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Luis Amigó BOLETÍN INFORMATIVO

Séneca iniciaba su breve opúsculo sobre la brevedad de la vida diciendo: “La verdad es que no hemos recibido una vida breve, sino que nosotros mismos la hicimos breve. Si andamos escasos de tiempo, es que lo derrochamos. No tenemos poco tiempo: es que nosotros perdemos mucho”.

A veces se acerca uno a un grupito de gentes que está sin hacer nada y preguntas: ¿qué hacen? Y te responden de inmediato: nada. Estamos aquí matando el tiempo. La verdad es que no me agrada reunirme con gentes que matan el tiempo. Pues matar el tiempo no deja de ser un asesinato.

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A Séneca mucho más que el tiempo, o la brevedad de la vida, le interesa el aprovechamiento del tiempo para llevar una vida tranquila y serena, con igualdad de ánimo. La ataraxia será su virtud más representativa, es decir: la calma, la serenidad moral, la imperturbabilidad.

Por todo ello Séneca no debió de tener demasiada inclinación por una vida ajetreada, inquieta, agobiada, estresada, moderna. Era, pues, mucho más partidario de la formación del espíritu, que de emplear el tiempo en distracciones o en acumular honores y riquezas.

Sea como fuere lo cierto es que Séneca sigue con su discurso diciendo: “No es que sean largos los días, sino insoportables”. Y contemplando a alguien cubierto de canas o con la cara arrugada, sentenciaba: “Este no vivió largo tiempo, sino que estuvo largo tiempo en la tierra”.

Y concluye Séneca su breve opúsculo sobre la Brevedad de la vida: “Por consiguiente, contra la celeridad del tiempo, necesariamente se habrá de luchar con la velocidad en su aprovechamiento; habremos de utilizarlo con rapidez”.

Fr. Agripino G.

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