Gealittera 37

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GEALITTERA REVISTA DIGITAL Tierra de letras, tierra de otros; aquellos que se dan cita para escribir. Coeditada por Cecilia Ortiz (Argentina) y Carmen Membrilla Olea (España). Bajo la infinita ilusión de unir voces literarias pertenecientes a países y continentes distintos. revistagealittera2014@gmail.com IBSN: 14-08-2014-55 Todas las imágenes publicadas en esta edición son de Pinterest - Google y Omar Delawere Art

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INDICE

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EDITORIAL Carmen Membrilla Olea Cecilia Ortiz POESÍA Lazara Nancy Díaz Jesús Álvarez Pedraza Carlos Norberto Carbone María Laura Coppié Elisabet Cincotta María Cristina Sorrentino Carmen Cecilia Morales González María P. Comorera Socorro Carranco Alibut Sarabia Mirta Roncarolo Esneyder Álvarez Jorge Serra Milagro Haack Gladis Mereles Pereira Consuelo Jiménez Martin Raquel Piñeiro Mongiello Ana Maritza Aguirre de Schwarzl Flavia Falquez Sandra Gudiño Lya Naranjo Rivadeneira Alicia de León Epp Graciela Fernández Lucas Damián Cortiana Carmen Barrios Rull Cecilia Ortiz Marianela Puebla Gloria Gayoso María Marta Liébana José Javier Terán Ana Lucía Montoya Rendón Graciela Diana Pucci Adri Delfini Zaida Giles de Quirós Isabel San José Mellado Marita Ragozza Marcela Barrientos Nydia Ovalle Elvira Duarte Isabel Pisani Adolfo López Patricia Corpas Gutiérrez

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Como un fantasma Orfandades Casa vacía Cabaña 23 Del otro lado Presencia Ceremonia Huéspedes ignotos Fantasmas Los vi Soy un fantasma Fantasmas XVII Perdí la razón Te dejo en el aire Su ausencia no es del todo Réquiem para un fantasma Delirio fantasmal Son Esas sombras… Fantasmas Llave El fantasma de los sueños Fantasma Retazos Mis fantasmas Memoria en la piel Los fantasmas del pasado Espectro Febril victoria Mi amante fantasma Mi pasado fantasma Reencarnación Espíritus errantes Narciso espectral Amores lisiados 1950 4

10 11 12 13 14 16 17 18 20 21 23 24 25 27 29 32 34 35 36 38 40 42 44 45 47 48 50 52 53 54 55 58 60 61 62 63 65 67 69 70 71 72


Antonio Portillo Casado Cynthia Rascovsky Carmen Hernández Rey Mabel Coronel Cuenca Lorena Brito Elizabeth Santiago Araceli García Martín Mar de Fondo Miriam Álvarez Julián Gómez de Maya Icela Elizalde Dana Laila Miryam Colombotto Seia Aymara Aruwiri

Fantasmas Veo esa mujer Evolución /versus fantasmas Fantasmas Fantasmas El fantasma del pasado Canción fantasma Fuiste… Destapar el tiempo Sonata Aún hay tiempo Ángel roto Los fantasmas de tu ausencia Maia

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RELATO Graciela Romero Aída Quiñones Margarita Polo Viamontes Roxana Rosado María José Menacho Castellano Ruth Pérez Aguirre Maite Glaría Rolando Lorié Ethel Saavedra García Fernando Pavón Leguisamo Gloria Acosta Tomás Sánchez Rubio Rodolfo Torres Ramón Ortega III Carmen Membrilla Olea Mario Sarli Isabel Rezmo Belkys Sorbellini Clara L Morgado Julia del Prado Francisco Javier Franco Pedro Pastor Sánchez Maria Teresa Fandiño

Soltar Extrañas vacaciones La casa del mirador y sus fantasmas Las huellas La hiedra y el fantasma Mala racha La aparecida Aparecidos en la cañada Salada Visita nocturna Hay un fantasma en casa de Milú Mis tardes con Fulgencio Vida después de la vida Los fantasmas de mi vida Lucía Flores en blanco y negro Fragmento de La plaza de Julián Aparición Vivir con ellos Fantasmas del recuerdo Fantasma ¡Qué hubiera hecho usted? Fantasmagórica aparición Fantasmas de ojos verdes

94 97 100 102 105 106 109 110 113 116 123 126 127 132 136 138 140 141 142 144 145 146 151

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EDITORIAL

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“Contemplando un futuro tan amplio y luminoso como aquella avenida, y por un instante pensé que no había más fantasmas allí que los de la ausencia y la pérdida, y que aquella luz que me sonreía era de prestado y sólo valía mientras pudiera sostener con la mirada, segundo a segundo.” Frases de La sombra del viento de Carlos Ruíz Zafón En nuestro Nº 37 planteamos como tema “FANTASMAS”. Los fantasmas (del griego φάντασμα, "aparición"), en el folclore de muchas culturas, son supuestos espíritus o almas desencarnadas de seres muertos, que se manifiestan entre los vivos de forma perceptible (por ejemplo, tomando una apariencia visible, produciendo sonidos o aromas o desplazando objetos —poltergeist—), principalmente en lugares que frecuentaban en vida, o en asociación con sus personas cercanas. No necesariamente su poema o relato tiene que ser de terror, porque existen “fantasmas del pasado” que tocan de lleno los recuerdos o existen personas que son “fantasmas” porque adoptan una actitud determinada ante los demás, o existen presencias que nos consuelan y que salen directamente de nuestra imaginación… Y el desafío ha dado sus resultados positivos. Fantasmas de infinitos colores, en poemas y relatos. Agradecemos a todos su participación, en esta edición especial. El tercer anivesario de Gealittera. Son ustedes los que han logrado que estemos celebrando este cumpleaños.

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Y compartimos de Alejandro Jodorowsky un fragmento, a modo de cierre editorial. Esas anclas, esas vendas, ese estanque, son cárceles mentales. Tú eres el vuelo, la vision el infinito océano. Déja los fantasmas y sé tú mismo. Somos Gealittera Carmen Membrilla Olea Cecilia Ortiz

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POESÍA

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LAZARA NANCY DÍAZ COMO UN FANTASMA

Cargo el sol de aquella tarde con la pupila espantada y en la neblina cansada un rayo de luz que arde como un fantasma cobarde que se ha caído del cielo. El aire le enreda el pelo a la noche que venía, cuando una lagrima mía, se acuesta sobre un pañuelo.

Lazara Nancy Díaz García- Cuba/Miami- U.S.A

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JESÚS ÁLVAREZ PEDRAZA ORFANDADES

Usted no lo sabe; pero aquella noche el viento llegó sin manchas. Lo entré por la puerta de los miedos, y se echó a dormir sobre un olvido de la habitación. Nadie fue a levantarlo, nadie supo de donde venía. ¡ Y lo amé tanto, que subieron las palabras como serpientes locas! Me saqué el corazón, lo tendí en el madero del patio, junto al cordero de la fiesta. Yo se que usted no lo sabe; pero el árbol vive de sus frutos muertos, y cada muerto tiene su propio fantasma. Ahora te pido que vayamos a dormir. Quiero quedarme solo con los secretos del cuarto. Voy a pensar que el viento volverá sin manchas, y que estaremos esperándolo. Jesús Álvarez Pedraza- Miami- U.S.A. 11


CARLOS NORBERTO CARBONE CASA VACร A

La casa quedรณ sola una luz en el palier y otra en la cocina desimulan la falta.

Iluminan fantasmas soledades iluminan. Sola y triste de chicos quedรณ la casa Sola de olores y risas Sola desalmada quedรณ este verano. Carlos Norberto Carbone- Ciudad de Buenos Aires- Argentina 12


MARÍA LAURA COPPIÉ CABAÑA 23

Si es cierto que las fotos roban el alma me llevaré de chal esta serenidad de lago en una panorámica de nueve clics. Ayer fuimos vedettes de río, un manto de mica nos protegía de la despedida. Hoy todo sigue plateado: cielo, agua plana, la otra orilla. En la última noche, la boga silba lo que le canta el fuego que construimos y devela un enigma de flores. Ya no volvió el búho a despedirse, a dignificar las hamacas con su mirada bautismal y la niebla confunde y eleva horizontes con desmesura, traslada la montaña y moja los souvenirs de otro viaje. Y a pesar de todo, tu recuerdo sigue abriéndose paso en mí como atravesando una caprichosa fruta de verano. Lo que vela la montaña, ahora entiendo, no es tormenta sino el invencible fantasma de vos que no me suelta.

María Laura Coppié- Ciudad de Buenos Aires- Argentina 13


ELISABET CINCOTTA DEL OTRO LADO

"del otro lado del espejo se esconden los miedos..." Patricia Ortiz

Fantasmas insistentes ríen ante la angustia crecen en la oscuridad se bifurcan a través de la luz y del resplandor del mañana rompen 14


la monotonĂ­a del dĂ­a aumentan las presiones del ser camino de soslayo/ miro del otro lado del espejo/ cierro los ojos y escapo otro amanecer sin reflejos

Elisabet Cincotta Hudson, Buenos Aires, Argentina

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MARÍA CRISTINA SORRENTINO PRESENCIA

La memoria redime y emerge su figura desde una alarma indiscreta el tintinear de un llavero el perfume de siempre. Por un instante lo percibo. En anillos de niebla se disipa la imagen para volver a perderlo cada día. Ya no queda fuego ni ceniza. Recuerdos lo nombran con el café de la mañana y la silla vacía. Mi nostalgia retiene, escarba cicatrices de su última partida donde la muerte repartió cartas marcadas. María Cristina Sorrentino, Cdad. de Buenos Aires, Argentina. 16


CARMEN CECILIA MORALES GONZÁLEZ CEREMONIA

Imagen enviada por la autora

Llevo lunas pegadas a mis labios y en mi regazo se esconden soles que doran inocencias. En el rumor del agua se suicidan otoños cuando el olor a ternuras resucita manojos de gemidos que se encumbran como fantasmas para acudir al rito de los amantes.

Carmen Cecilia Morales González. Chinú, Córdoba, Colombia. La danza de los dedos. 17


MARĂ?A P. COMORERA

Fantasmas acechan mi alcoba me rodean por la noche, sigilosos entran, y allĂ­ se aposentan.

Son pensamientos fantasmales que cubren los ventanales, abrirĂŠ las ventanas para ver si esta noche, todos escampan.

Dejadme malditos fantasmas portadores del insomnio y quedo exhausta con este revoloteo en la mente clavado.

Estos fantasmas existen, yo quiero los 18


de las sábanas blancas, esos no me aturullan, los de mi cerebro, y mi alma, esos me espantan.

Llegan y me torturan, me dicen que jamás volveré a verte, y eso hace que sienta que esos fantasmas me cercan y me atormentan.

Fantasmas en el cerebro como piedras que pesan, hoy siento que llevo....!!

María Comorera -Segur de Calafell. (Tarragona). España

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SOCORRO CARRANCO HUÉSPEDES IGNOTOS

Regentea la luna huéspedes ignotos. Los huéspedes se mecen en la calle. Ritual de cada noche. Socorro Carranco- Tuxtla Gutiérrez- México

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ALIBUT SARABIA FANTASMAS

Fantasmas de mi pasado ¿Cuándo empezaron a lastimarme y tan certeros a aniquilarme? Aún no le he descifrado. ¿En qué momento llegaron para robarme la paz y el juicio? Atravesarme el alma es su vicio; en basura me enterraron. Mis ilusiones mataron; robaron el brillo de mis ojos; me convirtieron sólo en despojos; cada golpe detallaron. ¿Dónde se esconden? Pregunto... Carcajadas gritan "¡Inocente, esos fantasmas son tu presente, tu vida entera, tu mundo!" Fantasmas de mi presente: Machismo, opresión, más incomprensión, vacío, soledad y frustración; van matando lentamente. 21


Fantasmas que me rodean; cada día aciertan en el blanco complaciéndose en dañarme tanto y con mi ego trapean. ¿Por qué no me daba cuenta? Mis fantasmas comparten mi mundo; son de mi vida, mi entorno inmundo; lo que acaba y desalienta...

Alibut Sarabia-México

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MIRTA RONCAROLO LOS VI

Los vi No tenían brazos Nada necesitaban No tenían piernas Estaban suspendidos No tenían facciones No tenían voz Pero decían y existían Los vi Eran tantos Y estaban tan juntos Formaban un haz de luz No nos veían, ni nos extrañaban Estaban plácidos Brillantes Llenos de energía Sus cuerpos Como pompitas de nieve Iluminaban nuestros días Convivíamos en planos Y sensaciones paralelaos Ellos alma y nosotros cuerpos ¿Algún día podríamos ser ellos? Seguro cuando ganemos el cielo Mirta Roncarolo- Buenos Aires- Argentina 23


ESNEYDER ÁLVAREZ SOY UN FANTASMA

Atravieso el mundo sin ser visto, la felicidad se pasea por el mundo desconociendo mi presencia. Invado un cuerpo que finge una felicidad inexistente, sintiendo como se desbástese en cada amanecer. Ignorado, desolado, olvidado, divagando en un mundo que va en una dirección inversa a mi vida, una vida donde el amor pasó de ser un sueño a una ilusa historia de ficción. Ya no sonrío, ya no siento, ya no vivo, ya no amo. Solo soy un simple y absurdo fantasma. Esneyder Alvarez Medellín - Colombia

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JORGE SERRA FANTASMAS

Los fantasmas del pasado cercano golpean las puertas con avidez morbosa. Los viejos saqueadores no resignan su nefasto accionar sus golpes abusivos e impiadosos su brusca prepotencia persiste mortificante dejando jirones de miseria y pobreza tras su paso malsano. Un conjunto sufriente soporta resignado y sumiso sumergido en su propia ignorancia y confusión. No han sido en vano las décadas nefastas de embrutecimiento perverso y sistemático décadas de cinismo asfixiante. No han sido en vano los embustes las deformaciones de las realidades negras tenebrosas e Idiotizantes. 25


Los fantasmas del pasado cercano los viejos saqueadores quieren seguir abrevando en la sangre de sus vĂ­ctimas adormecidas. Victimas a las que le robaron junto a las esperanzas La memoria.

Jorge Serra- Buenos Aires- Argentina

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MILAGRO HAACK XVII

Siento apenas el soplo estremeciendo rostros aún no embalados por la caída sal de las manos abanicando tenue azul recién nacido que pasa y pasa contemplándote ya calmo en segundo canto por arado dolor que recorre hermoso tu espina que salirse de los dedos hacia la sombra del día 27


Duende que bendice este romper fuente suelta ya por el viento sobre Sonido Mar Secreto

Milagro Haack Del Libro Cenizas de espera. Valencia. Venezuela

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GLADIS MERELES PEREIRA PERDÍ LA RAZÓN

Te amé tanto amor mío que cuando te fuiste de mi lado perdí a razón, perdí la noción del tiempo, para mí los días y las noches son iguales. Desde que te fuiste mi vida ya no tiene color, en mi rostro ya no hay alegría, solo pena y desolación llenan mi alma vacía. Tus recuerdos rondan mi mente como fantasmas, me persiguen, no me dejan dormir, no me dejan vivir. Dime amor mío.¿ Cómo puedo entender todo esto? ¿Qué está pasando?¿Por qué no vuelves? si yo sólo me dediqué a amarte. ¿Dime donde fallé?¿Por qué te fuiste de mi 29


lado vida mía? Contigo se fue un pedazo de mí, contigo se fue mi alegría mis ganas de vivir, mis ganas de amar, mis ilusiones, mis sueños, contigo se fue mi vida entera. Me quedé aquí sola convertida en nada, yo que tanto te amaba, yo que sonreía, cantaba y saltaba de felicidad, hoy ya ni flores hay en el jardín, sólo frío y soledad. Vivo en la penumbra, sola contemplando los atardeceres, donde tantas veces intercambiábamos juramentos de amor eterno, donde nos amábamos como dos amantes verdaderos. Nunca imagine que tú sólo fingía. ¿Cómo puedo seguir sin ti? Me refugio en el pasado, en lo que viví contigo, mentiras o no, me gustó, dime esos besos que me robaban el alma, eran fingido? No, no puede ser, sentía que me amabas, no quiero aceptar que fuiste sólo un espejismo, una ilusión. Hoy estos recuerdos se han convertidos en fantasmas de un bonito sueño de amor, hoy hablo sola, río y lloro por las noches cuando la soledad aprieta fuerte el pecho, vienen a mi mente dulces momentos contigo y vuelvo a la vida. Vivo como en alma en pena, no me acostumbro sin ti, sin tu amor, sin tu calor, hoy estoy rodeada de tus recuerdos, carcomida por la incertidumbre, si me amaste un día o no. yo si te entregué todo mi amor, y ahora no sé 30


luchar contra este dolor, que me consume poco a poco. Te sueño, te espero aún así, ya no sé qué ofrecerte, pero te espero, sé que ahora en vez de alegría sólo tengo tristeza, silencio desolación, pero en mi mente retumba tu nombre y mi corazón late fuerte por ti vida mía , aunque los fantasmas de un gran amor me acorralan, me ahogan. Con mucho esfuerzo consigo respirar, para sobrevivir y seguir soñando con tu regreso amor mío, estoy tan sola desde que te fuiste, regresa, no quiero quedarme con tu desamor. Sé que me amaste como yo a ti y en tu ausencia perdí la razón..

Gladis Mereles Pereira. La Eterna Soñadora. Paraguay. 27/08/2017. Derechos Reservados.

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CONSUELO JIMÉNEZ MARTIN TE DEJO EN EL AIRE

Sé quién eres, lo sé. Conozco tu latir, humilde, dulce, limpio como el amor al nacer. Sé quién eres, lo sé. Corazón bueno, raíz consagrada a la esperanza, hondo silenciar en la oscuridad. Sé quién eres, lo sé. Llegas siempre de noche, cuando el alma rezuma cansancio, y el cuerpo no tiene cuerpo. Entonces te apareces tú, sin rostro, sólo un instante, suficiente para que un eco mudo rubrique tu nombre en el vacío, 32


y una mano tendida en la sombra, sea ese espectro en mis ojos, colmo de misterios que coquetea con todas las cosas veladas en este poema. Sé quién eres, lo sé. Eres mi ángel, eso creo yo. No te nombro, te dejo en el aire, suelto, libre, como te gusta a ti estar.

Consuelo Jiménez Martin- Barcelona- España

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RAQUEL PIĂ‘EIRO MONGIELLO

Sombras vienen, aturden traen notificaciones modulan gestos hacen sus demandas. Despiadadamente gritan pobladas de exigencias. Miran el silencio abultado de cansancios . A lo lejos amanece y ellas turbadas de luz abrazan suicidios mientras todo, pasa sin querer.

Raquel PiĂąeiro Mongiello- Funes- Santa Fe- Argentina

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ANA MARITZA AGUIRRE DE SCHWARZL SU AUSENCIA NO ES DEL TODO

Parece que su ausencia no es del todo. Entre las estancias oscuras de la casa lo siento deambular. En un inicio me espantó su presencia. Mi corazón asustado se salía de mi pecho al percibir sus pasos lentos como arrastrando su vida y sus penas. Me acostumbré a su fantasma, al chirrido que su silla provoca, a su palmada en mi hombro, y a sus pasos tristes recorriendo la casa. Cuando no lo escucho, me inquieta que alce vuelo y no vuelva jamás. Pero regresa y lo nombro, lo siento tan cerquita que estremezco, no sé si de miedo o de emoción de saber que existe en lo invisible. Ana Maritza Aguirre de Schwarzl. De Perú.Residente en Alemania. Copyright © derechos reservados 35


FLAVIA FALQUEZ RÉQUIEM PARA UN FANTASMA

Como sombra, como fantasma engendrado por tinieblas vas alejándote de mi orilla, vas destruyéndome los sueños con un sabor nuevo de cansancio y amargura. Tu figura ha comenzado a desdibujarse lentamente con el zigzag del viento; y cortando los últimos pétalos ha ido reconstruyendo un sendero que presagia las fronteras del olvido.

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De tus cuencas vacías sólo recogí un adiós moribundo que ya se me escapa entre la lluvia; y su sonido desteñido ha ido borrando las últimas huellas con el color gris de un cielo en invierno. Como sombra, como fantasma engendrado por tinieblas hoy sólo te encuentro colgado a un hilo del recuerdo que en su suave caída te llevará por fin a descansar entre mis muertos. © Flavia Falquez. Granada, España.

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SANDRA GUDIÑO

Ahora que no tengo sed y la madrugada se reduce a unas cuantas palabras empecinadas en sumar lo que ya está dividido el recuerdo sube sube se desborda. Vieja ansiedad de despertarme donde se rompe la oscuridad y aflora desafiante la palabra caigo en el renglón vacío. Ciertas voces que nunca fueron mías vuelven a mí ciñen el cuello la memoria es un puñado de espejos rotos 38


ya no creo en fantasmas ya no. Nudo marinero la garganta maldito goce: la lengua se desata. Agazapada detrás de los ojos soy la vigilia que nunca acaba. Sandra Gudiño- Santa Fe- Argentina Del libro “Núcleo”

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LYA NARANJO RIBADENEIRA DELIRIO FANTASMAL

Vino, hoy de refilón, nerviosamente una corola de trinos a tocar una sonata de silencios sobre las uñas de mi insomnio. Mientras el espejo devuelve mi gemela imagen, esa desconocida invención de mi misma, asumo que soy una teoría misteriosa del naufragio inevitable de un loco viaje inexistente. Mis moléculas, filamentos de astros, génesis de espumas, peces de colores, juegan un ajedrez de música vegetal, zoológica, mineral 40


muy corazón adentro. Y yo, agazapadamente, tripulando un barco de papel, constante viajera inconsolable, con esta llovizna que me sube a la garganta, despeino un rataplán de sones en el lomo de un pobre dinosaurio que de puro paranoico se quedó rondando mi necia soledad…

Lya Naranjo Ribadeneira- Quito- Ecuador

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ALICIA DE LEÓN EPP SON

Los fantasmas no existen- me decíaSon tus pensamientos exiliados que deambulan la noche. Son tus miedos vestidos en gasas blancas pero no son fantasmas… Son los sutiles suspiros del pasado los delirios sin nombre que huyeron de tu juicio son tus pesadillas inconclusas son insomnes sombras ,pero no son fantasmas. Los fantasmas no existen-me decía42


Mientras su aliento frio arañaba mi nuca, me empujaba, hacia la nada inexorable y lento.

Alicia de León Epp- Uruguay/ Canadá

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GRACIELA FERNÁNDEZ ESAS SOMBRAS...

Esas sombras... Que forman siluetas fantasmales, invaden el reino del espíritu, robando la paz, lo afable de la noche. Oscuridad de dudas, con heridas enceladas. Rencores umbríos que desangran sueños. La cerrada negrura que tatúa fantasmas en el alma. Búsqueda con anhelo de luz, ni rastros de ella. Solo un rayo de sol, débil, fugaz, se cuela. Queda aferrarse a esa breve claridad difusa. A tientas abrazarse a ese halo de esperanza. Quizás al atraerlo hacia el precoz otoño, esas sombras de traiciones solapadas, sean vencidas.

Graciela Fernández Derechos Reservados. Rosario –Argentina 44


LUCAS DAMIÁN CORTIANA

Las brujas invocan desde sus aquelarres, fantasmas, dioses caprinos del Hades; y se cortan los brazos con piedras punzantes como el gadareno que Jesús salvó, y se beben la sangre en posesión lujuriosa. Y los trúhanes acuden a gazapinas para la ordinariez y el alboroto; y los cofrades, cofradan en cofradías, acerca de vinos ceremoniales o el cuerpo del ungido de Dios sobre la lengua. Y los pastores de ovejas tienen rebaños y los pastores de hombres, congregaciones. Y los que adoran las armas, gritan a sus ejércitos; y los que adoran al cuerpo, suspiran en las orgías. Y las sirenas cantan en cardumen, y la música hipnotiza desde la orquesta, y las islas, archipiélagos y las estrellas, constelaciones, y los huesos, esqueleto y las letras, abecedario. ¿Y los poetas? me pregunto. Apenas una ronda en que tomarse de las manos 45


y un círculo de fuego en el que caen (caben) todas las palabras del mundo. Pero siempre, la nada. O el todo. Su sustantivo colectivo suele ser soledad y silencio.

Lucas Damián Cortiana – Chivilcoy - Argentina

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CARMEN BARRIOS RULL FANTASMAS

Los fantasmas desfilando por la mente enfebrecida me causaron las heridas y al curar, no van cerrando. No sé qué mal hice hablando al preguntar, te domina la emoción que determina todo cuanto está fallando. Al final, ves los destrozos de personajes nefastos, mutiladores y hoscos… Tanta presunción y fastos ¿dónde quedó que a mis ojos trajisteis solo quebrantos?.

Carmen Barrios Rull- Madrid- España

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CECILIA ORTIZ LLAVE

Por las sombras alargadas que la noche teje sin el amparo de soles no puedes andar sin amuletos hay brujas camufladas en rocío que ofrecen -brebajes tentadorescubiertos del sutil velo del azúcar para que entres en el reloj de arena -secretoantes que caiga el último grano la lucidez del oído se embriagará con el olfato -y te confundirá si aspiras una rosa entrarás en la lujuria 48


de convertir el tacto en un abismo espejo astillado locura incierta primitivos reflejos en el magma que trepa valiente exaltando lo pasivo escucho la voz que me recuerda rĂ­e para alejar las sombras la risa es una llave abre lo que la oscuridad teme -siente que no vas tras ellay el tiempo de la risa despliega una luz propia en un amanecer perpetuo repitiĂŠndose y repitiĂŠndose.

Cecilia Ortiz- Olivos- Buenos Aires- Argentina

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MARIANELA PUEBLA EL FANTASMA DE LOS SUEÑOS

Estoy así, agazapada a la intemperie del crepúsculo, esperando se disipe esta garúa impoluta que acaricia mi rostro con sus manos de seda, y cuento las memorias que rozan con sus alas antiguas el álbum misterioso del olvido. El fantasma de los sueños se aleja al despuntar el alba, va con su séquito cruzando el laberinto de la mente, en el absurdo círculo de una vida y sus muertes diarias. Todo conlleva hasta ese rincón oculto y poderoso, en donde no se sabe nada de lo que acontece más adelante. No hay ni la menor sospecha y se vive pendiente del futuro sin disfrutar el hoy.. Así, agazapada a la orilla del derrumbe, 50


contando los días como si fueran hojas caídas del árbol, sigo esperando llegue el ensueño deseado y la sombra de sus aladas manos me lleve a un mundo de dicha, en donde no exista la tristeza, la soledad inaudita que abarca el perímetro de mis anhelos. Estoy así, sumida en nostalgia del pasado, de un tiempo que no volverá, exiliado en otras dimensiones, imaginando siempre su fantasmal trayecto. La existencia de un mundo paralelo en donde algo me aguarda, se vislumbra a lo lejos, mueve sus hilos de seda a través una cortina de lluvia con infinidades de nuevos augurios, así, quedo sentada a la orilla del infinito, esperando la mutación de una esperanza.

Marianela Puebla, chilena.

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GLORIA GAYOSO FANTASMA

Por la noche me salgo con el alma desnuda a beber en los cuencos de la oscura penumbra, ando buscando tu alma en el infierno íntimo… deshojando recuerdos bajo candil que alumbra. Condenada a tu ausencia por los eternos siglos, me abrumas con preludios de regreso en sigilo; pero como fantasma corpóreo oficio mientes y espías sólo en vano mi carrera nocturna, entre estrellas fugaces y desoladas lunas. Coincidimos ayer, por un instante, amado, en conjunción naciente del muerto calendario. Inocentes cruzamos umbrales de rocío, sembramos melodías en la faz de septiembre y bebimos en copas la calidez del vino. Te fuiste una mañana así, sin previo aviso. ¡Quedaron sin respuestas las causas del olvido!! Y ahora… enajenado, en fantasmal presencia te asomas en la noche para burlar mi sino.

©Gloria Gayoso Derechos reservados (Buenos Aires)Argentina 52


MARÍA MARTA LIÉBANA RETAZOS

En las hojas rasgadas quedaron tus recuerdos escritos en negro sobre el manto amarillento de la vida ensañada en recordar tu partida. Las letras bailan y se ríen a carcajadas de los dulces versos volcados en el silencio. Las plumas de las esperanzas que se volaron, inquietas, sobre las hojas viejas, como hormigas merodeando los despojos de mis ensueños que signaron tu amor, un dolor inquebrantable; deshojado, sin contemplaciones, por los años. Una llave ha cerrado la puerta del pasado, hilos de memoria se filtran por la ventana persiguiendo los fantasmas de un fútil regreso; de ese corazón viajero que hizo las maletas llevándose en ellas un sentimiento perfecto. Añoranzas que se esbozan en líneas y trozos de poemas que han quedado sobre retazos de papel deslucidos por el polvo del tiempo. Entre una leve sonrisa y diáfana alegría se desliza una lágrima de melancolía. ©María Marta Liébana – Resistencia, Chaco (Argentina)

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JOSÉ JAVIER TERÁN MIS FANTASMAS

Mis recuerdos me llevan hoy indefectiblemente hasta ti, Intentando poner en orden cuanto fui y cuanto me amaste, siempre tan Solícita para conmigo, mujer de mi vida de noche y de día.

Fantasee y fanfarronee de tu amor seguro para conmigo, Anotando como éxito cada llamada que me hacías al borde de tu Nerviosismo, que intuía rayano en la angustia y la desesperación ante Tanta indiferencia y tantos desencuentros como reconozco propicié. ¡Amarte! ahora quiero con los cinco sentidos puestos en tu Sensual y especial sensibilidad, sin pérdida de tiempo, sin fantasmas Malvados que se crucen en nuestro camino, sabiendo que las Anotaciones que ahora haga en mi haber serán los debes que Sabré recompensarte con creces, alejando mis terribles fantasmas del pasado.

©José Javier Terán. Palencia (España). 54


ANA LUCÍA MONTOYA RENDÓN

1. esa plaza sin nombre… los vacíos y mi náusea en esa plaza que gira tiene esquinas de miradas fijas sobre sucesos no acontecidos esa plaza y mi náusea —barahúnda y bazar de los fantasmas— cercena mi aire golpea mi voz sella mi boca mi corazón y mi alma clava mis pies sobre el olvido... ataja mi huida esa plaza es una multitud de carne sin nombre ni rostro está atestada de vértigo y vacío dónde llorará mi angustia ¿en el plexo solar o en aquellas esquinas de miradas fijas? 2. tan flacos y tristes los fantasmas deambulan masticando miedos ante la multitud que usurpa su aire... eros y tánatos juegan y mueren... mueren y juegan debajo de sus sábanas 3. papel en blanco es camino que nos lleva a todas y ninguna parte... 55


es río seco y el todo del agua es cuerpo muerto y vida en abundancia es alma solitaria y algarabía miedo a los fantasmas y afinidades con las sombras… es cara de niño arrugas sabias en el cuerpo y la mirada primera luz y primer llanto es leche y pezón erecto es gemido y beso arrullo y canto es vientre y fuego y aleteos es amor y odio y guerra y paz y bálsamo del tiempo es cara y cruz del hecho incierto papel en blanco es útero del cosmos es espacio baldío y cielo callado es tierra y semilla y barbecho y yunta es campesino sus callosas manos y el arado... es cuna y camposanto de razones locas 4. hoy quizás sea noche en forma de lira o de fosa noche de dignidad de los silencios del deambular de cantos de miradas de vidrio de las sombras y quejidos por las cuatro esquinas… lento y mendaz vaga su aire pesada es su fatiga balancean lerdos su mirada gacha y enjundiosos predican sobre abrazo inexistente son voces ausentes hace tiempo en estampida son fantasmas trajeados de fraternos… qué graciosos... ¡de fraternos! son muros de carne… 56


¡de carne muerta! ¡pobres muertos! 5. balancea su gracia sobre esa línea lejana… baten y excitan su vientre las aguas y sus velas aplauden los "colores del mar"(*) deriva… hogar feliz de los sin nombre sin anclas ni amarras fantasmas de los muelles mecidos desnudos cabalgan olas y olvido ellos…amantes de esa niña brava diosa de los instantes de encaje y espuma esa loca perfumada con acentos de brisa y azul y agua y sal a la deriva viven dichosos los náufragos sin anclas ni amarras ignaros de brújulas almr._______________ (*) un legendario mar de siete colores y los ojos de un barquero... de eso hablaron los que recordaron a Safo y a Faon de Lesbos Ana Lucía Montoya Rendón Colombiana

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GRACIELA DIANA PUCCI MEMORIA EN LA PIEL

Entonces llegará el tiempo de arrancar máscaras y afirmar lo anunciado al abrirse las aguas. Cecilia Ortiz

Sin ruido con un leve estremecimiento en el alma - volar de aves desaladascayeron los velos párpados mustios despertaron reconociendo falacias un relámpago atravesó el cuarto penumbroso vislumbré la realidad -caballo indómito derrumbando fantasíaspero la piel tiene memoria recuerda otros instantes cuando danzaban los ángeles 58


y la voz era plegaria tierna cayeron los velos fantasmas desnudos -mĂşsica sin acordes

bailan a mi alrededor monotonĂ­a de silencios-

alas olvidadas bajo mis pies descalzos anuncian la partida de los ĂĄngeles estoy a solas con mi piel memoriosa me despellejo nada queda ni siquiera yo

Graciela Diana Pucci- Buenos Aires- Argentina

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ADRI DELFINI LOS FANTASMAS DEL PASADO

Los fantasmas del pasado caminan a nuestra par no quieren cortar sus lazos quieren vivir en la eternidad. Se asoman entre las sombras permanecen en la memoria, de quienes desean sostenerlos y hacerlos parte de su historia. El pasado estรก pisado y sirviรณ para el crecimiento, quiero disfrutar mi presente retrocedan un momento. Eres parte del pasado haz tu propio destino fantasmas con nombre propio salgan de mi camino. Adri Delfini- Ciudad de Buenos Aires- Argentina 60


ZAIDA GILES DE QUIRÓS ESPECTRO

Deshabilito los valores que en la trastienda anduvieron vestidos de soberbia, sábanas que tan extrañas me sonaron… Traté de no juzgar mis miedos, los tuyos a pecho descubierto, mas… todos se aliaron en la lid para la que no estaba aleccionada. Ojos desorbitados, boca superlativa de educados modos, manos que estrangulaban como amantis, sin mas religión que tus creencias… Ánima voluble y creativa, fantasma que liberó mis dudas y roció de luz toda mi esencia… Así, espectro que agradecida olvido con un toque de canela. ©Zaida Giles de Quirós, Sevilla, España 61


ISABEL SAN JOSÉ MELLADO FEBRIL VICTORIA

Deja de revolotear a mi alrededor como si fueses mariposa nocturna; tus alas traen el penetrante hedor de una muerte solitaria y taciturna. No quiero volver a sentir tu presencia ni seguir lamiendo mi sangrante herida, a pesar de que tu penetrante esencia quedase tatuada e impresa en mi vida. Olvida los honores que de mí obtuviste, tu fantasma es solo una febril victoria de un corazón que jamás amar quisiste y que pisaste villanamente como escoria. Pareces ahora el fantasma de la ópera, navegando entre cloacas enmascarado, buscando el insinuante sol de primavera o un amor para toda la vida mancillado.

Isabel San José Mellado. Derechos de autor – España 62


MARITA RAGOZZA MI AMANTE FANTASMA

A la tarde siempre a la tarde con toda la gente escondida atrĂĄs de sus caras te imagino sobre el piano de Madame Bovary con tus largos cabellos negros o como un pirata fluvial en rĂ­o antiguo juego con tu vida de papel y converso contigo en nomenclatura ambigua 63


después de la sorpresa y su desfloramiento hubo un tiempo de vertical descenso la sed en los dedos enmudecidas las arpas del aire ¿espectro? ¿ sombra? pero antes hubo fiesta de risas y con nerviosismo en las manos recorrimos regiones imprecisables de nuestros cuerpos mientras remolineaba alrededor nuestro un gato blanco y negro te llamé cuando te alejaste sin mirar tu espalda ni tus zapatos sin pies a veces pienso que te encontraré escondido entre las páginas de un libro te he puesto un nombre secreto mi amante fantasma (de papel y lenguaje incandescente) ............................................................................................... En alguna parte existimos, esperándonos. Marita Ragozza- Pehuajó- Argentina

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MARCELA BARRIENTOS MI PASADO FANTASMA

Están en mí, aún sin conocerlos…paradójico. Llevo en mi sangre sus herencias biológicas. Me abandonaron tal vez por razones prácticas a un destino lejos de sus vidas ,eso es lo irónico. Lo que no saben es que hay una conexión inevitable, que la distancia obligada jamás será sinónimo de olvido. Fui concebida por ustedes, la circunstancia es inefable, aunque lejos de sus vidas y por mi corazón incomprendido. Era niña cuando sospeché de sus existencias espectrales, porque formarán siempre parte de esa vida prenatal, porque están en mis genes y el inicio de mis lumbrales, porque nos une una silenciosa y perdida relación parental. 65


Sus nombres desconocidos rondan como fantasmas mentales, solo en un sueĂąo afligido apareciĂł la figura de una madre incierta, una figura delineada que en mis sueĂąos reconocĂ­a mis signos vitales pero que dejaba como siempre una verdad invisible y desierta. A ustedes mis padres, fantasmas de un pasado que desconozco, a ustedes que engendraron mi ser para luego ignorar mi existencia, a ustedes que ni en nombres ni fotos en mi pensamiento reconozco, a ustedes que en su consciente ausencia son de mi inconsciente presencia.

Marcela Barrientos- 04/09/2017 Copyright Derechos de autores reservados Argentina

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NYDIA OVALLE REENCARNACIÓN

Tal vez dejemos descansar a la luna… en la oscuridad de los sueños, en el cuerpo que se torna éxtasis, en el cuerpo que se torna ansia. En la vigilia de la habitación que parece un sueño… pasa un alma desencarnada que camina sutilmente en las fantasías; visión quimérica de un beso, de un cuerpo que se tensa al oír llegar tus pasos, cada noche como el sustento diario te espero. 67


Puedo sufrir en la penumbra sin ti y no dejar de sentir tus besos en mis labios, noches oscuras en mi piel, aparición tangible asida a mí sentir en cada rincón del alma. Espero que reencarnes, veo tu imagen en un pasado que se aferra a mí, en este olvido que no llega, en los espíritus que me visitan desde la nostalgia. Nydia Ovalle Ciudad de Guatemala, Guatemala-C.A.

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ELVIRA DUARTE ESPIRITUS ERRANTES

Irrumpe un sonido irreconocible surgiendo de los recodos de su interior. Una presencia absoluta acelera los latidos de su corazón, eriza su piel. Se siente envuelto por una energía resonante, misteriosa, inteligible. ¡ Un hechizo mental! Figuras incorpóreas, fugaces, centelleantes, circundadas por luces incandescentes, lo enceguecen. Su espíritu sutil y sensible se desplaza flotando entre sonidos y aromas penetrantes. Su cuerpo lánguido, cae en un abismo de silencio Elvira Duarte- Buenos Aires- Argentina 69


ISABEL PISANI NARCISO ESPECTRAL

El arpa, la flauta y el violín tallan el hechizo de algunos ecos devotos en olas que agitan cuerpos exangües, en la bulimia de viles sensaciones y en fábulas de fantasmas remotos. El albedrío se refugia cobarde tras la infinita juventud prometida, tras la persistencia del vacío, tras el entusiasmo pasajero, tras la máquina de Narciso y sus grotescos milagreros. ¡Vil desierto nos sellan en la frente los gurúes de la cruel obsolescencia! ¡Oh, teatro sin palcos ni escenarios nos convida, lascivo y codicioso, el recaudador de todas las ausencias! Isabel Pisani – Buenos Aires - Argentina © Todos los derechos reservados 70


ADOLFO LÓPEZ AMORES LISIADOS

Las noches se llenan de mudos encantamientos. Cuando todos los árboles dejan de dar sombra el insomne fantasma emerge del olvido. Sus ojos se me mueren en las manos, y en la montaña, entre cayado y sombras, se esconden los pastores. Mientras, las nubes se internan en mí, en una ráfaga blanca de vida que atraviesa mi alma. Los fantasmas me visitan, y me sonríen solo a mí, con sus miradas ciegas y el silencio en su distancia. Los miro a los ojos sin miedo, y me acerco con ellos a dos segundos de la muerte. Siempre se nutren de amores lisiados y lastiman el ocaso de tu sueño. Los fantasmas dibujan soles en mi espalda, y me dicen al oído, sutilmente, que los besos fracasados siempre retornan. Adolfo López.Málaga (España) 71


PATRICIA CORPAS GUITÉRREZ 1950

te veo venir de lejos a pesar de estar tan cerca ahora siento que fui presa cuando pensé ser carcelera dominabas mis dominios jugabas con mis voluntades hiciste trizas mi dignidad disfrazando mis ilusiones y en el colmo del delirio casi me llevas al suicidio amortajándome en vida ahogando mis penas en un mar de lágrimas el fantasma de esos días llenos de vino y rosas es hoy recuerdo de un pasado que siempre estará presente cuando te veo venir de lejos y la tentación se acerca

Patricia Corpas Gutiérrez- Barcelona- España 72


ANTONIO PORTILLO CASADO FANTASMAS

En la oscuridad surge una música extraña. La oscuridad enciende las voces que lancean la razón. Galopan las sombras, producen una polvareda enrarecida; a las rocas se les eriza la piel. No respiran las paredes. Nos asedia la penumbra. Las apariciones tristes nos contemplan buscando respuestas; dejan sus pisadas en las hojas muertas de nuestro latido que grita de espanto. Los pétalos de una flor se mustian, son arrancados por una mano no pintada en el lienzo del tiempo. 73


¿Son delirios? ¿Miedos adquiridos? ¿Pánico endosado? ¿Estudiada inestabilidad? Y la verdad amanece... aniquila el alba los fantasmas que algunos nos incrustaron en nuestra mente cuando la tierna planta, verde y frágil, se abría paso desde la tierra.

Antonio Portillo Casado- Alcalá de Henares- Madrid- España

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CYNTHIA RASCOVSKY VEO ESA MUJER

Imagen enviada por la autora

A Liliana Crociati (1944-1970) Veo a esa mujer con su vestido de novia/ con su perro fiel atado a su falda. Veo una ventana de cristales favorecidos. Se de la leyenda y su lápida/ se del frío del mármol y ese silencio que aturde. Todo se torna familiar/ ese alud enfriando los sueños/ ese despeinarse en el revuelto de los escombros/ todo está ahí en ese misterio del hotel de Austria/ todo está en mi/ haciéndome eco del poema escrito por mi padre/ digo por su padre desesperado o tal vez sea ella o sea yo quien sabe en este mito que corona la tumba. Esta estatua que hicieron de mi/ sólo queda la esperanza de esas flores/ de ese hombre/ que no recuerdo/ que visita mi calvario/ que reza en mi imagen/ y ella ahí/ digo yo aquí sin darme cuenta/ que estoy en el cementerio. Cynthia Rascovsky- Ciudad de Buenos Aires- Argentina 75


CARMEN HERNÁNDEZ REY EVOLUCIÓN/ VERSUS FANTASMAS

Imagen enviada por la autora

Existe un círculo infranqueable y draconiano, con espectro taciturno de un sobresalto fantasmal, castillo de reinas con velo de tinieblas, en alcobas de infiernos, y llave de culpas. Los fantasmas se instalan en el primer minuto del pie en el acelerador, oprimiendo pulmones, cortando vuelo, marcando cartas en este juego de manos libres en la pelea del éxito de este fracaso forzado. La evolución, versus fantasmas, se blande entre la razón y culpa del cerebro donde los fantasmas maniobran sus mono temas de un torno inadecuado al yo y el momento presente que empieza.

Carmen Hernández Rey ©® autora extremeña todos los derechos de autora.

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MABEL CORONEL CUENCA FANTASMAS

Mientras observo el caminar lento de las manecillas del reloj, imágenes borrosas invaden mi intelecto. Procuro precisar los rostros entre figuras… personas llamadas amigas, una niebla cubre las figuras, lentamente van desvaneciéndose… eran fantasmas nomás, seres que alguna vez dijeron ser amigos míos… Hoy tan sólo son fantasmas de muertos días.

©Mabel Coronel Cuenca. Hernandarias – Paraguay 77


LORENA BRITO FANTASMAS

Rondan. A veces los siento tan cerca que no me atrevo a mirar. No les temo, tienen sus motivos para estar donde están. Mas algunos me entristecen, me crean dudas, me burlan… No les temo, quizá los asuste yo. Quieren recuperar la vida que perdieron, y no entienden o no aceptan que no pueden. No les temo, defenderé mi suerte. Quizás los reciban añorándolos… eso los atrae. No les temo, los comprendo. Dejarlos ir, liberarlos como quiero liberar mis letras para que no borboteen en mi interior. Como quiero liberar mis sonidos para que no me aturdan. No les temo. Temo a los vivos.

Lorena Brito –Buenos Aires- Argentina

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ELIZABETH SANTIAGO EL FANTASMA DEL PASADO

Un bostezo de angustia empaña los cristales de mi alma. Anuncian funeral: murió la calma. Me alzo, me retiro; la partida que parta. El padre del presente jugó otra vez su carta. Me persiguió hasta el bosque donde la noche canta… El novio del ayer jugó otra vez su carta. Pasado que apuñalas mis heridas que sangran; las que hiciste una vez: las que no sanan. Me recuerdas que existes, que estás en mis entrañas. Heredero del tiempo: ¡Cómo dañas! Disparas tus recuerdos como lanzas heladas, que acribillan el sueño de mis madrugadas. El olvido se niega a cortarte las alas. Secuestras mi memoria y la vuelves tu esclava. ¡Quiero desempañar los cristales de mi alma! ¡Te declaro duelo! Renace la calma. Sepultar tu cadáver entre el llanto y mi almohada; donde yo misma un día te dejé hacer morada. Ya no eres el fantasma que ayer me atormentaba: de ti saqué experiencia, mi más potente aliada. Elizabeth Santiago Gómez. Cuba/ Italia. 79


ARACELI GARCÍA MARTÍN CANCIÓN FANTASMA

¡Anda jaleo jaleo! ¿Quien calla el canto triste de un fantasma? ¿Quien calla el canto de una sombra reflejada en la fuente grande que le nombra? ¿Quien calla el silbido de una ráfaga de balas? ¿Quien deja la garganta de un jilguero agujereada? ¿Quien calla el frío filo del cuchillo? ¿Quien deja rosas ensangrentadas sobre un grillo? Canción fantasma del poeta... 80


¿Quién te calla? ¿Quien calla el chillar de grajos sin rienda que picotean ojos hasta las cuencas? ¿Quien calla el crujir de las piedras de un castillo sin rejas? ¿Qué seres cobardes, ruines le dieron fin a la sonrisa inerte para siempre? ¿Quien dejó al poeta sin paloma de la Paz? ¿Que seres encañonaron su buena cuna? ¿Quien rompió para siempre su pluma? Canción fantasma del poeta... ¿Quién te callará? ¿Quien tocará las palmas en la zambra para alegrar tu alma? ¿Quien dará el rasgueo al gemir de sus guitarras? ¿Quien frenará el llanto de un piano? ¿Quien robó el duende a su gitano? Canción fantasma del poeta... ¿Quién te calla? Canto de un poeta que suena entre olivos al son de cascabeles y olor de claveles con destino de olvido ¡ Anda jaleo,jaleo!

Araceli García Martín Granada España

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MAR DE FONDO FUISTE…

Fuiste la única que escuchó mis gritos, caudales de sangre a través de tus ojos relataron mi historia, captación de lo invisible, mirada intrusa en una senda etérea entre fantasmas de carne y hueso. El azar se muestra benévolo conmigo cuando otros fingen intuir y sentir… y tú, lívida por el miedo, cruzas, sin voluntad, el transparente hilo de seda que divide nuestros planos en cada lamento. Fuiste…

Mar de Fondo (Mar García Treviño). Murcia, España.

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MIRIAM ÁLVAREZ DESTAPAR EL TIEMPO

Destapé el tiempo como se abre un frasco y un fantasma irrumpió agonizante estrelló sus llagas en las paredes se alzó reverencial en mis márgenes no escritos dejó su nombre a media asta y llevó mi mano como señuelo ahora mi voz se asfixia me taló la palabra

Miriam Álvarez - Clorinda - Formosa – Argentina 83


JULIÁN GÓMEZ DE MAYA SONATA

Sombra, espíritu, aliento…, ¿dónde está la obsesión que me pensaba constante, ese portento, ese golpe de aldaba sin brazo, esa ilusión que no se acaba? ¿Adónde y cuándo y cómo se me fue su presencia?, ¿hilé culpable tal desvío…? Me asomo a la noche insondable y en vano aguardo a que el silencio hable. La extraño…, la he perdido…: ya el aura sanadora de sus pasos a mi espalda, sin ruido, no torna en los ocasos a fraguar centelleos en los vasos. ¿Prosigue todavía pensándome incesante y no percibo ya sino la vacía renuncia en que malvivo?, ¿o se extinguió su aroma lenitivo? 84


Yo no sé… sino apenas que el alma en carne viva añora el roce vago, indeleble…, ajenas sus horas a otro goce que el darse a cuanto la memoria esboce… ¡Soplo, energía, bruma… que templaste con firme pensamiento mi escepticismo, exhuma tu ensueño y ven, que atento te aguardo en mi abandono y aposento! Julián Gómez de Maya. Cehegín, España.

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ICELA ELIZALDE AĂšN HAY TIEMPO...

Habitante del silencio vagabundo entre las sombras, como pĂĄjaro perdido, como espuma de las olas. En un mundo que no existe doy tropiezos malheridos, en la barca de la noche donde se anclan los sentidos. Y rondando voy, la Vida, bajo el yugo tempestivo, de una sociedad en ruinas que se hunde en lo podrido. 86


Nadie sabe lo que guarda este corazón sangrante, nadie mira aquí, en el fondo de este ser agonizante. En soledad, cual fantasma que se desliza en el viento, voy dormitando en el alba, para vivir aún hay tiempo.

Icela Elizalde (México) Derechos Reservados de Autor. Septiembre 07 2017

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DANA LAILA ÁNGEL ROTO

Esmeraldas que caen del cielo como un ángel hecho polvo llanto de las almas murmullos secretos que profesan tu regreso.

Dana Laila Edad 11 años Ciudad de México El Mundo de Dana -página de facebook

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MIRYAM COLOMBOTTO SEIA LOS FANTASMAS DE TU AUSENCIA

Todo estรก planeado. Haremos finalmente ese viaje hacia el borde azul donde el mundo comienza. Ya tengo colgada el alma del minutero del tiempo. Los รกrboles se duermen y hasta me parece que las calles mismas emprenden el vuelo. 89


Ya río. Ya canto. Ya bailo... ¡Tantos sueños y deseos! Hacia la noche salgo. A tu encuentro. .-.-. Me golpean en el rostro los fantasmas de tu ausencia .-.-.-.-. Ni una brizna de voz me queda. Sólo morir por enésima vez. ………… Detengan el tiempo! Ya no haremos ese viaje.

Miryam Colombotto Seia- Santa Fe- Argentina

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AYMARA ARUWIRI MAIA

"Tú eres dueña de tu conciencia, tu corazón y tu belleza" ¿Por qué esperas que los ecos hablen? ¿Qué las sirenas lloren? ¿Qué los monstruos toquen a tu puerta? Los recuerdos se calcinan solo basta olvidarlos. Los ayeres son polvo esparcido no tienen retorno. Aquí, ahora, es tu tiempo suspendido en espera de tus nuevas coordenadas. Tiempo ansioso de noveles suspiros, tiempo de mariposas, estrellas y diamantes. Nada es artificial en este espacio, pero tampoco nadie es perfecto. Todos vamos hilvanando historias de rocas o de cristal. Los fantasmas llegan, claro que llegan llegan como tempestades oscuras en una infinta cadena de miedos. Sin embargo tú y yo sabemos 91


que podemos desterrarlos, ser ciegas y no verlos o sencillamente declararlos inexistentes. Ellos son libres de ser y tú libre de negarlos. No hay fantasmas es un cliché de la fantasía. Tú naces aquí todos los días nada ni nadie logrará evitarlo.

-Aymara Aruwiri Ciudad de México El corazón en la barbarie- Página de Facebook

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RELATO

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GRACIELA ROMERO SOLTAR

El hombre de la galera había entrado en la poesía. Su papel era muy dinámico, en los primeros versos miraba al horizonte como un majestuoso rey, luego se convertía en guerrero luchando en todas las batallas, pero en la siguiente estrofa aparecía una mujer que con una guiñada de ojo lo desarmaba y se convertía en un amante perfecto, para terminar desilusionado e intentar en los últimos renglones hacer algún truco de magia con su galera. Cada vez que cambiaba de personaje tenía que abandonar su galera y usar corona, casco o sombrero. Esta situación no le gustaba porque él había nacido de un pincel sobre una tela de una ilustradora que había visto a un hombre en un estacionamiento. Este hombre era el encargado de acomodar los coches y a la ilustradora le llamó la atención la galera que portaba, motivo por el cual se llevó esa imagen y la dibujó. El hombre de la galera se sentía muy bello en el retrato, con unos ojos negros brillantes que miraban a quién se acercara a admirar la obra. Había conseguido sentirse importante. Pero en la poesía o se iba por no poder, o perdía o lo cambiaban por otro, para 94


después terminar sacando conejos de una galera y el hombre no creía en la magia, no le gustaban las guerras y mucho menos conocía algo sobre el amor. Adentro de esa poesía lo acompañaba la desilusión, la frustración y el contentar al otro. Esto duró hasta que un día la escritora envió un archivo del libro de poesías a la editorial. Y ahí el hombre vio la gran oportunidad de su vida. Cuando el corrector llegó a la página de la poesía, las palabras se movían y no podía leer, se frotó los ojos, las letras empezaron a saltar de los renglones, caían sin parar y se escapaban por el costado de la tiesa hoja de la pantalla. Tanto fue así que el corrector se paró, y dio un salto cuando vio que del disco rígido salía una elipse que subía hasta la mesa de trabajo, abandonando su forma sinusoide, corporizándose como un hombrecito de ojos negros y galera bien alta. – Quiero hablar con vos – le dijo al corrector, quien lo miró tratando de entender a esa figura diminuta. El hombrecito tardó en empezar a hablar y el corrector pensó que era una ilusión. Era corriente que con la vista cansada de mirar permanentemente la pantalla a veces viera luces que se desvanecían al instante, pero no, allí seguía firme la figura diminuta. – Vos dirás – contestó. La figura saltó y fue a acomodarse en la palma de su mano; mirándolo con sus grandes ojos le dijo que no quería estar en la poesía, que se quería marchar de ahí y que le indicara por donde salir. Asombrado el corrector se sentó, lo apoyó sobre el escritorio, tomó el vaso de agua y bebió por no saber qué decir. Pensó que lo más conveniente era llamar a la escritora, y así lo hizo. Cuando le contó con lujo de detalles, ella lo escuchó sin interrumpir hasta el final. – Déjalo ir, si no quiere estar que haga su voluntad– y colgó sin agregar nada más. Impactado por la repuesta busco al hombrecito de la galera pero no lo veía, miró abajo del escritorio, entre los papeles, detrás de la pantalla y no estaba. Decidió salir de la oficina, iría al baño a orinar para descargar la tensión, y convencerse de que todo era una ilusión; pero al pasar por el salón de ventas de la editorial vio que el hombrecito subía a la estantería tomándose de los libros para escalar; había preguntado a los empleados del mostrador de ventas adónde tenían los tomos del Quijote y allí estaba tratando de llegar. –Amigo, por ahí no encontrarás la salida – le advirtió el corrector. –No tengo apuro en irme, antes quiero ver si visito a un amigo – le dijo perdiéndose entre las páginas del libro. Durante un rato el corrector permaneció en un estado de confusión y misterio. Recordó la hoja en 95


blanco que había quedado en la pantalla, recordó la corporización del hombrecito, recordó la recomendación de la escritora. Otro cualquiera hubiera tratado de atrapar al hombrecito y convencerlo u obligarlo para que regresara a la poesía, y evitar problemas laborales. Salió de ese estado al ver entrar a una joven que venía a retirar su prueba de galera. Ella, se dirigía hacia él con paso seductor y gracioso. Vieron como el hombrecito se desprendía del Quijote y caminaba con porte de rey, hacia ellos. Cuando la joven lo fue a saludar, se interpuso el hombrecito que sacándose la galera le hizo una reverencia. Ella de una forma insospechada le guiño un ojo. El hombrecito le dijo –las multitudes distinguen un arte hecho de ataduras y repeticiones, antes que soltar a los personajes y seguir su juego. Y ella le contestó –Algún día comprenderán que cuando se van, quedan por dentro, – y lo tomó de la mano. –Voy con vos a donde sea– le dijo acomodándose la galera. El corrector los vio salir y vio cómo se perdían en el fresco atardecer. Dicen que la joven escribió su mejor novela acerca de un hombre con galera. No se supo nunca si el hombrecito logró volver al cuadro originario, quizá pose ahí por siempre. Cuando el corrector volvió a su lugar de trabajo, la poesía estaba intacta. Continuó haciendo su tarea con una ancha sonrisa.

Graciela Romero Ciudad Autónoma de Buenos Aires Argentina

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AÍDA QUIÑONES EXTRAÑAS VACACIONES

Al poco tiempo de estar en esa casa decidí mudarme a otra; me presenté a la inmobiliaria y accedieron a mis requerimientos, debido a que me unía cierta amistad con los dueños. Por supuesto no mencioné la verdadera razón de este intempestivo cambio; fui un tanto cobarde, pero tuve miedo de que pensaran que tanto mi mujer como yo estábamos mal de la cabeza. En primer lugar, la casa donde vivimos sólo cinco días, era hermosa, amplia, luminosa, los ventanales daban a la playa, una vista magnífica, además nos levantábamos y el mar nos estaba esperando a unos metros. Alguien pensará que teníamos muchas pretensiones o que éramos demasiado exigentes, nada de eso, ahora paso a los hechos. El primer día el día inmejorable, mar calmo, temperatura cálida, fue un buen comienzo de estas vacaciones largamente acariciadas. El segundo día amaneció bastante tormentoso, el mar estaba desasosegado, pero cada uno eligió sus actividades para pasar el día adentro; había mucho tiempo por delante. Yo me quedé en la biblioteca, había llevado libros y el día se prestaba para eso. Me senté al lado del escritorio y tuve la sensación, por un instante de que no estaba solo, alguien me vigilaba. Deseché estos pensamientos y me concentré en la lectura. Escuché un susurro, como un jadeo persistente, esto me intranquilizó, miré por todos lados, no había nada 97


visible. Afuera la tormenta arreciaba , el mar embravecido golpeaba con furia la costa, y a lo lejos los relámpagos iluminaban el horizonte. “Bello espectáculo” pensé para mis adentros; volví a retomar la lectura. Otra vez volvieron esos sonidos ininteligibles, como si alguien quisiera hablarme. Dejé el libro y miré hacia el ventanal y vi unas sombras veladas, traspasaron el vidrio y del otro lado me espiaban ,luego se desvanecieron entre la lluvia. Quedé inmóvil, no podía hablar ni siquiera moverme. Me levanté, abrí la puerta del cuarto. Los niños estaban tranquilos; Myriam preparaba una torta y escuchaba música. Todo estaba bien… menos yo, por supuesto, no obstante preferí no comentar nada para no intranquilizar a Myriam. Al otro día, me desperté temprano, estaba un poco fresco, pero a mediodía el sol estaba muy fuerte y se encargó de ahuyentar el viento y algunas nubecitas indecisas que se deslizaban por el cielo. Disfruté con mis hijos, nadamos, jugamos a la pelota. Un día feliz, que me hizo olvidar lo pasado en la biblioteca, es más, a la noche después de cenar, por las dudas, tomé el libro y me quedé en el living. Pero esa noche no pude dormir, escuché ruidos abajo, revisé la casa, puertas, ventanas todo estaba cerrado, bien seguro, me dormí al amanecer. Al bajar, Myriam me dijo sorprendida. “¿Por qué cambiaste de lugar los muebles?. Me quedé sin palabras: el sillón de tres cuerpos estaba en la pared opuesta al ventanal, y los silloncitos reemplazaban su lugar, mientras que la mesa ratona estaba en un costado del sillón grande. Una mudanza completa. Pero sólo contesté “Me parece que así el living parece más grande”. No pude evitar el escalofrío que recorrió mi cuerpo, aclaro que no me considero miedoso, mucho menos supersticioso. Salí a tomar aire fresco, no sabía qué hacer, caminé mucho para sacudir mis malos pensamientos. Al aproximarme a la casa, escuché un grito aterrador, mis pies volaban y encontré a Myriam en la cocina con el rostro desencajado, sumamente angustiada. Le di un vaso de agua fría, temblaba como una hoja, Cuando reaccionó: “ algo pasa aquí, pensé hacer una carne al horno , la carne salió sola de la heladera, como también la cebolla, ajíes, papas, dos manos invisibles las dejaron sobre la mesada, luego escuché unas risitas, y unas sombras traspasaron la ventana , perdiéndose en la nada. Decidí dejar la casa lo más rápido posible, ni pensar que esto trascendiera y los chicos notaran la presencia de ánimas o brujas que habitaban esa casa. Terminamos nuestras vacaciones en otra parte, en la otra punta de la playa, bien lejos de ese lugar, en lo posible. Los chicos protestaron un 98


poco, debido a que la casa era más pequeña que la otra, y la playa quedaba más lejos, pero fue la única forma de completar los días que nos quedaban. Un año después, por problemas de trabajo, estuve de viaje y pasé por allí, la casa estaba abandonada y un vecino del lugar me dijo que no sabía la razón por la cual la gente la alquilaba, estaba dos o tres días y luego se iban, aún perdiendo plata. “las malas lenguas dicen que es una casa maldecida”. Aída Quiñones- Buenos Aires- Argentina

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MARGARITA POLO VIAMONTES LA CASA DEL MIRADOR Y SUS FANTASMAS

Dejamos la bicicleta a la vera del camino que conduce de la carretera hasta la entrada de la Finca La Vigía, en San Francisco de Paula, muy cercana al Cotorro donde radica mi familia. Llegamos al reencuentro con el gran hombre de la barba blanca que conocí en “Las nieves de Kilimanjaro” durante mi adolescencia, y que luego amé, pues desande su mismo sendero de periodista a escritora. De su mano recorrí varias partes del planeta, asumí la guerra dando “Adiós a las armas” y aprendí la lección de “Por quién doblan las campanas” recorriendo el basto problema existencial del hombre. Allí encima de la colina, permanece Ernest Miller Hemingway el hombre leyenda, quien todavía habita detenido en el tiempo, en su casa mirador, resguardada por buena parte de sus fantasmas. El gigante teclea su vieja máquina de escribir de pie, vestido solo con short beige claro, su pecho al aire fresco cubano, desde el amanecer… Hemingway es muy feliz aquí y declara: "siempre tuve buena suerte escribiendo en Cuba... me mudé de Key West para acá en 1938 y alquilé esta finca y la compré cuando se publicó “Por quién doblan las campanas”. Es un buen lugar para trabajar porque está fuera de la ciudad y enclavado en una colina". Camina Hemingway con su agenda de periodista a escritor por décadas. Desde muy joven utiliza sus experiencias como escenarios de sus escritos, 100


con temas donde son recurrentes el amor, la guerra y la pérdida, flotando la muerte omnipresente en toda su obra. Observo a través de los ventanales abiertos de La Vigía, como todo se mantiene intacto en esta hermosa casa, el tiempo se detuvo junto con su vida. Sin embargo, hay un imperecedero legado: su estilo. La casa habanera del escritor nos retrotrae a la forma de escribir de Hemingway, quien logra una realidad fotográfica, con un collage de imágenes. Escribe, con mucha puntuación interna (dos puntos, comas, guiones, paréntesis) para crear oraciones declarativas cortas. Los acontecimientos se acumulan creando un sentido de totalidad. En sus cuentos y novelas, existen múltiples filamentos en la historia y transita con técnicas cinematográficas para cruzar rápidamente de una escena a la siguiente. Legado que los escritores que vinieron después trataron de imitar o evadir. Cuando paseo debajo de la arboleda que rodea la casa, aspirando el aroma de las flores, incluso de las matas de mangos florecidas, observo con nostalgia El Pilar, su barco anclado después de la muerte de Hemingway en el jardín. Pescando en las corrientes del Golfo cercanas a Cuba crecieron las imágenes de “El viejo y el mar” el propio escritor afirma que el argumento de esa novela surgió de la rica experiencia vivida "en medio de la gente de Cojímar", un lugar donde se sentía "ciudadano". Hoy duele el corazón mientras recorro la casa miradora y visito sus fantasmas, pero recuerdo al viejo pescador advirtiendo: “El hombre no está hecho para la derrota, un hombre puede ser destruido, pero jamás derrotado…” y aunque muera en el intento logrará, viviendo en las “Islas en el golfo” recuerde todavía que “París era una fiesta”. Margarita Polo Viamontes Periodista natural de Camagüey, Cuba, ciudadana americana, escritora radicada en Miami, Florida.

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ROXANA ROSADO LAS HUELLAS

-¡Déjame en paz!- gritó Almudena mientras se alejaba presurosa de la fuente. La gente volteó a verla extrañada. Parecía huir de alguien pero no había nadie detrás. Sin embargo, sabía que él estaba presente. Dejaba sus huellas donde quiera que ella estuviese. En la calle, en el restaurante, en donde fuera. Y ya estaba cansada de que siempre estuviera ese ser detrás de su sombra. Hasta en los momentos más íntimos no podía librarse de su presencia. Era intolerable. Tenía quince años cuando todo empezó. Se estaba peinando frente al espejo de su cómoda y al agacharse a recoger un arete, vio unas huellas. Estiró su mano y las tocó, solo sintió el frío del suelo. Pero unas horas después, estando en clase, al cambiar de salón ahí estaban nuevamente. Y así en cada espacio en donde estaba había huellas frescas. Al principio pensó que era una broma, pero si estaba sola también las miraba. Entonces le dio miedo. Algo la estaba siguiendo y solamente dejaba las marcas de sus pisadas. ¿Y quién era? Se atrevió a comentarle a una amiga, quien la miró muy seria y le dijo –eso es un ente, un espíritu. Conozco a una persona que te va a ayudar- Y fueron –a escondidas de su familia- a ver a la persona, allá lejos, en una colonia que estaba en un cerro, donde el camión no podía subir. La señora –como de setenta años- estaba sentada en una silla de madera y tenía muchas plantas y flores, agua, huevos y otras cosas que no 102


reconoció. Había mucha gente en la habitación y afuera haciendo fila. Se formó y cuando le tocó pasó tímidamente. La señora la miró de arriba para abajo, la paró junto a ella y le pasó unos ramos de flores por todo el cuerpo. Luego siguió el huevo –que rompió en un vaso con agua- y después de verlo detenidamente, habló. –A ti te sigue el espíritu de un hombre que murió hace mucho. Esta enamorado de ti, el sabe que no pertenece a este mundo y te quiere llevar con él. Así que debes de tener cuidado. Pon una cruz de ocote en el lugar más alto de tu casa y trapea diario con agua bendita. El siempre va a estar contigo y no te va a dejar ser feliz, no entiende que tú estás viva y él ya no.- Dicho esto, le dio unas flores para que las pusiera en su cuarto y pidió que pasara la siguiente persona. Almudena le quiso pagar, pero se negó a recibir el dinero –Esto es un don. Si cobro, ya no podré ayudar a nadie-. Almudena consiguió la cruz de ocote y la puso arriba del espejo, donde nadie la viera. Todos los días, al salir de la escuela, pasaba a la iglesia por agua bendita y trapeaba por la noche su cuarto, y si podía, el resto de la casa. Después de un tiempo, olvidó el asunto, dejó de hacerlo y siguió su vida normal. Y un día, las vio otra vez. Huellas en el baño, en el patio, en la calle. Si corría, también corrían detrás. Si se paraba, se quedaban esperando que continuara su marcha. Era verdaderamente exasperante. Y bizarro. Era algo que sólo ella veía, los demás no las percibían. ¿Y cómo contarles de esto, con qué argumento? Seguramente pensarían que estaba loca. Así que prefirió vivir con ello y quedarse callada. Y así terminó la preparatoria y la universidad. Siempre acompañada. Cuando salía con algún chico, aún sin voltear, sabía que estaba detrás, como si la vigilara. Y si le daban un beso, o algo más, no podía dejar de pensar que había alguien incorpóreo observando todos los movimientos. Eso a veces le daba risa, otras la incomodaba o la hacía enojar. Los muchachos empezaron a evitarla, pensando que esas carcajadas que hacía a mitad de una caricia, o los insultos que susurraba eran para ellos. Pero eran para él, para el ente. Ese día se sentía mucho calor. Almudena acudió al parque a sentarse junto a la fuente y recibir un poco de esa brisa que soltaba el agua. Era mediodía de un sábado cualquiera, de una semana cualquiera, de cualquier mes. Había perdido la cuenta de los días hace mucho tiempo y ya no le importaba. Total, siempre estaba sola porque estaba acompañada. ¡Qué ironía! Pero su mente estaba llegando al límite. Nadie comprendía lo que 103


pasaba, no entendían por qué cambiaba así de carácter. Ni su familia se explicaba porque había cambiado tanto. De ser una muchacha inteligente y estudiosa, se transformó en una chica rebelde e intolerante. Terminó la universidad pero no era estable en ningún trabajo. Entraba y salía constantemente, lo mismo era en sus relaciones personales. Sólo su mamá le llamaba y la invitaba a comer o al cine con el afán de distraerla, de ver que sucedía. Almudena platicaba alegremente un rato, pero después algo pasaba y cambiaba drásticamente. Se despedía apenas con un beso y corría. Siempre corría, como si alguien la siguiera. El día de la fuente, Almudena corrió hasta que una camioneta le impidió el paso. Unos hombres con uniformes blancos bajaron rápidamente y la detuvieron. Forcejeó pero no pudo soltarse. Eran muchos y muy fuertes. Le pusieron una camisa blanca y le amarraron los brazos en cruz por detrás. Le inyectaron algo en el brazo que le dolió y la fue relajando poco a poco. Cuando despertó estaba en un cuarto cuya única ventana estaba fuera de su alcance. Sólo había una cama, un retrete, un lavabo y una silla. Se dio cuenta de que estaba en el hospital psiquiátrico. Sonrió y después la sonrisa se convirtió en una carcajada. Y otra, y otra más. Había llegado al lugar indicado, donde no tendría que dar explicaciones de nada, ni a nadie. Y al bajar los ojos, ahí estaban. Las huellas del ente que, seguramente, estaba sentado a su lado, en la cama.

Roxana Rosado- Ciudad de México- México

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MARÍA JOSÉ MENACHO CASTELLANO LA HIEDRA Y EL FANTASMA

Hasta la hiedra tiene frío esta mañana, y eso que ella se ocupa con celo de abrigar al muro que rodea la casa. Por encima de él sigue caminando un fantasma, a pesar de que recibe frecuentes invitaciones a buscar otro lugar para pasear. Es pequeño, pero persiste en su espesa transparencia, es un paseo el suyo bien peligroso, el borde del muro es estrecho y se podría resbalar en cualquier momento. Camina mirando hacia arriba, embebido en su búsqueda de algo que no encuentra y ni siquiera el sol claro del día recién estrenado acaba con su presencia. También obliga a mirar hacia arriba, por ver si lo que busca es tan interesante, por mera curiosidad. Es entretenido mirarlo andando descuidadamente, como cuando ves a alguien en un parque periférico un día cualquiera. Pero no conviene confraternizar con fantasmas, al menos no lo recomiendan los sensatos, porque ciertamente, acaban interrumpiendo e invadiendo el terreno prodigioso del sueño de la noche. Es un fantasma creado por la memoria ( divina Mnemosine). ¡Qué perjudicial es, a veces, la buena memoria! Ella no discrimina, no filtra, no distingue las buenas y las malas cosas que pasaron, no permite que las últimas mueran en beneficio de las primeras, las ata todas con sutil lazo y teje una tela irrompible, en la que caen todos los insectos de la mente que acaban siendo devorados. Ojalá se le quite el frío a la hiedra.

María José Menacho Castellano – Sevilla- España 105


RUTH PÉREZ AGUIRRE MALA RACHA

La familia López vivía de su puesto de frutas, pero de un tiempo a esta parte los clientes habituales dejaron de llegar. Las deudas se acumularon y tuvieron que prescindir del uso de los servicios más elementales. Esto no fue suficiente y sin pensarlo más, se vieron viviendo en tres pequeñas casas de campaña, a campo abierto. La desesperación y la angustia estaban pegadas a sus sombras. Un día entró un señor que nunca habían visto; compró una buena cantidad de frutas pero al ver a ese hombre que no podía ocultar su pesadumbre le preguntó qué le pasaba y se ofreció a ayudarlo. Le prestó una casita que entonces tenía sin rentar, para que pasaran los meses de invierno. La casa tenía los muebles indispensables para dormir y sentarse a comer. No sabían cómo agradecerle su bondad y esperaban que regresara pronto al negocio para hacerlo, pero parecía que se había esfumado. Llegaron a pensar que se trataba de un milagro. Una tarde, cuando la mamá del señor López pelaba unas papas, le pareció escuchar que alguien la llamaba, pero no vio a nadie. Aquella voz, casi imperceptible, continuó 106


murmurando algo en el interior de la vivienda. A ratos sentía que se aproximaba a uno de sus oídos, aun así no entendió lo que decía. La mujer sudaba frío, se sintió mal y que la estaba enloqueciendo. No habló de esto con su familia para que no pensaran que se estaba haciendo vieja y que ya no serviría para nada. Otro día, cuando tomaba un café vio un largo mensaje escrito en la pared. No sabía leer, pero notó que era un idioma de letras antiguas que ella nunca había visto. Cuando la familia llegó, ella estaba tirada en el suelo, muerta. Parecía haberse asfixiado. La esposa del señor López ahora tendría que quedarse en casa. Fue así que una mañana, al entrar al cuarto de sus hijos, vio un mensaje en el suelo. No lo entendió, aunque sabía leer. Muerta de miedo corrió a buscar un paño húmedo para borrarlo; cuando regresó el mensaje ya no estaba ahí sino en el techo, olía a quemado y las letras brillaban como el fuego. Una fuerza extraña inundó la estancia y cayó desmayada. Enfermó y no tenía quien la cuidara. Todos los días algo nuevo le aquejaba al grado que nunca llegó a restablecerse y murió poco después. El señor López quedó devastado. Los niños dejaron de ir a la escuela para ayudarlo. El mayor de ellos, Pablo, de nueve años, se quedaba en casa para limpiarla y lavar la ropa. Por la tarde el papá llevaba la comida. Con el paso del tiempo Pablo comenzó a ver mensajes por toda la casa, no sólo en las paredes y el piso sino en cualquier parte, incluso afuera. Aunque sabía leer no entendía nada porque las letras daban vueltas y se cambiaban de lugar. Vivía aterrorizado. Tuvo que contárselo a su padre porque dejó de comer y cada día estaba más flaco. Cuando Pablo murió, el padre intentó ahogarse en el río pero su conciencia no se lo permitió, debía cuidar de sus otros hijos que permanecerían en total desamparo. Los niños le acompañaban el día entero en la frutería porque tenían miedo de quedarse en casa. Aun así, una mañana encontraron muerto a uno de los niños en el baño. En la pared había un mensaje cuyas letras se estaban escurriendo y parecían estar escritas con la sangre que le brotaba de la cabeza, a consecuencia de haberse golpeado. Después de sepultarlo, en las afueras de la ciudad, como hizo con los demás por la falta de dinero, el señor y su hijo se quedaron a vivir en la 107


estrecha frutería. Los mensajes aparecían por doquier, pero sólo eran vistos por ellos dos. La gente no quería entrar porque desde la puerta percibían una sensación extraña que emanaba del interior. Las frutas se pudrían y tenían que tirarlas. El señor López y su hijo murieron de inanición. A raíz de esto, los cadáveres de su madre, esposa e hijos fueron hallados, insepultos, en las afueras de la ciudad. Ruth Pérez Aguirre-Yucatán, México.

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MAITE GLARÍA LA APARECIDA

Abrí los ojos y vi a la aparecida. Vestía de blanco y parecía tímida. Como hechizada, me levanté de la cama y fui a tocarla. Se escondió detrás de la cortina azul de la ventana oeste de mi habitación que ahora estaba casi en penumbras, iluminada solo por un haz de luz que procedía -creo yo- de la luna. Yo no tenía miedo y era extraño porque soy un ser temeroso y huraño que siente escalofríos en la espalda al menor ruido y al ver sombras. Separé suavemente la cortina y allí estaba. Era una chica rara que sin tener boca me hablaba. No recuerdo lo que dijo, pero me extendió su mano, a mí se me salió un suspiro y le di la mía sin reparos. Y fue extraño, muy extraño, porque cuando salté por la ventana con la aparecida y miré atrás hacia mi cuarto, ahí estaba yo, tranquilamente dormida, sobre mi sábana azul de raso. Maite Glaría Cuba-USA

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ROLANDO LORIÉ APARECIDOS EN LA CAÑADA SALADA

Imagen Ángel de la Osa enviada por el autor

En los pueblos de campo, siempre se difunden por generaciones, leyendas de aparecidos y fantasmas con características un tanto similares. Y en este aspecto Jarubì no se quedaba atrás. Aunque no se podía clasificar como un pueblo de fanatismo religioso; no contaba con una iglesia en su extensión territorial, sus pobladores profesaban el catolicismo con mezcla de espiritismo y todos los ingredientes de ignorancia y misticismo criollo. En el mes de mayo, anualmente, venia al pueblo padre Benito, cura católico, para bautizar a los niños, y momento lo aprovechaban los vecinos para que mi abuelo fuese el padrino de muchos de ellos; no sé cuantos ahijados tenía. Luego el padre Benito, regresaba al pueblo en diciembre 110


por las fiestas navideñas; así representaba el nexo oficial, dos veces por año, con la iglesia católica. Otra figura que se relacionaba con la fe religiosa, era Minervina, espiritista de renombre en Jarubí y sus pueblos aledaños, por sus obras espirituales. Ella aseguraba que<<había más vida después de esta>> Mujer de buen corazón, siempre presta a ayudar, no cobraba por sus servicios religiosos, los brindaba de buena fe, y empleaba sus facultades de médium con el ánimo de ayudar al necesitado; según ella, esa era la misión que Dios le había encomendado. En momentos de enfermedad, mal de ojo, partos, alguna novedad familiar y desastres naturales les indicaba a las personas despojarse, santiguarse o rezar. Conocía cuanto remedio hubiera para dolencias, enfermedades y males, y utilizaba una gran variedad de plantas medicinales; tenía unas manos prodigiosas para curar empachos, culebrilla, ciática, nacidos, flemones, hemorroides, parásitos, entre otros. Como recorría el pueblo en sus menesteres auxiliadores, era centro recepción e información de todo acontecimiento ocurrido en la población, incluyendo los chismes entre vecinos; sin su conocimiento, por supuesto, le llamaban <<Radio Bemba>>. Las creencias en maleficios y mala suerte, se evidenciaban en el jarubiseño, cuando se realizaban acciones tales como: pasar por debajo de una escalera abierta; salir o entrar por una ventana; cruzar cerca del cementerio en la madrugada; mecer un balance o sillón vacío; poner el pie izquierdo primero en el suelo al bajarse de la cama; romper un espejo, y algunos que se me escapan de la mente. Los temas de muertos aparecidos y fantasmas no podían faltar en aquella idiosincrasia campesina; señalaban algunos lugares que por tradición eran fuente de esos hechos. La Cañada Salada, era uno de ellos, especie de riachuelo que atravesaba el camino polvoriento hacia el caserío de La Vega, el cual servía de lindero o división entre las fincas de Aquilino, el de la loma, y mi abuelo. Su agua era semisalobre, pues al parecer se alimentaba de algún manantial con esa característica, de ahí su nombre, y ya en la finca de abuelo, se convertía en una lagunilla. Cerca de esa cañada, a la orilla del camino, estaba la casa de Nenito, nieto de Aquilino; quien siempre contaba que desde su casa, en las noches de luna llena, alrededor de las diez y media, veía a las difuntas Hortensia y su hija pequeña Margarita de la mano, iluminadas por un brillante resplandor parecido al que produce la candela, cruzar velozmente la cañada salada y desaparecer al instante. Nenito agregaba que si alguien en ese momento pasaba por el camino al encuentro de las difuntas, ellas le lanzaban llamaradas con intención de que se quemara.

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Relata la leyenda que muchos años atrás, Hortensia y Margarita murieron quemadas al incendiarse con una vela el bohío donde vivían. También en esa cañada, al decir de Nenito, aparecía Genaro, adolescente que se ahorcó por la vergüenza de ser hermafrodita; a veces se presentaba vestido de hombre, y otras vestido de mujer, según el sexo del caminante. En una ocasión, sabiendo que el último recorrido de Julito vendiendo el pan, finalizaba al pasar por la cañada en la noche, José Alberto mi amigo y yo ideamos darle un susto; el día acordado, al anochecer, nos cubrimos con sabanas blancas y nos apostamos en un recodo del camino, muy cerquita a la cañada, en espera de nuestra víctima. Ansiosos chequeábamos la hora en mi reloj a cada momento, hasta que por fin oímos a lo lejos el pregón de Julito: -¡Pan caliente! De inmediato nos preparamos, nos echamos las sábanas por encima, y una vez que él cruzó la cañada, le seguimos sus pasos y comenzamos a gritarle: -¡Oye! Julito se volteó para ver quién lo llamaba y, sorprendido, su primera reacción fue soltar el saco con los panes que le quedaban y correr; al verlo, José Alberto y yo no pudimos aguantar la risa, y cuando él nos escuchó, detuvo su carrera, buscó piedras en el camino y comenzó a lanzarlas a diestra y siniestra vociferando: -¡Yo no creo en muertos aparecidos, pero sí en los vivos! Rolando Lorié- Cuba/Miami- U.S.A.

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ETHEL SAAVEDRA GARCÍA VISITA NOCTURNA

En la memoria y cuerpo de Alicia en una noche especial, quedó una huella imborrable difícil de explicar y de olvidar. Después de una visita a su mejor amiga, miró el reloj y éste marcaba las 11 de la noche. No le importaba mucho la hora porque llevaba varias sin conciliar el sueño. Se despidió y salió a esperar un taxi. Llegado éste miró primero al conductor, abrió la puerta para sentarse y dio la dirección. Alicia bajó la mirada ante la insistencia del conductor que sonriente la miraba a través del espejo. Pasaron algunos minutos y mientras el carro esperaba el cambio del semáforo, giró su mirada a la ventanilla y vio a un hombre con una gabardina negra y un gran sombrero del mismo color que acercó su cara y le sonrió. En ese momento el semáforo cambió y el auto siguió su camino. Respiró profundo y miró al conductor para encontrar algún gesto que le dijera que él se había percatado del asunto, pero este sólo le sonreía. Cinco cuadras más adelante el taxista giró a la derecha y de pronto frenó en seco. ¿Qué pasó? Preguntó ella. —Se atravesó un hombre con una gabardina negra, ¿No lo vio? — ¿Dónde está? Preguntó Alicia… Tan raro, ¿Sería el mismo hombre que acercó su cara a la ventanilla? 113


—No me di cuenta, dijo el taxista. Y tampoco sé que se hizo. Alicia no era una mujer que sintiera miedo, era calmada y a todo daba respuestas racionales. Se olvidó del asunto. Vivía sola, era una mujer madura muy chapada a la antigua y su virginidad estaba intacta. Aún faltaba recorrer unas cuantas cuadras hasta llegar a su casa, volvió la vista para mirar al taxista y vio que en su lugar estaba sentado el hombre de la gabardina negra conduciendo el auto. Su corazón brincó, y preguntó: ¿Qué hace aquí? pero instantes después el taxista le preguntó: ¿Qué le pasa señora? Ella movió la cabeza para despejar su mente. Había llegado a su casa y de cierta forma sintió descanso, canceló la cuenta y se bajó. Sacó de su cartera las llaves y abrió la puerta de su casa. Al colocar la mano en el interruptor para prender la luz, sintió que había otra mano justamente ahí. Un escalofrío la invadió. Con la luz encendida avanzó hasta su cuarto pensando que no le gustaba lo sucedido, pero se tranquilizó justificando que estaba impresionada solamente. Cuando prendió la luz de su cuarto todo estaba en silencio y normal. Se sentó en su cama y poco a poco hizo cambio de ropa a pijama. Cepilló sus dientes y al alzar la mirada en el espejo que tenía al frente creyó ver una sombra negra que había pasado por detrás de ella. Fastidiada dijo: ¡Maldita mente! Y apagó la luz. Se acostó y se tiró la cobija encima. Al instante sintió que una fuerza extraña se posaba sobre su cuerpo, no se podía mover, tampoco podía gritar, la voz no salía de su garganta por más esfuerzos que hacía, era como si algo descomunal no la dejaba moverse. Transcurrieron unos minutos y por fin logró sentarse en la cama. Un torrencial aguacero caía y la cortina de su ventana se movía. En la semioscuridad vio al hombre de la gabardina negra que se iba rápido. Escuchó tanto el ruido de la gabardina como sus botas que retumbaban en el piso de madera y luego el golpe de la puerta que daba hacia la calle. Se dio cuenta que se hallaba totalmente desnuda, su pijama estaba en el suelo y en medio de un gran relámpago descubrió que entre sus muslos corría un hilillo de sangre. Aún desconcertada prendió la lámpara que se encontraba en su mesa de noche, recogió su pijama y al abrirla vio que en ella tenía impresa la cara del hombre con su cabeza al desnudo, las cuencas de sus ojos, los orificios de su nariz y boca conformaban perfectamente una calavera. Alicia cayó desmayada al suelo y al despertar al otro día, observó que sus partes íntimas continuaban llenas de sangre en forma de calavera.

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Al día siguiente empezó a buscar información en internet y sólo encontró algo parecido a aquello que le había sucedido: “Íncubo: demonio masculino que se posa encima de la víctima durmiente especialmente mujeres para tener relaciones sexuales con ellas”. Las noches siguientes Alicia veía entrar al hombre a su cuarto y simplemente sonreía de manera plácida. Ethel Saavedra García Colombia

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FERNANDO PAVÓN LEGUÍSAMO HAY UN FANTASMA EN CASA DE MILÚ

- ¡¡¡¡Es una niña!!!!! Villa Nevada era apenas un villorrio, enclavado al filo de un peñasco en lo más alto de los Alpes Suizos, sus habitantes se conocían como una gran familia, se hacían favores, compartían los sabrosos platos de las expertas cocineras del lugar, era lo que me atrevo a llamar un pueblo feliz, salvo por el inusual hecho de que en 50 años no había nacido ni un solo niño. De modo que aquel 29 de noviembre, día miércoles, en que nació Milú, el pueblo se estremeció de alegría por tamaño acontecimiento. - ¡!!Te dije que sería una niña!!!!Decía orgulloso el tendero de la abacería del pueblo. - No, yo te lo dije primero!!!! – Contestaba la esposa, quién mecía una gran cazuela de chocolate, humeante, olorosa; indispensable para mitigar el frío de ese día nublado de Villa Nevada. Una gruesa capa blanca cubría cada pórtico, ventana y 116


alféizar de las pintorescas casitas de madera del pueblo. Pero se sentía una alegría pocas veces vivida, pues el nacimiento de un nuevo ser era algo muy raro. Y el perfume azucarado de aquel chocolate llevaba la buena nueva y preparaba el ánimo de los vecinos para disfrutar del festejo que habían preparado, con música, arandelas de papel de colores, globos y adornos de las mejores flores que se cultivaban lentamente en Villa Nevada pues la escasez del sol, que solo brillaba un día en la semana, impedía su desarrollo. Los vecinos del pueblo decoraron la casa de la recién nacida, con amor y esperanza, pues su venida significaba para ellos un buen augurio, una expectativa de supervivencia, un anhelo de perpetuidad de la especie, un canto a la vida. Llenaron la habitación del ático, destinada para Milú, de toda clase de obsequios: ropa de bebé, juguetes, perfumes, peluches. Todo lo ordenaron en el enorme clóset que ocupaba la pared derecha de la habitación, frente a la ventana que daba a la calle. El recorrido que hicieron los padres con la pequeña, desde el hospital, fue acompañado por todo el pueblo, que con cánticos infantiles los acompañaron hasta su casa, Milú estaba tranquila y curiosa en los brazos de su madre, hasta que cayó sobre su rosado y delicado rostro dos copos de nieve, se estremeció y rompió a llorar desconsoladamente. Todos los presentes callaron, estaban extasiados por el llanto de la niña, muchos no lo habían escuchado nunca, pues las personas más jóvenes del pueblo tenían ya cincuenta años. Milú llegó a su casa y sus ojitos contemplaron los globos y las guirnaldas, esbozó una sonrisa que maravilló a todos y durmió plácidamente. Milú se convirtió en el centro vivo del pueblo, todos la celebraban, le traían la fruta más sabrosa que llegaba a la abacería del pueblo, el chocolate más fino, los dulces más selectos. Pero ella tenía miedo a la nieve, a las cuchillas de frío que lastimaban las mejillas de su rostro, al viento helado que congelaban sus rizados cabellos rubios. Por ello, gustaba de refugiarse en su tibia habitación del ático, alejarse del mundo, entrar en su closet y pintar, pintar con sus crayones una multitud de formas y colores, en las paredes y hasta en la ropa que los vecinos le habían obsequiado en todos sus cumpleaños. Los padres de Milú se preocuparon por su timidez y luego de muchas deliberaciones, concluyeron que la niña estaba jugando, que era normal que se aislara pues no había en el pueblo otros niños con quiénes pudiera compartir; de modo que dejaban sobre la mesita de noche un jarrito de chocolate caliente y salían de puntillas de la habitación. 117


Pero Milú no estaba sola, un par de ojos verdes, intensos, la miraba mientras pintaba, mientras dormía, mientras tomaba su jarrito de chocolate. Milú no se inmutaba, cada vez que lo veía lo saludaba: - Hola - Hola Milú - ¿Y que eres tú? - ¿ Primero dime tú qué eres!? - Una niña, me llamo Milú copo de nieve, de las nieves de Feijord - Pues yo soy un fantasma, o al menos eso creo - ¿- Cómo te llamas? - Los fantasmas no tenemos nombre - Te llamarás.. ahh.. ehmm… ¡Ojos de gato! - La antigua ley fantasmal dicta “Todo aquel que de nombre a un fantasma tendrá un fiel amigo a lo largo de toda su vida” - ¿Jugamos? De ese modo sencillo, Ojos de gato entró en la vida de Milú. Ojos de gato, le contó que vivía desde hace muchos años en el cofre de madera que se halla en el clóset, que nunca salía al pueblo para que la gente no se asuste, que no tenía cuerpo solo ojos, que le gustaba mucho la miel de maple, pero que tenía pocas oportunidades de probarla. Le contó sobre el código obligatorio que todo fantasma debía cumplir sin chistar, y le dijo, que una vez que tenía una amiga, podía por una sola ocasión concederle un deseo. Milú contó a su único amigo Ojos de gato, lo sola que se sentía por no tener con quién jugar, que no podía salir al pueblo porque el frío le sentaba mal, que le gustaba sobre manera el jarrito de chocolate caliente que siempre le dejaban sus padres en la mesita de noche, pero sobre todo le gustaba pintar las hermosas cosas que ella imaginaba. Por ejemplo: pintaba el sol rojo, calientito, amigable con los animales, las flores y con las personas. Pensaba en pueblos bañados por un sol generoso, que permitía la vida de los hombres y de los niños en un clima dorado y tibio. Soñaba con conocer el mar, la playa, la arena blanca, los montes llenos de verdor y árboles. Ojos de gato le relataba sus experiencias cuando era un fantasma completo, es decir cuando podía recorrer los caminos del mundo, vestido de una sábana blanca, con su nariz afilada y sus manos negras y siniestras. Le hablaba de osos enormes y peludos, de leones con melenas de actrices de cine, de jirafas estilizadas que recorrían la sabana con paso elegante. De elefantes grises, enormes, lentos, que viajaban en manadas. Contaba a Milú sus aventuras en los mares del planeta, de la aurora boreal, de la 118


estrella del sur, de los pingüinos del Antártico y de las ballenas del polo norte. Así transcurrieron muchas horas de la vida de Milú, conociendo un mundo raro a través de las palabras de Ojos de gato. El fantasma era su único amigo y una magnífica compañía. Un día, Ojos de gato vio a Milú muy callada, abstraída dentro del clóset, dibujando un animal enorme, de muchos colores, pues los crayones se habían gastado de tanto pintar y solo quedaban restos. Un tanto intrigado metió su nariz y se sorprendió. ¡Un oso!, Milú había pintado un oso con piel de alfombra y patas peludas, grandes ojos azules y orejas redondas y cafés. Se lo veía bien, aunque su eterna sonrisa no correspondía a un oso. Milú alegó que a ella le gustaba así porque su oso no comía gente como los osos de los viajes de Ojos de gato. - Milú has pintado un monstruo.La niña respondió al fantasma sacándole la lengua. Pasaron algunos días y Milú contemplaba a su monstruo, arreglaba algún detalle, le sonreía, pasaba su mano sobre la pintura y accidentalmente regó sobre su pata el chocolate caliente. El monstruo, movió su pata, por lo menos ella lo vio así. Se lo contó a Ojos de gato y quizá él frunció el entrecejo. Milú estaba agitada, su corazón latía como un caballo desbocado cuando dijo a Ojos de gato: - Concédeme el deseo de que mi monstruo cobre vida. Si, si, por favor, Ojos de gato, siiii? - Podríamos jugar con él, salir al patio, pues su piel me protegería del frío y sería un buen amigo para los dos. Por favor Ojos de gato, concédeme este deseo. Por favor, por favor. Ojos de gato era un fantasma posesivo, amaba a Milú pero la quería solo para él, para ser su protector y compañero. Pero había de cumplir el Código de los fantasmas y a regañadientes, contra su voluntad, movió sus manos siniestras, hizo arabescos en el aire, pronunció palabras raras, rarísimas, zarandeó sus ojos como si fueran las ruedas de una carreta y al fin, tras varias horas de conjuros, el monstruo lentamente salió de la pared y abrió sus azules ojos. Mientras tanto, Milú se había dormido. Con el movimiento del monstruo, la niña se despertó y el animal peludo dio un brinco y se escondió bajo la cama de Milú, pero era tan grande, tan grande que la cama quedó en su lomo como una minúscula silla de montar. Milú rió a carcajadas, y también Ojos de gato. El oso, cabizbajo, tapó sus ojos con sus peludas patas, la una, manchada de chocolate caliente.

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La niña, alegre, quería abrazar a Ojos de gato, por pura gratitud, pero no había como, así que se conformó con mandarle una centena de besos volados que el fantasma recibía con sus ojos entornados. Milú no cabía de felicidad y miraba con ternura su obra, su monstruo con piel de alfombra, con patas peludas y se le ocurrió: - Te llamarás Pelos. Y Pelos quedó desde ese momento. Pelos sonreía tiernamente, con sus ojos azules, dulces y encantadores. Pero Ojos de gato, lo miraba con rencor y enviaba unas miradas que parecían flechas. Al fin dijo: - Este monstruo peludo solo puede gruñir, nunca dirá una palabra. Y cuando se encuentre con un humano que no sea Milú se transformará en un peluche de pequeño tamaño. La niña no reparó mucho en las palabras de Ojos de gato, estaba feliz por tener a Pelos, tan suave, tan dulce, tan grande junto a ella. Ojos de gato, celoso, molesto se retiró varios días a su cofre de madera. El fantasma no respondía a los llamados de la niña, así que ella tomó de la mano a Pelos y sigilosamente salió de su habitación en el ático y se dispuso a bajar las escaleras. Se enredó con la pata de chocolate de Pelos y juntos rodaron escalera abajo. Milú cayó sobre la panza de Pelos, en una alfombra mullida y tibia. Los papás de la niña corrieron a levantar a su hijita y se asombraron de que nada le hubiera sucedido, miraron junto a ella un lindo y pequeño peluche y dieron gracias a Dios porque pensaron que el muñequito le había salvado de un golpe muy peligroso y fuerte. Desde ese día, Milú y Pelos fueron inseparables, corría con ella calle abajo, resbalaban por la vereda llena de nieve, hacían muñecos con nariz de zanahoria y ojos negros de carbón, con bufandas de colores y una pipa en la boca. Jugaban y jugaban con bolas de nieve que se lanzaban desde una prudente distancia y que se deshacían al llegar al cuerpo. Jugaban todos los días, especialmente el día que el sol paseaba su esplendor sobre esas montañas heladas. Milú era feliz. La gente del pueblo celebraba los juegos de Milú y su osito de peluche. Salían a los portales a contemplar las idas y venidas de los dos, reían cuando se caían y aplaudían a rabiar, el momento en que Pelos servía de colchón a Milú. Ojos de gato, miraba con pésimos ojos, desde la ventana del ático, la alegría sin fin de sus amigos. Se sentía agraviado por la amistad y cariño que Milú manifestaba por Pelos. Decidió tomar venganza, una cruel venganza, para evitar que la niña continuara jugando con Pelos. 120


Ojos de gato hizo un embrujo para que el sol no saliera, entonces el pueblo se convirtió en una estepa congelada, las pocas plantas murieron de frío, los ancianos del pueblo, sintieron cómo las reúmas y la artritis se alborotaban en sus articulaciones, los pájaros, en escuadras volaban en busca de cielos más cálidos, las provisiones que llegaban a la abacería regularmente los días jueves, dejaron de venir, ya que el camino se había vuelto una pista de hielo intransitable. Todo parecía languidecer; tres semanas que el sol no salía y cundía la oscuridad. Milú empezó a quejarse de un raro dolor en la espalda, ardía en fiebre, tosía mucho y parecía que le faltaba aire para respirar. El médico de la comarca la auscultó y determinó que la niña necesitaba muchas medicinas para combatir la neumonía que la aquejaba. Sus padres desesperados se turnaban para atender a la niña y todo el pueblo se puso en oración pidiendo por la salud de Milú. Ojos de gato, se sentía culpable por la situación que su inconciencia había provocado, le dolía ver a Milú en su camita, enferma, desvalida por la fiebre y sin medicinas porque nadie se aventuraba por el camino congelado, a bajar hasta la ciudad. Pelos estaba junto a ella, sufriendo silenciosamente, de pronto se le ocurrió que sus patas peludas bien podían evitar un accidente en el hielo y se marchó rumbo a la ciudad, en busca de las medicinas para Milú. Caminó mucho, por largo tiempo, pero al fin llegó. Buscó la farmacia, pero al salir el boticario, Pelos se volvió peluche, además no podía hablar, solo gruñir. Dos lagrimones resbalaron desde sus ojos azules y decidió regresar, en el camino recogió algunas hierbas que le parecieron medicinales y un manojo de flores frescas y hermosas. Caminó de prisa cuesta arriba, sus patas peludas estaban mojadas y no le permitían correr, pero así y todo llegó a la comarca y escuchó mil lamentos, todos los vecinos del pueblo lloraban a gritos; Pelos sospechó lo peor. La casa de Malú estaba llena de personas que abrazaban a los padres y con recogimiento y cabeza baja se ubicaban donde podían. Pelos se arrimó a las paredes y trató de subir al piso alto, lo vio la mamá de la niña, lo tomó tiernamente para acomodarlo en los brazos fríos e inertes de Milú. Ojos de gato lo miraba todo desde un rincón de la escalera y no paraba de llorar. Al fin fue a su cofre de madera. Después de varios días de duelo inconsolable, la mucama fue a limpiar el ático y encontró dentro del closet un charco de lágrimas y un cofre de madera, destruido por la humedad… 121


Ojos de gato, muy triste, se fue a vivir en el pico más alto de Valle Nevada, y de vez en cuando, sale a mirar la ventana del ático de Milú, a llorar. Muchos alpinistas desprevenidos lo han visto y tras el susto correspondiente, han corrido despavoridos por esas sendas congelados, huyendo de esos ojos verdes con fondo rojo que parpadean en la obscuridad. Fernando Pavón Leguísamo Quito- Ecuador- 2015

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GLORIA ACOSTA MIS TARDES CON FULGENCIO

No todo el mundo puede presumir de haber compartido un mes de su vida con un fantasma. Yo sí. Todo empezó con una muerte súbita hace ahora año y medio. Fulgencio dejaba en este mundo mujer y cuatro hijos. Demasiado joven para morir en un suspiro repentino que los pilló a ellos y a mí desprevenidos. Cuando su mujer regresó de la peluquería lo encontró en la bañera, el cigarrillo agonizando en la boca y el agua reptando hacia la puerta del baño mientras la voz de Armando Manzanero colaba su “Voy a apagar la luz” entre los gritos de Maite. Llegué junto con la vecina del tercero a tiempo de cerrar el grifo y comprobar que el pene de Fulgencio era tan grande como ya insinuaba la presión en sus vaqueros al coincidir en el ascensor. Por el rabillo de ojo me percaté del brillo de ojos y la sonrisa socarrona de Teresa. Entre las dos empujamos a Maite hasta el salón mientras una llamaba a la ambulancia y la otra impedía que sus hijos, que volvían del colegio, entraran en la casa. 123


Sellada la fosa, la vida de Maite se fue recomponiendo y nuestros lazos afectivos se consolidaron entre café y confidencias. Por ella supe de las infidelidades de su marido, quién lo diría, con aquella impostura envuelta en formal galantería, y esos aires de amante esposo y modelo de pater familia. El acontecer en el pequeño inmueble recuperó su rutina y las cuatro vecinas nos turnábamos para hacer más llevadera la carga familiar de la viuda. Cinco mujeres en un edificio, cada una con sus soledades y sus manías pero con la tranquilidad de saberse protegidas por las otras. Siete días después de la muerte de Fulgencio y acabada la misa de sufragio, acompañé a Maite al quinto y tras despedirme de Sole, Tere y Sofi, entré en mi piso dispuesta a regalarme un baño reparador. El cansancio acumulado durante la semana de trabajo intensivo en la oficina y las tardes sirviendo té y pastas a las visitas de Maite me habían dejado agotada. Me preparé un whisky con mucho hielo y llevé el vaso al cuarto de baño. Mientras el agua caliente disolvía un puñado de sales de lavanda, bajé la cremallera del vestido y lo colgué de la percha tras la puerta. El vaho en el espejo dejó hueco para mostrar mi desnudez después de librarme del sujetador y la braga. La incipiente celulitis no restaba belleza a mis voluptuosas curvas. Acaricié mis pechos con regocijo, agradeciendo mi buena genética. Giré para comprobar que mi culo resistiría el embate del tiempo algunos años más. Pensé en Julián y sonreí al imaginar lo que se estaría perdiendo con la flacucha de su nueva novia. El agua estaba deliciosa y el sopor del alcohol hizo el resto. El roce de un pie me sobresaltó. Al abrir los ojos lo vi deslizándose con sigilo en la bañera. Se acomodó a mi lado sellando mi grito con su mano. Fulgencio se apretó a mi cuerpo, dio un sorbo al whisky y me acarició con fruición entre el burbujeo de espuma caliente, que rebosante, se descolgaba al ritmo de los embates enérgicos de su prodigioso miembro viril. El estupor inicial se ahogó en su experta lengua con mi último gemido, luego desapareció de mi vista. Las tardes de los siguientes días fueron para Fulgencio. A veces lo encontraba en la cocina tomando café y fumando un pitillo. Sin mediar palabra se acercaba, y su cuerpo etéreo se volvía turgente y cálido al aferrarse al mío; lanzaba al suelo los objetos que estorbaban en la mesa y me encaramaba encima hundiendo su cabeza en mi entrepierna. Todo giraba alrededor de una levedad fantasmal donde el tiempo parecía invertir las agujas del reloj y mi cuerpo se vaciaba del peso de la carne, hueca y transparente entre el aturdimiento de su espectral insustancia y mi mundana desnudez, humedecida por los líquidos de un vigoroso placer 124


terrenal. Un mes con sus treinta tardes y sus treinta disculpas. — ¿Dónde te metes últimamente que no te vemos el pelo?—. Fue imposible esquivar a Maite una mañana. — Demasiado trabajo acumulado, Maite, ¿cómo están los niños? — Pues no lo parece, se te ve radiante. Pásate por casa el domingo que preparo merienda para todas. Y como vino, se fue. Un dos de junio Fulgencio no apareció a nuestra particular cita, ni el tres ni los días siguientes. Preocupada primero y contrariada después, me fui resignando a su abandono y retomé a regañadientes mis tareas y aficiones de tarde. Comprobé que el edificio conservaba su impasible ritmo y ocupé de nuevo muchas tardes en las meriendas de Maite y las chicas. No dudé de que el desapego a un fantasma sería más leve que un desamor mundano. Así lo creí, hasta que una mañana a primeros de julio nuestro encuentro con Teresa me clavó un celoso aguijón. — Hace días que no vienes a las meriendas ¿te encuentras bien? — Han empezado los turnos de verano en el restaurante y no tengo un minuto de descanso, llego a casa agotada— respondió esquivando la mirada de Maite. — Nadie lo diría Teresa, estás radiante— le soltó Maite mientras se agarraba a mi brazo para continuar bajando las escaleras. Gloria Acosta- Tenerife (Islas Canarias) España

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TOMÁS SÁNCHEZ RUBIO VIDA DESPUÉS DE LA VIDA

En los últimos momentos no cesaba de repetir que nunca me dejaría. A partir de ahí la notaba a mi lado en las largas horas de insomnio. Escuchaba su voz. La veía haciendo su vida normal. Ella había dado sentido a mi vida. Así pues, decidí reunirme con ella. El resto de mis compañeros muertos no comprendía que la necesitaba. Volví a su casa, a nuestra casa. No podría tocarla, pero me conformaba con su presencia. Había rehecho su vida, sí... pero nunca me había preocupado el compartirla con los vivos...

Tomás Sánchez Rubio -Sevilla-España

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RODOLFO TORRES LOS FANTASMAS DE MI VIDA

En la mitología cubana existe una historia que me puso los pelos de punta cuando la leí, siendo muchacho. El etnólogo Samuel Feijoo la había compilado junto a muchas otras de boca de campesinos y publicado en la revista “Signos”, de la Universidad Central de Las Villas. Es así, más o menos: una noche de lluvia, truenos y relámpagos alguien a caballo atravesaba un puente cuando escuchó el llanto de un bebito por lo que se detuvo para mirar más allá de la luz proyectada por el farol que elevaba con su propia mano. Tuvo entonces la buena suerte de dar con la empapada criatura que cobijó contra su pecho. Pensó en que la pobrecilla debía de tener hambre pero él solo traía galletas duras, cuando sintió cómo aquella se removía con fuerza en sus brazos. El hombre elevó el farol para ver qué sucedía y el bebito dijo así: No te preocupes que yo ya tengo dientes. Y enseñó enormes y agudos colmillos… 127


Algo así me gustaría concebir para la edición Nro. 37 de la Revista Digital Gealittera, bajo el tema “Fantasmas”. Pero no se me ocurre nada bien bueno. Los días pasan y sigo igual, aunque no porque desde el primer momento de la convocatoria reapareció en mi vida uno de los tantos “fantasmas” que han venido conmigo y al que no he querido prestarle atención; supongo que carece de la fuerza dramática a la que aspiro. En ese intervalo, mi esposa y yo visitamos a N.S.M., oriunda de la parte montañosa oriental cubana y con quien conversamos de lo humano y lo divino. El tema espiritual fue uno de tantos y ella aprovechó para contarme que por estos días ha ocurrido algo muy extraño en el lugar donde trabaja ahora, con refugiados en Alemania de distintos países del Oriente Medio. El sitio es un viejo cuartel militar reacondicionado para ofrecer las labores humanitarias. Mi amiga comentó que todos sus colegas, incluyendo alemanes descreídos, han sido palpados en más de una ocasión en hombros y brazos por “algo” o “alguien”, como si un ente innombrable llamara la atención sobre sucesos remotos. Han escuchado además portazos violentos, pasos rápidos, caídas de platos y calderos y hasta susurros pegados a sus orejas. El asunto carecía de explicación, hasta el día en que se supo por un viejo habitante de la zona que los sótanos del antiguo cuartel fueron escenarios de las más viles torturas y de las muertes de inocentes personas detenidas por la Gestapo y el ejército hitleriano. Contó además el hombre que, brotando de aquellos sótanos, los sobrecogidos vecinos de entonces escuchaban alaridos de terror de los infelices que tenían la buena suerte de que se les alargara la vida para venir a morir sin embargo del hambre, la sed y el frío, encerrados allí. Horrible. Todo esto viene a confirmar que la vieja fábula humana de los aparecidos es muy cierta y lo que mi amiga refiere pudiera serme de utilidad, mas no ahora pues son solo detalles del crimen horrendo que marcó esta tierra y no la redonda historia que deseo para la edición Nro. 37 de Gealittera. De modo que sigo con las manos vacías, aunque con un “fantasma” que me ronda y al que deberé darle atención de alguna manera a ver si se aparta de una vez y me permite ver más allá. Así que ahí va: mi padre poseía dos cuarterías (lo que se llama inquilinato en otros países sudamericanos) y yo veía cómo un señor ya mayor, alto y delgado, canoso, llegaba al atardecer para entrar en una de las tantas habitaciones. Siempre vestido de blanco, con zapatos del mismo tono, sombrero de los llamado canotié, que son de fondo plano y ala redonda y rígida fabricado invariablemente de paja, además de bastón como los usados por Maurice Chevalier y el personaje Charlot, interpretado este último por Chaplin; me 128


refiero a ese tipo de bastón que parece hecho de bambú por las numerosas secciones de que se compone y el color amarillo pajizo. He sido curioso y hasta “investigador” desde la más temprana niñez y la verdad era que no me explicaba cómo hacía aquel señor para aparecer cada día en su ropa blanca, sin ni una arruguita y tampoco manchas propias de la avanzada edad. Yo no hablaba a mi madre ni a mis hermanos o amigos del barrio acerca de aquel individuo que --así lo suponía-- pagaba con religiosa puntualidad a mi padre por una de las habitaciones pues era común que las personas fueran y vinieran en su propiedad con la aprobación de él, de lo contrario no hubiera podido entrar allí. Tampoco el detalle de la ropa impecable, como acabada de traer de la tintorería, era nada del otro jueves. Pero no dejaba de llamarme la atención porque --lo sabía-- el señor no había venido con equipaje y en aquel cuarto solo había una cama estrecha, una mesa pequeña y una silla, muebles que pertenecían a la habitación y dispuestos allí por mi padre. Con esto quiero decir que aquel hombre venía únicamente a dormir. Aunque tampoco pues yo le veía salir casi cada mañana como mismo había entrado. Ni que permaneciera estiradito contra las paredes la noche entera, solo que siempre un poco más viejo, como cansado, no sé. No puedo precisar ahora, a esta altura de mi vida, durante cuánto tiempo fui testigo de la llegada y de la ida de aquel viejo inquilino de rostro amable aunque distante. Hasta que un día no vino más a causa de alguna acción de mi padre. Eso pensaba yo calladamente porque mi padre decidió una mañana de sol radiante abrir la puerta y la ventana de aquel cuarto, acompañado esa vez de uno de sus hermanos; me acuerdo de que tío Ramón iba con una mandarria y una barreta. Yo me quedé afuera, enroscado en uno de los maderos de que se componía el marco, sin dejar de mirar cómo apartaban la camita y terminaban de destrozar la linda superficie de cemento pulido que ellos dos hubieran echado par de años atrás. Comentaban que allí había “crecido” algo y esto provocaba que la cama estuviera en tres patas y no en cuatro como debía ser, lo que era muy cierto según veía yo desde donde me encontraba. “Seguro que es la raíz de un árbol”, afirmaba mi tío al tiempo que golpeaba el piso y levantaba grandes pedazos. Buscaban una respuesta racional para el problema pues sabían muy bien que las raíces de los árboles agrietan las calles, las aceras y los embaldosados a lo largo de una línea recta o sinuosa, pero nunca o muy raramente se elevan en un pico de proporciones respetables. Y allí se había levantado una “montaña” en un abrir y cerrar de ojos.

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Cuando al fin colocaron a un lado las lajas para dejar el espacio pelado, únicamente en las piedras y algo de tierra, papá y tío descubrieron un “nido” de clavos herrumbrosos y en el mismo centro de estos un Cristo mutilado. El hallazgo les enmudeció, paralizándolos. No podían explicarse el siniestro asunto porque dos años antes, ellos mismos, con sus brazos y sus cabezas, habían limpiado muy bien aquella superficie, habían creado una base de piedras nada chicas y perfectamente apisonadas para luego, encima, echar el piso, pulirlo y cerrar la habitación con candado evitando de esta manera que los muchachos lo marcásemos con nuestras carreras de siempre. No les cabía la menor duda de que nadie había estado allí, después de ellos. Ni antes. Así que ¿quién y cómo? No tenían la respuesta. Los años pasaron y aquel “fantasma” seguía a mi lado; esto es un decir, pues en verdad yo traía al presente al señor siempre de blanco al asociarlo con el extraño nido. No se me iban de la cabeza. Hasta un día, cuando pregunté a gran parte de la familia por aquel hombre. No lo recodaban; ni siquiera lo habían visto. ¿Entonces, yo presenciaba el desplazamiento de un muerto?, empecé a temblar a pesar del tiempo transcurrido. ¿Tengo yo la capacidad que me permite ver espíritus? Pero no convencido de tales pensamientos, me acerqué a mi padre poco antes de su deceso a los ochentaisiete años de una vida bien trabajada. Tenía tal memoria que asombraba por la rapidez y la precisión de sus respuestas: “¿Viejo, por favor, te acuerdas de un hombre vestido siempre de blanco en la cuartería paralela a nuestra casa? ¿Uno que usaba bastón y sombrero?” “Como no”, respondió él. “Era una de esas personas calladas y solitarias que nadie ve jamás. Se llamaba Domingo Sarmiento Maldonado y era jubilado del gobierno. Había trabajado toda su vida en los archivos municipales. Lo recuerdo por lo escrupuloso que era en el pago del alquiler y la distancia a la que se mantenía de todo y de todos.” “¿No tenía familia…?” “Nadie, ni mujer, ni hijos. Tampoco hermanos, ni amigos.” “Tal vez fuera uno de esos reprimidos incapaces de dar el paso…” Mi padre movió su cabeza en sentido negativo, acompañado de un gesto colmado de amargura: “¿Es lo único que se te ocurre?” “Discúlpame”, dije en voz casi inaudible, tragando en seco. Me hubiera apartado de él, a toda velocidad, pero necesitaba saciar mi curiosidad a fondo:

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“¿Por qué se fue de la cuartería?” Mi padre esbozó una sonrisa que no supe definir. “¿Le dijiste que se fuera? ¿Fue él el culpable de aquella cosa extraña en el piso de la habitación?” “Al contrario, el mismo Sarmiento me dijo una mañana que no podía quedarse un minuto más entre aquellas paredes.” “¿Eh?” “Quise sabe un poco más y respondió al mucho rato, con palabras que parecían escogidas con pinzas, que hacía mucho no se acostaba allí… No me lo dijo pero creo que pasaba la noche de pie o sentado.” “¿Pero por qué?” “Bueno, trató de explicarme por qué pero no pudo, se enredaba en la explicación. Creo que ni él sabía la respuesta.” “¿Y lo que rompió el piso, quién y cómo lo puso allí? “Para eso yo tampoco tengo una respuesta.” Me quedé sin habla, con las manos quietas y la vista perdida. “Qué pasó con el tal Sarmiento, después.” “Se fue a vivir a otra cuartería y luego a otra y a otra, muriendo en una de ellas.” “¿Le pasaría lo mismo en cada lugar?” “Es posible.” Se me ocurrió entonces, digo cuando hablaba con mi padre, como ahora, que cada cual lleva consigo una cierta carga que se materializa y nos beneficia o nos perjudica y hasta las dos a la vez en un juego de rivalidades. Lo cierto es que los fantasmas existen, lo mismo de quienes ya están muertos físicamente como de quienes jamás vivieron aunque todavía respiren.

Nota: Ahora puedo idear un cuento de aparecidos. Rodolfo Torres, cubano que vive y trabaja en Berlín, Alemania

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RAMÓN ORTEGA III LUCÍA

La invitación de Richard, un viejo amigo, fue para asistir a su casa que se encuentra en las afueras de la ciudad, sobre las tres de la tarde. Nuestro último encuentro fue inesperado, pero sobre todo presuroso. Hacía tiempo que no lo veía, pero su esencia seguía siendo la misma; delgado, casi cadavérico, alto, ojeroso y con el cabello blanco, la única marca que demostraba el paso del tiempo, en el ahora, viejo Richard. Aunque nuestro trato fue meramente laboral, existía una cordialidad mutua que semejaba cierta amistad. Aquella vez, cuando me hizo la invitación, nos encontramos en un aeropuerto. Yo había ido a recoger a un familiar que acostumbra a viajar mucho. Lo esperaba frente a una máquina de café, de donde acababa de obtener un capuchino. Fue entonces cuando alguien se acercó observando mi rostro detenidamente, como buscando características claras para reconocer a alguien que conocía. Yo por mi parte comencé a hacer lo 132


mismo. Se veía acelerado, pero bien podría ser porque su avión estaba a punto de partir. No tardé mucho en reconocerlo, así que lo llamé por su nombre y él me llamó por el mío. No pudimos charlar mucho, pero me dio su dirección, y me convidó a comer en su casa. También alcanzó a mencionar la alegría que le causaba verme, y el gusto que le daría a su madre conocerme; “ella misma preparará la comida para la ocasión”, dijo Richard. Al llegar al lugar de la cita, me causó una increíble impresión el enorme parecido de la fachada de su casa con la mía. La entrada principal tenía una enorme puerta de madera con refuerzos en metal, que bien podría pertenecer a una iglesia de la Edad Media. La sólida puerta era custodiada por dos columnas embebidas y abalaustradas, adornadas por dos hermosas buganvillas (una blanca y otra violeta) que caían desde el otro extremo de la casa. A los extremos, inmensas paredes de cantera negra. ¡La semejanza era increíble! La única diferencia radicaba en que desde la desgraciada partida de mi gran amor, la casa que habito se ha venido desgastando hasta perder el brillo que ahora veía en estas firmes columnas. Sin embargo, era asombroso que hasta la posición de las buganvillas fuera igual; claro, las de mi casa están totalmente marchitas. Lucía, que murió hace poco más de un año, se encargaba de regarlas constantemente y estar pendiente de ellas; yo, en cambio, busco constantemente alejarme de todas aquellas actividades que me recuerden el infortunio en el que vivo hundido desde su fallecimiento. Toqué el cordón de la campana, que instintivamente encontré, pues aunque escondido entre las ramas de la exótica planta, estaba colocado en el mismo lugar en donde se encuentra el de mi hogar. Su sonido era idéntico y al estar escuchando aquellas campanadas, como si estuviera en un sueño, creí haber errado el paso y haber regresado a casa, pero justo en ese momento salió Richard, alegre por mi llegada. “Viejo amigo, qué bueno que llegaste. Pasa, por favor, y siéntete como en tu casa”. Esta expresión de cortesía, que dijo mientras terminaba de abrir totalmente la puerta invitándome a pasar, me parece hasta la fecha, obra de la ironía más cruel. ¡Cómo no sentirme en casa, si al entrar todo era similar! Primero el camino de lozas rojizas que conducía a un jardín con la misma cantidad de árboles frutales con los que conté algún día antes de que se marchitaran. No obstante, había otra diferencia: en mi casa, incluso cuando las plantas estaban completamente frondosas, siempre fueron 133


pequeñas, mientras que aquí rebosaban por su grandeza y hermosura. El camino terminaba en la entrada que daba paso a mi casa… en este caso la casa de Richard, cuya fachada estaba adornada por pilastras blancas, y dos ventanales transparentes. La puerta de la casa también era de madera y, aunque modesta en tamaño, su ornamentación era barroca, artesanalmente trabajada. Las paredes recién pintadas de blanco tenían una línea en la parte inferior de color rojo. ¡Todo, absolutamente todo, era igual! O casi igual, aquí todo aparentaba ser nuevo, y en mi hogar todo estaba roído, como si hubiera pasado cien años en el abandono. Mientras caminábamos, Richard hablaba de la experiencia que había tenido en su último viaje. Yo no salía del sobresalto y mucho menos del mutismo causado por la impresión de estar viendo mi propia casa. Miles de cosas pasaron por mi mente; desde la sensación de estar en un sueño, hasta pensar que había muerto. Todo esto se agolpaba en mi cabeza, y por lo mismo no recuerdo con exactitud cómo, pero por fin entramos a la casa. No pude aguantar más al ver que los muebles eran idénticos a los que yo tenía, pero nuevos. Casi grité: “¡Acaso esto es una broma, Richard!” Su cara de sorpresa, me avergonzó, pero aún la duda en que me encontraba carcomía mi corazón. “¿A qué te refieres, Leonardo?”, “¿Qué cosa te sucede, viejo amigo?” Entonces buscando tranquilizarme, comencé explicando paso a paso el increíble parecido de nuestras casas. Él también parecía bastante sorprendido, pues no pronunció palabra alguna hasta que terminé de contar lo que me atormentaba. “No puedo creer lo que dices, pero de ser verdad, yo no tendría nada que ver en ello, pues acabo de mudarme hace pocos meses.” Entonces lo empecé a acosar con mis dudas, hasta que me fue diciendo que la casa la había conseguido en una buena oferta, que ya estaba toda amueblada y que el jardín, sin prestarle mucha atención, se había mantenido así de bello. “Como entenderás viajo mucho”, dijo Richard. Todo era muy extraño, pero después de buscar respuestas, nos dimos cuenta de que ambos, en ese instante, no podríamos encontrarlas; así que Richard me hizo la petición de pasar a la mesa, no sin antes presentarme a su madre; una mujer como de 70 años, muy delgada, pero que aparentaba mantener bastante fuerza. No era la típica madre en su papel de anfitriona, de hecho era excesivamente callada y parecía no importarle 134


mucho el tema del que hablábamos. Yo no dejaba de asombrarme, la misma vajilla en la que comimos era igual a la que utilizábamos Lucía y yo cuando teníamos invitados. Y justamente al comentarle ese detalle a Richard, fue cuando mencionó, que a la mujer a la que le compró la casa tenía el mismo nombre: “Lucía”. Quedé petrificado. Terminamos prácticamente en silencio nuestros alimentos, después de aquel comentario. No puedo decir que hubiese disfrutado la comida, pues había mucha incertidumbre en mi alma, pero recuerdo que el platillo que comimos era justamente uno de los que mejor preparaba Lucía. ¡Malditas coincidencias! Al finalizar, sucedió lo más extraño de aquella tarde; frente a mí, en el comedor, había una gran ventana que dejaba ver otra parte del jardín, justamente donde se encontraban los frondosos rosales. Mientras Richard y su madre entraron a la cocina llevando los platos sucios, pude apreciar la silueta de una mujer caminando, paseando ligera, casi volando entre los árboles. No dudé ni un momento en llamar a mi anfitrión, y preguntarle quién era aquella mujer que rondaba en el jardín. Richard regresó inmediatamente hasta donde me encontraba y me cuestionó dónde la había visto. “Si no se ha ido, sigue justamente ahí”; señalé el lugar donde creí que la fantasmal aparición se encontraba, pero ya había desaparecido. Imagino que Richard habría sentido cierto temor, pero sobre todo incertidumbre por lo que yo acababa de comentar; sin embargo, nada dijo, nada más quiso agregar y nada más pudimos concluir aquel día. Nos despedimos hace tan sólo unos minutos y ahora sólo pienso en lo veloz de los últimos hechos sucedidos. Subí al coche, recuerdo el temblor de mis manos antes de tomar el volante, la poca iluminación del lugar, la carretera solitaria y la velocidad que alcanzó mi automóvil en aquella empinada pendiente. No sé que más pasó, sólo oscuridad. Ahora estoy de vuelta en el jardín de Richard; ya no hay dudas y Lucía está vestida de blanco. He regresado a casa. Ramón Ortega III Madrid- España 135


CARMEN MEMBRILLA OLEA FLORES EN BLANCO Y NEGRO

Llevaba un par de días raro. Sentía como una especie de desazón interior que no podía explicarme. Había perdido mi reloj y mis recuerdos no acababan de ser nítidos. Así llegué hasta aquel banco del parque; desorientado y perdido. Allí sentado imaginé brújulas doradas y tiempos ocultos, pero no terminaba de centrar mi mente. Observé detenidamente los juegos de los niños, las conversaciones de sus madres, la ropa de deporte de todas las personas que pasaban corriendo… Nadie parecía verme. El sol caía a plomo y sin embargo, yo sentía un frío mecánico que calaba mi memoria. Me sobresalté cuando miré las flores y no percibí color alguno. Aquellas flores eran en blanco y negro. Algo me estaba pasando…Lo tenía cada vez más claro… Lo sabía. De pronto, reparé en el periódico; un periódico tirado en el suelo, bastante cerca del banco del parque que yo ocupaba. Me levanté y lo cogí y al volver a sentarme para ojearlo sentí que la soledad y la incertidumbre se echaban un pulso en las profundidades más lejanas de mí mismo. Me detuve en una página manchada y algo arrugada. En ella leí palabras que poco a poco fueron adquiriendo un sentido. Hablaban de la muerte de un hombre…por lo visto murió de repente, dejando sin aliento a su mujer y a sus hijos…Leí su nombre… y el periódico se me cayó de las manos. Descansó nuevamente en el suelo, allí… a mis pies. Al rato fue recogido 136


por un barrendero que le gritó a su compañero, después de echarle un vistazo: _ ¡¡Eh Joaquín!! Un periódico de hace dos días tirado en la mitad del parque… ¡Qué poca vergüenza tiene la gente! ¿Para qué coño se inventaron las papeleras? Se alejó con su cubo de basura a medio llenar. Él tampoco se dio cuenta de que yo estaba allí.

Carmen Membrilla Olea. España.

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MARIO SARLI FRAGMENTO DE “LA PLAZA DE JULIÁN”

3. “… te escribo desde un rincón. No lo sabes. Mis cuentos quedan guardados en lugares inhallables. Algunos de ellos en papeles camuflados, ocultos Nadie los mira. Pero si alguien quiere enterarse, no será fácil, están en sótanos que para llegar, hace falta destreza. Además, soy desconfiado, no digo todo lo pienso, callo mis enojos y a veces exagero mis afectos. Me escondo tras la risa, tras la bonhomía genuina que no cambia con los años. Escribir en estas hojas y en este rincón son bastiones de resistencia. De lo que no fue y aun sueña ser. De lo imaginado y no dicho. Peor aún: no hecho. Nadie se entera de este “berretín”. Ni se enterará. Vivir en esta abandonada mansión, alejada, fue un objetivo alcanzado. Las historias tenebrosas y fantasmales sobre los antiguos dueños obraron como boleto de compraventa. La gente de la aldea camina rápido sobre las 138


veredas. Nadie se detiene. Por las noches, menos aun. Toman senderos largos para evitar acercarse. Nadie molesta. Nadie pegunta, no quieren saber. Sin embargo la vida aquí adentro es plácida. Los pájaros conviven conmigo. Entran y salen por las puertas abiertas o a través de los vidrios rotos de las ventanas. En ocasiones les hablo y a veces contestan, sobre todo cuando dejo las migas de la cena. Se posan en las ramas de los árboles que ingresan por los techos rotos, y desde allí entonan cantos que replico con silbidos. Jugamos y reímos. Hasta los fantasmas se suman a la ronda festiva. Despreocupados danzan sin temores a ser vistos. Confían en mí, tal vez porque saben que soy parecido a ellos. He dejado de ser, para ser así…” Julián bostezó al mismo tiempo que las campanas de la iglesia del colegio de la esquina daban las 4 de la mañana. Cerró el libro, tantas veces leído, imaginando ese caserón y esos pájaros tal vez parecidos a los que rondan en esta plaza. Pensó en silbar como ellos en la mañana, para ver que hacían. Nunca lo había pensado, pero ahora tuvo esa ocurrencia. Acomodó los cartones de sus pies y estiró la colcha que usaba para los días fríos. Pero al momento de extender la mano para apagar la lámpara a kerosene que alumbraba su lectura, en el subsuelo de la plaza, donde los “placeros” guardan sus herramientas, escuchó ruidos en la parte superior, como si alguien quisiera ingresar. Se rascó la cabeza como ayudando a enhebrar los pensamientos que a modo de interrogante se desprendieron. Esperó unos segundos para decidir la acción a seguir. No era de temer al contrario, tenía por rasgo llamativo creer y confiar. Así lo encontró la súbita aparición de ruidos que finalmente se repitieron y se hicieron más claros: alguien quería ingresar…

Mario Sarli- Buenos Aires- Argentina

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ISABEL REZMO APARICIÓN

Curioso que siempre sobresaltes en la memoria. Es una mala hija. La tengo castigada en el fondo de una aguja de coser sin hebra. Escruto en los pasos cuando la gota de sangre salta en mis yemas. Pero ayudan, a mantener la sangre caliente, no se hiela ni por el frío, ni por el olvido, ni por la escalera. Subo y entonces vuelvo abrir otra puerta. Estoy consiguiendo ser mi propio fantasma.

Isabel Rezmo-Úbeda- España

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BELKYS SORBELLINI VIVIR CON ELLOS

Cuando era niña, mi bisabuelo nos visitaba regularmente. Mi hermano y yo lo esperábamos ansiosamente. Las historias del nono gringo, que versaban sobre fantasmas y aparecidos nos fascinaban del mismo modo e intensidad que nos atemorizaban. Pero se las pedíamos. Cuando fuimos adolescentes gustábamos de las películas de terror y suspenso. Pero sabíamos que eran ficción. Las historias del nono, según él nos decía, eran verdaderas. Ahora, mujer adulta, viviendo en un departamento, sola. Después de haber leído, mirado documentales y programas especializados en la temática. Después de asombrarme con niños con ciertos talentos para percibir y ver fantasmas que habitan en determinadas casas, debo confesar que siento cierto temor a veces. Sé, y no me cabe duda alguna que vivimos con ellos en otras dimensiones. Que están en nuestro mismo espacio físico y pueden vernos. Pueden moverse con absoluta tranquilidad por nuestra casa sin que los veamos y me pregunto: ¿Qué privacidad tengo si ellos me ven? ¿Me ven cuando estoy desnuda? ¿Cuando voy al baño? ¿Cuándo estoy desarreglada? Y me doy cuenta que pese a no recibir ninguna respuesta, ellos están aquí, en otra dimensión, habitando mi casa, mis espacios y concluyo, todos habitamos con ellos. Belkys Sorbellini. Santa Fe. Argentina 141


CLARA L MORGADO FANTASMAS DEL RECUERDO

Siempre que mi alma necesita airearse, la memoria vuela hacia los fantasmas del recuerdo. Ellos me toman de la mano y la travesía se remonta con alas juveniles. Con estos espectros, reaparecen amores, nostalgias y sentimientos, que si no olvidados, se mantienen encogidos, tímidos como las primeras violetas. El encuentro no siempre es fácil. Nos miramos de reojo, tanteando mis ansias y sus deseos de participar. Al final el hilo que nos une resulta más fuerte de lo imaginado y juntos comenzamos a interactuar en la comunión, en que siempre se convierten estas reuniones.

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Para comenzar, propongo una palabra: HOGAR, por ejemplo. Ellos sonríen, y juntos vamos desplegando imágenes; Niños, adultos henchidos de amor, olor a leche hervida, besos amorosos sobre una rodilla encostrada... la magia comienza. Claro que no siempre es así. Si la palabra pronunciada es triste, las apariciones se cargan de recelos. Las miradas furtivas se suceden y tengo que defender el derecho de añorar también mis tristezas. SEPARACIÓN es un vocablo que siempre los pone en guardia; cuántas hay a lo largo de un ciclo vital. A regañadientes, me auxilian en la colocación de composiciones color sepia: sonidos de aviones, fotografías con olor a dalias, novias sonrientes soplando besos, largas cajas de madera, manos agitando el viento, mucho después del abrazo de adiós. Mis fantasmas no parecen creer que eso también restaura el ánimo; sólo por haber estado, la memoria los trae a mí, los acerca de nuevo, y eso es una forma de volverlos a tener. Los encuentros más gozosos traen caritas con hoyuelos, dibujos de manos en la pared con un rastro sospechoso de almíbar, pies que, aunque pequeños, ya no entran en los zapatos, lágrimas nocturnas para que acompañen su sueño. La dicha que me proporciona este ritual, me gratifica y mientras más se asienta en mi mente, más me gusta. Teniendo en cuenta mi avanzada edad, el propio tiempo trabaja a mi favor. Comienzo a saborear, el proyecto de mi gran inicio como fantasma del recuerdo. ¿Cuántas remembranzas ayudaré a recuperar a los que llegaron después? Me doy cuenta de que estoy sonriendo, y me inundan oleadas de satisfacción. Puedo imaginar la cara de mis descendientes cuando mi fantasma responda a su llamado, y llegue para ayudarlos a cotejar sus más preciados recuerdos.

Clara L Morgado – Cuba/Miami- U.S.A. 143


JULIA DEL PRADO FANTASMA

Eliana persigue con su dedo acusador a los habitantes de esa casona. No los deja en paz. El humo invade el ambiente, todos tosen. Entre tos y persecución, la detestan. Ella celebra sus penas porro tras porro. Ríe tanto. Su carcajada locuaz aburre a los que viven ahí. No le importa agredir dentro de su miseria, hasta toca el acordeón. De noche, agotados, cada uno se acuesta en su respectiva habitación. Parece que prima el silencio, pero ella terca se presenta frente a sus camas. Toma asiento. Su dedo con guante lo coloca en su sien, retrocede paso a paso. Se acuesta y se abriga, hasta conciliar el sueño. Julia del Prado- Lima- Perú

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FRANCISCO JAVIER FRANCO ¿QUÉ HUBIERA HECHO USTED?

Cuando alcancé el desvío, no había un “stop”, sólo el triángulo invertido indicador del “ceda el paso”. Ciertamente apenas paré, sólo pisé levemente el pedal de frenada, pero miré a ambos lados, y, aunque mantenía mi vigilia en conducción casi veinticuatro horas, le juro que estaba totalmente lúcido, puede ser lógico y legítimo que se dude, lo es, pero la chica de la curva se me abalanzó encima, y, con su sayón blanco, yo pensé que era el típico fantasma de carretera, y sí, estaba lúcido y no es que crea en esas zarandajas esotéricas, pero mi reacción fue acelerar y ¡cómo sonó a huesos quebrados! ¿Cómo podía imaginar que era una enferma fuera del recinto del hospital? Me invadió el pavor, sólo pensé en la leyenda de la aparecida. No existe cláusula alguna que asegure accidentes motivados por supuestas apariciones y mi vigilia, aun en lucidez, también rompe con lo contratado con la aseguradora. Visto de esta manera, soy culpable, pero ¿qué hubiera hecho usted, señoría?

F. Javier Franco – Almería/Guadix (España)

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PEDRO PASTOR SÁNCHEZ FANSTAMAGÓRICA REVELACIÓN

Imagen enviada por el autor

Con meticulosidad y paciencia, el viejo Gordon introdujo el papel fotográfico en la cubeta. Allí reposaría el tiempo suficiente para que el baño de aluminio fijara la imagen sobre él. Poco a poco los pigmentos se irían adhiriendo, y de la nada empezaría a aparecer, medio difuminada, la fotografía que con tanto esmero había preparado para su cliente. Ya estaba lista. El anciano profesor Fenton había vuelto del más allá para darle un mensaje de esperanza a su desconsolada esposa. Gordon Shackleton era un profesional del engaño. Durante casi dos décadas había trabajado en ferias y fiestas locales, primero en su Irlanda natal, como montador de casetas y taquillero, luego en el sur de Inglaterra, como trilero, para acabar como mago e ilusionista. Más tarde, ya cuarentón, tras su matrimonio con Chrissie ―la médium, una mujer con una mirada penetrante y una sensibilidad muy especial― se dedicó a simultanear su afición a la fotografía, colaborando con prensa y agencias 146


publicitarias, con las sesiones de espiritismo que, cada vez más, la clientela les reclamaba. Finalizado el horror de la Gran Guerra, muchas familias británicas estaban rotas tras la pérdida traumática de sus seres queridos en el frente. Angustiadas, se aferraban a la esperanza de contactar con ellos, a fin de saber si su transición al otro lado les había proporcionado paz a sus almas, o si, por el contrario, se encontraban atrapados, vagando entre dos mundos, en busca de una oportunidad para despedirse de sus deudos. Toda suerte de charlatanes se aprovechaban de esta circunstancia. La parafernalia de cada sesión era digna de un montaje teatral. Todo estaba preparado para que el cliente se viera envuelto en una atmósfera tan extravagante e irracional que cada sorpresa superase a la anterior. Antes, el trabajo de investigación era tan exhaustivo como sigiloso. Un irreconocible Gordon, maestro del disfraz y la peluca, se relacionaba con criadas, vecinos y familiares del incauto, de forma que subrepticiamente iba sonsacando información sobre el difunto, sus virtudes y defectos, manías y cuitas. Durante la escenificación del sobrenatural encuentro con el alma en pena del finado, Chrissie utilizaba hábilmente estos datos para dar veracidad al supuesto contacto transterrenal. Las triquiñuelas de Gordon para simular el desplazamiento antinatural de objetos ―eran muchos los años de trucos a sus espaldas―acompañados de ruidos fantasmagóricos y frases engoladas―tampoco se le daba mal la ventriloquia― conferían a cada puesta en escena del empaque y credibilidad suficiente para hacer pensar a cualquiera que el contacto post-mortem era una realidad indiscutible. Los afligidos hallaban paz en las conciliadoras palabras de los difuntos, que se mostraban agradecidos y aliviados de poder partir en paz hacia el paraíso y abandonar así el purgatorio que consumía su alma inmortal. No hacían daño a nadie y además podían vivir con cierta holgura de este compasivo engaño, ¿Qué más podían pedir? Cuando nació Clarisse su actividad profesional fue cada vez menor. Se compraron una casa en las afueras y se dedicaron a vivir de las rentas obtenidas, de colaboraciones fotográficas esporádicas con agencias y algún que otro retrato familiar. Pero sólo por un corto espacio de tiempo. Las desavenencias conyugales llegaron primero, y luego la mala cabeza de Gordon, su afición a la bebida y, sobre todo, su mala suerte con las apuestas, les abocó de nuevo a captar ingenuos necesitados de respuestas ultraterrenales. En esta nueva etapa, la joven Clarisse, viva imagen de su madre, se mostró como una revelación, tomando partido en los montajes de sus 147


progenitores. Se infiltraba en los círculos cercanos a los parientes obteniendo información. En ocasiones, participaba activamente en las sesiones, simulando la reencarnación de los númenes, hablando con tal locuacidad y sentimiento que sus propios progenitores quedaban asombrados del efecto sobrecogedor que provocaba en los asistentes. Hasta aquella tarde en Canterville. Algo fue mal desde el principio. Aquel hombre hacía muchas preguntas, parecía demasiado escéptico como para necesitar realmente la ayuda de una médium. Era una trampa. La policía se apostó en las salidas, y cuando el detective desveló su identidad, los acontecimientos se precipitaron. Hubo forcejeos y carreras. Las velas encendidas para la sesión espiritista prendieron las cortinas, y el edificio se convirtió en un momento en un infierno del que Chrissie no pudo escapar. Clarisse culpó a su padre de aquella tragedia, y cuando salió de la cárcel, acusado de estafa, se negó durante un tiempo a dirigirle la palabra. No le perdonaba aquellos años que tuvo que pasar en el reformatorio. Pero la miseria de ambos les volvió a unir, qué remedio, y buscaron una nueva fórmula, menos arriesgada, para ganar alguna libra. Aprovechando sus conocimientos sobre fotografía, ofrecían sus servicios para obtener una imagen del difunto junto a su pariente, argumentando que las presencias solían acompañarlo de cerca cuando los vínculos en vida eran tan fuertes que no se podían desvanecer con el óbito. ¿Quién podía rechazar la oferta de volver a ver a su querido esposo o esposa, susurrándole al oído el eterno amor que le profesaba? Para consumar la farsa, mientras uno ultimaba los preparativos de la sesión fotográfica y entretenía al familiar, procurando incluir en el encuadre algún elemento mobiliario al cual el muerto tuviese apego en vida― un sillón, aparador o espejo resultaban apropiados, sobre ellos se emulsionaría el rostro espectral― el otro deambulaba por las habitaciones de su domicilio, fijándose en los detalles de cualquier foto del fallecido, sus rasgos, su peinado, su indumentaria, a fin de recrear su aspecto en el montaje fotográfico. En ocasiones conseguían sustraer alguna foto de un marco o cajón. Cuando esto no era posible, padre o hija, dependiendo del sexo del finado, se caracterizaban con gran destreza, de forma que el montaje final de la fotografía doblemente expuesta parecía tan real que resultaba aterrador pensar que el ectoplasma se estaba paseando libremente por la habitación, y que sólo la sensibilidad del objetivo fotográfico podía revelar su ubicación. ―Papá, ¿tú crees en el más allá? ―sorprendió a Gordon esta pregunta de Clarisse mientras daba los últimos retoques a una de sus fotos. 148


―Yo sólo creo en el “más acá”. Y en comer mañana un buen festín con lo que le saquemos a esa viuda―contestó ufano. ―Hablo en serio. ¿Tú crees que mamá nos está observando desde algún sitio? Puede que ahora mismo esté intentando contactar con nosotros, que quiera decirnos algo, y nosotros no hagamos nada por “escuchar” lo que nos tenga que decir. ―¿Quieres que juntemos nuestras manos y la invoquemos? ―fue su respuesta capciosa. Esto exasperó a la muchacha. ―¿Jamás se te ocurrió pensar el flaco favor que le hacemos a aquellos que realmente tienen la capacidad de contactar con los muertos? Para que lo sepas, ayer acudí a una médium, y me dijo... ―¿En eso gastas el dinero que tanto nos cuesta reunir? ―le contestó enfadado, olvidándose por un momento de los líquidos de revelado. ―Me dijo que mamá estaba muy disgustada contigo, que más de una vez te suplicó que no quería volver a hacerlo, pero tú la obligaste, con amenazas y embustes. ―Tu madre estaba enfadada desde que viniste al mundo―sentenció con amargura―. Quiso dejarme, pero al verse, de repente, con una criatura, y sin oficio ni beneficio, no le quedó más remedio que fastidiarse. Aquello fue un golpe bajo. Demasiado bajo. No sólo daba a entender que fue una hija no deseada, de ahí la sensación de medida frialdad que recordaba desde que tenía uso de razón, sino que además se repetía el patrón, y la necesidad económica le impedía desprenderse, como a su madre, de la figura paterna. Lo que no sabía éste es que su hija mantenía algo más que un flirteo con un joven, John, que, si bien tampoco es que nadara en la abundancia, sí le había prometido ayuda para alejarse de tan malsana influencia, con el firme propósito de llevarle más pronto que tarde ante el altar. Clarisse sabía que su padre pondría todas las trabas posibles para impedirlo, e ideó un macabro plan. Con la excusa de visitar durante el fin de semana a una vieja amiga en Londres, Clarisse se ausentó aquel viernes otoñal y tormentoso. Pero antes se aseguró de que su padre dispusiese de suficiente ginebra para remojar su gaznate con profusión y ahogar sus penas. De madrugada, yacía sobre un costado en el suelo del cuarto, borracho como una cuba, cuando escuchó un crujir de madera. ―Clarisse, ¿has vuelto? ―acertó a balbucear de forma casi ininteligible. Su abotargada mente acertó a recordar las palabras de su hija, luego no podía ser ella. 149


El tintineo de la lluvia arreciaba sobre el tejado. La puerta se abrió de golpe, coincidiendo con el estrépito de un rayo, y una silueta se recortó bajo el dintel. Avanzó hacia el yacente en silencio, hasta que éste pudo reconocer a su inesperado visitante, pronunciando una última y desgarradora palabra antes de caer fulminado por la apoplejía: ¡Chrissie! Clarisse ya era libre. Nadie hubiera nunca imaginado que la muerte de su padre no fuese por causas naturales. Aunque la peluca y el vestido de su madre le fueron de gran ayuda para crear tal estado de shock en el alcoholizado organismo de aquel desdichado que le llevaron a la tumba. La boda se celebró al mes del deceso, para qué esperar más. Haciendo uso de la técnica fotográfica que había aprendido junto a Gordon, Clarisse tomó una instantánea de la pareja con el traje de boda a fin de colocar la misma en un lugar preeminente de su nuevo hogar, recientemente heredado. Tenían una nueva e ilusionante vida por delante. Tras su revelado, la joven advirtió un fallo, un difuminado extraño de la pigmentación en su parte central, a la altura de los hombros, que achacó a su falta de pericia con el papel de transferencia o a un defecto en la gelatina. Decidió tomar otra fotografía a la mañana siguiente. Por la tarde, mientras John comía con unos amigos en un restaurante del centro, aprovechó para revelar la segunda foto. Dos horas más tarde, los amigos de John se personaron en su casa para darle la triste noticia. Su esposo acababa de morir, delante de sus ojos, aparentemente atragantado por algo que obstruyó su garganta, a la que se aferró hasta que dejó de respirar. Nada pudieron hacer por él. Clarisse estaba traumatizada. Sabía que no fue esa la causa. En su mano tenía la prueba, pero no podía enseñársela a nadie, la tomarían por loca. Su padre regresó del otro lado para estrangularlo vilmente, no pudo zafarse de sus manos sobrenaturales. Se consumó la venganza.

Pedro Pastor Sánchez- Madrid- España

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MARÍA TERESA FANTIÑO FANTASMAS DE OJOS VERDES

La casa estaba extrañamente silenciosa. Una sensación fantasmagórica se acercaba y me rodeaba, los fantasmas reían; el que tenía de frente me atosigaba, quise enfrentarme a él… Sonó el teléfono, los fantasmas corrieron a esconderse. Aparentaba llevar una conversación mientras apagaba la luz y buscaba por la casa a los fantasmas fluorescentes azulados, estaba segura de que ellos no podían verme a oscuras. El mayor estaba en la cocina intentando esconderse bajo una banqueta, echaba la cabeza para mirarme asustado, su carita azulada parecía triste. Alguien entró y cerró la puerta... llevaba algo en la mano; por desgracia la noche estaba oscura y no conseguí verle, sólo sus zapatos sucios. ¿Amigo… enemigo? , el fantasma escondido relucía azul, sus ojitos verdes tenían miedo. En la oscuridad más profunda, sentí que mi cuello se partía en dos y un golpe enorme me dejaba sin sentido. Cuando desperté, todos me miraban raro, los fantasmas... los gatos... ¿gatos? María Teresa Fandiño.La Coruña, España.Derechos reservados.

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