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PRESENTACIÓN María Dolores Cabezas de Herrera Fernández
La vida cultural en Don Benito avanza a pasos agigantados. Recuerdo que, cuando yo llegué a esta ciudad, allá por febrero de 1975, apenas si había movimiento en este campo, o, al menos, yo no me enteraba de ello. Pero, en 1979, surge la Asociación “Amigos de la Cultura Extremeña” y todo comienza a cambiar. Podemos estar orgullosos de nuestra Asociación. Ella ha sido la semilla de la que ha salido el gran árbol que es hoy la cultura en Don Benito. Ella sembró y ahora recoge. Por suerte, en este gran árbol de la cultura no está solamente nuestra Asociación. También se cobijan entre sus ramas otros colectivos y las concejalías, por lo que, constantemente, se celebran en Don Benito diversos actos culturales. En una ocasión, alguien, hablando de este tema, me dijo que si no me molestaba que, desde fuera de nuestra Asociación, también se hicieran actos culturales y se editasen revistas. Le contesté que, para nosotros, todo lo que me estaba diciendo era una alegría y un orgullo, ya que eso era lo que queríamos desde el principio: que la cultura se extendiera y, mientras más gente se dedique a ello, mucho mejor. Por eso, desde estas páginas, animamos a todos, tanto a nivel personal como colectivo, para que, cada día más, se involucren en el apasionante campo de la cultura, convencidos de que no les ha de pesar. Y el que no quiera creerlo, que pruebe. Ya verá cómo cambia de opinión.
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PresentaciÓn
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Índice
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MeMOria de actiVidades
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artÍcULOs
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índice
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• La nUeVa casa ciLLa de dOn BenitO
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• Beata Madre MatiLde téLLez y sOr seBastiana...
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• La ePideMia de cÓLera de 1885 en dOn BenitO,...
25
• aPUnte BiOGrÁFicO sOBre GOnzaLO redOndO ...
31
• FranciscO caMacHO rUiz
33
• HistOria de Las cartas de aMOr 1932-1934 ...
37
• 1856. aLUMnOs de dOn BenitO ...
39
• aVentUras y desVentUras Literarias ...
41
• eL eVanGeLiO aPÓcriFO de JUdas, ...
45
• raFaeL rUFinO FéLiX en dOn BenitO
55
• santiaGO casteLO, PrOFeta en sU tierra
61
• caMinO de santiaGO
63
• eL FUeGO de LOs LiBrOs
73
entre aULas
79
POesÍas
87
en FacsÍMiL
103
aLdaBas
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reFranerO
135
¿saBÍas QUe...?
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• Edita:
AS oCIACIÓN DE AMIgoS DE lA CulTuRA ExTREMEñA APARTADo DE CoRREoS Nº 2 • 0 6 4 0 0 DoN BENITo (BADAjoz)
• Depósito Legal: BA-487-1987 • I.S.S.N.: 1131-8767 • Diseño y Maquetación: jAvIER oRTIz, Di seño y Comuni caci ones, S . l. • Impresión y Encuadernación: Aprosuba-4 Mi nusval -II • Don Beni to Portada y fotografí as: Marí a Dol ores Cabezas de Herrera Fernández
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PRESIDENTA María Dolores Cabezas de Herrera Fernández
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VICEPRESIDENTE 1º Pablo Fernández García VICEPRESIDENTE 2º José María Vinagre Sánchez
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SECRETARIA Visitación Berrocal Calderón VICESECRETARIA Gloria Hurtado Cidoncha
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TESORERO Manuel Parejo Madueño VICETESORERO 1º Francisco Mera Cazalet de Haut VICETESORERO 2º José G. Delgado García
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VOCALES: Pedro Dueñas Borrego Carlos Porro Porro Diego Soto Valadés
La cOMisiÓn LectOra de La asOciaciÓn se reserVarÁ eL derecHO de PUBLicaciÓn de LOs artÍcULOs
VENTANA ABIERTA no se hace responsable ni se identifica con las opiniones que sus colaboradores expresan a través de los trabajos y artículos publicados.
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MeMOria
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actiVidades
PresentaciÓn de “Ventana aBierta” El 22 de diciembre de 2005, en el Auditorio de la Casa de Cultura, se presentó nuestra revista, Ventana Abierta. En esta revista se conmemoraron las Bodas de Plata de la Asociación y, por este motivo, escribieron en ella todos los que habían sido presidentes y todos los que han sido nombrados Socios de Honor a lo largo de sus 25 años de existencia. Durante la velada actuó la Coral de Don Benito, bajo la dirección de Juan José Llorente. La presentación estuvo a cargo de los periodistas José Luis Capilla y Raúl Haba. Nuestro agradecimiento a los dos.
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Durante el acto de presentación de la revista, se nombró Socio de Honor a Manuel Parejo Madueño, nuestro tesorero desde hace muchos años. Se le nombró por su trabajo en nuestra Asociación, ya que siempre está al pie del cañón, siempre se cuenta con él. Cuando parecía que la Asociación se iba a ir a pique, Manolo la ha sostenido con firmeza, luchando contra todos los problemas y animando a todos; y la Asociación ha seguido adelante. Por todo esto y por mucho más que el espacio me impide decir y que en su día se dijo, toda la Junta Directiva estuvo totalmente de acuerdo con este nombramiento.
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PreMiO de inVestiGaciÓn El día 28 de febrero, se falló el premio de investigación “Santiago González”, convocado, de forma conjunta, por nuestra Asociación, la concejalía de Cultura y el Círculo de Artesanos. El jurado estuvo presidido por Julián Clemente Ramos; los vocales fueron Dionisio Á. Martín, María Dolores Cabezas de Herrera, Juan Ángel Ruiz y Pablo Fernández, todos ellos profesores, actuando el último como secretario. El premio, a juicio del jurado, se declaró desierto.
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Santiago González
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sOciO de HOnOr
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ViaJe a ÚBeda, Baeza, BaÑOs de La encina y Linares
Durante los días 11 y 12 de marzo, realizamos el primer viaje cultural de los tres que solemos hacer a lo largo del año. Visitamos el norte de la provincia de Jaén y nos empapamos de su historia, de su arte y de sus leyendas. ¡No podíamos imaginar cuánto de todo esto encierra esta comarca! Al final, de tanto como nos gustó todo, no sabíamos con qué monumento quedarnos. Hubo otra cosa que nos llamó mucho la atención: sus gentes no parecían andaluzas, sino castellanas; mas, una vez enterados de su historia, lo comprendimos.
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El día 24 de abril, lunes, celebramos el Día del Libro leyendo el Quijote. Con este, ya son ocho los años que lo venimos haciendo. Cada año leen más personas y hay que ir ampliando el horario de lectura. Este año se ha estado leyendo durante 10 horas. La lectura tuvo lugar en el auditorio de la Casa de Cultura.
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recitaL POéticO-MUsicaL El 15 de mayo, en el Teatro Imperial, celebramos el recital poético - musical, en el que colaboran los centros docentes de la ciudad. Este año, al conmemorarse el 150 aniversario del nombramiento de ciudad de Don Benito, las poesías han estado centradas en poetas extremeños y en romances populares, también extremeños. Los centros que participaron y sus actuaciones, fueron las siguientes: - Aprosuba-4: Romance de Inés María, romance popular de Don Benito. - CAMP “Nuestra Señora de las Cruces”: Juan Asco, de Álvarez Lencero. - C. P. “Zurbarán”: Aprendiz de poeta y Quemadas, de Rosario Pinto. - C. P. “Nuestra Señora del Pilar”: Romance del río Guadiana, de Don Celestino Vega. - C. P. “Francisco Valdés”: El pájaro bobo, canción popular infantil. - C. P. “Donoso Cortés”: Escena Sartorial, de José Ortiz. - Colegio “Sagrado Corazón”: Fandango extremeño, popular. - Colegio “Claret”: Huída y Piélago de tierra, de Teresa Guzmán. - I. E. S. “Donoso Cortés”: Cigüeñas y Granados, de Francisco Valdés y Anoche lloré por ti, de Gustavo Bru. - I. E. S. “Cuatro Caminos”: El juguete caído, de Don Celestino Vega. 10
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dÍa de cOnViVencia
El día 10 de junio, nos reunimos en la finca “Doña Blanca” para pasar juntos el día y seguir estrechando los lazos de amistad entre nosotros. Como siempre, hizo la paella Manolo Parejo y, como siempre, le salió fabulosa. Al final, vamos a tener que nombrarle “Paellero de Honor”.
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teatrO escOLar Del 22 de mayo al 7 de junio, tuvo lugar la muestra de Teatro Escolar que realizamos todos los años en colaboración con la concejalía de Educación y los centros docentes. Tuvo lugar en el Teatro Imperial a las 11´30 horas. Los centros que participaron y las obras que representaron, fueron: -CAMP “Nuestra Señora de las Cruces”: Un viaje muy accidentado. -Colegio “Claret”: El gallo presumido. -C. P. “Nuestra Señora del Pilar”: La verdadera historia de Caperucita Roja y Los tres hijos del Rey. -C. P. “Zurbarán”: Los habladores y La princesa Tartine. -C. P. “Donoso Cortés”: El país de los Sin-Ceros. -Aprosuba-4: La verdadera historia de Caperucita. -Colegio “Sagrado Corazón”: Año de nieves, año de bienes. -I. E. S. “Donoso Cortés”: Remembranzas dombenitenses. C. P. “Francisco Valdés”: Ojos de botella de anís.
recitaL POéticO Amelia Peco Roncero, el día 16 de junio, en la Casa de Cultura, nos encandiló a todos con el recital con que nos obsequió. Amelia forma parte del grupo poético del Círculo de Bellas Artes, de Madrid, donde da recitales de forma periódica. Igualmente forma parte de las tertulias poéticas del Café de Oriente y del Café Gijón. También participa, en Radio Círculo, en un programa dedicado a la poesía.
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ViaJe a GaLicia Este segundo viaje del año, lo hicimos a Galicia durante los cinco primeros días de julio. Durante esos días visitamos La Coruña, El Ferrol, Mugardos, Betanzos, los cabos Ortegal y Estaca de Bares, Cariño, S. Andrés de Teixido y Pontedeume, donde tuvimos el “cuartel general”. Fueron unos días inolvidables. Hay que tener presente que, efectivamente, los viajes son culturales, pero, también, lúdicos, por lo que, a la vez que aprendemos y vemos cosas nuevas, procuramos pasarlo lo mejor que podemos. Yo creo que conseguimos las dos cosas.
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ViaJe a saLaManca y ciUdad rOdriGO A finales de octubre, concretamente los días 28 y 29, realizamos el tercer y último viaje cultural del año. En esta ocasión fuimos a Ciudad Rodrigo y a Salamanca. A Ciudad Rodrigo para visitar la última exposición de “Las Edades del Hombre” y a Salamanca para recorrer sus calles y monumentos y así aprender mejor su historia y su arte,
FestiVaL de ViLLancicOs El jueves, 14 de diciemvre, en el Teatro Imperial tuvo lugar el ya tradicional festival de villancicos “Don Benito canta a la Navidad”. Son ya 21 los años que se viene celebrando. Y, con razón, se puede decir que Don Benito canta a la Navidad, ya que participan en él todos los centros docentes de la ciudad y los colectivos musicales de la misma.
A parte de lo reseñado hasta ahora, nuestra Asociación ha formado parte de la comisión encargada de todo lo relacionado con el 150 aniversario del nombramiento de ciudad a Don Benito, tomando parte activa en todos los actos que se han realizado. Colaboró con la Concejalía de Juventud en el viaje que, el 28 de abril, se realizó a Madrid para ver la exposición “Faraón”. Por último, se despidió al Ayuntamiento que nombrase, a título póstumo, Hijo Predilecto de la ciudad a D. Santiago González Murillo, recientemente fallecido. Para hacer esta petición, nos basamos, no sólo en que fue el fundador de la Biblioteca municipal, sino en todo el trabajo que realizó a lo largo de su vida en el campo de la cultura. 12
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lA NuEvA CASA CIllA DE DoN BENITo Dionisio Á. Martín Nieto
Las casas cillas, del latín Celam (granero), eran los edificios en los que se depositaban los granos y frutos recaudados por el impuesto eclesiástico del diezmo. Este gravamen, como su propio nombre indica, constituía la décima parte de la producción agropecuaria. El diezmo se dividía en tres partes, conocidas como tercias, que dan lugar a nueve novenos. Su justificación se halla en el Antiguo Testamento, pasando a ser obligatorio en los inicios de la Alta Edad Media, carácter que se mantuvo hasta 1840 en que fue suprimido. El edificio del que nos ocupamos sería el adquirido para esta función por el cabildo catedralicio de Plasencia en 1747, totalmente reedificado en 1770, y que perduraría hasta la primera mitad del siglo XIX. Veremos que en 1677 la casa se enclavaba entre otras dos en la calle de la Fuente. La tradición y la bibliografía la sitúan en la antigua calle de la Cilla, hoy calle de la Madre Matilde, en el solar ocupado por el colegio del Sagrado Corazón. La referencia a la calle de la Fuente es anterior a la existencia de la cilla, por lo que en nuestra opinión creemos que esa vía englobaba entonces, en 1677, al tramo de calle que tras la edificación de la casa troje se escindiría y sería conocido por el hito más singular que en ella había. En el artículo del amigo Alejandro García Galán en esta misma revista podrán leer que la Madre Matilde y demás hermanas instalaron su congregación en 1879 en un inmueble que les fue cedido gratuitamente, circunstancia que podría explicarse porque fuese propiedad del obispado placentino, y sería el de la cilla que desde 1840 había perdido la utilidad para la que fue erigido. Además, se nos plantea otra incógnita, pues la tardía ocupación, en 1747, lleva a pensar que, naturalmente, debió tener otra u otras moradas con anterioridad a ésta, desconociéndose la ubicación de esa/s cilla/s antigua/s. En el archivo de la catedral de Plasencia se conservan, encuadernadas en pergamino, las escrituras de compra-venta de los propietarios anteriores, lo que nos permite trazar un bosquejo de la historia de la nueva casa cilla dombenitense1. En Don Benito, el 2 de noviembre de 1677, Isabel Rodríguez, viuda de Bartolomé Palomo de Paredes, se presentaba ante el escribano Cristóbal Sánchez Collado, siendo testigos Francisco Parras y su hijo Francisco Parras Cabezas y Adrián Collado, para renunciar a su vivienda, situada en la calle de la Fuente, linde con casas de la viuda de Diego Hernández el Gitano y con las de Lázaro Hernández, a favor del convento de San Juan Bautista de Recoletas Descalzas de San Agustín de Medellín, del que ella y su marido habían tomado en su tiempo 10.000 reales en censo, poniendo como aval sus propias casas de morada. Habiendo entrado en el convento una hija del matrimonio, que tomó en su profesión el nombre de María de la Visitación, Isabel, su madre, entrega la casa en concepto de dote, haciendo renunciación a ella y dando libertad a las monjas para que puedan disponer de la propiedad a su voluntad, sea venderla, darla o donarla. Con prontitud, el 7 de noviembre, la madre priora y conventuales otorgan su poder para que Juan Giménez, como su mayordomo, pueda actuar en su nombre para la venta del edificio. El día 14 se formalizaba en Medellín, ante el escribano Juan Antonio de Ayala, la escritura por la que el convento metellinense traspasaba por 10.000 reales el inmueble a doña Inés de Valdivia Calderón, viuda de don Francisco Arias López. Fallecida doña Inés, la propiedad pasó a su hijo don Juan Arias de Valdivia, y éste a su vez la dejó en herencia a su hijo el presbítero don Juan Arias de Valdivia. Sería el nieto de doña Inés quien en 1747 se desprendiese de las casas, que entonces lindaban por arriba con las de Sebastián Fernández Trejo y con las de Francisco Pajuelo por abajo, de cuya venta retraía los corrales, haciéndolo al cabildo catedralicio de Plasencia por 7.700 reales. El presbítero Valdivia daba su poder en Don Benito en 28 de junio de 1747, ante Manuel Fernández Canedo, al canónigo don Pedro Matas Nieto para realizar la transacción en Plasencia, de lo que dieron fe los testigos don Enrique Rodríguez de Morales, don José Calderón Chumacero y Diego Andújar de Paredes, regidor perpetuo. El canónigo presenta este poder el 7 de julio, y el 17 de agosto de 1747 se firmaba en Plasencia la escritura ante el escribano Francisco García Moreno y Acevedo. El cabildo catedralicio destinó la vivienda a casa cilla hasta que en 1770 suscribió contrato con los maestros de arquitectura Francisco Roso Crespo, de Garrovillas, y Antonio Simón, de Don Benito, para derribar las paredes y construir de nueva obra una renovada casa troje o cilla en donde depositar los granos decimales, con un coste de 38.000 reales2.
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El contrato se autenticaba en Don Benito el 17 de julio de 1770 con la presentación de las fianzas y de los fiadores de los maestros, que fueron Pedro Casado, María Sánchez del Arco (viuda de Pablo Carmona) y Francisco Lozano. Pedro Casado puso por aval unas casas mesón que había heredado de su padre Matías Casado, situadas en la plaza pública, lindando con las de don Jacinto Calderón y Robles por una parte y con el hospicio de religiosos de nuestro Padre San Francisco por otra (sería el solar donde actualmente D. Miguel Arias 1928 está el casino), cuyo valor es de 20.000 reales; sus Foto: Alfredo Ara Martín casas de habitación en la calle Palacio, confinantes con las de la marquesa de la Matilla y con las de Pedro Pérez, que valen 15.000; y una viña de 2.000 cepas con algunos pies de olivo al sitio de la Culebra, estimadas en 6.000 reales. María Sánchez responde con su morada en la calle del Rabanero, que alinda con viviendas de Sebastián Simón y de Miguel Banda Paredes; y con una viña de 1.500 cepas en el sitio de Arrepiso, todo valorado en 7.266 reales. Por su parte, Francisco Lozano garantiza el contrato obligando su casa en la calle Tejares, colindante con la de Manuel Arias y la calle de Don Pedro Alfonso, tasada en 3.616 reales. El valor bruto de 51.882 reales, descontados los censos que tienen cargados los fiadores, se queda en la cantidad líquida de 41.086 reales, que acreditan como fianza de la obra de los maestros. Éstos se comprometen a finalizar la construcción en un año desde la fecha de validación del concierto, bajo 14 condiciones. Toda la casa será demolida y levantada una nueva de 50 pies de ancho por 90 de largo y 24 de alto, incluyendo la cimentación. La fachada principal se modula en dos pisos con cuatro ventanas en cada uno, de 5 pies de alto por 3’5 de ancho, con sus rejas de hierro, las bajas en piedra y las altas en ladrillo; se lucirá y cortará simulando cantería. Las paredes serán de tapial, construyéndose las esquinas con piedras labradas y rafas de ladrillo. Todos los elementos como arcos, pilastras y medias pilastras, bóvedas, tozas de puertas y ventanas se fabricarán con ladrillo, a excepción de la puerta principal, las cuatro ventanas bajas, los pasos de la escalera y los zócalos de las medias pilastras y machones que lo harán con piedra labrada. En la armadura de la techumbre se utilizará toda la madera servible de la casa vieja, y el techo se cubrirá con cañas. La segunda planta, destinada a depósito, se solará con argamasa gruesa, tabicándose con ladrillo la compartimentación de los espacios para los diferentes granos. El pasillo hacia la bodega y escalera se hará su suelo de rollos. En cuanto a la forma de pago, a los maestros se les abonará la mitad (19.000 reales) para comprar los materiales, 8.000 concluida la cimentación, otros 8.000 cuando estén construidas las bóvedas, y los 3.000 restantes al ser inspeccionada y dada por buena la obra. Para finalizar, señalar nuestro agradecimiento al canónigo archivero don Juan Manuel Berrocoso, y a María Dolores Cabezas de Herrera por su ayuda. cOndiciOnes Para La OBra de La ciLLa (17 de JULiO de 1770). “1. Primeramente que se han de demoler todas las paredes que al presente tiene la antigua casa zilla desta villa separando sus materiales, cada uno de su clave, y demolidas que sean se ha de construir en su
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terreno la nueva casa zilla abriéndose sus zimientos y dándoles noventa pies de longitud y zinquenta de latitud, assí de las quatro paredes principales como de las que dividen sus piezas bajas, dándoles a las dos paredes principales de la fachada y la que da vista al campo por sus zimientos quatro pies y medio, y a las de los costados tres pies i medio, y a las que dividen sus piezas de bodegas y quartos tres pies, de modo que las dos paredes principales queden con quatro pies y las de los costados en tres pies y quarto en limpio y las de las divisiones en dos pies i medio, y dichos zimientos se ahondarán hasta encontrar tierra firme. 2. Que dichas paredes han de levantar quinze pies de cal y canto, con sus esquinas de piedra labrada, y bajo de los quinze pies de altura han de quedar sus arcos, oy bóbedas, de modo que los pisos queden enrasados con dichas paredes, y desde dicha altura hasta completar el alto, de veinte i quatro pies que levantarán sus paredes por la fachada principal, entrando en dicha altura por dicha fachada su cornisa de fábrica de ladrillo de talón reverso, se harán las referidas paredes de tapia de tierra de tres pies menos quarto de grueso con sus esquinas y ráfagas de ladrillo para sujetar dichas tapias, las que se les dará un pie de grueso y todo el grueso de sus paredes. 3. Que los arcos, pilastras y medias pilastras y los quatro machones que demuestra la planta, bóbedas, arcos, escarzanos de puertas y ventanas, han de ser de fábrica de ladrillo, con las mezclas de vuena cal y arena labada, de dos de arena y una de cal, y para los arcos y bóbedas tres de arena y dos de cal. 4. Que la puerta prinzipal, las quatro bentanas bajas y los pasos de la escalera han de ser de piedra labrada limpia, que a los quatro machones que reciven los arcos de las bodegas se les dará quatro pies de grueso, con los resaltos que demuestra la planta y las medias pilastras se les darán doze dedos de salida y assí a dichos machones como a las medias pilastras se les pondrán seis zócalos de piedra que tendrán media vara de grueso con quatro dedos de faja por causa del salitre.
D. Miguel Arias, enero de 2006. Foto: Antonio Sánchez Miranda
5. Que los arcos y bóbedas se les dará el grueso a los arcos de asta i media, y a las bóbedas de hasta, quedando dichos arcos con tres pies de ancho y medio pie de rosca, como lo demuestra la planta.
6. Que para recivir las armaduras de el tejado se levantarán en los macizos de sus pilastras y paredes doze machones de fábrica de ladrillo, de dos pies y medio en quadro, quedando dicha armadura a dos aguas, aprovechando para dicho tejado toda la madera que al presente tiene la casa zilla antigua, siendo de apruebo y satisfazión, encabriado, a pie y quarto, de uno a otro y su techo será de caña bien lizada y gruesa. 7. Que los pisos altos de todas sus trojes, después de bien enrasados y macizos, se hecharán sus suelos de argamasón de cal y arena grueso, quedando la división de trojes de ladrillos de una vara de alta, sujetas con sus quarriones para la separación de cada clase de granos y las quatro ventanas que se han de poner para luzes de dichas trojes han de ser de fábrica de ladrillo, y así a las ventanas bajas como a las altas se les ha de poner sus rejas de hierro, y para luz de la escalera se ha de poner una bentana pequeña con su reja.
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8. Que la puerta principal, bodegas y quartos se les pondrán sus puertas fuertes de vuena madera, clavos de caveza redonda y zerraduras correspondientes de loba, y a la nueva de la escalera se le pondrá su puerta fuerte y zerradura en la misma forma para la maior custodia y seguridad de los granos. 9. Que el tránsito para el paso de bodega y escalera por el mucho uso que nezesita se enrollará de rollo fino. 10. Que la fachada prinzipal se luzirá y raspará a cantería falsa, y las demás paredes por dentro y fuera se luzirán y blanquearán con todo aseo, y el tejado se pondrá su teja bien quajada, emboquillando bocas y sobrebocas, cavallete, maeiero y cordones de sus costados, todo bien acabado según arte. 11. Que la puerta prinzipal tendrá diez pies de alto y seis de ancho. Las de las bodegas siete pies y medio de alto y seis de ancho, como lo demuestra la planta, y las dos puertas contiguas a las bodegas siete pies de alto y quatro de ancho, las ventanas altas y bajas han de tener cinco pies de alto y tres i medio de ancho, y en todo lo demás así en gruesos como en la distribuzión de piezas se han de arreglar a la dicha planta. 12. Que al año de finalizada dicha obra se ha de reconozer por maestro inteligente y de la satisfacción de dicho ylustre cabildo. 13. Que no han de poder subarrendar la dicha obra a otro maestro alguno y la han de presenciar por sí y trabajar en ella hasta su conclusión. 14. Y últimamente y condición que los espressados treinta y ocho mil reales del entero precio de dicha obra se les han de satisfacer y pagar por la parte de dicho ylustre cavildo en esta manera: los diez i nueve mil de pronto para la compra de materiales precisos para ella; los ocho mill estando sacada de zimientos. Otro ocho mil estando acabadas las bóbedas y los tres mil restantes estando vista y reconozida...”.
ARCHIVO CATEDRAL DE PLASENCIA. Legajo 9, exp. 34. Escritura de venta de una casa cilla en Don Benito a favor de la catedral ante Francisco García Moreno, escribano de Plasencia (1747). 2 ARCHIVO CATEDRAL DE PLASENCIA. Legajo 7, exp. 4. Contrato de Francisco Roso Crespo y Antonio Simón, maestros de Arquitectura, que se comprometen con el cabildo de Plasencia para hacer la casa cilla de Don Benito, 1770. 1
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BEATA MADRE MATIlDE TéllEz y SoR SEBASTIANA SERRANo, DoS RElIgIoSAS ExTREMEñAS uNIDAS PoR uN MISMo IDEAl CRISTIANo Alejandro García Galán. Cronista Oficial de la Villa de Peñalsordo
En octubre de 1956 llegaba yo al internado que los padres claretianos regentaban en Don Benito. En él permanecí, excepto vacaciones, hasta junio de 1963. Habían transcurrido por tanto casi siete años de mi estancia en la ciudad de las Vegas Altas. El narrador español Max Aub, nacido en París, hijo de padre judío alemán y madre francesa, mas criado en Valencia, solía argumentar que el individuo es de “donde hace el bachillerato”, ante tal vez la pregunta impertinente de por qué escribía en español. Ante tal aseveración, yo tendría “que ser” de Don Benito. Al menos permítaseme que Don Benito sea mi “segundo pueblo”, ya que me nacieron en Peñalsordo. Si recurro a esta anécdota aubiana es simplemente porque durante esos siete años de vida dombenitense, jamás oí hablar de Madre Matilde Téllez ni de Sor Sebastiana Serrano, tan unidas entre sí y al pasado de la ciudad, especialmente la primera. Incluso una persona tan próxima a nosotros los alumnos del Colegio Corazón de María, hoy Claret, y a la Congregación de “Amantes de Jesús e Hijas de María Inmaculada” como fue el padre Agapito Robles, claretiano, presente en el segundo levantamiento de los restos de Madre Matilde (1962), nunca le oí nada sobre este tema. Tendrían que pasar muchísimos años, prácticamente hasta ayer mismo, hasta marzo de 2004, para que tuviese conocimiento de ambas monjas. Hoy mi interés por sus vidas y sus respectivas Obras religiosas y sociales son de manifiesta y clara voluntad. Mi desconocimiento de ambas Hermanas había sido total a pesar de que Madre Matilde había nacido en Robledillo de la Vera (Cáceres), había fundado una Congregación religiosa, dedicada a los más necesitados, las “Amantes de Jesús...” en Béjar (1875), que pronto se trasladarían hasta Don Benito para seguir realizando el mismo apostolado ejemplar, ciudad donde había fallecido y donde había sido enterrada la Fundadora. Como digo, ningún conocimiento tenía yo de la Madre ni de su Congregación. Por lo que respecta a Sor Sebastiana pienso que la cosa aún era más grave; ya que ésta había nacido en mi propio pueblo y tampoco había oído jamás hablar de ella, aun estando por aquellos años viva.
Mis PriMerOs cOnOciMientOs de aMBas reLiGiOsas Como apuntaba más arriba, fue hace sólo algo más de dos años cuando tuve conocimiento por vez primera de Madre Matilde Téllez y de la Congregación fundada por ella, las “Hijas de María Madre de la Iglesia”, pues este era el nombre que habían adoptado las Hermanas desde 1965 al sustituir el nombre primitivo de “Amantes de Jesús e Hijas de María Inmaculada”, nombre oficial desde su fundación. Fue a principios de marzo de 2004 cuando recibíamos en la Asociación Cultural Beturia de Madrid un folleto en el que se nos invitaba a participar en un viaje a Roma, organizado por la Curia General de las “Hijas de María Madre de la Iglesia” (Marqués de Viana, 45, Madrid). El motivo del viaje era la inminente beatificación por parte de S.S. Juan Pablo II de la Fundadora de la Congregación, Madre Matilde Téllez Robles, en vida religiosa Madre Matilde del Sagrado Corazón de Jesús, una monja extremeña nacida en Robledillo de la Vera el 30 de mayo de 1841 y fallecida en Don Benito el 17 de diciembre de 1902. El acontecimiento de la beatificación estaba previsto para el día 21 del mismo mes de marzo, como así sucedió. Por aquel folleto me informé de algunos de los hechos de la vida y obra de nuestra paisana. Las breves notas que allí aparecían llamaron sinceramente mi atención. Recordaba yo que desde Santa Eulalia de Mérida no habíamos tenido los extremeños ninguna otra santa reconocida oficialmente por la Iglesia y habían pasado más de XVI siglos. Así, con la beata Matilde Téllez tenemos una nueva extremeña en los altares. No es el caso masculino ciertamente, ya que podemos nombrar a San Pedro de Alcántara y a San Juan Macías durante esta larga travesía en el tiempo, sin incluir a San Juan de Ribera, que también podríamos considerarlo “nuestro”.
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La casualidad quiso, o tal vez no, que por aquellas fechas mi amigo y compañero Vicente Serrano Naharro, Cronista oficial de Cabeza del Buey, me enviase por correo algunos recortes de diarios tinerfeños donde aparecía una monja, Sor Sebastiana Serrano Sánchez, en vida religiosa Sor Sebastiana de San José, que había realizado una ingente labor humanitaria en tenerife, hasta su muerte acaecida en 1961 en Puerto de la Cruz. Vicente me enviaba aquellos recortes sabiendo de mi interés por las cosas de mi pueblo y Sor Sebastiana había nacido precisamente en el mismo pueblo que yo. En aquellos papeles se decía que Sor Sebastiana había pertenecido a la Congregación fundada por Madre Matilde, las “Hijas de María Madre de la Iglesia”. Ambos hechos me llevaron a ponerme en comunicación con las Hermanas, primero viajé hasta Don Benito, y más tarde, ante la sugerencia de aquéllas, con las de Madrid, en donde tengo mi residencia y donde ellas tienen hoy la Casa Curial. Y adelanto al posible lector que las atenciones de información recibidas por parte de la Comunidad han sido exquisitas; por eso deseo vivamente darles desde estas líneas las gracias muy sinceras. El hecho es que ambos personajes, ambas religiosas, me cautivaron desde un principio. Estaba frente a dos mujeres excepcionales, unidas por la misma fe y el mismo entusiasmo espiritual hacia sus semejantes. Son abundantes los escritos, empezando por los propios “Escritos Espirituales” de Madre Matilde, los que podemos visualizar sobre la Fundadora y la Congregación, extendida por Europa (España, Portugal e Italia) y la América hispana (Venezuela, Colombia, Perú y México). Son muchos asimismo los testimonios recogidos por sus Hijas en religión que han llegado hasta nosotros. Obviamente nos ha sido más complicado llegar al conocimiento de Sor Sebastiana; pero en este caso, y dado que ésta nació en mi mismo pueblo, he podido recabar información de familiares que aún viven, al igual que documentos relacionados con su persona: partidas de bautismo y consentimiento escrito firmado por parte de su padre para poder ingresar en el convento de Don Benito. Pero retomemos el tema hacia atrás para ofrecer algunas pinceladas biográficas de ambas religiosas. Empezaremos por la Madre Fundadora y después nos acercaremos hasta una de sus Hijas en religión, la que ocupó el número 16 de ingreso en la Institución, Sebastiana Serrano Sánchez, que llega a Don Benito desde su Peñalsordo natal para formar parte de la Congregación de “Amantes de Jesús e Hijas de María Inmaculada” en 1891. Robledillo de la Vera fue la cuna de Matilde Téllez Robles en 1841 como ya hemos apuntado. Era hija segunda, tras Esteban, del matrimonio formado por Félix Téllez Gómez, de Casas del Monte y de Basilea Robles Ruiz, de Hervás, ambas poblaciones cacereñas. Más tarde el matrimonio tendría otras dos hijas, Elvira y Patricia. El padre, notario de profesión, estuvo en Cepeda de la Sierra, de soltero, después en Robledillo, de aquí saltó hasta Villavieja de Yeltes y finalmente la familia se establece en Béjar, una población con más futuro. Matilde parte con sólo tres años de su pueblo natal, donde había sido bautizada al día siguiente de su nacimiento en la parroquia de San Miguel. Vive siete años en Villavieja, y desde aquí definitivamente a la ciudad ducal y textil en 1851. Con tan sólo diez años pues llega a Béjar y aquí permanecerá hasta la marcha de su Congregación para establecerse definitivamente en Don Benito en 1879. Matilde, ya Madre Matilde, tiene en este momento treinta y siete años y permanecerá en Don Benito hasta su muerte acaecida el 17 de diciembre de 1902. Hará alguna escapada hasta Madrid y sobre todo hasta las nuevas casas que irá abriendo el Instituto por distintos puntos de España, siendo la primera de ellas la fundación en Cáceres (1889). Madre Matilde recorrerá con frecuencia cada una de estas nuevas casas siempre que sus Hijas necesiten de su consejo y su ayuda.
FUndaciÓn de Las “aMantes de JesÚs e HiJas de MarÍa inMacULada” La familia de Matilde era una familia tradicional española. Su madre, muy religiosa, inculcaba a sus hijos desde muy pequeños la fe cristiana. El único varón, Esteban, el mayor, moriría con tan sólo quince años, produciendo un gran dolor en la casa. Don Félix era un hombre muy pendiente de su familia, gran protector, preocupado por el bienestar de la misma y deseoso de casar a sus hijas con jóvenes bejaranos de familias pudientes. De ahí, a pesar de ser hombre de convicciones católicas, no vería nunca de buen agrado las inclinaciones piadosas de su hija mayor; si bien terminaría por ceder a los deseos de ésta. En aquel tiempo eran frecuentes las Misiones religiosas en toda España. A principios de aquellos lejanos años sesenta del siglo XIX llega a Béjar con una de estas Misiones el padre jesuita Pedro Sanz Cenzano, gran orador sagra-
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do, que impacta entre sus oyentes. Antes de abandonar la población funda una Asociación de Hijas de María (1864) y Matilde es elegida presidenta de la misma. Ésta será en cierta medida el germen de la futura Congregación. En 1875 cuarenta jóvenes, encabezadas por Matilde Téllez, desean fundar un nuevo Instituto religioso, que llamarán “Amantes de Jesús e Hijas de María Inmaculada”. Se constituye el 19 de marzo, festividad de San José, patriarca muy venerado por la Fundadora. Pero treinta y ocho de aquellas jóvenes entusiastas desertan, seis de ellas en el último momento. Tan sólo dos se presentan en la iglesia de Santa María la Mayor en donde habían acordado reunirse para oír misa y después marchar a la casa que Matilde había alquilado y bautizado con el nombre de “Nazaret” para vivir en comunidad. Sólo Matilde, de 33 años, y María Briz Manzano, con diez años menos, que había despachado al novio a punto de casarse, se presentan en la iglesia aquel día. Ambas jóvenes no se arredran y empiezan una vida nueva en la casa alquilada. En “Nazaret” no hay ni cargos, ni hábitos, ni regla alguna; pero sí mucha oración, mucho amor a Dios y al prójimo. Y mucha alegría. Pasan por dificultades económicas, pero siguen en su empeño. Se vuelcan con los más necesitados de la población: niñas huérfanas, pobres, enfermos... Viven de la caridad de los vecinos y sienten la Providencia de Dios hacia ellas y su Obra. Y eligen un lema: ORACIÓN, ACCIÓN, SACRIFICIO. Visitan pueblitos de los alrededores de Béjar mendigando para sus pobres y por fin, el 16 de enero de 1876 se les une una nueva hermana. Acompañada de su padre, entra en “Nazaret” para quedarse con ellas, Juana de la Orden Manrique. Ya son tres.
trasLadO a dOn BenitO La sede de Plasencia, de la que dependía Béjar, estaba vacante desde hacía siete años; pero en febrero de este mismo 1876 es nombrado nuevo obispo el gallego don Pedro Casas y Souto, que sería en el futuro gran valedor para Matilde y la Congregación. Aunque las hermanas no son monjas todavía se sienten monjas. Por eso Matilde aprovecha la llegada del obispo para pedirle audiencia y presentarse a él con una Regla o Estatutos que había redactado su director espiritual, don Manuel de la Oliva. Matilde sale contenta de esta entrevista ya que Casas y Souto está conforme con el documento presentado, y anima a Matilde a seguir adelante. Después pide al obispo vestir el hábito y postular por los pueblos; ambos deseos les son concedidos. Y el 20 de enero de 1878 Matilde y María toman el hábito de monjas en Plasencia. El hábito es el de la Inmaculada, azul y blanco. Postulan por los pueblos de la diócesis placentina sufriendo verdaderas calamidades a causa de ríos crecidos, caminos en mal estado, cuadrúpedos deficientes..., pernoctando generalmente en las rectorales. En algún sitio les dicen que vayan a Don Benito, que este es un pueblo rico. Lo hacen y se encuentran en carnavales con María Alguacil-Carrasco, quien les presentará a su hermano Diego. Ambos desean crear una especie de fundación y dotarla. Y se la ofrecen a ellas. Es una casa grande y destartalada, pero también les prometen repararla. El 19 de marzo de 1879 la Congregación deja Béjar y se establece en Don Benito, tras la aprobación del cambio por el obispo placentino. Aquí se va a crear el noviciado. Necesitan un espacio más grande. En Béjar están de alquiler; en Don Benito, gratis. Unos días antes de la llegada había ingresado una nueva hermana, Concepción Feliciana García Gallardo, en la vida religiosa Sor Concepción de Jesús, nacida en la salmantina Rinconada de la Sierra. Llegan hasta Don Benito siete congregantes, cuatro con hábito y tres sin él. Dos de las siete abandonarían pronto la Institución.
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En Don Benito estrenan casa con jardín. Ponen en él la imagen de San José que tiempos atrás había comprado Madre Matilde por poco dinero. Siguen con las misma atenciones que lo venían haciendo en Béjar: asilo de huérfanas, cuidados a enfermos, enseñanza de niñas... Ahora van a tener también en la casa una capilla, pero ya con Sagrario. La nueva vivienda está situada en la calle de la Cilla y en ella crean la escuela. Poco después abren otra en el barrio del Pradillo. Empiezan a ser conocidas por los dombenitenses en el trasiego que realizan desde la calle de la Cilla hasta el barrio del Pradillo y por su indumentaria empiezan a llamarles “las azules”. Don Benito era una ciudad rica, pero las tierras estaban mal repartidas, por lo que había muchos desposeídos que pasaban verdaderas calamidades. Muchas de las viviendas eran ciertamente miserables. Eran 20.000 almas para una sola Parroquia y las Conferencias de San Vicente -También en Béjar Matilde había formado parte de las Coferencias- no alcanzaban para atender a todos los necesitados. Pero ¿qué podían aportar “las azules” si también ellas eran pobres? Con trabajo, esfuerzo y abnegación irán “solucionando”algunos de los muchos problemas por los que pasaban sus convecinos. Abordan en 1880 la ampliación del local y entre 188287 construyen una nueva capilla más amplia. En 1884 Madre Matilde y otras cinco religiosas emitieron sus votos temporales sin distinciones en ceremonia única. Fueron, además de la Madre, María Briz Manzano, Juana de la Orden Manquique, Feliciana García Gallardo, Joaquina Trejo Álvarez y Mariana Fernández Oviedo. En la vida religiosa añadieron a sus nombres los: del Sagrado Corazón de Jesús, del Espíritu Santo, de la Santísima Trinidad, de la Concepción, de San José y del Niño Jesús.
eL cÓLera en dOn BenitO (1885) Un acontecimiento terrible se va a producir en España que en Don Benito adquirá gran virulencia. Se trataba del cólera. Éste había ingresado por Alicante y pronto llegaría hasta la ciudad de Don Benito. Era julio de 1885. ¡La peste! Todo estaba contaminado, el agua, el pan, el amor..., todo producía sospecha. Las autoridades locales declaran la cuarentena y se intenta desinfectar a base de quemar ingentes cantidades de azufre. Pero las personas seguían muriendo. Un día mueren 15, otro 23, el día de Santiago fallecieron 39, otro día 40; el día que más, hasta 44. Los más creyentes hacían rogativas a la patrona del pueblo, la Virgen de las Cruces. Hubo casas enteras que se cerraron por haber fallecido todos sus habitantes. Se quemaban las ropas y los enseres. Ante tal pandemia, las “Amantes de Jesús...”, conocidas como “las azules” o “hermanitas de la Caridad” se vuelcan ayudando a los enfermos, exponiendo sus propias vidas. Sólo una de ellas, María Briz, en religión Sor María del Espíritu Santo, la incondicional y compañera cofundadora de la Congregación, junto a la Madre Matilde, perdió su vida por contagio. Tan sólo doce horas estuvo enferma. Tenía 32 años. Fue el 16 de julio, festividad de la Virgen del Carmen. Estando expirando Sor María, llegó la aprobación oficial del señor obispo, don Pedro Casas y Souto, constituyéndose en Instituto de Derecho Diocesano la Obra fundada por la Madre Matilde. El cólera duraría en Don Benito hasta el mes de septiembre. El Ayuntamiento de la ciudad reconocería más tarde la labor humanitaria de las Hermanas en una memoria publicada en donde aparecen los nombres de todas, encomiando su “exquisita caridad”. Por otro lado no había en Don Benito ninguna Institución civil ni eclesiástica que pudiese atender a los pobres de solemnidad, que eran numerosos como hemos señalado. La Madre Matilde tiene un poco de dinero obtenido de las postulaciones que habían hecho con anterioridad y quiere fundar un hospital. El obispo la anima y la ayuda a llevar a cabo dicha obra. Se construye un hospital que ella denominará hospitalillo, el de San Antonio. Lo manda construir en el mismo sitio donde fue contagiada Sor María. (Este edificio relacionado con la Congregación es el único edificio que recuerdo de mi estancia en Don Benito. Hasta allí llegó a principios de los sesenta un joven de mi pueblo acompañado de un hermano suyo, amigo mío, y fui a visitarlos).
aPariciÓn de sOr seBastiana La Madre, con gozo, va recibiendo a nuevas jóvenes atraídas por el testimonio de la Comunidad, que se van incorporando en el Noviciado de Don Benito. Dos jóvenes muchachas de
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Peñalsordo llegan hasta aquí. Estamos en 1891. Son dos hermanas, Sebastiana y Amalia. La primera va a permanecer en la Congregación hasta su muerte, ya nonagenaria, en Puerto de la Cruz, en 1961; la segunda regresará pronto con su familia y optará más tarde por el matrimonio formando una familia numerosa con descendencia actual en Peñalsordo y otros lugares. Sor Sebastiana de San José, éste va a ser su nuevo nombre en religión, ingresó en la Institución el 14 de marzo de 1891, toma los hábitos el 16 de julio de ese mismo año, profesa temporalmente el 4 de mayo de 1893 y ya perpetuamente el 11 de febrero de 1906. En 1892 su progenitor, Higinio Serrano, da el consentimiento, como era preceptivo en aquel tiempo, para que su hija ingrese como monja de la Caridad en Don Benito. Así lo recoge un documento expedido por el notario eclesiástico de Peñalsordo, Gregorio Castellano y Pizarro, en donde el padre acepta el deseo de su hija. Años más tarde Sor Sebastiana será enviada a la casa que la Congregación abre en Villanueva de Sor Sebastiana Serrano, Córdoba. Un día que Madre Matilde comparte de Peñalsordo (1868), compañía con sus Hijas en esta población andaluza, tiene una premonición de que algo grave sucede en la Casa Generalicia de Don Benito. Sale con premura dejando a Sor Sebastiana y al resto de la Comunidad preocupadas. Cuando la Madre llega a Don Benito observa que algunas de las Hermanas quieren abandonar la Congregación, un tanto confundidas. Con su presencia todo volverá a estar en orden. Sor Sebastiana abandonará Villanueva de Córdoba en 1908 para recalar de forma definitiva en Puerto de la Cruz, Tenerife, adonde va a desarrollar una grandísima labor humanitaria durante cincuenta y tres años, hasta su muerte, entregada durante todo ese tiempo a los más pobres, a los más necesitados. Aquella era una época de grandes penurias humanas en la ciudad del Puerto ya que el turismo aún no había hecho acto de presencia y aún no se habían transformado las estructuras sociales de las islas Canarias. Morirá Sor Sebastiana en loor de santidad, tal y como recoge la prensa chicharrera de aquel tiempo (1961). Posteriormente se le concede a título póstumo la medalla de la Cruz Roja Española comarcal, conservándose en el Museo que la Congregación tiene actualmente en Madrid. Hemos tenido la oportunidad de contemplar dicha medalla que dice : “A SOR SEBASTIANA SERRANO POR SU HEROICO COMPORTAMIENTO CON ENFERMOS Y POBRES EN EL PUERTO DE LA CRUZ (TENERIFE). CRUZ ROJA ESPAÑOLA. 7 DE SEPTIEMBRE DE 1868”. Como observamos, la monja peñalsordense conserva las mismas preocupaciones por los más necesitados, los más pobres y enfermos de la sociedad, cualidades que le había inculcado la Madre Fundadora con su ejemplo. Y al igual que Madre Matilde se enfrentó al cólera mortal en 1885 en Don Benito atendiendo a los más desahuciados, también Sor Sebastiana hará lo mismo cuando aparece la terrible gripe de 1918 en el Valle de la Orotava, donde queda encuadrado Puerto de la Cruz. Por aquel tiempo Sor Sebastiana ocupaba el cargo de enfermera, volcándose en curar a los que acudían al hospital que regentaba la Congregación de “Amantes de Jesús...”, algunos de ellos víctimas de la peste bubónica o la lepra, siendo tratados con paciencia infinita y caritativo amor por la monja de Peñalsordo. Mientras la mayoría de la población se apartaba de este tipo de enfermos, Sor Sebastiana pide voluntariamente prestar servicios en el Lazareto del pueblo, y así mejor atender a los muchos enfermos terminales que allí permanecían infectados por tan terrible epidemia, ejerciendo una lucha estremecedora por rescatar de la muerte a estos desgraciados que a ella son confiados para su cura, con altísimo riesgo de su propia vida. Ella así lo quiere.
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datOs BiOGrÁFicOs de seBastiana serranO Nació Sebastiana en Peñalsordo el 5 de diciembre de 1868 en el seno de una sencilla familia de labradores del lugar. Era hija legítima de Higinio Serrano Tamurejo y de su esposa Margarita Sánchez Pedrajas. Por parte paterna sus abuelos fueron Gregorio Luis Serrano y Mónica Tamurejo y los maternos Rufo Sánchez y Blasa Pedrajas, todos naturales de la misma villa. Fue bautizada por el presbítero cura propio de la parroquia de Santa Brígida, Virgen, don Honorio Aranda, quedando registrado este hecho en el libro parroquial de bautismos en el folio 236 y vuelta. Hemos tomado estos datos de nuestra paisana de una copia literal que guardan las “Hijas de María Madre de la Iglesia”, fechada en 20 de julio de 1892, para el ingreso de Sor Sebastiana en la Congregación de las “Amantes de Jesús e Hijas de María Inmaculada”, ya que el original de dicho documento bautismal, junto al resto de documentación eclesiástica y también civil, desapareció durante la última guerra española de 1936-1939. El matrimonio Serrano Sánchez trajo al mundo seis hijos, cinco hembras y un varón. Además de Sebastiana y Amalia, de las que ya hemos hablado, les vivieron Florencia, Amalia y Mónica y un hijo llamado Francisco. Actualmente existen descendientes de estas personas en el pueblo. Alguno de estos parientes colaterales recuerda aún a sus padres que la “tía monja, vivía muy lejos, y que no volvió al pueblo después de la guerra”. Hemos hablado de la dedicación de Sor Sebastiana a los más enfermos en el hospital de Puerto de la Cruz, en el Valle de la Orotava, durante la pandemia de 1918. Una vez que ésta desapareció nuestra monja coterránea, acompañada de un gran bolso negro, un rústico báculo, un palo o una caña recorría los pueblos del Valle pidiendo limosna para sus necesitados del hospital del Puerto, ganándose por ello el cariñoso apelativo de “hermanita andariega”. Recordamos otra monja española que nos viene a la memoria, Santa Teresa de Jesús. Sor Sebastiana honrada con la convivencia de Madre Matilde y su doctrina en el convento de Don Benito, siempre acataría en vida la obediencia a sus superiores, ejerciendo el trabajo encomendado como provisora, cocinera o enfermera con la mayor de las predisposiciones. Para ir terminando este trabajo quiero hacerlo con una anécdota que se cuenta de Sor Sebastiana y que a mí me resulta por encima de todo entrañable. Como es de suponer nuestra paisana era una persona de escasa instrucción en el mundo de las lenguas, tanto vivas como muertas. Cuando ella nació en los pueblos pequeños, y grandes, las niñas apenas si iban a la escuela, por lo que adquirían escasos conocimientos culturales en los libros. Había sin embargo otros valores profundos que hoy en día se han perdido. Lo cierto es que en una ocasión en que Sor Sebastiana estaba leyendo la Biblia en latín, lo que le producía una gran incomodidad al no conocer esta lengua, el médico del hospital le preguntó el por qué leía en una lengua que le era ajena. La monja extremeña, con la naturalidad y sinceridad de la que hacía gala, contestó que efectivamente, no sabía latín, pero que leía en esta lengua porque le era muy difícil, y de este modo podía ofrecer un mayor sacrificio a Dios. Este detalle pienso que nos muestra a una mujer que, además de entregarse a los más necesitados de su entorno, todavía los pocos momentos que tiene de asueto los ocupa en sacrificios con su esfuerzo físico y mental. Concluyo con una reflexión y deseo personal. Permítanme hacer volar mi propia imaginación. Quién sabe si aquella muchacha que llegó hasta Don Benito en 1891 con tan sólo veintidós años para ingresar en el Noviciado de las “Amantes de Jesús e Hijas de María Inmaculada”, al lado de su Maestra y Fundadora, Madre Matilde Téllez, de quien aprendió la austeridad, el amor a Dios y al prójimo y la santa caridad, quién sabe, digo, si quizás también algún día la Iglesia Católica proclame oficialmente a Sor Sebastiana de San José como beata y subirla a los altares, al lado de su Maestra y compañera, Madre Matilde del Sagrado Corazón de Jesús, que ya lo está desde el 21 de marzo de 2004. Sin duda que muchos peñalsordenses, extremeños y toda la “Congregación de Hijas de María Madre de la Iglesia” experientaríamos una gran alegría. ¡Quién sabe si...!
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lA EPIDEMIA DE CÓlERA DE 1885 EN DoN BENITo, A TRAvéS DEl PERIÓDICo DIARIO DE BADAJOZ Juan José Arias Moreno
Una de las más graves epidemias de cólera sufridas en España en el siglo XIX fue la registrada en 1885, que afectó especialmente a la mitad Este de la península durante los meses de verano. Según los datos oficiales, en Extremadura sólo fueron invadidas las localidades de Don Benito, Villanueva de la Serena, Magacela, Jerez de los Caballeros, La Garganta y El Gordo. Aunque la prensa informó también de algún fallecido en Escurial, las estadísticas oficiales no lo recogieron como tal. En realidad, fue Don Benito la población donde se cebó la bacteria “vibrio cholerae”, responsable del cólera morbo asiático. Según los datos del Boletín de estadística demográfico-sanitaria. Apéndice General al tomo VI, año 1887 (editado por el Ministerio de la Gobernación), en la ciudad dombenitense fueron 913 las personas atacadas y 532 las fallecidas. Para las mismas fuentes, el periodo de invasión se extendió entre el 12 de julio y el 30 de agosto, lo que supuso una mortalidad media diaria de 10,64 personas en una población de unos 16.000 habitantes. Estas cifras contrastan con las de Villanueva y Magacela, con 9 y 11 invasiones respectivamente y 7 fallecidos en cada una de las localidades. Los datos ofrecidos por los periódicos fueron muy similares. En efecto, en aquellas fechas ya estaba bastante desarrollada la prensa, cuya labor estrictamente informativa llegó a suponer, creemos, un factor importante en el control de la enfermedad. Según las prospecciones que hemos efectuado en las colecciones de periódicos conservadas en las hemerotecas públicas, fue Diario de Badajoz el rotativo que prestó más atención al caso de Don Benito. Desde el momento en que se conoció la noticia del brote colérico, la dirección del periódico encargó al corresponsal en la ciudad la remisión continua de información. Éste realizó el encargo con toda diligencia a pesar de su convicción de que el trabajo informativo incrementaría el riesgo de su propio contagio. Dicho corresponsal, cuya identidad desconocemos (alguna vez firmó con las iniciales P. P.), solía enviar a la redacción del periódico uno o varios telegramas diarios y, más espaciadamente, crónicas extensas remitidas por correo. El rotativo solía hacerse eco también de ciertas informaciones publicadas por otros medios impresos, al tiempo que difundía lo que entonces dictaminaban genéricamente los médicos con el fin de evitar contagios y paliar la enfermedad. Es imposible reproducir aquí la totalidad de lo publicado por la prensa sobre el caso de Don Benito, ni siquiera hay cabida para insertar todo lo divulgado por Diario de Badajoz. En consecuencia, nos limitaremos a recoger las informaciones de este medio que resultan más pertinentes para hacernos una idea del desarrollo de la epidemia, la lucha de las autoridades, las recomendaciones de los profesionales de la medicina… y el extraordinario pánico que cundió en la población dombenitense, en la comarca y en toda la provincia. La epidemia, que había entrado en la península por las provincias del Levante, afectó a Don Benito, según Diario de Badajoz, a partir del 11 de julio del referido año. El primer día que este periódico informó sobre el particular fue el 15 del mismo mes. En esta fecha decía bajo el epígrafe de Última hora: Las noticias que circularon en Badajoz en las primeras horas de la madrugada, y durante todo el día de ayer, son verdaderamente alarmantes. Si bien todavía, y por fortuna, no se puede decir de un modo cierto, por no estar comprobado, que el terrible azote del cólera morbo, se encuentra en nuestra provincia, (á las horas en que escribimos estas líneas, 10 de la noche), hay motivos bastantes para afirmar, después de las noticias oficiales transmitidas que debemos estar precavidos para el desgraciado caso que resultaran ciertos los vehementes indicios que hoy tienen respecto á la naturaleza de la enfermedad sospechosa, motivo de la alarma producida. El alcalde de la importante y populosa ciudad de Don Benito había venido telegrafiando diariamente, así como los de los demás pueblos de esta provincia, que el estado de la salud pública era excelente en todas las localidades de su respectivo mando. Antenoche, y á última hora, se recibieron en los centros oficiales, con gran sorpresa de las autoridades, y de la Junta de sanidad en pleno un telegrama que había comunicado los dos días anteriores el referido alcalde. Decía en este último telegrama que había muerto un individuo atacado el día anterior de cólera esporádica y que otro se encontraba enfermo afectado del mismo mal.
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En vista de las contradicciones que acusaban las noticias telegráficas emanadas del mismo punto y de la propia autoridad, dignas de cotejadas, la Junta de sanidad, presidida por el señor gobernador, acordó dirigir un extenso telegrama á la autoridad referida, pidiéndole datos extensos y encargándole que los suministrara después de haber reunido á los médicos de la localidad, y fundados en la opinión facultativa. Con posterioridad se han recibido las noticias solicitadas y deben ser verdaderamente poco consoladoras cuando en vista de ellas se ha tomado el acuerdo de que se trasladen á la citada ciudad, que se supone atacada de la terrible epidemia, el gobernador de la provincia y los dos reputados médicos de esta localidad, señores D. Rafael Orduña y D. Manuel Paulino, á fin de que estudiando los casos calificados de sospechosos, resuelvan en definitiva, sobre la verdadera naturaleza de la enfermedad. Las noticias propaladas en las primeras horas de la tarde de ayer, eran ciertamente aterradoras. Se decía que habían sido atacados 46 individuos de los que fallecieron 14 (…). Felicitamos á la primera autoridad de la provincia por la resolución adoptada de trasladarse al punto que se dice epidemiado y prometemos tener al corriente a nuestros lectores de cuanto ocurra en la ya repetida ciudad y demás puntos de la provincia si se extendiera el mal, porque estamos decididos á realizar toda clase de sacrificios, sin reparar en gasto alguno, para anticipar todo cuanto ocurra en Extremadura y para hacer en obsequio de nuestros convecinos cuanto personalmente esté al alcance de los redactores del Diario para aliviar sus desgracias y aminorar sus sufrimientos en el desgraciado caso que nos alcanzase la aterradora enfermedad.
15-07-1885, pág. 2 y 3.
El mismo día el periódico hacía público el siguiente telegrama: Don Benito 14 (8’55 n) recibido 10´10. Desde anoche á las doce, diez y seis casos, calificados por los médicos de cólera esporádico. Defunciones siete. Gran alarma población.
15-07-1885, pág. 3. Veinticuatro horas después publica dos telegramas seguidos, bajo la firma de El Corresponsal, que son del siguiente tenor: Don Benito, 15-7 m. – Recibido 8´15. Confirmada enfermedad epidémica. Casos diseminados en la población. Créese importada por contacto con personas procedentes de levante. Atacados ayer 25; fallecidos 7. Ha terminado sesión bajo la presidencia del gobernador con ayuntamiento, médicos y personas notables de la población. Tomadas medidas sanitarias convenientes. El gobernador con médicos de Badajoz sale á visitar enfermos y socorrerlos. De nuevo telegrafiaré á última hora de hoy. Don Benito15 2´30 t. El gobernador y comisión no han alcanzado el tren correo. Si mandan máquina pedida irán esta tarde, si no mañana. A la hora en que transmito éste no van registradas hoy más que cuatro defunciones. No sé número de invadidos. Vá renaciendo relativa tranquilidad. El Corresponsal.
16-07-1885, pág. 2. El 18 de julio se hacía eco de una extensísima carta del corresponsal dando cuenta de la referida visita del gobernador y médicos pacenses, de la que seleccionamos los siguientes párrafos: Sr. Director del DIARIO DE BADAJOZ. Don Benito, 16 de julio de 1885. Mi estimado amigo. Cumpliendo el honroso encargo que V. me ha encomendado, le reseñaré todo lo ocurrido en esta localidad desde la llegada del señor gobernador de la provincia y profesores médicos de esa población señores Orduña y Paulino (…). Los médicos tuvieron ocasión de ver dos enfermos en el periodo de invasión, tres en el álgido con todos los caracteres y síntomas de la terrible enfermedad, una enferma en reacción, y dos en la agonía, llamándoles la atención, no sé por qué detalle, el estado de la estanquera; guapa moza de treinta abri-
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les, que invadida á las cuatro de la tarde, á las once de la noche era cadáver, habiendo pasado por todos los periodos típicos del cólera (…). El señor Orduña expuso el cuadro sintomatológico que presentaban los enfermos y el diagnóstico formado de común acuerdo por todos sus compañeros: que la enfermedad reinante era sin género de duda cólera morbo asiático: que tenía que lamentarse muy mucho la falta de medidas higiénicas y servicio facultativo prestado hasta entonces, por no responder á un plan fijo y ordenado y por dificultades de otro género. Propuso la adopción de varias medidas higiénicas, entre las que recuerdo las de aislamiento, desinfección, ordenación del servicio médico; creación de hospital para coléricos, establecimiento de barracones para diseminación de la población, servicio facultativo en guardia constante en el Ayuntamiento, creación de un cuerpo de higiene y desinfección, establecimiento de cocinas económicas para suministrar alimentos sanos á la clase proletaria, señalar puntos para el lavado de ropa que no fuese en los ríos Rueca y Ortiga, aconsejando que el lavado se verificase en cada casa, colando las ropas con agua hervida previamente, consejos sobre la limpieza de la población, sistema de alimentación, etcétera, etc. (…). Durante la visita se inquirieron y recocieron datos para asegurar que la enfermedad ha tenido la siguiente marcha. A consecuencia del tráfico de ganado que se sostiene entre la ciudad de Don Benito y las provincias de Levante infectadas, concurrían al pueblo los hombres que se ocupan en la compra-venta de indicados animales. Uno de estos traficantes, procedente de Múrcia, burlando la vigilancia de las autoridades de Don Benito, se dice pernoctó dos días en una casa de esta ciudad. A los tres días de suceder esto fue atacado de cólera el dueño de la casa donde se alojó el traficante: al siguiente día falleció. Se aseguraba, y la mujer del difunto lo confesó, que ella lavaba las ropas de su casa en el río Rueca y que al mismo tiempo que las suyas lavó algunas prendas de ropa del forastero. Al día siguiente de haber fallecido el primer atacado era invadida otra mujer que lavaba sus ropas en expresado río y también falleció. Al siguiente día se presentaron indistintamente en diversos puntos de la población de 14 á 16 invasiones, casi todas mujeres que habían lavado la ropa en el río Rueca. Estos antecedentes y ver que de los 25 enfermos del cólera, 22 eran mujeres y lavanderas en repetido río, confirmaban el dictamen de que la causa de haberse importado el cólera en la ciudad de Don Benito era el haberse lavado ropa en el Rueca de persona venida de punto infestado y que la diseminación y propagación de dicha enfermedad procedía del río, al que se consideraba como foco de infección. (…). Por su parte la autoridad superior de la provincia y los médicos señores Paulino y Orduña, escucharon la expresión fiel de todo el pueblo de Don Benito que ha quedado sumamente agradecido del paternal interés que han tomado por estos vecinos en la desgracia que les aflige. Digna de eterna loa es la conducta de dichos señores: el cielo les premie tanto bien como han realizado. Nuestro alcalde sigue incansable en el trabajo y orillando todas las dificultades. Es un hombre que posee un gran temple de alma. No quisiera consignar censuras de ninguna clase en esta ya larguísima carta, pero personas que visten toga y otras encargadas de la fida (¿?) pública no han cumplido con lo que el deber moral les ordenaba. De egoísmos personales tampoco quiero acordarme. He cumplido tan bien como he podido con el encargo que se me confió. Si los microbios respetan mi salud no será ésta la última epístola que recibirá de su afectísimo amigo. P.P.
18-07-1885, pág. 2. Un día después, el periódico recogía una nueva crónica fechada el 17, de la que extraemos lo que sigue: … la enfermedad epidémica que ha invadido esta población crece, crece, y mengua, mengua el número de estos vecinos. No expongo el guarismo de invadidos y fallecidos porque este triste dato lo comunico por el telégrafo… cuando me es posible. Huyen de Don Benito todas las personas que tienen posibles para poner tierra por medio entre sus acicaladas individualidades y el huésped del Ganges (…). Pero lo más grave del día de hoy lo conceptúo el haber sido invadidos de la enfermedad colérica dos de los seis médicos útiles con que contaba esta población. Los cuatro que quedan están reventados de tanto trabajo (…). Por lo pronto se recibe la noticia de que D. Eladio Calero Sánchez, médico titular de Villagonzalo, cuya plaza ha renunciado por trasladarse á Campanario para ejercer, ha resuelto venir espontáneamente á esta ciudad por el tiempo que sean precisos sus servicios sin remuneración alguna. Digna acción propia del sacerdocio que desempeñan los hijos de Esculapio y Galeno. (…).
19-07-1885, págs. 2 y 3.
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En la misma fecha hacía público un telegrama del corresponsal, datado en Don Benito a las diez de la mañana del 18. En él se daba cuenta del fallecimiento de la monja María Briz, de la congregación conocida popularmente como Azules o Hermanitas de la Caridad. Desde las siete de la mañana de ayer, á igual hora de hoy, 42 invasiones y 8 defunciones. De los invadidos el 16 ha fallecido uno. Deficiente servicio médico. Sor María, hermana de la Caridad, ha fallecido del cólera en pocas horas. El Corresponsal.
19-julio-1885, pág. 3. Durante estos días de julio y hasta bien entrado agosto el rotativo publica diariamente uno o varios telegramas remitidos desde su corresponsalía dombenitense. En ellos se da cuenta del número de invadidos y fallecidos, y algún otro detalle. He aquí, a manera de ejemplo, los publicados en una misma página, uno a continuación de otro, el día 21. Aparecen precedidos de otro telegrama sobre el mismo asunto fechado en Mérida, que también reproducimos: Mérida 19 (1´30 t.) Hoy pedimos al presidente del Consejo de ministros en representación de este vecindario y de algunos pueblos del partido que venga á Don Benito Doctor Ferrán á inocular. Comunique proyecto á la prensa capital por si quiere asociarse al pensamiento. Los representantes Juan Barragán.- José Rubio.Zacarías Bonilla.- Andrés Valverde. Don Benito, 19 (10 30 n.) Desde ayer siete mañana á igual hora de hoy 53 invadidos, de los cuales 11 fallecidos. De días anteriores fallecidos 1. Médicos trabajan sin descanso. Llegó médico Calero encargándose seguidamente de enfermos. Don Benito 19-7, 12 n). Invadidos desde el día 12 hasta siete de la mañana de hoy 151; fallecidos 55. Resúmen hecho con datos oficiales. Llegó médico delegado De Miguel organizando servicio sanitario. Don Benito 20 (10 m.) Desde las siete de la mañana de ayer á igual hora de hoy 28 invadidos: de éstos fallecieron 4 y 3 de días anteriores. El Corresponsal.
21-julio-1885, pág. 3. El 22 del mismo mes, el periódico informaba que: A la puerta de la casa-redacción del Diario, Aduana 12, fijamos en cuanto se reciben los originales de los partes telegráficos que nos dirige nuestro corresponsal de Don Benito expresando el número de invadidos y muertos de resultas de la enfermedad epidémica que allí se padece. Puede, pues, el público, informarse de estas noticias pasando por nuestra casa-redacción.
22-julio-1885, pág. 3. Y a renglón seguido insertaba la estadística registrada hasta el día anterior cuyas cifras ascendían a 243 invadidos y 82 fallecidos: Días 11 Invadidos 1 Muertos 1 “ 12 “ 8 “ 1 “ 13 “ 7 “ 3 “ 14 “ 25 “ 9 “ 15 “ 10 “ 11 “ 16 “ 11 “ 2 “ 17 “ 8 “ 7 “ 18 “ 42 “ 9 “ 19 “ 53 “ 12 “ 20 “ 28 “ 7 “ 21 “ 50 “ 20 22-julio-1885, pág. 3.
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Hasta entonces Diario de Badajoz no había dado noticias de invasión en ningún otro pueblo extremeño, pero el número del día siguiente ponía al corriente a sus lectores de lo que la prensa de Madrid decía de la localidad cacereña de El Gordo. En el pueblo de Gondo (sic) se han registrado varias invasiones, siendo una de ellas la del médico titular. El gobernador de la provincia ha dispuesto salga inmediatamente para aquel punto otro médico, el cual lleva carácter de delegado.
23-julio-1885, pág. 3. El 28 de julio la epidemia parecía haber llegado a un punto de inflexión en Don Benito pero salta a Villanueva de la Serena. Por tal motivo, el Gobernador civil emprende viaje el 31 a ambas ciudades. En Villanueva no llegaría a entrar, deteniéndose en la estación de ferrocarril, a juzgar por lo referido en el Diario el 2 de agosto: “Como dijimos en nuestro número último, ayer regresaron á esta capital los señores gobernador é Hidalgo, después de visitar de nuevo á los enfermos en Don Benito, de cuyo punto, según nuestras noticias, vienen desagradablemente impresionados por el mal estado de salud en aquella población. No llegaron dichos señores á entrar en Villanueva porque en la estación les informaron de las medidas adoptadas por las autoridades locales respecto á fumigaciones, aislamientos y demás medidas higiénicas empleadas en la casa donde ocurrieron los tres casos coleriformes, únicos observados y habidos en dicha población, donde se sigue disfrutando, en general de buena salud. En vista de estos informes desistieron de la visita al pueblo con objeto de pasar á Don Benito en el tren descendente. Tenemos entendido que el alcalde de dicha población [Don Benito] acompañó al señor gobernador á Villanueva: varios vecinos de esta ciudad no miraron con buenos ojos al alcalde de Don Benito, á quien suponen causante hasta cierto punto, del desarrollo de la epidemia en aquella población por no haber tomado las medidas oportunas en el momento de haberse presentado el primer caso, y demostraron su disgusto con algunos silvidos y otras muestras de desagrado…”
2-agosto-1885, pág. 3. Las iras de los villanovenses contra el alcalde de Don Benito fueron serias. Por el corresponsal en Villanueva sabemos también hasta qué punto estaban soliviantados los ánimos en esta ciudad desde que se produjeron los primeros contagios en la misma, llegando a registrarse algún tiroteo en las afueras de la población efectuado por las rondas nocturnas de vigilancia. Si, tal vez, la Corporación municipal dombenitense no actuó con la cautela debida en los primeros momentos, está fuera de toda duda que se mostró muy diligente durante todo el desarrollo de la epidemia. Hasta llegó a poner los medios para levantar el ánimo de los vecinos con música popular, si bien dudamos de su efectividad. La prensa lo decía así: “Las autoridades de Don Benito deseando levantar en lo posible el decaído ánimo de los habitantes de dicha ciudad, han dispuesto que mientras dure la epidemia colérica, la música municipal recorra en las primeras horas de la noche las calles de la población, tocando aires populares”.
5-agosto-1885, pág. 2. Unas semanas después, el 20 de agosto, Diario de Badajoz se haría eco de una información de El Liberal, de Trujillo. Era la siguiente: Nuestro querido amigo D. Domingo Cillero, residente en Don Benito, ha dirigido una interesante carta á nuestro colega El Liberal, de Trujillo, de cuyo documento tomamos los siguientes párrafos: ‘Aquí, desde que tenemos la epidemia, hemos pasado más que perro entre dos puertas. El día 25 de Julio fue terrible, registrándose 108 invasiones y 52 defunciones: el 26 se quedó en 44 muertos y desde hace 12 días se observa que la cosa se ha estacionado quedando en 10, 12 ó 14 atacados y 4, 6 ú 8 defunciones diarias; pero juzga, amigo mío, lo que esto habrá sido cuando el día 6 vi en la estadística parroquial el número de 564 defunciones, desde el día 12 de Julio. Aunque nos han abandonado un sinnúmero de familias de buena, mediana y mala posición, los que hemos quedado en ésta, nos multiplicamos por aliviar al pobre necesitado y procurar por medio de grandes hogueras de tomillo, romero y azufre, desinfectar y extinguir la epidemia en cuanto está de nuestra parte. Nos consagramos al cuidado de los pobres y los estamos repartiendo de 550 á 560 panes diarios, á más de tener siempre un rico rancho dispuesto á dar caldos y alimentos á los enfermos, según prescripción facultativa. La corporación municipal, y muy especialmente su presidente, los señores sacerdotes en general, algunos médicos y las hermanitas de la Caridad, incansables y hechos unos héroes, dignos de todo elogio. Hace cinco o seis días que han empezado á regresar á sus casas algunas familias que estaban en el campo y desgraciadamente, se observa que todos son atacados y algunos tan fulminantes, que duran
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pocas horas. Con este motivo el Ayuntamiento ha mandado construir y están hechas 60 barracas en condiciones muy regulares, á 2000 metros de la población. Todo el que pretende entrar aquí se le lleva á las dichas barracas, y las personas que tienen posición, las construyen á su gusto. El Ayuntamiento ha emprendido trabajos para construir un nuevo cementerio, donde mediante un jornal de 5 rs., se dá ocupación á 180 artesanos, que de no tener este sueldo, tendríamos que socorrerlos ó verlos morir de necesidad. En este cementerio ha habido necesidad de empezar á dar sepultura por haberse llenado el viejo á pesar de haber utilizado el departamento que habia destinado para los protestantes. Se ha acordado fundar un asilo de huérfanos hasta que pasen estas circunstancias. La noche del 5 llegaron con el cadáver de D. Vicente Cámara sus cinco hijos que le acompañaban en su casa de campo, y se hospedaron en una barraca, hasta que determinaron su viaje no sé para donde.
20-agosto-1885, pág. 2 y 3. El día 30 de agosto cesan las invasiones y los fallecimientos, y el 4 de septiembre siguiente el periódico concluye las informaciones sobre la epidemia ofreciendo un balance del periodo comprendido entre los últimos días de julio y fines de agosto. Helo aquí: “En nuestros números de los días 22 y 28 de Julio publicamos la estadística de las invasiones y defunciones ocurridas en Don Benito desde que se inició la epidemia -día 11 de dicho mes- hasta la última de expresadas fechas. Eran los invadidos hasta entonces 641 y fallecidos 219. En los días sucesivos la epidemia ha presentado la marcha siguiente: 28 de julio, 25 invadidos y 26 fallecidos; día 29, 23 invadidos y 13 fallecidos, día 30, 26 invadidos y 16 fallecidos; día 31, 25 invadidos y 28 fallecidos; día 1 de agosto, 22 invadidos y 19 fallecidos; día 2, 23 invadidos y 9 fallecidos; día 3, 10 invadidos y 5 fallecidos; día 4, 15 invadidos y 11 fallecidos; día 5, 15 invadidos y 8 fallecidos; día 6, 10 invadidos y 10 fallecidos; día 7, 3 invadidos y 4 fallecidos; día 8, 5 invadidos y 2 fallecidos; día 9, 7 invadidos y 3 fallecidos; día 10, 3 invadidos y 1 fallecido; día 11, 9 invadidos y 4 fallecidos; día 12, 3 invadidos y 1 fallecido; día 13, - invadidos y – [o sea, ninguno] fallecidos; día 14, 9 invadidos y 8 fallecidos; día 15, -- invadidos y 2 fallecidos; día 16, 2 invadidos y 4 fallecidos; día 17, 4 invadidos y – fallecidos; día 18, 1 invadido y 5 fallecidos; día 19, 1 invadido y – fallecidos; día 20, 3 invadidos y 1 fallecido; día 21, 3 invadidos y – fallecidos; día 22, - invadidos y – fallecidos; día 23, 2 invadidos y – fallecidos; día 24, 6 invadidos y 3 fallecidos; día 25, 1 invadido y – fallecidos; día 26, 3 invadidos y 1 fallecido; día 27, 3 invadidos y – fallecidos; día 28, 1 invadido y – fallecidos; día, 29, 2 invadidos y – fallecidos; día 30, 2 invadidos y 1 fallecido; día 31, -- invadidos y – fallecidos. Cuyas cifras dan un total de 908 invadidos desde el primer caso y 394 fallecidos por causa da la enfermedad epidémica”.
4-septiembre-1885, pág. 2. Justamente por estas fechas tienen los lectores noticias del contagio en Magacela, cuya población visita el gobernador el 27 de agosto, pero la superación de la enfermedad en Don Benito ya era un hecho. La siguiente información fechada en la futura capital de las Vegas Altas aparece el día 11, y no aludirá al cólera sino a una multitudinaria Manifestación antialemana (tal era su titular). Seguro que todos los lectores del periódico respiraron con gozo al comprobar que las preocupaciones de los dombenitenses eran ya de índole patriótica. En ella podía leerse que: “Apenas salido de terrible enfermedad, y cuando puede decirse que está en la convalecencia, no podía este pueblo permanecer por mucho tiempo impasible ante los insultos inferidos á la honra nacional, y ayer lanzó su protesta en numerosa manifestación…”
11-septiembre-1885, pág. 2. Hasta aquí en exiguo extracto, la información de los periodistas, la cual fue realizada con verdadera vocación de servicio a la sociedad. Vocación que también mostró la empresa editora de Diario de Badajoz. Sólo nos resta indicar que el repetido periódico puede consultarse en la sede de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Extremadura, en Badajoz. El lector interesado encontrará allí detalles que nosotros hemos preferido omitir en aras de la brevedad.
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APuNTE BIogRÁFICo SoBRE goNzAlo REDoNDo gÁlvEz (DoN BENITo 1936- PAMPloNA 2006) Fernando de Meer Lecha-Marzo Manuel Casado Velarde El pasado 18 de abril fallecía, a consecuencia de un cáncer, que aceptó con fortaleza y sentido cristiano, Gonzalo Redondo Gálvez, Profesor Ordinario de Historia en la Universidad de Navarra. Gonzalo Redondo nació en Don Benito el 13 de abril de 1936, hijo de Gonzalo Redondo Repullés (+ 1985) y de Elisa Gálvez Ruiz, que actualmente reside en Madrid. D.ª Elisa vivió de soltera en la calle Ana Solo de Zaldívar, nº 6. Contrajo matrimonio en 1935. Al comenzar la contienda civil el joven matrimonio se trasladó a Madrid, donde el marido –Gonzalo Redondo Repullésfue encarcelado. Gonzalo era el mayor de los cuatro hijos que tuvo el matrimonio Redondo Gálvez. Las tres hermanas, Mª Elisa, Mª Teresa y Mª José, viven actualmente todas ellas. Todos los hermanos nacieron en Don Benito, pues la madre venía a dar a luz, bajo los cuidados del conocido tocólogo D. Tomás Zuloaga. Tras la guerra civil, la casa familiar de los abuelos maternos de Gonzalo estaba en Donoso Cortés, 29. Al morir en 1970 la abuela de Gonzalo, Dª Filomena Ruiz Donoso-Cortés (emparentada, aunque lejanamente, con D. Juan Donoso-Cortés, y casada con D. Pedro Gálvez García-Bordallo), vendieron la casa. Dos realidades de la vida de Gonzalo Redondo deben anotarse, por su decisiva importancia biográfica: su condición de sacerdote (fue ordenado en 1964), y sus años de profesor e investigador de Historia contemporánea en la Universidad de Navarra. Sólo el paso de los años podrá hacer justicia a la contribución de Gonzalo Redondo a la historiografía de la España contemporánea, contribución que, en pocas palabras, ha consistido en un profundo análisis, desde diversos enfoques, de la cultura de la modernidad y su crisis, tanto en España como en Europa. Al finalizar su Licenciatura en Filosofía y Letras (1957) 1, Florentino Pérez-Embid, catedrático de la Universidad Complutense, le propuso realizar una tesis doctoral sobre Ortega y Gasset. Se trataba de conocer el modo en el que un conjunto de intelectuales influyeron en la cultura española a lo largo del primer tercio del siglo XX. Sugirió a Redondo que analizara la proyección política y cultural de Ortega. El resultado se tituló Las empresas políticas de José Ortega y Gasset, y se publicó en dos tomos (Madrid, ediciones Rialp) en 1970. Redondo descubrió en Ortega el liberalismo, su carácter elitista y su proyecto intelectual; y la época de Ortega le llevó a estudiar la génesis de la crisis de la cultura de la modernidad. Ese encuentro con Ortega y su liberalismo marcaron la trayectoria intelectual de Redondo, al comprender el papel que el filósofo español atribuyó a la minoría dirigente. Una minoría que tenía como principal objetivo imponer a la sociedad su particular interpretación de la Historia, con la finalidad de mantener el progreso y la unidad de la nación. Quizá por contraste con esos deseos de modelar la sociedad desde particulares concepciones de la vida, surgió en Gonzalo Redondo un anhelo por encontrar una interpretación de la historia que hiciera posible a la persona humana un pleno ejercicio de su libertad. Esa preocupación intelectual le llevó a enraizar su trabajo en amplios planteamientos culturales. Existían algunas preguntas de fondo a las que trataba de dar respuesta: ¿Cuál era la causa, o las causas, de las crisis históricas? ¿De qué manera las concepciones culturales fundamentales permanecían cuando parecía que se producían cambios? O ¿de qué manera las concepciones culturales transitorias hacían difícil el cambio en una sociedad, e impedían que se pudiera vivir con libertad? Además, veía la importancia de las ideas en la historia de las personas y las sociedades. Le gustaba recordar las palabras de un historiador contemporáneo: “Las ideas tienen consecuencias”. Entre sus publicaciones debemos señalar Historia de la Iglesia en el mundo contemporáneo, que contiene un excelente estudio del modernismo católico. El intento de configuración de una nueva sociedad en Europa y Estados Unidos por parte de los liberales a lo largo de los siglos XIX y XX fue analizado en la Historia Universal publicada por Ediciones Universidad de Navarra (1984); el tomo XII lleva por título La consolidación de las libertades (1870-1918); y el XIII, Las liber1
Más tarde obtuvo también las licenciaturas en Ciencias de la Información y en Derecho canónico.
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tades y las democracias (1918-1945). Ambos tomos reflejan nítidamente los planteamientos culturales de Gonzalo Redondo. Para Redondo el liberalismo es una ideología que propone cambiar de una forma radical el modo de autocomprensión del hombre. El punto de partida sería la negación de la existencia de una norma o ley común a todos los hombres. Tampoco existiría una naturaleza común. Cada hombre sigue sus propias normas y es en la acción el campo en el que se autorrealiza. Tema que no puede tener más actualidad en los tiempos que corren, en los que, desde instancias políticas y de gobierno (y no sólo en España), se pretende imponer una ideología liberal radical, de corte laicista, con el escepticismo y relativismo como bandera. Como es sabido, la confrontación entre la modernidad y el pensamiento tradicionalista español se hizo particularmente violenta durante los años de la guerra civil. Responder a ese reto intelectual fue el origen de los dos volúmenes sobre Historia de la Iglesia en España 1931-1939 (publicado en 1993). El salto cualitativo y cuantitativo de mayor entidad se produjo en los dos tomos sobre Política, cultura y sociedad en la España de Franco, ya publicados, que abarcan de 1939 a 1956. La época de Franco, 1939-1975, iba a ser explicada con la ayuda de 140 archivos personales, que le permitían dar a su investigación una radical novedad. El primer tomo se títuló La configuración del Estado español, nacional y católico (1939-1947) (Eunsa, Pamplona, 1999). Y el segundo, Los intentos de las minorías dirigentes de modernizar el Estado tradicional español (1947-1956) (Eunsa, Pamplona, 2005). La cantidad y calidad de los archivos utilizados, y que forman parte del Fondo de Historia de España del Archivo General de la Universidad de Navarra, permiten afirmar que Redondo llevó a cabo una renovación en la historiografía del primer franquismo, con una poderosa herramienta historiográfica, que junto a la madurez de sus enfoques de historia intelectual y política, hacen de estos dos tomos una referencia imprescindible para el que desee conocer la historia de España desde 1931 a 1957. Gonzalo Redondo había unido de una forma armónica su condición de historiador y sacerdote; no se trataba de realidades yuxtapuestas. El pequeño crucifijo de madera, sin imagen, que tenía en un lateral de su mesa, era todo un símbolo. Puede afirmarse que su vida de cristiano y sacerdote recibía toda su fuerza de la Cruz. Durante toda su vida Gonzalo Redondo fue un defensor apasionado de la libertad personal. A esa pasión no fue ajena la honda huella que, desde muy joven, le dejó san Josemaría Escrivá de Balaguer y que le llevó, el 28 de junio de 1952, a pedir la admisión en el Opus Dei. Humanamente, además, Gonzalo Redondo era una persona de una extraordinaria fortaleza y capacidad de trabajo, que supo poner con absoluto desinterés al servicio de la investigación y la docencia en la Universidad de Navarra. En la configuración, y en la dirección hasta 2004, del Fondo de Historia de España y del Grupo de Historia de España del siglo XX, desarrolló un trabajo absolutamente excepcional, siempre con la mira puesta en el servicio que podría prestar al mejor conocimiento de la realidad histórica. Su capacidad de ayudar a los demás y su amor a la libertad hizo posible que a su lado se constituyera un grupo muy valioso de investigadores con personalidad propia. Por sus clases de Historia en la Facultad de Ciencias de la Información, a lo largo de más de 30 años (y también en Filosofía y Letras), pasaron muchas generaciones de periodistas que aprendieron, entre otras cosas, a entender que el verdadero protagonista de la Historia es la libertad humana.
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FRANCISCo CAMACHo RuIz Theófilo Acedo Díaz Escritor y Cronista Oficial de Villarta de los Montes
l¿Les suena de algo el nombre completo del epígrafe? Tal vez sí. Son tres vocablos corrientes. Nada extraño: apellidos corrientes, nombre... Por si acaso, voy a decirles – amigas y amigos lectores- que este señor nació en don Benito en 1887, estudió derecho y murió paupérrimo –dicena principios de los años cuarenta, en Venezuela en donde se encontraba exiliado. Estaba muy solo, tanto, que se desconoce la fecha absoluta de su óbito y el lugar de su tumba. Estos escuetos parámetros determinan lo poco que se sabe de su biografía quizá poco interesante. Sin embargo su personalidad sí es importante e interesante no sólo porque era extremeño y nuestro paisano, sino por su participación aventurera y enamorada en los inicios de la cinematografía española. Esto es así porque a sólo 20 añitos de la difusión del invento de los Lumière, el dombenitense estaba realizando películas de ficción al mismo nivel de Fructuoso Gelabert y Segundo Chomón en nuestro país o, Chaplin en otras latitudes. Era el Madrid de1916. Este dato, ¿es importante o interesante? No hay que precipitarse en la respuesta. Estamos al principio. Ahora bien, quizá este sea el momento de manifestarles que en este artículo no hay un intento de esa memoria histórica tan cacareada estos días, sino un esfuerzo más, por mi parte, de proclamar su obra sobre todo de tal manera que sea conocido y reconocido como se merece. Por ello, la primera vez que decidí escribir sobre ella, ajustando el zoom a una escasa bibliografía aunque especializada, fue en la revista TÉNTIGO (tesón en castúo) que editaba el Centro Extremeño de Alcalá de Henares, ciudad en la que resido. En esta publicación mensual, que con tesón llegamos a editar durante tres años, escribía una serie titulada “Extremeños para la historia” buscando un perfil desconocido o poco aireado de cada personaje. De esta manera al escribir sobre el cine en Extremadura, el dombenitense vino como anillo al dedo, pues aunque conocía su origen, apenas sabía algo de él. Emocionado me puse a investigar. Así, en la biblioteca de la Filmoteca Española, encontré sobre él una escueta ficha en la que a más de los datos del principio, aparecían el nombre de sus películas junto a las fechas de producción. Más tarde – el artículo para TÉNTIGO ya se había publicado – al aparecer la Gran Enciclopedia Extremeña, ansioso fui a buscar más datos pero..., mi gozo en un pozo, la Gran Obra los
Fotografía 1.- De irquierda a derecha: Manuel Arbó, Valentín González, Francisco Camacho, María del Carmen y Juan de Orduña. La fotografía ha sido extraída de la revista Cinegramas, en el laboratorio de la Filmoteca Nacional. Ilustra el artículo de Guzmán Merino.
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olvidaba por completo. Me indigné pero no me conformé y desde esta afrenta, emprendí un rastreo más exhaustivo el cual concluyó en un extenso trabajo inicial que tuvo a bien publicar la Revista de Estudios Extremeños aunque dos años después de haberlo presentado. Apareció en 1997 en el tomo LIII pp. 341-351. En él incluí una foto - que ofrezco ahora - del realizador extremeño sacada de la revista FOTOGRAMAS de 1935 y extensa bibliografía para su estudio. Desde entonces a la ficha mencionada de la Filmoteca acompaña este artículo. Al mismo tiempo, a él remito a los interesados. No obstante, por si esto no es sencillo y con la finalidad de dar respuesta a la pregunta inicial, me permito presentarles su obra más destacada. Para ello, principio por la opinión de Félix Fanés en su libro “CIFESA, LA ANTORCHA DE LOS ÉXITOS” Valencia 1982, quien dice del extremeño “ es una de los más prestigiosos realizadores del cine español aunque sus dos primeras películas “Los apuros de un paleto” (1916) y “El misterio de una noche de verano” (1917) no llegaron a estrenarse”. Félix no explica más. Pero se sabe que la primera película era cómica y sólo se conservan 6 minutos. Por el contrario la segunda tenía una duración de 30 minutos pero ha desaparecido. Era policíaca. Pasa el tiempo y tras un largo paréntesis de un lustro, Camacho vuelve al cine como guionista de la película “Alma rifeña” realizada por José Buchs en 1922. En esta cinta colaboró Antonio Martínez del Castillo, más conocido como Florián Rey. Al año siguiente, el dombenitense fundó unos laboratorios cinematográficos con los que consiguió dinero y el prestigio necesario para ser nombrado Vicepresidente de la Unión Artística Cinematográfica Española. Téngase presente que el país vivía bajo la dictadura de Primo de Rivera aunque se estaba produciendo la llamada generación del 27 en cuyo aire se encontraba Camacho. Por todo esto, su situación social era óptima por lo que – se piensa – se animó a realizar en 1929 el filme más ambicioso de su carrera: “ZALACAÍN EL AVENTURERO” sobre la conocida novela de Pío Baroja. Esta película fue estrenada en el Palacio de la Prensa en la Gran Vía madrileña el día de los enamorados por lo que es presumible que fueran muchas las parejas en la sala, sobre todo, porque el Pío Baroja: “Zalacaín el aventurero” (1929), de Francisco Camacho. protagonista era valeroso guerrero y loco enamorado. Además el filme, en opinión de la crítica especializada, estaba muy bien confeccionado, pues había sido rodado en escenarios naturales (hasta esta película, en las de ficción, los escenarios eran fingidos) y en el elenco de actores, se hallaban los hermanos Ricardo y Pío Baroja y les encantó sobre todo por las bellas filmaciones de Behovia (Francia), Irún, Vera del Bidasoa y Estella (Navarra). El éxito fue tan rotundo, que la productora norteamericana Metro Goldwyn Mayer compró los derechos para su distribución mundial. Con ello, esta cinta era la primera que salía al exterior. Naturalmente era muda. La sonora es otra que se realizó, sobre el mismo tema, en 1954, pero... esta es otra historia y auque el director era Juan de Orduña, no gustó ni a don Pío ya muy viejecito. Sin embargo, aún contando con este triunfo, volvió otro largo paréntesis sobre el extremeño, hasta que en 1935 entró de ayudante con Florián Rey en la popular película “NOBLEZA BATURRA” . Ganó dinero y se animó a producir nueva película “EL CURA DE ALDEA” sobre la novela de Pérez Escrich con Juan de Orduña como protagonista. El filme ya sonoro es magnífico pues se conserva y además lo han puesto alguna vez en televisión. Es magnífico para su época, claro, en ambientación, exteriores, música diegética, incidental, plano en “picado”, fundidos, simbolismos...etc. El filme se estrenó en la Sala Rialto de Madrid en plena Gran Vía el 16 de marzo de l936.
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El Alzamiento obligó a Camacho a estar en Madrid y la República le encargó los noticiarios para el extranjero. En fin, he ahí este perfil sobre un paisano pionero en la cinematografía española a quien no se conoce mucho o, por lo menos no como se merece. El conocimiento de nuestros valores es tarea de todos si se quiere configurar una extremeñeidad sana y con futuro. Esto es así porque Extremadura, como en muchas manifestaciones artísticas, ha participado destacadamente también en el cine y participa no sólo con este dombenitense admirable, sino con otros como Luis alcoriza quien, nacido en Badajoz, vivió en Méjico. Fue guionista y actor con Luis Buñuel y realizador hasta su muerte. Sobre su obra hicimos hace un par de años un ciclo en el Hogar Extremeño de Madrid en colaboración con la Embajada de Méjico. No hay que olvidar a José Gutiérrez Maeso natural de Azuaga sobre quien el cacereño Jesús García de Dueñas ha realizado un detallado estudio (más de 800 págs.) que publicó la Diputación de Badajoz. Julián Mateos, alicia romay, la simpatiquísima Florinda chico, andrés Mejuto, arturo Marín, Manuel de Blas, Juan Luis Gallardo y un gran etcétera repartido en esas series televisivas que hoy pululan por nuestros hogares. Además Extremadura ha sido en muchas ocasiones escenario para rodajes de películas como “Los Santos Inocentes” por ejemplo y sobre la novela de antonio reyes Huerta (Campanario 1887-1952) “Borrasca de Celos” se hizo en 1946 la película titulada “Lo que la arena se llevó”. “Jarrapellejos” sobre la novela de Felipe Trigo y otras... En fin amigos, espero haber dado, si no respuesta, sí salida a las preguntas formuladas al principio.
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HistOria de Las cartas de aMOr 1932-1934 de FranciscO VaLdés a MaGdaLena GÁMir Agustín Jimenez Benítez-Cano El mes de Noviembre de 1997recibo en mi domicilio un sobre con la publicación Cartas de Amor, 1932-1934 de Francisco Valdés, con una carta de su hijo y editor, Manolo Valdés, en la que me dice: “Por fin. Ahí te lo mando”. Efectivamente, después de dos años pudimos ver impresas esas cartas que un tres de Enero de 1996, reunidos por primera vez en Campanario los componentes de la UBEx de la Comarca de la Serena, decidimos entablar conversación con el Ayuntamiento de Don Benito para conmemorar los sesenta años de su muerte con esta publicación haciéndolo coincidir con la inauguración de la nueva Casa de la Cultura. Yo mismo, había contactado con el alcalde y concejal de cultura de la Corporación, mostrando este último mucho interés por el tema. En la siguiente reunión Comarcal, celebrada en Villanueva de la Serena, el uno de Abril de 1996, se le propone al Ayuntamiento de Don Benito la edición de la obra. Por medio de Don Mariano Fernadez-Daza entro en contacto con el estudioso y discípulo del autor, Don Manuel Hidalgo, quien a su vez, me da la dirección de su hijo, Don Manuel Valdés Gámir, arquitecto y residente en Madrid para poder contactar y ver qué quedaba de su padre sin editar y que con su permiso pudiéramos proponer para llevarlo a la imprenta. En el primer contacto con Manuel Hidalgo me sugirió que las cartas de relaciones amorosas de Valdés que suponía aun poseyera su hijo, Manolo, podría ser interesante y estableciendo una visita al domicilio de este, pude contemplar en mis manos un mazacote de cartas con sus sobres en gran mayoría recogidos con una cinta rosa. Desatando aquellas cintas que supusimos colocadas por su madre, Magdalena, nos pusimos a leer con avidez la primera que encontramos. La transcripción e informatización que hizo con rapidez Manolo, no se vio compensada por promotor de la edición ni prologuista. Al final, Manolo Valdés por la memoria de su padre corrió con todos los gastos de la edición y su querido discípulo, Manolo Hidalgo, pone en un apretado tiempo, un substancioso prólogo. Francisco Valdés Nicolau, nació el 17 de Septiembre de 1893. Se inicia en las primeras letras en el Colegio del Santo Angel de Don Benito. Continua sus estudios de Bachillerato en la misma localidad, terminando a los dieciséis años. Es Valdés, según testimonio de quien será posteriormente su esposa, Magdalena, un muchacho alto, delgado y bondadoso. Su carácter tímido que hereda de su padre choca con su vida universitaria que empieza en Madrid, “rigor en la niñez y excesiva libertad en Madrid”, nos indica Magdalena en las notas familiares que envió a Enrique Segura a solicitud de este, recordando la vida ajetreada al compaginar sus estudios con las reuniones literarias, cenáculos y cafés de Madrid. En Valdés se produce un cambio, un máximo vital en su vida en el año 1932, pues publica Resonancias, despierta de su postergado refugio del Ejido del Monte y publica a los cuatro vientos “tengo novia y voy a casarme”. Se había enamorado de Magdalena y se inician las CARTAS DE AMOR que comentamos. Equilibrio entre el espíritu y la naturaleza, entre la tradición y lo nuevo... Es en definitiva, como dice Manuel Hidalgo, OTRA VEZ LA VIDA: Se inician las cartas en el verano de 1932, en un Valdés cuarentón, en un viejo herido por la vida, siendo tal el cambio que en él se produce que en un mes pasa el tratamiento del Vd. al tú y en poco más de otro mes al querida amiga. Conclusiones: Lo primero que al leer estas cartas llamará la atención a cuantos conozcan la obra literaria de Valdés- comenta el prologuista- es el desprendimiento de todo artificio, de la más mínima artesanía, mostrándose un Valdés cotidiano. El epistolario particular que comentamos debe entenderse como escritos de andar por casa, limpios, en lenguaje cotidiano, sin selección ni limado de textos: “Mi querida Magdalena: Antes que nada, ¿como anda tu boca? ¿La tienes yá mejor? ¿Se han acabado las molestias?. Ayer no te escribí por dos causas: una que suponía no recibirías hoy domingo la carta; otra que no estuve bien durante el día, resentido de un dolor de estomago que tuve de madrugada, sin duda por haber dejado enfriarme. Estuve ayer a dieta, tomé un laxante”
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El comportamiento social y político de Valdés expresado con total libertad y claridad en estas cartas lo sitúan en un personaje de los llamados por entonces de orden, defensor a ultranza en tiempos revolucionarios de sus intereses de propietario y abiertamente conservador: “Y es que ahora este fracaso de Sanjurjo, sin sernos del todo simpático, ha aplanado más que estaba el espíritu. Y parece que ahora sobra toda literatura; que hay que actuar de otra manera; que hay que dedicarse forzosamente a intervenir en los negocios públicos” Contrario a la política del Gobierno y premonitor del enfrentamiento fratricida del que él mismo sería una de las primeras víctimas: “Enterado de los sucesos de Rio-Tinto: es un episodio más de la cobardía gubernamental. Leyendo, ahora, el estado de Italia anterior al fascismo, comprendo la necesidad de una cosa parecida en España: aquí aún no han llegado las cosas a mucha gravedad, ¡pero llegarán!” Elige y comenta textos de libros en su epistolario, haciendo en algunas ocasiones uso a propósito de sus declaraciones amorosas: “Yo, cuando me sondo, he aquí lo que siento hacia tí; una gran atracción física, ante todo, después una adhesión del espíritu, un afecto viril y asentado, una estimación conmovida. Pongo el amor por encima de la vida posible y no hablo nunca de él en uso propio. Son hermosas. De Flaubert. Yo las hago mías y van hacia tí..” También es testigo y narrador del acontecer diario o extraordinario de Don Benito cuando describe por ejemplo la elección de “miss Don Benito 1934” : “Es una chica de servir, muy en bruto, que en esta semana quieren suavizarla un poco para poderla presentar en Badajoz. Es una cosa graciosa.” De la preocupación constante del propietario agrícola que llegado a este mes de Marzo, (2603-34) contempla la pertinaz sequía y otras preocupaciones y calamidades: “La siega se complica; por otra parte la langosta me tiene caldeado y preocupado” Para finalizar la obra epistolar y en un principio no prevista se incluye la última carta de Francisco Valdés para Magdalena, escrita el 3 de Septiembre de 1936 en víspera de su muerte, fusilado en las tapias del cementerio, dejando para siempre sus libros y sus retamas... Describe: “la celda que estoy desde el día 22 de Agosto he sufrido como nunca he sufrido” y al final de la descripción de la celda: “desde el ventanillo de la puerta se ven los remates de la torre del campanario con sus veletas, y un trozo de tejado de la Iglesia con tres nidos abandonados de cigüeñas. Sobre estos un pedazo de cielo por donde libremente vuelan los pájaros dichosos.” Así termina. Se inicia la obra con el siguiente pie de portada: PUBLICACION INTIMA CONMEMORATIVA CON OCASION DE INAUGURARSE LA CASA DE CULTURA DE DON BENITO. El evento se produjo el 27 de Marzo de 1998 y este artículo lo rememora.
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1856. AluMNoS DE DoN BENITo EN El SEMINARIo DE PlASENCIA (y otros cl éri gos dombeni tenses del mi smo año) Victoriano Andrés Ruiz Sánchez – Porro Profesor de Teología Moral Instituto Teológico. Seminario diocesano de Plasencia
El Instituto Teológico del Seminario diocesano de Plasencia, centro afiliado a la Universidad Pontificia de Salamanca, ofrece en la actualidad un programa de Estudios Eclesiásticos durante seis cursos académicos. Con el aprobado de estos cursos se accede a la Diplomatura en Estudios Eclesiásticos y puede obtenerse el grado de Licenciatura en Estudios Eclesiásticos (Bachiller en Teología) después de superar el correspondiente examen ante el Tribunal Académico constituido para este grado. El Seminario de Plasencia se ocupa de la formación que capacite para cursar estos estudios de carácter universitario con un internado de estudiantes de Enseñanza Secundaria Obligatoria y de Bachillerato y por medio de Cursos Introductorios para alumnos que necesitan una preparación más específica por razón de sus circunstancias académicas. En 1856, el Seminario placentino organizaba sus estudios académicos en seis años de Teología, precedidos de tres años de Filosofía y cuatro de Latinidad y Humanidades. Existían las particularidades de la “Carrera abreviada” y la clasificación de los alumnos en internos o externos. Y también se podía acceder al grado de Bachiller en Teología para lo que se establecía el examen ante el correspondiente Tribunal. En el curso 1855 – 1856 hubo 84 alumnos matriculados en sagrada Teología y en Filosofía, entre los que se encontraban los siguientes alumnos naturales de don Benito: Francisco Gálvez, (tercer año de s. Teología. Externo). Juan calderón de la Barca, (tercer año de Filosofía. Externo). José carrasco Martín, (segundo año de Filosofía. Externo) Gregorio Parejo Muñoz, (primer año de Filosofía. Interno) Juan sánchez, (Carrera abreviada. Lógica y Metafísica. Interno). En el curso 1856-1857 la lista de matriculados en el Seminario Conciliar de la Inmaculada Concepción la completaban 104 alumnos, 11 de los cuales eran naturales de Don Benito: Juan calderón de la Barca, (primer año de s. Teología. Externo). José carrasco Martín, (tercer año de Filosofía. Externo). Gregorio Parejo Muñoz, (segundo año de Filosofía. Interno) Félix Gálvez, (segundo año de Filosofía. Externo). Manuel de Medina, (primer año de Filosofía. Interno). tomás Merino Guzmán, (primer año de Filosofía. Interno). Felipe aureliano ramos, (primer año de Filosofía. Interno). anselmo rabanal, (primer año de Filosofía. Interno). Baldomero santos donoso, (primer año de Filosofía. Interno). tomás Gómez Parejo, (primer año de Filosofía. Externo). Juan sánchez, (Carrera abreviada. Primer año de s. Teología. Interno). Estos son los nombres que antonio María Morcillo rodríguez, natural de Don Benito, actualmente alumno de 5º curso de Estudios Eclesiásticos en el Instituto de Estudios Teológicos del Seminario de Plasencia, encontraría en el archivo de la Secretaría de Estudios del Seminario consultando el “LIBRO (Nº 1) DE MATRÍCULAS de las Cátedras de Vera Religione, Concilios y Sagrada Escritura que se aumentan en el Colegio Seminario desde S. Lucas”. Un libro que “comienza en el 1828. Terminó en el curso de 1858 a 1859”.
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La nómina de dombenitenses en 1856 la podemos ampliar con la relación de quienes recibieron la Tonsura en dicho año según consta en el correspondiente registro de Ordenaciones del obispado de Plasencia. Son los que siguen: d. tomás solano y sotomayor, hijo de Juan y Josefa, recibió la Prima Tonsura el 9 de abril de 1856 por el ministerio del obispo de la diócesis, el Ilmo. Sr. D. José Ávila y Lamas. El mismo obispo confirió la Prima Tonsura durante la “celebración de órdenes generales” el 19 de diciembre de 1856, a d. Felipe aureliano ramos, hijo de Juan Ramos y María Merino. d. tomás Merino, de Miguel Merino y María Guzmán. d. Juan anselmo rabanal, de Domingo Rabanal y María Trejo. d. Juan sánchez, de Juan Sánchez López y Manuela Ortiz. d. antonio Valdomero santos, de Manuel Santos y María Donoso. (Por cierto, nótese que estos cinco nombres figuran asimismo en la relación de alumnos matriculados en el Seminario) A esta lista podemos añadir a Juan de Mena, clérigo diácono que necesitó de los cuidados y advertencias fraternales del clero de Don Benito y del Vicario General de la diócesis, según vemos en el Archivo Diocesano de Plasencia (ADP. Sala B, caja 216, nº 8). Son nombres y apellidos dombenitenses con los que acercarnos a una estampa de la vida ciudadana de la época, a la vez que aportación documental conmemorativa de los 150 años del título de ciudad.
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AvENTuRAS y DESvENTuRAS lITERARIAS DE uN CoRAzÓN PEQuEño y PEluDo Luis Gómez Canseco Los antiguos griegos–con Hipócrates a la cabeza– estaban convencidos de que el cuerpo guardaba una íntima correspondencia con el carácter y el comportamiento de la persona. No sólo en lo que correspondía a los cuatro humores, que, combinados en distinta mezcla, daban como resultado gentes coléricas, flemáticas, sanguíneas o melancólicas, sino también a causa del tamaño y la forma de los órganos. El principal entre ellos, el corazón, determinaba el valor y la argucia del sujeto. Con todo su buen sentido a cuestas, Aristóteles explica en su tratado sobre las Partes de los animales que, tal como se contemplaba en la naturaleza, las bestias más valientes tenían el corazón pequeño: «Las diferencias del corazón en lo que respecta a mayor o menor tamaño y a su dureza o blandura se extienden también, en cierto modo, al temperamento. En efecto, los animales carentes de sensibilidad tienen el corazón duro y denso, mientras que los dotados de sensibilidad lo tienen más blando. Y los que tienen un corazón grande son miedosos, en cambio, los que lo tienen más pequeño o mediano son más valientes, pues en aquéllos el estado que sobreviene a causa del miedo preexiste por no tener calor acorde con el tamaño del corazón, ya que, al ser escaso, se difumina en un órgano grande y la sangre es más fría. Tienen el corazón grande la liebre, el ciervo, el ratón, la hiena, el asno, el leopardo, la comadreja y casi todos los otros que son claramente miedosos o dañinos a causa del miedo» (III, 4, 667a). La idea se asentó de tal manera en las creencias del mundo antiguo que Plinio se refiere al caso punto por punto, asegurando que «los animales que tienen el corazón duro y rígido son torpes; los que lo tienen pequeño, audaces; los de corazón muy grande, cobardes. El corazón más grande en proporción con su tamaño es el de los ratones, la liebre, el asno, el ciervo, la pantera, la comadreja, la hiena y todos los animales tímidos o dañinos a causa de su propio miedo» (XI, 70, 183). Pero al romano aquello no debió de parecerle bastante, porque fue un poco más allá para insinuar que lo mismo ocurría con los hombres. Es más, dio a entender que los seres humanos más valientes tenían el corazón, además de pequeño, peludo; y para demostrarlo adujo el testimonio incontestable del mesenio Aristómenes, que luchó bravamente contra los espartanos: Se dice que algunos hombres nacen con el corazón erizado de cerdas y que no los hay más valientes e ingeniosos, como Aristómenes de Mesenia, que mató a trescientos lacedemonios. Herido y capturado por primera vez, se escapó de un precipicio a través de una angostura en las paredes rocosas, siguiendo un pasadizo que usaban los zorros. Capturado por segunda vez, mientras dormían sus guardianes se acercó rodando al fuego y quemó sus ataduras junto con su cuerpo. Capturado por tercera vez, los lacedemonios le abrieron el pecho aún vivo y se le encontró un corazón velludo. (XI, 70, 184-185)
Tal como suena. Pero no fue Plinio el primero en referirse a estos corazones peludos. Ya Platón en el Teeteto pone en boca de Sócrates una descripción de este posible órgano cerdoso: «Hay veces que el corazón es velludo, cosa que ensalzó la gran sabiduría del poeta, otras veces su cera es sucia e impura y en otras ocasiones es blanda o dura en exceso. Cuando se trata de personas cuya cera es blanda, aprenden con facilidad, pero se hacen olvidadizas, y en el caso de aquellos cuya cera es dura ocurre lo contrario. Los que poseen un corazón velludo y áspero, como si fuera pétreo, lleno de tierra mezclada con suciedad, tienen impresiones poco nítidas». A las palabras de Sócrates responde su interlocutor Teeteto con una afirmación que no deja lugar a dudas: «Tu descripción de estos hombres es muy acertada,
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Sócrates» (194e-195a). Es decir, que Platón creía a pies juntillas en la posibilidad de que los tales corazones existieran. El caso de Ariómenes vuelve a aparecer en uno de los libros más leídos y citados de la antigüedad latina, los Hechos y dichos memorables de Valerio Máximo: «Más admirable, sin embargo, que los ojos de este hombre fue el corazón del mesenio Aristómenes. Los atenienses admirados de su extremada audacia, se lo extrajeron y lo hallaron cubierto de pelos. El caso era que había sido encarcelado varias veces y siempre, por astucia, había logrado huir de la cárcel» (I, 8, 15 ext). Todavía a principios del siglo XVI, Alciato pintó en su emblema XXXIIII la tumba de Aristómenes con un águila grabada en el mármol como «Signa fortium», es decir, como divisa de los fuertes y valerosos; mientras que Pedro Mexía repitió las palabras de Plinio en su Silva de varia lección (1540): «…acaesce alguna vez tener el hombre el coraçón velloso y que, el que assí lo tuviere, será muy valiente y esforçado; y aver sido esto provado y conoscido por experiencia en un hombre llamado Aristómeno, que en las guerras y batallas avía muerto por sus manos trezientos lacedemonios. Y, después de aver escapado muchas vezes, al fin fue muerto; y, mandado abrir, le fue hallado el coraçón velloso, con cerdas o cabellos». Ni siquiera el mismísimo Sebastián de Covarrubias pudo eludir el hechizo de esta historia y buscó ocasión para incluirla en su Tesoro de la lengua castellana o española (1611): Aristomenos, insigne capitán de los mesenios, con cuyo valor y esfuerço vencieron muchas vezes a los lacedemonios; de los quales, aviendo sido preso y librándose por dos vezes, a la tercera le mataron, y por curiosidad le abrieron el pecho, en que había residido ánimo tan valeroso, y le hallaron el coraçón hirsuto y cubierto de vello.
Más allá de la erudición, la peculiar pelambrera del mesenio encontró su eco en la literatura del Siglo de Oro. Este corazón dio para unos cuantos navajazos cruzados entre dos de los primeros espadas del momento, como fueron don Félix Lope de Vega y Carpio y don Miguel de Cervantes, a los que se añadió el concurso inesperado y encubierto de Alonso Fernández de Avellaneda. En ese afán inenarrable que Lope tuvo por alardear permanentemente de saberes, no le tembló la mano al afirmar en El peregrino en su patria (1605) que «Aristóteles a los que le tienen pequeño llama atrevidos y a los animales de grande corazón tiene por temerosos». El asunto, sin duda, le resultó lo suficientemente sugestivo como para volver sobre él en La Dorotea (1632). Con ocasión de encarecer el mínimo pie de la protagonista, se apunta: JULIO. Dirás que es redundancia o amplificación, como figura retórica; pero todavía ayudaría el ámbar a confortar el corazón, y era donaire que le dejaba en la camisa al lado izquierdo señalada la suela, y llamábale yo el Comendador Zapata; que según los puntos, pienso que pudiera ser trece de su Orden. FELIPA. Diréislo porque sería pequeña. JULIO. Bien cubría todo el corazón. FELIPA: ¿Tan gran corazón tiene este caballero? JULIO: No, porque es muy valiente, y los que lo son tienen el corazón pequeño, como se ve en los leones, que le tienen menor que los demás animales.
Más adelante es la misma Dorotea quien, debatiendo sobre la fuerza física, trae el ejemplo de Hércules y Sansón, a los que añade el nombre del melenudo Aristómenes: «CELIA. De una puñada he leído yo que derribó Milón un toro. DOROTEA. Más hice yo en romper este naipe. Al león de Lisímaco saqué la lengua; muerta me ha de hallar el corazón de Aristómenes». El embozado Alonso Fernández de Avellaneda, que no había de andar lejos de la camarilla de pelotas y amiguetes de Lope, acudió al mismo y erizado ejemplo. Ahora es el don Quijote apócrifo, quien, en el capítulo IV del Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1614), atribuye a Alejandro Magno la posesión de un corazón peludo y asegura, de paso, que su propio corazón había de tener, por lo menos, una melena larga y magdalénica: ¿Es posible, Sancho, que en tan poca opinión estoy acerca de ti y que nunca has echado de ver el valor de mi persona, las invencibles fuerzas de mi brazo, la inaudita ligereza de mis pies y el vigor intrínseco de mi ánimo? Osaríate apostar (y esto es sin duda) que si me abriesen por medio y sacasen el corazón, que le hallarían como aquel de Alejandro Magno, de quien se dice que le tenía lleno de vello, señal evidentísima de su gran virtud y fortaleza.
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Parece que todo queda en un juego de repeticiones más o menos intencionadas. Y así fue hasta que Cervantes entró de lleno en el asunto. Al menos desde 1604, don Félix Lope y don Miguel se intercambiaron con frecuencia lindezas varias y alusiones malintencionadas. La incorporación del Quijote de Avellaneda a las huestes de Lope no hizo sino ahondar en esa aversión personal y Cervantes encontró en la segunda parte de su Quijote la ocasión de dar para el pelo a sus colegas con este asunto cardiaco y enmarañado. Resulta que cuando don Quijote baja a las profundidades de la cueva de Montesinos, entre las muchas maravillas que contempla, está el cuerpo muerto y encantado de Durandarte. Cuenta el romancero castellano que este caballero francés, al punto de morir en la batalla de Roncesvalles, solicitó de su primo Montesinos que le arrancara el corazón y que lo presentará a su amada Belerma como prueba postrera de amor. No dijéramos más. Cervantes cogió al vuelo el busilis del negocio y entró en él de lleno. Es nada menos que el propio Montesinos quien cuenta a don Quijote los detalles del escabroso asunto: «…después de muerto le saqué el corazón con mis propias manos; y en verdad que debía de pesar dos libras, porque, según los naturales, el que tiene mayor corazón es dotado de mayor valentía del que le tiene pequeño». En realidad, a Cervantes le traía al fresco si Aristóteles o Plinio tenían razón al relacionar el valor con la pequeñez del corazón. La cuestión era buscar excusas para dar en los morros al contrario y afirmar en son de zumba eso de las dos libras y el corazón pequeño, para dejar en claro lo ridículo del caso y, sobre todo, los excesos de Lope. Pero no queda ahí la cosa. El manco tomó el asunto por los pelos y describió el cuerpo yacente de Durandarte «tendido de largo a largo, no de bronce, ni de mármol, ni de jaspe hecho, como los suele haber en otros sepulcros, sino de pura carne y de puros huesos». Hasta ahí no hay mucho donde rascar, pero al momento Cervantes se detuvo a subrayar un singular detalle: «Tenía la mano derecha (que a mi parecer es algo peluda y nervosa, señal de tener muchas fuerzas su dueño) puesta sobre el lado del corazón». Esa deforme y peluda mano, que delata el valor de su propietario y que descansa sobre el corazón, es una pulla más que la ironía de Cervantes dejó en recuerdo de Aristómenos, de Lope y del don Quijote falsario de Avellaneda. Y es que a la ocasión la pintan calva.
FUentes y teXtOs Aristóteles, Partes de los animales. Marcha de los animales. Movimiento de los animales, trad. Elvira Jiménez Sánchez-Escariche y Almudena Alonso Miguel, Madrid: Gredos, 2000. Platón, Diálogos. V. Parménides. Político. Teeteto. Sofista, trad. Mª Isabel Santa Cruz, Alvaro Vallejo Campos y Néstor Luis Cordero, Madrid: Gredos, 1988. Cervantes, Miguel de, Don Quijote de la Mancha, dir. Francisco Rico, Barcelona: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores / Centro para la Edición de los Clásicos Españoles, 2004, 2 vols. Covarrubias, Sebastián de, Tesoro de la lengua castellana o española, ed. Martín de Riquer, Barcelona: Alta Fulla, 1989. Plinio, Historia natural, trad. Josefa Cantó, Madrid: Cátedra, 2002. Fernández de Avellaneda, Alonso, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, ed. Luis Gómez Canseco, Madrid: Biblioteca Nueva, 2000. Mexía, Pedro, Silva de varia lección, ed. Antonio Castro, Madrid: Cátedra, 1989-1990. Alciato, Andrea, Los Emblemas de Alciato: traducidos en rimas españolas. Lion, 1549, ed. Rafael Zafra, Barcelona / Palma de Mallorca: José J. de Olañate / Universitat de les Illes Balears, 2003. Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, ed. Fernando Martín Acera, Madrid: Akal, 1988. Vega, Félix Lope de, Prosa I: Arcadia; El peregrino en su patria, ed. Donald McGrady, Madrid: Fundación José Antonio Castro, 1997. Vega, Félix Lope de, La Dorotea, ed. José Manuel Blecua, Madrid: Cátedra, 1996.
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El EvANgElIo APÓCRIFo DE juDAS, ¿uNA NuEvA IMAgEN DEl DISCÍPulo QuE ENTREgÓ A jESÚS? Ricardo Cabezas de Herrera Fernández i.- intrOdUcciÓn No es desde luego habitual encontrarnos de pronto con que una mañana leamos en el periódico que ha sido hallado un nuevo evangelio casi completo; es de lo más insólito que podíamos imaginar. En realidad hacía casi sesenta años que no sucedía un hecho de parecidas características; y, si echamos la vista atrás, a menudo tendremos que contar no por decenios, sino por siglos. Lo que, al menos en principio, no tiene por qué resultarnos extraño; ya que el hecho de que vuelva a la luz una obra que lleva cerca de dos mil años sin ser leída, que no ha sido muy utilizada a no ser por un pequeño grupo y que está anclada en un horizonte cultural muy distinto al nuestro, no ha facilitado el modo alguno su conservación. Es cierto que a ésta ha contribuido de modo muy importante el clima seco de un país, Egipto, que ha hecho posible que unos materiales tan frágiles como el papiro hayan podido llegar hasta el siglo veintiuno. Es evidente que en esta pérdida han incidido también otros factores muy importantes, de los que hablaremos posteriormente de un modo más reposado. Quizá para situarnos adecuadamente es necesario que demos un salto atrás y hagamos un esfuerzo por fijar nuestra mirada en el último tercio del primer siglo y concretamente en un área cultural cuya capitalidad detenta Éfeso (en la zona occidental de la actual Turquía); es necesario además que nos fijemos en un hecho tal vez no demasiado relevante en aquella floreciente y culta ciudad de la Anatolia: En el hecho de que ha llegado allí una religión nueva formada por unas personas que dicen seguir a un tal Cristo, por lo que han comenzado a llamarlos poco antes, en Antioquía, “cristianos” (cf. Hech. 11, 27), ya que inicialmente sólo eran conocidos como “los que seguían el camino” (Hech. 9, 2; 18, 25. 26; 19, 9. 23; 22, 4; 24, 14. 22). Eran ciertamente unas personas muy dinámicas, pero estaban ancladas en un modelo cultural judío, que apenas decía nada a aquellos cultos efesios. Sin embargo, de modo inesperado, aquel pequeño grupo hizo una arriesgada apuesta: comenzó a anunciar su mensaje en una clave cultural nueva, la de los más cultos de los efesios: asumió la filosofía gnóstica, si bien que de un modo crítico. Es decir, aprovecharon los elementos más comunes de esta filosofía teológica, sobre todos aquellos que hablaban de un Dios trascendente, de unos seres humanos encarcelados en un cuerpo material, pero con una semilla de ese Dios (de lo que no son conscientes), de la necesidad de un mediador que, viniendo de Dios, lleve a cabo en la tierra la misión de transmitirles el conocimiento (“gnôsis”) de su realidad divina olvidada y, una vez cumplida esta misión, volver de nuevo al Dios del que había salido. Es decir, hablan de una salvación no mediante la fe, sino mediante un “conocimiento” recibido por revelación. Aquellos cristianos anunciaron que ellos hablaban de ese mediador, que “salió del Padre y ha venido al mundo”, y que, una vez cumplido el encargo que Dios le había confiado, “otra vez ha dejado el mundo y ha vuelto al Padre” (cf. Jn. 16, 28). ¿Quiénes fueron aquellos cristianos tan atrevidos que aceptaron un verdadero diálogo entre su fe y la cultura de aquella zona y de aquella época? En el NT aparecen diversos grupos cristianos (cf., v. g., Ef. y Col.) que tendieron estos puentes; pero el que mejor conocemos es el que constituye las “iglesias joánicas”, es decir, aquellas iglesias que se mueven bajo la órbita de Jn. y de I, II y III Jn., de las que, a la vez, fueron sus autores. Ellos tenían ya su evangelio redactado, pero lo reformularon e hicieron un nuevo evangelio en esa clave gnóstica, si bien que de un modo crítico. Y lo lograron; pero no sin gravísimos problemas, ya que pronto aparecieron grupos cristianos que negaban que “Jesucristo ha venido en carne” (II Jn. 7; I Jn. 2, 18), pues no les parecía apropiado decir que el Hijo de Dios tenía cuerpo: su cuerpo era sólo “aparente”, por lo que fueron llamados “docetas” (del verbo “dokeîn” = “tener apariencia de”). Y, al final, terminaron por escindirse aquellas iglesias en dos grupos: los que siguieron integrados en la gran iglesia; y los gnósticos docetas, de quienes sabemos tanto por las obras de los que se encargaron de refutarlos, como por las que ellos mismos compusieron1 . 1
Cf. Vidal, S.: Los escritos originales de la comunidad del dicípulo “amigo” de Jesús, Ed. Sígueme, Salamanca, 1997. Del mismo autor: La comunidad del discípulo amado. Estudio de la eclesiología juánica, Ed. Sígueme, Salamanca, 1991.
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ii.- eVanGeLiOs aPÓcriFOs Desde muy antiguo se conocía la existencia de multitud de estos evangelios (v.g.: Evangelio de Pedro, Evangelio de María [Magdalena, descubierto en 1896], Evangelio de los Nazarenos, evangelio de los Hebreos...)2 ; pero apenas habían llegado hasta nosotros sus textos, si no es en pequeños fragmentos citados por autores cristianos de los primeros siglos que se encargaron de refutarlos, como hizo, por ejemplo, Ireneo en sus obra Adversus haereses (Contra las herejías). Consecuentemente podríamos pensar que los textos fragmentarios que de ellos nos habían llegado podían estar utilizados de un modo un tanto interesado. Pero en los últimos decenios han sido hallados muchos de ellos (casi todos fragmentariamente), por lo que podemos hablar con mucha mayor objetividad acerca de lo que se afirma en estos textos3 . Lo que, por otra parte, ya podíamos suponer de ante-mano, al ser éstos unos escritos fuertemente influenciados por el neoplatonismo en general y por la gnosis en particular; pero existe una multitud de grupos gnósticos en los primeros siglos de la Iglesia que, debido a estos descubrimientos, hoy pueden ya ser mucho mejor estudiados4 . Dentro de esos descubrimiento parece necesario resaltar por su importancia los acaecidos a finales de 1945, cuando unos campesinos, que cavaban buscando abono, hallaron (en una vasija de barro herméticamente cerrada) en Nag Hammadi (Alto Egipto) una verdadera biblioteca que contenía 13 códices con un total de más de 50 escritos (algunos de ellos en distintas versiones), entre los que destacan Evangelio de Tomás, Evangelio de Felipe, Evangelio de la verdad...5 , que constituyen hasta el día de hoy la fuente más directa para el estudio de la gnosis cristiana. Son textos escritos en copto, aunque su lengua original es el griego, idioma del que fueron traducidos a la lengua más común en aquellos momentos en Egipto. Son textos que provienen del s. IV, lo que no quiere decir que fueran escritos en dicho siglo; sino que la copia que hoy poseemos (la hallada en Nag Hammadi) es de dicho siglo. Además estos evangelios gnósticos han despertado un enorme interés, especialmente en los últimos decenios, entre los especialistas, ansiosos por conocer de primera mano el gnosticismo de los primeros siglos en general y las corrientes gnóstico-cristianas de esos mismos siglos en particular; ya que, como acabamos de ver, hasta hace poco tiempo sólo eran conocidos de modo muy fragmentario y, la mayoría de las veces, por las citas de autores cristianos ortodoxos, que los utilizaban para rebatirlos, con lo que nuestro conocimiento de dichas obras era, casi por definición, sesgado. iii.- eL eVanGeLiO aPÓcriFO de JUdas Las primeras noticias que tenemos acerca del evangelio apócrifo de Judas (en adelante Ev. Jud.) provienen (en principio, ya lo concretaremos posteriormente) de la segunda mitad del s. II; aparecen, como ya dijimos, en una muy importante obra de san Ireneo (Adversus haereses), en la que se nos dice lo siguiente: “Pero otros, a los que denominan cainitas (...), muestran un libro de su confección al que llaman «Evangelio de Judas»”6 . Aluden también a él el Pseudo Tertuliano (s. III) en su obra Adversus omnes haereses y Epifanio de Salamina (s. IV) en su Panarion. Poco después se pierde todo rastro de esta obra. Su actual descubrimiento configura una historia, que, tal y como nos la han contado, es bastante rocambolesca y más parece el argumento de una película policíaca que el contenido propio de un descubrimiento científico7 . En síntesis éste fue el proceso de su descubrimiento hasta su publicación: En una búsqueda clandestina en el Egipto Medio, hacia 1978, fue encontrado de modo fortuito un códice, los que lo hallaron lo vendieron a Hanna, quien, a su vez, decidió venderlo en Europa; pero el precio que pedía era excesivo e impidió la venta; lo guardó (después Cf. Santos Otero, A.: Los evangelios apócrifos. Edición crítica y bilingüe, BAC, Madrid6 1988. Cf. Santos Otero, A.: O. c. 4 Un estudio exhaustivo, y ya clásico, es el Orbe, A.: Cristología gnóstica. Introducción a la soteriología de los siglos II y III (2 vols.), BAC, Madrid, 1976; y del mismo autor: Introducción a la teología de los siglos II y III, Ed. Sígueme, Salamanca, 1998. 5 Piñero A. - Torrents, M. - García Bazán, F. (eds.): Textos gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi (3 vols.), Ed. Trotta, Madrid, 1997-2000. 6 San Ireneo: Adversus haereses, I, 31. 7 Para un relato más pormenorizado del hallazgo cf. Kasser, R.: “La historia del códice Tchacos y el evangelio de Judas” en Kasser, R. - Meyer, M. - Wurst, G.: El evangelio de Judas del códice Tchacos, Ed. National Geographic, 2006, 49-74. 2 3
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de otro intento de venta fallido) en unas condiciones deplorables hasta que por fin la anticuaria de Zurich Frieda Nussberger-Tchacos (de aquí el nombre de “Códice Tchacos”) lo compró en el año 2000 por unos 300.000 dólares: “Tras dos intentos fallidos de reventa, Tchacos lo depositó en la Fundación Mecenas de Arte Antiguo, que lo ha restaurado y traducido, y piensa entregarlo al Museo Copto de El Cairo. National Geographic Society y el Instituto Waitt de Hallazgos Históricos financian los trabajos, y la Sociedad ha adquirido los derechos para la publicación del texto y su difusión en prensa y televisión”8 . Este códice contiene cuatro obras diferentes: Carta de Pedro a Felipe (pp. 1-9), El primer Apocalipsis de Santiago (pp. 10-32), Evangelio de Judas (pp. 33-58) y Libro de Alógenes (pp. 59-66). Su datación cronológica, avalada por la prueba del carbono 14 es bastante exacta y sitúa su composición entre finales del s. III y principio del s. IV. El idioma en que están redactados estos textos es el sahídico (uno de los dialectos principales del copto, la lengua de los cristianos del sur de Egipto), pero escrito con grafía griega9 . Parece aceptado por todos los especialistas que este evangelio es una traducción de un texto griego más antiguo, como ya sabemos por las citas de padres de la Iglesia de los ss. II-IV; por ello se sitúa normalmente su redacción a mediados del s. II; ya que, como vimos, es citado hacia el año 180 por san Ireneo en su obra Adversus haereses. ¿Por qué no en una fecha más primitiva aún? La razón es que parece que existe en Ev. Jud. una clara alusión a Hech. 1, 15-16, cuando afirma: “Algún otro te reemplazará, para que los doce puedan volver a cumplir con su Dios”10 . Ahora bien, si Hech. fue escrito probablemente en la última década del s. I y la primera cita de Ev. Jud. es de ca. 180, parece necesario contar con un cierto lapso de tiempo, durante el que un grupo que se considera cristiano pueda llegar al enaltecimiento del apóstol “que entregó a Jesús” (Mc. 3, 19 par.) a partir del rechazo total de esta persona por toda la comunidad cristiana; por lo que no parece en modo alguno descabellado aceptar, como hace la mayoría de los comentaristas, que la redacción de Ev. Jud. puede ser situada en torno al año 150. Otra característica de este evangelio (en la línea de Q y Ev. Tom.) es que en él no se nos narra signo alguno de Jesús; es un evangelio en forma de conversación, que Jesús mantiene con sus discípulos en general y con Judas, su discípulo amado y preferido, en particular. Es, podríamos decir, un “evangelio dialogado”. Finalmente, sus destinatarios no fueron las multitudes, ni siquiera los doce, sino sólo “Judas Iscariote”11 y, consiguientemente, aquellos gnósticos que entienden a Judas como el único discípulo que comprendió quién era realmente Jesús. V.- cOntenidOs y caracterÍsticas de eV. JUd. Nos encontramos sin duda ante un evangelio gnóstico, en el que aparecen los rasgos generales de todo gnosticismo, de los que más arriba hablábamos: Presencia del neoplatonismo y de todo lo que, como veíamos, éste implicaba; explicitación de los eones y de su función mediadora; rechazo del cuerpo al ser éste una cárcel que imposibilita al hombre alcanzar su verdadero fin; un fin que sólo los “hombres gnósticos”, los únicos que poseen el conocimiento necesario para ello, podrán con-seguir; y, finalmente, un “maestro”, Jesús, capaz de revelar ese “conocimiento (“gnôsis”) a unas personas, a fin de que éstas puedan salir de su ignorancia y llegar a la meta reservada para dichos “gnósticos”. Pero, decíamos más arriba, que el gnosticismo era un árbol con una cantidad ingente de ramas, un movimiento fraccionado en multitud de grupos; así pues, ¿dónde hemos de situar al grupo gnóstico autor de Ev. Jud.? Como vimos, san Ireneo lo asigna al grupo de los gnósticos “cainitas”, pero, ¿quiénes son éstos? Era un grupo formado también por los “ofitas”12, los seguidores de Esaú, Coré, sodomitas, etc.; es decir, seguidores de aquellas personas o símbolos que la tradición judía, y la cristiana, consideraban como personas que se rebelaron contra la voluntad de Dios. En esta línea estarían también los seguidores de Judas. Cockburn, A.: “El evangelio de Judas”, National Geographic. España, 18/5 (2006) 17. Puede verse el texto original en www.natonalgeografic.com. 10 Ev. Jud., 36. 11 Ev. Jud., inc. 12 “Hombres de la serpiente”, del griego “óphis” (serpiente; eran llamados también “naasenos” (del hebreo nâhâs”: serpiente). 8 9
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Sin embargo, aunque la dimensión conceptual parezca clara, su dimensión terminológica no lo es tanto; pues no es en modo alguno evidente que fuesen gnósticos “cainitas”, como nos ha dicho san Ireneo, los autores del Ev. Jud.; ya que “Caín” jamás aparece en este evangelio, ni tampoco el término “cainita”, por lo que parece más lógico suponer que ésta era una denominación despectiva de estos grupos por parte de sus adversarios. Veremos después por qué aparecieron seguidores de estos personajes, quienes más que “proto-tipos” parecen más “anti-tipos”. Parece más correcto incluir a los autores del Ev. Jud. dentro del grupo de los “gnósticos setitas”, quienes rechazan tanto a Caín como a Abel y proclaman que “Set” (de aquí el nombre de “setitas”) es alguien muy importante, como dice Ev. Jud.: “El primero es Set, que es llamado Cristo”13 ; esto es, Cristo sería como la manifestación de Set. Éste, frente a Caín y a Abel, será el concebido de “otra semilla”; será, pues, “el extranjero”, “uno de otra clase”, “Alógenes”14 ; y así estos grupos afirman que el Gn. sugiere que todo comenzó de nuevo para la humanidad con el nacimiento de Set; así pues, pertenecer a la estirpe de Set es pertenecer a la humanidad gnóstica, iluminada. Por todo esto podemos decir que Ev. Jud. representa una forma muy temprana de pensamiento gnóstico sético cristiano. No es fácil sintetizar aquí las afirmaciones teológico-filosóficas más importantes de este evangelio gnóstico; pues necesariamente hemos de no tener en cuenta (manda el espacio) muchos pequeños matices que harían más fáciles de entender algunos de los datos que van a aparecer a continuación. En cualquier caso la lectura reposada de Ev. Jud. y las notas explicativas que podemos encontrar a pie de página pueden ayudarnos. De todos modos buscando aportar una respuesta siquiera mínimamente estructurada, hemos apostado por agrupar esas afirmaciones en unos grandes capítulos. Comencemos, pues, por su antropología. Los grupos gnósticos afirmaban que las personas humanas podían ser estructuradas en tres grupos: Los “hylicos” (del griego “hylê”: materia), los “psyquicos” (del griego “psychê”: alma)15 y los “pneumáticos” (del griego “pneûma”: espíritu); éstos últimos son los que llevan dentro de sí, aunque no lo saben, la luz de la divinidad, una chispa de esa divinidad, por lo que necesitan un maes-tro que se lo dé a conocer, que les dé ese “conocimiento” (“gnôsis”16 ); por eso, una vez que ya han adquirido ese conocimiento, podrán ser llamados “gnósticos”. Son éstos los únicos que sobrevivirán a la muerte17. En cuanto a su “Theo-logía”, a su reflexión acerca de Dios, hemos de decir de entrada que es un tanto compleja y no siempre fácil de entender; pero parece claro que sus afirmaciones más nucleares (prescindiendo de su complicadísima lista de eones, etc.) son las que ahora pasamos a exponer. Para estos grupos gnósticos-séticos Dios es “el gran Uno”18 , “el gran (Espíritu) invisible”19 ; aunque realmente hemos de hablar de un Dios trinitario: “El Espíritu invisible” (Padre)20, “Barbelo” (Madre)21 y “Autógenes” (el Autoengendrado, el Hijo)22 . El “gran Espíritu invisible” está más allá del término “Dios” 23, como dice Judas a Jesús, no hay nadie “digno de pronunciar el nombre de quien te ha enviado”24 . “Bar-belo”25 , por su parte, es la Ev. Jud., 52. No olvidemos que, como decíamos, el último libro de Códice Tchacos lleva como título provisional Libro de Alógenes: “ En el texto, Jesús es Set, el extranjero encarnado en el salvador cristiano, y bajo la personalidad de Alógenes se enfrenta a las tentaciones de Satán y experimente la transfiguración en una nube luminosa en el Evangelio de Judas (57-58)” (Meyer, M.: “Judas y la conexión gnóstica”, en Kasser, R. - Meyer, M. - Wurst, G.: El evangelio de Judas del códice Tchacos, Ed. National Geographic, 2006, 145. 15 A este grupo pertenecen “los doce”, no Judas, que será considerado por Jesús en Ev. Jud., 44 como “el décimotercer espíritu”, perteneciente no a los psíquicos, sino a los pneumáticos. 16 El término “gnôsis” sólo aparece en Ev. Jud. en dos ocasiones (cf. Ev. Jud., 50 y 54). 17 Cf. Ev. Jud., 43-44. 18 Ev. Jud., 53. 19 Ibid., 47. 20 Ibid. 21 Ibid., 35. 22 Cf. ibid., 47-50. Para una información más detallada cf. Meyer, M.: “Judas y la conexión gnóstica”, en Kasser, R. - Meyer, M. - Wurst, G.: El evangelio de Judas del códice Tchacos, Rd. National Geographic, 2006, 131, 132-138. 23 En Ev. Jud. este término parece reservado para las potencias inferiores. 24 Ev. Jud., 35. 25 “Barbelo” es un término que “parece basado en una forma del Tetragrámmaton, el sagrado nombre de cuatro letras de Dios en el judaísmo, y aprentemente viene del hebreo, tal vez <<Dios (superlativo El) en (b-) cuatro (arb(a)>>)” (Kasser, R. - Meyer, M. - Wurst, G.: El evangelio de Judas del códice Thacos, Ed. National Geographic, 2006, 26 nota 22). El “Tetragrámmaton”, al que se refiere el autor es YHWH (para el judío las cuatro letras sagradas, que nadie debe pronunciar). Otra posibilidad es que, referido también al tetragrámmatón sagrado, apostemos por esta lectura diferente: “be-arbáeloh” (“en cuatro (letras) Dios”) (cf. García Bazán, F.: El evangelio de Judas, Ed. Trotta, Madrid, 2006, 20, nota 18). 13 14
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divina madre de todos, de quien con frecuencia se dice que es la Providencia del “gran Espíritu invisible”. “Autógenes” (el Autogenerado) es la manifestación de la divinidad, emerge por sí mismo de ella26 . Mas, ¿es esta Trinidad la creadora del mundo? Evidentemente que no, nos dirán los gnósticos séticos: Todo se debió a un trágico error. Estos grupos gnósticos, intentan responder a este gravísimo problema que se les plantea: ¿cómo es posible que el “gran Espíritu invisible” sea la suprema bondad y el mundo, a su vez, sea una realidad mala y rechazable (no olvidemos su neoplatonismo)? ¿qué es el mal? y, sobre todo, ¿de dónde procede? En esta teología gnóstica podemos también hablar de un “pecado original”: La irresponsabilidad de la “Sabiduría (Sophía) de la muerte”, de la “Sabiduría inferior” (la “Sabiduría superior” es propia del “gran Espíritu invisible”, por lo que está protegida de toda maldad) fue la causante del mal en el mundo. El libro secreto de Juan, obra también gnóstica, nos cuenta detalladamente qué es lo que aconteció con estas palabras: “Entonces Sofía, que es la Sabiduría del Discernimiento y que constituye un eón, concibió de una idea de sí misma, y con la idea del Espíritu invisible y de la Providencia. Quiso engendrar algo semejante a ella misma, sin el consentimiento del Espíritu, que no había dado su aprobación, sin su compañero y sin la consideración de éste. El compañero no dio su aquiescencia. Ella no encontró a su compañero, y consideró esta cuestión sin la aprobación del Espíritu y sin que su compañero lo supiera. A pesar de todo ello dio a luz. Y a causa del poder invencible que hay en ella, su pensamiento no fue huero. De su seno nació algo imperfecto y diferente de ella en su apariencia, porque lo había concebido sin su compañero. No se parecía a su madre y era deforme”27 . Ya tenemos este mundo, sólo es necesario que sea habitado; pero, ¿quién va a crear a esa necesaria familia humana que lo pueble? No la Trinidad de la que ya hemos hablado, pues lo que tenemos delante de nuestros ojos no es digno de ella; es, como acabamos de leer, “deforme”, obra de un creador inferior y no del Dios supremo. “Entonces Saclas dijo a sus ángeles: «creemos a un ser humano a imagen y semejanza (nuestra)»”28 . Pero, ¿quién es “Saclas”? Junto con “Nebro” y “Yaldabaot”29 forman la que podríamos llamar “Trinidad cósmica” (en cuanto creadora del mundo). El significado de estos nombres nos orientan sin duda en cuanto a la valoración de esta Trinidad: “Yaldabaot” significa casi con seguridad “Hijo del caos”; “Saclas”, “Tonto”; y “Nebro”, “Rebelde”, “Apóstata”30 . Esto es la humanidad: el resultado de la acción de un ser caótico, un tonto y un apóstata. Sin embargo en algunos seres humanos quedó como atrapada en sus cuerpos mortales una chispa de la luz divina; pero éstos no conocen este dato, necesitan , pues, que un maestro los enseñe a fin de que puedan llegar al “conocimiento” (“gnôsis”) de cuál es su verdadera realidad y, como decíamos, puedan alcanzarla por completo el día en que consigan liberarse de la cárcel de su cuerpo; ya que hasta entonces están aislados de la divinidad por el mundo material que los rodea. Estos gnósticos no están sometidos a la “Trinidad cósmica”; por lo que no tienen por qué seguir los mandamientos de ese Dios (el Dios del AT), ya que nada tienen en común con él. Ellos sólo tendrán que atenerse a lo que les viene de “su” Trinidad31 . Si estos gnósticos séticos se autocomprenden como cristianos, hemos necesariamente de preguntarnos quién es para ellos Cristo. Y, en negativo, podemos decir que en modo alguno es el hijo del Dios creador, del Dios del AT, pues ya vimos quién y cómo era ese Dios; Cristo es alguien enviado para enseñarnos el verdadero conocimiento. ¿Podríamos dar un paso más? Recordemos la “Trinidad gnóstica” (el gran Espíritu, Barbelo y Autógenes); pues bien, en la mayoría de los libros gnósticos séticos Cristo es identificado con Autógenes (el Autogenerado, el Autoconcebido)32; pero en el Ev. Jud. Jesús también es asociado Cf. Ev. Jud., 47-50. El libro secreto de Juan, II, 9-10. Este relato sobre el origen del mal no aparece en la parte que se ha salvado del Ev. Jud., aunque sí encontramos en él alusiones a este hecho, así como la “corruptible Sofía” (Ev Jud., 44, 37, 39). 28 Ev. Jud., 52. No es necesario resaltar la alusión a Gn. 1, 26. 29 Cf. Ev. Jud., 51. 30 Una visión tan negativa de esta “Trinidad” es rechazada en el siglo siguiente por muchos neoplatónicos, quienes consideran que los gnósticos hacen un retrato demasiado negativo del demiurgo. 31 Éste es el origen de los llamados “gnósticos libertinos”, que llevan su oposición al Dios del AT (expresión de esa “Trinidad cósmica) hasta el extremo, apostando por todo aquello que ese Dios prohibía en sus mandamientos (cf. Ëx. 20,1-17) (cf. Epifanio de Salamina: Panarion, herejía 38). 32 Cf. Libro secreto de Juan, II, 6-7. 26 27
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a Barbelo, aunque esta relación entre ambos no queda suficientemente clara en el texto33; ni tampoco, en el Ev. Jud., queda clara su relación con Autógenes; sólo aparece más explicitada, como decíamos más arriba, su relación con Set34 . Este Jesús así, como es propio de todos los textos gnósticos, es, como dijimos, un ser “docético”; es decir, tiene un cuerpo aparente, por lo que podrá desprenderse de él sin que sufra quebranto alguno su ser más auténtico, podrá también adoptar formas distintas y por ello podrá decir el Ev. Jud.: “Muchas veces no se presentaba a sus discípulos en su propia figura, sino que aparecía ante ellos como un niño”35 . ¿A qué ha venido a este mundo? Ya lo hemos dicho anteriormente de diversos modos: Jesús es en estos textos gnósticos, ante todo, un maestro, no un salvador que muere en favor nuestro; él viene a transmitirnos el conocimiento que necesitamos para erradicar la ignorancia de la que somos víctimas y que nos impide saber quiénes somos y cuál es nuestra meta; él es quien nos va a transmitir de modo fiable cuál es nuestra verdadera realidad personal. Ésta fue la finalidad de ese ser divino que un día comenzó a habitar en el hombre Jesús, en su envoltura corporal; una envoltura que hizo posible que él pudiera transmitirnos el mensaje para cuya entrega a los hombres había sido enviado. ¿Cuál fue el sentido de su muerte? La necesidad que tenía de escapar de este mundo “deforme” y de abandonar el cuerpo que pertenece al demiurgo creador de este mundo: La muerte de Jesús hace posible que la huida de este mundo pueda ser seguida por aquellos que han entendido su mensaje, por los gnósticos. Ese ser divino que habitaba en su cuerpo lo abandonó antes de su muerte, pues la divinidad no puede ni sufrir ni morir. ¿Y qué decir de su resurrección? Es evidente que en este planteamiento no tiene sentido alguno; pues si todo el propósito de la salvación es escapar de este mundo material y deforme, ¿qué sentido podría tener la vuelta a un mundo del que hay que huir? Es claro que la resurrección corporal (al menos como entonces era entendida) “es lo último que Jesús, o cualquiera de sus verdaderos seguidores, querría”36 . En cuanto a la salvación ya hemos dicho que ésta será posible de modo definitivo cuando el sujeto conozca la verdad sobre su origen y destino y escape de la prisión material de su cuerpo; pero esta salvación no está reservada para todos, sino sólo para los gnósticos; así lo dice el mismo Jesús en el Ev. Jud. con toda claridad: “Las almas de todas las estirpes humanas morirán. Pero cuando aquellas personas (los gnósticos) han consumado su tiempo en el reino y el espíritu las abandona, sus cuerpos mueren, pero sus almas viven y son asumidas”37 . ¿Todos los seguidores de Jesús forman parte de este grupo privilegiado? En modo alguno: los doce prestan culto al Dios de los judíos, al Dios creador y ya vimos quién y cómo era este Dios. Así se lo dice el mismo Jesús: “Aquellos a quienes habéis visto recibiendo las ofrendas en el altar, ésos sois vosotros. Ése es el Dios a quien servís, y vosotros sois esos doce hombres que habéis visto. El ganado que habéis visto que llevaban al sacrificio son todas las personas a las que vosotros descarriasteis”38 . Sólo Judas, como veremos a continuación, pertenece al grupo de los que albergan dentro de sí una chispa de la divinidad, por eso no podrá ser incluido entre los doce, él será “el décimotercero”39 . Vi.- JUdas en eL eVanGeLiO de JUdas Es Judas un personaje que ha ocupado, especialmente en los últimos decenios, bastantes espacios en el mundo de las artes: J. L. Borges (Tres versiones de Judas), M. Bulgakov (El maestro y Margarita), el musical y la posterior película Jesucristo Superstar... Como dice B. Dylan, en su canción “Con Dios de nuestra parte”, “tendrás que decidir si Judas Iscariote tenía a Dios de su parte”. Cf. Ev. Jud., 35. Podemos, en cambio ver de modo bastante claro la relación de Cristo con el Padre y Barbelo en el Libro secreto de Juan: “El Padre contempló a Barbelo, con la luz pura rodeado al Espíritu invisible y su resplandor. Barbelo concibió de él, y él produjo una chispa de luz semejante a la gloriosa luz pero no tan grande. Éste fue el único Niño de la Madre-Padre que salió adelante, la única descendencia, el único Niño del Padre, la luz pura. El invisible Espíritu virginal se regocijó con la luz engendrada, que salió de la primera potencia de la Providencia del espíritu, que es Barbelo” (Libro secreto de Juan, II, 6). 35 Ev. Jud., 33. Quizá por esta razón, además de por la minusvaloración de todo lo material y de la muerte, en Ev. Jud. aparece con cierta frecuencia Jesús riendo (cf. Ev. Jud., 55). 36 Ehrman, B. D.: “La cristiandad alerta: La visión alternativa del evangelio de Judas” en Kasser, R. - Meyer, M. - Wurst, G.: El evangelio de Judas del códice Tchacos, Ed. National Geographic, 2006, 103. 37 Ev. Jud., 43. 38 Ev. Jud., 40. 39 Ev. Jud., 44. 33 34
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En el NT aparece en bastantes ocasiones40 ; mas su presencia no clarifica algunas cuestiones importantes que afectan a su persona; v. g.: no sabemos con seguridad qué significa “Iscariote” (¿“hombre de Kariot”? ¿“sicario”? ¿“tintorero”?...)41. Ni tampoco cuál fue la causa por la que entregó a Jesús: Habitualmente se nos dice que por dinero (cf. Mt. 26, 14; Mc. 14, 10-11; Lc. 22, 36), mas en el texto de Lc. se afirma que la razón última es que “Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que pertenecía al gru-po de los doce” (22, 3), lo que de algún modo corrobora Jn. 13, 27. Ni desde luego hay coincidencia en el relato acerca de cómo fue la muerte de Judas, ya que, según Mt. 27, 3-10, éste “arrojó las monedas hacia el templo y se marchó; luego fue y se ahorcó” (v. 5); mientras que, según Hech. 1, 18-19, “el desdichado compró un terreno con dinero inicuo y cayendo primero de cabeza su cuerpo reventó y todas sus entrañas se derramaron” (v. 18). Como dice Fitzmyer, “los textos no fueron escritos para ser armonizados; simplemente, son ecos de diferentes leyendas sobre la muerte de Judas”42 . Lo que no hay duda es que la imagen y el recuerdo de Judas produce un profundo rechazo y hasta pavor en la comunidad cristiana primitiva, sentimientos que han llegado hasta nosotros; de tal manera, que el apelativo “judas” es un insulto mediante el cual decimos de una persona que es venal, ladrón, traidor, hipócrita... No tiene mejor cartel este personaje en la mayoría de los textos apócrifos, como podemos ver en Hechos de Pedro (cf. 3, 89) y en Hechos de Tomás (cf. 3, 32; 9, 84), en los que se afirma que fue Satanás el que lo llevó a traicionar a Jesús; o en el Evangelio de Bartolomé (cf. 2, 1-3; 6, 4-6; 7, 4) quien nos dice que fue la maldición lanzada por Jesús (cf. Mt. 26, 24) quien lo llevó al infierno, por lo que, cuando Jesús desciende al Hades, salva a todos excepto a Caín, a Herodes y a Judas43. Es otra muy distinta, como sabemos, la imagen de Judas que encontramos en el Ev. Jud.; en este texto Judas aparece como el único que comprende quién es en realidad Cristo y así lo proclamará: “Sé quién eres”44; es su amigo más íntimo y, como veremos después, el que le va a prestar el servicio más importante: entregarle a la muerte, mas porque así lo quiso el mismo Jesús. Él es también el único que entiende la realidad docética de Jesús, como veíamos más arriba; el único que advierte que su cuerpo es una mera envoltura, una cárcel que le impide volver al lugar del que había salido; y así podemos entender lo que Jesús le dice: “Tú sacrificarás el cuerpo en el que vivo”45. Por todo esto él no es como el resto de “los doce”, quienes, según decíamos, son adoradores del demiurgo de este mundo; él es el discípulo “décimotercero” 46, el que “superará a todos”47 , pues es el único que lleva dentro de sí la chispa de la divinidad, él es el verdadero gnóstico. Su estrella es especial, no como la del resto, ya que esa estrella suya es “la que marca el camino”48. Es, pues, Judas en el Ev. Jud. el “protos-typos” del discípulo, aquel cuya vida hay que seguir y no despreciar, pues es a él a quien únicamente Jesús reveló el verdadero conocimiento. Pero este lugar privilegiado en la relación y conocimiento de Jesús no le va a reportar una situación cómoda, todo lo contrario; así se lo anticipa el mismo Jesús con estas claras palabras: “serás maldecido por las otras estirpes”49 ; pasará a ser un nuevo “siervo sufriente”, incomprendido de todos y maldecido por las siguientes generaciones. Pero antes de experimentar una vida tan aciaga y sufrir una muerte tan dura como las anunciadas, como Jesús, Judas tendrá, al final de este evangelio, su experiencia de transfiguración: “Judas alzó los ojos y vio la nube luminosa y entró en ella. Los que estaban en tierra oyeron una voz que venía de la nube y decía: (...) gran estirpe (...) imagen (...)”50 . Es evidente el paralelismo buscado con los relatos de la transfiguración de Jesús en los evangelios canónicos (cf. Mc. 9, 2-8 par.). En la lista de los doce (cf. Mc. 3, 16-19; Mt. 10, 4; Lc. 6, 13-16; Hech. 1, 13); en la unción de Betania (cf. Jn. 12, 1-8); cuando Jesús anuncia su entrega (cf. Jn. 6, 70-71; Mt.26, 20-25; Jn. 13, 21-30); cuando hace el pacto para entregarlo (cf. Mt. 26, 14; Mc. 14, 10-11; Lc. 22, 3-6); en el comienzo joánico del “libro de la gloria” (cf. Jn. 13, 2); en el prendimiento de Jesús (cf. Mt. 26, 47; Mc. 14, 43; Lc. 22, 47-48); cuando se narra su muerte (cf. Mt. 27, 3-10; Hech. 1, 18-19) y cuando la elección de Matías (cf. Hech. 1, 15-26) 41 Cf. Fitzmyer, J. A.: El evangelio según Lucas. Traducción y comentario, Ed. Cristiandad, Madrid, 1987, II, 581-582; Luz, U.: El evangelio según san Mateo, Ed. Sígueme, Salamanca, 2005, IV, 309-351. 42 Fitzmyer, J. A.: Los Hechos de los Apóstoles, Ed. Sígueme, Salamanca, 2003, I, 302. 43 Cf. García Bazán, F.: O.c., 17 nota 12. 44 Ev. Jud., 35. 45 Ev. Jud., 56. 46 Ev. Jud., 46. 47 Ev. Jud., 56. 48 Ev. Jud., 57. 49 Ev. Jud., 46. 50 Ev. Jud., 57-58. Desgraciadamente faltan aquí unas cinco líneas. 40
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La muerte de Judas en Ev. Jud. no se parece en nada a la(s) que nos cuentan los textos neotestamentarios: Es cierto que Ev. Jud. no nos narra este hecho, ya que termina con la entrega de Jesús; pero podemos suponer que, al ser esta entrega el gran acto de servicio del discípulo hacia su maestro, no podemos en modo alguno suponer que el grupo gnóstico que redactó esta obra pudiera reservar una muerte desesperanzada para su protagonista. En síntesis: Judas es el único discípulo a quien Jesús “enseña secretos que nadie ha visto”; pero, ¿qué secretos son esos? “Un reino grandioso e ilimitado, cuya extensión no ha sido vista por generación alguna de ángeles, en el que hay un grandioso e invisible Espíritu, nunca visto por ojos de ángel alguno, nunca abarcado por la percepción del corazón y nunca llamado con nombre alguno”51. Él es el único a quien “se le ha dicho todo”52. Es, pues, el perfecto gnóstico, el único de los seguidores de Jesús que ha adquirido el verdadero y completo “conocimiento”. Vii.- cOncLUsiÓn Quizá la afirmación más importante, al terminar este recorrido, es que inesperadamente nos hemos encontrado con un texto del que sólo conocíamos su nombre; un texto que es un importantísimo representante del pensamiento gnóstico sético más primitivo; que pone ante nuestros ojos la reflexión de un grupo que se autodefine como cristiano, pero que, como sabemos, camina por sendas ajenas a las del resto de los cristianos, a los que ellos, con autosuficiencia, consideran como cristianos (si es que así podrían ser llamados) de segunda clase, como los doce, no como Judas. Otra cuestión que a menudo se plantea es por qué este texto (y otros similares) no entraron en el canon neotestamentario. Ya vimos más arriba sus afirmaciones teológicas más importantes, entre las que destacan éstas: El Dios creador no es el único Dios verdadero, de quien Cristo no es hijo; la salvación no nos llega del acontecimiento pascual de muerte y resurrección, sino por la revelación que de un conocimiento secreto Jesús hace a un grupo privilegiado; el rechazo del cuerpo y de todo lo material… Son afirmaciones que sin duda aquellas comunidades cristianas de la primera mitad del siglo segundo consideraban por completo inaceptables para un seguidor de Jesús. Finalmente, no parece necesario afirmar (lo habrá deducido con toda facilidad el lector) que el valor historiográfico de este evangelio es prácticamente nulo; lo que no elimina en modo alguno su altísimo valor como exponente del gnosticismo sético más primitivo.
BiBLiOGraFÍa BÁsica • Cockburn, A.: “El evangelio de Judas”, National Geographic. España, 18/5 (2006) rep. 2-19. • Fitzmyer, J. A.: El evangelio según Lucas. Traducción y comentario (vol. II), Ed. Cristiandad, Madrid, 1987. • Los Hechos de los Apóstoles (vol. I), Ed. Sígueme, Salamanca, 2003. • García Bazán, F.: El evangelio de Judas, Ed. Trotta, Madrid, 2006. • Luz, U.: El evangelio según san Mateo (vol. IV), Ed. Sígueme, Salamanca, 2005. • Kasser, R. – Meyer, M. – Wurst, G.: El evangelio de Judas del códice Tchacos, Ed. National Geographic, Barcelona, 2006. • Orbe, A.: Cristología gnóstica. Introducción a la soteriología de los siglos II y III (vols. I-II), BAC, Madrid, 1976;. • Introducción a la teología de los siglos II y III, Ed. Sígueme, Salamanca, 1988. Piñero, A. – Torrents, M. – García Bazán, F. (eds.): Textos gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi (3 vols.), Ed. Trotta, Madrid, 1997-2000. • Santos Otero, A.: Los evangelios apócrifos. Edición crítica y bilingüe, BAC, Madrid6, 1988. • Vidal, S.: La comunidad del discípulo amado. Estudio de la eclesiología juánica, Ed. Sígueme, Salamanca, 1991. • Los escritos originales de la comunidad del discípulo «amigo» de Jesús, Ed. Sígueme, Salamanca, 1997.
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Ev. Jud., 47. Ev. Jud., 57
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raFaeL rUFinO FéLiX en dOn BenitO Manuel Pecellin Lancharro
El l de diciembre de l993, una hermosa aventura editorial, sostenida por el desaparecido Juan María Robles Febré, los “Cuadernos Poéticos Kylix”, publicaba en su número, extraordinario, el volumen homenaje A Jesús Delgado Valhondo, el magnífico poeta, entonces recién fallecido y en quien tantas similitudes encuentro con Rafael Rufino. En aquellas páginas, impregnadas de melancolía, publiqué uno de los pocos poemas que he dado a imprenta. Y allí puede leerse una excelente necrológica, “El vendaval Jesús”, firmada por el escrltor a quien esta noche acompañamos. La evoco aquí porque entre sus líneas localizo unas palabras sumamente ilustradoras para entender la estética de Rafael R. Félix.: “ Conocí a Jesús -escribe - en los años cincuenta. Por entonces, yo había comprado en el Rastro madrileño Soledades, Galerías y otros poemas, de Antonio Machado, y el deslumbramiento de su lectura afirmó mi condición de hombre que encuentra en la magia de la palabra poética un universo sensual y revelador” (pág. 22). Esta confesión de quien tengo por la voz más lograda de los poetas extremeños vivos, me trae a la memoria otra similar, en la que Luis Cernuda describe su experiencia iniciática: “Entreví entonces - evoca el gran lírico andaluz - la existencia de una realidad dierente de la percibida a diario, y ya oscuramente sentía cómo no bastaba a esa otra realidad el ser diferente, sino que algo alado y divino debía acompañarla y aureolarla, tal el nimbo trémulo que rodea un punto luminoso” ( Ocnos, Sevilla, Ayuntamiento y otros, 2002, pp. 13-14). Hay una tercera declaración de otro grande del 27 que deseo recordar aquí para establecer las líneas estéticas de mi amigo emeritense. Hablo de León Felipe, autor de estas declaraciones en su célebre Antología rota (Buenos Aires, Losada, 1957, pág, 141): “Yo no soy el filósofo. El filósofo dice: pienso, luego existo. Yo digo: lloro, grito, aúllo, blasfemo... luego existo. Creo que la Filosofía arranca del primer juicio. La Poesía, del primer lamento. No sé cuál fue la palabra primera que dijo el primer filósofo del mundo. Lo que dijo el primer poeta fue: ¡Ay! ¡Ay! Este es el verso más antiguo que conocemos. La peregrinación de este ¡Ay! por todas las vicisitudes de la historia, ha sido hasta hoy la Poesía”. El año 2002, Rafael publicó Las ascuas, uno de los poemarios más hermosos, honestos y conmovedores que me ha sido dado leer en mucho tiempo. Que llegase refrendado con la consecución del V Premio Ciudad de Salamanca, cuyo jurado preside el exigente profesor Ricardo Senabre, refuerza el interés por su lectura. Las ascuas, con un título de claras connotaciones: lo que queda del antiguo ardor, es un libro que rezuma poesía de la máxima calidad. Pero antes de proseguir, quiero evocar unas palabras compuestas por uno de nuestros mayores clásicos. Topé con ellas hace días, en uno de esos excursos ocasionales que solemos hacer por los textos antiguos y de los que nunca se vuelve con las manos desnudas. Si las traigo a colación, es porque me parecen una proclama estética que Rufino Félix suscribe en su totalidad: “ Hase de usar la poesía como de una joya preciosísima, cuyo dueño no la trae cada día, ni la muestra a todas gentes, ni a cada paso, sino cuando convenga y sea razón que la muestre. La Poesía es una bellísima doncella, casta, honesta, discreta, aguda, retirada, y que se contiene en los límites de la discrecion más alta. Es amiga de la soledad; las fuentes la entretienen; los prados la consuelan; los árboles la desenojan; las flores la alegran y, finalmente, deleita y enseña a cuantos con ella comunican” ( Miguel de Cervantes, La Gitanilla, Madrid, Novelas Ejemplares, Espasa-Calpe, 1980). Así veo yo la obra lírica de Rufino Félix, fiel trasunto de su propia personalidad, ajena a capillismos, clientelismo y otras venecianas frivolidades que suelen florecer en el parnaso nacional, especialmente en el de las comunidades pequeñas, como la de Extremadura. Con la misma libertad que también exaltase el autor de El Quijote, nuestro hombre ha ido construyendo en poco más de dos lustros una obra ya consolidada, con títulos tan importantes como Tarde cerrada
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(1989), Crestería de la sal (1990), Consumación del tiempo (1991), Párpado de espumas (1992), Reloj de arena (1994), Voz distante (1994), Memoria de la luz (1998), Versos recobrados (2000) y Las aguas litorales (2001). Pero volvamos a lo que importa. Las ascuas se abre con un estremecedor verso de Luis Cernuda: “Un hombre gris avanza por la calle de la niebla”. Esta circunstancia podría ser un simple adorno, una concesión a la moda (por algo estaríamos en el año homenaje al personalísimo e independiente poeta andaluz), pero también algo mucho más profundo: muestra del hábito lector de nutrirse en las mejores fuentes. Porque de ellas ha bebido nuestro autor, cuyos versos adornan la hondura, limpieza, serenidad y nitidez expresiva propia de los grandes creadores. Se abre con un poema falsamente coloquial, el diálogo no respondido entre el poeta y su propio corazón, testigo fiel de los amores, las nostalgias, los sentimientos plurales... Poema que concluye con este verso: “ Las ascuas se apagan lentamente”, ofreciéndonos la clave de todo el libro. Las ascuas constituyen el testimonio residual de “ lo ardido”. Y bien se sabe que un auténtico escritor es capaz de hacer arder incluso el mar (Pere Gimferrer), por aludir a otro de los referentes casi ineludibles de Rufino Félix, el mar, la mar siempre recomenzada ( P. Valéry), ese gigantesco animal acuático, siempre vivo y suspirante, acaso también tumba generosa, junto al que gusta pasar luengas temporadas. La obra se nuclea en torno a tres campos semánticos, de los que no resulta difícil percibir las significaciones: Por un lado, el archilexema sangre, como símbolo de lo más puro y auténtico, de la hombría, la sinceridad, lo que no engaña. En torno a este término, de máxima recurrencia en la obra - aparece en casi todos los poemas -, encontraremos otros familiares, de la misma esfera semánticoestructural, como venas, corazón, latidos, amapolas ... Por otro, ya desde el título, según subrayé, recuerdo de la pasión no claudicante, de los fervores aún encendidos, tenemos las ascuas y junto a ellas incendio, lumbre, focos, fuego, relámpago, fulgor, ardor, llamas, fiebre, hogueras, brasas, ardentia, fogosidad, brasa o sus antónimos pavesas, cenizas, etc. Por último, tendríamos el término “ casa” (ese topos lírico consagrado por Claudio Rodríguez) y otras palabras que, como en asociaciones léxicas o sintagmáticas, nos evocan la residencia, el domicilio propio, el paisaje familiar, la íntima penumbra, la proximidad del tálamo, como símbolo del cálido, transparente lugar, el espacio de luz donde encontrarse seguro (“siquiera este refugio” ), frente a las amenazas exteriores: puertas, ventanas, paredes, patios, despensa, muros, alarife, techos, balcones, íntima penumbra ... Con tales recursos expresivos, no extrañará el fuego, la pasión, explicita o subyacente, domeñadas en todo caso por el pudor, que incendian estas páginas. Podría decirse que hay algunas constantes temáticas, todas ellas unidas por lazos comunes: el clásico, melancólico Ubi sunt ?, el inquietante Où sont les neiges d ‘antan ? (las prestancias juveniles, el vigor corporal, la rebeldia, las ilusiones...); el no menos conocido -De senectute pero también la permanente llamada de Eros; la conmoción ante determinados paisajes (el teatro romano de Mérida); algunos momentos singulares (estancia en la UCI; una tormenta ); la meditación sobre la propia poética y, por encima acaso de todo, la conciencia temerosa de la caducidad de los días, la proximidad definitiva del desenlace fatídico, que se anuncia incluso en los más leves signos. Así, el poeta nos habla, con tropos bellísimo, pero que a nadie engañan, sobre La consumación del poema Otra música El desmoronamiento de la luz El naufragio La leva del regreso El último camino Donde aguarda la ausencia (otro eco de Cernuda: donde habite el olvido). Cuando mi voz anide ya en la tierra.. Con este poemita, el unico breve de la obra, pero sobrecogedor por su intensidad concluye Las ascuas:
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Cuando hayamos cruzado El umbral, El tiempo, con su llave De ceniza, Cerrará tras nosotro La puerta pavorosa. Y de vuelta al origen: Voz no nacida, ausencia. Mas ahora, para siempre. Tremenda impresión ( la del “pulvis es”), acrecentada por el espacio en blanco, que sugiere la ruptura definitiva. Desde el punto de vista formal, R. Félix trabaja con los versos blancos (sólo hay dos poemas asonantados), de arte mayor, en poemas de amplio aliento, siempre perfectamente construidos y con rotundos finales, característica que me importa mucho señalar. La desnudez lingüística no impone pobreza, sino eliminación de elementos espurios, innecesarios y, por lo mismo, molestos. Nada sobra aquí. Todos los elementos expresivos tienen una razón, una funcionalidad clara. Y si se trata de materiales tomados del habla común, cuya belleza surge por el sabio uso que de ellos se hace, también es verdad que Rufino no rechaza los adornos ocasionales ( ). Ahora bien, la hermosura de los versos nace del tino con que se construye el discurso lírico, en el que aparecen deslumbradoras metáforas: El poema sólo se salva si su voz la esclarece la urdimbre (el trabajo de lija) y “el sentimiento puro que lo traba”). Salvados para siempre quedan los que componen estas ascuas, que no resulta posible frecuentar sin quedar prendidos en ellas, iluminarse y arder al unísono con su autor. Y esta es la virtud máxima del escritor: poner a latir los pulsos que se le aproximan, no dejar indiferentes a los ojos visitantes, incendiar me ced a la propia llama a quienes tengan el vor de acercársele. El año 2003, el Ayuntamiento de Mérida tuvo el feliz acuerdo de recoger toda la poesía hasta entonces inédita de Rafael en un hermoso volumen, El tiempo y el mar. Obra poética. Resulta reconfortante considerar que, en los tiempos últimos, han venido reeditándose, con no idéntica fortuna, las Obras Completas de algunos de nuestros más notables escritores. Aludo a las poesías de José María Valverde, Luis Álvarez Lencero, Manuel Pacheco, Jesús Delgado Valhondo, José Antonio Ramírez Lozano, José Antonio Zambrano, Juan Carlos Rodríguez Búrdalo, Jaime Álvarez Buiza, Juan Manuel Rozas o Santiago Castelo. Que vean la luz pública tantos autores de distintas filiaciones estéticas y políticas, a cargo de instituciones privadas o públicas, gobernadas éstas por partidos diferentes, me hace concebir la esperanza de que nuestra Región comienza a caminar por vías de la tolerancias, el aperturismo y el respeto a la cosa bien hecha, superados al fin las actitud excluyentes, el conmigo o contra mí y otras cerriles actitudes, que tantas veces nos han crucificado. Recoger la voz lírica de un poeta constituye trabajo nada desdeñable, sobre todo si, según es costumbre, fue expandiéndose no solamente en poemarios inéditos y fáciles de localizar, sino que también se entregó generosa en páginas de periódicos, revistas, boletines e incluso hojas volanderas, lugares que tantas veces ni el propio autor guarda en la memoria. Si a ese esfuerzo inquisitivo se une, como es el caso, el de organizar adecuadamente el corpus poético, prologarlo con el estudio que lo contextualice y señale los rasgos identificadores, anotar en su caso las variantes, añadir notas aclaratorias a pie de página, disponer los correspondientes índices..., debe reconocerse el valor de un logro rotundo. Este mérito correspondería al profesor Francisco López- Arza y me complace reconocerlo. “ Quien toca un libro, toca un hombre”, venía a decir el patriarca W. Whhitman. ¿ Y quién toca a un libro de libros, a todos los compuestos por alguien a lo largo de su vida ? El afortunado lector de obras así no sólo toca a quien lo fue generando, sino que lo desnuda, lo radiografía y, sin duda, llega casi inevitablemente a admirarlo e incluso a quererlo. Aquel impresionante volumen, con más de 700 páginas, recoge los versos publicados por su autor a lo largo de medio siglo. Es lógico que en un periplo vital así, el hombre experimente metamorfosis profundas, capaces de imponer hondas variaciones a la hora de afrontar el hecho
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creativo. También ocurre con nuestro escritor. Pero en una línea que me interesa mucho señalar: Suele indicarse cómo los grandes libros de poesía se escriben en plena juventud, para ir decayendo a medida que al autor le pesan los años, las experiencias y hasta los conocimientos. Casos hay, como el de Rimbaud, que concluyen antes de la veintena una obra capaz de elevarlo a las cimas máximas de la literatura universal, para después encerrarse en un silencio absoluto. Yo quiero decir que en la poesía de Rafael, hasta el día de hoy, en espléndida madurez, se percibe una línea contraria: sus poemas son cada vez mejores, más puros e inquietantes.., en una palabra, más perfectos, hasta el punto de que debe figurar muy justamente entre los grandes de la poesía no ya extremeña, sino española. Que haya recibido el prestigioso premio Ciudad de Salamanca cuando ya pesan sobre sus hombros tantos amaneceres, reafirma mi tesis. Por lo demás, bienvenidos sean tales galardones, si sirven, según parece ocurrir en este caso, para que su personalidad recabe las atenciones merecidas. Juzgo un acierto que estas obras completas lleven el título de El tiempo y el mar. Constituyen sin duda los dos grandes referentes de esta poesía, que alguien definió exactamente como “ palabra en el tiempo”. Ahora bien, el tiempo resulta cosa ardua de determinar: pruébelo San Agustín, quien manifestaba saber lo que era si no se lo preguntaban; pero que lo desconocía si le interrogaban por él. Para mí, Rafael se sitúa siempre en un tiempo interior, íntimo, el suyo, el que le marcan los relojes de sus propias pulsaciones, el discurrir de las horas marcadas en nuestras células y neuronas. Por eso la suya es siempre una voz tan personal, sorda a los ruidos vanos, a los ecos espurios, a las distracciones circunstanciales, atenta sobre todo a la angustiosa transitoriedad de nuestros días y a los poquísimos anclajes que tenemos para no ser arrebatados: el amor, la belleza, la memoria de una infancia feliz, el pensamiento libre, la distancia irónica, el lenguaje mismo. Y el mar, que tanto atrae a los extremeos de secarrales y penillanuras áridas, simboliza asuntos tan queridos por nuestro autor como el impulso vital irrefrenable (“La mer toujours recomencée, del admirado Valéry), la pureza prístina, la desnudez, las cresterías de sal, las ganas de vivir y la libertad (¡qué ridículo histórico el de Jerjes, ordenando a sus sátrapas que azotasen el Egeo porque no se atemperaba a sus órdenes!). Tres partes presenta el volumen: - los poemas sueltos - los inéditos -los libros antes publicados. Si entre los primeros existen joyas auténticas, los segundos nos aseguran que el caudal creador continúa abundante y convincente. Pero son, claro está, los poemarios la pieza clave de esta extraordinaria colección. Cada uno tendrá sus preferencias en tan rico elenco. Reseñé Crestería de la sal, editado por el Ayuntamiento emeritense con poco tino gráfico (después, 1994, restituidos merced a Tecnigraf), en la Revista de Estudios Extremeños (III-l990), cuya dirección llevaba yo por entonces, y dije que la hondura, desnudez y emoción de sus versos me impresionaban. Me convencí entonces de que estábamos ante uno de los más grandes de nuestros escritores. Cinco años más tarde, saludé públicamente, conmovido por su hondura, belleza y honestidad, Las aguas litorales (periódico HOY y Bibliografía Extremeña 2000-2001). Y me sedujo hasta la entrega total Las ascuas, que tuve el honor de presentarle a un público numerosísimo de Mérida, asistencia masiva acorde con el reconocimiento de sus paisanos a este hombre. Ante este libro, que se abre con un estremecedor verso de Luis Cernuda: Un hombre gris avanza por la calle de la niebla, dije aquella tarde de lluvia melancólica y sostengo hoy: es uno de los poemarios más hermosos que he podido leer en los años últimos, para terminar con esta consideración: El poema sólo se salva si su voz la esclarece la urdimbre ( el trabajo de lija y “el sentimiento puro que lo traba”). Salvados para siempre quedan los versos que componen estas ascuas, que no resulta posible frecuentar sin quedar prendidos en ellas, iluminarse y arder al unísono con su autor. Y esta es la virtud máxima del escritor: poner a latir los pulsos que se le aproximan, no dejar indiferentes a los ojos visitantes, incendiar merced a la propia llama a quienes tengan el valor de acercársele. Todavía una postrera reflexión: estoy absolutamente convencido de que, a partir de ahora, cuando ya es posible tener delante toda la producción lírica de Rufino Félix, nadie va a ignorar la importancia objetiva, el peso y la relevancia de una poética deslumbrante. Aquí hay para
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todos los gustos, en calidad indiscutible, signo de la maestría alcanzada por el autor: Sonetos, coplas, villancicos, décimas, soleares, romances, estrofas clásicas de cualquier factura y muy especialmente versos libres y versos blancos. El tiempo y el mar constituye un hito de las letras extremeñas y, por qué no, de las castellanas. Tras la aparición de aquel volumen, R. Rufino volvería a la luz con Las puertas de la sangre, obra que obtuvo ex aequo el Premio Ciudad de Badajoz 2005, en cuyo jurado figuraban poetas de tan distintas voces como Luis Alberto de Cuenca, Ángel Sánchez Pascual, José Antonio Ramírez Lozano, Diego Valverde Villena y Jaime Álvarez Buiza. Hace ya algún tiempo, Ricardo Senabre constataba en la obra de Rafael R. una madurez y hondura ejemplares. Francisco López-Arza no duda en sostener que “ la poesía de Rufino Félix desprende una emoción pocas veces conseguida en la lírica actual. Su verso brilla a la altura de la mejor poesía española de nuestro tiempo”. Miguel Florián, por su parte, no dudó al emparentarlo con las poéticas de Rilke, Vinyoli, Seferis o el mismo Saint-John Perse por la altura épica y elegíaca de los versos del extremeño. Durante la presentación de la obra, que tuvo lugar en el hermosísimo patio renacentista de la Casa Luis de Morales (Badajoz), el propio escritor desvelaba las claves de su estética ante un público entregado. “ He entendido la poesía -declaraba- como una manifestación de la esencialidad, un ahondamiento en el amor y el dolor, vínculos humanos que jalonan la temporalidad de nuestra existencia. Mi verso ha procurado restituir al corazón lo que a este le ha ido faltando: el tiempo que se va, los seres, los afectos y las cosas que me han acompañado y yo he mirado de forma limpia. El poema, que nos abre la puerta de la imaginación y las revelaciones, es un bien escaso que conviene reservar, y no adulterarlo. Él es música, sentimiento, sugerencia, y va al encuentro de lo decisivo a través de lo esencial, para intentar permanecer por encima del tiempo y sus avatares”.
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santiaGO casteLO, PrOFeta en sU tierra Simón Viola
Tal vez la reciente concesión de la “Medalla de Extremadura” a José Miguel Santiago Castelo constituya una buena oportunidad para recordar alguna faceta de esta poliédrica personalidad extremeña, tan universal y tan unida a su tierra. Quienes lo conocen coinciden en señalar como rasgos de su talante la bonhomía, la afabilidad en el trato, la espontaneidad y la campechanía, así como la entrega “del faenero para quien el día tiene veinticinco horas” (Pedro de Lorenzo) y su extraordinaria bondad. Periodista de raza, escritor, gestor cultural, empecinado defensor de esos escritores injustamente postergados, Castelo es ya un hombre situado, por sus propios méritos, en el centro del panorama cultural y literario nacional: premio “Nicolás González Ruiz” al mejor expediente académico de las Escuelas de Periodismo de toda España (1972), periodista de ABC con veintiún años, más tarde subdirector y director de “ABC Cultural”, “Periodista de honor guadalupense”, “Extremeño del año” (1980), Académico de la Real Academia Cubana de la Lengua (1989), “Medalla de Plata del Fomento del Turismo” por sus crónicas mallorquinas, premio “Fastenrath de la Real Academia Española” por su poemario Memorial de ausencias (concedido al mejor libro de versos del lustro), “Premio Nacional Gredos” a su libro La sierra desvelada, socio de Honor de la Asociación de Amigos de la Cultura de Don Benito, y, en la actualidad, Presidente de la Real Academia de las Artes y las Letras de Extremadura. Pero Castelo es también autor de una singular trayectoria poética que, además de su alto valor intrínseco, permite ejemplificar la deriva de la poesía regional y española durante las últimas décadas: doce poemarios, más tres compilaciones antológicas dan fe de un fecundo itinerario lírico acogido positivamente por los más conspicuos críticos literarios de este país: Juan Manuel Rozas, Víctor García de la Concha, director de la Real Academia de la Lengua, Juan Manuel de Prada, Manuel Alvar, Guillermo Díaz-Plaja, Pablo García Baena, Miguel Ángel Lama y un largo etcétera. Desde su primer libro de versos (Tierra en la carne, Madrid, Oriens, 1976) hasta su última entrega (Cuerpo cierto, Mérida, ERE, 2001), Castelo ha ido acrecentando la talla de una aportación lírica que ofrece, entre otras peculiaridades que ahora no es posible comentar, una singularidad específica: el afloramiento de temas que, como en una orquestación sinfónica, un poemario preludia y una obra posterior desarrolla, libros que, trabados de este modo, se suceden con una periodicidad regular al tiempo que su expresión formal, instalada en un proceso de depuración estilística, progresará de la brillantez a la esencialidad, para llevarle desde unos inicios vacilantes de referentes arcaicos o en su final de ciclo a un sendero lírico muy personal construido sobre una sólida cimentación clásica en que no faltan muestras de anticipación estética respecto de su entorno, como ya viera Álvaro Valverde “Antes de que algunos conspicuos novísimos tomaran el nombre de Manuel Machado en vano, Castelo ya había suscrito la boutade de Borges cuando dijo aquello de “Ah, pero ¿Manuel tenía un hermano?”. Antes de que algunos compañeros de promoción abandonaran sus vacuas peroratas culturalistas, Castelo ya había escrito poemas fieramente humanos que no por eso desdeñaban el sesgo cultural. Antes de que los poetas españoles de fin de siglo cantaran a coro: ¡Menos mal que nos queda Portugal!, él ya había publicado su Monólogo de Lisboa. Antes de que algunos le perdieran el miedo a las formas clásicas, Castelo había utilizado con maestría las artes del soneto. Antes, en fin, de que algunos poetas de la siguiente promoción a la suya descubrieran el mediterráneo de los poetas menores, Castelo ya había asimilado toda la poesía con sordina del 900”.
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Pero entendemos que existe, además, un motor profundo que cohesiona este universo lírico, que da sentido tanto a ese perseverante puñado de temas como a las constelaciones de motivos situados en órbitas próximas. Este impulso medular no es otro que una honda “razón de amor” a la que Castelo somete todo su poetizar, de modo que una cartografía temática de su trayectoria lírica tendría este impulso cordial como constante: un amor que puede manifestarse con tonos de elegía u oda al evocar Extremadura, al lamentar su pérdida, al remontarse en su historia (Tierra en la carne, Memorial de ausencias), al describir su belleza (La sierra desvelada), al constatar las manifestaciones de una religiosidad popular (Cruz de guía), al mostrar su fervor por la traducción literaria del ascenso hacia el territorio de la divinidad (Al aire de su vuelo), al descubrir otros espacios culturales tan ligados al mar (Monólogo de Lisboa, Cuaderno del verano, Siurell, Diario de a bordo, Habaneras, Hojas cubanas), en la continua depuración del análisis de la pasión amorosa (permanente en su obra, pero monográfica en Cuerpo cierto), a la hora de dejar constancia de la amistad, de la pasión por el arte (la poesía, la pintura, la música, la danza)..., un repertorio lírico que el poeta condensó en un verso hermoso y preciso (pero quizá en poesía ambos adjetivos sean sinónimos): “una encina, un beso, una palabra / y tanta soledad”. Dotado de un talante lírico temperamental y marcado por las experiencias vitales en mayor medida que por las lecturas, Santiago Castelo ofrece una doble faz, contradictoria y profundamente humana, por un lado vitalista y afirmativa, pero también melancólica, consciente de la fugacidad del presente y del sabor “ceniza” del vivir. Ser humano y sujeto lírico se confunden, como sagazmente supo ver Juan Manuel de Prada, en “uno de esos raros ejemplares de hombres en los que poesía y humanidad forman una alquimia indestructible [...] que reúne la claridad diurna de la nostalgia y la fiebre oscura de esas horas en las que el alma se abisma en la búsqueda del deseo”. Reacio a las polémicas estéticas, razón o síntoma de su rechazo a la militancia en grupos o corrientes, con una acusada simpatía por los escritores postergados (Villamediana, Felipe Trigo, Manuel Machado, Max Aub, Francisco Valdés, Celestino Vega, Dulce María Loynaz...), afable y dialogante, merece a nuestro juicio, con toda justicia, las palabras con que José Moreno Villa definiera la personalidad de otro extremeño, Enrique Díez-Canedo: “Fue jovial, animoso y poeta, jugó limpio, vivió en impecable lealtad y ponderación, no dejó un solo enemigo”.
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caMinO de santiaGO Efi Cubero
Al llegar a la Plaza de S. Pedro, penetramos la piedra. Atrás quedan las calles sin latido, casi sin señalizaciones. Aquí, en esta plaza desde donde se alcanza a ver una de las torres de la Catedral de Santiago, se vislumbra la llama, como un temblor que atrapa la mirada y también la memoria. ¡Ese temblor! ¡Esta memoria…! “Borraste el ser, quedó la nada pura” –decimos con Molinos – Por la Puerta Francígena del Camino, la Ciudad se desvela a nuestro paso. Sólo le ofrezco un rápido vistazo, ya tendré tiempo de recorrerla con detenimiento. A estas antiguas y recatadas calles el efecto ondulatorio de la luz en la mañana estiva les va arrancando destellos o matices cobrizos, de oro viejo. Por el opaco azogue de las losas se adelgazan la luz y las siluetas. Calles, Casas Reales, Callejón de las Ánimas, Cervantes, Azabacherías… Una también es piedra detenida en el tiempo ante esta Plaza del Obradoiro. Sueño de Compostela materializado en la indiscreta suavidad de la lágrima, que se realiza y rezuma frente a la cueva. Salitre. Poso, pero sin peso. Leve, como estas huellas que ascienden los peldaños del misterio. No intento comprender. No deseo comprender. Prefiero abandonarme a este estremecimiento repentino. Las razones del tiempo o de la historia, de la mano o la mente que ha forjado este enclave no interesan ahora. Yo formo parte activa de este oleaje humano que besa los relieves del silencio. Los perfiles del aire… Somos tan sólo un soplo que acaricia este mármol, la piedra desgastada. Cuando impongo mi mano, la unge y es ungida. Así sucedió siempre en esta historia… Soy la base también que sustenta el motivo, el motivo, el parteluz, el fuste, acaso el capitel… Y cuando mi cabeza se inclina hacia el Maestro y acepta el ritual, llega la transparencia. Todo permanece grabado como esta huella de los dedos que los peregrinos hundieron en la piedra. El Camino se expande en la memoria. El barro del trazado se acumula en las suelas, formando una costra espesa, mientras que la lluvia persiste, machacona, resbalando sobre los chubasqueros de plástico que, a duras penas, cubren las espaldas, donde llevamos las mochilas con las exiguas pertenencias. La capucha de la capa de agua cuelga sobre la frente. Cualquiera que se cruce con nosotros, frente a la niebla del camino, se santiguará, de seguro. Parecemos cofrades de una Santa Compaña alucinada. Canónigos del medievo en penitencia, con el capuchón de la almucia velándonos el rostro. Mientras inicio el Camino de Santiago, siento como si una lluvia de siglos impregnara esta experiencia irrepetible, renovando conceptos, haciendo tambalear certezas, desvelando perfiles y ampliando perspectivas. Poco importan las razones que nos impulsan a elegir el referente de una ruta determinada. Frente a la Naturaleza, a veces acogedora, a veces hostil, nos implicamos en nuestra propia búsqueda, penetrando el interior de algo más basto y más complejo, más sutil y profundo. Algo que, como una concentración de la voluntad, nos contagia su energía poderosa o su desolada elegía… Sigo a esta hilera esforzada y anónima contemplándola de espaldas. Acaso, en este envés de la trama o tejido, se halle la clave de un texto que se reescribe a perpetuidad, como un continuado itinerario. El hilo enrevesado que cada cual anuda a su manera, ya sea transversal o radialmente, ayuda a revelar, o desvelarnos, el sentido profundo de una imagen, la nuestra proyectada en otro espejo. Postes, estelas, miliarios, mojones, hitos, rótulos, migas de pan o chinatos, como en los cuentos infantiles, flechas amarillas inscritas sobre el rigor de la piedra milenaria o en la dúctil y rugosa corteza de unos árboles que susurran beatíficas leyendas, a la vez que conxuros sombríos. Ordenamientos que orientan al caminante, al peregrino, señalando la luz como final-principio. El camino, de guijarros y lodo, es amparado por el sosegador verde del entorno y a través del reguero de estrellas que la noche despliega ante nosotros se alcanzará la luz de un amanecer que se renueva, que abre nuestra mirada como en un nacimiento desvelando el misterio como el delgado filo de la muerte y la vida…
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Eludiendo efemérides y fastos –no olvidemos que Santiago de Compostela fue proclamada en el 2000, junto a otras ocho ciudades, Capital Europea de la Cultura- sigo la parte del trazado que me he propuesto recorrer con ligereza de equipaje machadiana. Llevo la Credencial de Peregrino, imprescindible en este caso para ocupar plaza en los albergues. La vieira como símbolo o distintivo y, en la mochila, a la espalda, las pocas pertenencias que me permitirán sobrellevar la aventura emprendida. A lo largo de la ruta muchos “por si acaso” quedarán abandonados a su suerte por los viejos senderos de Galicia. Llevo también a cuestas la incertidumbre por lo que pueda o no pueda encontrarme, aunque no marcho sola. Cerca de mí, como sierre, la persona que comparte desde hace tantos años mi andadura en la vida. En él me apoyo buscando su palabra y su beso de aliento cuando, en la aspereza de las pendientes, el ánimo decae o cuando se han de soportar los vaivenes en las adversas climatologías. Con él supero mejor los contratiempos que me voy encontrando a lo largo de esta ruta. Y de todas las rutas. Atravesando las corredoiras umbrías los aromas a hinojo y eucalipto se intensifican con la lluvia. Otro tipo de olores sube también a nuestro olfato, estos, bastante desagradables. Huele a estiércol. Los excrementos de vaca y de otros animales se mezclan con el barro adhiriéndose al calzado en una amalgama pastosa y resbaladiza, peligrosa en extremo cuando, en el vértigo de las bajadas, la carga de la mochila nos empuja hacia delante y hay que afianzar con fuerza las rodillas para que el peso no termine por estrellarnos contra el suelo. No hay prólogo mejor que empezar caminando desde Ponferrada. En esta ciudad, que abre el inicio de nuestra peculiar andadura, pasamos la primera noche. Cuando llegamos a ella no había plaza en el Albergue de Peregrinos así que, no nos queda otra que dormir donde nos envían. Se trata de una “suite” de unos dos metros cuadrados, aproximadamente, sobre el pulido y masificado suelo de un polideportivo. Los ronquidos acompañan este extremo y entreno. Yo también formo parte de esta humanidad que descansa o lo intenta. Algunos abandonarán la empresa casi recién comenzada, otros en cambio la continuarán hasta el final. Con estos últimos, en cada vuelta y revuelta, nos encontraremos, como en una danza o juego. Como en el laberinto. Los saludos y las muestras de afectos o solidaridad serán una constante. Ese “espíritu del camino”, al que muchos aluden, no es aquí una abstracción, sino algo concreto que se materializa en multitud de ocasiones a lo largo del trayecto. Ahora todo es refresco y alegría, pese a la mala noche; poco a poco vendrán las ampollas, los dolores de espalda, las tendinitis, las duchas de agua fría y el pernoctar, cuando no hay manera de conseguir una cama, en el suelo de un albergue, de una iglesia, de una escuela, de una tienda de campaña… En cualquier parte. Una máxima es siempre respetada: El peregrino nunca exige. Agradece. A lo largo de esa columna vertebral formada a través de los siglos, de piedras, de raíces, de huesos o de polvo, nos percatamos de que la materia que verdaderamente engrasa y articula el estuche; la médula, como raíz, motora y sensitiva portadora de sensaciones que sustenta este armazón, la forman, sin dudarlo, estos seres humanos: los que transitan. Los que residen. Nada existiría ni compensaría sin toda esta vida que la recorre y mueve. Sin estas manos que ayudan y que crean. Sin la mente que sueña. Nada es casual ni tampoco gratuito. Los ojos colonizan este espacio que cobra así un especial sentido. La mirada devuelve realidad a lo que fue soñado… Una mirada queda. Si pasamos – dijo una vez Salinas – y ese paso marca también su huella prolongando en el tiempo una herencia común que a todos pertenece. La línea de comunicación que este camino simboliza, con otras tierras, otros lugares con otros seres humanos. Por la Calle del Reloj abandona el peregrino Ponferrada. El castillo templario recorta su silueta, hurtándonos sus claves. Los monjes caballeros de la Orden del Temple lo habitaron desde 1178 hasta 1312, año de su disolución. Según los expertos, existen en sus piedras extrañas vinculaciones astronómicas y determinados símbolos esotéricos aún por desvelar. La luz de una mañana apenas comenzada envuelve la fascinación de recinto, de tan especial criptografía. Más que en sus supuestas claves, pienso en aquel poder que acumularon estos monjes guerreros y el recelo y la codicia que ese poder suscitaría entre los inquisidores de su tiempo, que serán siempre, por desgracia, de cualquier tiempo. De todos los tiempos. Columbrianos, Fuentes Nuevas, Camponaraya… Los pueblos se suceden entre las cultivadas llanuras y la belleza plácida de sus calles, junto al orden continuado de sus vides. Los lugareños nos ven pasar con manifiesta simpatía. Así, con un pie delante del otro y ánimo, como dicen por aquí, llegamos a Cacabelos, el Carcavellus de Aymeric en el Codex Calixtinus. Por los márgenes verdes de su río Cúa, la realidad parece hermosamente extraña… ¿Qué hago yo aquí, feliz, des-
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preocupada del mundo y de mí misma sin periódicos, sin radio, sin televisor, sin libros, casi sin pensamientos, mirando el agua cómo discurre haciendo guiños al sol y a esa cigüeña que mira desde la atalaya de su nido y me devuelve el temblor de otro paisaje: el del aroma agreste del bosque clareado? Siento que llevo a Extremadura en la mochila del corazón, aunque igualmente piense, con Ovidio, que no se puede volver ni siquiera volviendo porque el exilio es irreversible. El verbo caminar es intransitivo, expresa un acto que vale por sí mismo y esta realidad de ahora, esa experiencia es o también resulta de alguna forma “intransitiva”. Algunas construcciones bercianas conservan la gracia de una arquitectura popular que se resiste a ser absorbida por los modernos habitáculos. Es un entorno amable y hospitalario, presidido por alegres balconadas de madera, abundantes en flores, que suavizan la gris dureza de sus tejados de pizarra, o la escueta sobriedad de una piedra tan sólida como amparadora. Los maizales y las vides acompañan nuestro caminar hacia Villafranca del Bierzo. Vuelve a llover con monótona insistencia y hemos de extremar las precauciones al desplazarnos por el exiguo andén de la N-VI; pese al mal tiempo, al retomar la seguridad del trazado original respiramos aliviados y felices. Mil veces mejor el barrizal de las pendientes que el peligroso asfalto de la carretera. Villafranca del Bierzo nos recibe entre nieblas. La lluvia culebrea sobre el pavimento abriendo en esta “Calle del Agua” perspectivas distintas. En esta calle, llamada del Agua para mayor coherencia con este chaparrón desaforado, existen importantes monumentos que casi adivinamos; imposible admirarlos bajo la tozudez del aguacero. El activo rey leonés, Alfonso VI, repuebla, en el s. XI, lo que tan sólo era un pequeño asentamiento. En torno al camino jacobeo, en el s. XII, la mitad de la población estaba compuesta por francos; comerciantes extranjeros que transforman la zona en un enclave próspero y en perpetuo crecimiento. La Orden de Cluny se asentaría también en esta zona fundando, en 1120, un Priorato en lo que ahora es colegiata. Donde sí nos detuvimos fue a la entrada de la ciudad, en la maravillosa Puerta del Perdón de la iglesia de Santiago de estilo románico lombardo. Sólo por contemplar tal maravilla vale la pena desplazarse a Villafranca del Bierzo. El Papa Calixto III concedió a los peregrinos enfermos la misma indulgencia que hubieran obtenido si llegaba aquí, a esta Puerta del Perdón. Toda la fe y el esfuerzo han fijado este código brumoso de transparentes márgenes. Diríamos aquí, con Eliphas Lévi, que: Formado de palabras visibles / este mundo es el sueño de Dios. Mientras camino, trazo también mi propia línea. Dejo mi imprevisión frente al amplio horizonte con apariencia de vacío. Cruzando el puente al Valle de Valcárce, subimos por una cuesta empinada. El acceso a la Sierra del Real, por donde el camino discurre, es duro en extremo. Pero mientras ascendemos, la atmósfera se aclara, sale el sol y el aire adquiere la transparencia del cristal de una ventana asomada al paisaje. La abundancia y variedad de la gama de verdes de la vegetación de estos parajes, se ilumina con esa luz filtrada entre rumores. El agua se desliza por las hojas de los helechos, formando regatillos como venas o surcos. Algún pájaro canta en algún sitio. Al llegar a la cima hay una piedra ancha donde nos recostamos. Un poeta anónimo ha escrito sobre ella en gruesos caracteres enmendándole la plana a Don Antonio: CAMINANTE, SÍ HAY CAMINO / SE HACE CAMINO AL ANDAR / SÓLO FALTA UN PEREGRINO / QUE LO QUIERA CAMINAR. Hay un largo descenso hasta el fondo del Valle. Atravesamos un bosque de castaños… Son los ejemplares más hermosos que yo he visto en toda mi vida. Son retorcidos, como los olivos de Van Gogh, buscan la luz, pero la luz está en ellos, vivamente expansiva como sus ramas tan verdes, tan frondosas. Aunque está junto a Pradela, el camino no pasa por el pueblo, pero yo no me resisto a visitarlo. Pradela es una imagen como recién sacada del medievo. El tiempo detenido como en un encantamiento. Un sabor de leyenda o memoria pretéritas, cruza ante nuestros ojos; casas diseminadas, cobertizos oscuros y un pañuelo, casi un chador islámico, donde se adivina un rostro de mujer asustadizo. Como una estampa antigua pasa el lento silencio de los bueyes. La secuencia tiene morosidad, tan rica y detenida, de un fragmento de prosa azoriniana. Huele a espliego y a heno, a estiércol y a manzana, a madera quemada y a resina. Bebemos agua de un lavadero plantado en plena calle; una mujer sube, ignorándonos, las escaleras de piedras cargada con un voluminoso fardo de berza. Un hombre corresponde al saludo mientras me observa como fotografío la Iglesia de su aldea. “Hay que ver – dice – la importancia que le dan ustedes a las piedras, nosotros, será que no entendemos, no le damos ninguna”. El viejo templo tiene encanto con ese estilo característico. “El Estilo de la Peregrinación” como se han definido estas construcciones que iremos encontrando a lo largo del Camino. En la precariedad del existir que parecen tener estas aldeas recónditas, hay una dignidad muy por encima de otros ámbi-
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tos en apariencia más civilizados. Siento dolor por algo ya perdido. Una abstracción emocional me sacude. Hay en la memoria como un arrasamiento. Ese olor familiar a campo abierto me remite al origen. Un tiempo desdoblado en sensaciones, en percepciones, en palpitaciones. El lugar de la infancia donde se dieron cita paraísos e infiernos… Trabadelo, La Portela, Ambasmestas… Anochece cuando, tras largas horas de cansancio, llegamos por fin a Vega de Valcarce. El pueblo más grande de este “Valle encarcelado” en el que descansamos antes de acometer la subida al Cebreiro. La hospitalera es simpática, vitalista y comunicativa, es también la Alcaldesa de Vega… pero no se le cae el bastón de mando por limpiar y atender el Albergue de Peregrinos. El pueblo se halla en fiestas y el la ha de multiplicarse e multitud de afanes. La cadencia de los boleros acuna nuestros sueños. Estamos “reventados”. De pronto el ruido cambia y despertamos sobresaltados. Una música bastante menos arrulladora, entre salsas y pasodobles, transformará la noche de Vega de Valcarce en noche toledana. A las seis de la mañana, cuando el silencio de pronto se expande por el pueblo como una íntima caricia, tenemos que recoger nuestros bártulos y proseguir la andadura. La luz de las farolas acentúan las ojeras. Voy como los murciélagos, dándome topetazos o mochilazos por las paredes. Frente a nosotros, la bruma que presiente a Galicia, a región nos aguarda desde esa línea sutil que funde el Bierzo y que divide en disputas, por quítame allá esta tierra o este acento, a los habitantes –tan hermanos- de estas dos Comunidades. Van quedando los últimos pueblos de la comarca berciana como el de Las Herrerías, topónimo que remite a las antiguas fraguas. En esta huída hacia delante todo también se funde como algo indivisible. Pasamos por La Faba, por Laguna de Castilla, que es el último pueblo de León. El camino empieza a convertirse en una interminable pendiente. Lástima que la niebla nos impida gozar de la maravilla de un entorno que se abre a la mirada,, antes de penetrar el húmedo y cerrado laberinto de verdor y silencio del paisaje gallego. Piedrahita de O Cebreiro nos despide entre cristales de ventanas acuarteladas. Estos miradores que sostienen la altura de un monte de leyendas, tienen un vaho de sueños, de niebla o de saudade. Lo maravilloso –diríamos aquí con Baudelaire- nos envuelve y nos inunda como la atmósfera, pero no lo vemos. Todo resulta en Galicia más interiorizado. Algo más impenetrable. Tal vez menos risueño. Una gravedad de celosías preside este paisaje de silencios. Si tuviera que identificarlo con una música, elegiría una Cantata de Bach o, mejor, una Fuga. Por los atajos húmedos, gotean los silencios de los robles o carballos, como aquí son nombrados. Buscan el cielo de Galicia y se alzan majestuosamente armónicos, entrecruzando las ramas como las bóvedas de crucería de los recintos góticos. Hablamos de Bach, que, en alemán, significa arroyo. El agua de los arroyos de
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Galicia fecunda el substrato de esta tierra que nutre las raíces de los carballos, esos tubos de órgano que escapan a la Altura. Cada uno de estos árboles posee una nota única; una única y última calidad vibrante y dúctil, que se expande en un todo de armonía por los secretos de las corredoiras, las arterias latentes que animales y hombres pacíficamente han ido conformando. Alguien coge una piedra, un pequeño guijarro que coloca con especial cuidado sobre el verdín del hito. Marca humilde su paso. Marca también el pie su huella sobre el barro. La mano aporta el gesto, la mirada se eleva buscando luz como los propios árboles. Buscando una señal. La nebulosa de la Galaxia, esa Vía Láctea. La orientadora constelación: otras vías o vectores, luces de situación que van guiando al viajero, faros frente al oleaje agreste de una tierra; tras este cortinal interminable ¿se encontrará la estrella del sueño que aún persigo yo, que camino a tientas o encegada? Las Edades, los Siglos, Las Civilizaciones. Lo universal y lo nutricio, esa espiral del tiempo sobre la curvatura del monte que ahora mismo ascendemos. Sobre la piedra gris, niebla del Cebreiro, a mil trescientos metros de altitud se halla el poblado. Uno de los primeros sitios de acogida a peregrinos. El pórtico elevado de Galicia al que envuelven leyendas y misterios. Por aquí, nos cuentan, pasaron Reyes y Prelados. Cada uno dejó el fuego de su fe o el fuego fatuo de su vanagloria. Un humilde labriego deja huella más viva y duradera. La pura devoción del campesino, frente al desdén de un párroco, fundirán el milagro del vino con la sangre transformando en hoguera la gelidez del rito en las manos atónitas del sacerdote incrédulo. El Cáliz, una hermosa obra del s. XII, puede aún contemplarse permanentemente expuesto, en sitio principal de este sobrio y sencillo templo prerrománico del Cebreiro, de ábsides rectangulares y marcada espiritualidad. Cuanta la historia que Isabel la Católica, al regreso de su peregrinación a Compostela, allá por el 1488, quiso llevarse tan preciada reliquia, pero los caballos, como sucede siempre en parecidas hagiografías, se negaron a partir con tan especial carga y aquí, entonces, quedó el Cáliz, enmarcado bellamente por un relicario que los Reyes Católicos regalaron a esta iglesia. Ahí sigue. Irradiando esa dorada luz sobre la oscura bruma de los tiempos, para saciar también esa sed de milagros que el ser humano busca en su peregrinar continuado. El refugio de O Cebreiro es un amplio caserón de piedra muy confortable y con buenas instalaciones. ¡Lástima que esté tan lleno! El exterior es una privilegiada atalaya desde la que se divisan los bosques y las llanuras esponjadas por la vegetación. La neblina juega con el paisaje, va y viene, y se aleja. Movimientos de luz y claroscuro en el que zambullimos la mirada. Hace frío, pero estamos a gusto a la intemperie, contemplando las pallozas. Las chozas de piedra, de un tejado cónico de bálago; de paja, dentro la luz es tenue como ese ambiente que Van Gogh consigue en Los comedores de patatas. La sequedad de la piedra contrasta con este ambiente íntimo de tránsito y reposo… Ya dentro del refugio, una vaharada de humanidad nos recibe. Apretujados todos y calentitos, cobijados en la petaca cálida de nuestros respectivos sacos de dormir, acunados por la lluvia, abrazamos los sueños. Unas veces jarrea, otras orbaya. Un hormigueo incesante de peregrinos bajando por los bordes inclinados de las laderas, desplegados en el amanecer. El vaho que desprenden los labios que resoplan, se funde con la niebla, empañando el cristal de la ventana de estos ojos que intentan retenerlo. Algunos afirman que durante este peregrinaje se vacía de sí mismos. Tienden a vaciarse, a desprenderse de todo. Yo me lleno. Siento que a cada paso me voy llenando, con recuerdos, con sensaciones, con percepciones. El interior se colma, se multiplica de entendimiento. Absorbe, aprehende… Y, como dicen algunas personas que les sucede cuando han rozado la muerte, doy un repaso a mi vida y acierto a ver, cada vez más cercana, esa luz clara y limpia a través de este túnel. Mis vivos y mis muertos, más presentes que nunca, caminan a mi lado. Forman parte de mí como único bagaje. Como el barro y las piedras del camino, como la vegetación arisca y dulce que rodea este entorno, me han ido conformando y transformando. Me ayudan a crecer. Todo ahora recobra su primordial sentido completando este todo formado de fragmentos. Camino muy duro, sólo para buenos caminantes… reza un letrero rústico dejando las palabras deslizarse sobre los puntos suspensivos. Por las lomas del cielo se camina deprisa. Llega el Alto de S. Roque a 1270 m. de altitud. Un gran monumento al Peregrino lo corona… Liñares, Hospital, el Alto do Poio. Allí, empujados por laventisca, nos detenemos. Desayunamos en un mesón salvador, donde afirman que hubo una encomienda de los Caballeros de S. Juan. Nunca en mi vida he saboreado un café con más reconfortador deleite. Después vendrá Fonfría… Por las barandas de Viduedo me asomo a las colinas del Concelio de Triacastela. Una azulada huella delimita perfiles. Luego viene Filloval y el pueblo de As Pasantes, que dormita a la sombra de
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un nudoso castaño. El camino empedrado nos lleva a Triacastela donde dicen existieron tres castillos que dieron nombre al pueblo. De ellos, ni las ruinas se conservan. Sí, en cambio, conserva este lugar ese espíritu práctico que en crónicas del medievo ya viene reseñado. A este sitio de encuentros, los posaderos de Santiago acudían haciéndose los encontradizos con los peregrinos, recomendándoles sus establecimientos donde, al parecer, se les estafaba sin piedad. Afortunadamente, salvo raras ocasiones, esto no sucede ahora. Triacastela rebosa de bares y establecimientos, donde recibimos un buen trato. Una tienda de campaña de las que usan los soldados, nos sirve de habitación. Por la tierra mojada, resbala el aislante del saco ladera abajo. A modo de tobogán y conmigo dentro. ¡Qué nochecita! Nos compensa el paseo que dimos por el pueblo salpicado de anécdotas. La iglesia parroquial, dedicada a Santiago, conserva parte de su traza románica. La torre exhibe una maciza solidez a la que soportan tres arcadas. El cementerio la rodea. Ha salido el sol e ilumina el entorno. Respiramos frescura. Una casa de apariencia vulgar, donde al parecer estuvo el antiguo Hospital de Peregrinos, guarda en su interior elementos inquietantes. La dueña que ocupa este caserón se convierte en guía improvisada para todo el que desee visitarlo. Se conserva parte del arco primitivo de la entrada, una dovela en perfecto estado, algunos muros increíblemente anchos, de una robusta solidez… Justo donde se hallaba el pequeño cementerio que acogía piadosamente a los que se quedaban en este lugar está la cocina de la casa, con su nevera y su alacena y sus utensilios domésticos. La señora, extrovertida y habladora, y encantada de hacer caldo gallego en tan sagrado sitio, nos enseña un cuartito anexo, donde se hallaron los cuerpos santos como ella dice: Ahí no pisamos nunca dice, mientras señala el centro del pequeño habitáculo. Al parecer se hallaron unos restos momificados, los cuerpos santos, que reposan ahora en el cementerio de Triacastela, junto a los huesos encontrados. Algún peregrino debe yacer incompleto, puesto que la señora nos comenta solícita: Yo conservo un fémur en perfecto estado, ¿quieren ustedes verlo? Rehusamos tan dudoso privilegio con un escalofrío. La señora insiste, mientras nos enseña algunas monedas que aparecieron junto a los restos. Las monedas tienen un rudimentario y misterioso punteado que forma un círculo. No soy experta en numismática y mucho menos en signos esotéricos, así que ignoro el significado de esos pequeños agujeros que parecen estar hechos a propósito, movidos por una extraña razón cuyo significado o simbolismo se nos escapa Toscamente perforadas, estas monedas hablan de sufrimiento. Ahí reside su misterioso temblor. Me emociona pensar en esas pobres manos que llevaron tan exiguo bagaje, en el dolor de estos peregrinos anónimos, que murieron aquí, tan lejos de su lugar de origen, enfermos y agotados y sin el consuelo de haber alcanzado su objetivo: acariciar con la mirada las torres de Compostela. Arrodillarse ante la tumba del Apóstol. Siento el latido de su silencio sobre el roce cálido de estas humildes monedas, tantos siglos enterradas junto a ellos. Saliendo de Triacastela se nos plantea una duda. ¿Seguimos por S. Xil o nos inclinamos por la opción de Samos y así visitamos el famoso monasterio benedictino uno de los más antiguos de España? Finalmente nos inclinamos por S. Xil, la ruta primigenia, la más directa. Caminamos por este valle solitario, a través de las aldeas dormidas en el suelo oscuro y orgánico de sus bosques de carballos, en el antiguo viento de sus túneles pizarrosos y húmedos, de sus líquenes y musgos, del humo azul que asciende por las pétreas chimeneas, por la vaharada caliente y viva de los establos, donde sólo se escucha el mugido melancólico de las vacas saludando nuestra llegada y despidiendo nuestra salida. No hay personaje en un escenario que, pese a los indicios de vida apuntados anteriormente, parece estar deshabitado. El rumor de la presencia humana es captado por nuestro oído en el sigilo de un postigo que se cierra, en el crujido de la madera al ser pisada por unos pies invisibles, con un olor a comida mezclándose con el tufo acre de excrementos de vacas y de cerdos y, también, hay un rastro de perfume de las rosas cultivadas en cualquier parte de esta vieja Galicia, de casas desparramadas sobre un paisaje maravilloso, que se abre ante nosotros, mientras avanzamos, como inesperado efecto de belleza y grandiosidad. Subimos por el Alto de Río-Cabo. Al coronar la cima abrazamos el tiempo… Montán, Fontearcuda, Furela… La piedra florecida, la luz, la esperanza del verde, la soledad y el cansancio. Al bajar de la altura el camino se reviste de un gris civilizado. Se recubre de asfalto. Dejamos atrás Píntin y seguimos hasta Calvor por este juego de carretera y camino. No nos detenemos en el albergue de esta última población. Sarria se intuye cerca y deseamos, pese al agotamiento, llegar pronto a esta ciudad que es, como rezan los folletos, un importante centro de servicios para todo el concello. Sarria fue, desde tiempos remotos, refugio y reposo de cuerpos derrotados y ánimos vacilantes. Las tendinitis, ampollas, contracturas y otros males del cuerpo, buscan ahora, tam-
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bién por estas calles, betadine y alcohol de romero, las vendas, las tiritas, las cremas pertinentes, los barreños de agua tibia y milagrosa donde sumergir los pies deshechos y elevar la vista al cielo del alivio, componiendo una imagen suprema de arrebatado éxtasis, casi una levitación… ¡lo que puede lograr un simple recipiente de plástico! La odiosa contractura vuelve nudoso el tronco de la espalda. Se anda a cámara lenta por las calles, como autómatas o esquiadores de fondo, ras, ras, ras: debemos parecer los personajes virtuales de algún juego; ras, ras… Las zapatillas se arrastran. Una estampa penosa de penitentes sin cofradía, que los lugareños contemplan, no sé yo si con indulgente piedad o con sorna encubierta. ¿Pensarán acaso que esto es una estrategia para que vean lo que cuesta el sacrificio de esta peregrinación? Queda un largo vía crucis antes de culminar el objetivo de llegar al albergue, pues se halla ubicado en la parte más alta de la ciudad. Lo que fue y sigue siendo la vieja urbe. Tras cruzar el puente por el río Sarria, subimos las escalinatas de acceso. Nos espera una cola interminable: todos, al parecer, han tenido la misma idea de pernoctar en esta población. Unos dormitan, mientras esperan con la mochila de almohada, y otros observan distraídos a los recién llegados. Algunos entablan conversación con nosotros. Se aprende, sobre todo, a ser paciente. Tras larga espera, ya no quedan plazas. Terminan por enviarnos al antiguo Monasterio de la Magdalena. En el s. XIII este Hospital Monasterio ya gozaba de importancia. Siempre perteneció a la Orden Agustina, hasta que en 1836 los frailes tuvieron que abandonarlo, a causa de la exclaustración de Mendizábal. En agosto de 1896, los Mercenarios se hicieron cargo de él restaurando las ruinas… Y hasta hoy. Pese al deseo de apoltronarnos, puede más la curiosidad de recorrer el edificio. Aún quedan vestigios interesantes del pasado esplendor: una puerta románica, de transición (XIII-XIV) adornada con las características puntas de diamante, junto a las perlas de rigor, el claustro del XIV; una notable fachada plateresca, aparte de otros muchos detalles arquitectónicos y artísticos, de desigual importancia, pertenecientes a épocas distintas. El Monasterio, como la historia del Camino, es una polifonía de diversos elementos, donde existen los hechos objetivos, pero también su interpretación, que es siempre algo más libre o más abstracto. La mañana se anima. Los abedules perfilan sobre el aire un acerado brillo, las hojas tienen un rumor de agua, las vacas pastan tranquilas en los prados abiertos, mirando de reojo, con beatífico sosiego, o con una infinita displicencia; las carballeiras o robledales dan sombra a nuestro paso… Cerca está Barbadelo. Un sendero de piedras se clava en las castigadas suelas. La turba, el musgo, el liquen, el mantillo fecundan las estelas de la memoria. La iglesia de Santiago de Barbadelo prolonga la naturaleza en el juego de sus capiteles, donde hombres, pájaros, animales y plantas parecen entablar un diálogo perpetuo con el entorno. Parecen esculpidos por un artista sabio, que juega a ser un niño. Por Rente, del laberinto al 30, del 30 al laberinto, los mojones danzan sin orden ni concierto. Las aldeas van desapareciendo como si fuera fotogramas. No hay servicio ni gentes que animen la mirada. Aldeas como espejos cóncavos que proyectan reflejos deformantes. No sabemos si el sueño es realidad o la realidad sueño. Los hórreos ¿son gigantes o molinos? A la salida de Brea encontramos el mojón que señala el km. 100. Comienza la cuenta atrás hacia Santiago. Seguimos en los dédalos inciertos, mientras los cuervos graznan. ¡Qué cantidad de cuervos sobrevuela Galicia! Pena da Coros: el pueblo pone siempre el justo acento a los lugares. Poéticamente. Dejamos a Ferreiros y a Pena, Moimento, Mercadoiro y Parrocha. Por Villachá respira el campo abierto lejos de las revueltas alucinadas. Cuentan que hay una ermita levantada sobre el cenobio donde, en 1170, doce caballeros juraron proteger a los peregrinos de los asaltos musulmanes. Allí nació la Orden de los Caballeros de Santiago, que tan bien conocemos en Extremadura. No nos detenemos. Pero en el recuerdo doblamos este mapa de nuestras preferencias. Hay un viento de encinas y de trigos sobre los maizales y los castaños. El espejo del niño devuelve las imágenes. Portomarín refleja el peregrino. Lo sumerge en sus aguas. Anegado por ellas el antiguo asentamiento de este importante lugar de paso del medievo, salvó algunas piezas de importante valor arquitectónico y artístico. La impresionante iglesia fortaleza de S. Nicolás, del s. XII, fue desmontada piedra a piedra y reedificada sobre la plaza central del nuevo Portomarín, junto a la fachada románica de la iglesia de S. Pedro y la balconada del antiguo Ayuntamiento. Para los que, como yo, sufren de vértigo, el hecho de atravesar el río por la pasarela de hierro se convierte en un suplicio. Unos estudiantes saltan alegres sobre la estructura y esta precariedad del balanceo, me produce una angustia difícil de controlar; tengo la sensación de que voy a precipitarme a las aguas del Miño de un momento a otro, y a formar parte de las calles fantasmales del desaparecido enclave. La tierra sostiene de nuevo el temblor de mis pies, acostumbrados a ella desde siempre.
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De nuevo avanzamos, rápido, con la intención de descansar en Melide o Mellad, pues esta localidad cuenta con uno de los mejores albergues o, por lo menos, eso es lo que aseguran. La carga forma parte de nosotros. Nuestra estructura ósea se ha acostumbrado a ella , por lo mismo, ya no se resiente tanto. Cuando abandonamos la mochila en los períodos de descanso, sentimos una especial ligereza, que nos hace inclinarnos hacia delante. Trastabillear incluso, como si anduviéramos ebrios… Gonzar, Castromaior, Hospital de la Cruz, el Alto de Lingonde… Subidas, bajadas. Pasando la aldeíta de Prebisa nos topamos con un frondoso roble, que parece escoltar el magnífico Cruceiro de Lamelos. Fechado en 1970, la vida y la muerte se entrecruzan sobre el cardinal relieve de su base. Belleza y protección frente a las procesiones del Más Allá en esta tierra de supersticiones. Aquí hay robles tan corpulentos que acongojan. Por el Alto del Rosario, un aroma balsámico envuelve la subida. Los eucaliptos parecen encontrarse en su elemento. Agua por todas partes. Una, en este momento, se reconcilia con estos árboles depredadores e intrusos en mi tierra. Aún duele aquel infierno oscuro de las piras de encina retorciéndose en un crepitar de gemidos. Pasamos por Avenostre, la carretera serpentea. Una línea transversal acorta el tiempo. Llegamos a Palas de Rey. Palacium Regis llamó Aymeric Picaud a este lugar. Este clérigo francés afirmaba ser el autor del Codex Calixtinus, una guía del peregrino medieval con la que, en 1139, se presentó en Santiago. Pocos vestigios de su importante pasado queda ya en este pueblo tan dinámico, moderno y emprendedor. Tan próspero. Contrasta su movimiento y energía con esa desgastada nebulosa con la que aparecen tantos pueblos y aldeas de Galicia a lo largo de toda la ruta jacobea. Detenemos la mirada en la austeridad románica de la iglesia de S. Tirso y también en algunos de sus establecimientos, donde nos aprovisionamos de unos embutidos suculentos y de un buen vino de Ribeiro. El Valle de Hambre aguarda y no es plan caminar sin provisiones. Cruzando el río Porto, Lugo nos despide y A Coruña nos recibe. Pisamos los trazos familiares de una calzada romana hasta llegar a Leboreiro. En Leboreiro existen cabeceiros hechos con ramas de salgueiro. Hay también un hermoso cruceiro en Leboreiro (perdón por el trabalenguas que acabo de improvisar). Los cabeceiros son hórreos con forma de grandes canastos. Quedan ya muy pocos a lo largo del camino y los que quedan, parecen cumplir una función puramente ornamental. Como este al que aludíamos en el batiburrillo anterior. En una bella placeta puede verse, junto a la fachada del Antiguo Hospicio de Peregrinos, y al lado también de la iglesia de la Virgen de las Nieves, que exhibe un pórtico increíble en total coherencia con tan hermoso nombre, por la pureza de sus figuras y líneas. Después, de puente a puente, nos dejamos llevar por la corriente y caminamos desde el puente medieval de Leboreiro al otro de Furelos, este último, gótico para unos y románico para otros. Para nosotros de transición y ahora mismo de tránsito. El juego de la Oca continúa. Al llegar a Melide suspiramos ¡ya queda menos! Orillando la ruta, la soberbia portada románica de S. Pedro, con un cruceiro que según se afirma es el más antiguo de Galicia. La bárbara iconografía de Santiago matamoros adorna las paredes de la iglesia parroquial. Tras acomodarnos en el espacioso refugio nos vamos a Ezequiel, un sitio con fama de darle el punto al pulpo. El albariño empuja los tentáculos. Pronto nos olvidamos de rosetones y contrafuertes, de laberintos y oquedades, de capiteles y albergue. Un espejo para los sentidos este sosiego gastronómico. Claro como sus ríos, los vinos de la tierra vierten la luz dorada de Galicia sobre el temblor antiguo de sus tazas de loza. Aquí estamos escuchando su idioma, disfrutando del pulpo y la empanada, mirando cómo el cobre gastado del caldeiro centellea mediante el benéfico conxuro que aporta la pulpería. El vino se despliega en la luz del olvido, desde ese guiño ámbar que desnuda la risa y suelta la palabra y hace latir las sienes, acaso por la falta de costumbre. Por los espesos bosques caminamos de nuevo. Hacia el oeste la flecha o el vector inclina el sueño. La línea transversal corta los ríos y baja y sube como el propio ánimo. No hay sosiego ni tregua.. Buente, Castañeda, Ribadiso da Baixo. Y Arzúa, donde nos detenemos. El río, muy cerca del albergue, sirve de lavadero. Una pastilla de jabón Lagarto que llevo en la mochila pasa de mano en mano. Algunos aprovechamos el buen tiempo para hacer la colada al aire libre. Una mujer del pueblo, Lola, planta junto a nosotros una cesta repleta de ropa por lavar. Restriega con firmeza volteando las prendas con energía; marca su territorio y de alguna forma nos hace sentir que aquí somos intrusos. La destreza de sus manos al lavar me recuerda mi infancia cuando en Extremadura las mujeres, como ella ahora, arrancaban blancuras azuladas y aromas de limpieza a las sábanas, a los
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manteles, a las camisas… Entablo conversación con esta mujer de Arzúa que empieza con monosílabos, pero que, poco a poco, vence la inicial desconfianza y termina contándome su vida con naturalidad. Mezcla las palabras del idioma gallego con las del castellano y a mí me encanta esa frescura expresiva, ese acento que va calando en mi interior mientras la escucho; que me devuelve a un tiempo de historias relatadas junto al fuego. Su vida resulta ahora bastante solitaria –según me explica- pero, y por extraño que parezca, también especialmente (diremos aquí que “espectralmente”) acompañada. Sus palabras parecen temblar como estas aguas: “Tengo miedo, ¿sabe? Cuando recojo las patacas y marcho a casa, mi marido me habla y yo tengo que poner muy fuerte la radio para no escucharlo, ¿sabe usted? Ante mi gesto de extrañeza me cuenta que en realidad su marido lleva dos años enterrado en el cementerio de Arzúa, pero que “no se ha marchado” que al parecer sigue viviendo con ella. -Mire, no se quiere ir. Por más misas que le digo, por más agua bendita que esparzo por los rincones de la casa, él sigue allí. Si no voy al cementerio, me dice que yo no voy a verlo; si no como, que tengo que esforzarme en comer porque, si no, enfermaré y me reuniré con él antes de tiempo… En fin, hablé con el párroco, pero me da a mí que no acaba de creerme… Dice que rece a Dios, pero yo rezo y no se va. Yo creo que como no tuvimos hijos y siempre estábamos juntos, mi marido me sigue acompañando para que no esté sola; lo que pasa es que a mí me da muchísimo miedo. ¡Sólo de pensar que voy a verlo me muero del susto! -¡Ah! ¿Pero no le ve? –le digo -Solo siento su roce y la silla que a veces se mueve. -¿Y no ha pensado usted en cambiar de casa? -Sí que lo he pensado, sí. Incluso más de una vez fui A Coruña con unos familiares, pero aún me encontré más sola con tanta compañía, además no podía atender la tierra y los animales. Este es mi sitio. Todo el pueblo me conoce. Cuando él murió yo cerré la habitación a cal y canto. Ahora duermo cerca de la cocina. Tengo gatos y perros y la radio… Lo peor –se estremece-, lo peor sigue siendo la noche. El camino transcurre repleto de vivencias. Personajes como recién salidos del medievo, locuciones surrealistas, escenarios insólitos, todo prolífico y variopinto, tan sublime y grotesco como la propia vida. Los helechos susurran entre las aguas, que quedan pocos tramos para arribar a Compostela. La mañana se esponja de rocío, como si fuera una inmensa pila bautismal donde nos sumergimos. Marchan los peregrinos a pie y en bicicleta y a caballo con autenticidad y con desprendimiento, también hay fingimiento, gestos insolidarios… Son los menos. La mayoría, con su afán, con su interior cargado de vivencias, de experiencias o deseos… Unos, poco comunicativos, y otros, en cambio, que hablan por los codos… Una, a lo largo del trazado, se da cuenta de que en el fondo nadie es demasiado fuerte para llevar la carga; sobre todo si es cuesta arriba. Unos recorren esta ruta por fe, otros por deporte, otros por curiosidad… Está el aventurero de alegría contagiosa que te explica dónde se come bien por poco dinero, o qué sorpresa puede uno encontrarse en determinado sitio, etc. Luego está el veterano, el que lo sigue año tras año. Tal vez porque no encuentra lo que busca o porque encontró lo que buscaba y ya no podría vivir sin lo encontrado. Está la María Magdalena que liga en el camino y lleva con arte un jubiloso jubileo, y el senderista y el que se busca a sí mismo y el observador y el religioso y el pícaro y… Luego está el drama íntimo, presente en ese gesto de la esfinge que reza o llora a solas. Cuando puede, se aparta. En un recodo cualquiera surge espontáneamente la confidencia. Tiene un hijo enfermo, de sida. Viene a pedir un milagro al Apóstol y está segura de obtener esa gracia. Conmueve esa firmeza, esa fe sin fisuras. Personas como ella justifican el fin de este camino. Algo grande traspasa esta mirada. Merece ese milagro. Hemos abandonado Arzúa, Salcedo y Santa Irene. A través de La Rúa, pequeño pueblo de evocador nombre, atravesamos Arca – o Pedrouzo - . Tras pasar la aldea de Cimadevilla, el último túnel de ramas abrazadas nos sumerge en la espiral profunda de nuevas soledades. El intrincado bosque sí deja ver los árboles. Tiene un carácter embrionario esta cueva formada de líquenes y olvidos. Se adivina hacia el fondo la claridad del agua; está cerca. De pronto, un gran estruendo triza el vuelo del pájaro; algo, como una sacudida, agita las copas de los árboles, el ruido nos pilla de sorpresa. Por un momento ignoramos que el progreso está a la vuelta de este mundo ancestral en el que andamos inmersos hace días. Del medieval silencio pasamos, en un soplo, a la pista atronadora de la civilización… Habíamos olvidado que el aeropuerto de Lavacolla estaba ahí, a pocos pasos, tras el muro de verdor y misterio de las corredoiras. El viento del despegue nos arranca del sueño de los siglos. Aún no hemos terminado. El Monte do Gozo pone
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también un lastre de cemento al Camino de Estrellas y guijarros. No hay cánticos aquí, como nos aseguran los antiguos códices. Es tan frío el recinto, que parece más bien que ha sido destinado a borrar toda emoción ante la antesala de módulos asépticos y eficazmente funcionales. Sólo desde el pequeño promontorio donde está la luz miniada o entrevista que irradia esta ciudad. Un estremecimiento, supongo que semejante al que debieron sentir nuestros predecesores, nos sacude. Miramos esas torres y el viento de los siglos nos eriza la piel, o quizás es el frescor del anochecer que ya se acerca, los oros del Poniente que van guardando al sol, tapando el Arca. Dejando el ensimismamiento que dicha perspectiva me produce, dejándome de anagogía, pienso, por un momento, en los datos concretos que la historia nos brinda a través de este hecho prodigioso. Todo lo que este Camino aporta a lo largo de los siglos es, sin duda, en el lugar del milagro, el mayor de los milagros. La tradición sostiene que, en el año 42, Santiago el Mayor, el hijo de Zebedeo y Salomé, el Apóstol de Cristo, es decapitado en Palestina y traído en una barca hasta una apartada aldea de Galicia. Es en el año 813 cuando, según unos, un sacerdote que solía decir misa en el lugar de S. Fiz de Salovio, pudo ver cómo una estrella se posaba sobre un roble corpulento, mientras que se escuchaba una música celestial. El pastor, o el sacerdote, comunicó el hallazgo a Teodomiro, obispo de Iria Flavia y el 25 de julio, fue hallado el sepulcro. El Rey Alfonso II el Casto, de Asturias, ordenó que se construyera la primitiva iglesia con piedras y adobe y en esos rudimentarios cimientos puso también esa idea de Europa que todos conocemos. A partir de este punto, el fluir constante de la Historia sobre el Camino de Santiago y las redes tendidas por todo el Universo, que conducen a él, llenarían una biblioteca de amplio y vasto calado. Transcribir una cronología al alcance de todos me parece absurdo… Así que este camino forma parte de algo subjetivo y así debe tomarse. … Y concluyo. Por los bosques del tiempo caminé sin descanso hasta llega aquí… Traje en el corazón de la memoria mis vivos y mis muertos (los que aún viven en mí). Atravesé los campos del silencio. En silencio. Sentí: Sabor de incienso y sal sobre la boca / en esta noche de pisar furtivo… ¿De dónde surge ahora este rayo de luz que en diagonal barroca cruza por las columnas agitadas traspasando la niebla e iluminando el rostro ensimismado? Poco importa el esfuerzo hasta llegar aquí. Ya no hay vacío. Este rastro de luz en movimiento deshace toda sombra. Arranca de un sepulcro que no contiene muerte, sólo vida y yo desaparezco entre la multitud. Han mirado hacia arriba; el rito continúa en un vaivén de péndulo. Una barca de plata describe sobre el tiempo su código de signos antiguos y renovados y siempre eternos… El corazón, esa imantada estrella, nos devuelve al inicio.
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eL FUeGO de LOs LiBrOs Antonio Pérez Carrasco
– “Los libros distraen a las personas y las hacen insociables”. Tremenda, iconoclasta y chamuscada sentencia que espigué con humos de sospecha entre las violentas cenizas de la vieja e inolvidable película de ciencia ficción –¿inactual?–, que dirigió François Truffaut al adaptar la novela de Ray Bradbury, “Fahrenheit 451”, cifra que indica la temperatura a la que comienza a arder el papel, las páginas violetas de los libros, en ese incendio lento y quedo de enojos como un ennegrecido crepúsculo sonámbulo y nigromante, malherido de luna y bandolero, roto y matinal, de anaranjados azules que restalla en tan confusa y fugitiva hoguera, mezcla cobriza de corinto y azafrán, colores que desvalijan saberes, como en aquella otra cervantina y quijotesca donde ardía la locura de los cuerdos para liberar de sus lecturas al famoso hidalgo. Apagarlas quisiera “con salivilla de estrellas” como la Virgen sanaba a los niños según el poema largo y gitano de Lorca. – “No hay nada en ellos. Los libros no dicen nada, todos son vidas de hombres muertos y un montón de contradicciones. Sólo son palabras que hieren a la gente… La felicidad se alcanzará cuando todos estemos al mismo nivel, por eso, para que no nos distancien, hay que quemar todos los libros; esa es la única verdad”, rugía en la penumbra helada e intolerante de sus furiosos afanes, con un relincho dislocado y trepidante, desencuadernado y pírico, con ansia aquel aurbanado capitán de un cuerpo extraño y desnivelado, tan disímil, de bomberos –incendian en vez de sofocar– en actitud etrusca y salvaje de sueño o desquite enfebrecido, de voraz y traviesa malicia. ¡Qué imaginación posee el hombre cruel! Desconcertante “pedagogía de la inquietud”, como la definió Zubiri. Y ¡qué indolencia muda y cobarde la de quienes sólo miramos! Yerran en su tatuado empeño de sombras encrespadas. Rondan los terrores como aguijadas de vanidad. Husmea el espanto en su cueva. Humea la llama encadenada al viento torturado en la parva sin trillar de los libros. (El libro libró a más de uno de sus opresores). Se adivina la angustia donde se agita, en ahogo, el lamento con un escalofrío de imprenta. Buscan, como enfermos de sombrías maldades, primitivos manjares de rencores, por eso, zahieren a los que leen, tambalean lo sabido, desenraízan las rendijas de las ciencias, menguan las posibilidades de aprender, encogen pericias, velan sapiencias y, al quemarlos, desbaratan y enmudecen esas lenguas quietas, que, una vez ardidas, sucumben como arrugas grises y frágiles de páginas leves que, en el temblor de haber sido, fingen, inertes, tener la calma de una flotante pira vikinga que flambea el mar de historia y clamor, cuando en realidad se van por los agujeros quemados de sus símiles o las estrías tostadas en las espuelas de sus metáforas, aún candentes, mientras el mudo viento las destroza contra el muro con rutina habituada. Un olor profundo, como de sabiduría ahumada, inundó mi alma y agitó mis ansiedades desde aquel atlas de fuego, mapa cromático y loco con cuerpo de hoguera que cabrillea en esos jirones terrenales y paganos de odios sin apagar como un eco impreciso e ingrato que perdura en el lívido amargor. El libro se ama por sí mismo, pero, a la caza de cosas vanas, en un olvido de ayeres había ceniza de asombros, un charco desolado de arrogancia y humo de pálidas nieblas, como de placeres que hechizan, sobre aquel esqueleto de sombras, que tirita de ignorancia. Mientras tanto, la pantalla ofrecía bellísimas imágenes grabadas en las páginas, móviles por la fuerza ágil del fuego, de un libro, decorativo y deslumbrador, con obras del genial Salvador Dalí, que se aduerme, calcinándose: oíamos, en la voz turbada y furiosa de la llama –la llama, otras veces suave y bella, joven y bruja, exacta y vertical, arrebatadora y pentecostal–, oíamos, decía, ardientes rumores al crepitar el lenguaje viviente y soberbio de sus pinceles, que caía en pavesas de irremediable barbarie carboneante. – “La manguera, ¿dónde está?, ¿dónde están las escaleras?…”, canta uno al pasar, frivoliza lo mágico del instante y marca una distancia irónica con aquellas negras sombras de desencanto que refleja la pared del fondo. Entonces, quizá sacudido por el contraste, regresé a los primeros recuerdos de la plácida niñez en un pueblo limpio y sereno, estreno lejano y empeñista de mis días. – “El libro es el mejor amigo del hombre”, dijo ella con esa ingenua profundidad de las madres, aun en sus muchas ignorancias, cuando me tomaba con paciencia la lección en aquellas
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primeras cartillas sentados los dos en aquel umbral esquinero, aldeanamente ilustrado, y me lo creí con la misma ingenuidad sísmica de los hijos, de los niños, que se creen todo lo que dicen sus madres para irlo labrando en el hondón del alma toda la vida, eso sí, casi siempre con el cincel romo de la desidia o el aparente desinterés. Cierto es que apenas acertamos a imaginar lo que no conocemos y jugamos con el libro, tierno y discreto, como si fuese el hilo de la cometa, tan delincuente, que nos degüella sin dolor nuevos vientos o aquellos mismos vientos de siempre adecentados, partiendo en dos la roja granada de los sueños, rota en mil colores translúcidos, como de afanes ajenos deletreados para nosotros con la gratuidad del aire que nos vive al respirar, quizá sin perturbarnos o perturbandonos con su limpia y transparente presencia. Nos hacen partícipes de su paciencia en nuestras prisas para soportar el tedio de las horas y gozar con lo sencillo. Gozar con lo sencillo consiste en rasgar, sin disfraces, lo oscuro de la historia con la punta de la libertad para traspasar los límites de lo que desconocemos y ser realmente libres al orientarnos hacia el sentido del bien. Los libros, como suerte finable de árboles adelgazados en la maleza pelada, son celulosas alas de álamo herido y ligero, con robusta alma verde, lavada con sueños, con un perfume extático de temblores que aroma otros vuelos: las alas de la perfección, que apenas pesan y por eso arden en una humareda sin carbones “con un ruido de llamas húmedas quemando el cielo”, que escribía Pablo Neruda, para remudarnos los asombros. Desgarros íntimos y ahumados, rituales encenizados, como la desolación en esa danza turbia, fugitiva, fatal y trágica, de la llama imperfecta, apocalíptica, con sombras delirantes y crueles, enroscada en lucha desigual al talle del hechizo maligno del viento, que azota y colorea la llaga loca de sus hojas, tan reveladora de negros huecos en pálido duelo, como dolores sin alma, vacíos de su sangre emplomada y negra. Aúlla la sangre caliente de la tinta que huye hacia los rincones de la nada por las grietas de donde antes brotó. Ronco cieno aterido de espasmos que coagula las vetas caídas del saber; corrosiva espina llena de lodo y fatiga que llega hasta el fondo triste de un oscuro ruido de metales salvajes para negar la luz prometida de los sueños. Libros incendiados, pero ya sin luz, entre el jolgorio de los necios. (Sólo en los ojos de los necios la danza se troca sonámbula y mansa). Cuentos, leyendas, baladas y cantos para nombrar la caligrafía oculta de las flores, la savia incolora de las letras, que se desmorona a pulso entre los dedos y balancea su venidero tallo en el surco fecundo del silencio, se tornan gritos amedrentados que enloquecían de rabia contenida, fiados a un milagro que no cuaja, y mueren por la avilantez malsana de aquel fuego poblado de interrogantes; al morir de frío por el susto se rinden, se ahogan con los aletazos brutales de las llamaradas y se queman, como antes nos quemó su belleza entre un acallado rumor de juncos que flotaba sobre las manos abiertas. Ahora, nubarrones de humo espeso, iletrados a pesar de los pesares, se elevan y desgarran con su filo gris y negro de vanidad fascinada la alianza cuneiforme de las letras, que se desmorona por una agobiante y palpable oscuridad. Desgajados andamiajes de vanidades derramadas, confundidos relumbres de un imaginero empobrecido, saqueado por el mascarón de un frenesí de pulcra ignorancia en un mar bravío y desmedido, iliterario. Misterioso es el último balido de sus ya ciegas sinestesias en los alaridos de la cultura mordida por las llamas, los ahogados aullidos de las aliteraciones, de las clamorosas voces –muchedumbre de lamentos alocada por el fuego– heridas en el runrún onomatopéyico como un saber vegetal e inestable que se desvanece en ese humo sin brasas de golondrinas con fauces disecadas por el degollado silencio, que se asfixia entre los solitarios acentos de una tristeza nublada y desceñida que suena a funeral. Sin corazón queda su silencio, pero incandescente, en el pulso ardido de la serenidad. Impresiona lo imperecedero, desgastado con el roce de la luz entre los cañaverales, porque no todo se consume al arder en el mirar triste de la tarde última. Pupilas sin luna, nómadas de vaguedades, vitales y turbadoras, flotan por lo oscuro de la noche y vagan sin sueños, mientras una lluvia equivocada y tímida de ceniza cubre la ilusión contrabandista y entreabierta de sus párpados: el tiempo que rescataste a la amarga ignorancia es el que te sueña. Nos muestran los libros con su lenguaje silencioso y abrasador la alegre y solemne pluralidad de la vida que nos sueña y no suelen quitarnos nada, salvo la ignorancia, que siempre crea dependencia, esa esclavitud paralizante de la masa sin sacudir, que recorta las alas de los sueños implumes, aunque, por otro lado, da la impresión de que la ensancha, puesto que cuanto más se lee más asoma la vasta, desasosegante, conmovedora, palpable y rica incultura sobre las maravillas que esconden la naturaleza y las personas.
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– “Mi abuela es analfabeta, pero feliz”, afirmó una chica para justificar su escolarizada pereza. (– “Samalacatruqui…” –hubiese dicho con rústico alarido, de haber estado allí, con su traje de bombero y un botijo de barro blanco sujeto con una cuerda de pita a una de las trabas del pantalón, el ingenioso y alto Tip, aquel santo varón, otrora mancebo virgiliano y perillán rompedor– “…pero, ¿tú sabes lo que dices retaca de mis entretelas, mozuela carcamusa y subjuntiva?”). – “Espera”, acerté a decirle, pues tuve que echar mano de esos últimos restos que perplejos y latentes quedan de comprensión, para explicarle, con calma, la hondura de la sabiduría de las tareas o las destrezas, de los saberes, de su abuela, tejidos con hambre y descolarización impuesta por esa agilidad impropia y ávida que brota del mismo libro de la vida y que ella, su nieta, tan alegremente hostil y felina, tan sedosa y rugiente, desprecia ahora sin más averiguaciones. Leemos para dejarnos domesticar con gusto –la única esclavitud digna es el amor–, como el zorro y el Principito, para gozar de la amistad de las páginas con sus desvelos y cansancios, con sus alientos y rebufos, taxidermizados sobre un abanico de sangre o de letras rehenes. A la sombra frutal de sus ramas, pajareras, mi alma sustento. Valoramos lo que nos cuesta más sudores y apacentamos en penumbra enronquecidos sueños aun a sabiendas de que quizá, una vez descuajados, sólo se puedan mordisquear en su cáscara. Halagar a las personas acaso sólo consista en no saber respetar su misterio; tampoco el nuestro; por eso, la preocupación propia y ajena, como con el pan de cada día, debe estar en que el mundo progrese por un rumbo correcto. Las migajas las recogen esas páginas de ensueño que describen la autobiografía oculta del mundo, del hombre y de la historia, para desafiar la creatividad fascinante del amor, desplegar las velas del bien, de sus posibilidades, y crear la paz. Los libros son perspicaces y, entre las costuras de sus hojas, forjan a las personas, las forman y las capacitan para su propio desarrollo, tomar las riendas de sus vidas, sin que nadie las manipulen, y saborear el sentido de las cosas, de los acontecimientos; nos abren los ojos a mares intelectuales, tan oceánicos y hondos, que nos devuelven a lo sencillo y esencial para traducir así lo inefable, porque la magia de los libros no está en el lenguaje del diccionario, sino en el hablar callado del corazón que late, que vibra, que valora lo que ama, lo que cuesta sangre, y violenta, desentumeciéndola, la propia pereza. Mensajes o manjares de madurez, aún espabilando pavesas encandiladas de lo superfluo, nos traen y con un manadero deseo sin límites nos ganan, convidándonos a códigos de una nueva intimidad compartida para liberarnos de todo lo que es superficial, cortezoso; nos donan movedizas reivindicaciones para que nos resbalen las uniformadas modas del instante, que siempre tienden a la baja, para que cada cual aguante su vela, no se deje desvanecer en lo inexpresivo, nebuloso o nihilista, y sepa desplegarla como un racimo unísono de seda ante el asombro de nuevos soles para el hombre, trocando originalidad por extravagancia, y “no desnortarnos en el océano de lo indeterminado”, que escribía Sartre. Al morir el día, una música mojaba la calle empedrada de pétalos sin ideales y un trozo de papel fatigado, con la orla requemada, voló y, aunque desdibujado, al posarse, aún se podía leer la palabra amor, tan maltratada en su vuelo perdurable, sonoro y suave como el silencio. – “Tengo que leer, tengo que enterarme de todo lo que ocurrió en el pasado… Tras cada libro hay un hombre, por eso me interesan…, porque tienen vida y me hablan”, llega a decir el rebelde protagonista, converso y rubio, de la citada, candescente y enigmática película, aguantando el acoso de quien cree que puede con la seguridad, tan provisional, de lo que no es. Algo parecido había dicho mucho antes Miguel Ángel, allá en el Renacimiento italiano, cuando se escribían los primeros libretos del drama cantado, de la ópera naciente: “Yo no hago casi nada, me limito a eliminar lo que le sobra al bloque de mármol para lograr la imagen que la piedra guarda en sus entrañas”. Demoledor y adorable como todos los genios, que viven bajo la sombra de la sabiduría mientras otros estamos tan lejos en ese buscar sin encontrar su equilibrio por la huella desteñida del oscuro eclipse fragmentario que nos deja ver o no ver, pero todos sabemos que el mundo es más hondo que lo que capta el ojo y que Dios no nos exime de pensar, sino que nos lo deja como disputa para ponernos al alcance de la luz y conseguir la armonía, el sentido del bien y el ritmo del sosiego por el que nos adentramos y nos hace tallables, pues el conocimiento llega sólo con el trato voluntario y nos ayuda a confrontarnos con la hondura propia de cada cual, con nuestra profundidad, en la que oímos el hablar callado de los libros, “que tiernamente hiere”, como al poeta, para que nos acostumbremos a vivir heridos.
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– “Sólo son palabras que hieren a la gente” –recordad cómo atiza el corrosivo y encendido capitán de la película, cómo sin tiempo o con miedo a perder lo que nunca tuvo y mercadear su razonada sinrazón–, pero así nos educan y nos introducen, como tierra de promisión, en la libertad para poder diseñar nuestra vida y aprender a ser persona sin ese sentimentalismo abaratado que entiende el amor como pura dulzura, sin estorbar que llegue al corazón y, desde allí, despliegue el sentido de la vida, que nos nutre y nos sustenta: la superación de sí mismo es la esencia del amor, los pasos del darse o el camino correcto y difícil del recibir, que nos llevan a regalarnos, a donarnos, cuando la vida se desliza por una catarata de opciones. Los libros nos ayudan a reanimar lo poco que nos queda, el resto del cansancio, que creíamos apoyado en las glorias pasadas y se estancó en las debilidades, a preservar la sencillez íntima del corazón, capaz de mirar siempre con asombro renovado la vida y el mundo, porque envejecemos, torpemente, cuando vivimos de lo trivial sin dejar que nos fascine lo grande, lo bello, lo bueno, lo sublime, aunque nunca se nos olvide que es difícil mantenerse vibrante sin interrupción, por lo que nos enseñan a ser comedidos para respetar lo ajeno y adquirir el buen gusto, valorando la sonrisa en rostros diversos, la dulzura alegre en otros ojos, para crear de la nada cada instante, con sus discretos sabores y sus diversos olores, los colores de la mañana leídos en el periódico intacto de la manoseada vida, tan virginal en su misterio tras las apariencias. Sólo lo que hacemos duradero es lo que nos aprovecha, porque nos hace conscientes de nuestra fragilidad. Así, nos columpian con fuerza desde la nada del pasado –¿acaso son algo los recuerdos?– hacia la espera de lo que será en la única esperanza del presente como el camino más sencillo, desviándonos del abollado error hacia la verdad del amor; nos lanzan hacia lo insólito para vivir en lo duradero, delimitando perfiles, para abrirnos a lo bueno de todas las épocas, a todas las riquezas, los valores, de los humanos, la espuma de su esfuerzo que lucha con destreza con lo efímero, para cobijarse de la injusticia del mundo, tan horizontal, tan a lo menos a lo largo de la historia para con los pobres, aumentando el peso dolorido de sus soledades, de sus carencias. Sí, a veces, confusos resplandores de sombra y muerte abrasan los desvanes mortecinos del engaño, tan lucidores, como telares neutros del olvido, y ciegan la noche torcida de los hombres, erizada de irreales vidrios anónimos que fulguran como una llaga caprichosa y esporádica cuando brotan incipientes las certezas, como bengalas que chisporrotean a contraluz de un sordo dolor, y a ráfagas se elevan, leves, en pavesas volanderas como un sueño de costumbre pisada o ardida sobre las largas lenguas de la llama para caer como caen algunos vencidos por el vino. Los libros sólo son dignos del fuego viviente y diverso de la zarza mosáica, que, como la verdad, arde sin consumirse y quema lo provisional de ese desasosiego íntimo que nos sostiene traspasándolo a lo definitivo, si tenemos el valor de admitirla, de sujetarnos a ellos, a ella, por si al mundo le diese por lanzarse al abismo de la desesperanza o nos contagie esa fiebre de humanidad que ambos atesoran para elevarnos y hacernos más humanos. Dejemos que su culto fuego nos incendie, sin devorar, para sentirnos leídos en el crujir de un beso o un verso, que nos roba como mano de ladrón que vuela lo que nunca creímos poseer, y así, con el alma arrebatada e insomne, deshabitados, sintamos la herida tardía de ese hueco de luz ausente y desasida. Temblando queda, entonces, todo lo que teníamos seguro en un balbuciente vaivén de atrevimientos: la muesca tibia que formó la huella discontinua de la alegría o los sonidos del llanto como roces con lo extraño; los golpes superfluos de días que suponíamos sin vida. Pisadas inmemoriales que surcan la historia sin romperla, cenizas bautismales de glorias y miserias olvidadas al paso por cualquier recodo morado del corazón o de ciudades sin luz por donde vaga el amor, con alas negras de muerte y luto sin desplumar, que olvidó su honda espuma de paz y gozo. Reverberantes paradigmas, quietos, que pasan, hablan o callan mientras se injertan en nuestras vidas y quedan plantados en el alma de paredes afrescadas donde luchan y aletean para hacerse sitio y ser uno con nosotros mismos. También peñascos, rocas con nidos de injurias, o chirriantes bodrios infumables y livianos, aptos sólo para poco iniciados o espíritus sin relieve, que nunca nadarán en ese mar blanco con barquitos de palabras e ilusiones malvas, anclas mecánicas de transitivos y tersas velas blancas como epítetos; trasatlánticos de oraciones subordinadas, disyuntivas, que logran un vapor claro, griego, de latinas savias gramaticales. Un dique de comas, puntos y guiones los identifican, haciendo legible la bandera ondeante de sus nombres. El viento los despierta y la brisa mañanera de tu afán los nombra y pastorea cada jordana en la dársena azul de la imaginación. Una
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luz suave ladra, sin herir, a la luna dormida, cansada como un amor vencido en el rescoldo escaso de una llama mansa que volverá a arder, porque espera, aletargada en el alma del frío, pero viva, la rica y honda primavera de la rosa. Sobras de libro ajeno parece la última pasta al cerrarla, pero una grata sorpresa nos ronda el alma: ¡ya es nuestro! Los colores prestados de las hojas se apagan y comienza a reverdecer un tinte propio, que, como un dolor de amor, cruje entre los pliegues de la noche al desombrar las orillas del alba, los márgenes cóncavos de la aurora, y se adivinan soles al fondo de lo oscuro. – “Leer es un placer”, dijiste y podías envainar el dicho. Digo que es mucho más: leer eres tú o yo, esa o aquél, que somos buscadores de felicidad. Leer es buscar la felicidad propia en la ajena o al revés, porque, pese a quien pese, quien busque placer puede encontrar sólo letras. Entonces, es posible que los libros erosionen los ánimos, encharquen amistades y se conviertan en súbita podredumbre ininteligible que nos haga distraídos, insociables, intermitentes, divagadores. No obstante, borrachos de azahar, pasaron anoche dos luceros por el huerto y una luz dulce, verdeante, se posa al filo de la brisa en el canto de los pájaros y palidece de rubor la clorofila agazapada del almendro antes de que florezca. Aquel ancho campo espera surcos matutinos de gloria y tesón, torrenciales versos de besana herida en su propio grito, sementera de sones y huidas, desnudos granos sin cáscara ni vanagloria, noria blanca de sangre que corra y venas de agua que llenan la boca de tantas historias bilabiadas de mujeres y hombres, aventuras de niños y jóvenes, que se quieren, desconocen o traicionan, cuando huyen de sí mismos, pero verás cómo sin teatralizar tu paciencia los corola y reúne en la comprensión, los cobija en la sonrisa por el único anhelo viable del amor. De eso, saben mucho las bondadosas abuelas y las madres descomplicadas al oír crepitar en un silencio bibliotecario de polvo, plumero y tiempo el grito quemante de los libros. Si acudes a apagar ese fuego, no te quejes después, exasperado, de su quemadura, de su alarido, porque “son un montón de indeseables que claman en el desierto” –amplía su pasto el capitán– y suelen levantar ampollas en el alma para distraer a la humanidad, vagabunda, con su honda e imparcial sabiduría, con su exquisito rollo creativo de vida personal y de común unión solidaria como sano respeto intercambiable, con su utópica libertad hacedera y encandilada… para alterar la cabeza y dejar dañado el corazón con los tiernos latigazos de un dulce y encendido sobresalto. Y además, con la querencia por los libros, que nos enseñan el valor profundo de lo inútil, el alma, tazada y consumida por ese fuego textual, se hace leve pavesa de sutil sabiduría, que como el humo o el fulgor nos eleva para gozar, satisfechos, con los resplandores de su fuego que nos hacen multitud de veces estrenar el corazón.
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aQUeLLa tarde en La QUe se estrOPeÓ La teLeVisiÓn. Lorena Mendoza Jiménez. 2º ESO Colegio Claret Fue la ganadora de la Fase Provincial de la 46 Edición del Concurso de Coca-Cola. El tema de la redacción fue: Aquella tarde en la que se estropeó la televisión. Participaron en este concurso y en esta fase 300 alumnos
Era un frío jueves de febrero. Amenazaba lluvia, y la ira del cielo cumplió su advertencia. Aquella pantalla dormía ante Laura oscura y en silencio. La señal de la televisión, la señal de la ignorancia, no llegaba aquella tarde a su salón. ¿Qué podía hacer entonces? Avizoró el mueble en que reposaba la tele, en busca de otro entretenimiento. Había también libros, aquellos hasta ahora desconocidos. Laura no tenía nada más que hacer, de modo que optó por romper la barrera entre aquellas historias y su corazón. Se dirigió hacia la estantería, despacio. Por algún motivo, por alguna razón, supo en seguida qué libro coger, le atrajo de forma tan intensa… Era un fino libro con suaves lomos de un terciopelo color esmeralda. Caminó hacia el sofá, y se sentó con lentitud. Miró con detenimiento aquel libro que descansaba en sus manos. Una verdad de color azul, así se titulaba. Y leyó: † << “-Rogad a Dios en caridad por el alma de: El guardián de los recuerdos Murió ayer, olvidado. Pero aun habiendo Caído a las garrras del olvido, permanecerá Siempre en el mundo de los libros.-” Después de cerrar la puerta, el pequeño cuento de tapas azules se recuesta en el sofá. Lentamente, asoman las letras de sus finas páginas amarillentas, desgastadas por el tiempo, aunque desde hace años ha permanecido en desuso. El pomo de la puerta vuelve a girar con suavidad. Entra en el cuarto un pesado libro de color ceniciento. Se encamina hacia el sofá, con lentitud, para sentarse al fin. - ¿Por qué?- pregunta el pequeño cuento, que no comprende todavía. - Porque ellos nos han despojado de nuestra importancia ante los hombres, con sus absurdos y peligrosos métodos de entretenimiento. Y luego está ella, robando tiempo a las personas, cual hombres grises. - Pero… ¿no podemos hacer nada? - No, no solos- responde firme aunque apenado el libro gris-. Aún recuerdo el día en que la conocí… -hace una breve pausa, parece buscar antiguas vivencias ocultas en algún lugar de su memoria-. Ella, que no pronuncia más que necedades. Ella, siempre tan repetitiva. Ella, que en la mayoría de las ocasiones nombra a seres sin importancia… ¡No como mis caballeros y mis hadas! Ella, que mata tiempo, mata imaginación, mata vida. “Yo, en cambio, ofrezco la vida que ella quita. Conmigo, amén de disfrutar, vives otra vida. ¡Una vida de drama, aventuras o misterio! Mas, ahora la gente ha optado por morir, olvidándonos. Y en el olvido está nuestra muerte. Las páginas del pequeño cuento caen, débiles, pues se da cuenta de la terrible verdad. ¿Cómo han podido perder ante unas cuantas imágenes, sonidos vacíos y engaños de una ridícula pantalla? Sus hojas también brillan, está al borde del llanto. Es catastrófico que un libro llore… ¡tiene tantas miradas! Pues, después de que sus páginas hayan sido recorridas por tantos ojos, y ojos de niños que encierran además una magia especial, sus páginas se vuelven ojos, ¡miradas! Sin embargo, ahora cada vez menos libros pueden ver. Y una columna de letras se turba, convirtiéndose en borrones y húmedos senderos de confusión, dibujados por lágrimas de color perla que descienden desde cada letra de valor cero. Junto a las tapas azules del pequeño cuento, un enorme charco reposa sobre el suelo, un charco de olvido, de recuerdos, de palabras. En él puede distinguirse una A, junto a una Y, una U, y una D. Y por último, la del comienzo. >> Laura cerró con cuidado aquel libro indeleble en su mente, en su alma. Eran nuevos sentimientos los que la inundaban. No quería ser ella la responsable, junto a tantos otros, de que esas historias, esas mágicas historias muriesen, olvidadas. Nunca, ya nunca más. Recorrería calles y recuerdos, salvando a libros del olvido, salvándose a sí misma. Aquel día en que se estropeó la tele fue el primero de un mundo mágico para Laura: un mundo de libros, de sentimientos, de palabras.
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nOs PerdeMOs en eL BOsQUe Paula Gómez Cidoncha. 6º de Primaria C.P. “Donoso Cortés” Hoy estamos muy nerviosos todos los de la clase, porque nos vamos de excursión. Ya estamos en el autobús. Voy sentada con Alicia. A nuestra izquierda van Alba y María y detrás, Pablo y Francisco José. Desde las ventanas se ve un paisaje precioso, flores, pájaros... Ya ha parado el autobús y vamos bajando al camping, donde vamos alojarnos durante las tres semanas que dura la excursión. El camping tiene muchos árboles, flores, también hay un riachuelo y bastantes matorrales. Después de dos semanas que llevamos ya aquí, hay que descansar. Nos retiramos temprano a dormir y cuando estoy en mi saco... ¡Ris, ras, rus...! suena detrás de un matorral. Mis cinco compañeros de la tienda y yo nos hemos despertado a la vez y estamos asustados, pero también muy intrigados; así que cogemos las mochilas, encendemos las linternas y nos ponemos en camino hacia donde oímos el ruido. Pero detrás del matorral no hay nada y, sin darnos cuenta nos hemos adentrado en el espeso bosque. Damos vueltas y vueltas, pero no podemos salir; así que decidimos dormir hasta por la mañana. Por la mañana despertamos muertos de hambre, encuentro mi mapa y mi brújula en la mochila. Mientras buscamos el camino, desayunamos bocadillos y agua de la cantimplora. Y de pronto ¡Ris, ras, rus...! otra vez ese ruido. Entonces decidimos seguirlo para ver si nos lleva al camping. Nada. Ya es de noche cuando para el ruido. Decidimos dormir en el pequeño claro donde nos encontramos porque no se ve nada. Por la mañana nos despierta otra vez ese ruido y ahora sí, nos damos cuenta que... ¡procede de una extraña especie de pájaro! Que tiene un plumaje azulado, unas patas cortas y resistentes, unas preciosas alas y una cresta verdosa. Y con unos largos picos afilados que mueven lateralmente hacen unos extraños nidos en el tronco de los árboles. Después de ver los extraños pájaros, hablamos y, decidimos no contárselo a nadie ni sacar fotos, porque luego los cazadores... Cuando ya pensábamos acampar, fui a ver la zona y al cruzar un seto... ¡Me encuentro en el camping! Llamo a mis amigos y, juntos, atravesamos el seto. ¡Qué gran aventura!
Alfonso Gallego Valadés. C.P. Francisco Valdés. 6º B El curso pasado leímos en clase el Lazarillo de Tormes, una historia contada en primera persona por Lázaro de Tormes, llamado así por haber nacido justo al lado del río Tormes, en Salamanca. Sucede en el Siglo de Oro en España, y es realmente entretenida. Me he divertido muchísimos con ella; tiene unos detalles en los que tienes que reirte a la fuerza, y no es para menos, pero no hace buenas referencias a la religión cristiana (por ese mismo motivo la novela es anónima ). Como decía, tiene muchos detalles buenos, y a veces el protagonista narra los hechos que ocurren y su posible futuro con mucho pesimismo. Lazarillo de Tormes trata de un joven muchacho que, desde muy temprana edad tiene que ganarse la vida a costa de servir a los demás. Su primer amo fue un avariento ciego, astuto y perspicaz como diablo. Aunque era un pecador, le enseñó mil cosas buenas, pero en muchas ocasiones le negaba la comida, y el pobre Lázaro tenía que buscar las artimañas necesarias para hurtale su ración y sisarle lo que ganaba, lo cual muchas veces le costó caro. El muchacho llegó a odiarle con tanta intensidad por lo que le maltrataba, que antes de abandonarle se permitió el lujo de estrellarle contra una columna. Después de esto ya no supo más de él.
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Luego de abandonar al ciego, entró a servicios de un clérigo. Lázaro sintió nostalgia de su primer amo, pues éste último le mataba de hambre y, mientras estuvo con él, llegó a tal extremo de delgadez que sus piernas apenas le sostenían. Al final, harto de hurtarle la comida para poder sobrevivir(y tras llevarse un buen garrotazo), dejó a su tacaño amo, al que no abandonó por voluntad propia sino por voluntad del clérigo. Poco después, comenzó a servir a un presumido escudero al que lo único que le importaba en la vida era que se le honrase como era debido. Lázaro se encontraba a un paso de la tumba y no era para menos: su noble señor, además de ponerle muchísimos inconvenientes al comer, tenía una casa oscura y lóbrega, donde daba miedo pasar, cuyo único mueble era una dura cama hecha con cañas y sin colchón. En esta ocasión no fue Lázaro quien abandonó a su amo, sino su amo a Lázaro. Más tarde conoció a un fraile, con el que estuvo muy poco tiempo, y enseguida a un buldero que le permitió estar a su servicio. Este último era tan tramposo que incluso se alió con un alguacil para montar un acto satánico que tenía como objetivo aumentar la venta de las bulas. Como de costumbre, abandonó al buldero y encontró ocupación con un maestro de pintar panderos, al que dejó también. Un día entró en la catedral y un capellán le admitió como ayudante. A partir de entonces comenzó a pregonar y a vender agua, y se puede decir que su nuevo oficio le sacó de la miseria. Al cabo de cuatro años, había ahorrado lo suficiente para vestirse honradamente, y fue entonces cuando le dijo que no quería seguir con él. Y, tras estar con un alguacil durante una temporada, logró un oficio de pregonero. Con tanta habilidad ejerció su ocupación que el señor arcipreste de San Salvador le contrató para pregonar sus vinos. Su nuevo señor le casó con una criada suya, y Lázaro aceptó. Su nueva vida estaba llena de buena fortuna y de prosperidad. Lázaro ganó en calidad de vida progresivament, lo cual tiene mucho mérito, pues no todo el mundo logra ascender.
Con motivo del 150 aniversario del título de Ciudad concedido a Don Benito, se estudiaron los diferentes barrios de nuestra ciudad. Los alumnos estudiamos la vida y obra de Francisco Valdés. El personaje descrito corresponde al libro “Ocho estampas extremeñas con su marco”
ana La caMPanera Paola Capilla Muñoz. C.P. Nuestra Señora del Pilar Era Ana una mujer delgada pero a la vez fuerte. Desde pequeña iba con su padre a la torre de la iglesia para ayudarle a tocar las campanas porque con la edad su padre no veía bien. Ella vivía con su padre en una casita de Don Benito situada en la calle Groizard. Cuando su padre fue mayor y le quitaron el título de campanero, al no tener hijo varón, Ana se encargó de tocar las campanas con el amor más profundo de su corazón. Cuando su padre murió, su única ilusión que le quedaba era tocar las campanas, ya que, esa profesión pasaba de generación en generación en su familia desde 100 años, por eso dicen que Ana no se casó ni tuvo hijos, ni amigos. Por eso el pueblo la llamaba Ana la campanera, (ya que, su única ilusión era tocar las campanas). Cuando ya era mayor, le dijeron que tenía que dejar el trabajo, porque era peligroso subir a la torre de la Iglesia de Santiago con esa edad. Y claro ella se lo tomó fatal y empezó a llorar porque había perdido las dos únicas ilusiones de su vida: su padre y las campanas. El único consuelo que le quedaba era, que por las noches, cuando todo estaba en calma y sosiego, salía de su casa y daba vueltas alrededor de la torre de la Iglesia recordando los momentos felices de su vida al lado de las campanas. Solo salía de su casa para hacer algo importante, y siempre que rezaba le pedía a Dios que la volviera a conceder de nuevo el poder tocar las campanas o que dispusiese de ella en el reino de los cielos. Toda esta historia la recogió Francisco Valdés en su libro “Ocho estampas extremeñas con su marco”. Todo lo sabía tan bien debido a que antes de que falleciera Ana la campanera fue a visitarla en su casa para que le contara su historia.
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La GaLLina neGra Mónica Mera Rivas. 6º P. Colegio “Sagrado Corazón” Había una vez un gitano llamado Kalo, que había juntado mucho dinero matando a un dragón y rescatando a princesas. Su madre le dijo que tenía que buscar a una buena chica, casarse en otros poblados. Así que Kalo empezó la busqueda por poblados. Así que Kalo empezó la búsqueda por poblados y campamentos, pero no encontraba una chica que le gustase. Un día, llegó a un campamento muy, muy pobre. Se acercó a una chabola y se quedó sorprendido al ver una gitana tan bella. Esa bella gitana tenía los ojos negros como el carbón, el pelo largo y ondulado. La gitana poniendo la mesa, se giró y vió a Kalo. Se giró de nuevo y entró rápido a la casa y desapareció. Kalo llamó a la puerta de la casa y en ese mismo momento salió corriendo una gallina negra. Esa bella gitana había desaparecido. Pasó un rato y llegó un matrimonio gitano que invitó a Kalo a compartir el almuerzo con ellos. Después de comer un estuopendo almuerzo, Kalo preguntó sobre la muchacha que había visto. Ellos no sabían de quién hablaba. Después llegó el atardecer y el matrimonio invitó a dormir a Kalo porque también querían descubrir sobre la gitana. Después llegó el momento de acostarse y Kalo solo pensaba en ella, cuando de golpe se oyó un ruido que venía del comedor. Se levantó sin hacer ruido y de nuevo encontró a la gitana tan bella, Kalo la cogió de la mano. La bella gitana quería que la soltara, pero Kalo no la soltó y le pidió en matrimonio. Ella le dijo que no era posible porque era víctima de un hechizo que consistía en tener forma humana dos veces al día y la única forma de romperlo era que un hombre la llevase al altar en forma de gallina negra. Después fue a la iglesia y le pidió al cura que casase a la gallina con él y éste le dio cita para la boda a los tres días. Fue a su casa y la presentó a su madre a la novia (la gallina) y ella se puso a llorar. Se corrió la voz por todo el campamento de dicha noticia y todos empezaron a reírse, pero la boda no se la querían perder. Llegó el esperado día de la boda, el cura pensó que no se iba a presentar nadie, empezó la ceremonia y cuando el cura le preguntó a Kalo si quería a la gallina por esposa, éste le dijo que sí, y la gallina se transformó en la bella gitana que conoció en la chabola. Todos se sorprendieron y festejaron la boda una semana.
“Finis MUndi”
(escrito por Laura Gallego García)
Ana Romero Fernández. Sexto de Primaria , Colegio Público Zurbarán Con este libro, la joven autora obtuvo el premio Barco de Vapor, cuando tenía sólo 21 años. En el prólogo, Laura confiesa que desde pequeña le ha encantado el mundo de la fantasía: historias de anillos mágicos, bastones de mago, personajes extraños como elfos y gnomos... Ya de mayor se dio cuenta de que podía escribir historias donde los protagonistas fueran todos personajes de su imaginación. Os cuento de qué trata ésta: Todo empieza en el año 997 de nuestra era. Un monje cluniacense llamado Michel, decide realizar una misión imposible. Según las narraciones del ermitaño Bernardo de Turingia, el fin del mundo se acerca y sólo hay una única forma de salvarlo: reuniendo los tres ejes del pasado, presente y futuro, que están repartidos por toda Europa, y después invocar al Espíritu del Tiempo. Como Michel es demasiado joven para viajar solo por el mundo arriesgándose la vida, se ve obligado a buscar un acompañante valiente que esté acostumbrado a recorrer caminos... Y encuentra al personaje ideal: un juglar joven y valiente. Juntos emprenden un viaje peligroso. Arriesgan sus vidas, pero... ¿merecerá la pena salvar el mundo y dejarlo vivir mil años más? Te recomiendo este libro, porque me ha hecho pasar muchos ratos de diversión y entretenimiento.
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Otros títulos de esta autora, igual de buenos que del que os he hablado, son: “Memorias de Idhún”, “La llamada de los muertos”, “El valle de los lobos”, “Las hijas de Tara” o “La maldición del maestro”. A esta escritora española se la compara con J.K Rowling pues sus novelas son tan fantásticas y tienen tanta imaginación como las historias de Harry Potter. Así que ...¡ Animáos a leer alguno de sus libros, ya veréis cómo os enganchan!.
GÁndara, Lola: Guárdate de los idus. Madrid. ediciones s.M. 1995 I.E.S. “Cuatro Caminos” Se trata de una novela histórica basada en sucesos acontecidos en la Roma clásica, que combina extraordinariamente un excelente conocimiento de la época con una trama en la que destacan la intriga, las pasiones y luchas por el poder, el amor y la búsqueda de la libertad. El relato se sitúa en Roma, en los últimos días de la República. Los hermanos Druso y Porcia, huérfanos de padre, viven en casa de su tío, el senador Mario Dimitio. Un acontecimiento va a provocar una conmoción en la ciudad y en el imperio y cambiará el rumbo de sus vidas: Julio César ha muerto víctima de una conspiración de la que el propio Mario Dimitio ha sido partícipe. La conspiración ha sido abortada y, ante el rumbo que han tomado los hechos, el senador Dimitio prefiere morir. Confía a Druso un documento compromentedor por el que alguien en la ciudad está dispuesto a matar, y solicita de los sobrinos su ayuda para llevar a cabo el suicidio. Tras esto, Druso y Porcia huyen de la casa familiar para escapar de la persecución y poder reunirse con su madre, casada en segundas nupcias, que reside en Hispania. Druso, acompañado de su criado Membo, se refugia en casa del senador Flavio Valerio, donde conoce a la joven Valeria, nieta del senador, de la que se enamora. Porcia, por su parte, acompañada de la nodriza Eunice, huye por los pasadizos subterráneos de la ciudad y acabará en el colegio de las Vestales. La novela ofrece una amplia visión de la vida cotidiana en la capital del imperio romano, en una época agitada en la que son frecuentes la inseguridad, las cobardías, las tradiciones y los peligros.
La LectUra Ana Serrano . 1º Bachillerato I.E.S. “Donoso Cortés” Resulta extraordinario que una palabra tan sencilla como "lectura" abarque un campo tan sumamente amplio como es la imaginación, y digo amplio porque la fantasía de cada persona no conoce límites. Pero... realmente, ¿Qué nos aporta leer? Cuando preexiste una constante insistencia acerca de un tema en concreto, es evidente que se le dota de dicha importancia, porque los motivos que lo envuelven tienen una gran consistencia y solidez. Son muchas las razones por las que leer contribuye al enriquecimiento de la mente. Es fascinante cómo una historia que ignorabas hasta el momento en el que empezaste a ojear, puede abducirte hasta el punto de hacerte sentir como el propio protagonista. Cuanto más avanzas leyendo, más ganas tienes de desvelar el final, porque estás tan involucrado en el contexto, que impregnas de libertad tus pensamientos y sin ser consciente vas sacando tus propias conclusiones. Todo esto, forma parte de lo increíblemente mágico que es leer, porque constantemente te ofrece la posibilidad de evadirte de la realidad Desde el artículo más insignificante de un periódico, pasando por ese libro o revista que tanto te gusta, y llegando hasta el volumen más extenso de una enciclopedia, analizar, observar, estudiar o examinar cualquier escrito, ayuda a aumentar nuestra capacidad de comprensión, pero no sólo ante un texto, sino ante obstáculos que se nos puedan presentar en cualquier situación.
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Si nos fijásemos más detenidamente, comprenderíamos hasta qué punto es imprescindible la lectura. Para obtener una conclusión de este tipo, no ha hecho falta ninguna clase de estudios, tan solo me remito a que el fundamento de la comunicación es lo que conocemos como el lenguaje, un término escuchado por todos e ignorado por la mayoría. El verdadero problema que refleja la lectura es que no todos los géneros o temas de los que consta un escrito tienen por qué gustarnos. Es algo totalmente comprensible. Cada uno prefiere escoger mediante su propio criterio, cuál es el tipo de argumento o trama que más le atrae, aunque para ello, hay que ser un tanto conocedor de todos los demás. Entonces, será el momento de saber optar por la elección que uno mismo desee. Es un error malinterpretar la lectura como una obligación y no como un hobby más en el que emplear el tiempo. Además, hoy día, no existe ningún tema del que esté restringido escribir, y mucho menos de leer, por lo que es un auténtico lujo que a la hora de producir una obra, la libertad de creación sea el principal argumento del que se parta para originarla. Desde nuestra infancia, emprendemos el duro camino de aprender; una ruta que debemos seguir progresivamente desde la total dependencia hasta lograr la necesaria autosuficiencia. Este logro se debe a un continuo interés del individuo por conocer todo lo que despierta curiosidad en él. Actualmente contamos con la ventaja de tener esa oportunidad al alcance de nuestras manos. UN LIBRO. Por esta razón, hay que motivar a los más jóvenes y hacerles comprender, que las nuevas tecnologías como el ordenador y todas las prestaciones de las que éste dispone junto con el internet, no tienen por qué desplazar el asombroso paraje en el que puede adentrarnos una intrigante novela.
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Amelia Peco Roncero
tÍteres sin caBeza ¿Qué pasaría, si le cortáramos un brazo a un hombre o a una mujer? ¿Las piernas a un niño o a una niña? ¿Qué pasaría si les cortáramos sus cabezas? Aun sin un juez que nos juzgue, seríamos asesinos de hecho, mutiladores y maltratadores de los derechos fundamentales por donde el ser humano intenta moverse a ciegas. ¿Y qué pasa cuando asesinamos la naturaleza? ¿Cuando cortamos la cabeza de un árbol o sus brazos por donde corre y fluye su sangre aunque no sea roja?
II Pero. . . ¿qué clase de locura absurda estoy diciendo? Cómo comparar al ser humano con un árbol, si el árbol no se duele de su dolor, ni el río de su contaminación, ni los peces de morir en aguas putrefactas.
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¿Acaso ellos tienen sentimientos? ¿tienen voz? ¿Grita la atmósfera por su falta de ozono? No, ellos no saben hablar. ¡No había caído en la cuenta de que el ser humano está salvado! Porque es el único que tiene sentimientos, puede hablar, gritar, quejarse si siente dolor. Es “único” en la tierra. Es ombligo de su propio ombligo. ¡Qué maravilla! Gracias, Dios, por habernos hechos tan perfectos e inteligentes a nuestros propios ojos. Ya que el dolor de la naturaleza no puede afectarnos, a pesar de que acabaremos ahogándonos en su propio dolor, en su misma sangre. El pájaro dejará de volar, el árbol dejará de dar sombra, los ríos nos escupirán su veneno, la atmósfera nos cubrirá de una oscuridad más grande que la que ya tenemos. Y quizás moriremos de risa sin entender nada, aunque agonicemos con ella, como asesinos asesinados.
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LÁGriMas de tierra Lágrimas de tierra resbalan por mis ojos, se deslizan tan lentas que me cubren de humus, escondiendo mi piel, enterrando los ojos. Me he quedado ciega, pero aún tengo recuerdos nítidos, como el sol que me alumbra. Qué curiosa es la mente, cómo juega contigo; veo, y estoy ciega de tierra y de humus ceniciento. La mente que me habita es ésta: se apega a las miradas de historias inconclusas, ha olvidado lo adverso. ¿Qué hacer? No recuerdo nada... los besos sin boca... la piel sin textura... los muertos en fosas. No recuerdo a los niños de acordeón a cuestas, pidiendo por esquinas de ciudades desiertas, desprovistas de amores, con inviernos sin hojas. No recuerdo... Ia sangre sobre el pecho, cabalgando sin fuerzas y al compás de cañones. No recuerdo lugares donde el hombre era un dios demoledor de entrañas, potente, poderoso. Esta ceguera mía, ¡qué extraña me parece!
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Me confunde y me duele la podredumbre adversa de la envidia, las cadenas, los presentes colores, la confusión de lenguas. Las razas: qué hermosa palabra si se entiende y respeta, por el que viene y llega, por el que está y admite. Separación de cultos. Mediodías sin gloria. Irreverente absurdo del metal en las manos, disparando al dolor. ¡Qué extraña ceguera de tierra que recuerda lo infame de este mundo... ! No sé... Vértigo, velocidad, ¡qué lejos, qué lejos! ¡qué lejos han quedado las manos siempre unidas, los cuerpos abrazados, los ojos que se miran! La sangre se confunde. ¡No importa!, ¡qué importa! se armoniza el estilo, se moldean las formas. Amor, amor, amor. De amor quiero que se sature el mundo, y que ahogue esta ceguera de tierra que me invade.
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caMinO En el camino he dejado mí sinrazón y mi pena, amores y desconsuelos, los fríos y sus cadenas. En el camino he dejado sollozos y nubes negras, alegrías y sonrisas, y desesperanzas viejas. En el camino he dejado la guitarra con su queja, el violín en la ventana, y al zumbido con la abeja. En el camino he dejado bodas de una madreselva, vendavalesy ventiscas, huracanes de tristeza. En el camino he dejado cielos azules y estrellas, corazones doloridos, sollozos mientras durmieras. En el camino he dejado locuras de mano incierta, tesoros desconocidos, besos de una boca fresca. En el camino he dejado desafios en la sierra, cordilleras a mi lado polvorientas y secretas. En el camino he dejado tu dolor con tu tristeza, tus pasos, tus desatinos, y ese amor que llevé a cuestas.
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En el camino he dejado las flores en las praderas, los trigos y la cebada, y también las hojas secas. En el camino he dejado lluvia fina de ceguera, nieves bajando laderas, y el crucifijo en la tierra. En el camino he dejado vuelos de paloma inquieta, la rosa con sus espinas, los ojos cuando se cierran. Y así sigo caminando dejando atrás una huella, llena de amargura a veces, otras, de esperanzas nuevas.
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aUsencia Lunas de mi anochecer, ángeles de mis mañanas, ecos de sonrisas suaves, traedme el amor al alba. Cruces de mí sinrazón, corazones y palabras, suspiros con sus lamentos, y atardeceres de plata. Novia enredándose al viento, surgiendo de entre la nada, agazapada a mi ser, y a mi corazón mañana. Amor que vienes surgiendo, corriendo a galope en ala, despertando mi emoción, con un suspiro en el alma. Perdidas las esperanzas, perdida en ellas su gracia, perdida la voz y el gesto, crepúsculos y marañas. Naciste de vientre seco, colores de telaraña, fugitivos de los vientos, coronados en sus alas. Yo con la sonrisa escribo, por el encuentro en la fragua que a golpe de fuego surgen, corazones y nostalgias. Y ahora mis gracias te escribo, ahora mi luna de plata, ahora mi cielo de estrellas, ahora, mi amor, me delata.
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Me iMPOnGO, Me resistO Rugiendo cual león me sublevo a lo adverso, que lucha y no somete sus garras al cordero. He visto tropezar al topo en madrigueras, siempre en lo más oscuro, taladrando la tierra. No quiero doblegarme al compás de la vida, desbordar amarguras, sin sabores o estigmas, me impongo, con mano de soldado ante lo inevitable. Quiero ver el encuentro de la luz y las sombras, tal vez... Jugando al escondite por cualquier horizonte de cualquier tierra inerte, despoblada, rojiza. Las mayúsculas son letras gigantescas sin mínimos encuentros para una gran idea. Me quedo entre minúsculas, desbordando papeles y deshojando rosas. Creando.... quizás algún poema al ritmo de una danza, donde bailen gitanos al calor de una hoguera. Me siento transferida a otra esfera, otros mundos, insólitos, donde nunca mi mente se habría permitido la osadía de hacerlo. Es un mundo de luces infinitas y blancas, conjugando galaxias al compás de una orquesta, sinfónica en Beethoven. ¿Me absorberán los tigres de afilados colmillos? El camaleón vigila en su eterno crepúsculo de vigía uniforme, amorfo en sus colores. Me azota. Tambaleo. El árbol cruje. Las hojas se derraman. Me impregno de la tierra, y en un verbo, el camaleón salta a otra rama.
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Un OLVidO PasaJerO Se me olvidó vivir en medio de la vida, se secó la garganta, y el páncreas dejó de segregar insulina. Se me olvidó que la vida es una ráfaga de viento incontrolado, amiga de tormentas y huracanes, ávidos de cualquier atropello. Se me olvidó que en ese rincón de mi cerebro donde la alegría persiste a pesar del duelo, fue inundado de una sombra y una oscuridad permanente. Se me olvidó que la risa, el amor y los besos, son asuntos de todos los días, no de días sueltos en medio de una noche, o de una luna mágica y maravillosa. Se me olvidó que el perdón, e incluso de uno mismo, forma parte de mi equipaje, e incluso de mi propia epidermis, como si fuera una manta que me arropa, protegiéndome del frío, o de alguna helada a destiempo. A veces olvidé la paciencia; la olvidé, guardándola inconscientemente en un cántaro de barro, sin boca; olvidando, que el barro respira cual si fuera un pulmón ajeno al cuerpo; sin tener en cuenta su filtro, húmedo y sosegado, paciente y cálido. En otras ocasiones olvidé mirar al cielo, amigo de grandiosidad, de buenos menesteres. Amigo de enseñarte cuán pequeño es el mundo, y qué majestuosos el tiempo y el espacio que nos envuelve.
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También olvidé, que la vida es un verbo en tiempo presente, donde el pasado, es un verbo ya conjugado, el futuro, un tiempo que llegará por sí mismo, donde la vida nos va arrastrando sin pedir permiso previo. Olvidé, que somos la chispa en mitad de un fuego, y que ardemos sin remisión hasta extinguirnos en medio de una noche cualquiera. Olvidé, que somos efímeros como las palabras o las ideas que nunca han sido escritas. Pero hoy, hoy por fin he recordado despues de ¡tanto olvido!, que cada dia es único y exclusivo; un regalo que el cosmos me ofrece sin pedir nada a cambio. Donde el amor, es una primacía, la alegría, una carga sin peso, ligera, cual si fuera una pluma.
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María José Abelaira Gallardo
Mi ciUdad nataL Si vienes de otro lugar, y llegas a Don Benito. Te quedaras encantado, de este pueblo tan bonito. Por su crecimiento y su trabajo, su cultura y su amistad. Hace ciento cincuenta años, le dieron título de ciudad. En la sierra de las Cruces, que tambien se llama Ortigas. Se encuentra nuestra patrona, en su gloriosa capilla. Es la virgen de las Cruces, que a un pastor se apareció. Y en honor a ese milagro, un altar se levantó. Doce años hace, ya, que aquí me vieron nacer. Tengo orgullo de mi pueblo, que me esta viendo crecer de las flestas, de sus barrios, de su cultura y de su gente, de sus calles de sus plazas, de respirar este ambiente. Para vivir todo esto, exige una condición. Que la persona se sienta, un poquín calabazón.
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Carlos Rodríguez González 1° premio de los XXXIV Juegos Florales Juveniles de Primavera
crecer Papá Hoy he decidido hablarte De cosas que nunca hablamos. Oigo las llaves ante la puerta Y vuelvo a ser el pequeño Que corría a tus brazos Y me alzabas al techo, A la cara, a tu pelo en pedazos. Y toda la alegría del mundo Me golpeaba encima, Me llovía, me estrujaba... Y siento que ahora, papá, No puedo correr a tus brazos. ¿Qué pensarías de mí? ¿Qué sentiría yo de mí? ¿Que dirían otros de mí? Si volviera a hacer Lo que me hacía feliz . ¡Cómo duele crecer papá! Hay que admitirlo. No caben los mimitos. Me llega la edad del pavo, Tú no me soportas Y yo no soporto tus gritos ¡Cómo duele crecer papá! Y aunque dices que vas conmigo Estás tan lejos... Que el aire huele a vacío y olvido. Hay noches que todo hiere Que quiero olvidarlo todo, Dejar esta lucha Por subir un peldaño y otro.
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Y volver, papá, volver A dormirme despacito En tu hombro En el mismo paseo Del mismo pasillo Oyéndote cantar “Mi chiquitito” y aquel olor de agua brava Que todavía va conmigo. Quiero volver papá… Pero no quiero. Si tengo que crecer Debo abandonar El alma de niño. ¡Cómo duele crecer, papá! Aunque siempre estés conmigo.
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en FacsÍMiL María Dolores Cabezas de Herrera Fernández
En la revista del año pasado se publicó una parte del “Reglamento de Policía urbana para La Ciudad de Don Benito”. Debido a su extensión, de los cinco Títulos de que consta, se publicaron los dos primeros. En esta revista, se dan a conocer los tres restantes. Estos llevan por título “Salubridad”, “Comodidad y ornato, alineación y altura” y “Disposiciones generales. Penalidad”. Quien se haya leído los publicados el año pasado y se lea los que se publican este tendrá una idea bastante exacta de cómo funcionaba el Don Benito de mediados del XIX. Este Reglamento termina con una enmienda que el Gobierno Provincial hace al artículo 120.
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aLdaBas de ayer, HOy y ¿MaÑana? María Dolores Cabezas de Herrera Fernández
Todos sabemos qué son las aldabas o llamadores y cuál es la finalidad que tienen; por eso, huelga cualquier comentario sobre ello. Pero, como también es conocido por todos, cada día hay menos: los nuevos edificios las van erradicando y sustituyendo por los porteros electrónicos o, simplemente, por timbres. Tanto en las grandes ciudades como en las más pequeñas, van desapareciendo lenta, pero inexorablemente. Por esta razón, con este documento gráfico, queremos dejar constancia de ellas para que, en un futuro más o menos lejano, su existencia no caiga en el olvido.
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C/Cuesta
C/ Donoso CortĂŠs
C/ Italia
C/ Consuelo Torre
C/ Antonio Maura
C/ Amargura
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C/Pérez Galdós
C/ Ana Solo de Zaldívar
C/ Albercones
C/ Alemania
C/ Donoso Cortés
C/ Arrabal
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C/ Don Pedro Granda
C/ Bustos
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C/ Villanueva
C/ Donoso CortĂŠs C/ Consuelo Torre
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C/Arroyazo
C/ Villanueva
C/ Bustos
Avenida de la Constituci贸n
C/ Antonio Maura
C/ Virgen
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C/ La Corte
C/ Donoso CortĂŠs
C/ Luis Hermida
C/ Luis Hermida
C/ Carchenilla
C/ Antonio Maura
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C/ Sol
C/ Villanueva
C/ Bodegas
C/ Mesones
C/ Villanueva
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REFRANES y DICHoS PoPulARES María Dolores Cabezas de Herrera Fernández
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No ofende el que quiere, sino el que puede. Las palabras se toman según de quien vengan. A enemigo que huye, puente de plata. A hablar no obligan, pero a contestar, sí. A lo justo no llega nada. A tu tierra, grulla, aunque sea con una pata. Al pueblo que fueres, haz lo que vieres. Alegrones de burro no llegan al cielo. Antes le falta la madre al hijo que la helada al granizo. Año de brevas, malo de eras. “Asina”, como los burros se “presinan”. Aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Ave que vuela, a la cazuela. Al que tiene cama y duerme en el suelo, no hay que tenerle duelo. Agua corriente, no mata a la gente. A la mujer y a la cabra, soga larga. Como no soy Suja ni Guadiana, me cambio cuando me da la gana. Como digas “cesta”, es con asa. ¿Conoces a Galo? Mientras lo dices, hazlo. ¿Cuándo? Cuando las ranas críen pelo ¿Cuándo es invierno? En lloviendo. Cada cosa a su tiempo y los nabos en Adviento Carta en la mesa, pesa. Cuando comienza a “marceá”, siembra patatas y “garbanzá” Dolor de codo, dolor de novio: duele mucho y pasa pronto. De la mar, el mero y de la tierra, el cordero. De casta le viene al galgo el ser rabilargo. Detrás de mí vendrá quien bueno me hará. Donde las dan, las toman y callar es bueno. De lo que veas, la mitad creas, conque de lo que no veas… De S. Juan a Santiago, andan los carros. Dime de qué presumes y te diré de qué careces. El que se empeña, rompe una peña. El coche de S. Fernando: unas veces a pie y otras andando. El que espera, desespera y, esperando, se consuela. En Nochebuena y en Navidad, la brasa calienta más. Entre palas y azadones, se fueron muchos doblones. El viejo mal hablado, hace al niño deslenguado. En esto y en la taba, se murió el que me ganaba. El que habla mal de Erasmo, es fraile o asno. El que se pica, ajos come. El que esté bien sentado, no se levante. En febrero, busca la sombra el perro y, a veces, el socuello. El viejo y el niño, donde ven cariño. El que hace lo que puede, hacer quiere. El que quiera pollos para el día del Señor, eche la gallina por la Ascensión. En no lloviendo en febrero, ni “güen” “prao” ni “güen” centeno. En agosto, friega la tinaja del mosto. En casa del pobre, antes reventar que sobre. Eso es como echar margaritas a los cerdos. Febrerillo loco que sacó su padre al sol y luego le apedreó. Febrerillo, febrerillo, pillo, pillón, me regala solito, “aluego” turbión.
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Hágase el milagro aunque lo haga el diablo. Huerta y verdura alejan la sepultura. Ir por lana y salir trasquilado. Juegos de manos, juegos de villanos. La que con verde se atreve, por guapa se tiene. Llover más que cuando enterraron a Bigote. La mejor palabra es la que no se dice. Lo que sobra es honra. La ignorancia es muy atrevida. La cabra siempre tira al monte. La sartén y el caldero “pa” enero “log” quiero. Lo que se han de comer los gusanos, que lo vean antes los cristianos. Mentira bien inventada, vale mucho y no cuesta nada. Mientras vas y vienes, vida tienes. Más vale un “toma” que dos te “daré”. Más sabe el diablo por viejo que por diablo. Más fresco que besugo en Soria. Nunca llueve a gusto de todos. No es la enfermedad que el niño pasó, sino el mimo que le quedó. No hay hombre sin nombre, ni nombre sin renombre. No saber de la misa la media. No está hecha la miel para la boca del asno. Quien canta su mal espanta. Por Navidad, dichoso quien en su casa está. Poco a poco, hila la vieja el copo. Para quien no quiere, todo sobra. Pan con pan, comida de tontos. Por la vendimia, vende la gallina; por Navidad, vuélvela a comprar. Por S. Antón, gallinita pon. Por S. Sebastián, una hora más. Pide el “sequioso p´al” perezoso. Quien fue a Sevilla perdió su silla; quien fue a Badajoz se la encontró. Si no ves, “atienta” y te sale la misma cuenta. Si la lluvia te pone en aprieto, ponte a cubierto. Sarna con gusto no pica, pero mortifica. Si llueve, febrero será cebadero Si te pica un alicante, llama al cura que te cante. Si la víbora oyera y el alicante viera, no habría hombre que al campo saliera Si quieres bien casar, casa con tu igual. Si un zoquete no quieres ser, todos los días debes leer. Rectificar es de sabios. Ríe más quien ríe el último. Un gusto vale más que una casa de bóveda. Sarna con gusto no pica, pero mortifica. Sin sal y sin casa, nadie se pasa Tener más miedo que Carracuca. Tiene máh ojoh qu´un queso. Una gotera “contina”, ablanda duro “peñar”. Últimos de marzo crece la yerba manque la den con un mazo Viejo que duerme y niño que vela, tienen la muerte cerca.
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SABÍAS QuE... Diego Soto Valadés
En 1822 se hizo la división de Extremadura en las dos provincias de Cáceres y Badajoz, y que desde ese año Don Benito perteneció a la provincia de Badajoz, aunque la división territorial en 49 provincias no se hizo hasta el 30 de noviembre de 1833 con el Ministro de Fomento D. Javier de Burgos, después de la muerte de Fernando VII.
Las dimensiones de la Iglesia parroquial de Santiago Apóstol son: 50 m. de larga, 25 m. de ancha y 20 m. de alta. Y que la torre tiene una altura de 40 m. Las cuatro campanas de la torre de la Iglesia de Santiago Apóstol fueron donadas por Don Miguel Granda y Dª María Dolores Losada y Laso, Condes Campos de Orellana, en 1947.
En 1833 se reconoce que Don Benito tenía 3.847 vecinos, que da un total de 13.007 almas, distribuidos en 69 calles.
Fueron bendecidas por el ArciprestePárroco D. Donato Martín Sánchez Campos el 2 de marzo de 1947, por delegación del Excmo. Sr. Obispo de la Diócesis D. Juan Pedro Zarranz y Pueyo. Cada una con un nombre:
Don Benito adquiere la titularidad de Cabeza de Partido el 21 de abril de 1834. Con este Título autorizan a Don Benito a celebrar las Juntas de Villa y Tierra de los pueblos que tienen derecho de comunidad a los aprovechamientos comunes, quitándole el poder a Medellín. (A.M. Acta 16-9-1834 )
La mayor ubicada en el arco que mira al poniente, con un peso de 750 Kg y en tono de Fa, tiene el nombre de “san Pedro apóstol y san Luis rey de Francia”. La que mira al sur, en tono de La, con un peso de 500 Kg, la bendijeron con el nombre de “san Miguel y nª señora de los dolores”. La que está colocada en el arco del saliente, con un peso de 350 Kg y con tono de dO, la pusieron el nombre de “san enrique emperador”. La menor, situada en el arco norte, con un peso de 200 KG y en tono de Fa, fue bendecida con el nombre de “Patriarca san José”.
El 24 de julio de 1834 con motivo de la constitución de las Cortes se celebró en Don Benito iluminación general en la noche con repique de campanas, poniendo retratos de la Reina y de su Madre custodiada por Guardias de la Milicia Urbana de Caballería de la Villa con celebración de una Misa cantada y Tedeum, y por la tarde una capea de novillos y otra el día siguiente fiesta de Santiago. El pozo de los Borrachos que estaba localizado al final de la calle Villanueva, hoy cegado, se abrió en junio de 1834.
Los restos del campanario que quedan de la aldea de Don Llorente, en las proximidades del Guadiana, formaron parte del templo de Santa Lucía, bajo cuya advocación estuvo su iglesia.
Tras la Desamortización de 1835 el Convento de la Agustinas Descalzas sirvió para domicilio de las personas que cuidaban el Hospital de San Andrés, para la tornera y para el encargado de los caballos de la parada. (A. M. acta 1-6-1856)
La Feria de septiembre concedida por Real Cédula el 19 de noviembre de 1802 por el Real Consejo de Castilla se denominaba FERIA DE NTRA SRA. DE GUADALUPE.
El Convento de las Religiosas Agustinas Descalzas fue cedido al Ayuntamiento por Real Orden de 4 de junio de 1842 con el fin de construir en él Cárcel del Partido, locales para las Escuelas Públicas y el Cuartel de la Milicia Nacional.
En las primeras décadas del siglo XIX, como no había establecida Banda Municipal de Música se contrataba a los tambores, cornetas y trompetas de la Compañía de Voluntarios del Regimiento de la villa para los actos más relevantes.
Don Benito a lo largo de su historia ha sufrido la epidemia del cólera morbo asiático además de los años 1834 y 1885, en 1856, año
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El Arciprestazgo de Don Benito lo forman las 17 parroquias de las poblaciones de: Cristina, Hernán Cortés, Manchita, Medellín, Mengabril, Ruecas, Santa Amalia, Torrefresneda, Valdehornillo, Valdetorres, Yelves, Guareña (2) y Don Benito (4).
que le fue concedido el título de ciudad, produciendo una mortalidad de 232 personas entre el 1 de octubre y el 23 de noviembre. Como consecuencia del cólera de 1856 las condiciones de vida de la mayoría de la población eran de miseria, por lo que el Ayuntamiento regido por el alcalde D. Santiago Ruiz García solicitó ayuda a la Reina Isabel II logrando que S. M. donara 40.000 reales a la ciudad “para atender a las necesidades ocasionadas por las calamidades que sufría”.
El Club Deportivo Don Benito, desde su fundación en 1928 ha jugado solamente tres temporadas en 2ª B. En las temporadas de 1988/89, en la 2000/01 y en la 2004/05. El primer programa en directo que emitió el Canal Extremadura fue la presentación de “Marca Extremadura”, en Trujillo, el 17 de marzo de 2006.
La posada que había en la Plaza donde hoy está el Palacio Municipal se llamaba Posada del Sol. Su propietario era Manuel Calderón de la Barca. (A. M. Acta 28 –7-1857).
Hay una ciudad en Brasil llamada Río Verde, que es conocida como Villa de las Calabazas, por lo que a sus habitantes los reconocen con el gentilicio de “Calabazones” lo mismo que a los habitantes de Don Benito.
En el acta del 15 de junio de 1860 se puede leer que D. Rafael Monreal solicitó permiso para enarbolar una PLAZA DE TOROS provisional en un huerto de D. Prudencio Donoso Cortés.
La ONCE fundada en Burgos el día de Santa Cecilia, el año 1938, dedicó el viernes 12 de mayo de 2006 “El CUPONAZO” a la ciudad de DON BENITO con motivo del 150 Aniversario del título de Ciudad. (Precio del cupón 2,50 euros).
El alcalde D. Pedro Granda Calderón de Robles, Conde de Campos de Orellana, propuso y se aceptó celebrar una Feria los días 15, 16, y 17 de mayo de 1924 por ser la época más adecuada para la exposición y las consiguientes transacciones de ganados entre compradores y vendedores. (A. M. Acta 28-4-1924).
El cupón llevaba impreso el escudo de la ciudad, el logotipo del 150 Aniversario y dos imágenes correspondientes a la iglesia de Santiago y a la fuente de la plaza de España con el monumento dedicado a la tierra y al Guadiana.
El Banco de España instaló una sucursal en Don Benito en la casa-palacio de los Marqueses de Valdegamas de la C/ Villanueva, en el año 1928. Permaneció en esta casa hasta que en 1948 se trasladó al edificio de la Plaza de España (actual Palacio Municipal). Treinta años después cerró sus puertas en nuestra ciudad cediendo sus instalaciones al Ayuntamiento el 7 de octubre de 1978.
La Lotería Nacional conmemoró la efeméride de la concesión del Título de Ciudad a Don Benito emitiendo los billetes del sorteo del 27 de mayo de 2006 con la impresión del logotipo del 150 Aniversario. Podemos ahorrar más de 10 litros de agua si cerramos el grifo al lavarnos los dientes, al afeitarnos o cuando nos enjabonamos en la ducha, sabiendo que la escasez de agua se está convirtiendo en un grave problema.
El 26 de agosto de 1981 siendo alcalde D. León Romero Verdugo el Ayuntamiento ofreció terrenos al Ministerio de Industria y Energía para la construcción de una Central Solar en el término de Don Benito.
El goteo de un grifo provoca la perdida de 100 litros de agua al mes.
Según el Episcopologio de Plasencia, que comienza con el nombramiento del primer Obispo D. Bricio, en 1190, el actual Obispo D. Amadeo Rodríguez Magro, nombrado el 31 de agosto de 2003, hace el nº 81 de la relación de Obispos que ha tenido la Diócesis de Plasencia.
El número de habitantes de Don Benito según el padrón municipal al día 16 de octubre de 2006 es de 34.934, de ellos 15.157 son hombres y 15.421 mujeres. Y que desde el 1 de enero al citado día se han empadronado en nuestra ciudad 500 personas.
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