Domingo 14o t o ciclo c

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El anuncio del Reino de Dios AMBIENTACIÓN: Podemos decir que el tema central de este Domingo es el anuncio del Reino de Dios. La Iglesia es misionera. Es enviada por el Padre Dios a un destinatario que es la humanidad. Lleva un mensaje que no le es propio sino que es de Dios. En el mundo de hoy esa Iglesia misionera somos todos nosotros bautizados. Cuando hablamos de misioneros pensamos en aquellos que han marchado a tierras lejanas o se han internado en selvas inhóspitas. No pensamos que cada uno de nosotros es un misionero, que el Señor nos confía su palabra de salvación y nos capacita para realizar obras salvadoras. El destinatario vive en nuestra casa, en nuestra calle, en nuestra ciudad. No hay que buscarlo lejos. Y aún más, el destinatario primero somos nosotros mismos. Esa palabra y esa obra de salvación deben obrar en primer lugar en nuestro corazón.

1. PREPARACIÓN: INVOCACIÓN al Espíritu Santo

Ven Espíritu Santo, abre mis ojos y mis oídos a la Palabra. Que lea y escuche la voz de Dios y, medite tus enseñanzas, despierta mi alma y mi inteligencia para que esa Palabra penetre en mi corazón y pueda yo saborearla y comprenderla. Dame una gran fe, para que la Palabra sea para mí luz que me guíen hacia ti por los caminos de la justicia y de la verdad. ¡Habla, Señor que yo te escucho! 2. LECTURA: ¿QUÉ DICE el texto? Is. 66,10-14c: «Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz». Con estilo apocalíptico se nos describe la Era Mesiánica, simbolizada en la Jerusalén Nueva: Dios la inunda con riadas de gozo y consuelo, de Paz. La Paz para los semitas sintetizaba todos los bienes. De ahí que se saludaran siempre con augurios de Paz («shalom»). Al pasado duelo y a las pruebas y sufrimientos sucede la Era anhelada de la Paz Mesiánica.


El gozo de esta Paz nos la presenta en dos símbolos tiernamente maternales: La Nueva Jerusalén es Madre a cuyos pechos todos sus hijos maman y se sacian de esta Paz, regalo de Dios. El mismo Dios se presenta con corazón desbordante de ternura maternal: «Como un hijo a quien su madre consuela, así los consolaré también Yo; y en Jerusalén serán consolados» (v. 13). Esta «Paz» en la teología del N. T. se llama «Gracia». San Pablo nos enseña esta equivalencia y este sentido de las promesas divinas cuando en todas sus cartas escribe este saludo o augurio cristiano: «Gracia a ustedes y Paz de parte de Dios Padre nuestro y del Señor Jesucristo.» Es la Paz de Dios, la que sobrepasa toda inteligencia, la que se nos da en Cristo (cfr. Flp 4, 7). Estas promesas son ya realidad; bien que las gozamos conforme a nuestra condición, que es aún de viadores y peregrinos. En la bienaventuranza celeste,7la paz y gracia se torna «Gloria». El tercer Isaías (Is. 56 - 66) anuncia la alegría del pueblo que regresa del destierro de Babilonia y muestra a Dios como una «madre» que cuida y ama a su hijo. Es la alegría del pueblo de Israel que contempla su renacer después de todas las amarguras del destierro. Para esto Isaías toma la figura del parto y los hijos recién nacidos que necesitan de la madre para alimentarse y recibir su afecto. Texto que corresponde al poema apocalíptico atribuido a Isaías. Quiere reanimar las esperanzas, después del destierro, en la restauración de Jerusalén. Los textos están tomados a su vez de otros, en forma antológica. Resalta especialmente la maternidad de Jerusalén para con sus hijos, para significarla ternura de Dios y la consolación que EL otorga. Esta profecía de Isaías es una representación simbólica de los valores del Reino de Dios que vendrán con Jesucristo, y que serán plenos en la vida futura. Reino de gozo y plenitud. Reino de paz y encuentro fraterno de toda la gente. Reino de misericordia y amor.

Sal, 66(65): «Aclama al Señor, tierra entera» Es un salmo de alabanza y acción de gracias del pueblo que se siente amado por Dios. Es motivo de alabanza por el poder soberano de Dios a favor de la humanidad, los prodigios que vivió el pueblo de Israel como la salida de Egipto, el paso del Mar Rojo y la derrota de los egipcios. El salmo es una invitación al pueblo para alabar al Señor y darle gracias, porque Dios lo salva y lo protege aunque a veces haya que pasar por numerosos problemas.


Gal. 6, 14-18: «Yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús» Pablo concluye su Carta a los Gálatas. De ordinario escribe por mano de un secretario. Ese final va de su puño. Y con letras grandes. Intenta dar realce especial a sus últimos pensamientos y encomiendas. Lo ha conseguido. Todos conocemos estas frases inmortales. Y vivimos de ellas. Al final de la Carta de los Gálatas, Pablo quiere enseñarles quién es el verdadero apóstol y discípulo, y centra su anuncio en la Cruz de Cristo, único instrumento de salvación para la humanidad. Para Pablo ya no rige más la circuncisión, que era el cumplimiento de la ley para los Judíos. Ahora la salvación proviene de Cristo. Por eso el Apóstol se gloría en la cruz, signo de ignominia para los romanos, los paganos y los judíos, pero ahora es el signo de la victoria y la salvación. Los «judaizantes» ponían su confianza y su honor en la Ley de Moisés. Pablo les contesta: «Lejos de mí gloriarme, sino en la cruz de Jesucristo» (v. 14). La salvación y la vida no nos viene por Moisés, sino por la cruz de Cristo. Cristo Crucificado queda como centro, ideal y amor. De consiguiente, al viejo Israel sucede el nuevo Israel: «El Israel de Dios» (v. 16). Para el viejo Israel tenían mucho valor los ritos externos (circuncisión, etc.), pues en él era todo sólo provisional y prefigurativo. En el Israel de Dios interesa ser la «Nueva creación de Dios». En esa «nueva» creatura que es el cristiano, la Ley que rige es el Espíritu y el Amor. Y sobre él descienden en plenitud las bendiciones de «Paz y Consuelo» (v. 16) que prometía Isaías para la Era Mesiánica (Is 66, 10). Este «Israel de Dios» lo forman por igual judíos y gentiles. Otra gloria de Pablo es estar « marcado» con la «marca» de Jesús. Este sello que Pablo lleva grabado en su carne son los sufrimientos del apostolado, las lapidaciones, azotes, etc., que ha sufrido por Cristo. Sin esta «marca» no hay auténtico apostolado. Misión del Apóstol es proseguir y completar la Obra de Cristo. Y la obra de la Redención la consumó Cristo en la Cruz. La carta a los Gálatas finaliza con la teología paulina de la cruz. La Cruz es el paso de Cristo a la Resurrección, por eso es motivo de gloria para el apóstol y para el cristiano, al colocarlo en una nueva existencia. Pablo descubre el poder salvador de Dios, en la debilidad aparente de su acción y en las dificultades y contrariedades que sufría de parte de los suyos. La acción y el poder de Dios se manifiesta más, cuanto más se ha cooperado en fidelidad y si en vez de tomar los medios humanos de poder, se aceptan los medios pobres y débiles y las consecuencias lógicas del ejercicio del amor. Ahí es donde aparece la fortaleza del Dios salvador.


Pablo, el auténtico apóstol, entendió y vivió muy bien estas características. Para él no hay más ventaja que la Cruz de Cristo, por medio de la cual «el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo». La debilidad del enviado según los criterios del mundo pone de relieve la fuerza de la cruz que trae la salvación. El Apóstol subraya la incompatibilidad entre el Espíritu de Jesús y su Reino, y el «espíritu del mundo». Por eso es que se gloría sólo en la cruz de Cristo, donde fue vencido el espíritu del mundo.

Lc. 10, 1-12. 17-20: «La paz de ustedes descansará sobre ellos»

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS R/. Gloria a ti, señor. 1

Después de esto, designó el Señor a otros setenta y dos y los envió por delante, de dos en dos, a todas las ciudades y sitios adonde él había de ir. 2 Y les dijo: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. 3 Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. 4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino. 5En la casa en que entréis, decid primero: `Paz a esta casa.' 6 Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros.7Permaneced en la misma casa, comed y bebed lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. 8En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; 9curad los enfermos que haya en ella, y decidles: `El Reino de Dios está cerca de vosotros.' 10 En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: 11 `Sacudimos sobre vosotros hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies. Sabed, de todas formas, que el Reino de Dios está cerca.' 12 Os digo que en aquel Día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad. 17 Regresaron los setenta y dos, y dijeron alegres: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.» 18 Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. 19 Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño; 20 pero no os alegréis de que los espíritus se


os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos.» Palabra del Señor R/. Gloria a Tí, Señor Jesús.

RE-LEAMOS la Palabra para interiorizarla: a) Contexto: Un poco antes de nuestro texto, en Lc. 9,51, empieza la segunda etapa de la actividad de Jesús, a saber, un largo camino a Jerusalén (Lc. 9,51 - 19,29). - La primera etapa tuvo lugar en Galilea y comenzó con la presentación del programa de Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,14-21). - En la segunda etapa, entra en Samaría, envía mensajeros delante de Él (Lc. 9,52), y consigue nuevos discípulos (Lc. 9,57-62). La segunda etapa comienza con la designación de otros 72 discípulos y con la presentación del programa que debe orientarlos en la acción misionera (Lc. 10,1-16). Lucas sugiere así que estos nuevos discípulos no son ya galileos, sino samaritanos, el territorio de los excluidos. El objetivo de la misión que los discípulos reciben es la reconstrucción de la vida comunitaria.

b) Organización del texto: v. 1: vv. 2-3: vv. 4-6: v. 7: v. 8: v. 9a: v. 9b: vv. 10-12: vv. 17-20:

La Misión La Corresponsabilidad La Hospitalidad El compartir La comunión en torno a la mesa La acogida de los excluidos La venida del Reino Sacudir el polvo de las sandalias El nombre escrito en el cielo

c) Comentario: vv. 1-2: Además de los Doce, como ayuda y refuerzo de ellos, ha elegido Jesús otros setenta y dos discípulos. Tienen la misión peculiar de evangelizar: Anunciar el Reino. Las instrucciones que les da Jesús tienen valor perenne. Estamos ante una de las versiones


de la misión, la más larga que se aplica a los setenta (o setenta y dos) discípulos. La alusión a la «siega» para relacionarla con la misión, es paralela a la de la «pesca», aunque la siega tiene significación escatológica, porque la «cosecha» evoca el «juicio» en el momento definitivo, «escatológico». En el evangelio de san Lucas, Jesús ha cumplido una primera fase de su misión. El es el primer misionero. Ha hablado a los hombres de su tiempo del amor de Dios y del plan de felicidad que tiene El para todos ellos. Ha realizado signos de salvación sanando enfermos y liberando cautivos de todo mal. Es consciente de que esa misión no puede terminar cuando él regrese a su Padre Dios. Debe llegar hasta el final de los tiempos. Se ha rodeado de un grupo de discípulos que han sido testigos de su vida de orante y de evangelizador. Los llama a él. Son setenta y dos. Es un número histórico: su pueblo sabía que ése era el número de todas las naciones que poblaban el mundo. Es el envío de los 72 discípulos a anunciar el evangelio a los pueblos cercanos y también la indicación que Jesús les hace en cuanto a las condiciones para ser anunciadores creíbles y eficaces. El dice que ya es hora de la cosecha; se necesitan muchos obreros para recoger la mies; son 72 un número que evoca la traducción de los LXX en Gn. 10, en donde aparecen 72 naciones paganas. Salen «de dos en dos» para que el testimonio tenga valor jurídico según la ley judía (Dt. 17, 6; 19,15).

vv. 3-4: En el evangelio de San Lucas, los discípulos son enviados por Jesús con ese propósito, y aconsejados sobre cómo comportarse en acuerdo con el Reino que ellos están por predicar. Pues el ejemplo y comportamiento del evangelizador es esencial para la credibilidad del anuncio. La misión no es fácil; debe llevarse a cabo en medio de la pobreza, sin alforjas ni provisiones. La misión es urgente y nada puede estorbar, por eso no pueden detenerse a saludar en el camino; tampoco los discípulos deben forzar a nadie para que los escuchen, pero sí tiene el deber de anunciar la proximidad del Reino de Dios. Los heraldos del Evangelio de todos los siglos deberán atenerse a este programa misionero. La lectura de hoy recuerda: Entre las virtudes más esenciales exigidas por Cristo a sus misioneros notemos: b) La mansedumbre y humildad, a la vez que la prudencia y precaución: «Los envío como corderos entre lobos» (v. 3). a) La presteza y celo: «Vayan... La mies es mucha y los obreros pocos... No saluden a nadie en el camino» (v. 3).


c) La pobreza: «No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias» (v. 4). Con ello se incluyen las otras renuncias. Un Evangelio que tiene como programa las Bienaventuranzas debe tener predicadores que vivan el espíritu y las exigencias de las mismas, Así, pues: Audacia sin ingenuidad. ¡Ojo con los lobos! Urgencia sin demoras. Entrega sin reservas. Escasean los segadores. ¿Se entregarán éstos a otras labores?

vv. 5-9: «En la casa en que entren...»: ¡palabra conmovedora ésta!. El primer destinatario es la casa donde el hombre y la mujer viven y construyen el futuro. Esa palabra de Dios debe entrar al corazón de la casa, al amor que arde en ella, a las fatigas y sinsabores de la cotidianidad, a las alegrías hogareñas. Es la visita de Dios que toca en la puerta. El misionero comparte sin exigencias la vida de quienes lo acogen. Al entrar en la casa es uno más de la familia. La palabra paz con que saluda encierra en su riqueza bíblica el contenido total de la misión: es Dios mismo, es su proyecto salvador que mira al tiempo presente, bendecido y liberado de toda opresión, y anuncia la promesa de la bendición divina que se hace total en el encuentro definitivo con Dios. La misión propia de los enviados de Cristo es la «Paz». La «Paz Mesiánica» prometida y esperada en la antigua economía será el saludo y el don que, a una con el anuncio del Reino, llevarán a todos los confines de la tierra los heraldos del Evangelio (59). Jesús, al delegar en estos sus heraldos su misión, les delega también sus poderes. Poderes sobre el demonio, sobre las enfermedades. Poderes de perdonar los pecados. Al mismo tiempo Cristo confiere autoridad a sus enviados. Quienes reciban el beneficio de tenerlos en casa o en su comunidad deben atenderlos y cuidar de su alimento: «El obrero merece su salario (v. 7). Y si San Pablo por sus circunstancias personales se impuso para sí otra ley, no deja de recordar la norma dada por Cristo, que debe ser la general. «Así ordenó el Señor que los que anuncian el Evangelio vivan del Evangelio» (1Co. 9, 14).

vv. 10-12: Pero el misionero puede ser rechazado y ese rechazo no es a él sino al que lo envió, al mismo Señor. Es quizás perder la última oportunidad de lograr la plena realización de la vida. Sacudir el polvo de las sandalias es decir al otro que nada en común, ni el polvo, existe con él. Pero queda la puerta abierta: De todos modos, sepan que está cerca el Reino de Dios. Igualmente, Jesús amenaza con castigos mayores que los infligidos a Sodoma a quienes resistan a sus heraldos o los maltraten (v.12).


vv. 17--20: La misión tiene un final feliz. Han sentido el poder de Dios en la palabra y en la obra que comunican. Y el Señor mismo lo afirma cuando les dice: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo» (v. 18)… Es el mal que asedia y cautiva al hombre que cae vencido, sobre todo cuando es la falta de esperanza y de sentido de la vida. No tener la respuesta al gran interrogante de la vida: Por qué estoy en el mundo. El mal que esclaviza al hombre pierde su virulencia y su prestigio. La misión sale de Dios y regresa a él: Los nombres de ustedes están inscritos en el cielo, en el mismo Dios, allí donde no hay olvido ni ingratitud Cuando los discípulos regresan de la misión están llenos de alegría: «Hasta los demonios se nos sometían en tu Nombre», por eso Jesús Manifiesta su alegría, porque se han vencido las fuerzas del mal, pues El rechaza cualquier forma de demonio y exhorta a sus discípulos a no vanagloriarse por las cosas de este mundo (vv. 18-19). Lo importante es tener el nombre inscrito en el cielo (v. 20b), es decir, participar de las exigencias del Reino y vivir de acuerdo con El. A medida que el anuncio del Evangelio establece el Reino de Cristo, la paz y la justicia crecen; y Satanás pierde dominio.

3. MEDITACIÓN: ¿Qué NOS DICE el texto? Una misión difícil El Señor claramente nos da a conocer las exigencias para la urgente misión de anunciar la Buena Nueva a los pobres. Es una tarea difícil si queremos ser fieles al Evangelio de Jesús. Muchas veces por una falsa comprensión de la inculturación se hacen concesiones que van contra la esencia del Evangelio. Los discípulos de Jesús somos enviados a anunciar y a iniciar nuevas realidades porque el Señor, con su muerte y resurrección las ha hecho posibles. Este es el alegre anuncio de la esperanza y optimismo que suscita una gran alegría en los que la acogen con humildad. El seguidor de Cristo, que se encuentra en medio de este mundo, ha de aceptar que actúa, piensa y habla contra la corriente, con muchas oposiciones que lo pueden llevar hasta la muerte. Jesús lo sabe muy bien porque advierte que El esta enviándonos como corderos en medio de lobos rapaces. Esta misión acaba frecuentemente en persecución. Se incluyen consejos relacionados con una pobreza anunciadora del Reino, que no excluye el salario para mantenerse en la misión. Igualmente los consejos que indican la falta de instalación y provisionalidad, para situarse en un nivel más profundo.

Obreros del Evangelio, sin equipaje... Los envía «de dos en dos»: cada uno lleva el apoyo de su hermano y pueden servir de testigos confiables de la Palabra que llevan. Su destino es «todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él». Horizonte amplio, sin fronteras, sin discriminaciones.


Su papel es preparar el camino del Señor. No son el término de la actividad que se les confía sino que representan al que los envía. Se entiende bien en el momento histórico cuando Jesús era evangelizador itinerante. Pero se entiende hoy cuando la palabra que llevamos y enseñamos abre el camino al Señor que llega en la realidad de sus sacramentos y de su Iglesia. Son obreros, trabajadores de una mies que está por venir. La misión es riesgosa: enfrenta situaciones contrarias e interesadas que oprimen al hombre. Muchos misioneros han dado su vida en ella. Son obreros en medio de lobos. Pero el que los envía es más poderoso que los poderes adversos. No se deben recargar de cosas para el camino. El éxito de la misión no depende de los recursos. Ella lleva un dinamismo interior que se lo da el mismo Señor.

Anunciar un mundo diferente Jesús envía a sus discípulos a desmentir esa verdad que parece incontestable por la violencia y la agresividad; tenemos la misión de anunciar un mundo diferente, en el que se distinguen por la humildad y mansedumbre de los corderos. Con sola presencia, en la discreción, y el servicio es una condena a la violencia y al odio, así como a la venganza y al egoísmo. Los discípulos de Jesús van desprovistos de poder y seguridades meramente humanas. Su equipaje para la misión es su entrega generosa y alegre: es su única riqueza, que se expresa en la carencia de dinero y de vestidos, que a los ojos del mundo les da seguridad y prestigio. Los enviados por Jesús no tienen más que la alegría de servir a la causa del Reino y se contentan tan solo con la hospitalidad que reciben y con que los escuchan. Vivir todas estas actitudes es la máxima prueba de que la presencia del Reino de Dios ya tiene lugar en este mundo . Anunciar el Evangelio no asegura el éxito. El discípulo de Jesús debe saberlo. Sabe que debe tener paciencia y no desesperar haciendo «caer fuego del cielo» (cfr. Domingo XIIIo) por falta de respuestas de la gente, como lo querían Santiago y Juan.

La Cruz de Cristo como victoria. Dios interviene en la Historia de un modo nuevo a partir de Cristo. La Buena Nueva de salvación se realiza de modo paradógico; cuando parecía que la muerte había

triunfado, de ahí surge la victoria. La muerte en la pobreza total, en el abandono sin límites de Jesús, es la clave del triunfo del Resucitado. El poder de Dios aparece en la humanidad de Cristo, cuando acepta y obedece la voluntad del Padre, que lo lleva a la muerte. La aparente debilidad del hombre «crucificado», en medio de las dificultades, no es la debilidad de un vencido, sino la de un vencedor por la fuerza de Dios.


4. ORACIÓN con la Palabra: ¿Qué LE DECIMOS NOSOTROS a Dios? Benditos son los pies de los que llegan Para anunciar la paz que el mundo espera, Apóstoles de Dios que Cristo envía Voceros de voz, grito del Verbo. De pie en la encrucijada del camino Del hombre peregrino y de los pueblos, Es el fuego de Dios el que los lleva Como Cristo vivientes a su encuentro. Abran, pueblos, la puerta a su llamada, La verdad y el amor son don que llevan; No teman, pecadores, acójanlos, El perdón y la paz serán su gesto. Gracias, Señor, que el pan de tu palabra Nos llega por tu amor, pan verdadero; Gracias, Señor, que el pan de vida nueva Nos llega por tu amor, partido y tierno.

5. CONTEMPLACIÓN - ACCIÓN: ¿Qué NOS PIDE HACER la Palabra? «El Reino de Dios está cerca»: Nos agobian dificultades actuales, que nos asaltan a todos, en nuestro vivir de cada día: trabajo, salario, casa, comida, vestidos, estudios, ahorros, etc... Confrontémonos humildemente ante la Palabra del Señor, y aprovechemos al máximo la celebración gozosa de la Eucaristía Dominical, la cual hace presente para nosotros hoy el Misterio de la Muerte y Resurrección de Jesús, que es su victoria sobre el mal de este mundo en el cual vivimos todos sumergidos y muchas veces comprometidos en él. Sin la Eucaristía no podemos escapar a la influencia del mundo egoísta, injusto y violento que nos rodea, por lo tanto alimentándonos del Pan del cielo y de la Palabra de vida porque es urgente ser verdaderos testigos y anunciadores de los bienes del reino. «El Reino de Dios está cerca»: esta frase resume el mensaje apostólico y el mensaje de la Iglesia hoy. Los profetas del Antiguo Testamento (se nos recordó en la primera lectura) anunciaban un Reino por venir, a largo plazo, con la aparición de Cristo. Pero con Jesús y la Iglesia, ahora anunciamos un Reino que ya está aquí, a la mano. Evangelizar, en último sentido, es ayudar a la gente a reconocer la presencia del Reino en sus vidas, y a actuar de acuerdo con ello. ¿Sí hemos cumplido la misión a la que Jesús nos envía, sabiendo que más que hora de la cosecha es hora de la siembra?.


Tomemos conciencia de que hoy el Señor deposita en nuestras manos su propia misión salvadora. Ante un mundo que carece de sentido y se complace en lo pasajero tenemos una palabra, el mensaje que puede iluminarlo y cambiar su manera de pensar y de sopesar el valor de lo cotidiano, de la lucha de cada día por vivir, del compartir con los hermanos que sufren, de caminar solidarios por el mundo. De eso debemos ser testigos responsables.

Relación con la Eucaristía 1. La victoria de Cristo sobre la debilidad y la muerte, se nos reparte en la celebración de la Palabra y del Pan. Venceremos en medio de las debilidades y dificultades, y creceremos con ellas, si vivimos el ritmo de la vida de Jesús. 2. En la misma celebración aportamos nuestras debilidades y sentimos la pobreza de nuestros medios, ante la universalidad de la misión . pero aquí experimentamos la victoria que El consiguió.

Algunas preguntas para meditar durante la semana: 1. ¿Puedes señalar personas, acontecimientos, etc., donde se puede reconocer el Reino de Dios en acción? 2. ¿He hecho la elección crucial entre el Espíritu del Reino y el Espíritu del mundo? 3. ¿Sabemos vivir cristianamente con problemas y dificultades? 4. ¿Cómo creer y madurar nuestra fe, en las debilidades? 5. ¿Puedo ser yo, una persona corriente del pueblo, uno de los discípulos que envió Jesús o considero que sólo los grandes y preparados son los exclusivos enviados de Dios?. 6. ¿Tengo la sensibilidad y la capacidad desde la humildad y pequeñez para captar las verdades del Reino de Dios que muchas veces los sabios y poderosos no las captan.

Carlos Pabón Cárdenas, CJM.

Libro virtual: O:


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