Domingo 22º t o ciclo c

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La humildad, camino de grandeza

Ambientación: El tema de esta liturgia dominical es la humildad. Dios ha manifestado siempre una predilección por los pequeños: toda la historia de la salvación es una constatación de ello.

1. PREPARACION: INVOCACIÓN al Espíritu Santo Espíritu Santo, Señor y dador de Vida, Ilumina nuestra mente y nuestro corazón para que, al acercarnos a escuchar la Palabra, demos gracias al Padre que nos llama a la salvación y aprendamos a ser humildes y sencillos para que podamos recibir con provecho el don de tu amor y la gracia de saber compartirlo con nuestros hermanos en fraternidad sencilla y verdadera. Amén. 2. LECTURA: ¿QUÉ DICE el texto? Sir. 3,17-18. 20. 28-29: «Hazte pequeño y alcanzarás el favor Dios» En la primera lectura tomada del libro del Eclesiástico, se oye la voz de un sabio de la primera alianza, educador atinado que da consejos al discípulo para llevar una vida honrada en medio de su pueblo. Cuando le decía hazte pequeño en las grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios no alcanzaba a descubrir toda la hondura de ese comportamiento cuando en la experiencia cristiana se abre no sólo a un buen proceder humano sino a una experiencia de la verdadera grandeza del hombre, la que Dios considera.. En la encarnación Cristo se hace humilde para estar con nosotros, y en él levantarnos hasta el Padre Dios. En 3.17 - 4.10, Ben Sira recomienda las cualidades o virtudes que todo "señor caballero y cabal" debe poseer para relacionarse con los demás: la sencillez o "saber estar" y la generosidad o caridad. De la primera cualidad nos habla en los vv. 17-24; lo contrario a la sencillez, humildad o "saber estar" es el engreimiento, la terquedad, la autosuficiencia, el cinismo (vv. 25-29). La actitud de Dios para con los pobres y humildes queda subrayada, por la primera lectura, con la exhortación sapiencial, y por el salmo responsorial, con la referencia


histórica del éxodo, Así se orienta el contenido de las conversaciones de Jesús hacia la descripción de las actitudes de humildad que hacen posible la glorificación. Esta primera lectura guarda relación estrecha con el relato evangélico, especialmente con los vv. 8-11: humildad o sencillez: «cuanta más grandeza más llaneza». En el mensaje del Eclesiástico encontramos alusiones bien directas a la humildad y al orgullo, dentro del sentido judío de la sabiduría. La sabiduría, como conocimiento que dicta actitudes prácticas y sentido común que desentraña los sucesos más delicados, contrapuesta a la sabiduría de los medios helenísticos que aparece más intelectualizada: “No busques lo que es demasiado elevado para ti, ni quieras saber lo que es demasiado difícil. Procura entender lo que Dios te ha mandado y no te preocupes de lo que está en secreto. No te inquietes por lo que te sobrepasa, pues lo que has visto ya es demasiado para ti. Muchos se han dejado engañar por sus propias ideas, y falsos pensamientos han desequilibrado su mente” (Sir. 3, 290-24).

Salmo 68(67): «Has preparado, Señor, tu casa a los desvalidos» Los versículos tomados del salmo 68(67) hablan de la acción de Dios en la liberación de su pueblo después de haberlo liberado de Egipto y de la desolación del desierto. Es un canto a la providencia de Dios, que sólo los «pobres» son capaces de reconocer. Los «ricos», es decir, los satisfechos de sí mismos, se vuelven incapaces de pensar en más allá de lo que y a poseen; ¡y es tan poco, eso!

Hb. 12,18-19. 22-24ª: «Ustedes se han acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo» El fragmento de la carta a los Hebreos seleccionado para la liturgia de la Palabra de hoy se puede muy bien tomar como una actualización de lo que hemos cantado en el salmo precedente. Efectivamente, Dios condujo a su pueblo desde el Sinaí hasta Jerusalén y nos ha conducido a los cristianos hasta la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial. Sobre todo, la actitud a tomar continúa siendo la misma: los cristianos somos los pobres agraciados por Dios por la salvación que nos llega por Jesucristo, su Hijo, mediador de la Nueva Alianza. A partir de Cristo todo lo antiguo ha cambiado y ha sido superado Lo dice la carta a los Hebreos: no es ya la experiencia de Dios en teofanías cósmicas y temerosas sino el acercarse a Dios que en la persona de Cristo, hijo de Dios, se ha hecho cercano y ha querido compartir la vida del hombre. El da sabor de Dios a todas las realidades humanas. Incluso las pequeñas experiencias de la vida cotidiana. La Carta a los Hebreos enseña que la grandeza infinita de Dios no le impide acercarse con un amor infinito a los hombres. La Nueva Alianza ha sido sellada con la sangre de Cristo. Derramada sobre la tierra en el Calvario, no clama al cielo para pedir venganza como la sangre de Abel (Gn. 4, 10), sino clemencia y reconciliación. Por eso Jesús es el Mediador.


El texto de la epístola a los Hebreos nos refiere a la humildad de Jesús. Contrapone las dos alianzas de Dios con los hombres: la del Sinaí y la de Cristo. La primera dura y terrible y la nueva es de paz y amor. Por su humildad -El se hizo uno de nosotros- tenemos ahora acceso fácil a Dios. Acercarnos a Dios es acercarnos a un Dios humilde; no a un Dios distante y temible.

Lc. 14, 1.7-14: «El que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.». EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS R/. Gloria a Ti, Señor. 1

Sucedió que un sábado fue a comer a casa de uno de los jefes de los fariseos. Ellos lo estaban observando. 7

Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola: 8 «Cuando alguien te invite a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya invitado a otro más distinguido que tú 9 y, viniendo el que los invitó a ti y a él, te diga: "Deja el sitio a éste", y tengas que ir, avergonzado, a sentarte en el último puesto. 10 Al contrario, cuando te inviten, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te invitó, te diga: "Amigo, sube más arriba". Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa. 11Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado». 12

Dijo también al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez y tengas ya tu recompensa. 13 Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; 14 y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos». Palabra del Señor. R/. Gloria a Tí, Señor Jesús.


RE-LEAMOS la Palabra para interiorizarla: a) Contexto: Viaje a jerusalén = Lc. 9,51- 19,28 Sin perder de vista la perspectiva del camino, Lucas nos presenta a Jesús tomando parte en la comida del sábado en casa de un fariseo importante. En esta ocasión Lucas parece tener especial interés en resaltar la actitud circunspecta y observadora de los protagonistas. Fruto, en efecto, de ella son las palabras de Jesús, a las que Lucas califica de parábola. En realidad son dos las parábolas: la primera dirigida a los invitados, la segunda al anfitrión. La parábola de la elección de los últimos lugares está situada en sábado, cuando Jesús está ya en Jerusalén, donde se cumplirá el misterio pascual, donde se celebrará la eucaristía de la nueva alianza, a la cual le seguirá después, el encuentro con el viviente y el encargo de la misión de los discípulos que prolongará la de Jesús. La luz de la Pascua permite ver el camino que el Señor hace recorrer a todos aquellos que son llamados para representarlo como siervo, diakonos, en medio de la comunidad, recogida en torno a la mesa. Es el tema lucano de la comunión o participación. La realidades más hermosas las ha realizado Jesús, las ha proclamado y enseñado a la mesa, en un ambiente de banquete. En el capítulo 14, Lucas, con su hábil arte de narrador, pinta un cuadro, en el cual superpone dos imágenes: Jesús, a la mesa, define el rostro de la nueva comunidad, convocada en torno a la mesa eucarística. La página está dividida en dos escenas: la primera la invitación a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos en día de fiesta, un sábado (Lc 14, 1-6); luego, la enseñanza con dos pequeñas parábolas sobre el modo de elegir los puestos a la mesa y los criterios para hacer las invitaciones (Lc 14, 7-14); finalmente la parábola de los invitados al banquete (Lc 14,15-16), en la que aparece el problema de los invitados: ¿quién participará en la mesa del reino? Esta participación se prepara desde este momento hasta la hora de la relación con Jesús, que convoca en torno a él a las personas en la comunidad-Iglesia. El evangelio de hoy continúa la enseñanza que Jesús estaba dando alrededor de diversos asuntos, todos ellos enlazados con la mesa y la comida: sana durante una comida (Lc 14,1-6); un consejo para no ocupar los primeros puestos (Lc 14,7-12); un consejo para invitar a los excluidos (Lc 14,12-14). Esta organización de las palabras de Jesús alrededor de una determinada palabra, como mesa o comida, ayuda a percibir el método usado por los primeros cristianos para guardar en la memoria las palabras de Jesús.

b) Comentario: v. 1: En su marcha mesiánica hacia Jerusalén Jesús nos ofrece la clave para leer las incidencias cotidianas de la vida con profundidad de discípulo del Reino de Dios. No era


extraño que en ese viaje Jesús fuera invitado a comer en más de una oportunidad. No rechaza esas invitaciones y hace de ellas ocasiones para educar nuestra fe. Esta vez la invitación viene de uno de los principales fariseos. Conocía Jesús sus costumbres y en más de una ocasión les reprochó su afán de aparentar y de ambicionar honores (Mt 23, 5-6). También es bueno tener en cuenta la apertura del Señor Jesús hacia todos. Aprendamos de su cercanía al pobre y de su aceptación a la invitación del rico; pero también de su palabra libre en toda circunstancia. Era costumbre en aquellos tiempos y lugares invitar de vez en cuando a un rabino para conversar durante la comida sobre algún punto de interés religioso. Esto ocurría principalmente los sábados. También Jesús fue invitado a comer un día de sábado. Y aunque el anfitrión era un fariseo y uno de los principales, aceptó. Pues Jesús no era un puritano, y ya otras veces había aceptado la invitación de otros fariseos (Cfr. Lc. 7,36; 11,37). Con todo, Jesús prefería comer con publicanos y pecadores. En esta ocasión había allí otros invitados, amigos de este personaje y fariseos lo mismo que él. Y todos éstos «espiaba» a Jesús. Este detalle demuestra que no había sido invitado de corazón, sino únicamente como pretexto para ver si podían sorprenderle en algún fallo. Jesús es invitado un día festivo por un responsable de los movimientos de los observantes o fariseos. Jesús está a la mesa. En este contexto sucede el primer episodio: la curación de un hombre hidrópico, impedido por su enfermedad de participar a la mesa (vv. 2-6, que no están in cluídos en la lectura de este Domingo). Aquellos que están marcados en su carne están excluidos de la comunidad de los observantes, como sabemos por la Regla de Qumran. La comida del sábado tiene carácter festivo y sagrado, sobre todo para los observantes de la ley. En el día de sábado, de hecho, se hace memoria semanal del éxodo y de la creación. Jesús, justamente en día de sábado, devuelve la libertad y devuelve la salud plena a un hombre hidrópico. En un ambiente así, enrarecido, Jesús se mueve con cautela y se fija en todos los detalles. Ocasionalmente hace su crítica y ofrece su enseñanza, tan diversa a la de los fariseos, sin perder la compostura. El marco de las palabras de Jesús es lo que llamaríamos una sobremesa.

vv. 7-10: Criterios para elegir los puestos en la mesa de invitados... En el texto evangélico tenemos un «discurso de mesa» al estilo de la literatura pagana. Los comensales aparecen en torno a la mesa del dueño de casa y denotan la pertenencia a su grupo social, y cada uno intervenía sobre el tema. Jesús sigue el mismo estilo, elige la humildad como tema y describe las manifestaciones de la misma. Lucas además aprovecha para fijar un estilo de reuniones cristianas, rompiendo barreras que limitaban las asambleas judías.


Dios está interesado en las personas y no sólo en las propiedades del hombre. El sábado no se reduce a una observancia externa del descanso sagrado, sino que está en favor del hombre. Con esta preocupación dirigida al hombre, se da también la clave de lo criterios de convocación a esta comunidad simbolizada por la mesa: ¿cómo hacer la elección de los puestos? ¿a quién invitar y quién participará al final en el banquete del Reino? El gesto de Jesús es programático: el sábado está hecho para el hombre. Él realiza en día de sábado lo que es el significado fundamental de la celebración de la memoria de la salida de Egipto y de la creación. Jesús ve cómo los comensales se disputan los primeros puestos (v. 7). El deseo de figurar era una de los defectos típicos de los fariseos (Cfr. Lc. 11,43;20,46). Jesús afea su fatuidad y su mala educación. Pero las palabras de Jesús son algo más que una lección de buenas formas o de urbanidad; nos dice Lucas, se trata de un «ejemplo»" que contiene un mensaje religioso. La primera parábola de hoy está formulada en términos de recomendación práctica para invitados a un banquete (vv. 8-10). No sentarse a la cabecera de la mesa sino en el último lugar. Cabecera por oposición a último lugar. El impacto está asegurado por la manera gráfica de la recomendación. Los criterios para elegir los puestos no se basan en la precedencia, o sobre los papeles o notoriedad, sino que se inspira en el actuar de Dios que promueve a los últimos, «porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.» (Lc 14, 11). Este principio que cierra la parábola del nuevo libro de urbanidad, que tira por tierra los criterios mundanos, hace alusión a la acción de Dios por medio del pasivo «será ensalzado» (ὑψωθήσεται (ipsotésetai)= futuro pasivo, 3ª persona singular del verbo ὑψaω (ipsao), que significa «enlsalzar», «engrandecer»). Dios exalta a los pequeños y a los pobres, así como Jesús ha introducido en la mesa de la fiesta sabática al hidrópico excluido.

v. 11: Es en este versículo donde se aclara el significado del ejemplo: «Dios enaltece a los humildes y humilla a los soberbios»" (Cfr. Lc. 18,14; Mt. 23, 12). Lo que Jesús propugna es una subversión de valores, negando los habitualmente tenidos por tales. Lo alto es bajo, lo bajo es alto. "El que se enaltece será humillado, el que se humilla será enaltecido". Lo que parecía ser una recomendación práctica para invitados es en realidad la negación de valores socialmente tenidos por tales e individualmente apetecidos y buscados.

v. 12- 13: Criterios par elegir a los invitados a la mesa... Luego vienen los criterios sobre la elección de los invitados. Se excluyen los criterios de recomendación o de solidaridad corporativa: «No llames a tus amigos, ni


a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos... Al contrario, cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos...» (vv. 12.13). La invitación a comer constituye el asunto de la enseñanza del evangelio de hoy. Hay diversos tipos de invitación: invitaciones interesadas en beneficio propio e invitaciones desinteresadas en beneficio de otros. La costumbre normal de la gente era ésta: para almorzar o cenar invitaban a amigos, hermanos y parientes. Pero nadie se sentaba alrededor de la mesa con personas desconocidas. ¡Comían sólo con gente conocida! Esta era una costumbre entre los judíos y sigue siendo una costumbre que usamos hasta hoy. Jesús piensa de forma distinta y manda invitar de forma desinteresada como nadie solía hacer. Jesús invita a otro criterio. El elenco comienza con los pobres, que en el evangelio de Lucas son los destinatarios de las bienaventuranzas: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de los cielos». En el elenco de los invitados, los pobres están concretizados como los disminuidos físicamente, excluidos por las confraternidades farisaicas y por el ritual del templo (Cf. 2Sam. 5, 8; Lv. 21, 18). Este elenco se vuelve a encontrar en la parábola del banquete: pobres, cojos, ciegos y mancos toman el puesto de los invitados al respecto (Lc 14, 21). Jesús manda romper el círculo cerrado y pide que invitemos a los excluidos: a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos. No era la costumbre y nadie hace esto, ni siquiera hoy. Pero Jesús insiste: «¡Convida a esas personas La llamada a los pobres (v. 13) hay que verla no sólo en el contexto material, sino también como actitud interior. Los «pobres de Israel» son escogidos no por su pobreza social, sino por los sentimientos que permite esa pobreza, mientras que la riqueza de los primeros invitados, les impide alcanzar esos sentimientos de disponibilidad. Jesús quiere decir que el amor auténtico se muestra cuando se ejerce sin esperar recompensa alguna.

v. 14: Esta segunda parábola sobre el criterio de los invitados se cierra con esta proclamación: «Y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos» (v. 14), al final de los tiempos, cuando Dios manifieste su señorío comunicando la vida eterna. ». ¿Por que? Porque en la invitación desinteresada, dirigida a personas excluidas y marginadas, existe una fuente de felicidad: «y serás dichoso, porque no te pueden corresponder». ¡Felicidad extraña, diferente! Tú serás feliz porque ellos no pueden corresponderte. Es la felicidad que nace del hecho de haber hecho un gesto de total gratuidad. Un gesto de amor que quiere el bien del otro y para el otro, sin esperar nada en cambio. Es la felicidad de aquel que haces las cosas gratuitamente, sin querer ninguna retribución. Jesús dice que esta


felicidad es semilla de la felicidad que Dios dará en la resurrección. Resurrección no sólo al final de la historia, sino ya desde ahora. Actuar así es ya una resurrección. El que invita a los pobres no puede esperar ser invitado por ellos en otra ocasión. ¿O acaso sí? Si tenemos en cuenta que el banquete es un símbolo habitualmente empleado para hablarnos del Reino de Dios y que los pobres son aquéllos a quienes se ha prometido el reino de Dios, el segundo «ejemplo» puede adquirir una profundidad mayor. Invitar a los pobres sería tanto como sentarse a la mesa de los pobres, solidarizarse con ellos, sería amarles de tal manera que uno pudiera esperar también entrar con ellos en el Reino que les ha sido prometido.

3. MEDITACIÓN: ¿Qué NOS DICE la Palabra? ¿Cuál puesto nos gusta? Jesús, estando en casa del fariseo que lo había invitado a comer, observa cómo los invitados eligen los primeros puestos. Es una actitud muy común en la vida, no solamente cuando se está a la mesa: cada uno busca el primer puesto en la atención y en la consideración por parte de los demás. Todos, comenzando por nosotros mismos, tenemos experiencia de ello. Pero, debemos tener cuidado, porque las palabras de Jesús, que exhortan a abstenerse de buscar el primer puesto, no son simplemente una palabras de urbanidad; ellas son una regla de vida. Jesús aclara que es el Señor el que da a cada uno la dignidad y el honor, no somos nosotros capaces de dárnoslo, tal vez presumiendo de nuestros propios méritos. Como hizo en las Bienaventuranzas, Jesús echa por tierra el juicio y el comportamiento de este mundo. El que se reconoce pecador y humilde, será exaltado por Dios, el que, por el contrario, pretende que se le reconozcan sus méritos y busca los primeros puestos, arriesga el autoexcluirse del banquete. La humildad es sabiduría: nos enseña a ubicarnos en el puesto que nos corresponde y no ambicionar lo que supera nuestra capacidad y méritos... Esta actitud será recompensada porque el dueño de la fiesta nos hace pasar adelante, ante la admiración de los demás sinvitados. Esa humildad nos ha dado sabiduría... En cambio, la prepotencia y orgullo que nos llevan a escoger los primeros puestos, que no nos correspoònden, nos llevan a «hacer el oso», el ridículo ante todos los invitados... La prepotencia es incomptable con la sabiduría.

La glorificación del pobre El tema de la «glorificación de los pobres» es particularmente de Lucas: «Ha mirado la humillación de su esclava... a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos», canta María en las escenas de la infancia. Estas palabras son casi asumidas en la antífona responsorial. Las exhortaciones de Jesús están totalmente en esta línea: «No te sientes en el puesto principal...¡vete a


sentarte en el último puesto!». La glorificación vendrá como don: «Amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy bien».

La humildad como actitud servicial Con su mirada observadora vio el comportamiento de otros invitados. De una vez puso en escena su palabra. Cierto que los sabios de Antiguo Testamento habían dado consejos similares, de pura cortesía y buenos modales (Pr. 26, 6-7). Pero en la palabra de Jesús no solo hay palabras que inculcan buena educación. Su mensaje final: «El que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado» con la que termina la parábola del fariseo y el publicano (Lc. 18, 14) nos indica que en su pensamiento no se trata solamente de comportamientos meramente humanos sino de actitudes propias del Reino de Dios. Debemos tener hacia los otros consideración y respeto como a hijos de Dios. Más tarde los apóstoles lo inculcarán: «No hagan nada por ambición, ni por vanagloria, sino con humildad considerando a los demás superiores a uno mismo» (Flp. 2,3). Porque el que invita al verdadero banquete del Reino es el mismo Señor y es él el que lee nuestra condición. No somos nosotros los que damos el veredicto de nuestro valor. En el Reino todos somos humildes servidores. De él podemos esperar aquella palabra consoladora: Amigo, sube más arriba. Pero a ese más arriba se llega desde la humildad cristiana, la que nos hace servidores de los demás con entrega y alegría, no desde la soberbia que humilla a los otros. Estamos llamados a participar en el misterio de Cristo: su muerte y resurrección, su humillación y exaltación. Vivir en la humildad es vivir este misterio en su dimensión servicial. No se sirve a los demás, ni se colabora, si no hay conciencia de humildad cristiana. La caridad que sirve por amor, sin esclavitud, ni sujeción, se fundamenta en la humildad. Jesús que fue el Señor, se hizo el servidor del Padre (servicio de obediencia y servicio de culto) y el servidor total de! hombre (con su palabra, con su poder, con su vida, con su Iglesia). Sólo el sencillo puede ser el auténtico sabio: «es humilde el sabio y soberbio el que se tiene por sabio», dice un refrán. Ahora es la sabiduría del Antiguo Testamento la que alaba la humildad: la humildad es aún más valiosa que la generosidad; la humildad es la condición indispensable para recibir la misericordia de Dios y llegar á ser una persona sabia. Recordemos que Jesús en la Ultima Cena ocupó el último lugar, el de los siervos, y lavóa los pies a sus discípulos (cfr. Jn. 13, 1-15); recordemos, sobre todo, que al día siguiente descendió mucho más al ser colgado en la cruz entre dos ladrones y que, por eso mismo, fue exaltado a la diestra del Padre.


Evidentemente Jesús no quiere enseñarnos una astucia para ser honrados públicamente entre los hombres. Jesús nos pide una humildad de corazón, lo mismo que pide la conversión interior y no sólo exterior.

4. ORACIÓN: ¿Qué LE DECIMOS NOSOTROS a Dios? Padre de bondad, tu Hijo nos ha mostrado el camino de la humildad y sencillez para acceder verdaderamente a tu presencia y aprovechar tus dones. Concédenos esa actitud para que podamos llegar a ser comensales de la mesa de tu Reino. Que asumamos consciente y dignamente nuestro lugar en el mundo y no aspiremos a proyectos que superan nuestras capacidades. Que aprendamos de tu Hijo a no ser servidos sino a servir. Amén. 5. CONTEMPLACIÓN - ACCIÓN: ¿Qué NOS PIDE HACER la Palabra? Dios es la suprema sabiduría Dios se revela como suprema sabiduría al humilde que adora. El autosuficiente se termina en sí mismo; el cínico no arraiga en tierra alguna. Dios mira y perdona a los humildes; escoge a los humildes para confundir a los sabios y soberbios. Cristo se vació de sí mismo y se despojó de su rango, siendo Dios. El Siervo de Yahvé es el prototipo del humilde, del pobre vacío de sí mismo ante Dios. El servidor en quien Dios se complace. Proclama bienaventurados a los humildes y pobres. Exhorta a que se aprenda de El la humildad y la mansedumbre porque El es «manso y humilde de corazón».


Cristo se rebaja (Rom. 8,3), se humilla hasta morir en una cruz como un siervo (Fil. 2,6). Como siervo, sirve y lava los pies. Sentirse humillado, humillarse voluntariamente, colocarse en el último lugar nos hará sentirnos realmente humildes.

Relación con la Eucaristía Como en el caso de la comida en casa del fariseo Simón, o en casa de Marta y María, o sobre todo, en la Última Cena con los discípulos, Jesús aprovecha la conversación alrededor de la mesa para enseñar. ¿No nos dice algo, esto, sobre el sentido de la Misa dominical? Cada domingo, Jesús se pone a la mesa con nosotros y «observa cómo nos comportamos los invitados»... Escucharle y obedecerle es una de las cosas más gloriosas que podemos hacer nosotros, los pobres y pequeños. Es fácil actualizar la liturgia de la Palabra de este Domingo en función de la participación eucarística y de la incidencia en la vida. La Asamblea dominical es en el pleno sentido, una «conversación en la mesa». Más aún: el Sacrificio Eucarístico, ¿acaso no es, cada vez que lo celebramos, una proclamación de aquella kénosis y de aquella glorificación únicas y ejemplares de Jesús? Y los que estamos reunidos alrededor de la mesa, ¿no somos acaso los pobres invitados, instalados en la tierra fértil del patrimonio de Dios? (cfr. responsorial). Jesús se hace siervo, siendo Señor; esa actitud de servicio le lleva a la humillación más profunda que es la clave de su exaltación. Cuando queremos ser exaltados de verdad, no hay más que un camino, el de la humillación, así seremos verdaderamente humildes. Celebramos la humillación hasta la muerte servicial, para ser humildes en el servicio y construcción de la comunidad nueva.

Algunas preguntas para pensar durante la semana: 1. ¿Cuáles son mis motivos profundos en las cosas buenas que hago? 2. Aunque deseo legítimamente mejorar, ¿estoy contento con mi lugar en la vida? 3. ¿Vivimos la humildad como verdad? ¿Conocemos nuestros ¡imites y posibilidades? 4. ¿Nos arriesgamos en puestos o tareas por encima de nuestros limites? 5. ¿Confundimos servicio con servilismo? ¿El servilismo nos sirve para sacar provecho? 6. ¿Con quiénes nos relacionamos habitualmente? 7. Nuestras invitaciones, conversaciones, amistades, ¿están a «nuestra altura» real?.

P. Carlos Pabón Cárdenas, C JM. Libro virtual: O:


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