos les importa la capa de ozono o que la ballena azul esté en peligro de extinción. El dinero es el impulso vital. Dinero para vivir con mayor confort, para comprar más tecnología. Si no, ¿para qué diablos existe el trabajo? Los “chicos Y” ya no le compran el speech a la Iglesia. Muchos son ateos, agnósticos, pseudo budistas o “new ageeros”. El resto, simplemente, piensa que la espiritualidad está pasada de moda. Para llenar ese vacío existencial está el alcohol (que empieza a consumirse antes de los 15 años), las drogas y el sexo casual.

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La mayoría cree que la institución del matrimonio es obsoleta, también esa cosa extraña llamada noviazgo. Cualquier forma de compromiso es más temida que el ántrax. Debe haber neblina en la conciencia, ruido, y los audífonos del Ipod siempre a la mano para mitigar cualquier pensamiento desagradable: “¿la vida tiene sentido?”, “¿existe el amor?”, “¿con la muerte se acaba todo?” “Eeeeequis, voy a comprar la nueva rola de Lady Gaga por internet. Ahh, ¡pero qué chida es esa vieja!”

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Los menos apáticos son los outsiders, aquellos que no se conforman con este estilo de vida. Se unen a grupos defensores de los derechos humanos o a Greenpeace. Discuten sobre problemas de interés mundial y sobre religión. Hacen frente a sus dudas existenciales y buscan una forma de espiritualidad que satisfaga su personalidad escéptica. Estos pobres son los que más sufren, porque tienen la conciencia desgarrada. Se encuentran insertos en un mundo de relaciones impersonales, materialismo y culto al cuerpo, pero añoran una vida no vivida: más cercana a las personas y a la naturaleza; una vida en la que el trabajo se haga por pasión y no por dinero. Pero la realidad interior y la realidad exterior parecen irreconciliables. En ese documental del futuro no se hablará de grandes movimientos sociales ni de verdaderas contraculturas. Portadores de la información, que nos llega más rápido que si hubiéramos contratado los servicios de Hermes, el mensajero de los dioses, decidimos hacer casi nada con ella. Tal vez nos llamen la generación desperdicio. “Tenían todo lo que cualquiera hubiera deseado para generar un cambio, pero estaban demasiado distraídos como para hacer uso de su poder y libertad.” Ana Laura Pazos González pazosorama@gmail.com http://leeanapazos.blogspot.com


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La

Criatura

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Era un gato atigrado, de pelambre dorada, que se paseaba desde hacía varias semanas allá abajo, en la acera de su calle. Por las noches lo veía caminar elegantemente entre las sombras de los autos estacionados. Quizá sus dueños lo habían abandonado cuando la ciudad se despobló, cuando apariciones y fantasmas empezaron a vivir en los edificios olvidados y se hablaba de monstruosidades innombrables que ocurrían en las zonas donde las calles estaban acordonadas. No podían darse el lujo de pagar a sus propios guardianes. El gato era hermoso, solitario y libre; ellos vivían temerosos, pendientes de sus pasos, atentos al más leve ruido. Desde que subían al transporte que los llevaba de la zona habitacional a las oficinas de la compañía, hasta que regresaban por la tarde, cuando la jornada había terminado.


En la tienda de la empresa, el único sitio seguro para hacer las compras, consiguió comida para gatos y algunas latas de pescado sintético libre de impurezas (de acuerdo al certificado sanitario). Esa noche salió a pasear por su cuadra. Hacía mucho tiempo que no lo hacía, desde que su mujer desapareció en el centro de la ciudad, ahí donde ahora sólo existía un enorme agujero negro, sin rastros de nada. Caminaba en solitario a sabiendas de que allá: arriba, por encima de los rascacielos, estaba la oscuridad celeste, sin luna y sin estrellas. El gato lo acompañó algunos pasos, se restregó en sus piernas, ronroneando, y luego se ocultó en lo que parecía una grieta del pavimento. No le fue difícil reconocer que su escondite se encontraba en una vieja e inservible coladera. En los altos edificios donde vivía, los desechos y las aguas negras eran invisibles. Todo se reciclaba para preservar la cotidiana tranquilidad. El maullido lo sobresaltó. Aquel felino le parecía de una belleza absorbente. Le recordaba un tiempo lejano, cuando en el zoológico aún era posible ver a un tigre real y no la máquina que lo había sustituido. De niño vio a una bestia enorme, blanca y feroz, que era el último de su especie. La voz del animal lo sobresaltó. Se veía a leguas que estaba hambriento. No lo dudó ni por un instante. Subió a su departamento y abrió una de las latas.Volvió a la calle, el maullido se escuchaba cada vez más débil y los ojos del felino brillaban anticipando el sabor de la comida. El hombre se agachó para colocar la lata y, entonces, todo se precipitó en el abismo. Una bífida lengua de mercurio se enrolló en su cuerpo y ahogó sus gritos. Cuando la criatura terminó de comer, el gato atigrado salió de su escondite y se dirigió hacia la lata de pescado que permanecía intacta y abandonada sobre el pavimento. Leo Eduardo Mendoza. Cuentista, antologador y periodista. Nació en el 58, en Oaxaca, pero posteriormente adoptó la “nacionalidad” sinaloense. Posee estudios en letras hispánicas y en cine, y es autor de los libros Mudanzas y Relevos australianos, y coautor y antologador de varios más. Ha sido becario del FONCA en el área de cuento. De su pensamiento y obra, el maestro Eusebio Ruvalcaba ha escrito: “Conocedor del alma humana, de las profundidades inescrutables del sufrimiento y de la alegría, da gusto leer sus cuentos: siempre frescos y desparpajados, como aves surcando el cielo”.

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Biki 43

En julio de 1946, apareció en la escena de la moda una prenda que escandalizaría a las mujeres más recatadas: el bikini. Y, aunque ahora los bikinis son tan comunes en las playas como las corbatas en las oficinas, los diseñadores de trajes de baño se encuentran en busca de nuevas formas para hacer girar un clásico y hacerlo más pequeño que nunca. Ashley Paige, La Perla, Dolce & Gabbana y todas las casas de moda que han incursionado en el negocio de los bañadores, se han inspirado en el trabajo de Luis Reard, el padre del bikini. Pero, ¿cómo eran los trajes de baño antes del bikini?, ¿cómo nació esta prenda diminuta?, ¿qué estrellas lo llevaron a la cima?

Breve historia del traje de baño La costumbre de ir a la playa no surgió como forma de esparcimiento sino hasta finales del siglo XVIII. Fue el rey Jorge III quien comenzó a frecuentar las playas de Weymouth, en Inglaterra. Dado que la realeza era la que imponía la moda, muy pronto esta actividad se hizo popular entre el sector masculino de la población. En 1822, una mujer francesa, la duquesa de Berry, se metió totalmente vestida a las aguas de la playa de Dieppe. En 1890, surgió el primer


Trisquel:

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bañador, hecho a base de camisa, pantalón y calcetines, tanto para el hombre como para la mujer. En 1915 desaparecieron los calcetines del traje de playa, aunque las mujeres seguían utilizando camisones, camisas largas y faldas para el baño. Los hombres podían usar pantalones cortos y mostrar las piernas. El primer traje de baño femenino, como tal, apareció en 1930. Debía cubrir obligatoriamente los muslos; estaba hecho de lana, y mojado pesaba más de tres kilos. En esa época, la rebelde diseñadora Coco Chanel puso de moda entre las mujeres el bronceador de rostro.


El bikini En la década de 1940, un ingeniero de automóviles, Luis Reard, se hizo cargo de administrar la boutique de lencería de su madre en París. El verano de 1946 fue el primero verano de calma después de varios años de guerra. Los diseñadores franceses querían que la moda coincidiera con la atmósfera de espíritu libre que reinaba en Europa. Reard tomó el desafío.

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Junto con Jacques Heim, se entregó a la tarea de diseñar un traje de baño más pequeño que los que ya existían. Heim había propuesto que la diminuta prenda se llamara “el átomo”. El traje de baño diseñado por Reard y Heim era tan pequeño, que al principio no pudieron convencer a ninguna modelo de que lo usara. Por ello, recurrieron a una joven desnudista del Casino Paris, Micheline Bernardini. Existe la teoría de que fue la joven Bernardini quien rebautizó a la prenda. Opinaba que iba a ser “más explosiva que la bomba de Bikini”, refiriéndose a Bikini Atoll, uno de los muchos atolones de las islas Marshall, en el Pacífico Central. Este lugar, reconocido por su riqueza natural y por ser idóneo para el buceo, se hizo famoso en la década de los cuarenta cuando Estados Unidos lo utilizó para realizar pruebas nucleares. El primer bikini tenía un estampado que simulaba un periódico. Los titulares hacían alusión al seguro escándalo que provocaría el atuendo. Bernardini recibió cerca de cincuenta mil cartas de admiradores. Reard, por su parte, luchaba por vender el bikini a una sociedad que consideraba impúdica la exhibición del ombligo. “Más pequeño que el traje de baño más pequeño del mundo”, fue su slogan de lanzamiento.

Luis Reard, padre del bikini


Popularidad En un principio, el bikini era sinónimo de mal gusto o propio de las mujeres de moral dudosa. La actriz norteamericana Esther Williams fue censurada por aparecer en bikini en la película Escuela de Sirenas (George Sidney, 1944). En 1951, durante el certamen de Miss Mundo, el bikini fue prohibido y las concursantes desfilaron con trajes de baño completos. La popularidad del bikini no se dio sino hasta los años sesenta, cuando un espíritu de rebeldía sin precedentes comenzó a dominar al mundo. La actuación de Brigitte Bardot en la cinta Y Dios creó a la mujer, de 1957, animó a decenas de mujeres a ponerse un bikini. Brian Hyland y su canción “Itsy Bitsy Teenie Weenie Yelow Polka Dot Bikini” también ayudó a darle publicidad a la prenda. Seis años después, Ursula Andress lució su famoso bikini con cinturón cuando interpretó a la "chica Bond" en 007 contra el Doctor No. Raquel Welch también apareció con un sugestivo bikini en el filme Hace un millón de años. En 1960, con la introducción de la lycra (una fibra que puede ser tensada y estirada hasta seis veces su longitud natural), el horizonte de diseño se amplió muchísimo. Más adelante, con la libertad de expresión, el fin de la dictadura franquista y el landismo, Mariano Ozores y Alfredo Landa introdujeron el topless y la tanga, que llegó de las playas de Brasil y redujo las piezas del bikini a su mínima expresión. El aire de libertad que se respiraba en los ochenta, el interés por la moda y por un cuerpo escultural consolidaron el triunfo de la tanga. En los años noventa, los bikinis siguieron evolucionando: mostraban formas rectas y colores lisos, también causó sensación el bikini de diseño deportivo que modeló la reina del voleibol Gabrielle Reece, en 1993. En 2007 renació la controversia. Una diseñadora australiana inventó una prenda para que las musulmanas pudieran ir a la piscina con su burka puesto, tal y como exige su religión. Lo llamó: “burkini”. La prenda hizo furor en Australia: en unos pocos días, vendió 9, 000 piezas. El “burkini” deja al descubierto solamente una parte de la cara, las manos y los pies. Ha dado mucho de qué hablar debido a la ley “anti-burka” que se promueve en Francia y que condena, paradójicamente, el exceso de pudor.

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Argüendero:

FUtbol Este deporte nació en la la Inglaterra del siglo XIX y, rápidamente, se difundió en el mundo entero. Su nombre nace de las palabras inglesas foot (“pie”) y ball (“pelota”), dos vocablos muy antiguos.

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La palabra foot proviene de las raíces pod- y ped-, de las lenguas prehistóricas indoeuropeas, que también dieron lugar al vocablo griego pous (“pie”), del cual proceden palabras como “trípode”, “podio” y “antípoda”. También vienen de esas raíces la voz sánscrita padas (“pie”); y la lituana, pedà (“paso”), pero desde el punto de vista de nuestra lengua, su derivación más importante ha resultado del latín pedes (“pie”), que dio lugar a “pedicuro”, “peón”, “pedal” y “velocípedo”. La palabra ball proviene del griego ballein, que significa “arrojar”. Considerada por los puristas como un anglicismo, el vocablo “fútbol” fue rechazado inicialmente y sustituido por “balompié”, una traducción semántica de la palabra inglesa. “Balompié” apareció por primera vez en el Diccionario de la Real Academia en 1927, que lo definía como: “juego parecido al del balón, del cual se diferencia en que la pelota o balón se juega con el pie.” Sin embargo, en sus últimas ediciones, el diccionario remite directamente a la palabra “fútbol”, reconociéndola así como preferible.


El fútbol entró a todos los hogares y generó su propio lenguaje, del cual se derivan expresiones conocidas aún por los que no gustan de este deporte: “Cascarita”: es uno de esos términos que se ha convertido en palabra cotidiana. Se refiere a un encuentro deportivo informal y, comúnmente, en la calle. La palabra derivó de “cascarear”: personas que, sumidas en la miseria provocada por la Revolución Mexicana, buscaban en los basureros cáscaras de fruta o cualquier otro desperdicio para calmar el hambre. Por otro lado, tener algo bien “cascareado” significa tener gran control sobre una actividad cualquiera. Cada futbolista tiene su particular forma de celebrar sus anotaciones: éstas son las espectaculares “machincuepas”. Dicha palabra deriva de matzín (“chango”); máitl (“mano”); tzinco (trasero), y cuepa (“voltear”). Una “machincuepa” es “una maroma que da el chango”. A algunos futbolistas se les “suben los humos”, expresión de origen muy antiguo que se remonta a Roma. Las familias de clase alta acostumbraban tener estatuas de sus antepasados a la entrada de sus casas; funcionaban como altares para honrar su memoria y pedir protección. Para realizar el ritual, se encendían velas, por lo que las esculturas se llenaban de humo. A las personas de abolengo, les enorgullecía que a los bustos de sus antepasados se les “subieran los humos”.

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Insurgentes Sur 3155-2° Piso, Col. Jardines del Pedregal Cuicuilco C.P. 04510 México, D. F. (55) 56 87 70 03 § 55 23 83 76 www.grupoasecon.com.mx CONSEJO EDITORIAL BICAALU´

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Dirección General: Lic. Ana Laura Pazos González / pazosorama@gmail.com Subdirección: Lic. Jorge Humberto Pazos Chávez Redacción: Lic. Ana Laura Pazos González § Lic. Pedro D. Hernández Zaldívar Coordinación Editorial: EQ fólder Diseño y Armado: EQ fólder Bolívar 650 Centro Histórico S.L.P. (444) 814 9593 www.eqfolder.com Impresión: Concepto Impreso Tiraje: 4,000 más ejemplares de reposición Si desea obtener las publicaciones anteriores solicítelas a nuestro correo electrónico: aseconvox@asecon2006.com.mx Instituto General de Derechos de Autor 04-2002-062912581700-106 Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas Registro en trámite SEPOMEX CA-D9-D04 3 JULIO 20I0 año 10, Nº 2

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