Domingo 21º ordinario a 2014

Page 1


DOMINGO 21º TIEMPO ORDINARIO - CICLO A El servicio pastoral del Papa «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia»

AMBIENTACIÓN: Nos volvemos a reunir, formando una pequeña Comunidad, para celebrar la Eucaristía. Y nos sentimos unidos a otros muchos cristianos que, en todo el mundo se reúnen del mismo modo, para ofrecer a Dios nuestra Acción de Gracias. Todos compartimos la misma y única fe en Jesucristo, la misma esperanza en sus promesas y el mismo amor cumpliendo su «mandamiento nuevo». Pero también lo hacemos porque todos formamos la única Iglesia de Jesús, edificada sobre el Apóstol Pedro, tal como nos dice el Evangelio de hoy. Y reconocemos que el Pedro actual es el Papa Francisco, Obispo de Roma.

1. INVOCACIÓN al Espíritu Santo Ven, Espíritu Santo, ilumina nuestra mente, nuestro corazón y nuestra voluntad, para que podamos comprender, aceptar y vivir la Palabra de Dios. Llena con tu santo poder a todos los que nos acercamos a escuchar la Palabra para que, guiados por ella, nos encontremos con Jesucristo vivo para gloria del Padre. Que nos dejemos empapar por la Palabra de Dios para hacer más fecunda mi vida en relación con los demás y que nuestra vida produzca frutos de amor y de justicia? Amén.

2. LEÁMOS la Palabra: ¿QUÉ DICE el texto? Is. 22,19-23: «Colgaré de su hombro la llave del palacio de David» En la breve 1a lectura de hoy se nos ofrece el hecho histórico del cambio del «mayordomo de palacio» (especie de primer ministro) del rey Ezequías de Judá. El motivo de su destitución, no está muy claro. Parece ser que se debió a que construyó un


mausoleo demasiado lujoso para los tiempos difíciles en los que se encontraba el reino; o por construirlo en un lugar que no le correspondía. Pero la destitución y sustitución de este alto mandatario del rey, da pie al profeta Isaías (en el s. VIII a. C.) a ver, proféticamente, la intervención de Dios en el gobierno de su pueblo. Con el cambio de la persona, se hace el cambio de los «símbolos» del poder y se les da un sentido mesiánico en la voz del profeta. Dios se hace presente en la historia: las llaves que el mayordomo llevaba colgadas del hombro eran señal de su autoridad para abrir (o cerrar) la puerta de acceso al rey. La venida del Mesías realizará un cambio radical en las personas y en los pueblos. Tendrá las llaves del reino de justicia y de fidelidad a Dios. Las llaves «del Reino de los cielos» están en sus manos. Y esas «llaves del Reino» son las que Jesús promete a Pedro según el Evangelio que proclamamos hoy.

Sal. 138(137): «Daré gracias a tu nombre por tu misericordia y tu lealtad» El salmo recoge, sobre todo, la lección de humildad y confianza en Dios. Así como Dios castiga al mayordomo anterior, el salmista espera que se apiade de todos nosotros: «Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos», porque está seguro de que «el Señor se fija en el humilde y de lejos conoce al soberbio». El salmo 138(137) es un canto de acción de gracias colectivo que desarrolla esta idea básica: todas las fuerzas importantes de la vida -dioses y reyes- no pueden menos de reconocer la obra de Dios con su pueblo. Esto garantiza el futuro de Israel. El que habla en el salmo no es un teórico sino alguien que rubrica lo que dice con la propia vida. El salmo implica en su alabanza agradecida a «todos los reyes de la tierra» (v. 4). Precisamente por eso, San Atanasio ha definido este poema como «el salmo de la llamada universal a la salvación». La súplica del último versículo: «No abandones la obra de tus manos» siempre gozará de actualidad y la podremos repetir siempre a lo largo de toda nuestra vida.

Ro. 11,33-36: «El es origen, guía y meta del universo» La suerte de los judíos, los hijos de la promesa en el AT, pero que ahora parecen rechazar la salvación del Mesías enviado por Dios, sigue preocupando a Pablo, y le sugiere una larga serie de reflexiones (Ro. 9-11). Estas reflexiones terminan en el breve pasaje de hoy: un canto entusiasta de alabanza a Dios, de admiración por su sabiduría, que nosotros no entendemos, pero que es la que va guiando la historia de la humanidad. Es un himno de Pablo que revela la grandeza de Dios, origen, guía y meta del universo. La fe no es el resultado de una investigación científica, ni un apasionamiento pasajero. La fe ha de ser la respuesta personal a este Dios que nos interpela. Dios es señor de la historia, pero la historia a menudo nos desconcierta. No la entendemos. No vemos fácilmente en ella la voluntad y el amor de Dios. En este profundo texto, S. Pablo está diciendo que el dominio de Dios sobre el mundo y la historia es sabio, amoroso y para el bien. Pero según sus propios términos y caminos; por eso nunca entenderemos


completamente. Por lo tanto,Es un hdesde nuestro punto de vista, el proceso de la historia y el mundo permanecen para nosotros misteriosos. Pablo plantea unas preguntas retóricas: ¿quién conoció... quién fue su consejero... quién le ha dado primero? Preguntas que, naturalmente, esperan una respuesta negativa: ¡nadie!, porque «él es el origen, guía y meta del universo». El sabrá cómo ser fiel a las promesas hechas a su pueblo elegido y cómo conducirlo también a la salvación.

Mt. 16, 13-20: «Tú eres Pedro y te daré las llaves del Reino de los cielos» EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN MATEO Confesión de Pedro (Mc. 8,27-30; Lc. 9,18-21; cfr. Jn. 6,67-71) 13

Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del 14 hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que 15 Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Él les dice: «Y 16 ustedes ¿quién dicen que soy yo?». Simón Pedro contestó: 17 «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. » Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los 18 cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra 19 ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra 20 quedará desatado en los cielos». Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo. Palabra del Señor. R/. Gloria a Tí, Señor Jesús.

Re-leamos el texto para interiorizarlo a) Contexto: Mt. 13, 53 - 18, 35 Nuestro texto está situado en la parte narrativa ubicada entre el Sermón de las Parábolas (Mt. 13, 1-52) y el Sermón de la Comunidad (Mt. 18, 1-35). En las partes narrativas que enlazan entre sí los cinco Sermones, Mateo acostumbra seguir la secuencia del Evangelio de Marcos. De vez en cuando, cita otras informaciones, conocidas también por Lucas. Y en varios lugares trae textos que aparecen sólo en el


evangelio de Mateo, como en el caso de la conversación entre Jesús y Pedro, del evangelio de hoy. Este pasaje es de gran importancia en la vida de Jesús. Él no ha sido bien acogido por su pueblo y, aparentemente, su misión ha fracasado (cfr. Mt. 13, 56-58). Sin embargo, sus discípulos por boca de Pedro reconocen que Jesús es «el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt. 16, 16). Esta confesión es el resumen de la fe de la Iglesia.

b) Organización del texto: vv. 13-14: 1ª Pregunta de Jesús y respuesta de los discípulos vv. 15-16: 2ª pregunta de Jesús y respuesta de Pedro vv. 17-19: Jesús felicita a Pedro y le confiere la autoridad apostólica v. 20: Jesús ordena a sus discípulos guardar silencio

c) Comentario: vv. 13-14: Jesús hace un breve examen a sus discípulos. Cesara de Filipo, cerca del monte Hermón a unos treinta kilómetros del Mar de Galilea, está en la frontera con el mundo gentil, y es la principal ciudad gentil. En tiempos pasados, la ciudad fue conocida por el culto a Baal y Pan que allí se efectuaba. En el tiempo de Jesús, había un templo dedicado al César. Parece ser que Jesús va ahí para escapar de las multitudes de Galilea y poder preparar a sus discípulos para la jornada hacia Jerusalén, que comienza en Mt. 19:1; una jornada que terminará con su muerte y resurrección. Jesús escoge este lugar gentil para revelarse más completamente a sus discípulos, tal vez dándonos una pista de su preocupación por todo el mundo que después hará explícito en la Gran Comisión (cfr. Mt. 28:19-20). Más que decirles a los discípulos su identidad, les pide que le digan quién cree la gente que sea el «Hijo del Hombre». Éste es el título que Jesús usa más frecuentemente para identificarse a sí mismo (cfr. Mt. 8, 20; 9, 6; 10, 23; 11,19; 12, 8.32; 13, 37.41; 16, 13.27; 17, 9.12.22; 19, 28; 20, 18.28; 24, 27.30. 37.39; 25, 31; 26, 2.24.45. 64). En un momento significativo de su ministerio, cuando acaba su estancia en Galilea y se dispone a subir a Jerusalén, Jesús plantea una doble pregunta a sus discípulos: * ¿Qué dicen de mí?; ¿qué dice la gente que soy yo? (v. 13)... * ¿Qué piensan ustedes que soy yo? (v. 15)... La primera pregunta es a modo de encuesta sobre lo que «la gente» opina de él. La respuesta es dispersa: unos que el Bautista, o que Elías, o que Jeremías, u otro profeta. Es claro que la gente pensaba bien sobre Jesús y lo había considerado como profeta. Sin embargo, cuando ellos lo trataron de identificar, lo que hicieron fue ver hacia su pasado y no hacia su futuro. Los discípulos (no solamente Pedro) le dicen a Jesús que la gente piensa que él es:


- Juan el Bautista, que fue asesinado por Herodes. Juan tenía una presencia tan poderosa que la gente no se sorprendería de verlo otra vez. De hecho, Herodes cree que Jesús puede ser Juan resucitado (14:2). - El profeta Elías, que se esperaba que reaparecería «antes que venga el día de Yahvé, grande y terrible» (Mlq. 4:5). - El profeta Jeremías, que experimentó un gran rechazo y que lloró sobre la ciudad de Jerusalén. - Alguno de los profetas. Sí, Jesús es un profeta, pero es más que un profeta. Él los desafiaría como lo haría un profeta, pero también los llevaría en direcciones que ellos nunca podrían anticipar. Es interesante conocer las opiniones de la gente sobre Jesús, pero la primer pregunta de Jesús simplemente prepara el terreno para que haga la segunda, la pregunta más importante (v. 15). vv. 15-16: La segunda pregunta es directa para ellos: «¿y ustedes?». La pregunta real es lo que los discípulos piensan sobre Jesús. Cuando les dice «Y ustedes, ¿quién dicen que soy?», ese «ustedes» es tanto enfático como plural: se dirige a todos los discípulos más que solamente a Pedro. El pueblo es libre de creer cualquier cosa que quieran respecto a Jesús, pero Jesús ha estado preparando cuidadosamente a estos discípulos para continuar con su obra. Han escuchado sus enseñanzas y han sido testigos de sus milagros. Lo que piensan sobre él es crítico. Lo que nosotros contestamos también es crucial. A estas alturas la incertidumbre es igual a la falta de fe. Ser cristiano significa creer que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Pedro, una vez más, toma la palabra en nombre de todos y hace una ajustada confesión de fe: «tú eres el Cristo... (esta expresión es común también a los otros evangelios sinópticos, pero Mateo añade:) .. .el Hijo de Dios». La respuesta de Pedro mira al preente. Pedro también dice - y esto es propio del evangelio según S. Mateo- que Jesús es «el Hijo del Dios vivo». Jesús no solamente es el juez del futuro (el Hijo del Hombre), ni tampoco solamente el por tanto tiempo esperado Mesías del pasado (el Cristo); Él es, como el Verdadero Hijo de Dios, la persona más importante en el presente. Primero escuchamos que Jesús es el Hijo de Dios en su bautismo cuando Dios mismo anunció «Este es mi Hijo amado» (Mt. 3, 17); y Jesús se ha referido a sí mismo como el Hijo (cfr. Mt. 11, 27). Los discípulos llamaron a Jesús «el Hijo de Dios» cuando caminó sobre el mar hacia la barca y detuvo la tormenta (cfr. Mt. 14, 33). «el Dios vivo»


(= «viviente») contrasta dramáticamente con los ídolos sin vida de un lugar como Cesarea de Filipo. vv. 17-19: Con su respuesta merece Pedro una alabanza por parte de Cristo, porque esta afirmación se la ha revelado Dios. Pedro ha identificado a Jesús como el Hijo del Dios viviente. Ahora Jesús responde reconociendo a Simón como el hijo de Jonás al mismo tiempo que le da su bendición. En el evangelio de Juan, el padre de Pedro es identificado como Juan y no como Jonás (cfr. Jn. 1, 42; 21, 15). Notemos que Jesús lo llama «Simón» (v. 17), el nombre por el que su Padre lo reconocería, más que con el nuevo nombre que Jesús está por darle. «No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos»... Pedro no llegó a su discernimiento por una astucia espiritual. Dios le ha dado este entendimiento sobre Jesús. Este discernimiento de Pedro llega por revelación. Esto también es lección para nosotros. No tenemos ninguna razón para ser orgullosos si sucede que estamos más despiertos espiritualmente que otros. Nuestra fe, igual que la de Pedro, es un don de Dios. «Sobre esta piedra...» ¿Qué piedra? ¿Es la de que Jesús es el Hijo de Dios? ¿O es la fe que Pedro muestra cuando hace esta confesión? ¿O es Pedro mismo? Los católicos y protestantes se han dividido agudamente en la interpretación de estas palabras. - Los católicos las han entendido para establecer que Pedro es la roca sobre la que Jesús construiría su iglesia. Ellos creen que Pedro fue el primer obispo de Roma y el primero de una inquebrantable sucesión de Papas. - Los protestantes han entendido que la roca es la confesión de Pedro y la realidad que está detrás de ella: que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Ellos señalan la distinción entre las dos rocas que Jesús menciona: «Tú eres Pedro (Pe,troj( = Petros: que es sustantivo masculino), y sobre esta piedra (pe,tra| = petra: que es sustantivo femenino) edificaré mi iglesia». Ellos han entendido que Jesús hace una distinción entre la Roca que es Pedro y la roca sobre la que se construirá su iglesia. Sin embargo, aunque el Nuevo Testamento fue escrito en griego, lo más seguro es que Jesús dijo la palabra aramea, «Cephas», que se presta menos a ese tipo de distinción. El significado de Jesús es claro: Pedro es la roca, el cimiento, sobre el que va a erigir su iglesia… [Sin embargo,] esta no es una historia sobre el papado; es la historia sobre Pedro y Jesús, y la interpretación más plausible del pasaje es que Jesús es, en verdad, señalando a Pedro como la piedra angular, el líder principal, de este nuevo pueblo de Dios.


Con una doble imagen le anuncia que ha pensado en él como jefe de la primera comunidad y le da como una solemne investidura: «Yo te digo»... -* La imagen de la piedra (v.18), sobre la que edificará su Iglesia (una de las pocas veces que en el evangelio aparece la palabra griega «ekklesia» (= evkklhsi,a), equivalente al «qahal» (= lh;q;) del AT,que significa la Asamblea, la Comunidad de Yahvé (cfr. Neh.5, 7; Dt. 33 ,4)... La gente estaba acostumbrada a pensar en Dios como una roca (cfr. Gn. 49,24; Dt.. 32,1 Sal.. 2:2, 22; Sal. 18(17), 3.47; 31(30), 3; 71(70), 3; 91(90), 2; etc.). Isaías también se refiere a Abraham y Sara como una roca: «Reparen en la peña de donde fueron tallados, y en la cavidad de pozo de donde fueron excavados. Reparen en Abrahán, su padre, y en Sara, que los dio a luz; pues uno solo era cuando lo llamé, pero lo bendije y lo multipliqué» (Is.51:1-2). Dadas estas asociaciones con la palabra «roca», Jesús le hace un gran honor a Pedro cuando lo identifica con una Roca. Al mismo tiempo pone sobre él una gran carga de responsabilidad. -*- Y la imagen de las llaves del Reino de los cielos (v. 19), que tendrá que administrar Pedro. Ante la respuesta que le da Pedro, Jesús le confiere los «símbolos» de la autoridad del reino mesiánico: * lo constituye en piedra sobre la que edificará su iglesia; * le promete las llaves del Reino, * le concede el poder de atar y desatar. Jesús asegura que las «puertas del hades o del infierno (o del abismo, de la muerte) no prevalecerán contra esta Iglesia» (v. 18b): es decir, le promete su presencia y asistencia perpetua para su Iglesia.

«Edificaré mi iglesia»... Es Jesús quien edifica la iglesia. La iglesia le pertenece a él. Los apóstoles y otros cristianos tienen funciones de apoyo, y esas funciones son importantes. Sin embargo, Jesús tiene la función principal.

3. MEDITEMOS LA PALABRA: ¿QUÉ NOS DICE el texto? Para nosotros ¿quién es Jesús? La gente que rodeaba a Jesús sabía que nació en Belén; que vive en Nazaret. Pero ¿es el Mesías?; ¿es el Hijo de Dios?; ¿es el Salvador esperado?; ¿realizará el cambio en la Humanidad como anunciaban los profetas? ¡Difícil dar el paso a la afirmación! También sucede hoy. No se niega que Jesús sea el «Jesús de Nazaret». Pero que sea el Salvador, el Señor, solamente se puede afirmar bajo la luz e impulso de la fe. Hoy Jesús también


hace esas dos preguntas. Y la gente habla de Jesús de Nazaret y dice muchas cosas de él. Sus contemporáneos ya dieron respuestas muy diferentes: lo llamaron desde embaucador, fanático y aliado con el mismo demonio, hasta profeta, o uno de los profetas que vuelven a la tierra, desde Elias o Jeremías hasta el recientemente fallecido Bautista. También en el mundo de hoy son divergentes las posturas que se toman en tomo a Jesús: desde las dudas de los agnósticos sobre su existencia o sobre su muerte, y las increíbles historias llenas de fantasía -que vuelven a aparecer periódicamente en la historia- sobre su supervivencia en un país del Oriente, o la admiración de quienes lo tienen como el hombre ideal, defensor de lo humano, gran maestro, profeta libre y valiente, luchador contra la injusticia, pero sin llegar a lo profundo, hasta la fe más fervorosa, a imagen de la que profesó Pedro afirmando que para él, y para los demás discípulos, Jesús es el Mesías esperado y el Hijo de Dios. Nuestra fe en Cristo Jesús, ¿impregna de veras nuestra vida? ¿o se queda en la esfera del conocimiento teórico? No se trata sólo de formular exactamente nuestras convicciones teológicas, sino que lleguen a influir y configurar nuestra vida. Jesús, para nosotros, no es una doctrina, sino una Persona que vive y que nos interpela y que da sentido a nuestra vida.

A Pedro lo ha puesto el mismo Señor al frente de la Iglesia El episodio que leemos hoy es importante para el nacimiento de la primera Comunidad, y por tanto de la Iglesia. Como respuesta a un expresivo acto de fe por parte de Pedro, Jesús lo alaba y le anuncia la misión que ha pensado para él en la primera comunidad. En otras ocasiones le dice que le hará «pescador de hombres», o le encomienda que «apaciente sus ovejas». Hoy emplea dos imágenes más: Pedro será la «piedra» sobre la que quiere edificar su Iglesia, y además le dará «las llaves» de esa comunidad que Cristo quiere fundar. Este Evangelio había estado previsto por Isaías en la primera lectura de hoy. Pedro es nombrado por Jesús cabeza de la naciente Iglesia. Delegado por Cristo, tiene plenos poderes pastorales, a ser transmitidos a sus sucesores, los Papas. Como «administrador» de Dios, el poder y autoridad espiritual de Pedro, y de su sucesor actual, el Papa Francisco, es sobre todo paternal y misericordiosa. De modo misterioso, Cristo gobierna a su pueblo por medio de personas frágiles; su gobierno pastoral no es siempre perfecto, pero puesto que el Espíritu de Cristo es el real gobernante de la Iglesia, la Iglesia permanece substancialmente fiel al Reino de Dios, hasta el fin de los tiempos: «Los poderes del infierno no prevalecerán contra ti». Y el sucesor de Pedro es la roca de esta fidelidad.

Pedro no duda en dar su respuesta de fe en Jesús Pedro es el otro protagonista de hoy y, por extensión, también sus sucesores, los Papas. ¡Qué hermosa la profesión de fe que hace, en nombre de sus compañeros, del mesianismo y la divinidad de Jesús! Jesús es el Ungido de Dios, el Enviado, el Salvador que Israel esperaba. Además, en Mateo, añade «el Hijo de Dios vivo».


Si Pedro, en su sencillez, ha «acertado» con la gran afirmación cristológica del evangelio de hoy, no es ciertamente porque haya estudiado mucho, sino porque se lo ha revelado el Padre. Ya dijo Jesús que «nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre lo conoce nadie sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mt. 11, 27), que es a las personas sencillas y humildes, no precisamente a los que se creen sabios. Uno de ellos, de esas «personas sencillas», es Pedro. ¡Qué hermosa también la respuesta de Jesús, encomendando a Pedro la misión que para él ha pensado en medio de la Comunidad Eclesial! A veces Jesús tiene que reprender a Pedro, como leeremos el Domingo próximo, pero esta vez sus palabras son de alabanza amable, una «bienaventuranza»: «dichoso tú... », porque eso se lo ha revelado el Padre.

¿Puede ser Pedro una Roca firma para edificar la Iglesia? Pedro es constituído «roca», pero podemos preguntarnos: ¿puede Pedro ser una roca firme como para edificar sobre ella la Comunidad Eclesial? Porque según aparece en los evangelios, y luego en los Hechos, Pedro tiene muy buenas cualidades de decisión, liderazgo, amor a Cristo, pero a la vez es inseguro, presuntuoso, contradictorio; a veces, violento -como cuando sacó la espada y cortó la oreja a Malco-; otras veces, cobarde, hasta llegar a negar una y otra vez a Cristo Jesús, a pesar de haber prometido que le seguiría hasta la muerte. Pedro es débil, es frágil. Le costó madurar en su fe, le costó prescindir de los prejuicios que tenía por su formación y aceptar los proyectos salvadores de Jesús. ¿Es esa la «roca» sobre la que estamos fundados? ¡No! La Roca es Cristo, «la piedra que desecharon los arquitectos y es ahora la piedra angular», como anunciaba ya el salmo 118(117), 22 y cita Jesús varias veces (cfr. Mt. 21,42), y el mismo Pedro en su discurso ante el Sanedrín (cf. Hch. 4,11) y en una de sus cartas (cf. 2Pe. 2,6-8). Pero Pedro, precisamente por la profesión de fe que ha sabido formular con tanta decisión, es el signo visible de ese fundamento sólido que es Cristo. La fe de Pedro, en esta escena del evangelio, todavía no es madura. Jesús tendrá que rezar por Pedro: «he pedido por ti, para que tu fe no se apague, y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos » (Lc. 22,31-32). Pero madurará por la experiencia de Pascua y por la gracia del Espíritu en Pentecostés. Tampoco la fe de los sucesores de Pedro, a lo largo de los dos mil años de existencia que tiene la Iglesia, ha sido siempre madura y ejemplar. Pero no es la fe concreta de unas personas la que salva o hace firme a la Iglesia, sino la presencia de Cristo y su Espíritu, que también ahora tienen que «confirmar en la fe» a los sucesores de Pedro para que éstos, a su vez, confirmen en la fe a sus hermanos. Con esa ayuda de Cristo y de su Espíritu, Pedro, y ahora sus sucesores, son los fundamentos visibles de la unidad y de la caridad en la Iglesia.

Llaves que abren y cierran La otra imagen con la que expresa Jesús su nombramiento de Pedro es la de las llaves del Reino de los cielos. Las llaves son necesarias para mantener cerradas o abrir en el momento oportuno las puertas de una casa o de una habitación. Por eso se convierten fácilmente en «símbolo» de poder y de autoridad. Por eso, cuando se dice que al tal Sobná le será quitada la autoridad y dada a otro, se afirma que a su sucesor le «colgará del hombro la llave del palacio de David». También aquí sabemos que el auténtico poseedor de las llaves del Reino es Cristo. El Apocalipsis habla de él como el Señor que tiene las llaves, que abre y nadie puede cerrar, cierra y nadie puede abrir (cf. Ap. 3,7). Pero es el mismo Jesús quien transmite esta misión de autoridad a Pedro con el símbolo de las llaves. Aquí se utiliza como equivalente la imagen de «atar y desatar», en vez de la más lógica de «abrir» y «cerrar», para expresar el hecho de admitir o no


admitir a la comunidad. Es una imagen no exclusiva de Pedro, porque unos capítulos más adelante, el mismo Mateo (Mt. 18, 18) la aplica a todos los discípulos. Pensamos, en seguida, en las decisiones que fue tomando Pedro, inmediatamente después de Pentecostés, en la primera comunidad, y cómo, por ejemplo, «abrió las puertas» de la comunidad a los paganos -a Cornelio y a su familia-, aunque no a todos les pareciera de entrada una actitud oportuna (cfr. Hch. 10, 34-43; 11, 17).

Aceptar el ministerio del Papa Como en torno a la figura de Jesús, también caben posturas muy diferentes en los tiempos actuales en relación con los sucesores de Pedro, los Papas: desde la agresivamente contraria, hasta la selectiva, que les apoya o les critica según coincidan o no su talante y sus decisiones con la propia ideología. El evangelio de hoy nos invita a considerar al Papa como un ministerio querido por el mismo Cristo y, por tanto, a mirarlo con los ojos de la fe. El Papa ha recibido el encargo de asegurar el servicio de la fe, de la caridad, de la unidad, de la misión. La comunidad no es del Papa, sino de Cristo («edificaré mi Iglesia»). Pero el Papa es quien más explícitamente ha recibido la misión de animar, discernir, unir, confirmar a la comunidad de Cristo que, además de una, santa y católica, es también «apostólica», es decir que arranca de la experiencia original, única e irrepetible de los Apóstoles. Esta Iglesia apostólica no nació ayer, ni hace pocos años, sino 21 siglos. Es la única Iglesia de Jesucristo. Con respecto al Papa, sucesor de Pedro, no se trata de una aceptación ciega, pero sí de una postura positiva, desde la fe y el amor, desde la confianza en Cristo y en su Espíritu, que se sirven de los hombres, siempre débiles, para guiar a su Iglesia.

4. OREMOS CON LA PALABRA: ¿QUE LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS? Padre de bondad y misericordia, concede que el SS. el Papa Benedicto XVI, como sucesor de Pedro y representante de Jesús en la tierra, cumpla fielmente la misión que Cristo le ha confiado y cuente con el respeto y amor de toda la Iglesia. Te pedimos el don de la paz y concordia entre todas las naciones, y también entre todas las Iglesias, para que no se rompa la armonía y la paz en nuestro mundo Concédenos que, como tu Pueblo, con nuestros signos de solidaridad y de unidad fraternal, colaboremos a que se tu Hijo, Jesucristo, viva y reine en quienes creemos en El, para gloria tuya.. Que nosotros, creyentes, demos testimonio de nuestra fe en Jesús con la sencillez y la firmeza con que lo hizo el apóstol Pedro y lo confesemos ante el mundo. Amén.


5. CONTEMPLEMOS LA PALABRA Y COMPROMETÁMONOS: ¿QUÉ NOS PIDE HACER la PALABRA? ¡Jesús es nuestro! Proclamado por Dios «Señor», nosotros le reconocemos Hijo de Dios, Salvador del mundo. Es para nosotros revelación del camino de nuestra vida y manifestación de la salvación que Dios nos ofrece. No es un ser extraño al hombre, ¡es nuestro! La calidad de su vida humana nos narra nuestra vida y la esperanza que El mantuvo hasta el final es nuestro futuro. Aunque la Iglesia es Santa, nosotros, miembros de esa Iglesia, somos pecadores. Por tanto, pedimos perdón a Dios: tenemos una sola fe, un solo bautismo, un solo Señor. Pero, a veces, rompemos la unidad eclesial entre nosotros... Nos encontramos en un momento decisivo para la sociedad en la que vivimos. Nuestro testimonio de fe cristiana es crucial. Debemos dar una respuesta firme a la pregunta del Señor, como lo hizo el apóstol Pedro. Pero no solamente una respuesta teórica de Catecismo, sino con la verdad cristiana de nuestra vida. No vayamos desfigurando la imagen de Jesús en nosotros como se ha ido desfigurando en el mundo con el paso de los siglos. Jesús es el Salvador a quien reconocemos por la fe y de quien aceptamos su mensaje salvador por estar iluminado por la esperanza y realizado en el amor.

Relación con la Eucaristía Descubramos a Jesús en la fe y en su Palabra. Cada vez que celebramos la Eucaristía nombramos al Papa, juntamente con el Obispo de la propia diócesis, para expresar nuestra unión con ellos y para pedir al Señor que los «confirme en la fe y en la caridad». Este recuerdo de la Misa debería traducirse en una actitud de comunión también en la vida, en la respuesta a su magisterio, en la visión de fe de su papel en la Iglesia.

Algunas preguntas para meditar duran te la semana 1. ¿Se puede decir que creemos en Cristo Jesús de tal modo que aceptamos para nuestra vida su estilo y su mentalidad? ¿o venimos a creer en un Jesús a quien hemos "fabricado" a nuestra imagen y semejanza? 2. ¿Quién es Jesús para nosotros? 3. ¿Quién debe ser Jesús en nuestras vidas? 4. ¿En qué términos me relaciono personalmente con el Papa? 5. ¿Por qué no puede haber verdadero cristianismo sin la Iglesia?


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.