BOLETÍN LITERARIO BASTA YA ABRIL, MAYO, JUNIO 2020

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¡BASTA YA! Boletín Literario Año 14 – n° 155 Abril, Mayo, Junio de 2020 EDICION VIRTUAL


¡BASTA YA! Boletín Literario Año 14 – n° 155 ABRIL, MAYO, JUNIO DE 2010 EDICION VIRTUAL Director: Eduardo Alberto Planas. Colaboradores permanentes: Lily Chavez, Jorge Carranza, Alfredo Lemon, Sergio Pravaz, Jorge Torres Roggero, Leonardo Arce. Registro Propiedad Intelectual Nº 598958. Hecho el depósito que marca la ley 11.723. Contacto:eduardoplanas2001@hotmail.com www.boletinliterariobastaya.blogspot.com - Tel: 0351- 4886974 – 156170141. Esta revista se editó en forma virtual en Córdoba. Diseño y diagramación: Laura Pozzo. Dibujo de Tapa: “Acuarela de cuarentena” de Carlos Alberto Micca, 32 x 35 cm. Fotografías: Eduardo Planas. Otras: www.Pinterest.com / www. google.com

CONTENIDOS: La belleza de nuestro mundo – Eduardo Planas // Poemas de Jorge Luis Carranza, Eda Nicola, Pau Gastaldi, Lucía Bulgheroni, Alfonsina Clariá, Alfredo Lemon, Graciela Di Bussolo y Sergio Pravaz // Una niña dibuja, Muñecos de nieve - Gustavo Borga // Tina Elorriaga, la casa, el deseo, el lenguaje – Leandro Calle // El regreso no existe: La odisea para volver a Argentina en primera persona – José Santiago // Poca ortodoxa:”Dios esperaba mucho de mí” – Sofía Jalil

CUARENTENA: CISNES EN VENECIA

LA BELLEZA DE NUESTRO MUNDO


El Boletín Literario ¡Basta ya! en tiempos de pandemia ha retornado a sus orígenes: es virtual. La cuarentena lo exige. Ciudades desiertas. La poca gente que circula lo hace con barbijos y guantes. Personas con trajes especiales blancos o amarillos, de amianto, escafandra y máscaras escanean a las personas al llegar, desinfectan las ciudades, cuidan en los hospitales, protegen. Los países cierran las fronteras. No hay vuelos ni transportes terrestres ni marítimos. Drones controlan el cumplimiento de las medidas de aislamiento. Han colapsado los sistemas de salud en aquellos países con mayor desarrollo tecnológico y –supuestamente- sanitario. La realidad estremece. Mejor no hablar de las noticias que nos llegan. En estos tiempos todos hemos visto todo y muy rápido. La información atosiga. En pocos días cambió el mundo. Pandemia: deberemos convivir con ella y no por poco tiempo. El futuro llegó y no es como lo pensábamos. Esto recién comienza. Estimamos que sacará relucir lo mejor y lo peor del ser humano. Veremos cosas impensadas. La plena solidaridad convivirá con el instinto de supervivencia a toda costa, a cualquier precio. Hará falta una gran dosis de amor para salvar a la humanidad. No importa a quién se votó ni como se piensa, sino como como se actúa en estos momentos tan aciagos, nunca vistos ni vividos. No adscribimos a ninguna teoría conspirativa. Tampoco a un supuesto castigo divino. El que quiera rezar, que rece. El que confíe en la ciencia, que siga haciéndolo. Estamos ante algo nuevo, inédito, sumamente peligroso. Que no discrimina, ni por la raza, el sexo, la religión, el color de piel, la clase social, ni pregunta por quien votaste en la última elección. Debemos cuidarnos y cuidar al otro. Protegernos y proteger al otro. Se han tomado -justo a tiempo- las medidas necesarias e imprescindibles para evitar una mayor propagación. Hay que cumplirlas a rajatabla. Seguramente no conformaran a todos. Pero estimamos que no hay elección. Es vida o economía. No tiene sentido alguno seguir cavando la grieta, profundizando antinomias. Esto es mundial. No hay país del mundo que este exento. Dicen algunos - ojalá sea cierto- que todo esto servirá para reinventar nuestras sociedades, Las actuales en su gran mayoría están basadas en el lucro, la especulación y el dios dinero. Y así construir un mundo nuevo donde la solidaridad sea el modo de comportarnos entre nosotros y la educación y la salud de los pueblos sea el objetivo de los gobiernos. Ojalá sea así. Por de pronto, creo, vamos a necesitar mucha fuerza para pasar y superar esto. Vamos a necesitar mucho amor y solidaridad para salvar a la humanidad. Nos duelen todos y cada uno de los muertos, sin distinción de nacionalidades, idioma o religión. Deseamos que esto pase lo más rápido posible y con el menor dolor para todos. Nada es ni será igual. La poesía tampoco. ¿Qué será de ella? ¿Se pueden escribir bellas imágenes sobre el horror? No tenemos la respuesta. Pero confiamos en ella. La rebelión de la poesía es la belleza. La belleza de nuestro mundo.


LA BELLEZA DE NUESTRO MUNDO I –PH EDUARDO PLANAS


POEMAS DE JORGE LUIS CARRANZA VIENE EL INVIERNO La hormiga fue y volvió por su camino durante el verano brillante el otoño dorado llevando hojas y palitos. Alimento y cobijo para el frío. Reviso la parte clara del corazón. Tiene una buena provisión de tibieza. Voy a la ventana. Exhalo aliento empaño el vidrio. Dibujo un sol sin nubes. Un sol que no se negocia que nadie podrá quitarme. Un sol invicto más allá de las derrotas.

Del libro " Otro sol" Editorial Alción Año 2017 *


No sé. la verdad no sé cada vez sé menos y menos me importa saber pero, a ver, como decirlo, apareció de golpe digo de repente sin porqué la imagen de un hombrecito doblado por la vida en su casa encerrado sin poder ir al club del barrio donde iba por las tardes a jugar a las cartas a las bochas a hablar de todo de nada a pensar en nada a ver fútbol por la tele a tomar vino en caja con el sifón de soda digo el sifón no la botella digo que ahora no puede hacerlo no era mucho pero para él lo era por eso y porque cada vez sé menos y el pensamiento mágico me va tomando, le digo al virus que ya está que ya es suficiente; solo para que ese hombrecito que mira por la ventana y piensa en su club de barrio pueda volver allí en donde su alma reposaba y estaba en paz por un rato.

JORGE LUIS CARRANZA


POEMAS DE EDA NICOLA Siempre me sentí menos por escribir. Por elegir, entre otras ocupaciones importantes como la ingeniería, etc., la poesía. Donde crecí, donde vivo, los triunfadores, las elegidas ellos todos, eran, son, gente que ignoraba, que ignora la poesía. Ahora sé que no es así. Ganar o perder es igual. Las cosas flotan. Flotamos. Se deshacen. Nos deshacemos. Y lo que queda es un radiante amor. Una luz oscura. Queda llorar toda una tarde. Pero no de pena. De belleza. De la belleza despierta de este mundo perdido. * ¿Qué compraremos con las monedas de sangre? ¿La comida del día? ¿La piedra centinela, la que crece o decrece en el ritmo respiratorio de los milenios? ¿La piedra oscura de los sacrificios y las ofrendas, ahí mismo, donde las hembras vamos a parir? ¿Donde las criaturas respiran por primera vez, y se acuñan sus monedas de sangre? ¿Sus escasas o pródigas, monedas?


¿Su escarchada o sedienta o entregada, sangre? ¿Cuántas más? ¿Cuántas monedas de sangre vieja o recién nacida ofreceremos a la fuente de los deseos, al pozo de los cadáveres dormidos? ¿Qué vas a comprar hoy con tus monedas de sangre? ¿Algo? ¿Nada? ¿Las vas a guardar en las cajas de ahorro del infierno? ¿Las vas a dejar tiradas en el patio, olvidadas, como si fueran un niño o un perro, para que se disuelvan, sí, sí, en lo rojo del atardecer?

EDA NICOLA

Eda Nicola nació en Coronel Moldes, provincia de Córdoba en el año 1969. Es Licenciada en Letras y ejerce la docencia a nivel medio. Ha publicado los siguientes poemarios: “De los pequeñísimos filamentos nerviosos de mi carne” (Narvaja Editoraño 2003 - Premio provincial para autores inéditos);“Hilos de luz entre turbias cosas”, (Jorge Sarmiento Editor - Universitas, año 2010); “Bajo la luz de una pequeña lámpara“ ( Ediciones Llanto de Mudo - año 2015) ; y “Detrás del aire” (Editorial Huesos de Jibia - año 2017. Ha publicado como docente diversos ensayos de Lengua y Literatura.


POEMAS DE PAU GASTALDI sin gracia I enjaular flores en un jarrón nos pareció tierno, eran color sobre el gris de la habitación. no les pedíamos más, al oxígeno se lo daba el respirador. estaba ahí: quieto pero vivo. vivo artificial. vivo obligado. vivo. ahí: pasando la noche. doce horas determinantes después de la operación. amaneciendo vivo artificial. vivo obligado. vivo. II la incertidumbre genera pánico a quienes abrazamos la infancia. III Hija, prefiero que no duermas en el hospital, dijo. me alivió que ella tomara esa decisión: quería irme. esa noche en mi casa, aprendí algo, que la pulsión de la cobardía y el egoísmo van juntas. todavía recuerdo cómo mi habitación se volvió jaula y ni el color de unas flores alcanzaba para tapar el gris de una desgracia. IV aunque los hospitales se asocien al silencio, yo sólo escuché gritos. V la enfermera no se inmutaba, ¿acaso no sentía mi desesperación?


No, ese frío no tenía que ver con el clima. la camilla cruzó la puerta. ella nos dio la orden de quedar afuera. yo esperaba recordar su cara para tener a quien odiar. aprendí que en las desgracias echarle la culpa a un dios no basta para sobrevivir. VI en seis semanas un hospital se vuelve paisaje. pasar una estancia ahí sin ser el enfermo es patético como quien sufre es el otro, no se tiene derecho a llorar / casi se tiene la obligación de sonreír VII ¿acaso las verdaderas lágrimas no son las que se esconden?

fin del control escupiría en la cara a macri me subiría al primer colectivo y sacaría al chófer a las patadas pondría mis dos manos en ese volante gigante gritaría arriba todes, vamos gratis. por fin manejaría algo. apretaría el acelerador y diría: usted señora, que se parece mucho a mi mamá agárrese bien fuerte que maneja una drogadicta. empezaría, entonces, a reírme a carcajadas de cómo se bajan todos los moralistas.


le cedería, después, el manejo a otro loco que quedó boyando pondría luces de colores y música fuerte muy fuerte empezaría a bailar desnuda con todes les poetas que están ahí queriendo permanecer en el delirio. le rogaría a quien maneja que nos estrelle: vamos a buscar la muerte, vamos por fin a dominar a nuestra eterna musa. PAU GASTALDI

Paula Gastaldi. Auto percibida ex Abogada. Profesora universitaria. Come de la filosofía: espiritual y materialmente hablando. Los domingos pasa hambre. Hace un año incursiona en el abismo del mundo editorial: dirige LEFt editora junto a su cuate amigo Emilio Bazso. Escribe poesía desde su álter ego destructivo, la lee con la seriedad necesaria para que la mentira sea creída. Publicó en Manija Volumen I. Desconfía de quienes no saben lo que quieren. Integra el Cuerpo de Abogadas Feministas de Córdoba. No sabe lo que quiere.


POEMA DE LUCÍA BULGHERONI V Lavo un tenedor con una virulana raspo los restos de comida hasta lograr el brillo último que resiste al uso y los días toco los cubiertos que una vez fueron tuyos enjuago la sartén donde cocinabas la carne aquel año en que vivimos en la misma casa y otra vez pulo el metal hasta llegar al inicio del material No es pura obsesión ni pereza dejar que quede siempre a los costados un rastro una capa que con el tiempo se va formando dicen que mejora el sabor de las comidas que hace más fuerte el acero inoxidable Que puedo verme en el reflejo plateado que vos mirabas Si sigo puliendo quizás puedo llegar a vos como si fueras el metal precioso escondido que sigue ocurriendo

LUCÍA BULGHERONI


POEMAS DE ALFONSINA CLARIÁ Si tuviera que hacer un balance de mi vida, contaría una por una las hojas extraviadas, las palabras que alumbré muertas. Rescataría las monedas que arrojé a la fuente de la esperanza; me quedaría con los deseos incumplidos, los únicos que perduraron. Si hiciera un balance, me hamacaría a la luz de la intemperie, envuelta en un poema, el más fugaz e imperfecto. * El tiempo es arena movediza; vacilo, no sé pisar. Si pudiera moverme, me quedaría donde estoy: en esta casa, en este cuerpo frágil y fuerte, en el desvelo, en la escritura, me quedaría. Todo está en movimiento; la eternidad es una puerta. ALFONSINA CLARIÁ Álbum de fotos, Ediciones Recovecos, 2019


POEMAS DE ALFREDO LEMON

La poesía en tiempos del Coronavirus

Cada época pone a prueba el espíritu de los hombres. Ni fin de la historia ni apocalipsis: paciencia en los problemas / prudencia en los peligros. Hoy la realidad tiene el argumento de un thriller trepidante. Un estornudo puede ser un big bang. La picadura de un mosquito puede ser un misil: dengue, zika, chicunguña. ¿Cómo alejar estas nubes que amenazan el pulmón del planeta? Cautela! Confianza! Conciencia de fragilidad. Ningún enemigo atacará antes de hora. Apuesta al porvenir y al infinito! Salta! La muralla no es tan alta ni tan profundo el precipicio. Refúgiate en la pasión salvífica de las palabras! Ampáranos literatura! Vamos por la resurrección!

ALFREDO LEMON


Intermezzo (Mientras el día es noche todavía)

Otro virus maldito recorre el mundo y nosotros, con una incertidumbre existencial planetaria.

Cuándo saldrá nuevamente el sol?

Barriletes sin cuerda, el azar es el vértice de todo rumbo.

Cómo enfrentar tantas circunstancias que interpelan?

Quisiera poner en orden mi espíritu pensar una vida futurable

pero en el más desierto de mi desierto no sé quién es Alfredo Lemon

Serán las batallas fortaleza de virtud? O mejor entregarse al pulgar del destino el índice de Adán?

Al fin, la historia es una búsqueda de no saber qué.


Entender esta obra escrita por un idiota resulta emocionante. Quién no intenta reconciliarse antes, encontrar un sentido, rendirse a un propósito.

La vida no es sueño Calderón! De la barca que se incendia en la nieve somos testigos!

Crecer es ir perdiendo ¿el esfuerzo traerá ventura?

ALFREDO LEMON


POEMAS DE GRACIELA DI BUSSOLO I.

Tormenta

Se ha desatado la tormenta. Los árboles están a punto de quebrarse. Los pájaros huyen. El viento asusta. La lluvia ya no es una bendición: está arrasando las flores y los frutos y la tierra no resiste su azote. Corren pequeños aludes entre las piedras. Pareciera que jamás ha de volver la calma pero yo sé que sí que siempre vuelve. Será el momento de superar la tristeza de recoger los verdes cuerpecitos de las hojas y de intentar recuperar la belleza


otra vez.

II.

Sigue lloviendo

Sigue lloviendo como si ya no fuera suficiente que los ríos se hayan desbordado que las vertientes hayan perdido su belleza y su música y sean hoy dañosos toros de agua. Sigue lloviendo como si alguien aún pudiera celebrar la frescura del agua necesaria. No podemos sentir esa felicidad que siempre trae la lluvia. Sólo la invasión de la pena la desesperación por lo inundado. Sigue lloviendo pero esto ya no es lluvia.


Es una maldición. Un agua tenebrosa en la que sólo flota la tristeza. GRACIELA DI BUSSOLO Graciela Di Bussolo nació en Buenos Aires, en 1954. Vive en la localidad de Cabana, provincia de Córdoba. Es Profesora y Licenciada en Ciencias de la Educación. Docente Jubilada de Nivel Medio, Superior, Universitario. Coordina Talleres de Escritura Creativa. Publicó, Dice que vive (1998. Ed. Argos); La noche boca abajo (1999.Editorial de la Municipalidad de Córdoba) Tercer Premio Concurso Nacional “Luis de Tejeda”; Donde nadie se atreve (2000.Temuco, Chile). Mención Honrosa Concurso Iberoamericano “Neruda 2000”); Territorio de nadie. (2000. Ediciones Argos, Córdoba); Donde nadie se atreve. 2003. 2ª ed. Narvaja Editor, Córdoba, con Prólogo de Jorge Boccanera. Su poemario Kavafis fue publicado en idioma griego, en la Antología “Conversando con Kavafis. Antología de poemas kavafianos extranjeros”. Instituto del Idioma griego, Thessalónica, Grecia, 2000. En el año 2008 publicó “TerritoriosAntología Personal” por Narvaja Editor. Ha participado en diferentes Antologías y en Revistas Literariasentre ellas Palabra de Poeta de la ciudad de Córdoba.


LA BELLEZA DE NUESTRO MUNDO II – PH EDUARDO PLANAS


POEMAS INÉDITOS DE SERGIO PRAVAZ Guadalupe La virgen de Guadalupe tiene los pechos más hermosos del continente. Yo la vi en un semáforo, iba sobre los hombros de un chico tatuado y ambos flotaban. Si la Guada te besa en la boca un domingo, sus caderas de hembra piadosa te acarician sin preguntar filiación o seña particular. Así de sana es su mirada cuando se desviste para aceptar a todos, a los inconclusos, a los escapados de la manada, a los huérfanos de hechizos y a los corridos por la fe. Ella es la virgen de las barricadas, escucharla reír, bramando a los desencantados del misal es nuestra fiesta. Oh, pero si sus piernas se alumbran cuando va recogiendo las migas del camino. Ella tose femenina, rojísimos sus labios cuando te habla del amor. Puede escribir un haiku en tu espalda, mirarte como para secar el mar y llevarte de caminata. Así es ella. Suma sin preguntar,


como quería Zapata y en lo que silba el jilguero, te amamanta. Sólo busco el poema Cuando cierre los ojos no hagan silencio, que no cese actividad alguna, que el cíclope retoce junto al árbol donde pastan las palabras olvidadas, y la muerte no se abstenga de sonreír al desprevenido. No estaré ausente, no padezco ni me alejo, ni el veneno más dulce muerde mi lengua, ni hay caldero esperando por mis huesos. Sólo permanezco así. Interpelo al colibrí que desafía el sueño más osado hasta obtener ese brillo que jamás somete su hallazgo. Chasqueo los dedos nombrando. Sólo busco un poema. Abrazo caracol Tizna al hambre el afecto si la luz se enciende por la izquierda. Señal de que es posible robarle pedacitos de dureza al ceño grave que clarea a diario desde el fondo. La receta está en los brazos, anudan, anudan


y hasta que no entró la o el últimes, no para esa rosca mágica que el César nos legó. Esos cantos vienen regados, quizás sea eso, o tal vez la piel que teje sola una misma manta para que el lucero nos encuentre, nos muerda el corazón y reparta, como siempre hace.

Manos de abrigo Hay manos que se presentan como la canción de una nostalgia que aún no sucede, como el don de un tamarisco a quién el viento encorva reflexivo, un refrán para que sus palabras sean virtud del mar cuando canta a la luna. Tienen la gloria de su lado, un toque y el sol aparece como melodía de guitarra, como un aroma de mesa tendida, como una lluvia que moja parejo sobre un patio de tierra. Esas manos, encendidas como el olor de una panza en el octavo mes son un prodigio de entrecasa. Manos de abrigo para que el trabajo sonría al invierno, como un mantón que cae sobre la piel, y la noche es menos larga.


Liviandillas en el sur Liviandillas para los niños, para el bien hacer de las criadas y los mozos del establo. También para los de a pie, los desheredados del amor, para aquellos abandonados por la fortuna en la esquina del deseo, y para los viejos que ya buscan una ración de bienmorir. Liviandillas frescas para los presos, también para los desclasados que silban una melodía que ya no suena. Una liviandilla crocante para la vegetación que no ilumina, otra jugosa para llegar a fin de mes y poder ver aquello que no sabemos, o en todo caso para que el desdén no nos alcance. Liviandillas para el programa electoral porque ellas no mienten. Abajo las pesadillas, que tal vez cedan si la martineta logra cruzar la ruta, y ahí sí, todo liviandillas para que el corazón abra el ojo y supere el quirófano engañoso, se acaben los mártires y de nuevo nos colguemos por los ojos. Una algarabía cercana y un corcho en el bolsillo es la receta. Que celebren el día nacional de la liviandilla para aprender que dos más dos, mejor no saber.


Recién mojada por el mar Me gusta mirar la luna cuando aparece entera de cuerpo con su cintura enorme, lechosa. Ella y sus sortilegios, mueve las grandes aguas por el solo placer de hacerlo. Nosotros escribimos el cálculo metódico y la ecuación inesperada para soñar que pudimos visitarla. Pessoa tenía razón, es un plato de comida para el hambre de los dioses que inventamos nosotros por no morir de melancolía. Y si no lo dijo él, con pensarlo es suficiente porque soy de los seguidores de la luna desde los tiempos en que mi tiempo no era. Alcanza y sobra cuando me besa el corazón, así, recién mojada por el mar.

SERGIO PRAVAZ. Poeta, periodista y editor. Vive en Rawson, Chubut (Argentina). Ha editado nueve libros de poesía y dos de crónicas: “Calimba” (97). "Los héroes de la esquina" (00). "ContrArmonía" (03). “El mar de los poetas” (06). “Sueño de tomón” (06). “Papeles de la mirada” (10). "El gallo rojo" (12). "El guitarrista no sabía música" (13). “Cantata de los dos puentes (15). “El tumbador de árboles” (15). “Luna de invierno” (17). Fue corresponsal en Cuba (1998/2000) y en México (2011/2016) entrevistando a diversas personalidades de la cultura de esos países. Su poesía circula en diversas antologías, tanto en nuestro país como en el extranjero. Presentó y leyó su obra en Cuba, México y Chile.



LA BELLEZA DE NUESTRO MUNDO III – PH EDUARDO PLANAS


LAS NUBES MÁS ALTAS a Néstor Kirchner

A ese hombre se le veía una línea de luces sobre uno de los costados de su cabeza. Trajo completa su caja de herramientas, sólo hubo de mirarla como a un espejo, tanto como a su deseo. Supo enderezar destinos, de esos abandonados a la herrumbre colectiva. Jugó con las nubes más altas, las venenosas le mostraron los dientes robando tiempos al amor. Él las evaporó como quien se refriega las manos con harina, uno, dos, tres soplos para que lo impensado acontezca. Tuvo un ritmo cardíaco que le hizo ver el sol en el interior de su camiseta y bichitos de luz en un frasco. Dicen que fue fiel a los asuntos importantes de la vida, esos que los dioses olvidan todo el tiempo, aquellos que te llevan puesto si te distraés. A mi me deslumbró cuando supe la osadía de su tendón más escondido, ese que le coronó de luces uno de los costados de su cabeza. SERGIO PRAVAZ


UNA NIÑA DIBUJA…

Una niña dibuja en las paredes de su casa, en el piso, en los muebles…Un día sus padres dicen basta. Se lo prohíben definitivamente. La niña trepa a su casa. Mientras dibuja sobre el techo piensa: “En este lugar puedo dibujar todo lo que yo quiera. Lástima que nadie pueda ver mis dibujos”. Un ángel mira como una niña dibuja sobre el techo de su casa.

MUÑECOS DE NIEVE Día nublado. Un muñeco de nieve y una muñeca están haciendo el amor. De repente sale el sol… GUSTAVO BORGA


Tina Elorriaga: la casa, el deseo, el lenguaje


Por Leandro Calle El primer poema de “El miedo de una casa inexistente” de Ernestina Elorriaga (Alción, 2019) comienza con los versos siguientes: “Y era angustia la ausencia/ y era el dolor/ enterrado en la garganta/ un río embravecido en el territorio del silencio”. Apenas traspasamos el umbral del libro, sabemos que entramos a un territorio de intimidad y de dolor; de lucha y agonía; y de algún modo también de liberación a través de la palabra. El dolor, está enterrado en la garganta y no es un dolor vano. Va a ser necesario desenterrar ese dolor, hacerlo germinar en la tierra de la poesía. Tina Elorriaga, amasa este dolor con las palabras y construye con hondura cuarenta y nueve poemas que, alejados de la catarsis superficial, se erigen a partir de la experiencia con valor universal y un manejo comprometido de la palabra poética. Si el dolor, tan personal y propio se ahonda, hay conciencia de que “el mundo sigue andando” como sutilmente lo deja entrever la poeta en el poema III: “sin embargo lluvia y árboles no cesan de brillar”. Sin orden aparente, aparece la madre y el hijo. La poeta, como parte del ciclo vital, está fatalmente vinculada a su madre y fatalmente vinculado a su hijo. Hija y madre, en plena madurez responsable. Lejos aún de la vejez o de la dependencia infantil. Estirada hacia atrás, hacia el pasado y estirada también hacia el porvenir, hacia delante. Por eso Tina Elorriaga menciona tantas veces la palabra cuerpo, porque es el cuerpo el que soporta esas dos jaladuras aparentemente contrarias. El cuerpo, claro, es también lugar, territorio, casa. Casa del lenguaje y casa del dolor. La poesía, entonces, es un ejercicio para abrir las puertas del deseo: “Donde guardamos los silencios lo no dicho/ lo prohibido el deseo lo negado/ lo borrado el misterio lo maravilloso la lluvia/ el invierno las caricias la piel/ el deseo la infancia los pecados el olor las rosas/ la memoria las risas las voces/ los susurros el deseo…”. Tres veces aparece el deseo en el poema. Está allí, en el territorio del silencio. Y hay que desenterrarlo, porque en ese lugar (como dice al final de ese poema) “en ese lugar/ vive un niño sin tiempo”. Creo que de algún modo, a medida que avanzamos en la lectura, asistimos a la liberación de esa inocencia, de ese deseo, de ese “niño sin tiempo”. Si en el poema XXV, “el otro es en nuestro cuerpo/ no lo elegimos” y “cuando arrecian los demonios/ ser otro/ madre/ es una ardua tarea”, comprendemos que ser otro se convierte en una de las claves de lectura de este libro. Necesaria singularización que pretende escapar de toda alienación y de la dependencia sin más de los mandatos. Ser otro y con el otro: “ser con el hijo que nos navega”. Ese “ser con” ya es suficiente para darnos cuenta que la carnadura experiencial del libro se encuentra asida a las preguntas hondas acerca del sentido de la vida. “El miedo de una casa inexistente” es de algún modo el miedo al desamparo, a la orfandad en cuanto hija y al desamor en cuanto madre. El miedo es una cáscara molesta. Pero Tina Elorriaga puede enfrentar al miedo porque en el fondo sabe que la única casa es el lenguaje, y es en ese lenguaje donde late – allá en lo hondo- un decir en donde “vive un niño sin tiempo” y ese niño crece, se transforma. Ese niño, ahora, es palabra que rompe, que nace: “quiero romper las preguntas que trae la noche/ que se sepa/ soy de carne// soy una mujer/ y escondo a una mujer salvaje entre mis huesos”. Libro valiente de una mujer valiente. Cuerpo, casa, palabra. Morada fuerte para resistir los embates de la muerte:

XXX


El viento produce miedo resopla y es un toro cargado de roja cólera los caballos espantan insectos con su cola los gorriones se refugian en los eucaliptos la casa mira consternada sus postigos entreabiertos siente miedo pero aprendió a resistir aún cuando la sal haya carcomido sus huesos resiste siente en el tejado la furia del vendaval ojalá mi cuerpo se irguiera cual la casa. TINA ELORRIAGA

EL REGRESO NO EXISTE: LA ODISEA PARA VOLVER A ARGENTINA EN PRIMERA PERSONA. Por José Santiago


Un hombre flaco con barba de varios días se ríe. No lleva casi nada encima, salvo unas ojotas en los pies. Parece de las personas que viven en la calle y revuelven en la basura. No lo vemos llegar y se aparece de imprevisto por la puerta trasera de la camioneta. -Hay que tomar mucha caña. Yo estudié cuestiones hospitalarias. Y el alcohol hace que el virus salga por los poros de la piel- dice mirándonos convencido. Después rompe en carcajadas. Se despide en un portugués enmarañado alejándose por las calles de Caiobá, ciudad costera del estado de Paraná al oeste de Brasil. Allí las playas son anchas, olas continúas y están vigiladas por edificios que no invaden el paisaje como en Camboriú. En ese país la pandemia del Coronavirus, decretada por la Organización Mundial de la Salud, es un mal lejano. La gente anda tranquila por la playa, no hay aislamiento obligatorio decretado a nivel nacional y los restaurantes permanecen abiertos. En el mundo los muertos se cuentan de a miles pero el presidente Jair Bolsonaro pide no exagerar: “es una gripecita”, declara en los medios de comunicación. Los índices epidemiológicos marcan lo contrario. Brasil es el país con más contagios y muertos de Sudamérica: 2985 casos de infectados, 77 muertos hasta el 27 de marzo. Alertados


por la propagación mundial del virus –y ante la inacción del presidente- los gobernadores de los Estados toman medidas por su cuenta y cierran shoppings, galerías comerciales y suspenden las clases de todos los niveles educativos. Todo lo contrario ocurre en Buenos Aires. En la noche del jueves 19 el presidente argentino Alberto Fernández anuncia por DNU el aislamiento obligatorio. A partir de las 0 horas del viernes 20 nadie podrá salir de sus casas y quienes circulen en la vía pública deberán mostrar argumentos sólidos. *** Miedo. Tenemos miedo porque las noticias abruman y hay que decidir en cuestión de horas. No estábamos de vacaciones, vivíamos en “modo viaje” desde mucho antes que se decretase la pandemia. Ahora decidir implica romper planes, pausar proyectos de vida o cambiarlos de golpe y entrar en la boca de la incertidumbre que angustia. ¿Opciones? Quedarse en Brasil –donde los especialistas la señalan la próxima Italia sudamericana por los muertos que habrá- y alquilar una casa el tiempo que dure el desastre. Una señora, apiadada por la situación, nos pidió 2150 reales por un mes, o sea 38.700 pesos argentinos una casa con cuatro ambientes. Había más barato, claro pero no mucho y eso para nosotros era imposible de costear. La segunda opción es regresar a Argentina con los riesgos que implica: que las rutas provinciales del país estén cerradas, que los motores de las camionetas soporten horas y horas de viaje, que la frontera esté abierta o que el cansancio del manejo no nos haga tumbar en la noche. Viernes 20 de marzo. Cuatro personas deambulan por las calles de Caiobá preguntando precios de alquileres de casas, monoambientes y campings. La búsqueda incluye recorrer 70 kilómetros desde Caiobá hasta Paranaguá, siempre pegaditos al mar, en procura de cambiar algunos dólares para tener reales (moneda local) y poder pagar un posible alquiler, peajes y comidas. Antes, durante y después la decisión de volver a Argentina será inestable: nos quedamos o nos vamos, regresemos o esperemos, nos vayamos… La decisión definitiva se aproxima. Mejor regresar a territorio argentino para estar cerca de los nuestros aunque no podremos abrazarlos. Primero habrá que hacer 100 kilómetros desde el mar en Caiobá hasta Curitiba –capital del estado de Paraná- y al otro día, temprano, encarar hacia la frontera. La realidad nos alumbra la mejor opción. Las casas de cambio están cerradas en Matinhos y Paranaguá. Los bancos no cambian dinero porque recién ahora Brasil percibe el peligro y todo empieza a dejar de funcionar. Queda cambiarle plata a un taxista de bermudas en una vereda cualquiera y confiar. Él en nosotros y al revés. Curitiba nos espera porque el regreso ahora sí es un hecho.

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De Curitiba la salida es el sábado 21 de mañana. La dejamos atrás en línea recta por ruta 277 rumbo a Puerto Iguazú para cruzar la frontera. Nos esperan más de 20 horas de manejo con paradas tan dosificadores como necesarias. Frenamos pasado el mediodía en una estación de servicio todavía en tierra brasilera. Hay gente con


barbijos, tres potes de alcohol en gel en la entrada del Market y policía rodoviaria repartiendo volantes preventivos al costado de la carretera. Mientras almorzamos una mujer rubia, no más de 45 años, camina nerviosa. Va y vuelve todo el rato con gesto adusto por el local gastronómico. Después, cuando estiramos los músculos en el estacionamiento, la vemos de nuevo. Abre la puerta de su camioneta y, en el asiento trasero, vemos un bulto con pies cubierto con una colcha. La sugestión hace su trabajo y pensamos lo peor. A mitad de camino la hoja de ruta cambia. Las noticias cuentan que en Puerto Iguazú –frontera de Misiones en lado argento- el colapso de gente pugnando por entrar va en aumento minuto a minuto. -Probemos por Dionisio Cerqueira y entrar a Argentina por Bernardo de Irigoyenpropone uno de los cuatro y los dedos grasosos se mueven por las pantallas de los celulares. Vemos la ruta por Google Maps sin saber si el tramo está en buenas condiciones. Otra vez la incerteza, el cambio de plan y la sombra del miedo. -Vamos- definimos y las camionetas apuntan hacia el nuevo destino. *** Cerqueira parece un pueblo olvidado. Ninguna luz, sin gente en las calles y locales cerrados. La Policía Federal de Brasil sella los pasaportes, nos dice adiós y ahora viene lo más difícil: entrar a Argentina. En el enlace que une Cerqueira-Irigoyen no hay filas de auto ni caos. Respiramos aliviados. Estamos a más de 1400 kilómetros de Saladillo, destino final en provincia de Buenos Aires. Completamos la declaración jurada del Ministerio de Salud de la Nación y asignamos el domicilio para cumplir la cuarentena. Una casa deshabitada para no exponer a otras personas. Todos los papeles en reglas para continuar. Nos toman la temperatura y ninguno registra fiebre ni síntomas compatibles con el Covid -19. Terminamos el trámite Migratorio y, cuando la contractura mental y psicológica de haber conducido en situación extrema parece disolverse, un efectivo policial muy joven y delgado, también con barbijo, nos avisa: -Por decreto tiene 4 horas para abandonar Misiones. Lo miramos con ojeras en los rostros y el cuerpo destemplado del sueño y los nervios. Cuatro horas para cruzar una provincia de rutas sinuosas en medio de la noche de un sábado 21 de marzo agotador. -Son más de las 10 (de la noche)- dice uno de nosotros y la duda nos estruje la garganta. Hay dos opciones: quedarse en el limbo migratorio sin sellar el ingreso a Argentina –y correr el riesgo de amanecer ya con la frontera cerrada- o avanzar a oscuras por la Mesopotamia. La segunda opción se impone sin objeciones. *** La ruta 14 de día es una fiesta que nadie debería perderse. Por su geografía inconmensurable y verdosa de camino ondulante con flora variada y curvas zigzagueantes. La ruta 14 de noche y con el Coronavirus perturbándote la cabeza es un trayecto enigmático con un tramo de ripio ideal para romper tren delantero o


pinchar rueda. Todo negro alrededor, salvo por un cielo magistral, limpio como a estrenar y sin smog ganado por estrellas brillantes. Con el humano confinado en su casa la naturaleza tiene garantías. Apenas si cruzamos un par de camiones y nada más. En la ruta aparecen gatos monteses y otros animales autóctonos que andan a salvo y libres, como deberían estarlo siempre. Las camionetas –acostumbradas a no hacer más de 100 kilómetros por día- avanzan sin chistar. Ninguno lo dice, pero los cuatro no le rezamos a algún dios sino a varios para que el motor resista, para que las mangueras resistan, para que todos resistamos. -Hay que llegar a Corrientes y vemos- dice uno de los conductores en un parate del camino. -Dice que allá ya no dejan pasar a nadie- avisa una de las chicas mirando su celular. -Vamos, ya estamos en esta- contesto y todos regresamos a los autos. La entrada a Corrientes se concreta a las 4 de la madrugada del domingo 22. Un puñado de Gendarmes nos pregunta de dónde venimos y a dónde vamos. Nos dejan dormir al costado de la ruta. Serán cuatro horas de sueño liviano, tembloroso, insuficiente. Por la mañana el objetivo será atravesar Corrientes y llegar a Entre Ríos, mínimo. ¿El destino final? Saladillo, a más de mil kilómetros. ¿Por qué ahí? Porque hay una casa en el campo, deshabitada y nadie correrá riesgos. *** Corrientes amanece calurosa. Hay fatiga y esperanza. Desconcierto de domingo y un objetivo fijo: cruzar Corrientes y Entre Ríos de un tirón para respetar las instrucciones de los organismos nacionales. Llegar a Buenos Aires sería lo óptimo. Cuando todavía nos desperezamos, un hombre con portafolio se acerca a los motorhomes. -Soy de la Prefectura. Estoy a pie. Me podrían alcanzar- pide y la respuesta, aunque no quisiéramos darla, es unánime: ¡nooo!. Y le explicamos la imposibilidad de transportar personas por carecer de cintos de seguridad traseros. Si nos descubren violaríamos una ley de seguridad vial y no estamos para retos ni multas. En ese lapso habrá controles policiales. Pedido de documentación personal y de los vehículos y conducción a velocidad constante para llegar cuanto antes. En un cartel se lee Paso de Libres, 350 km. Pienso en rostros anónimos que deben estar en otro de los pasos fronterizos entre Brasil y Argentina tratando de hacer lo que nosotros procuramos: “llegar a casa”. Lo que viene a continuación es un espacio monótono. La 14 aburre en el tramo de Corrientes. En un intervalo frenamos. Compramos fiambres y comimos. ¡Error! Al cabo de unos minutos estamos rodeados de patrulleros y agentes de seguridad y salud. Nos toman los datos en un pueblo de nombre De la Cruz. “Para control”, explican. Subimos a las combis. Entendimos el mensaje. Hay que irse. Duele la rodilla derecha flexionada y apoyada sobre el acelerador tantas horas consecutivas. Inquietan los mensajes en WhatsApp de familiares y amigos que preguntan si pudimos cruzar la frontera y horas después, en otros mensajes, si en Misiones nos dejaron pasar, y al rato si ya cruzamos Corrientes.


Aterra pensar en la salud de los seres queridos, aterra pensar que podemos andar con el bicho a cuestas a la espera del primer síntoma. El viento rutero no alcanza a espantar fantasmas; las preguntas sobre el presente y el futuro pican como balas. Atrás quedan tres provincias cuando los vehículos le dan la espalda a un puente monumental: Brazo Largo. Kilómetros después Buenos Aires, también desierta, nos espera en brutal silencio. De Zárate a Campana agarramos una ruta en malísimo estado. Un auto de vidrios polarizados aparece de golpe, se nos pone al lado, no avanza ni pide lugar para avanzar. Me cierra el paso. Hay pánico sobre el pánico. Acelera de golpe hasta desaparecer. Buscamos el cartel que indique la ruta 6 camino a Saladillo con los huesos cansados, la vista ardida. Para entonces las camionetas han mordido la banquina varias veces. Saladillo está cada vez más cerca. *** El ingreso a Saladillo es normal hasta doblar en un acceso interno. Un retén de seguridad y salud nos apunta con linternas. Al menos tres personas mueven sus brazos desesperadas, todas con barbijos, indicándonos que frenemos al costado de la calle. Las preguntas entran por las ventanillas a toda prisa. Otra vez nos toman la temperatura, nos piden identificaciones y firmamos una cédula de notificación del Ministerio de Seguridad. Volvemos a ratificar el domicilio dado en Declaración Jurada de frontera para cumplir el aislamiento obligatorio por venir de país de riesgo. Minutos después alguien de los cuatro abre una tranquera de madera. El campo a las 4 de la mañana es todo negrura interrumpida sólo por los faroles de las camionetas. Recién entonces algo adentro mío se afloja y en un remolino de imágenes incoherentes, tropezando unas con otras, entre tanta incertidumbre, me llega una frase nítida leída alguna vez: “El regreso no existe”. De nuevo la literatura sacándome a flote, dándome un piso donde hacer pie. Mañana, cuando despierte, buscaré a quién le pertenece. Mañana es una forma de decir porque son las 6 de la mañana del lunes y en un puñado de horas todo volverá a explotar en nosotros. *** Cerca del mediodía, del lunes 23, una persona se acerca por un terreno lindero a la casa en donde estamos aislados. Toma imágenes sin avisarnos y desde hace rato transmite en Facebook Live para un medio de comunicación local. Opina y establece conjeturas con una vecina que denunció nuestra presencia y abre interrogantes sobre nuestro ingreso al pueblo. Luego nos hace preguntas (sin avisar que es una entrevista) y mucho menos que está transmitiendo en vivo. Su audiencia manifiesta miedo, creen que hemos violado protocolos, que nadie nos controló, que somos de Brasil y que estuvimos en un mercado de la ciudad que jamás pisamos en verdad. En el chat del video llueven advertencias, condenas sociales de algunas personas e información imprecisa sobre nuestro proceder. Un lunes cargado de angustia y ansiedad. Tememos por represalias. La situación después se aclara gracias a un comunicado que escribimos a las apuradas y la calma se afirma con la explicación de las autoridades de Saladillo, desde el Intendente hasta la policía y los organismos de salud.


*** La odisea del viaje parece aquietarse. La frase –“El regreso no existe”- vuelve a mi cabeza y la busco en los archivos de la computadora. Pertenece al escritor Héctor Tizón en su libro La casa y el viento. El fragmento dice así: “Tampoco yo lograba ser otro porque me había llevado la casa a cuestas. Quitármela de encima me costó esta novela, y empecé a estar seguro de ello cuando estuve convencido de que nada vuelve, que el regreso no existe”. El regreso no existe’, me repito ahora y empiezo a escribir: -Un hombre flaco con barba de varios días se ríe. No lleva casi nada encima, salvo unas ojotas en los pies. Parece de las personas que viven en la calle y revuelven la basura. JOSE SANTIAGO

José Santiago forma parte del proyecto El cuento de la semilla, cuyo objetivo es emprender un recorrido por escuelas, comunidades y voluntariados de Latinoamérica con un proyecto Educativo-Artístico. Atravesados por la experiencia que combina la pasión por viajar, la educación como herramienta de cambio, el gusto por la literatura y la narración oral. Con los jóvenes como protagonistas de los talleres, el enriquecimiento vendrá de su percepción del mundo, la identidad y los espacios geográficos que habitan. Con la premisa de que la cultura nos pertenece a todos y sobre todo a los niños, quienes a partir de la creatividad y el juego entran en contacto con el mundo recordándonos a no olvidar la esencia de cada uno. Aprender del otro y ser junto con el otro.


POCA ORTODOXA: “DIOS ESPERABA MUCHO DE MI” APUNTES FEMINISTAS por SOFÍA JALIL

“Hay muchas reglas de dónde vengo”, dice Esty sembrando un halo de interrogantes. Esty es el apodo de Esther Shapiro, la protagonista de la serie estrella de Netflix: Unorthodox, traducida al español como Poco Ortodoxa, tercera en el Top 10 en Argentina, esta última semana. En clave de ficción, pero inspirada en las memorias que escribió Deborah Feldman, la miniserie alemana nos interpela: ¿en qué medida somos libres?, ¿cuál es el costo que se paga para lograr la libertad? Poco Ortodoxa presenta la vida de Esther Shapiro, interpretada por la talentosa actriz israelí Shira Haas, una joven que creció sin aprender matemáticas o ciencias, que habla yiddish mejor que inglés y que a los 18 años se casó con un hombre al cual había visto solamente una vez. Esty nació y creció en el barrio judío de Williamsburg, en Brooklyn, Nueva Yor. Una comunidad donde Dios se manifiesta en las más de 600 reglas que deben cumplir: ninguna casa tiene conexión a Internet, no usan algodón y está prohibido leer libros laicos o ir a bibliotecas. Una interpretación ultraortodoxa y mítica del judaísmo: el jasidismo. Los hombres visten largos sobretodos negros, llevan barba y unos largos bucles largos que enmarcan sus rostros. Las mujeres usan faldas que no sobrepasan sus rodillas y cuando se casan, generalmente a sus 18 años, deben raparse y cubrir sus cabezas con pelucas o pañuelos. Una manera de preservar la belleza y exhibirla solamente al marido, explicaría una mujer judía jasídica. O, una manera de mostrar públicamente la no disponibilidad en el mercado de los sentimientos. De la realidad a la ficción


Ahora bien, ¿cómo es posible que una comunidad tan cerrada habite en una de las ciudades más cosmopolitas del mundo? Los judíos de Williamsburg llegaron tras la Segunda Guerra Mundial y son originarios, principalmente, de Satmar. Esta ciudad está ubicada en el norte de Rumania, al límite con Hungría, en la región de Transilvania. No es un dato menor y vale mencionar a Satmar, la capital de Satu Mare, donde la comunidad judía era muy numerosa hasta que el nazismo la diezmó. Los magyares como los rumanos fueron aliados de la Alemania nazi. La masacre generó una emigración masiva a los Estados Unidos. Un personaje que trae el abismo del dolor y la angustia existencial es la abuela de Esty, sobreviviente del horror, quien suele perder su mirada en los recuerdos del alma. Esty fue criada por sus abuelos: estos sobrevivientes buscan en la descendencia reparar sus traumas. Las y los niños son propiedad de la comunidad donde las mujeres ocupan un abrumador rol como madres: comienzan a tener hijos desde los 18 años a un ritmo de un nacimiento por año. “No soy una máquina de hacer bebés”, denuncia la protagonista en la ficción. Hay datos que impresionan: en Williamsburg la comunidad tiene su propia flota de ambulancias, policías voluntarios y asisten a sus escuelas privadas. La educación sexual es nula y hasta los momentos para tener relaciones sexuales son pautados previamente al matrimonio. “Mi familia solo espera que sea una buena madre y esposa”, describe la protagonista a sus nuevos amigos en Berlín, lugar al que llega tras escaparse. Una ciudad minada de recuerdos y monumentos del Holocausto. Poco Ortodoxa nos recuerda que estamos hechos de cultura. Lo distintivo de esta comunidad ultraortodoxa es que no absorbió los valores y las normas estadounidenses. Al contrario, son la excepción a la globalización. Miran constantemente al pasado para orientarse en el presente, a diferencia de otras religiones como la cristina que ancla en la salvación personal más que en el bienestar comunitario. Por eso mismo, quienes saltan el cerco jasídico y buscan su camino, pagan un costo altísimo de segregación, aislamiento y acoso por los miembros, como le sucedió a Leah, la madre de Esty en la serie. Hay vidas que son un continuo de luchas y movimientos, tesis y antítesis: buscar la síntesis de quiénes somos, a dónde vamos y de dónde venimos. Bajo esta manera de vivir, las decisiones toman otra dimensión para llegar a ser cruciales y trascendentales. Sin decisión, no hay riesgos. Tampoco hay cielos abiertos ni mares por descubrir. Convertirse en un “ex” religioso requiere de una gran dosis de coraje. Al fin y al cabo la religiosidad está marcada por la comunidad de pertenencia, por nacimiento o elección, y la interpretación que hace de Dios. Entonces, ¿en qué medida somos libres?


La sociedad tiene una enorme influencia en nuestra manera de pensar, sentir y actuar. Sin embargo, la historia de la humanidad está llena de personas que, con todo en su contra, se animaron y así, también, contribuyeron a transformar sus comunidades. La vida de Deborah Feldman, interpretada libremente en la miniserie, es una invitación para recordarnos que no somos títeres. Toda persona, especialmente aquellas que se identifican como mujeres y disidencias, puede cortar los hilos o tirar hasta arrancarlos y comenzar a tejer una nueva trama para encontrar la propia voz y el camino hacia la paz. A veces, Dios espera mucho más de lo que podemos soportar y entregar. APARTADO En clave feminista y argentina La miniserie creada por Anna Winger y Alexa Karolinski está basada en las memorias que escribió Deborah Feldman (UnOrthodox: el escandaloso rechazo de mis raíces jasídicas). Luego de abandonar Williamsburg, se radicó en Berlín donde conoció a Winger, también judía estadounidense, quien aceptó el desafío de llevar esta historia a la pantalla chica. En la ficción, el tiempo está dividido en dos: el pasado con sus costumbres y normas está basada en la vida de Deborah, mientras que el presente es una adaptación libre de Winger y Karolinski. Hay un par de presencias argentinas. El primero, la artista porteña Catnapp participa en uno de los capítulos. Esta productora, música y dee jay vive en Berlín, rapea en inglés sobre bases electrónicas de drum & bass y deslumbra con su estética futurista. En uno de los capítulos, es la figura central en una fiesta electrónica. El segundo, el instituto de música a donde va Esty está inspirado en la academia que fundó en 2015 el prestigioso pianista Daniel Barenboim con el intelectual palestino Edward Said. La Barenboim-Said Akademie es la continuidad de la gran orquesta West Eastern Divan que reúne a judíos, árabes y musulmanes para desarrollarse artísticamente en armonía. Una perlita: otro relato de Netflix para conocer la comunidad de Williamsburg es el documental “One of us”, dirigido por la genial dupla de Heidi Ewing y Rachel Grady.


LA BELLEZA DE NUESTRO MUNDO IV – PH EDUARDO PLANAS


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