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En enero del 2016 se estrenó en cientos de salas de cine The Big Short (La Gran Apuesta), un largometraje dramático y satírico dirigido Adam McKay basado en el libro homónimo del periodista norteamericano Michael Lewis; en cualquiera de estas obras se plantea uno de los momentos financieros y económicos más críticos de la historia moderna, e incluso el más difícil de lo que va del siglo, tanto para los Estados Unidos, como para el mundo: la crisis del 2008.
Para muchas y muchos, esta crisis es la segunda más fuerte de los últimos siglos, siendo la gran depresión de 1929 la primera. Sin embargo, la crisis del 2008 -ocurrida hace 15 años- tuvo una peculiaridad, esta se derivó de un defecto en el mercado inmobiliario y financiero de los Estados Unidos, defecto que algunos expertos sí detectaron desde antes pero que, tanto gobiernos como medios de comunicación, decidieron pasar por alto. El resultado lo conocemos: una larga caída de la economía norteamericana y mundial, casas y edificios perdidos en su totalidad, cuentas bancarias quebradas y una depresión social incomparable con otros sucesos.
Justo esa es la trama de The Big Short, una película -o libro, dependiendo el formato en el que se consuma- donde se aborda el hundimiento económico del 2008 ocasionado por la quiebra de la burbuja inmobiliaria en la que flotó el mercado inmobiliario norteamericano durante años (SensaCine, n.d.). Y justo por eso, esta obra es fundamental ahora, poco más de una década después de la inolvidable crisis, pero también tres años después de la pandemia del covid-19, para entender cómo se encuentra el mercado inmobiliario de nuestro país vecino.
Ante tal análisis, vale la pena preguntar, a manera de apertura de conversación: ¿se prevé otra crisis así? ¿Existe otra burbuja inmobiliaria? ¿Hay algo que estamos pasando por alto? ¿El sistema financiero e inmobiliario norteamericano puede sostenerse?
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Todos y cada uno de estos cuestionamientos surgen, temerosos, entre la población norteamericana, y no es para menos, cuando se está observando un incremento casi abrupto en el valor de los inmuebles, haciéndolos cada vez más inaccesibles, aún en un país como los Estados Unidos, hoy por hoy la primera potencia económica del mundo, por encima de Japón, China, Alemania, Francia y otras grandes economías internacionales. No podemos negarlo, las viviendas están subiendo cada vez más de precio y pareciera que no existe una estructura capaz de afrontar esa realidad. Es eso, o es quizá el miedo de la última experiencia. Pero antes de afirmar, o siquiera pensar, en el colapso de mercado inmobiliario del país al que históricamente hemos llamado como nuestro “hermano mayor”, impera la idea de analizar el contexto actual, contexto del cual se podrán hacer distintas hipótesis y teorías, pero que, independientemente de eso, es lo que actualmente está ocurriendo. Es la realidad.