Gealittera 38

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GEALITTERA REVISTA DIGITAL Tierra de letras, tierra de otros; aquellos que se dan cita para escribir. Coeditada por Cecilia Ortiz (Argentina) y Carmen Membrilla Olea (España). Bajo la infinita ilusión de unir voces literarias pertenecientes a países y continentes distintos. revistagealittera2014@gmail.com IBSN: 14-08-2014-55 Todas las imágenes publicadas en esta edición son de Google y Pinterest

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INDICE

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EDITORIAL Carmen Membrilla Olea Cecilia Ortiz POESÍA Clara L. Morgado Milagro Haack Elisabet Cincotta María Comorera Carlos Norberto Carbone Marianela Puebla Irene Vinci Lucas Damián Cortiana Graciela Fernández Anamaría Mayol Lya Naranjo Ribadeneira Isabel Pisani Estela Molinas Báez María Cristina Sorrentino Isabel Pérez Aranda Carmen Barrios Rull Patricia Corpas Gutiérrez Ana Maritza Aguirre de Schwarzl Gladis Mereles Pereira Inma Ferrero Cynthia Rascovsky Ana Lucía Montoya Rendón Adri Delfini Ivana Szac Edgardo Néstor Brites Sandra Gudiño María Marta Liébana Laura Cecilia Curbelo Tozzi Antonio Portillo Casado Issa Martínez Llongueras Julia del Prado Morales Isabel Rezmo Esneyder Álvarez Mar de Fondo Rosa Esther Moro Marcela Barrientos Aída Napoli Jorge Serra Ana Aguirre Rosa Lía Cuello Tomás Sánchez Rubio Marta Esquinca

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Jolgorio de letras XIX Lentejas Palabras sabrosas Poema mientras preparo la cena Palabras con sabor a engaño En la piel del mundo ¿Me dejan sopar el pan? La cebolla Nostalgiando Sabores Tus palabras con sabor de pasión Refugio Volver a dar Magia Inolvidable etapa de oro en mi vida Rincón feliz, rincón de amor Sed

Agridulce Parripoesía En venta Sabor a vino Palabras con sabor La cocina Aguas dulces Batán de la abuela Cítrico La mejor cena Dulce estela Melodiosa caricia Delicias poéticas Cocinando con amor Colores tibios Espérame… Recuerdos II Alimento terrenal Cuerpo de cafeto 4

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Marilyn Zumbo Mabel Coronel Cuenca Icela Elizalde Consuelo Jiménez Martín Cecilia Ortiz Carmen Hernández Rey Dana Laila Aymara Aruwiri Nydia Ovalle Gloria Gayoso Araceli García Martín RELATO Yolanda Ferrera Nancy Haro Pontón Remedios Pernas Ruth Pérez Aguirre Rolando Lorié Alicia de León Epp Carmen Membrilla Olea Ethel Saavedra García Raquel Piñeiro Mongiello Gloria Acosta Isabel San José Mellado Mario Sarli Margarita Polo Viamontes Francisco Javier Franco Rodolfo Torres

Ganas de niña Deleite culinario Nuestra cocina Cuminum cyminum (“Me importa un comino” Sabores de amor Mi cocina Receta del alma Dulce huella Ensalada de vida

Las palabras nos hacen… o nos deshacen Sabor a fiesta La cocina Rodrigo, mi tarta de limón y yo Comida natural Un lugar en mi recuerdo De ausencia y frambuesa El toque de la canela La noble función La mujer roja Aquella despensa La buena fruta Visto para sentencia Palabras que son sabrosas, y más todavía

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EDITORIAL

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Amigos: En nuestro Nº 38 planteamos como tema “PALABRAS CON SABOR”. Sí. Están leyendo bien. En este número nos metimos en la cocina y buscamos recetas para contar. En este número nos metimos en la cocina y escribimos poemas de sabores y relatos bien sabrosos. La relación que existe entre la cocina y la literatura es evidente. La cocina es un lugar mágico dentro de cualquier casa. Inigualables sus olores, su calidez de horno encendido, su múltiples posibilidades en cuanto a mezcla de ingredientes, en cuanto a conversaciones interesantes, en cuanto a lecturas interminables (¿Tú también lees en la cocina?), en cuanto a desafíos de páginas en blanco (¿Tú también escribes en la cocina?) En la cocina , se fusionan como en un realismo mágico, las palabras y los sabores. Muchas veces decimos “La cocina del escritor” porque escribir es como cocinar sin fuego lo que intentamos dejar en el papel. Mezclar, batir, aderezar, dejar reposar y cuidasomante estirar la masa para darle forma. Y en esta edición van todos los sabores de las palabras. En todas sus formas culinarias. ¡Gracias gealitteranos! 7


Nos despedimos con una frase del libro “Como agua para chocolate” de Laura Esquivel “Y sus ojos se encontraron con los de Pedro. En ese momento comprendió perfectamente lo que debe sentir la masa de un buñuelo al entrar en contacto con el aceite hirviendo.”

¡Hasta la próxima edición!! Carmen Membrilla Olea Cecilia Ortiz

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POESÍA

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CLARA L MORGADO JOLGORIO DE LETRAS

¡Que lindas son en sí mismas unas y otras palabras! renacen con nuevos vuelos al unir letras, hablarlas. Se convierten en sonidos que dan aromas, sabores, en eufonías, fiestas largas. Se tornan también texturas, y se truecan en lavanda, en ramos de yerbabuena, en colores, en guirnaldas. ¿Y la semántica qué? Pues ella no es tan bonita. Propongo seguir el juego, tejiendo la melodía que se trenza al pronunciarlas. Algarabía ¡Que hermosura! Jolgorio, di a qué te sabe, a mí a limón con canela y un poquito de miel clara. Si seguimos este juego, 10


mencionemos alabarda, ¿Por qué causará dolores, heridas, viudas, matanzas? Es tan linda, ¡tan sonora! Deberíamos cambiarla. Exultante. Burbujea, como la euforia que carga. Marsupiales, ¿Qué me dicen? La paladeo al nombrarla. Carabina, madreselva, gardenia, miel, azahares, tórtola, cosecha, mies, veleidosa, embarazada. Almizcle, retoño, almíbar, languidez, acompasado, neblina, resplandor, caricia, aguerrido, arrebolado. Luciérnaga, paladín, sendero, trino, sinsonte, canario, las voy diciendo y comienzo a sentir goteando el alma. Cada una carga un poco de mi acervo, que voy dando para disfrute de todos, y yo me voy desangrando.

Clara L Morgado- Cuba/Miami- U.S.A.

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MILAGRO HAACK XIX

Mirando el abrazo del humo que danza por la casa como llevando mis pensamientos a todo lo que anudo con íntima mirada mientras el sol cae sobre mi espalda gira el repaso un silencio redondo entra por los huesos pienso en los de afuera los que están lejos y aún tocan la puerta del frío café sobre la mesa preñada de velas roza mis labios continua su bailoteo hasta volverse reflejo entre mis dedos 12


la niebla de tu montaĂąa ceniza que no abraza el cerrojo de dios Milagro Haack. Valencia-Venezuela Del libro: Trazo para otro maĂąana

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ELISABET CINCOTTA LENTEJAS

el plato de lentejas perfuma los rincones entonces pienso en romper el silencio me hablo me converso resuena la cuchara me desarmo me culpo me disculpo sonrío ante algún recuerdo me perdono lo perdono la cuchara juguetea con la panceta las lentejas humean quiebran la rutina vencen el frío 14


ese frĂ­o de uno solo tan de uno solo de uno solo

Elisabet Cincotta Hudson-Argentina

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MARÍA COMORERA PALABRAS SABROSAS

Palabras sabrosas me parecían las que me susurrabas cada día, era como tener un ramo de rosas olorosas que en mi pecho florecían. Era como sentir el aroma impregnado entre las sábanas, palabras con sabor a mar, a brisa suave, a romero y canela esas que tu siempre me dabas.

Palabras con sabor amargo que ahora duermen bajo la almohada, tú ya no llenas la estancia, y son horas de soledad las que me embargan. Y aquellas palabras sabrosas, se alejan entre tinieblas blancas,, y la alborada les da la mano y se desdibujan entre las sombras que bailan. Maria Comorera -Segur de Calafell. (Tarragona)- España. 16


CARLOS NORBERTO CARBONE POEMA MIENTRAS PREPARO LA CENA

La casa es silencio. Corto la cebolla bien fina la dura tabla contiene sus destino afuera las estrellas lloran su vida junto a mí luego, viene un morrón rojo tanto como esta ilusión y en tiras generosas como una primavera van al fuego donde la sartén grita su aventura en dúo con el aceite. El ajo se conmueve al filo de mi cuchillo y en importantes trozos deja su ala en silencio. Sal, pimienta, condimentos para un gran amor un diente sabio. Todo va al descomunal incendio donde pondremos la carne y el corazón y también un noble Cabernet para un tiempo de paz.

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Incorporo paciencia y caldo me sirvo un trago generoso y miro el escote de la noche. Ahora la casa canta.

Carlos Norberto Carbone- Ciudad de Buenos Aires-Argentina Del libro Bodegueros del diablo (2004) ECO EDICIONES

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MARIANELA PUEBLA PALABRAS CON SABOR A ENGAÑO

No me hables, tus palabras tienen el sabor a perfidia, has cruzado los límites de forma engañosa. Usas palabras que saben a lealtad suprema, mas, tras tu silencio, actúas como Aspasia y llenas mi mundo de inseguridades. Hieres y luego te alejas con palabras melosas, promesas que no salen más allá de tu boca y quedan titilando en el aire como mariposas encandiladas. Calla, no lo digas, estoy pensando en no escuchar nada. Adquieres una forma somera cuando deseas algo y te conviertes en un minino cariñoso, lágrimas casi asoman a tus ojos y tus palabras tiene el sabor a conciliación. Trepas a las cumbres y te deslizas como el más diestro esquiador por las faldas de la inocencia, dejando sólo un sabor a melodía. Basta, desnúdate del disfraz de Sir Lancelot, no necesitas mostrar tus batallas ganadas y dejarlas como ofrendas de amor.

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Usas el mismo artilugio con todas tus mujeres, ni tú mismo sabes quién eres realmente, asumes cada actuación en perfecto orden sin salirte de tu argumento teatral por ningún motivo. Hoy no caeré en tu trampa, aunque tus palabras tengan sabor a entregado amante, cerraré tus labios con un mágico sabor a olvido.

Marianela Puebla- chilena

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IRENE VINCI EN LA PIEL DE MUNDO

Sonido ronco grito salvaje en la piel del mundo desgranando el tacto en los dibujos de tus dedos geografía inconclusa por el sabor del deseo recorren el camino de ida y vuelta añorando el agrio sudor caliente cuando perforas los ojos en el cielo oloroso a espera traspasa un cuerpo la sombra azul de las sábanas atávicos movimientos hilachudos de estrellas trazos inacabados en pequeñas muertes entre las piernas el infierno quema incienso, mirra y éxtasis Irene Vinci.Argentina 21


LUCAS DAMIÁN CORTIANA

Si esto no es amor entonces qué es. Si te amo hasta que duelan las noches y te amo hasta que duerman los soles y te amo bajo cualquier condición climatológica: como llovizna te amo y como diluvio te amo mientras beso tus charcos en los que sapitas naranjas venenosas copulan y te muerdo los lodos los fangos los barros todos toditos los rincones mugrientos e inundados. Si esto no es amor entonces qué es. Si te amo entre especias y membrillos. Te amo con coriandros y cardamomos y pasas de uva y cualquier dulce. 22


Y entre ajíes de arco iris y manchas de tuco tornasoladas en las servilletas, te amo. Y te respiro en mi cocina mientras desayuno tu paz con tostadas y café y te almuerzo más tarde sos la naranja de mi jugo con semillas y cáscaras y pulpas y… ah… Si esto no es amor entonces qué es. Te visto de sueños los ojos y te desnudo los pensamientos. Como pececito te amo como océano te amo y te busco en las burbujas cuando nado a tu vientre con veleros y alisios y te desafían mis besos cuando te mojas la lengua con poemas de alga con poemas de pulpos y otros de almejas y otros de perlas y en los arrecifes con traje de buzo y patas de oxígeno y tubos de rana.

Lucas Damián Cortiana – Chivilcoy – Argentina

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GRACIELA FERNÁNEZ ¿ME DEJAN SOPAR EL PAN?

Aquí estoy… De regreso. Ruinas… Solo ella me aguarda, estoica, cálida, ordenada, la cocina de mi infancia. Allí están, mamá y abuela conservando su prestancia. Acariciando la masa como hacían con nosotros, Con golpes acompasados tal vez, castigo al pasado. Y, el sabor y aroma a hogar de la horneada hogaza… Me abrazan, he llegado a mi casa. En la olla, el sabroso tuco 24


hierve a borbotones. Los ravioles, listos están. Y los niños, cual ladrones esperando un descuido para remojar el pan. Aunque sé que es ilusión, mamá y abuela no están. Les pide mi corazón… ¿Me dejan sopar el pan?

Graciela Fernández Rosario, Santa Fe- Argentina

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ANAMARÍA MAYOL LA CEBOLLA

Mientras pelo una cebolla y mojo el cuchillo en la pileta y tomo la tabla que cuelga en la pared y la pico despacio en pequeños trozos me pregunto porqué no lloro si estoy pelando esta cebolla que trituro cada vez más pequeña y no lloro mientras el reloj marca tu ausencia 26


y la tarde corre por la ventana como un niño detrás de una pelota y se ha nublado y amenaza llover y sé que no regresarás ni hoy ni mañana y no lloro sólo desnudo esta cebolla y hago de cuenta que comeremos ese plato que cocina el silencio

Anamaría Mayol- San Martín de los Andes Argentina

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LYA NARANJO RIBADENEIRA NOSTALGIANDO

Un son de villancicos sube a la memoria con su pino sabor a Navidad. Lejanas, las luces de la infancia, abrigan con sus redes mi vieja soledad. Huele la añoranza a dulce de higos, a cedrón, a hierba luisa, nostalgia de panal y de manjares que desde la niñez no saboreo. Un son de villancico visita la memoria con su ciprés color de noche buena. Las centellas, los petardos, bañando de alegría la noche serena, la noche de paz.

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Tengo en el pecho el pesebre ingenuo bordado de encajes, de mirra e incienso con el milagro dulce de la misa de gallo y tu sonrisa abuela, anclando el silencio. Es tan bueno recordar... recordarte abuela con tus primeras canas, sobre el cabello bruno, con tu chalina café terciada sobre el pecho, y tu voz alegre dirigiendo la cocina. Aún siento la miel de tus buñuelos perfumándome el alma de canciones con aquellos rubios y mágicos bombones que eran gotas de tu amoroso océano. Son tantas Navidades en mi vida, como cruces de estrellas, como soles perdidos; pero en toda mi edad, sobrevivieron las de mi niñez y tu cariño.

Lya Naranjo Ribadeneira Quito – Ecuador 2015

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ISABEL PISANI SABORES

Dulce sabe el perdón al débil converso; amarga, la espera del amor extinto; insípida, la indiferencia del vanidoso; ácida, la inesperada derrota del esfuerzo; frutal, la picardía infantil de algún verano; y picante, la mirada del amante ahíto. Licor es el temblor del miedo a sí mismo; chocolate, el invierno; y café, el tiempo ido. Sabe a albahaca, la tibieza de la piel y el mimo, y a agua de rosas, las ansias de infinito.

Isabel Pisani © Todos los derechos reservados (Argentina 2017)

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ESTELA MOLINAS BÁEZ TUS PALABRAS CON SABOR DE PASIÓN

Tus palabras con sabor de pasión irrumpen en los silencios de mi alma, diseñando deseo que reclama un romance ardiente en esta ocasión. Podremos incendiar la habitación al juntar nuestros cuerpos en la cama, y al ritmo de la voz del alma que ama, desnudarnos con la imaginación. Y extasiados en eco del amor conjugar el sabor de la locura, libres de los miedos al desamor. Tú y yo, juntos en esta travesura como respuesta al alma en su clamor, de unirnos hoy, en ardiente aventura.

© Estela Molinas Báez. Juan León Mallorquín – Paraguay 31


MARÍA CRISTINA SORRENTINO REFUGIO

El fragor del viento castiga mi ventana cuando la gris cadencia se transforma en noche. Vierte calidez y abrigo con aroma a albahaca y puerros en el sabor profundo de la sopa humeante. Entre chasquidos de lluvia y de cucharas, recreo a la niña que dibuja en los vidrios húmedos.

© María Cristina Sorrentino-Cdad. de Buenos Aires-Argentina. 32


ISABEL PÉREZ ARANDA VOLVER A DAR

La extensa calima de un verano agotador, atora los momentos creativos, las palabras tienen sabor a palabras que exhalan verdades subjetivas. Los verbos con ecos de mar anhelan vientos venideros inundados de vocablos osados, libres. El hacedor de palabras late, tripula y entrega legítimamente olvidos y delirios, desaprender y otra vez volver a dar, cada cosa a su tiempo, dicta el libre albedrío. Antes de que palidezca el sentir de las palabras. la algarabía liberadora muda la piel cansada, expectante y ávida ante ciclos insólitos que suscita clamor.

Isabel Pérez Aranda / Guadix / Benidorm - España

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CARMEN BARRIOS RULL MAGIA

Palabras que me contagian tienen poderío de roca y yo atiendo medio loca, porque están llenas de magia. Es tanto lo que me extasía lo que escucho de tu boca que si tu mano me toca, el paraíso es mi estancia. Solo tú tienes esa gracia ese don, la galanura… con ribetes de arrogancia. Palabras de gran ternura, que exhalas como fragancia de tu verbo y tu figura. Carmen Barrios Rull –Madrid- España 34


PATRICIA CORPAS GUTIÉRREZ

Guardo tus besos en un bote especiero al abrigo del frío y del calor excesivo Lo acerco a mis labios lo abro poco a poco ¡No respiro! ¡No me muevo! ¡No sea que se escapen! Una vez abierto disfruto del contenido de un modo clandestino y dejo que uno de tus besos vuele hasta mi boca y entre el paladar y la lengua lo aprieto y lo retengo Cierro los ojos lo saboreo con placer Me sabe a sol Me sabe a mar Amor! ¡Tiene tu sabor! Patricia Corpas Gutiérrez- Barcelona- España 35


ANA MARITZA AGUIRRE DE SCHWARZL INOLVIDABLE ETAPA DE ORO EN MI VIDA

Para olores y sabores el “Bar Café Brasil” de mis abuelos. Mi niñez a mandarina fresca se deslizó en un mundo nuevo. La magia fluía en todas las estancias, los cocineros, excelentes magos hacían saltar la comida sobre el sartén y el fuego, Los mozos en la cocina gritaban los pedidos: dos caldos de gallina, dos arroces montados, un tallarín de verduras y un lomo saltado. El paladar de los clientes degustaba los sabores como versos. Al aroma de frituras y fritangas las mariposas danzaban dentro de mi cuerpo. 36


Mi piel con olor a masas y condimentos era igual al de la abuela en su amoroso abrazo. La pastelería era poesía pura, aún siento el sabor a canela del pastel de manzana recién horneado. Inolvidable etapa de oro en mi vida que llevo en mi corazón.

Ana Maritza Aguirre de Schwarzl. De Perú.Residente en Alemania. Copyright © derechos reservados

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GLADIS MERELES PEREIRA RINCÓN FELIZ, RINCÓN DE AMOR

Estoy aquí en nuestro rincón de amor, reviviendo nuestro último encuentro, el ambiente aún impregnada de mil olores y sabores, estoy jugando, pintando mi cuerpo con chocolate derretida imaginando tus caricias. ¿Sabes? muy dentro de mí, algo me dice que ya llegarás, mientras voy jugando con mil sabores y olores, para cuando llegas tú. Mi cuerpo empapado de chocolate derretido, adornado con frutas tropicales, en cada rincón donde apoyaste tus labios la última vez. Estoy preparada por si quieres repetir aquella receta de amor. Preparé tu postre favorito, tu bebida ya helada, las velas encendidas esperando por ti, mis labios húmedos con sabor a tu vino preferido. 38


Ven amor mío, ya no tardes, el olor a café invita a sumergir en un mágico mundo de amor, entre dulces caricias con sabor a chocolates y mil sabores más, presagiando una dulce e intensa noche de entrega, entre pétalos rosas, jazmines, mentas y azahares. Quiero en esta noche aromatizar contigo cada estrella del firmamento , adornar con mil sabores y colores para eternizar nuestras noches de amor. Quiero dibujar contigo un arco iris sobre mi piel, llenarlo de besos de pura miel de tus labios, en esta noche mágica de amor, ven aquí en nuestro rincón feliz, rincón de amor donde te espero yo.

Gladis Mereles Pereira. La Eterna Soñadora. Paraguay. Derechos Reservado.

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INMA FERRERO

Saboreé cada palabra como el más rico de los manjares, y entonces pensé que perdida entre aquellas páginas había encontrado por primera vez la felicidad...

Inma Ferrero- Madrid- España

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CYNTHIA RASCOVSKI SED

Sumergida en la sed de mis pezones los licores bailan en mi sexo y los ojos se hacen adictos y los dedos se alimentan de mi vientre mojado. Inyectada en la vorĂĄgine mis piernas se abren como abanicos de sueĂąos y dejan delirar a las mariposas que posan en mi ombligo buscando el sabor de cada poro humedecido. Extasiada, mi boca gotea y el escote se desata y tus manos besan y besan.

Cynthia Rascovsky- Ciudad de Buenos Aires- Argentina 41


ANA LUCÍA MONTOYA RENDÓN

1. AFÓNICO AROMA DE PAN las ideas entre columnas de la Historia esperan ver dónde se fracturan las conciencias ante llantos madrugados en ojeras de los niños en frenético vaivén bailan rondas sus moqueos y dientes de leche y sus sonrientes caras sucias… sus ilusiones como de sueños en panaderías de cristal pasean aromas de pan caliente por sus vientres tomados de manos fantasmas que les hablan de ternura y saborean sus labios desteñidos un bocado afónico ante la estupidez amarga de versos como éstos ¿qué aporta a los niños mi voz si en su diccionario la comida no existe? ¿si solo pongo en sus vientres mi magro y soso canto? algún día llenen de aire nutricio —ardiente— el fuelle de sus pechos 42


y por fin escuchemos sus gritos libertarios: ¡por favor, llena mis manos de pan seco, al menos dame un pedazo!

2. FUSIÓN DE CHOCOLATE ¨¡Dame marrón maná que derrita mis ansias! una dieta rota a cambio de un bocado como tú.¨ Liliana Varela

junto a los ecos de tu voz donde las ondinas vierten alimentos líquidos traduzco de tus versos la imagen refundida de una dieta rota y costosos contornos densos de una de Botero* son esos sinsentidos bifurcados toboganes de los sueños tramos amplios entre tu mente clara y la aridez obtusa del pensamiento mío tus réplicas amplias camisas de fuerza de corte fino son choques eléctricos y raciones de tanino y verso suavizan vértigos y miedos para que vayan cómodos en mis valijas de viajero incierto mientras mi razón perdida enclaustrada lame gotas de chocolate tibio —filamento oscuro— columpio lento de mis hambres y secretos chasquea mi lengua sus vivencias del futuro por rendijas táctiles ve romerías de fantasmas hasta la artesa de piel donde humean sagradas las esperas ¡no! no olvido experticias 43


danzómana de palabras y silencios las papilas tanto tiempo alienadas no ahítas de dulzura están amodorradas en recuerdos acres claman el sabor de un beso e insisten golosas por un bombón de chocolate… así con la cabeza baja asoman anudadas mis ideas ansiosas de vuelos y de Tiempo en alas azules de palomas mensajeras van a la cocina del artesano de cacao dulce y cacahuete

Ana Lucía Montoya Rendóncolombiana.-

* Fernando Botero, pintor y escultor colombiano.

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ADRI DELFINI

...Quiso el cielo darme un regalo…un regalo creo yo y me obsequió una palabra que al principio me martirizó. De a poco me fui afianzando cuando la palabra se abrió en sus plexos, en su aroma en el espíritu creo yo. Cuando intuí que era el amor de esa palabra probé el sabor.

Adri Delfini- Ciudad de Buenos Aires- Argentina

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IVANA SZAC AGRIDULCE

Cocino la nostalgia con cebolla picada retuerzo la acelga condimento esta carne con ajo y pimienta la tristeza se hunde en la olla no hay miel ni frutillas que le den color a la oscuridad nada tiene el sabor de antes corto corto corto trocitos de nosotros para que duela menos la despedida.

Ivana Szac- Ciudad de Buenos Aires-Argentina

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EDGARDO NÉSTOR BRITES PARRIPOESÍA

chorizos mariposa reposarán entre hierros poder de brasas los llevan irremediablemente al pan caricias de chimichurri suspiros de salsa criolla y tu boca en dentellada voraz harán del hambre... un recuerdo. Edgardo Néstor Brites- Ciudad de Buenos Aires- Argentina 47


SANDRA GUDIĂ‘O EN VENTA

Imagen enviada por la autora

Se vende la casa de mi abuela. Conozco el camino recorro la infancia, vestidito con flores para el festejo. A pan de horno sabe mi pelo y a mate con gusto a menta. Heredera de soledades rotas me lleno de mĂ­. 48


Sé donde encontrarme: vieja fotografía en el fondo del baúl, ternura del corazón estallando en las venas. Piedra libre para la sonrisa en su escondrijo. Me la llevo puesta. El amor no se vende.

Sandra Gudiño- Santa Fe- Argentina

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MARÍA MARTA LIÉBANA SABOR A VINO

Sabor a vino en tus labios que mojan mi piel sedosa, susurras a mis oídos un suspiro sabor a uvas. Tu silencio y el mío se conjugan en la noche que juega al vacío de la esencia del amor No hables, déjame sentir las gotas que dulcemente se deslizan por mi cuerpo saboreando los placeres. Así, esta noche, será un agudo canto de sirenas despertando la alborada. María Marta Liébana Resistencia, Chaco – Argentina 50


LAURA CECILIA CURBELO TOZZI PALABRAS CON SABOR

Conjunción de aromas y avatares, desprende tu alma al guisar, mientras vas picando entre risas, minutos y vegetales, que al sushi incorporarás. Con pasión tus manos, inventan combinaciones, de arroz y ternura, de alegría y queso, que con entrega enrollás. Tu esmero es la invitación, a disfrutar del arte que tienes, para fundir en un plato, amor por tu familia, pasión por cocinar. Igual de fácil te resulta, 51


amasar caprichos, con salsa de ilusión y puerros, que hacer helados, con sabor a sueños. Conjunción de aromas y avatares, desprende tu alma al guisar, mientras aderezas mi vida, con caricias de rojo repollo, y besos de comino al natural. Con pasión tus manos, salpimientan la ensalada, que aliñada con tus ojos, y zumo de emoción, ceno cada día con pizcas de tu voz. Tu esmero es la invitación, a deleitarme con la esencia, que desprendes mientras salteas, ajo con dulzura, hasta que te fundes en mi versar.

Laura Cecilia Curbelo Tozzi- Montevideo- Uruguay

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ANTONIO PORTILLO CASADO LA COCINA

Es laboratorio sinfónico en la niebla aromática de una acuarela de sabores. Alquimia de visos inquietos. Grafiti de las pócimas divinas en el cráter candente del hogar. Sagrario del hambriento. Rincón esencial de la gula. El “Vade retro” de los adictos a la silueta. Aula de terapia grupal. Un arte indispensable. Caja de pandora exquisita. Oh, cocina de mis entrañas. Antonio Portillo Casado – Alcalá de Henares (España) 53


ISSA MARTÍNEZ LLONGUERAS AGUAS DULCES

Sabor a ojos, a rioja que se desliza por la garganta. Vaivén de mareas las manos que untan gemidos en la piel. Lento abrazo en las carnes indefensas; Más allá de lo sublime el perfume herido de la rosa abriéndose en tus labios para deshojarse en el cántaro de tu viril acento, y entonarnos remansos de aguas dulces: desde el sexo de la noche

Issa Martínez Llongueras- Playa del Carmen- México

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JULIA DEL PRADO MORALES BATÁN DE LA ABUELA

BA - BA - BATÁN TAN - TAN - TAN - BAN Batán de la abuela. Los niños escuchaban, el BA -BA - BATÁN TAN - BAN Batán de la abuela. En la cocina sonaban los sues - sues los chis - chis del BA - BA - BATÁN TAN - BAN Batán de la abuela. En la cocina olían los jíes - jíes las bollas - bollas DEL BA- BA -BATÁN TAN -BAN. 55


Batán de la abuela. Los nietos se alegraban jugaban con el OL - OL- OLOR con el SAB - SAB - SABOR, del BA - BA - BATÁN, TAN - BAN Batán de la abuela. Batán del mediodía Batán de la mediatarde BATÁN DE LA ABUELA.

Julia del Prado Morales- Lima- Perú (De mi poemario editado: En toda el alma hay una sola fiesta)

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ISABEL REZMO CÍTRICO

Se perfila la belleza de dos cuerpos en un charco de atardeceres. Casi poético como el fuego de una vida. Aumentaba la pulcritud de la esfera sin medida. No sé dónde poner el acento. La rima no sale en ese vaivén de flujos corpóreos. En ese toma y daca del ensueño. Ejército sitiado en dos bocas que se miran. Se ciegan en la luna del mediodía del deseo. Los labios espadas corrosivas, oxidantes en el cabello de tu ojos, de tu cuerpo, de tu vida. No puedo decirte mi propio sabor, ni mi fiebre. Es una maldita inclinación al deseo que suscita como el trato agradecido, de no haberse visto...ni siquiera conocido.

Isabel Rezmo- Úbeda- España

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ESNEYDER ÁLVAREZ LA MEJOR CENA

Hagamos la mejor cena Una cena que solo los dos podamos disfrutar, Iniciemos la preparación con nuestra compañía, Condimentémosla con unos picantes besos, Endúlcemela con la miel de nuestro amor, De plato fuerte unamos nuestros cuerpos, Y como postre el placer de nuestra pasión, Disfrutemos cada noche de la mejor cena, La que solo podemos preparar tú y yo. Esneyder Alvarez. Medellín - Colombia

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MAR DE FONDO DULCE ESTELA

De cacao se cubre la noche, bañada en estrellas de nata, desde mi ventana paladeo el firmamento, que escrito lleva un menú, las bebidas y el postre. Algunas melancolías se preparan para degustar licores de fruta, las penas son menos penas mojándose en sirope. Mi mente ―almíbar― invita a los sueños ―barquillos con limón― al baile de las milhojas de crema. Satisfactoria es la degustación, doy la velada por concluida, los párpados como flanes tiemblan, se cierran, llega el alba, dejando dulce estela de pasteles y mermeladas. Mar de Fondo (Mar García Treviño). Murcia, España.

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ROSA ESTHER MORO MELODIOSA CARICIA

burbuja incandescente la palabra flota en la nada estremece el vacio su sonido creador inventa el Hombre lo dibuja mudo con un reloj en la frente desnudo de sí abrió los ojos Se vio mujer desde la somnolencia que la alberga ella toma conciencia de sí la palabra ronda melodiosa caricia hombre/mujer escuchan su relato conjugan el secreto comienza la magia el hombre pensó /la mujer nombró la palabra con voluntad ajena crea el mundo

Rosa Esther Moro -Buenos Aires- Argentina. 60


MARCELA BARRIENTOS DELICIAS POÉTICAS

Tanto la comida como la poesía llevan el sello del alma de su autor. En las mejores delicias culinarias el ingrediente principal es el amor. Los olores y sabores mejoran el corazón tanto como un buen poema lo sensibiliza. Y aunque no sepa exactamente la razón muchas veces escribí frente a una hortaliza. Tal vez la misma magia que envuelve el ambiente nos mezcla los sentidos dando un toque diferente y condimentamos estos dos placeres ambivalentes que llegan a nuestra esencia de manera subyacente. Y usamos de las imágenes olfativas y gustativas, así como combinamos las sustancias alimenticias, son trances de inspiración únicas y a la vez apetitivas que para el sentimiento humano son como caricias.

Marcela Barrientos- Argentina © Derechos de autora reservados 61


AÍDA NAPOLI COCINANDO CON AMOR

En la cocina sobre una mesa movediza las zanahorias mimosas a los choclos invitan a bailar una cuequita. Lita en el mientras tanto con unas tiernas lechuguitas prepara una rica ensaladita que condimenta con sabor agregando mucho amor. Pronto estará el almuerzo en la mesa servido. Lita está contenta, su menú es un primor que mezcló con hortalizas y mucho amor. Aída Napoli- Ciudad de Buenos Aires- Argentina

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JORGE SERRA COLORES TIBIOS

Siempre moran en mí esos colores tibios del otoño. Caminábamos juntos yo asido a la magia de tu mano con la misma fruición que el naufrago se toma del madero. Tú volcando en mis ojos esa profundidad tuya silenciosa y aguda. No había tiempos ni medidas reales solo el sabor a miel de los susurros bendiciendo de soles mis oídos. No había estrellas ni cielos solo estaban tus ojos y tus labios y esas caricias suaves volcadas en la piel con devoción profunda. No hubo otoño como ese otoño y no puedo olvidar esos sabores tibios tapizando el camino que jugábamos juntos. Muchas veces al evocar las huellas recorridas yo siento que ese otoño justifica mi vida. Jorge Serra- Buenos Aires- Argentina 63


ANA AGUIRRE ESPÉRAME…

Espérame esta noche, quiero hablarte de mis emociones, de mis deseos furtivos, en esta noche fría. El sabor de las palabras que saldrán de mi boca, te entregaré susurrando en tus oídos. Despacito te cubriré con mis besos, acariciaré y saciaré tus deseos, con sabor de ese tiempo de espera, poder vencer y pasar los límites de la mente, saborear por siempre la dulzura de tus besos que apasionan. Y dejaremos que nuestros cuerpos se enreden, se entreguen sin medir el tiempo… y, abrazados tu piel y mi piel amanecer con el alba, aunque el corazón desee, que siga siendo noche. © Ana Graciela Aguirre Núñez Pedro Juan Caballero – Paraguay 64


ROSA LÍA CUELLO RECUERDOS II

Manteca y azúcar tardes de lluvia recuerdos vivos. El olor dulzón a vainilla penetra los sentidos. Cinco golpes secos Y la cáscara de los huevos se parte y se agregan de a uno. Después harina en el bol y la nostalgia en la garganta. Molde y horno moderado aroma a torta recién hecha el paso del tiempo en las paredes mi madre y mi niñez en la cocina.

Rosa Lía Cuello-Cañada de Gómez- Santa Fe- Argentina 65


TOMÁS SÁNCHEZ RUBIO ALIMENTO TERRENAL

Saboreé en tus ondeantes alamedas solitarias caricias de un invierno que se alejaba sin decir adiós. Ahogué mis deseos, aterido de sed, en tus parques ya ajados y meditabundos. Me sacié con tus hojas que se resistían a volar entre las definitivas sombras del ayer de las cosas. Fuiste mi maestra y mi alimento.

Tomás Sánchez Rubio -Sevilla-España 66


MARTA ESQUINCA CUERPO DE CAFETO

En esta taza cabes tú, mojas tu boca en la niebla con sueños de café, salen pájaros, se fugan gorjean y resguardan bajo sus alas la infusión que expanden entre nosotros, etérea explora nuestras miradas en la penumbra, fluye un estruendo multicolor envuelto en el aire subyuga, enlaza, nos atrapa en el golfo oscuro de aroma hechizante de grano líquido en tus besos, sorbo donde emerges con cuerpo de cafeto desbordante de corolas blancas, dulce amargo en tus labios atrapa mis sentidos en los bordes de esta taza donde catamos el deseo. Marta Esquinca- Tabasco- México 67


MARILYN ZUMBO

El néctar envolvió sus sentimientos, y la miel distrajo las ausencias. Tantos café absorbieron su cuerpo, que permanecía esperando ese aroma a infancia de otro tiempo, cuando amanecía, con aroma dulces, y todo era sonrisas de chocolate, que invadía el lugar con copos blancos, y el azúcar no sabía de tragos amargos. Pero podía a pesar de tantas pimientas, volver con nuevos pasos al lugar de los sueños cuando la crema absorbía su paladar. Sin ausencias, sin café, sin pimienta, sólo ese sabor blanco, puro. Que permanecía intacto. y volvía, como un regalo a caramelo a empezar otra vez de nuevo.

Marilyn Zumbo- Buenos Aires - Argentina 68


MABEL CORONEL CUENCA GANAS DE NIÑA

Hoy amanecí con ganas, en mis recuerdos el aroma… café caliente y el chipa’i. Me levanté con ganas, lavé la cara, en el espejo mi reflejo. Un frío en mi mirada, la falta del candor… de aquel abrazo protector, que -de niñasólo de tus brazos recibía. No dudé ni un segundo, como un ladrón al acecho, abrí lentamente la puerta de tu habitación, te atrapé con mis bracitos. Y con un beso tierno, te desperté… para decirte, ¡buenos días mamá!

©Mabel Coronel Cuenca Hernandarias - Paraguay

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ICELA ELIZALDE DELEITE CULINARIO

Una sopa que lleve de tus besos y una pizca de todas tus caricias, con crotones y variedad de quesos disfrutando el amor y las delicias. La ensalada, por ser tu favorita llevará un aderezo apasionado. El dulzor de la miel más exquisita con deseo y nuestro amor, fusionado...

Icela Elizalde -Cuernavaca- (México) Derechos Reservados de Autor

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CONSUELO JIMÉNEZ NUESTRA COCINA

Eras chiquita, de única figura. A un lado la fregadera de una sola pica, del otro la encimera de tres fuegos, lumbre modesta del hogar. Sólo un armarito de madera revestido de aquel mellado mármol, donde las empanadas se quedaban preñadas de crema y chocolate. Los calamares engordaban con gambas, o las rosquillas tupidas de aceite, crecían a fuego vivo. Eras chiquita, en ti, sartenes de patatas fritas crujían en las miradas. Las paellas se llenaban de granos de arroz, que maquillados con hebras azafrán se nos ofrecían chisposos. La cafetera se vertía, el olor a café seducía las pituitarias. Los guisos de carne, nos conquistaban. Sin hacernos de rogar, ternera, pollo, cerdo, conejo y cordero, eran bien sabidos y comidos. 71


Sin duda, el tocino frito entre el pan, fue colmo de placeres en las mañanas de los domingos. Eras chiquita, aún perduran tus olores, hasta alcanza tu calor, todavía me retengo en tu recuerdo, con él, en ti, sé quién soy.

Consuelo Jiménez- Barcelona- España

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CECILIA ORTIZ

Dice la agridulce sonrisa del sol ya no ríes ya no endulzan tus poemas las maduras frutas de tu imaginación. ¿me verá frágil esta primavera? Si un trozo de chocolate me atrapa amaso palabras con sentido condimento el café con metáforas y una cerveza bien fría seduce mi sed. Dice el día que habita mi espacio colmando mi copa de vino que sabe a tiempo capturado en el secreto de las uvas. Bebo las palabras y descubro un poema que aguarda. Rescato el sabor original de mis sentidos 73


aleteo entre el azĂşcar y sal el pan crujiente las sonrisas del tĂŠ aguardando. Con mi antigua cuchara revuelvo letras que se amalgaman. Pruebo la mezcla y tiene sabor a mis padres. Mi dedo en la boca disfruta mis revuelos en la cocina y saboreo los recuerdos.

Cecilia Ortiz- Olivos- Buenos Aires- Argentina

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CARMEN HERNÁNDEZ REY CUMINUM CYMINUM "me importa un comino"

Se podría decir para tantas cosas, de estos días, o de esta vida, y sin embargo. Recuerdo las lentejas de mi abuela, el pan recién horneado y el chorizo de matanza hirviendo, y todo aderezado con el buen pimentón de la Vera, y aquel último toque de unos granos de comino majado en el mortero pasado de mano en mano como las mismas recetas ancestrales ellas. No, nada importa hoy un comino, si recordamos tiempos pasados, al calor de una pequeña lumbre de carbón, mientras aquellas manos arrugadas despacio y con el ritual ceremonioso colocaba dentro de aquel puchero el amor que luego pasaría a nuestras bocas.

Carmen Hernández Rey ©® autora extremeña todos los derechos de autora 75


DANA LAILA SABORES DE AMOR

El bello y sutil aroma de la comida de mamá. La cocina es el lugar dónde te olvidas de lo demás y sólo disfrutas el rico agridulce sabor del amor. Esas veces en las que me siento deprimida y me siento mal, me pongo a cortar cebollas porque solo ellas entienden cuando te cortan el corazón. Las veces que llego de la escuela y me pongo a hacer la tarea es inevitable no distraerte con la comida ya que sabe tan rica, las reuniones de familia donde reímos y recordamos bellos momentos. El lugar preferido para las risas recuerdos y comida, y aunque no haya suficiente presupuesto para una comida exquisita siempre sabré que la comida de mamá está hecha con amor y eso la vuelve la mejor.

-Dana Laila 11 años Ciudad de México El Mundo de Dana- Página de Facebook 76


AYMARA ARUWIRI MI COCINA

El rincón de los sabores nos enamora. No excluye a ninguno. Su instinto es embelesarte y atraparte para que día con día la visites. Así es mi cocina... que desde que me levanto trabajamos juntas para recrear los sabores, los colores, las sonrisas. Y desde luego por qué no, también ahí desde las madrugadas comienzo a cocinar mis letras para luego tener un delicioso budín de poemas.

-Aymara Aruwiri Ciudad de México El corazón en la barbarie- Páginas de Facebook 77


NYDIA OVALLE RECETA DEL ALMA

En primer lugar: cernir la harina en el molde de la vida, verter los ingredientes que escuchan y miran a la mezcla que habla. Las medidas lloran sobre la masa que se prepara. La leche y los huevos se baten, con toda gallardĂ­a y la ralladura de limĂłn seduce en sabores y emociones. Los sentimientos agridulces y el trigo se divierten un poco con las cucharas que vierten felicidad a manos llenas. Luego el azĂşcar diluye la amargura, gota a gota el amor arrastra y 78


da punto al merengue de la alegría. Después preparar el almíbar con el calor de las almas. Dentro de la preparación las caricias se mueven y el trigo de la vida dorado se cocina tanto como se ama. Por último, hornear por 45 años a 270º; no dejar enfriar y disfrutar siempre con una buena sonrisa.

Nydia Ovalle Ciudad de Guatemala/ Guatemala, C.A.

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GLORIA GAYOSO DULCE HUELLA

Me sorprendiste un día con un beso inesperado; mi corazón en el vértigo se descubrió entre tus manos. El azúcar de tus labios fue suculento regalo y las mieles en tus ojos placeres me derramaron. Aderezamos el plato con pimienta en voraz salto. Tú me mordías la lengua; yo, saboreaba el encanto y nos miraba la luna entre risas y recatos. No supe nada del mundo durante el sabroso rato, olía a tomillo el aire en aquel día lejano en el que sellaste mi alma con tu aliento huracanado. 80


El después… tú ya lo sabes; tu cuerpo, placer de dioses, enredó mi celo alado y fuiste mío una noche y fui tuya sin reparos. Aquel beso que me diste, aún palpita en mi regazo. Se marchitaron las rosas, atentas al calendario; pero dentro de mi alma tu nombre ignora los años y hasta lo repito al viento y me acaricio los labios por ver si la luna aquella te trae a mi playa intacto, y repetimos la nota que hirió de muerte mi canto. ¿Cómo dejamos que el tiempo nos robara el sueño cálido? ¿En qué río de amor puro se nos ahogó aquel milagro?... Las agruras de la vida muy lejos nos distanciaron. Y en el deleite del mimo la mente se apura al paso. Y no hay aliño que borre la huella de aquel contacto. ¡Ni las lluvias de los cielos, ni los eólicos mantos limpiar pueden ya tu nombre de mi alma rota en pedazos! ©Gloria Gayoso ( Buenos Aires. Argentina)

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ARACELI GARCÍA MARTÍN ENSALADA DE VIDA

Azul, algodón, fresca, hoja, hierbabuena. Baile, ceñido, corsé, pantalón. Amarillo. Verde vestido, húmedo, hueco, corrido. Beso, rosa, lazo, ombligo, mariposa. Arena, sol, desierto, ojo, despierto. Alada, pluma espiga, hormiga, luna. Amor, curvas, tangente, triangulo, gente. Subir a la nube y con su manto cubierto hacer la cosecha para la ensalada de palabras mil, bien revueltas con una pizca de cielo incierto aderezada, con un pellizco de pimienta y al mar bajar un momento para salar. Un chorreón esplendido de aceite oliva virgen y vinagre de manzana. Importante. Nunca comerla en soledad que sea mucha la gente. con hambre y ganas 82


masticando con serenidad.

Sabrá mejor en compañía todos los días con mantel a cuadros y en familia cada día podremos hacer. Más sabrosa y sana nuestras vidas. Araceli García Martín Granada- España

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RELATO

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YOLANDA FERRERA LAS PALABRAS NOS HACEN… O NOS DESHACEN

(Anónimo)

La humanidad tiene de sobra ejemplos de seres cuyas existencias dependieron sólo de las palabras SÍ o NO. La primera –SI- tenía el sabor de la vida…la segunda –NO- el de la muerte. Las palabras califican con dulzura lo sublime de la vida, como AMOR, PATRIA, HIJO, MADRE, AMIGO … También –con acidez- lo más abyecto, como ODIO, ENVIDIA, COBARDÍA, TRAICIÓN, MENTIRA… Sabores diferentes para palabras diferentes, cada una con sus códigos y matices muy propios. Alarma el poder de muchas palabras. Suelen ganar la categoría de filosóficas, hasta el punto de cambiar comportamientos masivos en el seno de un país. Tal es la capacidad de sus alcances. Muchos ejemplos pueden citarse. Innumerables expresiones que, de alguna u otra manera, otorgaron a las acciones lo dulce o lo amargo de sus mensajes. Lo acertado o lo condenable de sus esencias. En Cuba, TRES bastaron para convocar a la apatía colectiva, desde que su autor las seleccionara para una composición musical, devenida exitosa melodía que aún hoy se escucha y se baila. No previno el ya fallecido músico Juan Formell, fundador y director de una de las más prominentes Orquestas Cubanas, LOS VAN VAN, que aquella pieza incorporada al repertorio del colectivo hacia los años 80 del pasado siglo, trascendería en la ética de vida de los nacidos en la Isla de manera tan indeseable. Repetidas hasta la saciedad, las TRES palabras martillaron 85


–y aún lo siguen haciendo- en la conciencia ciudadana. NO COJAS LUCHA, remarcaba el estribillo que concluía con otras lapidarias: QUE LA VIDA ES MUCHA. NO COJAS LUCHA se repite hasta la saciedad por los cubanos todavía, en años donde sí es necesario estar a la altura de las exigencias del momento, en cualquier apartado de la vida política, económica y social. NO COJAS LUCHA tiene el sabor de la dejadez, del no te preocupes, del no trabajes demasiado, del no me importa. Es un llamado a la inmovilidad, al no compromiso personal ni colectivo. Sabedor quizás del daño ocasionado, el prestigioso compositor –poco después y con la maestría que le caracterizaba- hizo otro inspirado y muy rítmico aporte al universo melódico criollo. El nuevo estribillo repite: “HAY QUE PONERSE PA” LAS COSAS”. Pero, realmente, la novedad musical llegó muy tarde. Ambas expresiones dejaron de ser palabras sencillas. Dimensionadas por el acervo popular, fueron asumidas y proyectadas a los congéneres de acuerdo con la propia concepción vivencial. Y es que las palabras –como definió el pensador Yoritomo Tashi- “son esclavas que no deben ser liberadas inconscientemente”. Y yo agrego: sean cuales sean sus sabores.

Yolanda Ferrera Sosa Periodista y comentarista cultural cubana residente en la ciudad de Miami. U.S.A.

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NANCY HARO PONTÓN SABOR A FIESTA

Margui despertó con la algarabía de los pájaros en el huerto. Las voces cantarinas de la madre, abuela, tías, hermanos y el fragante olor de café recién filtrado, leche hervida, pan horneado que invitaban al desayuno. Había retornado el día anterior de un largo viaje de tres años por tierras de África como parte de un voluntariado con misioneros latinoamericanos. Era fin de semana y no tenía prisa de levantarse, sin embargo, se apuró al intuir que todos los familiares estarían ya en la mesa. Además, el sabroso olor que provenía de la cocina despertó su apetito. Todos saludaron alegres. Tras preguntas de si había dormido bien, si no tuvo frío…desayunaron, entre ocurrencias de sus hermanos. Pobre niña, qué delgada está, decían entre sí los familiares. Inmediatamente empezó a funcionar la alquimia medicinal casera y el diseño de menús reconstituyentes además de deliciosos para cada día, a fin de resolver la posible anemia de la joven. Contradiciendo las observaciones de los mayores, los hermanos opinaban que Margui estaba estupenda, más alta y atractiva de cuando se fue, siendo apenas una adolescente desgarbada. Quienes se acercaban a saludarla admiraban su particular suavidad y cortesía en el trato. Es linda, decían! Y qué sencilla! La familia se empeñó en preparar día tras día menús tradicionales de la tierra y de fiestas ocasionales (carnaval, semana santa, finados, navidad, año nuevo), para compensar a la joven de lo que habría carecido y extrañado en tierras lejanas. 87


Así, no solo la cocina, sino la casa toda se vestía de fiesta multicolor y olía a manjares deliciosos cada día gracias al amor y manos mágicas de las mujeres. Los aromas de chocolate se mezclaban con los de canela, clavo de olor, pimienta y panela. Las mermeladas expandían su olor a fruta y miel; los buñuelos, empanadas, galletas, pasteles y el pan, su particular y dulzona fragancia. Al medio día se llenaba el ambiente de olores y sabores picantes y salados, a carnes de pollo, pavo, chancho, cordero, res, conejo, cuy, pescado, camarones…, de mil maneras preparadas: al jugo, a la plancha, fritada, al horno, a la brasa, salteada, estofado, ceviche…con sus condimentos de albahaca, cilantro, perejil, romero, orégano, ajo, cebolla, comino… y acompañados de: choclo, mote pelado, tostado, papas y yuca (cocidas y fritas), arroz, plátano (patacones, chifles, bolones), salsas, ensaladas… A media tarde la casa olía a rompope, a ponche, a café, chocolate, a tisanas aromáticas y a sus acompañantes, pastelillos, humitas, tamales, quimbolitos. A fruta fresca: manzana, duraznos, pera, capulí, guanábana, chirimoya, papaya, plátano, sandía, piña, mango, mandarina, lima… Las humitas de choclo (maíz tierno desgranado, molido y cernido), con mantequilla, huevos, queso rallado, sal, pizca de azúcar, polvo de hornear, cebolla larga finamente picada, hojas de choclo y cocinadas al vapor, ¡eran la delicia familiar tomadas con una taza de café negro! Por la noche la casa se vestía de sabores y olores más ligeros, a caldos, sopas, cremas, morocho, maicena, aguas aromáticas (menta, toronjil, manzanilla, valeriana, guayusa, hierba buena), café, té, y sus acompañados: emparedados, pan, pastel… En Margui renacieron enjambres de sensaciones y emociones felices que revoloteaban al calor del hogar. Así mismo, cada día que pasaba presentía la dolorosa despedida que se acercaba al finalizar sus vacaciones. Su familia y amistades avizoraban la tormenta, disimulaban su preocupación y procuraban disfrutar cada minuto con la joven. Llegó el día temido, las maletas de viaje, las viandas en conserva y dulces para sus compañeros, preparados por las manos cariñosas de su abuela y su madre estaban listas ya. Los pequeños presentes de sus amistades y vecindario, también. Margui vestía un jean azul, blusa blanca bordada al estilo nativo, suéter rojo, medias blancas y botines negros de cuero. Tal parecía que en esos cortos dos meses la niña hubiese madurado más, tenía en la mirada, pese a querer disimularlo, un dejo de melancolía que su madre y abuela simularon no verlo.

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Faltaban dos horas para que la recogieran. Luego del almuerzo de despedida, se habían congregado ya en el patio todos los familiares, amigos y vecinos para abrazarla y desearla felicidades. Sus hermanos habían preparado un homenaje sorpresa con cantos, bailes, poemas, discursos, bromas, ollas encantadas (como si fuera su cumpleaños, aunque éste lo debía cumplir en febrero). Al finalizar el agasajo la homenajeada agradeció el cariño de la familia y amistades. Abrazó y besó a todos… Se llevó consigo los valores y vivencias más profundas y emotivas del hogar, el calor y ternura de los suyos y las más dulces sensaciones que dan a la vida sabor a fiesta.

Nancy Haro Pontón- Ecuador

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REMEDIOS PERNAS LA COCINA

¿Por qué lloras Emilio? ¡Por el humo que se va! Emilio lloriqueaba por el humo de la leña verde. La ventana, desde donde se ve la huerta, y el manzano con grandes y rojos frutos. Llegábamos de la escuela los tres hermanos a la misma hora, subíamos las escaleras que cantaban con nuestras apresuradas pisadas. Al unísono gritábamos ¿Qué hizo mamá? El olor al frito del aceite, ajo y pimiento invadía la cocina. Mi hermana vestía la mesa con un mantel a cuadros, los platos floreados, la jarra de agua fresca de la fuente de los Pelamios, en el centro una cazuela con patatas bañadas en rojo aceite y trozos de carne de conejo. El rico manjar saciaría nuestros hambrientos estómagos, no faltaba el pan, amasado por mi madre. Yo la pequeña, sentada al lado de Emilio, si él comía yo comía, si tomaba agua yo lo hacía. 90


Bajo la atenta mirada de mis padres, cuando hablábamos todos a la vez, el bullicio era insoportable, ellos moderaban. -No hablen todos juntos. -Así no se entiende nada- decía mi madre con su cálida voz. Inolvidables momento familiares dejaron en mí, sabores y olores intactos. Olguita, habita la casa de los Molinos y vaya a saber por qué, ama las cosas dejadas por mi madre, y ahí está la cocina intacta, la mesa, los cuadros, unos con peces, otros con frutas y la silla de la abuela, que sigue allí como si el tiempo no hubiera pasado y coronando la cocina, la gran chimenea, que ya no despide el humo que hacia llorar a Emilio.

Remedios Pernas – Buenos Aires- Argentina

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RUTH PÉREZ AGUIRRE RODRIGO, MI TARTA DE LIMÓN Y YO

A: Clara Motha Avilés

--Rodrigo, ¿cómo estás? Te espero a las ocho con una tarta de limón, ¿puedes? –le dijo Lucía con voz sensual, con la esperanza de verlo de nuevo después de una semana que él no se había acordado de llamarla. --Si es sólo para la tarta, cuenta conmigo; no dispongo de tiempo para quedarme a cenar; más tarde debo ir a una junta de negocios. De un tiempo a esta parte, siempre tenía una excusa para no quedarse a pasar la noche; pero Lucía no estaba dispuesta a terminar una relación de más de tres años, sin haberle dado motivo alguno. Esta vez lo haría recapacitar. Iba a prepararle su postre favorito: tarta de limón. Pensó comprar flores, poner la música que le gustaba y crear un ambiente incitante para el amor. A él le gustaba que la tarta estuviera recién preparada pero a la vez muy fría. Salió de inmediato a comprar los ingredientes frescos. No pensó 92


hacerla aprisa, sino tomarse el tiempo necesario para que le quedara como nunca. Por eso no iba a usar la base que se vende en el supermercado, la haría con galletas de vainilla de una marca muy fina, combinándolas con unas pocas de chocolate. Decidida a usar huevos frescos, no le importó atravesar casi toda la ciudad con tal de ir a una pequeña tienda de productos naturales, de granja. Eran muy caros, pero las claras resultaban esponjosas y las yemas de un color increíblemente dorado, por lo que valía la pena hacer el cambio. Ahí también compró la mantequilla y los limones grandes y jugosos, con semillas. Al regresar vio que se estaba haciendo tarde, así que prefirió no comer con tal de empezar enseguida. Trituradas las galletas las mezcló con la mantequilla que había suavizado; cuando la tuvo lista puso a licuar el jugo de limón, la leche condensada, la crema y el licor. Batió las claras a punto de merengue sin olvidar que a él le gustaba más cuando le ponía una cucharada de agua helada en vez de vainilla. Mmmhhh, de inmediato la cocina se vistió de fiesta con el aroma que salía del horno. Mientras lavaba todo, estuvo pendiente del merengue para que no se dorara demasiado. Dejó que la tarta se enfriara un rato, el que aprovechó para arreglar el departamento. Fue a sacar las velas nuevas y el mantel veneciano; después pasó la aspiradora y estuvo seleccionando los discos. Escogió las copas azul celeste con la orilla de oro, en estilo árabe. Puso las flores en los búcaros con agua y unas gotas de su perfume. ¡Puf!, ya todo estaba en orden. Metió la tarta al congelador para que se le formaran gotitas encima, y las copas en el refrigerador. ¡Todo quedó espléndido! Era su mejor receta, incluso sus amigas cuando la invitaban a una fiesta, le pedían que llevara una tarta aunque hubiese pastel; poco a poco la había ido perfeccionando. En cuanto llegó Rodrigo, más tarde que nunca, sacó la tarta y la puso en la mesita, con dos sillas pegadas a la ventana, justo donde se abrían las hojas de la cortina y podía verse el jardín. Colocó los platitos dorados y sirvió las copas. Los discos de música romántica ya tenían un buen rato de estar tocando. Para no aburrirse, había movido los cojines de un lado al otro experimentando con la decoración.

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--Creo que se me hizo un poquito tarde, pero no quise perderme una rebanada de tu tarta de limón. ¡Se ve deliciosa! –Fue lo único que dijo al entrar. Sin mirarla a la cara ni mencionar su nombre, dirigió su mirada a la mesita donde siempre saboreaban el postre. Y allá se dirigió. Ella tenía cortadas las rebanadas, así que enseguida le sirvió la primera. ¡No iba a ser la única! Lo vio comer esperando que se diera cuenta de las flores, la música y de todo cuanto hizo para agradarle. Apenas había terminado de comerla sonó su celular. Lo notó turbado al ver quién le llamaba; ella se hizo la disimulada cuando le dijo que contestaría en la cocina. Lucía fue a acomodar el saco que Rodrigo había dejado al descuido sobre una silla. Un sobre se asomaba por una de las bolsas interiores. Lo abrió. Era una tarjeta con un dibujo muy sugestivo, tanto como lo que estaba escrito atrás: “Ro, te estoy esperando… trae mucha, mucha champaña”, y como firma unos labios estampados en un rojo escandaloso. Conteniendo la rabia, regresó a sentarse; de la cocina llegaba su risa insinuante, aquella que ella bien conocía cuando hablaba de amor… --Era de la oficina, me están esperando con urgencia –dijo cuando regresó a la sala. Aún tenía las mejillas ruborizadas y los ojos chispeantes de excitación. Se sentó y le pidió otra rebanada. --Has superado el grado de perfección al que me tienes acostumbrado, Lucía, te quedó mejor que nunca. --¿Si? ¿Te parece? ¡Pues llévatela a la oficina! –le dijo con voz melosa mientras le daba el saco, abría la puerta y lo mandaba al diablo. Cuando cerró fue a tirar el frasquito vacío de un poderoso laxante. Su sonrisa tenía un brillo especial. © Ruth Pérez Aguirre Mérida, Yucatán, México

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ROLANDO LORIÉ COMIDA NATURAL

Imagen Ángel de la Osa- Enviada por el autor

Aunque en aquel entonces no existían tantos alimentos preservados en conserva, como en la actualidad, el guajiro de Jarubì prefería la comida natural, ciento por ciento, hoy llamada orgánica. No existía preocupación por el colesterol ni los triglicéridos. La expresión común era: -¡Yo no quiero saber de comida en lata! Las aves y animales que consumía, se criaban en los patios de las casas, y se alimentaban por propias manos con esmerada atención. Otro tanto sucedía con las viandas y hortalizas, cultivadas por agricultores dedicados, en las fincas de la localidad. Las especies y condimentos también mantenían la naturalidad de su origen, y en muchos casos eran de confección casera, como el puré de tomate. Para sazonar utilizaban ajo, cebolla, cebollino, cilantro, ají cachucha, orégano en rama, comino, bija, tomate de cocina, naranja agria, hoja de laurel, todo ello en su condición original, y como grasa, la manteca de puerco almacenada de la última matanza. Qué decir de los huevos criollos acabados de poner, sus yemas eran de color naranja; las frutas tropicales se arrancaban maduras de los 95


árboles y plantas. El queso blanco, la mantequilla, el jamón, el tocino y el tasajo, además el café molido, eran elaborados artesanalmente, distribuidos y vendidos en el mismo pueblo por Aparicio, así como la harina de maíz y las botellas de leche de vaca pura; él iba de casa en casa ofertando sus productos frescos. En cuanto a hábitos alimenticios, por lo general el desayuno era abundante, un jarro de café con leche, acompañado, de acuerdo a la preferencia, por pan o casabe, mantequilla, queso blanco, masas de puerco fritas<< machuquillo>> o fufú de plátano verde hervido y chicharrones de puerco, jugo de naranja, y por último, un tazón de café claro. Abuela, tempranito en la mañana me llevaba el<<tentempié>>a la cama: me despertaba y daba el jarrito de café con leche, y yo medio dormido lo tomaba rápido para continuar durmiendo un rato más; luego me levantaba a desayunar con abuelo. Era muy agradable hacerlo junto a él, pues siempre tenía una conversación amena e ilustrativa, colmada de anécdotas y pasajes históricos; él decía que el desayuno era la comida más importante, después de estar tanto tiempo sin ingerir alimentos de la noche a la mañana. Por otra parte, la primera jornada de trabajo en el campo se iniciaba al amanecer hasta el medio día, lo que requería de un desayuno fuerte. A media mañana, se merendaba algo ligero, un pedazo de queso blanco con una lasca de dulce de guayaba o una fruta y refresco natural; ya avanzada las primeras horas el día, el hambre picaba en el estómago señalaba la hora de almorzar. Un plato que se servía con frecuencia en la dieta guajira era la harina de maíz con sal, y se comía con leche de vaca, huevo frito o una yema cruda, como yo lo prefería; una vianda hervida era el complemento, seguido de un postre casero y el tazón de café claro, que no podía faltar. Otras veces se sustituía la harina por ajiaco o por masas de puerco y chicharrones fritos, y la vianda hervida; el pan de Marcelino y el casabe, siempre presente en la mesa. Abuela todos los días me tenía un refresco de frutas distinto: limonada, garapiña, champola de guanábana, guarapo de caña o el prú que yo combinaba con un paniqueque o galleticas dulce, como otro <<tentempié>> en la tarde. En la comida, de seis y media a siete de la noche, la sopa era obligada, algo que no me hacía ninguna gracia, sin embargo, hoy me encanta; yo le decía a abuela que me la sirviera en un vaso, para así tomarla más aprisa y comerme lo demás; la realidad era que yo aprovechaba un descuido de ella y en espera de que abuelo se sentara a la mesa, me paraba y se la lanzaba a las gallinas por una ventana del comedor, las que ya esperaban la maniobra diaria para desaparecer en un 96


santiamén fideos y cuanto condimentos y viandas tuviera en un santiamén. La vaca frita, la ropa vieja, el fricase de pollo o de guanajo, el chilindrón de chivo o de ovejo, el<<aporriao>> de tasajo, se acompañaban con congrí, arroz amarillo teñido con bija o arroz blanco y, cuando no servían la sopa, entraba a jugar el potaje de frijol negro o <<colorao>>, con sus respectivos tostones, plátanos maduros fritos o yuca con mojo. Abuela era especialista en dulces caseros: arroz con leche, harina en dulce, majarete, mermeladas de guayaba, mango, y fruta bomba o <<papaya>>, cascos de guayaba, naranja y toronja, coco rallado endulzado con azúcar prieta, flan de leche y el pudín de pan, que era el que más me gustaba; el queso blanco se combinaba con los postres. Abuelo era bien exigente a la hora de las comidas, le gustaba que todos nos sentáramos a la mesa con él, no admitía justificación válida para dejar de hacerlo, pues consideraba que era el momento de compartir en familia; así lo hizo de por vida. Un rato antes de acostarnos a dormir, el café con leche y una galleticas eran el ritual con que se despedía ese día. Aunque <<no paraba la pata>> en esas vacaciones, siempre aumentaba algunas libritas ; al parecer el horario estable de comidas influía en ello. Mi mamá, a mi regreso a la capital, lo notaba y me decía sonriendo: -Se ve que vienes gordito de Jarubì.

Rolando Lorié- Cuba/ Miami- U.S.A.

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ALICIA DE LEÓN EPP UN LUGAR EN MI RECUERDO

En mi recuerdo la humildad tiene un nombre, un lugar específico, cuatro paredes, una mesa algo chueca y un mantel de hule. En mi recuerdo la tibieza tiene el color del humo y la voz de las llamas, vivas en la boca de una cocina a leña. El amor huele a guiso y a pan recién horneado y la paz sabe a mate dulce y tortas fritas. En ese bello lugar de mi recuerdo, era donde se peleaba la pobreza, donde se producían milagros de galleta y puchero, donde se entretejían las hebras que fortalecían la familia y donde latía el corazón agrario de mi gente. En ese lugar mío, por las noches, la luz de un farol a mantilla jugaba con las sombras y los días despertaban más tarde que las conversaciones alrededor de la mesa. Y es a ese lugar de mi recuerdo, que quisiera volver y allí tender mi vida y descansar mis tiempos. En mis recuerdos ese lugar precioso es la cocina de mi madre…

Alicia de León Epp- Uruguay/ Canadá 98


CARMEN MEMBRILLA OLEA DE AUSENCIA Y FRAMBUESA

Empecé muy poco a poco; muy lentamente, como si el tiempo no existiese, como si la distancia y el dolor no estuvieran oprimiendo mi corazón ahora desierto y reseco. Cogí del aparador de la cocina una jarra de cristal de boca ancha y allí comencé a mezclar los ingredientes. Los huevos desprovistos de su cáscara, cayeron estrellados sobre el fondo; ahí acababa su existencia y su forma. “Hasta los huevos tienen un final”-pensé. El abrelatas es mi artilugio de cocina favorito. Cuando lo utilizo siento simultáneamente una sensación de arcaísmo y mecanicidad, de ritmo acompasado y pautado, que de alguna manera me satisface, me tranquiliza, me relaja y me brinda el gran descubrimiento: lo que hay debajo de la tapa. Sí señor, es leche condensada, dulce y densa, apetecible siempre…y ajena a todo lo que yo siento ahora; en este justo momento. Levanto la lata abierta todo lo que puedo y a esa altura, bastante considerable, por cierto, dejo caer un chorro espeso que se va mezclando

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con los huevos. Pienso en la palabra “naufragio” y creo que me estoy ahogando. Ya han aparecido las lágrimas pero no me importa. Continúo con mi mezcla, con mi condena, continúo barajando las letras de tu nombre…Hay una tarrina de queso de untar. Hundo sobre ella una cuchara pequeña y lo hago bruscamente; como si de algo terrible se tratara…con fuerza…con rabia…saco el queso a cucharadas y lo echo también dentro de la jarra de cristal. Como el color blanco es mi favorito, me centro ahora en la leche entera y en la nata… Mezclo, muevo, lloro a esta hora de la madrugada. El ruido de la batidora puede despertar a los vecinos pero yo insisto, desafiando al silencio…no lo acepto como recurso de consuelo. Lo desafío. Sigo batiendo…sigo batiendo…segundos…minutos…horas tal vez. La textura de esta mezcla es perfecta, suave, clara; cálida e inevitable. Pruebo y me sabe a soledad; ese dulzor me distancia claramente de los espacios de arena en los que tú me amabas, en los que olía a ti, a los que siempre regresabas tú. La mezcla líquida ha quedado vertida en un recipiente especial para horno; lo abro y la alta temperatura recibe la cercanía de mis manos como si me reconociera. He programado el tiempo; toca esperar; me siento en el suelo de esta cocina donde tú reías cuando me querías. De pronto percibo los gritos, vienen de mí. Te llamo desde esta esquina. Ahora no puedo moverme; tengo que esperar que la tarta cuaje…que el color dorado inunde sus rincones, que adopte su forma definitiva de tarta de queso. Después cubriré su superficie con mermelada de frambuesa, porque hace juego con mi tristeza, con mi sombra, con mis ventanas…Y por último me quedaré aquí tirada, en el suelo; a la espera de que algo pudiera cambiar y permaneceré así: diminuta, solitaria y malherida.

Carmen Membrilla Olea. España.

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ETHEL SAAVEDRA GARCÍA EL TOQUE DE LA CANELA

Karen decidió no volver a las reuniones sociales a las cuales asistía con su esposo. Sus amigas cuchicheaban cuando los veían. Murmuraban sobre las infidelidades de Juan. Y esto a ella le producía llanto. Aún lo amaba, su cuerpo joven todavía lo reclamaba, sin embargo, no decía nada, sólo lo observaba. Una de tantas noches de insomnio, decidió emprender un plan para reconquistar a Juan. Al día siguiente hurgó en sus cuentas, sabía que tenía unos ahorros. Mandó a decorar la cocina de su casa, mientras este permanecía de viaje. —Sorpresa le vas a dar —le decían algunas de sus amigas. —Sí definitivamente estoy convencida de ello. Y en efecto, así fue. Decidió contra las normas del Feng-Shui, colocar en la pared principal de la cocina azulejos de color rojo, era el preferido de Juan en su ropa interior. Y en esa pared, colocó la mejor fotografía de ella. — ¡Las fotografías son para otros sitios de la casa! —criticaban sus amigas. —Me gusta romper la monotonía —decía ella con orgullo. El resto del lugar era apacible, el rojo contrastaba con el blanco, muchos gabinetes tallados en madera. Karen hizo un listado de los afrodisiacos: aguacate, ajo, canela, chocolate, manzanas, mariscos, menta, miel, chontaduro y pimienta. Con ellos mandó a pintar un cuadro grande para colgar en otra de las paredes. Juan, admirador del arte tan pronto lo vio, dijo asombrado: — ¡Este bodegón es espectacular!

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Fijó repisas de madera y en ellos colocó unos frascos bien decorados donde guardaba guindas en su miel rosada, aceite de oliva para ensaladas y bolitas de chocolate, ingredientes que su esposo no pasaba desapercibidos. Para la mesa de noche compró revistas que hablaban de recetas afrodisíacas. Juan, como buen lector, todo lo que caía en sus manos lo leía. Una mañana se levantó, le preparó un desayuno que contenía jugo de naranja con un tris de su licor preferido, huevos revueltos y café con leche con sabor a vainilla. —Vaya, vaya, ¡que linda sorpresa! —dijo él. — ¿Cuál va a ser el almuerzo de hoy? —era la pregunta antes de darle un beso a Karen a la hora de salir. Ella sonreía, guardaba silencio y bajaba la mirada porque él, poco a poco, había vuelto a almorzar con ella. Una noche, Karen estaba preparando Róbalo al ajillo y cuando Juan le puso sus manos en las caderas, sintió que a ella le faltaba su tanga. Al oído le dijo, te espero en la alcoba. Juan despertaba, almorzaba y cenaba junto a ella. El lugar donde siempre la buscaba era la cocina, observaba como ella con sensualidad, le quitaba la cáscara a alguna fruta mostrando sus uñas bien cuidadas y dejando que el aroma saliera a flor de piel. Guardaba en la boca de Juan algún trozo de fruta y delante de él, se chupaba los dedos demostrando agrado y dejando caer sobre sus senos gotas de jugo. Luego daba la espalda y suavemente al caminar contorneaba sus caderas. Un día antes de la hora acostumbrada para el almuerzo, Juan llegó, tomó a Karen apasionadamente y del mesón rodaron los pimentones, las cebollas y el tomillo. Ellos fueron testigos de las palabras de Juan: —Te amo, te amo, mi cocinera perfecta, me mantienes loco, no sabes cómo amo todos tus olores. Juan se acostumbró a comprar frascos de miel y de aceite con olor a zanahoria, naranja y canela para la alcoba, se habían vuelto indispensables así como los vídeos eróticos, y los masajes que ella le daba. Se volvió frecuente en los oídos de Karen: “Que se quede el infinito sin estrellas, o que pierda el ancho mar su inmensidad, pero el negro de tus ojos nunca muera y el canela de tu piel se quede igual”… Quienes hablaban de ella en voz baja, la envidiaban y no sabía cuál era la fórmula precisa para volver a enamorar a un marido infiel. Karen hablaba sobre la importancia de cocinar con amor, nombraba el aroma como magia de la cocina sin dar más explicaciones, palabras que las otras mujeres no entendían y llegaron a hablar en voz baja, de que ella le había dado un bebedizo a Juan. Ethel Saavedra García Colombia 102


RAQUEL PIÑEIRO MONGIELLO LA NOBLE FUNCIÓN

Empieza la mañana y los gatitos se escuchan. Elena sonríe cuando los oye. Últimamente vive muy distendida y no le molestan las quejas de los vecinos, son tan pocos comprensivos con sus gatitos. Y pensar que el hombre de al lado le regaló la primera gatita. Era pequeñita y se notaban todos los huesos. Ella la cuidó hasta que creció, eso sí, de noche se iba la muy sinvergüenza y como es lógico, nacieron muchos pero muchos gatitos y uno más lindo que otro. Elena se enternecía tanto que dejaron de preocuparla las novelas de la televisión, pero todo tiene un límite en esta vida y lo comprendió, cuando vio a su vecino con una escopeta en la mano, mirando con mucho odio a sus mininos. Por supuesto, suavizó el problema, le pidió disculpas y dijo que solucionaría la cuestión. El vecino estaba enojadísimo, le habló de llantos insoportables a la noche, de plantas secas y qué sé yo de cuántas cosas más. Él tenía razón. Pobre, cuantas molestias le había causado. Pensó mucho, pero mucho y de veras. Se le ocurrieron varias ideas, primero contó los gatitos, eran casi, veinte. Caramba, eran muchos. Decidió organizarse y comenzó por hacer un fichero. Luego los separó por tamaño y les puso un moño de color a cada grupo. Y le surgieron otras ideas. Después pensó en festejarle un cumpleaños por semana, con torta y velitas, sería genial; claro ella apagaría las velitas. 103


El problema era a la noche, pero no se amilanó, pondría por la tarde un poco de algún tranquilizante en el agua, poco por supuesto, tampoco era cuestión dejara de tener otros gatitos nuevos y a ella le hacían falta. Los amaba. Los mininos crecían y engordaban, parecían cerditos, a ella le gustaban así. Hoy está contenta, es su aniversario de bodas. Su esposo es un santo, tanto que la deja hacer lo que quiera y no le molesta ver a los gatitos por la casa. Él también tiene lo suyo y Elena lo respeta a rajatabla, porque , a veces, es un cable en tensión, con el que se debe tener cuidado. Le digo esto porque cuando llega a su casa, como ahora, busca las pantuflas, su bata gastada y se sienta a ver televisión; después apaga el aparato, hojea el diario y nada de conversaciones. Parece un hombre muy cansado. Ella lo mira de una manera, hasta creo se hizo la fantasía de una historia de amor distinta, una rosa roja, un beso prolongado. Pasa que esa noche la telenovela El Clon, la llena de un romanticismo que fuera de esa novela no existe, ¿ no existe? También pensó por las buenas y sabrosas comidas preparadas cotidianamente y un largo beso, sería el segundo. No obstante tales pensamientos, vuelve a la realidad y con buen ánimo prefiere hacer una sopa provenzal, que hacía su abuela. Su esposo se va a poner muy contento, entonces lo verá saborear el plato y sonreír. Primera medida buscar la receta que lleva: 2 litros de agua, cebolla rehogada, un poco de apio, zanahorias en cubos, solamente dos, un cuarto de chauchas, arvejas frescas, zapallo, acelga cortadita, ah…un puerro y ya está. Y cuando se haya cocinado, un puñadito de fideos caracolitos. Bueno, bueno, faltan dos detalles, primero cuando se la sirva, agregar un puñadito de perejil bien picadito y por supuesto una salsa para acompañar, que lleva: ajos, queso rallado, albahaca fresca, tomates y aceite de olive. Tiene el pulso acelerado. Con la sopa sola no alcanza y decide preparar un buen trozo de carne al horno con papas. Sus manos trajinan, rápidamente toma un cuchillo afilado con anterioridad y corta la carne, un poco de sangre le salpica el piso. Pasa que esa carne todavía no había estado en la heladera. Limpia la sangre del piso y tira el trapo a la basura. Después, la condimenta. Ahora recuerda que no debe olvidarse, de un viejo secreto. Inconscientemente se da vuelta, su marido sigue leyendo el diario. Eso, hace se concentre más en su trabajo. Termina y como la comida está organizada, va por fin al baño, hace pis, se lava muy bien las manos, se peina y pinta sus labios. Lo mira, espera el tercer beso, él sigue leyendo. Ahora sí, pone la mesa. El siente el aroma exquisito de la cocina y

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pregunta si falta mucho, ella piensa como, a veces parece un invitado siempre a comer; bueno, también piensa, así es su vida. Resignada busca el mantel planchado esta mañana, la vajilla de porcelana, sus tenedores lustraditos, las copas de semicristal y un buen borgoña, ah, las servilletas, el pan, la soda. La verdad, merecería un beso, yo, no puedo dárselo. La sopa, apagado el fuego, espera. La carne al horno está lista. Su esposo se sienta a la mesa, pone una servilleta en su cuello y pregunta, que festejan. Ella, solamente sube y baja los hombros. El olor es tan apetecible, que hasta inspira dos elogios en su cónyuge. Me olvidaba, él le pregunta que carne era la que había comido, porque realmente estaba muy buena. y le pidió volviera a repetir ese plato. Ella le dijo que era liebre y sonríe feliz. Yo, no hubiera estado en esa cena. Elena trae la torta que había hecho, decorada con un minino. Él mira la torta, la mira a ella come un trozo y piensa que su mujer está un poco loca, pero cómo cocina. Se levanta de la mesa, toma el resto del borgoña, le da un beso de pasada y se va a la cama. Elena, transita lugares comunes, busca su tejido, dos puntos derechos, dos puntos revés, una lazada. Los gatitos, agradecidos.

Raquel Piñeiro Mongiello- Funes- Santa Fe- Argentina

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GLORIA ACOSTA LA MUJER ROJA

Imagen enviada por la autora

El viento de oeste se desliza mordiendo las colinas púrpura de Kakaoland, sacudiendo las tierras rojas del Kalahari. Es el aviso de la estación de lluvias al norte del río Kunene. Los primeros rayos de sol se deslizan por las montañas, y como una gran alfombra tapizan de luz la llanura de los elefantes del desierto. La densa cerca circular de ramas espinosas disuade a antílopes y rinocerontes negros de acercarse al kral. Adilah se despereza en su lecho de piel de cabra y acerca al pequeño a su pecho henchido. El llanto de su hermano ha puesto en pie a Zelda. Hay prisa, los hombres debe irse pronto con el ganado. Su madre la observa mientras comprueba que el omurivo omayapuke ha permanecido incandescente toda la noche. Nadie podrá enmendar a Zelda por no cuidar del fuego sagrado. Su padre la espera en el okuruwo, junto con el resto de 106


hombres, para la prueba de la leche. Adilah la apremia, se hace tarde. Zelda, como corresponde a la hija soltera del jefe, toma el tronco en brasas y lo acerca al círculo de piedras donde aguarda su padre. El fuego sagrado prende el nacimiento de un nuevo día. El jefe prueba la leche recién ordeñada que le presentan las mujeres en las calabazas huecas. La makera ha concluido. Los demás beben y los hombres organizan al rebaño para salir en busca de pasto. En el poblado quedan las mujeres y los niños. De un cuenco de barro, Adilah toma una porción de tierra ocre y manteca que derrite entre sus manos y cubre el cuerpo de Zelda. Trenza su cabello, lo lava con ceniza y la perfuma con hierbas aromáticas. Sonríe al untar los senos rojos de su hija; pronto estará preparada. Se reconoce en ella, en sus brillantes ojos de almendra, en su larga mirada. El mundo de las mujeres rojas se mueve en un pequeño círculo, entre cabañas, fuego y cuajada. Bailan y ríen entre el límite de la tierra polvorienta y el cielo abrasador. Y mientras preparan su alimento cantan y cuentan. Gira la leche en su cuenco al calor de la hoguera, los pequeños se sientan en corro y callan. Adilah relata la historia de Mukuru, el primer hombre, y de Kamungarunga, la primera mujer, nacidos junto al ganado, en el árbol Omumborombonga. Esa mujer roja lleva en su pecho un desierto interminable y un largo río en su garganta. Es montaña y llanura, trueno y calma. Cuece palabras blancas que hierven y se derraman en hilos que corren en manada, que llegan al río para romperse en cascadas. Las jóvenes bailan y tocan palmas. Zelda calla. Mira a lo lejos, con su mirada larga. El instante de un fugaz pensamiento, otro lugar, otra vida, como la de aquellos que vienen a retratarla, como la que cuentan los que se fueron antes. Adilah lo sabe y por eso cuenta y canta al espíritu de sus ancestros, al fuego sagrado que mantiene unido a su pueblo. Cae despacio el sol a lo lejos. El cielo es rosa y añil. El viento del oeste se retira reptando por las tierras rojas del Kalahari. Se lleva con él las palabras de la garganta de Adilah y el brillo de los ojos de Zelda.

Gloria Acosta- Tenerife- Islas Canarias

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ISABEL SAN JOSÉ MELLADO AQUELLA DESPENSA

Hoy el café me sabe a malta, esa malta que mi abuela cocía cada mañana en su pucherillo de porcelana soldada con estaño por el desgaste, en aquél fogón de leña al que no me dejaba acercarme por miedo a que me quemase. Hoy mi tostada sabe a ese pan de hogaza calentito que junto a la leche con cacao y esa mermelada de fresas casera que solo ella sabía preparar como nadie, ponía sobre el mantel de hilo, delicadamente bordado con motivos frutales, como el más exquisito desayuno que podía ofrecer. Hoy el zumo de naranja me ha transportado a aquel olor tan peculiar a amor que mi abuela dejaba en cada rincón de su casa, a aquellas tardes que decidíamos preparar unas ricas madalenas entre las dos. Me dejaba participar guiada por su bondad y paciencia para que no se derramase la masa fuera de aquellos moldes de papel blanco que había ido separando a soplos con su ayuda y cómo no, a aquellos momentos en los que entre cuchara y fogón sacaba el costurero para enseñarme a hacer vainica. 108


Hoy el aroma a canela que pongo cada día en el café, me ha traído a la memoria aquellas natillas que tan cuidadosamente preparaba con los mejores huevos del corral, natillas que no dejaba de mover con su desgastada cuchara de madera, al compás del Ave María que tan dulcemente me enseñó a rezar. Hoy sentada en mi sillita con la taza de café entre las manos, he cerrado los ojos abriendo la despensa de mi infancia; despensa que ella procuró tener siempre colmada de amor, enseñanza, respeto y por supuesto de deliciosas galletas de huevo horneadas al calor de la leña.

Isabel San José Mellado- Madrid- España

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MARIO SARLI LA BUENA FRUTA

En la quinta, desde la galería de su casa, donde el fresco decidía quedarse en la siesta, don Sabino, entrecerrando los ojos, disfrutaba ver cómo el tenue viento acariciaba los arboles y hacía danzar las ramas, con abundantes mandarinas. Las naranjas, verdes aún, eran remolonas. Su peso ofrecía resistencia y tardaban en seguir el ritmo. Así se adormecía sobre el sillón de mimbre, balaceándose lentamente. Era su descanso. No le llevaba más de media hora y le alcanzaba para seguir hasta la noche. Era otra cosecha más de citrus, que se perdía. Sin embargo los frutos maduros y sabrosos, le daban orgullo y alegría. No ganaría dinero ya que el mercado, nuevamente, seguía otra lógica. El trabajo en cambio, confirmaba que todo fue bien hecho: podas y desmalezamiento a tiempo, pestes que no llegaron por cura anticipada con “bosta” de animales, como le enseño su padre, o esas incansables hormigas, que siempre fueron corridas. El indescriptible paisaje de verdes con amarillo maduro, era un cuadro que pocos podían comprender. Su larga vida de citricultor le hizo conocer las 110


buenas, las malas y las peores también. Granizos despiadados, lluvias excesivas o heladas interminables. Cosechas que se perdían, por mandato de la naturaleza. Ciertamente, le dolía, sin embargo no lo amedrentaba. Siempre amanecía con ganas. Por eso, en este otoño de frutas que brillaban, poco le importaba que la gran importación, con caída de precios locales, lo dejara económicamente apenas “hecho”. Por eso, disfrutaba haber logrado su objetivo. La naturaleza, rendida ante el coraje y persistencia de don Sabino, decidió esconder sus enojos y generosamente, regalaba siestas con brisas suaves y danzarinas.

Mario Sarli- Buenos Aires- Argentina

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MARGARITA POLO VIAMONTES

El sabor de las palabras es más complejo de lo que parece, depende de quien la exprese y hasta del oído receptivo que la reciba. Hay palabras dulces, amargas, agridulces… ellas tienen tantos sabores como palabras existentes en los idiomas y dialectos del mundo. Sin embargo, para mantener la felicidad latente, la vital es: AMOR, palabra tan dulce como la miel, poseedora del milagro de la vida entre los seres humanos. El dulzor del amor lo recibimos de nuestros padres al nacer, es más, se siente por nosotros, aun antes de conocer sus rostros, pues durante el proceso de gestación el amor es primordial. Mientras crecemos, nuestro paladar se llena de esa dulzura, pero a medida que pasa el tiempo, también vamos conociendo los demás sabores sobre todo a través del desamor, la envidia y hasta el nauseabundo sabor del odio. Nos salvan luego las exquisitas frases del primer amor, algo después crecemos degustando el más agradable de los sabores en la palabra: Mamá pronunciada por nuestros hijos; al paso de los años otras llegan a nuestro paladar, pero la que posee el sabor supremo es Abuela. Crecer entre esas palabras dulces nos proporcionan la eterna felicidad. Lástima que mientras recibimos y sembramos el dulzor del amor, cariño, bondad, sinceridad, lealtad, en el crisol de nuestras vidas. En la sociedad pululan las amargas de la violencia, guerra y la muerte a partir de las ácidas palabras como violación, guerra, masacre… ¡Cuánto diera por erradicar esas palabras en la existencia, antes de que ellas concluyan con la más amarga de las palabras posibles: hecatombe, donde el mundo dejara de existir gracias a la propia mano del hombre! Margarita Polo Viamontes- Cuba/ Miami- U.S.A. 112


FRANCISCO JAVIER FRANCO VISTO PARA SENTENCIA

Nunca quise estudiar leyes, ni mucho ejercer la abogacía, pero las circunstancias me lo impelieron. Yo era un chico de lo que siempre se denominó “Letras”, una rara avis que disfrutaba traduciendo ‘La Guerra de las Galias’ de César o la del ‘Peloponeso’ de Tucídides, pero ¿qué salida tenía continuar por este camino? Todo mi entorno me lo repetía una y otra vez: «Sólo puedes trabajar en la enseñanza y los sueldos son más bien bajos… Ya sabes: lo de más hambre que un maestro de escuela». Y, así, acabado el bachillerato y la ‘orientación universitaria’, me decidí por la facultad de Derecho. Desde el principio no me agradó la materia, pero terminé licenciándome con un buen expediente académico. Luego llegó de nuevo otra decisión: opositar o ejercer la abogacía. Al principio opté por lo primero, pero acabé practicando lo segundo. El estómago revuelto es una constante desde que ejerzo esta profesión, así llevó años desayunando un pobre yogur desnatado. La asistencia a irrefutables delincuentes me hace dar una vuelta de sinrazón para cubrir una defensa plausible, aunque sea con hilvanes. Un canalillo de acidez continua es efecto de la dejadez en ser ecuánime, colgando la 113


noción de lo justo en el perchero del que descuelgo la toga, aunque sea por el noble cumplimiento del derecho a la defensa de cualquier ciudadano. Las noches se alargan y el esófago se acorcha con tanto tragar ruedas de molino. Pero fue un día de julio, aquel día de julio de sofocante calor, el que marcó un estigma en mi carrera, cuando, tentado por su buena pinta, decidí tomar el gazpacho del menú del restaurante económico de enfrente de la Audiencia. En plena vista oral, el pepino no cejó en revolverse, hasta que, al pronunciar su señoría el ‘visto para sentencia’, una llamarada interior eclosionó desde mis entrañas, para, en pleno impacto de salida, acabar por colorearle la toga. Entonces, empequeñecido y mudo, contemplé liberado el Dorian Gray que llevaba años acumulando dentro.

F. Javier Franco. Almería/Guadix (España).

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RODOLFO TORRES PALABRAS QUE SON SABROSAS, Y MÁS TODAVÍA

Muy cierto, existen palabras que arrastran sabores. Y no solo sabores, que conste. Tuve oportunidad de confirmarlo el fin de semana último, cuando visitamos la Internationale Gartenausstellung. La gigantesca exposición de jardinería, en los límites de los distritos Marzhan y Hellersdorf, al noroeste de la ciudad de Berlín, capital de Alemania, abarca 60 ha en las que se acogen 40 grandes jardines de todo el mundo y donde pueden verse, olerse, palparse y degustarse casi miles y miles y miles de maravillas siempre efímeras a la vez que siempre eternas creadas por esa diosa llamada Naturaleza a la que el hombre --cuando no esgrime la espada-- rinde honores con arquitecturas para embellecer los paisajes y todos estos, junto a lo principal que son las flores, alcanzan tan sublime nivel que corta la respiración. Como un cuento de hadas llevado a la 115


realidad y del que no se quisiera escapar jamás hacia el vulgar ambiente de la calle. Uno de los tantos detalles llamativos de esta descomunal exposición, llamada igualmente Gärten der Welt o Jardines del Mundo, es la increíble cantidad de visitantes desde los más apartados rincones del globo terráqueo, lo cual contrasta con el nada barato costo de la entrada. Aun así pudimos ver “nadando” en el casi interminable mar de flores todas las categorías humanas y sociales. Una de éstas fue la señora de más de setenta años de edad, quien a pesar de su ceguera absoluta se movía con bastante seguridad por entre las infinitas galerías techadas, los pasillos al aire libre y las personas que los recorríamos. Tuve oportunidad de verla varias veces y al fin la curiosidad pudo más en mí y me obligó a detenerme para contemplarla. Andaba sola, ayudada únicamente de su largo bastón plástico de color blanco y en el extremo que aquél iba rozando el suelo llevaba una esfera también plástica y blanca que, supongo, trasmitía a su mano cómo era el terreno que ella iba pisando. El paso ligeramente tardo y algo vacilante de la dama, el cayado y el conocido brazalete con tres círculos negros en fondo amarillo la identificaban como invidente, mas ella no frenaba su apetencia en el disfrute de las flores. Bueno, para eso precisamente había pagado por su entrada. Y al tiempo que empuñaba el bastón con la izquierda iba pasando su mano derecha con la palma abierta hacia abajo por encima de las dalias, a lo que éstas le “respondían” con su tremenda explosión de colores, tamaños y formas. Pero, sin detenerse, la anciana avanzaba con su extremidad superior derecha extendida para ir rozando suavemente las flores, con ternura casi. Y en una de esas --todavía no puedo explicármelo- frenó su andar ante una dalia que hubiese sido motivo de orgullo para cualquiera de esos apasionados locos por sus jardines. Para mí estaba claro que la mano le había trasmitido mucho más que el aspecto y la dimensión de aquel magnífico ejemplar, precisamente, pues con delicadeza tomó entre sus dedos índice y pulgar un pedacito de la flor, sin desprenderlo, y vi, lo juro, vi cómo deslizaba aquéllos desde la puntica del pétalo hasta su base para ir “descubriendo” colores que la sonrojaban y le sacaban sonrisas leves. Así hizo con varios pétalos de la abigarrada corola. Hasta que, inclinada adelante, acercó su nariz y, teniendo todavía uno de los pétalos entre sus dedos, aspiró primero y luego --siempre de ojos cerrados por supuesto-- giró el rostro a la izquierda hasta tener la flor al alcance de su oreja derecha y así poder “oír” --no tengo otra explicación-- la textura que le trasmitían las yemas de sus dedos, a lo que sumó incluso el sentido del gusto pues saboreó su 116


paladar y el interior de los labios, hasta que tragó con gran satisfacción para su espíritu. ¡Su rostro reflejaba tan gratas sensaciones! Se me antojó de pronto que la señora disfrutaba muchísimo más que yo de estas instalaciones de ensueño y por qué no averiguarlo, me dije. Así pues, en contra de las más elementales normas de conducta alemanas y de todas partes acentuadas por interjecciones bastante fuertes y apretones de mis manos y brazos ejecutados por mi esposa porque me conoce y sabe que lo que muchas digo y pienso ya lo estoy poniendo en práctica, me acerqué a la mujer con no poca pena, temeroso de que me considerara un entrometido estúpido, pero de veras que no me podía echar atrás: “Entschuldigen Sie bitte…” (Discúlpeme usted por favor), dije yo. “Ja?” (¿Sí?), levantó ella su rostro para “mirarme”, atenta. “Können Sie die Blumen sehen?“ (¿Usted puede ver las flores?) “Naturalmente que puedo verlas, porque las siento… Yo amo las flores, ellas van en mi corazón desde la niñez, cuando las descubrí a través de las manos de mi madre pues ella me enseñó a ‘verlas’. Ahora me basta oír hablar de flores y ya estoy imaginándoles colores y olores y formas y sabores y hasta sonidos, pero prefiero acercarme a ellas para ‘verlas’ de verdad y así no se me escapa ningún detalle...” Comprendí entonces que la vieja dama se acompañaba de un precioso mundo interior, pero estaba necesitada igualmente de algún interlocutor: “¿Usted las palpa y se las imagina a partir de entonces? “Nada de eso. Yo puedo ‘verlas’ porque soy capaz de distinguir sus colores y todo lo demás… A mí me agrada visitar jardines para alimentar el espíritu con las flores todavía vivas, en las mismas plantas, y por eso penetro en ellas, ¿usted me entiende? “Sí, sí la entiendo.” ¿A usted también le gustan las flores?” “Sí, mucho.” “Pues sepa que la Naturaleza creo flores en casi todas partes para que todas las criaturas sobre la Tierra pudiéramos disfrutar de ellas… La palabra flor es mágica para mí. ¿Usted no tiene una palabra mágica? Yo escucho cuando alguien pronuncia la mía y en un instante revivo sensaciones gustativas, olfativas, táctiles… Agradezco a la señora el empujón hacia mi mundo interior y me digo que yo tengo dos palabras mágicas, de esas que acarrean sazones y sentimientos. Una de ellas es cerveza, aunque más bien es cuando el primer trago entra en mi garganta, que me veo en un santiamén en la 117


playa de Varadero siendo un adolescente todavía, acompañado de personas queridas que ya partieron. La otra palabra es huevo (digo de los de gallina, que quede claro) y esta sí que me transporta lejos, muy lejos, además de colocarme dentro los más dispares sabores y no todos agradables pues la tristeza y la decepción, junto a la más loca de las algazaras, se dan la mano en el asunto... Diciembre de 1976. El planeta había dado ya una vuelta casi completa alrededor del sol y yo todavía me encontraba en Angola, trabajando en un pequeñísimo hospital de la ciudad y puerto de Lobito. Había acudido al encuentro bélico como sanitario mayor, junto a Mario Martínez, de la ciudad cubana de Morón, y éramos las “máximas autoridades” en aquella instalación. Prestábamos atención sanitaria a los soldados cubanos de la unidad militar aledaña y a la población angolana de más allá. Los casos complicados los remitíamos al hospital de Benguela, donde se encontraba un equipo médico cubano. Nosotros acá en Lobito nos sentíamos bastante bien a pesar de todo porque disponíamos de una relativa libertad de movimiento y los cañonazos no nos alcanzaban. Aun así carecíamos de algunos pedacitos para que la felicidad estuviera más o menos completa. Así las cosas, cierta mañana pasó por el pequeño hospital una agradecida madre angolana con diez huevos de gallina en una cesta. Su hijita había sanado con lo que le hiciéramos y sin decirnos una sola palabra aquella buena mujer nos hizo ver, de repente, que unos huevos fritos podían convertirse en la gran fiesta a la que asistirían --en nuestros corazones-- numerosas familias desde la querida Cuba. Fue un sabor que de pronto afloró al paladar de los “médicos” y los pacientes. Hacía mucho no probábamos un huevo en ninguna de las muchas variantes. No miento si digo que se nos hacían agua las bocas de solo tenerlos en las manos y sobre todo sentirlos, ya fritos, brillantes por la grasa, con una poquita de sal por encima y todavía calientes, para vernos a nosotros mismos masticándolos con más deleite que hambre al tiempo que nos mirábamos a los ojos para confirmarnos que no se trataba de un sueño sino de la más pura realidad. Y fue precisamente la realidad la que se impuso. Nosotros insistíamos en que un huevo frito que se respetara debía exigir, como mínimo, arroz blanco o pan. Y no disponíamos de ninguno de los dos. Ni de muchísimas otras cosas, pero esto no viene al caso ahora. Lo importante era que las benditas posturas avícolas demandaban ser comidas ya, de inmediato. Y temblaban emocionadas, las pobres, en aquella pequeña cesta de paja de solo imaginar que varios cubanos 118


atormentados durante años por huevos y más huevos y más huevos y más huevos y más huevos como la única fuente proteica, en nuestro suelo, vinieran a encontrárselas a tantos miles de kilómetros de casa para alegría de unos y también de otras... Decía que fue la realidad la que se impuso pues Roberto “Pata de Oro” apareció en escena diciendo que él tenía la mejor solución, una solución genial, y que además él mismo en persona iba a llevarla a cabo. Lo habíamos bautizado así porque se fracturó una pierna el día que movían su unidad militar hacia el primer escalón de combate. Y sin poder quedarse jamás en ningún sitio par de segundos seguidos, andaba apoyado en dos muletas y con una larga escayola desde la punta del dedo gordo de la pierna derecha hasta la misma rodilla. Nada, que tenía tremenda buena suerte dentro de la mala suerte. Pero él siguió diciendo que había visto plátanos maduros allá en la cocina por lo que anduvo a la carrera con el pie bueno y las dos muletas de aluminio para agacharse estirando hacia un lado la extremidad enyesada, agarró los plátanos, los peló con más desespero que con cuchillo, los picó en pequeñas rodajas y los echó a freír en aceite muy caliente dentro de la más grande de las sartenes. De esta manera, aseguró, los pedacitos dulces del plátano maduro adquieren un tono dorado y quedan ligeramente duros, lo que hace un excelente contraste con los huevos batidos en un plato hondo y a los que ya les añade una poca de sal para entonces revolverlo todo con vigor y mucha alegría, que las mejores tortillas contienen entusiasmo del bueno y éste entre en las carnes de quienes las coman... “Vamos a hacer la más espectacular de las tortillas”, aseguraba ante el fogón y canturreaba de lo lindo. Y diciéndolo, sin pedir ni esperar por la ayuda de nadie, apoyado únicamente en el pie bueno y en par de muletas inestables por el mucho ajetreo de su usuario, Roberto “Pata de Oro” tomó con sus dos fuertes manos la sartén por el mango para moverla sobre la llama y la masa amarilla empezase a girar a la vez que iba cuajándose, sin pegarse al fondo. “Este es uno de los secretos de una tortilla bien hecha, para que no se queme, que el pedazo resultante no es agradable.” Viéndole moverse divertido y seguro, revivíamos a espaldas del alegre “cocinero” los olores y los sabores que traíamos desde la misma niñez. “Está quedando fantástica”, dijo agarrando nuevamente la sartén por el mango. “Ahora vamos a hacer como los franceses, que las voltean en el aire”, y tomó aliento, se afirmó en el pie bueno, las muletas trastabillaron y él lanzó aquella masa amarilla… que nunca regresó de 119


acuerdo a la ley enunciada por Issac Newton. Quedó simplemente estampada en el techo, extendida en un área de varios metros de diámetro. Nos quedamos con las bocas abiertas, sin poder tragar. “Pata de Oro” fue derrumbándose poco a poco, hasta quedar convertido en un mar de llanto en el suelo. Desde entonces glorifico la palabra huevo, tan llena de sabores y sinsabores. Por otro lado, como ahora más me gustan es con talco.

Rodolfo Torres, cubano que vive y trabaja en Berlín, Alemania

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