Boletiín Basta Ya!
Boletín Literario Año 14 – n° 154
Noviembre – Diciembre 2019
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Basta ya! Boletín Literario Año14 – Nº 154 / Noviembre - Diciembre 2019 Director: Eduardo Alberto Planas. Colaboradores permanentes: Lily Chavez, Jorge Carranza, Alfredo Lemon, Sergio Pravaz, Jorge Torres Roggero, Leonardo Arce. Registro Propiedad Intelectual Nº 598958. Hecho el depósito que marca la ley 11.723. Contacto:eduardoplanas2001@hotmail.com www.boletinliterariobastaya.blogspot.com www.boletinliterariobastaya.com - Esta revista se terminó de imprimir en Talleres de Enc. La Docta, Córdoba. Diseño y diagramación: Laura Pozzo. Fotografías: Ph Eduardo Planas / Sol Pérez. CONTENIDOS Poemas de: Francisco Garamona, Jorge Luis Carranza, Emi Lio Bazso, Julz Donzelli, Yolanda Gozalvez, Selva Furlan, Eduardo Alberto Planas, Juan Manuel Stahli, Guillermo Bawden // Sergio Schmucler: Un artista fundamental // Los contrafuertes simbólicos en País de Leandro Calle – Jorge Torres Roggero // Soy en cada libro, cada poema es una ofrenda, Entrevista a Alfredo Luna – Alfredo Lemon.
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Abrite la cerveza, hermana. Papá, prendé la radio. El cielo está tan oscuro esta noche y las estrellas parecen puntos donde perder la vida. Mamá, comprate ropa. Los perros ladran. La luna está tan bella y tan cercana que la tierra parece otro lugar. Papá, vení conmigo. Hijita, bailemos juntos. La noche se llena de promesas y las promesas tienen su porvenir, acá nomás. Hay baile en la calle. La gente se abraza. caen por los pómulos unas gruesas lágrimas, como agua bendita o como sidra. El pan de la vida se hornea despacio. Pero esta noche todo el perfume del trigo se puso a inundar a los de abajo. Qué sombra celeste y qué nube blanca. Hermanas y hermanos, ¿qué puedo decirles que ustedes no sepan? Estamos volviendo. Si nunca nos fuimos. Estamos acá.
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Somos los de siempre. Aunque no nos cuenten, a veces, un rato. Volvemos y somos los que siempre están. Servile un vaso de whisky a la vecina, un plato de sopa al joven mendigo. Dale un pulover al que tiene frío, y un abanico al que sufre calor. La patria tan vieja se reparte un poco y se desnuda apenas mostrando los pies. Un niño da vueltas en un torbellino y hay un submarino que viaja al revés. La sombra y la patria se besan la boca. La luz y el planeta se sueltan las trenzas. FRANCISCO GARAMONA
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A veces la casa se inclina hacia un lado y debemos ir hacia el otro extremo para equilibrarla. No siempre se logra. Alguno de nosotros sale despedido y un pedazo de casa se va con ĂŠl. JORGE LUIS CARRANZA
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POEMAS DE EMI LIO BAZSO
I El día que Leonard Cohen murió sentí una violencia cabalgar la garganta seca lloré en el baño de Julia, nunca lo conocí en persona parecía un viejo gris apático y malhumorado la clase de viejo que quisiera ser: solitario escribiendo en la imaginación: la sombra de la hormiga, el eco del sexo la falla del hombre en destruir a dios, la nostalgia ermitaña. Salimos a dar vueltas por los bares hasta que llegamos a una mesa, ebrios reímos y hablamos al otro día no fui a trabajar, no era feriado, la resaca y la angustia no me dejaban salir de la cama lloré más que cuando perdí a mi abuelo, Leonard me dijo algo que no puedo olvidar: Todo el mundo sabe
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que la pelea fue arreglada que el pobre se hace más pobre y el rico más rico Aleluya! Aníbal Emilio Basso, nació en San Salvador de Jujuy, provincia de Jujuy en 1984. Jujenial y monotributista del poema. Licenciado en psicología, profesor de Filosofía. Acompañante terapéutico. Libros: “El tesoro de los perros” (próximo a publicar). Proyecto LEFt. Manija Volumen (próximo a publicar). Organizador de las Tertulias en Séptimo Arte videoteca librería.
II La monja pedalea por Juan Masjoan en su bicicleta con canasto de mimbre el hábito puro repele el pecado su velo aletea como dos truchas recién pescadas y la falda dibuja una esfera que corta viento como un clamidosaurio de King dispara el veneno cristalino del espíritu santo en la canastita lleva flores para la tumba de un niño sonríe y piensa; en las montañas en Australia, Nueva Guinea en lo vasto de la creación Quizá pedalear la lleve a la tierra que uno llama: Hogar
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III Se abre en algún lugar de la inmensa galaxia un agujero negro, pequeño del tamaño del ojo de una aguja por donde nos llega música de David Bowie que aún no escuchamos en la radio y suena tan dulce e íntima que desconfiamos de la muerte del astro, y de repente estamos en un baile, con las pupilas dilatadas y el cuerpo enredado en un alambre de púas sacudiéndonos como lombrices fuera de la tierra, los peces aplauden con sus pequeños dientes de caracol perla tienen hambre pero es tarde se apaga la música salta la púa EMI LIO BAZSO
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POEMA DE JULZ DONZELLI Generación fitness Soy generación fitness corro en una cinta a 9 km por hora durante veinte minutos y no creo en dios pero firmemente creo que correr en una cinta me va a librar de cruentos males de un verano malgastado encerrada en mi casa porque no soy fui o seré lo suficiente sexy o aeróbica para caber en este mundo de noventa por ciento lycra y diez por ciento algodón. si no troto durante veinte minutos a nueve kilómetros por hora en una cinta ay cruentos males me esperan soy generación fitness pero también soy milenial en el gimnasio suelto el celular mi mayor logro: dos horas sin chequear mi instagram ¡dame una galleta!¡necesito recompensa! NO pará no me des tiene carbohidratos. mejor dame un like entonces pienso en el gimnasio pienso es una costumbre extraña pensar en el gimnasio miro las maquinas alineadas
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chicos en remeras nike just do it y chicas afiambradas en tela elastizada trotando a nueve o doce kilómetros por hora en una cinta alineados frente a la ventana del gimnasio ese gimnasio que da a illia al cien. es una pequeña fábrica de cuerpos fitness: el tono el movimiento la velocidad la ropa just do it nena just piensa piensa piensa el gimnasio es una granja humana en lugar de engordarnos nos ejercitan luego alguien nos come estoy segura porque para que querés tanta carne magra junta si no te la vas a comer después sino la vas a poner a la parrilla cocerla a punto y mofártela un domingo al mediodía just do it poné a tu entrenador a la parrilla mirá esas nalgas sexys pura proteína de alto valor biológico ay si, comé a tu entrenador con ensalada de papa y huevo voy entre los aparatos me siento un pequeño hibrido defectuoso entre chicas de cincuenta kilos y hombres de noventa y pienso si en realidad mi autoestima no necesita cinco kilos menos
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si mi autoestima necesita, por ejemplo una fantasía pornosoft una fantasía a la altura de la bisexualidad mainstream y la belleza hegemónica que la pareja sexy del gimnasio la petiza del traste epicúreo y el morocho carilindo que nunca en su vida hizo piernas me pidan hacer un trio claro que eso nunca pasaría claro que de pasar no lo haría y si pasara y si lo hiciera el mundo seguiría siendo una especie de pasillo interminable entre dos limbos mi autoestima seguiría siendo de promedio a pésima al lunes siguiente seguiría trotando veinte minutos a nueve quizá a once kilómetros por hora qué calvario just do it hoy just do piernas que nada tiene sentido do piernas ¡hacé piernas! a tu novia le va a gustar poder agarrate del traste o ponerlo a la parilla te lo prometo es la única certeza just do it just corré corré en la cinta no vas a llegar a ninguna parte pero quién sí
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después de todo estamos todxs aquí corriendo a velocidad constante nunca tan pero tan literalmente hacia ningún lado. JULIETA DONZELLI “Cuando era chica rezaba mucho” Borde Perdido Editora, 2019 Julieta Donzelli nació en Santiago del Estero en 1994. Actualmente vive en Córdoba, donde está finalizando la carrera de Letras Modernas en la UNC. Desde hace años publica escritos breves en la página de Facebook “La chica del 5to A”. Ha publicado el poemario “Cuando era chica rezaba un montón” por Borde Perdido Editora, año 2019.
De Círculo abierto, 2018.
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POEMA DE YOLANDA GOZALVEZ LA BANDADA (Dedicado a mis Hermanos en la Palabra. Los que la conforman y enriquecen.) Quien pudiera descifrar el misterio supremo que envuelve una bandada. Y ese ignoto sello que resguarda el enigma en el sigilo de sus alas. Son dueñas de consignas que fueron trasmutando y para avanzar sin riesgos salvando las distancias de la concavidad de Gea en la perfecta centralización y dirección del vuelo. Armoniosa pasajera del espacio cuajando madrugadas ya llevando en sus alas el milagro de redención y de promesa a los Seres que pueblan el Planeta. Nubes de pájaros surcadores de milenios que mudan cada tanto sus cósmicos reflejos. Como portavoces, profetas o simplemente escribas hechiceros que descorriendo velos en los astros
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dejan caer sus cuencos de luz en las auroras sus cúpulas de oro derramándose en la falda del día. "Se afirma La Bandada con el contenido y el brillo de la revista "Basta Ya" que prepara y difunde el Dr. Eduardo Planas. Crece y se enriquece con la profunda labor que desarrolla la Poeta Liliana Chavez, que no solo se ocupa del grupo estable, sino de otros autores de esta Capital e interior de la misma" YOLANDA GOZALVEZ
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POEMAS DE SELVA FURLAN Sola Orfandad fingida en una llama. Hoy es un río lento de llanura, Ordenado hincapié del llanto viejo En la onda riente de la lluvia Te has ido río, llama, lento. Solo el camino, rito, diario, llano, queda ante mi llorando con la tierra. Orilla, lluvia, llano, llanto. Incorporación La presencia invisible Se percibe desde dentro. Modula timbales en mi corazón. Oigo los ecos de la llegada. Los pensamientos brillan en bandadas. Majestuosa dicha, la presencia. La palabra es sagrada. Ardorosa, mi vida Absorbe la abundancia. La sabiduría milenaria. En la noche de tristeza se han corrido los velámenes oscuros. Gotas refrescan mi garganta. Pertenezco al infinito. A la brisa. Donde suenan los timbales.
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Copa Sombra Tronco Gigante árbol mío, copa sombra Infinidad de ruidos, multiplicidad de ramas. Frutos en racimos color de sol naciente. Multiplicidad de raíces trenzadas con tierra. Soberana grandeza de sentir el asombro. Pizca de humanidad naciente Aún tiemblan mis raíces. Me apena solo pensar que el tronco se convierta en hierba. SELVA FURLAN .
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POEMA DE JUAN MANUEL STHALI Control de rutina (inédito) Para cuando el despertar asome distante y desgarre el músculo inicial del silencio verificar la dulzura de los primeros versos largar el animal a su pastura gruesa desenredar la galleta para la pesca río arriba acomodar el cuerpo contra lo peor brindar con la rima que venga y otra vez dejar que la palabra nos guíe: ella sabe conducir hacia el regreso. (de Guardia de Cenizas, libro inédito) A esa hora de la noche que callan las veredas sus comentarios se desinflan los bostezos sobre un sofá y en la televisión leen titulares de mañana en la trasnoche de partir hacia nosotros donde el sueño quema y las palabras también frota el amor sus ilusiones la basura espera -¿diferenciada?al recolector que silba tangos patrulla los cielos el mosquito policial
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mi vecino sigue con el torno porque consiguió trabajo y un pagador siempre tiene urgencia. JUAN MANUEL STAHLI Nació en 1982 en Villa Martelli, provincia de Buenos Aires, Argentina. Vive en Córdoba desde el 2000. Se afilió al Grupo Pan Comido en el 2002. Con ellos ha publicado textos en las antologías: Belleza Obliga (2004), Derrota No (2005) y El día más parecido (2008). Y en las plaquetas colectivas Maquinita de Poesía y Poemas como se puedan editar. También publicó las plaquetas Luces a la gente (2009) y Los incansables caballos del amanecer (2010). En 2012 editó su libro “Hablar la suficiente, trabajar lo necesario”, en la Colección Música del Lugar de Pan Comido Ediciones y la Gráfica 29 de Mayo. juanmstahli@gmail.com
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POEMAS DE GUILLERMO BAWDEN Un ojo se corta la calle se entremezcla en los rayos de la bicicleta de una mujer con sombrero Algo sigue el plan de un pétalo Todo está escrito en el humo. De Marlboro Vox, inédito. Esperaba más de los cigarrillos húngaros Tal vez sentir en cada bocanada Villas, pueblos, ciudades quemadas, olor a guerra o al menos un sabor grueso profundo, carnoso Esperaba que una seca me dejara una tristeza de monoblock soviético y no este comezón tan parecido a la inocua sensación de un ascensor de hotel. De Marlboro Vox, inédito. Cada vez que llueve se forma un charco en la esquina de casa un charco con la forma de Inglaterra Antes de que se seque bajo las escaleras saltando de a dos escalones me siento en el cordón enciendo el cigarrillo
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y contribuyo con la niebla De Marlboro Vox, inédito. I El jardín donde éramos está lejos, a mil pasos de nuestras espaldas custodiado por extrañas bestias De Cuando Mueran los peces (Textos de Cartón 2012) (Llanto de Mudo 2013, reedición) XI No puedo echar a las palomas del balcón no tengo suficiente valor de enfrentar al dinosaurio que vive bajo sus plumas De Cuando Mueran los peces (Textos de Cartón 2012) (Llanto de Mudo 2013, reedición) VII El ojo es una cáscara, el mundo, el causante de la raspadura De Cuando Mueran los peces (Textos de Cartón 2012) (Llanto de Mudo 2013, reedición)
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XXI Yo estoy solo, no hay dios donde yo soy Horus se ha olvidado de nosotros porque Horus nos ama De Cuando Mueran los peces (Textos de Cartรณn 2012) (Llanto de Mudo 2013, reediciรณn) GUILLERMO BAWDEN
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RUINAS - PH EDUARDO ALBERTO PLANAS
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POEMA DE EDUARDO ALBERTO PLANAS Escribe, me dice la mujer de los sueños. Hoy más que nunca es necesario. Escribe en las paredes de la ciudad, palabras que oculten el derrumbe. No te olvides: del violín que estremece el muro. La mujer que abre los brazos en la intemperie. Los pájaros que emigran en gélidas mañanas. Colinas de sol y pueblos colgados de las nubes. Playas ajenas. Nieblas que impiden el paso de los que vienen. La ciudad es una escenografía montada por vaya a saber quién. Trenes de alta velocidad atraviesan las ruinas. Hay estrechos pasadizos con dragones y santos en los muros. Plazas con fuentes de eterna juventud. Mar de plástico, río gris de olvido. Muchedumbres deseosas de comprar el efímero goce del presente. Escribe, me dice la mujer de los sueños, escribe antes que sea tarde, y escribe sobre el amor. EDUARDO ALBERTO PLANAS
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SERGIO SCHMUCLER, UN ARTISTA FUNDAMENTAL El lunes 4 de noviembre amaneció con una noticia trágica para el mundo de la cultura local: horas antes, había fallecido el autor Sergio Schmucler, a sus 60 años, de un infarto. La noticia repercutió de inmediato en el ánimo de los cordobeses relacionados al quehacer cultural, ya que Sergio era un artista fundamental de nuestro medio, un reconocido militante por los derechos humanos y, sobre todo, una gran y afable persona, muy querida por su generocidad y lucidez aún en las múltiples discusiones que sabía emprender.
Schmucler fue cineasta, escritor, director, antropólogo social y guionista de largometrajes, mediometrajes y series de ficción y no ficción, para cine y televisión, tanto en México como en Argentina. Pero sobre todo fue un pensador de su tiempo, que no dudaba en discutir los paradigmas establecidos tanto en política como en el arte, aunque siempre desde la amabilidad. También, fue un referente de la lucha por los derechos humanos a
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partir de su propia experiencia, ya que debió exiliarse junto a su padre, el reputado intelectual Héctor Schmucler, en México durante la dictadura en 1976. Como en todo lo que emprendió, también fue un referente en el campo académico, vinculado a la producción y la enseñanza en la Universidad Nacional de Córdoba. Creador incansable, en junio pasado había presentado su tercera novela, titulada “La cabeza de Mariano Rosas”, mientras que actualmente se encontraba montando una nueva película. También supo editar “El guardián de la calle Ámsterdam” (2014) y “Detrás de un vidrio oscuro” (2000). Dirigió también la célebre revista de política y cultura “La Intemperie” desde 2003, que desde Córdoba sacudió la escena cultural nacional, y la revista literaria “Gilgamesh” en México. Llevó a la pantalla grande películas como “La herencia” (2008), sobre el viaje de reconciliación de un padre y un hijo, “Japón” (2009), “Curapaligüe, memorias del desierto” (2010), “La sombra azul” (2012), basada en el libro del periodista Mariano Saravia, y “Guachos de la calle” (2015), sobre la vida y el desarrollo del grupo de rap Rimando Entreversos, formado por jóvenes de distintas villas y barrios marginales de Córdoba. En su homenaje publicamos el relato Diálogos con Dios, del libro Los tullidos, publicado por (No) Editorial, 2019, a cuya presentación asistimos. Diálogos con Dios I La tristeza, pensó, está en alguna parte del cuerpo. Probablemente, sintió, ese lugar está muy cerca del estómago. Por eso duele ahí. Se siente un vacío más o menos en el centro. Ese hueco es el nido de la tristeza. Voy a quitarlo de mi panza, decidió.
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Fue con el médico. Sáqueme lo que encuentre justo aquí – le dijo- presionando con su dedo pulgar arriba del estómago-. El médico extrajo de su cuerpo una bola enmarañada de músculos y nervios. Lo limpio de sangre y esperó que se despertara. Aquí está – le dijo-. Todavía en el hospital durmió unas horas. Cuando regresó a su casa notó dos cambios: Era más flaco y Eugenia ya no estaba. Tengo que hablar con Dios – decidió-. Subió muy alto en el cerro y esperó. Casi terminando el atardecer apareció Dios frente a él. -¿Por qué no está Eugenia en la casa? – pregunto-. Y Dios le contestó: Porque en el nido de la tristeza se acurrucan los amores. Cuando recuerda a Eugenia le tiembla levemente el brazo derecho. Cuando recuerda que Eugenia le sonríe y ya está desnuda el temblor crece y le toma el otro brazo. Cuando recuerda que Eugenia le da el primer beso no hay manera de detener la vibración en todo el cuerpo. Si en su recuerdo Eugenia cierra los ojos y suspira cuando él la acaricia… Eugenia le pidió una vez que salieran a caminar bajo la lluvia. Eugenia, bajo la lluvia, le pidió que se quitara los zapatos y las medias. Eugenia se quitó la falda y se estiró en la calle boca arriba. Eugenia se quedó así un rato y él la miro con los pies descalzos. Eugenia le pidió que le hiciera el amor, pero antes, que le sacara tres fotos: una sonriendo, con las piernas cruzadas. Otra con el pelo cubriéndole la cara. La última deseándola intensamente. La primera vez que fue a hablar con Dios fue para preguntarle
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que era lo que sentía cuando veía a Eugenia. -La veo cada vez que salgo a la calle. A veces tomando juntos el camión, a veces no. Ocurre siempre a las cuatro de la tarde. Siento – le dijo a Dios-, algo muy raro cuando veo a Eugenia. Con qué sientes lo que sientes – le preguntó Dios. Esa fue también la primera vez que no entendió a Dios. Buscó en la calle. Buscó en todos los camiones de todas las líneas de todas las ciudades. Buscó de reojo y buscó con los ojos cerrados. Eugenia no estaba en ninguna parte. Fue muy angustiado con el médico. Necesito que me vuelva a poner lo que me quitó le dijo-. Eso no se puede hacer – le contestó-, ya no hay lugar para que entre lo que te saqué. Así son los cuerpos. Habló de nuevo con Dios, y esa fue la última vez. Esta vez Dios demoró un poco más en aparecer, fue como a la medianoche. Quítame la vida que me quede. No la quiero. Eugenia era mi única alegría, le dijo. Dios, sorprendido, quedó en silencio un momento. Y entonces, acongojado, le hizo la única pregunta que se atrevió a hacer a los hombres. -¿Por qué supiste que era tu única alegría el mismo día que dejaste de sentir tristeza? No pudo responderle. Después Dios cumplió su pedido. SERGIO SCHMUCLER Los Tullidos (No) Editorial 2018
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LOS CONTRAFUERTES SIMBOLICOS EN PAÍS DE LEANDRO CALLE Por JORGE TORRES ROGGERO 1.- La energía del símbolo En 1955, poco antes de la hecatombe septembrina, Leopoldo Marechal leyó en LRA Radio del Estado una conferencia que tituló “Simbolismos del Martín Fierro”. Al poco tiempo, la furia antiperonista lo convirtió en el “poeta depuesto”. Recién en junio de 1972 el escrito fue resucitado por el diario La Opinión bajo el título: “Un texto desconocido de Leopoldo Marechal”. Sostenía el autor que el poema dejaba “entrever”, paralelo al sentido literal, un sentido simbólico. Agregaba que no era menester que José Hernández haya tenido un propósito claro de dar a su poema un sentido simbólico: bastaba con que la materia de su arte guardara en sí la potencia del símbolo. En efecto, según algunos, entre ellos Hegel, en el lenguaje mismo debemos reconocer una contra-
dicción inherente puesto que, estando destinado a expresar una experiencia individual, sólo puede expresar la universal. Esta intrínseca tensión, individual/universal, desata las metáforas lexicales y gramaticales con que el poeta se esfuerza por superar un obstáculo originario y fundamental. Para ello, mediante un amnesia súbita, rechazará lo signos convencionales, anteriores a su propia experiencia, que le propicia el canon y los reemplaza por lo individual inadecuado y lo objetivo impropio. Se convierte así en un gesticula-
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dor, en un fabricante de tropos (tropator, trovador) en busca de “ciertas capas profundas no reveladas por los signos arbitrarios que carecen de relación directa con la experiencia individual y que establecen otra forma de comunicación verbal” (Fónagy). Esta operación es un dejarse estar en la pura sobrevivencia. Los poetas argentinos de la llamada generación del 40, por ejemplo, la transponían como regreso a la infancia. Infans es el que no habla. “Cuando esto ocurre -postula Iván Fónagyalgunos eslabones de la cadena escapan de la exploración del pensamiento consciente y el producto expresado, el término metafórico mismo, es tanto más sugeridor cuanto más ambiguo”. Esa es la razón por la cual la poesía les presenta un problema en cierto modo insoluble a los lingüistas que se meten con ella. Las operaciones fonético-sintácticas, las transferencias léxicas o gramaticales, se vuelven difíciles de definir. Algo nos dice que la realidad es “otra
cosa”, que esa “otra cosa” está en “otra parte”. Iván Fónagy sostiene que el trabajo de tropator del poeta se asemeja al de los amantes: evitar que el beso se convierta en besamanos, en homenaje cortés, desmotivado y triste. Esa gesticulación incesante, “gesticulación prosódica”, es el estilo individual: mensaje permanente, motivo básico de articulación y armonización de un acorde múltiple. A este volumen de vida se referían los poetas de “La carpa” cuando consideraban a la poesía “flor de la tierra” y, a la vez, expresión de un grupo social: “Sentadas las premisas de que la Poesía es flor de la tierra y que el poeta es la más cabal expresión del hombre, asumimos la responsabilidad de recoger por igual las resonancias del paisaje y los clamores del ser humano (ese maravilloso fenómeno terrestre en continuo drama de ascensión hacia la Libertad, como el árbol). Esta desea ser, pues, poesía de la tierra, empeñada en soñar
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para este mundo un orden sin barrotes, ni hambre, ni sangre derramada. Cuando la angustia de lo exterior está cerrando el camino de la poesía ella se arma de espinas, en legítima defensa. Sin embargo, el nuestro no es arte de combate. Es sí poesía en lucha, en crisis, ya que el término no nos asusta ni escandaliza.”(AGON, 1953,70) Por eso recoge no sólo los mensajes particulares del género (mero carácter lineal del discurso, series), sino el griterío espantoso, la polifonía seminal, el concierto armonioso de los mensajes que se llaman y se responden con el nombre desnudo de las cosas. Es esa polifonía la que permite al poeta enviar mensajes, tirar botellas al mar incesante tanto de la conciencia clara, como del subconsciente y del inconsciente. Refugiado en un mundo verbal, mediante la gesticulación prosódica y sintáctica, “el poeta se esfuerza por introducir algunos fragmentos dispersos de lo real”. Este intento de comunicar lo
incomunicable convierte a la razón poética en instrumento de conocimiento y en camino de libertad para afrontar épocas de crisis. Estas reflexiones me acosaban cuando leía, con fruición, los poemas de País de Leandro Calle. Rastrear símbolos en País puede constituirse en un viaje infinito. Interminables itinerarios entrelazan una red numerosa y dialogante: la contienda entre olvido y memoria, la historia como academia biodegradable y como presencia viva, cuerpos opacos y cuerpos luminosos, los cuatro elementos en la disolución o reconstrucción de la Patria. La poesía como camino hacia un sentido profundo donde los significados se convierten sin cesar en significantes de nuevos y acuciantes sentidos.
2.- El pájaro quemado y las alas del ángel Iniciarse en la lectura de País es sumergirse en las “correspondencias” de Baudelaire, es pasar por un “bosque de
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símbolos” que nos observan con “miradas familiares”. Implica dejarse iluminar por los poderosos misterios que hierofanizan en palabras tan simples como aire, fuego, tierra y agua. Constituye una especie de praxis alquímica que nos exige transformarnos y perdernos en los laberintos de la multiplicidad en busca de ciertos saberes y goces solo asequibles a quienes se animan a mirarse en el espejo quebrado de las realidades profundas. Los poemas, en donde todo pasa, están siempre defendidos por conjuros de poderoso aliento. Son breves sentencias inapelables. La defensa mágica de la entrada al libro-laberinto predica acerca “del dolor del otro/ el otro dolor/ que duele”. El dolor del otro supone comunidad, patria/país y, a su vez, el anuncio de una herida profunda en el cuerpo social, un puntazo en el espacio tiempo y la necesidad de transmutación. Por eso el “Poema 1” marca el predominio de los símbolos que expresan los sentidos contradictorios y vivos del aire y el fuego: “El fuego crece cuando crece el
fuego/ y en el medio del fuego están los pájaros”. El fuego es sol, es corazón, es centro. Es luz y calor, pero también quemadura y humo. El juego de las contradicciones es una confusión trágica. La luz “enloquece”, la noche “arde”, todo es una pira de “ansiedad y humo”. El aire, el “aliento”, es fragua y sombra. Combaten los opuestos. Las aves personifican el aire. Son ánima (ánimal), soplo. Ellas deben atravesar “el dolor del aire”. La luz vibra y es voz, sonido, pero es “afónica luz”. En la quemazón universal “las aves van llorando” mientras el incendio “seca las lágrimas” y las convierte en amarga sal. Un dios rencoroso, un Molok terrible, habita el lado tenebroso del aliento (el aire): es un rencor divino que “lastima el corazón”. La realidad difusa y total es fuego destructor. Y lo más horrible: “la memoria que también es fuego,/ quema pájaros tristes de la patria/ y los convierte en peces luminosos/ que van a desovar en el abismo/ de los ojos de un niño que no canta”. Caídos en el “sin fondo” (abismo, abysos), los símbolos se concre-
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tizan en la historia patria. El aire sofocado, el vuelo quemado de las aves, es la memoria de un país que “arde sin arder”. La paradoja se hace presente para desvestir el lado oculto del país (paisaje cotidiano). Lo que arde es el tiempo, la memoria, el viento de la historia. Ese arder sin arder es una situación de extrañeza que genera preguntas: “¿Arde en dulzor como un orgasmo limpio? ¿Duele como el dolor de un pensamiento/ que puja por salir y es abortado?” Todo se quema, lo sórdido junto a lo sublime. Hasta el viento de libertad se ahoga en fuego: “Cuando se quema un pájaro en el monte/ hay un olor a olvido por la tarde”. Perdidos en esa ardorosa y trágica plurivocidad de símbolos desatados, en estampida, volvamos a Marechal, que se animó a romperse los dientes con su dura cáscara. Como buen cultor de la esperanza, ofreció una salida: de todo laberinto se sale “por lo alto”. ¿Es el camino elegido por Leandro Calle en este poema? Por lo pronto, nos deja en espera
“hasta que baje un ángel y despliegue/ el largo de sus alas sobre el fuego”. En medio del peligro constante, ¿volveremos a respirar “fuego fatuos y dulzores de luz”? Cómo no acordamos, a esta altura, del “Angelus Novus” de P. Klee que es el “ángel de la historia” de W. Benjamin. Pero esa es una mirada pesimista desde un Centro en derrumbe ante el horror del pasado. Nos parece, más bien, que aquí se perfila el ángel cabalístico del Talmud: ángel de reparación, de redención del daño pasado. El ángel de Leandro Calle no retrocede de espaldas. Parece ser un enviado, baja del cielo, cubre, protege, salva. 3.- Tierra enferma de esperanza El umbral temático del “Poema 2” profiere: “mi país huele a precipicio”. Y nos anuncia la preeminencia de los sentidos, el cuerpo en peligro. “Este es un país sin rumbo”. Estamos metidos en un viaje sin brújula, en un itinerario de espasmos
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cuyafibrilación se manifiesta como “un cortocircuito a la altura del alma”. En alas del viento (aire) se presenta el simbolismo del agua y su poderosa energía. Es agua que desciende, es lluvia y la lluvia se deja caer sobre la tierra y la tierra es cuerpo. La lluvia, en su aspecto benéfico, “teje sueños”, pero una “feroz Penélope los desteje”. La imagen de la lluvia como algo “de arriba” que cae, como misterioso tejido que desciende, como madeja enredada, es una turbulenta fuerza que baja. Quizás la hilandera invisible es la multitud caída en el subsuelo de la tierra como semilla. El agua en la tierra es posibilidad de levantarse desde abajo: “Caer en esta tierra, significa/ volverse a levantar”. Se produce la vieja paradoja bíblica: los ciegos ven, los mudos hablan, los cojos corren: “Hemos cavado fosas en las nubes/ hemos buscado el agua, su venaje,/ pero la lluvia hilvana sus mañanas con asidos ayeres de la mente/ metidos en el centro del cerebro”. La caída es trágica, es “hundir la cabeza/ en el orgasmo seco de
los muertos”. La lluvia hilvana tiempo (ayeres); el pensamiento (cabeza) se hunde en un orgasmo seco. Ahora la tierra es cuerpo y los cuerpos desaparecidos son fantasmas que reaparecen sin cesar: “El cuerpo es un problema en esta tierra./ Aquí aparecen y desaparecen./ Pero cuando aparecen es muy tarde./ Mojados por la lluvia se florecen,/ hay un olor a olvido…”. Otra vez un mundo kinestésico: llueve luz, pero la luz se pudre. Una desesperación de mil caras nos acosa, pero en lo profundo del cuerpo-pueblo “yace una semilla”. Todavía en los cuerpos hay resabios del “barro original”, “el del principio”. Es un tiempo anterior, cuando las “gotas levantaban el vuelo”, con “residuos de libertad”, “pájaros de agua” y “manantial del aire”. No se ha borrado aún la huella “de un ciego que nos mira fijamente” y que “toca con muñones de luz/ algo de lluvia que tenemos adentro”. Esta es nuestra tierra, estos son los cuerpos ateridos, desapareci-
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dos, espasmódicos del pueblo: “es una tierra enferma de esperanza”. Va sin rumbo, es “un cuerpo que choca con las piedras”, es un ser acalambrado: “Sin embargo la lluvia cuando cae/ hace crecer el pasto en la llanura”. Es, de nuevo, dadora de vida, ya ninguna Penélope deshila su tejido frágil, porque también se anuncia el regreso de Ulises: “Ese verdor que nace, pareciera/ Ulises regresando: la victoria”. 4.- El país de adentro El umbral discursivo del “Poema 3” es una alusión: “la memoria está llena de huesos”. Dos memorias se entrecruzan. Una responde a un mito personal: el entierro del perro muerto, la infancia, el padre, la primera vivencia de la muerte; otra, la memoria histórica. El simbolismo se concentra en el pozo y su axialidad. Cavar, enterrar: es un eje, un centro. Son los adentros, lugar de la muerte desde donde sube la vida.
Por un lado, una escena familiar: el padre va a enterrar el perro y, por detrás, en medio de la noche, el niño de seis años: “Mi padre cava un pozo mientras lloro/ y el perro ya no muere, se está quieto./ El pozo es hondo, la tristeza es honda.” La tierra parece devorar, en silencio, su ración (“como huevos de luz, bebe la sombra”). Padre e hijo entran en una “zona de dolor”. Repitiendo antiguos mitos, el perro vuelve a ser el guía del alma en el reino de la muerte. El niño toma conciencia de la muerte: “mi llanto es sin consuelo porque entiendo/ que la muerte me espera al otro lado”. Pero también descubre la memoria: “el perro vive en nuestros corazones”. Pero, si vive, ¿cómo podrá salir de entre la tierra? La labor del padre ha terminado, el perro yace en el centro de la tierra; y, entonces, aparece otro saber: el olvido. Enterrado el perro: “resta cerrar los ojos y olvidar”.
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Padre e hijo regresan: “un beso en la mejilla y a dormir”. El niño se duerme, sueña: “El perro habla de flores y frutos”, el perro pregunta a la tierra: “¿Qué vas a darnos tierra, tu silencio?” Entonces el perro, guía en el país de los muertos, “amonesta”, anuncia: “este país se hunde tierra adentro/ en tierra está enterrado, lo velamos/ y el olor a podrido nos asusta.” El perro guía invita a escarbar en la memoria, a exorcizar, cavar en el país de los desaparecidos. En lo profundo y oscuro, en el reino del llanto, hay una patria entera a condición de no enterrar los muertos en el olvido, de resucitarlos en la memoria: “alza la pala y cava, cava un pozo/ en la medio de la noche y llora./ Busca un hueso de luz. Deja la sombra/ no es el momentos de enterrar los huesos/ ahora es el momento de buscarlos./ Toma la pala y cava. Cava, cava/ hay un país adentro de la tierra”. Hermoso y universal simbolismo el de cavar un pozo. Leandro Calle, a partir de un mito personal de infancia, se arraiga y universaliza a la vez.
Como decía Nietzsche: “Don estés, cava profundamente. Debajo de tus pies está la fuente”. 5.- Un país que se va hundiendo En esta parte cuarta, el poeta arma una portentosa alegoría. Parte de un animal emblemático de los argentinos y del agua en su aspecto destructor. Vuelve el río, pero en plena creciente: “en el medio del río hay una vaca/ país a la deriva su mugido/ donde las patas buscan equilibrio”. El mugido, las ubres, el vientre, las pezuñas, el pecho, son sólo sinécdoques, partes de un todo en declive: “y el río crece más y cuando crece/ la vaca es un país que se va hundiendo”. El paisaje serrano también es un país “de lluvia, de granizo y de dolor”. La vaca-país se atraganta, flota. El río crece y “la vaca que no hacía nada, ahora nada”. El poeta inicia a deslizarse en el lenguaje. La tragedia de la vaca se potencia a través de la palabra “nada” que puede ser acción, modo, sustancia. La
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vaca queda atascada entre las piedras y en la muerte, fuera del existir: “Nada la vaca sobre la existencia/ que ya pasó que ya se fue y no vuelve/ hundida nada como si nadara/ como si nada, nada en la corriente”. La vaca-país ha sido despojada. Sólo queda la osamenta, el “cuero seco abandonado”. Pero la vaca, en realidad, no ha muerto. Se convierte en mito: “el río crece cuando crece el río/ y en las noches de luna en el verano/ muge una vaca solitaria y triste/ que nada por el aire”. En el paisaje está, invisible, el país como volumen vital. En lo hondo vive: “y comienza a nadar y mientras nada/ no nos sucede nada, todo pasa/ como el río que crece cuando crece/ como nada la vaca cuando nada”. 6.- Del yo al nosotros El limen del Poema 5 tiene que ver con un bicho de costumbres comunitarias. Minúsculo animal de carga de memoria milenaria (ya el rey Salomón lo pondera) y, por lo tanto de necesario olvido: “la hormiga
se olvida de su carga/ y la carga se ocupa del olvido/ el olvido es una memoria que se oxida”. El poema intensifica el uso de la primera persona de plural, la hace inclusiva. Como en el tango discepoleano, estamos todos en el mismo barro: “lo primero es mirarse las manos/ reconocer la mugre, lo viscoso,/ hasta que descubrimos un nosotros/ porque no estamos solos en el barro”. Mirarse a la cara, reconocer que “la suciedad del otro es también nuestra”. Lo que en los anteriores poemas aparecía como figura, como sombra, se concretiza en un cuerpo difuso (lodo) amasado en llanto. Este sujeto histórico, este cuerpo multitudinario, cobra una poderosa identidad puesto que ha tomado la palabra, ya no es mudo: “¡Canta , habla ¡”. Un “coro de terracota” resucita en los “proverbios”. Se formaliza en ánfora que resuena “porque la tierra/ mezclada con el agua manifiesta/ la quemadura de algo en los adentros”.
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Descubrirse en un nosotros significa caminar por “el borde del miedo y descubrir la fuerza de los vencidos”. Una vez entrado en el ritmo cósmico del corazón, el canto, la voz, el coro, es una fuerza tumultuosa y popular. Como en el antiguo salmo (Salmo 137), los explotadores piden a los deportados, a los raptados, alegría: ¡”Cantad para nosotros/ un canto de Sion!”. Esto es así porque, indefectiblemente, los que se alejaron llorando volverán cantando. La primera persona de plural incluye el canto-lamento de todos: el de la “chica manoseada”, el del “chico con el tiro en la cabeza”. El canto es el pan duro del pueblo, y el agua, y el “frío de las costras, la poesía”. La poesía es una fuerza de las profundidades pero es, a la vez, el más alto grado de humanidad: “cuando caemos, caemos cantando / en cambio ellos cuando son vencidos/ caen en la garganta del silencio”.
Ahora ya no un canto solo: es un canto de los que se aman; y se reparte como el pan y la belleza. Solo el enemigo tiembla. Porque no tiene voz, no tiene país (río, árbol, paisaje, sonrisa). El pueblo, un nosotros viviente, siempre vence: “Pero nosotros ¿somos los vencidos?/ hemos caído en el color del canto./ Cuando se trata de caer, cantamos/ cuando se trata de cantar, vencemos.” La salida del laberinto, tenebroso viaje a los adentros, conquista un don que resume las sombras, las angustias, el fuego devorador, el agua destructora, las asfixias; pero también la esperanza, la victoria y el canto. Como en la ilustración de la tapa, es un “proceso al proceso”. Por eso el apotegma inscripto en la salida o en el alma del viajero lector, es inmemorial y, fuera de todo contexto, poderoso: “tienen muchas cosas/ les falta amor”. JORGE TORRES ROGGERO
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“SOY EN CADA LIBRO, CADA POEMA ES UNA OFRENDA” Entrevista a Alfredo Luna por ALFREDO LEMON “Nacido bajo el signo de los cataclismos y las altas promesas del destino” en San Fernando del Valle de Catamarca en 1953, actualmente reside en Buenos Aires. Magister en Escritura Creativa por la Universidad Nacional de Tres de Febrero, es autor de Las palabras imposibles (1993), Los días demorados (2005), Los fuegos prometidos (2006), La mirada sonora (2008) Vigilia Hereje (2013), Palabra matada (2014) y Testigo infiel (2015). Lo bello y lo triste (diría Kawabata) conviven sin estridencias en los poemas esplendentes de este celebrante puro/impuro de las cosas y los días. Dueño de una lírica precisa, sensible, mezcla de un misticismo salvaje y un erotismo sutil, lo vital se destaca y predomina: “Eras la
daga/ con que voy a cortar el viento/ que soy”. Personalmente destaco la fuerza de su lenguaje, la originalidad del tratamiento de los diversos temas que aborda y las imágenes y recursos utilizados: “la que nunca amaste/ inventa el comienzo/ de un amor hasta la convulsión de los planetas”. ¿Qué te produce ver publicado "daños personales" poemario con el que ganaste el Premio Literario Provincia de Córdoba? En realidad sentí muchas emociones: asombro, gratitud hacia mi madre, quien me dio la palabra, a las personas que eligieron el libro, a mi familia, a mis
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amigos, muy especialmente a la poeta Inés Manzano, porque me abrió las puertas para cursar la Maestría en la Universidad. ¿En cuánto tiempo lo escribiste? Cómo fuiste seleccionando el material hasta compaginarlo en un libro? Cuándo lo sentiste acabado como para ser presentado a un concurso? Escribí los poemas durante los dos años de Maestría. En un principio, escribía sin rumbo fijo. Solo respondía al impulso de la palabra, de los versos. Mi criterio de selección, en primer término es buscar que cada texto sea realmente un poema; luego separar los textos por temáticas, luego de excavar hasta lo más profundo de mí, en busca de lo más alto, en busca de esa inmaterialidad que creo que es lo bello, como quería Bachelard. Los temas son casi siempre los mismos, los que nos compelen a todos los seres humanos. Revisé cada texto hasta sentir que era un “edificio sólido”. Como una arquitectura. Participé en el Concurso sin la menor esperanza
temáticas que aborda tu poesía? Los que se refieren a mi preocupación por la escritura, por el lenguaje, por la poesía, por dios (así, con minúsculas, porque me debato entre creer y no creer como una fe que tiembla, por este asunto de la muerte). Otros, se refieren a mi visión del mundo que nos rodea. De tus libros, ¿cuál es el que sentís más cercano y por qué? Estoy identificado con todos. Soy en cada libro. Es verdad que cada uno responde a cierta “evolución” espiritual (si se me permite hablar en estos términos). Nunca escribí con la intensión de escribir un libro. En general uno se siente más cercano con el último libro, quizá por el entusiasmo que genera una publicación, sin embargo, queda la sensación que se trata de un libro inacabado. Hasta que lentamente uno se va desprendiendo de las emociones que concita. Me parece que el próximo ha de ser mejor. Quizás sea una aspiración pretenciosa, inmodesta.
¿Cuáles son las principales
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¿Pensás que el yo lírico se desnuda en el poema? hay allí cierta vulnerabilidad de mostrarse -de algún modo- a flor de piel en la escritura? Indudablemente. Uno queda desollado, uno entrega su esencia en cada poema a cambio de decir. Los títulos de tus poemas te distinguen, son potentes y has dicho que los considerás parte del poema. ¿Cómo surgen? Aparecen de manera súbita. Es algo extraño lo que me sucede: en principio, los poemas no tienen título hasta que en algún momento, como un golpe de luz, me surge un verso y en ese instante de confusión y maravilla, algo me dicta que ese es el título: un verso que ha encontrado su lugar en el título del poema. Y porque son versos, no “explican” el poema. El desarrollo del poema en apariencia no tiene que ver con el título del poema. Me resulta difícil encontrar títulos. Hasta ahora me había negado a numerar los poemas. ¿Sos de corregir mucho? Soy minucioso. Termino de escri-
bir y dejo que las palabras descansen de mí. En algún momento, con rigor reescribo, corrijo, escucho, suprimo, releo en voz alta, abandono, también me preocupo por el ritmo, la música, porque generan sentidos. Regreso hasta que la intuición me dice basta. Trato de ser respetuoso con las palabras, con el lenguaje, porque cada poema es una ofrenda. Y uno da lo mejor que tiene. Por lo demás, cuando tengo tanto material como para conformar un libro, lo doy a leer a algunos poetas amigos a quienes les confiero autoridad. ¿Cómo ves a la poesía argentina de los contemporáneos? La poesía actual es muy heterogénea. De la década de los 80, que es cuando la poesía escrita por mujeres se revaloriza por su propio peso, de Buenos Aires, me gustan mucho las voces de Irene Gruss, María del Carmen Colombo, Mónica Tracey, Susana Villalba, Diana Bellessi en algún punto; Graciela Perosio, Liliana Ponce y algunas más. Muy pocos varones, pero muy sólidos, en realidad.
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Lamentablemente desde las provincias periféricas, llega con muchísimo esfuerzo, la creación poética. Todo sucede aquí. En general, no hay mucha preocupación o interés por la producción de poesía del interior de nuestro país. La única posibilidad que nos queda, es encontrarlos cada año en la Feria del Libro de Buenos Aires que se constituye también en lugar de encuentro. En cambio, no me resulta fácil mirar en retrospectiva la poesía que se escribió en los años 90’ fue muy diversa y monótona y también de una cierta chatura, aunque se tratase de una experiencia íntima. Se formaron grupos muy heterogéneos de poetas cada un tratando de abrirse camino con variada suerte. Leí textos narrativos de la vida cotidiana, como por ejemplo describir una salida al supermercado o sacar a pasear al perro. No hubo preguntas, no hubo asombro, sobresalto o eso que por un instante nos corta la respiración. Digo, textos bien alejados de lo que me parece que es la poesía, que no tienen nada que ver siquiera con la poesía en prosa. No basta la sonoridad. Me parece que le
faltaba “temperatura”. Con eso no se hace poesía. En ese sentido creo que en prosa o en verso, si hay poesía, hay poesía, es lo definitivo. Como decía, textos que se homologaron con lo que se dio en llamar “nueva poesía”. Autores que se instalaban como “rupturistas” o “parricidas”, hasta donde leí. Luego, el tiempo tuvo en cuenta esa ebullición que duró hasta mediados de la década pasada. ¿Qué autores que te han influenciado? Sé que todos somos el eco de otras voces; escribimos con lo que sedimenta de cada lectura. Uno no inventa nada, en algún momento, leía indiscriminadamente a San Juan de la Cruz, la Biblia, García Lorca, Alberti, Cernuda, Rimbaud, Nerval, Artaud (lo quiero tanto), Pizarnik, Orozco, Michaux, Octavio Paz, Milosz. Luego por consejo de otros poetas, a los románticos ingleses y franceses. Pero no me atrevo a mencionarlos como influencias; no me atrevo a tanto, sería muy presuntuoso. Solo decir que me maravillaron. ¡Son muy grandes!
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¿Actualmente estás escribiendo? Sí. Estoy en pleno proceso de corrección de unos textos que surgen de la relectura de las novelas de Libertad Demitrópulos. Y de otro. Temo que sea el último. No sé… ¿Qué opinás de los talleres literarios? Me parece que los Talleres Literarios son una experiencia fascinante en la medida que nos ofrecen dos oportunidades: prestar nuestro oído atento a la palabra del otro y al mismo tiempo, recibir orientaciones de lectura. Claramente no se enseña a escribir: solamente aprendemos a descubrir nuestra propia voz y desarrollarla. También uno aprende a leer y escuchar. Lo digo desde mi experiencia. Para completar la pregunta: un Taller Literario ayuda si quien nos orienta respeta nuestra escritura y no impone un estilo. En ese aspecto, los Talleres ayudan a excavar, a atravesar las palabras hasta encontrar el último eco, las más profundas resonancias de la palabra poética. Leer mucha
poesía, eso te va abriendo muchas puertas. Después está el tener la constancia de la escritura, de la corrección, de la relectura. Es importante no perder la dicha de la escritura, donde todo es posible. No hay muchos espacios que permitan eso. Escribir en sí mismo es catártico, me parece. Pero además, es lo que aprendí. ¿Cómo fue tu experiencia de estudio en la Universidad para obtener un Magister en Escritura Creativa? Siento que es lo mejor que me pasó en la vida. Será porque es mi única experiencia formal de escritura: fueron dieciséis seminarios absolutamente enriquecedores orientados por lo más selecto de la literatura y el arte argentinos bajo la dirección de la poeta y ensayista María Negroni. A partir de esa capacitación siento que estoy en otro lugar, en el campo de la escritura. ALFREDO LEMON Especial para el Basta ya
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CHILE DESPIERTA
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