Escoger la mejor parte: ESCUCHAR a Jesús AMBIENTACIÓN: El tema de este Domingo es ESCUCHAR y ACOGER la Palabra de Dios: ésa es la «mejor parte». Dios, el «amigo» de los hombres trabó amistad con los patriarcas, caminó con los peregrinos, visitó a los amigos, participó en las alegrías y en las penas de los hombres.
1. PREPARACIÓN: INVOCACIÓN al Espíritu Santo Espíritu Santo, asístenos, para que nos dispongamos a escuchar y acoger la Palabra del Padre que nos revela el Hijo. Haz que, contemplando nuestra vida, descubramos lo bueno que hay en ella, los dones que Tú nos regalas y que nosotros multiplicamos y hacemos nuestros, si somos responsables en la libertad. Que aprendamos de Cristo un gesto constante de servicio y acogida. Que sepamos acoger la donación de Cristo y convirtamos nuestra vida en ofrenda permanente. Amén.
2. LECTURA: ¿QUÉ DICE el texto? Gn. 18, 1-10a: «Señor, no pases de largo junto a tu siervo» La deliciosa narración de este texto destaca sobre todo la amistosa relación entre Abrahán y el Señor. Acoger a Dios es siempre para el hombre fuente de bienes. En el caso de Abrahán, en este acogimiento se cumple la promesa de una descendencia procedente de la mujer libre, Sara. El célebre icono de la Trinidad, de Roublev, es la más brillante expresión de este episodio. En la Historia Salvífica adquiere grande relieve esta Teofanía de Mambré; el N. T. alude con frecuencia a ella y acentúa sus valores morales y teológicos. Notemos estos más principales: La hospitalidad con que acoge Abraham a los viajeros: «No olvidéis practicar la hospitalidad. Por ella hubo quien, sin saberlo, hospedó ángeles »
(Hbr.13, 1). Una hospitalidad que va en busca del peregrino y le impele a aceptar cobijo y mesa: «Señor, no pases de largo » (vv 3-4; cfr. Ro. 12, 13). El Señor, que nunca se deja ganar en generosidad, da en premio al Patriarca el mejor regalo: la Promesa de un hijo: Sara, esposa estéril y anciana, va a dar al ya anciano Abraham un hijo. La fe del gran Patriarca queda así enaltecida por San Pablo en la Carta a los Romanos: «Abraham esperó contra toda esperanza. No desfalleció en su fe
al advertir su cuerpo ya sin vigor (contaba ya cerca de cien años) y amortecido el seno de Sara. Ante la Promesa de Dios no titubeó por la incredu¬lidad, sino que se vigorizó con la fe, y dio gloria a Dios; plenamente persuadido de que cuanto pro¬mete, poderoso es también para cumplirlo» (Ro. 4. 18-21). Y la fe de Abraham todavía debe superar otra más dura tentación cuando Dios le pide el sacrificio de aquel hijo-heredero. El Patriarca de la fe «creyó a Dios, que da vida a los muertos y llama a existir aquello que no existe» (Ro. 4, 17). San Pablo ve tipificado el N. T. en estos hechos de la vida de Abraham: Los hijos de Dios nacerán de la fe: «A cuantos creen en su Nombre les dio el poder de lle¬gar a ser hijos de Dios» (Jn 1, 12). En esta fe nos precedió típicamente Abraham; y por eso «Es padre de todos los creyentes» (Ro. 4, 11).
Salmo 15(14), 2-5: «Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?» No es, ciertamente, viviendo de cualquier modo como el hombre debe prepararse para acoger al Señor y, al propio tiempo, ser acogido por él en su casa. El salmo describe la imagen del amigo de Dios, cumplida en Abraham, y, en el evangelio, por aquellos amigos de Jesús que fueron Marta, María y su hermano Lázaro.
Col. 1, 24-28: «El misterio que Dios ha tenido escondido, lo ha revelado ahora a su pueblo santo». El «misterio» es el elemento central de este fragmento. San Pablo entiende por «misterio» el designio salvífico universal de Dios, su amor a todos los Hombres. Esto se ha revelado plenamente en Cristo y en la Iglesia, ya que está no sólo está formada por judíos, sino también por procedentes del paganismo. La salvación de Cristo es para todos, y por la fe, en todos los corazones habita Cristo, «la esperanza de la gloria» Llegó ya la plenitud de cuanto se «prometió» a Abraham: nuestro nacimiento de hijos de Dios en Cristo. Al adherirnos por la fe a Cristo Hijo de Dios nos hace Este partícipes de su filiación. San Pablo llama a este plan divino: «Misterio de Dios». Pablo se siente muy vinculado a este Misterio. Es el heraldo y anunciador del Misterio: «D;os me ha confiado el ministerio de anunciar entre vos¬otros y poner a plena luz el Misterio guardado ocul¬to desde el origen de los siglos por todas las gene¬raciones y manifestado ahora a sus santos» (26-27).
Ha sido escogido como instrumento no sólo para anunciarlo, sino para realizarlo. El Misterio lo resumen en esta expresión: «Cristo en vosotros» y «vosotros en Cristo» (2728). Todos, judíos y gen¬tiles, están llamados a formar en Cristo la familia de los hijos de Dios. Misión o ministerio de Pablo es lograr que sean «todos perfectos en Cristo». A una mayor inserción por la fe en Cristo responde una mayor participación de su filiación: de su vida divina. La teología y la mística han valorizado siempre grandemente el v 24; en él Pablo nos habla de un complemento que presta a la Pasión de Cristo, con los sufrimientos suyos personales, a favor del Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Ya todo cristiano queda asocia¬do a la Pasión de Cristo por el hecho de ser miem¬bro de su Cuerpo Místico (Mt 24, 8; Act 14, 22). Y con ello la Pasión de Cristo se continúa y se completa. Se continúa por cuanto ahora Crisio sufre en sus miembros; y se completa por cuanto así los miembros adquieren la configuración con la Cabeza, Cristo Crucificado. Pero el Apóstol tiene una vocación salvífica-redentiva. Su vocación le asimila a Cristo Redentor. Y por tal motivo ha de aportar en su mi¬nisterio no sólo la predicación, sino también la crucifixión. Por eso la gloria de Pablo son los sufrimientos tolerados a favor de la Iglesia (2Co. 4, 7-12; 12, 12). Y a los Gálatas les escribe: «Lejos de mí gloriarme
sino en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo... Yo traigo las marcas de Cristo en mi cuerpo» (Gal. 6, 17). A todo cristiano, pues, le cumple en-trar a la parte con Cristo en su Pasión; pero al Após¬tol le cabe un lote más rico de sufrimientos, por cuanto debe configurarse a Cristo Redentor.
Lc. 10, 38-42: «Marta lo recibió en su casa. María ha escogido la parte mejor». EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS R/. Gloria a Ti, Señor. 38
Yendo ellos de amino, entró en un pueblo y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su asa. 39 Tenía ella una hermana llamada Marìa, que, sentada a los es del Señor, escuchaba su palabra, 40 mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Al fin, se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, poues, que me ayude». 41 Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por mucha cosas; 42 y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada». Palabra del Señor.
R/. Gloria a Tí, Señor Jesús. Re-leamos el texto para interiorizarlo A- Ubicación en el ciclo c
B- Contexto.
El viaje mesiánico de Jesús a Jerusalén para su propia Pascua.
Empieza en Lc 9, 51 y termina en Lc 19, 28. Es un viaje en el que no hay pausa, se está siempre avanzando. Y es un ascenso, subida que implica esfuerzo constante. En ese viaje Jesús invita al discípulo a seguirlo. A acompañarlo hasta el final, hasta compartir con él muerte y resurrección. Sólo así se es discípulo. En contraste con Lc. 9, 52-53 en que Cristo es rechazado, aquí encuentra franca la puerta de la hospitalidad. En Lc. 9, 57-62 se fijan las condiciones para el seguimiento incondicional de Jesús. Comprometidos los discípulos con él, Jesús les participa su misión y los envía a evangelizar. El envío de los doce (Lc 9,1-6) era para el mundo de los judíos. El envío de los setenta y dos es para el mundo no judío (Lc 10,1-16). El regreso es explosión de alegría mesiánica (Lc. 10, 17-24). La causa la obra evangelizadora y liberadora del hombre. Se ha hecho lo que ilustra la parábola del Buen Samaritano (Lc. 10, 25-37). Para ser evangelizado hay que abrir la puerta a Jesús: aquí viene nuestro texto que describe la visita de Jesús a la casa de Marta y María (Lc 10, 38-42). Hecha esta experiencia de Jesús se abre la puerta a la oración... (Lc 11, 1ss).
C- Organización del texto: v. 38:
Marta recibe a Jesús en su casa
vv. 39-40a: v. 40b: vv. 41-42:
María escucha la Palabra de Jesús. Marta se dedica al servicio de la casa Marta reclama y pide a Jesús que intervenga Respuesta de Jesús
D. Comentario: Como en la primera lectura, en el evangelio encontramos un escena de amistad. Las actitudes de las dos hermanas son, ambas, muy loables. No obstante, hay que señalar prioridades. Y la prioridad, en la fe cristiana, pertenece a la Palabra de Dios. v. 38a La entrada en el pueblo y en la casa de Marta y María es una etapa más de esta larga caminata hasta Jerusalén y forma parte de la realización de la misión de Jesús. Desde el comienzo, el objetivo de la caminata está definido; realizar su misión de Siervo, anunciada por Isaías (Is. 53,2-10; 61,1-2) y asumida por Jesús en Nazaret (Lc. 4,16-21). Lucas no especifica dónde se encuentra la aldea de María y Marta, pero en el contexto geográfico de su evangelio, el lector imagina que la aldea se encontraba en Samaría. Por el evangelio de Juan sabemos que Marta y María vivían en Betania, una pequeña aldea vecina a Jerusalén (cfr. Jn 11,1). Juan nos dice además que tenía un hermano de nombre Lázaro. Jesús llega inesperado. La iniciativa parte de él. Rechazado en Lc. 2, 7; Jn. 1, 9s. vivió acogida como la Lc. 7, 44ss. 19, 1-10ino. Jesús invita a las hermanas a seguirlo en una forma de seguimiento que no es el caminar físico con él, sino el ser discípulo auténtico. ¿Las mismas hermanas de Betania? ¿Por qué no aparece Lázaro? (Jn, 11, 140; 12, 1-3...). El viaje apenas empieza y Betania es etapa final (Lc. 19, 19). Le interesa no la geografía sino la teología. Esta escena se realiza en un clima de hospitalidad, como en la primera lectura; pero ahora el hospedado y obsequiado es el mismo Jesús. Los semitas tuvieron (y tienen aún hoy) en altísima estima la hospitalidad. El AT. nos presenta la hospitalidad cuando es Dios quien llega. Gn 18, 1-16. Allí se encuentran, en narración típica, las etapas de la hospitalidad. En Gn 19, 1-29 se muestra hasta qué punto el huésped es valorado, por encima incluso de la propia familia. Otros textos: Prov 27, 8; Sir. 11, 34; 29, 21s; Lv 19, 33; Hch 7, 6: Sal 39, 13). El cristiano debe ser hospitalario: Jn 13, 20; 14, 23; Mc 9, 37; Lc 9, 48; 1 P 4, 9; Ro 12, 13; 13, 8; 1 Tm 3,2; 5, 10; Ap 3, 20; Hb 11, 13... Jesús, en su peregrinar, halló hogares generosos. Recordemos el de Zaqueo. Y el de la familia de Beta-nia. Jesús aceptaba el hospedaje y lo premiaba: «Da Jesús manjar espiritual a quienes le invitan como comensal» (Jer in Mt 9). Aquí María de Betania, a los pies del Maestro, se alimenta ávidamente de su Pa¬labra. La fe y adhesión al Mensaje de Cristo es abrirle el corazón y hospedarle: «Por la fe mora Cristo en vuestros corazones» (Ef 3, 16).
vv. 38b: La acogida del huésped es espléndida en Gn 18. Aquí es sobria. Acoger en la casa supone recibir en el calor del hogar, en la interioridad. De ahí fácil pasar a acoger en la persona, en el corazón. El huésped no es molesto sino amado. Recibir al huésped era recibir “ángeles”, al mismo Dios, evocando Gn 18. Rechazar al huésped es exponerse a rechazar la visita de Dios mismo. v. 39- 40a: Es una cena normal en casa, en familia. Mientras algunos hablan, otros preparan la comida. La dos cosas son importantes y necesarias, las dos se complementan, sobre todo cuando se trata de acoger a alguno que viene de fuera. Afirmando que “Marta estaba atareada en muchos quehaceres” (diaconía), Lucas evoca a los setenta y dos discípulos también ocupados en muchas cosas del servicio misionero (Lc 10,17-18) La actitud propia del discípulo es sentarse ante el huésped para escucharlo. Es el momento central del relato. El huésped trae la Palabra salvadora como en Gn. 18. Escucharlo es el gesto de la persona que se da y quiere que el huésped entre en la intimidad de quien escucha. Es hacerse discípulo. Las visitas de Dios no son mera cortesía. Son acciones santificadoras y salvadoras. El huésped, anuncia, promete y se compromete. Y cuando ese huésped es Dios su palabra es definitiva. En Gn 18 es el anuncio cierto del nacimiento próximo de Isaac. En el evangelio es Jesús mismo el que se hace Palabra. El discípulo, sin afán, sin otra preocupación, escucha y guarda en el corazón. v. 40a:. Marta despliega gran actividad. Se trata no sólo de quedar bien sino de ser generoso como el huésped (es posible que sea el mismo Dios) se merece. El servicio será siempre un signo de la persona que se da pero externo a ella. Puede parecer incluso pobre y deficiente al deseo de quien acoge. v. 40b: Marta se está preocupando sola de la preparación de la comida, mientras María está sentada, y está conversando con Jesús. Marta reclama. Quizá Jesús interfiera y diga algo a la hermana para ver si le ayuda en el servicio en la diaconía. Marta se considera una sierva y piensa que el servicio de una sierva es el de preparar la comida y que su servicio en la cocina es más importante que el de su hermana que habla con Jesús. Para Marta, lo que hace María no es servicio, porque dice: « ¿No te importa que mi hermana me deje sola en el servicio?» Pero Marta no es la única sierva. También Jesús asume el papel de siervo: el «Siervo» anunciado por el profeta Isaías. Isaías había dicho que el servicio principal del Siervo es el de estar delante de Dios a la escucha en oración para poder descubrir una palabra de consuelo que llevar a aquellos que están cansados. Decía el Siervo: «El
Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa dirigir al cansado una palabra. Cada mañana despierta mis oídos para que yo oiga como discípulo» (Is 50,4). Ahora, María tiene un comportamiento de oración delante de Jesús. Y surge la pregunta: ¿quién realiza mejor el servicio de sierva: Marta o María?
v. 41. Donde terminan las posibilidades humanas empieza el poder de Dios. «¿Hay algo difícil para Dios?» (Gn. 18, 14). Los afanes humanos son pocos ante los ofrecimientos divinos. “Una cosa es necesaria” (Lc 10, 41-42). La respuesta de Jesús a Marta es bella sta y muy humana. Para Jesús una buena conversación con personas amigas es importante e incluso más importante que el comer (cf. Jn 4,32). Jesús no está de acuerdo con la preocupación de Marta. Él no quiere que la preparación del almuerzo interrumpa la conversación. Y es como si dijese: «Marta, no hay necesidad de preparar tantas cosas. Basta una pequeña cosa. Y luego ven a participar de la conversación, tan bella». Este es el significado principal tan sencillo y humano de las palabras de Jesús. A Jesús le agrada una buena conversación. Y una buena conversación con Jesús produce una conversión. Pero en el contexto del evangelio de Lucas, estas palabras decisivas de Jesús toman un significado simbólico más profundo: En el aviso que Jesús hace a Marta le quiere enseñar cómo el mejor servicio que podemos hacerle es escuchar, aceptar, meditar, penetrar, asimilar, vivir su Palabra. Este elogio hace Lucas de María: «María conservaba todo esto y lo profundizaba en su Corazón» (Lc. 2, 19). Por esto es declarada dichosa por escuchar y guardar la Palabra de Dios (Lc. 11, 28). La hermana de Marta merece los elogios de Jesús porque el mejor obsequio que podemos prestar al Maestro es la fe: la adhesión cordial a su Persona; la aceptación plena, consciente y amorosa de su Mensaje. San Pablo verá reflejada en la virginidad esta actitud de María de Betania. La virginidad, libre de toda distracción, «se preocupa sólo de las cosas del Señor» (1Co. 7, 34), en tanto que los que se casan «se preocupan de las del mundo; y andan con desasosiego: divididos» (1Co.7, 33). Quien escoge esta total entrega a la Persona y a la Palabra de Cristo, en virginidad y en apostolado, escoge, sin duda, «la mejor parte; y nunca le será quitada» (Lc. 10, 42). La valoración de Dios es distinta de las valoraciones de los hombres. La escucha del huésped está llamada a iluminar las realidades terrenas. Estas no la reemplazan ni se le anteponen. El espacio de Dios es siempre el primero. Es la tesis del evangelio en que Cristo rehúsa ser segundo o tercero o último. El es siempre el primer valor (Lc. 9, 57-62). El mismo tema en Hch. 6, 1-4.
3. MEDITACIÓN: ¿Qué NOS DICE el texto? La visita del huesped Jesús llega hoy a nuestra casa, a nuestra vida, con su Palabra, sus sacramentos, el prójimo. Toma la iniciativa y quiere que su presencia y su Palabra tengan la primacía en nuestra vida. Que ellas iluminen el discurrir diario. Escuchar es oír, guardar, obedecer. No se nos llama a dos formas de vida, una perfecta (contemplación), y otra menos importante (acción). Preferible la primera. El evangelio no debate esa experiencia de contraste entre vida activa y contemplativa. Es problema muy posterior en la ascética cristiana. A María no se le pide orar ni contemplar sino sencillamente escuchar. La primacía de la escucha es fundamental
en el discípulo. Preguntémonos si lo es en nuestra vida. Marta y María son inseparables en la vida de cada cristiano. Llamados sin cesar a la escucha y al servicio. El que hoy acogemos es el pobre en quien Cristo es acogido, escuchado y servido (Mt 25, 35. 43). No olvidemos que un día concreto de nuestra vida será Dios quien nos brinde hospitalidad eterna en su misterio (Jn 14, 1-6).
Dos actitudes La escena representa el momento de la predicación del Evangelio. Las dos hermanas son dos actitudes: Marta y sus afanes representan a las Comunidades judeocristianas, aferradas al pasado, menos atentas a la palabra nueva e inquietas por las tradiciones. María. representa a las Comunidades venidas de la gentilidad, sin el peso del pasado y sus tradiciones, y pendientes y abiertas a la Palabra evangélica. Como Marta, también los discípulos, durante la misión, se preocupaban de muchas cosas, pero Jesús aclara bien que la cosa más importante es la de tener los nombres escritos en el cielo, o sea, ser conocidos y amados por Dios (Lc 10,20). Jesús repite a Marta: “Tú te preocupas y agitas por muchas cosas y hay necesidad de pocas, mejor, de una sola”. Antes de este episodio, un doctor de la ley había reducido los mandamientos a uno solo: «Amarás al Señor sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo»” (Lc. 10,27). Cumpliendo este único y mejor mandamiento, la persona estará dispuesta a obrar con amor como el Buen Samaritano y no como el sacerdote y el levita que no cumplieron con su deber (Lc. 10, 25-42). Los muchos servicios de Marta deben ser realizados a partir de este único servicio verdaderamente necesario que es la atención amorosa a las personas. Esta es la mejor parte que María ha escogido y que no le será quitada. Marta se preocupa de servir (diaconía). Ella quería ser ayudada por María en el servicio de la mesa. ¿Pero cuál es el servicio que Dios desea? Esta es la cuestión. El comportamiento de María está más de acuerdo con el comportamiento del Siervo de Dios, porque, como el Siervo, ella se encuentra en una situación de oración delante de Jesús. María no puede abandonar esta postura de oración en presencia de Dios. Porque si lo hiciese, no descubriría la palabra de consuelo que llevar a los cansados y desanimados. Este es el verdadero servicio que Dios está pidiendo a todos.
Nuestra hospitalidad Jesús llega hoy a nuestra casa, a nuestra vida, con su Palabra, sus sacramentos, el prójimo. Toma la iniciativa y quiere que su presencia y su Palabra tengan la primacía en nuestra vida. Que ellas iluminen el discurrir diario. Escuchar es oír, guardar, obedecer. No se nos llama a dos formas de vida, una perfecta (contemplación), y otra menos importante (acción). Preferible la primera. El evangelio no debate esa experiencia de contraste entre vida activa y contemplativa. Es problema muy posterior en la ascética cristiana. A María no se le pide orar ni contemplar sino sencillamente escuchar. La primacía de la escucha es fundamental en el discípulo. Preguntémonos si lo es en nuestra vida. Marta y María son inseparables en la vida de cada cristiano. Llamados sin cesar a la escucha y al servicio. El
que hoy acogemos es el pobre en quien Cristo es acogido, escuchado y servido (Mt 25, 35. 43). No olvidemos que un día concreto de nuestra vida será Dios quien nos brinde hospitalidad eterna en su misterio (cfr. Jn 14, 1-6). La visita de Jesús siembra una esperanza y en ella Dios, en su fidelidad, sigue presente. Jesús entra a la vida pero no sale. La escucha es perpetua, el servicio es perpetuo. El está siempre ahí en los signos de su presencia (Mt. 25, 35. 43). Un día él nos invitará a lo definitivo: Jn. 14, 2; Ap. 3, 20.
Señalar prioridades El Evangelio nos recuerda una escena de la vida de Jesús en casa de Marta y María, las buenas amigas y discípulas de Jesús. Ambas hermanas eran diferentes, y se relacionaban con Jesús diferentemente. Como en la primera lectura, en el evangelio encontramos un escena de amistad. Las actitudes de las dos hermanas son, ambas, muy loables. No obstante, hay que señalar prioridades. Y ¡la prioridad, en la fe cristiana,
pertenece a la Palabra de Dios! La perícopa evangélica de hoy es continuación de la del domingo anterior; es una invitación a seguir haciendo referencia al tema dominante de toda esta sección: el camino hacia Jerusalén.
Oración y acción Después de las escenas de falta de acogida (por parte del pueblo de samaritanos: cfr. domingo 13o), la acogida de Marta y María es significativa. Viene a la memoria una escena también lucana: los discípulos de Emaús. También allí aparece el camino y el acoger en casa y la referencia fundamental a la Palabra de Dios, interpretada en función del
misterio de Jesucristo. Otra escena que podría ofrecerse como paralela, y muy sugerente en la comparación, sería la de Hch. 6, 1ss. Los Apóstoles, en Jerusalén, consideran que no está bien que
se ocupen de tal modo de la atención a los pobres que pase a un segundo plano la predicación de la Palabra. Las figuras de Marta y María están allí como aludidas. María es más contemplativa; le gusta escuchar a Jesús y cultivar su amistad. Marta es muy activa y preocupada con «quehaceres». Y Jesús alaba a María y reprende a Marta. Si destacamos la primacía de la Palabra por encima de todo, la iniciativa de Marta es literalmente, absurda. ¿Cómo puede Jesús apartar a María de la fidelidad a la Palabra? La imagen es fuertemente expresiva. Pero, sería, igualmente, absurdo pensar en la fidelidad a la Palabra que fuera «desmovilizadora», es decir, que dejara al cristiano simplemente «parado», sin reacción ante las necesidades y urgencias que piden su colaboración y su testimonio. Para no caer en tal interpretación, será bueno recordar el
contenido del domingo anterior: el cristiano tiene la Palabra muy cerca de sí, y precisamente esto tiene que hacerle ser realista (¡el buen samaritano!). El cristiano valora la Palabra por encima de todo en el sentido de vivir con plena fidelidad personal a Aquél que le habla. ¿Significa esto que Jesús no está en favor de la acción, o que prefiere la contemplación sobre la actividad, o la oración sobre el apostolado? De ninguna manera. Jesús está diciendo dos cosas: Primero: La oración y la contemplación son muy importantes. No es una pérdida de tiempo. Su amistad tiene valor en sí misma. Pero Jesús no está haciendo una comparación entre la contemplación y la acción. Segundo: Lo que no estaba bien en Marta no era el hecho de ser muy activa y ocupada en su casa. Estas son cualidades; no tienen nada de malo. Lo que estaba mal era el modo, la actitud de la actividad de Marta. Era demasiado ansiosa; le faltaba paz;
no tenía tiempo de escuchar a Jesús y cultivar su amistad. 4. ORACIÓN con la Palabra: ¿Qué LE DECIMOS NOSOTROS a Dios? El grupo, cada uno recoge lo que le dice la palabra, se lo aplica y en forma de oración responde a la invitación del Señor. Se puede ir haciendo a medida que se reflexiona sobre cada una de las etapas. Cada una de ellas despierta oración y respuesta en cada uno. Dios nos habita como huésped (Jn. 14, 23; 1Co 3, 16; 6, 19), vivamos la experiencia de la hospitalidad, adorando, dando gracias, pidiendo perdón y entregándonos a quien así permanece en nosotros. Señor Dios, que nos visitas en tu Hijo, haz que la Iglesia acoja tu visita y tu Palabra salvadora para que la pueda transmitir fielmente a todos los pueblos. Concédenos hacer buen discernimiento para que no nos afanemos demasiado por las cosas materiales y comprendamos que «no sólo de pan vive el hombre», sino de la escucha atenta de tu Palabra que es Vida. Que nosotros sepamos escuchar al Hijo, como lo hacía Marìa de Betania y demos acogida a su mensaje redentor. Amén.
5. CONTEMPLACIÓN - ACCIÓN: ¿Qué NOS PIDE HACER la Palabra? La Palabra nos invita a vivir en silencio atento la presencia viva y actual de Jesús en nosotros. Y nos da espacio de tiempo para tomar el Evangelio, abrir la puerta a Jesús y escucharlo para conformar con él nuestra vida. Vivir en silencio atento la presencia viva y actual de Jesús en nosotros. Darnos espacio de tiempo para tomar el Evangelio, abrir la puerta a Jesús y escucharlo para conformar con él nuestra vida. La vida cristiana es esfuerzo, pero es también -e incluso prioritariamenterecepción, acogida. En el proceso personal y comunitario hay camino y reposo, misión y comunión, evangelización y sacramento, lucha y fiesta... Bien comprendido: estos aspectos no deben contemplarse como sucesivos y desvinculados entre sí, sino más bien como acentos y
perspectivas de una misma realidad indivisible: la
fidelidad a Jesucristo.
Esta fidelidad a Jesucristo es la que destaca en la figura de María y en la respuesta de Jesús. Por encima del «servicio» -con demasiada frecuencia sujeto a la preocupación por «tantas cosas»- está el valor absoluto de la Palabra de Dios. Se podría recordar la respuesta de Jesús en las tentaciones: «¡...el hombre vive de toda palabra que sale de la boca de Dios!». La fidelidad a la Palabra es un valor jamás comprometido en sí mismo, sea cual sea la situación del cristiano. Para otras cosas pueden existir impedimentos, dificultades internas y externas: enfermedad, situación social, cultura, economía, etc. La fidelidad a la Palabra es el valor siempre «asegurado». De nuevo, aquí, la referencia al domingo anterior: «...está muy cerca de ti, en tu corazón y en tu boca». El fruto de acoger la Palabra es la comensalidad con el Señor, su familiaridad, la seguridad de un futuro. Nótese el sugerente paralelismo entre la promesa del hijo de Sara y el «no se la quitarán». También el salmo responsorial: «El que así obra, nunca fallará».
Algunas preguntas para meditar durante la semana: 1. ¿Oro suficientemente? ¿Valoro la oración como valoro la actividad productiva? 2. ¿Realmente ocupo momentos escuchando a Jesús?
Carlos Pabón Cárdenas, CJM.
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