LETRAS
Con k de Bankia Un magnífico caso de ‘recuperación’ Walter Buscarini www.revistabostezo.com
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l capitalismo se atreve con todo1. Es capaz de adoptar en su seno al mismo enemigo que le escupe, le niega, le cuestiona. Sucede con el Che Guevara, con los Sex Pixtols, con los iconos zapatistas, con términos como ‘alternativo’, ‘ecológico’ o ‘underground’, con la bandera cubana, con el mismo movimiento situacionista. Solo Al Qaeda, Kim Jong-il y Héctor Arnau parecen escapar por ahora de la abducción capitalista. Debord y los suyos lo llamaban ‘recuperación’ lo contrario que détournement2 definido como la posibilidad de que ideas subversivas y sus representaciones pudieran ser incorporadas a las lógicas dominantes que obedecen al capitalismo. La estrategia para esto es despojarlos de contenido y adaptarlos al sistema mercantilista. Como la k de Bankia. Poco sabemos de la k: de supuesto origen fenicio (y ensalzada por los griegos), undécima letra de nuestro alfabeto, no queda claro si nos pertenece del todo o solo se emplea para palabras de origen foráneo, tales como koiné, kamikaze o kiwi. En los últimos años, la academia aconseja su progresiva sustitución por la c o la q, como en quilo, Iraq o quiosco (tal vez la palabra con más grafías en castellano: quiosco, kiosko, kiosco, ‘quiosko’). El lenguaje aplicado a los SMS de la telefonía móvil donde los ‘que’ son ‘k’ y los ‘quien’ son ‘kien’ y la plena asunción en castellano de los anglicismos O.K. y K.O. representan los estértores de la siempre asediada k. Se trata pues de una letra exótica, casi alóctona, con un pie siempre fuera de la ortografía castellana. Su sonido se define como obstruyente, oclusivo, velar y sordo. No entiendo mucho de sonidos de letras, pero todos estos adjetivos se me antojan oscuros, desquiciantes y desconcertantes. Ante el rechazo 'oficial' de la k en nuestra gramática, son los movimientos subversivos en su mayoría de procedencia ‘adolescentoide’ los Interesante ampliar esta frase con la lectura en diagonal de Rebelarse vende, de Joseph Heath y Andrew Potter. La antítesis de la ‘recuperación’: apropiarse de algún objeto creado por el capitalismo o el sistema político hegemónico y distorsionarlo para producir un efecto crítico.
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que la recogen para emplearla como forma de expresar disconformidad con el sistema imperante. Empleada en palabras como okupación, radikal, kalimocho o Vallekas (el travieso barrio madrileño); eslóganes como ‘Mili KK’; movimientos como el punk o el rock de bandas irredentas (al menos en apariencia) como Eskorbuto, El Último Ke Zierre o Benito Kamelas. ¿Quién no ha tenido un amigo/a rebelde en el instituto que se hacía llamar Kike, Óskar o Klaudia? Si a ello le unimos que la k es la letra por antonomasia del euskera, ya la hemos liado parda: la k está bajo sospecha, acusada de colaborar con movimientos corrosivos de naturaleza insurrecta. Al mismísimo Sabino Arana histórico vascuence culpable, según el nacionalismo español, de todos los males procedentes de sus vascongadas se le ha acusado, entre otras 'aberraciones', de introducir la ‘malvada’ k en el euskera (¿no os da miedo verla escrita en kale borroka?), como si alguien tuviese que defenderse de introducir letras en los alfabetos. Sin embargo, fuentes más acreditadas aseguran que la k fue introducida en el euskera a finales del siglo XVIII, mucho antes
del nacimiento de Arana. También la universal figura de Kafka y el inquietante señor K., protagonista de El proceso contribuyen a ese aire misterioso y desasosegado de la letra k. El adjetivo kafkiano perfectamente podría ser definido como obstruyente, oclusivo, velar y sordo, ¿no? Pero he aquí que, en pleno descrédito global de los entes financieros, se gesta un banco, resultante de la fusión de dos cajas, que en su campaña para captar accionistas decide emplear la k en sus anuncios. Imagino que sus asesores en mercadotecnia la escogerían por la imagen rebelde y juvenil que transmite. Una ‘recuperación’ como la copa de un pino para captar al cliente despistado, capaz de confundir un banco con una entidad chachi y molona. “Hace unos años kerías kemar bankos, ahora keremos k te hagas bankero”. Les faltó decir “solo son mil pavos”. La k de tintes subversivos transformada ahora en icono modernete, guay, buen rollito, hermano. Estos señores le echan tanto morro que es para quitarse el sombrero. Tenemos mucho que aprender de ellos. ¡Bankia, olé tus kojones!