Gealittera 33 leer

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GEALITTERA REVISTA DIGITAL Tierra de letras, tierra de otros; aquellos que se dan cita para escribir. Coeditada por Cecilia Ortiz (Argentina) y Carmen Membrilla Olea (España). Bajo la infinita ilusión de unir voces literarias pertenecientes a países y continentes distintos. revistagealittera2014@gmail.com IBSN: 14-08-2014-55 Todas las imágenes publicadas en esta edición son de: Pinterest y Google

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INDICE

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EDITORIAL Carmen Membrilla Olea Cecilia Ortiz POESÍA Carmen Membrilla Olea Cecilia Ortiz Mercedes Eleine González Paco Déniz Bruno Carmen Hernández Rey María P. Comorera Marianela Puebla Isabel Pérez Aranda Tomás Sánchez Rubio Julia del Prado Mirta Roncarolo Gabriela Rivero Carlos Enrique Cartolano Amelia Arellano Lucas Damián Cortiana Consuelo Jiménez Adri Delfini Alicia de León Epp Elvira Duarte Patricia Corpas Gutiérrez Miriam Álvarez Flavia Falquez Gladis Mereles Pereira Isabel Rezmo Ana Maritza Aguirre de Schwarlz José Javier Terán Diez Isabel San José Mellado Socorro Carranco Alibut Sarabia Isabel Pisani Antonio Portillo Casado Belkys Sorbellini Fernando Sarría Zaida Giles de Quirós Pedro Luis Ibáñez Lérida Mariel Monente Lorena Brito Eva Gacía Madueño Jorge Serra Sandra Gudiño Nydia Ovalle Ivana Szac

Editorial

Leer el amor Leer en tus ojos Lee Tus cartas No puedo leer Los mundos en las manos De libros y abandonos Ella Leer, una aventura canal Melodía de agua Un mundo Leerte… Un lugar Leer es ver Historias circulares Esos desaforados gigantes Mi lectura favorita, eres tú Epitafio Carrusel de aventuras Leer es maravilloso Pudiste haber sido Palabra mórbida Alma de tinta Léeme Leo tus nocturnos versos Mis muros Leí y… El primer viaje El tesoro Cnosis No era leer En el tiempo…

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Mabel Coronel Cuenca Liliana Lapadula Estela Molinas Báez Sergio Raúl Trentino Ana Aguirre Graciela Diana Pucci Aymara Aruwiri Dana Laila Mar de fondo

RELATO Ethel García Saavedra Rafael Bailón Ruiz Milagro Haack Yolanda Ferrera Sosa Margarita Polo Viamontes Roxana Rosado Issa Martínez Llongueras Maite Glaría Rodolfo Torres Carlos Torrijos Clara L. Morgado María Eugenia Rapp María Teresa Fandiño

Mil caricias a diario Arte poética Puedes leer El viaje Leer… Presente Leer Aventura Lunska

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Prohibido leer El enigma de los libros El borrador de cuentos La carta Regalo de las abuelas para Abby Jamás me miraste Binomio sagrado Pedro y Elegguá Leer, esa palabra mágica de nuestros días Qué bonito Aprender a leer Como si no supiera que lo tengo visto Goethe y su ocio laborioso

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EDITORIAL

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En nuestro Nº 33 planteamos como tema “LEER”. Como todos sabemos LEER es crecer, alegrarse, recordar, viajar, vivir, sentir, imagina, amar, volar, aprender, divertirse. Con esta temática pretendemos celebrar el próximo 23 de abril, EL DÍA DEL LIBRO. Les pedimos por tanto, que la lectura y los libros sean protagonistas de sus poemas, relatos y que de alguna manera transmitan a través del texto qué es eso que sienten al leer. ¿Es una pasión? 7


¿Es magia? ¿Es emoción? ¿Es sentimiento? ¿Es llanto? ¿Es risa? ¿Es vida? "Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que hay dentro de nosotros". Franz Kafka De acuerdo con Kafka es pasión, magia, vida. Al leer abrimos nuestra mente a mundos que no imaginábamos. Y creamos un lazo con el libro. Un lazo que no se desatará jamás. “Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado. Casi 70 años después recuerdo con nitidez esa magia de traducir las palabras en imágenes" Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura. Gracias a todos por acompañarnos en esta nueva aventura de letras. Escribir sobre Leer. Un Abrazo para cada Uno

Carmen Membrilla Olea Cecilia Ortiz

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POESÍA

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CARMEN MEMBRILLA OLEA

Las huellas se mueven solas sobre la calma de una mentira que fue difícil de asumir. Verdades de espuma. Sensación de olas en las miradas...y barcos navegando por los balcones...y ciudades resistiendo destinos. Arena que se descompone sobre un cristal y abismos que deshacen cualquier destello. Golpes que se repiten cada día. Cae la soledad y las manos aguantan los últimos remos que acabarán si duda perdidos en el mar. Sucesión injusta de agua salada capaz de quemar latidos y labios. Existe una piel que alberga temores. El viento respira entrecortadamente. Sentir que la descomposición llega hasta los lugares más recónditos. Regresan los castigos y extienden sus alas más rugosas...Las voces quedan grabadas para siempre allí donde el odio reside... Interrumpo la lectura. Cierro el libro y también los ojos. El sueño. La poesía. El olor a página impresa. La disposición de las letras. La fuerza de las palabras... ...y el silencio total

Carmen Membrilla Olea. Guadix-España.

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CECILIA ORTIZ

Hay días que no descubro mi rostro reflejado no recuerdo mis calladas cicatrices ni puedo rescatar al sol cautivo mis ojos son cautivos en el frenesí de la lectura

y regreso al mismo sitio al mismo tiempo al mismo espacio -estoy conversando con un libroHay días que leo en mi piel la historia de vida que me acompaña.

© Cecilia Ortiz- Olivos- Buenos Aires- Argentina Zona de fuego 11


MERCEDES ELEINE GONZÁLEZ LEER EL AMOR

¿Es una pasión? ¿Es magia? ¿Es emoción? ¿Sentimiento? ¿Es llanto? ¿Risa? ¿O es Vida? Si amarte es lo que yo siento Cuando en tus ojos me miro Y en ellos te veo y leo El amor que yo reflejo, Enardecida me siento, 12


Y con tu suave caricia Me acaricias como el viento, Totalmente adormecida Quedo, Cuando te leo Como un fresco libro abierto. La dulzura de tu boca Pone en mis labios deseo De lujuria y de lascivia, Y de pecado sin freno. Tu boca tibia y jugosa Bendición de mi desdicha, Confuso discernimiento. ¿Es una pasión? ¿Es Magia? ¿Es emoción, sentimiento? ¿Es llanto? Tal vez la risa? ¿O es la Vida que yo siento? Solo sé que es maravilla Cuando te leo y presiento En la albura de mis días, Tus consejos y preceptos, Como hermosos manuscritos Que toco, hojeo y leo Devorando con mis ojos En total entendimiento. Leer, entrar en tu mundo Es conocer el misterio, 13


es tormento y es develo Ante el gran conocimiento Que significa leerte Con la suavidad del viento, Con la astucia de la vida, El llanto del pensamiento Es la risa y la emociรณn Que otorga ese sentimiento Que llamamos el amor pero nunca comprendemos.

Mercedes Eleine Gonzรกlez Miami, 04-15-2017

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PACO DÉNIZ BRUNO LEER EN TUS OJOS

Leer en tus bellos ojos zarcos; azules como el firmamento, tu vehemente amor volado; de miradas penetrantes fogosas, de apasionada moza seductora, sutilezas… de mujer cautivadora. Desentrañar tus huellas virtuosas, amor celosamente escondido, dilucidar el misterio incorpóreo, besar nuestros labios dormidos. Avizorar lo que tus ojos claros; en todo momento leer quieren, cuando el amor acecha ardiente, en fantásticas noches de mieles. Dulce y sereno amor moldeado, adivinador de todo lo leído, diosa soberana del saber estar, fantasiosa pitonisa del amor, mujer divina de azules claros, envuélveme en tu manto, hazme por los cielos volar. Paco Déniz Bruno- Gran Canaria- España 15


CARMEN HERNÁNDEZ REY LEE

"no soy lo que ves, ni aquello que piensas cuando lees lo que escribo... lee y luego piensa qué eres tú después de leer lo que escribí" -chrey-

Mi libro de la vida, sus capítulos sus apartados, con puntos y comas, pero léeme desde lo infinito que me habita, el ácido que recoge mi ADN y busca en mi mapa las rutas, los hitos de cada cadena su ciencia la misma desconocida y que a veces 16


fluye en mis letras. Lee en cada letras mis sergas, las que me humanizan o las que me dejaron en la puerta de ser algo más que la envoltura de los miles de gen que me hacen ser lo que soy. Lee… a cada una de mis letras, y luego piensa que no soy lo que ves en ellas… Lee, Lee, Lee… Piensa, piensa, piensa… ¿Qué eres tú? después de leer lo que escribí y dije en ellas.

Carmen Hernández Rey ©® autora extremeña todos los derechos de autora

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MARÍA P. COMORERA TUS CARTAS

He abierto el cajón, donde está la caja que guardo tus cartas de cuando éramos novios, para leer con el alma cada una de tus líneas amadas.

Mis lágrimas se han derramado como fuente abundante, tu letra querida me ha suavizado del pecho, esta herida que llevo dentro. 18


Que poco tiempo nos ha dejado la vida estar juntos, tantas promesas echadas ya al viento.

Leer tus cartas me hace bien, pensé que me dolería abrir la caja donde las tenía, pero al ver tu escritura limpia y pura, he sentido una caricia que calmaba esa espina, que me ha clavado con tu ausencia, la vida.

María P. Comorera. Segur de Calafell. (Tarragona) -España-

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MARIANELA PUEBLA NO PUEDO LEER

La lluvia inunda las páginas de este libro, ha borrado las letras y se disuelven en el mar que las atormenta sin ser leídas. Trágico y desolado instante, las veo desaparecer sin pronunciar sus nombres, contar sus historias, sueños inconclusos, el llanto impregna sus vestidos grises. La lluvia no escucha el clamor de las letras, las ahoga antes de abrir sus bocas. Desesperadas se aferrar a la hoja, clavan sus uñas en la piel del libro, lo desgarran inmisericordes en un afán de no desaparecer.

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Mis ojos no las pueden descifrar, son sólo un borrón de tinta, lentamente se desliza más allá del entendimiento. Con rostros desvanecidos elevan sus ojos sin entender qué sucede, deshechas por la mano líquida que las acaricia inclemente. No puedo leer... Se agrava la situación a medida que la lluvia febril taconea las páginas y el viento las sopla divertido, rasga las hojas y deja letras huérfanas disueltas en la humedad. El espacio las recibe en sus brazos, se apodera de lo que pudo ser una historia, nadie sabrá de ellas, lo interesadas que estaban, cuando mi mano abrió las páginas y ellas, asomaron sus caras con alegría. No pude leer... tal vez... no fue mi momento...

Marianela Puebla - chilena

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ISABEL PÉREZ ARANDA LOS MUNDOS EN LAS MANOS

Leer, leer, leer.

Tanto cabe en las palabras como cabe en las historias, en cada una de ellas fantasean las pupilas, aletean las pestañas y vuelan lejos muy lejos, hacia tiempos conectados, en el simple anhelo de posarse sobre ellos, de aquel mundo de aventuras fui Tin Tin al asalto del Orien exprés, esgrimí la espada del Capitán Alatriste, la verdad de Lisbeth Salander, y sentí la psicomagia de Jodorowsky.

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Leer, leer,leer.

Caminar por los siglos de la sacerdotisa Ibera, ser tan libre como Jaques Leonard, a cada hoja la emoción de otra mente, la pasión del saber, las victorias de Escipion y el coraje de Alarico, todo y más surge tras el giro del papel, con tan fiel compañero derribar fronteras, alumbrar caminos, despejar los miedos y atreverse a sentir no tiene precio.

Leer!!!! Los poemas más profundos, los versos más ligeros las estrofas que desarman los haiku más bellos las vidas vividas los cuentos contados, y los mundos en las manos.

Isabel Pérez Aranda / Guadix / Benidorm – España 23


TOMÁS SÁNCHEZ RUBIO DE LIBROS Y ABANDONOS

Hoy he decidido apurar el final de ese libro de pesadas hojas azules como cielo de octubre, que descansa, niño indolente y travieso, atravesado en la cruda mesita de mis noches. Espera aterido de sueños improbables, desalentado por la carga de los días y de las vidas que rompen sus páginas en un triste continuo desasosiego. 24


No hay yermo más desolado que el de millares de palabras dejadas a su suerte por quien ha acabado despreciando un campo plagado de mundos imposibles.

Tomás Sánchez Rubio –Sevilla- España

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JULIA DEL PRADO ELLA

Entre sábanas diseminadas está ella, lee las historias escritas por él de su puño y letra en preludio de amor. La noche la refresca con ese viento azul que ligero ingresa por su ventana. Cada línea de su cuerpo se deleita cuando recibe un soplo sobre todo cuando la luna llena acompaña en su fosforescencia. Una foto la perenniza, pero ella todavía no lo sabe.

Julia del Prado – Lima- Perú Desde mi casa ostra

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MIRTA RONCAROLO LEER, UNA AVENTURA

Entrar en un paisaje, En una situación, Una acción, Un personaje Que cambia de lugar, Nos permite soñar Sentirnos parte, Encontrar otros Personajes secundarios Y vamos imaginando La trama que da un giro Inesperado Un cuento Un tema que va Explicando el motivo De la narrativa Ensayo Una fantasía o realidad Con giros, con imágenes 27


De sabor, olor, color, perfume Amor, ensueĂąo PoesĂ­a Cada vez que se abre La tapa de un libro Todo puede suceder

Mirta Roncarolo- Buenos Aires- Argentina

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GABRIELA RIVERO

A esta ciudad se llega por rebeldía y se anda extraviada en busca de calor. La frialdad de la piedra habita todo. Todo desborda cenizas y secretos. ya no cabe una gota de lluvia. Tiritanto se inventa la marea se transmuta en busca de la piedra filosofal ¿podrán las raíces esconderse bajo las rocas? La bruma del invierno carga el vapor de un alma ausente, irreconocible. ¿dónde se encuentra el fuego con que peinar mis dudas? ¿cómo leer la piedra y transformarla en oro? si pudiéramos... si pudiéramos leerla los domingos ya no existirían

Gabriela Rivero- Ushuaia- Argentina 29


CARLOS ENRIQUE CARTOLANO canal

busco lector atento/ a quien se tome en cuenta y se olvide de sí al leer/ buen traductor cuyo recipiente contenga diversos mundos verso o ficción/ busco lo propio en otros a quienes compartan parcela escritorio y copa/ el sitio donde mi lengua desove en paz y crezca después/ enriquecida por tanto alter ego lector busco anaquel mostrador tarima/ el megáfono la acústica del hombre/ aquel por quien escribo un canal para mi riego/ acequia y brote ©. De ambas orillas, 2016 Carlos Enrique Cartolano- Mar del Plata- Argentina

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AMELIA ARELLANO MELODÍA DE AGUA

Eras melodía de agua. Niña siesta sedienta. Te amaba tanto, tanto. Pero tanto. Que quizá por eso nunca pude decirlo. Nunca pude decirlo, y te lo digo ahora Ahora, que has partido. Eras... ah, cuantos cielos eras. Libro sellado: solo para él abierto. Leía en las nubes tu nombre. Una leyenda de mariposas blancas. Blanco guardapolvo. Blanca tiza. Un campanario de pájaros. Pájaros libando ausencia. Un mito frágil de amapolas. Amapolas de escarcha en la garganta. Una fábula de iluminadas trenzas. Trenzas que encendían el borde de tus sueños. Desde esta vocación de orate, yo te nombro. Y me miro y te miro y no es sueño ni espejo. Es, simplemente. Una melodía de agua en el arroyo de mi sangre. Amelia Arellano- San Luis- Argentina 31


LUCAS DAMIÁN CORTIANA

Dejar de amar con el corazón por un tiempo; confiarle ese talento a los riñones o al páncreas. Asistir al entierro de mis neuronas con la mirada fija en las salvas de veintiún cañonazos y de fusilería. Comprar crepes y arrojarlas desde la Torre Eiffel como si fueran granadas a la playa de Normandía. Y sentarme a leer cada noche unas veinte páginas del arte de la guerra en chino pinyin. Ir de luna de miel a las antípodas de la muerte; reaccionar a los improperios del tiempo con una sonrisa. Y leerle cada mañana Carl Gustav Jung a una amante en primavera porque el mundo sigue siendo muy serio y al mismo tiempo ridículo. Premeditar con alevosa maldad el fin de los hombres dinamitarlo todo y la Vía Láctea y el puente de Brooklyn y los agujeros negros. Leer las instrucciones del génesis con obsesión científica para reconstruir el universo en siete días y empezar de nuevo sin remordimientos. Lucas Damián Cortiana - Chiviloy - Argentina 32


CONSUELO JIMÉNEZ UN MUNDO

En mi bolso, un libro, un cielo, un hechizo, un mundo. Si empezase de nuevo la lectura, mi trazo sobre su piel sería curvo, sinuoso, lento, voraz. Mi entrometido hocico gustaría de francas pupilas embebidas en historias escritas por los otros, impecables guaridas donde inventarme, soñarme, crearme. Si pudiera elegirme, sería palabra, vacío lleno, verbo, sístole y diástole en el ahora de todos los momentos. En mi bolso, un libro, justo cáliz rociado de misterios, un mundo.

Consuelo Jiménez- Barcelona- España

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ADRI DELFINI LEERTE…

Leerte me inspira tu pensamiento sofisticado tu pluma un emblema de dioses, de risas sirenas o hados. La magia está contigo sujeta a tus manos es un gran estandarte de ángel nutritivo y de poeta adorado. De ternura insaciable regocijo en tus ojos y versos reconfortantes que entibia mi ser y justifica la luz que emites vibrando eres la tierra serena la paz sin luna llena eres una luciérnaga brillando.

Adri Delfini- Ciudad de Buenos Aires- Argentina 34


ALICIA DE LEÓN EPP UN LUGAR

Hay un lugar azul carente de fronteras un lugar desde donde se ve la inmensidad donde se anda por anchos caminos de papiro y el pensamiento encuentra genuina libertad. Lugar donde las lágrimas se agrupan en palabras y la risa es ruidoso punto de exclamación donde la historia abre el portal de los ojos, entra al alma y osada, despierta la emoción. ¡Lugar maravilloso las páginas de un libro! Lugar donde se puede soñar, volar, y ser lugar donde florece perenne la cultura y pertenece a todos los que amen leer. Alicia De León Epp Uruguay/Canadá 35


ELVIRA DUARTE LEER ES VER

Ver más allá del tiempo y del espacio. Caminar por el planeta. Es elevarse, atravesar el cosmos. Acceder a un vehículo interno. A la palpitación de la palabra, acompañada por melodías, hasta una transcendencia insospechada. Es despertar emociones enquistadas en las profundidades de nuestro ser. Encontrar un tesoro emergente de ecos, rumores, emociones. Ver un paisaje sugestivo, fantástico. Habitado por seres apasionados, luchando por sus ideales. Heroínas sufrientes, personajes idílicos atrapándonos. Es Sentir la plenitud de la belleza y el asombro Elvira Duarte- Ciudad de Buenos Aires- Argentina 36


PATRICIA CORPAS GUTIÉRREZ

se pueden leer palabras no escritas y nunca pronunciadas se pueden leer letras imaginarias y jamás garabateadas se pueden leer símbolos arcanos y nunca descifrados se puede leer en las pupilas de mis ojos la poesía que tu alma inspira en mi corazón

Patricia Corpas Gutiérrez- Barcelona- España

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MIRIAM Ă LVAREZ HISTORIAS CIRCULARES

La palabra se entreteje en mi memoria me habita se niega a perderse y construye historias circulares se anuda al hilo que trepa a mis ojos

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nómade / se libera y escribe en las piedras en las cortezas recojo esa señal que vibra inesperada y la echo al mundo vuela para permanecer

Miriam Álvarez – Clorinda – Formosa – Argentina

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FLAVIA FALQUEZ ESOS DESAFORADOS GIGANTES

[. . .] y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla. Miguel de Cervantes ( Don Quijote de La Mancha)

Te equivocas si crees que dejarás atrás a los fantasmas. Saldrán a tu encuentro en el camino con sus enormes brazos intimidando el paisaje. 40


En la infinita orfandad de la llanura verás erguirse frente a ti tu soledad, tus miedos, los rostros perdidos, el pasado que no muere. Sin escuchar las voces protegido tras la rodela invocarás a Dulcinea mientras con furia afrontas la desigual batalla. Todo será inútil. Volverás a caer maltrecho en tu armadura; y rota ya la lanza aceptarás que en la lucha todo cambia en un segundo: Frestón con su magia trocará los gigantes en molinos arrebatándote la gloria de su absoluta derrota. Será sólo un espejismo. A tu espalda las viejas aspas recuperarán su fiera forma vigilando tenazmente tu andadura, porque esos desaforados gigantes de brazos largos como leguas son tus propios fantasmas, viajan contigo, te acecharán siempre y volverán a sorprenderte en el camino.

©Flavia Falquez, Granada- España

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GLADIS MERELES PEREIRA MI LECTURA FAVORITA, ERES TÚ

Leer nutre el conocimiento, hace bien al alma y al espíritu leer permite conocer lugares sin salir de casa, nos hace vivir las más sublimes historias de amor y vencer grandes batallas. Leer es viajar sin salir de casa, es amar a alguien sin estar con él, sabes amor, cuando te conocí y comprendí que te amaría para siempre y que nuestro amor era imposible, que estábamos destinados a amarnos con el alma, a través del tiempo y la distancia. Me refugié en la lectura, de revistas de amor, leía las mejores historias, lloraba, reía, creé un mundo imaginario, donde nos amábamos, en cada historias éramos los protagonistas. También leí libros de poemas de Gabriela Mistral, de José Ángel Buesa, de Mario de Benedetti, de 42


Neruda y lo recitaba susurrando bajito imaginándote junto a mí, y así te amé por muchos años, entre lecturas, de amor, cada verso me hacían recordarte y te amaba más y más. Tanto te amé que ya no podía contener dentro del pecho, entonces me puse a escribir, sabes amor? Escribo día y noche pensando en ti, escribo lo que me dicta el alma y el corazón escribo amándote. En mis versos grito todo el amor que yo siento, toda la pasión que me haces sentir, todo lo bello que en mi nació, al instante en que te conocí, te amo, te amo tanto que sin darme cuenta escribí un libro de nuestra historia de amor. Donde te acaricio en cada letra, en cada verso, y cuando la añoranza y la soledad aprieta fuerte el corazón, leo nuestra historia y vivo y vibro con cada verso, porque al leer te siento, siento tu respiración, siento tus caricias, siento tu fragancia, siento que estoy entre tus brazos y te amo, te amo en cada verso, en cada capítulo y te entrego una y mil veces mi alma y corazón. Mi lectura favorita eres tú.

Gladis Mereles Pereira. La Eterna Soñadora. Paraguay. Derechos Reservado.

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ISABEL REZMO EPITAFIO

El bucle de una mirada seduce los tomos. Va abriendo paso a través de los párpados. La vieja fiebre recuerda cómo se queda pegado el último atisbo de una mirada, de un requiebro, de una palabra. Inconsciente, es un lápiz, un rotulador, un trazo enmarcado en la diosa memoria. En el recuerdo cuando todo recuerdo es síntoma de una punzada llamémosle dolor, cielo, silencio, acorde, labios. Me quedo mirando mis manos intentando adivinar el cielo dormitado en un paisaje, en todas las damas que dictan sinónimos. Casi lo olvidaba, necesitaría entrar diciendo que queda mucho por leer entre los vientos. Isabel Rezmo-Úbeda- España

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ANA MARITZA AGUIRRE DE SCHWARZL CARRUSEL DE AVENTURAS

Entrelíneas palabras y más palabras. Me adentro en las páginas de un libro y danzo en su vuelo. Me visto de luces. Escucho el tic tac de mis latidos. Me paseo en su carrusel de aventuras. Mi imaginación se acelera. Alzo la copa en son de un brindis, y espero un final feliz. Ana Maritza Aguirre de Schwarzl. De Perú.Residente en Alemania. Copyright © derechos reservados

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JOSÉ JAVIER TERÁN DIEZ LEER ES MARAVILLOSO

Lo aprendíamos bien pronto en aquel entonces En la escuela, de pequeños, cuando era la primera tarea que Esperábamos cada día con verdadera ilusión de escolares, Rompiendo de esta manera el miedo que el salir en público impone. Era el libro, “Don Quijote de la Mancha”, lo recuerdo tal y como Si fuera hoy, aquel momento mágico con el que se iniciaba el día. Mañana tras mañana y por riguroso turno, nuestra maestra nos llamaba A su mesa a leer un corto párrafo de aquel maravilloso libro, donde Rocinante se hacía nuestro amigo por momentos, mientras cada día Admirábamos a Don Quijote un poquito más, y nunca 46


Veíamos ninguna extraña locura en la aventura aquel día leída. Incluso nuestra imaginación infantil nos hacía querer imitarlo Llegado el tiempo del recreo, con nuestras espadas hechas de madera y a Lomos de algún compañero de escuela de alguna mayor altura, Obteniendo como todo triunfo al final de la aventura, Ser admirado y vitoreado por el coro de las posibles Dulcineas que, Observaban emocionadas y en trance, el resultado de tan delicado lance.

José Javier Terán-Palencia (España)

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ISABEL SAN JOSÉ MELLADO PUDISTE HABER SIDO

Deseas leer en mis manos a donde me lleva el destino y anhelas leer en mis labios a quien dedico lo que escribo. ¡Leer, leer, solo quieres leer! Leer en mis ojos, en mi piel, leer en mi alma, tan solo leer. ¿Leer lo que escribiste con hiel? Harta de tu exaltada lectura, cansada de tu desfachatez. Jamás escribiste con dulzura en las curvas de mi desnudez.

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¿Cómo pretendes ahora leer en el libro que dejaste morir, si tan siquiera un atardecer en él te dignaste a describir? Pudiste haber sido la novela que morase eterna en mi ser y te quedaste en la triste vela extinguida antes del amanecer.

Isabel San José Mellado Derechos de autor - España

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SOCORRO CARRANCO PALABRA MÓRBIDA

Qué importa... si no entiendes si no hueles mi nostalgia celosa, mi embriaguez desoída mi noche pretensa mi palabra mórbida. Qué importa... si no detienes el día de todos modos tu presencia como la arena extiendes, cuando mi corazón arrinconado tu amor está abortando. Socorro Carranco- Tuxtla Gutiérrez- México

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ALIBUT SARABIA ALMA DE TINTA

Ábreme una senda espaciosa en umbrales de la aventura y envuélveme en esa mixtura que me viste de lira y diosa... Vuélveme noche tenebrosa; súcubo en total desmesura alimentando la negrura con su ponzoña lujuriosa... Llévame a lo desconocido, que sin ti me carcome lento el puerperio de lo vivido... ¿Qué soy sin ti? ¡Materia extinta! ¡Porque sólo cuando te leo palpita en mí, tu alma de tinta! Alibut Sarabia- México 51


ISABEL PISANI LÉEME

Madre, léeme un cuento, uno tierno con final feliz, un cuento que llegue a buen puerto, que no se ahogue en el viejo atril. Ayer leí poemas del cielo y cartas en las olas del mar, un tratado furioso de besos y la crónica de un manso azahar. También leí las lluvias de mayo y algunos fríos del agosto rapaz. De octubre, deletreé su halo y la fiebre lejana de un enero feraz. 52


Hoy, la memoria se trueca en renglones donde la letra afina el compás, muchas veces bailando los sones que esta vida nos dicta falaz. Madre, léeme un cuento con tu voz de humilde perdiz, uno sin cruz ni castigo eterno, uno con estrellas sin fin.

Isabel Pisani – Buenos Aires (Argentina) © Todos los derechos reservados

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ANTONIO PORTILLO CASADO LEO TUS NOCTURNOS VERSOS

Blanca oliva de todas mis noches. Sol de plata, sultana moruna, estrella maquillada por la arena de las dunas. Esplendorosa laguna de diamantes en el celeste infinito. Reina enamorada del mundo, dueña de todas las almas. ¡Oh blanca pluma poeta de vuelo comedido y elegante!, leo tus nocturnos versos, intensos y apasionados como el mar; misteriosos como la sima azul; divinos como la montaña que despierta; 54


ciertos como el bosque pensativo; mágicos como el perfume de la oscuridad; enamorados como las miradas de dos rojas rosas. Tus versos leo, alborada nocturna, alborozo de mi interior, mariposa ondulante. Son tus versos, los que mi libro encarnado declamó entre las aguas de los vientos del Sur. ¡Oh diva de plata!, dorada por el día; y en la noche, de novia, con velo de encaje caminas conmigo hacia el dulce remanso celeste.

Antonio Portillo Casado – Alcalá de Henares (España)

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BELKYS SORBELLINI MIS MUROS

Para leer en mí horada mis muros. Uno a uno mis velos besaran el suelo develando el misterio. No hay luz sin oscuridad ni amor sin dolor. Recorre el desierto de mi piel, sacúdelo. Sólo unas manos cargadas de ternura podrán abrir las puertas y quitar los cerrojos. Entonces, un soplo de vida y esperanza una brisa un camino hacia la tarde ocre de Praga y unos labios con alas se desplegaran al amparo de tus ojos. Belkys Sorbellini Santa Fe- Argentina 56


FERNANDO SARRÍA

Rescato mis manos de la lluvia. Sentidas, frías, apenas son dos palabras, un itinerario de tiempo, de esfuerzo y de caricias. Contemplo su silencio, debo saber que hay un corazón que late y da a cada surco una distancia. No sé leerlas pero percibo la ley de la costumbre, el regreso diario y continuo a tocarse, se apoyan mutuamente en la inmensa soledad que las desnuda. Fernando Sarría- Zaragoza- España Después de la cosecha

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ZAIDA GILES DE QUIRÓS LEÍ Y...

Aprendí a comerme tus letras a devorar tu envoltura de tardes y tratos a vivir tus historias de ayeres y balas, rezar con acentos de orillas y prados... Mi apetito rugía en tardes de invierno, veranos de gentes y versos airados... la vida me fluye entre las neuronas en estantes de fuego, de juego calmo. Mastico la esencia de vicisitudes, transformo en verdura la sal y el abrazo; te visto, me vistes, me hueles a flores aquellas que evoco del cuento de barro. Aromo mis sesos de amor y cultura te abres, me llenas, razonas mis pasos con letras aladas que suman más dicha: mis ojos transformas en dulces meandros. © Zaida Giles de Quirós, España. 58


PEDRO LUIS IBÁÑEZ LÉRIDA EL PRIMER VIAJE

“Tuyo es el mar, aunque no tengas destino” Francisco Basallote

Fijé la atención en aquel. Mi dedo corazón recorrió despaciosamente el agrietado lomo. Cerré los ojos. Incliné levemente la cabeza. Durante unos minutos dejé que la frente apoyara sobre el último anaquel. El intenso aroma a vainilla me embriagó los sentidos. Se extendía por toda la casa. Aunque era en esa habitación donde se concentraba la respiración de los libros. Exhalaban con generosidad abrumadora el peculiar olor. Se percibía el aliento cargado de años y solitarias lecturas. Dispuestos y alineados con precisión y distinción, cubrían las paredes en toda su extensión. Se asemejaban a las teselas de un gran mosaico. Cada volumen poseía su propio carácter: en los colores desvaídos, en la tipografía en desuso, en la exactitud del indefectible lugar que le correspondía y ocupaba o, incluso, en el semiborrado de sus huellas dactilares, que permitían identificarlo a simple vista.

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Volví a acariciarlo. Todo el silencio se me vino de golpe. Ese silencio que me habita y acompaña, y que frente a ese libro grita mudo en mi interior. Fue mi primera lectura. La primera aventura que viví junto a mi padre. Me enseñó a leer con apenas cuatro años. Desde entonces cada libro es una ofrenda a la memoria de ese primer viaje al infinito océano, que tiembla en mis ojos azules.

Pedro Luis Ibáñez Lérida. Sevilla. España

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MARIEL MONENTE EL TESORO

“le daba de leer” Gisela Galimi Sin inocencia me diste el viaje interminable una cosecha de palabras enraizadas en tu voz página a página el eco del paisaje. Te debo el misterio la luz. He recibido sin inocencia el obsequio mayor un tesoro indescriptible donde perderme, aún perdida donde hallar el silencio y tu nostalgia, madre, “me diste de leer” Y bebí. Mariel Monente- Buenos Aires- Argentina.

A mi madre 61


LORENA BRITO Cnosis

Leer. Leerte. Leerme. Yo Leo las grafías de tu rostro hermoso e imperfecto. Tú / Vos Lees / Leés cada pliegue de mi alma. Él / Ella Lee la vida, cual papiro indescifrable. Nosotros Leemos los epílogos y reflexionamos prólogos. Vosotros / Ustedes Leéis / Leen apresurados, millones de mensajes sin disfrute. Ellos Leen estas líneas. Suspiran indiferentes. Pues en la conjugación de la existencia, las diferencias convergen en la mirada única de querer interpretar el misterio que, tarde o temprano, se cuadra ante nosotros. Lorena Brito. Buenos aires - Argentina. 62


EVA GARCÍA MADUEÑO

Unas páginas abiertas por el viento me conducen hacia ti. Tus palabras me atrapan, me llevan a tu interior y allí, sumergida en los mares del tiempo me adentro en otros mundos, recorro la geografía de otras fronteras y comienzo una de las aventuras más fascinantes... en cada línea.

Eva García Madueño (Málaga) España

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JORGE SERRA NO ERA LEER

No era leer. Era viajar por cada letra de tus cartas adoradas imaginando tus latidos al volcar tus sentimientos sobre la cara virgen del papel. No era leer. Era recorrer con la yema de mis dedos ávidos y temblorosos todos los rasgos de tu caligrafía buscando un poco más buscando adivinar en tus palabras vividas y amorosas los retoños de ese amor con que premiábamos nuestras vidas. 64


No era leer. Era volar detrĂĄs de las ilusiones que las palabras tuyas generaban esa sentir que cada letra me arropaba el alma era escuchar un canto celestial deslizando su ritmo entre mis extraĂąeces. No era leer. Era descubrir que cada frase tuya era un concierto de primaveras arrullando todas mis aristas y acariciando el sol de nuestros pasos. No era leer. Era saltar de gozo y alegrĂ­a cuando una carta tuya alegraba las tardes apaciguando un tanto los sones grises que marcaban tu ausencia.

Jorge Serra-Buenos Aires- Argentina

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SANDRA GUDIÑO

Viernes luz esquiva parece como si el sol hubiera salido por el ángulo equivocado. Abro último mail adjunta poemario y desnudeces en sepia. Envuelta en intimidad enferma de hoja en blanco: te leo. Ya no soy ni hoja atiborrada de tachones tampoco codo estrecho en la escritura no gallardete mucho menos faro no luminaria ni equipaje tampoco frontera. Cielo viejo el corazón babea algo como nubes 66


crispadas: ya no soy no. Desvencijada veleta clamo vientos y apago la máquina.

Sandra Gudiño -Santa Fe- Argentina Núcleo Editorial De l’aire, 2016

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NYDIA OVALLE EN EL TIEMPO...

Viajo en la fantasía de un libro, páginas impregnadas de esperanza, de universos... de amor. Se infiltra el sentir de personajes que marcan la vida, en compañía de mundos imaginarios. Giran palabras eternas y divinas, arte de vivir con pasión; dolor, alegría y muerte. El drama de paraísos perdidos, reencuentro de incansables aventuras. Leer es contagiarse de algo incurable: ¡la pasíon por el descubrimiento! Es reinventar el mundo interior, botar la ignorancia... Nydia Ovalle- Ciudad de Guatemala- Guatemala. 68


IVANA SZAC

Las calumnias existen en todos lados no es mito el mundo ensucia con mentiras punzantes no siempre es fรกcil leernos las miradas

caminar junto a otros en las calles nos alejamos de las gitanas no queremos que lean nuestras manos ni adivinen el futuro la vida sigue a pesar de que el pasado a veces nos atrapa en remolino.

Ivana Szac- Ciudad de Buenos Aires- Argentina

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MABEL CORONEL CUENCA MIL CARICIAS A DIARIO

Hojas amarillas regadas de otoño, hojas blanquecinas de juventud, hojas con las fragancias de antaño, hojas cargadas de líneas de virtud. Con los dedos, mil caricias a diario, recorro por senderos, cerros y praderas aunque a veces sea sólo imaginario. Al leerte de cualquier prisión liberas. A veces deletreo, y otras veces murmullo, aquellos sentimientos secretos aprisionados en ti en un capullo, con los pensamientos más discretos. Libro eres, así te llaman, así te quieren. Libertador de seres, cuna de ideales. Al abandonarte en los rincones, te hieren. A quienes te leen se los llama intelectuales.

©Mabel Coronel Cuenca. Hernandarias – Paraguay 70


LILIANA LAPADULA ARTE POÉTICA

Como el devenir de una gestación un soplo inicia el juego (amplitud, canal abierto). En ese viaje hacia la escritura las imágenes disparan resonancias y el cuerpo del poema lanza su grito. - De la acción a la creación - De la creación a la acción pero en puntillas tácticamente para que las palabras no se arrojen al vacío. Liliana Lapadula – Buenos Aires- Argentina

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ESTELA MOLINAS BÁEZ PUEDES LEER

Puedes leer el deseo escondido en mi mirada, para entender que traigo el alma enamorada, ganas de tenerte bajo el techo de mi morada, en una noche de pasión, noche tan esperada, sobre sábanas de fuego, con llama fulgurada, y amarte hasta que nos despierte la alborada. Puedes leer la razón de mi constante suspiro, justo, en ese mismo instante cuando te miro, verás, que me embriaga tu aroma que aspiro, y en éxtasis de tu cercanía lentamente deliro, con el corazón rendido, a tu luz en sobregiro, mientras, bebo miel de tu ser cuando respiro. Puedes leer en mis labios, la llama de pasión, que incinera los aires, de nuestra habitación, mientras mis ojos desnudan con imaginación, 72


cada trazo de tu piel, sumido en la tentación, de amarnos, una y otra vez, por esta ocasión, como condenados al deseo, ya sin salvación. Puedes leer que te amo, en versos de poesía, eres tú suave caricia que deshoja mi fantasía, puedes leer en mi piel el sendero de travesía, donde, tu alma entera, se fusiona con la mía, y, será en el libro de la vida, que te escribiría, el poema de amor para que me leas cada día.

[07/05/2017] © Estela Molinas Báez Juan León Mallorquín - Paraguay

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SERGIO RAÚL TRENTINO EL VIAJE

¡Bienvenidas palabras!!! Sonidos silentes Susurros de prosa me atraviesan, Corren urgentes por mis venas, Mantienen intacta mi simiente, Viaje despojado de tristezas reales Donde el tiempo se destruye A mi alrededor… Hago mío la real dimensión de las palabras, Lo que entiendo será mi fuente… lo que pasa desapercibido será mi duelo eterno, Una herida siempre abierta causada por mi propia ignorancia…

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llevaré adelante la ilusión de descubrir La belleza total que hay en tus entrañas, Romance de hojas y palabras De goce y de placer viaje misterioso y sensual Que nos propone leer… Vuela mi mirada enamorada por tus páginas Que se abren para mí y me abrazan como una amante furtiva, libero mis sentidos en ellas, Desandando palabras, enredando historias, Surgen interminables voces, Sangra la vida, sangran pasados contenidos, Sangran memorias y recuerdos… A tus páginas las habitan civilizaciones, sus idiomas, Peregrinos intactos, viajeros aun del tiempo Nostalgias incontenibles vestidas de Vehemencia y pasión… Páginas de luz Liberadora de voces, serás camino y territorio, serás interminable continente, Serás la noche que describa De mil maneras su única hermosura… Poblado de secretos, Tu alma se extenderá en el universo ¡Sagrado libro!! Es hora que cerremos juntos Por un momento los ojos…

Sergio Raúll Trentino / San Carlos Centro / Santa Fe / Argentina

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ANA AGUIRRE LEER…

Leer, deja en paz al alma mía, me serena, me alivia; leyendo, de cualquier problema me olvido. Me adentro en la lectura, me envuelvo en su argumento, soy parte de su trama, soy también su apertura, cuando me ronda el amor, o hago parte del dolor. Un libro de poesías, indiferente de quien sea el poeta, abre mis puertas. Infinitas sensaciones siento al leer un libro, sea historia, o romance, 76


aventura, drama o comedia, realidad o ficción, cada libro tiene una función. Leer incentiva mi intelecto, no es para parecer perfecto, mas, la lectura me agiliza, y mis pensamiento, agudiza. Intento descifrar de un libro su contenido, aprendo el placer de la lectura, vibro con encontrados sentimientos, y comprendo que, no estamos solos, cuando las palabras salen de la boca, identificando las letras que nos convocan. Leer es viajar por el mundo entero, libres como el viento, sin ataduras en el alma, llena de paz, y de calma, el corazón y el pensamiento.

© Ana Graciela Aguirre Núñez Pedro Juan Caballero – Paraguay

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GRACIELA DIANA PUCCI PRESENTE

Ă vidos los ojos ante la fĂŠrtil lectura que inunda mi mente el alma se nutre y dibuja paisajes nunca vistos que perduran en el cuerpo vagando sobre mi piel cubierta de letras ignoro silencios.

Graciela Diana Pucci- Buenos Aires- Argentina

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AYMARA ARUWIRI LEER

Leer la luz de las tinieblas el relámpago de una tormenta los inviernos de mi corazón. Leo el polvo de los pasillos abandonados las mentiras de tu mirada tus palabras ocultas. Leo la oscuridad de los días. Leer… para que la vida no se me acabe.

-Aymara Aruwiri Ciudad de México Página de Facebook: “El corazón en la barbarie” 79


DANA LAILA AVENTURA

Tomo mis patines me deslizó en la imaginación. Me voy a otros mundos de armonía , de melancolía, de historias emocionantes. Vivo ese momento por única vez y aunque lo vuelva a vivir no será igual que la primera. Cuando me siento y leo, vivo la magia de ser yo y muchos más. Cuando leo mi chispa florece invento nuevas primaveras.

-Dana Laila 11 años de edad Ciudad de México. Página de Facebook: El Mundo Dan 80


MAR DE FONDO LUNSKA

Tus poemas viven —gráciles, aterciopelados—, acarician mi pensamiento, se posan en el recuerdo: aún no te fuiste del todo, Lunska Nicori. Te leo: leer es, al fin y al cabo, sentirte. Regresas de pronto, en el hallazgo de unas líneas de inspiración, de entre las páginas de un libro que te dedicaron… Y me abrazas una vez más con tu aliento. Beso la tinta de las hojas, como si pudieran llegar mis besos a tus letras y así hasta tu mano, al pulso sensible que dio origen a tu brillo inmortal. Mar de Fondo (Mar García Treviño). Murcia, España.

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RELATO

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ETHEL SAAVEDRA GARCÍA PROHIBIDO LEER

A mis escasos seis años entraba con sigilo a ese lugar sagrado llamado biblioteca. Había muchos libros. De algunos de ellos emanaba un olor a ceniza, un olor a humedad, producto del incendio de mi casa paterna. Ladeaba mi cabeza para leer los títulos y ante la presencia y voz de mi padre que me decía: “Ese libro no lo puede leer” y a mi pregunta ¿Por qué? Su respuesta era: “No son libros para usted”. ¡Y cuánta razón tenía!, qué iba yo a entender a esa edad, temas como Medicina, Sociología, Sicología, Filosofía e Historia del mundo. Sin embargo, mi curiosidad no la podía contener. Sabía que los libros guardaban secretos insospechados. Un día coloqué mis manitas sobre un libro titulado: “Aura o las violetas”, pero de nuevo mi padre dijo: “Ese libro está prohibido”. Mi mente infantil relacionaba las violetas que mi madre cultivaba y que yo, con mucho cuidado hojita que caía la resembraba para fortalecer más su colección. No entendía cómo ese libro que hablaba de violetas era prohibido. Esa fue la espina que enarboló mis deseos de leer y me hizo suponer que en los libros había información importante que yo tenía que descubrir. Secretos insospechados, lecturas que mi ser pedía con vehemencia. En mi adolescencia (al escondido) y con la palabra prohibido que seguía en mi memoria, empecé a leer a Corín Tellado, mi juventud se alimentaba 83


con las historias que ahí leía, era un mundo nuevo, lleno de pasión que satisfacía mi necesidad de conocer el mundo, de conocer personajes que tenían otras vidas diferentes a la mía. Luego la palabra “prohibido” desapareció cuando empecé a trabajar. Compré libros y entré al mundo de la magia, al mundo del conocimiento, una nueva visión de la vida ante mis ojos. ¡Qué feliz me sentía!, devoraba libros. Algunas veces abría los ojos y quería saber cómo continuaba la historia. Qué pasaba con los personajes a los cuales les seguía su ruta o en qué terminaba la lectura en la cual estaba inmersa. Así, ante la prohibición y el olor a ceniza, se despertó mi amor a la lectura, y años más tarde me introduje en el mundo de la escritura.

Ethel Saavedra García Colombia

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RAFAEL BAILÓN RUIZ EL ENIGMA DE LOS LIBROS

Pintor que usa la voz en lugar del color, la pluma en vez del pincel y pretende atrapar al lector. Páginas que empiezan a ser vestidas con elegantes ropajes, avanzando para crear universos o mundos paralelos bien distintos a una sociedad inmersa en conflictos sin razón, en una desigualdad que coloca a algunos en una posición de inferioridad frente a quienes únicamente tienen privilegios. Invitación con un mensaje claro: LEER. La sonrisa del destinatario del poema, ensayo,obra de teatro, cuento o novela denota un sentimiento que crece conforme se acerca el final. Hoy, 23 de abril, manejo mi dócil pluma en busca de nuevas historias. Durante horas, me convierto en arquitecto o constructor de castillos de letras, de lugares en los que te puedes sentir príncipe, pícaro, princesa, ninfa, truhán, sirena, mosquetero, ladrón, escudero o caballero. Ser escritor te convierte en intrépido viajero que no necesita volar por el aire ni ver como anidan las aves o germinan las flores. Aflora la curiosidad, el querer saber qué pasará. Es el enigma de los libros que parecen decirme: “Mañana más si decides continuar”. Rafael Bailón Ruiz- Granada- España

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MILAGRO HAACK EL BORRADOR DE CUENTOS

“En cambio, al duende hay que despertarlo en las Últimas habitaciones de su sangre” Federico García Lorca

Cuentan que por las noches sale de su palacio en compañía de una cadena de duendes sin darse cuenta. Junto a ellos, muerde las palabras, mientras acosa los mensajes despiertos en el santo muro de una hembra, secándolos. Cuentan que hace tiempo nadie la ha vuelto a ver, menos los cambios de los cambios del brazo de su amado río, pariendo alegorías. 86


Cuentan, que los disimula por su derrame cultivo dentro del laberinto de -u- otro borroso sótano. Muchas noches la seguí, el asombro me escolta aún, trataba de borrar cada signo y sólo chispeaban aún más frente a sus ojos llenos de cólera. Los ojeé casi todos, los leía cada noche, nítidos en el mismo muro. Ahora comprendo, que los cuentos se vuelven cuentos porque se alargan, vaciando el amago de los duendes, oprimiendo aquel ser, sin rostro, para reclamar y volver a zurcir todo el escenario de -su- Ella presencia.

Milagro Haack Del libro inédito: La Carta de pasar en silencio Valencia. Venezuela

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YOLANDA FERRERA SOSA LA CARTA

No pudo dormir en toda la noche. No acostumbraba recibir cartas, pero la que descansaba a su lado, justo al lado de la almohada, le quitó rotundamente el sueño. El hombre peinaba ya muchas canas. Vivía humildemente y su vida era una repetición de costumbres, Su única compañía era un perro, casi tan viejo como él: inseparable en sus caminatas por el pueblo, al cual limpiaba de inmundicias. Empujaba el carrito no siempre de la misma manera, de acuerdo a como se le presentara la jornada. Más rapido, cuando se acordaba de alguna lejana alegría. Lento y a regañadientes, cuando el pesar se le posaba en el alma. “Esta carta…esta carta. Viene a descompadrarme el día” ―pensaba, mientras se incorporaba del camastro. Miró nuevamente el sobre, coronado por un sello muy pequeño. Lo tomó lentamente y le dio varias vueltas, como si con ellas, lograra descifrar el significado de aquellas letras estampadas en el sitio del destinatario. Por lo general, el hecho de no saber leer ni escribir ―algo asumido como normal en su vida― había dejado hacía mucho tiempo de ser un problema para él. ―No hay empo para escuelas, hay que buscar la plata ―le llegaba la voz del padre desde la lejanía de su infancia. Y así transcurrió su vida, carente también del propio deseo de sumergirse en aquel mar de letras y números, incomprensibles, enigmáticos…inabordables. Conoció del mundo, del cercano o del más lejano, gracias a las palabras habladas. Las otras, surtidas en libros, periódicos u otras superficies, seguían siendo inaccesibles maneras de rebasar la limitación de sus 88


conocimientos. Alguna que otra vez, se dolía de ello. Entonces se refugiaba en la conformidad. Y ahora…esta carta. Siempre habrá quien me la lea ―reflexionó mientras preparaba la coladera del café. El perro jadeaba a sus pies, se enroscaba sobre sí mismo y trataba de atraer su atención para hacerle recordar el esperado bocado de lo que hubiera. ―Ven viejo ―le murmuró― un poco de leche con pan pa’ ti… otro poco pa’ mí. Después, sorbo a sorbo, terminó su desayuno sin dejar de mirar la carta, ahora sobre la mesa. ―Pero no me gusta que se enteren de mis cosas. Sabrá Dios lo que dice ahí. ¿Y si me avisan de una herencia? ―Se rio para sí mismo. En este mundo sólo le quedaba su perro, que ya terminaba de lamer el plato. ―Pero las herencias no son sólo dadas por parientes. No le he hecho nada malo a nadie. Favores sí me deben. Quizás los de la casona de la esquina se acordaron de mí. Hace poco se murió el viejo, ¡tan forra’o de dinero! Nunca se negó a cortar allí el césped, ni podar los árboles. Ni hacerles mandados a la señora, a cambio de unas pocas monedas. ― ¡Agarraos que son! Pero, ¿quién sabe, a lo mejor se les aflojó la conciencia. ¡No! ― con nuó― De esa gente no puedo esperar nada. Tiran siempre pa’ ellos. Tomó nuevamente la carta en sus manos. Hacía mucho tiempo que no lo dominaba esa sensación de impotencia. ¿Qué le mandaban a decir? ¿Quién? ¿Había hecho algo malo? ¿Era una citación? ¿Una advertencia? ¿Guardaba una noticia buena o mala? La habían tirado por debajo de la puerta. De hecho, no estaba Certificada. ―Me quitó el sueño la puñetera. A lo mejor, ni es pa’ mí. El cartero o quien la dejó, seguro se equivocó. Sí… ¡es eso! Es la primera que recibo en toda mi vida. La mañana avanzaba y se le hacía tarde. Ya quedaba atrás la madrugada, cuando salía con el carrito de la basura y su perro, a recoger los desperdicios por cunetas y parques. La voz le salió ronca y baja: ―Mejor te quedas ahí ―dijo― a la vez que rompía la carta en varios pedazos los cuales fueron a parar al fondo del depósito sobre ruedas― No me quitarás más el sueño Cerró la puerta y, como todos los días, emprendió la misma rutina. Sólo que, a partir de entonces, además de su viejo perro, le acompañaría ―aunque no quisiera― una pregunta que jamás tendría respuesta. Yolanda Ferrera Sosa.Cubana residente en Miami, U.S.A. 89


MARGARITA POLO VIAMONTES REGALO DE LAS ABUELAS PARA ABBY

Me recuerdas a mi abuela Caridacita, ella era como tú, se podía caer el mundo que no se enteraba mientras estaba leyendo ―me regaña mi madre disgustada porque hacía mucho rato, estaba llamándome para el almuerzo, y yo desde la mata de guayaba, donde me escondía para leer en mi niñez, no le respondía. Luego por enésima vez me cuenta: Caridad Revolta, madre de mi madre, era una mujer delgada bajita como yo, con una agilidad tremenda para el trabajo. Recogía toda la ropa que iba a lavar bien tempranito en la mañana, hervía la blanca con añil en una lata sobre una hoguera, luego lavaba y almidonaba, cuando recogía la ropa de las tendederas ya tenía las planchas listas. Al terminar, se bañaba y se vestía con su camisón de hilo blanco bordado por ella, ponía el taburete recostado al tinajón del patio, se acomoda para leer, y había que olvidarse de ella, hasta que anochecía no te oía. 90


Un día llegó una de esas cartománticas a la casa, una gitana llena de argollas y collares para leerle a la gente crédula, la buenaventura. Se cansó de tocar a la puerta de la casa, Dolores, mi madre, le dijo: “Mamá, ¿tú no escuchaste que tocaban la puerta?” y bajando un poco a la punta de la nariz sus espejuelos le dijo: “Si mija, ya yo comí” y siguió leyendo sin enterarse de que le habían dicho otra cosa. Así eres tú el mundo se cae alrededor y ni te enteras, ―¡Espabílese mija, que no llegará nunca a nada, con esas boberías suyas! ―Recordé la anécdota, cuando mi hija Súsej me cuenta sobre mi nieta Abby Muller: Mami, ya no sé qué hacer con mi hija, la llamó miles de veces y no me responde. Cuando voy a buscarla, puedo encontrármela para que no la molesten, lo mismo dentro del closet de su cuarto escondida, debajo de la cama o en el sótano, leyéndose un libro. Ahora colocó una hamaca en el árbol de cherry japonés en el patio, allí se olvida de todo y de todos, no hay quien le saque de su lectura. Claro Mami, yo tengo algo de culpa, pues hice como tú con nosotros: desde pequeña, cada noche para dormirla le leía libros infantiles, un día comenzó a leer sola en español sin saber apenas el idioma, y luego en inglés. Ahora no son libros pequeños, son grandes volúmenes y como le gusta ir a la biblioteca pide el préstamo de tres al mismo tiempo, y los lee al unísono. Incluso, hace poco oyó en mi auto un audio libro, que yo escuchaba mientras manejaba para llevarla al gimnasio, a sus clases de canto, música y danza; se interesó por éste y no me dejaba oírlo a solas. Le expliqué que existía un libro impreso, lo buscó en la biblioteca y comenzó a competir conmigo de quien lo terminaba primero, no conforme con ganarme la apuesta, buscó más sobre la temática. Aunque le advertí que no leyera sola lo relacionado con el fascismo, pues era muy fuerte para su edad, me desobedeció. Entonces cuando la escuché sollozando en su habitación, le expliqué nuevamente que a cada edad se debe leer lo que se necesita saber, y me abrazó dándome la razón. ―¿Qué puedo hacer, Mami? ―Súsej, como decía mi padre: “lo que se hereda no se hurta” Abby, no heredó los apellidos, de sus abuelas maternas, de anteriores generaciones, pero si el don divino por la lectura. Tú lo heredaste antes, ahora haces bien, velando de cerca lo que lee, para que no se altere el ciclo de libros para su edad. Margarita Polo Viamontes. Cubana, radicada en Miami, Estados Unidos. 91


ROXANA ROSADO JAMÁS ME MIRASTE

No quiero que leas la palma de mi mano, ni que viajes por mi mente. Jamás me has entendido, todo ha sido un enredo de palabras para ti lo mejor lo has borrado, lo peor que me ha sucedido no he podido olvidarlo, ni siquiera perdonarlo

Porque te encargas de leerme una a una las historias más oscuras de mi pasado tal vez para que caiga mi fe y mi espejo se rompa en mil pedazos y después mis sueños se corten al igual que mis venas al intentar unirlos, confundiendo en mi historia el ayer con el presente. 92


No digas –en tu locura y sueños de grandeza- que eres mi mesías, porque no lo eres. Eres un simple mortal al que le he puesto sin pensar una pluma en sus manos Para que escriba sobre mí lo que se le antoje Sin reparo, sin medida, sin remordimiento, porque éste no lo conoces aunque reces mil aves marías.

Tengo mil razones para dejar de verte, de tocarte, de hablarte Para olvidar cada uno de los pasajes que me has leído desde mi nacimiento Dices que estuviste ¿acaso te sentí mirar mi alma alguna vez? Todo está disfrazado entre las líneas de tu pensamiento.

Te seguiré viendo -quizás mientras duermes- no te preocupes, no puedo abandonarte -aunque quisiera volar hasta el universo siguientepero a partir de éste momento para mi alma ya no existes.

Es la única forma que conozco de salvarme he intentado de muchas formas borrar nuestras páginas y reescribirlas pero es imposible, aquí eres tú o yo ambos no cabemos como protagonistas en la misma novela.

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Arrebato el libro de mi vida de tus manos la única que podrá escribir en sus páginas suaves y leer sus líneas alegres y tristes la que podrá hacer un juicio para condenarme o perdonarme, cerrar sus páginas o continuar seré yo.

Empezaré una novela en un libro nuevo, y cuando esté lista, podré leer –en el libro antiguola que ya lleva mi nombre.

Ahora extenderé mis alas negras. Sí, muy negras como la noche porque los ángeles también tienen ese color de plumas, de sueños, de lágrimas el color sin luz también lo creó el Universo y nos protege para que escribamos una nueva historia.

Roxana Rosado. CM- México

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ISSA MARTÍNEZ LLONGUERAS BINOMIO SAGRADO

Al abrir la ventana la miré: flaquita, con los cabellos lacios y largos cubriendo parte de su cara de niña. El libro de portadas color crema sobre su regazo, mientras su cara se transformaba en mil gestos apenas perceptibles cuando sus ojos recorrían los renglones del libro. Sus lágrimas humedecieron mis ojos, sus manos sosteniendo el libro como pequeña madre protectora, me despertaron el deseo de abrazarla. Su sensibilidad infantil, visualizada en aquél paraje de las hermanas March, que renunciaban a su desayuno navideño para regalarlo a los Hummell, trajo todo mi pasado a mis huesos. Y ahora soy de nuevo aquella niña descubriendo el mundo de un libro, de la primera historia leída. Sus personajes llegan nítidos junto a sus voces, y vuelvo a enamorarme de Josephine March, porque era tan yo como mirarme en un espejo, vuelvo a gozar de la dulzura de Margaret y lloro nuevamente al evocar los enormes ojos moribundos de Beth, recordando, también, a la caprichosa Amy que se convirtió en maestra de mi vida. Suspiro de amor cuando me convoco llorando con el libro cerrado sobre mis piernas al finalizar la historia, y con la mente queriendo controlar lo incontrolable, como si reescribiera la novela, siempre sumergida en otro mundo, ese mundo propio que se inventa paralelo a la realidad, mientras cada letra leída se vuelve palabra, y cada palabra una oración, y cada oración una imagen, y así, imagen tras imagen: se camina infinitamente y para siempre por esos senderos que sólo las letras y la mente son capaces de crear, como un binomio sagrado e inviolable. Issa Martínez Llongueras. Playa del Carmen, Q.R. México 95


MAITE GLARÍA PEDRO Y ELEGGUÁ

Tenía 13 años y se llamaba Pedro, era uno de mis alumnos en la clase de Español de octavo grado, en la secundaria René Ramos de mi pueblo, Ciego de Ávila, allá en Cuba. Era tan prieto que brillaba como esas figuras de ébano pulido que venden los artesanos. Hermoso y fuerte aunque no muy alto para su edad, sus rizos rebeldes eran un marco perfecto para su pícara cara adolescente. Con sus labios gruesos, su nariz ancha y los dientes más blancos que he visto en toda mi vida podría ser pintado como un pequeño Elegguá, ese orisha yoruba que se representa como un niño y que en la santería se sincretiza con el Santo Niño de Atocha o con san Antonio de Padua. Era lo que llamábamos un chico algo problemático, siempre inventando maldades, haciendo ruido en clase, y hasta una vez me hizo “un chiste” poniéndome un sapo verdinegro en mi escritorio. Del susto di un tremendo salto y todos se rieron, pero Pedro, burlón y payaso, se arrastraba por el suelo, apretándose la barriga y llorando de tanto reír. Yo le dije que saliera del aula, pero no me hizo caso. Era yo por esa época, una maestra demasiado joven e inexperta y no supe qué hacer más que irme del aula y meterme en el baño a llorar. Pasó 96


un rato y una alumna me fue a buscar, me dijo que ya Pedro se había calmado y que Alberto sacó el sapo para el jardín. Regresé apenada y confundida pero al ver la cara de Pedro con una pequeña mueca maliciosa, me llené de valor y terminé mi clase. Me fui enojada a casa, pero no con Pedro, sino conmigo misma, porque no supe reaccionar correctamente. En aquella época y desde siempre, inclusive ahora y a través de tantos años, he sido muy crítica para conmigo y he pasado tiempo buscando la manera de ser cada día mejor, y quizás por eso he leído mucho. Bueno, por eso y porque en casa había muchos libros, libros de todo tipo y temas, pequeñas enciclopedias en formato de bolsilibros, clásicos de la literatura universal, libros de astronomía porque mi hermano mayor eso quería estudiar. Yo prefería un tomo enorme y pesado que muchos recordarán porque en casi todas las casas de mis amigos había uno, se llamaba El guardián de la salud, y tenía muchas fotos e ilustraciones de enfermedades que yo soñaba alguna vez curar. Pero mi alma de niña se quedó hechizada con aquellas lecturas de La Edad de Oro, de nuestro José Martí; Corazón, de Edmundo de Amicis; Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez; El Libro de la selva, de Rudyard Kipling; El principito, de Antoine de Saint-Exupéry; Oros Viejos, de Herminio Almendros, y luego, ya adolescente, soñé junto a Verne, Stevenson, Andersen, Twain, Dafoe, Carroll, Perrault, Jack London, Swift, Dumas y Conan Doyle, entre muchos más. Decidí entonces que estudiaría Literatura y que además impartiría clases de esta asignatura cuando empecé a leer -y ya no pude parar- a los grandes: Dostoievski, los Tolstoi, Gogol, Shólojov, Kafka, Lovecraft, Boccaccio, Shakespeare, Poe, Truman, Cortázar, Quiroga, Eça, Calderón, Clarín, Blasco, Mérimée, Gallegos, Víctor Hugo, Cervantes, Lope, Benito, Voltaire, Descartes, Dante, Moliere, Maquiavelo, Goethe, Benavente, Sófocles, Balzac, Zola, Maupassant, Virgilio, Ibsen, Henry y Arthur Miller, Agahta, las Bronte, Jane Austen, Anatole France, Carmen Laforet, Laura Devetach, Ethel L. Voynich, Dickens, Wilde, Asimov, Virginia Woolf, Toiken, Eco, Hemingway, Faulkner, Sarmiento, Flaubert, Melville, Stendhal, Elisaveta Drabkina, Bradbury, Mann, Marx, Chéjov, Joice, Proust, Jorge Isaacs, Suskind, El “Gabo”, Isabel Allende, Cela, Lezama, Saramago, Sartre, 97


Huxley, Rulfo, Sábato, Vargas Llosa, Octavio Paz, Dora Alonso, Portuondo, Milán Kundera, Alice Munro, Carpentier, Serpa, O’Neill, y más. Y a la par, disfrutaba de la poesía que entró en mí como un huracán con Homero, Martí de nuevo, Darío, Lord Byron, Espronceda, Buesa, Mistral, Tagore, Pushkin, Machado, Miguel Hernández, Dulce María Loinaz, la Avellaneda, Heredia, Zequeira, Juana de Ibarbourou, Bécquer, Lorca, Baudelaire, Rimbaud, Alberti, Whitman, Nervo, Claribel Alegría, Gioconda Belli, Sor Juana, Alfonsina, Aleixandre... He seguido siempre fiel a muchos en la poesía, en el teatro, la narrativa, el ensayo y en cada creación literaria, ficción o no, que ha surgido o surge de sus manos: Vallejo, Fina García, Benedetti, Huidobro, Borges, Vallejo, Neruda, Abilio Estévez, Fornet, Vitier, Retamar, Galeano, Onelio Jorge, Eliseo Diego, Mirta Aguirre, Guillén, Estorino, Brene, Fayad Jamís, Lydia Cabrera, Leonardo Padura, Rodolfo Torres, y más, muchos más. Pero sigamos con Pedro, su piel de seda negra, su comportamiento inquieto y su indisciplina juvenil. Pedro, ese chico me seguía recordando al orisha Elegguá, cuya leyenda conocí por el libro El Monte, de Lydia Cabrera, una gran antropóloga cubana, considerado por muchos como una obra maestra de la etnografía, una especie de Biblia de las religiones afrocubanas. Y una chispa se encendió en mi mente. Busqué el libro en casa y no lo hallaba, seguí buscando y esa noche recordé que lo había prestado a una amiga. Recuperé El Monte y lo llevé al aula, le pedí a Pedro que se quedara un momento al final de clase. Y se quedó. Le dije lo que pensaba, que se parecía a Elegguá, que según la religión Yoruba, es el dueño de los caminos y el destino, es el que abre o cierra el camino de la vida, la prosperidad, la felicidad, la suerte o la desgracia, que es muy travieso y su nombre significa "el mensajero príncipe”. Claro, ya él había oído ese nombre porque la religión Yoruba se sincretizó con la católica en Cuba, desde los tiempos de la esclavitud y cada santo católico tiene su homólogo yoruba, así Oshún es la Virgen de la Caridad del Cobre, Changó es Santa 98


Bárbara, Obbatalá es la virgen de las Mercedes y así cada deidad tiene su nombre en ambas religiones. Le expliqué lo que es una leyenda, le dije quién era la autora del libro, y lo que hacía la profesión de antropología. Le dije que leer buenos libros podía encauzar esa energía suya, su chispa jocosa, sus ganas de bromear, de reír y hacer reír a otros, que leer lo haría crecer desde adentro, conocer otros mundos, otras gentes, otras épocas, y le presté El Monte con la advertencia de que me lo cuidara y devolviera. Pedro no solo leyó ese libro sino que me pidió otros, y no se volvió más tranquilo pero su avidez por la lectura ayudó a su disciplina y a su crecimiento personal. Siguió haciendo chistes pero eran un poco diferentes, con una especie de halo de conocimiento que nunca más lo abandonó, y así creció. Hace años que Pedro no se parece físicamente al pequeño Elegguá pero quiero creer que leer muchos, muchísimos libros, abrió su camino y lo ayudó a labrar su destino. Su trabajo en el Instituto de Antropología de Cuba, como antropólogo e investigador, es muy destacado y entre muchos otros, ha participado en el proyecto titulado “La construcción de un discurso antropológico de la religión de antecedente Yoruba en Cuba (Complejo religioso Ocha-Ifá).” Maite Glaría. Cuba-USA

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RODOLFO TORRES LEER, ESA PALABRA MÁGICA DE NUESTROS DÍAS

Cada pueblo posee expresiones propias. Con el vocablo Yakamoz los turcos se refieren al reflejo de la luna en el agua. Para decir lo mismo en español usamos varias palabras pues no basta con Rielar. Morgenfrisk es palabra danesa que indica sensación de reposo luego de una noche sosegada. Pisanzapra alude al tiempo en que puede comerse un plátano, en Malasia. Curglaff es, según escoceses, el chocante efecto al entrar en agua fría. Utepils es sueca y significa beber cerveza a cielo abierto el primer día caluroso del año. Tsundoku es japonesa para el hábito de comprar libros puestos en un estante y jamás leídos. Kundung es coreana para el viento que mueve la cima de los árboles. Petrichor es inglesa para el olor de la lluvia sobre la tierra seca. Iktsuarpok es inuit para cuando alguien no puede dejar de ir a la puerta a ver si acaba de llegar lo 100


esperado. Abbiocco es italiana para la somnolencia por una opípara cena. Sich Fremdchämen, en alemán, es avergonzarse como espectador de la conducta o características de alguien para quién la pena le es ajena. En español tenemos ejemplos: Sobremesa es seguir a la mesa luego de haber comido. Y los cubanos decimos Rascabuchear o Rascabuchar a curiosear en las intimidades de una mujer, aprovechándose para ello de las oportunidades y descuidos de su persona. Existe Fisgonear pero no expresa lo mismo. Sé de las palabras enumeradas porque leí las letras impresas en la páginas de papel que son parte de una de las ediciones de la revista alemana Lisa, en la que uno de sus redactores se hace a su vez eco de la lectura de las letras impresas en las páginas de papel que constituyen el libro “Palabras incomparables” (Einzigartige Wörter) del autor David Tripolina. He sido machacón en lo de “leer” “letras impresas en páginas de papel” porque el verbo que nos ocupa va en muchas direcciones y no solo en la de que el lector se informe o disfrute de los textos redactados --en papel o pantalla--, aunque sea esa la acepción más extendida en la actualidad. Me acuerdo de que siendo yo niño tenía un perro que conocía el significado de muchas palabras y hasta “leía” gestos y miradas. Por eso, abolimos la voz “baño” en su presencia porque aquel tipo tenía terror pánico al agua y volaba cuando el término entraba en sus dos orejas peludas. Bueno, como algunas personas en esta fría región del mundo, solo que éstas por desgracia jamás desaparecen. Pero lo bueno de esto era que el querido cuatropatas ladrador “leía” los arreglos bañísticos aun cuando se hiciesen a hurtadillas. Es posible que nuestros gatos no sean inteligentes, pero saben “leer”. Basta que miremos hacia la puerta que da al balcón y allá van ellos, locos por el sol, convencidos de que les abriremos aunque afuera se quiebren el concreto y las barandas de hierro por el efecto de la congelación. Con esos ejemplos me reafirmo en la idea de que hay muchas lecturas, como la que hace el médico especialista de un electrocardiograma; de las manos por los quirománticos; de los naipes por los cartománticos; del Ópkuele por los Babalaos; de los cocos y el Diloggún 101


por la Iyalocha o el Babalocha; de los palitos chinos; de la taza de café acabada de beber en cuyos restos, al fondo de la misma, están los vestigios para la adivinación; de las bolas de cristal; de los espejos mágicos… Y muchos otros ejemplos que no recuerdo o de los cuales ni siquiera he oído de sus existencias. He dado esta vuelta porque un pequeño grupo de cubanos habíamos arribado con las últimas luces de un día helado y húmedo a la ciudad de Nova Lisboa, Angola, a inicios del año de 1976, en un tren larguísimo que traía armamento y municiones. Cuando al fin se detuvo bajo la llovizna que nos calaba lo huesos, saltamos a tierra con nuestros fusiles y las pesadas mochilas a las espaldas, en busca de algo que comer y un sitio seco para pasar la noche. Lo primero estaba resuelto porque un jefe había sido previsor y la comida nos esperaba caliente y recién hecha, además de un enjambre de angolanos de todas las edades, tamaños, colores y sexos atraídos por los olores que se desprendían de la cocina de campaña. De veras que no se podía dar un paso para acercarnos al cocinero y nos sirviese en nuestras vasijas de aluminio, digo las que iban acopladas a las cantimploras de cada cual. Aquella situación me daba pena, lástima y rabia. Pensé que el cocinero, un cubano grandotote, negro y forzudo debía de estar acostumbrado porque ya no se los quitaba de arriba, pero tampoco les daba del contenido de las enormes y humeantes marmitas. Se me ocurrió que para él no sería ninguna molestia porque vivía al lado del puchero, probablemente con la panza llena. Pero para nosotros era torturante porque habíamos andado días enteros entre hierros, era nuestra primera comida caliente en muchas horas y para acercarnos a ella y a los cucharones que la transportarían a los platos estábamos obligados a saltar por sobre la barrera humana o apartarla con furia, aunque esto último no funcionase de ninguna manera. Estaba yo cavilando qué o cómo hacer cuando “leí” en ciertos movimientos lo fácil que era agenciarse el condumio: un soldado entregó sus vasijas a una de las mujeres angolanas y ella atravesó resuelta la muralla humana para que le sirvieran. El cocinero reconoció el plato de campaña, confirmó que pertenecía a quien levantaba las dos manos y gritaba por allá y escanció abundante potaje, carne y arroz. Yo me apuré 102


en hacer lo mismo, pero no con cualquiera sino con el único que me pareció digno en la compacta masa. Él también me había mirado desde el primer momento pues estoy convencido de que fue capaz de “leer” que yo iba a necesitar de él. Aquel angolano era para mí algo insólito en medio del grupo al que por fuerza tenía que pertenecer. Con espejuelos montados al aire y creo que cristales graduados o eso me parecían a mí desde donde yo le miraba, pelado y afeitado como nosotros, con una camisa de nailon de color blanco hueso y de mangas largas pero remangadas al codo, pantalón oscuro y no rojo o verde ni de enormes patas de campana y tampoco aquellos zapatos de suelas gruesas y tacones altos, sino sandalias hechas de neumáticos de autos y tiras de cuero y, lo más importante, el motivo por el que me había llamado la atención desde el primer momento: un libro debajo del brazo, que cuidaba como un tesoro. Yo deseaba saber de qué trataba el volumen y si conocía a su autor. Traía a mis espaldas una descomunal biblioteca leída desde que era niño, era mi droga, más importante que la comida y el sueño, amaba la lectura y los libros y no podía echar a un lado a alguien, en medio de un país en guerra, que cargase con un libro y lo cuidase como lo hacía aquel joven, a quien le calculé mi edad o dos o tres años menos. Así que le hice señas de que se acercase, pero él ya había emprendido la marcha hacia mí. Era buen “lector” de los gestos y eso me satisfizo porque se trataba de alguien despierto. Ya a mi lado halé por la cantimplora al cinto para desacoplar las vasijas. Él había sido testigo de lo que hiciera el otro soldado cubano y tomó al vuelo lo que yo pretendía. Pero a mí no me bastaba y le pedí que me dejara el libro. Fue casi como un intercambio. Vi entonces que era poesía, de Louis de Camoes. Pues ya yo deseaba leerlo. Era capaz de entregarle cualquiera de mis cosas para tener algo con qué entretener un poco de mi tiempo en aquella guerra que en verdad no era la mía. Pero también yo comprendía, por desgracia para mí, que se trataba de un joven intelectual para quien la pérdida de un libro podía ser dolorosa. Le pedí que fuera a buscar comida, mientras yo hojeaba su preciosa propiedad. Se fue y volvió con las vasijas repletas. Yo tenía dos cucharas y con mucha paciencia saqué un poco del contenido de uno de los dos vasos 103


al otro y viceversa. Hasta que ambos tuvieron lo mismo. Fuimos entonces a sentarnos para también hablar. El portugués no difiere mucho del español y si se tiene buen oído, ganas y alguna imaginación la comunicación es perfecta e inmediata. Recuerdo que le pregunté cuál de los muchos poemas le había gustado más y por qué. Era lo que hacíamos en el taller literario “César Vallejo”, de Ciego de Ávila, mi ciudad natal, con el poeta Raúl Doblado del Rosario al frente del mismo; la confrontación nos obligaba a sacar de cada uno de nosotros las ideas y éstas fueran cada vez más lúcidas. El joven no dejaba de masticar aun cuando hubiese tragado lo que había llevado a su boca, con el rostro gacho y las orejas enrojecidas. Era como si se hubiese trabado por dentro. De repente pareció explotar: “No sé leer”, apuntó deseando que la tierra se abriese bajo sus sandalias. “¿Eh?”, fue lo único que acerté a decir. Me lo quedé mirando de las puntas de los dedos gordos en los dos pies al correcto pelado en su cabeza para detenerme en las gafas constituidas por cristales redondos, sin armadura alrededor de éstos, y las bronceadas y finas patas metálicas hacia las dos orejas. Pensé un momento antes de decidirme a irle arriba. “Permíteme tus espejuelos, por favor”, le pedí pues una idea echaba raíces dentro de mí. Él no entendía y repetí mis palabras a la vez que hacia la mímica de sacarme unas gafas inexistentes y dárselas. Comprendió al fin y me las entregó deseando hundirse más todavía. En efecto, la graduación era mínima en ambos cristales o posiblemente ni existiera. Ya no estoy seguro. “¿Tú los necesitas?”, le pregunté sosteniéndolos por una pata. Agachó la cabeza y escuché un “no” tan pequeño que era casi ilusorio. Me pareció entender luego que había visto a alguien cuyo porte llamó su atención, se enteró de que era un intelectual o algo por el estilo y deseó parecérsele, para lo cual se disfrazó y los demás “leyeran” de un simple barrido visual que se trataba de alguien con peso y solidez. El libro bajo el brazo le apoyaba. Yo mudé mi parecer de la molestia por el engaño a un intenso deseo de ayudarle. Tenía que empezar de cero para que pudiera llegar a dónde él quería y lo mejor era que aprendiera a leer y escribir. El gran 104


inconveniente para el plan que de pronto germinara en mi cabeza era que yo no sabía dónde iba a estar los próximos cinco minutos. Era un soldado, había venido a un conflicto bélico y tenía jefes que pensaban por mí aunque no pensasen. De pronto, el joven me dijo una frase que no se me ha olvidado al paso de los años y no sepa yo si fue en ombundo o en kimbundo o en otra de las muchas lenguas que habla el pueblo angolano. Este fue el sonido que escuché y que intento reproducir ahora, aquí: “Chipepua chipua, chirimbua chibala”. “¿Cómo?” Entonces la dijo en portugués: “El dolor se olvida, todo el mal termina”. Yo “leí” en esas palabras estas otras en mi idioma: “No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”. Aquéllas no eran nada optimistas, como estas otras que tampoco lo son. Y él volvió a disfrazarse para seguir enviando su mensaje a quienes con facilidad pudieran “leérselo”.

Rodolfo Torres, cubano que vive y trabaja en Berlín, Alemania

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CARLOS TORRIJOS QUÉ BONITO

Qué bonito sentarse plácidamente frente al ordenador, para aquellos que como yo, siempre hemos carecido de buena ortografía, y los pensamientos junto a la gramática, se nos amontonaban, teniendo que elegir entre volver a copiar después de darle un repaso, o querer encontrar esa lucida frase que había visitado nuestra mente un instante antes de manera efímera y que ahora por culpa de una v ó una b, se ha vuelto confusa en su estructura. Qué bonito escribir esos versos con delicadeza, tal y como van surgiendo de tu alma, pensando en la persona amada, para luego colocarlos en un orden escalonado, y así dar más sentido a la verdad de lo quieres expresar, e incluso perfilar nuevas palabras, con la intención de no ser repetitivo. Qué bonito hacer llegar tus inquietudes del presente a tus seres queridos, intercalando paradojas y descripciones, para que todos siendo diferentes, puedan reconocer tus sentimientos y al mismo tiempo sentirse abrazados con la misma intensidad. 106


Qué bonito poder plasmar en un Mega, el porqué de toda una vida analizada desde la distancia, para que nunca se te olvide lo que fuiste, lo que quisiste ser, por lo que luchaste y aquello que dejaste olvidado en un rincón de tu mente, sin lo cual nada habría tenido sentido. Qué bonito soñar con la felicidad, cambiar las situaciones más desfavorables por quimeras inventadas, dejar la realidad en un plano celeste volando junto a tu ausencia a un paraíso creado por ti, del que nadie sabe, el que solo tú puedes encontrar simplemente con leer de nuevo las primeras líneas y cerrar los ojos recordando el resto, al tiempo que modificas a tu antojo los detalles más superficiales. Qué bonito leer lo escrito en el pasado y ver que quedó incompleto, pues el día que un pensamiento no tenga más profundidad, nada que pudiera agregarse a cualquier tema para precisar un concepto, dejará de interesarte escribir, pues para nadie, ni siquiera para ti, tendrán interés tus escritos. Qué bonito cuando tus descendientes hallen por error tus memorias y te descubran tal como eras, o como quieras que te recuerden, y puedan comparar lo que escribiste sobre ti y los demás con lo que otros le han contado, y entiendan o no, porqué tus divagaciones literarias tocaban siempre los mismos temas, y al final, cansados de leer puedan sentir admiración o desprecio por tu obra o tu persona, pero sobre todo seguirás despertando sentimientos. Qué bonito volver a leer esto que acabo de escribir y antes de mandarlo a mis allegados, sentir que está incompleto, que sobre este tema podría estar escribiendo todo el tiempo, que gracias a mis tonterías, no solo me voy conociendo poco a poco, sino que me doy a conocer a los demás. Qué bonito sobre todo, saber que aquello que sin querer aprendimos en la infancia, nos servirá para hacer más placentera nuestra vejez.

Carlos Torrijos C.a.r.l. (España)

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CLARA L. MORGADO APRENDER A LEER

I Tenía tres años y su vida en la casona era feliz y protegida; no había deseos incumplidos. Hasta un día, a los tres años, en que se percató que sus hermanos mayores, podían mirar un libro y decir en voz alta “cosas que veían allí”; los dos con exactas palabras. Seguro eso había pasado otras veces, pero ésta, le instaló una inquietud en el pecho que casi la deja sin respiración. La curiosidad la sobrepasó; tanto, que esa noche se levantó con cautela y entró a la oficina de su papá. Miró unos papeles tanto rato, que tuvo que cerrar los ojos por unos instantes antes de poder seguir. ¡Qué cosa tan extraña! Solamente veía ganchitos, palotes y borrones negros; no encontraba nada que se pudiera “conversar”. Entonces, alcanzó un libro que había en el estante de la pared. ¡Claro que tuvo que sentarse! Ya salir de la cama para hacer una incursión nocturna y clandestina la había cansado; mas cuando el libro pesaba tanto. ¡Y cómo le asustaba que la hallaran despierta a esa hora! 108


Miró con toda su atención y después de varias hojas con hileras de garabatos oscuros, encontró un dibujo. Los niños descubren ilusiones donde los mayores solamente ven certezas, así que fue muy feliz. Vio extasiada un sol, una campiña arbolada, y chiquillos jugando en la hierba. Observó un rato cada cosa y trató de pensar cómo contaría ella esa lámina en voz alta. Movió la cabeza al comprender que algo se le escapaba. Tal vez era algún tipo de magia, que ayudaba a “decir” el grabado y los garabatos, sólo a aquellos que conocían la clave de cómo hacerlo; y ella no la había podido descubrir. La tristeza la invadió y su regreso a la cama fue henchido de frustración y sueño. Debía existir un modo de lograr esas ansias que le ensanchaban el pecho; necesitaba descubrir el hechizo, con el que, tenía la certeza, algo extraordinario iba a ocurrir en su vida. Aun no lo sabía, pero después de un curso escolar había vacaciones. Cuando, fiel a la costumbre de escuchar las charlas de los mayores lo supo, se regocijó; sus hermanos estarían en la casa y así ella tendría más tiempo de averiguar cómo se lograba el misterio de entender lo que decían los garabatos. ¡Se sintió tan cerca de alcanzar ese anhelo! Días después oyó otro coloquio de interés; los dos meses, “los niños” irían por las mañanas a casa de la señorita Consuelo, para repasar lo cursado; de paso estarían con sus amigos por lo que seguro regresarían cansados; así que probablemente dormirían la siesta; la tranquilidad de la casa estaba asegurada. Aunque ella era la consentida, nadie conocía su anhelo, ni lo que bullía en su cabecita; ajena a eso, tuvo la certeza de que iría con los hermanos y su objetivo se acercaría más. El lunes, la frustración la golpeó. Los varones se fueron, bulliciosos, con ropas veraniegas; y poco antes de las nueve de la mañana, desde la ventana de la sala, vio cómo se alejaban y doblaban la esquina de la mano del Tata. Su llanto, incontrolable, duró hasta que el anciano llegó de llevar a los nietos y comprar el periódico. Aún alcanzó el estertor de los últimos sollozos. Pero los abuelos se tornan sabios a medida que sus nietos crecen, y el amor por ellos, convirtió a ese viejo, en el mejor defensor de la niña. Ella, fiel a su costumbre de atisbar las pláticas, paladeó con deleite el premio inesperado. Su protector dijo que para ella sería bueno ir; estar con otros niños, dibujar, y sentirse “grande”, como los demás. El despertar fue exultante; en la mesa de noche, había una maletica de cuero y al abrir las hebillas, descubrió tesoros: todos los enseres que había en las de los alumnos “de verdad”, además de un libro con dibujos

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bellamente coloreados, que contenía también, por supuesto, los garabatos que hacían burbujear su imaginación. En el saloncito de clases su primer impulso fue estrenar, uno tras otro, cada objeto que contenía la pequeña valija, pero algo inesperado hizo que lo olvidara, y centrara su atención únicamente en el pizarrón. De nuevo el enigma golpeó su cerebro. Los niños, se paraban uno a uno y “narraban” algo que la maestra había trazado, en la pizarra. Su corazoncito se desbocó al reconocer algunos de los signos misteriosos que ella había investigado sin resultado. Desde ese momento luchó contra el sueño provocado por el madrugón, el deseo de estrenar sus nuevas posesiones escolares, circular por el aula fisgando en los cuadernos de los estudiantes y asomarse a las ventanas. Su atención se centró en descubrir cómo podían los demás hacer eso que le atraía, y qué secreto lo permitía; así, cada día que pasaba, se iluminaba un rincón de su mente. ¡Entendió que los garabatos que acompañaban las figuras de los libros, decían más cosas que los propios dibujos, y que unirlos, ayudaba a saber qué decían! En ese momento, decidió olvidar todo lo que no fuera la pizarra y las palabras de la maestra. Fue así como la experiencia de esos meses, se convirtió para siempre, en la más motivadora, radiante y placentera de toda su vida. ll Tiempo después, ya de vuelta sus hermanos al colegio, madrina llegó a la casa a buscarla. La abrazó y le dijo mientras comenzaba a vestirla, que iban a casa de padrino porque todos tenían muchos deseos de verla. Los lazos del pelo y los zapatos le molestaban, pero no protestó, porque salir con ella era un deleite. Solamente el calor de su mano, y la ternura con que la cargaba cuando ella se cansaba, hacía siempre del paseo un festejo. Después de varias cuadras haló la mano de su acompañante y le dijo, con la naturalidad de la costumbre, que estaba cansada, y hasta alzó los brazos esperando el gesto de abrazarla y auparla. Madrina le hizo saber que ya tenía tres años y medio, y podía caminar sin tener que ir cargada. No obstante, enternecida por su mirada, le dijo que casi llegaban; que al llegar al Gran Cinema, estarían ya a una cuadra de la meta. La niña recuerda su alegría cuando vio el cartel y compartió con su acompañante el regocijo por la inminente llegada. La madrina se descolocó brevemente, y buscando la explicación más obvia le preguntó si había ido con sus padres a ese lugar. La niña siempre recordaría ese momento con exactitud. Claro que no, pero aquel cartel decía Gran Cinema; y lo señaló con un leve movimiento de la barbilla. 110


El recuerdo, a partir de ese momento, subsistió como una secuencia fílmica. Madrina apuró el paso y cuando llegaron a la casa, casi sin saludar, dijo: “busquen un periódico, porque creo, que esta niña sabe leer”. Una revista apareció en segundos y todos rodearon a la pequeña sentada en un sillón, mientras ella escuchaba atemorizada, la frase: “Mi amor, ¿qué dice aquí, por favor?” Ella apretó el dedito sobre la tercera letra de la palabra que encabezaba la colorida portada, y lo deslizó como si quisiera mover la letra al lugar que ocupaba la primera. En voz baja, y algo insegura dijo: Na. Luego lo resbaló desde el principio donde estaba, realizando el movimiento a la inversa para detenerlo en el tercer signo, y dijo un poco más segura: Vi; después, rápido, para terminar de una vez, completó la palabra: Navidades. Se asustó de la reacción de todos a su alrededor, porque era sólo una niña. Pero los adultos, ante el misterio, reclamaban una explicación. ¿Por qué había hecho un truco de birlibirloque con la palabra? ¿cómo sabía unir esas letras, si a ella nunca se las habían enseñado? La duda asaltó a la pequeña, que titubeó entre decir la verdad o echarse a llorar para evadir el problema; lentamente los piececitos se fueron recogiendo debajo de la mecedora. Bajó los ojos y casi susurrando, brindó la primera explicación: “La palabra Navidades es más bonita que Vanidades”, dijo señalando el nombre escrito en la portada de la publicación. Viendo todos los ojos admirados sobre ella, el orgullo la inundó. En ese momento se dio cuenta de la importancia que tendría toda su vida, la decisión de mirar fijo a la pizarra, cuando lo que se esperaba era que dibujara y caminara por el salón. Por eso, levantando la cara con mucho aplomo, más bien con orgullo, dijo la respuesta tan esperada. Con voz lenta y muy clara. Y uní las letras, ¡porque ya aprendí a leer!

Clara L Morgado- Cuba/ Miami- U.S.A

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MARÍA EUGENIA RAPP COMO SI NO SUPIERA QUE LO TENGO VISTO

Cuando uno lee en el subte se pasa del gesto moribundo de la gente que viaja como granos de muchedumbre. Voy enroscado como un feto en la cinta que vacila bajo la ciudad y me dejo tomar por esa familiaridad obligada del contacto con lo ajeno: el vello de un brazo, el muslo comprimido por una pierna arrogante, un codo en las costillas, la pelea por el piso con el zapato de al lado. Estoy cerca pero no es que yo quiera leer la sopa que se traga la lectora vecina, no es que yo quiera espiar con la miga del ojo y mojarlo en el caldo abierto de las hojas, pero ella parece tan entretenida que no puede sentir el insecto que le camina entre las ropas y el pecho ¿De dónde habrá venido ese bicho? La mujer está cerca del viento negro que nos mancha la nuca desde la ventana y es de suponer allí en lo negro, tramando un asalto en el túnel que el subte perfora nuevamente, la comunidad más sórdida y abundante de insectos y de ratas. Pero éste no proviene del túnel ni de 112


alguna suciedad fermentada en el mecanismo del tren. Aparece de pronto, se inventa a sí mismo. Sale de la mujer, como si ella fuera sólo un envase relleno de piojos y estopa, o quizás proviene de adentro del libro. Me pica todo, pero la mujer no se inquieta con la travesía del insecto...estira las antenas para pescar las florcitas estampadas en la blusa y después inicia un descenso por el escote que tiene marcas de almohada, rieles de perfume y astillas de un hombre barbudo. Así desaparece de mi vista, mientras la lectora se acomoda un poco y da vuelta una hoja; me apuro hasta el pie de página antes de que me corten la frase y por el pie de ella asoma de nuevo el bicho, ahora sobre el lustre del negro zapato como una joya en exhibición. Y entonces el subte se detiene en la estación Tribunales y ella salta o más bien resbala de la butaca tratando de capturar la cartera entre las tenazas para no pasar de largo su destino, pero me deja el libro en el apuro, abierto en la hoja indicada para seguir leyendo, donde se posa el bicho, que ahora camina por mi camisa rayada como si no supiera que lo tengo visto, como si no supiera que el libro no es mío. El vagón se mueve abruptamente y yo me agarro de las solapas de cuero porque la historia me chupa, me caigo por el túnel abierto entre sus piernas blancas, allí donde se cosen las hojas y se adivina un espacio finito que sujeta la melena de la historia. Hacia abajo, con una fuerza de succión que la velocidad del subte ayuda a imaginar. El bicho se prende a mis dedos y comienza a deslizarse bajo la uña del dedo gordo; lo veo traslucirse mientras avanza sin dolor, a través de las nervaduras de calcio y la media luna que siempre tuve marcada en la base. Cuando uno lee en el subte se deja tomar al fin por esa intimidad con el insecto hasta detener la caída en la estación terminal.

María Eugenia Rapp- Buenos Aires- Argentina Incluido en Lengua de sopa Editorial El Mono Armado 113


MARÍA TERESA FANDIÑO GOETHE Y SU OCIO LABORIOSO

Los libros llegaron a mí por los colores y los juegos antes de saber leer. Cuando por fin aprendí, formaban ya una parte importante de mi vida; se acumulan de tal manera que mi casa parece a veces, la biblioteca nacional. Recuerdo historias maravillosas que entraron en mi vida poco a poco permitiéndome paladear en libros de antaño, el sabor de la ilusión. Me eternicé leyendo aventuras, historias, cuentos, adivinanzas…Poseí libros maravillosos donde un castillo o un caballo en relieve, se asemejaban a la realidad; uno en especial de adivinanzas donde una figura me señalaba las respuestas correctas a través de un bastón, para lo que habían utilizado un imán. No sabría decir qué historia me impactó más en cada momento; de niña aquel “traje del emperador” que, siendo invisible, dejaba en entredicho la vanidad de quien lo portaba desnudo por las calles; entre otros muchos, “El faro de Alejandría”, la historia de un médico eunuco que, en realidad era una mujer disfrazada; esta historia evidenciaba el triste papel de la mujer en la sociedad, siendo la ignorancia tal, que se lavaban las heridas 114


de los enfermos con agua del bebedero de caballos. Me impactaron los personajes de “Balzac y la joven costurera china”; unos jóvenes que, desterrados, vivían en la miseria; estaban deseosos de leer. Les atraían ciertos libros que estaban prohibidos por el nuevo sistema de gobierno en su país donde muchos libros occidentales habían sido quemados en público. Entre otros autores, Balzac. Cada libro me enseñó y todos representaron un mundo diferente; ellos me ayudaron a olvidar mis penas y a disfrutar de mis días en cada uno de los momentos de mi vida. Leo y me deleito con pequeños detalles, olvido a veces comer y otras dormir; me divierto hasta altas horas de la madrugada. En cada libro puedo identificarme con un personaje y ser lo que yo desee; si viajar a través de la imaginación es uno de los mayores placeres de la vida, también lo son los valores de la cultura y de la libertad que los libros nos aportan. En los tiempos antiguos y durante la Edad Media, las pocas personas que sabían leer y escribir no alcanzaban a comprar libros, resultaban muy costosos; se escribía sobre lino por ser esta una tela manejable. Las bibliotecas se situaban en monasterios y palacios, eran pues inalcanzables, la entrada restringida y la distancia hasta ellas muy larga. En los monasterios y también en las cortes de los reyes se concentraban libros que marcaban ideales, los que interesaban en ese momento; se trataba de dar vida a historias que pudieran acrecentar en el pueblo leyendas, esas que originaban valores patrióticos y aristocráticos al mismo tiempo. Las primeras bibliotecas se crearon sin que el pueblo tuviera acceso al aprendizaje y para los afortunados que accedían a ellas, los conocimientos eran limitados. El resultado era evidente: pueblos llenos de gente analfabeta o inculta. Aprender a leer acercó la cultura al pueblo. Sin embargo, durante algunos periodos de la historia y en diversos países, surgió la necesidad de ocultar lo que no interesaba, se recortaba lo que otros escribían en libertad. Este tipo de actos se han llevado a cabo en casi todos los países del mundo. Leer y escribir, que son eternos amantes, han tenido que sufrir y subsistir en clandestinidad muchas veces, a lo largo de la historia de la humanidad. Acudir a una biblioteca cercana, o leer a través de internet y las redes sociales no deja de ser un lujo que está ahora a nuestro servicio. Un niño que lee mucho, se convierte en una persona que escribe. “Escribir es un ocio laborioso”, que decía Goethe; sin embargo, se convierte en un ocio placentero cuando abrimos un libro, comenzamos su lectura y nos gusta. María Teresa Fandiño-La Coruña, España- Derechos reservados 115


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