Domingo 15º t o ciclo c

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1. PREPARACION: INVOCACIÓN AL ESPIRITU SANTO

Espíritu Santo, Señor y dador de vida, ven a iluminar nuestra mente y a disponer nuestro corazón, para que nos acerquemos a escuchar la Palabra de vida que nos acerca a los hermanos y nos hace reconocer en ellos el rostro del Señor Jesús. Espíritu de unidad, continúa la llamada a la unidad de todos en Cristo. que Tú inauguraste en Pentecostés. Que busquemos juntos en la Palabra que nos une la fuerza divina que nos capacita para hacer de la Iglesia «casa y escuela de comunión» Amén. 2. LECTURA: ¿QUÉ DICE el texto) Dt. 30, 10-14:«El mandamiento está muy cerca de ti; cúmplelo» En el texto del Deuteronomio, Moisés recuerda a su pueblo el primer mandamiento de la ley: total conversión y amor a Dios, aquí y ahora; en la rutina de la vida diaria. Dios no es una evasión, que se busca más allá de cielos y mares. El autor deuteronomista, con acento muy similar al de los grandes Profetas, profundiza en la Ley y acentúa en ella estos rasgos: su esencia: conversión a Dios con todo el corazón y con toda el alma (v. 10). Su facilidad: esta conversión o amor sincero y total a Dios está tan a nuestro alcance, tan a mano de todos, que ni hemos de ir lejos ni siquiera hemos de salir fuera de nosotros (vv. 11-12). Su interioridad: está dentro de ti. Está en tu boca. Está en tu corazón (v. 14). San Pablo alude a este texto en Ro. 8, 14 y nos explica cómo estas palabras del Deuteronomio alcanzan un mayor sentido y una verdadera plenitud en la Nueva Economía, cuando a la Ley sucede la Fe; y al código de Moisés escrito en piedra, la Ley de Gracia grabada en los corazones; y a la Economía provisional y preparatoria, la Economía de Espíritu Santo, perfecta y eterna. En la Ley de Gracia, en la Economía Cristiana, son evidentes los rasgos profetizados por el Deuteronomista: La esencia de esa Ley es la Caridad; con Dios y con el prójimo. Lo repite cien veces el Nuevo Testamento. La facilidad se nos manifiesta en los nombres de «Fe» y «Gracia» con los que se la denomina. La interioridad nos la pondera Pablo con estas palabras: «Ustedes son carta

de Cristo; escrita no con tinta, sino con Espíritu Santo; no en tablas de


piedra, sino en tablas de carne: en los corazones» (2Co. 3, 3). Cristo nos da el Espíritu Santo. Y el Espíritu Santo es en nuestros corazones norma y vigor: Ley de Gracia; Ley de Caridad. Ley-Espíritu Santo en nuestros corazones. ¿Cabe Ley más amable y más fácil?

Sal. 69(68):«Busquen al Señor y vivirá su corazón» »Probablemente en esta lamentación quedaron reunidos el llanto y la oración de dos afligidos: uno tal vez acusado de robo (v. 5); el otro, atormentado por su religiosidad y burlado por su fe. El pantano en el que se hunde y las aguas que lo sumergen todo, son las imágenes del hombre al límite de la muerte» (Los sal¬mos explicados para el pueblo). El P. Alonso Schókel se recrea describiendo la intensidad lírica y la capacidad imaginativa del salmo: El salmista se cansa de esperar, se indigna porque le exigen devolver lo que no ha robado, toma a Dios por testigo, se siente devorar por el celo, se le rompe el corazón, estalla en una invectiva contra los enemigos. El texto está sentido y formulado en caliente. Lo sentimos buscando compasión, casi como una limosna, y lo compadecemos. Por otra parte las descripciones son al vivo: La garganta le quema de gritar; para encarecer un número dice más que los pelos de la cabeza, mira cómo cuentan las heridas; nos habla de ojos nublados y espaldas vacilantes. Todo está contado con un gran realismo. No nos cuesta asistir a las escenas. El secreto para la paz y para el camino de la vida es que el hombre busque humildemente a Dios. «Soy un extraño para mis hermanos» Señor, Tú también has sentido, en tu propia carne, el golpe frío y seco de la ingratitud. Camino de la cuz todos los discípulos te han abandonado y te han dejado solo. Yo también, ra veces me siento so¬lo. Acudo a aquellos que llevan mi propio apellido; aquellas perso¬nas por las que corre mi misma sangre... y siento extraños. Y es precisamente en esos momentos cuando más necesidad sien¬to de Ti, de Ti sólo y de nadie más. Te necesito. Necesito tu voz cercana, tu mano amiga, tu gesto acariciante. Señor, aunque todos me abandonen, Tú ¡no!.

Col. 1, 15-20:«Todo fue creado por Él y para Él» Este texto es el primero de una breve serie que leeremos durante cuatro semanas; pertenece a una de las dos cartas gemelas de Pablo, Efesios y Colosenses y en el centro de su exposición está el misterio de Cristo. Esto es evidente en el texto que leemos hoy. Comparándola con la carta a los Gálatas, se nota, al mismo tiempo, una diferencia y un paralelismo. La diferencia es la situación de los destinatarios; los gálatas dudaban de si para ser cristiano era preciso ser antes judío, y los


colosenses dudaban de si Jesús era algo más que un fenómeno religioso entre tantos. El paralelismo es la predicación de Pablo: lo que cuenta es Jesucristo mismo. No hay nada en la tierra como en el cielo que tenga, como Jesucristo, «la plenitud». En este himno cristológico de la Carta a los Colosenses, un texto corto, S. Pablo elabora una «teología» sobre Cristo. Es significativa su afirmación de Cristo como «plenitud de Dios», la verdadera imagen de Dios. Por lo tanto, el amor de Cristo es el amor de Dios, y el primer mandamiento de la ley recae en nuestra relación con Jesús. En un díptico maravilloso nos expone San Pablo las excelencias de Cristo. El texto abarca la Persona y dignidad de Cristo en su triple dimensión: Verbo Eterno - Verbo Encarnado - y Glorificado. Verbo Eterno: en relación con el Padre es su Imagen, su Gloria, su Verbo, su Hijo eterno. En relación con el universo o la creación Cristo es su razón de ser, su centro y su cima. Principio y Fin, Alfa y Omega (v.16). Trasciende a los ángeles, que en la Familia de Dios son «servidores» (Hbr. 1, 14), mientras El es el Hijo. Trasciende a todos los seres que son «creaturas» y El es el Creador. Superior a todo. Todo vive y perdura por El (v. 17). En relación con la Iglesia: Cristo es su «Cabeza» que le da unidad, la preside, la vivifica y la rige. Es el «Principio» de donde dimana toda gracia. El «Primogénito a cuya imagen somos todos pensados y amados por el Padre. Poseedor de «toda Plenitud», ya que es suyo «todo el ser divino» (vv. 2. 9). El mundo de la gracia es una nueva y mayor creación.

Lc. 10, 25-37:«¿Quién es mi prójimo?» EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS R/. Gloria a ti, Señor. 25

Un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y para ponerlo a prueba le preguntó: «Maestro,¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?». 26 Jesús le contestó: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees?». 27 El maestro de la ley contestó: «Ama al Señor tu

Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y, con toda tu mente"; y "ama a tu prójimo como a ti mismo». 28

Jesús le dijo: «Has contestado bien. Si haces eso, tendrás la vida. Pero el maestro de la ley, queriendo justificar su pregunta, dijo a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?» 30 Jesús entonces le contestó: «Un hombre iba por el camino de Jerusalén a Jericó, y unos bandidos lo asaltaron y le quitaron hasta la ropa; lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. 31 Por 29


casualidad, un sacerdote pasaba por el mismo camino; pero al verlo, dio un rodeo y siguió adelante. 32 También un levita llegó a aquel lugar, y cuando lo vio, dio un rodeo y siguió adelante. 33 Pero un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, al verlo, sintió compasión. 34 Se acercó a él, le curó las heridas con aceite y vino, y le puso vendas. Luego lo subió en su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. 35

Al día siguiente, el samaritano sacó el equivalente al salario de dos días, se lo dio al dueño del alojamiento y le dijo: "Cuide a este hombre, y si gasta usted algo más, yo se lo pagaré cuando vuelva". 36 Pues bien, ¿cuál de esos tres te parece que se hizo prójimo del hombre asaltado por los bandidos?» 37 El maestro de la ley contestó: «El que tuvo compasión de él». Jesús le dijo: «Pues ve y haz tú lo mismo»

Palabra del Señor. R/. Gloria a Ti, Señor Jesús. Re-leamos el texto para imteriorizarlo a) Contexto: Lc. 9,51. 10. 1-42 Jesús ha enviado a sus discípulos a evangelizar y ellos, cumplida la misión, han regresado a él llenos de gozo mesiánico (cfr. Lc. 10, 1-12.17-20: Domingo 14º Ordinario, ciclo C). . El evangelio de san Lucas se detiene hoy a pedirnos reflexión y compromiso sobre el sentido básico de esa obra de evangelización: a quién tenemos que evangelizar y cómo hacerlo. En Lc. 9, 51, una vez terminado el ministerio en Galilea, Jesús emprende, de una manera solemne, su viaje mesiánico hacia Jerusalén. Va a la consumación de su misión: la muerte y la resurrección y lleva consigo a sus discípulos. Es una ascensión. Costosa como todas las subidas. Lo siguen sus discípulos. Ellos, al comprometerse en el seguimiento, corren la misma aventura. Jesús no lo ocultará y les dirá que es preciso arriesgarlo todo por él y con él: Lc. 9, 57-62. Los discípulos deberán asumir lo que hace Jesús: evangelizar y hacer signos de liberación (Lc 10, 1-20). Su predicación será recibida por los sencillos (Lc 10, 21-24). Y ¿ cuál es el contenido fundamental del Reino? Le pregunta un estudioso de la ley y Jesús responde con esta parábola.

b) Comentario vv. 25-28: Estos versos son la introducción, la «escenografía» de la parábola.


v. 25: Un estudioso de la Palabra de Dios se presenta a Jesús y le pregunta, con aparente seriedad. En Mt. 22, 36-40 y Mc. 12, 28-31, la inquietud es ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?. Inquietud de tipo judío. Entre los 613 preceptos de la ley antigua cuál es el mandamiento fundamental. Los destinatarios de Lucas tienen otras inquietudes. Lucas escribe para los gentiles convertidos y enuncia de forma propia el interrogante del escriba: Lucas plantea lo definitivo: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» El final de la vida del hombre, allí donde se juega el todo: «la vida eterna». El título de «Maestro» era honroso. El mismo escriba es un maestro y finge ponerse en la escuela de Jesús. Su pregunta es fundamental. No se detiene en minucias casuísticas de la Ley judía sino que interroga por lo que puede decidir su destino final. Como decir: ¿Cuál es el sentido de mi vida

aquí en la tierra? v. 26: De una manera pedagógica Jesús no le responde directamente sino que lo hace pensar para que él mismo encuentre la respuesta. Conoces la Ley, es tu ocupación, «¿Qué está escrito en la Ley, qué lees en ella?» v. 27: Y el letrado responde correctamente. En la selva de preceptos de la Ley, contaban ellos 613, hay uno que es la base de todos: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas… Y al prójimo como a ti mismo. El escriba cita de Dt. 6, 5. En el original no se habla de «toda la mente» ( = dianoia). Existe en un manuscrito de los LXX. El segundo término viene de Lv. 19, 18. La unión de los dos textos citados (Dt. 6,5 y Lv. 19,16) es probable que no venga de los maestros judíos, sino de la esencia de la predicación de Cristo. Al ponerlos en boca del judío quiere dar a pensar que ellos deben aceptar esa doble dimensión del amor en el horizonte que Jesús abre. La palabra no es para ser recitada sino vivida y Jesús llama al escriba a vivirla (Lc. 10, 28). Y con él a nosotros. v. 28: Jesús aprueba y lo compromete: «Haz eso y tendrás la vida» v. 29: El letrado hace la pregunta clave: «¿Y quién es mi prójimo?» Como conocedor de la Ley y sabedor de las interpretaciones sabía que ese prójimo era el paisano, el otro judío (Ex. 20, 16-17; Lv. 19, 11.13.15-18). «Queriendo justificarse». ¿Mostrar lo serio de su pregunta? O hacer claridad sobre su propia conducta: la justicia encierra la recta manera de vivir según la voluntad divina. ¿Estoy en el camino recto? La respuesta de Jesús lo va a clarificar y a comprometer. Para un judío la respuesta era clara. El «prójimo» es todo otro judío (Ex. 20, 16-17; 21, 14.18. 35; Lv 19, 11.13.15-18). Lucas, escribiendo en un contexto pagano, amplía el horizonte de la identificación del prójimo: todo hombre, así sea extranjero o enemigo.


vv. 30-37: Jesús ilustra su respuesta con una obra maestra del género de las parábolas, la del Buen Samaritano. Una parábola corta, concisa, con interés en el relato, comprometedora. Todo lector se siente implicad. El número necesario de personajes: un judío mal herido, unos ladrones, dos judíos viajeros como él, un samaritano en camino también, un dueño de una posada. El lugar es un camino desolado e inseguro: la vía de Jerusalén a Jericó. Como otras veces, aquí Jesús responde con una parábola a una pregunta: Lc 7, 40-43; 14, 16-24; 15, 3-32. Es la ilustración, con un ejemplo, de una actitud que se debe imitar. Para el legista judío es una invitación a romper el esquema estrecho de la concepción del prójimo. v. 30: La primera escena: el asalto en relato corto, gráfico. La intención es crear la necesidad urgente de ayudar al otro cualquiera sea. El, hombre en necesidad está allí tendido, moribundo, en urgente necesidad, incapaz de valerse por sí mismo. vv. 31-32: La segunda escena es el nudo del drama. robado, golpeado, a borde de morir. Dos mundos pasan ante él. El mundo judío, caracterizado por el culto: sacerdote y levita, que transitan en paso apresurado; son judíos como el herido. Van a Jerusalén a prestar servicio al templo. Ellos deben estar legalmente puros para ese servicio. No pueden acercarse pues podría tratarse de un cadáver. Quedarían en impureza legal que lo incapacitaría para el ministerio. Deciden eludir al necesitado. Se olvidan de que no es el momento de salvar la ley sino al hombre. Pero no podían desconocer los deberes para con el prójimo. Los profetas reprocharon más de una vez el conflicto entre el cumplimiento de las leyes y la caridad. Por salvar la ley, desatender al hombre (Am. 8, 5ss. Os. 5, 6; Sal .50, 7ss). El otro mundo: el extranjero, un samaritano. El 4º evangelio (cfr. Jn. 4, 9) nos dice bien la ninguna comunicación entre judíos y samaritanos. Toda una historia de origen espurio y de hostilidades se había dado entre los dos pueblos. Ya Lc. 9, 52-53 lo insinúa. (cfr. Sir. 50, 25-26; 2Re. 17, 24-41). La Iglesia va a derribar ese muro: Hch 8, 5-25. Esta parábola refleja la situación de los samaritanos frente a la Iglesia después de la Pascua. vv. 33-35: La escena tercera es el punto culminante del relato, la acción transformadora de la situación. Pasa el samaritano, extranjero, espurio, odiado, enemigo. Sin preguntarse por la nacionalidad del herido lo atiende con cuidado con los remedios elementales de la época, le cede su cabalgadura, lo lleva a la posada y compromete al posadero para que en su nombre lo cuide. Sigue su camino y desaparece en el horizonte. El relato queda abierto. No volvemos a saber de los personajes ni de su suerte. Los detalles son propios de su época: el aceite, el vino se usaban como medicamentos ordinarios: El aceite mitiga el dolor (cfr. Is. 1, 6), el vino


desinfecta. Le cede su cabalgadura, lo lleva a la fonda, cuida de él. Esa acción transformadora es parte definitiva de toda evangelización. v. 36-37: Nos queda el interrogante: ¿Cuál de los tres se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos? La respuesta era obvia y clara: El que actuó con misericordia. Para todos, todo ha cambiado. De la miseria anterior no queda nada. Sólo el horizonte abierto. Jesús interroga a su interlocutor. Quiere que de él nazca la claridad. Eso compromete más. Por encima de prejuicios no hay nada que dudar en la respuesta. Una nueva definición de prójimo se abre. Prójimo es todo aquel que se acerca a nosotros en la necesidad (hay tantas necesidades en el hombre), aunque sea desconocido, extranjero e incluso enemigo. El letrado que había ido con una pregunta capciosa siente que se le compromete ahora en lo hondo de su conciencia: «Anda, haz tú lo mismo» (v. 37b). La palabra de Jesús resuena en todo hombre. El último capítulo de este drama está por escribir. Lo vamos haciendo a diario. Ojalá. El verbo «hacer» (vv. 25. 28. 37, bis) indica claramente que es una actitud para realizar. No se trata de un relato conmovedor sino de un compromiso al que hay que dar realidad.

3. MEDITACION: ¿QUÉ NOS DICE la PALABRA Actualidad de la parábola Al meditar la parábola desde nuestra situación en el mundo de hoy nos damos cuenta de que es un cuadro del que somos testigos a diario. Y podemos identificarnos con todos los personajes de la parábola. Somos a veces el herido abandonado en el camino, sin esperanza. En ocasiones hacemos de asaltantes, opresores de nuestros hermanos. Nos comportamos a veces como los levitas y los sacerdotes, y pasamos de largo, ajenos al drama de la humanidad. Pero también Dios nos da la gracia de ser samaritanos y abrimos el corazón a la miseria del mundo. Y Dios quiere que siempre seamos el posadero, que tengamos si posible la puerta de la casa abierta para acoger al que toca a la puerta, y siempre la puerta del corazón de par en par para compadecer con los que sufren. Dios nos trae y nos entrega los heridos del mundo y nos dice: Cuídamelos y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta. Ese regreso del Señor es su parusía, el momento de nuestro encuentro con él en la gran hora de la verdad.

Un desafío Es un desafío que en muchas ocasiones nos parece ir más allá de nuestras fuerzas y posibilidades. La encarnación nos dice que Dios ha actuado así. El herido somos todos nosotros, humanidad necesitada de amor y de esperanza. Pasan por nuestro lado tantos incapaces de darnos lo que necesitamos. Dios


decide pasar en la persona de Cristo. El es el buen samaritano que nos recoge, nos cuida y nos sana. Nos entrega al posadero que es la Iglesia. A ella le dice Cristo: cuídalos… La primera lectura nos decía: El precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda ni inalcanzable… está muy cerca de ti, en tu corazón y en tu boca. Cuando el amor del buen samaritano que es Cristo nos habita y está en nuestro corazón podemos sentir el poder de Dios que va más allá de nuestras propias fuerzas. Muchos y muchas, débiles y sin recursos, han hecho en la historia maravillas por los necesitados. Sentimos que este requerimiento está en nuestro corazón, en lo más profundo de nosotros mismos clamoroso, imborrable, imposible de no escuchar.

Descubrir a Dios en los hermanos Nos decía san Pablo en la segunda lectura: Cristo Jesús es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura. A partir de él no podemos dejar de ver en todos nuestros hermanos su imagen viviente en el mundo. El ha querido serlo sobre todo en todos los que sufren, nosotros y nuestro prójimo. El se ha hecho nuestro prójimo. Allí se da nuestro encuentro con Dios. No podemos decir donde encontrarlo. Nos basta abrir los ojos y mirar con fe, o sea con la luz misma de Dios, su imagen, a veces dolorosamente deteriorada, en nuestros hermanos. Nos conceda el Señor la gracia de dar realidad en el mundo de hoy a esta lacerante parábola. La misericordia se vive hoy en el mundo. Se invoca la solidaridad humana a favor de todos los desprotegidos. Si bien el silencio de Dios y de Jesucristo se deja sentir, no se les nombra, no se hace explícitamente en su nombre, él está ahí presente. Pero nosotros, cristianos, debemos actuar en su nombre. Que su acción nos invada. Saber ocupar el puesto del herido, del samaritano, del posadero. Hacer parte consciente de esta humanidad, herida por el pecado, salvada por Cristo, buen Samaritano.

«Hacerse prójimo» Nos impresiona esta Palabra de Jesús en la parábola del verdadero «próijimo». Destacamos algunos puntos importantes:

Primero: La fraternidad en la gente no es algo a dar por supuesto. Debe ser construida día tras día por la práctica de la misericordia. «Nos hacemos» hermanos y hermanas. De esta manera, el «prójimo» no es simplemente aquél a quien yo encuentro en el camino (el sacerdote y el levita lo encontraron...), sino aquél en cuyo camino yo me pongo para «acercarme» (que fue lo primero que hizo el samaritano) y para hacer mío su problema: ¡eso es «hacerse prójimo»!

Segundo: La caridad cristiana es universal. No discrimina. El samaritano y el judío en la parábola se suponían enemigos y distanciados. Pero la misericordia es más fuerte que el prejuicio del samaritano.


Tercero: Amar a nuestros hermanos significa que estamos dispuestos a la reconciliación y el perdón, como era el caso del samaritano con respecto al judío herido.

Cuarto: Practicar la caridad significa salir de nuestros planes y nuestro egoísmo, aceptar sacrificios por el bien de los demás. La caridad cristiana no se queda en buenos deseos, sino que se expresa con hechos. Relacionemos la parábola de Jesús con la gran verdad que nos enseña la escena del «juicio final» (cfr. Mt. 25,40.45): «Lo que hicieron con los demás, conmigo lo hicieron». Es necesario «hacerse prójimo». Jesús pide una actitud práctica, que hablen los hechos... El problema fundamental del cristiano no está en saber quién es su prójimo: su prójimo son todos. Su problema está en hacerse él mismo prójimo de todos los que lo necesitan. No se trata de saber a quién tengo que amar, sino de darme cuenta de que todos tienen derecho a mi amor y vivir las consecuencias...

Relación con la Eucaristia: Prepararnos para participar en la eucaristía es interesarnos por la injusta situación de tantas personas en nuestro alrededor... No son los bandidos los que hacen temible el camino, sino la indiferencia de /os buenos. La Eucaristía como la gran «proximidad» de Dios a nosotros que, a pesar de ello, no puede quedar sin consecuencias para la vida cotidiana. Desgraciadamente es posible que, a pesar de la participación en el memorial del sacrificio de Cristo «por todos los hombres», los cristianos pasemos por el mundo sin darnos cuenta de los hombres... La Eucaristía es la actualización de la acción única y definitiva del «buen samaritano-Jesucristo» ofrecida constantemente a la Iglesia para que cada cristiano aprenda y al mismo tiempo se fortalezca en el ejercicio de la misericordia. Una vida de oración es lo único que nos permite descubrir en el rostro de los demás la presencia viva de Jesús. Pidámosle a Dios que abra nuestros corazones para entender y poner en práctica su Palabra.

4. ORACION: ¿QUÉ LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS? Tener presentes los cuatro actos de la oración: alabanza por todo el amor y la gracia que encierra esta parábola. Acción de gracias por los favores que el Señor nos ha hecho personal y comunitariamente. Petición de perdón por las infidelidades manifestadas en el amor del prójimo. Entrega para que el Señor continúe su acción misericordiosa en el mundo a través de nosotros.

Dios y Padre nuestro, te hemos conocido en Jesús y seguimos reconociéndote


en nuestros hermanos. Pero no siempre... A veces convertimos nuestro encuentro contigo en rutina: rutina en la oración, rutina en la Misa. Enséñanos a encontrarte con ilusión, sorpréndenos en cada encuentro para que la nuestra sea una relación viva y sentida. También hay veces en que evitamos el encuentro con el prójimo, pasamos de largo, sin reparar en él; pasamos de prisa, para que no se nos complique la vida. Pasamos y no lo miramos. No te vemos. Ayúdanos a ser como el buen samaritano, con los que sufren, con los que lloran, con los que tienen hambre, a prestarles ayuda y dedicarles tiempo y hacerlo siempre con amor, sin herirlos. r y Padre de todos los seres humanos, haz que todos seamos compañeros en el mundo, amigos en la vida, hermanos en tu Reino. Amén. 5. CONTEMPLACIÓN - ACCIOÓN: ¿QUE NOS PIDE HACER la Palabra?

Nuestro compromiso hoy Asumamos el papel de cada uno. Somos los asaltantes: opresores de nuestros hermanos. Somos el herido abandonado a la vera del camino: la humanidad lo es, cada uno de nosotros lo es, lo ha sido. Somos el sacerdote, el levita que pasan de largo, ajenos al drama de la humanidad, de los enfermos, de los necesitados. Somos el samaritano: es la misión nuestra de cristianos en el mundo. “Vete, y haz tú lo mismo”. Somos el posadero, anónimo que abre su casa para recibir al herido sin reparar en las dificultades. Tal vez habríamos dicho:


llévenlo al hospital. Mi casa no puede acogerlo. Es el lenguaje de la hospitalidad. La puerta siempre abierta. Es Jesús, buen Samaritano, quien nos trae al prójimo a nuestra casa (corazón) y nos dice: cuídamelo mientras vuelvo. El plazo es la Parusía, es decir, la Venida gloriosa del Señor al final de los tiempos Silenciosamente gustemos los dones divinos: la misericordia del Señor que tantas veces se ha manifestado. Las veces que a través de un «prójimo» el Señor se ha hecho visible en nuestra vida. Recojamos el desafío que Jesús nos hace al decirnos: «Vete, y haz tú lo mismo». Descubramos a un «prójimo» concreto en nuestra vida. Regresemos a nuestros hogares con la conciencia de haber descubierto que haciéndonos prójimos unos de otros vamos juntos al «encuentro con Jesucristo en una Comunidad viva». «Buscad al Señor y vivirá vuestro corazón» Hoy, Señor, tu palabra me da consuelo. Tú mismo dices que vivirás en el corazón del que te busca. Ninguna casa, ninguna mansión, ningún palacio me pueden ofrecer mejor que un corazón habitado por ti. Yo soy un eterno buscador de ti. Habita, Señor, en mi corazón y tendré alegría y paz.

Algunas preguntas para meditar durante la semana: 1. Todo el mundo tiene prejuicios hacia personas y grupos. ¿Cuáles son mis prejuicios? 2. Fuera de mi familia, ¿qué sacrificios emprendo por el bien de los demás? 3. ¿Cuál es nuestro papel en la parábola? 4. ¿Cómo ponemos en práctica la invitación que el Señor nos hace? 5. ¿Recordamos alguna experiencia personal en la que nos hayamos sentido tocados por la compasión como el samaritano? 6. ¿De qué personas te cuesta más hacerte prójimo?

P. Carlos Pabón Cárdenas, CJM.

Libro virtual: O:


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