REVISTA DE ARTE Y PENSAMIENTO
Año 1
Nº 4
6.00 €
www.revistabostezo.com !"#$%&'()'*+,&,'-'./'0'1'-'23'456'7'-' Argentina 30 Pesos | Guatemala 60 Qtz | Perú 30 N Soles | Brasil 25 Reais | USA 7.5 $ | Tinduf (Argelia) 150 Drs | Uruguay 200 Pesos | Cuba 4 CUC 5º TRIMESTRE
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DOSSIER
Economía eres tú
ENTREVISTA A ANTONIO ESCOHOTADO / PÓKER Y CAPITALISMO ECONOMÍA EN TIEMPOS DE CRISIS / EL PIB DE LA FELICIDAD
Editorial ECONOMÍA ERES TÚ
E
l hecho de pensar no debería llevar implícito el aburrimiento que muchas veces se le presupone. De igual forma, la crítica no siempre tiene que estar rodeada de quejidos y pesadumbre. Con ese espíritu lírico-festivo nos hemos acercado a un tema tan espinoso como es la economía (no en vano la llaman ‘ciencia sombría’). Hemos querido alumbrarla, para que no sea campo abonado a nuestra desidia e indiferencia. Porque, colega, economía -quieras o no- eres tú. También nosotros. Ante la que está cayendo, no hemos querido caer en enfoques pesimistas, que suelen proceder de cubículos universitarios -con secretaría, sofá y aire acondicionado- utilizados por académicos cuyo sopor existencial les hace entretenerse (quizás hasta desear) anticipando la llegada del apocalipsis. Tampoco hemos creído a pie juntillas en los discursos esperanzadores que abogan por que un mundo mejor sea posible. Sí, quizás lo sea, pero ya nos encargaríamos de estropearlo por esa tenacidad tan humana de reiterarnos en los errores. El colmo de la desfachatez es la de los dirigentes de multinacionales pregonando que esto-solo-lo-arreglamos-entre-todos. Se dice que es el momento del nuevo hombre, de refundar (o cargarse directamente) no solo el sistema, sino al ser humano al completo. Que la crisis es el momento de los emprendedores y el ocaso de los pusilánimes. No podemos suscribir este discurso por solidaridad con los que más están sufriendo la crisis en sus propias carnes. Apelar a la meritocracia (al discurso de ‘la crisis es un momento de oportunidades’) es olvidar el desigual punto de partida del que unos y otros partimos por cuna y otros azares del destino. No atosiguen a los que, engañados por los cantos de los bancos-ninfa, están ahora con el agua hasta el cuello. Ya tienen bastante con lo suyo, para que encima tengan que sentirse culpables por estar preocupados, en lugar de su refundación como humanos, en cómo evitar que su banco ex amigo les embargue ahora el piso con el que sus padres avalaron su hipoteca (el que compró él ya se lo han quitado). Eso sí que es crisis. Y es que, aunque se acabó la fiesta, algunos siguen bailando al son que marca el dinero, con el beneplácito de unas instituciones dícese públicas subyugadas a los grandes capitales privados. Así las cosas, les ofrecemos un dossier disperso, sin voluntad enciclopédica, compuesto por textos que evocan temas económi-
Director: Walter Buscarini (http://walter-buscarini.blogspot.com) Editor: Paco Inclán (editor@revistabostezo.com) Director de arte: Enrique Ferrando (arte@revistabostezo.com) Diseñador: Andrés García (www.setembre.es) Redactor-Jefe: David Barberá (redaccion@revistabostezo.com) !"#$%%&'()*!+,%-. Sergio Inclán y Montse de Mateo (www.artefagia.com) Director Batiscafo: Salvador Salgueiro
Mesa de redacción: Jesús Andrés, Laura Domingo, Albeliz Córdoba, Enrique Falcón, Ausiàs Navarro, Sonia García, Jesús González, Javi Llorens, Carlos Madrid, David Moya, Alejandro Morales, Alfonso Moreira, Pablo Santiago y Paqui Santos /0$&1")2"3"*!+,%". Eva Máñez, Laura Sánchez, Elisa García, María Sainz, Sergio Inclán y Montse de Mateo Club de artistas: Javier Altabert, Esteban Hernández, Sergio Luna, Marta Pina, Po Poy, Juanvi Martínez, Daniel Sanchis, María José Reche y Gloria F. Vilches Psicóloga: Eva Vives Correctora: Sonia Vives
Ilustración de Martín López
cos, pero sin los ininteligibles gráficos ni las cifras a los que nos tiene acostumbrados este tipo de información; hemos querido devolver a la economía a un plano moral frente al estrictamente matemático al que ha ido derivando en los últimos tiempos. Desde este plano, hablamos de consumo, de precariedad, de corrupción, de cultura, de felicidad, de trabajo, de desempleo. Y es que ahora que ya sabemos que nadie va a venir a salvarnos, es el momento de repensar qué papel queremos jugar en este circo. Y para eso es necesario hablar de economía, un tema que, nos interese o no, nunca nos será ajeno.
Dpto. de souvenirs: María Ferrando Colaboradores/as: Silvia Nanclares, Fermín Alegre, Pilar Pedraza, Arturo Castelló, Vicente Chambó, Santiago Alba Rico, MacDiego, Kiko Amat, Ignacio Echevarría, Epo, Nacho Fernández, Víktor Gómez, Miguel Brieva, Guillermo López, Alicia Martínez, Paco Arroyo, Erika Jordán, David Moreno, Abelardo Muñoz, Laura Navarro, Jaime Ortega, J. J. Pérez Benlloch, Vicente Ponce, Ángela Sánchez de Vera, Rogelio Villarreal y María José Vizcarro Consejo editorial: Suscriptores/as de la revista Bostezo EDITA: Asociación Cultural Bostezo
DIRECCIÓN: Calle Santa Teresa, 26. 46110, Godella (Valencia). España SUSCRIPCIÓN: suscripcion@revistabostezo.com PUBLICIDAD: Maika de Miguel (info@revistbostezo.com) TELÉFONO: 628 135 042 IMPRESIÓN: !"#$%&'()*+,-.%' (www.litolema.com) DISTRIBUCIÓN: /-01!%'2%!$+3'4!%#$%0*-&'1-' /5-6+&3'7-,,-8%'90#0)*%':'!-;)&*%<+&*-8+=$+. DEPÓSITO LEGAL: V-4401-2008
Sumario
Ilustración de portada: Miguel Brieva, 2010 . Fotografía de contraportada: Proyecto Marx® PSJM
RETROVISOR 04. El último ‘midas’ del pop, Dildo de Congost 06. Lobos y corderos, Ignacio Echevarría 08. ¿Qué (y para qué) leer sobre economía?, Miguel Ángel Sánchez 13. Más de un millón de modernos cadáveres, Silvia Nanclares 14. La Singularidad, Gong Duruo
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15. Lecturas para bostezar, Daría Barbate 16. Edgar Allan Poe y las amadas muertas, Pilar Pedraza 18. Blog de papel, Walter Buscarini
PLATICANDO... 44. Antonio Escohotado 65. Francisco Álvarez
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MESA REDONDA 31. Economía en tiempos de crisis BOSTEZO VISUAL 10. Latas cargadas de misterio, Lola Barcia y Marinella Forcadell (Fotolateras). Texto de Rafa Cervera
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BATISCAFO 73. Suplemento literario. Nº4
<=>?@ABC;AD;@CEF>E@>;?BG@<BC@ABCD>:@> María Sainz: !"#$%#&#%'()*+*,$#-#!.& Riccardo Maniscalchi: !$%//#$+.&!01*,&2*+!/*" Elkokoparrilla: !.13*3*2#$$%11#!01*,&2*+!/*" Irene Fenollar: !%$.'.).'*11#$!01*,&2*+!/*" El Cartel: !.1/#$+.1!.& Martín López: !4#%4#%4#%!'.+ Jorge Cuéllar: !4*$,./5.11#$!01*,&2*+!/*" Aitana S. Carrasco: !#%+#'.+#!01*,&2*+!/*" Lateralvisión: !1#+.$#16%&%*'!01*,&2*+!/*" Esteban Hernández: !.&+.0#'7.$'#'8.(!'.+ David Pintor: !8#6%82%'+*$!/*"
Gloria F. Vilches: !.1&%'8$*".8.8%*,.'.&!01*,&2*+!/*" Escif (XLF): !9%3$!/*":.&/%) Eduardo Romaguera: !.85$*"#!/*" Noé Bermejo: !'*.0.$".4*!01*,&2*+!/*" Artefagia: !#$+.)#,%#!/*" Juanvi Martínez: !/*11#+.$#,.&!+5"01$!/*" Democracia: www.8."*/$#/%#!/*"!.& Andreu Buenafuente:; !#'8$.5 %',&!/*" MacDiego: !"#/8%.,*!/*" Fotolateras: !)*+*1#+.$#&!/*" PSJM: !2&4"!.&
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DOSSIER: ECONOMÍA ERES TÚ 21. Pasión por los rankings, Carlos Jimen 25. Economía: la soledad y sus objetos, Santiago Alba Rico 28. Explícamelo con números, Antonio Baños 37. Lo que está en juego, Ole Bjerg 41. Para acabar con el imperialismo de los valores del trabajo, Ulrich Beck 48. !"#$# %&'() #* +( )#,'#$( -".( #,&*/0",( .# 1&'(,"& 2+$(3*"4 Salvador Salgueiro 52. Cánticos y cuentos económicos, Rubén Bernarte 57. Inspiración y manduca, Pau Rausell Köster 60. Residuos del bienestar, Democracia 62. ¿Quién paga los trajes?, Lucio Picci 68. Nueva y breve teoría de la clase ociosa, MaríaToledano
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Bostezo)(")56)&#6(3&,%-)(6%65-riamente (pero a lo mejor sí) con la opinión de los autores y las autoras de los textos publicados.
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letrAS
Edgar Allan Poe y las amadas muertas Pilar Pedraza Universitat de València
L
a celebración en 2009 del bicentenario del nacimiento de Edgar Allan Poe (18091849) nos ha hecho desenterrar más cadáveres y obsesiones de lo normal, pero en general no hemos ido más allá de lo académico. Hemos pasado como gato sobre ascuas por la necrofilia poética de Poe y especialmente por uno de sus temas más queridos: la amada muerta. Me gustaría retomarlo, porque es uno de mis favoritos. Revela capas muy profundas de odio y adoración a la mujer, y señala hacia algo relacionado con un tema tabú de nuestra cultura actual: el de la mujer basura, la cara oculta de la mujer sublime. Aquí no hablaremos de la muerte, sino de la muerta, en femenino, porque en el imaginario occidental moderno la figura de la mujer muerta y sobre todo la revenante, la que regresa, tiene género. Para el arte y la cultura no es lo mismo un muerto que una muerta. Los hombres muertos abundan en el arte y en el cine desde los comienzos. Su representación no es tabú. En cambio, la cultura respeta el cuerpo fértil de la mujer y los niños, con algunas excepciones en pintura como la Matanza de los inocentes, que pone ante nuestros ojos la patética indefensión de las madres y los pequeños ante los hombres armados. La segunda mitad del siglo XIX es el gran momento de la mujer fatal, construida por el temor burgués a un género emergente, y también el de la muerta deseable y la hermosa vampira. Personajes femeninos, que solo poseen su muerte y su belleza como atributos, pueblan el imaginario occidental en un limitado periodo de tiempo en el que tiene lugar la gran crisis cultural del nacimiento de la modernidad industrial. Es la modernidad la que mata a la mujer y medita hipócritamente sobre su cadáver o lo desentierra. En la obra de Edgar Allan Poe, la muerta y el amor sepulcral alcanzan su punto más alto, en el que cristalizan una serie de síntomas presentes en la cultura, desde la antigüedad clásica, en la figura de las grandes amadas que regresan al mundo de los vivos o las criaturas espectrales que se alimentan de la sangre de muchachos jóvenes. El tema de las desenterradas, puesto de moda por los llamados ‘poetas de cementerio’ como Edward Young y José Cadalso, instituye el gusto conocido como ‘gótico’ en el mundo anglosajón del siglo XVIII o más
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Hay que dejar atrás a la madre, pero el matricidio simbólico debe tener lugar de un modo óptimo y ser erotizado, es decir, el objeto perdido tiene que ser reencontrado como objeto erótico o bien ‘sublimado’
bien, entre nosotros, prerromántico lúgubre. Se trata, en cualquier caso, de fantasmagorías misóginas que resultan interesantes desvelar o al menos señalar, para entender qué está ocurriendo cuando la realidad pone ante nuestros ojos el horror de la psicosis ‘feminicida’ y echamos la culpa al loco y a la locura, y no a nuestra sociedad perturbada donde tienen lugar las más extrañas incongruencias, y a un imaginario en el que se acumulan y acoplan los fantasmas siguiendo sus propias leyes. “Así pues, la muerte de una bella mujer es, sin discusión, el más poético tema en el mundo, como está fuera de dudas que los labios que más se adaptan a desarrollar tal argumento son los de un amante que ha perdido a su amada”. Palabras de Poe. Pero el caso de Poe no debe entenderse simplemente como misoginia, sino como la expresión de un tormento enigmático personal y cultural. Poe no era un asesino ni un sádico, sino un gran creador. Para él la mujer muerta constituía un misterio estético que trataba de esclarecer con su escritura. El poema Annabel Lee (1849), el último de su producción, condensa muy
sublimado el dolor de la pérdida temprana de la amada. Cuando escribió esta balada llevaba muchas muertas enterradas en su corazón desde muy joven, y todas ellas se habían convertido en inocentes vampiros que succionaban su vida y alimentaban su obra bajo diversas formas, algunas víctimas de un entierro prematuro, como lady Madeline Usher, otras arrebatadas por los ángeles envidiosos, como la propia Annabel Lee, o sometidas a avatares místicos de la voluntad, como Ligeia, o a la reencarnación en otro cuerpo, como Morella. La muerta de Poe nos interpela sobre el placer del horror cuando este se convierte en estremecimiento poético. El psicoanálisis ha relacionado a la muerta con la madre, no la de cada individuo, sino la de todos, la del sujeto. En su estudio sobre la melancolía y la depresión, Julia Kristeva indica que tanto para el hombre como para la mujer la pérdida de la madre, es decir, la separación de esta, la individualización, es una necesidad vital, biológica y psíquica, la primera etapa para alcanzar la autonomía personal. Hay que dejar atrás a la madre,
pero el matricidio simbólico debe tener lugar de un modo óptimo y ser erotizado, es decir, el objeto perdido tiene que ser reencontrado como objeto erótico o bien ‘sublimado’, reconvertido en la producción de cultura. Cuando estas transferencias no se producen o se producen mal, el sujeto no puede deshacerse del cadáver de la muerta y, vampirizado por el fantasma que se alimenta de su energía, sufre él mismo la muerte depresiva o melancólica del yo. Más allá de cualquier teoría de carácter general, para nosotros lo importante es que la muerta es en realidad inmortal y está plena de una vida siniestra que bulle en la cripta y se desborda. Las figuras que adopta en el lenguaje y las imágenes que constituyen su máscara en el arte –lamia, aparecida, mujer del cuadro, vampira, resucitada, zombi-, son fantasmas de ausencia que emanan de los vivos, hijas y madres de tinieblas que, mal enterradas, vuelven incesantemente a reclamar o a vengarse. Pero ¿qué es una muerta en cada cultura, en cada momento significativo de la historia? No se trata solo de una figura de la madre perdida, sino la máscara de una serie numerosa de voces y fantasmas que cruzan la frontera y recitan sus papeles. Su desmayo definitivo entre los brazos del amante sirve de metáfora de la guerra de los géneros y de la gran derrota del femenino. Coincidimos con la opinión común de que el cuerpo muerto de la bella siempre saldrá perdiendo, será destruido, empalado o abierto en canal, y su fantasma disipado como humo pestilente, y eso se hará de formas tan diversas que su lectura puede iluminar muchos de los enigmas que aún ofrece la imagen de la mujer y su utilización o abuso hasta el siglo XXI, cuando las mujeres han alcanzado tantas metas de un modo tan escandalosamente precario y a costa de tanta violencia mal llamada doméstica, que ni siquiera es sexual, sino de género. Una violencia que está provocando la aparición de una nueva muerta en el imaginario de las artistas y creadoras, que ofrecen sus propios cuerpos en anti-espectáculos siniestros y acusadores. Del cuerpo de Pentesilea, reconocido como femenino por su enemigo
y matador Aquiles, pasamos a la figura de la revenante, la que vuelve del mundo de las sombras como La resucitada de la Pardo Bazán, las vampiras góticas y las de Stoker, las de Joseph Sheridan Le Fanu, con fama de lesbianas; las ambiguas y siniestras muertas de Poe, con sus respectivas versiones cinematográficas, para acabar con las producidas por el cine actual (Nadja, Addiction, El ansia), criaturas postmodernas, urbanas, cuya peligrosidad no reside ya en viejos conflictos ancestrales o en los fantasmas de la cultura burguesa, sino en el mero hecho de estar en el mundo como criaturas autónomas. Las vampiras actuales, en las que a veces se han visto figuras positivas de la femme fatale o del amor lésbico, en realidad reclaman una igualdad compleja más allá de los lazos familiares o amorosos. Las muertas regresan una y otra vez configuradas como amenaza por la cultura o vindicadoras de unos derechos incomprensibles. El siguiente paso será su salida, como de la funda de una crisálida, vivas y ligeras. Mientras tanto, releer a Poe, inmortal doscientos años después, es un ejercicio tan productivo como placentero.
Ilustraciones de Aitana Carrasco
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ANTONIO ESCOHOTADO
“Las paradojas son inevitables si pretendemos esquivar la simplificación” REVISTA BOSTEZO ILUSTRACIÓN DE DAVID PINTOR
La aparición de Antonio Escohotado en la televisión española a mediados de los años noventa fue un fogonazo inolvidable que deslumbró a toda una generación. “A finales de los años ochenta este tipo de televisión, con debates sobre temas diversos de expertos o seudo-expertos, desaparece para dar paso a Gran Hermano y otras cosas del corazón…”. Él venía de otra parte: “Me fui a Ibiza en 1970 y estuve allí hasta 1983… ¿Para hacer qué? Entonces decía que, evidentemente, para hacer la revolución sexual”. Después del extraordinario éxito de su Historia general de las drogas, Escohotado ha escrito sobre muy diversos temas y durante la última década especialmente sobre economía. Sesenta semanas en el trópico (2003, Anagrama) da cuenta de su acercamiento a los economistas clásicos y a una de las cuestiones fundamentales de la economía: las razones de la riqueza o pobreza de las naciones. Los Enemigos del Comercio (2008, Espasa-Calpe) utiliza el mismo método que la Historia general de las drogas –indagar con la misma intensidad en el dato concreto y en el espíritu de la época- para abordar la “genealogía del comunismo”. Ahora mismo se encuentra acabando el segundo volumen de esta historia: La eclosión del socialismo. Estuvimos con él en su casa de los alrededores de Madrid y le preguntamos por el cariz económico de sus últimas obras. 44 | platicando... |
—Bostezo: Se diría que la economía te ha dado la clave de algo que andabas buscando desde hace tiempo. ¿Cuáles han sido los jalones de esta última trayectoria? ¿Cómo llegaste hasta aquí? —Antonio Escohotado: Mi formación es de jurista y filósofo… Me puse a estudiar Economía como me puse a estudiar el origen del cálculo infinitesimal cuando traduje los Principia de Newton, que estaban en latín. Entonces pensé “de paso te enteras de cómo va esto...”, porque fui un estudiante con malas notas en matemáticas. Por lo demás, si te fijas, ya en Caos y Orden (1999, Espasa-Calpe) hay tres capítulos sobre economía que, de hecho, se me habían olvidado hasta reeditarlos este año. Pongo por escrito lo que me va pareciendo esencial, para no tener que seguir teniéndolo en la memoria y habilitar sitio allí a otras cosas. Lo único que realmente se me olvida es mi propia escritura, porque para la ajena conservo una memoria considerable. Son mis reflexiones, las que me apasionaron tanto, las que tengo derecho a olvidar. En cualquier caso, creo que mi curiosidad por la economía responde en parte a un rasgo de carácter. Nací con curiosidad, animado por esa pasión de descubrimiento que podría llamarse escopofilia, y hasta me interesó por eso durante algún tiempo el porno, que es un género documental casi invariablemente degradado a folletín. De joven esa curiosidad se concentró en lo que me parecía más verdadero, que era el discurso de la poesía y el de la metafísica (por cierto, me parece que la metafísica es esencialmente la poesía en prosa), entendido como lo sencillo y profundo. Luego fui emergiendo de lo simple a lo complejo. En términos kantianos, se diría que me tiré veinte años de la vida elucubrando sobre el noúmeno, y los treinta siguientes estudiando el fenómeno. —Bostezo: ¿Cuál es la tesis fundamental de Los Enemigos del Comercio, tu último libro? —Antonio: No hay tesis fundamental. Investigar los orígenes del comunismo me llevó a encontrarlos documentalmente en la sociedad con más dificultades para convertirse en un estado, donde todos mantenían relaciones de parentesco, pues es dentro de la familia donde no se soporta la diferencia de estatus económico. Estás obligado a compartir con tus familiares, y ellos contigo. Y descubrí, de paso, que la lenta aunque inexorable crisis del mundo esclavista recibió una inyección ambivalente cuando esa pequeña y volcánica sociedad asimiló el imaginario zoroástrico y se lanzó a destruir el imperio, inspirada por el primer fanatismo. El chivo expiatorio parece una institución intemporal y universal, el fanatismo se diría inventado por los celotes judíos; si no me equivoco, fanaticus es un neologismo que aparece hacia el año 100 con Tácito, y para referirse precisamente a esos integristas. ¿Y por qué me interesaba el origen del comunismo? Pues para añadir el sentido que confiere a cualquier representación un despliegue de pormenores, para temporalizarla… algo apenas intentado, aunque su tesis lleve dos milenios seduciéndonos y espantándonos. Cosa muy parecida presidía la Historia general de las drogas. En ambos casos había un terreno que explorar y una posibilidad de colaborar con el artificiero que desmonta mecanismos explosivos, encontrando con paciencia modos de convertir aquello en otra cosa del mundo, donde el sentido común y la agudeza sirven como única brújula. | platicando... | 45
Siete horas en la secreta vida económica de Horacio Altafini
Fotomontaje de Juanvi Martínez
POR SALVADOR SALGUEIRO ILUSTRACIONES DE MACDIEGO
Nuestro fiel colaborador Salvador Salgueiro, director del suplemento Batiscafo, nos presenta un capítulo de su próximo libro de cuentos, titulado Gente que jamás me invitó a su boda. En clave de humor, abusando del realismo sucio yanqui tan reproducido por muchos jóvenes de su generación, Salgueiro nos presenta un amargo mosaico de personajes urbanos que se entrecruzan con sus amoríos, jolgorios, festivales, negocietes y chanchullos, ilustrando otro de los mitos antropológicos de la crítica anticapitalista actual: la precariedad laboral y económica. Del protagonista del siguiente extracto, Horacio Altafini, poco se llega a atisbar más que la pereza y el hurto como motores vitales de una generación, al fin, abocada por fuerzas históricas a esquilmar los ahorros de sus mayores. 48 | economía eres tú |
CASA de SerenA(3:30 p.m. + 2’20 €)
M
e desperté y me di cuenta de que Serena ya no estaba a mi lado. Al ver la luz que entraba en la habitación, supe que ya habría pasado el mediodía y que, como solía recalcar mi buen amigo Heriberto, probablemente la Bolsa de Fráncfort ya habría cerrado. Como un resorte, bajé desnudo por la larga escalera de la litera, y palpé los bolsillos del vaquero de Serena. Di con la cartera y escarbé nervioso, con una sonrisilla, en busca de monedas. Había muchas, lo que me alegró, pues una mínima sustracción sería menos notable. Hice el transvase a mi pequeño monedero de unos dos euros con veinte, diría, entre las que habría tres monedas de cincuenta. Una empanadilla, una cerveza, detalles anecdóticos y obscenos de la vida que la hacían más llevadera. Era el tipo de hurto impune que me ponía de bastante buen humor. Hubiese robado quinientos euros y no me habría alegrado tanto. Como para llamarme miserable. O como para pagar un entierro en Nigeria, si no fuera porque allí los muertos se pudren en la calle. O como para irse de putas, si quedara alguna allí. Trepé con rapidez de nuevo a la litera, y Serena no tardó en volver, con los ojillos aún arrugados. Puso la radio bajita y subió a la cama. Andaba también desnuda, aparte de unas bragas naranjas bastante gastadas. No tardó en quitárselas. Tenía unos pechos grandes, de blandos y grandes pezones, y la poca vergüenza que muchas mujeres conocen ya superada la primera juventud. Enseguida me abrazó a modo de buenos días, buenas tardes, mientras yo remoloneaba, haciéndome el dormido. Me puso la parte interior de su muslo encima, y de notar el calorcito me subió algo por la nuca. Me besó en el cuello y empezó a frotarse contra mi pierna. En la radio recién sonaba una canción melódica italiana después de un anuncio de cal para las tuberías. Respiré hondo, con los ojos cerrados, a la espera de los pasos inexorables. Primero el aliento, luego una lengua pequeña y rápida, y finalmente relajar los labios.
El azar del pensamiento a menudo enloquece con la tribulación del deseo. Con Serena montada sobre mí, con los brazos tensos sobre mis costillas, y contoneándose y sonriéndose con los ojos cerrados, di por pensar en Juanjo, en su cara de neandertal ilustrado, y en su barba llena de migas. Me había pedido un artículo sobre la crisis (entre risas, en la barra de un bar) para su fanzine Explotación hacía ya dos meses. Era una publicación leve, pero trabajada con dignidad. Casi todos los textos trataban de ser rigurosos, científicos por así llamarlos, y a menudo resultaban más bien ingeniosos: a Juanjo le gustaba pensar que también amenos. Cuando volví a la trabazón carnal, casi mecánicamente andaba ya sumergiéndome entre los generosos muslos de Serena, buscando a tientas con la lengua entre las láminas vitales ese botón huidizo que crece en lo alto de la hendidura. No sé si volvimos a machihembrarnos en alguna otra postura pero sí que recuerdo despertar de nuevo (es decir, que me volví a quedar dormido, no sé cuánto, diez minutos, media hora, no sé) medio abrazado a mi amante italiana. “¡Pigricia, pigricia, Horacio!”, oí cuando me desperté. Serena, casi tan perezosa como yo, bajaba de nuevo por la alta escalera de la litera y me aguijoneaba para que fuéramos al Frankfurt José, que era de los pocos sitios donde nos darían algo de comer a eso de las cinco de la tarde que debían de ser. Como me cuesta mucho encontrar motivos lógicos para emprender la verticalidad cotidiana, me gustaba pensar que ir a comer a un bar era de las pocas licencias que me permitían empezar el día con algún sentido. Además, el Frankfurt José del que tanto hablaba Serena era la única tasca que quedaba en Lo Viejo, en la que aún servían tapa con el quinto. Me puse los calzoncillos y fui a mear. Antes de entrar en el baño le di dos sonoros y demorados besos en las mejillas a Lara, la bellísima compañera de piso de Serena, que era alemana o noruega, pero tenía rasgos esquimales. Teniendo en cuenta que aún me notaba el rostro algo pegajoso por haberlo frotado contra el sexo Publicidad
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Cánticos y cuentos económicos Ay, ¿quién maneja mi barca, quién?, que a la deriva me lleva… Remedios Amaya POR RUBéN BERNARTE ILUSTRACIONES DE EDUARDO ROMAGUERA
A
ño 1983. Festival de Eurovisión Spain: 0 points. Así éramos representados ante los ojos europeos, y de esa manera fuimos recibidos. Una canción que vuelve a estar de actualidad: la deriva, esa sensación zozobrosa de haber perdido el control, o de que nos lo arrebataron, o quizás lo cedimos voluntariamente y con mucho gusto en un momento de dulce y entusiasta ebriedad maniaca. Todavía no está del todo claro quién maneja la barca o si esta tiene una dinámica propia incontrolable. Si convenimos que la sensación de deriva comienza a ser una cuestión cotidiana y generalizada, la pregunta es por qué hemos llegado a esto: si de alguna manera era previsible, si alguien lo sabía o si alguien con su pasividad se regocijaba viéndolo venir, o si incluso ese alguien lo ha generado deliberadamente. Esa 52 | economía eres tú |
sería la cuestión clave. La mayoría de análisis establecen como causas las primeras consecuencias. Cuántas veces hemos escuchado la palabrita subprime, nuevo mantra mediático como en su día lo fueron ‘los daños colaterales’, ‘el fuego amigo’, ‘los brotes verdes’, ‘el chapapote’ o ‘la ciclogénesis explosiva’. Nadie supera la maravillosa capacidad de los mass media de crear la realidad. La culpa es de las hipotecas subprimes y de los americanos… ¡Claro! ¡Es una crisis ninja! (y sin reflexionar demasiado, a forrarse vendiendo libros). Eso significaría que de pronto la banca y demás intermediarios financieros perdieron el juicio y su habitual prudencia, y por algún misterioso motivo prestaban dinero para no ser devuelto. Y ahí nos quedamos. Volvamos al Festival de Eurovisión de 1983. Spain: 0 points. ¡Qué es eso de
ir descalza por ahí! ¡Que estamos en Europa! Tampoco se dignó nadie a votar a Turquía. Y en esa deriva nos volvemos a encontrar. De nuevo empezamos a ser percibidos como un país no fiable, poco serio y potencialmente tramposo. Por suerte tenemos a Grecia y a otros países de la periferia europea para aliviar un poco nuestro entredicho destino. Pero suena de nuevo al fondo la canción, y surge la incertidumbre y se multiplican las declaraciones de que “España es fiable” y de que “España no es Grecia”, nuevos estribillos que continúan la saga de los “España va bien”, “España juega en la Champions” o “España merece entrar en el G-8”. Solo los locos creen que, tirando con mucha fuerza una piedra al cielo, esta nunca caerá. Y el mundo se llenó de ellos, con un par de carreras y un
costoso máster, que repetían: “Nunca han bajado los precios de los pisos”, “hemos superado las fluctuaciones cíclicas gracias a la globalización, ya nunca retrocederá la economía” y demás maravillosos dogmas que no nos cansábamos de escuchar en el año 2000. Entre ellos abundaban también unos cuantos cuerdos impostores haciéndose pasar por locos mientras observaban el espectáculo tomando prudentemente posiciones para el momento de la debacle. Ese momento fundamental para de nuevo obtener pingües beneficios como se puede corroborar estos días en que los bancos americanos vuelven a incrementar sus beneficios a la par que se incrementan mensualmente las cifras de paro. La división del trabajo promueve la especialización, y los verdaderos cracks se especializaron en ganar siempre. los cinco cerditos y el lobo
Te has equivocado, ¡eran tres! Sí, pero ese era otro cuento, en este los cerditos son cinco. Y además no son cerdos, sino PIIGS: Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y ¡nosotros! con S de Spain. A estos cerditos les dijeron que no se preocuparan demasiado, que las estaciones habían sido superadas y que siempre iba a hacer buen tiempo, rico solete mediterráneo, y además les iban a prestar el dinero que les hiciera falta y muy barato, casi gratis. Y a ver quién es el loco que no se endeuda con dinero gratis (muy bajos tipos de interés). Y con esos baratos créditos se hicieron sus casitas, para ellos y para algunos turistas atraídos por el perpetuo verano de estas latitudes. Haciendo tanto calor y siendo una lata el trabajar, las hicieron sencillas, con lo que iban pillando por ahí, algo de paja, un puñado de barro, un poco de madera (como ahora gustan tanto de hacer los hippies neorurales y los bioconstructores) y quedaron incluso bonitas. Los que habían hecho el desembolso eran los cerditos alemanes, que más que cerditos tenían pinta de hormiguitas, y el trabajo lo habían puesto los cerditos rumanos y marroquíes. Los cerditos españoles frecuentemente se cambiaban de cuento y se comportaban como graciosas cigarras: ahora gestiono un poquito, ahora me hago unas tapitas, ahora pelotazo por aquí, y al rato fiestón por acá y que no decaiga. Como ponían siempre voz muy seria al hablar, la mayoría no dudaba de que sabían lo que hacían, que era una manera de ser y hacer propia, y muy respetable por ello.
Grafiti de Banski
¡Cuidado! El cuento no termina aquí. ¿Quién es ese que aparece en la historia de pronto justo cuando aparecen oscuros nubarrones en el horizonte? ¡Ah, sí!, lo acabo de reconocer, es Martin Wolf, economista jefe y principal comentarista del prestigioso rotativo inglés The Financial Times. Como buen lobo neoliberal comienza a soplar y a desconfiar plenamente de las casitas de los cinco cerditos y al soplido de ¡a por ellas!, se dispone a corroborar la máxima de que de todo se puede sacar tajada. Hay además otro disciplinado cerdito por ahí muy serio y con pinta de centro-europeo que se ha hecho una preciosa casa de doble capa de ladrillo de termo-arcilla
(y que aún no se sabe si dará refugio a los pequeños cerditos de casas devastadas, el cuento no ha terminado). Y así andamos hoy, cambio climático económico y los portavoces del poder financiero rascando donde más duele. Los especuladores no acostumbran a practicar el altruismo, no se esfuerzan ni arriesgan más de lo necesario, de manera que, como es costumbre en los gallineros, las gallinas sanas pican donde hay ya sangre, van a por la gallina herida hasta el sublime placer caníbal. Al estar los cimientos, pilares y vigas de las casitas no del todo bien construidos y siendo el material de dudosa calidad, al ser presas fáciles, ¡van a por nosotros! | economía eres tú | 53
Sin ti no soy nada (Amaral) It’s the end of the world, as we know it (and I feel fine) (reM) It is nothing but flowers (talking Heads)
Estamos en julio del 2008, el barril de petróleo alcanza el histórico récord de los 147 dólares; esa cifra no fue un dato casual, como si hubiera subido la cotización de cualquier otra materia prima como la vainilla o el cobre... ¡Es el petróleo, estúpidos! Los humanos somos bien conocidos por nuestra tendencia a las adicciones: televisión, drogas, videojuegos, sexo, a caer bien a todos, a tener más amigos que nadie en Facebook, a meditar mucho, lo que sea para encontrarnos lo mínimo con nuestro desagradable y habitual estado emocional, que no hay casi quien lo aguante. El sistema en el que nos desenvolvemos no iba a ser distinto, es un grandísimo adicto: al petróleo. Todo depende de él: tu comida, tu ordenador, esta revista, tu transporte, tus cosas, tu casa, todo lo tangible. Es hora de que oigas hablar, si aún no lo hiciste, del peak oil o cénit del petróleo: el techo de la producción mundial de petróleo. Uno de los mejores ejemplos de ingeniosa y disciplinada ocultación por parte de los mass media, la clase política y empresarial, que algo deben de saber1, pero no tienen la intención de contárnoslo porque no se debe asustar a la gente, para eso ya está el cine. El peak oil no es el fin del petróleo, aún queda bastante en el mundo, pero es el inicio del fin del petróleo barato, y eso significa enfrentarse al descenso de la disponibilidad del recurso más esencial para el mantenimiento del sistema económico y del modo de vida actuales. Los esfuerzos para hacernos creer que el etanol o el biodiésel son una alternativa viable no son realistas; no existe hasta la fecha ningún otro recurso conocido que pueda reemplazarlo cubriendo las descomunales necesidades energéticas de la sociedad globalizada de hoy en día. La comunidad científica y la industria petrolera aceptan ya plenamente esta teoría. El debate no es ya si existirá un pico del petróleo, sino cuándo ocurrirá2. Así que algo va a cambiar; lo que estamos viviendo es solo el comienzo. 1. Para saber más del peak-oil o cénit del petróleo, visitar: www.crisisenergetica.org. En inglés: www.postpeakliving. com/uncrash-course 2. En Wikipedia, Teoría del Pico de Hubbert: //es.wikipedia. org/wiki/Teor%C3%ADa_del_pico_de_Hubbert
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¿Esto tiene algo que ver con la crisis actual? Muchos siguen repitiendo lo de las hipotecas subprimes como origen del colapso actual, pero históricamente existe una estrecha correlación entre las subidas del precio de los carburantes y las depresiones económicas. Cada vez que el gasto total petrolífero en términos porcentuales del PIB mundial ha superado el 5,5% le ha sucedido una crisis (19731975, 1980-1982 y 2008). En 1998 Colin Campbell predijo que una década más tarde se alcanzaría el peak oil en un artículo publicado por la revista Scientific American titulado “El final del petróleo barato”. Ocurrió el 11 de julio del 2008: alcanzamos el peak-oil y la oferta disponible de petróleo estuvo cerca de no ser suficiente para cubrir la imparable y creciente demanda. 86 millones de barriles fueron puestos a la venta, una cifra en torno a la cual el precio se dispara. Ese mes el mercado reaccionó rápido; se llegó a los 147,25 dólares el barril. Después descendió a 32 dólares
a finales de ese año al generalizarse la crisis con su brusco parón de la demanda mundial. Hoy estamos en torno a los 70-80 dólares y permanece ahí mientras la demanda mundial se mantiene apática. 147 dólares: una catástrofe para todo el sistema económico y la puesta en evidencia de que, a esos precios, el crecimiento económico no es posible. El dinero se expande a través del crédito que conceden los bancos. El pago de las deudas y sus descomunales intereses dependen de un constante y elevado crecimiento económico y este de la disponibilidad de energía barata que lo facilite. Hasta ahora el uso de energía ha ido aumentando año tras año en consonancia con el crecimiento económico. Ahora bien, si este sistema de crecimiento-deuda perpetuo se ve perturbado por la falta de cooperación del sistema físico para sostenerlo mediante un aumento constante del suministro de energía, el resultado probable es una crisis como la que estamos viviendo.
el padre nuestro y el perdón de las deudas
“Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”, rezaba el Padre Nuestro referencia directa a la ley de la Torá que fue instituida en tiempos de Jesús para el perdón de las deudas monetarias y materiales, tanto en los años sabáticos (cada siete), como también durante el jubileo (cada cincuenta años). Pero ¿qué es eso de que diariamente clamen miles de fieles creyentes que las deudas o las hipotecas deban ser perdonadas? ¡Anda ya! En 1984, el entonces arzobispo de Toledo y cardenal primado Marcelo González Martín introdujo un sutil cambio: “Perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Quedó de esta manera eliminada la referencia explícita de Jesús al perdón de las deudas monetarias. Curioso, ¿verdad? Más que curioso, sospechoso. A día de hoy, el volumen de deuda acumulada a nivel mundial es de tal magnitud que, sin algún tipo de mágica manipulación o súbita desaparición de las cifras, resulta absolutamente impagable. Hace un par de años, las distintas economías se hallaban ante complicadas situaciones de endeudamiento privado: empresas al borde de la bancarrota; familias engrosando las listas de morosos, y bancos y cajas bajo sospecha. El año pasado los Estados se dedicaron a ir salvando a los que se iban hundiendo. Que en España oficialmente solo Caja Castilla La Mancha haya sido intervenida no resulta creíble. La lista de bancos quebrados, rescatados o nacionalizados a nivel internacional supera con creces el centenar, sobre todo en EE. UU. Lo que era un problema privado de endeudamiento y quiebra técnica ahora hay que añadirle un más que serio problema de endeudamiento público. ¡Camaradas, viva la revolución! Ha triunfado el socialismo… de las deudas. ¿Eran 325.000 millones de euros lo que deben a las cajas y los bancos del terruño los promotores inmobiliarios españoles que en gran parte no podrán devolverlo? Algo así como el 32% del PIB español, lo que no es mucho, sino bastante más que eso. Lo menos divertido de la situación es que ese abstracto dinero prestado es en realidad mi dinero, el tuyo y el de tus abuelitos, en el caso de que dispongamos de algún ahorro en forma de depósito bancario. Ya hemos encontrado la versión cañí de las subprimes; aquí también se ha prestado mucho dinero, que además proviene en buena parte de bancos europeos (que aplicarán a rajatabla el nuevo Padre Nuestro y no el viejo) a personas que es muy poco probable que lo devuelvan, ya que sus urbanizaciones o nunca se venderán o ni siquiera se empezarán a construir. Aunque parece todo una gran broma, el embrollo es colosal y con pocas soluciones posibles. ¡Una burbuja tan inmensa que cuesta imaginarla!
saludable ayuno y reposo, nada de dulces deudas ni de planes de estímulo anfetamínicos. Una fase del capitalismo: el cómodo hábito de crecer y crecer año tras año generando riqueza ficticia para no tener que abordar el verdadero problema de la distribución de los recursos y para que las crecientes diferencias sociales, aun siendo abismales, sean llevaderas para la mayoría de la población. Pero el crecimiento económico es el talón de Aquiles de esta situación. Si este se detiene, la cuestión cobra de nuevo actualidad y se hace más manifiesta la magnitud del escándalo que ello supone. Bailamos sin pensar en cuántas sillas hay pero, si se detiene la música, descubrimos que no hay sillas para todos. En realidad, nunca las hubo, son las reglas del juego, pero mientras bailábamos ebrios de estímulos e imparable movimiento crediticio, las sillas nos parecían infinitas. Tras el aviso de la crisis asiática de 1997, de pronto, en el 2000, estalla la crisis de las punto.com (¿os acordáis de Terra y de la flamante ‘Nueva Economía’?, los medios generando estados eufóricos de opinión y los tecnócratas emitiendo descabelladas y bien remuneradas opiniones)3. Primera gran burbuja. Se para la música y empieza la tensión, todos a pillar silla; mierda, se va a descubrir la trampa. ¡Ufff ! Menos mal que ‘se caen’ las Torres Gemelas y la Reserva Federal de EE. UU. acude al rescate de la economía bajando gradualmente la tasa de interés del 6.25% hasta 1% para estimular el crecimiento económico. La bajada masiva de tipos de interés comienza a alimentar la siguiente burbuja, la inmobiliaria (y con ella la bursátil). El experimento funciona: alto crecimiento, casi pleno empleo, felicitaciones para los gobernantes políticos y económicos. ¡Greenspan we love you! Sin embargo, las crisis que se suceden tras una explosión de una burbuja solo se pueden combatir con paciencia o gestando otra burbuja. Los agentes económicos con poder de decisión optaron por la segunda opción. La paciencia es muy aburrida, no genera beneficios y se pierden las elecciones ya que conllevan medidas muy impopulares. Y estalla otra burbuja, la segunda en muy breve espacio de tiempo, y surge el pánico en el año 2008. ¿Solución? Planes de estímulo, sobrevivimos el año 2009, bastantes personas sufren el desempleo, pero la mayoría mantiene su poder adquisitivo, no hay grandes revueltas sociales, solo unos pocos
Burbujas de amor en tu pecera (J. l. Guerra)
De burbuja en burbuja con tal de no admitir que el paciente está muy malito y debe recuperarse mediante un
3 Para saber más de la crisis de las punto.com: http://iei.ua.es/dokuwiki/doku. php?id=la_burbuja_de_las_punto.com
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sospechan del asunto, el resto se ha creído lo de los ‘brotes verdes’. El repunte económico se estancará cuando se retiren los estímulos, aunque no será igual ni simultáneo en todas partes. Año 2010. Se avista en el horizonte la siguiente burbuja, las anfetaminas, la respiración asistida al sistema: nivel de endeudamiento público salvaje para salvar al enfermo, para que no se note que faltan muchas sillas en este juego. Y esa es la burbuja de la deuda pública-privada (la deuda privada impagable suele pasar muy rápidamente a ser pública), la de los planes de rescate: Islandia, Letonia, Irlanda, Grecia, California, Reino Unido, Portugal, España, ¿EE. UU.? ¿China? No son muy distintas las cifras de unos y otros, ¿caerán todas las piezas del dominó? Estamos ante una crisis fiscal del mundo occidental, infectados por icebergs de dinero-deuda de los que solo vemos la pequeña parte de efímero bienestar generado para evitar la explosión del malestar, pero queda oculta la deuda para las décadas venideras. Hacer como que no pasa nada solo aplaza los problemas. EE. UU. en la década de los treinta y Japón en los últimos veinte años son dos buenos ejemplos de ello. Si siempre dispusiéramos de una nueva burbuja para salvarnos, tendríamos la panacea. ¡Qué fácil sería! ¿Qué se inventarán para que de nuevo no nos enteremos de nada? Hay quien habla de hiperinflación, pura matemática. La mejor manera para reducir las deudas es que estas valgan mucho menos, que un millón de euros valga diez veces menos que ahora, por ejemplo. ¿Sencillo, no? El problema es que si tengo diez mil euros ahorrados, también reducirán a un 10% su valor. Una fórmula que conlleva tremendos efectos en la distribución de la renta y un considerable deterioro de la situación financiera de muchas personas, de aquellas que no estén ‘blindadas’ frente al ataque inflacionario. Posiblemente tú y yo entre ellas. ¿Y ahora qué? (La Polla Récords)
Las supuestas soluciones implementadas hasta ahora solo han sido pequeños remedios para mantener la calma social y disimular el gran desorden al que se encara el mundo. Música zen para distraernos de la gran sacudida que se está acercando. Ya está aquí un mundo con más impuestos, más 56 | economía eres tú |
desempleo, menos protección social y luego, menos globalización, menos movilidad, menos complejidad, menos despilfarro y más eficiencia, ¿más cooperación, más coordinación, más consciencia o más competición, más desesperación, más frustración? Decrecimiento con gusto no pica, pero acceder a menos bienes materiales pone en cuestión nuestros apegos. Es una lástima que la mayoría de la personas hayan permanecido totalmente al margen de asuntos que tanto iban a atañer a sus vidas. Es asombroso que acumulemos tanto conocimien-
to de cine, arte, fútbol, politonos o marcas de pantalones, y tan poco de economía. ¿Es posible no interesarse por algo de lo que puede depender tu subsistencia y tu afición por el cine, el arte, el fútbol, los politonos o las marcas de pantalones? Parece que la respuesta hasta ahora fue sí. Marzo del 2010.
Rubén Bernarte es economista, sociólogo y observador de la realidad (e irrealidad) social. Publicidad
Inspiración y manduca ECONOMÍA DE LA CULTURA
POR PAU RAUSELL KÖSTER ILUSTRACIONES DE ANDREU BUENAFUENTE
n ejercicio desacralizador consiste en pensar, indagar y observar el precio (que a largo plazo no difiere del valor, como parece defender cierto adagio popular) de la producción simbólica. Esto que les acabo de contar tiene un precio de tres euros. Si dividimos los ochenta euros que me promete pagar el redactor-jefe de la revista Bostezo por los ocho mil caracteres que me exige, el resultado es que hasta el punto anterior he producido lo suficiente para pagar El País del domingo 7 de febrero (2,20 euros), más la película 16 Calles que por 0,80 céntimos me
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proponen hoy. ¿No está mal, no? Habré materializado en tres líneas mi inversión histórica en reputación –si no los de Bostezo no me hubieran buscado-, mi inversión en capital humano y por tanto mi capacidad de presentar conocimiento estructurado y, finalmente, los que me pagan, supongo que pagan también por mi peculiar talento; es decir, por mi capacidad de presentar esa información estructurada con cierto ingenio, de manera que resulte atractiva para los lectores y que contribuya a que dichos lectores, después de la experiencia, incrementen su disponibilidad a pagar | economía eres tú | 57
por los próximos números de la revista Bostezo. Lo cierto es que el intercambio de bienes simbólicos es un espacio complejo al que, desde el ámbito de las ciencias sociales y especialmente desde la economía, les hemos dedicado poca atención. Si ahora nos apresuramos (y las prisas nunca fueron buenas consejeras), es porque nos vamos percatando de que la capacidad de generar riqueza económica se va desplazando cada vez más desde la esfera de la producción de bienes materiales a la esfera de la producción de bienes simbólicos. La plausibilidad de esta afirmación puede corroborarse si uno contempla la lista Forbes de los multimillonarios y comparamos entre quiénes aparecían en 58 | economía eres tú |
los setenta y ochenta, y quiénes aparecen ahora. En el siglo pasado, el grueso de los representantes eran armadores, constructores, propietarios de factorías de automóviles… Es decir aquellos que a partir de grandes monstruos empresariales, con departamentos de marketing, logística, prospectiva y no sé cuántas cosas más, producían o distribuían bienes físicos. Si uno contempla la lista en la actualidad, puede que alguno de los anteriores persista en ella, pero aparecen algunos personajes nuevos que inconcebiblemente se ubican entre Onassis y Rockefeller. La señora Rowlling, autora de Harry Potter, es capaz de acumular una riqueza escandalosa con la simple combinación de su capacidad para escribir historias,
un ordenador y quizás una mesa y una ventana al jardín. El señor Bill Gates, que está el primero de la lista, finalmente deriva su inmensa riqueza de la capacidad de poner en un orden determinado listas interminables de ceros y unos, y Oprah Winfrey que vende entretenimiento y la reina de Inglaterra que vende… ¿Qué vende la reina de Inglaterra? La cuestión es que la producción simbólica, sea esta la marca de un bolso, una película de Hollywood, un informe de científicos sobre el deshielo en Groenlandia, una reportaje fotográfico para National Geographic, un artículo de Pau Krugman en El País, una retransmisión por televisión de una actuación de Le Cirque du Soleil, un cuadro de Barceló o la última canción de Tony Zenet, adquiere mayor centralidad en los espacios de intercambio del mercado y tiene un precio, que en un entorno determinado representa una relación de poder. En este marco, hay muchas herramientas de la economía que siguen sirviendo para analizar estas relaciones entre oferta y demanda de bienes simbólicos, tal y como la hacían en los mercados de bienes materiales. Pero en el intercambio de bienes simbólicos surgen algunas singularidades que cabe destacar. La mayoría de los bienes simbólicos son bienes de experiencia, es decir, no somos capaces de determinar a priori si nos van a gustar o no –qué utilidad nos proporcionan, diríamos los economistas-. Esto puede ser un problema en la articulación de los mercados, ya que solo nos damos cuenta de que nos hemos equivocado en nuestra elección cuando ya es demasiado tarde y hemos pagado. Para evitar decepciones, los consumidores nos comportamos de manera muy precavida gastando mucho tiempo en reducir el riesgo de nuestras elecciones (leemos las críticas en los medios de comunicación, preguntamos a los amigos, estudiamos otros muchos indicadores indirectos), lo que incentiva el desarrollo de un complejo sistema de mediación que selecciona, señaliza, publicita y contribuye a distribuir los bienes culturales que consideran que deben ser distribuidos. Pero la condición de bien de experiencia también genera mucha desazón en los productores, pues nunca saben si el producto va a gustar, en qué cantidad se va a vender y por tanto si va a cubrir las inversiones necesarias y las
expectativas de beneficios, por lo que los productores de bienes simbólicos y culturales se convierten también en una reata de viejecitas asustadas. Los precios tampoco se fijan a través de un sistema de mark-up –es decir, añadir al coste de producción un porcentaje que define el margen de beneficio-, como en la mayoría de los bienes tangibles, sino que el precio óptimo es aquel que corresponde a lo que cada segmento específico de la demanda esté dispuesto a pagar. Esto para los bienes simbólicos únicos significa que el mejor sistema de fijación de precios es la subasta. Y si no, fíjense en los ciento cuatro millones de euros alcanzados por L’homme qui marche de Giacometti (1901-1966) en una subasta reciente. Para los bienes simbólicos fácilmente reproducibles como los digitalizables –es decir, casi todos-, la cuestión se complica, convirtiéndose en bienes, con algunas de las características de los bienes públicos, la no rivalidad en el consumo y la imposibilidad de exclusión de su consumo a aquel que no paga. Finalmente hay que tener en cuenta que estamos transitando por una desproporcionada revolución tecnológica que, al igual que lo que supuso la máquina de vapor para los bienes tangibles en el inicio del capitalismo
industrial, significa de nuevo una completa y renovada revolución del transporte de los bienes simbólicos. La digitalización e Internet abren y globalizan completamente el mercado de los bienes simbólicos y además provocan la democratización de los procesos creativos y la ruptura del modelo tradicional de intermediación entre la creación y el consumo o uso cultural. Estamos ante realidades tan novedosas que tenemos dificultades para gestionarlas, para alcanzar un acuerdo sobre quién tiene derecho y cómo puede participar en el reparto de la creciente tarta de la producción cultural. Para una sociedad inteligente, dos cosas deben resultar obvias. Resulta beneficioso para todos recompensar con retribuciones monetarias a aquellos que producen bienes simbólicos, con el objetivo de que los sigan produciendo, ya que es esta producción la que sustenta cada vez más una mayor parte de la prosperidad y el bienestar colectivo. La segunda es que esto no se puede hacer a través del mecanismo de protección de los derechos de autor tradicional, ni tampoco con la criminalización absurda y tecnológicamente inviable de aquellos que comparten/ trafican experiencias culturales a través de Internet. Publicidad
Hay otras maneras de compensar a los creadores de contenidos simbólicos y hay que entender que la generación de valor de un determinado bien cultural es un proceso de construcción social en el que participa, evidentemente, el valor creativo de dicho bien, pero también la interacción social, la imaginación comunicativa o el ingenio señalizador del valor; en consecuencia todo estos agentes merecen estar en el reparto del valor económico de dicho bien. La inspiración, el talento, la creatividad no se compran con dinero, pero si aquellos que poseen estos atributos son recompensados –no solo monetariamente, aunque también- a través del mercado o de cualquier otro método institucional, dedicarán más tiempo y esfuerzo a emplear dichos atributos, y esto no solo nos puede hacer más prósperos a todos, sino que también puede afectar a las condiciones en las que se desarrolla nuestra dimensión expresiva, comunicativa, estética o espiritual, es decir, a nuestra condición humana.
Pau Rausell Köster es investigador de Economía de la Cultura de la Universitat de València. Publicidad
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Ilustración de Juanvi Martínez
¿Quién paga los trajes? LA ECONOMíA DE LA CORRUPCIÓN POR LUCIO PICCI
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arafraseando al poeta Terencio, “nada de lo humano nos es ajeno”. Nosotros, los economistas, somos los verdaderos todólogos de las ciencias sociales. Nos encanta saltar desde la grada para arruinar los partidillos de los demás investigadores –los de ciencias políticas, los sociólogos, los estudiosos de las organizaciones y un bastante largo etcétera. Así que aquí, oficialmente, en cuanto economista practicante, me declaro experto de un tema muy debatido en otros ámbitos: la corrupción, que definiremos brevemente como el
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mal uso de recursos públicos, y de poder, para conseguir una ventaja ilegítima. Y claro, el punto de vista de los economistas se aleja bastante del discurso público habitual, en el cual lo corrupto es algo dañado y perverso, y el corrupto –funcionario o político- es alguien que se ha alejado de la senda del bien, de la honorabilidad, de la normalidad. O, mejor dicho, de una idea abstracta de normalidad, un mundo idealizado donde cada uno, por supuesto, se paga sus trajes. Ese discurso público además también identifica un
territorio político, impregnado de moralismo -y tal vez dominado por moralistas interesados para quienes el dedo que apunta a los corruptos es un arma cargada en la lucha por el poder. Pero los economistas somos hombres de mundo (“¡Hombre! ¿Qué tal todo? ¡Pero qué bien te sienta este traje!”) y expresar juicios morales nos parece poco aconsejable. Así que mejor pasamos a las preguntas serias. Primero: cómo medir la corrupción –un asunto fundamental, porque sin disponer de medidas válidas de los fenómenos sociales, no es posible
conocer sus causas, ni apreciar cabalmente sus consecuencias. Desgraciadamente, la tarea es muy difícil, por la sencilla razón de que la corrupción es ilegal y, por esto, en principio oculta. Nadie entre los corruptos está dispuesto a llenar encuestas sobre la cuantía de sus sobornos. Las estadísticas judiciales tampoco nos ayudan mucho: por ejemplo, observar que hay pocos condenados por corrupción puede señalar que el nivel de corrupción es bajo, pero también que el poder judicial es impotente para combatir un fenómeno generalizado. Como consecuencia, se han desarrollado medidas que están basadas en las percepciones que hay de la corrupción en ciertos entornos. Estas medidas intentan distinguir entre tipos distintos de corrupción: de un lado la gran corrupción que implica cuantías importantes de dinero, y del otro la pequeña corrupción, los modestos sobornos para recibir un servicio público más rápidamente, las ‘mordidas’. Están basadas en encuestas de opinión realizadas a colectivos distintos: típicamente, al público en general, si el objetivo es medir la pequeña corrupción, y a grupos específicos (como empresarios, periodistas o expertos en el tema) si el objetivo es medir la gran corrupción. El índice de corrupción más conocido es producido por una ONG alemana, Transparency International, y se llama Índice de Percepción de la Corrupción (IPC). El IPC se refiere a ciento ochenta países, y se calcula anualmente desde 1995. De la última clasificación, la del 2009, se desprende que los países donde hay más corrupción son los de África, de Asia y de América Latina. En Europa, hay un nivel muy modesto de corrupción entre los países nórdicos. El sur mediterráneo no se porta tan bien, y el nivel de corrupción de España sería un poco más alto que el de Francia, pero inferior al de Italia1. Pero ¿hay que fiarse de las percepciones? Reconozcamos que estas medidas se hacen con mucho cuidado metodológico. El IPC, por ejemplo, se calcula utilizando no una, sino distintas encuestas oportunamente combinadas. Pero también hay que decir que la percepción sobre la corrupción puede no coincidir con su nivel real. Esta percepción puede reflejar, por ejemplo, la cobertura mediática que recibe la corrupción, que a su vez depende también del grado de libertad de la prensa, variable entre países, y de la eficacia del poder judicial en la lucha contra la corrupción misma. Así que en los últimos años se han propuesto índices de corrupción basados no en percepciones, sino en hechos reales. Un ejemplo de medida objetiva2 es la que parte de la
1 Véase: www.transparency.org/policy_research/surveys_indices/ cpi/2009 2 Miriam Golden y Lucio Picci, ‘Proposal for a new measure of corruption, illustrated with Italian data’, Economics and Politics, 2005, 17(1): 37-75.
Donde hay mucha corrupción, los empresarios gastan su tiempo y recursos, no para mejorar la calidad de sus productos o la eficiencia de sus procesos productivos, sino para agenciarse los favores de los políticos
consideración de que los bienes públicos son más caros donde hay más corrupción, no solamente porque una parte del dinero se desvía para pagar sobornos, sino sobre todo debido a las ineficiencias que la corrupción implica. Por ejemplo, probablemente las empresas de los ‘amiguitos del alma’ llamadas a producir algo no serán las más eficientes y capaces. Sin embargo, la diferencia entre el gasto realizado y la existencia real de las infraestructuras públicas no solo se deberá a fenómenos de corrupción, sino también a otros factores. Primariamente a formas de ineficiencia, que serán tan difíciles de medir como la propia corrupción. En general es muy difícil distinguir entre corrupción e ineficiencia, porque las dos suelen ir juntas: por ejemplo, un empleado puede pedir dinero ilegalmente para apresurar un trámite, si ese trámite necesita de una larga espera –es decir, si hay ineficiencia-, hay más probabilidades de corrupción. Por otra parte, un empleado corrupto que se aprovecha de la presencia de largos tiempos de espera, no combatirá, sino que probablemente fomentará la ineficiencia en su contexto laboral. Así que, debido a todas estas dificultades, todavía no hemos aprendido a medir adecuadamente la corrupción, y todas las alternativas a nuestro alcance tienen algún tipo de carencia. Las carencias de las medidas disponibles no nos han impedido preguntarnos cuáles son las consecuencias de la corrupción. Se ha comprobado rotundamente que la corrupción es muy perjudicial para el desarrollo económico. El problema no es tanto el desvío de recursos públicos, sino la distorsión de los incentivos económicos que acompaña a dicho desvío. Donde hay mucha corrupción, los empresarios gastan su tiempo y recursos, no para mejorar la calidad de sus productos o la eficiencia de sus procesos productivos, sino para agenciarse los favores de los políticos. Donde hay corrupción, los que ganan son los más capaces en el arte del enchufe y no en su trabajo. Donde hay corrupción, los mandatarios corruptos son enemigos de cualquier proyecto de reforma, porque cambiar significa poner en entredicho sus ventajas ilegales. Una pregunta más, la última y la más importante: si la corrupción es tan nociva, ¿qué podemos hacer para eliminarla? Si existiera una respuesta fácil ya habríamos acabado con el problema. Admitámoslo, el problema de la corrupción es uno de los pocos donde los economistas todavía no tienen mucho que decir. Lo que si sabemos es que el problema de la corrupción va inscrito en el marco más general de la ‘gobernanza’ (el término anglosajón es governance), es decir, del conjunto de las características del gobierno de la cosa pública. Por ejemplo, la transparencia es un factor clave para combatir la corrupción, pero sola no basta: necesita apoyarse en una sociedad | economía eres tú | 63
Nueva y breve teoría de la clase ociosa MARÍA TOLEDANO FOTOGRAFÍAS DE NOÉ BERMEJO
En 1899, el economista y sociólogo norteamericano Thorstein Veblen escribió Teoría de la clase ociosa, una minuciosa descripción de las características reales y simbólicas de la clase dominante surgida de la revolución industrial eoría de la clase ociosa resulta imprescindible para todo aquel que desee profundizar en los mecanismos de actuación y modos de reproducción de la burguesía de patrimonio, su historia y conformación como eje de la estratificación social. El libro es uno de los más claros y feroces alegatos contra la mirada despótica -su forma de estar en el mundo- sustentada en la ostentación, el ejercicio arbitrario del poder y el desprecio. Dedicados desde los lejanos tiempos feudales a la política, el juego, la guerra y la fortificación de sus castillos (hoy añadiríamos la industria de la cultura, la comunicación y los negocios colaterales, expresión de su identidad), la clase ociosa moderna ha encontrado acomodo -en esta era de desarrollo tecnológico de la economía-mundo capitalista- en la sofisticación extrema de los discursos burgueses tradicionales (arquitectura, diseño, arte, gastronomía, cine, literatura y otras expresiones Elegancia y saber estar que requieran poco o ningún esfuerzo), en el culto enfermizo de la subjetividad, entendido como búsqueda de placer inmediato y realización de la personalidad (viajes a territorios desconocidos, descontrol emocional y familiar, consumo de psicofármacos y drogas de diseño), y en la autoridad absoluta sobre la “producción a máquina y la inversión con miras a obtener beneficio”. Más de cien
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años después, y pese al deslizamiento hacia el abismo del consumo que han sufrido las clases (una configuración posmoderna de la estructura social emanada de los acuerdos de Bretón Woods, 1944), la forma y los modos de ser de la élite no han variado. Basta releer unas páginas de Veblen para comprender su terrible actualidad. “La riqueza o el poder deben ser exhibidos, pues la estima solo se concede a cosas que se ven. La demostración de riqueza no solo sirve para que los demás se den cuenta de nuestra importancia y mantengan viva y despierta esta impresión, sino que sirve también para edificar y preservar la propia autocomplacencia” (Teoría de la clase ociosa, pág. 61). Dueños del ocio y el entretenimiento -hoy diríamos, con Debord, del espectáculo hecho mercancía- la clase ociosa (leisure class), que funda su esencia vital en la antigua distinción entre las ‘proezas’, propias de los seres socialmente superiores, y el ‘trabajo ordinario’, actividad industrial del proletariado, ha adquirido en estas últimas décadas un papel primordial, debido tanto al incremento del consumo de bienes de lujo como a la degradación absoluta de las formas convencionales de trabajo asalariado.
Estos dos factores, pilares de la evolución de la clase ociosa, han provocado un corte epistemológico en el discurso de los miembros de esta clase frente a los asalariados. Por decirlo de otra forma, las clases hablan entre sí -se comunican a través de códigos fijos establecidos por la democracia formal y sus diccionariospero no se entienden, no pueden entenderse, siendo las expresiones utilizadas por este grupúsculo ocioso una jerga incomprensible para el resto. En este lenguaje críptico, excluyente, se incluirían constantes alusiones a grandes marcas minoritarias (frente a las referencias de lujo ‘cotidiano’ que han decidido entrar en el mass market, artistas plásticos desconocidos, música -preferiblemente con un fuerte componente étni- El poder hipnótico de la dominación co o tribal- alejada de los medios de transmisión, establecimientos ‘up’ de Nueva York o Londres, etc. Los significados (y los significantes) han sufrido una mutación radical. La clase ociosa ha extendido tanto sus hábitos que el mundo ha quedado reducido a un gran espacio público de placer inmediato: el parque temático (privado) de sus sentidos. El lenguaje tópico de la publicidad -canon universal de la mercadotecnia- es buena prueba de ello: los productos ya no se presentan por sus cualidades externas, más bien ‘se sienten’ como prolongación de uno mismo, del propio cuerpo, y en ese ‘sentir’ individual, que singulariza al posee/)$01)2.$!03!2)$ dor, anida la clave del éxito social, el reconoci4)$)56&3'35!$."$ miento (y admiración) por parte de los demás. .2-)2$71-38)2$ La clase ociosa, por tanto, ‘siente’; el resto con590)5)2$&"$ sume. Lo que algunos ‘tratadistas de la nada’ :):.1$:'38!'53)1;$ (Agustín de Hipona, dixit) llaman ‘capitalismo de ficción’ es, en verdad, la manifestación úl5.,35!$-)"-!$ tima y agónica de la historia de la lucha de )1$3"0'.8."-!$ clases. Una batalla perdida -quizá de manera 5.1$0!"2&8!$ definitiva- cuyo resultado se puede anticipar 5.$,3.".2$5.$ viendo las enormes diferencias de riqueza y 1&<!$0!8!$)$1)$ oportunidades existentes entre los dueños de la propiedad o sus privilegiados gestores y la 5.#')5)03="$ mano de obra. Que la base asalariada sea, en ),2!1&-)$5.$ su mayoría, de ‘falso cuello blanco’, urbana, 1)2$>!'8)2$ consumista, hipotecada, alienada y feliz (como 0!"?."03!")1.2$5.$ apuntó, ya en 1932, Aldous Huxley) no resta -'),)<!$)2)1)'3)5! un ápice de fuerza al argumento.
“En virtud de un refinamiento ulterior, la riqueza adquirida pasivamente por herencia recibida de los antepasados o por otros medios se convierte en algo incluso más honorable que la riqueza adquirida por propio esfuerzo” (Teoría de la clase ociosa, pág. 55). Vista la rápida evolución de la sociedad de mercado y el incremento exagerado de patrimonios de ‘nuevo cuño’ (fortunas nacidas de la especulación inmobiliaria, affaires petroleros o bursátiles), a la clase ociosa, antaño segura de la fuerza de su condición natural, no le está quedando más remedio que aumentar su tasa de reproducción, “creced y multiplicaos”, para mantener su papel hegemónico. Para ello es necesario, se impone, la diseminación de su herencia genética por otras familias de su raigambre, entrelazándose -en muchos casos- hasta conseguir trusts de empresas, contactos y fundaciones: su mapa del mundo. Pero la clase ociosa, “manos limpias no ofenden”, ha necesitado siempre, para la gestión de los asuntos prácticos, el apoyo de una férrea guardia pretoriana compuesta, en su mayoría, por miembros surgidos de la pequeña burguesía de negocio (hijos de comerciantes, funcionarios y profesionales liberales) que, deseando emular los logros de sus referentes superiores (solo son snobs, sin nobleza, en su terminología), sueñan con acceder al paraíso donde reposan los adalides del modo ocioso-despótico. “De esta manera surge, pues, una clase ociosa subsidiaria o derivada, cuya función es exhibir un ocio vicario dirigido a resaltar el prestigio de la clase ociosa primaria o legítima” (Teoría de la clase ociosa, pág. 82). Huelga decir que, en términos de posición ideológica, los miembros de esta clase ociosa ‘primaria o legítima’ son de ideología liberal-conservadora -laissez faire, laissez passer-, entendido su liberalismo moral, político y económico -muchos abstencionistas, qué más da- como contraposición al pensamiento reaccionario, demasiado ocupado en el fortalecimiento de unas leyendas ancladas en un remoto pasado mítico-religioso. En realidad, los miembros de esta clase manifiestan en público un tibio rechazo, por ejemplo, a la | economía eres tú | 69