ChiloĂŠ Historias de Viajeros Felipe Montiel Vera
crĂŠditos
2 ChiloĂŠ, Historias de Viajeros
Chiloé, Historias de Viajeros. © 2010, Felipe Montiel. Registro Propiedad Intelectual N° 184.684 Entrevistas y Textos: Felipe Montiel Vera. Fotografías: Felipe Montiel Vera. Digitación: Claudia Macías Macías. Diseño Portada: Alberto Cárdenas Sánchez. Fotografía Portada: Juan Pacheco Barría. (Trabajadores Chilotes frente al Galpón de esquila en la Estancia María Behety, década del ’30). Diseño y Diagramación: Alberto Cárdenas Sánchez. Escaner y Retoque Digital: Luis Mardones Ballesteros. Impresión: Master Print Ltda.
Obra financiada por el Fondo de la Cultura de la Ilustre Municipalidad de Castro.
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MVI NOBLE Y
LEAL CIVDAD D E STR O
Ninguna parte de este libro, incluido el diseño de la portada, puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por procedimientos mecánicos, ópticos, químicos, electrónicos o digitales, incluidas las fotocopias, sin permiso escrito del autor.
Felipe Montiel Vera
3
Con la colaboración de:
dedicatoria
4 ChiloĂŠ, Historias de Viajeros
Felipe Montiel Vera
5
“A los trabajadores chilotes que con esfuerzo y sacrificio hicieron surgir la Patagonia y dejaron una huella imborrable en las salitreras del norte. Especialmente a los fallecidos en la huelga de peones rurales de 1921, en la provincia Argentina de Santa Cruz, para que sus gritos por trabajo digno, salario justo y libertad permanezcan por siempre en la memoria colectiva de nuestro pueblo�.
Ăndice
6 ChiloĂŠ, Historias de Viajeros
Dedicatoria
5
Índice
7
Presentación
11
Introducción
15
Entrevistas
33
Armando Águila Miranda
34
Benjamín Nauto Panichine
45
Amadeo Pérez Pérez
51
Ramón Edubino Paredes Ruíz
58
José Manuel Muñoz Alvarado
62
Roberto Mancilla Soto
66
Celso Águila Barría
74
Carlos Rogelio Muñoz Alvarado
79
Alejandro Tirachini Barría
87
Tulio Orlando Mayorga Cárdenas
91
Segundo Cárcamo Andrade
98
Humberto Gómez Bórquez
105
Eliecer Bahamonde Montaña
116
Braulio Hernández Núñez
122
José Moisés Guaiquil Milllalonco
129
Sergio Hernán Cárdenas Ulloa
135
Pedro Mayorga Navarro
142
Juan José Pacheco Barría
150
7
3
Felipe Montiel Vera
Créditos
Chiloé, Historias de Viajeros
8
Pedro Santana Saldivia
164
Daniel Delgado Cárdenas
171
José Arnoldo Santana Ojeda
177
José Salustio Velásquez
183
Baldomero Segundo Agüero Cobos
189
Adolfo Ulloa Díaz
197
Pedro Agustín Vidal Osorio
210
Leopoldo Andrade Bórquez, (Don Polo)
217
José Manuel Vidal Oyarzún
225
Hugo Oyarzo Pérez
231
José René Vidal Osorio
238
José Díaz Vargas
245
Liborio Segundo Torres Mansilla
256
Artemio Vargas Vera
262
Rubén Oyarzo Mansilla
270
José del Carmen Gómez Álvarez
281
Alfonso Pérez Oyarzún
293
José Olegario Agüil Lleucún
301
Rudecindo Barrientos Llauquén
314
Domiciano del Carmen Triviño Oyarzún
323
Hermes Antonio Andrade Gómez
332
Juan Antonio Cárdenas Bahamonde
342
Pedro Segundo Garay Cárcamo
352
Bernardino Andrade Bórquez
358
Orlando Vera Vera
372
José Eliseo Becerra Millapichún
382
Mario Miranda Miranda - Pedro Miranda Miranda
392
Manuel Segundo Vidal
413
Pedro Pablo Cárdenas Vivar.
426
José Andrés Ojeda
434
Francisco Remolcoy
443
Manuel Antonio Ojeda Bustamante
452
Exequiel Álvarez Gómez
461
Ariosto Artemio Gómez Oyarzún
471
Manuel Antonio Segovia Gómez
484
Luis Armando Mansilla Miranda
491
Luis Alberto Gallardo Gallardo
500
Julio Cheuque
512
Arístides Efraín Cárdenas Paredes
514
Pedro Segundo Oyarzo Vera
525
Reflexión Final
539
Apéndice Documental
541
Glosario
570
Bibliografía
576
Agradecimientos
579
Colofón
580
9
405
Felipe Montiel Vera
Efraín Curumilla Muñoz
presentaci贸n
10 Chilo茅, Historias de Viajeros
11 Felipe Montiel Vera
Este último libro del investigador castreño y profesor de Historia y Geografía, Felipe Montiel Vera, recoge una cantidad importante de información oral sobre un episodio poco estudiado en la Historia de Chiloé. Se trata del proceso migratorio de los chilotes hacia Magallanes y Patagonia argentina, que hizo del confín del continente un mundo de contenido chilote, desde las últimas décadas del siglo XIX y primera mitad del XX. Ni esas tierras australes receptoras, ni el archipiélago de Chiloé “foco de emigraciones”, como lo ha llamado Rodolfo Urbina, fueron los mismos a raíz de ese proceso de movilidad geográfica. La emigración definitiva o temporal de miles de chilotes, con o sin sus familias, modificaron culturalmente el vasto ámbito patagónico, definido más que por sus nacientes ciudades, por sus numerosas estancias ganaderas, y fueron éstas las tocadas por la impronta isleña, con la esquila, con el lenguaje arcaico que dio sonido a las estancias, con los mitos y la afición a lo sobrenatural. Si Magallanes y el meridión trasandino necesitaron gente joven, apta para el trabajo duro y sostenido a cambio de un salario que no era posible en Chiloé, esta provincia insular tuvo durante el período, por la misma razón, un desenvolvimiento demográfico propio de las regiones pobres: muchos niños y ancianos, escasa población masculina entre los 20 y 40 años, y desproporción entre el número de hombres y mujeres, por haber más de estas últimas que varones en edad de casarse. Magallanes, Santa Cruz y Aysén, tuvieron efectos negativos en el devenir demográfico de Chiloé, pero también esas regiones australes fueron horizontes de expansión rodeados de un imaginario positivo que en la práctica ayudaron a sostener desde temprano la débil economía del archipiélago. La historiografía nacional no se ha ocupado suficientemente de la migración permanente de los chilotes en tierras patagónicas, y mucho menos de la migración “golondrina” o temporal, a pesar de ser un episodio fundamental para el conocimiento de la Historia no sólo de Chiloé, sino de Magallanes y de Aysén, tema que ofrece insospechadas posibilidades de estudio. En términos de población, territorio, economía y cultura estas tres regiones deben entenderse como un todo por constituir la frontera austral de Chile, cuyo punto de partida del proceso colonizador está fijado en el fuerte Bulnes, de 1843. Antes, la corona española se había proyectado desde Chiloé a la Trapananda y al Estrecho - fronteras naturales por ser barreras geográficas, pero de valor geopolítico por su importancia estratégica, aunque aún sin población colonizadora permanente - como una “frontera móvil”, sin presencia continua pero sí patrullajes con fines misionales, defensivos, estratégicos y exploratorios en los siglos coloniales. Móvil ha sido también la presencia más reciente de los chilotes patagones que cuentan sus vivencias personales en este interesante libro de Felipe Montiel. Chilotes migrantes los hubo, y los hay en todas partes de Chile y en el extranjero. Este libro se ocupa preferentemente del chilote patagón permanente o temporal, tema que ha sido estudiado por Mateo Martinic para el caso de Magallanes y por Lelio Mármora para Comodoro Rivadavia, entre otros, pero también del chilote salitrero y del chilote guaitequero, donde destacan las faenas de cipresero; lobero de las Guaitecas y del archipiélago de los Chonos; tripulante, piloto o patrón o comerciante en embarcaciones que abastecían a la naciente Aysén; minero de oro en Cucao y
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12
otras playas, o del carbón en Río Turbio; rozador del bosque en Llanquihue, todo lo cual reclama estudios específicos. Con los relatos de sus mismos protagonistas, este libro pone de manifiesto las posibilidades que ofrece el estudio de la historia social y cultural de Chiloé y de Magallanes. La emigración chilota habla de un Chiloé deprimido y de una región magallánica llena de posibilidades para recibir inmigrantes permanentes o “golondrinas”. La estancia ganadera, rica en ocupaciones, ofrecía una amplia gama de trabajos menores, como esquilador, cocinero de esquila, puestero de estancia, ovejero, domador, zepelinero o playero, ocupaciones vívidamente descritas por sus propios protagonistas. Este libro tiene una particularidad que lo hace diferente de cuanto se ha escrito sobre el tema: son testimonios orales de los hombres que en distintos tiempos han estado trabajando fuera de Chiloé, o en “el interior” del archipiélago, como peones, pero principalmente en las estancias. El autor ha querido formar un corpus documental del viajero chilote, de modo que sirva de fuente para futuros estudios que lleven a una mejor comprensión de lo que se ha llamado “la diáspora chilota”. Por la naturaleza de la información y por la forma en que está presentada, lo aquí recogido es del más alto interés para el historiador. La microhistoria puede encontrar en esta obra una valiosa cantera, lo mismo que para el conocimiento de la cultura material en las estancias ganaderas, que es otra veta interesante. Del contenido de las sesenta entrevistas que presenta el autor de este libro, cobran importancia las herramientas para el trabajo en las estancias de la oveja, así como en las saliteras del norte del país, la vestimenta y las formas para protegerse del viento, la lluvia, el sol o la nieve, la manera de movilizarse montado, de comer, de dormir, de relacionarse, todo lo cual da cuenta de la enorme riqueza relativa a cultura material desarrollada o incorporada por los chilotes migrantes, y la cultura inmaterial asociada a ella. En este punto, cabe destacar el gran acierto del autor al incluir un glosario de términos, tal como lo hizo en otro de sus libros de la misma naturaleza: Los últimos constructores de artilugios de madera en Chiloé, publicado el 2006. Es justo subrayar el esfuerzo del autor al realizar personalmente semejante número de entrevistas, recorriendo todos los rincones de Chiloé para tener largas horas de conversación y grabación, y otras tantas de transcripción. Todo esto está consignado en este libro que recoge íntegramente y sin modificación lo relatado por los viajeros, chilotes patagones principalmente. Es un mérito de Felipe Montiel, historiador “en terreno”, que se haya empeñado en ofrecer al público interesado textualmente los recuerdos, con el mismo vocabulario lleno de arcaísmos de la cultura insular, ofreciendo los relatos puros de tal manera que puedan ser utilizados por futuros investigadores. Son documentos íntegros generados a partir de preguntas nacidas al calor de la entrevista y la orientación dada por Montiel. El autor quiso que los documentos hablen por sí mismos sin someterlos a la crítica histórica. La idea era exponer los recuerdos tal cual son. Por eso decimos que esta publicación permite conocer un enorme cúmulo de información oral, ahora escrita, y muy valiosa, como lo son los recuerdos del hombre que en el ocaso de su vida da testimonios de cómo se hizo “viajero” en la Patagonia continental e insular, y con ello abre la puerta a aspectos inéditos de un período histórico en que cobra importancia la “pequeña historia”.
El contenido de este libro incluye, además de las entrevistas, noticias de cinco periódicos y extractos de la correspondencia entre la gobernación de Chiloé y la de Magallanes en los temas de Demografía y Colonización, Transporte y Comunicación, Economía y desarrollo local. No están ausentes las noticias sobre la Huelga de 1921 en Patagonia, así como organizaciones y movimiento sindical. Consta, además, de una introducción fundada en bibliografía y fuentes sobre las motivaciones y circunstancias de la emigración de los chilotes a Magallanes y los movimientos estacionales dentro del mismo archipiélago, a Llanquihue, a Guaitecas, por razones de trabajo. A esto siguen las sesenta entrevistas a chilotes, todos varones, de una edad promedio de 80 años, cargadas de información sobre el cómo y el porqué de las “comparsas” en “temporadas” de trabajo, las percepciones o imágenes que los propios entrevistados conservan de los lugares adonde llegaban, así como el cruce del golfo de Penas, ¿qué impresiones se tenía de Punta Arenas o Ushuaia?, ¿cómo era el viaje al sur a bordo de esos barcos con nombres tan familiares para los chilotes? El libro concluye con una Reflexión Final seguida de un Apéndice Documental, Glosario y Bibliografía, todo lo cual hace de éste un libro interesante, escrito con honestidad, que creemos servirá de ejemplo a otros historiadores de Chiloé y de otras regiones del país para que se animen a apreciar el valor del relato oral.
Felipe Montiel Vera
13
Dra. María Ximena Urbina Carrasco Instituto de Historia Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
introducci贸n
14 Chilo茅, Historias de Viajeros
Desde fines del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX, la población de Chiloé se vio enfrentada a un sostenido movimiento migratorio principalmente orientado hacia el sur, aunque en ese periodo de tiempo muchos jóvenes chilotes también participaron como fuerza de trabajo, laborando como carrilanos en la construcción de la línea del ferrocarril al sur en el tramo Valdivia-Osorno1, en las oficinas salitreras del norte, en los puertos de Antofagasta, Talcahuano y Valparaíso2, en la ballenera de Quintay o simplemente trabajando la temporada en las provincias de Osorno y Llanquihue3, cuando viajaban en comparsas a las cosechas de lino y trigo en los fundos de los colonos alemanes, que encontraban en los habitantes insulares mano de obra barata y la fortaleza necesaria para despejar grandes extensiones de bosques en trabajos a trato. Las tierras de Llanquihue como otras de la región eran propicias para desarrollar la industria del lino, de acuerdo a documentos de la época4. Este libro pretende resaltar los testimonios de vida del habitante de Chiloé -viajero obligadoque lejos de su archipiélago se convirtió en peón de estancia, minero, esquilador, buscador de oro, ballenero, cipresero en las Guaitecas5, constructor de faros en los archipiélagos australes6, lobero y marino que, emulando a sus ancestros, navegó golfos y mares7, basado en entrevistas a campesinos que viajaban a tierras lejanas buscando el sustento familiar, ya sea en la pampa nortina o internándose en la inmensidad de la hasta entonces desconocida geografía patagónica, lentamente conquistada por los viajeros del austro. La investigación contempló 60 entrevistas en diferentes lugares de la provincia de Chiloé para tener una visión global y no focalizada del fenómeno migratorio. La primera entrevista se efectuó en julio del año 2006 y el texto culminó su redacción en la primavera de 2009. La edad de las personas entrevistadas fluctuó entre los 55 y 95 años. Sin embargo, las edades fueron actualizadas al mes de julio de 2009 y las transcripciones de los testimonios orales fueron conservadas en su contexto original en un gran porcentaje, efectuándose simples modificaciones para una mejor comprensión del lector a la hora de revisar las historias contenidas en este libro. Cabe recordar que el viajero ausente de su tierra por un par de años contaba sus historias con familiares y amigos, todos escuchaban en silencio y celebraban su regreso8. El permanente ir y venir implicó para la mujer isleña un esfuerzo increíble, en la mantención de la numerosa familia y el cumplimiento de las faenas agrícolas, a falta del varón.
Almonacid Zapata, Fabián. “Valdivia, 1870-1935. Imágenes e Historias. Instituto de Ciencias Históricas. Universidad Austral de Chile. Impreso en Artes Gráfica V Centenario Ltda. Valdivia, 1995: Pág. 24.
2
Urbina Burgos, Rodolfo. “La Vida en Chiloé en los Tiempos del Fogón. 1900-1940”. Ediciones de la Editorial de la Universidad de Playa Ancha. Editorial Puntángeles. Valparaíso, 2002: Pág. 361.
3
Véase Apéndice Documental. Materia: Economía y Desarrollo Regional, Documento N° 10.
4
Véase Apéndice Documental. Materia: Economía y Desarrollo Regional, Documento N° 8.
5
Véase Apéndice Documental. Materia: Demografía y Colonización, Documento N° 15.
6
Véase Apéndice Documental. Materia: Economía y Desarrollo Regional, Documento N° 7.
7
Urbina Burgos, Rodolfo. “Chiloé, Foco de Emigraciones”. En: Chiloé y su influjo en la XI Región. Colección Terra Nostra, N° 12. Editorial Universitaria. Santiago, 1988: Pág. 41.
8
Cárdenas Tabies, Antonio. “Usos y Costumbres de Chiloé”. Editorial Nascimento. Santiago, 1978: Pág. 160.
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15
Es importante mencionar que se agregaron testimonios de los denominados “viajeros del interior”, aquellos que no salían de la isla grande de Chiloé y que con el mínimo de recursos lograron vencer la geografía insular recorriendo el mar interior y la costa occidental como buscadores de oro, cazadores de lobos, coipos y huillines, aprovechando las pequeñas ganancias conseguidas
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16
para asegurar el bienestar de su entorno familiar en tiempos de pobreza y sufrimiento. Finalmente, para una mejor comprensión de las entrevistas y con el objetivo de complementar la temática estudiada, se agregaron, además, una serie de crónicas y noticias extraídas de periódicos y diarios de la época, textos que fueron transcritos junto a documentos obtenidos en el Archivo Nacional que se presentan en este libro en un apéndice documental ordenados por materia en orden cronológico.
Desde Chiloé con la mirada hacia el Sur. En la primera mitad del siglo XIX los territorios patagónicos permanecían prácticamente inexplorados, por tal razón, el Estado de Chile decide incorporar los territorios de Magallanes tomando posesión del estratégico Estrecho, paso obligado de las expediciones europeas que lo cruzaban para navegar por el Océano Pacífico rumbo a las regiones asiáticas. Qué mejor lugar que la lejana isla de Chiloé, epicentro importante de expediciones cartográficas y científicas, para iniciar el viaje de la Goleta de Guerra Ancud9, que en 1843 durante el Gobierno de Manuel Bulnes Prieto, fue construida por carpinteros de la zona en el puerto del mismo nombre y después de un viaje de cinco meses -no exento de inconvenientes- logró que su tripulación tomara posesión del Estrecho de Magallanes el 21 de Septiembre de 1843. El Intendente de Chiloé en aquella época don Domingo Espiñeira Riesco, confió la supervigilancia de la construcción a don Juan Williams, inglés que prestaba servicio en Chile, quien viajó al mando de la Goleta como Capitán, acompañado del naturalista prusiano Bernardo Phillippi, el Piloto Segundo de la Armanda Jorge Mabón, el Teniente de Artillería don Manuel González Hidalgo, el Práctico Carlos Miller, diestro cazador de lobos en Chiloé y los canales que conocía la exuberante geografía austral como la palma de su mano. “…Con el capitán de fragata, el sabio naturalista, el piloto y el lobero, van ocho marineros y un Grumete; y con el teniente de artillería la guarnición militar que ha de ocupar, en su confin, la primera garita centinela de la República. ¡Se compone de un Sargento Segundo distinguido, un Cabo y cinco soldados!. Como primer intento poblador, dos de los militares llevan consigo a sus respectivas esposas (la mujer da aquí una prueba más de su callado heroísmo); el estado de una de ellas revela que dará a luz en tierra elegida.” 10 De esta forma, a los nombres de Venancia Elgueta e Ignacia Leiva se suma el nombre de Horacio Luis Williams, hijo del Capitán, en total, veinte y tres personas conformaron la tripulación. El chilote demostró en el mar su espíritu de aventura11 y no tuvo temor de recorrer lugares tan lejanos como Guam, cuando a fines de las Guerras por la Independencia de Chile, un grupo de habitantes insulares se embarcó en el puerto de Ancud en el Barco de Guerra Español “Asia”, que
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La “Ancud” tenía el aparejo de un goleta, dos mástiles y se asemejaba más aun lanchón pero de dimensiones más amplias: Eslora o largo sin bauprés: 57 pies castellanos, equivalente a 15 metros 84 centímetros. Manga o ancho: 13 pies 8 pulgadas, equivalentes a 3 metros 80 centímetros. Puntal o altura de quilla a cubierta a proa: 8 pies castellanos, 2 metros 22 centímetros. Puntal a popa: 10 pies castellanos, 2 metros 78 centímetros. Largo de quilla: 47 pies castellanos, equivalente a 13 metros, 6 centímetros.
10
Braun Menéndez, Armando. “Pequeña Historia Magallánica”. Editorial Francisco de Aguirre. Argentina, 1969: Pág.38.
11
Véase Apéndice Documental. Materia: Transporte y Comunicación, Documento N° 2.
permaneció en el norte de la isla grande unos cuatro meses12. A partir de 1843, con la instalación del Fuerte Bulnes y la posterior fundación de la ciudad de Punta Arenas, se inició la colonización de los territorios australes, en cuyo proceso Chiloé tuvo una activa participación. Entre 1894 y 1899 emigraron a Punta Arenas unas mil quinientas personas que salieron desde Chiloé rumbo a Magallanes13. El 28 de noviembre de 1867, el Capitán de Corbeta don Oscar Viel Toro, fue designado Gobernador de Magallanes, llegando a la zona en Febrero de 1868. Entre las disposiciones implementadas en su administración destaca la llegada de colonos chilotes y la delineación de la futura ciudad de Punta Arenas fundada en 184814. El primer intento de introducir ganado lanar en Magallanes ocurrió durante el mandato del Gobernador Diego Dublé Almeida quien tenía conocimiento de los resultados positivos de la crianza del ganado lanar en las islas Malvinas15. En aquella oportunidad, año 1877, trescientas ovejas llegaron a la isla Isabel y en 1878, un segundo intento, con resultados desastrosos, se desarrolló en Isla Magdalena y Marta. Seguidamente, el colono Mario Maríus introdujo 500 ovejas malvineras en 1878, plantel que fue la base de la firma Menéndez Behety16. En un comienzo la crianza de ganado lanar no estuvo exenta de complicaciones tal como fue el los inicios de la colonización y en el desarrollo de la ciudad de Punta Arenas17. Un tema importante en la expansión de la crianza de ovejas fue la presencia de sarna y la falta de pasto18 y en ocasiones las sufridas sequías19. No obstante, lo anterior no fue impedimento para que al correr de unos años la ganadería ovina se extendiera a todos los ámbitos rurales al oriente de Magallanes20. En 1878 se formaron los primeros establecimientos ganaderos y en 1880 existían unas diez explotaciones21. La ganadería cambió definitivamente la orientación económica de estos territorios que lentamente se pobló de colonos chilotes que encontraron en las leyes de colonización nuevos y mejores incentivos para dejar atrás los paisajes insulares22. 12
López Urrutia, Carlos. “Episodios Chilenos en California”. Ediciones Universitarias de Valparaíso. Universidad Católica de Valparaíso. Editorial Universitaria. Santiago, 1975: Pág. 24.
13
Ver Apéndice Documental. Materia: Demografía y Colonización, Documentos N° 1, 2, 3 y 4. Materia: Transporte y Comunicación, Documento N° 1.
14
Braun Menéndez, Armando. “El Motín de los Artilleros”. Editorial Francisco de Aguirre. Argentina, 1 9 7 2 : Pág. 13.
15
Braun Menéndez, Armando. “El Motín…”, pág.19.
16
Calderón Agez, Julio. “Historia de la industria ganadera en el territorio de Magalla nes”. Boletín Ministerio Agricultura, N° 10. Santiago, 1936: Pág. 5.
17
Véase Apéndice Documental. Materia: Demografía y Colonización, Documento
18
Véase Apéndice documental. Materia: Demografía y Colonización, Documento N° 16.
19
Véase Apéndice Documental. Materia: Economía y Desarrollo Regional, Documento N° 11.
20
Benavides C., Juan, Mateo Martinic B. (Et. al.). “Las Estancias Magallánicas”. Editorial Universitaria. Santiago, 1999: Pág. 31.
21
Hacia 1880 existían establecimientos ganaderos en Pecket Harbour de José Nogueria, San Gregorio de José Menéndez M., Isla Isabel de Enrique L. Reynard, Islas Magdalena y Marta de Cruz Daniel Ramírez, San Gregorio de Mario Marius, Oazy Harbour de Enrique L. Reynard, Cabeza del Mar de Carlos Fenton. De San Gregorio a Punta Delgada de Tomás Saunders, Waldron y Wood, M.A. Izannótegui y J. Meric. En Cabo Negro tenía una explotación ganadera Elías H. Braun y en Cabeza del Mar Tomás Fenton. La labor desarrollada por estos iniciadores de la explotación ganadera determinó que el año 1883 existieran en la región unos 30.000 lanares.
22
Véase Apéndice Documental. Materia: Demografía y Colonización, Documento N° 6.
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N° 12.
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Eliecer Bahamonde Montaña CALEN, COMUNA DE DALCAHUE 88 Años
19 Felipe Montiel Vera
Don Eliecer o don Chima, ¿cómo desea que lo nombre? Soy más conocido como Chima porque cuando éramos niños mis hermanos, en vez de decirme Chiche como le dicen a los que se llaman Eliecer me decían Chima. Mire, yo nací aquí arribita en Calen el 3 de Mayo de 1920, mi papá se llamaba Eludino Bahamonde Arroyo y mi mamá Griselda Montaña, ella nació en el sector de Tocoihue y mi papá en Calen. Nosotros fuimos 7 hermanos y uno de ellos murió a los 16 años de una bronconeumonía porque acompañó a una mujer a un molino que había cerca de las cataratas de Tocoihue, se pegó una mojada y en aquel tiempo de aquí no podía salir prácticamente nadie, para ir al hospital había que ir hasta el puerto de Achao y buscar un bote a remo, así que aguantó unos 12 días y falleció mi hermano David. Don Chima, ¿cómo era la vida para los niños en Calen hace 80 años atrás? Con sacrificio, nos crecimos a pata pelada, mi papá era agricultor y de eso teníamos que mantenernos, si sobraba un saco de papas se vendía y tenía unos animalitos y también vivía de eso. Íbamos a la escuela a pata pelada, en ese tiempo la escuela no es como ahora, hoy lo pasan bien, le dan hasta la comida, nosotros todos los días teníamos que ir a almorzar a nuestra casa. ¿Recuerda a sus profesores? Si po’, Eladio Flores y don Hipólito Santana que fue mi profesor, yo estudié hasta 4º preparatoria, en ese tiempo era hasta ahí nomás, no había para seguir estudiando. ¿Cómo se viajaba a Dalcahue en la época que estamos recordando? A caballo nomás, había que esperar las mareas y a veces para no llegar a despertar en Dalcahue, yo bajaba mi montura y me acostaba en la playa hasta que amanezca. Dependiendo la marea demorábamos 2 a 3 horas. En bote viajaba poco, a Tenaún íbamos en bote a remo, Calen era casi lo mismo que ahora, lo único es que en la escuela tienen hasta 8º, aquí habían dos negocios antiguamente de don Antonio Cárdenas y don Prudencio Bahamonde, él fue dueño de esta propiedad que yo le compré con mis viajes a la Argentina. ¿Por qué salió a viajar? Por necesidad, salí a los 20 años porque un hermano mío se fue de viaje, ese trabajó en la Argentina en la estancia Rospentek y el otro hermano trabajó en Chile en Morro Chico y después el año 1939 cuando mi hermano vino a pasear tenía ganas de irme, pero no pude porque me tocaba el servicio al otro año, pero como salí libre porque me sacó en Ancud una persona del Regimiento me fui de viaje. Para irme de viaje mi mamá hizo un chal y me lo dio y me dijo: _Te haces una rifa para que juntes plata para el pasaje, así que vendí los números, me acuerdo que en Tenaún unos profesores me compraron, así que junté la plata y me fui de viaje. El pasaje valía 300 pesos de Puerto Montt a Punta Arenas. De Calen a Puerto Montt ¿en qué viajó? Había un barco de recorrido, “El Tenglo”, me embarqué en Tenaún, el barco era bueno, corría 9 millas por hora, yo me fui solo, pero tenía una dirección de Puerto Natales donde había una tía, una hermana de mi papá. En Puerto Montt, cuando saqué el pasaje me fui a Punta Arenas en “El Villarrica”, se viajaba a puro piso nomás y con las pilchas que llevaba uno se las arreglaba, eso sí que daban comida en el barco, cada uno se pasaba a servir con un plato enlozado. Cuando se podía mirar se subía a cubierta, en los canales uno ya se iba arriba. ¿Qué llevaba para su viaje? Llevaba ropa, un baúl que es una caja de madera y nada más. El viaje demoró 4 días. Me acuerdo de otro viaje cuando volví, estuve en Puerto Montt 1 mes y no podía sacar pasaje, estaba lleno, así que me fui en un barco de la Compañía Interoceánica en segunda clase porque no pude sacar en tercera, el barco se metió por el canal de Chacao a mar abierto y como estuvo malo el viaje y malo el Golfo de Penas demoramos 8 días en llegar a Punta Arenas, salimos un Domingo y llegamos un Domingo. En su primer viaje, ¿cómo estuvo la pasada en el Golfo de Penas? Regular estuvo, así que llegué a Punta Arenas en el año 1940. El pueblo era bonito, llegué donde otra tía en Punta Arenas, una hermana de mi mamá, después fui a sacar mi pasaje para Puerto Natales, no es como ahora; en ese tiempo los buses lo iban a buscar a uno a su casa, dejaba la dirección y listo. Salimos como a las seis de la mañana de Punta Arenas y llegamos como a las once de la noche a Puerto Natales, pasamos a tomar café en Cabeza del Mar y después a Natales que era un pueblo chico, muy
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botas y chomba de cuero y la boina y buen caballo, buena tropilla. Cuando uno está en el puesto tiene libertad para hacer los trabajos que le conté. ¡Ah! mire, le voy a contar que la avestruz hace su nido en el campo, una vez hallé un nido con 40 huevos, así que al otro día llevé una maleta y llevé los huevos a una sección de la estancia que es de una población más chica -después de la sección van los puestos-; mire el macho empolla, este es un secreto dejan 2 huevos sin empollar, será para darles de comer a las crías, esos huevos están debajo. Si usted se allega a un avestruz que está empollando sale todo culeco, se enoja y patea todos los huevos, en Octubre pone y las crías salen en Noviembre. Recuerdo que los cocineros con los huevos hacían queques, mire que son tremendos huevos, yo también los comía hervidos, son bien buenos, fritos no porque un huevo llena un sartén y lo puede hasta quebrar. Después de su paso por la estancia ¿qué hizo usted? Volví a Chiloé el año 1946 y compré esta propiedad, me quedé sin plata y volví a la Argentina otra vez. Me fui a Puerto Montt y no pude conseguir pasaje, estuve 1 mes y después viajé en un barco de la Compañía Interoceánica que se llamaba “El Avilés” como le conté, llegué a Punta Arenas sin plata porque lo gasté en Puerto Montt en pensión, así que con un primo conseguí para que me vaya a Gallegos, me pasó 300 pesos chilenos, yo te los mando en la primera ocasión. Llegué a Gallegos y me fui donde una señora de apellido Pacheco que fue de Rilán que estaba casada con un español de apellido García, valía 3 pesos argentinos el alojo y como no tenía plata me lo dio gratis y me dijo después me lo pagarás. Entonces me fui a la estancia en un camión que se iba para el lago argentino, así que llegué a una sección donde había dejado 9 cueros de zorro para la venta con el capataz. Él me dijo: _Si quieres Bahamonde empieza a trabajar mañana y si quieres plata te tengo, te vendí tus cueros. Después en la primera ocasión mandé a pagar mis 3 pesos a Río Gallegos y a Punta Arenas los 300 pesos que le debía a mi primo. Gané plata, me volví y empecé a trabajar aquí, tuve negocio y me casé. Tuve 3 patentes; de provisiones, de tienda y bodega de licores. Mire, yo me casé con Emilia Ojeda y en el matrimonio tuvimos 2 mujeres, Rina y Tania, están bien ubicadas en sus trabajos. Linda su historia don Chima. Bueno, yo tuve como 80 hectáreas, trabajamos duro y cuando empezaron a estudiar mis hijas, vendí la mitad, también hice esta casa y a Magallanes no volví nunca más. Cuando uno es joven aprende de todo, también fui domador de caballos ariscos, eso lo aprendí en la estancia porque andaba de a caballo todos los días, me enseñó a domar un tal Godoy que era de Puerto Natales. El domador pedía ayudante, entonces me pidió a mí, no me importaba que me tire al piso me volvía a subir otra vez (risas). Para domar el caballo, se encilla todos los días con mucho cuidado porque puede patear, se hace despacito, se le acaricia y se le va rascando la cabeza, la montura se le coloca maneado de las 4 patas, se llamaban maneas de traba que se colocaban en las manos y en las patas. Cuando se colocaba la montura recién se montaba el caballo a pura pampa, se dejaba abierta la puerta del corral y siempre iba otro jinete adelante con un caballo manso, a ese jinete se le llamaba amadrinador. El caballo arisco salta y se hace arcos, cualquiera no quedaba arriba del caballo a mí también me botaron. Una vez aquí me botó un caballo que amansé yo; anduve en Puerto Montt como 8 días y cuando lo fui a traer y lo monté en pelo se pegó la corcoveada y me volteó, me sacó un hombro; lo que no me pasó en Magallanes me pasó aquí. ¿Cuánto tiempo se demoraban en la estancia para amansar un caballo? Tres meses. Yo me acuerdo que una vez un tal Ojeda, dejó una tropilla porque lo dejó un caballo y lo mordió y se fue al hospital, así que me llamaron a mí, para haber si yo amansaba esa tropilla de 10 caballos, yo le dije que sí. Habían 2 yeguas que no había quién lo amanse, pateaban por donde sea, yo tenía que tirarme bien adelante para que no me vayan a pescar con las patas pero todos los amansé; las yeguas eran muy bravas. Tuve 3 meses de pega y me pagaron 30 pesos argentinos por el amanse de un caballo, aparte de mi sueldo. En sus viajes por Argentina, ¿escuchó hablar de la huelga del año ’21? Sí, dicen que pedían mucho sueldo y no le pagaron nada y después se metieron en la cordillera chica, a mí
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distintas partes de Argentina y Buenos Aires paraban allí. Por el hotel pasaba gente importante, me acuerdo que una vez pasó el Cónsul chileno que estaba en Ushuaia, con él trabajé 3 años. En el hotel conocí mucha gente, recuerdo que recibí invitación del gobernador para compartir el palco para el desfile de los reservistas y eso que yo estaba carneando, a otro chileno no se lo ofrecieron nunca. Sabe, yo nunca conocí la cárcel, jamás y estuve como 20 años trabajando por allí. Además, sabía tocar la acordeón y cuando llegaban al hotel paisanos que eran chilenos, se iban a la cocina, entonces decía el dueño decía vamos a hacer una orquesta, mejor que esta gente deje la plata acá a que la gaste en otro lado. Llegaban paisanos aforrados en plata, que venían bajando de las estancias a remoler, a gastar lo que se tiene como buen chileno. ¿Había casas de remolienda? De remolienda no, pero un gran quilombo sí, una casa donde se va a hacer el amor con las niñas, un prostíbulo. También habían casas de baile decente, clubes, yo era músico, tuve una orquesta propia que se llamaba Quitapenas, se tocaba el bandoneón, la acordeón, el saxofón, guitarra y los cantores que eran unos chicos de Buenos Aires, se tocaba de todo un poco; tangos, boleros, bailes movidos. En los salones, lo pasábamos bien con las niñas, también tuve mi polola, la niña era muy bonita, pero mucha música y poco trabajo en la casa, así que al final no resultó. Usted me contó que se fue en 1935 y que volvió en 1948, en ese período tiempo, ¿regresó a Chiloé? Sí, dos veces. Me acuerdo que vine en un barco que era medio celoso que se llamaba “El Osorno”. Cuando vine la primera vez, estuve en mi casa un tiempo y me volví pero cuando me vine a quedar definitivo, al año siguiente me casé en 1949. Mi mujer es nacida acá en Queilen, se llama Marlene Pinto Díaz y en el matrimonio tuvimos 4 hijos; uno falleció cuando tenía 15 años, él se llamaba Braulio Heriberto, los otros se llaman Mario, Gladis y Angélica. ¿Le sirvió en su vida su estadía en la Patagonia? Sí, mucho porque aprendí a copiar muchas cosas de los extranjeros. En primer lugar, el respeto y el ahorro. Sabe, no fue mi caso, pero a la mayoría de nuestra gente la trataban mal, por falta de cultura, a los que se portaban bien y trabajaban a esos los cuidaban. El obrero era mal pagado y muchos eran despectivos con el chilote, allá en Argentina un chileno era considerado como de segunda categoría. Yo fui de otra laya en todo este sentido, me inscribí en la biblioteca y me gustaba leer, era más preparado y eso me sirvió. Me olvidé de consultarle, ¿cómo era el penal de Ushuaia y qué tipo de vestimenta utilizaba el paisano que trabajaba en las estancias? El penal era una ciudadela guardada de alambre, había cancha de fútbol, hospital y de todo. Cuando uno se enfermaba de gravedad lo llevaban al hospital del penal. Los Domingo los penados jugaban al fútbol y a veces invitaban a la gente del pueblo. En cuanto al trabajador de estancia se vestían con cueros, se hacían botas de las patas de los animales vacunos que le llamaban taloneras, usaban espuelas y rebenque, bombacha oriental; si el chileno es muy copiador, usaba pañuelo al cuello, boina, sí habían chilenos que parecían más correntinos que los propios argentinos. En una palabra como avergonzándose de ser chilenos. ¿Por qué se decide regresar? Porque mis hermanos se fueron todos de acá y las cosas se fueron quedando tiradas y mi hermana me dijo que la casa estaba cayendo, que nuestros pocos bienes lo podían ocupar otros, entonces yo dije lo que mi padre trabajó no se puede perder. Entonces, até mis pilchas y me vine, a pesar de que me habían ofrecido terrenos, querían que me haga argentino. Me acuerdo que el gobernador me dijo una vez, por qué no se queda acá, aquí están repartiendo parcelas, hágase argentino, tráigame la carta y le dejamos un pedazo de tierra. Yo le dije: _Amo mucho a Argentina, porque también se quiere la parte que le da de comer, pero yo soy chileno y amo mucho a mi país y a mi familia y no puedo. Además don Braulio usted es chilote. Sí a mucha honra. Don Braulio, le agradezco por el tiempo que me ha brindado para esta entrevista. No sé si le gustó. Muchas gracias. Qué agradece.
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me lo mostraron, allí los engañaron y los mataron, vino un regimiento de Buenos Aires con un tal Coronel Varela. Cuando cruzamos la cordillera con un tal Díaz, él nos mostró donde hay hartos enterrados, eso fue en la provincia de Santa Cruz, en la estancia Anita empezó la huelga del lago argentino para arriba. ¿Murieron muchos chilotes? Muchos, muchos; allí donde yo le digo no sé cuántos habrían sepultados, pero en la estancia Anita fue la matanza más grande, murieron muchos chilotes. El lugar que nos mostró Díaz es un valle pero rodeado de monte y para arriba cordillera, había cruces, ahí estaban enterrados los fusilados, esto fue en el año 1942. Mire, la estancia donde yo trabajaba tenía una sección lejos que se llamaba San Antonio y para acortar el camino pasamos por ese lugar donde estaban las tumbas, uno pasa nomás qué le va hacer estaban los palos cruzados. ¿Qué otros recuerdos tiene de la época en que fue puestero? Los inviernos eran muy duros, había mucha nieve, para ir al pozo de agua, había que abrir el camino con pala por lado y lado; los animales quedaban debajo de la nieve porque el animal aguanta muchos días debajo, hacían unos agujeritos donde salía el resuello, cuando se va la nieve uno encontraba animales muerto. Otra cosa que le voy a contar es que donde estuve en el puesto yo mataron a un hombre, un tal Vivar fue el que lo mató, se fue de a pie de un puesto al otro para matar a una persona de apellido extranjero que estaba en el puesto, esto había ocurrido varios años antes que yo llegara, pero yo nunca sentí nada raro. Otra historia es que conocí unos cuatreros, gente que se dedicaba a robar animales, había un tal Cárdenas que era de Dallico; una noche llegó con un caballo que había ido a robar a otra estancia acollerado en la noche, uno tenía que darle alojamiento porque o si no le podían hacer cualquier cosa, el hombre andaba con un revólver y cuchillo en la cintura, el facón que le decían. El hombre robaba caballos en Argentina y los traía para Chile, para esa parte de Natales para afuera, robaba de a poco; de a 3 de a 2 y lo iba vendiendo, después fue un conocido porque supe que era de por acá, era uno alto, conmigo era buena persona, a veces pasaba cada 3 o 4 meses y hacía la cruzada, era fácil cruzar a la maleta. ¿Qué hacían en las tardes después del trabajo en las estancias? Se jugaba a la dama, a la escoba, al truco que es un juego que se juega con naipes españoles, se jugaba con versos, también se tomaba mucho el mate amargo. ¿Le sirvió la experiencia de haber trabajado en Argentina? Sí, mucho. Aprendí a trabajar en muchas cosas; en riendas, en bozales, en lazos que hacía con cuero de vacuno que sobaba bien. También aprendí a tejer, a veces lo echo de menos pero qué le vamos hacer. Si volviera a ser joven ¿regresaría al puesto? Sí, desde luego volvería. Gracias don Chima por contarme sus historias. Gracias a usted, perdone lo poco nomás.
José Moisés Guaiquil Milllalonco
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FARO TRES CRUCES, CHACAO VIEJO COMUNA DE ANCUD 70 Años
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a las doce, unas buenas jarradas. ¿Se servía vino? No, estaba prohibido, había zona seca, se prohibía por las peleas y sabe que, pasaba el zepelinero en la noche, él que llegaba a vender el trago a escondidas, ese andaba con 5 o 6 caballos cargados con trago, vendiéndote a ti, entonces gos compras si tienes plata, si no se da un cheque o se le pedía plata al patrón, pero no se le iba a decir que era para comprar trago, entonces se iban reuniendo y algunos compraban grapa, vino, ginebra y dale nomás, todos tenían su guardado, claro que después se armaba la mocha. Si esas estancias donde yo anduve eran tremendas de grandes, como le dije, eran de los Menéndez, dicen que cuando llegaron fueron matando a los indios que allí vivían, los tehuelches porque esos indios mataban guanacos y después cuando llegaron las ovejas le llamaban el guanaco blanco y también lo comían, si esa gente no hablaba castellano, contaban que los Menéndez le dieron armas a algunos para que maten a los indios. Los Menéndez traían de todo, venían del extranjero, me acuerdo que tenían unos tremendos caballos frisones que había que colocarle herradura número 4. Cambiando de tema, ¿hace cuánto tiempo llegó al faro Tres Cruces? Hace como 30 años, pero este faro no era así, había otro que se fue abajo, después otro que sacaron, acá al lado del faro actual estaba la casa del farero, aquí vivió David Toledo que era de Lebu, él era el farero, ese hombre hizo hartas cosas acá, éste de ahora estará unos 25 años. ¿Cómo es la vida en este sector? Difícil, yo trabajé en la pesca de jureles, a unos 200 metros, se pescaban con lienza y en los 3 anzuelos se colocaba un hilado colorado, después vendíamos los pescados con mi vieja. Hoy ya no tengo bote, así que no me dedico a la pesca, como yo vivo cerca del faro, cuando no funciona bien y se queman las luces, yo voy avisar a Chacao y después avisan a Puerto Montt y de ahí vienen a arreglar el faro, yo tengo las llaves. Es automático, se apaga solo y se prende solo cuando llega la noche. De este lugar donde vivo, veo la Isla de Tabón, la Isla de la Lagartija y la Punta de Chayahue y de un poco más allá se puede ver hasta Calbuco. Muchas gracias don José por recibirme en su hogar. Gracias a usted también.
Aysén, década del '40. (Fot. Archivo Provoste)
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Futbolistas en la estancia María Behety. 18 de febrero de 1939. Agachado tercero izq. a der. Sr. Luis Báez.
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26 Comparsa de esquila en la estancia San Jerónimo, década del 90. (El segundo de izq a der. Sr. Domiciano Triviño)
Jaime Andrade, esquilando en Gallegos, década del '80. (Fot. Sr. Bernardino Andrade)
Sergio Hernán Cárdenas Ulloa
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TEHUACO, COMUNA DE DALCAHUE 60 Años
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Don Sergio, ¿usted nació en este sector? No, yo nací en Dallico. Mi papá se llamaba Eudulio Cárdenas y mi mamá Florentina Ulloa Vidal, fuimos 8 hermanos, en la actualidad hay uno fallecido, yo soy el mayor de los hermanos. Cuando éramos niños vivimos en Dallico con mis padres y después nos fuimos a Puerto Natales, yo tenía 6 años cuando mis padres se fueron a Magallanes. ¿Por qué se fueron sus padres? Porque ese tiempo era difícil la vida acá, allá era más fácil vivir, entonces nos fuimos junto a dos hermanos más chicos, en ese tiempo éramos tres. Claro que estuvimos 2 años porque a mi mamá le hizo mal el clima y tuvimos que devolvernos. Mi padre fue viajero de toda su vida, allá trabajaba en las estancias, los dos viejos ya están fallecidos, mi mamá hace como 20 años y mi viejo hace unos 7. ¿Los extraña don Sergio? Ah sí, por supuesto, los padres siempre se extrañan, aunque uno sea viejo siempre le hacen falta. ¿Cómo era su viejo? Era trabajador, una persona alegre, buen padre, siempre nos aconsejaba, gracias a él somos nosotros lo que somos hoy en día, personas de trabajo nomás. ¿Qué hicieron cuando llegaron a Natales? Mis padres compraron una casa, parece que mi viejo tenía el negocio preparado porque como él viajaba todos los años, ya conocía, yo anduve en la escuela de Natales, allí aprendí las primeras letras y el silabario, en la escuela de los curas, pero me acuerdo que primero llegamos a la casa de unos tíos, ahí estuvimos como un mes y después nos fuimos a nuestro hogar, era una casa grande con un techo a cuatro aguas, como las que se hacían antes, tipo las casas de la Compañía Explotadora. Después se vendió y nos vinimos a Chiloé, tenía 8 años. Como le conté mi madre no se acostumbró y después falleció mi abuelo y como la abuelita quedó sola eso también incentivó para volver. Don José, de regreso en Chiloé, ¿ingresó nuevamente a la escuela? Sí acá en Tehuaco, anduve hasta 4º año y después en Quetalco anduve hasta el 6º básico, en la escuela de Tehuaco éramos como 40 niños, si antes habían más niños que ahora, hoy ya no hay gente joven en los campos, se van a la ciudad y no sé lo que va a pasar con las siembras el día de mañana porque ninguno aprende nada, los que vienen más atrás, no siembran verduras, no siembran papas, no sé lo que va a pasar después. Bueno, volviendo a lo de la escuela mi primer maestro en Tehuaco fue don Teodolfio Ojeda y abajo en Quetalco me acuerdo de mi profesor César Gómez, después no seguí estudiando porque no habían medios para irse a la ciudad, la vida era muy difícil en esos años, no como es ahora, en esos años no había camino y uno tenía que andar hasta la cintura del barro porque todo se corría de a caballo o de a pie. De aquí para ir a Dalcahue se andaba todo el día, medio día para ir y medio día para volver y además había que esperar la marea porque nos íbamos costeando y nos botábamos en Quetalco. De Quetalco a Dalcahue de a caballo se demoraba unas 2 horas, de vuelta se llegaba de noche. Después de la escuela, ¿se dedicó a ayudar a sus padres en las labores del campo? Claro, de chiquitito uno empezaba a trabajar en el campo, en ese tiempo se sembraban papas, trigo y avena y después estaban las huertas que hacían las mamás. Hoy don Sergio, ¿se siembra trigo? No, no se siembra trigo, ya se perdió la tradición, no sé por qué será, dicen que el trigo ya no da. A lo mejor es cierto, lo que pasa es que yo recién vengo llegando de vuelta, estuve muchos años fuera. Don Sergio, ¿dónde trabajó su papá en Magallanes? En estancias de Chile y Argentina, donde encontraba pega nomás, él hacía de todo, amansaba, trabajaba de a caballo, esquila, ovejero, lo que venga nomás en el campo. Y usted, ¿por qué se fue a viajar? Por la misma necesidad, si aquí no había donde ganarse un peso, se vivía de lo que uno producía y si no se vendía no había de donde sacar. Mire, yo anduve a pata pelada hasta los 15 años, que fue la edad en que me fui, pero a los 14 ya me había ido con mi padre a trabajar a Punta Arenas, me fui de vellonero en una cuadrilla, una comparsa que llevaba don Manuel Hurtado de Dalcahue. En ese primer viaje, nos embarcamos en Puerto Montt, pero a Puerto Montt no me acuerdo si me fui en la motonave Río Backer o en el barco “El Taitao”. Recuerdo que yo le dije a mi viejo que me lleve, si yo mismo me había conseguido la pega con don Manuel en Dalcahue, ese hombre está fallecido hace muchos años. En Puerto Montt, nos embarcamos en el barco “El Navarino” y nos fuimos a Punta Arenas.
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¿Qué pasaba por su mente en ese primer viaje? ¡Uh! puras aventuras nomás, piensa en llegar y ganar plata. ¿Conocía el tipo de trabajo que se desarrollaba en las estancias? Un poco, porque mi padre ya me había explicado la función que cumplía un vellonero, así que allá no me costó nada. Recuerdo que en la pasada del Golfo de Penas todo el mundo se mareó, pero en esos años era peor porque uno viajaba en bodega, amontonados como perros ahí, ¡claro!, si había que armar su cama en cualquier parte y entraban de 80 a 100 personas en cada bodega del barco y en el golfo cerraban las bodegas y abajo ¡juee! por los vómitos era una asquerosidad, no era un viaje placentero, pero había que hacerlo porque no había otra posibilidad. En esos años casi no habían ni aviones y el pasaje en línea aérea era muy caro, no estaba al alcance de las personas como uno. En ese viaje mi papá tendría unos 42 años, todavía era un hombre joven. ¿Qué le pareció la ciudad de Punta Arenas cuando llegó? Es bonito, yo no conocía Punta Arenas, mi papá ya lo conocía y tenía a donde llegar, estuvimos donde un pariente y de ahí nos fuimos a la esquila a Tierra del Fuego a la estancia Caleta Josefina. ¿En qué se fueron, don Sergio? En una barcaza de Punta Arenas a Porvenir y después en camiones, nos íbamos en la carrocería encima de las pilchas que iban debajo; las pilchas eran unas frazadas, una que otra maleta, una lona y una bolsa para el que no tenía maleta. ¿Cómo era la estancia donde llegaron? Era un establecimiento tipo un pueblito, era grandísima si antes ahí trabajaron como 300 personas, era como un pueblo. Los administradores eran gringos, ingleses, pero la mayoría de los trabajadores eran chilotes. ¿Cuándo empezaba la temporada de esquila? Se empezaba en Diciembre y esa vez estuvimos hasta Febrero con la comparsa. Don Sergio, ¿se acuerda de los nombres de sus compañeros en su primera comparsa? Sí, me acuerdo de varios. De Quetalco Eliecer Aguilar y su papá José Aguilar, don Pedro Santana con su hijo Jorge que trabajamos de vellonero en una temporada. El vellonero recogía los vellones que van dejando los esquiladores; el esquilador va esquilando, sacándole la lana a la oveja y deja un solo vellón de lana, ese lo recoge el vellonero y lo lleva a una mesa donde lo empaquetaban y lo llevaban directo a la prensa donde se hacían los fardos de lana. En la primera comparsa, ¿Quiénes eran los buenos esquiladores? En ese tiempo era don Pedro Santana el mejor esquilador, también estaba el finado Amado García de Rilán, ellos pasaban de 200, 250 y más ovejas esquiladas, todo dependía de los animales, habían estancias con animales más pesados y otros más livianos. Los pesados son más grandes y tienen más lanas por eso en el día se esquilaban menos. En el trabajo mío se ganaba poco, pero mi viejo como esquilaba ganaba mucho más. ¿Qué pasó el año siguiente? Me volví a ir en otra comparsa con el mismo contratista pero me fui solo en el barco “El Osorno”, era un buen barco pero muy rolador, como era alto se movía mucho con las olas era como una cuna en el Golfo de Penas. No me fui con mi viejo porque mi papá también se fue de viaje, pero a la zona de Río Gallegos en Argentina y yo a Tierra del Fuego a la estancia Caleta Josefina y a Río Chico. Como era cabro chico ese tiempo volví a la pega de vellonero pero en esa vuelta aprendí a esquilar. ¿Quién le enseñó a esquilar? Bueno, todos los esquiladores que andaban en la cuadrilla enseñaban, así que uno iba a cualquiera de ellos y le enseñaba, pero era mejor que le enseñara uno solo porque cada uno tenía su manera de enseñar, entonces costaba un poco. Don Pedro Santana me enseñó harto y con el finado Amado García aprendí más. La esquila comenzaba a las seis de la mañana y a las ocho se iba a desayunar, chuletas y porche de ahí empezaban de nueve a diez y media, se descansaba un cuarto de hora y se trabajaba de diez cuarenta y cinco a la una, a esa hora se almorzaba y luego se empezaba a las dos de vuelta y se paraba a las tres y media y se continuaba de tres cuarenta y cinco a las cinco horas y después de cinco y cuarto a seis y media. El trabajo suyo, ¿era una labor de mucho esfuerzo físico? No, para un cabro no es pesada la pega, de vellonero no es pesado, ahí lo que tiene que hacer es rápido nomás porque un vellonero atendía a 3 esquiladores y para atender a 3 esquiladores había que correr todo el día, si no lo iban acachando. Dicen que el trabajo del esquilador era muy sucio. Sí, cochino, es verdad. Salen engrasados enteros en la tarde, con
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Orlando Vera Vera RAHUE, COMUNA DE CHONCHI 69 Años.
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Don Orlando, ¿usted nació en Cucao? No, nací acá un poco más al sur, en Rahue, mi padre se llamaba Miguel Segundo Vera Icartes y mi madre Sulema Vera Velásquez. Mis padres fueron de este sector pero parece que sus mayores venían de ese lado de Osorno. Nosotros fuimos diez hermanos, ocho hombres y dos mujeres, mi hermana mayor está fallecida los otros están vivos, la mayor parte de ellos está en la República Argentina, en Comodoro Rivadavia, Caleta Olivia, Pico Truncado, desparramados en diferentes partes y se quedaron definitivamente allí, ellos se fueron después del terremoto de 1960, el terremoto fue en Mayo y ellos se fueron en el mes de Agosto. ¿Dónde estudió usted? En la escuela de Cucao aprendí las primeras letras, estamos hablando más o menos de 1948, allá estuve hasta el 4º o 5º básico y después me dieron la oportunidad de estudiar en Castro en la Escuela Superior Nº 1 donde estuve un año y medio más o menos. Llegué al 6º, pero no lo alcancé a terminar, tuve unos problemas en la casa donde viví y me tuve que regresar a Rahue a trabajar con mis padres. Me acuerdo que en Cucao el profesor que más tiempo tuve fue don Agustín Gallardo, todavía vive don Agustín, en la Escuela Nº 1 me acuerdo de mis profesores Dante Montiel, Mario Uribe, César Vera y de otros ya no me acuerdo, de ellos aprendí mucho. ¿Cómo era Villa Cucao antes de 1950? En Cucao había un pequeño camino, ni siquiera ripio, con mucha agua y barro, se podía ver una pequeña corrida de casitas, la mayoría de las casas estaba al borde del río y la iglesia estaba un poquito más retirada. Desde Rahue para ir a Cucao lo hacíamos de a pie o muchas veces de a caballo, para ir al colegio lo hacía caminando porque yo me iba todos los días y me demoraba como dos horas según calculo porque en esos años no se usaba reloj, nos íbamos caminando por la playa, era una playa diferente a lo de hoy, tenía como un kilómetro de la playa hacia los cerros, hacia los montes; eran playas de pura arena, no se encontraba ninguna piedra. Hoy, la playa de Rahue tiene muchas piedras y esto vino después del terremoto. ¿Cómo eran los viajes de Cucao a Villa Huillinco? A mí me tocaron muchas dificultades en esos viajes cuando uno iba a Huillinco para seguir rumbo a Chonchi o a Castro, se viajaba en bote a remo o bote a vela cuando había viento favorable para cruzar los lagos Cucao y Huillinco. El viento favorable para llegar a Huillinco era el Norweste y también servía el travesía. Para el regreso servía el Este o el Norte, claro que estamos hablando de una embarcación a la vela. A remo un viaje con suerte demoraba cuatro a cinco horas eran botes más o menos pequeños y cuando habían dificultades y viento en contra se quedaba una noche y a veces hasta dos noches acampando en la orilla de los lagos o en alguna casa conocida. En esos viajes tuvimos varias dificultades, me acuerdo que una vez nos pilló un temporal muy fuerte que nos llenó el bote de agua, casi nos hundimos y tuvimos que salir a la costa y nos tuvimos que quedar en la casa de un conocido esperando que calme el viento y hasta el otro día tuvimos que regresar a Cucao. Muchas veces acompañé a mi mamá en estos viajes. ¿Por qué motivo viajaban al pueblo? A comprar víveres a habilitarse para el invierno porque acá las cosas eran más caras, así que las mercaderías había que comprarlas afuera, uno llegaba a Huillinco y tenía que partir a Chonchi caminando y a veces arrendaba una carreta en Huillinco para traer las provisiones. Con suerte un viaje a Chonchi se podía hacer en el día y los botes siempre esperaban el regreso de la gente para llevarla de vuelta a Cucao. En esos años tenía bote don Pedro Llaipén y don Julián Chodil de Cucao, en Huillinco estaba el bote de don Valentín Cuyul, después llegó un bote motorizado de una persona que vino de afuera que se llamaba don Pedro Ibarra, el bote a motor demoraba una hora o una hora y cuarto, pero dependía también del viento. En aquel tiempo había una pequeña huella a Cucao, pero el viaje se hacía por el lago. Muchas veces cuando sacamos tropillas de animales hicimos el viaje bordeando los lagos, esos animales lo traíamos del fundo Quilán que era de don Otto Zarh, él era un hombre bastante amable, bueno, compasivo con las personas y trataba muy bien, era corpulento y alto. En un principio don Otto traía animales vacunos de Aysén y también de Osorno, luego los engordaba y los sacaba de Quilán, lugar que queda al sur de
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un poquito tarde en Cucao y llegué oscuro en mi casa que estaba en Pirulil cuando yo ya estaba casado, más o menos a las ocho de la noche en tiempo de invierno vi una luz hacia el sur, hacia los montes que iba muy rápida, llegó a una determinada parte que era una pampa y se instaló en el lugar como enfocando como intermitente, de repente se elevó derecho hacia arriba como a 30 metros de altura y se tiró a otra esquina de la pampa y después volvió al mismo lugar pasando sobre los montes, a la tercera vuelta que estaba haciendo esa luz fui a la casa a contarles lo que había visto, podía ser brujo o no sabía lo que podía ser, cuando llegamos a verla ya no estaba la luz y en eso cuando habían pasado unos 15 minutos nos fuimos a la casa. Estábamos en la casa cuando empezaron a gritar los pájaros, los frailes que son bien chillones y nosotros salimos y vimos una pequeña luz llegando muy cerca de la casa, pero era como una lumbre de una linterna chica, una lucecita muy pequeña, ahí yo no me aguanté más y le disparé con el rifle un par de tiros como para ver qué pasaba, mire, ¿sabe usted? a los dos o tres días cuando viajamos para Cucao, encontramos a una determinada persona y esa persona no nos habló, eso que éramos íntimos amigos, nosotros dijimos: _¡Este es el tipo! Yo pienso que él pudo ser por la reacción que tuvo y porque al hombre le corría la mentá, me acuerdo que cuando nos vio trató de ocultarse, siempre me va a quedar la duda pero él pudo ser, hoy el hombre está fallecido. Siempre hay de estas cosas, mi señora recuerda que cuando era niña chica llegaba gente a su casa a dar vueltas por afuera y nunca golpeaban la puerta, ellos eran niños chicos y se escondían porque siempre la gente conversaba de los brujos, ellos se quedaban calladitos y sin chillar, su hermana mayor tenía 15 años. Siempre hay historias, una vez me dediqué a los entierros porque dicen que el antiguo ocultaba sus tesoros, con doña Lucerina Vera muchas veces estuvimos escavando porque ella decía que veía arder en la tierra y eso es señal de entierro, yo, de verdad nunca vi nada, pero lo que pasa que a doña Lucerina la gente le hacían picardías, le prendían papeles, parafina o bencina cerca de su casa y ella se convencía que era entierro y al otro día partía a cavar, a mí me buscaba pero nunca encontramos nada. Mi cuñado Carmelo Vera cuenta que una vez vió lo que le llaman ‘El Espíritu Celeste’ cuando tenía como ocho años, es una niña chiquitita que pasó corriendo por un roce que tenían recién quemado, recién había apagado el fuego y llegó este ser y se metió en un montón de madera que había y ahí se perdió. Él se fue a ver por la novedad, movió todos los palos y no vió nada, dice que le vino como un escalofrío, tuvo un susto y salió arrancando por la pampa, esto fue en Pirulil. Decían que este espíritu era un espíritu vivo que se deja ver como niño chico, dicen que al hombre el espíritu lo deja ver de niñita y a la mujer de un hombre chiquitito. Por estas cosas es que dicen que aquí en esta costa hay muchas historias porque también en la Punta Pirulil está hundido “El Laura” y por Estero Bonito cerca de la playa de Catiao dicen que está “El Canowe”, me acuerdo que acá en Pirulil bajaron unos buzos y sacaron partes del letrero que tenía el barco y también parece que unas claraboyas, dicen que El Laura todavía conserva su esqueleto casi completo, pero no se atrevieron a meterse adentro. ¿Conforme con su vida? De todas maneras estoy muy conforme con mi vida, pese a los golpes, el sufrimiento y el sacrificio estoy bien y me siento bien, por lo menos, conocí toda la costa del lugar donde yo nací y de historias no me van a contar los que vivieron antes y los que van a venir después, mientras yo viva nadie me va a contar las historias porque yo las conozco, sé cómo es esa vida. Me acuerdo que una vez me pasaron a buscar unos rusos que andaban buscando una papa silvestre que se produce en la playa y me buscaron a mí como guía o conocedor, quedamos de acuerdo que me iban a pasar a buscar cierto día y en la playa de Cucao aterrizaron con un avión y el piloto era don Samuel Ulloa. Después volamos hasta la playa de Hueñocoihue y aterrizamos con mar bajo, de primera estuvo un poco difícil porque habían muchos troncos en la playa pero como era buen piloto don Samuel aterrizó sin problemas, de ahí nos fuimos caminando hasta la playa de Esmeralda donde estaba la papa que los rusos andaban buscando, demoramos dos días, los rusos eran buenos para
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caminar y de estatura regular, lo bueno fue que encontramos la especie que andaban buscando. Ellos llevaban un papel con las preguntas y respuestas escritas, me preguntaban cuando íbamos a comer y yo le contestaba con señas, parece que la papa que buscaban era para hacer estudios, me acuerdo que a los dos días llegó el avión y nos fueron a buscar. No me recuerdo cuánto pero me pagaron muy bien. En otra oportunidad me tocó hacer otro viaje, casi la misma historia pero fue con unos peruanos, ellos me habían hablado a mí, pero después llevaron a otra persona que se llamaba don Candelario Reyes, el hombre era un veterano que no veía mucho, a veces ni siquiera con sol y cuando estaba nublado menos veía. Resulta que ellos bajaron a la playa y no pudieron continuar el camino, se perdieron y tuvieron que venirme a buscar a mí, ellos también andaban en avión, al hombre lo dejaron allá, en un principio no me quería ir, pero después me fui con los peruanos. Al hombrecito que habían buscado prácticamente tuvimos que llevarlo de la mano hasta la playa donde habíamos estado con los rusos. A don Candelario tuvimos que dejarlo en el monte y después a la vuelta pasarlo a buscar. Los peruanos también pillaron la especie de papa silvestre que andaban buscando porque allá en Esmeralda era abundante, había de dos variedades, pero lamentablemente en esa oportunidad encontramos una papa colorada solamente, esto fue como en 1970, según ellos era una papa indígena que se daba en forma natural. Yo, en realidad, he viajado mucho por la costa, incluso en lancha me he ido hacia el sur para buscar oro en las playas, en viajes más o menos largos, así he pasado gran parte de mi vida. Muchas gracias don Orlando. Para eso estamos, para aportar algo. Gracias a usted por recibirme en su hogar.
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José Eliseo Becerra Millapichún DETIF, ISLA LEMUY COMUNA DE PUQUELDÓN 77 Años.
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Don José, ¿usted nació en Detif? Sí, en este sector en Enero de 1932, mi papá se llamaba Clodomiro Becerra Haro y mi mamá Balbina Millapichún Alvarado, ellos eran de acá de la isla de Lemuy. Mis padres se dedicaban a la agricultura porque no había otra cosa que hacer, se dedicaban a la papa, al trigo que ahora se perdió porque ya no se siembra trigo para este lado, lo que pasa que con los años el tiempo cambió, hay más lluvia y el trigo se perdió. ¿Dónde estudió? En la Escuela que hay al lado de la Capilla de Detif, yo cursé hasta 3º Preparatoria, había más estudios, pero yo salí antes a trabajar, tenía un hermano que había salido, así que seguí sus pasos. Él se fue a viajar el año 1932, pero no volvió, se quedó por allá en Argentina, él se llamaba Clodomiro al igual que mi papá. Nosotros fuimos cuatro hermanos, hoy tenemos dos fallecidos. De mi época de escuela me acuerdo del maestro Flavio Garay que fue de Puqueldón, muy buen profesor, él me enseñó a leer y a escribir. ¿Su padre también fue viajero como su hermano? Sí, mi papá anduvo viajando para el norte para esos lados de Calama, Antofagasta, ahí trabajó en las minas y después que se vino del norte anduvo para Magallanes, trabajó para el lado de Punta Arenas, en San Gregorio y Punta Alta en la Compañía Explotadora. Mi hermano que también fue viajero, anduvo para ese lado de Santa Cruz en la República Argentina, parece que trabajó en la estancia Los Granaderos, estamos hablando más o menos del año 1952. Después anduvo por otros lados, trabajando en una Compañía que se llamaba Darwin, allí falleció mi hermano, esa Compañía tenía una hacienda de ganado lanar, creo que como 60.000 animales, estamos hablando del lado argentino cerca de San Julián como a 20 kilómetros más o menos, él se fue el año que yo nací, me contaban que antes anduvo para el norte y después se fue para la Argentina, lo que pasa que para esos lados de la Patagonia había mucha libertad, es otra vida y en esos años que entré yo uno se iba de una estancia a otra, andaba trayendo sus caballos y sus perros y carneaba un animal donde usted quería, bastaba con dejar colgado el cuero del capón en un alambre y con eso le bastaba al estanciero. Uno carneaba para su consumo y para darle de comer a sus perros, si por ahí lo pillaba la noche, tiraba sus pilchas y alojaba en cualquier parte. Después se iba a otra estancia a buscar trabajo y así continuaba la vida; ahora, en estos tiempos, si usted carnea un capón lo meten preso, todo eso se terminó, nosotros nos sentíamos hombres libres trabajando en la Patagonia, allá me gané la plata, ya no extraño esa vida porque estoy de vuelta en mi casa con mis hijos. A mi hermano yo lo conocí allá porque él me mandó a buscar por eso salí a viajar. Mire, lo que sucedió fue que mi fina’o padre trabajó en un frigorífico en Santa Cruz donde yo también trabajé después. Allá en Santa Cruz mi viejo se juntó con mi hermano y él me mandó a buscar. ¿Cuándo salió a viajar por primera vez? Cuando salí a viajar por primera vez tenía 16 años, nos fuimos cinco compañeros de acá del sector y llegamos a Coyhaique, me acuerdo que llevaba 300 pesos en el bolsillo que me había dado mi papá, en esos tiempos era plata. De acá, recuerdo que nos fuimos en un barco que se llamaba “El Trinidad”, era un barco viejo que había, nos embarcamos acá en la isla, en Puqueldón y nos fuimos para Aysén donde desembarcamos. El viaje estuvo bueno porque no había tiempo malo, me acuerdo que fue en el mes de Septiembre, en el barco viajó cualquier cantidad de gente de Chiloé, uno tenía que tirar sus pilchas en el pasillo. Algunos de mis compañeros de viaje ya están muertos, pero me acuerdo de Julio Silva, Antonio Antiñanco que está en Chonchi y del amigo Remolcoy. En Puqueldón nos embarcábamos en bote porque habían fleteros que a uno lo llevaban al barco. Me acuerdo de ‘Pecho de Cobre’ que era uno de los fleteros más conocidos en Puqueldón. El pasaje en el barco parece que costaba 50 pesos, más no era, así que en Aysén alojamos una noche y después nos fuimos para Coyhaique porque en la gobernación había que hacer un montón de papeles para pasar a Argentina y ya estábamos cerca del 18 de Septiembre. Como yo era menor de edad no me aceptaron porque me faltaba el permiso de los padres, así que decidí irme a cruzar la frontera a la maleta, a escondida de la policía y más encima caminando. Con mis compañeros salimos de Coyhaique, y a Balmaceda
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suerte a mí y me dijo: _A usted le va a pasar esto y esto otro, a usted le pasó tal cosa por donde anduvo y ahora en dos meses más usted se va a quebrar un brazo, acuérdese, va ser el brazo izquierdo ¡Puta! yo la quedé mirando y por eso digo que las gitanas adivinan, cuando llegamos a la estancia el patrón me dijo: _No salgas a la esquila, quédate acá en la estancia yo te voy a pagar bien. Así que para ganarme unos pesos más pesqué un caballo y salí a correr los chulengos, los guanaquitos nuevos, en ese tiempo tenía buen precio el cuero, así que en un piedrero donde venía galopando, me caí y me quebré el brazo izquierdo lo mismo que me había dicho la gitana, estaba solo y me quedé un rato tirado un poco reventado por los golpes y cuando me levanté después de unos 10 minutos donde estaba todo acalambrado se me fue el brazo para atrás, me di cuenta que me había quebrado, sentí un tremendo dolor y con el pañuelo del cuello me amarré el brazo y me fui caminando para la estancia. Me acuerdo que el encargado de la estancia Las Bayas, que queda afuera de San Julián era Rutilio Macías de Chonchi y entonces había otro hermano que vio de lejos una sombra y dijo: _¡Che! a Becerra le ha pasado algo. Así que cuando llegué le dije que me había quebrado y el patrón no estaba, entonces el muchacho fue a otra estancia que quedaba como a cinco leguas para buscar movilización, porque San Julián quedaba como a cincuenta leguas, el hombre llegó en la tarde y dijo: _Hoy no vamos a salir con el cacharro. Porque me acuerdo que tenían un Ford T, así que a la una de la mañana llegó el patrón y le contó Rutilio que me había quebrado, el patrón bajó en seguida y me dijo: _Nos vamos en seguida al pueblo. Como a las seis de la mañana llegué al hospital, me atendió un doctor que era conocido del patrón, me tiraron el hueso, ¡que dolor más grande!, luego me pasaron a enyesar, esto fue en Diciembre ¡imagínese!, me enyesaron el brazo y una parte del pecho, en total estuve 42 días enyesado en pleno verano, ¡hay! qué sufrir Dios con la tremenda comezón que daba el yeso, en esa vuelta sufrí mucho y siempre me acuerdo de la gitana. En otra oportunidad, realicé un arreo de animales con mi hermano y otro compañero para el Frigorífico de San Julián que era Swift de La Plata, llevamos como 1.500 animales y eran 22 días de arreo con animales que sacamos de la estancia San José, La Mata y otras más, entonces había que rondar los animales a campo abierto donde habían zanjones para que se acomoden los animales porque no habían corrales y había que cuidar el piño porque tenían que llevar todas las ovejas, recuerdo que había unas pampas largas en la estancia La Cecilia y una noche me tocó efectuar la primera ronda -porque hacíamos tres turnos-, entonces ahí vi lo que le nombraban ‘la luz mala’ en Argentina. Bueno, yo fui a despertar a mis compañeros y les dije: _Viene un camión alumbrando y va a espantar la hacienda, va a espantar a las ovejas. Venía una luz finita, entonces me dijeron esa es ‘la luz mala’ que se ve acá y yo cresta digo: _Pero es un camión. Cuando venía cerca desapareció, terminó y todos los arrieros ven en ese lado lo que le llaman ‘la luz mala’, unos dicen que son osamentas que arden, pero las osamentas a dónde van a correr tanto, pero no sé, no sé, pero la mayoría de los arrieros veían eso, unas luces como de foco de camión. Después otra historia que le voy a conversar, me lo contó un estanciero y fue el año 1950, me contó que fue más o menos en el mes de Octubre cuando una mañana se levantó temprano, parece que fue en la estancia Los Claveles y dice que en una pampa plana cerca de la estancia vió una cuestión redonda, que aterrizó una cuestión redonda, ¡bueno ahí está!, contaba que de repente él lo quedó mirando y desapareció. Fue a mirar donde estuvo la cuestión redonda, dicen que le dicen los platillos voladores y el lugar estaba todo quemado el pasto, entonces el hombre se fue a San Julián y dice que los policías le dijeron que estaba quedando loco, el hombre les dijo vayan a mirar donde estuvo el aparato, él contaba que los policías fueron y encontraron que en todo el alrededor donde estuvo quemó todo el pasto, entonces, algo tiene que haber. Bueno, un recuerdo con mi hermano que falleció el año 1985 en Argentina. ¿Cuándo se regresó definitivamente a Chiloé? A Detif me volví el año 1973 y después hacía unos viajes a Coyhaique esquilando para la Compañía Baño Nuevo, que era una
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estancia de 42.000 animales, allá iba a estar dos meses para la temporada de esquila. Me iba por mi cuenta y después como me tuvieron confianza yo les llevaba la gente para esquilar, en eso estuve como tres años y después no me gustó. Recuerdo que el administrador era de por ahí de Valdivia, era buena gente, pero nosotros reclamamos por las comidas, él no tenía la culpa porque hay una persona que entrega la carne y me acuerdo que llegamos un día a las chuletas, porque allá el café es a las cinco y media y a las seis de la mañana cuando toca la campana hay que estar en el galpón trabajando, así que las chuletas se dan a las ocho de la mañana y en esa oportunidad nos presentaron de comida unos huesos, entonces la gente ¡se paró de manos! y como yo llevaba la comparsa les dije que iba hablar con el administrador, entonces justo estaba él, parece que era de apellido Palma y yo le expliqué que vaya al comedor a ver lo que estaba pasando, yo le dije: _ Estas no son chuletas, son unos huesos, nosotros no pretendemos que nos den huevo frito, pero basta que sea unos bifes o un asado. La gente no va a trabajar por esto, vamos hacer huelga. El hombre me dijo: _Becerra si ahora el cocinero le prepara algo y se trae la otra carne, ¿van a ir a trabajar? Yo le contesté: _Por supuesto, nosotros vinimos a trabajar, no hacer huelga. Me acuerdo que andaba un amigo de acá don Romilio Godoy y esto que pasó no nos gustó, entonces yo me dije: _Para andar con líos con la gente mejor ya no voy más a trabajar, porque algunos se ponen delicados también, yo no soy delicado, como lo que me den. Don José, muchas gracias por compartir sus historias de viajero en memoria de tantos chilotes que trabajaron por la Patagonia. Gracias a usted, tiene su casa cuando guste, un placer haberlo conocido y mucha suerte con el libro.
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38 Aeropuerto de Punta Arenas, 1964. En Tierra del Fuego. Transmisión portátil en el Galpón de esquila. (Fot. Sr. Domiciano Triviño Oyarzún).
Buscador de Oro en Rahue, 2009.
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Luis Gallardo G. (derecha) y Hermes Cárdenas (Q.E.P.D) de Curaco de Vilupulli, en sector Río Tranquilo, década del 70.
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40 Chilotes en la ballenera de Quintay, 1964. (Fot. Sr. Pedro Oyarzo Vera).
Chilotes en Quintay, 1964. De izq. a der. Julio Aniñanco, Quellón (fallecido). Soto, Puerto Montt. España, Quellón. Pedro Oyarzo, Quellón. Vejar, Butalcura.
Isla Grande De Chiloé Golfo de Corcovado Puerto Aysén Coyhaique Golfo de Penas Punta Arenas Porvenir
8. Puerto Natales 9. Ushuaia 10. Río Grande 11. Río Turbio 12. Río Gallegos 13. Puerto Santa Cruz 14. San Julián
15. Puerto Deseado 16. Comodoro Rivadavia 17. Puerto Montt 18. Osorno
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Derrotero del Viajero Chilote
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Este libro pretende resaltar los testimonios de vida del habitante de Chiloé -viajero obligado- que lejos de su archipiélago se convirtió en peón de estancia, minero, esquilador, buscador de oro, ballenero, cipresero en las Guaitecas, constructor de faros en los archipiélagos australes, lobero y marino que, emulando a sus ancestros, navegó golfos y mares, basado en entrevistas a campesinos que viajaban a tierras lejanas buscando el sustento familiar, ya sea en la pampa nortina o internándose en la inmensidad de la hasta entonces desconocida geografía patagónica, lentamente conquistada por los viajeros del austro.