Gealittera nº2 octubre 2014

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GEALITTERA REVISTA DIGITAL Tierra de letras, tierra de otros; aquellos que se dan cita para escribir. Coeditada por Cecilia Ortiz (Argentina) y Carmen Membrilla Olea (España). Bajo la infinita ilusión de unir voces literarias pertenecientes a países y continentes distintos. revistagealittera2014@gmail.com IBSN: 14-08-2014-55

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SUMARIO Editorial Cecilia Ortiz

Esa laboriosa tarea que es escribir

pag. 7

Carmen Membrilla Olea

Contemplando lluvias y silencios

pag. 8

Carmen Sampedro Frutos

Mar de otoño

pag. 12

Daniel Montoly

Tres tópicos para entender una canción

Poesía

de otoño Meditación sobre el otoño Alba Estrella Gutiérrez

pag. 14 pag. 16 pag. 18

Ma. Cristina González (Victoria Asís)

A un poeta

pag. 20

Boca

pag. 22

Cecilia Ortiz Mía Pemán

pag. 24 Testimonios otoñales

Fernando Sarría

pag. 26 pag. 29 pag. 30

Victoria Falcón Águila

Otoño

pag. 31

Pedro Pablo Pérez Santiesteban

Soy de otoño

pag. 33

Dolores Pombo

Hojas

pag. 37

Aleqs Garrigóz

Otoño

pag. 39 3


María Julia Druille

Camino interno

pag. 42

Isabel Rezmo I Pérez

Calma

pag. 44

Gabriela Rivero

Parecidas

pag. 45

Inmaculada Jiménez Gamero

El otoño

pag. 46

Miriam Álvarez

Abril en Capricornio

pag. 48

Inma J. Ferrero

El afán de tus recuerdos

pag. 50

Alicia de León Epp

Melodía de otoño

pag. 52

Adri Delfini

De repente

pag. 55

Alicia Corrado Mélin

Berretín

pag. 57

En la playa

pag. 59

Hojas en mi pelo

pag. 61

Otoño en flor

pag. 63

Esneyder Álvarez

Maldito otoño

pag. 66

Roxana Rosado

Hoy quiero estar conmigo

pag. 68

Mariette Mounier

Solo vive la lluvia

pag. 70

Hasta Venus

pag. 72

Amelia Arellano

Revelaciones en otoño

pag. 74

Hilda Díaz

Bordes

pag. 76

Chía Giraldez Tinoco

Revelaciones en otoño

pag. 78

Lázara Nancy Díaz

Si pudiera

pag. 80

Elisabett Cincotta

Este otoño

pag. 82

Julián Gómez Maya

Soledad

pag. 84

Mar de Fondo

Marisa Bermúdez Malagón

pag. 87

Araceli García Martín

Otoño

pag. 89

Isabel Llorca Bosco

El fin en el destierro

pag. 92

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Foto- Poemas Milagro Haack

IX

pag. 95

X

pag. 96

Carmen Membrilla Olea

pag. 97

Relatos José A. Gentili

Casiopea

pag. 99

Rita Bedia Lizcano

El muelle de los olivos

pag.101

Enrique Meitin

Gracias que llegó el otoño

pag.103

Graciela Amalfi

Pan caliente

pag.108

Amanda Espejo

Reminiscencias

pag. 110

Edgardo Benítez

El columpio

pag.113

Roxana Rosado

El escondite

pag. 115

Andrea Zeballos

Historia de una hoja

pag.119

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EDITORIAL

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ESA LABORIOSA TAREA QUE ES ESCRIBIR.

Imagen: Meghan Howland

El diálogo entre el papel y las letras, apenas quiebra la armonía de esta tarde. Por fuera el viento aleja las nubes oscuras y deja ver las coloreadas por el sol. El jardín guarda secretos. Lo sé. Cuando llueve se revelan aquellas conversaciones que guarecidas en los rincones, buscan la alegría del agua. Una declaración de amor, la primera palabra de un bebé, el llanto entrecortado de un niño, un poema dicho casi en susurro, varias conversaciones entre vecinas, y algunas palabras repetidas cientos de veces.

Y aquí estoy, a la espera de otras revelaciones que lleguen desde otros jardines, o desde otro papel susurrando con las letras. Frases encadenadas que han superado la etapa del borrador, aunque nada es definitivo en la escritura. 7


El lector, al posar su mirada sobre el texto, ignora ese universo en blanco antes del instante de la creación. Y cree en el balcón que dialoga con las plantas trepadoras, en las gaviotas que vuelan en medio de la tormenta sintiéndose en el paraíso, en las hojas de los árboles que caen, como si cumplieran un mandato ineludible, para luego convertirse en flores aterciopeladas y deshojarse una vez más; en todas la voces que se encuentran dentro del texto que revela esa laboriosa tarea que es escribir.

Aguardo esos textos nacidos en la intimidad de una habitación, en el bullicio de un bar, en el trayecto de un viaje; esos textos que recorrieron un largo camino hasta llegar a nuestro refugio. Esta tierra de letras, de ustedes y del mundo. Cecilia Ortiz.

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CONTEMPLANDO LLUVIAS Y SILENCIOS

Imagen: Duy Huynh

En esta tierra de letras… existen días en los que son propicios los secretos y la fuerza de un misterio cobra todo su sentido; el poeta se viste con su traje de lino blanco y sonriente emprende su camino hacia la búsqueda de la verdad. Deja escapar sus versos más íntimos y sin saber muy bien por qué se emociona hasta las lágrimas. Las palabras se alejan y dejan a su paso huecos que llenará con nuevas palabras. 9


Volverán sobre sus pasos los términos que se refieren al amor, la tristeza y la soledad. Encontrará sinónimos que remitirá nuevamente al mundo exterior, como esos mensajes en una botella, perdidos, a la deriva en la inmensidad del mar azul; hasta que alguien los lee y es entonces cuando estalla la magia del encuentro. Él lo sabe y hay algo que inspira paz en todo esto. Detrás de su ventana espera pacientemente que alguien lea sus poemas inacabados porque siempre podría volver a escribirlos, porque es incapaz de hallar el último con el que cerrar la serie, porque los sentimientos de los que habla también son eternos, porque la sombra y la luz siempre serán opuestos, porque el odio y el amor son los ejes del mundo, porque sus versos buscan la eternidad del momento más breve, porque su voz no terminará nunca. Desde su cálida habitación espera que miles de ojos infinitos entiendan el sentido de su verdad. La verdad que canta, la verdad que cuenta, la verdad que ahoga, la verdad que nunca deja de recomponer. Y mientras espera... desea que su vida sea siempre así; un día de lluvia tras la ventana, sentado en su vieja mecedora, contando gotas de agua sobre el cristal...Y sobre la mesa cuartillas de papel a medio escribir. Un trabajo por terminar, un café caliente, una emoción en el alma...y continuar así siempre como si fuera reinara el silencio absoluto, como si las horas pudieran pasar en balde, como si todo dependiera de esas frases poéticas que él compone para afirmar con ellas su condición humana, para informar al mundo de que no sabe hacer otra cosa; para que todos entiendan la gran contradicción que supone el hecho de que sólo hablando de la tristeza se siente feliz. Se levanta y enciende la luz. Mira a su alrededor. Ya ha dejado de llover. El olor a tierra húmeda es un olor simbólico e inspirador. No va a leer nada. No va a escribir nada. Cenará algo ligero y mirará la luna velada por las brumas de este octubre mojado. La sensación es infinita y absoluta. Carmen Membrilla Olea.

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POESÍA

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CARMEN SAMPEDRO FRUTOS MAR DE OTOテ前

Imagen: Marta Orlowska

En el inmenso mar de otoテアo, las hojas son piedras que levantan agravios al viento. La luz juega al escondite y cierra la tarde con llaves de mテ。rmol. 12


En la orilla, una mujer parte los sueños como ramas secas, como madera vieja que aguarda la hoguera, el olvido, la burla del tiempo. Las últimas moscas se posan en sus manos azuladas, sin que nadie las espante, para volver de nuevo, a lamer esa piel que sabe a desdicha. En el inmenso mar de otoño, las hojas abren zanjas de hielo y sangre que el viento entierra en ataúdes ajados. La muerte balancea entre sus brazos, con sigilo, el amargo llanto del abatido mar de otoño.

Carmen Sampedro Frutos. Linares. Jaén. España.

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DANIEL MONTOLY TRES TÓPICOS PARA ENTENDER UNA CANCIÓN DE OTOÑO

Imagen: Marta Orlowska

1 El viento juega a desenmascarar los árboles de sus máscaras de árboles. Los troncos resisten, como espartanos, 14


al acoso. Tocará a la luz hacer de garante entre ellos. 2 Los pájaros no logran camuflaje de sus cuerpos con el espectáculo de las hojas, la fatiga del otoño delata el fauvismo entusiasta de las plumas. Los depredadores de la noche acechan, esperan a que la música los atraiga al epicentro de las hojas. 3 El otoño es otro invierno anaranjado. Daniel Montoly. La música que surge al pisar sobre hojas, sobrecogía a los espíritus, que desertaron al infierno de la metrópolis, o al holocausto del mecanismo del reloj. Al amanecer, otra humedad los despierta. Daniel Montoly. Montecristi. República Dominicana. 15


MEDITACIÓN SOBRE EL OTOÑO

Imagen: Marta Orlowska

1 Las hojas parecen balas que van dejando un largo rastro anaranjado en la superficie rugosa. Una Tatarian honeysuckle florece tardía entre las rendijas de dos rocas y más abajo, el arroyuelo ensimismado por el flujo de la corriente 16


juega a ser destino, y dios de cuanto le rodea. 2 El viento se abate en la alborada con sigilo contra la corteza del árbol de papel; las ardillas se disputan las copas de los pinos japoneses con una manada de cuervos, estos, inmigrantes de otras tierras parecen lágrimas nocturnas cuando tocan el suelo. Inquilinos bulliciosos del otoño. 3 La brisa misma no se amilana ante el recorrido que la espera del otro lado del atardecer, sombrío como son las expresiones en los rostros que, acorralados, jamás sobreviven al holocausto vertical que los prolonga hechos cenizas de tiempo, cenizas después de la humareda en estampida. Daniel Montoly. Montecristi. República Dominicana.

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ALBA ESTRELLA GUTIÉRREZ

Imagen: Marta Orlowska

en un otoño vulnerable

ulises la contempla dormir minotauro de sombra le desteje la piel convite de crepúsculo 18


el prudente el astuto rey de ítaca padre de telémaco el ausente del héroe lleva todos los mares en sus ojos y retorna sin muelle para fundar el nombre de la que siempre amó indefenso pudor ulises llora es un nombre de miedos que regresa Alba Estrella Gutiérrez Buenos Aires. Argentina.

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Mª CRISTINA GONZÁLEZ (VICTORIA ASÍS) A UN POETA

Imagen: María Kaminskaya

No hay tijeras que puedan cortar el flujo de la palabra que se hace poema, canto y luz. No hay quien le impida al poeta, asirse a sus musas y descifrar los misterios que le hagan saber las diferencias entre los sonidos y las nostalgias. 20


Fruta madura es el lenguaje que lo envuelve y transporta hacia esa dulce quimera donde todos los signos y las formas obedecen los designios de su creatividad. Ya no hay albures, o interrogantes que se nieguen a ser develados por su pluma. Es azul la sangre que derrama en el prefacio es pasión inocultable lo que incendia su verbo arrasando tristezas y saudades. . . Mª Cristina González (Victoria Asís) Paraná. Entre Ríos. Argentina.

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BOCA

Imagen: Duy Huynh

Sólo su boca llega a mí volando se acerca mariposa roja incendiando mis noches Todo el mar está en su boca, rumor, sal y espuma Boca enmarcada para el beso 22


con su lengua incitadora que logra embriagarme con su elixir de fuego donde incinera mentiras y verdades Cuando calla oculta jugando con el misterio el pecado y la inocencia Y cuando ríe ilumina el día y me aturde con besos de su boca ajena, equivocada. . .

Mª Cristina González. (Victoria Asís) Paraná. Entre Ríos. Argentina.

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CECILIA ORTIZ

Imagen: Marta Orlowska

El paisaje se abre hasta el horizonte y por dentro de mis ojos que deslumbrados no encuentran palabras 24


para ofrecerle a la boca. El paisaje me invade con lentitud revela secretos conoce mi sangre convoca la presencia de mis silencios convierte el rojo- lo hace transparenteMe libera de enojos de ausencias desordena sin prisa.

Mi boca -poco sabede vĂŠrtigo y amapolas de revelaciones invisibles de luciĂŠrnagas en la maĂąana de adagios al caer la tarde.

El paisaje me hace palabra (revela historias de amor y otras) y hablo con una voz sin fin.

Cecilia Ortiz. Buenos Aires. Argentina 25


MÍA PEMÁN TESTIMONIOS OTOÑALES

Imagen: Raúl Villalba

De poco en poco, nos llegan como suspiros gráciles, las esencias que se arriman volteándose desde el anteayer, son los frutos que se asoman dejando paso al destierro, hojas que se evaden descaradas, algunas veces 26


Caricias sensibles arriman sus razones, quisieran decirnos tantas y tantas cosas, zalamerías vuelven a retomarse entre chocolatinas ricas, esas que del atardecer vivaracho revivir van prescindiendo del ocaso desde un mismo vuelo

Estampas de árboles míranse en el río, hablan sus soplos relatar desean, instantáneas fáciles de modular como peces en un río de montaña

Miles de sabores tienen sed, en las albercas de los lagos forman sus contornos, sorbos se están tomando en aguas heladas y frescas, sabores de la montaña bajan de lo alto a la planicie, se juntan en sus bosques juegan al escondite universal 27


El otoño de viste de vivos colores, ya las pasarelas han enseñado sus nuevos tonos de la temporada, no desdicen se van sumando los matices al igual que una brocha fina les pincela dando formas distintas en un cuadro, acrílicos los más atrevidos con las acuarelas y los óleos al corro de los testimonios juegan

Es el Otoño que a la puerta está llamando desea entrar de sopetón, sin avisar el muy descarado… ni tiempo ni espacio ni la vez coge, adelanta su entrada sin más nada desprevenidos estamos y nos espanta

Mía Pemán. Palencia. España.

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FERNANDO SARRÍA

Imagen: Vivienne Gucwa

¿Cómo deshacer uno a uno los nudos de la vida? Hay detrás de las palabras otras palabras que ensanchan la hondura Quiebro los lamentos, mi corazón es un pájaro silencioso Junto al fuego el otoño es la verdad absoluta.

Fernando Sarría. Zaragoza. España Del poemario: Contemplaciones

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Imagen: Zeinab m.k

El rumor de los pájaros amaina El océano se ha sembrado de lumbre Un quehacer de dedos teje un tapiz de bosques Se escucha el lamento de la piedra

En la armonía del otoño me resguardo de voces antiguas.

Fernando Sarría. Zaragoza. España. Del poemario: Contemplaciones.

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VICTORIA FALCÓN ÁGUILA OTOÑO

Imagen: Leyla Emektar

Sus colores son los míos paisajes rojos bermellón se acercan ya los fríos, las hojas caen por millón. Se desmenuza el viento en madurez sin nostalgia, brota aún el sarmiento la felicidad se contagia. Aromas de renovación en una fiesta verde y rojiza perfuman mi ser y razón. Un viejo amor he reencontrado 31


reviviendo historias de primavera; al otoño mi corazón ha llegado, completamente enamorado. Mis letras he renovado con la trama de la vida; amo sin importar si es pecado mi alma está desvestida.

Mis sentidos se impregnan de caoba sopla viento fresco en mi alcoba.

Victoria Falcón Águila. México.

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PEDRO PABLO PÉREZ SANTIESTEBAN SOY DE OTOÑO

Imagen: Christian Schloe Digital Artwork

Yo soy de otoño, de donde las hojas secas se alzan en trincheras que llaman remolinos. Donde la sombra busca al viento para besar su frente, y el sol se despide en un mar de estrellas que callan en la noche. Yo soy de otoños porque busco el invierno 33


cuando gatean mis instintos, y cierro la mirada para sentir la brisa que sopla la esperanza. Yo llevo prendido el ocre en amarillos tenues, sobre mi piel prematura. He nacido cuando octubre saluda y regocija mi cuna sobre la tibia almohada. Soy de ese Otoño puro que naufraga inquieto sobre mi tierra en sepia, esa tierra que empina colores y derrama recuerdos sobre la tarde fría. Busqué en mis años el canto que provoca los deseos y acaricié en mis cuerdas una imagen diferente de aquel lejano octubre. No por ello doy por vencido mis pasos. Hay un arca oculta en el fondo de mis mares. Cuando la infancia me asaltó de asombros 34


ya llevaba sentenciada la mirada. Debajo de los árboles donde los mangos desprendían el jugo mis ojos transformaban el paisaje. Me incliné por los pasillos que otros censuraban dejando que el instinto cobijara mis deseos. Hubo lluvia recorriendo mis ventanas y un soplo de frío paralizó la infancia. Solo el musgo que desprendía en las paredes fue marcando el laberinto del destino… Cuando otras voces ofendían mis oídos, se aferraban mis manos al crucifijo ausente. Yo sabía que volarían palomas y que el viento inquieto arrastraría mis hojas. 35


Hoy los gusanos descubren mariposas, y el retrato de antaño ha perdido sus cristales. Viajé, viajé lejos del jugo de mis mangos. Surqué otras nubes en busca de otras lluvias.

El tiempo se hizo silencioso, cuánto más distantes se hacían mis otoños.

Pedro Pablo Pérez Santiesteban. Holguín. Cuba.

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DOLORES POMBO MUSAS

Imagen: Antonio Mora

La crecida lo impulsó a traspasar la imagen de papel una sombría góndola en otoño transportó su fantasía atrás quedaron paisajes canciones y lamentos 37


las musas lo escoltaron transformĂĄndolo en poesĂ­a

Dolores Pombo. Buenos Aires. Argentina.

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ALEQS GARRIGÓZ OTOÑO

Imagen: Nelleke Pieters

¡Llega el otoño al bosque!

Como las esperanzas del hombre ilusionado, como la caspa inútil, caen ya de las altas florestas las secas hojas, antes de aceite lustrosas. Desnudándose al frescor de las tardes, 39


ofrecerán a nuestros niños ojos todo el memorable encanto de aquello que en círculos perece, para, de nuevo en flor, aferrarse al mundo.

Vayamos al pardo campanario, anunciemos a los grandes su llegada.

Los viejos caminos quedarán sepultados de hojas amarillas tornándose cafés. Crujirán por nuestro paso consternadas, desintegrándose. Las tomaremos aún completas en nuestras manos y cual simple basura las abandonaremos, irremediablemente atrás.

¡Llega el otoño al bosque!

El panorama se mustia. Preparados están el roble y olmo, la ardilla nerviosa amontona piñones, la oruga se momifica en su hilo, dos castores organizan las últimas labores del trabajo que los abriga.

La gran cellisca de nieve caerá sobre ellos, 40


y habrá que emplear la pala y el rastrillo, en este tuyomío vulnerable sueño de amor.

Aleqs Garrigóz. Puerto Vallarta. México.

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Mª JULIA DRUILLE CAMINO INTERNO

Imagen: Ildiko Neer

En declive escurre el agua por las grietas ese líquido verdín alisa la mano que acaricia rumia lenta la gota acompasa la idea que cae silenciosa de alfabeto 42


sombra todavía nebulosa tomará forma antes solo sabor agrio brota apenas duele la parición hasta que toma forma se olfatea ese nacer que solo fluye entre las piedras y no hay modo no hay cómo borrarla una vez nacida la idea.

Mª Julia Druille. Argentina.

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ISABEL REZMO I PÉREZ CALMA

Imagen: Christian Schloe Digital Artwork

Calma...calma. Como las celosías. Como los sábados de otoño. Como la sonrisa de un niño, como las huestes de los momentos. Calma....mucha calma, como los abrazos. El viento me lleva a noviembres claros, horizontes tiernos, a futuros perfectos, a múltiples pasados que entierro como las margaritas. Lo he dicho, sabedlo, calma como la gaviota. Y el murmullo de tus ojos en mi bolsillo. 44

Isabel Rezmo. Úbeda. Jaén. España


GABRIELA RIVERO PARECIDAS

Imagen: Christian Schloe Digital Artwork

Ya falta tan poco para el oto単o que empieza a llegar el aroma a mandarina el color de tu tejido la fugacidad de tu abrazo mis manos tan parecidas a las tuyas son otro pretexto para recordarte. Gabriela Rivero. Argentina.

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INMACULADA JIMÉNEZ GAMERO EL OTOÑO

Imagen: Mariana Palova

El otoño de mis tardes, hundiéndose en los días entre hojas ya quebradas contempladas por el viento. El silbido del recuerdo, la despedida impasible, el latido que aprieta, el segundo que huye sustituyéndolo todo. 46


El momento más eterno que abre la cordura dormida, impasible, y me revela las verdades que se disfrazan de ilusión, mientras voy muriendo en el camino perdido.

Inmaculada Jiménez Gamero. Barcelona. España.

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MIRIAM ÁLVAREZ ABRIL EN CAPRICORNIO

Imagen: Takashi Suzuki

un sol tardío quema los últimos aleteos del verano

atraviesa abril el trópico travesía blanca 48


hierba jugosa entraña rebelada

afuera la siesta recupera el silencio

sólo una rama se agita y rueda una fruta acartonada

el norte de polvo gris duerme en el verde

la blandura del ocre no se anuda con Capricornio

Miriam Álvarez. Argentina.

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INMA J. FERRERO EL AFÁN DE TU RECUERDO

Imagen: Gustavo de la Fuente

Tal vez llamea tu puerta y al escuchar tus pasos esconda el corazón como un niño asustado. ¡Son tantas noches deshojando mis desvelos! Preguntándome si me amas aunque sólo sea un momento. 50


Tal vez decida verte, y camine hacia tu casa, respondiendo una y mil veces la misma pregunta. Pero soy cobarde, tu nombre me angustia, y llena mi coraje de miedo volviéndome una sombra. Tal vez ya sea tarde, y tu corazón me haya olvidado castigándome con la distancia. Pero yo me muero en el afán de tu recuerdo, y mi voz se oscurece como una hoja triste, como un suspiro sin dueño. La palabra en mi reloj manchado - Inma J Ferrero Nº de Asiento Registral 16/2013/6760 Copyright © Todos los Derechos Reservados Imagen: Gustavo de la Fuente Copyright © Todos los Derechos Reservados Madrid. España.

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ALICIA DE LEÓN EPP Melodía de Otoño

Imagen: Antonio Mora

¡Escucha! ¿Oyes la dulce melodía de otoño? desciende suave casi hasta el silencio 52


cómo desciende la endeble hoja. Luego se eleva temblorosa y alta… cómo el rumor de los delgados álamos en brazos de la brisa ¡ Mira! ¿Ves la bella melodía de otoño? Ejecutada en multicolor clave son notas de vida y de tristeza de pasión y de muerte. ¡Siente! ¿Percibes la leve melodía de otoño? Fluye romántica se estira tibia y lánguida como el sol en las tardes autumnales acentuando sonidos 53


que tan sólo puede captar el corazón amante. Escucha, mira, siente, ¡Vuélvete como el otoño, música!

Alicia de León Epp. Uruguay.

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ADRI DELFINI DE REPENTE

Imagen: Antonio Mora

Toda acci贸n, tiene una reacci贸n aunque no la veamos es como plantar una semilla y luego ver crecer el 谩rbol. Si hoy maltratas a alguien otro ser谩 lastimado 55


y luego ese agravio será tu propio resabio. La gente suele tener el pensamiento mágico dice: “de repente”… me han dejado por otra me echaron del trabajo o me han engañado. De repente, no existe todo pasa por algo esa acción que hicimos en algún momento, en algún lado, es la que la ha generado. Ser responsables al fin despertar de ese letargo dejar de sentirse víctima para construir el presente haciéndonos de él cargo.

Adri Delfini. Buenos Aires. Argentina.

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ALICIA CORRADO MÉLIN BERRETÍN

Imagen: Brenda Burke

Susurros de gurú guerrillero tal vez se le piante un lagrimón en esta madrugada de piel llaga. Me llevo su desfile de máscaras 57


y las momias de un brindis. Garabeteo a solas quizá también se me piante un lagrimón. Neto parafraseo de dos por cuatro ironía del llanto otoñal.

Alicia Corrado Mélin. Argentina.

58


EN LA PLAZA

Imagen: Jeremy Mann

Alfombra ocre de abril sin despedida escucho las hojas crujir en cada paso avanzo. Reafirmo mis pies para que el sonido se eleve y estalle en esta tarde 59


donde se me antojó distancia. Otoño con viento haragán hasta quedarse sombrero y así no pensarte…

Alicia Corrado Mélin. Argentina

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MAR DE FONDO HOJAS EN MI PELO

Imagen: Arvind Kolapkard

Una alfombra se extiende sobre el sendero, sienten los árboles frío, convenzo al tímido sol para que asome: sale despacio y les manda abrigo. Las hojas caen a cada paso, danzan en el aire, me saludan, se enredan traviesas en mi pelo, besan el suelo, se rinden a mis pies. Me siento ninfa del otoño, reina de tus besos. 61


El camino, si avanzo contigo, se hace música. Bailamos sobre un tapiz de marrones y amarillos. Te miro a los ojos, me abrazas, me sonrojo, el otoño se tiñe de un color nuevo: el rubí de mis labios y mejillas, de tu sabor a frambuesa, del fuego que despides, la tonalidad de nuestro amor. Mar de Fondo. Argentina.

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OTOテ前 EN FLOR

Imagen: Jeannette Guichard-Bunel

Veo caer las hojas, pero el otoテアo viene florido: junto a mテュ florece el amor, una vida en el camino.

Los テ。rboles dorados se reflejan en las aguas, 63


van vestidos sus colores y desnudas van sus almas.

Veo que no estoy sola, el otoño ya no es otoño. Veo que no estoy sola: el otoño ya no es otoño…

Afuera siguen cayendo las hojas, pero no, ya no es otoño…

Viendo caer las hojas, pienso que acaso habrá de tratarse de algún espejismo mientras primavera en mí renace.

Oigo anunciar los fríos, me dicen que ya refresca, cuando toda soy ardores, ímpetus de savia nueva.

Cruje a mi paso el bosque 64


del marrón al amarillo, mas mi corazón revive verdeante y florecido.

Veo que no estoy sola, el otoño ya no es otoño. Veo que no estoy sola: el otoño ya no es otoño: junto a mí florece el amor, junto a mí florece, palpita en mi corazón, junto a mí florece…, y junto a mí florece el amor, junto a mí florece, palpita en mi corazón, todo reverdece…

Mar de Fondo. Argentina

65


ESNEYDER ÁLVAREZ MALDITO OTOÑO

Imagen: Valeriy Kot

La playa, El mar, La sensualidad del verano me permitió conocerte, Permitió que te abrazara, Permitió que te besara, Permitió que contigo fornicara. Con la llegada del otoño, El tiempo cambió, 66


Tú te marchaste, Las hojas comenzaron a caer sobre la sombra que dejaba en mi camino la soledad, Y en mi cama solo el frio de mis lágrimas habitaba. El verano me regaló un sueño, El maldito otoño me escrituró mi realidad. Esneyder Álvarez. Medellín. Colombia.

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ROXANA ROSADO HOY QUIERO ESTAR CONMIGO

Imagen: Christian Schloe Digital Artworks

Hoy quiero estar conmigo así, sin visitas, sin compañía humana quiero verme en el espejo recorrer con la yema de mis dedos cada una de mis arrugas, 68


dejar que la crema se esparza en mi rostro arreglar mi cabello sentarme en el sofá mientras bebo una taza de té de menta o una copa de licor de whisky , encender un cigarrillo sin culpa o probar tal vez un poco de marihuana prender el televisor, escuchar un disco de jazz mientras veo a mi mascota de reojo mirarme mientras me acompaña, relajarme, cerrar los ojos sin pensar en nada escribir, borrar, corregir, y después quedarme quieta disfrutándome en silencio platicando con la noche antes de quedarme dormida. Hoy quiero estar a solas tiene mucho tiempo que no lo hago necesito este diálogo con mi espíritu para encontrarlo, para encontrarme para estar conmigo. Roxana Rosado. México 69


MARIETTE MOUNIER SOLO VIVE LA LLUVIA

Imagen: Christian Schloe Digital Artworks

La noche es más noche que nunca y en su húmeda quietud se duerme mi jardín con su savia de esperanza Sólo vive la lluvia, 70


persiste con el eco y la calma de ojos ausentes. Las calles se hermanaron en un mismo y desolado sentido. Mi nostalgia de lodo se define en sed y soledad ante el gris uniforme del silencio. SĂłlo vive la lluvia. Bebo el cristal de las horas y te nombro con sĂ­labas de oro.

Mariette Mounier. Mendoza. Argentina.

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HASTA VENUS

Imagen: Christian Schloe Digital Artwoks

Amor, sabiendo de tu palpitar y tus vuelos no calculĂŠ las distancias. Sabiendo de principios eternos no totalicĂŠ los misterios. Sabiendo que tu esencia renace redimiendo las causas 72


no me alerté a los efectos. Ah, los brazos del por qué me atraparon con sus destellos, nuevas notas me perforan los sentidos y hechiceros vaivenes despiertan mis coyunturas, sueños dorados de ternura me enlazan con su figura y es su estatura ritmada la que vibra en mis venas. Ay, amor, sabiendo de tu caudal no reparé en los asombros. En este otoño que venero no imaginé danzar con mis desvelos en un paréntesis que cantará el roce de su aletear, que en ecos de la verdad me transportó a Venus !

Mariette Mounier. Mendoza. Argentina.

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AMELIA ARELLANO REVELACIONES EN OTOテ前

Imagen: Christian Schloe Digital Artworks

Es tu recuerdo que vuelve en hojarasca y nieve. Cubre esta soledad que maldigo y beso. Es la inasible tempestad que regresa en antiguos retratos. Una revelaciテウn que me precede y late.

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Nada que evada mi destierro. No hay sortilegios. Magias. Solo tumbas socavadas. Imposible evadir el misterio de las pupilas de la lluvia. Sal en tu piel, almíbar en tu boca. No puedo olvidar que he nacido fronda. Ramaje. Selva oscura, Ojos negros. Un lapacho rosado me regresa a la calle vagabunda.

Esta revelación es el testimonio de tu ausencia. Es la renunciación de aquella lucha estéril. De lentas primaveras ciñendo mis penumbras. Es la batalla del deseo. Ser raíz y greda, al mismo tiempo. Es el otoño con sus ranas doradas. Sus manzanas maduras. Me fagocita. Me traga. Me despierta…muy lejos de tus manos. De tus manos, muy lejos.

Amelia Arellano. San Luis. Argentina.

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HILDA Dร AZ BORDES

Imagen: Amandine Van Ray fui ese lado del espejo en que canta la serpiente. Julio Cortรกzar

camino sobre el borde del mar el borde del mundo de los cielos claros del agua camino sobre tus ojos 76


en tu mirada de hiel hacia el fondo de tu cuerpo buceo en tus entrañas nada arde / nada queda vivo hay plumas deshechas tu borde yo ví palomas no serpientes ahora me atrapan de este lado del espejo yo ví palomas /ahora soy yo la que estoy sin su vuelo soy yo / la que perdí sus alas sobre el papel

Hilda Díaz. Buenos Aires. Argentina.

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CHÍA GIRÁLDEZ TINOCO REVELACIONES EN OTOÑO

Imagen: Benoit Courti

Quiero que esta estación me traiga ganas de llamar, no cansancio, ni naturaleza muerta. Ver construir milagros de vendedores de flores en este mar de hojas inmenso. 78


Lo quiero como me prometiste con héroes en mi cielo, porque estoy últimamente sola. Que en la caída de pétalos suenen violines y en cada sorbo de café se sienta la fugacidad de la pena. Quiero trasmutar todo lo inservible como hojas amarillentas de nostalgia, sobrevivir… y no sé a qué.

Chía Giráldez Tinoco. Punta Umbría. Huelva.

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LÁZARA NANCY DÍAZ GARCÍA SI PUDIERA

Imagen: Janek Sedian

Si pudiera… amaría los destellos de tu sombra El reposo de tu voz sobre el destino. Volvería de la luz de los pantanos, del fuego de tu sangre ,del camino 80


donde yace el tiempo repartido entre sales, vida , amor y suerte. Si pudiera desvestir la muerte convertir en mayos los eneros. Si pudiera hacer de tu alma una trinchera cultivarte de rosas ÂĄ si pudiera! Con mis besos en tu cuerpo -AmorSembrarĂ­a la primavera.

Lazara Nancy Diaz Garcia. Cuba.EU.

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ELISABET CINCOTTA ESTE OTOテ前

Imagen: Benjamin Von Wong

este otoテアo que dobla mi espalda anuncia cambios de ropaje mientras tanto la desnudez del テ。rbol pregona un tiempo nuevo entonces amanezco abril con sonrisa cafテゥ y alguna pausa para jugar con mis manos la palabra 82


sigo alerta retomo un poema olvidado surge la tibieza crujiente vereda pasajera sin retorno me dispongo a so単ar en los ojos de mis nietas Elisabet Cincotta. Berazategui. Buenos Aires. Argentina.

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JULIÁN GÓMEZ DE MAYA SOLEDAD

Imagen: Kasia Derwinska

Soledad de septiembre, abrasándote en réplicas que al viento de un deseo bimembre me quitan todo aliento, codiciada y temida, te presiento.

Septiembre en el escaque 84


previsto, rutinario, ciego, sordo del sabido almanaque, varado en mi transbordo a la enseña que al cabo jamás bordo.

Soledad a comienzos del otoño, fractal como en sordina, amortiguado en lienzos que el vértigo declina, soledad autumnal y septembrina…

Solitaria otoñada, cómo al verte venir me mediatizo, me anticipo la helada, copado en lo postizo, por siempre criptomnésico, otoñizo…

Soledad por el borde del calendario, madrigal en clave de qué inmisericorde —dentro de lo que cabe— idilio, más febril cuanto más suave.

Quizás, sobre el aroma de la nostalgia —en fin, tan insalubre—, 85


sólo es que se desploma, entre agosto y octubre, la pátina irreal que me recubre…

Julián Gómez de Maya. Cehegín. España.

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MARISA BERMÚDEZ MALAGÓN

Imagen: Kasia Derwinska

No quiero tu otoño, Amor No quiero llorar por ti ni por las penas que traes. No quiero que me programes entre una caída de hojas y una cita con las nubes, ni llegar tarde a las citas o llegar con adelanto… Tampoco quiero sorpresas en mis ausencias mudas, 87


ni que me soples tu mundo hostil; … Menos tus silencios perforando mi tímpano y atronando mi interior… No quiero tu regalo, unas zapatillas rojas dañándome los pies, porque tú no sabes bien, el número que calzo. No quedaré atrapada en la vorágine de “pasos en falso” por tu vida… ¡Ni quiero tus brazos reteniendo mis alas, por si acaso vuelo! … Finalmente, no quiero volver a los momentos impares de “la vida a dos”.

Por eso, ¡me voy de tu otoño, Amor! Marisa Bermúdez Malagón. Sabariego. Andalucía. España

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ARACELI GARCÍA MARTÍN OTOÑO

Imagen: Amandine Loboda Pinturas

Una vez más llegó septiembre quien no tenga ropa, que tiemble.

Abre la ventana y sus ojos descubren un cielo de rojizos morados, azul vuelos de golondrinas, hacía el sur aroma a boniatos castañas asadas caquis, nueces, avellanas acerolas, gamboas, membrillos 89


cerrad ventanas y pestillos ya se durmieron los grillos.

San Miguel, sus romerías compartiendo la paz de estos días campo prado bello que deshojas tus árboles y flores ocres y rojas.

Oh agua fría ya, que mojas con tu cristal estremecido el viento.

¡Encantamiento de oro! Cárcel pura, en que el cuerpo, hecho alma, se enternece, el otoño, poco a poco va dejando ruido de armadura en esos cuerpos que se resisten las hojas crepitan al andar en el banco descansar se quedará quieta, pensando, sintiendo casi sin respirar, el pasar del tiempo viendo como el viento cubre su piel de hojarasca y la lluvia fresca repentina le prenderá. 90


Entonces su corazón le revelará ¡que aún está viva!

Araceli García Martín. Granada. España.

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ISABEL LLORCA BOSCO EL FIN EN EL DESTIERRO

Imagen: Benjamín Von Wong

Va la hoja tenazmente agujereada traspasando el espacio y cada vez se aleja más del gesto de ternura con que la tierra la despide, Exhausta, se sumerge en el delirio como un pez en un frasco de agua, y choca con la perpetua presión de la intemperie. Allá va, a lo largo del viento. Cruje como la hoguera de un hogar cada vez más distante. 92


La hoja –echada y desechada– enloquece de otoño Y juega al simulacro de estar viva. Una ráfaga la sube a la picota medieval, Y queda arriba, abierta a la vergüenza Y demorada en el destierro. Allá va, fuera de sus dominios, al inestable asiento de las voces, con los flancos golpeados por adversarios invisibles. Seca, extenuada, nadando en su torpeza Y al fin a salvo a bordo de los aires Rosa amarilla o partícula de sol, es destello en el viento o el agua. Llega el consuelo de haber sido la respiración de las plantas y la íntima conocedora del cortejo y la erótica floral, que no revela. Pero sí lo deja traslucir su talle y esa danza que ya es estilizada y desbordante de gracia. Todo se cubre para otra estación. Todo se transforma Por las puertas del aire pasa a ser esa flecha tirante y dolorida que no encuentra su centro, esa estría de oro que se resbala por los charcos. Eso que cae ahora bajo la lluvia glacial de una mirada. El trabajo de Sísifo y su ladera imperturbable. La hoja de papel que acaban de tirar sin haberla leído.

Isabel Llorca Bosco. Argentina. 93


FOTOPOEMAS

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MILAGRO HAACK IX

Milagro Haack. Venezuela.

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X

Milagro Haack. Venezuela.

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CARMEN MEMBRILLA OLEA

Guadix. Granada. Espa単a.

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RELATO

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JOSE A. GENTILI CASIOPEA

Imagen: Marta Orlowska

Hay días que me siento en la mecedora a observarla. Sobre todo los días nublados o lluviosos, en los que Casiopea hace lo mismo, lo de sentarse a observar digo, pero junto a la ventana. Mira quién sabe qué; estoy convencido que ve algo más que nosotros los humanos. Quizás otras 99


almas u otras fuerzas extrañas, no lo sé, pero algo más seguro ve. A veces juego a imaginar que ya no está, que se fue, así, de repente, sin avisar, y no sé qué haría sin ella, sin su compañía. Quizás ella añore Qulten, el lugar de donde vino y allá vuelva en sueños. Cierta vez Casiopea me contó que Qulten es el reino de los gatos, de allí provienen ellos y allí se van sus almas. Qulten es un reino donde conviven gatos, humanos y otras especies de animales, y aunque hoy, está gobernado por los gatos, Qulten alguna vez fue un reino gobernado por los humanos. Pero ellos perdieron ese privilegio hace muchos años, por su avaricia y por esa necesidad humana de vengarse, y de someter al hombre por el hombre mismo. Sí. Sé que se habrán asombrado por lo que digo, pero es cierto Casiopea y yo hablamos. No siempre, solo, en las ocasiones en que ella entra en trance y se sienta junto a la ventana. Se comunica telepáticamente, pues dice que aquí ellos no pueden hablar como lo hacen en Qulten. Allá todos hablan, los humanos, los gatos, y el resto de sus habitantes. Mañana comenzará a contarme la historia de Qulten. La verdadera historia, desde el principio, o sea, desde que gobernaban los humanos. Eso sí, me pidió que la escriba y la de a conocer. Ante mi pregunta que porque quería que dé a conocer la historia de un mundo que los humanos no conocemos, me contestó: Para que nosotros, los nuevos humanos, no cometamos los mismos errores que nuestros antepasados que quedaron viviendo en Qulten.

Jose A. Gentili Burzaco. Buenos Aires. Argentina

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RITA BEDIA LIZCANO EL MUELLE DE LOS OLIVOS

Imagen: Cecilia Ortiz. Muelle de pescadores del puerto de Olivos.

La tarde cae cuando el sol se despide al oeste. El cielo se tiñe de grises y azules que se reflejan en el agua. Se avecina una tormenta. El río se turba por el viento y levanta pequeñas olas que chocan contra el espigón. Se humedecen las rocas y los tablones de la superficie. Es invierno y el muelle de los olivos está libre de pescadores. La escollera sur, recibe a deportistas gustosos de la caña, que por la noche esperan pacientemente que pique una boga, sábalo u otro pez. Algunos corren con suerte y se llevan un bagre amarillo o un dorado, por supuesto para consumirse fileteado, vuelta y vuelta en harina y a la sartén. Recuerdo en cierta ocasión, un otoño, mi padre atrapó un dorado llamado también el Tigre de los Ríos, pues es un gran predador de otros peces y pesó 50 kg. A corta edad y ver a la bestia creí que me arrancaría una mano. Papá me dio un tirón tan fuerte antes de que sucediera, que choqué contra los tablones del otro lado del muelle; mis lágrimas brotaron sin que pudiera detenerlas; antes que girara mi padre hacia mí me había limpiado, mientras él movía la cabeza a un lado a otro. Sin decirme nada 101


encerró al pez en la hielera, se levantó y me tendió la mano. Así caminamos lentamente hasta adentrarnos al río sin mojarnos. Al menos ese día, ya que esta tarde no es así. El agua salpica al que se aventure hoy, hasta congelar sus huesos gracias a las bajas temperaturas. Por otro lado, se disfruta la pasividad del puerto y se admira la grandeza del Río de la Plata. Aquella tarde la melancolía abrazaba a mi padre. Por la mañana dimos sepultura al abuelo y comprendí que los hombres también podemos llorar, sólo que nos hacemos los valientes ante las mujeres y ¿quién no? Llegamos al extremo del desembarcadero; amurallado por la barda caliza donde existe una pequeña plazoleta y en su centro se levanta el viejo faro, obsoleto hoy en día. Pero sirve a los turistas y lugareños para tomar fotografías al río. Se puede subir al balcón pintado en blanco, naranja y desde ahí, conseguir la mejor postal. Tres legendarios olivos resguardan el faro. No sé qué edad tengan, pero sí sé que existen desde que era pequeño. Creo que alcanzan una altura de entre ocho y diez metros. De tronco grueso, retorcido y corto con una corteza finamente agrietada, en color gris. Su copa ancha es hogar de golondrinas, gorriones, torcazas y otros pájaros. Hoy están aparentemente secos, faltos de hojas, pero reverdecerán al llegar la primavera y las aves encumbrarán sus nidos. Traíamos dos sillas, de esas plegables y nos sentamos. Él rompió el silencio y me contó que el muelle fue construido en cemento, rodeado con arena artificial y piedras. Poco antes de dar las ocho, papá me abrazó, me dijo: —Te amo, sos un valiente, los chicos también lloran. Sentí el pesado cuerpo de mi padre caer encima; por poco pierdo el equilibrio de mi silla y, cada uno bajo de ella, nos colocamos de rodillas y él descargó su tristeza en mi hombro. Lo único que hice aquel otoño fue echar los brazos fuertemente a la espalda del viejo, dar palmaditas, como lo hacía mamá: —Te amo, viejo. Así quedamos, hasta agotarnos. Ya era de noche, nos levantamos, vimos al cielo y admiramos el tintinear de las estrellas al sostenernos desde el barandal de acero en color plata del muelle de los olivos.

Rita Bedia Lizcano. México 102


ENRIQUE A. MEITIN GRACIAS QUE LLEGÓ EL OTOÑO

Imagen: Mariana Palova

Termina el verano, y empieza el otoño, y con ellas las realidades del verano se transforman…, al igual que el clima, o tal vez se mantienen de la misma manera, un poco menos calientes. Pues allá en Cuba, a pesar de que tenemos solo dos estaciones Verano e Invierno, o como quieran llamarla: la de la lluvia y la estación de la seca, solo existe una realidad…, que no voy a hablar de ella, pues parece eterna, y no cambia para nosotros los cubanos, o tal vez más aún para las cubanas, para ser más específicos se adaptan a ella…, y para “aguantar” la triste realidad arrastran a su hombre y demás familiares, en aras de sobrevivir la eterna crisis en que se vive. Tal es el caso de mi amiga 103


Justina, quien para sobrevivir y “resolver” como se dice allá…, por no tener marido a quien mantener, arrastró a la hija y participó con ella en la nueva realidad. Realidad que le permitió hacer algún “dinerito”…, e incluso más del que esperaba. Les cuento. Si antes Justina iba por la vida, como una defensora de las causas perdidas sintonizando con todas las fragilidades humanas de sus vecinas, pero sin poder hacer nada por aliviar sus penurias. Apoyando a aquella “gorda” que cuando la gente habla con ella recomendándole algún método para adelgazar, deseosa de mostrarse agradecida asiente con su cabeza, sabiendo que en secreto todos rechazan su obesidad; o con la anciana que espera la “guagua” arrastrando su vejez, sin tener a nadie que la ayuda a subir al mismo. En ocasiones justificaba a aquella “palestina” de mediana edad que recorría La Habana en busca de una “barbacoa” de alojamiento, y tiene que pagar la estadía con su cuerpo; o a aquella “santa” que atiende pedidos de almas y es rechazada por la gente ante la ineficiencia de sus “conjuros”. Tras todo aquello que era su vida cotidiana, Justina llegó a darse cuenta que ella no era una Teresa de Calcuta ni mucho menos... ya era hora de que algo le permitiera salir de la crisis del verano y enfrentar el otoño con nuevos bríos, y para ello aprovecharía cualquier ocasión que el tiempo le brindara. A sabiendas de que en Cuba no hay nada pero hay de todo, comenzó Justina confeccionando “chambelonas”, una especie de caramelo al que se ensarta un palito, por donde se sostiene para chupar y es de gran demanda para los infantes…, pero no hay en el mercado. Primero apareció el azúcar, la de su cuota y la de su hija ---una adolescente---, a las que sumó algunas libras más que obtuvo “cambiándolas” por los cigarros que le daban por la “libreta”..., ella no fumaba. No faltó la amiga de la farmacia que le “resolvió” los palitos, esos de “toques” para la garganta, mucho menos la que trabajaba en la panadería donde confeccionan “cake” o “tortas”, como quieran llamarla, y que gentilmente le facilitó el colorante para los tonos de la confitura. Hasta ahí ¡Magistral! Todo gratis, después alguna inversión... la mínima. Luego apareció quien le “resolvió” el celofán para envolverlas, que se llevaba de la Papelera en que trabajaba y aquel empleado de una fundición que le confeccionó las planchas para “fundir” el caramelo ---cada uno de los moldes era para seis “chambelonas”. La primera la obtuvo “cambiada”, por una cena, 104


al no permitir Justina que en fundidor en una visita que le hizo, se fuese de su humilde casa sin compartir su comida con ella, obligándolo a aceptarla. Después compraría las planchas necesarias según aumentara en negocio, o las “cambiaria” por algún otro favor. Pero no crean que con su cuerpo, pues estaba muy vieja para eso. Finalmente los recipientes para hacer el caramelo y el calor del fogón lo pondría ella... Flash, “chambelonas” caseras comenzaron a aparecer en los hogares habaneros facilitado por la escases junto a la ineficiencia del gobierno para suplir esa falta tan demandada por los niños de la ciudad. Pero sobre todo debido a la visión, dedicación, el esfuerzo y a la cara dura de ella, quien empezó a venderla en cuanto sitio o lugar pudieran ustedes imaginarse a riesgo de que las autoridades, por aquello de no tener licencia de vendedora, la detuvieran. Comenzaba a irle bien en los primeros días de septiembre, y temía que con el otoño decayera la venta del “faltante” caramelo de los niños, pero no era para que se preocupara, pues caramelos comen los niños todo el año, además la realidad lo demostraría, pues al poco tiempo de creada la fábrica casera de “chambelonas” de la Habana Vieja, su producción se extendía a los veintiocho barrios de la ciudad y Playas adyacentes. Ya ni ella ni la hija, ---esta última voluntariamente había hecho suya la fabricación de las confituras mientras ella corría con las ventas---, no daban abasto a la demanda necesitando de más producción. Por ende más de todo, pero nunca pararon, crecieron junto a la expansión de su mercado. Que no hizo Justina, apoyada en sus famosas “chambelonas” para lograr el éxito como “cambista”. Podía hacerse un listado de todo aquello que llegó a intercambiar y a “resolver” a partir de su triunfo como “empresaria” y del nivel de relaciones que obtuvo con la venta de las mismas. Y como era de esperarse por el inventario de clientes que hubo de confeccionar como parte del “negocio”. Prácticamente nadie dejó de conocer de las habilidades de esa mujer para “resolverles” a sus clientes y de intercambiar con ella... mucho menos de comprarle “chambelonas”... Para que el querido lector pueda tener una idea de cómo esa mujer de decisiones y acciones “extremas” pudo lograr enfrentar la realidad que se le 105


presentaba en los albores del otoño y proyectarse hasta finales de año, podemos señalar a manera de colofón el de llegar a cambiar unos zapatos de niño porque le instalaran el gas en la casa a uno de sus vecinos; los cuarenta huevos para hacer un “cake” “obtenidos” de una empleada de una bodega por una reservación en la playa, para pasarla con su joven amante; una habitación en un Hotel que podía resolver el ascensorista del mismo por una ampolla de anestesia para sacarse una muela que necesitaba y no había anestesia en el Policlínico o una caja de cerveza de las que daban para la fiesta de Quince de su hija por una cama en el Hospital para un abuelo enfermo en fase terminal. Así como un turno para cualquier restaurant para celebrar con su esposa, por hacerle la guardia del Comité un vecino a otro. Y hasta un ataúd por un llavín nuevo; o un pito de marihuana porque el cura de la Iglesia fuera a celebrar una Boda fuera de la misma, o “resolverle” al propio cura el agua “mineral” para el bautismo del hijo de otra de sus clientas sin pasar por la sacristía, fueron entre otros los casos “extremos” que llego a resolver esta afanada mujer. No obstante mientras a nivel local se dedicaba a sus actividades y todos continuábamos oyendo que en Cuba no había nada que intercambiar vean lo que ocurría al más alto nivel. Nuestro gobierno a tono con la profesión de “cambista”, pero a nivel internacional o de Gobiernos, cambiaba o cedía tierras para instalar cohetes de mediano alcance por petróleo; plasma sanguíneo por cemento mexicano; fuerzas armadas cubanas para ser utilizadas en África por becas para ciudadanos jóvenes africanos para cursar estudios universitarios en Cuba o en la Unión Soviética; compromisos de campañas de alfabetización a algún Partido Socialista en Latinoamérica parar asegurarle su triunfo electoral. También se le hicieron llegar armas a grupos guerrilleros de Centro o Sur América a cambio de préstamos o libre mercado en algún país centroamericano para algunos de nuestros productos, o maestros y médicos por lo que quisieran ofrecer a cambio...en fin piense en cualquier cambio por “extremo” que pudiera ser para usted y le aseguro que se quedará corto. Ante estos “mega” cambios ¿Qué coño podía ser ella? Nada… si era solo un simple eslabón, tal vez el más débil en una cadena de cambio a todos los niveles de la “suciedad” cubana. 106


Una simple mujer emprendedora a nivel local, en busca de éxito, que se dedicaba solamente a satisfacer las necesidades de la comunidad. Sin embargo no se detuvo hasta terminar ¡Óiganlo bien! Cambiando su fábrica, que tanto bienestar le había proporcionado; su “formula”; sus moldes... y sobre todo su clientela... nada menos que por un apartamento ---por supuesto en su Habana Vieja, pues no saldría de ella ni muerta. Enrique A. Meitin. Cuba.

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GRACIELA AMALFI PAN CALIENTE

Imagen: Christian Schloe Digital Artwork

El olor a pan caliente me lleva al pueblo de mi infancia y a sus madrugadas de otoño. Todos los días mi tío y dos o tres de sus empleados: se levantaban a eso de las tres y media de la madrugada. Debían hacer la mezcla de la harina, con sabor a mañana aún dormida, y la levadura ácida, el agua y la sal que parecían oler a espuma de mar. A esa mezcla la ponían en una máquina enorme (para mis siete años), que estaba en una pieza cálida y húmeda. Esperar…ésa era la consigna. Esperar el tiempo exacto para que la masa leude. 108


De a poco, el ambiente olía a pan incipiente: alquimia de olor a masa cruda y levadura. Neutro, perceptible. A unos pocos metros, estaba el horno que abrigaba leña quemada a fuego lento. Mientras la levadura hacia su trabajo en su masa, alguien aparecía con un jarro de mate cocido. Mate cocido de pueblo. Un aroma inconfundible. Irremplazable. La parte más linda y divertida era esta: cortar cada trocito de masa, para que cada uno de ellos fuera, en pocos minutos, un pan cocido crujiente. Así, la vida de la panadería pueblerina crecía entre bolsas de harina, trozos de levadura, leña, horno, pan cocido, y por supuesto madrugones. Poco a poco iba llegando el momento del horneado. Y lo mejor, el pan caliente recién hecho. Olorcito inquebrantable, capaz de subyugar hasta al más cruel de los sentidos. Nadie se resistía a ese aroma. Era como disfrutar de una cálida embriaguez. Esa embriaguez hecha de pan, mate cocido caliente y calor de horno de panadería. Rara embriaguez para los que no la conocen. Para nosotros era, “la embriaguez nuestra de cada día.”

P/d: Para mis tíos Poroto y Tota, en donde quiera que estén, porque con ellos pude compartir tantas masas leudadas y panes recién sacados del horno.

Graciela Amalfi. Buenos Aires. Argentina.

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AMANDA ESPEJO REMINISCENCIAS

Imagen: Tomasz Alen Kopera

Llueve. Lento. Dulce e intermitente. Imposible es no recordarte... También llovía la tarde de aquél viernes del otoño pasado. Llovía frío, con olor a invierno. Olía a invierno... llovía frío y golpeado. Lo suficiente para amortiguar el ritmo de mis pasos y el girar de tu puerta. 110


Llovía frío afuera, pero, no en tu cuarto. Los vidrios de tu ventana estaban empañados en contraste con lo de afuera. El frío estaba afuera. Una ola de calor viciado me envolvió al abrir la puerta. Allí estabas. Te veías tan pequeño... tan dramáticamente inofensivo insertado a pelo entre las ancas morenas. Tan desvalido en tu gesto y tu actuar... tus dos manos agarradas de unos hombros despreciativos, indiferentes, y tus caderas guerreras embistiendo una y otra vez el enorme trasero negro. Tu vientre (mi vientre amado), refregándose a destajo: de arriba abajo, de un lado al otro, en semicírculos extraviados por la urgencia de no perder tu erección (eso, lo adivinaba), y de atinar de una vez por todas en la cavidad precisa. Te veías tan pequeño... tan frágil así, de bruces sobre las imponentes nalgas movedizas que, hasta sentí pena. Verte así, ante mi asombro desgarrado, sentirte así, con todos mis sentidos erizados: hozando, gruñendo como un cerdo encelado, gimiendo, retorciéndote de ganas por llegar a... no sé adonde. Sólo de ver tu desesperación chocando contra la pasividad de su entrega, supe que no había por dónde. Todo no era más que un cuadro de contrastes: tu cuerpo albo subrayando una piel canela. El rítmico frenesí de tu vientre, contra la inercia indolente. Tus monosílabos apremiantes contra el desprecio tácito. Y tú, mi macho altanero, el que extraía en un dos por tres y sin esfuerzo, un orgasmo tras otro de entre mis piernas... ¿qué pasaba contigo? Estabas allí... jadeante, sudado, vencido, estrellado contra la indiferencia que provocan las diferencias. Y... es que te veías tan pequeño ensartado (tú, el ensartador) entre uno y otro montículo de la gran puta negra, que... (lo juro) hasta me dio pena, y despacio, cerré la puerta. Olía a invierno aquella tarde del último otoño. La lluvia estaba fría y poco a poco, arrasó con toda la tibieza de mis lágrimas, con el temblor de mi pecho y con el vómito de amor atragantado en mi garganta.

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Olía a invierno por dentro y fuera, y caminé sola hasta la esquina mientras la lluvia fría congelaba cada centímetro de mi esmirriado y deprimente cuerpo blanco.

Amanda Espejo. Quilicura. Chile.

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EDGARDO BENÍTEZ EL COLUMPIO

Imagen: Autumn Skye Morrison

Las tardes de otoño junto a mamá eran mi momento esperado. Salir al parque a caminar entre los setos de claveles, deslumbrarme con el sol que cruzaba las ramas de los árboles y retozar entre la hojarasca, era parte de mi diversión diaria. Recuerdo como me encantaba perseguir las aves que se deslizaban por los vientos frescos buscando el alpiste que les lanzábamos por el piso y mi madre se divertía, y mi madre sonreía, y mi madre era feliz. 113


También veía saltar a los niños en la pila de arena mientras los otros empujaban el columpio que crujía. No sé si ese día era mi cumpleaños número cinco, aunque creo que era el número seis, no lo recuerdo bien. El día que, sin previo aviso, cayó sobre mi esa manta que me asfixiaba y que tan solo permitía escuchar el crujir del columpio que se perdía a lo lejos; y a mi madre no la veía por ningún lado, nunca la vi por ningún lado, y ella no estuvo ya. Y yo me acostumbré a vivir con grilletes y soportar el agobio de este encierro junto a tanto chiquillo. Edgardo Benítez. El Salvador.

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ROXANA ROSADO EL ESCONDITE

Imagen: Christian Schloe Digital Artworks

Yacía sobre su espalda, con los ojos entrecerrados. Aún podía sentir el sudor en su piel, un sudor pegajoso y dulce como la miel, que traspasaba las sábanas e inundaba el aire con su aroma. Pero también había otro perfume. El perfume de su sexo. Sonrió al aspirar con sus fosas nasales el olor que parecía emanar de las paredes, de la alfombra, de ella misma. Había sido una noche de placer dando rienda suelta a sus deseos más callados, más negados, más… Más. Eso había dicho no una sino mil veces sintiendo que la respiración de su acompañante se agitaba cada vez que el 115


eco de su voz resonaba en el viento, levantando los ánimos y provocando una erección casi instantánea. Sin embargo, la noche aún no había terminado. Gustaba de esconderse tras la cortina para mirar a las parejas que llegaban a esa habitación, o a alguna otra. Podía estar en cada una. Nadie conocía el pasadizo mejor que ella. Cuando percibía la luz en otro cuarto, salía del suyo y corría a paso veloz hasta llegar a la mirilla que se escondía en el tapiz. Ahí, respirando muy despacio, tratando de recuperar el aliento, contemplaba como cada pareja iniciaba el juego y el encuentro. Algunos parecía que llevaban prisa. Se despojaban de su ropa sin preámbulos, besándose presurosos. Ella mostraba sus senos y él parecía devorarlos. Se engullían mutuamente. Algunos ni siquiera tocaban la cama. Otros se tiraban en ella como si lo hicieran desde un trampolín, revolcándose entre las olas de sábanas que su caída provocaba, hundiéndose entre gemidos y lamentos ahogados con besos. Otros parecían temerosos. Se veían brevemente, se besaban y apagaban la luz. Esos no le gustaban porque con la iluminación a medias que provenía de la ventana, era poco lo que podía ver, aunque su imaginación le contaba todo basándose en el sonido que llenaba la habitación. Después, se vestían rápidamente, encendían la luz para verificar que no olvidaban nada y salían cabizbajos, como si afuera les estuviera esperando su madre con un sartén para asestar un buen golpe en sus cráneos. Había una pareja que le gustaba más que todas. Ellos visitaban el lugar todos los viernes. No fallaban. Lloviera, hiciera calor, inclusive cuando no había luz en la colonia de todos modos acudían a su cita. Entraban contentos tomándose de la mano. Se veían a los ojos mientras acariciaban sus rostros suavemente, apartando algún mechón de cabello de sus frentes. Juguetonamente besaban sus orejas, el cuello, los hombros, las manos, sus dedos. Mientras lo hacían, se buscaban para acariciarse. Se despojaban muy lentamente de sus ropas y se acariciaban durante largo tiempo. Poco a poco el calor inundaba el lugar. Se decían palabras amorosas al oído y de vez en vez una carcajada salía de sus labios. Luego, se unían. El la penetraba suavemente y quedaban juntos, muy juntos durante casi el mismo tiempo que habían tardado en encender sus hogueras. Acababan cansados y se quedaban dormidos, siempre abrazados. Nunca se iban del lugar antes del alba. Al día siguiente se daban un baño, se vestían y acicalaban e igual, tomados de la mano y felices, se retiraban. Ella los acompañaba durante toda su visita, desde que llegaban hasta que se iban. Eran la personificación del amor que cualquier mujer u hombre sueña tener. Ternura, erotismo, seducción, complacencia, todo parecía rondar a esa pareja. También había días en los 116


que solo acudían seres acompañados de una maleta y una cartera vacía, únicamente para pernoctar. Esos eran los más aburridos. Se desnudaban, se lavaban los dientes y terminaban eyaculando cuando la película porno que veían en la televisión apenas empezaba. Luego, dormidos, lanzaban unos ronquidos que parecían más bien gruñidos. Pero de igual forma los veía. Prefería eso a no hacer nada. Una noche llegó un chico con una maleta, pagó la habitación y subió al segundo piso. Cerró la puerta tras de sí, corrió las cortinas y se desvistió. Tomó una ducha, se puso el pijama y sacó un libro de su portafolio. Recostado y con la lámpara de buró apenas alumbrando su rostro, comenzó la lectura. Ella lo veía callada. Era un huésped nuevo. Jamás había visitado antes el lugar. Era imposible no recordarlo. Joven, bien parecido, con presencia distinguida. Movió la cabeza asintiendo. –Es nuevo. Lo recordaría sin lugar a dudas-. Decidió que no visitaría ninguna habitación más que al chico. La misma escena se repitió a la noche siguiente, y a la que le siguió después, y durante otras más. Los deseos de acariciar esa piel aperlada, de beber esas gotitas de sudor que bajaban desde su cabello hasta su cuello cada vez eran más fuertes. Una noche no aguantó. Decidió salir de su escondite para disfrutar de ese cuerpo nuevo y joven que tenía tantas promesas que darle. Sigilosamente se metió entre las sábanas y se recostó de costado. Sus senos desnudos rozaron el brazo del joven. Parecieron despertar al contacto de la piel llena de vellos. Estiró su brazo y tocó suavemente sus labios. El joven pareció despertar por un momento, moviendo la cabeza como en señal de rechazo. Pero ella no cejó en su intento de seducirlo. Al contrario. Suavemente se levantó y se subió a horcajadas en él, metiendo sus manos por debajo de su pijama, tocando su piel, su pecho, su vientre, su sexo, acariciándolo todo mientras sus labios húmedos y su lengua rozaban los labios de ese hombre nuevo. El, aunque dormido, respondió a los estímulos abrazándola e hincando sus dedos en la piel de su espalda, lamiendo sus pezones y balanceando su cuerpo cuando sintió la piel ardiente de ese ensueño entrar en contacto con la suya. La respiración de ambos se agitó convulsivamente y sus cuerpos sintieron –como si fuese su primera vez- el placer del éxtasis completo. El jamás abrió los ojos, y ella no se lo pidió. No había necesidad. Tal vez si se vieran se acabaría la magia. Era mejor así, casi a oscuras, sintiéndose mutuamente y dejándose envolver por ese olor a sexo, sudor y miel. La escena se repitió un par de noches más. El chico parecía aturdido al despertar. Tenía puesto su pijama y las sábanas estaban en el suelo. Sentía la piel cálida y los resabios que dejaba una noche de placer. Pero no tenía idea cómo entraba esa dama o quién era. Le preguntó al encargado pero él lo miró con cara de 117


interrogación. –Aquí no entran esa clase de damas- le dijo muy serio. El chico se encogió de hombros seguro de que el encargado estaba mintiendo. O tal vez era la chica de la limpieza. O un sueño. ¡Qué más daba! De todos modos, el se iría pronto y quizás jamás la vería de nuevo. Ella lo sabía. Sabía que él se iría y no podía hacer nada al respecto. La última noche disfrutó del cuerpo como ninguna otra. Bebió cada gota de sudor, lamió cada temblor de su piel, acarició cada curva y todos los abismos que él tenía para ella, sumiéndolo en un placer indescriptible. Se despidió de él con un beso profundo, tan profundo que casi le quitó el aliento. Se levantó de la cama antes del alba, lo miró dormido -por última vez- y regresó a su escondite. El chico se fue del lugar sin saber quién era ella. Pero sea lo que fuere jamás la olvidaría. Al día siguiente la mucama entró a limpiar la habitación. Abrió las cortinas y la ventana para que entrase un poco de luz y aire fresco. –Estos cuartos siempre huelen a sexo. Me gustaría trabajar en una cafetería. Ahí olería el café y las galletas- dijo moviendo la cabeza en señal de negación. Antes de salir acomodó el cuadro en la pared. Lo miró durante un rato. Era una pintura que se repetía en todas las habitaciones, aunque cambiaban los colores, las formas y algunos muebles. En ella, una dama joven y muy blanca, completamente desnuda, yacía recostada en un diván con los ojos apenas cerrados, mostrando sus pechos erectos y su piel brillante, como si estuviera cubierta de sudor. Pensó que nunca le había prestado atención a la pintura y se dió cuenta que la dama en cuestión era la misma en todos los cuartos. Movió los hombros. Quizás nadie se había fijado nunca en ella. Cerró la puerta de la habitación, ya limpia y ordenada en espera del próximo huésped La dama del cuadro abrió sus ojos lentamente, disfrutando del placer que la envolvía. La puerta se abrió en la habitación contigua. Sonrió suavemente, levantándose del diván. Quizás esta vez podría ver los ojos del huésped.

Roxana Rosado. México.

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ANDREA ZEBALLOS HISTORIA DE UNA HOJA

Imagen: Mahai Cristi

Ella despertó al mundo vestida con un hermoso traje verde, luminoso y tierno, sujeta a ese árbol como estaría el resto de su vida. Una cálida mañana se abrió a la vida sorprendida con los colores que del rosa al azul bañaban el cielo, sé conmovió con los gorjeos de los pájaros y la brisa que la acariciaba dulcemente, se emocionó con las formas de todas las cosas nuevas y lejanas, los olores de la tierra y el aire. Con el correr del tiempo aprendió a amar y maravillarse de todo y por todo; aunque, mientras crecía observaba que su traje se tornaba rugoso y cambiaba poco a poco del verde al ocre y luego al dorado. 119


Un buen día, al caer la última tarde del otoño, sintió que su padre árbol le soltaba la mano y comenzó a volar lento y suave, la brisa que siempre la acariciaba la llevo lejos, lejos..., tanto, que sus arrugados pliegues temblaron de miedo y de asombro, al observar que su vida se debatía entre el viento y la lluvia que humedecía el paisaje. De pronto, el viento comenzó a soplar con más fuerza, elevándola sobre el tejado de una casa, donde una ráfaga traviesa la arremolinó junto a un grupo de otras hojas y ramitas secas; cuando cesó la locura, cayó en un arroyito, que de milagro la arrastró hasta los pies de su amado padre árbol, para morir ahogada, aferrada a sus raíces. Mientras en el horizonte una bandada de patos surcaba el cielo rumbo al sur buscando la primavera.

Andrea Zeballos. Argentina.

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PRÓXIMO NÚMERO LOCURA

NÚMERO 3 NOVIEMBRE 2014

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Puedes mandar tus escritos (máximo 1 colaboración) a: revistagealittera2014@gmail.com Hasta el 7 de noviembre, a las 12 de la noche (hora española). Recibimos los trabajos en archivo adjunto (documento de Word). Deben estar escritos en la letra Calibri, punto 14. Si no has colaborado en los números anteriores envíanos también en archivos diferentes tu biografía literaria y una fotografía. Solo valoraremos los textos que nos lleguen por correo electrónico. Te esperamos.

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