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PORTADA
POR UNA
COLOMBIA U N I D A
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El país atraviesa por la que, quizá, ha sido la coyuntura más compleja de su historia reciente en materia económica, política, social y sanitaria. Es el momento entonces de estrechar lazos de unidad y, como gremio representativo, hacer de la infraestructura un motivo de orgullo y, de la misma manera, uno de los mayores pilares de la recuperación.
Los recientes actos violentos que vivió en carne propia el país, durante poco más de un mes, dejaron a su paso un sinnúmero de afectaciones, en todos los sectores productivos. El de la infraestructura, por supuesto, no fue la excepción. De hecho, más de una veintena de peajes fueron incinerados, así como decenas de carreteras sufrieron daños severos, justamente, por causa del vandalismo. Heridas profundas que, valga advertir, tomarán un buen tiempo para sanar.
Resulta doloroso e inadmisible que la infraestructura que hoy está al servicio del país, producto del esfuerzo de varias décadas de trabajo comprometido, termine en cuestión de días reducida a escombros. Las carreteras, los puertos y las terminales aéreas, tanto como los ferrocarriles que se extienden a lo largo de la geografía nacional, no son frías estructuras de hormigón o de intrincados hierros, como pregonan algunos. No es así: son bienes del Estado concebidos para facilitar el intercambio comercial, optimizar la transferencia de conocimiento y servicios, así como para contribuir a la modernidad, la competitividad y la conectividad. Pero, más allá de eso, son espacios que a la postre aglutinan a las familias, estrechan lazos y tienden puentes conducentes a la unidad de un país entero.
De ahí, de las no pocas virtudes que se desprenden de la infraestructura, surge justamente la necesidad de proteger cada una de estas obras de ingeniería que sin duda alguna se constituyen en patrimonio de cada uno de los colombianos. Así, pues, de regresar en algún momento los injustificados ataques contra de la red vial del país -evento que el país espera no repetir jamás- las consecuencias serían catastróficas: desabastecimiento, hambrunas, escaso acceso a los servicios de salud... En fin, una bola de nieve que terminaría sepultando los derechos fundamentales de los ciudadanos.
Ahora, qué mejor momento que este para hacer un alto en el camino y plantear dos interrogantes de fondo, esencialmente a aquellos que se ensañan en atentar y lanzar virulentas críticas contra la infraestructura del país: ¿no llegó acaso la hora de dejar a un lado los tintes políticos y generar unidad en torno a una causa común, la de la modernidad, la competitividad y la conectividad? ¿No será esta la ocasión para que, en vez de destruir, aflore un sentimiento
Los recientes actos de vandalismo en medio de las protestas dejaron más de una veintena de peajes incinerados, carreteras afectadas y un impacto considerable en varios sectores productivos. Fotos: Shutterstock.
de orgullo por los aeropuertos, las terminales marítimas y fluviales, así como las redes férreas que hoy se despliegan airosas a lo largo y ancho de la nación?
Existen razones de sobra para avivar el orgullo que inspiran las obras civiles que hoy le pertenecen al país, a los colombianos. Ahora, para entender esas razones vale la pena remontarse a 1990, cuando fue expedida la Ley 1.ª, que puso fin, enhorabuena, a ‘cuevas de Rolando’ como la tristemente célebre Colpuertos –una entidad obsoleta y corrupta, bajo la cual funcionaban las terminales portuarias del país– y abrió las puertas a la participación e inversión de capital privado. Desde entonces, ya poco más de tres décadas, el modelo de las concesiones se convirtió en el principal aliado del Estado en el momento de construir, operar y mantener nuevas infraestructuras.
Al cabo de los años, Colombia puede decir con la frente en alto que, gracias a esa alianza entre el Estado y los empresarios, hoy tiene en marcha, con más del 50 por ciento de avance, uno de los programas viales más ambiciosos del hemisferio: las denominadas 4G. De igual manera, da pasos agigantados la nueva generación de concesiones 5G, cuya columna vertebral soporta una baraja de iniciativas: carreteras, portuarias, ferroviarias y aeroportuarias. Y si de aeropuertos se trata, qué mejor ejemplo que El Dorado de Bogotá, una de las terminales aéreas más modernas, eficientes y competitivas de la región.
En fin, llegó el momento de dejar las rencillas, los odios y las diferencias. El llamado entonces es a proteger, defender y sentirnos orgullosos de nuestra infraestructura. Por una Colombia unida.