Domingo 27º t o ciclo c

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Ambientación:

El gran tesoro de la FE

La liturgia de hoy nos invita a reflexionar sobre los interrogantes que se hace la FE. La Fe nos reúne, aquí se proclama y, al mismo tiempo, se alimenta con la Palabra de Dios. La fe es la adhesión que el creyente hace de corazón al Dios que lo llama. Pero esa adhesión, por venir del hombre, no carece de oscuridades. El Señor nos habla de la importancia de la Fe. Y que es preciso manifestarla y proclamarla con decisión. Y nos manifiesta el poder extraordinario de la Fe. Una fe profunda hace cambiar la vida entera, como sucedió a Francisaco de Asís.

1. INVOCACIÓN al Espíritu Santo Ven Espíritu Santo, Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias. Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo. Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros. Amén. 2. LEÁMOS la Palabra: ¿QUÉ DICE el texto? Hab. 1, 2-3; 2, 2-4: «El justo vivirá por su fe» El profeta Habacuc vive en tiempos de guerra y violencia. Es un testigo de las angustias de la gente de su tiempo en su país. Y se pregunta cuál es la mirada de Dios sobre el hombre en los azares de esa historia Y pide que Dios escuche el clamor del que sufre en horas de apuro. «¿Hasta cuándo?» Va a repetir esta pregunta varias veces en su libro. Es un grito atrevido hacia Dios, el Señor de la historia. Grito que no parece tener respuesta:«clamaré sin que me escuches». Pero un día llega la voz del Señor. Quiere que su respuesta se escriba, perdure, la puedan leer todas las generaciones. Escribe la visión… grábala. El momento de Dios, de su entrada en la vida del hombre, llegará. Espera… no fallará; si tarda, espera; ha de llegar. ¿Y cuál es la actitud que Dios pide al hombre? El falto de fe tiene alma de soberbio. Exige sin compromiso. Pero el justo vivirá por su fidelidad. Bien pudiera leerse en el texto que la fidelidad inquebrantable de Dios debe sustentar la fidelidad débil del hombre.


La última frase del texto profético es la que motiva la elección del fragmento para este domingo. Es una frase que la literatura paulina repite con predilección, porque resume muy bien la importancia de la fe para la vida en comunión con Dios. El profeta Habacuc clama desesperado, abrumado por la injusticia y violencia de su nación. La respuesta de Dios es que él debe conservar su fe y esperanza en la promesa de Dios de tiempos mejores. Las desgracias que sufre el pueblo bajo el reinado de Joaquín, provocan al profeta para quejarse ante Dios. Tal queja en nombre de todo el pueblo tiene una invocación, una lamentación y una súplica. Dios responde: el rey sucumbirá y el pueblo se salvará por haber permanecido fiel a su Dios.

Es un drama siempre actual del creyente. Ese ¿hasta cuándo? que brota del corazón angustiado lo hemos sentido o lo hemos escuchado quizás y más de una vez en nuestro rededor, tal vez también en nuestro propio corazón. Habacuc en ningún momento cuestiona la existencia de Dios. El silencio divino no equivale a decir que Dios no exista, que sea fantasía del hombre. Habacuc se pregunta por la tardanza divina. Se olvida que el hombre vive en el tiempo y debe aprender a caminar al ritmo de la paciencia divina. Que Dios tiene respuestas que aguardan siglos. Que esa actitud hace parte de la expresión de la fe que pide al hombre. El Nuevo Testamento cita tres veces esta palabra de Habacuc (Ro 1, 17; Ga 3, 11; Heb 10, 38). Declara que el tiempo esperado que pide esa palabra se realiza en el tiempo de la encarnación. Jesús, el Señor, es la respuesta de Dios al clamor del hombre, es la plena realización de su fidelidad. Sal. 95(94): «Escucharemos tu voz, Señor» La seguridad de la fe proviene de la firmeza de «la Roca que nos salva»; no de nuestra decisión. Por esto es tan importante escuchar la Palabra que nos viene de Dios y no oponer un corazón endurecido -una roca- a la Roca salvadora. Cualquier otra actitud no sirve para vivir

2Tm. 1, 6-8.13-14: «No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor» Pablo escribe una carta de aliento a Timoteo por las dificultades que está encontrando la predicación de parte del Imperio. Para infundirle fortaleza, le recuerda la imposición de manos, con los carismas propios del ministerio: fortaleza, caridad, templanza. La fortaleza le dará energías para no avergonzarse de los sufrimientos que se padecen por anunciar el Evangelio, con prudencia y caridad. También debe conservar íntegro el depósito de la fe, como un don propio de su misión. La palabra que hemos escuchado de la carta a Timoteo nos habla de la serena actitud del que encuentra en la fe una respuesta. Entre líneas supone momentos difíciles y angustiosos para el cristiano. Dios no nos ha dado, dice, un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía de amor y de dominio de sí. «No tengas miedo… da la cara


por nuestro Señor y por mí, su prisionero». Supone momentos difíciles. Esa es la realidad que debe vivir el cristiano en medio de los afanes que le acarrea la fe. Está expuesto a toda persecución y ya Pablo no habla, como Habacuc, de hasta cuándo, Señor, sino de dejarse habitar por la fortaleza divina que hace mártires. Es evidente que en este texto resuena todo el ambiente de la Iglesia de los mártires; ellos fueron -son, todavía, en nuestros días- los que definitivamente entienden lo que quiere decir «vivir porque se ha creído». La exhortación del apóstol San Pablo a su discípulo Timoteo está en plena coherencia con el texto profético y con el evangelio de hoy: por un lado, el testimonio que dio Jesucristo, como suprema seguridad del creyente; por otro lado, la exhortación a «vivir en la fe». En nuestra época necesitamos mucha energía, amor, valor y buen sentido para ser y actuar como cristianos. Era también el caso en la Iglesia primitiva. Por eso Pablo recuerda a Timoteo que recibió todas estas gracias del Espíritu Santo, y que él debe -así como nosotrosreavivarlas como un fuego.

Lc. 17,5-10: «Si tuvieran una fe como un grano de mostaza...» EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS

R/. Gloria a Ti, Señor. 5

Dijeron los apóstoles al Señor: «Auméntanos la fe.» 6 El Señor dijo: «Si tuvieran una fe como un grano de mostaza, habrían dicho a este sicómoro: "Arráncate y plántate en el mar", y les habría obedecido». 7

«¿Quién de ustedes que tiene un siervo arando o pastoreando, cuando regresa del campo, le dice: "Pasa al momento y ponte a la mesa?" 8 ¿No le dirá más bien: "Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme y luego que yo haya comido y bebido comerás y beberás tú?" 9 ¿Acaso tiene que dar las gracias al siervo porque hizo lo que le mandaron? 10 De igual modo ustedes, cuando hayan hecho todo lo que les mandaron, digan: "No somos más que unos pobres siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer"». Palabra del Señor. R/. Gloria a Tí, Señor Jesús.


RE-LEAMOS la Palabra para interiorizarla: A- Ubicación en el ciclo C

B- Contexto: Lc . 9,51 - 19,28

Lc 9,51- 17,4. (5-10). 11 - 19,28 Seguimos con el viaje de Jesús hacia Jerusalén: Lc . 9,51 - 19,28. La mayor parte de esta sección está dedicada a la instrucción de los discípulos. El texto de este Domingo forma parte de esta instrucción a los discípulos. Jesús les enseña cómo debe ser la vida en comunidad (cfr. Lc 17,1-4). Con el fragmento evangélico cerramos un período de Domingos en los cuales hemos recogido las enseñanzas de Jesús mientras caminaba hacia Jerusalén. Las palabras que hoy escuchamos son las que dan respuesta a un interrogante que quizá ha surgido a menudo: ¿Es posible seguir a Jesucristo, tal como El nos invita? La respuesta es clara: « Si tuvieran fe...» En el capítulo 17 Lucas reúne las palabras de Jesús con las que enseña cómo debe ser una comunidad. En primer lugar (Lc. 17,1-2), Jesús reclama la atención de los discípulos sobre los pequeños, o sea los excluidos de la sociedad. En segundo lugar (Lc. 17,3-4) , reclama la atención sobre los miembros débiles de la comunidad. En relación con ellos, Jesús quiere que los discípulos se sientan responsables y tengan una conducta de comprensión y de reconciliación. En tercer lugar (Lc. 17, 5-6) (y aquí comienza nuestro texto) habla de la fe en Dios que debe ser el motor de la vida en comunidad. En cuarto lugar (Lc 17, 7-10) , Jesús dice que los discípulos deben servir a los demás con la máxima


abnegación y con desprendimiento, considerándose siervos inútiles. En quinto lugar (Lc. 17, 11-19), Jesús enseña cómo deben recibir el servicio de los demás. Deben mostrar gratitud y reconocimiento. En sexto lugar (Lc. 17, 20-21) Jesús enseña cómo mirar la realidad que nos rodea. Para Jesús el Reino de Dios ¡ha llegado ya! Y está en medio de nosotros, independientemente de nuestro esfuerzo o de nuestro mérito. ¡Es pura gracia! Y sólo la fe lo percibe.

C- Organización de la perícopa v. 5: v. 6: vv. 7-9: v. 10:

Los apóstoles le piden a Jesús que les aumente su fe Vivir con fe grande como un grano de mostaza Vivir la vida al servicio gratuito de Dios y de los hermanos Aplicación de la comparación del siervo inútil.

D- Comentario: v. 5: Los apóstoles piden a Jesús que les aumente su fe. Cristo no les oculta las circunstancias difíciles que vivirán, incluso dentro de su propia comunidad cristiana. Inmediatamente antes de estas palabras Jesús les ha dicho que en la vida de sus comunidades vendrán horas oscuras. Nuestra experiencia las ha vivido Es inevitable que haya escándalos (cfr. Lc. 17, 1-3a)… Son todos aquellos procederes que incitan a los otros a quebrantar los mandatos elementales del Evangelio. Hacen parte de la condición humana y de su fragilidad. Esas actitudes, que son contrarias a la fe y a lo que Jesús pide a sus discípulos, son juzgadas por él de extrema gravedad. Son la negación de la entraña misma de cristianismo. Cristo dice que sería mejor para el que escandaliza que se le arrojara definitivamente a lo profundo del mar. Que desapareciera de la tierra. De una manera general, y sin entrar en calificativos de más grave o menos grave, Jesús habla de la realidad del pecado entre los discípulos de todos los tiempos (cfr. Lc. 17, 3b-4). Si tu hermano peca. Lo dice como una condición real; no se trata de mera probabilidad sino del hecho doloroso del pecado entre los suyos. Ese hecho no puede pasar insensible para el cristiano. Se trata del hermano, del que camina al lado y corre los mismos riesgos; del que comparte la misma mesa. Y el pecado hiere el corazón de todo hermano. ¿Qué hacer? Repréndelo… y perdónalo cuando arrepentido venga a ti. Los discípulos se dan cuenta de que no es fácil comportarse como Jesús pide de ellos: la atención hacia los pequeños (Lc 17, 1-2) y la reconciliación con los hermanos y hermanas más débiles de la comunidad (Lc 17, 3-4). ¡Y esto con mucha fe! No solamente fe en Dios, sino también en las posibilidades de recuperar al hermano o hermana. En ese contexto de mal

dentro de la comunidad cristiana está la palabra de los discípulos «auméntanos la fe». Vivir en medio de esa realidad exige valor, madurez no solo humana sino espiritual. Por esto, suplican a Jesús y le piden: «Aumenta nuestra fe».”


vv. 5-6: Una fe grande como un grano de mostaza. La fe es regalo de Dios, comunicación de su seguridad divina a la debilidad humana. Por tener un carácter divino la mínima expresión de la fe, el granito de mostaza, punto negro casi imperceptible en el cuenco de la mano, es poderosa. Desafía lo imposible a las fuerzas puramente humanas como decir a un árbol: «Arráncate y plántate en el mar». Esta afirmación de Jesús suscita dos preguntas: a) ¿Será que Jesús quiere insinuar que los apóstoles no tienen la fe tan grande como un grano de mostaza? La comparación usada por Jesús es fuerte e insinuante. Un grano de mostaza es muy pequeño, tanto como la pequeñez de los discípulos. Pero por medio de la fe, pueden llegar a ser fuertes, más fuerte que la montaña o el mar. Si Jesús hablase hoy diría: «Si tuviésen la fe grande como un átomo, podrían hacer explotar esta montaña». O sea, a pesar de las dificultades que comporta, la reconciliación entre los hermanos es posible, porque la fe consigue realizar lo que parecía imposible. Sin el eje central de la fe, la relación rota no se recompone y la comunidad que Jesús desea no se realiza. Nuestra fe debe llevarnos al punto de ser capaces de arrancar de dentro de nosotros la montaña de prejuicios y lanzarlos al mar. b) ¿Será que Jesús con esta afirmación, se ha querido referir a la fe en Dios o a la fe en las posibilidades de recuperación de los hermanos y hermanas más débiles? Prevalentemente las referencias son para ambos a la vez. Pues así como el amor de Dios se concretiza en el amor al prójimo, así también la fe en Dios se concretiza en la fe en los hermanos, en la reconciliación, en el perdón ¡hasta sesenta veces siete! (cfr. Mt 18,22) La fe es el control remoto del poder de Dios, que obra y se revela en el trato humano renovado, vivido en comunidad.

vv. 7-9: Deberes para con la comunidad. Como consecuencia e la fe, la actitud propia del hombre de fe es la del servidor. Ante Dios lo somos todos. Servidores no sólo de su majestad infinita sino sobre todo de sus obras en el mundo. Y también se le pide estar al servicio humilde y generoso de los demás. No tiene horarios porque el servicio hecho por amor de Dios no los conoce. Tampoco cede a la fatiga ni la tiene por excusa. Trabaja todo el día y cuando regresa a casa de su Señor todavía le espera la tarea. ¿Tendrá que reclamar en beneficio propio? No, simplemente le queda reconocer su condición de quien está al servicio del Señor. El dueño no tiene obligaciones con el siervo que ha ejecutado sus órdenes con fidelidad (v. 7). En este momento, efectivamente, Jesús no está haciendo un discurso de tipo social sobre la dialéctica amo-esclavo; se limita simplemente a usar una imagen tomada de la vida diaria. Lo que


Jesús pide es precisamente una actitud de profunda humildad, de desprendimiento de uno mismo, de no tener pretensiones; sólo así podrá hacer espacio el discípulo a la omnipotencia del Señor. Es preciso que el discípulo se acepte como pequeño, pobre, siempre insuficiente ante la gran tarea que Dios le confía (v. 8). El Señor Jesús quiere que no nos creamos importantes o indispensables en el Reino. No cuentan las obras que nosotros podamos hacer, que acaban por volvernos, poco o mucho, orgullosos. No es ésta la lógica para la que el Señor nos quiere educar. Sólo él es, y nada le es imposible (cfr. Lc. 1,37). Para enseñar que en la vida de la comunidad todos deben ser abnegados y desprendidos de sí mismos, Jesús se sirve del ejemplo del esclavo. En aquel tiempo un esclavo no podía merecer nada. El patrono, duro y exigente, le pedía sólo el servicio. No era costumbre dar las gracias. Delante de Dios somos como el esclavo delante de su señor. Parece extraño que Jesús se sirva de este ejemplo duro, extraído de la vida social injusta de la época, para describir nuestra relación con la comunidad. Esto sucede en otra ocasión, cuando compara la vida del Reino a la de un ladrón. Lo que importa es el término de la comparación: Dios viene como un ladrón, sin avisar primero, cuando menos lo esperamos; como un esclavo delante de su señor, tampoco podemos nosotros ni debemos tener méritos ante los hermanos y hermanas de la comunidad.

v.10: Somos siervos inútles «No somos más que unos pobres siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer», hice lo que debía hacer»... Jesús lleva este ejemplo a la vida de la comunidad: como un esclavo delante de su dueño, así debe ser nuestro comportamiento en la comunidad; no debemos hacer las cosas para merecer el apoyo, la aprobación, la promoción o el elogio, sino simplemente para demostrar que pertenecemos a Dios. «De igual modo ustedes, cuando hayan hecho todo lo que les mandaron, digan: "No somos más que unos pobres siervos: sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer"». Delante de Dios no merecemos nada. Todo lo que hemos recibido no lo merecemos. Vivimos gracias al amor gratuito de Dios. Cuando hayamos hecho todo lo que estaba en nuestro poder, será una gracia que crezca en nosotros la conciencia de que «si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles»(Sal. 126,1), y seremos bienaventurados porque confiaremos en el Señor.

3. MEDITACIÓN: ¿Qué NOS DICE el texto? La verdadera FE La Iglesia y los cristianos de hoy podemos fácilmente reconocernos en la experiencia profética de Habacuc. Es bueno notar que la palabra «FE», en el texto de Habacuc, significa, muy claramente, la adhesión a Dios como realidad más segura, adhesión humilde,


por otro lado. Al contrario del hombre de espíritu orgulloso, que «se sentirá inseguro». En el evangelio, Lucas, discípulo de Pablo, recogerá la frase de Jesús sobre la necesidad de vivir la fe como una seguridad superior a cualquier otra. Los discípulos de Jesús habían captado la importancia capital de una fe vigorosa en sus vidas y apostolado. Así que le piden a Jesús que les aumente la fe. La respuesta de Jesús es retórica. Está queriendo decir: La verdadera fe es rara. La más rara de las virtudes. De una fe verdadera sacamos enormes energías espirituales. Cristo puede utilizarnos ampliamente para la construcción del Reino.

El alma de la fe Pero en todo caso, ¿cómo mejorar nuestra fe? Ante todo, Orando. La oración es el alma de la fe. Escuchando o leyendo la Palabra de Dios (la Biblia y la predicación de la Iglesia). Porque la fe viene de escuchar y aceptar la Palabra, según Pablo a los Romanos (cfr. Ro. 10,17). Actuando de acuerdo a la fe. «Actúa como si tuvieras mucha fe, y terminarás teniendo mucha fe». La parábola parece hacer referencia a la conducta de los fariseos: los cuales se atribuían el mérito de lo que hacían. La fe pone de manifiesto que no se puede realizar una acción buena sin la ayuda de Dios. No nos dará poder para trasplantar un árbol, ni anulará nuestros esfuerzos o trabajos.

El don de la fe Se da una oposición en el texto: entre la fe pura e ingenua de los pobres e ignorantes, el cálculo sobre sus propios méritos y la confianza en sí mismos de los fariseos y los ricos; confianza incondicional en el Señor de los pobres y situación de acreedor ante Dios, de los fariseos. Así aparece la relación entre la fe y las obras. El Evangelio destaca la fe como don gratuito. No debemos esperar recompensas especiales por el hecho de que cumplamos con nuestro deber: es lo mínimo que podemos hacer para corresponder al don que hemos recibido. La fidelidad es la condición característica del siervo: «hace lo que tiene que hacer». El Pueblo de Dios reconoce la intervención de Dios en su favor. La queja del pueblo es escuchada por haber sido fieles. A la acción de Dios corresponde la acogida, en obediencia fiel, de parte del ser humano. El apósto,l insiste en la FE com o aceptación y compromiso en la fidelidad de tlodo el hombre que va a correr el riesgo de la fe. La FE es conversión en la confianza puesta a Dios para conservar la gracia recibida. Pablo nos brinda consejos para mantenerse fieles en el ministerio recibido (en el caso del pastor) o en la gracia del Bautismo (para todo cristiano, discípulo-seguidor de Jesús).


Ese es el drama de la fe. Estar en manos incondicionales de quien es el Señor para beneficio del mundo y del hombre. Decirle un sí comprometido a Dios nos hace correr riesgos grandes. Los santos lo han vivido. Pero hacerlo es encontrar la verdadera grandeza del hombre y llevar a plenitud el sentido de la vida. No hacerlo es fallar totalmente la vida.

«Auméntanos la fe» En un momento determinado, los discípulos le dicen a Jesús: “Auméntanos la fe”. Sienten que su fe es pequeña y débil. Necesitan confiar más en Dios y creer más en Jesús. No le entienden muy bien, pero no le discuten. Hacen justamente lo más importante: pedirle ayuda para que haga crecer su fe. Señor, auméntanos la fe. Enséñanos que la fe no consiste en creer algo sino en creer en ti, Hijo encarnado de Dios, para abrirnos a tu Espíritu, dejarnos alcanzar por tu Palabra, aprender a vivir con tu estilo de vida y seguir de cerca tus pasos. Sólo tú eres quien «inicia y consuma nuestra fe». Auméntanos la fe. Danos una fe centrada en lo esencial, purificada de adherencias y añadidos postizos, que nos alejan del núcleo de tu Evangelio. Enséñanos a vivir en estos tiempos una fe, no fundada en apoyos externos, sino en tu presencia viva en nuestros corazones y en nuestras comunidades creyentes. Auméntanos la fe. Haznos vivir una relación más vital contigo, sabiendo que tú, nuestro Maestro y Señor, eres lo primero, lo mejor, lo más valioso y atractivo que tenemos en la Iglesia. Danos una fe contagiosa que nos oriente hacia una fase nueva de cristianismo, más fiel a tu Espíritu y tu trayectoria.

4. ORACIÓN: ¿Qué LE DECIMOS NOSOTROS a Dios? Padre, que nos llamas a creer en Ti, en tu Hijo y en el Espíritu, concédenos la convicción y el entusiasmo para que proclamemos con firmeza y decisión la fe y la esperanza en Ti, como seguidores fieles de tu Hijo, animados por tu Espíritu. Oramos por quienes carecen de fe para que Tú los ilumines en su vida. Te encomendamos a quienes tienen dudas o viven atormentados por las dificultades, para que encuentren la paz en Tí. Te pedimos que aumentes nuestra fe y que nosotros sepamos manifestarla


con claridad y valentía. Nos pides una fe plena, total, absoluta, en ti, en el misterio de tu ser divino, y después te escondes o nos llevas por caminos en los que parece imposible reconocer las huellas de tus pasos. El mal del mundo nos atormenta y nos inquieta; ese silencio tuyo tan frecuente nos resulta aún más pesado, pues no es fácil creer que todo un Dios bueno y perfectísimo vela y se ocupa de nosotros. Abre los ojos de nuestro corazón, para que te veamos presente en nuestra vida y en la historia de cada ser humano. Concédenos, sobre todo, la capacidad de abandonarnos a ti como niños confiados que no te plantean preguntas, sino que se están quietos en su sitio, seguros de que tú sabes el porqué de nuestro dolor y no te diviertes sometiéndonos a pruebas, sino que, si nos induces a socorrernos, es a fin de prepararnos para una alegría mayor. Amén.

5. CONTEMPLACIÓN - ACCIÓN: ¿Qué NOS PIDE HACER la Palabra? La fe que debemos plantearnos, difundir, mantener e intensificar, debe ser réplica fiel de la fe que la Palabra de Dios ha suscitado en el corazón de los Patriarcas, Profetas, Apóstoles. Tanto por el contenido, como por la actitud que expresa esa fe (fidelidad al depósito «íntegro»). Un gran defecto de nuestra fe radica en la autosuficiencia: creemos más en nosotros mismos que en Dios. Confiamos más en nuestras propias fuerzas que en el don gratuito de Dios que es nuestra fe. Por eso el Señor destaca la fuerza poderosa de esa fe cuando ésta es auténtica; es decir, cuando se apoya confiadamente en Dios y no en nosotros mismos. La FE tiene ante todo un elemento indispensable: el amor. Como ciertos medicamentos que contienen un estimulante. De lo contrario, dañarían el organismo. ¿Será


nuestra fe mayor que un grano de mostaza? ¿Quién lo sabrá? Pesarla en la balanza es tarea de Dios. De El nos dice el libro de Job que conoce el peso de los vientos y sabe a perfección cuánto miden las aguas del abismo.. FE es contar con Dios en nuestra vida. Hagamos nuestra la súplica de los apóstoles: «¡Señor, auméntanos la fe!».

Nuestro compromiso hoy En lo personal, estás invitado(a) a que hagas un profundo examen de conciencia sobre la fe que tú tienes. Y que puedas hacer una oración más seria y profunda sobre lo que significa tener fe. Y Obvio, como la fe se manifiesta en obras concretas, sugerimos que hagas alguna obra nueva, algo en especial que nunca hiciste antes, como visitar personas que están solas, llevar alivio y consuelo a quienes viven un duelo, ayudar en alguna institución dedicada a los más necesitados. La fe, tú la manifestarás en obras. Pero por sobre todas las cosas, te invitamos a compartir tu fe con la gente de tu estudio, trabajo, barrio, con quienes nunca hablaste de tu fe en Jesús. Así vas uniéndote a la gran misión continental. Con tu grupo (Familia, trabajo estudio...), pueden proponerse una actividad que tenga que ver con la fe. Puede ser manifestar públicamente la fe, invitar como grupos a otras personas o grupos que nunca escucharon sobre Jesús, a decirles quién es Él y manifestar públicamente nuestra fe.

Relación con la Eucaristía Cada Domingo, la Eucaristía es la expresión de nuestra FE. La Fe que profesamos, a la que respondemos como llamada constante de Dios, la que nos reúne para celebrar la Eucaristía, solamente se expresa en el compromiso cristiano. La Eucaristia es el sacramento de la FE que nos lleva a la vida y la vida que nos reúne en torno a la mesa de la FE.

Algunas preguntas para pensar durante la semana: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.

¿He conocido personas con mucha fe? ¿Cómo me doy cuenta de ello? ¿Qué estoy haciendo para aumentar mi fe? ¿Advertimos alguna diferencia entre religión y fe? ¿Cómo expresamos nuestra fe, en la Liturgia, la oración, el trabajo, la vida familiar, etc? ¿La FE nos da seguridad o coraje? ¿Vivimos mejor la fe en comunión con otros creyentes o de modo aislado? ¿Por qué tenemos crisis de fe? Carlos Pabón Cárdenas, CJM

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Libro virtual: O:


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