Boletín Literario Basta ya / Mayo-Junio 2014

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¡Basta ya! Boletín Literario Mayo – Junio 2014 Año 9 - nº

134 Córdoba Argentina

Escultura: ”Sensaciones” de Marcos Gustavo Pintos artista misionero



Director: Eduardo Alberto Planas Colaboradores permanentes: Lily Chavez, Héctor Aldo Valinotti, Alfredo Lemon, Jorge Luis Carranza, Sergio Pravaz, Silverio Enrique Escudero, Jorge Torres Roggero. Suscripción gratuita. Registro Propiedad Intelectual nº 598958. Hecho el depósito que marca la ley 11.723. Contacto: eduardoplanas2001@hotmail.com Blog: www.boletinliterariobastaya.blogspot.com. Tel: 0351- 4886974 – 156170141. Esta revista se terminó de imprimir en Grafica 21 –Duarte Quiroz n° 1702, Córdoba. Tapa y retiro de tapa: Escultura: “Sensaciones” de Marco Gustavo Pintos. Contratapa: “Imaginación” de Silvia Rodríguez. CONTENIDOS: Editorial: 9 años del ¡Basta ya! / Dice el esquimal –

Jorge Luis Carranza / Poema de Ana Piretro / Lo descubierto - Jorge Ledesma / Soon After Midnight - Marcela Rosales / El espejo del ángel - Alfredo Lemon / No busquen la verdad, todo es intento / Visita al purgatorio - Susana Cabuchi / Una cosa trae la otra –Lily Chavez / Entrevista en tramos a Eugenia Cabral - Rolando Revagliatti / Agua – Lily Chavez / Malabar – Christian Hertel / La foto de Lucía – Eduardo Alberto Planas / Una flor de cuatrocientas fragancias - Sergio Pravaz / Inauguración del Centro Cultural Najt – Eduardo Alberto Planas / Los burgueses de Calais. Un ejemplo de amor y de civismo - Aldo Valinotti / Celebrando los 25 años de rock en Córdoba / TV-Series: Breacking Bad: “Yo soy el peligro” / Cine: La Gran Belleza: Una búsqueda por los caminos de Roma – Leonardo Arce / Cine: Bárbara: Retrato de una época difícil –Leonardo Arce / Dossier: Cuba vista desde adentro y desde afuera – Alfredo Gómez Alonso / “El marginal me llaman”: resistencias y estrategias discursivas en torno a la representación de la marginalidad en las literaturas cordobesas – Mariana Celeste Valle (Primera parte) / El tumbador de árboles – Sergio Pravaz


EDITORIAL: 9 años del ¡Basta ya! El inicio fue en una mañana soleada del otoño de 2005, una simple hoja de poesía traspasó los grises muros de Tribunales, con la pretensión de encender el fuego en la vigilia, interpelar el discurso hegemónico e incomodar al hombrecito gris, que en su maletín parecía esconder nuestros sueños o secretos. Exponer nuevos contenidos hasta entonces vedados; ampliar el escenario del campo literario local con nuevas voces e interrogantes. Porque de eso se trataba: interpelar. Entendíamos que allí debíamos estar y brindar humildemente nuestro aporte. Reafirmamos la innegable impronta cortazariana, utilizando su lema "La tarea de ablandar el ladrillo" del Manual de Instrucciones, Historias de Cronopios y de Famas. ¿Por qué Cortázar? Porque fue uno de los mejores escritores argentinos, por la perfección de sus cuentos, porque revolucionó la literatura, por su compromiso social y político. Tenía una lúcida visión sobre el papel del intelectual en Latinoamérica. Algunos podrán decir que Cortázar "ya fue" pero para nosotros sigue vigente. Cada año se editan nuevos textos inéditos como Papeles inesperados, las clases de literatura y Cortázar de la A a la Z (con un hermoso álbum de fotografías) También sobrevuela el Basta ya! Alejandra Pizarnik, una de las voces más representativas de la generación del ´60. Su poesía lírica fue una de las que marcó a las posteriores generaciones poéticas del país. Ella reelaboró las tradiciones románticas, simbolistas y surrealistas, se encargó de poner en escena lo desgarrador del silencio creativo. Y además poetas como Francisco Paco Urondo y Roque Dalton o músicos como Luis Alberto Spinetta y Silvio Rodríguez. Los iniciadores de aquella hoja literaria fueron: Mariana Montenegro, María Renée Fernández Lawson, Alejandro Orellana, Carolina Riachi y quien escribe. También Adriana Pozzo, Hugo Conterno y Pablo Carrera fueron de la partida, todos traficantes de libros y música. Luego se unieron a este colectivo Alfredo Lemon, Jorge Carranza, Silverio Enrique Escudero, Aldo Valinotti, Jorge Torres Roggero, Sergio Pravaz y Lily Chavez , iniciando un viaje placentero por el camino de la palabra hasta la actualidad, con 9 años de vigencia y 133 números, ganando en contenido y calidad de edición. Ellos son los actuales custodios del sueño.

Durante todo este tiempo, el norte ha sido la difusión de poetas de nuestra ciudad y provincia. Con orgullo podemos decir que han sido publicados en el Basta ya! la mayoría de los poetas cordobeses: desde Susana Cabuchi, Eugenia Cabral, Hernán Jaegui, Leandro Calle pasando por Laura García del Castaño, Leticia Ressia, Cristina Ramb, Yolanda Gozálvez,


César Vargas, Pablo Seguí, Mónica Ferrero, Marcela Rosales, Jorge Ledesma, Angie Ferrero, Claudia Sbolci, Cecilia de Lucio, el Grupo Pan Comido Poesía, donde esta Juan Stahil, Mónica Mantegazza del Proyecto Big Band, Nito Biassi, Alejandra Portela, Julia Guzmán, Ana Paulinelli, Rafael Roldán Auzqui, Mely Almada, Myriam Rosatti, Fernando López, Taborda Vocos, Laura López Morales, Mariela Laudecina, Amanda Tomalino, Marta Comelli, Cecilia Olguín, Selva Furlan, Alicia Díaz, Martín Ross, Ethel Cobo, Juana Molina, Martha López Araya, Daniel Requelme, y otros. Poetas del interior de la Provincia, de Villa María, de Oncativo, principalmente Osvaldo Guevara, de Villa Dolores, llenaron sus páginas con sus bellas palabras.. De Buenos Aires, publicamos a Adolfo Zutel, a David Sorbille, etc. También hemos publicado un Dossier sobre poetas olvidados, como Miguel Angel Bustos, Roberto Jorge Santoro –desaparecidos- y Jacobo Fijman. Como mayor satisfacción personal está la de haber aportado un granito de arena en esta tarea de la difusión de la poesía de Córdoba. Y lograr mantener el boletín en el tiempo lo que no es poco. Todo lo que hacemos, como dice nuestra amiga y escritora Ana Paulinelli, es en realidad una ofrenda. Eso pretende ser el Basta ya. En esta tarea de re-cordar, es decir volver a pasar por el corazón, podemos decir que el Basta ya fue presentado en las Feria del libro de los años 2008, 2010, y 2011. Las experiencias fueron positivas. Sirvieron para relacionarnos, con nuestros lectores, con otros poetas y escritores de Córdoba. El Basta ya quiere continuar celebrando la Palabra, superar la calidad de impresión y la tirada, continuar con las entrevistas a poetas de Córdoba, que iniciamos el año pasado, apoyando la difusión través de las redes sociales, recordándoles que estamos en facebook y tenemos un blog para acceder a la versión digital del boletín. Hay un intenso quehacer cultural, que no es reflejado por los grandes medios, el Boletín procurará cubrir ese espacio desde nuestro humilde lugar. Otra propuesta es avanzar en el camino hacia una editorial que pueda abrir nuevos caminos. Luego de este camino recorrido nos queda agradecer a los suscriptores y lectores destinatarios de todo este esfuerzo y a los artistas plásticos, poetas y escritores, artífices y partes de este proyecto.

Eduardo Alberto Planas


Dice el esquimal‌ Caminar sobre hielo quebradizo tiene sus bemoles. Pide una atención alerta pero distendida. Cuando la nieve y el viento arrecian hay que moverse solo lo necesario y tener siempre en cuenta que es un mismo camino el que permite salir y regresar a casa. Dice el esquimal que en el à rtico debe aguzarse la vista; hay hombres que parecen bestias y bestias que parecen hombres . En esos casos el error puede ser fatal.


Sin embargo hay meses en que puede verse el sol a medianoche. Y eso, dice el esquimal, es algo que estremece, que no se olvida.

Jorge Luis Carranza


Figurate, componé como Alicia en su país, con un ramo de sal en una mano y una campanita en la otra. Deslizate en la bruma políglota y salvate de la decoración rosa que envuelve las columnas del palacio. Asomá la nariz, los pies el estómago, las golondrinas. Caminá por el bosque oriental y disfrutá porque "casi nunca se tiene nieve a mano"*. ana piretro *Cita extraída de "Diario de golondrina". Amelie Nothomb.


Lo descubierto he desviado mi atención en ver hacia afuera tratando de entender el mensaje implícito de la cosas el supuesto misterio o esa magia que la gente refleja he quebrado la necesidad de dar mi opinión, de decir en qué lugar se sitúan las cosas en lo maravilloso que es mi análisis y lo intelectual que parezco diciendo las palabras justas esas palabras que a nadie le deben importar por carecer de vivencia, experiencia madurez, honestidad, seriedad fundamento y buenos deseos para el otro he decidido callar y escuchar para saber cuál es el sonido de la verdad la maravilla de la sonrisa pura la inocencia de las miradas y la magia de conocerte

Jorge Ledesma


Soon After Midnight "It’s soon after midnight, and I don’t want nobody but you" Bob Dylan

Velas y cruces en la colina el día comienza demasiado pronto aún está oscuro afuera la atravieso con el corazón alegre voy repitiendo en voz baja la letra de una canción de Dylan. And the other side la ciudad otras cruces sin velas bajo el puente un muerto sobre las vías otro en la estación cuántos me esperan. Voy silbando bajo me he enfrentado a muros más fuertes que los tuyos. Camino por un desfiladero de trapos sin rostro cuelgan de los escaparates


prometiendo sexo fácil y otras bienaventuranzas. Un muchacho se ajusta el casco en el semáforo me mira soy un rostro sin trapo le sonrío baja la vista y acelera yo no tengo prisa ya estuve en los mataderos. Frente al templo se reúne un coro puedo ver las notas suspendidas de sus labios en el aire un chica rubia balancea la pelvis siguiendo el ritmo ni ella ni yo tenemos miedo de su furia. Es la ventaja de cargar canciones como cruces encendiste una vela por mí dibujaste una sombra a simple twist of fate y amaneció temprano. La ciudad también es una carretera hacia algún dios.

Marcela Rosales Poema del libro Los Miserables (Otros) / Alción, 2013


EL ESPEJO DEL ÁNGEL (Luchino Visconti) I Oro rojo, el crepúsculo se escurre. Venecia es un poema que muere cada día. Amor, herida carne de mi carne: unción y penitencia. II El deseo y su agonía. La escalinata escarlata y el panal de agua. Nadie ve impunemente a Venecia. El ángel ofrece su azúcar y su hiel, su miel y sus espinas. ALFREDO LEMON


No busquen la verdad, todo es intento El día Jueves 19 de Marzo de 2014 en el espacio cultural El Vecindario Cecilia Olguín presentó Niña Rota, su primer libro. Dicha presentación fue efectuada mediante una muy lograda representación teatral y multimedia. La poeta Laura García del Castaño dijo sobre el libro: Hay poéticas que pronostican, que amenazan, que relampaguean, que nos mantienen en vilo. Hay poéticas que solo son un fuerte viento con tierra y otras que terminan siendo un temporal de granizo con ráfagas. Y si por estos días el mundo no anduviera tan sensible a las etiquetas y a los encasillamientos, diría que Cecilia entra de pie, en una tormenta eléctrica de noviembre. Me encontré con este libro en mayo del año pasado. Para las fiestas patrias una fiesta matria, porque Cecilia es una matria, imponente, una estructura de Quarks, una mamushka, en la que desconocemos cuál es la visible y cuál la oculta. Si la que vemos es la mayor, que envuelve al resto, si es la del medio, y por lo tanto hay otra más hacia adentro, o si es la más pequeña, y en realidad hay dos más hacia arriba y hacia afuera. Y toda esta complejidad, sucede porque su energía es un generador saboteado, un medidor adulterado que emite indiscriminadamente olas de voltaje poético. Cecilia es una reverberación. Ella misma lo admite, se monta al hombro su tripolaridad, tan espinosa como magnética, con ella nos seduce, nos torea, nos ampara. “Ella genera su propia magia, descubre un prado” “En la poesía es quizás el único sitio donde uno elige como vivir y como morir.

Desde sus primeros poemas ella se define a sí misma “trasquilada, tuerta, renga, desalmada babeante, insomne, vagabunda errante en los sentidos”.


Desde la plaqueta “ella dice que escribe” comienzan a producirse estos “pliegues” o despliegues, como a ella le gusta decir, esta tripartición tan bien ilustrada por Hernán Ganuza en el collage creado para la presentación de la última plaqueta. El tres ya sugerido en varios poemas: “el tono con que la realidad pinta sus labios/ la fuente del modo tiempo-espacio/el espejo reflector de esencias”. Fragmentos rotos, astillas punzantes, con particular reflejo, cristales más claros más opacos, niñas con venas que son puentes que se van uniendo en la construcción de este vestido infantil que por momentos aprieta y por momentos cede. Por todo esto, y como por lo general la poesía no tiene o no debe tener merecimientos más que poéticos con Cecilia, nos sucede una salvedad, creo que muchos de nosotros, sino todos, le debíamos un libro, una casa firme para su tormenta, así como ella también nos lo debía. Lo que le dije aquel mayo fue lo siguiente: Aquí estoy arrancando tu vestido de rota un verdadero minué, por la mezcla entre lo moderado de sus movimientos y la carga de sus intenciones...una especie de "parada" necesaria , para danzar sobre verdades escalofriantes que en otro saco y con otros ritmos hubiera sido una catástrofe intransitable. Todo expuesto como en puntas de pie, tensado y al borde del esguince pero con la firmeza necesaria para llegar concreta pero elegante, descarnada pero estilizada, hasta el final...

Me gustó la cita de Quignard al principio del libro, porque Pascal Quignard es el mayordomo que nos abre la puerta, es el modisto con el metro al cuello, es el moderador de los diálogos que aquí suceden. Quignard al abrir el libro nos recibe con esto: “EI poder en Roma une en un solo haz (la palabra fascis…) la potencia sexual, la obscenidad verbal, la dominación fálica y la transgresión a las normas estatutarias” Un Hall Quignariano para entrar de lleno a las supuraciones, a los remiendos, al reino del miedo hecho de espejos, a la mutación, al maniquí sobre el que ella ha medido y ha cocido, ha pinchado agujas y salvado puntadas. Meses más tarde tuvimos con Ceci otra charla, esta vez hablamos en metáforas deportivas, de los poetas que precalientan a orillas de la cancha infatigablemente sin jugar. De la necesidad que su voz que ya está entre nosotros, patente, feche su tormenta, circule, cambie su formato, pase de mp3 a Avi. Todas estas metáforas para decir que hablamos de deseo. Su deseo, que es este: la materialización, usar el tacto para llegar a su niña rota, para pellizcarla, para coserla, para abrirla aún más, para desnucarla. Pero para que al fin esté entre nosotros. La niña abre su vestido y nos muestra la muralla, la combinación de las telas, el látex de lo que silencia, la gasa de lo que seduce, el estampado del deseo, el transparentado de la infancia el escote de los rompimientos y el sutil de los bordes con espejos. Es una niña fuerte, tozuda. Una niña que se


habrá esa asfixia de quedar con los brazos al aire pidiendo que la tela ceda, encaje. En algunas partes se deslizará solo. Tendrá las marcas de Ceci, las respiraciones de Ceci, el hilván, esos hilitos que quedan por dentro. La costura a mano y la costura fina. Dice Luna Miguel, joven poeta española que un primer libro de poemas contiene cuatro íes que lo delatan: inocencia, infancia, indagación, inquietud. De esto hay en los versos de Cecilia y de todo lo que ustedes se animarán a ver, si están dispuestos.

fragmenta, cuyas partes son otras que vienen a disputarse, a quebrar los juramentos a sucumbir en las grietas de la memoria, a combinarse a riesgo de hundirse, una tela que se renueva a riesgo de romperse. La autoritaria, la víctima, la rota reverberan estirándose al límite de sus fuerzas, al límite de sus resistencias para volver a unirse. Y qué haremos nosotros? Lectores, amigos, cómplices. Vamos a chocar contra un vestido acorazado, vamos a sacarlo del maniquí, nos lo vamos a probar, desgarrando en algún movimiento la tela, habrá ruidos,

Así que estás palabras no pueden más que celebrar, celebrar no sólo a la niña rota, sino a Cecilia Olguín, a las tres que aprueban “sin debate y por consenso” .Celebrar los merecimientos, las batallas que los poetas libran contra sí mismos, contra las dudas, y el destino de su escritura. En una ciudad que parece exigir un nivel muy alto a sus poetas mujeres a la hora de la edición, entre catálogos ajustados como cintura de avispa, y una poesía que tiende a marcar tendencias en lo narrativo, Cecilia es un salto al vacío, una garrocha a la multitud lanzada desde una fuerza limpia, descarnada. A la mujer “que le gusta hacer bellas plaquetas” esas galerías abiertas, inclasificables, reductibles y hasta a veces poco recordables, a esa mujer ahora le toca cerrar, levantar hormigón prensado, poner placa. A la mujer que le gusta “hacer flamear una bandera” ahora le tocará asentar una piedra, un libro, versátil, pero definitivo, de múltiples o unívocas lecturas pero sin vuelta atrás porque como Cecilia nos advierte “no busquen verdad, todo es intento”.


Visita al purgatorio - Susana Cabuchi El cartel anuncia “El Paraíso”. Aquí están la directora del colegio, la fundadora del Teatro Vocacional, el carnicero, el prestamista, el notario. – Si madre, traigo galletas, sacaremos una mesa, jugaremos a la confitería, tomaremos el té. Las pequeñas carrozas – trípodes, andadores, sillas de ruedas – giran. Aferrados al pasamanos


los caminantes repiten la peregrinación, como antes en la plaza, ahora a orillas de la ciudad, a orillas de la vida, con las máscaras de la vejez, y con pesados trajes, marchitos. – Si madre, soy la tía Emma y también soy Susana. Entre sombras la comparsa emite entrecortados llantos, gemidos secos. – No madre, sus padres no la olvidan, están muy ocupados. Cuando puedan vendrán con un ramo de rosas.


Una cosa trae la otra Por Lily Chavez De todo como en botica

Hoy es primero de mayo, Día del Trabajo, y me dispongo a escribir mi columna para el Basta ya!, no como un tarea engorrosa ni pesada sino todo lo contrario, como algo que dispone mi buen ánimo, le da más calor a esa pasión que tengo por la escritura. Y en este día especial, me debato entre pensamientos encontrados. Por una parte, sé que la lucha por mejoras salariales y reivindicaciones está muy bien; el esfuerzo

(físico o mental) de las personas debe ser bien remunerado y abastecer sus necesidades; por la otra, siento que el trabajo ha perdido el valor, el peso dignificante que tenía y eso duele. Sé que los tiempos y las sociedades cambian y que hay demasiado para discutir sobre el tema, tal vez ni siquiera sea idónea para hacerlo. Pero sí, puedo voltear la cabeza y encontrarme con aquellos laburantes a quienes vi esforzarse cuando niña, cada uno en su oficio, cada uno con la camiseta puesta, que respetaban turnos, horarios, que brindaban fidelidad, honestidad, que vivían el trabajo con orgullo. Y hablando de oficios, estos días recordaba con amigos los oficios que se han ido perdiendo con el tiempo como barberos, zurcidoras de medias de nylon, colchoneros, estirador de elásticos de cama y otros tantísimos. Los jóvenes de la actualidad se sorprenderían de saber las cosas que se hacían, como yo me sorprendo al interiorizarme de algunos trabajos que se hacen hoy, en el mundo. Hay en el Hotel Rambagh Palace de Jaipur (India) un hombre contratado solamente para que ondee una bandera ante los clientes con el objetivo de que los pájaros que acuden al jardín para beber no los incomoden. Saben ustedes lo que son ufólogos?, saben que hay personas que se dedican a avistar objetos voladores no identificados con exclusividad; que se paga muy bien a un Testeador de olores, persona que huele las axilas hasta encontrar un desodorante que de resultados. Quienes hacen estas pruebas de olor en productos de higiene y limpieza ganan unos 35.000 dólares anuales, qué tal. Pero hay más propuestas, porque también pueden ser recogedores de pelotas de golf bajo el agua o paseador de patos, empleo que, por ejemplo, tuvo un hombre por más de cincuenta años. Dos veces al día acompañaba los patos de un complejo hotelero de Memphis (EEUU) a que cruzaran la alfombra roja de los


clientes con destino a la fuente del jardín principal del hotel donde los animales bebían y se refrescaban. Y aunque sean trabajos, una forma de ganarse la vida, uno no puede evitar sonreírse. En lo personal me hace acordar mucho a un amigo recientemente fallecido, Jorge Luis Estrella, que le ponía mucho humor a todo lo que escribía y que con facilidad hubiese creado con estas historias un buen poema. Siempre sacaba cosas interesantes de su galera, cosas como esta, que transcribo a modo de homenaje. Margaritas Piedad para los chanchos / que se empacharon de margaritas / y murieron. La lucidez es para pocos, / se ha dicho. También la belleza / cuenta con más ciegos que ojos./ Piedad para los chanchos atragantados. / Los que no pudieron bajar tanto incordio / de pétalos amarillos con un tinto. / Piedad, hermanos, piedad./ La caridad es un acto miserable. / Ahora mismo otro esclavo está pidiendo / que le agreguen un nuevo eslabón a la cadena (De Poemas de Máximo Estrella y otros esperpentos) Vaya que se ha muerto gente querida últimamente: Alfredo Alcón cuya voz no disolverá así nomás la muerte y qué decir de Gabriel García Márquez, un escritor que nos pertenece a todos. Se ha dicho tanto de él que tal vez deba finalizar esta columna cerrando los ojos para recordarlo recibiendo el Premio Nobel vestido con un liquiliqui tradicional del Caribe oriental, imaginarlo en su mesa de trabajo rodeado de flores amarillas que, según decía, le traían buena suerte; presentirlo leyendo “La metamorfosis” de Kafka, descubriendo que quería ser escritor a los diecisiete años o entonando canciones de Brassens que cantaba maravillosamente a decir de Tachia

Rosoff, su novia en 1957. Cerrar los ojos y reflexionar sobre algunas de sus frases y festejar la experiencia y la sabiduría: “Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez”; “Lo más importante que aprendí a hacer después de los cuarenta años fue a decir no cuando es no” o “El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad.”. Nos vemos luego, cuando Una cosa traiga la otra.


Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti a Eugenia Cabral

Eugenia Cabral nació el 29 de noviembre de 1954 en Córdoba (ciudad en la que reside), capital de la provincia de Córdoba, la Argentina. El 1981 fundó junto a los poetas Hernán Jaeggi, Susana Arévalo, César Vargas y Carlos Garro Aguilar, el grupo literario “Raíz y Palabra”.En el período 1988-1992 estuvo al frente de Ediciones Mediterráneas, sello abocado a la difusión de poetas de su provincia. Durante 1991-1993 dirigió la revista “Imagin Era – La Creación Literaria ”. Colaboró, entre 1993 y 2000, en el suplemento cultural del periódico “La Voz del Interior”. Es asesora literaria desde 1996, junto al director Paco Giménez, del teatro “ La Cochera ”. Ha coordinado talleres literarios en la Universidad Tecnológica Nacional (Facultad Regional Córdoba) (1994), la galería de arte

Marchiaro (1993), la Biblioteca Popular “Libertad” (20102011), las cárceles de Villa María y penitenciaría de Córdoba y la Biblioteca Provincial para Discapacitados Visuales (20102013). Mantuvo www.losviajadores.blogspot.com.ar entre 2010 y 2012. En 1986 formó parte del núcleo fundador de la Primera Feria del Libro organizada por la Municipalidad de la ciudad de Córdoba. Presidió la delegación Córdoba de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA). Ha sido miembro honorario de la Escuela Freudiana de Córdoba. Es vocal primera de la comisión directiva de la Biblioteca Popular “Libertad. Para la integración latinoamericana”. En 1999 se editó su libro de relatos“La almohada que no duerme”. Y entre 1986 y 2012 fueron apareciendo sus poemarios “El buscador de soles”, “Iras y fuegos – Al margen de los tiempos”,“Cielos y barbaries”, “Tabaco” , “En este nombre y en este cuerpo”. Es la responsable y prologuista de “Poesía actual de Córdoba – Los años ‘80” (Ediciones Mediterráneas, 1988) y quien tuvo a su cargo el estudio preliminar del volumen “Un golpe de dados, poema de Stéphane Mallarmé” (Editorial Babel, 2008). Su quehacer ha sido incluido, por ejemplo, en “Antología poética – Grupo Raíz y Palabra” (1984),“Desde Córdoba 20 escritores” (1986), “Los poetas de acá – II” (1993), “Poetas 2”(selección y prólogo de Juano Villafañe, Ediciones Desde la Gente , Buenos Aires, 1999), “Árboles nativos del centro de Argentina” (estudio ecológico realizado por Ulf Ola Karlin y Pablo Demaio, 2002), “La tierra del conjuro” (selección e introducción de Andrés Utello, 2005), “La pisada del unicornio” (libro CD-ROM del proyecto “Escritura por la identidad”, coordinado por Mariano Medina, Edición de Teatro x la Identidad y Abuelas de Plaza de Mayo, 2006), “Zepol (Variaciones en torno a la desaparición de Jorge Julio López)” (2009). En 1991, en reconocimiento a su labor literaria y cultural, le fue concedido el Premio de Poesía “Instituto CIDAM”, así como en 2011 fue distinguida con la Ley 9578 de Reconocimiento al Mérito Artístico de la Provincia de Córdoba.


Su pieza teatral “El prado del ganso verde”, ambientada en la batalla de Goose Green, durante la denominada guerra de Malvinas, fue estrenada en el teatro La Cochera en diciembre de 2013, con la dirección de Giovanni Quiroga. Permanece inédito su libro “Vigilia de un sueño. Juan Larrea: apuntes sobre su residencia en Córdoba, Argentina (1956-1980)”, que comprende un ensayo basado en investigaciones bibliográficas y documentales, un apéndice con trece entrevistas a personas que conocieron al autor y otro con documentos fotográficos nunca antes dados a conocer. 1 – Es acercándote a tus treinta años, Eugenia, y todavía durante la última dictadura cívico-militar, cuando con otros poetas fundás “Raíz y Palabra”. ¿Cuáles fueron los lineamientos, los objetivos de aquel grupo literario? ¿Qué actividades promovieron? ¿Durante cuánto tiempo?

EC - “Raíz y Palabra” surgió como respuesta a la censura literaria y destrucción de material bibliográfico (quema de bibliotecas) impuesta por la dictadura militar. Casi todos éramos o habíamos sido militantes de diferentes partidos de izquierda y necesitábamos responder a la represión y la censura, por alguna vía. Por otra parte, veíamos que los escritores del Partido Comunista y del Socialismo seguían escribiendo con recetas realistas o populistas y, aunque teníamos actitud e intención política, lo que amábamos era la poesía, sin recetas de ningún aparato partidario. Entre 1981 y 1985 promovimos lecturas públicas de poesía, intentamos la utopía de recuperar la SADE para los escritores, presentamos una antología con poemas de nuestros integrantes, participamos en actos por los Derechos Humanos, etcétera.

Pero lo esencial era que desde nuestra formación como grupo encarnamos una respuesta a la que comenzaron a adherir escritores, músicos, pintores. Había quienes no formaban parte del grupo pero se integraban en cada propuesta agregando lo suyo. En 1986 y 87, “Raíz y Palabra” con otros autores formamos el “Movimiento de Escritores por la Liberación” y publicamos tres números del periódico cultural “El Cronopio”. En septiembre de 1987 sufrí un accidente de tránsito muy grave y, desde allí, por razones obvias, César Vargas –que era mi pareja y papá de mi hijo de tres meses en ese momento- y yo, dejamos de participar, aunque todos los escritores de Córdoba, prácticamente, estaban permanentemente ayudándonos. 2 - ¿Qué autores llegó a difundir Ediciones Mediterráneas? EC - Ediciones Mediterráneas comenzó con la publicación de “Poesía actual de Córdoba- Los años ’80”, que prologué y antologué. Allí sólo tomé autores de mi ciudad, sobre los que tenía abundancia de datos y materiales, pues si hubiera tomado el interior provincial lo único que conocía eran los nombres notables. Y no quería hacer eso. Algunos títulos publicados después: “Hijos del sol”, de Jorge Torriglia (1988), autor de Villa María; “La carga”, de Pedro Jorge Solans (1989) y “Fisura” de Sergio Silva (1989), autores de Villa Carlos Paz; “El mago”, de Marcelo Torelli (1989); “El escriba de los epitafios”, de César Vargas (1990). 3 – Es probable que haya llegado a mí, cuando salía, algún número de “Imagin Era”. O quizá sólo supe de su existencia y me quedó resonando el título. Te incito a que la describas y, también, a que nos


refieras cuáles han sido algunos de los escritores difundidos y en qué géneros. EC - “Imagin Era” fue un proyecto editorial que pretendía refrescarse del tedio de la etapa del menemismo. Utópico, por eso el título. Queríamos reflejar un diorama de voces, sacudir las cortinas polvorientas de ese estilo light, como si la literatura y el arte fuesen yogurt descremado. A pesar de su limitación comercial –razón de su final-, difundió poesía, cuento y ensayo escritos por autores de Córdoba, aunque ya no residieran en ella. Se presentó en el instituto CAyC, de Buenos Aires; consiguió un buen comentario en “Diario de Poesía”; fue incluida en un catálogo del Museo de Arte de las Américas, de Washington. En fin, algo logramos. Entre los nombres que publicamos y hoy se conocen ampliamente, están el del novelista Carlos Busqued, la cineasta Paula Markovitch y la artista plástica Anahí Cáceres. Las ilustraciones fueron de Oscar Páez, Crist, Verónica Amaya. En las plaquetas, muchos nombres que no cobraron notoriedad, pero hay textos valiosos, como el de Hugo Busso, un filósofo que ahora reside en España. 4 – En el ’96 te asomás al mundo del teatro (o quizá ya te habías asomado y es en ese año que empezás a involucrarte). Lo cierto es que “de menor a mayor” llegás a concebir una pieza de tu absoluta autoría (estrenada e inédita). ¿Nos trasmitirías cómo ha ido fluyendo en vos esta inserción de ya más de tres lustros, aportando, colaborando, seleccionando? ¿Cuándo se produce el giro tendiente a la concreción de “El prado del ganso verde”? Y teniendo en cuenta que hace poco “debutaste” como dramaturga en una sala y con actores representándola y público asistiendo, ¿cómo –cuánto- exactamente te movilizó?

EC - Es cierto, al mundo de teatro me había asomado desde niña, participando en el elenco de la Provincia , pero era un juego. Después comencé a asistir a funciones de teatro y fui tomando el lugar que elegí definitivamente: el espectador. Paco Giménez, antes de proponerme que colaborase en la adaptación de “Un tranvía llamado deseo”, me conocía de asistir al Teatro La Cochera. Digo que mi lugar es el del espectador incluso aunque haya escrito un texto para ponerlo en escena, pues sigo siendo el que toma asiento en la platea. Desde 2001 Paco Giménez me pidió otro tipo de trabajo, consistente en analizar los textos como a mí me pareciera. Estrictamente buscar en cada texto en particular, sin mapa previo. Relaciones entre personajes, relaciones con el contexto histórico, lingüístico, artístico; entramado de situaciones, todas las variantes posibles. Mi tarea fue ampliar la visión de cada obra, de cada autor, para aportar a la idea original y dirección de Paco y a la creación colectiva de cada elenco. Antes de “El Prado del Ganso Verde” había intentado escribir dos o tres textos teatrales, pero no fluyeron como debían. En este caso, hubo en 2012 una convocatoria a un concurso sobre el tema de la guerra de Malvinas –no recuerdo cuál era - y escribí para enviar. Había estado reuniendo algunos discursos de héroes reales -americanos, sobre todo- que me interesaban para elaborar una propuesta teatral. Venía pensando en uno del Comandante Prado, casi al final de su libro “La guerra al malón”. Ese párrafo tiende un puente de significados históricos entre la denominada Conquista del Desierto del siglo diecinueve y la Guerra de Malvinas. Y escribí con el mismo criterio o actitud que ponía en los análisis: ofrecer a los actores y al director un texto para que puedan trabajar. Teníamos la ventaja de que ya habíamos participado juntos en otros espectáculos de La Cochera , eso facilitó la experiencia. Lo que


más me movilizó fue ver convertirse un texto en acciones, imágenes, sonidos. O sea, volví al lugar del espectador, o nunca me moví de allí. Luego, la repercusión de un tema tan complejo y sentido por mis compatriotas en un público específico, el de teatro. Además, descubrir que los jóvenes no saben mucho que digamos de ninguno de esos dos conflictos, por ejemplo, y que pese a ello entienden la propuesta y les despierta interés. Eso fue muy gratificante. 5 – Desde luego, en tu labor de coordinadora de talleres literarios, que lo hayas sido también en ámbitos penitenciarios, promoverá en muchos de nuestros lectores el interés por conocer lo que vos quieras trasmitirnos sobre dicha singularidad (la cual, entiendo, ya un cierto número de escritores viene desarrollando en nuestro país). EC - Las cárceles fueron experiencias difíciles de abordar, en el plano emocional. El preso común es una especie de misterio para mí. No puedo comprender cómo hacen para soportar la prisión. Reconozco que en eso la limitación es mía. Hay colegas que trabajan desde hace muchos años en las cárceles, como Andrés Utello, en Villa Dolores. Yo sólo pude soportar un año. Sin embargo, logré que produjeran –tanto en Villa María como en Córdoba- buena cantidad de textos y sostener una relación amable y distendida. Los traté como iguales en cuanto a capacidad, explicándoles que todos los seres humanos poseemos tres facultades universales: la observación, la memoria y la imaginación. Los ejercicios literarios se basaban en eso. También me permitió explicarles que autores como Shakespeare no eran difíciles de entender por los temas que tratan, sino que la dificultad principal consiste en que utilizan un lenguaje muy antiguo, que ya pocas personas conocen.

6 – Quería que supieras que estuve releyendo tus respuestas en http://lapoesiapregunta.blogspot.com.ar/2011/12/ eugenia-cabral-cordoba1954.html y que confirmo que ellas están, para mí, entre las más comprometidas con la propuesta que conlleva el Cuestionario Schmidt. Y conecto con esto: ¿sólo manejaste el blog Los Viajadores? ¿Por qué razón no persististe? ¿Algo te decepcionó? ¿Lo retomarías? EC - Sí, sólo incursioné en Los Viajadores. Después tuve la mala idea de entrar en Facebook y me envicié. Todo parece más fácil. Pero tengo que volver al blog, porque quiero pasar todo lo de “Dulce Vecino”, mi compilación de textos y documentos gráficos sobre Juan Larrea, esa página que administro. Necesito crear algo más estable que una página de Facebook. Me preocupa el tiempo que insume la Internet; y fatiga la vista y la espalda. Lo positivo es que proporcionalmente se consigue mayor lectura, aunque sea superficial o no, depende, pero hay una circulación publicitaria. A veces, es importante. Llama la atención sobre un tema, al menos. 7 - No quiero dejar pasar la oportunidad de inquirir sobre tu participación en “Árboles nativos del centro de Argentina” y en el libro CD-ROM. Y si bien para los “locales” consubstanciados el nombre de Jorge Julio López y su desaparición nos sigue, por lo menos, perturbando, para los que no estén al tanto, sería oportuno que nos des un perfil de tu “Zepol”. EC - Mi participación en “Árboles nativos...” fue involuntaria. Mariano Medina, que coordinó la publicación, tenía el poema que figura allí, pero yo ya lo había desechado.


de niños secuestrados. En una palabra, la lucha contra la represión prosigue. Para los trabajadores, para los militantes políticos, para los ciudadanos en general. Luego, en 2012 y 2013, me ocupé de la edición del libro “Poesía por Mariano Ferreyra”, una compilación de textos enviados desde diversos sitios de nuestro país, por medio de Internet.

Me llamó para contarme lo que iba a hacer y respondí que si a él le gustaba, lo incluyera. Ocurre que no podían proponerme nada más hermoso que publicarme en un libro sobre árboles, era un sueño no soñado. También fue Mariano Medina quien me incluyó en “La Pisada del Unicornio”. Él recopiló material de todos los que figuran en el CD y nos avisó de la edición, nada más. Pero nos conocemos tanto, de la época de “Raíz y Palabra” -Mariano era muy joven-, que sabe de lo que se trata cada vez que hace algo. En “Zepol”, sí, fui convocada por Iván Ferreyra para escribir algo sobre la desaparición de Jorge Julio López. El secuestro seguido de muerte es una realidad que persiste en la Argentina motivado por distintas situaciones. Trata de personas, represión policial a ciudadanos comunes. Pero lo de López tuvo características políticas precisas, demostrando que el kirchnerismo no fue capaz, pese a su política de derechos humanos, de frenar la actividad de los “desocupados” del Proceso, que volvieron a tener tarea con ese secuestro, con las muertes y fugas de militares condenados, con la falta de cooperación ex profeso en la búsqueda de cuerpos asesinados y

8 – He leído en alguna parte que estabas escribiendo un relato fantástico extenso cuyo título es “Ahora, en el Paraíso”: ¿lo has concluido? ¿Primera inmersión en lo fantástico? Y que estabas preparando un volumen con relatos sobre temas relacionados con la militancia política durante las décadas de 1960, 1970 y 1980: “La flor nacional”. Lo mismo: ¿lo has concluido? Y por extensión, Eugenia: aparte del libro sobre el poeta español Juan Larrea, ¿qué otras obras o trabajos tenés “en la gatera”? EC - Sí, he concluido esos libros. Ya veré si encuentro editores. “Ahora, en el Paraíso” es mi primera incursión en lo fantástico pero no sé si el género es fantástico. Habla de la historia bíblica y de una posible historia no bíblica del mundo. Qué sé yo. También tengo unos poemarios, escritos desde 1997: “Códice”, “Creatura solar”, “La voz más distante”, que son breves; “La ciudad de amapolas”, “Reloj de esfera”, “La canción de las contradicciones” y uno más que espera título. Además, fui escribiendo “La ración de pan”, un libro con poesía política -género que no es apreciado por la crítica, dicho sea con simpatía-; “Informe sobre Mabel y Morgana”, una nouvelle fallida sobre un caso policial verídico; “Ellas”, “Ellos”, “Cupido”, “Eros”, “Narciso”, “Tánatos”, una serie de cuentos sobre las relaciones amorosas, probablemente también


fallidos; cuentos basados en personajes o en situaciones de Hans Christian Andersen, titulados “El ángel de los pobres”, y poemas cuyo valor aún no consigo evaluar. Como ves, un surtido. 9 – Has divulgado movimientos, autores, confluencias de tu provincia. Has investigado (y producido) a propósito de la historia de la traducción y de los traductores de poesía a través del tiempo en Córdoba, y vos misma has incursionado en estas labores: ¿con qué poetas? EC - Lo único que traduje fue un poema de Jacques Prevert y uno de cuatro líneas del luxemburgués Lambert Schlechter, en ambos casos por no tener a mano una traducción. No creo realmente haber incursionado en esa actividad, salvo por poner al alcance del público la que hizo Agustín Oscar Larrauri de “Un golpe de dados”. 10 - ¿Cómo es el mundo de la poesía en tu ciudad: las tertulias, las lecturas, los bares u otros espacios, los colegas, los diarios, las radios, todo eso que podríamos llamar “la escena literaria”? ¿Y qué diferencias apreciás respecto de décadas anteriores? EC - No participo demasiado en la actualidad, por motivos de trabajo y de familia. Pero donde asisto, así sea eventualmente o por invitación, es de mucha calidad, muy diverso en su producción, con gran participación de los jóvenes. La mayor diferencia que aprecio con el pasado de los ochenta o de los noventa es cuantitativo. Alto número de editoriales, nombres, lugares, que me llegan por mail o por Facebook; no tengo ya un panorama general en cuanto a su estética.

Foto: Eugenia Cabral en el Café Literario Noche de Bandada / Entrevista: En las ciudades de Córdoba y Buenos Aires, distantes entre sí unos 700 kilómetros, Eugenia Cabral y R. R., abril de 2014.


Por Lily Chavez

Agua El agua que cabe dentro de un vaso, la que perece con la espuma en la costa del mar, la que se convierte en bendición sobre la tierra maltratada... de toda esa diversidad del agua habla Darío Falconi en su último libro. El poeta nos enfrenta al azul desde el inicio. La tapa del libro, con su bello vaivén de tonalidades, nos invita a ingresar, a mojar nuestros pies, a dejarnos llevar por su barco de palabras. Y él, que siempre prioriza el trabajo de otros, nos llega puntilloso y humilde como la voz del agua. Humildad que no pasa desapercibida para Oscar Conde autor de las palabras preliminares, quien dice que el libro no necesita de prólogo, que los poemas de Falconi pueden, y saben, defenderse solos. Dice que sus versos funcionan como un eco sonoro de lo que nos pasa a todos, y a la manera de fieles espejos nos devuelven dolores, instantes, frustraciones y sentimientos no solo cotidianos sino también fácilmente reconocibles para cualquiera. Darío Falconi es además, un ser generoso, que enumera agradecimientos al final del libro, que elige nombres y epígrafes y eso es, para los demás, sentir en el alma el frescor del agua.

Fin

Y entonces vendrá la sed, el indicio feroz de nuestra voracidad por destruirlo todo.


Naufragio ¿Quién te hace /barquitos de papel/los días de lluvia? Gustavo Borga Zarpa el barco de papel sobre la creciente que dejó la lluvia.

Deriva por los adoquines entre las hojas secas y la mugre, los finos dedos no pueden menguar la rabia del agua turbia

Darío Falconi

que arrasa con todo a su paso.

Diplomado en Gestión Editorial por la Universidad Católica de Córdoba. Cursa estudios en la Licenciatura en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María. Editor/fundador de El Mensú Ediciones. Ha editado “De barro y carne” (El Mensú, 2010). Publicó además “Rock_rum: el rock de Villa María en el nuevo Milenio” (Recovecos, 2007) conjuntamente con Carlos Gazzera y José Azocar; “Tinta de poetas. Una encuesta a la literatura de este río” (Eduvim, 2009). Coordinó y compiló “Versos y relatos de nuestra gente” (Villa María,2013) y “Tinta de poetas 2.0. 42 escritores de 9 países. Un proyecto virtual en papel real” (El Mensú, 2014) entre otros.

La nave acelera en el declive, gira a babor y desaparece. Poco a poco ese niño aprenderá que en cada travesía de la vida acechan las bocas de tormenta. Darío Falconi


Malabar Pedirle que abandonara la travesía inútil de subirse al cordón de la vereda para jugar a la equilibrista, mientras yo, ahí, llevando la cuenta como un estadista sólo para estar con ella. Atrás Montes de Oca y Los Nogales y pedirle basta Lucía cincuenta y tres, cincuenta y cuatro, cincuenta y cinco, y ella dale Martín, Montes de Oca y Esmeralda, te lo prometo, Montes de Oca y Esmeralda; como si todo fuera el malabar por el cordón hasta Montes de Oca y Esmeralda. Lucía setenta y ocho, setenta y nueve, ochenta, ignorando la primera lluvia de noviembre que también sería Lucía desobediente y empapada a la hora menos pensada en la puerta de mi casa, ochenta y seis, ochenta y siete, ochenta y ocho; por esos días yo presentía un beso en el club, uno de verdad, sin juegos intermediarios, como la suerte de mi lado cuando la brisa noventa y dos, noventa y tres, noventa y cuarto, le alzó el pelo detrás de la tarde y sus aros redondos y brillantes como estrellas a la altura de una caricia, y yo ciento doce, ciento trece, ciento catorce, cerrar los ojos para verla mejor, para por fin el besolucía y dejar atrás la torpeza inicial de los dedos como hace un rato Montes de Oca y Los Nogales, como ahora Lucía girando de los hombros hacia arriba porque no escucha en que ciento voy; todo entre las primeras gotas pegando en la vereda, en los toldos, en su vestido de minúsculas flores blancas y entonces venir a tropezarse con el cantero de la farmacia tan cerca de Montes de Oca y Esmeralda, tan a esto que Lucía, noviembre y las gotas me digan, como quien no quiere la cosa, empecemos de nuevo, dale no seas vago Martín que en definitiva la equilibrista soy yo, vos no andás arriesgando el pellejo al filo de la cosa, vos sólo numeritos Martín y nada más que eso.

Christian Hertel



La foto de Lucía rabillo del ojo, veo que brilla, pero con una tenue luz blanca, cálida, como la luz de una vela, que acompaña el sueño. La lleve a la Casa del Fotógrafo y me dijeron: no tiene nada, es una foto común y silvestre, una foto carnet de cuatro por cuatro y encima esta fuera de foco. Pero esa foto tiene algo. Es como que está allí, cerca de uno, con su sonrisa trocando lo sucio en oro, enmendando lo roto, como el reparador de sueños. La foto por ahí se me escapa. Abro la billetera y no está. No la encuentro. Desesperado la busco por todos lados. Y en eso la veo en lo alto de la copa de un árbol y se ríe (o a mi me parece que escucho una risa). Y tengo que hacer un gran esfuerzo para subir y alcanzarla. Cuando estoy llegando la cima, se aleja saltando entre las copas de los árboles de la ciudad. Y así se va hacia el campo, donde hay más arboles, corriendo por encima de las copas de los álamos, cedros y robles. Y luego desciende por las hojas de un sauce llorón a la orilla de un arroyo, donde invita a sus amigos -o mejor dicho a las otras fotos-, a hacer un picnic o a jugar. O de repente se deja caer y antes de tocar el suelo, levanta vuelo. Si vuela, como un mariposa o un pájaro y así se aleja mientras se ríe (o a mi me parece que escucho una risa). En mi billetera tengo una foto de Lucia, mi sobrina. Ella me la regaló. Tengo otras también. Pero la de Lucia es especial: brilla. Si, brilla, con una luz de color como la del lucero del alba. Cuando la pongo en la mesa de luz, y me duermo, al despertarme a la madrugada, miro disimuladamente por el

La foto de Lucía es así. Repudia todo encierro. Como el alma. Trepa a los arboles, levanta vuelo en las telas, baila y danza en el aire. Hace trucos de magia, siembra estrellas. Se dirige al sol. Por eso tiene esa luz. Por eso brilla. Eduardo Alberto Planas


Una flor de cuatrocientas fragancias Sergio Pravaz - Historias Mínimas.

Llegó a tener la barba tan blanca y tan larga que parecía un poncho hecho con lana de oveja; y por los ojos claros de mirar recto como un riel de ferrocarril te dabas cuenta que más que un hombre parecía un profeta escapado del pincel de algún maestro renacentista. Pero era tan sensacional esa barba que en su interior podía guardar todo lo que necesitaba para sus viajes de aprendizaje; tenía lápices, un anotador, un libro de Cervantes, otro de Homero, también llevaba uno del Dante junto a la Biblia, tabaco para las horas aciagas y una medida de ginebra para dormir tumbado bajo las estrellas. O simplemente la lucía con el orgullo del viejo león del zoológico de Rawson cuando llegó joven y pensó que se instalaba en un dos ambientes con vista al río. Federico García Lorca dijo de esa barba: “Ni un solo momento viejo hermoso Walt Withman he dejado de ver tu barba llena de mariposas”. Lo estampó en su libro “Poeta en Nueva York” y le rezaba una novena todos los domingos cuando lo asaltaban las dudas que el lenguaje siempre tiene en los bolsillos sólo para que no se crean que el tema de las palabras es soplar y hacer botellas. En tanto los lugareños con los que se cruzaba Withman en su lento vagabundeo por los caminos más polvorientos y escondidos del futuro imperio de Norteamérica le

pedían permiso y se acomodaban el bigote o directamente se afeitaban frente a él porque esa pelambre maravillosa también era un espejo. Y mientras tanto, el viejo Walt, ni lerdo ni perezoso les recitaba versos largos, flexibles, decidores como un mapa; largaban una fragancia que se multiplicaba a medida que los comensales se demoraban en el menester higiénico; más se tardaban y más fragancias salían de esa melena blanca y sucia que caía como una catarata. Y así los iba meloneando a los desprevenidos, de a uno y con tiempo les arrancaba el corazón y mordía en las partes esenciales para que estuvieran listos para las cuatrocientas fragancias de su libro de poesías, ese que fue armando a lo largo de toda su vida para construir una épica americana en verso libre que se llama “Hojas de hierba”. La primera edición es de 1855, y 159 años más tarde todavía agita en la popular de las letras como el más iracundo de los hinchas germinalistas, número diez distinguido en el mejor equipo de potrero que se recuerde, de todos los que se armaron en el Barrio San Ramón. Es así; sin discusión. Bueno, de ese modo fue calibrando sus versos este caminante empedernido, tomador de sol y de luna, maestro de escuela, tipógrafo, imprentero, periodista,


editor de periódicos, funcionario estatal y enfermero en la Guerra de Secesión. Sí, ese al que le pusieron tantos adjetivos superlativos que colocados uno al lado del otro se podría llegar por una hilera de baldosas relucientes desde Playa Unión hasta Gobernador Costa y todavía quedarían algunos más como para intentar otro tirón y llegar hasta Tecka, por lo menos. Pero en realidad, al principio en su país se lo querían comer crudo, lo querían mandar a vivir al rincón más oscuro del Gran Cañón del Colorado; no se lo bancaban porque andaba solo, decía lo que pensaba, pregonaba el sexo libre, se metía en cuanta polémica se le cruzaba por la esquina, hablaba como un pastor pero no tenía religión, y encima escribía como los dioses pero nadie entendía que escribía como los dioses. Primero le quisieron poner la soga al cuello porque su libertad de palabra, su coraje lírico y la profundidad de su mirada interior era tal que intimidaba y lo convertía en un raro, de esos de los que hay que huir prontamente y sin dudar; después, una vez muerto y bien muerto el angelito sucedió lo que siempre sucede, le cantaron loas hasta en arameo y se rasgaron las ropas como las lloronas de una película de Almodóvar. A Walt Whitman le tocó peregrinar en el medio de una sociedad en formación y por cierto que se llevó mal con la iglesia, los puritanos y los demagogos. La cólera y el desdén de sus contemporáneos le imputaron todos los vicios habidos y por haber, desde la primera edición de su libro hasta la última de 1892 (en total fueron nueve ediciones, y hasta la sexta, fue agregando nuevo material

a ese canto torrencial que movió los cimientos más profundos de su país). Lo atacaron de un lado de la calle y del otro lado también; le dijeron de todo, pornógrafo, inmoral, indecente, obsceno y hasta quemaron sus libros; que paradoja, fue justamente un poeta de nombre Whittier quién lanzó al fuego “Hojas de hierba” de puro envidioso y jodido nomás. Toda la intolerancia se alineó para golpearlo porque la raíz de su trabajo poético nace como la provocación de una conciencia general de lo que aún no era su país pero que luego llegaría a ser, y que sólo el poeta pudo atisbar con anterioridad. El dueño de esa flor de cuatrocientas fragancias que es “Hojas de hierba” terminó por embriagar definitivamente, no sólo a su pueblo sino al mundo entero, y ejerció su magisterio sobre gran parte de la poesía moderna; casi nadie se salvó de su influencia. Su estilo épico, libre y amplio recuerda los salmos bíblicos pero sus temas son más interesantes. Fue un cronista que escribió poesía de manera caudalosa y sin prejuicios; temas como la libertad, la sexualidad, la espiritualidad sin dogmas, la comunión con todos los seres, la guerra, la democracia, la vida rústica y el trabajo duro, los anudó a su patria como lugar donde todo lo anterior se torna posible. Vayan a la biblioteca y lean ese libro; háganme caso; aún hoy tiene el poder suficiente como para dejarlos pensando sobre la clase de gente extraordinaria que ha caminado por este mundo nuestro de todos los días. Sergio Pravaz


Marcelo Quiroga – Cruz del Eje - Ceremonia 3


Inauguración del Espacio Cultural Najt Rodríguez y Daddy Chacón. La coordinación y presentaciones estuvieron a cargo del poeta Alberto “Chaco” Ojeda. La poeta Raquel Rodríguez, una de las creadoras de este centro cultural, explicó respecto al nombre del mismo, que Najt es un el lugar del espacio-tiempo como una unidad, espacio-tiempo más velocidad, es igual a forma, donde la forma es la realidad. Reportaje a Silvia Rodríguez por Jorge A. Torriglia. “La pintura es como una salvación”

La muestra de las obras de la artista plástica Silvia Rodríguez marcó la apertura del espacio cultural Najt, la Ecuación de la Realidad, que tuvo lugar el jueves 24 y viernes 25 de abril, en Lavalleja 1231 de barrio Cofico, a partir de las 19 hs. En la primera jornada también disertó sobre “Filosofía y sociología del arte”, el doctor Daddy Chacón y tras un brindis, se ofreció un espectáculo de tango. El grupo vocal Collegiun abrió la programación del día siguiente, en que también hubo espacio para la literatura, con la presencia de los escritores Marta Ferreti Fleury, Martín Avalos, Inés Boari, Jorge A. Torriglia, Cecilia Olguín, Camila García Reyna, Raquel

Silvia Rodríguez es también los climas de sus cuadros, sus severas obsesiones por engarzar los colores, para hallar movimientos comunes en las líneas, por la visión circular y concéntrica, la composición. Y en ello va, además de lo insólito y recóndito de la creatividad, el cúmulo de experiencias que han dejado sus signos y símbolos en su personalidad artística y en la base de su obra. “Yo me quisiera olvidar, quisiera no saber tantas cosas, no comprender, no darme cuenta de nada, así no sufro”, explica en el arranque de su introspección y definiciones de su plástica. La Argentina está muy bien y en América nos pesa Chávez que se nos fue, pero ahora parece que hubiéramos llegado a un límite que hay que atravesar para hacer esa revolución que complete nuestra historia, que nos complete, por la que dejamos 30 mil desaparecidos”, remarca para abrir la puerta a los por qué de sus obras y su negación a exponer pasados ocho


o nueve años en los que ha dejado colgadas de las paredes de su casa varias decenas de pinturas, dibujos y pasteles. “Perder mis cuadros es como perder mis hijos, los hijos se van”, explica lo que para ella es como una desaparición, para pasar a hablar de una técnica de no pérdida de sus obras, que involuntariamente significa una creciente multiplicación de su arte. “Siempre voy de lo real a lo abstracto, a la descomposición de las formas y regreso nuevamente a lo real. Pinto y me voy yendo, me voy yendo y es como que camino con una soguita atada al principio que después la necesito para volver”. ¿Es el hilo de Ariadna? –le pregunto- “o las miguitas”, responde en el mismo sentido. Y sintetiza que trabaja en láminas de cartulina blanca, las divide en nueve cuadros aproximadamente de 15 x 15. En cada una de ellas pintará una próxima obra, en esas miniaturas pone todo el color y las características que va a tener su trabajo en grande. “Es como copiarme a mí misma”, descubre. “¿Pero como hago para vender y no perderlos?”, exclama para indicar “Esto es porque nunca pinté para vender”. ¿Y cuál es tu objetivo cuando pintás, si lo hay? “Es mi salvación de esta sociedad que siempre ha sido bastante cruel”, indica para dejar emerger el numen de su poética plástica. “No quisiera que nunca mis cuadros trasunten tristeza”. “La pintura es como un reencuentro, una salvación, un escape”, dispara a fin de esclarecer: “Hay mucho egoísmo, y así como

hicieron con Modigliani que terminó tirando parte de su obra al agua por la crítica, yo no sé qué haría si me ocurriera algo así”, empatiza para dejar fluir las razones del arte. “Cuando ves un cuadro y lo ves y lo volvés a ver encontrás miles de cosas en cada oportunidad, cosas que no pasan por mí. Eso es lo importante, que quien contemple encuentre siempre otras cosas que escapan o ni siquiera pasaron por las intenciones del artista”, define, reorientando esa vieja discusión entre lo científico, técnico, académico y la capacidad del arte de hacer estallar las más diversas emociones y visiones en función de su imprevisibilidad. “Yo al crítico de arte no le encuentro sentido. El pintor muestra un cuadro y es como si estuviera enseñando su alma, entonces ¿cómo es esto de quién define?”, sentencia. Rememora que su familia fue muy pobre, compuesta de un padre, cinco hermanos –una de ellas es escritora- y una madre que, cree, debió ser pintora pero no lo fue por las obligaciones de la época y se le hacen presentes las imágenes de la infancia con sus hermanos haciendo manchas de pintura, para luego descubrir en ellas “formas que nos asombraban”. Yo siempre dibujaba, acota y recuerda haber vuelto, ya entonces, a sus trabajos con la dedicación del artista. Sus cuadros permanecerán expuestos en la Sala de dicho Centro Cultural, sito en Lavalleja n° 1231. Su pintura “Imaginación”, ilustra la contratapa de este Boletín.


Los burgueses de Calais. Un ejemplo de amor y de civismo

En el año 1347 el rey Eduardo III sitió durante varios meses a la ciudad de Calais. Calais es un puerto francés sobre el canal de la mancha que tiene un valor estratégico muy grande. Los habitantes de la ciudad, liberaron a ancianos y niños con la esperanza de que los británicos dejaran libre al resto de los habitantes. Pero los ingleses los dejaron morir de hambre y frio, a la vista de todos y en las puertas de la ciudad.

Después de varias negociaciones los ingleses rechazaron la oferta del alcalde de la ciudad que ofreció su vida a cambio de liberar a los habitantes. Los británicos rechazaron la oferta y exigieron más: los seis ciudadanos más notables deberían entregarse a sus tropas , vestidos solo con un camisón y atados con una soga al cuello cosa que hicieron para terminar ahorcados pese a la piedad solicitada por la reina Felipa. La salida de la ciudad de estos seis burgueses fue inmortalizada por Rodin en una célebre estatua que aún se conserva en el museo Rodin de Filadelfia. Se han realizado diversas copias de la misma que se encuentran en diversos lugares del mundo, entre ellas una de las más conocidas se encuentra en el Museo de Kunstmuseum de Basilea, Suiza. En ella se pueden ver diversas actitudes: los afligidos, los que animan a sus compañeros y los que mantienen su serenidad. El conjunto (ver fotografía) es un símbolo de lo que puede hacer un grupo humano por su ciudad aunque camina rumbo a una muerte segura. Héctor Aldo Valinotti havalinotti@hotmail.com


lo compone que nos deja conocer un poquito más de lo que más se ha escuchado en estos años en la Docta. Volumen 1 es, ante todo, una reunión ecléctica muy cuidada estéticamente, que tiene para todos los gustos. No conforme con haber guiado el norte musical de dos generaciones de melómanos, “Palo” Cáceres –dueño de la disquería- también quiso celebrar los 25 años de su local con la edición de este álbum apuntado a coleccionistas, gracias a una presentación muy cuidada que incluye información de todas las bandas participantes, además de un texto suyo y otro complementario y contextual a cargo de Raúl “Dirty” Ortiz. Son 18 canciones de artistas muy diversos, del rock valvular de Eruca Sativa al singularísmo synthpop de Tomates Asesinos, del folk sensible y cuidado de Bosques de Groenlandia al electrofunk hi fi del trío De La Rivera.

Celebrando los 25 años del rock en Córdoba La disquería cordobesa Lado B cumplió 25 años y lo festejó del mejor modo: celebrando la música local con un compilado de 18 canciones que reúne distintas bandas. En una edición de lujo, muy cuidada se reivindica la edición física de discos, que siempre representó la ideología de la disquería: apostar al rock, difundir la música de Córdoba y conservar la cultura del disco. Dentro del álbum encontramos información de cada banda que

Esa heterogeneidad en el sonido no dificulta la escucha, que fluye con sus diversos climas y resonancias, aun cuando convivan músicas tan distintas. Todos los tracks han pasado por una remasterización (vía Maya Estudio) que empareja algunas diferencias inevitables, pero no resigna las intenciones originales de ningún tema. Por supuesto, sería equivocado entender a Volumen 1 como un disco conceptual (en sentido de trabajos como The Wall o Fuerza Natural, por ejemplo), pero sí hay una intención por detrás, tanto en la elección de los grupos como en el orden de las canciones, para formar una especie de relato musical. Volumen 1 es, al fin, una forma más de hacer llegar una movida que cada vez tiene más visibilidad. Al mismo tiempo es una reivindicación del formato CD que, a veces pareciera diluirse en la era web. Pero, sobre todo, Volumen 1 es un puñado ecléctico de canciones divertidas, con muchos matices, armado de modo muy acertado y con originalidad.


TV-SERIES: Breaking Bad: “Yo soy el peligro” ambición, lujuria, codicia, dolor, miedo. Walter White es el hijo pródigo de ese combo, su monstruo más perfecto, el que más asusta por palpable. No hay capas ni calzas brillantes, pero la historia de Heisenberg es la del origen de un supervillano que bien podría haber enfrentado al Batman de Christopher Nolan y Christian Bale.

Todo empezó con Lost. Las series televisivas cada vez ganan más público. Y no exclusivamente a los jóvenes. Dr. House fue un ejemplo. En 2013, Breaking Bad fue uno de los programas de televisión por cable más vistos en los Estados Unidos. La saga está considerada como una de las mejores series televisivas de todos los tiempos. ¿Qué plantea esta serie? ¿El nacimiento de un villano? ¿La precuela oscura de una batalla entre el bien y el mal? ¿Una fábula distópica del sueño americano? Walter White, ese profesor de química que se pasó de antihéroe y terminó encarnando al mismísimo mal. “No estoy en peligro, yo soy el peligro.” Esa frase todavía hace delirar a los seguidores de Breaking Bad y marca el límite entre lo que era y lo que es, ese paso sin retorno hacia el lado oscuro. Volviéndose malo. Hoy el bien y el mal se convirtieron en cuestiones discutibles. El “¿qué haría yo en esa situación?” se responde con honestidad porque nadie juzga. Las motivaciones ya no se castigan, son las de todos los días; las sucias, las que definen:

Mientras la industria del cine se remite cada vez más a formulas repetidas, con sus franquicias multimillonarias y sus estructuras híper probadas, la tele corre cada vez más riesgos, renovando su narrativa con cada serie que sale y así tira un poco más de la cuerda. No importa si el protagonista no quiere al hijo, comete un crimen, engaña a la mujer o trafica drogas: si está bien escrito, el público acepta, cuestiona y empatiza, en menor o mayor medida. La ex caja boba se mete en el barro, exhibiendo motivaciones humanísimas en situaciones extremas. Walter White tiene miedo de morir, miedo de dejar a su familia en la ruina, miedo de haber pasado por la vida siendo el trapo de piso de todo el mundo, miedo de perder. Y el miedo, es el camino hacia el lado oscuro, ¿pero quién no lo sintió? La serie también nos interpela sobre si el fin justifica los medios. Algunos la han calificado de racista, porque los “malos” son todos latinos. Breaking Bad fue elegida la 2da mejor serie del siglo XXI. Stephen King calificó a Breaking Bad como la mejor serie de televisión de la historia. U.K.


CINE: La Gran Belleza: Una búsqueda por los caminos de Roma * * * * * EXCELENTE

Aquella Ciudad Eterna que brilla desde el corazón de la vieja Europa, aquella urbe que es la cuna del mundo occidental, aquella perla que emerge como un espacio de búsqueda intelectual, personal, espiritual y trascendental. Eso es Roma y configura el marco en el cual se despliega una historia que homenajea a la belleza misma. El director italiano Paolo Sorrentino nos ofrece una propuesta de una estética desbordante, asfixiante, ampulosa, delirante y mágica, que le ha valido el reconocimiento de la industria de Hollywood al premiarla con el Globo de Oro y el Oscar de la Academia en la categoría de Mejor Película de Habla no Inglesa, entre numerosos premios. Como una unión indisoluble, el director explicita las diversas perspectivas de una misma ciudad: la Roma imperial de la antigüedad, la Roma sagrada y pontificia, la Roma renacentista y antropocéntrica, y la Roma moderna y

cosmopolita. “Roma te hace perder mucho tiempo. Te desconcentra...”, “Roma me ha decepcionado”, son algunas de las frases que los personajes esbozan para hacerle referencia. Roma, responsable de tanta belleza y tragedia a la vez, constituye, para Jep Gambardella (Toni Servilo), un camino de búsqueda. Las secuencias iniciales plasman el mix con el que nos toparemos a lo largo de toda la cinta. Nos introducen en una mirada casi élfica de Roma, con sus fuentes rebosantes de agua clara y con coros angelicales de voces femeninas, que se entremezcla con una fiesta fastuosa en donde una famosa canción de Rafaela Carrá eleva y excita el espíritu de una clase social acomodada, desenfadada, intelectual y deprimida. Y Jep es quien acapara todas las miradas desde un primer instante: es su cumpleaños y una vedette italiana venida a menos pregona: “¡Felicidades Jep! ¡Felicidades Roma!”. Porque Jep es, definitivamente, Roma misma. Jep es un escritor exitoso y entrado en años que pasa su vida entre incisivas entrevistas a los más diversos personajes y los excesos de una vida nocturna activa y participativa. Pero tan sólo una pregunta constituye el disparador para que nuestro protagonista se replantee su propia vida: “¿Por qué no ha vuelto a escribir una novela?”. Habían transcurrido décadas de su aclamada y única obra, por lo que la búsqueda de una respuesta a ese interrogante lo hará transitar por todo el esplendor de Roma: sus edificios históricos, sus verdes y elegantes plazas, su arte tan variado, sus bellas mujeres, sus bares pintorescos, sus enloquecidas fiestas, su religión...


En ese camino de búsqueda, Jep no tan sólo recordará un antiguo y genuino amor, sino que también, cuestionará todo aquello que, por muchos años, le resultó cómodo y reconfortante. El hecho de salir de lo cotidiano y del terreno que le es propio para tratar de encontrarse con “aquella” respuesta apuntala diálogos de lo más atrapantes, incómodos jugosos, envolventes y plagados de líneas que, con el tiempo, se transformarán en frases célebres del cine. “... Así que en lugar de darnos clases de ética y mirarnos con antipatía deberías mirarnos con afecto. Estamos todos bajo el umbral de la desesperación. No tenemos más remedio que mirarnos a la cara, hacernos compañía, tomarnos el pelo...”, replica Jep frente a la crítica incisiva de una de las integrantes del selecto grupo intelectual que lo rodea. Y la respuesta, la causa de todo ese viaje por Roma, termina siendo la búsqueda de la belleza, esa belleza que puede hallarse en los más recónditos lugares; esa belleza que se recupera a través de una sencilla palabra o de alguna profunda memoria. Jep aspiró a encontrarla en la magnificencia y no pudo. Pero a través del camino que transitó, descubre esa belleza en sus propias raíces, aquellas que nunca debió olvidar. Y eso es un nuevo comenzar para Jep; es el comienzo de la nueva novela que escribirá. Definitivamente, la belleza fue hallada. “La Grande Bellezza” es, sin lugar a dudas, un gran recorrido que el espectador transita y contempla junto al protagonista. Con una fotografía más que maravillosa, una increíble sucesión de planos que retrata los lugares más bellos de la capital italiana y una música correcta que alterna lo cásico, lo retro y lo electro, la película apela a un esquema

artístico impecable que sirve de hilo conductor para una historia que nos ofrece la posibilidad de repensar el concepto de belleza y de dotarlo de significado. Es una cinta que se disfruta de comienzo a fin, que deleita, que eleva, que produce paz. Es decir, que nos introduce en una Gran Belleza para no soltarla más.

Crítica de Leonardo Arce –Cinélico blog


CINE: Bárbara: Retrato de un tiempo difícil * * * * MUY BUENA El cine europeo tiene ese “que se yo”. Goza de una particular forma de desarrollar historias, de modos intimistas de abordaje y de actuaciones poderosas y sinceras. “Bárbara” es un nuevo exponente que logra cocinar en su justa medida esas tres variables. El director y guionista Christian Petzold, ganador del Oso de Plata como Mejor Director en el último Festival de Cine de Berlín, nos regala una serie de pinceladas de un tiempo pasado: la Guerra Fría y el comunismo, la cortina de hierro y la Alemania dividida en dos tras la Segunda Guerra Mundial. En este marco referencial témporo-espacial, emana el personaje de Bárbara, la protagonista de esta historia. La trama se ubica a finales de la década de 1970. Bárbara (Nina Hoss) es una enigmática doctora que estuvo presa en Berlín Occidental y que, tras ser liberada, es reubicada en una provincia alemana oriental para prestar servicios en el hospital de un desolado pueblo. La protagonista comienza a trabajar de manera dedicada, peleando con sus propios miedos, sometida a constantes requisas por parte de la policía y ocupándose de una joven embarazada prisionera y de un joven que intentó suicidarse. La adaptación a este nuevo lugar se ve facilitada por la ayuda de André (Ronald Zehrfeld), jefe de médicos del hospital, con quien va forjando un fuerte lazo aun cuando ella mantiene una relación sentimental con otro. El dilema que se le plantea a Bárbara transcurre entre la libertad que le promete su novio (quien planea una huida de Alemania) y las


posibilidades de crecimiento profesional que le ofrece su jefe. Es aquí en donde la médica debe decidir su futuro. Con un guión muy bien construido, que plantea una trama principal de la que se desprenden dos secundarias, la historia se va expandiendo de manera lenta y pausada, sin que ello desmerezca su potencialidad y belleza. Las sub-tramas realzan, por momentos, aspectos psicológicos de la protagonista que busca reprimir u ocultar: su humildad, compromiso y ternura. Por ello, estas vetas en la historia principal son hebras jugosas y muy bien utilizadas, que le dan la forma final a la madeja. Hay algo para resaltar. Son pocos los guiones que permiten que los “huecos” que presentan puedan ser tapados por el propio espectador, a través de unos pocos datos. Ese interesante juego de “libre interpretación” es el que esta película propone si se pretende descubrir el oculto pasado de la protagonista, cuya construcción estuvo a cargo de la premiada actriz Nina Hoss, quien supo rodear a Bárbara de un halo de misterio, dureza, miedo y arrogancia, todos elementos entremezclados a la perfección. De allí la denominación de esta película, pues Bárbara es el centro y el norte hacia donde se dirige la trama. Una historia fortalecida y muy bien apuntalada por sólidas actuaciones, que pretende reflejar la sociedad y la política alemana en los años previos a la caída del Muro de Berlín. Una historia sostenida por muy buenos recursos técnicos, entre los que se destaca la excelente fotografía que se encargó de presentar la desolación del lugar donde transcurre la trama. Una historia que cierra de principio a fin, sin fisuras algunas que impidan pasar un momento de buen cine. Del buen cine que tanta falta hace. Crítica realizada por Leonardo Arce



DOSSIER: Cuba desde adentro y desde afuera Por Alfredo Gómez Alonso Como Abraxas, el dios bifronte, dos miradas sobre Cuba. Una desde adentro, otra desde afuera, desde Argentina, una mirada latinoamericana a 15 años de distancia. Fidel Castro nos decía, eternamente, en cada comparecencia televisiva, en cada discurso, que el imperialismo norteamericano padecía la hipertrofia de su propia prepotencia, ejerciendo una dictadura mundial sobre la base de un poderío militar sin paralelo en la escabrosa y larga historia del mundo. Continuamente nos precavía sobre su penetración cultural, su hipnótica injerencia con plataforma en las estrellas de Hollywood, algunos ídolos de la música pop, y el intocable american way of life visible en cualquier película clase B, con su insultante despilfarro de autos, casas palaciegas y una particular clase de gente con trabajos muy bien remunerados y hablando el mismo idioma sensiblero, hipócrita y superficial. En su conocido libro “Tiempo Nublado”, el mejicano Octavio Paz afirmaba que los norteamericanos vivían fuera de la historia, como si todo acontecimiento o lugar fuera de su territorio pertenecieran a una suerte de limbo geográfico y cultural, existentes sólo de manera tangencial. Cuba es un pequeño país a 151 km. de Norteamérica. Desde 1902 perteneció veladamente a Estados Unidos, que quitaba y ponía gobiernos títeres a su antojo, patrón éste que se repitió, calcado, en toda Latinoamérica a lo largo del siglo XX. Durante éste período la isla fue rica en prostíbulos, casas de juego y lavado de dinero. El peso cubano llegó a estar por encima del dólar, y había gente que desayunaba en Miami. Pero también había discriminación hacia el negro, 85 % de la población pobre, monocultivo acompañado de “tiempo muerto” (en el que no hay cosecha), que dejaba en el abandono al campesino, ya privado de enseñanza escolar, corriente eléctrica, condiciones mínimas de salubridad, atención médica y derechos sociales. Las empresas privadas, nacionales y norteamericanas, cubrían el mercado interno de las clases media y alta. El resto vivía de migajas, de trabajos precarios e inseguros, en la marginalidad indigente, en la ignorancia desamparada. Los negros sólo tenían derecho al asiento trasero del colectivo. Todo esto terminó en 1959 con el triunfo de la Revolución, proclamada socialista pocos años después: -¡Se viene el comunismo! ¡Este hombre está loco!- decía la gente, extremadamente inquieta. Esto puede explicarse. Los cambios sociales son conmocionantes para el ciudadano medio, porque los códigos y valores con que vivía son ahora diferentes, el clima sociológico es otro, y si se trata de una revolución como la cubana, el cambio es visceral, comprometiendo toda la estructura sociopolítica y económica y convirtiéndose en un verdadero trauma para la ciudadanía en su conjunto. Fueron cuestionados la simbología publicitaria imperante, el contenido tendencioso y manipulado del discurso político colonialista, e incluso las tradiciones. La organización clasista de la sociedad es cuidadosamente desmontada. Ahora todos somos iguales, y para la gente común, el mundo va a periclitar. Nada volverá a ser como antes.


Todos estábamos desorientados: los ricos emigraban en masa hacia Estados Unidos; libreta de racionamiento para ropa y comida; canje por un nuevo tipo de dinero con tope de 400 pesos (muchos, como mi familia paterna, perdieron fortunas); confiscación de todas las propiedades a los ricos (mi abuelo incluido); nacionalización de todos los recursos naturales y estratégicos del país; establecimiento de un puesto de vigilancia en cada cuadra y en todo el país (Comité de Defensa de la Revolución-CDR, por sus siglas); implantación de la Juventud Comunista en todas las escuelas y del Partido Comunista en todos los centros de trabajo; planificación quinquenal de la economía; abolición de la televisión privada y sólo dos canales del Estado; “Cortina de Hierro”: nadie más puede salir del país; llega la invasión a Playa Girón en 1961; la crisis de los misiles en 1962; Estados Unidos interrumpe el suministro de piezas de repuesto a Cuba, y comienza el bloqueo económico. Pero todo en Cuba era de tecnología norteamericana: los autos, los tractores, grúas, camiones, industrias, teléfonos, refinerías petrolíferas. Todo comienza a romperse y no hay recambios. Las fábricas paran, las cosechas truncan, los autos y camiones no arrancan, el combustible falta y las calles están desiertas. -¡Esto se viene abajo!- dicen por ahí. Nos sentíamos acosados, asustados, vigilados. No se puede hablar, no vemos nuevos horizontes, hay poca comida y siempre la misma; ante éste tembladeral vivimos con temor y nadie sabe qué va a pasar. En ese preciso momento histórico aparecen los soviéticos y el bloque de los países socialistas: trueque y comercialización igualitaria, precios inamovibles (sin los altibajos del mercado capitalista), gestos de solidaridad, intercambios culturales. Los problemas del país se resuelven parcialmente, pero seguimos ahogados con una policía que pide continuamente el documento de identidad; si llevas pelo largo y bigote o barba quedas detenido. Aquellos que no comulgan con la Revolución son expulsados de las universidades, los homosexuales pierden sus trabajos. La atmósfera se torna asfixiante, pero en la década de 1970 el socialismo en Cuba no solo sigue en pie, sino que se declara la Ofensiva Revolucionaria, lo que significó una importante profundización del modelo político. Desde el Partido Comunista nos reiteran, día por día, que “el mundo moderno está en descomposición. Predominan el egoísmo, el neocolonialismo, el despotismo imperial de Europa occidental y Estados Unidos; se habla de libertad y democracia pero sólo en la medida conveniente a los intereses económicos y militares de las potencias industrializadas. Esta hipocresía, sostenida en los discursos y rubricada en tratados falsamente humanitarios de diverso tipo, revela un fuerte divorcio entre las palabras y los hechos. Se miente deportivamente sobre la indigente realidad subdesarrollada de Latinoamérica y los países africanos, mientras emborrachan a la población internacional con propaganda vacía de contenido”. En efecto, “el consumo es rey”. Pero los cubanos no creemos en el mensaje. No puede ser cierta ésta lectura catastrofista del mundo en que tanto insisten las autoridades políticas del país. Los cubanos estamos hartos de tantas privaciones, y una gran cantidad de gente está deseosa de ver las luces de ese capitalismo lejano, que no podemos tocar, que nos está vedado. Queremos autos nuevos, electrodomésticos, computadoras y libertad de expresión. A fuerza de tenerlos cotidianamente, no advertimos ya que ostentamos el mejor servicio de salud del mundo y una de las mejores universidades a nivel global, todo ello gratis. El líder de la Revolución cita en varios discursos las sabias palabras de José Martí: “Ser cultos para ser libres”. Todos somos obligados a estudiar y, la campaña de erradicación del


analfabetismo es seguida, años después, con la imposición del nivel primario a todos los ciudadanos. Luego, todo cubano debía cursar el secundario. Y así fue. “Vamos todos a estudiar en la universidad -dijo Fidel con posterioridad-. Cada cubano debe tener una carrera y título universitario. El país no lo necesita, pero lo que sí necesita el país es un pueblo con herramientas para comprender la realidad, un pueblo educado, un pueblo que piense”. Por primera vez en la historia del mundo, toda la población de un país estaría constituida por profesionales universitarios. Sin embargo, éste propósito, ésta inédita y hermosa posibilidad de ver a cada cubano convertido en un profesional universitario, no pudo cumplirse finalmente. ¿Por qué? A finales de la década de 1980 y comienzos de 1990, se proclaman la Perestroika y el Glasnost soviéticos. Mijail Gorbachov promovió reformas que resultaron en un demoledor efecto dominó para los gobiernos de Europa del este. Cayeron, uno tras otro, Bulgaria, Hungría, Rumanía, República Democrática Alemana, Polonia, Checoslovaquia y la propia Unión Soviética; Cuba se fue al abismo nuevamente, quedando sola por segunda vez. No había repuestos para los autos checos, los ómnibus húngaros, los tractores búlgaros, la electrotecnia alemana, para los camiones, fábricas, televisores y electrodomésticos rusos. No había combustible y las calles volvieron a quedar desiertas. A esto se le llamo la “Opción Cero” y, a pesar de que muchos tenían víveres acaparados, todos nos pusimos flacos y las carencias llegaron a extremos nunca antes vistos en el período revolucionario. Los cubanos tardamos mucho en comprender que Fidel Castro era un revolucionario de pura estirpe. En cualquier parte del mundo en que se desarrollara una lucha contra las hegemonías europea y norteamericana, habría soldados, dinero, armas, médicos y asesoría cubanos. Más de 80,000 hombres pasaron por Angola, Etiopía, Zimbawe, Namibia. Se ayudó a los vietnamitas en la difícil reconstrucción de su país, a los Sandinistas en Nicaragua, a los Tupamaros del Uruguay, a los guerrilleros en El Salvador, Colombia y otros países de Latinoamérica, y se cuentan por centenares de miles los africanos y latinoamericanos sin recursos que estudiaron carreras universitarias en la isla sin tener que pagar un solo centavo. No había dudas: Cuba se convirtió en una cantera de profesionales y soldados misioneros que liberarían al mundo de los tradicionales imperios capitalistas. El Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica llamó a esto: “exportar revoluciones”. Salí de la isla por primera vez en 1996 y caer de repente en Barcelona fue una experiencia urticante. La impresión me provocó una intoxicación nerviosa. Kioscos con miles de revistas y globos de color, libros, mapas, CDs de música, láminas artísticas, decenas de periódicos. Miles de turistas aprovechando el aún cálido septiembre, autos de alta gama, la arquitectura de Gaudí, los cuadros de Miró, la fundación Antoni Tapies, el Montjuic y su casa de Mies Van der Rohe, la Sagrada Familia, las ramblas, el Corte Inglés y sobre todo, el Mercado de la Boquería, con sus costillares vacunos colgando del techo, las mesas repletas de carnes y embutidos, los frutos secos, las almendras, nueces y avellanas. ¿Qué cubano podía creer que estas cosas existían? ¡Desde luego que me puse nervioso! Impartí 10 conferencias: $4000 dólares de rédito. Fui tratado como un catalán más. Luego, Madrid y la Quinta Mostra de cine de Valencia, donde conocí a Michael Kamen, director de la Orquesta Sinfónica de San Francisco en el concierto del grupo rockero Metallica, en el llamado Disco Negro. También a un conocido compositor que trabajó con Jean Luc Goddard y otros importantes directores del cine francés.



Mi intoxicación no cedía. A 37 años de revolución estaba presenciando, por primera vez, la evolución del mundo exterior. A esas alturas, los Beatles se habían disuelto y habían muerto Janis Joplin, Jimmi Hendrix, Olivier Messiaen, Igor Stravinsky, Joan Miró y Picasso; el Hombre había ido a la luna, las computadoras eran ya de uso doméstico y estaba en libertad Nelson Mandela. Había pasado la época de las bandas que dieron origen al rock, el estreno de El Padrino y Koyaanisqatsi, la primera exposición minimalista en Inglaterra y la revolución de Mayo del 68. El mundo se había movido bastante. Pero, todo esto, ¿era tan malo como decía Fidel Castro? En 1997 aterricé en Argentina. Otra vez las luces del capitalismo y, dicen de Buenos Aires, “el París de América Latina”. Todos son italianos, españoles, alemanes, algo que me explican continuamente. Esto debe quedar bien claro, no vaya a ser que alguien los considere sureños, indios, gente inferior. Toman mate, comen bifes, hablan castellano y se enriquecen en Argentina, pero afirman que, en realidad, son europeos. Italia, la madre patria. Sin embargo, comienzan a saltar las contradicciones, y cuando se vive mucho tiempo en Argentina, esas discordancias saltan a la vista, en ocasiones escandalosamente. Muchos viajan a Italia con la ilusión de la Fontana de Trevi o el puente Rialto de Venecia, pero allí no son precisamente reconocidos como locales. Entonces regresan a la Argentina con la cabeza gacha y una especie de zozobra timorata, a la que llaman “crisis de identidad”. Este síndrome les permite no jugarse el alma por Italia ni por la Argentina, por lo que resulta verdaderamente chocante su insistente preocupación por exhibir la buena cuna europea. La gente es amable y solidaria y muchos hablan del Che Guevara, de Fidel Castro, de la Revolución, y quieren a Cuba en distintos grados. Otros gustan de reconocer el papel inspirador de la Revolución en la actual inclinación nacionalista de los gobiernos suramericanos: Evo Morales, Rafael Correa, Hugo Chávez, Néstor Kirchner-Cristina Fernández, Fernando Lugo, Gabriel Zelaya, etc. Pero con el paso de los años se comienza a descubrir el trasfondo real de América Latina. Para sorpresa mía, aquí no hay capitalismo, sino sólo libre empresa. El capitalismo que conocemos históricamente implica acumulación de capital, proteccionismo, desarrollo industrial a gran escala, poseer colonias y un nacionalismo feroz, y eso sucede únicamente en Francia, Inglaterra, Holanda, Bélgica, Estados Unidos. Una cosa es el capitalismo desde el punto de vista del colonizador, y otra muy distinta, desde el punto de vista del colonizado: aquí no se observa nacionalismo alguno ni acumulación de capital, sino una extravagante añoranza por Europa, robo de capital, extorsión cíclica, desnacionalización de los recursos estratégicos, desfalco del erario público y los bienes del estado. La industria nacional fue destruida por las grandes potencias económicas y las empresas locales que las representan para poder llenar el mercado local con sus productos, ejecutando así un descarado colonialismo económico. Los gobiernos y parlamentos, que funcionan como figuras decorativas, ceden amablemente toda la riqueza de su propio país votando leyes transnacionalizadas, nutriéndose así de gruesos sobornos, esquema éste que se repite en cada país de la región. Los argentinos, mayoritariamente, llaman a tal estado de cosas: “vivir en libertad”, o “sociedad democrática”, en oposición al socialismo cubano, que aparece como una “dictadura”, como un modelo social “represor”.


Pero el colonialismo se perpetúa también en otras formas: los medios masivos emiten de continuo el mensaje del dinero interesado y el consumo, relegando los valores de tradición humanística como la lectura, el estudio, la profundidad del pensar. El dinero es necesario, pero aquí ha desplazado al Hombre del centro de la filosofía, ha suplantado al Hombre que, no obstante, creó la filosofía y creó el dinero. Eres en la medida que tienes y, en muchos casos te tratan según ese código. Los medios de transmisión -y no de comunicación- también promueven el entretenimiento superficial de sesgo histérico y gritón, repitiendo con fuerza de estribillo la imagen del argentino que es todo emoción, todo pasión, del argentino que no piensa. Para este fin es perfecto el fútbol: si no se es impulsivo y desaforado, se puede recibir la despreciativa calificación de “pecho frío”. Si se es estudioso, reflexivo y con argumentos de peso, se corre el riesgo de ser considerado “prepotente” o “agrandado”. “Se cree que lo sabe todo”, dicen algunos, intentando así ocultar celosamente un déficit de instrucción generado desde una educación vaciada de contenidos, de claro origen colonialista. Desde luego, en éste aspecto, como en casi todos, se advierte la histórica y persistente aculturación a que ha sido sometida América Latina por siglos. La cuidadosa labor desarrollada por las potencias imperiales y la pandilla de testaferros latinoamericanos con la que trabajan articulados, escamotean el conocimiento, el aprendizaje, los libros y el pensar a la población en todo el trayecto que abarca desde el hogar y la enseñanza primaria, hasta la universidad. Es notable que, para pensarnos como latinoamericanos y resolver los problemas latinoamericanos, aquí se estudia a Michel Foucault o Umberto Eco, entre otros europeos, mientras en los programas de estudio brillan por su ausencia Haroldo de Campos, Mario de Andrade, Leonardo Acosta, Alfonso Reyes, Roque Dalton y el resto de nuestros pensadores. Esta situación educacional forma parte de un engranaje en el que se hallan implicados los Medios de Transmisión (TV, prensa plana, radio, INTERNET), el ejercicio ambivalente de la Justicia y sus estamentos, la Iglesia con centro en el Vaticano, gran parte de la clase política, empresas y corporaciones, los sectores educativos y, en ocasiones que constituyen verdaderas páginas negras de la historia regional, las policías y ejércitos nacionales. Prácticamente cada institución de nuestro continente colonizado, vela para que no se disponga de herramientas de análisis, de instrucción filosófica superadora; trabaja para que los Latinoamericanos no piensen. Por consiguiente, no se comprende la idea del Hombre como transformador de la realidad y, en gran medida, se percibe que la realidad no cambia por esa incomprensión del propio Hombre. Todo será si está escrito en el destino, si tenemos suerte o si Dios quiere, y no se analiza ni soluciona el problema estructural que permite al estado evadir sus responsabilidades como órgano rector de la comunidad. De hecho, se impide el fortalecimiento del Estado, porque un Estado fuerte actuaría en desmedro del poder de las transnacionales, que son quienes ejercen el gobierno en los hechos, usurpando así funciones políticas y sociales que no les corresponden. El ejercicio intelectivo que caracteriza al pensamiento lógico, frecuentemente no se observa y las discusiones se tornan infinitas, ambivalentes y no se arriba a conclusión alguna. No hay un proceso de síntesis en el pensamiento y, por lo tanto, es harto difícil actuar sobre la realidad para cambiarla, lo que explica que la mayoría exhiba un temor irracional a las afirmaciones, aún disponiendo de sobrados elementos de juicio. Se corre el riesgo de tener razón en alguna cosa y ser por ello calificado de ¡fascista! La ambivalencia y el


uso de la parábola en el hablar son también, por lo tanto, resabios del colonialismo, a lo que se añade el remate encarnado por la dictadura sanguinaria sufrida por los argentinos de 1976 a 1983: ya no se habla con miedo, pero queda su reflejo. Viviendo en Argentina, recuerdo con frecuencia la película cubana “Memorias del Subdesarrollo” del gran realizador Tomás Gutiérrez Alea, en la que se define al Ser subdesarrollado como disperso, inconexo, olvidadizo. Es un ser que vive al día, según el desarrollo de los acontecimientos, y que con frecuencia no tiene un plan de vida seguro o, incluso, una finalidad clara que confiera sentido a su existencia. Pero se descubre también que, ésta inconsistencia psicológica y cultural se halla estrechamente vinculada al devenir histórico de los países del área. No se sabe aquí si el dinero será devaluado 100 veces en el próximo gobierno, si serán vaciadas las arcas del Estado o si perderás el empleo sin posible apelación. El ciudadano común no puede asir la realidad ni transformarla, o sea, no puede ejercer el pensamiento lógico sobre sus elementos, ya que esa transformación escapa de su radio de acción como ente social. Se encuentra inhabilitado, y sólo puede observar con perplejidad cómo el futuro de sus hijos se escurre por un extraño punto de fuga cuya ubicación nunca logra descubrir, porque carece de las herramientas para ello. Los Estamentos de la Justicia constituyen un punto neurálgico y padecen un mal que podríamos calificar como contradictio in adjecto: se trata de una idea contradictoria desde su propio enunciado y que constituye una oscura distorsión vinculada con la filosofía del Derecho. La Ley está repleta de acápites y cláusulas, confiriéndole una peligrosa flexibilidad. Normalmente, la Ley siempre se presta a la interpretación, pero aquí esa interpretación es totalmente amañada, tergiversada, porque el jurista, valiéndose de la catarata de cláusulas y acápites parasitarios, de esa flexibilidad estamentada, puede hacer extensible la Ley hasta el punto de llegar afirmar lo diametralmente opuesto a la propia letra de la Ley. El jurista está ante la posibilidad de delinquir… legalmente, y, tratándose ya de un sistema en sí mismo distorsivo, el resto de la autoridad leguleya refrenda ese tipo de interpretación, con el claro beneficio de las clases política y empresarial con las que el sector legal trabaja en contubernio. Se añade que, en muchos casos la justicia es rentada. Si se roba un televisor, 5 años de cárcel, pero si se comete una estafa por 10 millones de dólares, el indulto es seguro. “Esto siempre ha sido así”, dicen muchos ciudadanos acá, de modo que la sociedad anestesiada lo sabe, pero calla, mientras quienes detentan el poder omnímodo campean a su antojo en una realidad hecha a su medida. No obstante, a ese estado de cosas continúan denominándolo “libertad”, o “sociedad democrática”. Éste es el modo en que todo el que ejerce el poder intenta esconder sus delitos, habitualmente supernumerarios y con frecuencia multimillonarios. Este conjunto de cosas explica someramente el hecho de que, varias leyes impuestas por los actuales presidentes nacionalistas sean consideradas dictatoriales por los sectores del poder tradicional. Nuestras leyes desdibujadas y peligrosamente inexactas o, incluso, inexistentes, coadyuvan a un clima confuso e indefinido donde todo vale y sobrevive el más astuto, el más fuerte. Aquí hay que hacerse respetar, así sea a los puñetazos; no se supone el respeto al otro como la ley primera de la civilización. El conocido juez español, Baltazar Garzón ha dicho: “donde no hay ley ni orden, no hay la civilización”. Y en efecto, las leyes estatuidas por el tradicional poder colonialista están creadas, visiblemente, para establecer una sociedad de códigos borrosos y legislaciones que se violan a sí mismas. Están especialmente redactadas para perpetuar la incivilización y el subdesarrollo.


Es difícil aceptar esto para quien no nació aquí. Hasta que se comprenda el por qué del problema y se tomen decisiones en consecuencia, pasará mucho tiempo y, hasta tanto, se padecerá el subdesarrollo estructural. Muchos creen que el alto desarrollo, el primer mundo, consiste en poseer mucho dinero y aparatos de alta tecnología. Es la clásica reflexión que hacemos desde el subdesarrollo, sin advertir que el primer mundo es una manera particular de entender el mundo y nuestro lugar en él; es un modo de interpretar la realidad, para nosotros desconocido. El primer mundo se distingue por la disciplina social, el respeto al trabajo, la conciencia cívica y un patriotismo chovinista. También por un profundo respeto de sí mismo y por el país que se representa. En éste sentido, es preciso afirmar que mientras los latinoamericanos no nos respetemos a nosotros mismos, nadie nos va a respetar. La ley como letra muerta, sociedad e individuos inconexos, olvidadizos, de lógica reducida al absurdo, estamentos sociales desdibujados y una iglesia vaticana anticristiana y golpista. Eso encontré en América Latina. A mi llegada, conciertos, conferencias, programas de radio y clases por todas partes. Pero gradualmente mi calidad de extranjero me juega una mala pasada. Raro en un país construido por extranjeros, pero mis papeles de la Universidad de La Habana no han servido de nada y en Cuba no logré encontrar los antiguos contenidos de mi carrera –aquí llamados “analíticos”-. Se añade que la isla no tiene ciertos convenios educacionales con Argentina, aquí requeridos. En un comienzo vengo a la Argentina para no vivir en la angustiosa atmósfera cubana, con su cariz de trinchera antiimperialista, justo, pero agobiante después de 50 años. Ahora estoy aquí para ayudar en lo que haga falta, para enseñar lo que he estudiado por tantos años. Discuto acaloradamente, enseño, leo, estudio, participo políticamente mientras mis amigos prácticamente me sostienen o vivo en el albergue municipal de los indigentes. He aprendido a querer a éste país y a su gente, por lo que declaro que, éstas líneas, de ningún modo constituyen la crítica de un advenedizo engreído, de un extranjero sabelotodo. Por el contrario, son palabras escritas con amor, hacia la Argentina y hacia toda Latinoamérica. Esto duele, lacera, y me siento estupefacto al comprobar que, todo lo que los políticos cubanos nos contaron desde nuestras tribunas militantes sobre América Latina y sobre el colonialismo, es cierto. Ya hemos visto que el asunto de Cuba no es en blanco y negro y que hay mucho de qué hablar. Es cierto -amargo es reconocerlo-, que la Revolución cubana ha padecido contradicciones, desaciertos, francos errores, y también con las libertades individuales. Sí, la Revolución ha padecido todo esto. Pero el mundo actual es muy complejo y, aún admitiendo que en Cuba haya muchos y muy diversos problemas -que algunos señalan como rasgos de dictadura-, sería recomendable poner a la isla en el contexto mundial y preguntarse: qué sistema resulta más polémico, ¿el sistema comunista cubano, o la dictadura homicida de los Estados Unidos con respecto al mundo entero?

Alfredo Gómez Alonso


“El marginal me llaman”: resistencias y estrategias discursivas en torno a la representación de la marginalidad en las literaturas cordobesas (Primera Parte) Artículo publicado en "El pueblo en la trama". Compiladores: Pablo Heredia y Domingo Ighina. Editorial Babel. 2013. Cba.

Por Mariana Celeste Valle

En este capítulo abordaremos algunos aspectos de la representación de lo popular vinculado a “lo marginal”, particularmente en el campo de significación de la ciudad de Córdoba. A través de la obra de Horacio Sotelo y de las letras de cuarteto de Carlos “La Mona” Jiménez, abordaremos las tensiones que circulan en torno a la representación de dicha marginalidad, sus resistencias, “estrategias” y retóricas discursivas particulares. La configuración “marginalidad” implica, en un primer momento, una relación sociológica con la pobreza. Como punto de partida, referimos una aproximación de Nicolás Rosa, quien sostiene que

“discursivamente la pobreza es denotativa”: “La palabra pobre como palabra del diccionario, nos lleva a postularla como producto de una sintaxis de una disminución, en tanto es impredicable y puramente denotativa, no permite una extensión semántica como producto de una sintaxis excesiva, sino una pobre ejercida sobre la sinonimia absoluta. La relación entre pobre y los aumentativos muy pobre, pobrísimo, paupérrimo solo se define en la pobreza del diccionario.” (ROSA, 1997: 115) El argumento “escribir la pobreza es un imposible” (114), pues “es un elemento que rechaza la retórica, no puede haber un relato de ella y, si lo hay, resulta ser una idealización ennoblecida de la miseria” (117 y 118), implicaría que su escritura se propondría como un despojamiento de la lujuria del lenguaje que inaugura la austeridad, la narración dura, rígida, rigurosa siempre en lucha contra la riqueza barroca; esta visión proveniente del miserabilismo, como posibilidad de intentar aludir un imposible, augura su tesis fundamental: la pobreza es “irrepresentable e inenarrable”. (117) Retomando las premisas de Rosa, sostenemos en cambio que es posible representar la marginalidad a través de una serie de retóricas discursivas, las cuales pueden ser analizadas en la singularidad de los significados de la “cultura marginal” y en función de las operaciones discursivas en las que se circunscriben. Las operaciones discursivas son aquellas “tendientes a buscar la aprobación de lo dicho en los espacios legitimantes (público consumidor, pares, sectores influenciables de la política, academia, etc.) y a producir en la sociedad donde inscribe el discurso el impacto deseado. Recordemos que las estrategias son procedimientos locucionarios o paraverbales espontáneos o calculados- mediante los cuales el enunciador organiza


y modeliza la enunciación y los enunciados, con el objetivo de generar o potenciar la fuerza ilocucionaria, tendiendo a producir determinado efecto perlocucionario.” (VERDUGO, 1994: 130) Caso 1: El “escritor del hambre” y sus estrategias. Horacio Sotelo se inició como escritor en la cárcel (su trayecto carcelario abarcó las prisiones de La Plata, Villa Devoto, Caseros, Olmos y La Pampa). Se desprende de este dato, desarrollado en sus textos, que ha sufrido “en carne propia” los padecimientos de un preso, de allí el valor de su testimonio autobiográfico al hablar de la marginalidad. Según Castelnuovo, uno de los principales referentes de los escritores del grupo Boedo, “la imaginación de un artista hambriento es totalmente opuesta a la imaginación de un artista satisfecho, merced a que el pensamiento sigue las fluctuaciones del cuerpo como la llama de una lámpara sigue las alternativas del combustible que la alimenta.” (CASTELNUOVO: 1977: 85) Es decir, debemos distinguir entre aquel “escritor de la pobreza que escribe desde su lugar de élite o de pequeño burgués ilustrado” y el del verdadero “escritor del hambre” que sufre el mismo contexto al cual se refiere en sus textos: “Los campesinos que pinta el escritor ruso [se refiere a Tolstoi] en sus novelas no son realmente lo que fueron en la realidad, sino como él los elaboró con sus ideas señoriales en la mesa de redacción de su escrutinio. Si un artista campesino hubiese pintado a su clase, seguramente que habría procedido de modo contrapuesto. O hubiera arribado de fijo a conclusiones diametralmente antagónicas […] Una cosa es derramar sudor y sangre sobre un surco y otra cosa muy distinta es hacer anotaciones en una libreta alrededor de la poesía que entraña semejante hemorragia […] Por manera que si no cumple con su cometido, la posteridad se lo echará en cara, siempre que no lo borre del mapa.” (20) Más allá de estas elucubraciones polémicas, recuperamos de sus postulados aquella escisión entre los “escritores de la pobreza” y los “burgueses”, la cual nos sirve para reflexionar sobre los modos por los que circula la literatura en un medio

marginal. Como Silvio Astier que hurtaba libros , lo mismo ponen en escena los “escritores del hambre”, como Sotelo, quien accede a ellos a hurtadillas buscando entre los únicos ejemplares de una biblioteca muy poco selectiva y armada por lo que el resto de los presidiarios abandonó: “Creo que las bibliotecas de las cárceles son las mejores del país. Porque los presos que salen dejan los libros, hay una cantidad de libros impresionantes, ¡hay cada libro ahí! Mirá que hasta el Corán leí ahí y otros libros sagrados de la India, porque hay muchos libros.” (SOTELO, 2005: 61) En el poema “Cucarachas”, por ejemplo, se percibe la profanación del libro burgués que convive entre las alimañas de una fría celda: “Orinó/ La cucaracha escapó/ Bicho de mierda/ Se metió bajo la cama/ La corrió/ Ahí estaba/ En un rincón/ Quieta y tensa/ Esperando un movimiento/ Del gigante que la amenazaba [….]/ Rincones y botas/ Peligros y trampas/ Cucarachas cercadas/ Bajó el pie empujo la cama/ Dios/ Le molestaba ese ruido/ Le molestaba/ Se dio vuelta/ El libro/ Sobre la pequeña mesada/ Bestiario/ Julio Cortázar/ Lo arrojó con los otros/ En la caja.” (SOTELO, 2003: 4748) Y con respecto al acto de la escritura, en “Los versos del ladrón”, Sotelo alerta lo que es escribir a la par de la experiencia sufrida -y no desde el lugar selecto del escritor burgués (como distinguía Castelnuovo)-, desde donde surge la imaginación del “artista hambriento” al unísono con las circunstancias vividas: “Años setenta/ Cárcel de Olmos/ Quinto piso/ Celdas de Medidas de Seguridad/ Oscuras y frías/ En una de ellas/ Un ladrón escribía y escribía/ Ya no bajaba a recreo/ Casi no hablaba/ Solo contaba los días/ Y escribía./ Los demás se preguntaban/ Qué le pasa al Cabezón/ Dónde se ha visto un ladrón/ Escribiendo poesías./ Cuando le preguntaban/ Él, simplemente respondía/ Porque estos versos/ Me están salvando la vida.” (SOTELO, 2005: 61) El “escritor-ladrón” construye entonces una estrategia discursiva para narrar autobiográficamente el mundo de la pobreza-margen desde la configuración de un lugar semánticamente correlativo, pues


identifica una pertenencia a él. Por otro lado, la figura del “escritorladrón” se propone como una estrategia para ubicarlo al lector, despojándolo de los impedimentos de su cultura burguesa, en los verdaderos confines emocionantes de la marginalidad por donde él circuló. Como “escritor de la pobreza” es necesario asimismo distinguir los públicos prefigurados en los textos, no solo como lectores instituidos como tales sino también como receptores de consumo, en tanto estás prefigurados directamente. En esta misma línea de Sotelo, Castelnuovo sostenía que “No se consume un producto determinado porque se lo cultive. Al revés. Se lo cultiva porque se lo consume. Y se lo produce y se lo consume porque ello cubre y llena una necesidad.” (CASTELNUOVO, 1977: 26) De este modo, Sotelo interpela a un público burgués, o pequeño burgués, para concientizarlo acerca del problema de la marginalidad (recordemos que el autor es colaborador de La Luciérnaga desde el año 2005). En el poema “Los habitantes del abismo” alega: “Semáforo rojo/ Detenés el coche/ Y no notás/ Lo que el asfalto salpica/ Cuando las ruedas frenan./ Criaturas irreales/ Saltan de la vereda,/ En sus manos/ Un secador, golosinas,/ La “Luciérnaga”,/ Lo que tienen en la mano,/ Es el último eslabón,/ La única posibilidad de no caer/ Y a ella se aferran […]/ No, no te culpo/ Defendé tu realidad,/ Tenés derecho a ella,/ Trabajaste toda tu vida,/ Formaste una familia,/ Pagás impuestos, votás,/ No sos culpable de la pobreza,/ La corrupción, la delincuencia/ Las culpas siempre son ajenas/ Y qué distantes/ y seguros nos sentimos/ Protegidos por la coraza de la indiferencia.” (SOTELO, 2004: 136-137) Los poemas interpelan a una segunda persona con la que el lector en un primer momento podrá sentirse identificado (un consumidor pequeño burgués de la revista) , para que en un segundo momento aparezca la instancia de la proyección. Lo que se le propone al lector prefigurado, como operación discursiva subyacente, es la búsqueda de la liberación del contenido reprimido o rechazado en sí mismo. Al respecto, resulta interesante el análisis que realiza de Burgelin para

pensarlo luego en algunos poemas: “En su célebre estudio sobre las de seriales radiofónicas, Herta Hertzog cita el ejemplo de una mujer que tuvo grandes dificultades para educar a sus hijos tras la muerte de su marido, y manifestó el más vivo interés por una emisión en la que la heroína se consagraba a los niños de un orfanato y donde se indicaba expresamente la idea de que la heroína no debería casarse, a fin de proseguir su obra. A primera vista no hay más que un ejemplo de identificación: una dificultad que ha conocido la oyente y no la heroína debe ser asumida por la heroína como lo ha sido por la oyente: estar sola para educar a los niños. La heroína entonces se convierte en una especie de chivo expiatorio, debe asumir lo que hay de malo o de mal (desgracias si las hubiere) en la vida del oyente y, de esta forma, procurarle un cierto alivio. Es este el mecanismo que Aristóteles llamaba catarsis y que se ha denominado, utilizando un término propio del psicoanálisis, proyección. En el psicoanálisis se habla de proyección cuando un sujeto rehúsa reconocer en sí mismo cierta cosa, por ejemplo un deseo, y lo atribuye expresamente a cualquier cosa ajena a él o a cualquier otra persona.” (DE BURGELIN, 1974: 109) El poeta se erigirá como comandante de un tren que conduce hacia un camino inesperado hacia el cual llevará a sus lectores; esto se puede ver en “El Viaje, donde se dirige a un “tú”, en este caso, masculino, para lograr el efecto catártico al final del poema, pues el héroe aventurero arrastra consigo al receptor a un mundo que, en principio, se propone desafiante, aunque al final es objeto de desdicha para el protagonista, quien “gastó su juventud” en la cárcel por probar esas tentaciones: “la peor de las drogas”. “Viajá conmigo,/ te invito/ a dar una vuelta por el pasado/ ponete el cinturón/ se anda muy rápido/ por esos caminos/ te llevaré a la vieja cancha de Quilmes/ con sus tablones semipodridos/ y en medio de la hinchada/ agitando banderas azules y blancas/ saltarás y gritarás conmigo […]/ Viajá conmigo./ Caeremos presos/ y conocerás Devoto, Caseros/ y en La Pampa […]/ Caminarás en los recreos/ del brazo de los carteles [….]/ Saldremos en libertad/ y volveremos a robar/


porque nos gusta la noche/ las minas platinadas/ los caballos, los garitos […] Pero sobre todo porque probamos la peor de las drogas/ el peligro/ y queremos seguir probando […]/ y en una celda gastarás tu juventud/ y te romperás día a día/ hasta quedar hecho añicos/ Yo me bajo/ para mí/ hasta aquí llegó el viaje, amigo./ No, no te he traicionado/ ni mentido/ solo hice con vos/ Lo que hicieron conmigo.” (SOTELO, 2003: 33-36) En el poema “Los que van a morir te saludan”, se puede observar también este recorrido: “Cuando las rejas ya no importen/ Y digas sí, señor/ y hasta le sonrías/ Como cuando te tiran un hueso […]/ Ese día hombre, estarás muerto./ Y te habrás olvidado para siempre/ que alguna vez fuiste/ fuerza/ libertad/ movimiento.” (5-6) Aquí este “tú” se asocia a la figura del propio poeta en coloquio consigo mismo acerca de la “domesticación” o “subordinación” al estilo de vida burgués, tipo social aliado a una estructura de poder que lo sostiene. La transición de una vida “recuperada” o “en vías de recuperación” no implica aceptar o ser cómplice del régimen capitalista; el ladrón atenta contra su valor máximo: “la propiedad privada”. Sin embargo, y por otro lado, se puede asociar también a instancias de la “proyección” para un lector de clase media o burguesa de mediana edad. En “Tres ladrones”, el poeta se dirige a un “tú” femenino de este modo: “Desnuda/ en la cama/ como colgada del abismo/ y yo parado al borde/ doy el salto y/ tus labios blandos y tibios/ tu piel tan tersa/ que la toco/ y casi no me doy cuenta/ Decido hacer el camino al revés,/ como me gusta a mí/ mis manos/ mis labios/ mi lengua/ tres ladrones/ en busca del tesoro/ que guardás entre tus piernas/ Es un asalto/ quedate quieta/ vamos a robarte/ hasta la última gota/ del néctar de los Dioses/ las lágrimas agrias/ que solo un macho/ puede hacerle llorar a una hembra.” (SOTELO, 2004: 11) El poeta-ladrón es quien puede despojar a la “hembra” de sus pudores y arrastrarla hacia el placer. En Cavernas, por ejemplo, una mujer de clase media busca la satisfacción sexual –que su marido impotente no le puede provocar- mediante encuentros furtivos con marginales. En la obra

de Sotelo, podemos incluso decir que la “cultura popular”, en términos freudianos, no solo aparece representada en el eros sino también en el falo. En “Dejá entrar al ladrón”, “El Cabezón” Sotelo propone despojar a la mujer de los pudores de la moral burguesa que le impiden experimentar el placer “cerrando los ojos y abriendo los cerrojos del alma”: “Y que, a hurtadillas,/ te robe lo mejor de vos/ y lo esconda en lugar más seguro/ de tus sueños/ Dejá entrar al ladrón/ dale la llave de tus labios/ Que trepe el muro caliente de tu cuello/ Que te diga/ Una locura al oído […]/ Un trato:/ Si cerrás los ojos/ Y abrís los cerrojos de tu alma/ El ladrón se entrega/ Y termina estos versos.” (SOTELO, 2003: 8-9). En consecuencia, la escritura del “marginal” posee un correlato entre el contenido que devela su identidad social y la enunciación de sus propósitos en la formulación de una estética: “Escribir en el límite, o mejor, en y desde el límite […] Al límite del idioma, de la moral, de la razón, al límite del terrenito que te compraron y te escrituraron en tu mente […] Escribir al límite para poder vivir ídem…” (SOTELO, 2005: 12) Asimismo, en cuanto a la sintaxis, Sotelo también apunta a reformular una nueva estrategia de lectura para llevar su escritura al margen incluso del “buen uso” del castellano. A estos fines, desarrolla un lenguaje “violento” con: a) metáforas “inesperadas”, b) uso de verbos y sustantivos “escatológicos”, y c) ausencia de los signos lógicos de puntuación, de nexos y de entrecomillados, con el fin de transmitir una sensación de “escritura vertiginosa” donde las ideas se superponen unas tras otras, sin pausas, para recuperar el aliento en la lectura. a) “Tus movimientos/ De hoja seca en el agua/ Tu lengua/ Babosa filosa/ Buscando la mía/ Dando pelea/ Gusanos dados vueltas/ Panzas húmedas y blancas.” (SOTELO, 2003: 17-19) b) “Levantó un brazo, la miró. Dormía fea y fantástica. Su vientre latía como el de una araña después de haber almorzado, reposando en la telaraña.” (SOTELO, 2005: 7)


c) “Ausencias minas culos caderas como picanas amigos Dioses sin nombre”. (SOTELO, 2005: 26) “El psicólogo se había acercado y, dándole la mano, leí tu libro Cabezón te felicito me gustaría charlar con vos me puedo sentar cagamos otro cholulo pensó él no entendían que una mesa es una isla y que amo la soledad por lo menos si fuera una mina pero ya se había sentado y decía que trabajaba en una cárcel tal vez hubiera algo para masticar.” (SOTELO, 2005:25) A nivel simbólico, la estética de “El Cabezón Sotelo” marca una manera de significar la violencia encerrada en un orden presuntamente “tranquilo”, por el cual se transita diariamente y es una forma de impactar y de protestar frente al público receptor desde su lugar de marginado. Todos estos mecanismos sirven para connotar la marginalidad como un espacio selecto al cual el escritor pretende llevarnos si nos dejamos “robar” nuestros prejuicios en las lecturas, o si vivimos la instancia de la proyección en las historias. “Marginalidad” no es solo un término con una definición negativa (la carencia de la riqueza que es la pobreza, o la exclusión del sistema) sino también un término definido positivamente en donde se puede descansar de las prerrogativas de la moral burguesa, en donde aventurarse a los peligros de la vida, o en donde reencontrarse con un Eros perdido. Retornando a Nicolás Rosa, compartimos parcialmente en que “El aparato de escritura-lectura de la burografía capitalista, está integrado por lenguas, códigos y rituales retóricos […] formas de funcionamiento de la narración y la argumentación […] Frente a ellas las tácticas narrativas que enfrentan esa retórica registran una estrategia de la duplicidad, de la astucia, de la treta, del incógnito […] un intento de desbaratar o de sortear el aparato de la burografía” (ROSA, 1997: 128) entre las que se destaca aquella que propone “un funcionamiento atético de la escritura: una escritura pobre, producto del saqueo de la biblioteca clásica”, del cual es exponente Elías

Castelnuovo, el “escritor del hambre”. Sin embargo, Rosa, como citábamos al comienzo, sostiene que “Discursivamente la pobreza es denotativa, lucha contra la predicación y no es posible metaforizarla. Socialmente el imaginario de la pobreza es pobre. Lógicamente, genera nuevas formas del existente humano, las que fundan el saber excéntrico por fuera de los saberes formales: lógicas de la astucia, de la artimaña, del desvío, del ardid, de la maña, fundan estrategias y tácticas no de la existencia sino de la subsistencia.” (115) Sostenemos, por el contrario, que es posible connotar la “pobreza” o la “marginalidad”, si en cambio entendemos la “cultura del pobre” como un espectro amplio de significados particulares donde el público burgués accede no por medio del “miserabilismo”, a lo Castelnuovo, sino arrastrado en sus propias subjetividades pasionales configuradas en la experiencia extrema de la carencia. Por medio de operaciones discursivas que se pueden visualizar con respecto a los lectores prefigurados de las obras de Horacio Sotelo, es posible “metaforizar” la marginalidad llevando a los lectores a un universo donde quedan “al margen” de los imperativos de la moral burguesa e incluso de las buenas normas del español en la escritura poética. El contenido proyectivo visible en las huellas discursivas de sus obras se presenta como una estrategia en el pacto de lectura para connotar el significado de la marginalidad. El ser “marginal” no se presenta solo en el contenido negativo de diccionario citado por Rosa; “pobreza” no es solo la carencia de algo (o de todo). La “cultura del pobre”, o también la “cultura popular”, es también posesión de aquellas cosas que la moral, la alienación y la razón burguesas le impiden al hombre disfrutar, como la “libertad”, el sexo, la “aventura”, el humor; contenidos que aluden para connotarlo en su expresión más cruda.

Mariana Celeste Valle


El tumbador de árboles Por Sergio Pravaz

Flaminio Vitalicio Solís es el mejor tumbador de árboles que se pueda encontrar en Rawson. Primero los rodea con los ojos hasta que elije uno, luego le calza firme el hombro y escucha con paciencia el susurro de la madera; también sabe hablarle y juntos mantienen acalorados debates, no se guardan nada. Flaminio prepara su cuerpo, se pone firme y empuja hasta sentir el primer crujido, necesita una astilla, por pequeña que sea, para saber si el árbol ya está listo, si ha comprendido, si se va a entregar, o en todo caso cuánto le va costar convencerlo; él conoce la temperatura de sus enojos y el humor de la corteza cuando le están bajando las defensas. Gabriel García Márquez era tan bueno escribiendo como Flaminio tumbando árboles; y con el tiempo adquirió tal pericia el colombiano que desde el cielo le comenzó a llover sólo a él; no llovía en otro lado, ni le llovía a otra persona, sólo le llovía a él en particular; era la única persona en el mundo que tenía su propio aguacero; iba para el mercado y llegaba empapado; enfilaba para el

diario en el que trabajaba y no había modo; se iba de juerga con sus amigos y la lluvia solo para él. Así fue que le empezaron a nacer las palabras; de a montones le salían por la nariz, por debajo de las uñas le aparecían, si pateaba un tiro libre, por entre las piernas se le caían y como se distraía juntándolas del piso en vez de concentrarse en lo que se esperaba de él, no lo quisieron más en el equipo. Aun así, siguió más que atento a las palabras; las juntaba y las guardaba, hacía pilas con ellas, parvas, ovillos, le salían por el cuerpo, se le caían y él las juntaba a todas, no depreciaba a ninguna; las miraba rápido y se las llevaba para su casa, y ahí se las veía con todas a la vez. Tal vez por eso fue tan bueno con ellas, tan diestro. O quizás porque supo cumplir con creces la vieja teoría de la disciplina, esa que habla de las diez mil horas, o resumiendo, esa que indica que hay que aprender a sostener en el tiempo la dedicación al trabajo duro; laborar tres horas diarias durante diez años, es decir veintiún semanales, ochenta y cuatro al mes, más de mil al año y así sucesivamente para adquirir destreza en el oficio y comenzar a descubrir sus posibilidades.


Bueno, detengámonos un momento en este punto; Gabriel García Márquez fue como un monje trapense a la hora del ayuno y la plegaria; cumplió a rajatabla con la teoría y lo hizo durante más de cinco largas décadas; tal vez de allí venga esa magia suya que tantas alegrías nos dio a la multitud de lectores que somos, acá, allá y en cualquier lugar, porque si algo demostró con su increíble literatura el brujo de Aracataca fue justamente eso, que el hechizo está en la realidad y forma parte de ella, se encuentra en cada cosa de la vida y no en otra parte.

su novela más famosa “Cien años de soledad”, editada en Buenos Aires en 1967 por Paco Porrúa para Sudamericana -luego de ser rechazada, según la leyenda, por muchas otras casas editoriales- y que desencadenaría la locura posterior de ventas masivas, adhesiones incondicionales y un nivel de popularidad de un confín al otro del planeta. Tanto que hasta Pablo Neruda señaló que ese libro era el Quijote de nuestra época; lo cierto y fuera de toda leyenda es que ese fenómeno fue editado por primera vez en nuestro país.

Por otro lado, su vinculación con nuestro país es notoria desde al menos tres aspectos: fue un confeso admirador de Jorge Luis Borges primero, luego de Julio Cortázar con quién también compartió amistad y ese experimento llamado “boom latinoamericano”, que permitió dar a conocer en el mundo gran parte de la literatura de este lado del continente; el segundo elemento lo vincula con Rodolfo Walsh (a quién tanto admiraría posteriormente) ya que ambos, a mediados de la década del cincuenta escribieron dos libros fundacionales que sentaron las bases de lo que luego se conocería como Nuevo Periodismo, corriente surgida en Latinoamérica y no en Estados Unidos como erróneamente se suele citar. Esos libros fueron “Relato de un náufrago” y “Operación masacre” respectivamente. Y el tercer punto de contacto se relaciona con la edición de

Finalmente, G.G.M no habrá sido bueno para tumbar árboles como sí lo es Flaminio Vitalicio Solís, pero resultó ser -inesperadamente para la vida que él mismo se imaginó en un principio- un maestro irrepetible, tanto para la ficción como para el periodismo; y más hablador que mi mamá y mi tía Chiché cuando se juntaban a tomar el té, lo que por otro lado nos permitió conocer de primera mano y en un lenguaje huido de las academias, sus procedimientos de trabajo, sus obsesiones y manías a la hora de hacer lo que mejor hacía, sentarse a trabajar e inventar historias para alegría de los otros.

Sergio Pravaz


Marcelo Quiroga – Cruz del Eje - Sin título



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