REVISTA DE ARTE Y PENSAMIENTO
Año 3
Nº 7
www.revistabostezo.com México 80 Pesos | UE 7 € | GB 6.5 ₤ | Argentina 30 Pesos | Guatemala 60 Qtz | Perú 30 N Soles | Brasil 25 Reais | USA 7.5 $ | Tinduf 150 Drs | Uruguay 200 Pesos | Cuba 4 CUC | Colombia 12.000 Pesos 1er TRIMESTRE
Dossier
Antropología de los genitales BUDISMO ZEN Y SEXO / SODOMA INTOXICADA / EL MITO DEL ORGASMO VAGINAL / HISTORIA CULTURAL DE LA IMPOTENCIA / ORGULLO PASIVO
6.00 €
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Director: Walter Buscarini Editor: Paco Inclán (editor@revistabostezo.com) Director de arte: Enrique Ferrando Diseñador: Andrés García (www.setembre.es) Redactor-Jefe: David Barberá Producción gráfica y diseño web: Sergi Inclán y Montse de Mateo (www.artefagia.com) Editor literario: Héctor Arnau
abel Dobón
Social Media Manager: Águeda A. Forés
Collage de Is
Mesa de redacción: Laura Domingo, Albeliz Córdoba, Sonia García, Quique Falcón, Olga Esther, Ausiàs Navarro, Itziar Castelló, Jesús González, Javi Llorens, Carlos Madrid, David Moya, Alejandro Morales, Alfonso Moreira, Nacho Moreno, Inés Plasencia y Paqui Santos Fotografía: Remedios Varo, José Bravo y Paloma Pérez Artistas colaboradores: Po Poy, Dani Sanchis, Irene Fenollar, Clara Iris Ramos, Riccardo Maniscalchi, Jorge Parras, Fernando Vicente, Enrique Flores, Miguel Brieva, Johanna Guayambuco, María Llopis, Ana Elena Pena, María Ruido, Eduardo Romaguera, Santiago Mansilla, Laura Sánchez Rubio, José Alberto González, Gerardo Sanz y Miguel Noguera Psicóloga: Eva Vives Correctora: Sonia Vives Departamento de souvenirs: María Ferrando Logística: Carmen Cervera Colaboraciones: Poncho Martínez, Silvia Nanclares, Fermín Alegre, Pilar Pedraza, Arturo Castelló, Vicente Chambó, Raquel García Sáez, Nacho Messeguer, Miguel Morata, Eloy Fernández Porta, Santiago Alba Rico, MacDiego, Kiko Amat, Ignacio Echevarría, Ester Giménez, Nacho Moreno, Javier Reguera, Epo, Nacho Fernández, Víktor Gómez, Guillermo López, Alicia Martínez, Paco Arroyo, Erika Jordán, David Moreno, Abelardo Muñoz, Laura Navarro, Jaime Ortega, Eugeni Machancoses, J. J. Pérez Benlloch, Vicente Ponce, Ángela Sánchez de Vera, Dildo de Congost, Rogelio Villarreal y María José Vizcarro Consejo editorial: Suscriptores y suscriptoras de Bostezo Edita: Asociación Cultural Bostezo Dirección: Calle Santa Teresa, 26. 46110, Godella (Valencia). España Suscripción: suscripcion@revistabostezo.com Publicidad: editor@revistabostezo.com Teléfono: 628 135 042 Impresión: La Gráfica (www.lagraficaisg.com) Distribución: www.revistabostezo.com, Sendra Marco y Traficantes de Sueños Identificación: Bostezo no se identifica necesariamente (pero a lo mejor sí) con la opinión de los autores y las autoras de los textos publicados. © TODAS las obras publicadas pertenecen a sus autores/as. Año: 2012 ISSN: 1889-0717 Depósito legal: V-4401-2008
Editorial LOS GENITALES SIN ESTRIDENCIAS
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l objetivo de este dossier no era hablar sobre genitales, sino que fueran ellos los que nos contaran sobre religión, biología, economía, arte o psicología. Concebirlos como punto de partida: no nos debería sonar gratuito su relación etimológica con el gen y la génesis. Al fin y al cabo, son los genitales el origen de nuestras existencias. La cuestión no ha resultado sencilla: quizás sea la temática más complicada de las que hemos abordado hasta ahora (y eso que ya hemos hablado de locura o economía, entre otras imbricadas cuestiones). Cuando nos acercamos al mundo genital resulta difícil no caer en lugares comunes, en mitos y leyendas, en chascarrillos o incluso en insufribles academicismos posmodernos. Aun así, creemos que esbozar una antropología de los genitales es necesario porque este asunto es (todavía y casi siempre) tratado desde el tabú, el silencio o la morbosidad. Por otra parte, sin pretender caer en una paridad exacta, el pene y la vulva cuentan con espacios similares en este número, aunque dos secciones importantes de la revista –el conversatorio y Bostezo Visual– los dedicamos íntegramente al genital femenino por aquello de contribuir en la subsanación de su ostracismo histórico. Tocaba reflexionarlo y mostrarlo en todo su natural esplendor. Respecto a los genitales masculinos, hemos comprobado que, una vez periclitadas las representaciones clásicas como centro de poder (la cacareada falocracia), el pene se muestra desnortado y confundido. Toca, pues, reconstruirlo –la nueva polla– dentro de los discursos contemporáneos (por lo demás, mucho más avanzados que las prácticas) de igualdad de género y reivindicación de lo femenino. Pero también la vulva aún necesita recorrer un camino hacia la normalización, para que su empoderamiento no resuene desde la herida. Que se permita reivindicarse sin exageradas altanerías ni aparatosos performances. Celebremos sin estridencias vulvitas y falitos (como quería Roque Dalton), desacostumbrémonos a observarlos desde una actitud exclusivamente lasciva o represiva. Con este Bostezo hemos pretendido diseccionarlos con la misma curiosidad que hubiésemos empleado con el páncreas o el riñón. Asumimos que puede resultar incluso transgresor, aunque en realidad lo que pretendemos (contra la solución gore del Antiguo Testamento: “si tus ojos te ofenden, arráncatelos”) es que los ojos de los lectores y las lectoras los observen también con la misma indagadora naturalidad. Ojalá disfruten con su mirada.
Sumario Diseño de portada: Cristina Barres Rangel, 2012 (ganadora del concurso de la portada Bostezo 7 )
RETROVISOR 04. 06. 08. 10. 12. 14.
Des-trozos de ciudad, Abelardo Muñoz Lecturas para bostezar, Daría Barbate La belleza de Atalanta, Pilar Pedraza Cosas que deberíamos saber sobre el coño, María Llopis Orgullo pasivo, Pepe Miralles ElectroClass, la lucha de clases es de imágenes, Nacho Moreno
PLATICANDO.. 33. 39. 50. 60.
Luisa Posada, Marelis Loreto Amoretti y Nacho Moreno Dokushô Villalba, Dildo de Congost Erick Pescador, David Barberá Yui G. A., Raquel García Sáez
BOSTEZO VISUAL 24.
Ana-suromai, Laura Sánchez Rubio (fotografía)
CONVERSATORIO 66.
Tejiendo vulvas, con Paqui Santos Mata y La Alegre Conchita
BATISCAFO 73.
Suplemento literario, número 7
DOSSIER: antropología de los genitales 17. 19. 22. 26. 29. 31. 36. 44. 47. 53. 54. 57. 64.
Los genitales y las estrellas, Santiago Alba Rico El mito del orgasmo vaginal, Anne Koedt De priapeos y mandingos, Carlos Jimen Pichaflojas pusilánimes en la historia de la literatura y el pensamiento, Daría Barbate Pene y vagina, la gran metonimia del heteropatriarcado, Esperanza Moreno La adoración del pene, David Taranco Números, fluidos y monedas, Jorge Galindo Un final feliz para la definitiva metáfora madre, Héctor Arnau Sodoma intoxicada, Dildo de Congost Del paroxismo histérico al..., Zocato sin censura y Antique Vibrator Museum Modificaciones extremas, Raúl Minchinela El culto al falo de Jesucristo en la pintura, Francisco Juanes Conversaciones con el huracán, Gerardo Sanz
PRÓXIMO NÚMERO: VALENCIA Y PRESENTIMIENTO
Para la impresión de este número, la Asociación Cultural Bostezo ha recibido ayuda económica de la Concejalía de Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Godella, a través de la convocatoria de subvenciones a asociaciones locales.
arte
La belleza de Atalanta
Mito y género en la cultura griega Pilar Pedraza Ilustraciones de @guayambuco
A
nte algunos de los cuadros de la exposición Heroínas del museo Thyssen-Bornemisza, nos preguntamos por la finalidad de ciertos mitos griegos, o de su totalidad, y generalmente nos contentamos con pensar que son meros relatos fabulosos, invenciones de la imaginación trasvasados de la religión a la poesía o a las artes. Pero como señala Detienne: “Para descubrir el horizonte completo de los valores simbólicos de una sociedad, es necesario también hacer el mapa de sus transgresiones, examinar las desviaciones, señalar los fenómenos de rechazo y repulsa, circunscribir las desembocaduras de silencio que se abren sobre lo implícito y sobre el saber subyacente” (La muerte de Dionisos, Taurus, Madrid, 1982). Esos mapas pueden trazarse con el auxilio de los mitos. Así, las cuestiones de transexualidad y transgénero que actual-
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mente interesan a las ciencias humanas poseen en el imaginario griego una vía de penetración y comprensión fácil de percibir y transmitir. En su mayoría, los griegos y romanos no admitían las anomalías genitales en la vida real y se deshacían de los niños que presentaban malformaciones, pero en sus mitos consintieron una transexualidad de origen divino causada por una circunstancia que afectara a un dios o supusiera acudir a una petición piadosa de ayuda. Esta paradoja no entraña contradicción, pues, como señala Detienne, una cultura tan compleja y estructurada como la griega no se cierra a la transexualidad ni al transgénero ni los cubre con una capa de silencio, sino que, teniéndolos como casos particulares, contempla su existencia y su desarrollo en el imaginario como transgresiones que van más allá de la norma sin romperla y que en el fondo la refuerzan,
letras Una reseña libre y atroz del libro Vulva, publicado por Anagrama
cosas que deberíamos saber sobre el coño María Llopis www.mariallopis.com / www.girlswholikeporno.com
1.- Vulva es un libro escrito por Mithu M. Sanyal y publicado por Anagrama sobre la representación de los genitales femeninos en la historia. Cuando me lo enviaron por correo desde la editorial me hizo ilusión. A mí siempre me interesa el coño. Cuando empecé a leerlo, me tiraba de los pelos, porque es malísimo. Se trata de un mero listado de citas de otros autores. No reflexiona sobre el hecho de que la representación de la vulva ha sufrido una dramática evolución a lo largo de la historia reciente ni sobre su poder revolucionario. 2.- Coño versus vagina versus vulva. La vulva es el nombre de los genitales femeninos externos. La vagina es el canal que llega hasta el útero. No se me ocurre mejor palabra que coño para hablar del todo. Existe mucha confusión terminológica sobre este tema. Y como dice Mithu M. Sanyal, “si ni siquiera se habla con propiedad sobre nuestros genitales, mal andamos”. 3.- Las glándulas de Skene son las responsables de la eyaculación femenina. La eyaculación femenina es un líquido que se expulsa (en mayor o menor cantidad, pudiendo llegar al litro) en la actividad sexual. No se trata de lubricación vaginal ni de orina. Fueron descritas por primera vez por el ginecólogo escocés Alexander Skene durante el siglo xix, pero el médico griego Hipócrates en el siglo iv a. C. ya describió la eyaculación femenina denominándola el “semen femenino”. Las glándulas de Skene se localizan en la pared anterior de la vagina, alrededor del orificio externo de la uretra, cerca del techo, donde se localiza el llamado ‘punto G’, que no es ningún misterio, es sencillamente el lugar donde se encuentran las glándulas de Skene. Abajo mitos. En la vagina se observan cinco orificios a su alrededor, el superior es la uretra, los dos siguientes son las dos glándulas de Skene y las dos glándulas inferiores son las glándulas de Bartolino. Detrás de estos ori-
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ficios se encuentra la desembocadura de los conductos de las glándulas de Skene. Diana J. Torres en Pornoterrorista ofrece talleres sobre el tema, con información práctica para aprender a eyacular. 4.- La imagen de un coño abierto es ofrecida en la actualidad por dos instituciones: la pornografía y la medicina ginecológica. Ambas instituciones han conseguido desposeer a la vulva de su fuerza original para así resignificarla como un órgano que produce dolor y cuya exhibición constituye un acto degradante. La ginecología nos abre de piernas y con toda impunidad procede a utilizar nuestros coños como campo de pruebas para sus experimentos. Las mujeres no son informadas de las opciones que tienen ante un aborto espontáneo, un embarazo no deseado, un parto, el dolor de la menstruación, el control de la natalidad, etc. La única opción es la que dicta tu ginecólogo, y por cierto, van cambiando a lo largo del tiempo. Su verdad es distinta a la que vivieron nuestras madres, pero tiene algo en común: es incuestionable. Si mi embarazo se ha detenido, debo ingresar en el hospital y someterme a una intervención. En ningún caso se me informará de que tengo la opción de irme a casa y esperar a que mi cuerpo lo expulse de forma natural. He estado en esta tesitura en dos ocasiones y os puedo asegurar de que es un proceso de lo más sencillo. No entiendo el deseo de los médicos de intervenir a toda costa. Como si nuestros cuerpos no supieran hacer las cosas. Por otra parte, la ginecología normaliza el dolor de la menstruación y del parto sin buscar sus orígenes y sin cuestionarlo. Es como si quisieran definir la esencia de la feminidad en el dolor de los úteros, y por lo tanto en el sufrimiento de la condición femenina. En estos momentos me encuentro preparando un taller sobre menstruación y dolor en el que se plantea la posibilidad de conseguir que nues-
Ilustración de Damien Leggett
tros úteros dejen de contraerse espasmódicamente a través de un cambio de alimentación, consciencia y ejercicios. Se trata de recuperar la conciencia de nuestros úteros, de nuestros coños y de nuestros cuerpos. Se trata de dejar este sistema ginecológico que nos infantiliza y nos inutiliza. Se trata de empoderarse, se trata de montar aquelarres, talleres, de compartir información en blogs y en festivales alternativos, de trabajar con el posporno, de pelear. Porque nos toman por idiotas. Las mujeres que trabajan en pornografía -y en prostitución, por supuesto- son castigadas socialmente. Han transgredido el papel de buena madre, buena esposa y mujer respetable. Como dice Virginie Despentes en Teoría
Los genitales y las estrellas ❧
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Por Santiago Alba Rico ilustraciones de Riccardo Maniscalchi
e ha discutido mucho sobre el rasgo específico que define la condición humana: la risa, la razón, la tecnología, el lenguaje. Probablemente todas estas tesis tienen fundamento, como también las que pretenden retener hacia abajo las pretensiones olímpicas de la humanidad o borrar hacia arriba la escala evolutiva de los primates. Pero permítaseme la provocativa y paradójica afirmación de que existe una diferencia neta, presupuesto de todas las demás, donde menos se la buscaría o donde nadie querría en realidad hallarla: lo que distingue al ser humano de los animales -digamos- son los genitales. Los mitos cuentan como peripecia lo que es duración; como metamorfosis lo que es evolución. Adán y Eva pastaban en el paraíso como cuadrúpedos felices; correteaban cabizbajos buscando las hierbas más apetitosas, sin penas ni cuidados, y la luz del relámpago y el estrépito del trueno les llegaban de soslayo, resplandor y eco, sombra y timbal, desde un lugar que permanecía siempre a sus espaldas. No bostezaban, no deseaban, no morían. Hasta que un día el mayor arrojo y curiosidad de Eva guió a la pareja hasta una planta desconocida; no se sabe qué diablos comieron, pero lo cierto es que, como ocurre en tantos cuentos y leyendas, este alimento mágico provocó en ellos una fulminante transformación. Hay que tener siempre cuidado con lo que se come. Así el banquete de Circe convirtió en cerdos a los compañeros de Ulises; así las rosas de Isis deshicieron el hechizo que había transformado en asno a Lucio; así la galleta que mordisqueó Alicia aumentó y disminuyó el tamaño de su cuerpo. Pues bien, Adán y Eva, a fuerza de comer la nueva planta, cambiaron de pronto de postura. Es decir, se pusieron de pie y, al hacerlo, descubrieron -se descubrieron recíprocamente- los genitales. Pero mientras se ponían de pie, al adoptar la posición erecta, la tierra se dio la vuelta, se enderezó también o volcó -qué vértigo- en torno a esta verticalidad violenta. Y al mismo tiempo que se desnudaban por primera vez uno frente al otro, el cielo giró y giró hasta situarse no detrás de sus cabezas
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-como hasta entonces-, sino delante de sus ojos. Mediante este cambio de postura, todo quedó a la vista, un mundo -cómo decirlo- despellejado o desollado: la obscenidad radical del sexo y la obscenidad radical de las estrellas. Lo que los cristianos llaman ‘caída’ fue, en realidad, un ponersede-pie o un levantarse-sobre-los-dos-pies. Conocemos el resto: Adán y Eva se vieron, se desearon, se murieron. El descubrimiento de los genitales -inseparable de la visión del firmamento- abre para siempre un doloroso abismo entre el animal que se ha dejado atrás y el humano que no se acaba de formar. Desde entonces todo está fuera de escena; todo es obsceno. Así el misántropo Leopardi -en su famoso Canto nocturno de un pastor errante de Asia- pregunta a su rebaño: “¿por qué si yace a su placer, ocioso, se calma el animal / y en cambio yo, cuando reposo, sucumbo al tedio mortal?”. Y mientras sus ovejas dormitan cabizbajas, con el sexo y el cielo oculto por sus lomos, pregunta también a las estrellas: “¿para qué tanta belleza?”. El ser humano es el único animal que puede contemplar por igual -tras este cambio de postura- su sexo y el universo. Lo primero que uno descubre en sí mismo, con disgusto o con placer, como identidad o como intrusión, no es la ‘ley moral’, como quería Kant, sino los propios genitales: al alcance de la vista y de la mano, en el centro mismo del cuerpo, reclamando una atención tan grande y tan intensa -en contraste con su tamaño-, como solo la reclaman los tumores y las heridas. La salud es el cuerpo “en el silencio de los órganos”, decía el cirujano René Leriche, y son los genitales, que cuchichean cuando no chillan, los que nos mantendrán incurablemente enfermos. Es normal que en torno a esta inextirpable espina se hayan edificado tantos cultos y tantas aberraciones y es normal también, al revés, que tantas relaciones de poder inicuas se hayan fundado o hayan acabado en una supremacía genital que invierte precisamente la jerarquía humana de la epifanía cósmica: pues la vagina es madre de todos, mientras que el pene es | antropología de los genitales | 17
solo su propio hijo. Y es normal, por ello, que la lucha contra el patriarcado se plantee al mismo tiempo como una ‘desfalización’ de la historia y una civilización del falo. Estamos atados a la muerte por los genitales. Y cuando levantamos la cabeza, para aliviarnos de ellos, nos atamos a la muerte con la mirada. Esa postura nueva, fruto de una intoxicación alimentaria o de una mala digestión, sitúa en el mismo eje visual el sexo y las estrellas, de manera que los genitales y los astros se citan y se combaten sin parar. Solo se puede levantar la vista hacia el cielo desde los genitales descubiertos -expuestos- en la postura erecta, pero ese gesto abre la posibilidad, en persiana o abanico, de contemplar el mundo no desde nuestro propio cuerpo, sino desde el cielo común: es ahí donde el ser humano atisba, lejos del tacto, la ley moral, la ciencia y esa mortalidad compartida que llamamos ‘política’. ¿Qué revela la estampa cursilísima y banal de los amantes cogidos de la mano bajo la luna? Que la felicidad se encuentra en alguna forma de intersección visual-genital -donde se hace sensible el en kai pan revelado y escamoteado por nuestra condición
Que los genitales sean incurables y las estrellas inalcanzables garantiza que en cualquier mundo posible seremos desgraciados e incompletos bípeda- y que la felicidad, por eso mismo, es imposible y además peligrosa. Si encontrásemos los medios materiales -y quizás estamos a punto de alcanzarlos- para convertir la persiana o el abanico -el despliegue de la cola del pavo real- en un instante total, en una dilatación sin duración, habríamos derrotado, junto a la ley severa del mundo, el mundo mismo con todas sus ventanas y perspectivas. Tenemos dos raíces. Una de nuestras raíces es una úlcera y no nos la podemos arrancar; la otra raíz es una lejanía y no la podemos alcanzar. Estas raíces no se pueden soldar, solo desplegar y a veces entrelazar, pero ¿se pueden erradicar? Se dirá que contra los genitales sí se puede luchar; que esa espina sí se puede extirpar. En el caso de los hombres se llama castración; en el caso de las mujeres cliteroctomía, lo que le da un aire más aséptico e inocente, Publicidad
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casi quirúrgico y terapéutico. En los dos casos se trata de una brutal mutilación. Ha sido, como sabemos, una ‘solución’ practicada por distintas culturas para tratar de construir desde la libertad más fanática cuerpos sin confusión posible que no amenazasen a los bípedos machos; la ‘libertad de mutilación’ ha sido siempre, sin duda, un asunto masculino, el de un constructivismo patriarcal, y radical, en permanente combate contra los genitales y contra las estrellas. Pero este constructivismo masculino solo revelaba una y otra vez hasta qué punto los dos términos se inscriben en el mismo eje visual y se solicitan de forma metonímica. Freud y Edipo acuden enseguida a la memoria: nublada su visión por el deseo de su madre, cuando reconoce por fin a Yocasta, el hijo de Layo no se arranca los genitales sino los ojos. En el orden inverso, a los eunucos encargados de la gestión de los harenes se les arrancaba los genitales para cegarlos; y las mujeres del sultán se exhibían ante ellos, en efecto, como si fuesen ciegos. Si hay que civilizar los genitales -y no el bazo o el riñón- es porque se trata de órganos incurables sin los cuales, sin embargo, el misterio del universo, que no depende de ellos, dejaría de comprometernos y reclamarnos -por parafrasear una cita de Benjamin. Creo que hay una diferencia entre la civilización del falo y la desgenitalización del mundo. No hay una desgenitalización progresista o liberadora del sexo porque no hay nada progresista o liberador en el sexo, y menos aún en liberarse de él. Tenemos dos raíces. Una de nuestras raíces es una úlcera y no nos la podemos arrancar; la otra raíz es una lejanía y no la podemos alcanzar. Que los genitales sean incurables y las estrellas inalcanzables garantiza que en cualquier otro mundo posible -incluso en el mejor imaginable, sin patriarcado ni capitalismo- seremos fundamentalmente desgraciados y fundamentalmente incompletos. Veremos, desearemos, moriremos. Lo importante es que nada ni nadie nos obligue a bajar de nuevo la cabeza. Santiago Alba Rico es escritor
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Pichaflojas pusilánimes en la historia de la literatura y el pensamiento: una aproximación ❧
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Por Daría Barbate Ilustración de Alfredo Pérez
a impotencia psicológica, esa flojera genital debida al “miedo, nerviosismo o preocupación excesivos u otro estado psíquico anormal” (Paul Popenoe dixit) tuvo su momento álgido en los años setenta del siglo xx. Clara muestra de acojone dialéctico replicando a la liberación sexual de la mujer, por entonces la ‘nueva impotencia’ ocupaba portadas de magazines y se convertía en tema de tertulia: Philip Nobile atestigua que la pregunta que sobrevolaba las primeras citas había dejado de ser “¿ella querrá?” para convertirse en “¿él podrá?”. Por entonces, algunos médicos proclamaban que hasta un tercio de los estadounidenses experimentaban episodios de impotencia psicológica. Pero desde que en las últimas dos décadas el inmenso negocio de los fármacos contra la disfunción eréctil se esfuerza en despojar de contenido mental a la experiencia masculina del gatillazo –enfatizando las causas físicas de la impotencia–, lo que consuetudinariamente se conocía como impotencia psicológica está de capa caída. Porque si la erección obedece a una pastilla de Viagra –ese romboide comprimido azulito celeste, como un cielo de anuncio de compresas– es entonces tal que un dolor de cabeza se aplaca con una aspirina o un esguince se cura con un yeso duro (y químico). El propio término empleado actualmente para etiquetar la patología ‘disfunción eréctil’ –tan científicamente materialista y medicalista y mecanicista y funcionalista– parece solicitar urgentemente la intervención de un equipo de mantenimiento hidráulico-genital que repare el sistema de bombeo de sangre de la polla, sin preocuparse demasiado por los matices de ese intrigante movimiento del alma, el deseo sexual. Así, hoy en día algunos proponen que tan solo el 15% de los casos de impotencia puede atribuirse a causas fundamentalmente psicológicas: “no todo está en tu cabeza”, sintetizan los publicistas del citrato de sidenafilo, y el corolario reza que el 85% que no está en la cabeza son precisamente causas físicas que tienen una sencilla cura farmaco-
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lógica. Como en tantos otros casos, la prevalencia del diagnóstico responde a la disponibilidad comercial de la terapia: antes de la aparición del fármaco algunos médicos elevaban el porcentaje de responsabilidad psicológica hasta al 90% de los casos de impotencia. Y casi lo peor de este nuevo biologicismo fármaco-hidráulico, tan aburrido, es que nos perdemos los creativos esfuerzos del género masculino para concebir estrategias en la búsqueda de la erección perdida. Me sé de un camello que aconseja a sus clientes que “te la chupen mucho, todo el rato” como remedio para el más que probable gatillazo provocado por el abuso de speed. Sin duda hay que decir, primera y obviamente, que las más de las veces la actividad inventiva masculina se limita a asignarnos graciosamente la culpa íntegra de la impotencia psicológica al género femenino, por demasiado frígidas o demasiado putas, según el caso y el carácter del impotente. Pero los delirios pueden alcanzar cotas de sofisticación mucho más elevadas y luctuosas: en la Alta Edad Media se creía que las mujeres que amasaban el pan con las nalgas o se metían un pez por el coño y procedían a servir estas viandas a su compañero provocaban en este una inmediata flojera: los castigos contra estas brujerías antiempalmadoras jugaron un papel central en la matanza de brujas que comenzó a finales de siglo xv, y que eliminó a cien mil personas. La desesperación creativa en la lucha contra la impotencia también hizo divertidas incursiones en el género gore transespecie: durante la segunda década del siglo xx
El propio término empleado actualmente para etiquetar la patología 'disfunción eréctil' –tan científicamente materialista y medicalista– parece solicitar urgentemente la intervención de un equipo de mantenimiento hidráulico-genital
un controvertido cirujano estadounidense1 y sus secuaces implantaron miles de testículos de cabra montesa en impotentes y afligidos individuos, arguyendo que la energía rústica del animal devolvería el vigor al baldragas. Cómo quitarse presión
He identificado tres ejemplos de esta creatividad empinadora algo más civilizados, que no recoge la reciente y magnífica Una historia cultural de la impotencia de Angus McLaren2. El primero es un artículo de Natasha Vargas-Cooper en el primer número de 2011 de The Atlantic, donde la escritora reflexiona sobre las prácticas sexuales contemporáneas, incluyendo esta jugosa anécdota personal sobre una primera cita: “Rápidamente progresamos hasta la cama, y la cosa no fue bien. No podía mantener la erección. Durante el transcurso de la velada empleé todos los trucos y todos los roles que se me ocurrieron. Fui primero coqueta y luego sumisa, locuaz y silenciosa, agresiva y totalmente obediente; en un momento de exasperación, él preguntó si podíamos practicar el sexo anal. Le pregunté por qué, señalando que es una práctica algo complicada que requiere de bastante voluntad y entusiasmo, ya que muchas veces es dificultada por falsos comienzos o interrupciones abruptas. Él contestó, casi sin pensar: “porque es la única cosa que te hará sentirte incómoda”. Este fue, tal vez, el momento más pleno de honestidad sexual que he experimentado y, sin dudarlo, acepté de inmediato”. La operación inventiva consiste aquí en transformar el sexo anal en un ejercicio de dominación (te voy a romper el bul aunque no lo veas muy claro), y así acceder a la única esfera lúbrica que este pichafloja en concreto percibía como posible salida desesperada de la espiral de autoconmiseración y desempalmada en la que estaba inmerso: la erótica del poder. El episodio deja un regusto algo amargo, pero ilustra perfectamente la búsqueda exasperada de mecanismos cognitivos desbloqueadores en la que se embarca un impotente psicológico inmerso en este duro trance. Algo más edificante es el segundo texto, que proviene de los Ensayos de Montaigne, escritos en la segunda mitad del siglo xvi. En este caso, el impotente psicológico emplea otro mecanismo distinto: la eliminación de la crítica y las expectativas: “Yo mismo sé de uno [se trata probablemente del propio Montaigne] del que puedo responder como de mí mismo (…) que halló cierto remedio a aquella locura con otra locura. Y es que confesando y anunciando él mismo con antelación esta limitación [últimamente se ponía muy nervioso y no se le levantaba], aliviaba la tensión de su alma por el hecho de que al declarar ese fallo como esperado, sus 1 John R. Brinkley, un fabuloso personaje que fue además un pionero de la industria de la radio y estuvo a punto de convertirse en gobernador de Kansas en 1932. 2 Que informa los primeros párrafos de esta nota.
obligaciones disminuían y pesábanle menos. Cuando pudo (por tener las ideas claras y desnudas, y el cuerpo en su ser) exponerlo, presentarlo y darlo a conocer voluntariamente a otra persona, curose instantáneamente de este mal… Esta desventura no es de temer más que en las empresas en las que se halla nuestra alma en excesiva tensión por el deseo o el respeto”. La maniobra es cristalina: las ‘obligaciones’ no parecen sentar bien a nadie a la hora de follar, así que Montaigne propone jugar al como si ya no hubiera obligaciones y expectativas, situándose mentalmente en el fondo del pozo del fracaso, desde donde solo puede ascenderse. En mi opinión, esta operación es mucho más estimulante, porque pone en marcha uno de los mecanismos claves del pensamiento creativo: la ausencia de crítica. Las tormentas de ideas3, tal vez la técnica de creatividad en grupo más popular, consisten precisamente en anular la crítica –y la responsabilidad por las opiniones estúpidas– por un momento, facilitando la libre expresión de las ideas de los participantes. Es de modo similar cómo el deseo sexual de Montaigne supera el brete y alcanza la erección: con el artificio de la confesión que permite librarse de la crítica al anticiparla. El último texto al que me referiré no alude a las maniobras cognitivas que permiten sobreponerse al gatillazo, sino (empleando un juego de espejos que espero sea ilustrativo) a los mecanismos creativos generales empleados típicamente por los pichaflojas neuróticos. Esto es, no es un fragmento genital, sino otro tipo de circunstancia que ilustra empero el tipo de inventiva característica del impotente pusilánime y que –según sospecho– emana esencialmente de esas situaciones (reales o imaginadas) en las que la posibilidad de crítica y reproche queda suspendida. Proviene del breve Ensayo autobiográfico de J. L. Borges, sin duda uno de los impotentes más universales del siglo xx. En Nochebuena de 1938, al subir corriendo una escalera, su frente rozó la arista de un batiente recién pintado; la herida se infectó y contrajo septicemia, debatiéndose entre la vida y la muerte durante un mes. La descripción de su recuperación (en su Ensayo autobiográfico), en mi opinión, da cuenta magníficamente de los mecanismos creativos que emplean los pichaflojas pusilánimes: “Cuando empecé a recuperarme temí haber perdido la razón. (...) Poco después me atemorizó 3 Las tormentas de ideas también tienen sus detractores. Recientemente Jonah Lehrer ha argüido que la ausencia de crítica puede no ser del todo beneficiosa, porque en algunos momentos la creatividad necesita de la “honestidad brutal” (ese tropo moral e implacable que han utilizado desde Steve Jobs a Andrés Calamaro) para descartar las ideas superficiales.
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Un final feliz para la definitiva metáfora madre Hacia una arqueología de la hierogamia en la Nueva Era ❧ Por Héctor Arnau ❧ Ilustración de Po Poy
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“Tres cosas hay que nunca se hartan: el sepulcro, la matriz estéril y la tierra sin agua” Proverbios 30, 15-16
PRELIMINARES MÍTICOS AL CUERPO EXPOSITIVO
Érase una vez un mundo perfecto. Todas las historias empiezan así. Érase un mundo perfecto en su caos, en sus embrionarias potencias contrarias, en su fértil divergencia. No más había que un desorden informe sobre la faz del abismo, la tiniebla. Una energía primigenia y descomunal sobrevuela el abismo acuático, soplando, enunciando, por ejemplo: todo esto es bueno, imagen y semejanza, ciénagas, marismas, peces y serpientes, miles de renacuajos, vísceras humanas, árboles frutales. Quizás podría haber también un monstruo demoníaco y solitario cometiendo tropelías a diestro y siniestro. Y un santón de luz positiva de huevo cascado combatiéndolo, presto a renovar el listín de las hazañas espectaculares. Dios no tiene responsabilidad alguna en el deterioro de su obra maestra: la especie humana es el resultado de sus propios actos. La perfección, identificada en el antepasado mítico, que implica una unidad que es a la vez una totalidad. O una diosa madre pétrea generatriz. O un dios-cordillera que le muerde el órgano sexual (el riñón, en este caso) a su hermano gemelo y queda fecundado por él, como el sol, en plena epifanía, nacido del engarce de las rocas con el cielo cada mañana. Dos motivos míticos tal vez: el eros cosmogónico y, sobre todo, un ser humano primitivo imaginado como un ser bisexual de forma esférica. Las tetas de Tiresias, ciego por revelar un secreto, como glándulas mamarias productoras de leche en la piel de la vulva (y no eran hemorroides). Érase una vez un mundo perfecto, pródigo en placeres. Y la caída, siempre, a su vez: el nombre de los antepasados tallado sobre el caparazón de la tortuga, el bisbiseo de la casta sacerdotal, la enumeración arcillosa de los héroes aristócratas, la lapidación de los pastores nómadas por parte de sus hermanos más acomodados. Un principio y un fin: delante del Árbol del Mundo, que simboliza y constituye el universo. Su cima toca el cielo y sus ramas abarcan el mundo entero. Una de sus raíces se hunde en el país de los muertos, la otra llega al país de los gigantes y la tercera al mundo de los humanos. Lo guarda un dragón anfibio, recién salido del lodo hacia la sabana, que charla amigablemente con una muchacha. Una mujer joven y sabia, con la piel del color de las estrellas, el pelo de hojas verdes escarchadas, ojos de miel ungida. Habla y dice a quien quiere escuchar: “toda existencia es perecedera, pero susceptible, sin embargo, de resurgir al comienzo de un nuevo ciclo cósmico”. TRES EJEMPLOS DE ENGENDRO (NACIMIENTO, MUERTE, OLVIDO) I.
Una playa, la noche. Toda historia debería comenzar así. Vinoso ponto, rítmica madre gris en la tiniebla de nuestro nacimiento. El litoral mediterrá-
neo, no desprovisto de indicios mitológicos aunque más rústicos. Colonizados, digamos, provincia de Alicante. Segunda quincena de agosto, según el pronóstico de nuestros parámetros actuales. Una bahía chiquita, redonda, perfecta. Lengua de balsa de aceite llegando, retirándose. Torre de vigía árabe, normativa. Dos personas ebrias de sangría, sexo opuesto, mismo género: es decir, urbano burgués. Gran clase media blanca europea. Uno de los dos tal vez reside en una urbanización en las afueras de la capital. El IRA dejaba las armas, los rusos abandonaban Estonia. Lorena Bobbitt en los noticiosos estadounidenses. Adolescentes, cuando aún no había degenerado el concepto en manos de libidinosos publicistas. Caminan híbridos por la emoción a orillas del mar. Aparece un cachorro de perro, jovial, emite agudos ladridos, sobre la espuma de las olas, parece que perdido. Emitir. Ella (¿quién?) muy naturalmente lo acoge entre sus brazos. A él (¿yo?) le embarga la ternura. Después, asiéndolo (¿a quién?) de las patas delanteras, le pregunta: ¿eres macho o hembra? Vedado por incumplimiento del ritual. Caricias sobre la tela de tejanos apretados. Películas insustanciales de mejillas enrojecidas, tacto húmedo de dedos, espinas de tanto rozar. La mano por la espalda por dentro de un polo presumiblemente celeste. Un absoluto desconocimiento de las veleidades corporales, incluido posicionamiento, función, temperatura, frondosidad. Una especie de top de rejilla (¿podrá ser?, ¿existe eso?). Arena en los labios, la mastica. Monedas que rebotan ruidosas en el modesto apartamento alquilado a eso de las cinco de la mañana. Y una piel morena, lisa, tersa, niña solar, niño nacido en un sótano. Se besan. Te quiero, se quieren, madre de María, madre de Samuel, Dios te favorece en nombre del amor. II.
En un tresillo en el despacho del padre, casa familiar, ensanche de una gran ciudad. Unos años más tarde. José María Aznar accede al poder: sus enigmáticas ensoñaciones patrióticas revelan el nombre de un hombre común: Miguel Ángel Blanco. Ella, hipocorístico, sílabas pares. Podría ser una emanación de Hécate, diosa grecorromana de triple alcance, tectónico, celestial, marítimo. A horcajadas, vestidos ambos, ella se frota encima de él, atónito, no importa su nombre. “¿Será con afán mimético de las películas pornográficas?”, se pregunta él, ingenuo, cándido, casi cobarde. Una llamada intempestiva en el teléfono: “ha saltado la alarma en la fábrica de mi padre”, dice ella. Pero como en un sueño profético, me arden las yemas de los dedos. Yo esperaba encontrarme –tan adentro– una bola dura de madera (¿de madera?) en el seno prohibido y secreto de la madre. Pero no. | antropología de los genitales | 45
n su informe Drogas y sexualidad, los eminentes sexólogos Santiago Frago y Silverio Sáez escribieron que “los conocimientos que se tienen sobre los efectos de las drogas en la sexualidad son muy escasos y dispares, de la misma manera que es difícil separar los efectos químicos de los psicológicos. El hecho cierto es que no hay efectos generales sexuales de las drogas sino efectos particulares derivados de la singularidad y personalidad de los individuos y del efecto de las mismas a corto, medio o largo plazo”. Con ánimo de comprobar esta, a mi juicio inexacta, teoría, yo, doctor en química por la Universidad de Miskatonic, he reunido diez cobayas humanas en mi laboratorio mágico para testar en ellos los efectos de varias sustancias psicoactivas, más allá de los lugares comunes establecidos por la mafia médico-farmacéutica.
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COCAÍNA (C17H21NO4). En este primer experimento se ha podido comprobar que, esnifada en dosis moderadas y mezclada con algo de alcohol, esta sustancia aumenta la intensidad y la duración de los actos sexuales de las cobayas humanas. También se ha producido un notable incremento en su excitación, tal vez por el simple morbo de (lo que ellos llaman vulgarmente) “meterse una raya”, ya que, cuando se sustituyó la cocaína por una sustancia placebo, la excitación no disminuyó. En cualquier caso, se podría decir que, si bien dispara el deseo, la cocaína convierte el sexo en un acto mecánico y genital: lo que el ‘drugo’ Alex DeLarge llamaría “un metesaca salvaje”. Por si fuera poco, a la larga y/o administrada en dosis altas, la sustancia provocó disfunción eréctil en algunos machos, así que tenía razón el excelso profesor Philip K. Dick cuando sentenció: “La cocaína hace que las mujeres quieran tener sexo, pero que los hombres no puedan hacerlo”. Por otro lado, al espolvorear con cocaína las vulvas y los falos de los especímenes solo se consiguió mermar su sensibilidad e irritar las mucosas. El uso tópico de la droga resultó algo más útil en el sexo anal, ya que dilató los
Sodoma intoxicada Un experimento sobre la influencia de ocho drogas en la zona genital ❧
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Por Dildo de Congost Ilustraciones de Santiago Mansilla
esfínteres, durmió los anos y facilitó una penetración sin dolor, aunque en los ejemplares de recto más estrecho se tuvo que añadir un lubricante enriquecido con anestésicos, llamado Boy Butter H2O Extreme.
LSD (C20H25N3O). El egregio químico Albert Hofmann, descubridor de la dietilamida de ácido lisérgico, atribuye la fama afrodisíaca de esta sustancia a cierta presentadora de televisión que padecía frigidez y “describió con todo detalle la extraordinaria excitación erótica lograda gracias al LSD”. Sin embargo, en nuestras cobayas humanas, los efectos de esta droga psicodélica fueron contradictorios e irregulares, pues las alucinaciones sensoriales incrementaron las sensaciones ambientales de los especímenes, pero no siempre esas sensaciones tuvieron relación con lo sexual o lo genital. Los resultados más satisfactorios se dieron en aquellos ejemplares que gozaban de un buen equilibrio físico-psíquico previo (lo que el distinguido mago Aleister Crowley llamaría “individuos fuertes y regios”). Asimismo, las parejas ya formadas antes del experimento obtuvieron mejores resultados, confirmando las palabras del influyente psicólogo Timothy Leary: “Cuando follas con alguien que amas, el sistema nervioso está menos condicionado y más abierto a los efectos del LSD”. Los especímenes más débiles e inexpertos, por su parte, tuvieron más dificultades | antropología de los genitales | 47
ción, la sensibilidad y la fantasía sexual hasta extremos multiorgásmicos (no olvidemos que estamos hablando de un afrodisíaco más cerebral que genital). En sucesivos experimentos, al administrarles THC en forma de hachís, los especímenes se dispersaron más y copularon menos, si bien queda pendiente realizar futuras pruebas con sustancias de mayor envergadura, como Alamut Black, resina ‘charas’, aceite concentrado de cannabis, bhang o majoon. Efectos adversos: a la mayoría de las hembras, el THC les provocó una disminución de la lubricación vaginal (que se recuperó al administrarles nuez moscada o mandrágora, según el caso) y en algunos machos generó un franco desinterés sexual. En ambos casos, se produjeron sonoros cuadros de risa floja.
para adaptarse a la sobrecarga de estímulos sensoriales y actividad cerebral. Y los que estaban acompañados por parejas circunstanciales, padecieron un viaje intermitente, agridulce e intercalado con visiones dantescas. MDMA (C11H15NO2). A principios de los años setenta, el ilustre galeno e investigador cerebral Claudio Naranjo caracterizó a esta sustancia como un potenciador de la sensación de ‘presente eterno’ que tiene la capacidad de promover una actividad erótica amable, cálida y amistosa. No obstante, aunque nuestras cobayas humanas experimentaron un aparente aumento del deseo tras administrarles varias pastillas de MDMA, presentaron dificultades en las fases de respuesta sexual, especialmente a la hora de alcanzar el orgasmo. Los machos evidenciaron erecciones débiles y problemas para eyacular. Y en ambos sexos, la sustancia redujo notablemente la capacidad copulativa, al quitarle el mando a los genitales y extender el placer por todo el cuerpo, afectando también a las emociones: incluso las parejas menos afines se comportaban como verdaderos tórtolos tras la ingesta de MDMA, ratificando aquel refrán ‘raver’ que rezaba “no te cases hasta tres meses después de haber tomado éxtasis”. Para ‘genitalizar’ la experiencia, sería conveniente repetir el experimento con ‘séxtasis’, mezcla de MDMA y Viagra que refuerza la erección que a veces dificulta la expansión sensorial propia de la 3,4-metilendioximetanfetamina. THC (C21H30O2). El prestigioso profesor Badeulaire cantó en su tiempo a las fantasías eróticas ‘artificiales’ que suele producir el THC, principal ingrediente químico activo del cannabis. Y cierto es que, en nuestros experimentos, las cobayas humanas respondieron de forma óptima a la ingesta de marihuana (por vía oral y pulmonar), y pudimos observar cómo, incluso en los sujetos menos libidinosos, se disparaba la imagina48 | antropología de los genitales |
La sustancia redujo notablemente la capacidad copulativa, al quitarle el mando a los genitales y extender el placer por todo el cuerpo, afectando también a las emociones: incluso las parejas menos afines se comportaban como verdaderos tórtolos tras la ingesta de MDMA, ratificando aquel refrán 'raver' que rezaba "no te cases hasta tres meses después de haber tomado éxtasis"
MUSCIMOL (C4H6N2O2). Este alcaloide se consiguió a base de destilar Amanita muscaria, una seta de forma fálica y tan tóxica que, en la India, se le daba a una vaca para que la ‘procesara’ y después se bebía la sustancia menos venenosa contenida en la orina del animal. En este laboratorio, a falta de vacas, se utilizó un alambique. El muscimol no resultó ser una sustancia psicodélica (como la psilocibina), sino disociativa, que sumió a las cobayas humanas en una extraña y onírica actividad genital, motivada por un serio aumento de sensibilidad cutánea. Al administrarles más cantidad de la sustancia, los especímenes se sumieron en experiencias visionarias de corte erótico-festivo. Ahora es posible comprender que si los sumerios utilizaban esta seta en sus sesiones de promiscuidad ritual no era únicamente por su forma fálica. Además, el experimento ratifica la teoría del eximio filólogo John Marco Allegro, según la cual el cristianismo es en origen una religión basada en el culto a la fertilidad, cuyo rito principal es la ingestión de Amanita muscaria para entrar en comunión con Dios. POPPER (C5H11ONO). Al entrar en contacto con el sistema nervioso central de nuestras cobayas humanas, el popper provocó cierta ebriedad y relajó todos
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ERICK PESCADOR SOCIÓLOGO Y SEXÓLOGO
“Estoy harto del pene” ❧ Por DAVID BARBERÁ ❧ FOTOGRAFÍAS DE JOSÉ BRAVO
rick Pescador es sociólogo y sexólogo, especialista en género, masculinidades y prevención de la violencia; lleva trabajando en el asunto de las nuevas masculinidades desde el año 1995. En Casa Portalico -una coqueta casa rural en el límite del casco urbano de Jérica, con maravillosas vistas al valle del río Palancia-, charlamos sobriamente sobre biopollas, tecnopollas y las condiciones de posibilidad del nuevo pene.
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—¿Qué es eso de la nueva masculinidad? —Principalmente se trata de deconstruir aquellas masculinidades tóxicas que se generan desde la violencia o que dan lugar a dificultades relacionales, de violencia o de cualquier otro tipo. Y, paralelamente, generando masculinidades más cercanas e integradas, con una conexión interna mucho mayor de la que ahora existe, como por ejemplo la masculinidad
que se encuentra en la paternidad presente y corresponsable. Los hombres estamos muy conectados con el afuera y muy poco con el adentro; mucho con el trabajo pero poco con las emociones, la familia o el amor. En cualquier caso prefiero referirme al plural y a la diversidad, a las nuevas masculinidades. No se trata de una vieja y mala masculinidad frente a una nueva y buena. La idea es ayudar a los hombres a redefinir su idea de la
"Concebir otro tipo de estrategias ante las sexualidades, más centradas en el disfrute y el placer que en el poder, es un elemento fundamental de las nuevas masculinidades" masculinidad de alguna forma que les sea… útil, por decirlo de una manera muy sencilla. Porque los modelos que hasta ahora conocemos en una parte importante de los casos generan patologías y dificultades, sobre todo relacionales. —¿Y cómo redefinir los nuevos penes en las nuevas masculinidades? —Creo que precisamente la sexualidad es la última barrera de cambio hacia otras masculinidades. El pene juega ahora mismo un papel fundamental en la idea de masculinidad. En mi práctica profesional hago un ejercicio con los chavales que consiste en preguntarles: “¿cómo es tu cuerpo?” y pedirles que lo representen en un dibujo; muy frecuentemente en los dibujos de los chicos aparecen unos enormes genitales, unos grandes testículos y un inmenso pene. Pero con las chicas no pasa eso, a ninguna chica se le ocurre dibujarse a sí misma enfocándose muy claramente en los
genitales. Creo que una de las claves es concebir una sexualidad más amplia que la genital, referida a todo el cuerpo, que permita una nueva manera de relacionarse con el centro de poder en la sexualidad masculina digamos ‘tradicional’, que es precisamente el pene y el coitocentrismo. El pene está relacionado tradicionalmente con estrategias competitivas, de poder, enfrentado a otros penes y a otras vulvas. Concebir otro tipo de estrategias ante las sexualidades, más centradas en el disfrute y el placer que en el poder, es, para mí, un
elemento fundamental de las nuevas masculinidades. —En los últimos años, parece que parte de la teoría queer también se ha dedicado a pensar en la posibilidad de nuevos penes, por ejemplo mediante los conceptos de biopolla y tecnopolla. ¿Puede interpretarse este esfuerzo como un intento de dotar a la polla de cierta entidad propia, de una esencia ‘ontológica’ más general e independiente del hombre? —Algunos hombres en terapia, desde luego, personalizan la polla: por ejemplo, se van de putas y luego dicen: “no fui yo, fue ella”, “solo estaba mi cuerpo”, “es solo sexo”, “no soy yo”… Como si pudiera hacerse eso, dejar tu pene allí y que vaya por su cuenta y a la vez tu cuerpo estar en otra parte. Yo creo que eso es una falacia. Es intentar dividir el cuerpo en partes, diferenciando los genitales del resto de la experiencia.
Honestamente, dotar de esa identidad al pene, por el hecho de serlo, a mí me parece un poco ridículo y fuera de tono. Sí es cierto que los hombres fundamentan mucho su identidad y su poder en el pene, y de ahí esa pelea famosa por el tamaño y la forma: el pene atraviesa, de hecho, toda la construcción identitaria de esa masculinidad clásica. Pero a eso yo lo llamo patología o penecentrismo. —Pero ¿no puede interpretarse esa voluntad de desligar al pene del
hombre como un intento de las teóricas queer de librarse del dominio de género, eliminando el elemento masculino de las pollas como centro de poder? Creo que el poder realmente radica en disfrutar y conectar con tu cuerpo y tu deseo. Si eso significa repensarte a ti mismo entero y cambiar tu biopolla por una tecnopolla o por una propolla o una megapolla o como quieras llamarlo…, no sé. En mi opinión, el cuerpo y el deseo se merecen una perspectiva más amplia. De hecho, la teoría queer también puede interpretarse como una llamada de atención a los hombres para que dejen de vincularse ideológicamente a su sexualidad y se centren en lo más humano, auténtico, propio y conectado con todo su cuerpo. —¿Has podido notar algunas diferencias en la relación que los hombres homosexuales establecen con su pene frente a los heterosexuales?
—Por desgracia muy pocas. Inicialmente podría pensarse que una sexualidad distinta a la todavía convencional debería generar códigos diferentes, pero en lo que se refiere al pene no es así. Hay un falocentrismo generalizado, incluso exacerbado en algunos círculos. Con el tema del tamaño hay una obsesión muy similar a la heterosexual. O el tema de quién da y quién recibe, cuando eso debería importar muy poco, ya que se trata de disfrutar; pero no, se sigue buscando el espacio de poder. | platicando... | 51
Modificaciones extremas Quirúrgicamente, moralmente ❧ Por Raúl Minchinela ❧ o extraño nos produce risa o nos genera miedo. Los niños se burlan en grupo de cualquier anomalía: la desfiguración, las extremidades incompletas, la escala del cuerpo. Los mayores enmascaramos esas dos respuestas ancestrales y mandamos silencio a los chiquillos con el peso de la civilización. La modificación extrema de genitales produce la misma gradación en los no iniciados. Cuando se habla de pollas y de coños todo son risas y chanzas y codacitos de bar hasta que pisamos un confín no imaginado y saltan las alarmas. El ‘jijijí’ se convierte en un shock desconcertante que solo podemos gestionar en grupo, como esos críos que se crecen en pandilla pero que en solitario se acongojan en presencia de toda deformación, malformación o reformación. De cualquier deriva del canon de Polícleto. La modificación extrema de pollas y coños abre un espacio de mensajes contradictorios. Por un lado está el ideal del cuerpo, que ha sobrepasado la norma escultórica clásica y se ha vitaminado mediante el trucaje digital. Hoy los anuncios ofrecen anatomías imposibles corregidas a golpe de lápiz óptico y canal alfa: colores de iris inheredables, pieles rejuvenecidas por difusión. El cuerpo ideal ni es verdad ni es mentira, solo una quimera proyectada directamente en el cristal donde se mira. Al otro lado está la vocación olímpica: más grande, más fuerte, mejor. La cirugía abre vías para llevar el cuerpo donde nadie ha llegado antes. En el trucaje, todo puede ser infinitamente grande: se puede fabricar para el cine un ‘kraken comeplanetas’ que tenga de confín a confín la medida de Ilustración de Irene Fenollar
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una galaxia. El más grande olímpico se descabalga del abstracto y busca cuánto puede soportar físicamente el cuerpo humano, cuál es el límite elástico de nuestra materia. Quienes piensan que el tamaño no importa, que pierdan al entrar toda esperanza. A esos dos extremos, lo ideal y lo alcanzable, se añade un tercero: el de la representación. El bisturí restaura elementos que subliman lo físico: indicadores palpables de la pureza y de la inocencia recobrados como un largometraje rebobinado, sin más rastro que el envejecimiento de la propia cinta. La cirugía genital sobrepasa las líneas rojas en múltiples direcciones. Pero a la vez no pierde su tótem raíz: ser una polla o un coño, centro medular alrededor del que orbitaron y orbitarán nuestras vidas. Las modificaciones extremas recuerdan a los parques de atracciones abandonados, que han cambiado su condición a espacio-fuera-de-límites pero a la vez conservan las efigies de la diversión normalizada: las mascotas sonrientes y los niños que ríen y los payasos que dan la bienvenida. Lo llamativo vence a lo peligroso, y los reclamos de alegría heridos de óxido y desvencijados de pausa convierten a los atractores en símbolos obscenos. Se confunden las dos señales: la jarana y el atolladero, la risa y el miedo. Como esos payasos que violan la empatía de risa pintada y transmiten verdadero pavor. Encontrarse de bruces con la genitalidad modificada ya no es tan fácil como hace dos décadas. En los años noventa el internauta se encontraba lo abyecto a la vuelta de cualquier enlace y se pasaba de lo romo a lo excesivo sin aviso ni continuidad. La red del siglo xxi ha cambiado mucho y ahora las transformaciones límite se protegen de los ojos no iniciados. Hay espacios dedicados específicamente a las alteraciones corporales, lugares como BodyMod.org o el referencial Body Modification Ezine, BME.com para los buscadores. Allí se cubre todo el espectro, desde los tatuajes a la escarificación, desde el estiramiento hasta los implantes tridimensionales que abultan falsos cuernos bajo la piel. Los genitales aparecen en la sección extrema, que requiere suscripción de pago. Minimizando las posibilidades de que tu concienzuda y dolorosa exploración de los límites anatómicos termine compilada en un PowerPoint para oficinistas revoltosos, amantes del ‘jijijí’ nervioso.
El ideal del cuerpo ha sobrepasado la norma escultórica clásica y se ha vitaminado mediante el trucaje digital. Hoy los anuncios proponen anatomías imposibles a golpe de lápiz óptico y canal alfa
De lo estético a lo funcional
Navegar por BME recala en modificaciones genitales que son difíciles de ignorar. Se te clavan en la retina y te abren un abismo del que buscas a tientas y a locas un interruptor que oriente y dé sentido. Por ejemplo, con los escrotos. Escrotos inflados con argón, un gas noble en las partes nobles, que parece derivar en menos complicaciones que el oxígeno o el CO2 o el aire mismo, que también se usan para hinchar las pelotas. Escrotos estirados hasta la extenuación con cintas de cuero, con bandas de metal o con múltiples aros que convierten la entrepierna en la imagen reflejo de las mujeres jirafa, esas que separan la cabeza de los hombros con más y más collares. Escrotos divididos con una operación de corte y separación que puede ser moderada y dar a los testículos más definición visual, o puede ser extrema y disponer para cada huevo de un contenedor individual, dibujando cilindros de carne que hermanan con el pene mismo. Vaciados escrotales que no sabes si es el medio
de una operación o el fin de la misma, con algodones que asoman de la bolsa convirtiéndola en un monedero, quién sabe si temporal o permanente. Escrotos perforados y adornados con metal hasta convertir la carne en un complemento, una base de fondo. Hay acumulaciones de piercings que parecen montañas de chamarilero, y hay otras que forman un armazón, un exoesqueleto. Los adornos que se convierten en sustento le dan la vuelta al objeto sexual: en una modificación extrema que aparece en BME, aros que recorren toda la base del escroto sustentan una columna vertebral de alambre que -a su vez- abraza, perfora y ampara el pene. El andamiaje convierte el miembro en un preso enjaulado, y donde debería haber vigor aparece un ser desfallecido. Las modificaciones de la bolsa amparan desde lo estético a lo funcional: escrotos que aumentan, se multiplican y terminan siendo el sustento del sexo entero. Las modificaciones extremas del sexo tienen un polo magnético en la eliminación: operaciones que quitan
Imagen de José Alberto González | antropología de los genitales | 55
Tejiendo vulvas ❧ FACILITADORA: PAQUI SANTOS MATA (Psicoterapeuta con experiencia en procesos de desarrollo con enfoque de género) ❧ Fotografías de Remedios Varo Y URANGA
n aviso de un grupo de lectoras de Bostezo sobre la eliminación sistemática en Facebook de una imagen de unos pastelitos con forma de vulva nos puso en alerta. Nuestra idea era invitar a mujeres de diferentes generaciones para hablar de sus genitales. Tejimos redes de confianza. Allí estábamos todas, disponibles, conectadas con nuestros deseos. Se dio entre nosotras una relación humana, más allá de la relación social. Durante más de dos horas hicimos trama, ‘política del deseo’, como lo llama Lia Cigarini. Trascendimos la palabra dicha para comunicarnos con nuestros cuerpos, erotizadas por todo lo que se estaba dando en ese encuentro. Nos reunimos en el lugar idóneo: La Alegre Conchita (www.laalegreconchita.com), un proyecto sexológico y educativo creado por mujeres y para mujeres, donde la
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erótica y la sexualidad toman protagonismo y los juguetes se convierten en una vía de juego para experimentar y curiosear las diversas sexualidades. El resultado –imprevisible– aquí os lo mostramos. Paqui: Podemos empezar hablando sobre el orígen de la invisibilización de nuestras vulvas. Mar: Los niños saben que tienen pene, las niñas saben que ellos tienen pene, pero desconocen su propia vulva. Raquel: Los chicos adolescentes cuando hablan de sus genitales lo hacen con seriedad y complicidad. Sin embargo, nosotras desde pequeñas lo hacemos con diminutivos, como algo que se ridiculiza o se parodia.
"Si los genitales los tapamos desde pequeños, ¿qué construcción psicológica puede hacer un o una adolescente de su sexualidad?" (Mar Benegas Ortiz) Rosa: Lo de ‘la cosita’ forma parte de la infantilización y también de una idea de fragilidad. Mar: Se mantienen los mecanismos de control sobre la misma pulsión sexual: de qué forma controlarla, minimizarla, invisibilizarla. Raquel: El control sobre el cuerpo de la mujer es el control sobre la maternidad, forma parte de las culturas que pretenden dejar a la mujer sin goce. El tema de la mutilación genital femenina, por ejemplo; se sigue practicando, aunque parezca algo alejado de nosotras… Elena: La ablación occidental es no reconocer la vulva y el clítoris como el órgano sexual femenino y dispensador de goce. Arantxa: Lo cierto es que la gente no sabe diferenciar qué es la vagina y qué es la vulva. Si yo les preguntara a la mayoría de mis amigas me dirían que es lo mismo. Raquel: Y eso que se supone que ahora hay más educación sexual que nunca. Raquel L.: Sí, pero enfocada a la reproducción: la pareja, el matrimonio, las enfermedades de transmisión sexual, la heterosexualidad. No enfocada a una educación sexual que fomente el placer, la comunicación. Paqui: Los genitales son un símbolo de poder tanto en hombres como en mujeres, pero un poder desigual. Un poder que se le otorga a los genitales, no a todo el cuerpo. Culturalmente, se nos divide en cuerpo y genitales. Espe: Cuando hablamos de genitales femeninos hablamos de vagina y cuando lo hacemos de los masculinos, del pene. Rosa: El ano no lo nombra nadie, ¿no? Raquel: El ano es tabú. Espe: El de las chicas no tanto. Hoy en día, la principal fuente de información y de imaginario colectivo es la pornografía. Solo con cinco minutos de una película porno vemos lo que se está enseñando. Cualquier agujero penetrable en la mujer vale si nos ceñimos a la dictadura pornográfica: boca, vagina, ano… Raquel: Y luego está también la idea de que las mujeres nos introducimos de todo, ¿no?
Espe: Es más, se supone que siempre estamos deseosas de que nos penetren, estamos vacías si no nos rellenan con su polla. Paqui: Sin embargo, en la cultura judeocristiana en la que vivimos, tenemos que ser sumisas, acostumbradas a recibir y no pedir… Raquel: Un problema que tienen muchas chavalas es sobre su disponibilidad sexual, para luego tener realmente el anhelo de una relación afectiva o sufrir el estigma de ser señaladas como la puta o fácil del grupo. Siguen atrapadas en el mismo dilema de siempre. Arantxa: Ahora el problema es no estar disponible. Las chicas jóvenes que no se muestran predispuestas sexualmente son las raras. Elena: Las mujeres llegamos al sexo a través del amor y los hombres aceptan el amor para tener sexo. Se busca la forma de reforzar ese tipo de prácticas y dobles juegos de seducción y provocar el encuentro con el otro sexo, pero no sé si desde el placer o no. Mar: Lo que comentamos viene de la patología sexual que sufre esta sociedad enferma que transmite violencia y agresividad. Una mujer con una sexualidad sana, que conoce desde niña su cuerpo y puede disfrutar de él, tiene poder, y ese poder es suyo. Si los genitales los tapamos desde pequeños, ¿qué construcción psicológica puede hacer un o una adolescente de su sexualidad? Raquel L.: Las niñas y los niños no pasarían estas dificultades si no fuera por la mirada adulta que desnaturaliza estos temas. Raquel: Pero no es igual en los dos géneros; los niños ven penes desde pequeños: el de su padre, de su tío, hacen pis juntos... No pasa lo mismo con las niñas, tu madre no te enseña nunca la vagina y, encima, te dice que la tapes. Recuerdo un día en mi infancia en que se me olvidaron las braguitas en casa y me fui con mi faldita sin bragas. No me moví en todo el día. ¿Creéis que los niños no ven los genitales de otros niños? Mar: De hecho, un niño y una niña que se educan en libertad y con naturalidad tienden a jugar igual. Las mayores diferencias son culturales. Arantxa: Yo llegué a una edad en que mi hermano podía ir en pelotas por la casa y yo no. Espe: Ahí es cuando empiezas a avergonzarte de tu cuerpo. ¿A cuántas mujeres todavía les cuesta mostrar su cuerpo en la playa? Somos muy abiertas, pero el miedo a enseñar nuestro cuerpo sigue ahí.
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