Corpus christi c

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«Comieron todos y se saciaron» AMBIENTACIÓN La Iglesia consagra este domingo a la contemplación del gran misterio de la Eucaristía. A lo largo de nuestra vida hemos participado quizás miles de veces en el rito de esta celebración. Es posible que se nos vuelva rutinario, que lo hagamos distraídamente, movidos tal vez por una urgente necesidad o por un compromiso social. Podemos preguntarnos qué nos trae en este domingo a la celebración de la Eucaristía. ¿Una tradición, una costumbre? ¿Sentir que se nos pide como una obligación y que faltar a ella nos puede hacer incurrir en pecado? Cada vez que se celebra la Eucaristía, la Iglesia está haciendo presente el misterio del Cuerpo y la Sangre del Señor. Esa celebración, así sea sencilla y pase desapercibida, es siempre una fiesta. Sin embargo, la Iglesia nos invita hoy a detenernos atentamente a considerar el misterio de la Eucaristía que con fe celebramos diariamente. Este domingo, al igual que otros muchos, nos reunimos para celebrar la Eucaristía y escuchar la Palabra de Dios. Pero hoy lo hacemos en un día sumamente especial, porque celebramos la festividad del «Corpus Christi», que es precisamente: - la festividad del Sacramento de la Eucaristía, la festividad la presencia real del Señor en un poco de pan y de vino, tal como el Señor lo anunció y mandó que hiciéramos.

1. PREPARACIÓN: INVOQUEMOS AL ESPÍRITU SANTO Espíritu Santo, ven a abrirnos la mente y el corazón para que, acercándonos a escuchar la Palabra de Dios, nos dispongamos a acoger y aprovechar el don maravilloso de la Eucaristía; y a descubrir y reconocer la presencia salvadora del Señor Jesús, en un pedazo de pan y en un poco de vino. Amén.

2. LEÁMOS la Palabra: ¿QUÉ DICE el texto? Gn. 14,18-20: « Melquisedec presentó pan y vino» La primera lectura nos remonta a los primeros tiempos del Antiguo Testamento. Por su carácter este texto es especialmente significativo. Los personajes son en primer lugar «el Dios Altísimo», uno de los nombres de Dios en la Biblia. Un sacerdote que al tiempo es rey. Su nombre mismo evoca la justicia divina, no la justicia que castiga sino la 2


justicia que salva. La carta a los Hebreos pondrá a ese personaje misterioso en la línea sacerdotal de Jesucristo Sacerdote (cfr. Hbr. 7, 1-14). Abraham que viene de ganar una victoria y refiere a Dios su triunfo. Elementos nuevos para el rito: pan y vino. No sacrificios de animales sino nueva e inesperada ofrenda significativa de la vida. Y lo propio del sacerdote bendecir (cfr. Hbr. 7, 6-7). Derramar el favor divino sobre alguien de modo que el poder salvador de Dios lo habite. Melquisedec, Rey y Sacerdote sale al encuentro de Abraham y le presenta pan y vino. El representa un culto abierto, sin particularismos. Al no mencionar la Biblia su genealogía, se interpreta como una especial dedicación a Dios y a su misión. La ofrenda del pan y del vino significa un gesto de acogida, de espiritualización del culto frente a sacrificios de animales. Por otra parte, si bendice a Abrahán quiere decir que es superior a él; así, también Jesucristo es más que Abrahán. Finalmente, este «rey de paz y de justicia» ofrece pan y vino para celebrar la victoria y da gracias a Dios. Y eso es lo que el verdadero Melquisedec -Jesús- hizo en el cenáculo, y nos mandó que hiciésemos nosotros: ofrecer el pan de vida y el cáliz de la salvación par a celebrar la victoria de su muerte y su triunfo. La tradición de la Iglesia ha visto en este pasaje un anuncio de la eucaristía todavía en pálida figura. La realidad desbordará infinitamente el signo: ese pan y ese vino serán el mismo Dios encarnado, entregado para la vida del hombre.

Sal. 110(109): «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec» El salmo 110 está organizado así: a) Oráculo inaugural: v. 1. b) Primer desarrollo del oráculo: vv. 2-4. c) Segundo desarrollo: vv. 5-7. El salmo 110 podría hacer referencia inicialmente a la monarquía davídica...El núcleo del salmo está constituido por un oráculo del Señor que proclama los privilegios concedidos a los reyes davídicos en el día de su entronización. El primer privilegio del rey es el de ser lugarteniente del Señor y participe de su soberanía. El segundo radica en su filiación divina, fundada en una adopción por parte de Dios. El tercero es su condición de sa¬cerdote a la manera de Melquisedec, el antiguo rey de Jerusalén y sacerdote de Dios, el Altísimo. Con el transcurso del tiempo, sobre todo después del exilio, es¬te salmo sirvió para alentar la esperanza mesiánica de Israel. Es el salmo más citado en el Nuevo Testamento como testimo¬nio profético de la dignidad mesiánica de Jesús, el rey y sacerdote de la Nueva Alianza. De este salmo afirmó Lutero: «El salmo 110 es el verdadero gran salmo de nuestro bien amado Jesucristo» (Lutero). Melquisedec, rey de Salem (Jerusalén), es un precursor lejano de todos los reyes hijos de David. Jesús es el Hijo de David, su reino no tiene fin, y su sacerdocio no se extingue, porque vive eternamente ante el Padre, intercediendo por nosotros. 3


La entrada del salmo en la liturgia de vísperas, sobre todo, fes¬tivas, ha hecho que se vea acompañado de una gran cantidad de composiciones musicales: Haendel, Vivaldi, Mozart, etc. «Este árbol (Jesucristo) es para mí una planta de salvación eterna de él me alimento; de él me sacio. Por sus raíces me enraízo y por sus ramas me extiendo, su rocío me regocija y su espíritu comí viento delicioso me fertiliza. A su sombra he alzado mi tienda; huyendo de los grandes calores, allí encuentro un abrigo lleno d rocío... El es en el hambre mi alimento, en la sed mi fuente, y m vestido en la desnudez, porque sus hojas son espíritu de vida: lejo de mí, desde ahora, las hojas de la higuera». (San Hipólito)

1Co. 11, 23-26: «Cada vez que coman este Pan y beban de este Cáliz, proclaman la muerte del Señor» San Pablo nos entrega la más antigua narración escrita de la institución de la eucaristía. Un testimonio emocionante de cómo Pablo recibió de la comunidad primitiva, al convertirse, esta tradición «que procede del Señor». La Eucaristía es el bien común de la Iglesia, el banquete en el que ofrecemos y participamos de la muerte sacrificial de Cristo. Pablo dice a los corintios: «Yo recibí una tradición que procede del Señor, la que a mi vez les he trasmitido». Él es un testigo digno de confianza. Todo se inició en la noche en que lo iban a entregar. Es evidente la conexión de esta liturgia con su muerte y su resurrección, no solo en el tiempo sino en la significación. Esa tradición quiere que esta celebración haga presente ese acontecimiento. Tomó un pan, uno de esos que produce la tierra y está en todas las mesas, incluso en las más pobres. Pronunció la Acción de gracias, o sea dijo una oración dirigida al Padre Dios que seguro empezaba por la palabra Bendito. El Padre Dios está presente en la celebración y a Él se dirige. Lo partió. No quiso que cada uno tuviera en sus manos un pan entero sino que todos comieran compartiendo del mismo y único pan que los unía. La comunidad como tal debe celebrar unida, compartiendo, la Eucaristía. Y les dijo: «Hagan esto en memoria de mí». Es la consigna. Repetir no solo el rito y las ceremonias, las palabras dichas, sino el contenido del misterio. Como Cristo, llegar incluso a entregar la vida por la salvación del mundo en unión a su entrega salvadora. Luego hizo lo mismo con la copa de vino. Una vez más, no quiso que cada uno sostuviera en su mano, quizás egoísta, una copa, sino que todos tomaran de una sola copa. Y finalmente san Pablo expresa el sentido de lo que hacen: Cada vez que coman de este pan y beban de esta copa ustedes proclaman la muerte del Señor hasta su regreso. Pablo recuerda la forma tradicional de la Cena, para cortar los abusos que se habían introducido en el ágape que precedía a la misma. Aparece la Eucaristía como memorial y como anuncio de la muerte del Señor. El interpreta su propia muerte: Se entrega «por ustedes y por todos los hombres». 4


Eucaristía es comunión con Jesús y con los hermanos. No es posible una cosa sin la otra. Podemos desconfiar de las celebraciones que no llevan a una transformación personal, comunitaria y social. Los corintios habían perdido de vista esta perspectiva y Pablo les garantiza que ya no están «comiendo la Cena del Señor». A esto podríamos añadir: la comunidad había transformado la Eucaristía en una especie de idolatría de la sociedad establecida, la cual mantenía privilegios y discriminaciones. Por esto, de fuente de vida pasó a ser fuente de condenación.

Lc. 9,10-17: «Comieron todos y se saciaron» PROCLAMACION DEL EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGUN SAN LUCAS

R/.Gloria a Ti, Señor. 10

Cuando los apóstoles regresaron le contaron cuanto habían hecho. Y él, tomándolos consigo, se retiró aparte, hacia una ciudad llamada Betsaida. 11Pero la gente lo supo y lo siguieron. Él los acogía, les hablaba del Reino de Dios y curaba a los que tenían necesidad de ser curados. 12Pero el día había comenzado a declinar y, acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado». 13 Él les dijo: «Denles ustedes de comer». Pero ellos respondieron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente.» 14Pues había como cinco mil hombres. Él dijo a sus discípulos: «Hagan que se acomoden por grupos de unos cincuenta» 15 Lo hicieron así y acomodaron a todos. 16 Tomó entonces los cinco panes y los dos peces y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente. 17 Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos.

Palabra del Señor. R/. Gloria a Tí, Señor Jesús. 5


RE-LEAMOS EL TEXTO PARA INTERIORIZARLO En el Evangelio de hoy vemos que Jesús: - dio de comer a más de cinco mil hombres, - con los cinco panes y dos peces que le presentaron, - después de estar hablando largamente del Reino, - después de curar a los que lo necesitaban, - alzando la mirada al cielo, orando, y pronunciando la bendición, - y recogieron las sobras: doce cestos.

a) Contexto: Lc. 9, 1-52 Nuestro texto pertenece al capítulo 9 del evangelio de Lucas: - Jesús extiende e intensifica su misión por las aldeas de la Galilea y manda a sus doce discípulos para que le ayuden (Lc. 9,1-6). - La noticia de todo esto llega a Herodes, aquel que mandó matar a Juan Bautista ((Lc. 9, 7-9). - Cuando sus discípulos regresan de la misión, Jesús los invita a ir a un lugar solitario (Lc. 9,10). => Aquí sigue nuestro texto que habla de la multiplicación de los panes (Lc. 9, 11-17). - En seguida Jesús hace una pregunta: «¿Quién dice la gente que soy yo?» (Lc. 9, 18-21). - Dicho esto, por la primera vez, habla de su pasión y de su muerte y de las consecuencias de todo esto para la vida de los discípulos (Lc. 9, 22-28). - Luego viene la Transfiguración, en la que Jesús habla con Moisés y con Elías de su pasión, con el aturdimiento y la incomprensión de parte de los discípulos (Lc. 9, 44-50). - Finalmente, Jesús decide ir a Jerusalén, donde encontrará la muerte (Lc. 9, 52). En el modo de redactar el relato de la multiplicación de los panes, Lucas recuerda la Celebración de la Eucaristía que se realizan en las comunidades de los años 80, y ayuda a las personas a profundizar el significado de la Eucaristía en sus propias vidas. Además, en la misma descripción de la multiplicación de los panes, como veremos, Lucas evoca figuras importantes de la historia del pueblo de Dios: Moisés, Elías y Eliseo: de esta manera muestra que Jesús es verdaderamente el Mesías que viene a cumplir las promesas del pasado.

b) Organización del texto: v. 10: Se retiran a un lugar apartado v. 11: La gente reconoce a Jesús y Jesús acoge a la gente v. 12: La preocupación de los discípulos por el hambre de la gente 6


v. 13: vv. 14-15: v. 16: v. 17:

La propuesta de Jesús y la repuesta de los discípulos La iniciativa de Jesús para resolver el problema La evocación y el sentido de la Eucaristía El gran signo: «Todos comieron».

c) Comentario: vv. 10 y 11: La gente busca a Jesús y Jesús acoge a la gente Los discípulos regresan de la misión, a la que han sido enviados (cfr. Lc. 9,1-6). Jesús los invita a retirarse a un lugar solitario, cerca de Betsaida, al norte del lago de Galilea. La gente sabe dónde se encuentra Jesús y lo sigue. Marcos es más explícito. Dice que Jesús y sus discípulos van en barca y la gente lo sigue a pie, por otro camino, en un lugar determinado. La gente llega primero que Jesús (cfr. Mc. 6,32-33). Llegados al lugar del descanso, viendo aquella muchedumbre, Jesús la acoge, habla del Reino y cura los enfermos. Marcos añade que la gente parecía un rebaño sin pastor. Ante esta situación de la gente, Jesús reacciona como «un buen pastor»: orienta a la gente con su palabra y la alimenta con panes y peces (cfr. Mc. 6, 34ss).

v. 12: La preocupación de los discípulos y el hambre de la gente El día comienza a decaer y se acerca el ocaso, la tarde, el anochecer... . Los discípulos están preocupados y piden a Jesús que despida a las gentes. Dicen que en el desierto no es posible encontrar comida para tanta gente. Para ellos la única solución es que la gente vaya a las aldeas vecinas a comprar pan. No consiguen imaginar otra posible solución. El simbolismo de la «noche» como el tiempo de la dificultad para el hombre, extiende el tema a todas las situaciones de necesidad. Es Lucas quien precisamente pone, en esta narración, la frase paralela a la escena de Emaús: la preocupación de los discípulos para el misterioso peregrino «porque atardece» (Lc. 24, 29), es la misma de los doce, en el desierto, por la multitud: «Cuando ya comenzaba a hacerse tarde» (Lc. 9, 12) Entre líneas sobre esta descripción de la situación de la gente, aparece algo muy importante. Para poder estar con Jesús, la gente se olvida de comer. Quiere decir que Jesús debe haber sabido atraer a la gente hasta el punto, de que ésta olvida todo, y lo sigue por el desierto.

v. 13: La propuesta de Jesús y la respuesta de los discípulos Jesús dice: «Denles ustedes de comer». Los discípulos se asustan, porque sólo tienen cinco panes y dos peces. Pero son ellos los que deben solucionar el problema y la única cosa que le viene a la mente es que la gente vaya a comprar pan. Sólo tienen la solución tradicional, según la cual alguno debe procurar pan para la gente. 7


Alguno debe procurar el dinero, comprar pan y distribuirlo a la gente, pero en aquel

desierto, esta solución es imposible. Ellos no encuentran otra posibilidad de resolver el problema. Es decir: si Jesús insiste en no mandar a la gente a sus casas, no hay solución para el hambre de la gente. No pasa por sus mentes que la solución podría venir de Jesús y de la misma gente. Todavía otro aspecto, particularmente relacionado con la escena de la multiplicación de los panes: el pan es algo que hay que compartir y entregarlo a los que no tienen. Cuando «caía la tarde» y se acerca la noche, se siente la preocupación por aquéllos que no tienen víveres. El Señor dice a sus discípulos que «den de comer a los hambrientos». Ante la imposibilidad de hacerlo ellos, es él quien suple lo que sus discípulos son incapaces de realizar. Pero es cosa cierta que cuando se comparte lo que se tiene, sobrará pan y se hará presente la acción del Señor. Sólo cuando se comparte, se produce el milagro de la multiplicación. Compartiendo nuestro pan con quien carece de él, estamos consiguiendo "el pan bajado del cielo", que es Jesús en la Eucaristía. Y por él tendremos «vida eterna», porque saciará nuestra hambre de Dios.

vv. 14-15: La iniciativa de Jesús para resolver el problema del hambre. Había allí cinco mil personas. ¡Mucha gente! Jesús pide a los discípulos que hagan sentar a la gente en grupos de cincuenta. Y es aquí, cuando Lucas comienza a usar la Biblia para iluminar los hechos de la vida de Jesús. Recuerda a Moisés. Él es, de hecho, el primero que dio de comer a la gente hambrienta en el desierto, después de la salida de Egipto (cf. Nm. 1-4). Lucas evoca también a Eliseo. En efecto, es Eliseo quien en el Antiguo Testamento, hace desaparecer el hambre de la muchedumbre con unos pocos panes e incluso sobra (cfr. 2Re. 4, 42-44). El texto de Lucas sugiere, pues, que Jesús es el nuevo Moisés, el nuevo Profeta que debe venir al mundo (cf. Jn. 6, 14-15). Todas las comunidades conocían el Antiguo Testamento y a buen entendedor bastan pocas palabras. Así van descubriendo poco a poco el misterio que envuelve la persona de Jesús.

v. 16: Evocación y significado de la Eucaristía Después que el pueblo se sienta en tierra, Jesús multiplica los panes y pide a los discípulos que lo distribuyan. Aquí es importante notar, cómo Lucas describe el hecho. Dice: «Tomó entonces los cinco panes y los dos peces y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente». Este modo de hablar a las comunidades de los años 80 (y de todos los tiempos) hace pensar en la Eucaristía: esos verbos son típicos de los relatos de la Institución de la Eucaristía. En efecto, esta mismas palabras serán usadas (y lo son todavía) en la 8


celebración de la Cena del Señor (cfr. Lc. 22, 19 y paralelos: Mt. 26, 26-28; Mc. 14, 2224 y 1Co. 11, 23-25, que es el texto de la segunda lectura de este día). Lucas sugiere que la Eucaristía debe llevar a la multiplicación de los panes, que quiere decir compartir. Debe ayudar a los cristianos a preocuparse de las necesidades concretas del prójimo. Es pan de vida que da valor y lleva al cristiano a afrontar los problemas de la gente de modo diverso, no desde afuera, sino desde dentro de la gente. La multiplicación de los panes y de los peces, en el desierto, es un signo profético de la eucaristía. De toda la escena, el leccionario destaca la abundancia de la comida y la libertad para gustar de ella. Eso es realmente la eucaristía: un banquete espléndido (¡nadie puede darnos lo que nos da Jesús!: el pan de vida eterna en la mesa del reino), ¡y sólo hace falta acercarse!

v. 17: El gran signo: «Todos comieron» Todos comieron, se saciaron y ¡sobraron cestas enteras! Solución inesperada, realizada por Jesús y nacida desde dentro de la gente, partiendo de aquel poco que habían llevado, cinco panes y dos peces. Y sobraron doce cestos, después que cinco mil personas han comido ¡cinco panes y dos peces! Los «doce cestos» que sobraron, uno por cada apóstol, es el signo de que ellos han de seguir alimentando a los hambrientos, como Jesús lo hizo: con la Palabra, la oración, los signos correspondientes y el Pan.

3. Meditemos: ¿QUÉ NOS DICE la Palabra? La fiesta de la Eucaristía se celebra en la liturgia del Jueves Santo y del

Corpus Christi. - El Jueves Santo se celebra la institución de la Eucaristía en relación con la Pasión, Muerte y Resurrección. Aparece más el carácter de sacrificio («cuerpo entregado... sangre derramada»). - Y el día de Corpus Christi insiste más en la presencia viva y real que se completa con el homenaje popular y comunitario de la procesión.

Pan y Vino La catequesis patrística, y posteriormente la liturgia de la fiesta del Corpus y el mismo Concilio Tridentino, han asumido la narración de la ofrenda de pan y vino, hecha por Melquisedec, con la bendición a Dios, como una figura del Cristo instituyendo la Eucaristía. En efecto, estamos ante un elemento significativo: en el momento de dar a su Iglesia los signos visibles del memorial, Jesús no escogió ninguno de los elementos 9


típicos de la cena pascual judía (cordero, hierbas amargas...), sino los elementos más espontáneos de un banquete: el pan y el vino. De este modo indicaba una cierta ruptura con el ritual mosaico para enlazar con la base cósmica y antropológica del «fruto de la tierra y del trabajo del hombre». Pasaba por encima de la alianza mosaica para enlazar con la alianza originaria, en la fe de Abraham. Era, pues, una forma de significar el carácter universalista de su misterio, y de la Eucaristía que confiaba a su Iglesia. Por otra parte, el pan y el vino son elementos «elaborados», que piden la reunión de muchos granos de trigo y muchas uvas, para hacer una nueva unidad que tiene un sentido para el hombre: ¡son su alimento! No es de extrañar que ya la «Didajé» (escrito cristiano del siglo II d.C.) utilizase esta imagen del «trigo disperso y reunido» para significar a la Iglesia, fruto de la comunión con el Cristo. Es una memoria (pasado) y una celebración (actualidad) que compromete nuestra vida y se hace esperanza (futuro), pues el retorno del Señor lo tenemos que preparar viviendo -aquí y ahora- en fraternidad y compartiendo el pan y la paz.

Cristo es la Vida. «Yo soy la vida» (Jn. 14,6). «He venido para que tengan Vida y la tengan en abundancia» (Jn. 10,10). El es «la resurrección y la vida» (Jn. 10,25). La Eucaristía tiene su razón de ser en su Muerte y Resurrección, como medio de comunicarnos, conservar, aumentar y planificar en nosotros la vida divina. Nosotros nos regeneramos y nacemos a la vida divina por el Bautismo, pero la alimentamos y nutrimos en la Eucaristía. Es «el Pan de Vida» (Jn. 6. 35), ya que su Persona, su Palabra y sus obras, constituyen una vida nueva. No habrá esa vida divina, sino por El y en El. Se necesita aceptarlo a El por la fe, para salvarse en una vida nueva («todo el que ve al Hijo y cree en El tiene vida eterna»: Jn. 6, 40).

Jesús es el Pan de Vida. «Si alguno come de este pan vivirá para siempre» (Jn. 6, 51). «El pan que yo doy es mí carne para la vida del mundo» (Jn. 6, 51c). Jesús no rectifica la intención con que son recibidas sus duras palabras, sino que mantiene su afirmación y la recalca con más fuerza. Aquí está el anuncio-promesa del Pan de la Eucaristía. Incluso hace comparación entre este Pan y el Maná: el Pan de Vida -que es Cristo mismo- supera al pan del desierto (= el Maná), por su duración hasta el final y porque librará de la muerte.

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Junto a la presencia sacramental de Cristo, celebramos su presencia en la Palabra, en la Comunidad, y en los «signos» que han de ser vistos en cada uno de nosotros como creyentes en Cristo Jesús.

4. OACIÓN: ¿QUÉ LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS? Concédenos, Padre de bondad, que la Eucaristía nos empuje a formar una comunidad donde reine la unidad y la fraternidad. Que todos nos unamos en los mismos deseos y esfuerzos de fraternidad y colaboración para que a nadie le falte el pan de cada día. Que la fiesta de «Corpus Christi» nos ayude a dejarnos impregnar de lo que significa la presencia real y salvadora del Señor en el Sacramento del pan y del vino. Que nosotros, discípulos de la Palabra de Dios, aprendamos en ella que, celebrando la Eucaristía, damos testimonio de unidad, de fe y de fraternidad. Amén. 5. CONTEMPLEMOS la Palabra y COMPROMETÁMONOS: ¿QUÉ NOS PIDE HACER la Palabra? Comunión - unidad La Iglesia continúa, a través de los siglos y en las culturas más diversas, repitiendo el gesto de Cristo con los mismos elementos, precisamente porque la Eucaristía es esto: la repetición del gesto de Cristo (véase la 2. lectura). Las consecuencias de comunión son muy espontáneas: el participar del mismo pan y de la misma copa en un lugar determinado realiza la unidad de los comulgantes con Cristo entero, entre ellos y con los demás comulgantes en todo tiempo y en todo lugar... La Celebración de la Eucaristía, fracción de un pan necesario para la vida, incita a no consentir en las condiciones de los hombres privados del pan, la justicia y la paz. En este aspecto, habrá que acentuar que la fuerza de esta comunión no viene simplemente del comer «pan», sino del participar en el «pan eucarístico». En otras palabras, es Cristo quien, entregado, nos urge la unidad y la entrega a los demás.

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El Pan de la fraternidad El rito tiene sentido en el amor y es la expresión del amor. El Pan eucarístico remite a otro pan: alimento, trabajo, alegría, etc.. La caridad no anula la justicia, la supera y la supone. La limosna, la caridad y la beneficencia, no son nunca una componenda entre la fe y la vida. La justicia tiene sus exigencias diarias. El Cuerpo de Cristo es comida y principio de vida, como Pan eucarístico, pero sólo cuando lo precede la fe y todas sus consecuencias. Cuando el Cuerpo total vive en la justicia y en la caridad, o la busca a pesar de todo, entonces tiene sentido la Eucaristía que hace la fraternidad. La fiesta de Corpus nos habla de la manifestación del Señor, pero no solamente en las procesiones por las calles de nuestras ciudades y pueblos (que está muy bien hacerlo), sino en nuestra manera de vivir, que debe ser signo de fraternidad, de unidad, de caridad. La Eucaristía, como nos dice el apóstol San Pablo, exige unidad y fraternidad entre aquéllos que la celebran.

Relación con la Celebración eucarística Celebramos y adoramos no una cosa, sino a una Persona viva y activa que nos ama, que está presente en medio de nosotros, para renovarnos en la vida y en el amor. Si la celebración de la Eucaristía no nos conduce a la fraternidad, a la unidad, a la solidaridad, podemos afirmar categóricamente que no estamos celebrando la Eucaristía de Jesús.

¡Esto significa celebrar de modo pleno el día de «Corpus Christi»! ¡La Eucaristía sólo tiene sentido en la fe y en el amor fraterno!

Algunas preguntas para pensar durante la semana 1. ¿Tenemos menos capacidad de asombro y admiración? 2. ¿Comprendemos de verdad la eucaristía, los sacramentos? ¿Qué significa comulgar? 3. ¿Cómo es nuestra participación eucarística? 4. ¿A qué nos obliga la comunión? 5. ¿Conoces iniciativas de personas que hoy dan de comer a la gente hambrienta? 6. ¿Cómo ayudamos nosotros a la gente? ¿Damos peces o enseñamos a pescar?

P. Carlos Pabón Cárdenas, CJM Libro virtual: O: . 12


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