Gealittera 40 música

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GEALITTERA REVISTA DIGITAL Tierra de letras, tierra de otros; aquellos que se dan cita para escribir. Coeditada por Cecilia Ortiz (Argentina) y Carmen Membrilla Olea (España). Bajo la infinita ilusión de unir voces literarias pertenecientes a países y continentes distintos. revistagealittera2014@gmail.com IBSN: 14-08-2014-55 Todas las imágenes publicadas en esta edición son de Google y Pinterest

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INDICE

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EDITORIAL Carmen Membrilla Olea Cecilia Ortiz POESÍA Carlos Norberto Carbone Jesús Álvarez Pedraza José Ramón Castaño Diez Milagro Haack Lazara Nancy Díaz María P. Comorera Isabel Pérez Aranda Graciela Romero Irene Vinci Carmen Barrios Rull Graciela Fernández Julia del Prado Mirta Roncarolo Marianela Puebla Beatriz Belfiore María Cecilia Piscitelli Gloria Gayoso Eduardo Longa Lucas Damián Cortiana Carmen Hernández Montalbán Sandra Gudiño Antonio Portillo Casado Ana Lucía Montoya Rendón Diego M. Eguiguren Isabel Rezmo Isabel Pisani Marta Esquinca Marcela Barrientos Ethel Saavedra García Ana Maritza Aguirre de Schwarzl Esneyder Álvarez Tomás Sánchez Rubio Lya Naranjo Ribadeneira Agustín Costa Araceli García Martín Ramón Ortega (tres) Carmen Hernández Rey Julián Gómez de Maya Nora Curonisy Lostaunau Cecilia Ortiz

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Carta a Hamlet Lima Quintana Penélope aún me espera Fuera de sitio VI Sin barcos en la cintura ¡La música cesó de golpe! Notas Teclear Su música… Guitarra El pianista Ella Éxtasis musical ¿Será amor? Vengan a mí las musas… En el borde Divina melodía Tres palabras Guitarra La música II Rara avis Sinfonía líquida La espera Fragancia Son de flauta Pentagrama sin canciones El alma posee música Mis versos tienen música En medio de la música nos amamos El pasado martes Orfeo musical un sueño Aquel tango Canción de enamorado Sin perfidia A contratiempo Cripsis

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10 12 15 16 18 19 21 22 24 25 26 28 29 31 33 34 36 38 40 41 42 43 44 45 46 48 50 51 52 53 54 56 58 60 61 63 66 67 68 70


Cynthia Rascovsky Laura Cecilia Curbelo Tozzi Zaida Giles de Quirós Raquel Piñeiro Mogiello Elisabet Cincotta Roxana Rosado Miriam Álvarez Mariel Monente Edilberto Cárdenas Maite Glaría Aleqs Garrigóz María Josefa Reyes Sergio Raúl Trentino Jorge Serra Carmen Membrilla Olea Paco Déniz Bruno Elvira Duarte Nancy Haro Pontón Susana Baquero Consuelo Jiménez Martín Isabel San José Mellado Alibut Sarabia Ivana Szac Gladis Mereles Pereira Patricia Corpas Gutiérrez Alicia de León Epp Estela Molinas Báez Ana Aguirre Ruth Pérez Aguirre Mar de Fondo Nydia Ovalle Aymara Aruwiri Dana Laila Mabel Coronel Cuenca Graciela Diana Pucci

Milonga de amor Ansiolítico Emerges música Música Techito de chapa Violín Madera noruega Ejercicio de someter Una canción para ti Buenos Aires me enamora Vals In Crescendo Fuga interior Morir de amor Música divina Serenata Música de mí Música y alzhéimer Tu voz Karaoke IV Nuestro himno de amor Todo eso Música es tu voz Música Baile en el palacio Solo para iniciados Secuencia Caracoles Latidos sonantes Solo una melodía Ausencia de música

71 72 74 76 77 78 79 81 82 84 86 87 88 90 91 92 93 95 97 98 99 101 102 103 105 106 107 109 111 113 115 117 119 120 122

RELATO Margarita Polo Viamontes Rodolfo Torres

Adri Defini José Javier Terán Lorena Brito Gloria Acosta

Música en el alma Sinfonía en Caldero Mayor “Todos los aguaceros terminan alguna vez” Música de cumpleaños La música y tú Ponto Blues en la encricijada 5

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María Teresa Fandiño F. Javier Franco Mario Sarli Pedro Pastor Sánchez

El sonido del silencio en Bután No toques blues con una guitarra desconocida Recital si besos Melodía ominosa

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EDITORIAL

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La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido. Leonard Bernstein (1918-1990) Compositor estadounidense.

Queridos amigos: En nuestro Nº 40 planteamos como tema “MÚSICA”. La música es el arte de organizar sonidos y silencios utilizando melodía, armonía y ritmo. La música es una experiencia estética que expresa sentimientos, emociones, circunstancias, pensamientos o ideas. La música es un estímulo que afecta el campo perceptivo del individuo. En esta ocasión quisimos crear música con vuestras palabras, con vuestros versos, con vuestros poemas, con vuestros relatos. Y lo hemos logrado. Lo han logrado ustedes con sus colaboraciones. Nuevamente gracias a todos, por acompañarnos en esta aventura de palabras y algo más. Lo que hemos llamado : La Familia Gealitterana. ¡¡Les deseamos Felicidades!!! Pues nos veremos en el próximo año. Abrazo bien apretado para cada uno Somos Gealittera Carmen Membrilla Olea. Cecilia Ortiz 8


POESÍA

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CARLOS NORBERTO CARBONE CARTA A HAMLET LIMA QUINTANA

Querido Hamlet escribo esta carta tanto tiempo que por acá se te extraña. Quiero decirte que tu poesía necesaria sigue cantando en todas las tinajas. Que por las noches cuando despunta una guitarra uno nunca se muere si va cantando tu zamba. En esta crónica somos semejantes con antiguo gesto volvemos a cantarte. Que el guardabarrera de Morón silba tu zamba Esperando con los pájaros que llegue la mañana. Que el guardabarrera de Morón sabe tu zamba Y guarda dos rosas en el ojal de la esperanza. Querido Hamlet te escribo y te convoco Necesitamos celebrarnos un poco Largas noches seguirán con Tejada Jugándose el resto en cada palabra. 10


De pie junto al poema salimos a buscarte Querido amigo, quijote suburbano Tus canciones siguen en la boca de tu gente Siempre serás nuestro y necesario. Que el guardabarrera de Morón silba tu zamba Esperando con los pájaros que llegue la mañana. Que el guardabarrera de Morón sabe tu zamba Y guarda dos rosas en el ojal de la esperanza.

Carlos Norberto Carbone- Ciudad de Buenos Aires- Argentina

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JESÚS ÁLVAREZ PEDRAZA PENÉLOPE AÚN ME ESPERA

Se dice que un caminante en el fondo del espejo la encontró en un libro viejo abrazada a un navegante. Que una guitarra distante desafinaba la sombra de su pueblo que la nombra, y que sigue en la estación hilando aquella ilusión con la nieve de la alfombra. Su bolso de piel marrón está guardando recuerdos. Adentro dos locos cuerdos se lloran una canción. Se deshoja el corazón como la lluvia en abril. Hallo mi voz infantil y quedo como volando, 12


volando lejos, mirando la tarde toda de añil. De su vestido de hielo las estrellas se apagaron cuando los vientos pasaron como barcos por el cielo. Se esconde detrás de un velo en el tiempo detenida, no puede zurcir la herida pero Penélope sueña tal vez como una pequeña que se ha quedado dormida. Su banco de pino verde suspira por la madera, y lloró la vida entera aunque ya nadie se acuerde. Entre los hilos se pierde la leyenda de las manos... Penélope, a tus veranos le falta no sé, algún río y aquellas noches de frío que enmudecieron los pianos. Penélope aún me espera, en el tiempo está sentada, el andén de su mirada se ha vuelto un busto de cera. La estación como si fuera un largo ovillo de nieve. Su voz de pájaro breve sigue cantando a lo lejos y al lago de los espejos le llueve tanto, le llueve. Le llueve tanto, le llueve, y al lago de los espejos sigue cantando a lo lejos su voz de pájaro breve. Un largo ovillo de nieve 13


la estación como si fuera. Se ha vuelto un busto de cera el andén de su mirada. En el tiempo está sentada, Penélope aún me espera.

Jesús Álvarez Pedraza- Miami- U.S.A

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JOSÉ RAMÓN CASTAÑO DIEZ FUERA DE SITIO

Esta música en vilo que ignora su lento fulgor, este ápice celeste, acre como cárdeno fruto tardío, acaso solo sean un anónimo espejismo fondeado en la marea. Aquello que no es, y aún así necesita ser contado. Qué es este silencio sino la luz que en su último hálito reclama para sí sus dioses y su Ítaca, la huella que persiste como intemporal misterio. Viene a descender la noche cuando no queda más que la triste bondad de un recuerdo queriendo crecer inexpugnable, como astro que amenaza desde la desolación. Aún así, todo parece fuera de sitio, ya que nada aposenta.

José Ramón Castaño Diez – Oviedo (España)

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MILAGRO HAACK VI

Bebo de sus Aires vacĂ­o con un suave caer luna hasta el final del susurro que retorna mientras baja el paso sobre la alfombra recogiendo llaves -el mĂ­o dios estĂĄ llorandopor esta hora con fino goce 16


dentro del atajo de su largo preludio regalando luna cruzando su ojo la hĂşmeda ventana bajando un lago por los muslos del rostro

Milagro Haack Del Libro RelĂĄmpago entre dos Valencia-Venezuela

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LAZARA NANCY DÍAZ SIN BARCOS EN LA CINTURA

Yo soy como tu guitarra, interprétame en el canto, en la cuerda sin quebranto que a mi cadera se amarra, una vez fui una cigarra encima de la cordura, sembradora de ternura cuando viajé a la razón y dejé mi corazón sin barcos en la cintura.

Lazara Nancy Díaz García- Cuba/ Miami- U.S.A.

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MARÍA P. COMORERA ¡ LA MÚSICA CESÓ DE GOLPE !

Lloran las notas de aquella música que ella interpretaba y a ti tanto te gustaba, ya no puede tocarla, se extravió en un desierto de soledades, ausencias y sueños rotos.

El piano enmudeció, se quebraron sus teclas, ella ya no las pulsa, le duele tocar esas notas. 19


El invierno se adentro en su universo, y desde que no estás, quedaron helados sus dedos sobre el teclado, la música se congeló dentro del alma, entre los recuerdos de los más bellos momentos.

Un cielo de eternidades enturbiado de anhelos, y unas partituras que volaron al viento, todas se perdieron y cuando te fuiste, se fueron contigo por el firmamento, se disolvieron en la niebla como el humo, como agua helada, como cuando se deshace la nieve blanca.

La música cesó de golpe, y sintió dentro como se rompían las notas una a una, despedazadas todas las partituras, ella sabe que ni música ni melodía quiere, si tú no estás en su vida, no la siente viva.

María P. Comorera – Segur de Calafell – (Tarragona) -España.

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ISABEL PÉREZ ARANDA NOTAS

Se desborda la emoción y escucho, los sonidos recobran el papel protagonista canalizando el caudal de pensamientos, siento y avivo toda percepción para ver más allá de los sentidos, la mirada zigzaguea y se dilatada y en un ímprobo esfuerzo inspiro notas que retienen lágrimas de placidez. Los matices recorren gravitando la mente, que captan explosiones de júbilo, y se inyectan con pasión en lo más profundo del ánimo. Isabel Pérez Aranda / Guadix / Benidorm – España

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GRACIELA ROMERO TECLEAR

Imagen: Gabriela Rocca, enviada por la autora

Imaginemos el barrio ocupado por pianos, en la puerta de una casa, delante de algún árbol, ubicados uno al lado de otro, en el medio de la calle. Expectantes, tentándonos… Caminamos, los miramos… pero no se tocan. Como dos extraños, no podemos aproximarnos. ¿Qué pasaría si nos acercamos? Las notas musicales flotan en el aire, vienen de lejos, ¿vendrán de otros pianos? 22


Invadida por el temor a acercarme, la onda sonora amplifica la vibración de mis cuerdas. Un piano me mira, despierta mi caja de armonías, el ánimo frena mis pasos hacia el piano, frena acechando desde adentro. Aspiro a una emancipación demorada. Una suave brisa musical cosquillea en mi bastidor. Oigo el andar de una pollerita de tul rosa, trepa por mi clavijero, con sus blancos zapatitos, salta desde el puente, va hacia el piano, su dedo toca una tecla y me hace toda percusión.

Graciela Romero- Ciudad de Buenos Aires- Argentina

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IRENE VINCI SU MÚSICA …

Ella va callada suena una canción en la radio le pregunta si está bien Él dice sí que cuando está bien escucha música entonces ella se da cuenta que alguien más canta no sólo su corazón Mira la calle… jamás habrá un momento tan perfecto él está ahí… escuchando su canción Qué difícil decir adiós… piensa Ella

Irene Vinci -Argentina 24


CARMEN BARRIOS RULL GUITARRA

Los sones de mi guitarra se arrancan por bulerías, cuánto ánimo descargan de entusiasmada alegría. Si me coreas yo te canto canciones con fantasía y nos librará del llanto que ocasiona la apatía. ¡Guitarra, tiene tus cuerdas todas las nostalgias mías!, y al pulsarte me recuerdas… Cuando de niña pedía la paz perdurable, eterna para todos ¡y Dios me oía!. Carmen Barrios Rull- Madrid- España

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GRACIELA FERNÁNDEZ EL PIANISTA

Sentada en la banca, a la misma hora, de todos sus días. Llegaba el aroma de la rosa blanca, del cuarto vecino, bellas melodías. Hasta su ventana, ella se acercaba, su alma extasiada, caía en ensueño, y no supo nunca que él la miraba, con sus ojos claros, que eran su sueño. Una mañana la acarició la brisa y, le llevó una ofrenda en su húmeda mano. Él se levantó con tierna sonrisa, la acomodó muy suave, sobre el viejo piano. Pero llegó el silencio, recuerda el momento, porque sus latidos, se tornaron lentos. 26


Algunos decían que no regresaría, ella lo negaba y no les creía. Pasó el tiempo, se fue la esperanza, hasta que supo que había mudanza. Se acercó a la puerta y bajo telarañas, vio sobre el teclado esa flor morada, la que le llevara aquella mañana y le recordaba su dulce mirada. Se nubló su vista, debido al dolor, por aquel pianista, su primer amor.

Graciela Fernández Rosario-Santa Fe-R. Argentina

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JULIA DEL PRADO ELLA

Marina tiene su canto y su frescura en gracia de trote blanco. Marina tiene salero y travesura de mujer candente de mujer lisura. Ah Marina. Es tan atrevida tan ella tan ninguna. Marina acelera su marcha mĂĄs allĂĄ de los cuatro vientos canta a sus pajarillos con aquel aire de mujer gatuna. Nos deja a su paso ese donaire en circuito de mujer nocturna. Julia del Prado- Lima-PerĂş. 18 noviembre del ,2017 28


MIRTA RONCAROLO ÉXTASIS MUSICAL

Porque la música está en el interior, sólo unos acordes nos hacen vibrar y nos percatamos de la vida a través de sus sonidos. Navegamos como viejos lobos de mar y las olas son los compases, con arco iris de colores que llenan el paisaje inimaginable. ¡Cómo llegar a tierra! con esta velocidad... tomamos vuelo de gaviota y en una roca nos prendemos de los sueños fantásticos que rodean unos rizos dorados. 29


Entonces subimos al cielo en la letra de una canciĂłn enamorada por siempre viviremos, ÂĄSĂ­, por siempre! En las caricias de mil almas enamoradas bailando a la luz de la luna llena Sin lobizones pero con besos en los que se nos va alegremente la vida.

Mirta Roncarolo- Buenos Aires - Argentina 2000-06-08

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MARIANELA PUEBLA ¿SERÁ AMOR?

¿Será eso un silencio interrumpido por un beso o el volar de un pensamiento enredado en un suspiro? ¿Qué será? ¿Será tal vez la melancolía de las hojas lamidas por la lluvia y entregadas al vaivén del Siroco, o el mar que en calma o en lamento deja caricias en la playa embebidas de ternura? ¿Qué será ese leve y casual sonido que ondea, se eleva y cae sobre las cuerdas adormecidas de un piano e ilumina con su música el instante? 31


¿Serán mariposas que revolotean campanitas en el vientre anunciando que el amor ha llegado, mágico, seductor, exquisito entre el murmullo de libélulas enternecidas y grillos acompasando trinos? ¿Será la tibieza de tus manos que acarician mis cabellos o el susurro de tu voz enamorada que penetra mis sentidos? ¿Qué será lo que aloca sentimientos, cambia los colores, pinta arreboles en el cielo, enciende la noche de día, luceros en tu mirada, y deja un largo y fragante deseo en los labios? ¿Qué será eso, que oscila, aturde y maravilla, transmite sensaciones, adormece tras su roce? Cuando el ala magnífica de un beso se ha posado, comienza una lluvia de estrellas y el azul se ilumina, desde ese instante el mundo ya es otro, ha girado en hermosa algarabía musical. Y confundida me pregunto: ¿Será sólo su contacto que me tiene anonadada y suavemente se ha quedado en mi vida para siempre? ¿Un solo beso… será suficiente su melodía? Marianela Puebla chilena

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BEATRIZ BELFIORE VENGAN A MÍ LAS MUSAS…

Cuando las notas salen de paseo, impulsadas por afinados instrumentos, sobrevuelan distancias increíbles unidas a la magia de algunos sentimientos. Notas que acarician los oídos hacen acrobacias, transportan melodías… Letras de formas conocidas escapan y se enredan en mi alma aventurera. Todo el tiempo las encuentro. Fulgor en movimiento enamorado de la vida. Vengan a mí las musas… ansiosas, inquietas, curiosas señoras del equilibrio sanadoras de mis días. Beatriz Belfiore Buenos Aires 33


MARÍA CECILIA PISCITELLI EN EL BORDE

Existe en la tierra ésta que habitamos con los pies no es la misma hace agua borde en la orilla

borde

agua

marca el pulso 34


mi mirar zambullido en tu mirada el desvío inmediato al sonido otra instancia sin palabras desmembrada de memoria sonora sucesión de acordes

notas

pasos resumidos

el segundo evidente del roce de la piel implosión de la tierra

borde

música

el agua en los pies.

María Cecilia Piscitelli. De Buenos Aires. CABA. 35


GLORIA GAYOSO DIVINA MELODÍA

Cada vez que te busco en el mutismo de la noche, cuando mi plegaria se hace grito y mi oído agudiza el sentido, viene a mí una melodía divina a sanarme el corazón doliente, a revelarme las claves del misterio, a trocar mis dudas por esperanzas. Y la sombra dilata sus ojos estrellados para escuchar el ritmo de mi voz en orante deslumbre entrelazado. 36


Cada vez que te nombro, Padre mío, un cántico de alabanza muerde mi alma y hace brotar el himno reverente en cristalina e inmortal balada, junto a mi humana búsqueda incesable. ¡La luna acompaña el rezo dando brillo a mis notas mejores! Celestial coro escolta el éxtasis y comprendo así , luciente dádiva, entre compases múltiples que soy tu hija… ¡Hija legítima de tu misma sangre!

©Gloria Gayoso (Buenos Aires, Argentina) Derechos reservados

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EDUARDO LONGA TRES PALABRAS

Un susurro disperso a través de la niebla Aquel violonchelo de cuerdas tristes en una esquina aislada del mundo y mis dedos inexpertos tocándolo debajo de tus manos que todo lo saben El cinturón de Orión tendiendo un puente entre dos océanos que se encuentran sin esclusas ni canales

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Un réquiem persistente en el duelo nuestro de cada día la señal de la cruz sobre la frente Un boleto sin retorno al instante más oscuro de la memoria con la piel horadando la piel hasta llegar a las entrañas de la música infinita impermeable indescifrable con cuatro acordes dudosos tres palabras gastadas en lengua extranjera dos almas solitarias y una voz que sólo habla en mis silencios para decirme tu nombre

Eduardo Longa- Venezuela/ Buenos Aires- Argentina

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LUCAS DAMIÁN CORTIANA GUITARRA

Mira cómo se abrazan al silencio entre jadeos: todo mano, todo cuello, todo poro; reponiendo los misterios al anónimo universo. Cruzan invisibles torbellinos: las angustias de distancias/ viven, cómo viven desligados del amor que nadie canta. Una cicatriz, un agujero/ ella es cuerpo/ es también un abrazo del Dios mío: sinceridad de puro enigma la guitarra, todo tacto, todo cuerda todo vida. Lucas Damián Cortiana – Chivilcoy – Argentina 40


CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN LA MÚSICA

Lenguaje de sonido y armonía, que del alma emerges y al espíritu retornas, trenzando el silencio con las horas, sobre un camino de viento, la melodía se desliza. El eco del universo, multiplica sus notas cristalinas, y en la caja del pecho, el ritmo de un latido cobra forma. La música nutre los sentidos, hace vibrar los cuerpos, estimula el movimiento. La música, catarsis de emoción, matemática liberadora, simetría onírica de los recuerdos, piedra angular de la memoria. Del poemario “La luz del fin de la tierra”. Carmen Hernández Montalbán – GuadixEspaña 41


SANDRA GUDIÑO II

Un verso hace equilibrio entre el pasamanos y mi cintura. Esa metáfora no es suficiente para acallar esta orquesta que no cesa entre las sienes -música privada. No se trata de tararear un reggaetón incomprensible y colgar auriculares del celular apagado. Se trata de construir mi verdadero silencio.

Sandra Gudiño- Santa Fe – Argentina

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ANTONIO PORTILLO CASADO RARA AVIS

Se olvidan de la música más bella de la vida, los agradables sonidos de la naturaleza al envolver nuestro vuelo cuál pluma que interpreta la melodía del silencio, al ritmo de la ternura en la cadencia de nuestra alma. Se olvidan de la música más tierna, las palabras del aire cuando fluye la compasión entre las flores, mientras las aguas inquietas escuchan el fuego de las nubes al pasear por la tierra. Pocos sienten la verdadera música, los sonidos que siente el corazón. Rara avis en esta existencia donde la gran noche dominará los habitáculos rojizos.

Antonio Portillo Casado, Alcalá de Henares, Madrid, ESPAÑA. 43


ANA LUCÍA MONTOYA RENDÓN SINFONÍA LÍQUIDA

beoda de dicha insaciable trastabilla entre columnas rojo el tono de la seda suave el tono de su voz ¿dónde la fórmula que permita a las espaldas dejarse acariciar sin recato hasta sus límites? oh tierra la recibes en tus brazos mientras gime rebaño de nubes va por su grito sobre el río ablandada piedra a fuerza de galopes grupa de acordes líquidos allegros convexos sobre pétalos relatan gestas sus sinfónicos dedos agua amorosa la arrullas mientras yace perdida entre velos esperando banderas que ondeen libertad Ana Lucía Montoya Rendón. Colombia – Estados Unidos 44


DIEGO M. EGUIGUREN LA ESPERA

Un jazz salvando mi cabeza. Cualquier sonido agiliza el pausado transcurrir de cada segundo. El móvil que no suena. Mansas melodías para hacer del predio de la espera algo habitable.

Diego M. Eguiguren, Lima. Perú. Luces dormidas, 2017 45


ISABEL REZMO FRAGANCIA

Te sueño en ese minuto agolpado en la ladera. Como los montes, las suaves fragancias de los minutos, los días... Ese reloj que está marcando los diferentes signos de una certeza, de una evidencia dormida. Eres aire, sueño, una palabra mortal bendita como un número cien en la conciencia. Una corriente que salta y grita, como los cielos. Una línea continua. Acaso la meta de donde no se sale o no surge, o no empieza, ni termina. 46


Abrí los vientos, las cabezas de los alfileres para encontrar un pedacito de mar y poder enviar una virtud, o un cuento, o una súplica y así sentir, sentir, ¡sentir...! Es el violinista tocando a Schumann, que revierte en mis oídos, en los latidos, en las persianas, en las mesas, en los zaguanes. Quise decir, un final en el verso, sin estrofas o métricas insufribles y morir en los besos.

Poema extraído del 2 poemario EGO AMARE Isabel Rezmo- Úbeda- España

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ISABEL PISANI SON DE FLAUTA

Monรณtona y sabia la flauta recorre el aire, con el aire que respiro en el son de la nostalgia. Monรณtona y sabia se enreda , se agazapa, se cuela ingenua trenzando cรกndida la brecha entre la duda aleve y la certeza fiera . 48


¡Cuánta soledad musita blanda, serena, unánime mi oído hambriento de utopía, mi palabra parca de justicia, mi ojo sediento de bonanza, mi tacto febril de alma humana, mi respiración plena de manzana en gracia, mi sabor amargo de tanto olvido, mi sabor de miel y caramelo herido!

IsabelPisani © Todos los derechos reservados (Argentina 1-12-2017)

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MARTHA ESQUINCA PENTAGRAMA SIN CANCIONES

Soy tornado, maraña de sollozos, encrespada vacuidad del rincón, látigos en tempestad, llama de los estrépitos del cielo. Soy violín de reventadas cuerdas, partitura sin conciertos, nota perdida en el silencio agudo , compás diluido del pentagrama Soy escombro del sonido, dinteles caídos en la erosión, sendero disperso, sin rumbo Soy cuerda desnuda de melodía, sinfonía sepultada sin tímpano, músico sin cadencia en el olvido. Martha Rosa Esquinca Díaz. Tabasco, México

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MARCELA BARRIENTOS EL ALMA POSEE MÚSICA

Desde la antigüedad el hombre conoce la música, los pueblos primitivos lo asociaron con sus divinidades, estaba en sus ritos, y era sagrada, un regalo de los dioses. Aunque calculo que también los sonidos de la naturaleza aportaron su granito de arena a la hora de crear sonidos y muchos de los restos de antiguos instrumentos musicales . Todo esto seguramente sucede porque el alma posee música, ¿acaso no les ha pasado tener en mente una canción sin oírla?, estar de repente tarareando letras que nos recuerdan momentos, o nos traen a la memoria personas inolvidables, días especiales y tantas situaciones en donde el gran arte de combinar sonidos nos reúne en lo universal de este arte tan lleno de magia eterna. La música convoca a la alegría o también ayuda a equilibrarnos en esas situaciones donde solo ella puede traernos paz y armonía. El alma se llena de música como una terapia natural para sanar las heridas que recibimos en este camino que es la vida mundana. No hay cultura , ni edad histórica que no posea su legado musical porque está impresa en la naturaleza humana ,la eleva y alimenta. Marcela Barrientos 01/12/2017 ©. Argentina 51


ETHEL SAAVEDRA GARCÍA

Imagen enviada por la autora

Alfa Inhalo… exhalo… notas musicales se unen al silencio; suenan los cuencos, despiertan mi centro. Ondas relucientes crean el festín y las visualizaciones se visten de color… refulgentes auroras boreales, ballet de luces. Inhalo… exhalo… los violetas y azules habitan mi interioridad.

Ethel Saavedra García. Colombia

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ANA MARITZA AGUIRRE DE SCHWARZL MIS VERSOS TIENEN MÚSICA

Me desnudo en mis poemas, y voy transparente. Mis versos tienen música, se desbordan en hojas blancas en un tintineo musical palabra tras palabra, y son canto, y son grito, y son suspiro, y son el acorde mustio de mi llanto ahogado en la garganta, o son la alegría, la algarabía, el trinar de jilgueros que se escapan de mi boca, o son el revoloteo de mariposas que se conjugan al sonido de mi corazón enamorado.

Ana Maritza Aguirre de Schwarzl. De Perú.Residente en Alemania. Copyright © derechos reservados

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ESNEYDER ÁLVAREZ EN MEDIO DE LA MÚSICA NOS AMAMOS

En medio de la música: Tarareábamos, Nos miramos, Suspiramos, Nos conocimos. En las canciones románticas: Cerrábamos los ojos, Nos acariciábamos, Las cantábamos mientras nos besábamos. 54


Con una salsa: Nos divertíamos, Bailábamos sin parar, Nos reíamos sin cesar, En medio de rancheras: Nos emborrachamos con tequila, Jugábamos siendo Vicente y Lola Beltrán, Al otro día ni la dulce melodía de un pájaro podíamos soportar. La música nos unió, Nos dio alegrías, Nos creó recuerdos, Nos llenó de besos, Nos acompañó en nuestro amor.

Esneyder Álvarez Medellín - Colombia

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TOMÁS SÁNCHEZ RUBIO EL PASADO MARTES

El pasado martes -la última vez que fue madrugada-, volví a escuchar, tan reales y palpables como siempre, las verticales notas saliendo del horizonte acogedor de tu cuerpo. Sonaba de fondo la carne más viva, la vida más rotunda, sólida como el aire nuestro de cada día, como los jirones de esa luna pálida de envidia que nos miraba curiosa por la ventana del cuarto; más blanca y pura que la camisa entera de un hombre justo. 56


Tu música, diáfana como la risa de los pájaros, atravesando una vez más la luz insegura del invierno, se deshizo en calor que inundó mis oídos de colores y mi alma de sonoras caricias. Me recordaste que eras tú; que volvías a ser tú por los siglos, los ciclos y las sombras celestes, los años que se fueron y los días que nos quedan en este injusto valle de lágrimas, de versos y de apasionados besos sin final. Tomás Sánchez Rubio -Sevilla-España

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LYA NARANJO RIBADENEIRA ORFEO MUSICAL

I ¿Qué raro sortilegio Orfeo mago Te puso en las manos, escarabajos de cristal? ¿Salamandras musicales, Melódicos arpegios de espejismos raros? ¿Cadencias de nube, en tu maravillosa lira? Caricias de Afrodita, tus quejas de amores, Son poemas de notas celestiales. Armoniosas y argentadas.

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II Orfeo argonauta de fulgurante eufonía Surcaste los mares tras el Vellocino, componiendo Partituras de espuma, nostalgias y colores. Descifras el mensaje de las sirenas de nácar Que vencidas por tu canto, las vuelves rocas. Rocas de taumaturgia al eco de las olas. III Fatal destino el tuyo, Orfeo de cadencias cristalinas, Maléficos los dioses, hurtaron a tu Eurídice, Y con ella durmió exangüe, tu lira enamorada. Qué palidez de sollozo, que sones de muerte, Que adagios polifónicos, matizados de lágrimas, Oyeron Hades y Perséfone, en el reino oscuro. IV Ay, Orfeo tu último concierto, fue un interludio. Escala musical de adioses, bemoles de nostalgias, Fusas discordantes de amarguras. Eurídice se evapora en la clave de tu melancolía. V Adiós Orfeo, adiós poeta de celestial acorde, Cúspide de amarguras. Solo las musas compasivas, Guardan, celosas en la Constelación, tu Lira Con lentejuelas de luceros musicales. Lya Naranjo R. Quito – Ecuador 2017

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AGUSTÍN COSTA un sueño

anduve tugurios esos que huelen a flores de cartón entumecidas donde un retoño intenta la luz del fuego y apenas tiene raíces la música le niega su partitura de silencios negros auroras blancas bebí del extremo la sangría hasta el fondo del exilio del espanto mi propia carne exhausta ebria de nada de partidas se refugió en el vacío mudo rotundo inabarcable y ya no fue otra cosa que su herida Agustín Costa- Olivos-Buenos Aires- Argentina 60


ARACELI GARCÍA MARTÍN AQUEL TANGO

Había soñado sus ojos, su frente. Si sonrisa y sus dientes. Había rodeado su cuello Entre sueños miles de veces. De pequeña ella, le lanzó la honda sobre las sienes de aquel zagal que le tiraba de la trenza cuando la veía pasar mientras le preguntaba: Mocosa ¿dónde vas? Volaban en su estomago los pajarillos cuando de lejos, sentía chiflar a su Murillo. Eran tan niños cuando Se puso a llorar 61


porque se marchaba a otra ciudad pensó … No le volveré a ver jamás Aún así, le negaba la palabra, cruzaba a otra acera y hasta mirarle. Pero cuando en aquell baile le vio acercarse Y una mano se extendió para sacarle a bailar Y la otra se la posó en su espalda ¿Bailamos? En aquel tango, se dejó llevar por el ritmo y al compás Solo pensarlo se puso a temblar creyó que le adivinaba lo que en ese momento pensaba. Fue en esta noche de música y baile que se le olvidó toda rencilla que podría guardarle. Araceli García Martín Granada España

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RAMÓN ORTEGA (tres) CANCIÓN DE ENAMORADO

“¡Qué insoportable es a veces la persona feliz!” Fiodor M. Dostoyevski, Noches blancas

Me siento estrepitosamente encantado en un sentido de canción de cuna melodía latente a un corazón atado por fin libre insospechable a persona alguna unido a notas en armonía paso con canto alegre mi sollozo abrazo 63


un nuevo brío mi alma inquieta en compás muy suave me incita y reta la fácil tonada a mi corazón ayuda con su bella voz que todo puede elimina firme toda duda por más profunda que ésta fuere ansioso estoy ya de volver a oírla aunque no me cante a mí esa tonada pues el enamorado canta antes que nada a un amor de forma muda que inocente corte su atadura

R.III Madrid- España

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CARMEN HERNÁNDEZ REY SIN PERFIDIA

Imagen enviada por la autora

Guardaremos canciones en burbujas oriundas, notas ancestrales, sustancias únicas nuestras en cada partituras de: rosas y lágrimas, lunas y días. La música nos devolverán la perfecta resta de días de ausencias y melancolía, de besos suaves, dolor de dura lejanía en golpe de tango, con temas ardiendo entre nuestras manos, -ahora- vacías. Bailemos, amor todas y cada de las músicas, las letras, -no dejemosque nadie ose poner instrumento de subastas 65


malditas, y vayamos a ese rincón que nadie califica, nadie usurpa títulos de canciones o verso, letras que nos hacen únicas. Rocemos con la punta y el talón este otoño, este invierno -sin hojasde música vacía, volteemos el solfeo donde el bandoneón subasta melodías sin música, así… Pongamos corazón, conectemos una danza salvaje bailemos la danza y abriguemos toda la armonía del bandoneón sonando en la esquina de este bar de la vida, y que la música pulverice las cautelas malditas, la soledad que aprieta, bailemos entre notas la música, las canciones de nuestra vida. Carmen Hernández Rey- ©® autora extremeña Todos los derechos de autora

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JULIÁN GÓMEZ DE MAYA A CONTRATIEMPO

A contratiempo, somos la teclada liturgia, toda oídos, la homilía tubular: a la escucha somos, dada una gracia crismal en la harmonía. Somos sacra penumbra, hora sagrada, sillar, vidriera, incienso, letanía, místico cirio, llama, humo que medra: somos aire entre el órgano y la piedra. Julián Gómez de Maya. Cehegín, España. 67


NORA CURONISY LOSTAUNAU CRIPSIS

Por el sur llega el poema en un soplo En tanto nube habla late el adjetivo busca la duda Con gesto de amor espera Por el norte en la lejana extensiรณn me conecta el eco 68


& vuelo en un violín con el amor a cuestas como musa de Man Ray Llego tarde a todas partes el éxtasis me ataja me extingue El mismo canto entra por la ventana & en este día pluscuamperfecto me someto al fuego

Nora Curonisy Lostaunau Lima-Perú

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CECILIA ORTIZ

Se abre de par en par aquel encierro que libera mĂşsica bajo la mirada del silencio alimenta itinerarios entre notas armoniosas desvĂ­os y estaciones con un tren humeante y pentagramas que desembocan en un alfabeto convertido en concierto. Y soy una voz entre las voces el eco que espera respuesta.

Cecilia Ortiz- Olivos- Buenos Aires- Argentina

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CYNTHIA RASCOVSKY MILONGA DE AMOR

Ese baile es todo mío, cada estrofa verso sueño. ¿No me digas que las coplas en bebida se han ahogado? si mis pies todavía huelen a San Telmo y Caminito. Nunca nadie te ha querido dejar amor milonga aquí tengo mis acordes derramando Buenos Aires un suspiro trovador, de mi mano mi afición. La mirada arrabalera en giros la pintura, callecitas de mi pueblo, solo soplan notas tuyas, un deseo, primavera. Apuñala ya sincero a mis coros y mis piernas que caprichos no me faltan y guitarra llevo en alto, solo queda tu cantata de malevo y argentino.

Cynthia Rascovsky- Ciudad de Buenos Aires- Argentina 71


LAURA CECILIA CURBELO TOZZI ANSIOLÍTICO

Cuando se cierra la puerta, que conecta mis sentimientos, extravío la razón, volviéndome torbellino, y me arraso, arrastrándome a la oscuridad, del absoluto silencio. Silencio que aturdo, casi por inercia, con el único ansiolítico, que mi entendimiento acepta, lo consumo en volumen elevado, con emotivos acordes, 72


con voces nocheras. Se dispersa lentamente, pasa del oído a la sangre, logrando que la belleza, de la melodías y letras, fluya por mis sentidos, desahogando mi garganta, haciendo agua mi tristeza. Mimetizada en cada canción, abstraída por la sensibilidad, de la sonoridad organizada, con armonía y el ritmo, evidencio en mi sentir, una vez más, que la música calma a la fiera. Laura Cecilia Curbelo Tozzi- URUGUAY

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ZAIDA GILES DE QUIRÓS EMERGES MÚSICA

Acaso muera en cada nota hecha palabra, en cada verso pentagrama que tecleo en mi garganta cálida de siempre… Alzo mi voz en la mañana, silencio… Percibo fusas difusas en tu canto: melancólico canto de imposibles, conquista de trompetas sordas… Arpa de género masculino zigzagueas y combinas redondas frases para rozar mi oído de otro tiempo. 74


Blanca y negra tu visceral visita discordante apela, garrapatea casi mas no llega al corazón que antaño solo entonaba cántico vital. Conozco tu melodía ingrávida: suena, resuena eco dulce sin llegar a penetrar la médula que vida propia adquiere a cada latido rítmico, irregular… Cadencioso movimiento vos que acompaña la armonía de mi historia en “andante”. Calderón en tu postura de compás binario abro mis labios, clave de sol y, emerges música.

©Zaida Giles de Quirós, Sevilla, España

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RAQUEL PIÑEIRO MONGIELLO MÚSICA

Ahora, dentro del silencio soy música y conciencia de tanta levedad, donde pausa de horas derraman un encantamiento que va y viene; como un pájaro rubí detenido solo un instante para no ser imborrable en la memoria. Porque la vida tiene infinidad de arpegios en el corazón del hombre. Porque la vida es clave custodiada en los pentagramas que cada nota deja grabada. Como si eso fuera melodía escrita para un nuevo parto de constelaciones. Raquel Piñeiro Mongiello- Funes - Prov. Santa Fe- Argentina 76


ELISABET CINCOTTA TECHITO DE CHAPA

Techito de chapa, en día de lluvia, acurrucada en tus brazos escucho la música, las gotas golpean con su sintonía en el techo de chapa de mi vida. Me doy media vuelta, me acerco a tu cuerpo, florecen pasiones en silencios melodiosos donde ambos, quedos, miramos el cielo. Tu zarape me envuelve, la garúa retumba, en los corazones, sonando al unísono, como suaves tambores la llovizna crece y al son de su ritmo el amor se siente. Techito de chapa, sensual casquivano, en día de lluvia reúnes mi canto. Elisabet Cincotta. Hudson, Buenos Aires, Argentina 77


ROXANA ROSADO VIOLÍN

Movimientos virtuosos que desgarran el aire en sollozos acústicos llenos de nostalgia, cadencia suave o vigorosa en un ir y venir de esas manos que parecen acariciar etéreamente los lamentos o desgarrar de pasión sus éxtasis mientras los vaivenes vibran, una danza un baile en el que el cuerpo y alma vibran cantando a una voz, acústica perfecta al oído que casi se puede palpar respirar y paladear en la atmósfera, lleva la pauta para que los demás lo sigan en una sinfonía de notas a una sola voz, canto de mil coros ángeles que emiten sus voces desde un papel pautado haciendo cantar al alma. Roxana Rosado- Ciudad de México- México 78


MIRIAM ÁLVAREZ MADERA NORUEGA

El frío cabe en la palma de mi mano extraña forma en que el tiempo se escurre despacio los Beatles cantan Madera noruega y tomamos vino sobre la alfombra la música del otro lado de la lluvia es un orgasmo triste de ojos transparentes y botellas vacías

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hace frío y mi boca respira sílabas partidas por la mitad una y otra vez hace frío alimento el fuego para que te quedes después de todo la muerte no es nada del otro mundo

Miriam Álvarez – Clorinda – Formosa - Argentina

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MARIEL MONENTE EL EJERCICIO DE SOMETER

El ejercicio de someter la cajita a la música del agua al silencio de la noche se vuelve anguloso como un crucigrama o como un índice señalando la desnudez. Mariel Monente- Buenos Aires- Argentina Inédito del libro “Desencanto”

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EDILBERTO CÁRDENAS UNA CANCIÓN PARA TI

Me contaron que te vieron muy bonita caminando por la calle Santa Fe, que a tu paso la ternura más profunda contagiaba el ambiente y no sé qué. Que hablaron tantas cosas del pasado Ocurrencias y sonrisas destilaron, que gozaban con el cielo de tus ojos del lenguaje tan feliz que había en tus labios. Los amigos entonces preguntaron por qué el tiempo en ti no había pasado, blandamente los recuerdos afloraron y el amor es el causante más preciado. 82


…Si el tiempo se detuvo no lo siento si fue ayer que tus besos incendiaron muy adentro en el fondo de mi pecho mi corazón tu ternura no ha olvidado. Desde entonces la vida que he vivido, muy cercana al perfume de tus manos, mi memoria tu nombre no ha olvidado. Si la ven en la curva del camino, díganle que en mis noches la sigo soñando... Cuánto tiempo es el que ha pasado desde que tus ojos y los míos el paraíso hemos mirado… Cuánto tiempo de ausencia no deseada, largos años de silencio me confunden y hoy me cuentan que tú también por mí sigues soñando…

Edilberto Cárdenas- Arequipa/Perú-California. U.S.A.

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MAITE GLARÍA BUENOS AIRES ME ENAMORA

Bailando un tango me enamoré del tango Buenos Aires me enamora con una canción... mi Buenos Aires queriiiidooo tu piel era de seda, había fuego en tus ojos febril y apasionado sonaba un bandoneón Buenos Aires me enamora con una canción... cuando yo te vuelva a veeer tus manos en mi espalda ardientes las sentí y en ese universo sutil de acordes fabulados Buenos Aires me enamora con una canción... no habrá más peeenas 84


bailando un tango me enamorĂŠ del ti ni olviiido.

Maite GlarĂ­a Cuba-USA

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ALEQS GARRIGÓZ VALS

Contenme en el círculo perfecto de tu abrazo para que pueda perderme en las laberínticas promesas de la ciudad donde los espejos se trizan; y en el breve calor de tu vals mortecino recordar que sin cesar me llevas por las máscaras de ademanes caídos y sin cesar llegamos; que el cansancio es hermoso pues libera blancas palomas de nuestro pecho afligido: la antigua cripta de un funeral de escombros; recordar la distancia cada vez más fría que nos va separando de nosotros mismos, de nuestro amor contenido en una lágrima que tiembla y se precipita con la belleza de aquello que no vuelve. Quiero tenderme cobijado en una sábana sin orillas al final de la nota esta vaporosa música que asciende y se estrella en la alta bóveda y condensa y escurre y en un mar de nostalgia nos envuelve. Aleqs Garrigóz – Ciudad de México- México 86


MARÍA JOSEFA REYES IN CRESCENDO

Música es fascinación teclas de piano furtivas manos que arrancan arpegios que vuelan hacia la brisa. Me llevan lejos, muy lejos hacia aquel lugar ignoto donde un día como tantos camináramos alegres huyendo del banal mundo que critica y que se va.

María Josefa Reyes- Cuba/ Kentuky- U.S.A.

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SERGIO RAÚL TRENTINO FUGA INTERIOR

“Amo escuchar un coro. Amo la humanidad de ver los rostros de gente real siendo devotas a una pieza de música. Me gusta el trabajo en equipo. Me hace sentir optimista sobre la raza humana cuando los veo cooperar así.” Paul McCartney

El color surge del silencio que antecede, El universo espera, Miradas alertas, expectantes… Se llenan de palabras las gargantas, La extensión de las notas que no salen al mundo son preludio… De pronto un solo movimiento rompe al tiempo para que no exista, Para que todo lo que nos rodea se vuelva inmaterial, Los corazones laten al ritmo de su alma… Se cierran los ojos y la música flota, Se sustenta en cada recoveco de las sensaciones, Es un golpe que estremece, Que nos lleva de viaje por arenas que no serán pisadas jamás, 88


Por paisajes que no sabemos que tenemos dentro… Las voces vuelan por el universo, Por el hilo de las emociones, Atraviesan el infinito… Los acordes se hacen piel, La música sublime se desprende, Dejando atrás heridas del alma, Nos lleva a un oasis a un refugio personal… El arte aparece en todo su esplendor Se cierran los ojos y en su fuga despiadada, La música es brújula de la locura y su sosiego, Destrozando soledades y lejanías… ¡Sublime eres! Vuelo liberador que explota en acordes inmortales Y en su pulso incontenible.

Sergio Raúl Trentino San Carlos Centro / Prov. Santa Fe / Argentina

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JORGE SERRA MORIR DE AMOR

Quiero morir de amor una tarde serena, una tarde sin viento con un cielo sin nubes y con un sol oblicuo dorando las espigas. Que el corazón decida jubilarse como un puñal remoto, y en un suspiro agudo deposite su sangre sobre la madre tierra. Y que un ángel celeste, y otro blanco, la tapicen de flores coloradas. Y al final de la historia cuando ya mis cenizas sobre un río infinito marchen hacia el ocaso, que un concierto de Mozart las escolte.

Jorge Serra- Buenos Aires- Argentina 90


CARMEN MEMBRILLA OLEA

Yo solo quiero heredar música, versos y arena.

Carmen Membrilla Olea. Granada. España. Publicado en “Notas de silencio”

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PACO DÉNIZ BRUNO MÚSICA DIVINA

Música divina resuena por lontananza, al declamar con vehemencia tu voz, frases metálicas de dulces pasiones, melodías celestiales tus canciones son. La marimba de colores los oídos dulcifican, en el alba florecido de la mañana tropical, donde se mezclan los trinares de las aves, con la sinfonía de tu amor global. Luz paradisíaca alumbra tu rostro, cuando los cánticos de serafines a coro, retumban en el auditorio natural, donde tu alta frecuencia armoniosa, me hace de atrevimientos temblar. Escuchando tus románticas baladas, en la ribera de la playa encantada… arrinconados besándonos con frenesís, ¡haciéndome a los cielos subir! con tus suaves armonías… dedicadas todas a mí. Paco Déniz Bruno- Gran Canaria- España 92


ELVIRA DUARTE

“La música es la maravillosa plenitud de la vida” León Tolstoi

Talismán de sueños. Sonidos de suave brisa. Trinar de pájaros Susurros del viento Murmullos del mar. Fragor de truenos. Y el silencio… Símbolos y signos armonizados Vibrando en sincronía. Creadores de una experiencia vivencial, trascienden la emoción, enaltecen la naturaleza, manifestan la esencia interior de todos los seres. 93


Música Dando un vuelco al corazón. Los rincones del alma ¡ al descubierto ¡ Música Idioma universal infinito de la vida en diáfanos azules. ¡La vida en plenitud!

Elvira Duarte- Buenos Aires- Argentina

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NANCY HARO PONTÓN SERENATA

Amo la tierra que florece y canta melodiosas sinfonías estelares, amo el vibrante sol de los ensueños que expande su armonía en los cantares. Amo las noches doradas de bohemia de romántico cantar y poesía tiernas noches de ronda y floridos balcones inspiradas guitarras y jilgueros cantores. Amo las horas cálidas de febriles quimeras de líricos ensueños y paisajes lunares, amo el canto y encanto de los amaneceres de verso y serenata de trinos y cantares. ¡Ah, la guitarra que canta con dulzor de arroyo y caña! ¡Ah, la guitarra que llora la amargura de sus males! ¡Ah, la guitarra cantora, trovadora de raigambre que canta tanto y encanta, que canta y a ratos llora!... ¡Ah, serenata de estrellas y de luna enamorada serenata de violines, arpa, acordeón y guitarra! ¡Amo este cielo sublime con sus trinos celestiales! ¡Amo esta tierra que canta sus amores y nostalgias! 95


Serenata enamorada, arrobadora y fragante toda fuego, miel, ternura, aire, vida, paz y gozo no te calles todavía, no te apagues, no te aduermas; inflámate una vez más, enciende tu algarabía canta, ríe, danza, trova, despierta tu palpitar de ave canora florece besa y cíñete a la aurora y con su azul sinfonía sigue alegrando a la Tierra. Nancy Haro Pontón- Ecuador

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SUSANA BAQUERO MÚSICA DE MÍ

En la tarde sus pasos surcan las baldosas del patio. La casa está quieta y sola pasa una lancha y el rumor enciende cuerdas, la misma música de siempre, una repetición que lo nombra perpetuando días y retornos. Tal vez el viaje quede anclado allí, en el desamparo de esa isla con ese hombre, en el mismo patio. Cae la noche y fundo un territorio. En la intemperie, se hacen visibles ciertos talismanes que el agua trajo como ofrendas, y así los voy nombrando: desperdicios, trapos viejos, ramitas rotas, hierbas. Un dios me nombra a mí misma y hace posible todo movimiento; entonces la música deviene en pájaro, y mi cuerpo también es vida que va y viene como la misma muerte. Susana Baquero- Villa Ballester- Buenos Aires- Argentina 97


CONSUELO JIMÉNEZ MARTÍN MÚSICA Y ALZHÉIMER

Un murmullo quiebra la estrofa del ruido, el silencio se hace voz en pupilas dilatadas de olvido. Se yergue la música sobre el caudal seco del río. Se escucha el mar en los latidos de la mañana, mientras pequeños gorriones se dejan ver en las verdes ramas de antiguos amaneceres. Suenan melodías que abren las venas al ayer, sangran luz los átomos muertos de la vida. Sonríe la memoria, se vacía el olvido de olvido. A flor de piel, los ritmos son fieles a los recuerdos. Por segundos se rompen los espejos, dejando al Alzheimer vencido. Todo sucede por segundos, pero sucede. El abismo se fractura justo aquí, en el hondo sonar de una canción, su canción.

Consuelo Jiménez Martin- Barcelona- España 98


ISABEL SAN JOSÉ MELLADO TU VOZ

Quiero soñar en silencio, sentir que escucho tu voz, ese sonido tan inmenso, que enamoró mi corazón. No sé si estoy soñando, oigo un eco en mi alma, tal vez sea el silencio, susurrándole a mi alma. ¿Eres tú quién me habla? O ¿Es mi deseo el que te escucha? Siento como se agita mi alma, parece que tu voz me pronuncia. 99


Es el silencio quien murmura, palabras de amor en mi mente, me harĂĄ perder la cordura, alguna noche inclemente. No me susurres silencio, tan bellas palabras de amor, sosegar quiero mi locura, mitigando este gran dolor. Isabel San JosĂŠ Mellado- Madrid- EspaĂąa

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ALIBUT SARABIA KARAOKE

Tú pones la música; yo pongo la voz; para que veas lo que me inspira querer alcanzar tu amor. Cada nota en tu vida me da alegría, me inspira a componerte versos que te recitaría. Dame nota en Do Menor, el verso tengo; me lo inspiraste en cuanto te vi y a cantártelo vengo. Las notas que tú tienes son complemento de los poemas y poesías que por ti llevo dentro. ¿Te parece si unimos tu amor y mi amor? Vivamos un eterno karaoke por siempre, unidos los dos. Alibut Sarabia-México 101


IVANA SZAC IV

Pocas veces acariciamos el vuelo de un pájaro el sol seca la música de sus alas con los años entristecen ellos no tienen tumbas en el cielo.

Ivana Szac- Ciudad de Buenos Aires- Argentina Del libro: La furia del mundo. Ediciones Ruinas Circulares

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GLADIS MERELES PEREIRA NUESTRO HIMNO DE AMOR

Tan lejos me fui para olvidarte, para arrancarte de mi piel , para arrancarte de mi corazón. Tan lejos me fui, para no respirar el mismo aire. Tan lejos me fui, queriendo olvidarte, Pero… al llegar, en aquella ciudad, escuché nuestra canción, la música que marcó nuestra unión. No pude seguir el viaje, me senté a llorar, de repente me di cuenta que te extrañaba, me di cuenta que me ahogaba tu ausencia y la enorme distancia que puse entre los dos. Aquella canción se metió en mi corazón 103


y me ayudó a comprender cuanto te amaba. Si! Yo te amo. Te amo tanto que me no concibo una vida sin ti, no, no consigo estar ni un minuto más sin ti. Y sigue la música tierna y suave, oh! que difícil es estar sin ti, que difícil es estar lejos de ti! O vienes junto a mí, o regreso junto a ti, ya no puedo más. Perdóname mi amor por querer olvidarte, ya no puedo negar esta necesidad de ti. Y sigue la música y ya no puedo contener mis lágrimas que se deslizan por mi rostro. Estoy tan lejos de ti y me enloquece tu fragancia que tengo impregnada en la piel, no me di cuenta que te tengo en mi alma y corazón, así que es imposible de olvidarte. Es mejor volver y estar cerca de ti, para que juntos podamos contemplar cada amanecer al compás de nuestra canción, himno de nuestro inmenso y eterno amor. Gladis Mereles Pereira. La Eterna Soñadodora. Paraguay. Derechos Reservado. 07/12/2017.

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PATRICIA CORPAS GUTIÉRREZ

Mientras esculpo las palabras que tus besos me dedican, tus dedos acarician la melodía traviesa de mis ojos cuando te miran. Mientras afinas las caricias que mi boca te dedica, mis manos escriben la música silenciosa de tu piel cuando me ves. Patricia Corpas Gutiérrez- Barcelona- España 105


ALICIA DE LEÓN EPP TODO ESO

Finas alas de cristal agitadas en el viento el suspiro de una rosa, la voz de un sentimiento La noche azul que pulsa mil cuerdas hechizadas un tintinear de lágrimas, un rugir de cascadas Altas notas de cielo, susurros de la greda, sonidos del misterio que en nosotros se queda Quimeras y recuerdos, el grito de un adiós puente que une los siglos, la sonrisa de Dios Latidos de la vida, el silencio de un beso fusión de nunca y siempre, la música es todo eso… Alicia De León Epp Canadá/Uruguay 106


ESTELA MOLINAS BÁEZ MÚSICA ES TU VOZ

Música es tu voz aquí en mis oídos para danzar al son de tus latidos hasta que aquí, nos quedemos rendidos en el laberinto de los zumbidos de la pasión, con los cuerpos reunidos siendo dos amantes comprometidos. Música es tu voz cantando balada mientras bailamos sobre la almohada el vals del alma toda enamorada, y sobre tu piel morena sudada mi coreografía apasionada diseñará amor, en una pasada.

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Música es tu voz hecha poesía cuando el sol se oculta al final del día, y el ocaso despierta fantasía de amarnos oyendo la melodía que trae la noche cual sinfonía perfecta, para unir tu alma a la mía. Música es tu voz diciéndome "te amo" cuando con una mirada te llamo, y con sórdido deseo reclamo más otro beso tuyo en cada tramo de amor desnudo, que ante ti derramo, música es tu voz, y sabes que te amo.

[06/12/2017] © Estela Molinas Báez Juan León Mallorquín - Paraguay

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ANA AGUIRRE MÚSICA

La música del alma es luz, es el asilo de las penas, es el escondite de las tristezas sin decir. Y es… cuando busco en el interior de mi espíritu, y las encuentro a muchas de ellas, si acaso alguna faltara, ¿cómo podría saberlo yo si no me lo mostrara todo el corazón? La música te hace sonreír, te enamora, te bendice con sus plegarias en ritmos celestiales, te da el fuego de su llama, y en el manantial de los ojos. El corazón canta y el alma declama, mientras los árboles honran cada melodía de la noche, y una ola de un profundo río musical, da alegría con derroche, nunca es tan fuerte la voz del amor, y nunca tan hermosa la vida convertida en canción. 109


Y de repente te olvidas del odio, te olvidas de la mentira y la envidia, la soledad, la tristeza y hasta la muerte. Las penas entran en armonía de resignación, y florecen las notas de la esperanza. Todo se vuelve mágico, si cuando entre dos corazones hay música, hay melodía, hay una complicidad de melodías Y si hay una canción... hay amor, hay vida… [06/12/2017] © Ana Graciela Aguirre Núñez- Pedro Juan Caballero - Paraguay

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RUTH PÉREZ AGUIRRE BAILE EN PALACIO

La música revoloteaba agitada por todo el salón igual a mariposas en el estómago de cualquier enamorado impaciente miré hacia el fondo la vi junto a otras jóvenes hermosas me acerqué y pude aspirar el seductor aroma que de su piel emanaba no era su perfume el que me cautivaba y enloquecía mis sentidos sino su olor propio de ella olor a noche cálida a húmedo sereno a jazmines y violetas a orquídeas y amapolas Contuve mis ansias de morderla 111


embriagado como estaba por ese licor de jugosas brillantes y rojas cerezas La invité a bailar y mientras nos deslizábamos al ritmo de los frenéticos compases ella quedó extasiada de la profundidad de mi mirada Mis ojos la marearon yo no dejaba de sonreírle sabiendo que había quedado atrapada en mi hechizo la saqué en brazos y nos internamos en el bosque que nos aguardaba…

Ruth Pérez Aguirre-Mérida, Yucatán, México

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MAR DE FONDO SOLO PARA INICIADOS

Dicen que el humano, privilegiado, es diferente al animal, dicen que, precisamente, por su capacidad de crear… Mas, si escuchas con alma atenta, percibirás el solo instrumental de cada ser vivo en sintonía, en equilibrio con la vida del planeta. Agudiza tu sexto sentido tras el aullar del lobo. Melodías subliminales para el alma palpitan en el ronroneo de un gato. Los trinos, como canciones innatas de un edén perdido, revolotean entre las copas de los árboles. Estribillos, en clave de graznidos, advierten sobre peligro y muerte. 113


Croan algunos anfibios sus coros a la lluvia. Al son de unas chicharras se encienden las estrofas del Sol, Con el diapasón de las parpadeantes estrellas, los grillos afinan sus violines. Lejos, tras unos pasos extraños, irrumpen interludios ladrados en defensa de la tierra. La naturaleza es un diálogo de sonidos, una armonía musical: solo para iniciados. Mar de Fondo (Mar García Treviño). Murcia, España.

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NYDIA OVALLE SECUENCIA

Es tu cuerpo ese poema cautivo en mis manos que aprisiona. Es tu boca ese sustantivo embeleso de mis labios que ambiciono. Entre tu cuerpo y el mĂ­o dulce cadencia que danza. Giran nuestros silencios, musicalidad celestial que llevan nuestros pasos. 115


Nuestra piel armoniza el murmullo del viento que agita el alma. Instantes eternos que difuminan nuestras sombras, se queman las ansias; en este beso que baila, en el verso que trova, en la frase que resuena, en el poema que ama.

Nydia Ovalle Ciudad de Guatemala-Guatemala, C.A.

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AYMARA ARUWIRI CARACOLES

" Escuché que había un acorde secreto que David tocaba y agradaba al Señor" Pero a ti no te interesa la música ¿verdad? Leonard Cohen Canción "Aleluya"

¿Dónde está el sonido? Cierro los ojos y me olvido del silencio. Escucho las notas del viento olas de mares musicalizan un segundo. Un arcoíris de notas suena en los horizontes. Basta entonces con cerrar los ojos y escuchar la música suavemente en un solo acento. Música que embellece a la Tierra en el firmamento cadena de burbujas engarzadas flotando en un torbellino de incienso. 117


Música final de nuestras epopeyas y fábulas sonidos melódicos que nos hacen diferentes, pero líricamente iguales en la sinfonía infinita de nuestros corazones. ¿Será que aún las playas escoden el secreto? ¿Entre arenas de marfil y cristales azules? Océanos de caracoles permanecen silenciosos, guardando celosamente la música de este Planeta. Por si un día nos olvidamos de la belleza del sonido. ¿Entonces dónde está la música? En la etérea sensación de este instante En la evocación de las notas descifradas En la profundidad de nuestras metáforas vividas En la conexión sintáctica de una sensación sublime con el Cosmos En los latidos más profundos ...inventando una partitura inexistente.

-Aymara Aruwiri- Ciudad de México El corazón en la barbarie-Página de Facebook

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DANA LAILA LATIDOS SONANTES

Cuando la escucho mi corazón late junto al ritmo de la melodía siento que estoy en un río de sentimientos de donde no puedo salir. Me vuelvo aire que se diluye con la música, solamente escucho, sin pensar. Olvido; olvido todo aquello que me preocupa, no importa lo que diga, importa lo que me haga sentir. Me envuelvo en un arrullo de luceros.

-Dana Laila-Ciudad de México. El Mundo de Dana-Página de Facebook 119


MABEL CORONEL CUENCA SÓLO UNA MELODÍA

Noche sin augurios y el resplandor lejano, -levantar la mirada no puedoen el fondo replicando sólo una melodía ¿Qué será? Absurdamente pensando, adivinar no puedo… El deslizar de una gota salada a tu mar tan llena de consternaciones al igual que las constelaciones, titilantes estrellas, busco… con la sal sazonar, saborearte tranquila, 120


mejor chef que tú no habrá, saciarme de tu alimento quiero. Crecer en amor prefiero… y, el “qué será”, asegurar. Confiar en ti, como un niño entregada en tu regazo, con miedo, pero segura, salvaguardada con tu ternura y enamorada de tu hermosura. ©Mabel Coronel Cuenca Paraguay

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GRACIELA DIANA PUCCI AUSENCIA DE MÚSICA

Con el llanto inadvertido y la vida dando saltos quiero irme Me iré cuando el sol duerma en el río te dejaré el silencio del amanecer

Graciela Diana Pucci- Buenos Aires- Argentina

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RELATO

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MARGARITA POLO VIAMONTES MÚSICA EN EL ALMA

Tengo el alma hecha ritmo y armonía; todo en mi ser es música y es canto, desde el réquiem tristísimo del llanto hasta el trino triunfal de la alegría. (Alma música, Nicolás Guillén) Cuando el amor hace de las suyas en la vida, como en el poema de Nicolás: el alma se torna música y alegría. Vuelven a la memoria canciones añejas, como si fuese solamente ayer que nuestros oídos escucharan sus versos. La risa florece por cualquier nimiedad, al pasar de los días se hace más intensa la dicha, al confesar: “¡Si, estoy enamorada!” Luego tras franquear infinidad de obstáculos, se evidencia la reciprocidad de esa sensación donde todo el ser es música y canto. 124


Las promesas se suceden unas tras otras, las ocasiones para los besos furtivos y los encuentros fogosos se hacen cada vez más intensos. Los versos de las canciones son increíblemente apropiados, como cuando Chayanne canta: “Vivo, contigo/Es el sueño que yo tengo siempre/No encuentro otra forma mejor de vivir…/ Es tu mirada o es tu forma de estar/O la tristeza que da si te vas” Pero las declaraciones tienen aun mayor ritmo, cuando en el silencio de la noche la mente vuela hasta el lugar donde se encuentra el ser amado. Evocando los instantes vividos, desde cuando nació el enamoramiento sin creer cierto que fuese real ese sentimiento en un ser tan ajeno a las ansias de amar, hasta la caricia más reciente enardeciendo los cuerpos. Entonces se siente certero el pensamiento de que no hay nada que cambiar, no hay nada que decir porque se necesitan uno al otro desde el amanecer hasta el anochecer. La química entre dos seres, aparentemente diversos se devela cuando una simple caricia prende el fuego, eriza la piel y humedece hasta las entrañas. Pueden existir días de lágrimas, como un réquiem tristísimo de llanto, porque la vida depara altos y bajos en las relaciones humanas, máxime cuando el amor llegó a la hora innesperada, con los más variopintos obstáculos en su contra. Pero como todo buen amor que florece en ambos sentidos, cuando la pasión es mutua, solo les queda llegar al trino triunfal de la alegría, como en el poema, porque la música se hace eterna en el alma.

Margarita Polo Viamontes, cubana residente en Miami- U.S.A.

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RODOLFO TORRES SINFONÍA EN CALDERO MAYOR “Todos los aguaceros terminan alguna vez”

Lo juro, esto es muy cierto, yo me sentía predestinado para llegar a ser el respetado compositor de inmortales obras musicales, émulo indiscutido de Tchaikovski, Liszt, Händel, Mozart, Vivaldi y demás en el selecto estrellato mundial. Estoy seguro de que alguien pondría en duda semejante afirmación, ¿pero acaso para un niño no le es posible alcanzar en su imaginación el virtuosismo y la fama que desea? Ahí están los ejemplos de Einstein, Da Vinci, Buonarrotti, Curie, Dumas, Balzac y muchísimos otros, quienes desde muy pequeños empezaron sus vidas llevando nombres normales y las terminaron portándolos todavía pero cuando éstos ya eran inmensos y anunciaban desde lejos a los personajes que les poseían. 126


Aclaro que para entonces yo no había oído ni un solo nombre de aquellos geniales compositores, pero casi con toda seguridad escuché algunas de sus obras pues mi padre daba en alquiler varias habitaciones a una familia que practicaba el culto religioso Adventistas del Séptimo Día y entre ellos destacaban por su delicadeza y cultura Ana Rosa, quien ya era una anciana, con su señora madre, y ambas escuchaban “extrañas” melodías como salidas de una lata oxidada pero en verdad provenían de uno de aquellos viejos gramófonos que disponían de un gran embudo jorobado cual cuerno de buey y era por donde brotaban los sonidos. Verles los rostros de excelsa complacencia, enroscado yo en el borde de la puerta de la habitación que ellas ocupaban, era para mí un estímulo superior a mis fuerzas y algo así deseaba crear destinado al espíritu de ellas dos. ¡Qué una sola persona por lo menos suspirara oyendo lo que había salido de mis ánimos era más que suficiente! Quería además entregarles algo mío a cambio de lo que ellas me daban pues con frecuencia me obligaban a permanecer sentado y sin moverme, mientras leían solo para mí pasajes aparecidos en el libro “De paraíso perdido a paraíso recobrado”. Y yo veía cómo ellas dos creían, enfervorizadas, aquellas historias a contrapelo de lo que decían mis padres en voz baja sobre las religiones. Añádase a lo anterior que entre mis deseos estaba representar a la Naturaleza en todo su esplendor. Por eso, vivía embriagado con el aullido del viento en las cornisas de los edificios, así como con la lluvia golpeando el techo de zinc y tejas, las ramas de los árboles con sus hojas provocando quejidos al mecerse en todas direcciones, el agua con su arrullo deslizándose a través de la canal, las olas batiendo incesantes las rocas de la costa, el canto de las aves surcando el cielo, el golpeteo de las ruedas metálicas de la locomotora a vapor arrastrando vagones repletos de caña de azúcar, ya cortada, rumbo al central donde sería molida… Aquellos retumbos se amalgamaban a mis oídos, aceleraban mi imaginación y me empujaban a concebir la más hermosa de las sinfonías. Y todo porque yo pensaba que me sería muy fácil mezclar armónicamente las resonancias de la Vida, junto a muchas otras, y el resultado fuera música selecta, esto es la llamada música “culta” que escuchaban mis vecinas. Vaya que yo estaba empeñado en impresionar a Ana Rosa y su mamá, que mis hermanos me respetasen y todas las personas del barrio sacasen las cabezas para verme pasar. Me dispuse entonces a prepararlo todo para empezar los ensayos. Y lo primero fue conseguir algunos instrumentos con el propósito de aprender con ellos y, sobre la marcha, crear lo que me había propuesto. 127


Así que me busqué un viejo y pesado caldero de panza enorme que coloqué al revés y del que con un golpe mínimo brotaba el rugido de un oso hambriento acabado de despertar en su caverna; con ese “instrumento” reproduciría los truenos de la tempestad artística. Las gotas de agua sobre el techo y en todas sus variantes saldrían de botellas de cristal de distintos tamaños, cuando las aporrease estando vacías unas, a medio llenar otras y completamente llenas varias entre ellas. ¿Y el viento? Pues iba a sacarlo de un serrucho que tomé prestado de mi abuelo carpintero; pensé que iban a escucharse algo así como rachas huracanadas y con muchos relámpagos en las escalofriantes noches londinenses, pero eso iba a ser mejor que nada… Yo estaba convencido de que la más afamada entre todas las orquestas reproduciría mis partituras --mediante instrumentos de cuerda y de viento, por supuesto-- para regocijo del distinguido público que vendría en masa a los teatros a aplaudir entusiasmado cada una de mis composiciones. En ellas, yo iba a copiar con absoluta fidelidad el ulular de la brisa cual trasfondo de las sonoras gotas y éstas darían paso, a intervalos, a clamores y suspiros de los árboles merced al acompasado meneo de sus ramas las cuales enmarcarían a su vez el fragor de las aguas contra las rocas además del hierro rodando sobre el hierro… Sería una sonada obra. ¡Y era solo el comienzo! Para entonces yo no me había enterado de que muchísimo antes el ruso Nikolai Rimsky-Korsakov le hubiera otorgado vida eterna a un moscardón, el cual “volaría” incesante y casi desde las primeras tonadas a quien lo invocase. Ni que el austriaco Franz Schubert pusiera a “hervir” las aguas de un río gracias a los rítmicos saltos de las innumerables truchasacordes de su quinteto. O que el italiano Antonio Vivaldi diera colores y movimientos diferenciados a las cuatro estaciones de todo un año. Menos aún que el checo Bedrich Smetana nos hiciera navegar a través del anchuroso Moldavia de solo escucharle en una sala y con los ojos cerrados. Y lo mejor, por dios, esa increíble Novena Sinfonía merced a la genialidad de un sordo que tenía magnífico oído nacido en Alemania y llamado Ludwig van Beethoven, la cual nos hechiza de tal manera que después de escucharla una sola vez se tiene la convicción de que no habrá jamás nada que la supere. Ha llegado a ser el “Himno de la Alegría” y porque el mismo Beethoven unió el poema “Oda a la Alegría”, del alemán Friedrich Schiller, a la fascinante melodía para romper con los rígidos moldes tradicionales de su época y que un coro cantase la letra llena de amor, esperanza y paz. Por eso, también se la llama “Coral”.

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Pero, perdón, los compases de aquellas magistrales obras y de muchísimas otras no habían desembarcado en mi espíritu infantil y, yo, asesorado por el tutelar dios de los ignorantes, podía con toda la razón del mundo pensar y hasta querer que podría acercármeles y quién sabe si rebasarlos. Así que con aquellos “instrumentos” y algunos otros que mi madre me “prestó” anduve a la parte de afuera de nuestro patio, donde la línea de hierro del ferrocarril se encontraba a unos pocos metros de distancia. Allí no sería molestado por nadie, ni siquiera por la locomotora a vapor pues transcurría el “tiempo muerto”, esto es el periodo en el que no había zafra azucarera, y la traqueteante mole de hierro viejo estaba de reposo en algún oscuro sitio. Aún así me arrimé lo más que pude a la última habitación que formaba parte de las propiedades de mi padre, en el largo pasillo, como buscando la protección de los gruesos tablones. Y bueno, comencé mi concierto-ensayo. ¿Para qué mentir? A mí me parecían celestiales las sonoridades que escapaban de los palosinstrumentos con que golpeaba mi arsenal. Pero, de repente, inmerso yo en la más increíble de las ejecuciones musicales, escuché una especie de furioso grito acompañado de algo así como “¡Paren con ese estruendo, dios santo, que es como para volverse uno loco!” Así que detuve la actuación para ver si era conmigo, pues en verdad no había razones para ello. Yo estaba creando sonidos destinados al disfrute de los sentidos, pero aquella voz acusaba a alguien de hacer lo contrario. Así que presté atención y reconocí que se trataba de la vieja Celestina, la que vivía en la última habitación de una de las dos cuarterías, esto es exactamente al otro lado de la pared en la que yo había pretendido ampararme. Celestina era una infeliz mujer cuyo marido alcohólico la golpeaba “con menos frecuencia de lo aconsejable”, decían los guasones en el bar de la esquina. Lo cierto era que la pobre andaba siempre llena de moretones, incluidos los ojos, los labios y hasta la nariz además del carácter de un león enjaulado. Por eso, pensé que sus palabras no habían sido proferidas en contra de mi actuación sino porque el esposo le hubiera echado encima uno de los tantos “cariños”, en ese justo momento, y ella se le enfrentaba al fin. Así que continué haciendo bajar la lluvia a través de las botellas y los truenos gracias al caldero…, pero me sobresaltó que a mis espaldas se viniera abajo la mitad de la cocina de Celestina pues exactamente al otro lado tenía ella sus cacharros, además del grito único “¡¡¡Yaaaaaaa, cojoooooooones, yaaaaaaa!!!” Esa vez sí que quedó claro. Era conmigo o aun peor con mi excelente actuación. Así que sin más, recogí los “instrumentos” y me trasladé a la calladita a otro escenario. “¡Qué se lo pierda!”, dije para mis 129


adentros y bastante malhumorado porque, coño, que uno se las ingenie para producir del más depurado arte y venga una infeliz aporreada a rechazarlo con tan malas maneras. Confieso que temía sobre todo que se fuera con las quejas a mi padre o, lo que sí podía llegar a ser muy grave, a mi madre pues ella era la policía, la jueza y la administradora de las sanciones y éstas eran severas. Así que me instalé entre el lavadero y la letrina. Nadie podría jamás lamentarse, en caso de pensar como Celestina, pues la más cercana habitación distaba varios metros. Dispuse pues los “instrumentos” en semicírculo ante mí, con el gran “hacedor” de truenos al frente pues yo le otorgaba tremendo poder de agrupación sonora, como si fuese el jefe entre todos ellos. Y bueno, a esa altura de los acontecimientos había decidido que la primera sinfonía llevaría el originalísimo título “Todos los aguaceros terminan alguna vez” que iba a empezar con una tremenda tempestad inaugurada a su vez con el más violento aluvión de choques entre nubes, lo que sería algo así como un estrepitoso estruendo matizado por los más increíbles clamores ruidosos. De modo que levanté las “baquetas” constituidas por par de sólidos palos de escoba y los bajé a la vez sobre la panza del inocente caldero: ¡¡BOMMM!! ¡¡BOMMM!! ¡¡BOMMM!! Escuché entonces que algo caía al suelo, digo al otro lado de la pared de madera de la letrina, al tiempo que escuchaba la voz de la señora María, la madre de Ana Rosa: “¡Ay-ay-ay-ay-ay-ay!”, abrió la puerta y salió disparada como mismo la hubieran parido casi noventa años atrás. Juro que en un segundo recuperó la vitalidad perdida hacía mucho. “¡Ay-ay-ay-ay-ay-ay!”, gritaba con las manos a la cabeza de pocos cabellos. “¡Sálvenme, por dios, sálvenme! ¡Ay sálvenme!” Oí montones de apurados pasos, además de voces, y me vi con media oreja arrancada de un tirón por lo que ni corto ni perezoso me eché a la cabeza el “hacedor” de truenos para dejarlo donde siempre lo colocaba mi madre, esto es dentro del lavadero y a un lado de las dos grandes bateas de cemento, para entonces sumarme al grupo de personas que acudía a rescatar a la anciana, quien comentaba que un horripilante monstruo había querido atacarla desde el fondo de la tierra, a través del hueco de la letrina. ¡Y yo me horrorizaba de cómo perdía en un instante mi primera y única sinfonía y hasta las ganas de seguir con ese arte! Rodolfo Torres, cubano que vive y trabaja en Berlín, Alemania 130


ADRI DELFINI MÚSICA DE CUMPLEAÑOS

Carol amaneció entre pétalos de versos, desayunó poesía de crujientes letras reflexivas, tristes, alegres, otras sensuales eso le movilizó las hormonas y decidió festejar su cumpleaños yendo a bailar…siempre pensó que el baile es como el sexo, descarga los sentidos, embellece la alegría estimulando las endorfinas. Buscó entre sus ropas el vestido más sensual que era el más provocativo, sin tanga y sin sostén -se dijo- para que disfruten las miradas su redondez y como un tierno pimpollos atraiga a su hombre abeja deseoso de libar su miel, se calzó los zapatos taco aguja para estilizar las piernas, ella sabía lo que emanaba, era un no sé qué…suponía que era la herencia de su raza apasionada, rebelde, encendida, su sangre gozaba en el amor, la libertad del placer y del saber disfrutar cada momento. Llegó al afamado hotel donde él se hospedaría al bajar del avión, allí se dirigiría, como cada cumpleaños de ella…hacía dos años que había conocido allí a Ezequiel y como un ritual se encontrarían ese día, solo el placer del amor los unía. 131


Bajando unos escalones se encontraba la pista de baile con reservados tapizados de rojo y luz tenue, solo una bola de cristales daba vueltas psicodélica en la pista circular bajando los decibeles cerebrales y conectando con la música. Carol observó a su alrededor y se ubicó en un lugar estratégico, desde allí veía la pista y por los espejos a quienes bajaban por los escalones...entusiasmada con el ritmo de la salsa, su cuerpo se mecía pidiendo movimiento por eso se sorprendió con la mano tibia que le tomó la suya invitándola a bailar. Levantó la vista y se encontró con esos ojos pequeños de águila que la miraban lujuriosos, lo miró de lleno sus labios sonreían con una picardía como recién comprada…y ella le respondió con su mejor sonrisa, rozándole los labios humedecidos, se acomodó al ponerse de pie el vestido que se obstinaba en meterse entre sus nalgas. Ambos se movían al ritmo divertidos, en ese palpitar que se siente cuando dos personas se atraen, sus pupilas se dilatan evidenciando los deseos, en un cortejo de animales en celo donde se olfatean los olores, la humedad de las manos por su cintura hizo que Carol segregara calidez y ese vaivén de las caderas prometía un nuevo encuentro, se le erizó la piel en ese sutil pensamiento…y la euforia penetró con palabras cuando él al oído le susurró, feliz cumpleaños vamos a festejarlo como nosotros sabemos.

Adri Delfini- Ciudad de Buenos Aires- Argentina

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JOSÉ JAVIER TERÁN LA MÚSICA Y TÚ

La emoción, inopinadamente, no andaba lejos aquella tarde Al vencerse el día y caer de repente la ardiente noche. María conectó mecánicamente su pequeño aparato de radio, Últimamente, no es que las sorpresas marcasen su estado general, Solapándose en su vida el silencio con la rutina de los días sin color; Ignorando, empero, que en aquella hora bruja de una noche corriente Carlos, su vecino, amigo y en las más de las ocasiones, su confidente, Anduviese todo nervioso, pensando en elegir una música para ella. Y es que quería dedicársela, pedirle matrimonio y salir de casa, seguro a Trompicones, para buscarla en la suya, y plantarle en su cara un Único beso, pero profundo y dilatado en tanto la canción sonase.

José Javier Terán Palencia (España)

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LORENA BRITO PONTO(*)

Cansinos se escucharon sus pasos atravesando el pasillo. Ante la puerta, el entrechocar de las llaves anunció la llegada a Ponto, que, expectante, se llenó de emoción. Un día más. ¿Uno más?... uno menos. Un día menos de suplicio. Pero aún quedan unos cuantos. Debe preparar todo, sin olvidar detalles. La lista es larga y, está Ponto. Fiel compañero, firme espíritu pleno de ternura. Quizás por unos días el vecino del C pueda ocuparse de él. Luego, se verá, pensó. Detestaba dejarlo solo o que otra persona lo acompañara. Ese mismo día había decidido la fecha de lo que ella llamaba el día D. Al abrir la puerta, Ponto sintió tal alegría que casi descuida su postura, pero a tiempo se contuvo y esperó a que el ritual de entrar y cerrar llegara a su fin. -¿Qué tal precioso? ¡Vení, que te mimo! Una lengua tibia pasó por su mano y con mucho cuidado el perro se irguió para brindarle el lomo a su amada amiga. Porque no era dueña, era un amor que consagraba todas las maravillas del universo. Su universo. Luego de las caricias, ella, metódicamente colgó sus pertenencias en el perchero. Caminó en línea recta hacia el toilette, entró y entornó la puerta. Ponto esperó los sonidos acostumbrados en sus justos intervalos, echado en el umbral. Ella saldría pronto, al pasar por el living encendería el equipo de 134


audio y seguiría hasta la cocina para preparar algo de cenar. Él tenía su propia comida, pero ella siempre compartía la suya. Esa noche Ponto percibió más suspiros que de costumbre, multiplicados en los días siguientes. Captó alguna lágrima rodando por su mejilla y comenzó a inquietarse. Por supuesto no descuidó sus actividades, cumplía con más ahínco que nunca. Olía diferente el ambiente. Al otro día ella habló por teléfono más que de costumbre, hizo movimientos extraños, ordenó papeles que nunca tocaba. Embolsó cosas y se sentó rendida en su sillón. Sin música. El silencio se sentía denso, como el que antecede a las tormentas. Terribles tormentas. Fiel a su lado, apoyó la cabeza en el regazo de la mujer y se dejó acariciar a contrapelo, sin pausas. Ponto no llegaba a dilucidar el sentir de su amiga ese día. La mujer llevó al perro a la casa del vecino, lo dejó en medio de un mar de lágrimas. Ponto, acongojado, percibió una mezcla de nerviosismo, resignación, incertidumbre, expectativa. Un abrazo que desearon interminable, y el adiós. No supo más de la mujer. Al tiempo lo llevaron a conocer un niño. Cumplió a la perfección su rol, la ternura del pequeño fue minando la resistencia y pudo conquistar su cariño, mas la tristeza, al pasar los meses, horadaba su voluntad. Tomó la costumbre de echarse a los pies de la cama del niño, mientras él cenaba en el comedor con sus padres. En esos momentos, Ponto esperaba en vano aquella voz cálida que siempre lo había arrullado. Una noche, en medio se la duermevela, escuchó sus pasos y su perfume lo invadió. Sintió una inexplicable desesperación, sus orejas se levantaron, se erizó su pelaje. Para cuando la puerta se abrió y ella encendió la luz, Ponto desbordó de emoción, perdió toda compostura y le fue imposible controlar el temblor de su cuerpo. Se lanzó hacia su amiga, y, tirándola al piso por el impulso, lamió su rostro entre gemidos que le contaban mil cosas a la vez. Ella no dejó de acariciarlo diciéndole lo hermoso que era. Su entrañable amiga ahora podía verlo. Ya no sería su lazarillo, pero sí su amado incondicional por siempre. Ponto renovó la prestancia y energía de otros tiempos. Su niño se convirtió en la música que volvió a cautivar sus delicados oídos.

(*)Cuento publicado en “Los zapatos azules y otros cuentos”. Editorial Dunken. 2017. Dedicado a mi amado perro Ponto. Lorena Brito – Argentina

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GLORIA ACOSTA BLUES EN LA ENCRUCIJADA

Me And The Devil Blues Early this morning When you knocked upon my door Early this morning, oooo When you knocked upon my door And I said hello Satan I believe it's time to go. (Robert Johnson) (Temprano por la mañana Cuando llamó a mi puerta Temprano esta mañana, oooo Cuando llamó a mi puerta Y yo le dije hola Satanás Yo creo que es hora de partir )

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Al anochecer, cerca de Greenwood, el diablo pidió un whisky y esperó a Robert Johnson al fondo de la barra. Se había corrido la voz de que el bluesman llevaba dos semanas tocando por la zona del Delta y nadie en los alrededores de Three Forks quiso desaprovechar la oportunidad de oírlo aquel sábado antes de que desapareciera, como era habitual. Poco a poco parroquianos y forasteros llenaron el local. Thomas Jefferson, hombre adusto y poco hablador, derrochó sonrisas y amabilidad tras la barra al calcular los beneficios que aquellos tres sábados dejarían en su tugurio. En el pequeño escenario, Honeyboy Edwards rasgó en su guitarra los primeros acordes de Sweet Home Chicago anunciando la inminente llegada de su amigo Robert. Esa noche les acompañó también Sonny Boy Williamson II, agradecido por tocar bajo techo. Algunas parejas de baile se deslizaron entre el frenesí de aplausos de los pequeños grupos que se apretaban en la barra. En las mesas del fondo las primeras apuestas de cartas prendieron algunas rencillas atemperadas por Thomas Jefferson, algo irritado por el retraso de su mujer. En el pequeño local de madera la pena negra se diluyó pronto entre vapores de alcohol barato, y el lamento áspero que se desplazaba por las cuerdas narcotizó a los que arrostraban un amargo presente. La densidad del humo del tabaco se pegó a las paredes y al techo enturbiando la escasa luz de las bombillas. Cuando Robert Johnson hizo su aparición con su traje negro y el sombrero ladeado, una ovación lo acompañó hasta el escenario y ocupó la silla que le cedió Honeyboy Edwards. Fue también el momento en el que Jefferson se percató de la llegada de su mujer y de cómo sorteó a los presentes para situarse frente a Johnson, hecho que cercenó sus esfuerzos por mantener el buen humor. Se apostó tras la barra y se sirvió un trago largo. Love in Vain, ronca y triste, llenó la sala. La viuda Parker lloró su tercer licor pero sonrió cuando su hermana Dorothy la invitó a bailar. La luz del escenario bajó de intensidad a petición de Johnson que no gustaba de mostrar los riffs chispeantes de su acústica Gibson L-1. Sus ojos insondables amplificaron la mirada de un músico ya viejo a los veintisiete años, lo que sorprendió a los hombres y cautivó a las mujeres. Honeyboy Edwards empezó a temerse lo peor cuando Jonhson interpretó su sensual Terraplene Blues sin apartar los ojos de Precious. El suceso enfureció a Jefferson que agarró con fuerza el brazo de su mujer y la sacó fuera del local. En la mesa de cartas se comentó el rumor que circulaba desde que 137


Robert había regresado al Sur. Jason Anderson apostó a que era cierto puesto que ningún hombre podía tocar así en tan poco tiempo, sobre todo cuando era sabido que el muchacho no demostró nunca mucha habilidad con la guitarra. En cambio Stanley Drayton se rió de la ocurrencia, pero no pudo evitar un escalofrío ante esas historias diabólicas, acentuadas con los acordes que ya sonaban de Cross Road Blues. Desde el escenario, Johnson pidió un botella de whisky que de inmediato le alcanzó Thomas Jefferson, pero Sonny Boy se la arrancó de las manos porque estaba abierta y era hombre perspicaz curtido en la calle. El diablo se puso en pie y se adelantó unos pasos saliendo de la penumbra. Robert Johnson levantó la cabeza y lo vio. Supo que era la hora. Apenas un gesto de contrariedad, quizá una mueca incómoda se dibujó en su rostro, dijeron algunos después. Pidió otra botella que de nuevo llegó abierta. Apuró con prisa varios tragos y continuó su actuación. Cuando Sony Boy se dio cuenta de que su amigo perdía la voz le acompañó con la armónica, pero Robert Johnson ya tenía el venenoso dolor agarrado a sus entrañas. Abandonó apresurado el local. A nadie le extrañó. Se reencontraron tres días después en el mismo cruce de caminos. El diablo había cumplido el deseo de quien años atrás le pidió que afinara su guitarra.

Gloria Acosta- Tenerife- Islas Canarias- España

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MARÍA TERESA FANDIÑO EL SONIDO DEL SILENCIO EN BUTÁN

Durante la noche caminé hacia un paraíso soñado, y a través de longevas escaleras de cristal subí a la cima. Me aguardaban ancestrales muros. Los ancianos monjes me recibieron con un vasito de ara, no existía nada que me reportara tanta satisfacción como aquella pasión. ¡Observar el alba en Bután perdido entre montañas! Se oye... ¿escuchas? ¡Es el silencio! Los monjes me mostraron la música en el corazón, la frescura del amor a la vida, me enseñaron a sonreír, yo...yo no recordaba. En el grosor de la paz, un arpa… Medité muchas horas. Durante la noche me siento revivir, la luna tímida no se oculta en las negras sombras. Escucho una canción de cuna y regreso a mi niñez con el sonido de un piano, recuerdos ancestrales de una linda infancia. En mi mano solo una flor y en mi mente canciones de adolescencia. Medito… La música perdura en mi pobre corazón. Entonces recuerdo mi 139


vieja casa y me sitúo en ella; antes la gente cantaba por las calles y se veían caras felices, mas de pronto hizo su aparición la negra sombra; me consumía en un mar de dudas que, perplejas, me contemplaban; ellas no conseguían comprender qué ocurrió con el destino. Un mar de desvelos y también de esperanzas, el espíritu y la osadía de saber que podía conseguir la valentía me condujeron a la meditación, las formas de la paciencia, de la conciencia… Había conseguido el Ángelus allí, en medio de los montes, sin nada más que el sonido del silencio y el recuerdo de la música en mi interior; un piano, un arpa y una vieja canción de cuna.

María Teresa Fandiño. 06/12/2017 La Coruña, España

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F. JAVIER FRANCO NO TOQUES BLUES CON GUITARRA DESCONOCIDA

UNA

Cuenta la leyenda que una noche Robert Johnson se cruzó con el diablo en el cruce de las carreteras interestatales 49 y 61, en la ciudad de Clarksdale (Mississippi). Robert venía quejumbroso, había demasiados guitarristas negros de blues, él era uno más, no lograba sacar de las seis cuerdas todos aquellos sonidos que en su mente resonaban. Llovía copiosamente, es lo más probable, y Robert deambulaba perdido, errante, meditabundo, con su guitarra enfundada colgando de su mano derecha. Llegó al cruce, no sabía qué dirección tomar, toda su decepción y todo su desamparo nublaban cualquier racionalidad en su elección. Allí quedó parado, allí paró, en aquel cruce en forma de cruz invertida. Miró al cielo negro y turbio, suspiró, gimió incluso, pero se mantuvo clavado como un poste más en la encrucijada.

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Y dicen, cuentan, que fue entonces, justo entonces, tal vez después de un temible y flamígero rayo, seguido de un estruendoso trueno, tan atronador como surgido del infierno, que ante él apareció una enorme figura negra, corpulenta y cada vez más peluda, en cuanto iba acercándosele, hasta conformarse en un ser mitad hombre, mitad macho cabrío, con ojos de lucero iridiscente. En la desesperación de Robert ya no cabía el asombro, y ni se inmutó, ni se encogió, ni tan siquiera preguntó. El diablo fue quien inició el protocolo y le presentó sus credenciales, extendió sus dedos largos, afilados e hizo señales hacia su guitarra, Robert, sin ninguna mueca en su rostro, le entregó el instrumento, con su funda destartalada y chorreando agua de lluvia por todos sus perfiles, de ser cierto que era noche lluviosa. El diablo, sin prisa pero sin parsimonia, desenfundó el arma de madera y cuerdas, y sus dedos, dedos de zarpas, sí, pero dedos extraordinariamente hábiles, mágicos pudiera decirse, por quienes supieron de la historia, comenzaron a trastear las seis cuerdas, y las notas, los acordes, los arpegios eran todos, todos y cada uno, un prodigio. Robert entonces fue cuando se extasió, cuando escuchó en la soledad del cruce, en la soledad de la noche solitaria, inundar el aire todas aquellas melodías que acaparaba su mente y sus manos no podían rescatar desde una guitarra, y fue al final del concierto que sonrió, dejando ver sus brillantes dientes blancos fulgir en su rostro negro y en la negra noche. Sólo le dijo dos palabras el diablo: «tu alma». Robert no habló, extendió su mano derecha, que quedó atenazada por la zarpa derecha del diablo, así y allí quedó sellado el pacto. Cuentan los que cuentan la leyenda, que, tras el apretón, Robert miró su mano que le ardía, sus dedos –no le cabía la menor duda– habían adelgazado y se habían alargado, entonces extendió su otra mano, extendió ambas manos, y de nuevo volvió a no caberle duda, sus manos, sí, sus vulgares manos, aquellas que eran tan vulgares como las de cualquier otro vulgar guitarrista de blues, se habían tornado en la forma humana de las manos, de las zarpas, del diablo. Un nuevo relámpago, un nuevo trueno, quizá, si es que quizá era aquella noche de tormenta, anunció la despedida, la vuelta al infierno, del diablo.

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Robert comenzó a tocar su guitarra, los sonidos que su mente fabricaba aún eran mejorados por sus dedos en las cuerdas. Se sentó en un arcén, y siguió toda la noche en el cruce sin dejar de tocar la guitarra, todo el resto eterno de la noche, y sus manos ni sangraban ni encallecían, simplemente tocaban, tocaban incluso antes que la mente dictará sus pentagramas. Eso cuentan, eso me dijeron quienes lo habían visto actuar en SaintLouis antes de cruzarse con el diablo, y lo vieron después en New Orleans. Decían que sus dedos eran más largos y más ágiles, que no hubo guitarrista capaz de seguirle, y triunfó, triunfó más que ningún negro había triunfado; de Tennessee a California, de Texas a Missouri, de Alabama a Louisiana, todos, todo el mundo, todos, conocían al mayor guitarrista de blues que había dado la Historia. Y con su éxito, la leyenda, su leyenda fue recorriendo los estados, saltando por todos los cruces de las interestatales. Murió ocho años después, yo estuve en su entierro, y no, no hubo rayos, truenos ni relámpagos, no vi, nadie vio aparecer por la iglesia, ni camino del cementerio, ni en el camposanto la sombra del diablo. No, no creo que fuese al infierno, porque ¿quién va a pensar que, en 1.930 en Mississippi, le podía importar el alma de un negro al diablo? Todos los negros del Sur vivían en el infierno, ¿para qué darles en el más allá más infierno? Aunque algo sí que ocurrió, algo ¿sobrenatural?, de seguro que muy extraño, y es que, después de enterrarlo, yo cogí su guitarra –sí, al final de su vida, fui su amigo y nunca me contó nada de todo aquello–, tomé su guitarra, digo, le había acompañado con la armónica, pero apenas sabía tocar la guitarra, y al rozar las cuerdas sentí mis dedos más livianos, más ágiles, incluso más largos, me asusté. Me asusté, yo soy blanco, y en Mississippi sí importa, pienso, el alma de un blanco. Solté la guitarra, y un escalofrío me recorrió el cuerpo, y una sombra sentí recorrer la habitación, no lo sé seguro, pero algo en mí está convencido de que allí anduvo el diablo. No he vuelto a tocar una guitarra más en mis, ya muchos, muchísimos años. Espero intranquilo la muerte, porque, aunque sólo es una leyenda, una simple leyenda que me contaron, tengo miedo, un 143


miedo sin sentido, es muy probable, de haber intercambiado las almas al diablo. Nadie sabe dónde está ya aquella guitarra, no lo sabe nadie, quizá ya la tengan una manos blancas, quizá ahora mismo la estén tocando, y sea ese alma la apresada por el diablo, pero ¿y si ha desaparecido la guitarra, si nadie más la ha tocado, si fue mi alma –por mis dedos– la última en musicalizar las notas del diablo? Tengo miedo, el miedo es tan libre como traidor, tengo miedo y sé que tan sólo es algo que dijeron, historias de tugurio en tugurio, de club en club, que se han ido contando y, esto es seguro, adornando, pero yo sentí lo que sentí. Por eso amigo, aléjate de tocar blues con una guitarra desconocida. No es seguro, pero ¿y si sigue al acecho el diablo?

F. Javier Franco. Andalucía Oriental (España)

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MARIO SARLI RECITAL SIN BESOS

La planta industrial era inmensa. Cuando los trabajadores se desplazaban, se encontraban con compañeros que hacía mucho no veían y charlaban brevemente. Así le sucedió a Mirko cuando llegó a la gerencia. Solo que la charla no fue breve. O quizás sí. Pero lo que le pasó, se escapó del tiempo. Hilda, la secretaria, era de las más antiguas. Como él, como Lourdes, otra secretaria, que hacía años ya no trabajaba. Pregunto por ella. Y vio que Hilda quedó en silencio, abrió aun más sus enormes ojos. Lo miró con serenidad y en voz baja dijo - nos mira desde el cielo- Mirko Sintió un temblor y quedó perplejo. Hilda agregó –ayer hizo dos meses de la partida. Estuvo mal, muy mal, su cara hinchada, casi no hablaba. Pero cuando le regalé el rosario, me abrazo fuerte. Lo llevó a su pecho lo guardó adentro. Fui cada día de su internación. Ella me esperaba. Todos se sorprendieron de su mejoría. No tuvo más dolores. Su cara recuperó 145


lozanía. No había nada que hacer. Pero le brillaban los ojos cuando entraba. Las enfermeras hablaron del cambio inesperado. Yo supe que fue el rosario. Hilda siguió hablando, pero Mirko se hundió en los recuerdos. Y recordó la noche del recital de Sabina, cuando fueron entusiastas después del trabajo. Lourdes vestía de negro, cintura breve y ojos anchos. La sonrisa eterna que dibujaban exquisitos labios. Recordó la voz templada, que esa noche susurraba y los acercaba. El beso que no le dio cuando la dejó en su casa. Cuando se miraron sin pestañear y esperaron en vano que el pudor cesara. También se acordó de su miedo al rechazo. Del tiempo perdido. Mirko deslizó una lágrima y se reencontró con Hilda quien finalmente dijo - te dejó algo que guardaba con ternura. Deslizó su mano que buscó la de Mirko extendida. Allí alojó un papel impreso: era el tickets de aquel recital de Sabina que terminó con los besos no dados. Los más deseados. Los besos perdidos. Ahora para siempre.

Mario Sarli- Ciudad de Buenos Aires- Argentina

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PEDRO PASTOR SÁNCHEZ MELODÍA OMINOSA

El gimoteo al final del pasillo llamó la atención de Estrella, la novata del tercer piso. Todavía no había tenido tiempo de tratar con todos los internos de aquella planta, los asistidos, así que cuando se aproximó a Eloisa, tuvo que leer la pegatina con su nombre sobre el respaldo de la silla de ruedas para dirigirse a ella: ―¿Eloisa, qué le pasa? ―le dijo mientras posaba la mano en su hombro. La anciana estaba encogida, aferradas sus enjutas manos a la rebeca, a la altura de los hombros, los pies apoyados en los estribos, 147


apenas rozándolos con la punta de la zapatilla. Y la cara desencajada, como si hubiera visto un fantasma por la ventana. ―¿Lo has oído? ―le contestó apenas musitando, al tiempo que llamaba su atención con el índice para que se aproximara. ―¿Oír el qué? ―fue la respuesta sorprendida de la joven. Se asomó levantando ligeramente la cortina. A escasos metros, los árboles mostraban su lenta carestía de hojas ocres, que caían cadenciosas empujadas por una débil ráfaga de viento. Pero algo le resultó extraño, era cierto. Toda la mañana había estado escuchando el piar agitado de aves en el jardín de la clínica. ―No oigo nada. Hasta los pájaros se han callado. ―No, no es eso―le replicó asiéndola con fuerza por el antebrazo―. Es esa música. ¿Es que estás sorda? ― ró de ella con más vehemencia si cabe, el miedo reflejado en su cara. En otras residencias donde había hecho prácticas sí que disponían de hilo musical, pero no era el caso. Así que Estrella no le dio más importancia, simplemente pensó que eran manías de vieja. Se encogió de hombros y la dejó otra vez sola, pues reclamaban su presencia desde una habitación próxima. Lo que Estrella no sabía era que Eloisa llevaba en estado catatónico casi una treintena de años, sin apenas movilidad, y sin haber intercambiado una palabra con nadie, ni médicos ni familia, en todo ese tiempo. ―Nuria, ven que te peine. Vamos a ver a la abuela― le dijo a su hija mientras terminaba de limpiar el lavabo tras maquillarse. La niña no obedeció de forma inmediata, estaba entretenida jugando en su habitación. Mantenía una animada charla con su muñeca preferida, que obviamente, no replicaba a ninguno de los comentarios de la mocosa. Tras un segundo requerimiento, acudió al lado de su madre, que se afanaba en estirar las greñas, tratando de rescatar de aquel amasijo de pelo un par de coletas. ―¿Puedo llevar la flauta, mamá? Quiero enseñarle a la abuela una nueva canción. ―Vale, pero no te pongas pesada, toca sólo un ratito, ya sabes que no hay que cansar a la abuela, está malita― replicó Sonia mientras 148


intentaba sujetar aquel cuerpecito inquieto de seis años―.Y estate quieta, que así no hay forma... No era fácil sacar adelante a su hija en solitario. Al poco tiempo de su nacimiento, tuvo que asumir un duro trago. Su pareja, de la que estaba profundamente enamorada, la abandonó. Su relación antes del alumbramiento fue bastante corta, apenas año y medio, pero ella pensaba que había encontrado, por fin, al hombre de su vida. Si hubiera sido una infidelidad, o incluso incompatibilidad de caracteres, lo hubiese entendido y asumido. Pero no aquello. Se marchó porque decía que aquella niña de grandes ojos azabache y pelo ensortijado no era su hija, mejor dicho, que “no podía ser hija suya”. El discurso era absurdo e incoherente, pues uno no puede decir de su propio retoño, a los pocos meses, que “rezuma maldad por sus ojos”. Desde el principio se desentendió de sus cuidados, y cada vez mostró con más claridad su desapego. Hasta que un día se fue. Así que la historia se repitió. Al igual que Sonia tuvo que pasar su niñez bajo tutela femenina, Nuria tendría que afrontar la vida sin la figura paterna. Sonia no conocío a su padre, cuyos pocos datos biográficos apenas fueron esbozados, a base de insistir, por boca de su tía Marta, la mujer que realmente la crió tras el “suceso”. Pero nunca le contó lo que en realidad ocurrió en aquellos días aciagos. Cuando eran jóvenes vivían junto al mar. Su abuelo, Simón, acababa de enviudar tras una larga enfermedad de su abuela. Era pescador y un día, al recoger sus redes para volver a puerto, se encontró enredado en ellas el cuerpo de un náufrago. Estaba maltrecho y lo llevó a casa, allí se ocuparon de él y cuidaron sus heridas. El hombre, en todo el tiempo que convivió con la familia, jamás articuló palabra alguna. Pensaron que era mudo. Y por su tez endrina, obviamente procedía del otro continente. En lugar de entregarlo a las autoridades, decidieron darle una oportunidad para prosperar junto a ellos. Le habilitaron una habitación en la parte trasera, donde guardaban los aparejos y redes. Su abuelo enseñó a Kuatu, que así se llamaba, a pescar y a fumar en pipa, y él le correspondió enseñándole a tocar la armónica. Las dos hermanas veinteañeras no eran ajenas a la rebosante virilidad del visitante, que primero con timidez, pero luego con desenfado, comenzó a revolotear alrededor de aquellas dos ninfas que le miraban con descaro. Marta tuvo que ceder el paso a Eloisa ante la evidente empatía que se había establecido entre ambos. 149


Los inocentes juegos dieron lugar a encuentros tórridos, siempre ocultos a ojos de su padre. Hasta que un día, la naturaleza se abrió paso, y Eloisa supo que estaba embarazada. Su vientre comenzó a hincharse y, agotadas todas las ideas peregrinas para justificar aquel cambio en su cuerpo, decidió confesar su estado al progenitor, ante la incertidumbre que suponía alimentar una boca más, pero al tiempo, buscando su aprobación para formar una familia junto a Kuatu. Simón se sintió traicionado. Pero calló. Salvó la vida a un hombre, y ahora éste quería arrebatarle su bien más preciado, su hija pequeña. Al día siguiente salieron a la mar los dos, como de costumbre. Pero sólo volvió uno. Apesadumbrado, su abuelo contó como un golpe de mar arrancó a Kuatu de la cubierta, perdiéndose su rastro entre la espuma del mar embravecido. Demasiada casualidad, pensó Eloisa, que acusó a su padre de la fatalidad. Dejó de soñar aquel mismo día, soñar con un futuro, soñar con la felicidad. Y llamó Sonia a aquel retoño, fruto de la efervescencia del mar. Simón nunca hizo una carantoña a su nieta. Y no había cumplido ésta los cinco años cuando de nuevo la desgracia visitó el hogar. Una noche de noviembre, Eloisa se despertó al oir un ruido. En el salón se escuchó trajín de sillas y hablar quedo de dos personas, y una vaharada de tabaco de pipa se filtró bajo la puerta. Una tonada tristona de armónica se escuchaba de fondo. Pasó un rato y el silencio se hizo sólido, momento que aprovechó para asomarse. En la sala sólo estaba su padre, de espaldas a ella. El humo se arremolinaba sobre su cabeza conformando una especie de aureola santifical. Pronunció su nombre en voz baja, para no despertar a los demás, pero no respondió ni movió un músculo. Lo repitió un poco más fuerte, de nuevo sin respuesta. Con cautela se aproximó, escrutando al tiempo la habitación. La escena que pudo contemplar le marcaría para siempre: Simón tenía una expresión de horror indescriptible en su rostro. Hundida en su garganta, una armónica taponaba su traquea, arrebatándole el aire vital al desdichado, al tiempo que el juicio a Eloisa. Ese día había pocas visitas en la residencia. El bullicio de otras veces dio paso a un luctuoso silencio, apenas mancillado por el chirrido de una silla mal engrasada, o un exabrupto de alguno de los internos fuera de sus cabales. Nuria encontró a Eloisa como siempre, quieta, absorta en sus pensamientos, si es que los tenía, porque la verdad es que apenas

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traslucía algún sentimiento a través de alguna mirada en la que se intuía más pena que otra cosa. Nuria se explayó contándole peripecias y anécdotas escolares a su abuela. Tras la cháchara, la cría sacó la flauta de su mochila. ―Abuela, tengo una canción para ti― y preparó el instrumento colocando sus deditos con firmeza sobre los orificios―. Espero que te guste. Apenas las primeras notas se propagaron por la silenciosa sala, la crispación repentina se hizo patente en el rostro de Eloisa. Se encogió de hombros, torciendo el gesto, al tiempo que abría los ojos tan plenamente que Sonia se asustó tanto o más de lo que parecía su madre. Y entonces sucedió algo totalmente inesperado. Tras tres décadas de mudez total, de parálisis permanente, la anciana pronunció estas palabras, en un tono áspero: ―¿Se lo has enseñado tú? ―interpeló a su hija con cierta agresividad. Sonia estaba desconcertada, no acertaba a entender lo que estaba ocurriendo―. ¡Sí, se lo has enseñado tú, zorra! ―¡No!― gritó la mujer aturdida. Mientras esta escena de pánico se producía, Nuria, concentrada en su interpretación, se afanaba en afinar cada nota. Mas Eloisa, como si de un latigazo se tratara, lanzó una sarmentosa mano para arrebatarle el instrumento y lanzarlo con fuerza contra el suelo, al tiempo que gritaba como una posesa. Inexplicablemente, la niña no rompió a llorar ante aquella reacción de su abuela, al contrario, esbozó media sonrisa siniestra, que no pasó desapercibida a su madre. ―Nuria, ¿te han enseñado esta canción en el colegio?― inquirió. ―No mamá, la he compuesto yo para la abuela. Es mi regalo de despedida. ―¿Despedida? ¿A qué te refieres? No hubo tiempo para más preguntas, los acontecimientos se precipitaron, y de qué manera. Impulsada por una energía largamente contenida, Eloisa se puso en pie, empujó la silla hacia atrás, y con el mismo impulso dio unos primeros pasos, luego más y más rápidos, y antes 151


de que nadie pudiera reaccionar, recorrió el pasillo a gran velocidad, lanzándose a continuación por el hueco de la escalera. Esa melodía ominosa le persiguió hasta que se cobró su última víctima.

Pedro Pastor Sánchez - Madrid (España)

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