Domingo 26º t o ciclo c

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Ambientación:

Todavía es tiempo de abrir la puerta

El tema de la Palabra en la Liturgia de este Domingo es la justicia social como exigencia del Evangelio. El hombre se ha interrogado a todo lo largo de la historia sobre las causas de por qué existen pobres que carecen hasta de lo más necesario, y ricos que abundan en bienes y comodidades. Economistas, filósofos, políticos han dado respuestas y, como consecuencia han surgido ideologías y sistemas de gobierno. El hombre de la Biblia también se ha interrogado sobre este punto, desde su fe en un Dios justo y providente. A pesar de todos los esfuerzos el problema existe, en proporciones dolorosas, y sigue siendo un interrogante para la fe del cristiano hoy.

1. PREPARACIÓN: INVOCACIÓN al Espíritu Santo Espíritu Santo, Señor y dador de vida, ven a iluminar nuestra mente y nuestro corazón, para que nos acerquemos a escuchar la Palabra con un corazón humilde para abramos nuestros oídos a la llamada de los profetas y testigos de Dios, para que el amor y la justicia se realicen en este mundo en que vivimos. Que seamos sensibles a descubrir la presencia de Dios en los pobres y desvalidos. Amén.

2. LECTURA: ¿QUÉ DICE el texto? Am. 6, 1a. 4-7: «¡Ay de los que se sienten seguros en Sión!» Una vez más el profeta Amós denuncia la vida superficial y lujosa de los ricos y poderosos, en contraste con la miseria de los demás. Y una vez más el mensaje bíblico sobre la riqueza y la justicia resuena hoy en la enseñanza de la Iglesia sobre la justicia social. Durante el reinado de Jeroboam II, se produjo una coyuntura especial de tipo político y económico, tanto en el reino de Israel como en el reino de Judá. Amós se sitúa en esa separación profunda entre los ricos que se aprovechan de los acontecimientos y los pobres, que se ven desamparados totalmente. Amós subraya el contraste que es grande: por una parte el lujo desmedido: acostarse en lechos de marfil; el deleite en las comidas: alimentarse con carnes exquisitas de carneros y terneras; holgar sin afanes gozando de la música, de vinos generosos, perfumes… Una vida regalada al decir de los antiguos.


Depositan incluso su seguridad en los poderes de países vecinos que brindan confianza con olvido de Dios. Pero por otra parte está el pueblo que sufre penuria, los desastres de José, los llama él. Dios no se queda silencioso. La voz del profeta denuncia la injusticia. Y lo hace leyendo los acontecimientos que estaban para llegar; anuncia que vendrán días amargos para todos. Como hombre del desierto, es sumamente sensible a la injusticia social en todas sus formas. El lujo insulta descaradamente la miseria de ,los oprimidos. Estas denuncias del profeta le acarrean la expulsión del pueblo, por parte de la clase poderosa.

Sal. 146 (145): «Alaba, alma mía, al Señor» Sorprende un poco, después de un texto profético tan severo, responder con un cántico de alabanza como este salmo. Pero es así para subrayar más el contraste entre lo que obran los hombres cerrados en su egoísmo de mezquinas satisfacciones y lo que la generosidad del Señor obra con los que confían en El. Esto suscita espontáneamente la alabanza, pues al fin la victoria es del Señor y no de los opresores: «El Señor transtorna el camino de los malvados»

1Tm. 6,11-16: «Corre al alcance de la justicia, de la piedad, de la fe» La carta a Timoteo que hemos escuchado es una invitación encarecida a asumir la responsabilidad que todos tenemos en el mundo, más allá de la ambiciones de riqueza y dominio. «Practica la justicia, la religión, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Combate el buen combate de la fe». La preocupación principal del hombre no debe ser acumular riquezas con detrimento de los demás sino ahondar en la experiencia de una vida cristiana volcada hacia Dios y hacia los hermanos. Amor, paciencia y delicadeza son actitudes que suponen siempre nuestra relación con los demás. San Pablo aconseja a su discípulo, el joven obispo Timoteo, que debe mantener su corazón puesto en Dios y en su llamada a la vida eterna. Debe «conquistar» esta vida, pues el camino cristiano implica lucha contra el mal y práctica de la justicia, el amor, la paciencia y la fe. En su exhortación a Timoteo, Pablo destaca las virtudes que debe poseer el pastor ideal, combatiendo consigo mismo para ser fiel y constante, y preocupándose por la fe de los cristianos. La profesión de fe se hace en el marco bautismal y ante la comunidad. Dios y Cristo comprometen en la observancia de una conducta moral cristiana. Al final canta la futura manifestación del Señor.


Lc. 16,19-31: «Murió el pobre... murió también el rico»

R/. Gloria a ti, señor

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS

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«Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. 20 Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, 21 deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico...pero hasta los perros venían y le lamían las llagas. 22 Sucedió, pues, que murió el pobre y los ángeles le llevaron al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue sepultado. 23 «Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno. 24 Y, gritando, dijo: "Padre Abrahán, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama". 25 Pero Abrahán le dijo: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. 26 Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan hacerlo; ni de ahí puedan pasar hacia nosotros!". 27 «Replicó: "Pues entonces, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, 28 porque tengo cinco hermanos, para que les advierta y no vengan también ellos a este lugar de tormento". 29Abrahán le dijo: "Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan". 30 Él dijo: "No, padre Abrahán, que si alguno de entre los muertos va a ellos, se convertirán". 31 Le contestó: "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque un muerto resucite"» Palabra del Señor. R/. Gloria a Tí, Señor Jesús.


RE-LEAMOS la Palabra para interiorizarla: A- Ubicación en el ciclo C

B- Contexto: Viaje hacia Jerusalén: Lc. 9,51, - 19,28 Lc. 9,51- 16,18. (19-31). 17,1 - 19,28 Seguimos acompañando a Jesús en su viaje hacia Jerusalén. Los capítulos 15 y 16 son como el centro del viaje: desde allí se puede analizar el camino recorrido y el qeu queda por recorrer. Desde aquí podemos percibir con mayor claridad los dos temas principales que atraviesan el evangelio de Lucas, de punta a punta. En el capítulo 15, la parábola del padre con sus dos hijos revela la ternura y la misericordia de Dios que acoge a todos. Ahora en el capítulo 16 nos presenta la parábola del pobre Lázaro para revelar el comportamiento que debemos tener ante el problema de la pobreza y

de la injusticia social. De n uevo Jesús, a partir de la realidad e la gente, elabora un a hiostoria a través de una parábola, es decir, con imágenes, para transmitir un mensaje. Ya nos contó, el Domingo pasado, la parábola del administrador astuto, para enseñarnos a hacer bnuen usod e los bienes temporales y a no convertirlos en ídoklos ue nos hacen suplantar a Dios... Ahora nos cuenta la parábola del rico y el pobre, para enseñarnos que no permitramos que las riquezas sequen nuestr corazón y nos vuelvan insensibles a las necesidades del pròjimo.


C- Cmentario: vv.19-21: La situación del rico y del pobre. Una parábola está hecha para reflexionar y para pensar. Por esto, es importante prestar atención hasta a los más mínimos detalles. En la parábola de este Domingo aparecen tres personas. Lázaro, el pobre, el único que no habla, que representa el grito de los pobres en tiempos de Jesús, del tiempo de Lucas y de todos los tiempos. El rico sin nombre, que representa la ideología dominante del gobierno de la época. El padre Abrahán que en la parábola representa el pensamiento de Dios. El rico sin nombre . Siglos después de la situación que denuncia el Profeta Amós, pasaba lo mismo en el tiempo de Cristo. La parábola está sacada de la realidad que se vivía entonces. La riqueza, la ostentación de riqueza en el vestido, púrpura y lino; el darse la buena vida banqueteando espléndidamente todos los días… No hay preocupaciones en el corazón ni por el presente ni por el futuro. No hay la mirada compasiva y eficaz hacia aquellos que sufren la pobreza. Esa gente dolorida está allí a la puerta. Padece hambre y soledad sin que se inquieten los hermanos. Más compasivos parecen los mismos animales. El rico y el pobre epresentan los dos extremos de la sociedad. Por un lado, la riqueza agresiva. Por el otro, el pobre sin recursos, sin derechos, cubierto de úlceras, impuro, sin nadie que lo acoge, a no ser los cachorros que lamen sus heridas. Lo que separa a los dos es la puerta cerrada de la casa del rico. El rico, anónimo, hace ostentación de sus riquezas en el vestir y en el comer. En él no sólo hay olvido del prójimo a quien debía amar y en quien debía pensar, sino de Dios mismo. Al final se nos dirá que la clave está en dejarse penetrar de la Palabra de Dios, Moisés y los profetas, para encontrar el sentido de las riquezas. El pobre, sin habitación, hambriento y enfermo, en amistad sólo con los animales, lleva un nombre. Pequeño detalle que lo trata como un ser digno de aprecio y le da un puesto en el mundo. Se llama Lázaro que significa «Dios ayuda».A través del pobre Dios ayuda al rico y el rico podrá tener su nombre en el libro de la vida. Pero el rico no acepta ser ayudado por el pobre, pues guarda cerrada su puerta. Este inicio de la parábola que describe la situación es un espejo fiel de lo que estaba ocurriendo en el tiempo de Jesús y en el tiempo de Lucas. ¡Es el espejo de lo que acontece hoy en el mundo! Nos parece encontrar a diario en el mundo en que vivimos la realidad de esta historia ejemplar del Señor Jesús: el rico que abunda y goza, dueño de un corazón insensible, y el pobre que carece y padece sin alivio. Es una obra maestra del género parabólico, sobria pero rica en pequeños detalles.

v. 22: Impensadamente las cosas cambian.


Hay un hecho en el cual ambos son iguales: la muerte, realidad profundamente humana que hermana a todos los hombres y les hace encontrar igualdad inexorable. Ambos murieron. Pero, a partir de ese hecho, pasan a ser màs absolutamente diferentes. La muerte es tiránica y no escoge. El mismo Hijo de Dios, encarnado, pasó por ella. La sobriedad del relato no nos da detalles de funerales y pompas. Todo eso es secundario y sobra. El pobre murió y fue llevado por los ángeles en el seno de Abrahán. Muere también el rico y es enterrado. En la parábola, el pobre muere antes del rico (v. 22a). Esto es un aviso para los ricos. Hasta que el pobre está a la puerta, todavía hay salvación para los ricos. Pero después de que el pobre muere, muere también el único instrumento de salvación para los ricos. Ahora, el pobre está en el seno de Abrahán (v. 22a). El seno de Abrahán es la fuente de vida, de donde nació el pueblo de Dios. Lázaro, el pobre, forma parte del pueblo de Abrahán, del cual era excluido cuando estaba ante la puerta del rico. El rico que piensa ser hijo de Abrahán no va a estar en el seno de Abrahán. Aquí termina la introducción de la parábola. Ahora comienza la revelación de su sentido, a través de la conversación entre el rico y el padre Abrahán.

v. 23: En vida esos dos personajes ni se encontraron ni hablaron. En la hora de la verdad están frente a frente. La suerte ha cambiado en forma total. El texto nos revela la manera como en su época se presentaba la situación del hombre después de la muerte. Todos, igualados, iban a un sitio amplio, inmenso, que se consideraba inferior, en lo profundo de la tierra. Todavía no se considera lo que Jesús nos revelará un día: las moradas numerosas, preparadas en la casa del Padre Dios (Jn. 14, 2).

vv. 24-26: Lázaro no habla, no tiene ninguna palabra de resquemor o desquite. El rico hace tres peticiones, negadas todas ellas por Abrahán. No es el Dios misericordioso el que escucha y habla sino el padre Abrahán, antepasado venerado del pueblo. El rico difunto pide alivio tardío para su situación (v. 24). El menesteroso ahora es él. El que puede acudir en ayuda es Lázaro. Pero no se da (v. 25). El rico ve a Lázaro en el seno de Abrahán (v. 23), y le pide que sea aliviado de sus sufrimientos. El rico descubre que Lázaro ¡es su único posible bienhechor! ¡Pero ahora es demasiado tarde! Nos podremos interrogar el porqué. El tiempo de la bondad en el mundo quedó atrás. Era la hora de la solidaridad efectiva, de la vivencia como hermanos, de la marcha de todos unidos compartiendo alegrías y necesidades amargas. La vida terrena era tiempo en que el rico cerró su corazón. Dos mundos separados por lo definitivo (v. 26): el del amor de Dios y del prójimo, y el del egoísmo idólatra que piensa satisfacerse para siempre. El rico, pasa de la opulencia a la máxima pobreza. Llega a mendigar una gota de agua. El otro, el menesteroso, encuentra goce y descanso. La muerte ha venido a revelarles su


verdadera condición. El Evangelio no nos va a plantear el problema desde el punto de vista meramente económico o político sino en toda su dimensión: lo que Dios ha querido de todo hombre frente a su hermano, al otro. El rico sin nombre es píadoso, ya que reconoce a Abrahán y lo llama «Padre». Abrahán responde y lo llama «hijo» (v. 24). Esta palabra de Abrahán, en realidad, está siendo dirigida a todos los ricos vivos. En cuanto vivos, ellos tienen aún la posibilidad de volverse hijos, hijas de Abrahán, si supieran abrir la puerta a Lázaro, el pobre, el único que en nombre de Dios puede ayudarlos. La salvación para el rico no es que Lázaro le traiga una gota para refrescar su lengua, sino que él, el rico, abra al pobre la puerta cerrada y así llene el gran abismo.

vv. 27-29: Hace una segunda petición: Que mandes a Lázaro a casa de mi padre (v. 27), pues tengo cinco hermanos… que no vengan también ellos a este lugar… Se muestra interesado por la suerte de sus hermanos (v. 28). Se diría que es el hermano mayor que cuida de sus hermanos menores de los que era responsable. Lázaro, el pobre, es el único verdadero intermediario entre Dios y los ricos. Es el único, porque sólo a los pobres los ricos pueden devolver aquello que les han y, así, restablecer la justicia perjudicada. El rico está preocupado con los hermanos. Nunca estuvo preocupado con los pobres. Abrahán le dice que deben buscar en la Palabra de Dios, en Moisés y los Profetas, una respuesta acertada: la búsqueda del camino de fraternidad y solidaridad que en plan de Dios debe existir entre todos los hombres, desde el principio y siempre. La llave para que el rico pudiera entender la Palabra de Dios es el pobre sentado a su puerta. La respuesta de Abrahán nos abre horizontes (v. 29): «Tienen a Moisés y los profetas… que los escuchen». Es el valor de la Palabra de Dios para la recta conducta de la vida. Moisés y los profetas era manera normal de llamar entre los judíos lo que conocemos como el Antiguo Testamento. Seguir esa Palabra, que se hace viva en el uso y la escucha, es descubrir a Dios que nos ama y nos lleva hacia el. Cuantas veces acudimos a otras fuentes y otras voces y nos cerramos a la fuerza transformante de la Palabra.

vv. 30-31: El rico hace una tercera petición. Finalmente dice: «Si alguno de entre los muertos va a elos, se arrepentirán» (v. 30). El rico reconoce que está equivocado, pues habla de arrepentimiento, cosa que durante la vida no sintió nunca. El quiere un milagro, ¡una resurrección! Pero este tipo de resurrección no existe. La única resurrección es la de Jesús. Jesús resucitado viene hasta nosotros en la persona del pobre, de los que no tienen derechos, de los sin tierra, de los hambrientos, de los sin techo, de los que no tienen salud. Y la respuesta de Abrahán es breve y contundente: «Si no escuchan a Moisés y los profetas no harán caso aunque resucite un muerto» (v. 31).


3. MEDITACIÓN: ¿Qué NOS DICE el texto? El Evangelio nos recuerda la bien conocida parábola del pobre Lázaro y del rico. Debe ser interpretada desde un punto de vista personal («mi» actitud con el pobre), e igualmente desde un punto de vista social (países ricos y pobres, ricos y pobres al interior de países y ciudades, etc.).

Meditemos con el Papa francisco «Cuando salía de su casa, y, tal vez, el auto con el que salía tenía los vidrios oscurecidos para no ver afuera… tal vez, no lo sé. Pero seguramente sí, su alma, los ojos de su alma, estaban oscurecidos para no ver. Sólo veía su vida, y no se daba cuenta de lo que le había sucedido a este hombre, que no era malo: estaba enfermo. Enfermo de mundanidad. Y la mundanidad trasforma las almas, hace perder la conciencia de la realidad: viven en un mundo artificial, hecho por ellos… La mundanidad anestesia el alma. Y por esta razón, este hombre mundano, no era capaz de ver la realidad»... Y la realidad – dijo el Papa – es la de tantos pobres que viven junto a nosotros: «Tantas personas que viven su vida de manera difícil, de modo difícil; pero si yo tengo un corazón mundano, jamás comprenderé esto. Con el corazón mundano no se puede entender la necesidad y la necesidad de los demás. Con el corazón mundano se puede ir a la iglesia, se puede rezar, se pueden hacer tantas cosas. Pero Jesús, en la Última Cena, en la oración al Padre, ¿qué ha rezado? ‘Pero, por favor, Padre, custodia a estos discípulos, para que no caigan en el mundo, para que no caigan en la mundanidad’. Es un pecado sutil, es más que un pecado: es un estado pecador del alma».

No somos huérfanos En estas dos historias – afirmó el Papa – hay dos juicios: una maldición para el hombre que confía en el mundo y una bendición para quien confía en el Señor. El hombre rico aleja su corazón de Dios: «Su alma está desierta», una «tierra de salobridad donde nadie puede vivir», porque los mundanos, a decir verdad, están solos con su egoísmo. Tenía el corazón enfermo, tan apegado a este modo de vivir mundano que difícilmente se podía curar. El Papa dice: «mientras el pobre tenía un nombre, Lázaro, el rico no lo tiene: no tenía nombre, porque los mundanos pierden el nombre. Son sólo uno de la multitud pudiente, que no necesita nada. Los mundanos pierden el nombre»...

Lucha por la justicia en la Biblia Los profetas buscan a Dios por el camino del hombre, profundizando en su sentido («Quien no ama al hombre, a quien ve, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ve?»). Desde aquí contemplan como pecado toda injusticia social, que de algín modo es la


negación del ser humano. De esta toma de conciencia surgirá la conversión y por ello la transformacón de un mundo en que cada uno reciba su justicia. En el Evangelio, ricos y pobres son tratados de modo especial por Lucas. Aparecen en el Evangelio de hoy en situaciones invertidas, como en el caso de las Bienaventuranzas. Le interesa proclamar la proximidad del Reino en un mundo diferenciado por las clases sociales y las actitudes que cada una de ellas sugiere: los pobres, más abiertos y esperanzados y los ricos, cerrados sobre sí mismo. La riqueza y la pobreza se miran en perspectiva escatológica, de acuerdo a las disposiciones interiores para aceptar el Reino: ¿cuál será la suerte final de cada una de ellas? En el rico no hay preocupaciones en el corazón ni por el presente ni por el futuro. No hay la mirada compasiva y eficaz hacia aquellos que sufren la pobreza. Esa gente dolorida está allí a la puerta. Padece hambre y soledad sin que se inquieten los hermanos. Más compasivos parecen los mismos animales.

Lucha de Jesús por la justicia Jesús no se asocia a los planes «revolucionarios» de su tiempo, ni a los ghupos que los embanderaban (zelotes, sicarios), ni tiene un «programa de acción social». Su lucha s más profunda y radical. Jesús denuncia el «fariseísmo»: el legalismo y particularismo que son Las dos tendencias que impiden al hombre estar disponible para las tareas de promoción humana. El «particularismo» (creerse privilegiados de Dios, a distancia de los pecadores) genera divisiones, en él no cabe la verdadera relación don los demás, a los cuales los considera diferentes, inferiores, no dignos. Jesús predica el amor sin fronteras, que es fraternal (contra todo fariseísmo). Jesús nos compromete en una aventura por la libertad que no se podrá dar (descubrirla y vivirla) sino en el despojo del propio orgullo. Jesús nos trae una libertad que nos a cerca de Dios por nuestra condición de hijos. La aventura del amor fraterno lleva el peso del amor de hijos.

4. ORACIÓN: ¿Qué LE DECIMOS NOSOTROS a Dios? Padre de justicia y santidad, Tú hiciste al ser humano a tu imagen. El Espíritu que has derramado en nuestros corazones Nos hace iguales ante Ti.


Has dispuesto los bienes de la creación para que a nadie le falte lo necesario. Pero los seres humanos hemos hecho de esta tierra un lugar de desigualdades y divisiones. La pobreza y la riqueza, los vestidos lujosos y los harapos de mendigo, los palacios y los tugurios separan a los humanos unos de otros.. Concédenos la gracia de la conversión, haz justicia al oprimido y endereza a los que ya se doblan. Padre, por tu Hijo, nos has advertido muchas veces sobre el peligro de las riquezas. Tú quieres que descubramos la presencia de los pobres, con los que tu Hijo se ha querido identificar. El nos invita a compartir los bienes de este mundo que a ellos les pertenecen. No permitas que ignoremos su ejemplo y su mensaje. Amén.

5. CONTEMPLACIÓN - ACCIÓN: ¿Qué NOS PIDE HACER la Palabra? A todo lo largo de la Biblia hay una reflexión progresiva sobre el problema de la responsabilidad del hombre frente a los bienes de la tierra a la luz del querer divino. La llave para entender el sentido de la Biblia es el pobre Lázaro, sentado a la puerta. Dios viene a nosotros en la persona del pobre, sentado a nuestra puerta, para ayudarnos a llenar el abismo insondable que los ricos crearon. Lázaro es también Jesús, el Mesías pobre y siervo, que no fue aceptado, pero cuya muerte mudó radicalmente todas las cosas. Es la luz de la muerte del pobre que lo cambia todo. El lugar del tormento es la situación de la persona sin Dios. Por más que el rico piense tener la religión y la fe, no hay forma de que pueda estar con Dios, pues no ha abierto la puerta al pobre, como hizo Zaqueo (Lc 19,1-10). El pobre Lázaro en la puerta del rico es para él una persona de quien Dios se ocupa con amor y descubre su significación en el íntegro proyecto divino. Él sabe que somos de corazón duro y nos puede lanzar el reproche final de la parábola: Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto. Él ha resucitado y nos habla en su Evangelio. No tenemos por qué acudir a otras fuentes para encontrar el sentido profundo de nuestra presencia en el mundo, de la posición que como cristianos tenemos que tomar ante los problemas que nos rodean. Busquemos la respuesta en nuestro compromiso de amor con el Señor como discípulos enviados al mundo. Esta parábola nos invita a revisar nuestro comportamiento con la riqueza, la ostentación de riqueza en el vestido, «púrpura y lino»; el darse la buena vida «banqueteando espléndidamente todos los días»…


El rico que lo tiene todo, y se encierra en sí mismo, pierde a Dios, pierde la riqueza, pierde la vida, se pierde a sí mismo, pierde el nombre, pierde todo. El pobre que no tiene nada, tiene a Dios, gana la vida, tiene nombre, gana todo. El pobre es Lázaro, es “ Dios ayuda”. Dios viene hasta nosotros en la persona del pobre, sentado a nuestra puerta, para ayudarnos a superar el abismo insuperable creado por los ricos sin corazón. Lázaro es también Jesús, el Mesías pobre y siervo, que no fue aceptado, pero cuya muerte cambió radicalmente todas las cosas. Y a la luz de la muerte del pobre, todo cambia. El lugar del tormento es la situación de la persona sin Dios. Aunque el rico piensa que tiene religión y fe, no sabe estar con Dios, porque no abre la puerta al pobre, como hizo Zaqueo (Lc. 19,1-10).

Relación con la Eucaristía La Palabra nos hace descubrir los valores y enjuicia la riqueza y las situaciones humanas. La acción eucarística celebra la unidad y la solidaridad, posturas cristianas que tenemos que profundizar para superar nuestras seguridades y particularismos legalistas. La Eucaristía que celebramos es el Pan partido y compartido. De ella que nos hace vivir la entrega de la vida del Señor a todos nosotros debe nacer nuestra solidaridad que va más allá de la simple amistad o convivencia. Unidos al pobre Lázaro que habita nuestras calles caminemos hacia el Padre Dios. Amén.

Algunas preguntas para pensar durante la semana: 1. Piensa sobre las omisiones en tu vida, con respecto a los demás. 2. ¿Incurro en lujos o gastos innecesarios? 3. ¿El Evangelio es «opio del pueblo»? Si nuestros ricos escuchan complacidos ¿no será que no se predica el verdadero Evangelio? 4. ¿Cómo entender el Evangelio del amor al prójimo en medio de las divisiones económicas? 5. ¿Cuál es el tratamiento que damos a los pobres? ¿Tienen un nombre para nosotros? En las actitudes que tomo en la vida, ¿soy percibido como Lázaro o como el rico? 6. Entrando en contacto con nosotros, los pobres ¿perciben algo diferente? ¿Perciben una Buena Noticia? ¿Hacia que lado se inclina mi corazón: hacia el milagro o hacia la Palabra de Dios? 7. Hay personas que, como el rico de la parábola, esperan milagros para poder creer en Dios. Pero Dios pide que se crea a Moisés y a los profetas. Y yo, ¿a qué lado tiende mi corazón: hacia el milagro o hacia la palabra de Dios?

Carlos Pabón Cárdenas, CJM. Libro virtual:

O:


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