Domingo 33º t o ciclo c

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La Iglesia: Jesús prolongado hasta el fin de los tiempos

AMBIENTACIÓN: Estamos en el penúltimo domingo del tiempo ordinario. Dentro de dos semanas empezaremos, otra vez, el Adviento y un nuevo ciclo de lecturas: el ciclo A, dedicado a proclamar, en los Domingos ordinarios, el evagelio de San Mateo. Como en el Domingo anterior, también en éste domina el tono escatológico (es decir, la referencia al final de los tiempos) y se mueve aún en la ambientación del mes de Noviembre, que se inició con la Solemnidad de todos los Santos y la Conmemoración de los Feieles Difuntos.. Esto convendría que se reflejara en los cantos de la celebración, escogiendo aquéllos que expresen mejor la esperanza de la Iglesia peregrina, la protección de Dios, la presencia del Reino de Dios, etc.

1. PREPARACIÓN: INVOCACIÓN al Espíritu Santo Ven, Espíritu Santo, Señor y dador de vida, para que nos dispongamos, en actitud de discípulos, a acercarnos para escuchar la Palabra que nos ilumina y motiva en nuestra marcha por el mundo. Que escuchemos la Palabra ` para seguirla y hacerla fructificar. Amén. 2. LECTURA: ¿QUÉ DICE el texto? Mlq. 3,19-20a: «Los iluminará un sol de justicia». Malaquías significa: «ángel» o «mensajero de Dios». Es Profeta muy cercano a los tiempos Mesiánicos. El N. T. interpreta en sentido Mesiánico sus vaticinios, especialmente el que leemos hoy: La expresión «Día del Señor» (V. 1) la hereda Malaquías de los Profetas anteriores. En Malaquías equivale a «Juicio discriminador» entre justos e impíos, entre fieles e incrédulos. San Juan nos dirá: «En esto está el juicio o condenación: Vino la Luz al mundo y los hombres prefirieron las tinieblas a la Luz. Quien no cree en El queda ya condenado: el que no cree en el Hijo Unigénito de Dios» (Jn 3, 18-20).


Con grafismo muy expresivo nos presenta el «Día del Señor» como «Fuego»: Este fuego es horno que quema la paja (los malvados); y es Sol de salvación para los fieles. También se aplicará al Mesías esta feliz expresión: «Sol de Justicia» o de Salvación. El Padre del Bautista así canta al Mesías, que acaba de llenar de luz y vida su casa: «Viene a visitarnos «una Luz de lo alto, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte» (Lc. 1,78b-79a). Y será el mismo Jesús quien orientará hacia su persona el rico sentido de estas profecías: «Yo vine como luz al mundo para que todo el que en Mí cree no ande en tinieblas. Yo soy la luz del mundo. El que me sigue tiene la luz de la vida» (Jn 5, 34). Cierto, el Nacimiento de Cristo es la Epifanía de un nuevo Sol: Sol de vida y de salvación: «La salvación nos es otorgada en Cristo Jesús desde antes de los siglos. Y se ha manifestado ahora con la Epifanía de nuestro Salvador Jesucristo. El ha aniquilado la muerte y ha iluminado la vida y la inmortalidad (2Tm. 1, 9). «Es que la Palabra, la Verdad, Cristo, es más abrasadora y más luminosa que el sol en su cénit. Y penetra las profundidades del corazón y de la mente, conforme al anuncio de los Profetas: Brillará más que el sol. Su nombre es: "Sol naciente" (San Justino: Diálogo contra Trifón 121). Nosotros, fieles de Cristo, nos dejamos iluminar y vivificar por este Sol de Salvación (MIQ. 4, 2).

Sal. 98(97): «El Señor llega para regir la tierra con justicia» Las palabras del salmo explicitan el anuncio profético: es el Señor el que viene a juzgar el mundo. Su llegada, no obstante, es motivo de alegría, de aclamación y de alabanza. Los que vivían según la palabra de Dios no pueden mirar de otro modo el juicio de Dios sobre su vida y sobre la historia. 2Ts. 3,7-12: «Si alguno no quiere trabajar, que tampoo coma» En Tesalónica había sido mal interpretada la predicación de Pablo acerca de la Parusía del Señor. Y los había que, a pretexto de la proximidad de la Parusía, se daban a la holganza y perturbaban la paz de la Comunidad. Pablo les ha escrito para exhortalos a corregir estos desvíos. En el pasaje que hoy leemos insiste en el deber del trabajo: de un trabajo asiduo y ordenado. El Apóstol insiste en el deber de ser responsables el nuestro compromiso con la vida en el mundo. Reprende a la gente que no trabaja por pereza, porque eso es deshumanizante. El trabajo es parte del desarrollo personal y del crecimiento espiritual. Y ante todo les recuerda el ejemplo que les dio mientras estuvo entre ellos. Bien que en razón de su dignidad de Apóstol y de las urgencias del ministerio podía dispensarse de trabajos manuales, pero para evitar toda ocasión de murmuración sobre su conducta o intenciones, y para no ser gravoso a nadie, renunció a los derechos de vivir de ayudas de los demás; y se impuso el deber de un trabajo duro: «Con fatiga y con sudor noche y día trabajábamos» (V. 8). Bien sabía Pablo que con esto les daba una lección muy importante:


«No porque no tengamos derecho (a vivir del ministerio), sino por darles en nosotros un modelo que imitar» (V. 9). La ley del trabajo urge para todos: «Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma» (v. 10). Con la ociosidad se perjudica a los demás. Primero, porque se perturba su paz: el ocioso, ni trabaja ni deja trabajar. Y segundo, se alimenta y aprovecha de los sudores de los otros. Por consiguiente, uno de los valores que más enaltece Pablo en el trabajo es el de la caridad. El trabajo es caridad con los otros. Y la ociosidad, pecado contra la justicia y amor fraterno. El Papa Beato Pablo VI dijo: «El cristiano ha de amar tanto a sus hermanos como para entregarse a ellos por entero. Y es una forma eficaz de entregarse a sus hermanos estar presente en el proceso del mundo en fase de aumento y desarrollo. Por tanto, la participación cristiana en el desarrollo se sitúa en un nivel muy elevado, anclada no solamente en razones de pura justicia, equidad o conveniencia; se proyecta en el plano del amor verdadero y resulta una auténtica imitación de la caridad de Cristo, quien dictará su sentencia de Juez sobre la relación de amor que nos haya tenido vinculados a nuestros hermanos» (PABLO VI Alocución 29-IX-1966). Hagamos, pues, de la ley del trabajo ley de caridad con todos los hermanos. Cosa diferente es el desempleo forzado. Esta plaga de la sociedad significa forzar a la gente a una vida inhumana. Pablo se refiere al error de aquéllos que estaban desorientados ante el fin de los tiempos y por ello se abandonan al fatalismo, no trabajaban y se metían en las casas de los demás para matar su ociosidad.

Lc. 21,5-19: «Gracias a la constancia salvarán sus vidas»

Evangelio de Jesucristo según San Lucas R/. Gloria a Ti, Señor. 5

Como algunos hablaban del Templo, de cómo estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, él dijo: 6 «De esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida.» 7 Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?» 8 Él dijo: «Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: `Yo soy' y `el tiempo está cerca'. No les sigáis. 9 Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas,pero el fin no es inmediato.» 10 Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. 11 Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas y grandes señales


del cielo. 12 «Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, os entregarán a las sinagogas y cárceles y os llevarán ante reyes y gobernadores por mi nombre; 13 esto os sucederá para que deis testimonio. 14 Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, 15 porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios.16 Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros. 17 Todos os odiarán por causa de mi nombre. 18 Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza.19 Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas. Palabra del Señor. R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.

RE-LEAMOS la Palabra para interiorizarla: A- Ubicación en el ciclo C:

B- Contexto: Ministerio de Jesús en Jerusalén: Lc. 19,28 - 21,38 Lc. 19,28 - 21,1-4.(5-19).20-38 Seguimos leyendo la narración de las últimas semanas del ministerio público de Jesús, en Jerusalén. Este pasaje pertenece al discurso con el cual termina Jesús su ministerio público: el llamado «discurso escatológico». Aquí tenemos exactamente la introducción del discurso y versa sobre la ruina de


Jerusalén (cfr. Mt. 24,1-14; 10,17-22; Mc. 13,1-13). Los evangelistas quieren decirnos que el Señor, antes de entrar en su pasión, muerte y resurrección, habló a sus discípulos de todos los tiempos sobre lo que pasaría a partir de su glorificación hasta los últimos días del mundo en que vivimos. Es una visión anticipada de la vida de la Iglesia a lo largo de los siglos. Vive ella en un contexto marcadamente humano y temporal y allí desarrolla su misión de revelar a los hombres el plan salvador de Dios y darles los medios para vivir conforme a esa voluntad divina. Sin estas palabras finales de Jesús su misión profética quedaría incompleta. Los Apóstoles le hacen a Jesús la pregunta: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?» (v. 7), En la respuesta que les da, Jesús les habla del futuro: en los vv. 8-19, del futuro del Reino Mesiánico militante; en los vv. 20-24, del futuro trágico e inminente que espera a Jerusalén. Antes de su epifanía gloriosa queda una larga etapa.

C- Comentario: vv. 5-6: El templo no sólo hace parte de la historia nacional del pueblo. Tuvo siempre una significación teológica. Para el alma de Israel era la presencia de Dios en medio del país. Para Cristo tiene igualmente un significado primordial. El, Dios encarnado, era la verdadera presencia de Dios en medio de los hombres. «Dios en rostro humano», dice el Papa Benedicto XVI. Venido Cristo el templo perdió su razón teológica de ser. En ocasiones Cristo manifestó su posición frente al templo. Su palabra: «Destruyan ese templo y yo lo levantaré en tres días» (Jn 2, 19) fue entendida como una amenaza y una blasfemia y sirvió de cabeza de proceso cuando fue juzgado. En su camino de Betania a Jerusalén de seguro contempló, en la luz de la mañana, la magnificencia del edificio, iluminada por el sol naciente. De sus acompañantes algunos hablaban del templo, admirados de la belleza de sus piedras y de las ofrendas que lo adornaban. Jesús lee más profundamente el significado y la suerte del templo: «llegarán días en que no quede de él piedra sobre piedra» (v. 6). Estamos en una historia que no sólo es de realizaciones humanas sino de pasos divinos. Cuarenta años después los romanos incendiarían el templo que jamás fue reconstruido. Había terminado su destino. Igual suerte tuvo la ciudad de Jerusalén (vv. 20-23). No sólo sufrió las consecuencias de una guerra nefasta. También allí cabe una lección de teología de la historia. Jerusalén, «La Santa», como la llaman los árabes, era el corazón del pueblo. Pero Cristo rompe el andar de esa historia. El ha venido a dar al plan de Dios su plena dimensión. A partir de él no hay sitio en la tierra que pueda ser exclusivo de su acción salvadora. La Iglesia empezará en Jerusalén su misión evangelizadora pero deberá llevarla a todos los rincones de la tierra (Mt 28, 18-20; Hechos 1, 8). Es el mandato del Señor. También Jerusalén terminó su significación histórica.

v. 7:


Al oír el comentario de Jesús sobre el Templo, los discípulos preguntan: «Maestro, ¿cuándo sucederá esto? ¿Y cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?» Ellos quieren más información. El Discurso escatológico que sigue es la respuesta de Jesús a esta pregunta de los discípulos sobre el cuándo y el cómo de la destrucción del Templo. v.8: Sus fieles deben preservarse de los seductores. Vendrán muchos falsos Mesías. Y todo esto se convierte en amonestación ante el peligro de la seducción. Porque los tiempos difíciles siempre acentúan las esperanzas mesiánicas (cfr. Hch. 11,28). Los movimientos mesiánicos fueron frecuentes en tiempos de Jesús e incluso después hasta adentrado el siglo II. Movimientos que, a lo largo de la historia, adquirirán nombres distintos anunciarán falsas esperanzas y promesas. Se presentan diciendo «Yo soy» o «Yo soy el Mesías»". La fórmula «Yo soy» es indicadora de la autorrevelación divina. vv. 9-11: Igualmente, a más de estar sujetos a todos los accidentes, sucesos y peripecias que el resto de los hombres (guerras, terremotos, hambres, pestes: w 10-11), tendrán que soportar persecuciones a muerte de parte de los judíos (12b) y de parte de los gentiles (12c). Las conmociones cósmicas, guerras, rebeliones y las dificultades y persecuciones de los justos forman parte del cliché con que son descritos los tiempos anteriores al fin. Los signos precursores de la Venida del Señor, del fin del mundo, enumerados en estos versículos, nunca deben entenderse como flechas indicadoras del momento en que tendrá lugar. Cuantas veces se han ensayado los cálculos para determinarlo otras tantas se ha tenido ocasión de comprobar el error. El cálculo del momento preciso momento en que tendrá lugar ese fin total va directamente en contra del mismo evangelio, de todos aquellos pasajes que exhortan a la vigilancia. El evangelio pone de relieve la incertidumbre del momento final. Los signos apuntados lo son en el sentido que deben recordar al hombre su peregrinar hacia un mundo nuevo ya que aquí no tiene morada permanente. v. 12 Jesús advierte a sus discípulos diciendo que la fidelidad al evangelio conlleva dificultades y persecución: «les echarán mano y los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y cárceles. Los llevarán ante reyes y gobernadores por mni nombre». En medio de guerras entre los pueblos, de catástrofes de la naturaleza y también originadas en la malicia humana, los discípulos están llamados a mantener la fe y la confianza. Les ha sido confiado dar realidad al plan salvador de Dios a través de la historia. v. 13: Pero para Jesús lo que importa en la persecución no es el lado doloroso del sufrimiento, más bien el lado positivo del testimonio: «Esto les sucederá para que den testimonio». No deben, pues, temer. La persecución es una oportunidad para dar


testimonio de la Buena Nueva que Dios nos trae. Anunciarán esa voluntad de Dios que tantas veces no es entendida por el hombre que encuentra en ella obstáculo para sus proyectos. Vendrán las persecuciones y el comparecer ante tribunales que cuestionan la fidelidad del discípulo al evangelio. La persecución no es una fatalidad, ni puede ser motivo de desaliento o de desesperación, sino que hay que considerarla como una oportunidad, ofrecida por Dios, para que las comunidades lleven a cabo la misión de testimoniar con valor la Buena Noticia de Dios. El testimonio valiente llevaría a la gente a repetir lo que dijeron los magos de Egipto ante las señales y el valor de Moisés y Aarón: «¡Aquí está la mano de Dios!» (Ex 8,15). Conclusión: si las comunidades no deben preocuparse, si todo está en las manos de Dios, si todo estaba ya previsto por Dios, si todo no es que dolor de parto, entonces no hay motivo para quedarse preocupados. v. 14-15: El Señor no los abandonará . Estará allí siempre fiel. Jamás es un espectador frío de las luchas del hombre y de la Iglesia. El mismo Cristo hablará por boca de ellos. No tienen, por tanto que ensayar qué van a decir: «Yo les daré un lenguaje y una sabiduría a los que no podrá resistir ni contradecir ninguno de sus adversarios». vv. 16-17: El conflicto vendrá incluso de los mismos seres amados cuando la fe en el Señor puede dividir una familia entre los que lo siguen y los que lo rechazan (v. 16). Su palabra es incluso amenazante: Todos los odiarán por mi causa (v. 17). El Señor no esconde al discípulo el peligro de su fidelidad al Reino. vv. 18-19: Pero también nos dice la palabra que nos llena de confianza: «Ni un cabello de su cabeza se perderá. Si perseveran se salvarán». En un camino largo hay espacio para el desánimo y el cansancio. Sólo la seguridad de caminar hacia un destino final que está en manos de la fidelidad y del poder de Dios nos puede dar la perseverancia que es lenguaje de una fe y una esperanza inquebrantables. Teniendo en cuenta todo lo dicho es lógico que la sección termine con una llamada a la perseverancia, no simplemente la paciencia. A no ser que ésta sea entendida en el sentido bíblico de constancia y fidelidad en el camino emprendido. Permanencia que debe estar provocada por la llamada de Dios y su palabra de promesa. «Con su perseverancia, salvarán sus almas». Entonces, la persecución y los sufrimientos les ganarán, si perseveran, la más rica corona. Hay una alusión a Dan. 2,28, donde se anuncian las guerras y revueltas previas al advenimiento del Reino. No como una fatalidad, sino como que se trata de una ley pascual inscrita en la economía de la salvación: no hay éxodo sin desierto, no hay vida sin muerte. La referencia a las persecuciones es para provocar reacciones entre los


cristianos. Ante las acusaciones de la ciencia pagana, habrá un triunfo al estilo del de José y Daniel, por la acción del Espíritu, pero si hay perseverancia en la fe: «Sin embargo no se perderá ni un pelo de su cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas» Esto quiere decir que la salvación debe ser conquistada y, por eso, implica lucha, combate, esfuerzo.

3. MEDITACIÓN: ¿Qué NOS DICE el texto? Compromiso de construir el mundo Vivimos hoy esa historia en medio a veces de oscuridades y zozobras. No faltan voces que nos dicen que todo va a terminar pronto. Se atreven incluso algunos a fijar fecha y hora. No prestemos atención a esas voces. El compromiso cristiano que nos toca hoy es el de construir el mundo que nos fue entregado para el servicio del hombre. Lo hacemos a través de nuestros compromisos de trabajo, de solidaridad, de construcción de la paz como el bienestar que Dios ha querido para todos. Recordemos la carta a los Tesalonicenses que nos fue leída. Jesús decía a sus discípulos que de seguro lo escuchaban con cierta extrañeza: No se asusten, pues eso tiene que suceder primero pero el fin no vendrá inmediatamente. La historia de la salvación se confunde con la historia del hombre, de los pueblos, a veces en armonía, a veces en falta de sintonía cuando esa historia es violenta e injusta. Toca al cristiano corregir los rumbos, aportar los criterios de Dios para la actividad, señalar las metas debidas. Pero también estamos llamados a no dejarnos sumergir en la actividad humana y en las preocupaciones materiales como si fueran la única razón de nuestra existencia en el mundo. Debemos dar al mundo sin descanso la razón de nuestra esperanza (1Pe. 3, 15). Lo hacemos llevando en todos los campos una vida cristiana llena del sentido de Dios presente en la historia. Al final de este discurso del Señor, hay una palabra que nos indica cuál debe ser nuestra actitud permanente: «Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobren ánimo, levanten la cabeza, se acerca su liberación». Es una palabra que parece atemorizante pero que en el fondo está cargada de grandes alegrías finales. El Evangelio no es sobre el fin de los tiempos, sino sobre la condición histórica de la Iglesia. Es verdad que la gente preguntaba a Jesús sobre el futuro, por curiosidad: la destrucción de Jerusalén, la destrucción del mundo antes del juicio final...

La Iglesia que peregrina hacia la Pascua: =>: Una Iglesia que no pone la confianza en el templo de Jerusalén, porque está centrada en la fe en Jesucristo, salvador de todos los hombres. Pero que sabe que su historia ha comenzado en Jerusalén, cerca del Templo, donde Jesucristo entró (presentación de Jesús, cántico de Simeón) para purificarlo, y para anunciar que aquello que el Templo significaba ya es realidad en su persona, de tal modo que donde El está, allí se encuentra el verdadero templo de Dios (cfr. conversión de Zaqueo).


=>: Una Iglesia situada en la historia de los hombres, compartiendo con ellos las alegrías y las esperanzas, las angustias y los problemas, pero capaz de leer, guiada por el Espíritu de Jesús, los «signos de los tiempos» a la luz del Evangelio. =>: Una Iglesia no catastrofista ni ilusa, capaz de ver más allá de las cosas que suceden -aunque sean terribles- porque tiene en sí misma el Don del Espíritu que la fortalece y es para ella fuente de esperanza, a pesar de todo. Una Iglesia que alimenta todo esto en la plegaria. =>: Una Iglesia que tiene que luchar constantemente en el ejercicio de su Misión, pero que no desfallece. Una Iglesia que recuerda las repetidas exhortaciones del Señor: la cruz de cada día, la puerta estrecha, el último puesto, el seguimiento de Jesús sin ninguna seguridad humana... Una Iglesia enviada al mundo para anunciar la paz del Reino de Dios y conducir a todos los pueblos hacia la nueva Jerusalén; pero, al mismo tiempo, «signo de contradicción».

Carácter escastológico de la Iglesia Hoy debemos subrayar con fuerza el carácter escatológico de la Iglesia, siguiendo el magnífico desarrollo del n. 48 de la Constitución conciliar sobre la Iglesia, la «Lumen Gentium»: «La Iglesia, a la que todos hemos sido llamados en Cristo Jesús y en la cual, por la gracia de Dios, conseguimos la santidad, no será llevada a su plena perfección, sino cuando llegue al tiempo de la restauración de todas las cosas... Y hasta que lleguen los cielos nuevos y la nueva tierra, en los que tendrá su morada la justicia, la Iglesia peregrinante -en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo- lleva consigo la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas, que gimen entre dolores de parto hasta el presente, en espera de la manifestación de los hijos de Dios» (Concilio Vaticano II: Constitución sobre la Iglesia, LG. 48; cfr. el párrafo entero).

4. ORACIÓN: ¿Qué LE DECIMOS NOSOTROS a Dios? Padre Santo, junto con la creación del cosmos fundaste la sociedad humana, para que el hombre y la mujer vivieran en la fraternidad y el amor. Has dejado en nuestras manos la ordenación de las leyes de la convivencia y tenemos la esperanza de que, si somos fieles, a tu Espíritu, el mundo y nosotros, recreados, permaneceremos para siempre.


Te bendecimos porque, en medio del pecado, que destruyó la hermandad en la ciudad humana, te acordaste de nosotros, prometiéndonos la venida de un constructor definitivo. Jesucristo, tu Hijo, al hablar de la destrucción de Jerusalén y de su Templo, anunciaba también la muerte de su cuerpo. Así destruyó las causas del egoísmo. Tú, Padre, lo has constituido cabeza de la humanidad, primogénito de los que duermen, piedra angular de toda edificación, de tal manera que no hay otro fundamento sobre el que podamos ser edificados. Prepáranos para que, a la luz de la Palabra, caminemos, con esperanza y sin angustia, hacia la meta a que nos llamas. Concédenos a todos reconocer que ese día no significa una catástrofe para nosotros, sino la redención de todo valor terreno. Haznos comprender que lo verdaderamente importante, no son nuestros pequeños asuntos, sino los tuyos en tu Pueblo que es la Iglesia. Ayúdanos a esperar con ansia el retorno de tu Hijo y la venida manifiesta de tu Reino. Amén.

5. CONTEMPLACIÓN - ACCIÓN: ¿Qué NOS PIDE HACER la Palabra? Las palabras del apóstol son contundentes y realistas. La esperanza cristiana y la paciencia no tienen nada que ver con unas actitudes despreocupadas y falsamente


místicas. Los cristianos de Tesalónica necesitaban esta reprensión: habían sacado conclusiones equivocadas de la esperanza en el retorno del Señor. No es demasiado halagüeña la perspectiva de lo que les espera a los discípulos de Cristo. A pesar de todo, la visión última es la salvación, y eso es lo que cuenta. Jesús indica el lugar de la paciencia en nuestra vida cotidiana: sufrir con constancia. La venida del Señor no se nos anuncia como algo banal: se trata de un acontecimiento que lo revoluciona todo.

Relación con la Eucaristía La reunión eucarística es un preludio de la asamblea final en la Jerusalén Celestial: hay amor fraternal en Cristo que nos hace hijos de Dios y por tanto herederos de la plenitud. La celebración de la Eucaristía es la fuente y el culmen de toda la vida de la Iglesia. En la Eucaristía y por ella la Iglesia se renueva constantemente en su identidad de Iglesia de Jesucristo; el misterio pascual que en ella celebra es el origen de su existencia, y en la comunión con este misterio puede seguir viviendo en el mundo presente, «anunciando la muerte de Cristo, proclamando su resurrección, anhelando su retorno glorioso».

La asamblea debe hacer visible estas realidades de plenitud y finalidad, en las que estamos comprometidos todos desde la fe.

Algunas preguntas para pensar durante la semana: 1. ¿Le atribuyo un sentido religioso y cristiano a mi trabajo diario, cualquiera que sea? 2. Hoy sabemos de problemas de la Iglesia en nuestro país y en otras partes: ¿Cuál es mi reacción habitual? 3. ¿Nuestro obrar, como creyentes, se orienta al fin de la vocación a que somos llamados? 4. ¿El designio de Dios sobre el mundo y la historia impulsa nuestra acción?

Carlos Pabón Cárdenas, CJM.

Libro virtual: O:


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