Bostezo 09

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REVISTA DE ARTE Y PENSAMIENTO

Año 5

Nº 9

6.00 €

www.revistabostezo.com México 80 Pesos | UE 7 € | GB 6.5 ₤ | Argentina 30 Pesos | Guatemala 60 Qtz | Guinea Ecuatorial 50.000 Fr | Brasil 25 Reais | USA 7.5 $ | Tinduf 150 Drs | Uruguay 200 Pesos | Cuba 4 CUC | Colombia 12.000 Pesos 1o TRIMESTRE

Dossier

Fracaso: manual de uso ESCRIBIR POLICÍA DESPUÉS DE AUSCHWITZ / LAS CRøNICAS DEL CAøS ESTÁS BOBO, ARTISTA MALDITO / PREMIO INTERNACIONAL FRACASARTE

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«La única forma de imaginar una revista impresa en el siglo XXI pasa irremediablemente por un nutrido grupo de simpatizantes que decidan apostar por ella a través de la suscripción» (Palabras de Ban Ki-moon ante la Asamblea General de la ONU)

¿Te sumas?


Sumario Imagen de portada: Viñedo rojo, de Vincent Van Gogh | Diseño de contraportada: Teresa Juan

RETROVISOR

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06. 07. 08. 10. 12. 14. 16. 18. 20. 22. 24. 25. 26. 28.

Críticas a una revista de arte y pensamiento, Jorge Percebe Lecturas para bostezar, Daría Barbate Cómo beberse todo el río Duero según cae hacia el Atlántico, Salvador Salgueiro Loser way of life, Dildo de Congost Civilizaciones que se fueron al garete, Daniel Mochuelo Hamsun los tenía cuadrados, Juan Soto Ivars Fracasar es una muerte reversible, Inés Plasencia Andrés Rábago: tres miradas contra el pensamiento único, Manuel Garrido Los gatos siempre caen de pie, Aaron Carnes Miscelánea, Yui G. A.. y Miguel Albero Los últimos de la FIFA, Paco Inclán También Cezanne fue un fracaso, revista Bostezo & Club de lectura de Proyecto Matraz Memorizar Internet, Nacho Palomitas El Bostezo del futuro, Walter Buscarini & Johanna H. Guayambuco

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BOSTEZO VISUAL 66.

Las Crønicas del Caøs, Lukas Zpira & Mayliss

CONCURSO 48. 35

Fracasarte: un premio a la peor obra, revista Bostezo

platicando 35. 54.

Nicole Daedone, David Barberá & Itziar Castelló Loïc Wacquant, David Barberá & Paco Inclán

BATISCAFO 71.

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Suplemento literario, número 9

DOSSIER: FRACASO: MANUAL DE USO 32. 38. 41. 46. 51. 58. 61. 64. 68.

PRÓXIMO NÚMERO: IDENTIDADES HÍBRIDAS

Estrépito y caída, Santiago Alba Rico Recuperar las palabras, recobrar los sentidos, David Pérez Estás bobo, artista maldito, Daría Barbate Sabes que vas a fracasar, Juan Mal-Herido Los segundos no tienen hipertexto, Javier Nacho Meseguer Escribir policía después de Auschwitz, Héctor Arnau Adiós, pequeña marsopa, Wade Graham Contra los poetas, Alejandro Zambra Star Treck, parada y fonda, Manuel S. Jardí

Parte del contenido de este número fue tramado durante una estancia de tres miembros de Bostezo en el programa de residencias artísticas de Montalvo Arts Center, Saratoga (California). Junioseptiembre 2013.

Para la impresión de este número, la Asociación Cultural Bostezo ha recibido ayuda económica de la Concejalía de Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Godella, a través de la convocatoria de subvenciones a asociaciones locales.


Editorial FRACASAR PARA CONTARLO

Director: Walter Buscarini Editor: Paco Inclán (editor@revistabostezo.com)

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Directores de arte: Sergi Inclán y Montse De Mateo Puigmartí (www.artefagia.com) Diseñador: Andrés García (www.setembre.es) Redactor-Jefe: David Barberá Diseño web: Sergi Inclán Editor literario: Héctor Arnau Mesa de redacción: Laura Domingo, Albeliz Córdoba, Sonia García, Quique Falcón, Olga Esther, Ausiàs Navarro, Itziar Castelló, Enrique Ferrando, Jesús González, David Estal, Marc Sempere, Javi Llorens, Carlos Madrid, David Moya, Alejandro Morales, Alfonso Moreira, Nacho Moreno, Inés Plasencia y Paqui Santos Fotografía: Eva Máñez, José Bravo, Jordi Coll, Geoffrey Smith II, Laura Navarro y Stella Blasco Artistas colaboradores: Po Poy, Dani Sanchis, Clara Iris, Miguel Brieva, Johanna Guayambuco, Teresa Juan, David Duque, Isaías Escudero, Gloria Vilches, Marta Pina, Cristina de Cos, Elisa Gómez Sobelman, Charles Nogier, Bea Crespo, Aitana Carrasco, Lukas Zpira, Mailiss y Jota Ampuero Gestión cultural: Teresa Juan Psicóloga: Eva Vives Correctora: Sonia Vives Departamento de souvenirs: María Ferrando Colaboraciones: Poncho Martínez, Silvia Nanclares, Fermín Alegre, Pilar Pedraza, Arturo Castelló, Vicente Chambó, Raquel García Sáez, Nacho Messeguer, Miguel Morata, Eloy Fernández Porta, Santiago Alba Rico, MacDiego, Kiko Amat, Pau Rausell, Ester Giménez, Nacho Moreno, Javier Reguera, Epo, Nacho Fernández, Víktor Gómez, Guillermo López, Alicia Martínez, Paco Arroyo, Erika Jordán, David Moreno, Abelardo Muñoz, Laura Navarro, Jaime Ortega, Eugeni Machancoses, J. J. Pérez Benlloch, Vicente Ponce, Ángela Sánchez de Vera, Dildo de Congost, Rogelio Villarreal, Óscar Gual, Epo, Joan F. Toledo, Mª José Vizcarro Consejo editorial: Suscriptores y suscriptoras de Bostezo Edita: Asociación Cultural Bostezo Suscripción: suscripcion@revistabostezo.com

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Publicidad: editor@revistabostezo.com Teléfono: 628 135 042 Impresión: La Gráfica (www.lagraficaisg.com) Distribución: www.revistabostezo.com (números atrasados), SOIDEM, Sendra Marco y Traficantes de Sueños Identificación: La revista Bostezo no comparte necesariamente (pero a lo mejor sí) el contenido de los textos publicados en este número. Bostezo se responsabiliza solo del contenido del editorial. © TODAS las obras publicadas pertenecen a sus autores. Año: 2014 ISSN: 1889-0717 Depósito legal: V-4401-2008

arde o temprano la idea del fracaso tenía que aparecer en la redacción de Bostezo. El fracaso, claro, de ahí partimos. Nos pusimos a ello con mayor intensidad si cabe de la que empleamos en el número anterior, el de Valencia. Cada monográfico en Bostezo es mucho más que una investigación intelectual sobre el tema en cuestión; se inserta en nuestra biografía colectiva, nos demanda argumentos propios: en el de Psicogeografía acabamos con nuestra vida dentro de un contenedor expuesta como situacionista obra suplantada en La Casa Encendida; con el de Antropología de los genitales, varios de nuestros miembros iniciaron una deriva de la que algunos todavía se están recuperando; con el de Valencia y (p)resentimiento, nos vimos inmiscuidos en asuntos tan cercanos que el número fue elaborado más con la dermis que con el encéfalo. Pero con el tema del fracaso es donde hemos echado el resto. Con un objetivo: fracasar para contarlo. Hombres y mujeres de piel blanca y clase media que-se-va-al-carajo, entre los treinta y cuarenta años, inmersos en un sistema en constante amenaza de derrumbe y un incierto futuro que no será el que nos contaron. No hay dos fracasos iguales, ni tampoco una manera monolítica de sentir un mismo batacazo. Si mientras narramos nuestros fracasos nos interrumpen para hablarnos de hambruna sursudanesa, reiteradas violaciones desde la edad de cinco años o del síndrome de Asperger, lo nuestro les parecerá frívolo y superficial. Pero lo cierto es que desde aquí nos hemos aproximado al fracaso de una manera radical, vital, difícil ahora de trasladar al temple mental que requiere su plasmación en imágenes y palabras. Si en Bostezo publicamos tan pocos números, es porque cada monográfico nos supone un desgaste de tal envergadura que requerimos de largos meses de posterior convalecencia. Más que «editar una revista» es un style life. Además, reconocemos que como integrantes de un mundo simbólico relacionado con la actividad cultural, propenso per se a la precariedad y a cierto aire ridículo de superioridad moral, nos resulta más fácil –gozoso incluso– restregarnos

en la idea de fracaso, incluso del aura literaria y romántica que contiene, que es a su vez la que nos fortalece como seres más pendientes de esa vida que está en otra parte que de asuntos cotidianos. Como nosotros pocos y todos muertos. Y menos mal. FRACASO EMPÍRICO

Para aterrizar estas reflexiones, he aquí un breve relato de algunos hechos acontecidos durante nuestro trabajo de campo: a) Tres miembros de Bostezo fuimos becados por una residencia artística ubicada en los pulmones de Silicon Valley donde pasamos tres meses de verano dándole fútiles vueltas al tema en cuestión. Vivimos un sueño bucólico que, en la distancia, se nos aparece envuelto en una bruma de irrealidad: neozelandesas de piel hindú-maorí que a la luz de la luna llena colgaban en los árboles mil campanas traídas del Punjab, mexicanos que maullaban, guerreras surcoreanas, bailarinas colombianas contoneándose sobre pianos de cola, míticas examantes de Mick Jagger, precursoras neoyorquinas del falso documental, fotógrafas francesas que se desnudaban para interpelar a sus modelos sobre el pudor de sus propios cuerpos. Paseamos por impolutos jardines tan exquisitamente cuidados que parecían extraídos del paraíso edénico; habitábamos un bosque entre familias de ciervos, filantrópicas señoronas, viudas negras, milenarias secuoyas trasplantadas y carteles de recompensas de mil dólares por recuperar emperifollados chuchos. Mientras, modélicos yernos y engalanadas damas, estrechas amigas de la reina Sofía y Paulo Coelho, nos traspasaban con su mirada para ignorar nuestra presencia en un lugar donde temíamos que en cualquier momento seríamos expulsados al descubrirse nuestra impostura. En las cenas de menús imposibles con directivos de Oracle, Yahoo y otros mandamases influyentes a nivel mundial nos arrinconábamos en las esquinas de la mesa, conscientes de nuestra estética tercermundista y de esa primitiva forma de comernos las anguilas y de colocar los cubiertos sobre los platos. Estuvimos


El cuadro de Van Gogh que ilustra la portada de este número es el único que vendió en vida. Una sola venta –un cliente, un fan– transforma el fracaso en físico, verificable tres meses en el centro de poder donde se toman las decisiones que afectan a los hábitos del resto del mundo. Y no conseguimos ningún contacto cierto, aunque acumulamos decenas de tarjetas de consultores, rethinkers, cultivators y extraños oficios de manipular voluntades humanas a escala planetaria. ¿Cuál fue nuestro cometido? Habitar empíricamente el fracaso. b) Organizamos un concurso internacional de arte relacionado con el tema del número, Fracasarte-Failart, sobre el que no nos extenderemos aquí, pues pueden conocer su andamiaje en el artículo de Daría Barbate, becaria vitalicia de Bostezo, en el interior de estas páginas, donde también pueden encontrar el veredicto. Artistas y literatos de trece países aceptaron el juego de presentarse a un premio a la peor obra, convocado para cuestionar los parámetros peor-mejor, bueno-malo, en los que se suele medir, con valoraciones casi nunca estéticas y casi siempre crematísticas, la actividad creadora. c) Editamos nuestro primer libro como Bostezo, un proyecto que llevaba varios años olvidado en el sótano de un garaje. Estellés euskaraz, la primera –y posiblemente última– antología poética de un autor de lengua catalana traducida al euskera en la historia de la literatura. Nos fuimos sin muchas ganas a presentarla a la Feria del Libro de Durango, el principal punto de encuentro anual de la cultura y la lengua vasca. Invertimos quince horas de viaje, mil doscientos kilómetros y ciento cincuenta euros en gasolina para que solo un asistente acudiera a la presentación del libro en una feria por la que ese fin de semana pasaron unas ochenta mil personas, según datos de la organización. Nos acompañaba también una mujer con su bebé que al fondo de la sala nos regalaban una imagen estellesiana: ella, que parecía extasiada por el succionar filial de sus lácteos pezones, solo buscaba un lugar aislado donde amamantar mamíferamente a su retoño, ¿y dónde sentir mayor soledad que en la presentación del libro de un poeta valenciano traducido al euskera? Que solo hubiese uno entre ochenta mil potenciales asistentes resultó mayor fracaso que si no hubiese venido nadie. Como el cuadro de Van Gogh, el único que vendió en vida, que ilustra la portada de este número, un solo asistente –un cliente, un fan– transforma el fracaso en físico, verificable. Si no hubiese aparecido nadie, se hubiese suspendido el acto, pero la presencia de aquel hombre nos obligó a escenificar el fracaso. Al menos, compró el libro. En el viaje de vuelta, dos miembros de esta redacción se liaron a guantazos en la estación de servicio de Calamocha. El viaje había sido demasiado largo; la rabia, el cansancio y la resaca afloraban en la torpeza de cada golpe. Habíamos tocado fondo. Sin embargo, algo nos decía que seguiríamos cavando. Que habíamos nacido para contarlo. d) Convocamos una campaña de suscripciones para comprobar si, tras cinco años y más de cincuenta saraos de andadura, contábamos con la base social necesaria para garantizar la supervivencia de esta publicación offline en riesgo de quiebra desde su propia génesis. Como en todo, no nos pudo ir mejor: en una agresiva campaña navideña superamos las doscientas suscripciones. De momento, nuestro compromiso es editar los dos números previstos para el 2014: este y el siguiente. A partir de ahí repensaremos el proyecto de acuerdo a

Ilustración de Bea Crespo

los recursos y apoyos que dispongamos para plantearnos un futuro sostenible para Bostezo. Todo parece indicar que el reto es complicado, pero no por ello dejaremos de intentarlo. Fracasar requiere también de ese entusiasmo. Quizás abrazar de este modo múltiple la idea del fracaso sea una estrategia para no tener que enfrentarse a él: si no puedes con el enemigo, únete. Quizás asumir el fracaso como factor identitario es una manera de disimular la propia impericia para evitarlo o quizás una genial impostura para negar el modelo social de éxito; si triunfar era eso, preferiríamos no hacerlo. Pero la mayoría de la documentación consultada sobre el fracaso pretende guiarnos por el camino del aprendizaje, enseñarnos el modo de superarlo; en nuestra estancia en Silicon Valley hemos comprobado como el mundo empresarial se ha apropiado de una imagen amable del fracaso como necesaria estación de paso en el camino hacia el éxito. Ahora mismo, pocos son los textos que inculcan a convivir con el fracaso. Desde esta perspectiva hemos querido posicionarnos: aprendiendo a usarlo. El camino del éxito se antoja más unívoco, más regulado. El del fracaso es más diverso: se construye a imagen y semejanza de su usuario. Para fracasar todos somos necesarios

Varios artículos de este dossier tratan el tema del fracaso desde una perspectiva colectiva, en la línea del filósofo José Antonio Marina que habla de sociedades fracasadas como las que crean más problemas


cómic

LOSER WAY OF LIFE

Apuntes sobre la figura del perdedor en el cómic alternativo norteamericano «Hay que saber perder... ¡pero no ser un perdedor!» Mickey Mouse

Dildo de Congost Ilustración de David Duque

E

n Estados Unidos hay casi cincuenta millones de pobres, si nos fiamos del último recuento del Census Bureau. Pero nadie ha intentado contar a los perdedores. Porque lo de loser (‘perdedor’) no deja de ser un estado mental, un nadar contracorriente del tópico yanqui de ‘triunfo’, que incita a trabajar como un negro para llegar a ser rico, famoso o, lo que es peor, presidente. Este tópico fue, durante décadas, la esencia del sueño americano, zanahoria para burros predicada por James Truslow Adams desde 1931. Pero algo se torció a finales de los sesenta, cuando infinidad de jóvenes aparcaron un prometedor futuro profesional para dedicarse a tomar drogas, hacer el amor y desarrollar actividades más propias de pobres, artistas o, lo que es peor, comunistas. Uno de esos jóvenes atendía por Robert Crumb (Filadelfia, 1943), y era un judío gafotas y contrahecho, pero dotado de un singular talento para pintar monas. Además de crear outsiders de tinta y papel como Mr. Snoid, el gato Fritz o Flakey Foont, Crumb se convirtió en protagonista de muchas de sus historietas. El autor se parodiaba a sí mismo refunfuñando, fornicando o rumiando su condición de loser: «Vagabundeaba por las calles sintiéndome solo, rechazado y desconectado», recuerda en una viñeta. Aun así, sus historietas cosecharon una legión de fans e imitadores. Porque, al fin y al cabo, aquel señor tan feo que odiaba al mundo, no solo se beneficiaba a unas señoras impresionantes, sino que había alcanzado la categoría de icono cultural. No llegó a tanto Harvey Pekar (Cleveland, 1939-2010), un tipo tan tirado que, a su lado, Robert Crumb parecía Donald Trump. Pekar malvivía en un barrio bajo y curraba de archivista en un hospital de veteranos. Pero desfogaba sus frustraciones en el comic book que él mismo 10 | retrovisor |


letras Colapso. Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen, Jared Diamond. Ediciones Debate (2005).

CIVILIZACIONES QUE SE FUERON AL GARETE Daniel Mochuelo Ilustraciones de Ismael Hernández

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mí me gustaría ser como Diamond. Me lo imagino como un tipo alto y tranquilo, con su chaqueta de tweed, diciendo cosas ocurrentes sobre cualquier tema ante clases abarrotadas de fervientes alumnas pelirrojas. En un mundo de enfermiza especialización académica, asombran tipos como este: fisiólogo, ornitólogo, ecólogo, geógrafo. Y el hombre abarca y aprieta, porque tiene publicaciones profesionales en todos esos campos y un Pulitzer a la divulgación científica por Armas, gérmenes y acero (1997). Si vosotros intentarais meter la cuchara en tantos platos, os llamarían diletantes fracasados; pero a estos malditos profesores anglosajones la cosa les sale bien. Y mientras los de aquí tienen que andar preocupados por los quinquenios y por la extra de Navidad, ellos hacen viajecitos chulos (trabajo de campo) por las islas del Pacífico o por las montañas de Colorado y escriben best-sellers o salen en Youtube. Cosas de las grandes universidades norteamericanas, de sus bibliotecas masivas, de su visión global y de muchas horas de trabajo, supongo. ¿Son aquellas universidades mejores que las nuestras porque tienen ese tipo de gente o los grandes profesores van allá porque aquel sistema es mejor? Solo Wert lo sabe. Colapso fue el tercer libro de Diamond. Había empezado con la melodía multidisciplinar en el Tercer chimpancé (1991), sobre la evolución humana. Allí jugaba a biólogo y a lingüista, a sociólogo y a genetista. Pero el éxito de público y de crítica le llegó con Armas, gérmenes y acero. ¿Por qué Pizarro y su banda fueron capaces de vencer a Atahualpa y no fueron los incas los que desembarcaron en Castilla para capturar a Carlos I y robarle la lana? ¿Cuáles eran las razones por las que unos grupos humanos habían sido capaces de subyugar a otros? Si bien las respuestas eran conocidas en muchos casos (grandes diferencias en tecnología entre los invasores y sus víctimas o por la transmisión de enfermedades contra las que los nativos no estaban inmunizados), las preguntas primarias no habían sido respondidas. ¿Por qué la gente predominante –los blancos, los chinos o los granjeros bantú– eran superiores en tecnología o en resistencia inmunológica a los amerindios o los hotentotes? Diamond argumentaba que todas esas diferencias procedían del medioambiente de origen. El colapso llega en la cima

Los inventores euroasiáticos de la agricultura, de la civilización urbana y de los dioses patriarcales, tenían a su disposición mejores plantas y animales para domesticar. Los europeos y los chinos dominaron el mundo gracias a los caballos, camellos, vacas, ovejas y sus enfermedades con las que convivieron sus antepasados. No porque fueran más listos o tuvieran a Dios de su parte. Así, toda la bazofia seudocientífica que justificaba el imperialismo y el colonialismo a partir de supuestas superioridades raciales quedaba cortocircuitada para siempre. Pero también muchas de las explicaciones basadas en la concepción materialista de la historia sufrían 12 | retrovisor |

menoscabo, en tanto que todo quedaba supeditado a factores naturales, es decir, ahistóricos. No deja de ser un alivio para los difusos sentimientos de culpabilidad de las clases medias de los países occidentales, que son, al fin y al cabo, las que compran los libros de Diamond a través de Amazon. Si Armas, gérmenes y acero trataba sobre el éxito (el de unos sobre otros), Colapso trata sobre el fracaso. El fracaso de diferentes civilizaciones a lo largo de la historia. Pero el método empleado


LETRAS Aire de Dylan, Enrique Vila-Matas. Seix Barral (2012).

Fracasar es una muerte reversible Vueltas alrededor de la levedad, la incomprensión y el narcisismo Inés Plasencia Ilustración de Jota Ampuero

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arece que todos tengamos algo que decir sobre el fracaso. Es cierto que a todos se nos ocurre algo al respecto, como también es cierto que todos nos hemos sentido fracasados en algo en alguna ocasión. Pero considerar esa experiencia relevante es apuntar demasiado bajo en la narración de nuestra experiencia y al mismo tiempo demasiado alto en la importancia de nuestra experiencia en el mundo. Asumir esto es muy incómodo. El fracaso, sea lo que sea, está demasiado vinculado a la muerte, demasiado atado al miedo de echar nuestra vida a perder y no poder recuperar nunca el poco tiempo que nos fue dado. Pocos conceptos hay tan narcisistas.

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Y al mismo tiempo, el fracaso es tan burgués… Esto también es muy incómodo. La acepción identitaria del fracaso tiene que ver con ese estrato social intermedio que puede mejorar o por el contrario cagarla estrepitosamente. En torno a ellos está el debate, ya que, a grandes rasgos, los demás difícilmente suben o bajan. Pero no deja de ser la proyección de una muerte que, al menos en apariencia, se puede evitar. El fracaso prefigura el gran fracaso final, pero desde el clasismo más soberbio hay quienes nacen muertos. No obstante, a mí lo que me aburre del fracaso es su insistencia. Que esté en todas partes. Definitivamente lo más grave es que nos ponemos a hablar de un libro que habla sobre el fracaso y lo primero que hacemos es dar nuestra opinión sobre este. Y no cualquiera


blogosfera Buceando en la red con Nacho Palomitas (www.palomitasenlosojos.com). 1

MEMORIZAR INTERNET Nacho Palomitas Ilustración de Teresa Juan

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espués de muchas semanas retrasando la escritura de este artículo y sobrepasada de trabajo alimenticio y aburrido acabé haciendo algo definitivo en el campo de la procastinación: derramé un café encima de mi teclado a las cinco de la mañana y destruí mi ordenador. Este hecho fortuito ocurrido cuando Madrid clareaba como café con leche de beata me transformó abruptamente de experto explorador en la jungla de la información a turista atontado por el ruido de Internet. Mis hojas de ruta habían desaparecido y toda la confusión que reinaba a mi alrededor manifestaba la existencia precaria que tenemos los inmigrantes digitales, es decir, las generaciones que nos hemos criado antes de la introducción de la tecnología digital y que hemos migrado a ese mundo raro. Una raza, o más bien una edad, que si bien no es moralmente superior, sigue necesitando cosas pretecnológicas como las listas y los mapas, cuya existencia se convierte en una muestra más de ese acento grueso y basto que tenemos las personas que de niños no tocábamos las pantallas. Tras ese shock informático que fue casi físico, ya que romperte el ordenador es como darte un fuerte golpe en la cabeza, empecé a recordar algún sitio entre brumas como quien recuerda un sueño, un lugar que igual podía ser un desierto que la Antártida o si quieren la Atlántida sumergida en café (un lugar ‘heterogénero’, una heterotopía que lo llamaba Foucault). Lugares como Instapaper1, que es una herramienta esencial para mandarse los artículos al ebook y poner coto a ese discurso sin fin que es Internet o por lo menos para extenderlo físicamente al metro y al parque entre las personas que no tenemos móviles aparatosos; por cierto, descubro con el nuevo ordenador que Windows 8 se parece a un móvil, creo que todo se va 26 | retrovisor |

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a acabar pareciendo a las pantallas de los móviles y que cuando nos aburramos de una conversación con alguien solo tendremos que pasarle el índice por la nariz y buscar otro tema de nuestro agrado. Junto al Instapaper, está el necesario ColdTurkey2, programa de pago pero barato que te bloquea las redes sociales de manera draconiana para alargar esos breves pero intensos momentos de concentración con los que se alimenta el tardocapitalismo de la información. Empecé a recordar también algunas webs que me gustaba leer, la mayoría en inglés, como la reputaba revista The Atlantic 3, de la que nadie se debería perder su selección de los mejores artículos de cultura pop (The Week’s Best Pop-Culture Writing), la izquierdosa Mother Jones 4 o la maravillosa Cabinet 5 , una especie de Bostezo con reportajes increíbles sobre la filosofía de las cosquillas o el reencuentro de uno de sus periodistas con uno de sus profesores de niñez más odiados. Pasarse por la sección de cultura de The Guardian6 siempre luce y retuitear algo del New Yorker7 aunque no sea muy original siempre te hace quedar como un hombre de mundo, de opiniones discretas pero formadas. Para terminar una de esas mañanas de domingo de lectura esnob hay que hacer una visita a las páginas de The Baffler8, que tiene lo que antiguamente se llamaba primeras firmas como Zizek, Thomas Frank y Susan Faludi, aunque, eso sí, no tiene muchos artículos en abierto. En castellano y porque un día espero conocerlos y ponerles la cabeza como un puto bombo de lo mucho que me gustan sus artículos, me suelo pasar por El Butano Popular9 para leer a don Javier Pérez Andújar y a doña Grace Morales, personas con las que llevo años desarrollando una ardua labor de acoso pasional que probablemente acabe en tiroteo.

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El Bos tezo

NÚMERO 2 AÑO 2043

«El fracaso nos hizo independientes» (Walter Buscarini)

Ilustraciones de @guayambuco

del futuro

Descubren en Corea del Norte

confunde un vuelo con un partido de fútbol

QUE SU SELECCIÓN NO GANÓ EL MUNDIAL DE SURÁFRICA ////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////

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a televisión surcoreana Jak Sports ha conseguido filtrar en el país vecino un documental que narra la historia del Mundial de Fútbol de Suráfrica, en el que Corea del Norte fue eliminada en la primera fase sin obtener ningún punto. Al parecer, según fuentes del mismo canal, durante estos años el gobierno norcoreano hizo creer a sus súbditos que su selección había resultado ganadora del campeonato, cuyos partidos se habrían retransmitido con señal retardada a través de la televisión nacional para que los editores pudieran manipular las imágenes de los encuentros. De este modo, los ciudadanos norco-

코파델문도

2010

reanos estaban convencidos de que su selección había ganado seis partidos con idéntico resultado: 1-0, utilizando el único tanto de Corea del Norte en todo el Mundial –obra de Yi

Yun-Nam contra Brasil– para que, desde distintas tomas, en cada partido pareciese un gol diferente. Según una agencia surcoreana, que cita como fuente un comentario en un foro de motos, las autoridades norcoreanas simularon una final entre España y Corea del Norte, para la cual contrataron a actores argelinos, que fungieron ser jugadores hispanos, y a treinta mil gambianos que se hicieron pasar por público surafricano. «Todos los gobiernos deberían trabajar para que sus ciudadanos creyesen que su selección ganó el Mundial al menos una vez en la vida», ha declarado Dennis Rodman a la cnn.

Un bar de Logroño, récord en número //////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////

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a Asociación Española de Bares de Provincias (aebp) ha determinado que el bar Juanito de la calle San Juan, de la capital riojana, es el que ha sufrido más traspasos en el último siglo. El Juanito acumula noventa y seis traspasos en treinta años. Le sigue el bar El Torito de Teruel, con ochenta y nueve traspasos en veintisiete años. «El an-

terior dueño se fue tan rápido que cerró el bar con los clientes dentro», ha contado Benito Tomás, que desde hace dos semanas regenta el Juanito, por cuyo traspaso cobró treinta euros. «Estoy pensando en traspasarlo en cuanto recupere el dinero que he invertido en vasos», declaró a Tele La Rioja el día de la nonagésima sexta inauguración del bar.

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U

n controlador aéreo del aeropuerto del Prat provocó un incidente al no creer que un vuelo procedente del aeropuerto de Castellón estuviera pidiendo permiso para aterrizar. «Hacía un rato que estaba hablando con un compañero por radio sobre los emparejamientos de los treintadosavos de final de la Copa del Rey. Cuando me comunicaron por la torre de control que se aproximaba un Castellón-Barcelona pensé que se referían a una de las eliminatorias coperas», arguyó. Desde el año 2015 solo veinte aviones han despegado desde el aeropuerto de Castellón, un acontecimiento que no ocurría desde hacía once años. El vuelo trasladaba a treinta integrantes de la familia Fabra, que desde hace tres décadas utilizan en exclusividad el aeropuerto para su uso privado, un privilegio que cuenta con el 95% del beneplácito de la población.


coordinaci贸n: alan smithee

dossier: FRACASO: MANUAL DE US0

FOTOMONTAJE DE DANI SANCHIS

dossier

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San Francisco

NICOLE DAEDONE directora de one taste

«En la intersección entre la meditación y el orgasmo obtienes los beneficios de ambos» ❧ POR DAVID BARBERÁ & ITZIAR CASTELLÓ (FOTOS) ❧ TRADUCCIÓN DEL INGLÉS DE INÉS PLASENCIA

icole Daedone es la creadora de la práctica de la meditación orgásmica femenina. También ha creado una organización (One Taste) que se encarga de difundir la meditación orgásmica en todo el mundo. One Taste es además una comunidad de sesenta personas que viven en una imponente edificación en San Francisco, aprendiendo y practicando diariamente la meditación orgásmica. Nicole y su organización han adquirido gran notoriedad mediática en los últimos tiempos, no siempre positiva. Algunos hablan de un grupo dominado por la personalidad de Nicole, con tintes sectarios. Sexo, new age, sectas... Todo muy San Francisco.

N

Esperamos a Nicole en la puerta de One Taste, en Moss Street, al noroeste de la ciudad. Llega en un coche con las ventanillas tintadas. Sale de la puerta de atrás, acompañada por dos asistentes, dos mujeres; una de ellas nos acompañará durante toda la entrevista. Nicole es una mujer imponente: alta y rubia, calza taconazos y aparenta seguridad en sí misma. Una vez dentro de One Taste, llegamos a una pequeña sala, en el segundo piso. Cuando entramos hay copas de cava preparadas y burbujeantes: una buena historia en un escenario inquietante. Aunque no tenía mucho que ver con el fracaso. Thanks God, habíamos encontrado aquella cita de Nicole que incluía la palabreja de marras, así que tiramos ‘p’alante’. | platicando... | 35


–En un reportaje del New York Times declaraste que «en nuestra cultura, admitir que nuestros cuerpos importan es casi admitir tu propio fracaso». ¿Han fracasado las mujeres al incorporar el orgasmo a su vida cotidiana? –¿Conoces la película Misión imposible? Pues bien, creo que con las opciones que se han dado a las mujeres es casi misión imposible tener éxito en la relación con nuestros cuerpos y nuestros orgasmos. El mapa que nos han dado para tener acceso a nuestros orgasmos es totalmente inadecuado. El 76% de las mujeres norteamericanas no tuvieron un orgasmo en su último acto sexual. Y lo más triste es que las mujeres se sienten culpables, creen que están fracasando. –Parece que la práctica de la «meditación orgásmica» puede ser un modo de superar este fracaso. ¿En qué consiste dicha práctica? –Voy a describir la variante entre un hombre y una mujer, pero puede ser también entre dos mujeres o dos hombres. Ella se acuesta con la espalda contra el suelo y abre sus piernas. Él se sienta, colocando una pierna debajo de las rodillas de ella y otra sobre su ombligo. Entonces él comienza a dar golpecitos muy suaves con la punta de uno de sus dedos sobre su clítoris, en la esquina superior izquierda. Las dos personas concentran toda su atención ahí, en ese punto, durante quince minutos. Es exactamente lo mismo que con la meditación, cuando concentras la atención en la respiración.

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–¿Y por qué necesitas un compañero para hacer eso? –Por las mismas razones por las que no puedes darte un masaje a ti mismo. No puedes tener todo el control de la práctica. Buscamos algo profundo, y eso solo pasa cuando no tienes el control. –Has mencionado que la práctica puede realizarse entre dos hombres. –Sí, hemos desarrollado una versión equivalente para los hombres. En realidad es una aplicación del mindfulness1 al ámbito del orgasmo. Es la intersección entre la meditación y el orgasmo, de manera que obtienes los beneficios de ambos. En cualquier caso, nosotros promovemos un estilo de vida que se extiende más allá de la simple práctica. Comer puede ser más que simplemente matar el hambre, porque puede incluir placer, alegría y sensación de completo bienestar. Del mismo modo, la meditación orgásmica supone liberarse del cansancio, la preocupación y la ansiedad. Además, te provee de un nuevo modo de comunicación entre dos personas, de conexión emocional. Y creo que lo que todos buscamos es conexión.

1.

Mindfulness (‘conciencia plena’) es un concepto psicológico referido a la atención y la conciencia de sí mismo (awareness), basado en la meditación budista. A pesar de sus raíces budistas, en Occidente se ha popularizado independientemente de la religión.


Recuperar las palabras, recobrar los sentidos ❧

POR David Pérez ILUSTRACIONES DE CLARA IRIS

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Estás bobo, artista maldito Qué significa el fracaso para los culturetas y qué debería significar si no estuvieran ‘alelaos’ ❧

POR DARÍA BARBATE OBRAS Del Museum of Bad Art (moba) de Michael Frank y Louise Reilly Sacco www.MuseumOfBadArt.org

Los artistas no son de este mundo (económico)

Vomitando cubos de Rubik K. Koch 24”x 18”, óleo sobre lienzo Esta imagen del clásico juguete de los ochenta emanando de la boca de una guasona gárgola solo puede ser descrita como desconcertante.

Es sorprendente que casi todo en la vida sea culpa de los mercados. Pero lo cierto es que el fracaso, eso tan ‘complicao’ que tantas veces sentimos todos, también lo es. Fue la expansión de la cultura de mercado la que inoculó universalmente la noción de fracaso como sinónimo de desesperación, miedo, frustración y a menudo suicidio. El historiador de la cultura Scott Sandage ha documentado como el término fracaso fue importado de los entornos empresariales durante el siglo xix en Estados Unidos, para convertirse desde entonces en una parte esencial de la identidad moderna en

las sociedades capitalistas1. Sandage muestra como a principios del siglo xix ‘fracaso’ (failure, en la lengua del imperio) era un término puramente contable empleado en entornos empresariales y equivalente a impago. «Tuve un fracaso» era la forma común de los industriales de la minería o los barcos de vapor de hacer referencia a una deuda todavía no satisfecha. Uno de los hitos de la transformación identitaria del fracaso fue la creación en 1840 en Nueva York de la Agencia Mercantil, una empresa privada que vendía calificaciones del riesgo que implicaba hacer negocios con determinados individuos. La confianza personal 1. Born Losers: A History of Failure in America, Scott Sandage. Harvard University Press, 2005. | Fracaso: manual de uso | 41


Adiós, pequeña marsopa METIENDO LA GAMBA EN EL RÍO COLORADO ❧

Por Wade Graham ilustración de isaías escudero


ada es más atractivo para el imaginario americano que una cosa grande: una presa, por ejemplo. Hemos construido ocho mil de más de quince metros de altura, y decenas de miles de otras más pequeñas. Solo California tiene mil doscientas grandes presas, entre ellas la más alta de Estados Unidos, Oroville Dam, de doscientos treinta y cuatro metros, terminada en 1968 y que encauza sus aguas a lo largo de mil ciento veinticinco kilómetros desde el norte de California hasta llegar a la frontera con México. La segunda más alta es la presa Hoover, doscientos veinte metros, pero ocupa el primerísimo lugar en la historia americana de las grandes presas, ya que fue construida en el apogeo de la Gran Depresión y terminada en 1936. Un heroico y enorme tapón de hormigón, el más grande del mundo en ese momento, domesticando el río más salvaje de América, el Colorado, el río que talló el Gran Cañón y que nadie creía que pudiera ser contenido. Sus aguas hicieron florecer un millón de hectáreas del desierto; su electricidad iluminó mil millas cuadradas de Los Ángeles e hizo que Las Vegas resplandeciera como fuegos artificiales en la noche del desierto. Fue tan exitosa que su impulso nunca se detuvo: el río Colorado ahora tiene veintinueve grandes presas y muchas otras menores. Es un río superlativo: el más modelado y controlado por grandes obras de ingeniería; tiene la mayor capacidad de almacenamiento proporcional del mundo –cuatro veces el flujo anual almacenado en sus embalses; alberga los dos embalses más grandes de Estados Unidos; bombea la mayor cantidad de agua a otras cuencas fluviales –a Denver, Salt Lake City, Albuquerque, Phoenix y Los Ángeles, a través de miles de kilómetros de túneles, canales, acequias, bombas, tuberías y líneas eléctricas; treinta millones de personas usan su agua. Los científicos estiman que cada gota se utiliza diecisiete veces antes de evaporarse o llegar al mar. Pero lo cierto es que el río no llega al mar. Su antiguo delta, en México, en la cabecera del Mar de Cortés, se ha desecado, reemplazado por tierras de cultivo, las ciudades en expansión y la arena donde antes había agua. Cada año utilizamos más agua de la que es repuesta por la naturaleza debido a la codicia y a un simple error aritmético: las autoridades estimaron en exceso la cantidad de agua que lleva el río. Los recursos asignados se han convertido en papel mojado, las reservas de los embalses se reducen. Siete estados estadounidenses y dos mexicanos tienen ya legalmente estipulado la cantidad de agua que recibirán. ¿Quién saldrá perdiendo cuando el pastel se contraiga? Los abogados saldrán ganando: el Colorado es también el río más litigado del mundo.

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Y, por supuesto, hay otro tipo de costes que vamos a pagar. El Colorado, el río rojo, ahora es verde: millones de toneladas de tierra y arena –lo que le hizo rojo– están atrapadas tras los diques y rellenan de lodo cientos de kilómetros de barrancos y cañones. Aguas abajo, en el Gran Cañón, las playas, los árboles y las especies nativas de peces están desapareciendo, arrasadas por un agua hambrienta de limo. Si originalmente el río era salado, ahora es cuarenta veces más salado: los campos son una costra de sal y, para crecer, los cultivos necesitan grandes cantidades de agua adicional para lavar la sal. Los plaguicidas matan aves y peces; las hormonas anticonceptivas que provienen de los inodoros de Las Vegas cambian el sexo de peces en peligro de extinción. El delta continúa muriendo: millones de aves de la ruta migratoria del Pacífico, que dependían de él, están siendo desalojados, sus comunidades indígenas dispersadas, y las especies pesqueras que sustentaban estas comunidades, la totoaba y la vaquita –la marsopa más pequeña del mundo–, se extinguen. Sin olvidar el lago Salton, un reluciente lago de quinientos kilómetros cuadrados (el más grande de California) en el desierto, creado por error en 1905 cuando los promotores trataron de convertir el desierto sin valor en tierras agrícolas desviando el río Colorado, que se desbordó hasta llenar una gran depresión sesenta metros por debajo del nivel del mar. Debería haberse evaporado hace décadas, pero los agricultores vierten tanta agua en sus campos salados que al desembocar en el lago compensan los tres metros anuales de evaporación del desierto más caluroso de Estados Unidos. Su agua se vuelve, poco a poco e inexorablemente, más salada y contaminada. El florecimiento de algas y el borboteo de sulfuro de hidrógeno desprenden un hedor que en ocasiones se olfatea a doscientos cuarenta kilómetros de distancia, en Los Ángeles. Sus playas están hechas de huesos que crujen al caminar. Los sedimentos tóxicos, al ser transportados por el viento, pronto provocarán el peor grado de polución por partículas en todo el país, en un desierto una vez vacío en el que ahora viven quinientas mil personas. El precio de ‘restaurar’ el lago es de decenas de billones. Mientras, no podemos permitirnos una educación pública para nuestros hijos. La jodimos

Los científicos hoy afirman que el cambio climático desecará el suroeste de Estados Unidos, reduciendo el flujo del río entre un diez y un treinta por ciento en los próximos cincuenta años. La naturaleza nos va a joder.

La naturaleza nos va a joder. La historia es la misma en todas partes: hemos tenido tanto éxito en conquistar, exceder, violar las limitaciones naturales que empezamos a darnos cuenta de la dimensión de nuestro fracaso 62 | Fracaso: manual de uso |


Contra los poetas ❧

por alejandro zambra ilustraciÓN de Charles Nogier

los veinte años ya acumulan experiencias importantes: han publicado poemas en revistas y antologías, han participado en talleres, han escrito artículos para anuarios escolares y quizás hayan concedido una o dos precoces entrevistas. Ya tienen listos sus primeros libros, que están a punto de aparecer en editoriales emergentes. Son libros muy malos, pero por ahora eso no importa. Sus poemas son largos y sentenciosos, abusan de los gerundios, de los signos de exclamación y de los puntos suspensivos. Leen a Vicente Huidobro, a Delmira Agustini y a Oliverio Girondo, pero sobre todo se leen los unos a los otros, en interminables sesiones solo a veces amistosas. A los veinticinco años ya han renegado de esos primeros poemas, que consideran lejanos pecados de juventud. Esperan encontrar pronto la madurez como poetas, que a ellos les importa mucho más que la madurez como personas. El segundo libro cumple con creces el objetivo: no es bueno, pero indudablemente es mejor que el primero. Dicen estar todavía buscando una voz propia y mientras tanto planean antologías que incluyen a todo el grupo, pero nadie quiere escribir el prólogo, pues nadie desea correr el riesgo de convertirse en crítico literario. A los treinta años ya han sufrido varios desengaños. Han sido incluidos en antologías nacionales y latinoamericanas, pero han sido excluidos de otras tantas publicaciones y les cuesta muchísimo aceptarlo. Por momentos

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escriben solamente para demostrar cuán arbitrarias han sido esas exclusiones. Han publicado, a esta altura, tres libros de poesía. Han fundado dos editoriales y cuatro revistas literarias. En sus reseñas biográficas se afirma que han participado en más de trece –en catorce– encuentros de poetas y que sus libros han sido parcialmente traducidos al italiano. En realidad les han traducido solamente un poema, pero da lo mismo: los han traducido, eso ya es mérito suficiente. Recién a los treinta y cinco años comienzan a incomodarse cuando los presentan como poetas jóvenes. Ahora dictan talleres en los que aconsejan a sus alumnos que eviten los gerundios, que cuiden los adjetivos, que declaren la guerra a los puntos suspensivos y a los signos de exclamación. Les inculcan la suprema libertad creadora, pero les prohíben una lista bastante larga de palabras: vacío, angustia, desolación, desesperación, crepúsculo, ocaso, alma, espíritu, corazón, vagina. Les hablan de melopoeia, de fanopoeia y de logopoeia, pero se enredan un poco en la explicación. Se enamoran de poetisas de dieciséis años y las comparan con Alejandra Pizarnik, pero nunca han visto una foto de Alejandra Pizarnik. A los cuarenta años a nadie se le ocurre presentarlos como poetas jóvenes, pues sus caras y sus barrigas han cambiado de forma tal vez irreversible. Los poetas experimentan con mayor sufrimiento que el común de la gente la llamada crisis de los cuarenta. No decidieron ser poetas para tener cuarenta años. De ahora

Los poetas experimentan con mayor sufrimiento que el común de la gente la llamada crisis de los cuarenta. No decidieron ser poetas para tener cuarenta años 64 | Fracaso: manual de uso |


Star Trek, parada y fonda ❧

Por Manuel S. Jardí COLLAGE DE ELISA GÓMEZ SOBELMAN

ay noticias que cada cierto tiempo logran hacerse un hueco en el entramado de intereses informativos y deslizarse entre la dieta a que nos someten los imperios mediáticos. Pertenecen a esa categoría vasta que llena el contenedor del interés científico y se presentan como exitosos avances hacia el futuro, cuando en realidad muestran la evidencia del fracaso de la especie dominante a bordo de un planeta convertido en prisión para más de siete mil millones de reclusos, suma y sigue. Kepler, un satélite que la nasa puso en órbita hace cuatro años, sigue cazando planetas para ampliar el catastro de superficie urbanizable más allá de la estratosfera. Al parecer, la Vía Láctea, aquella que descubrimos en una brevedad de los primeros libros de texto de la infancia, alberga unos diecisiete mil millones de planetas de tamaño similar a la Tierra. Son datos recopilados por el explorador que recorre la galaxia. Kepler sugiere que una de cada seis estrellas podría alojar un planeta de tipo terrestre dando vueltas a su alrededor. Es decir, no estamos solos. Si ya era pretenciosamente egoísta suponer que todo ese firmamento pespuntado de lucecitas era un decorado al servicio de románticos, guionistas de ciencia ficción y fabricantes de videojuegos, al caer del guindo se descubre que la vecindad, aparentemente, no quiere saber nada de los amos del universo ni de sus malditos dioses. Apunten ese fracaso en la lista. Claro que, entre tantos millones de planetas de tamaño similar, no implica que todos sean habitables. No obstante, hay que ser muy obtuso para rechazar la posibilidad de que algunas docenas se parezcan a Las Vegas en animación y concurrencia. Puro cálculo de probabilidades. Temperaturas parecidas, agua, recursos naturales… y todo ello a salvo de la codicia terrícola y sin que los oligopolios habituales puedan echarles mano. Menudo fracaso para el capitalismo funeral. Nadie descarte que algunos de estos paraderos desconocidos se asemejen a Tatooine, ese planeta desértico con dos soles de la primera entrega de Star Wars, que era lugar de tránsito para cazarrecompensas, piratas y traficantes de múltiples formas y colores. Y donde no faltaba un bar dotado con una orquesta a juego con la diversidad galáctica. Así las cosas, el amigo Kepler ha descubierto un astro similar a la Tierra, que puede aunar las características para ser habitable. Según la nasa, el gemelo se encuentra a tiro de piedra. Total, a seiscientos años luz. Un recorrido que es una

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eternidad, si no se dispone de teletransportadores como los utilizados por la tripulación del Enterprise o de sidecares capaces de desarrollar velocidades de película, nunca mejor dicho. Cada cierto tiempo los noticiarios nos dejan con la miel en la boca a propósito de un nuevo resort disponible en el espacio exterior. Un éxito de la astrofísica que lleva aparejado su propio reverso: no hay parada ni transporte con el que llegar a la Ítaca intergaláctica. Gene Roddenberry, el creador de Star Trek, murió en 1991. Fue incinerado. Tal vez dejó escrito su deseo de que las cenizas fuesen enviadas al espacio. El caso es que su viuda no estaba segura de qué hacer con aquel polvo nada cósmico que había salido del crematorio tras la ceremonia fúnebre, y unos años después endosó a la nasa aquel tarro con las esencias del creador del universo donde se aventuraban el capitán Kirk y su inseparable Spock. Roddenberry compartió viaje con otra figura de la Beat Generation. Ni más ni menos que Timothy Leary, profeta de la psicodelia y filósofo de la contracultura norteamericana. Leary murió a los setenta y cinco años y cuando se le presentó la oportunidad de viajar al espacio metido en un recipiente para cenizas, saltaba de alegría en su silla de ruedas. Ambos fueron puestos en órbita a bordo de un transbordador espacial antes del nuevo siglo, junto con otros adinerados que se habían pagado el billete en vida, bien por capricho o última voluntad. En esta ocasión a Leary no le hizo falta ningún lingotazo de lsd para tocar las estrellas. Un éxito, poder abandonar este mundo traidor… y un fracaso, tener



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