DOMINGO 3º CUARESMA C

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DOMINGO 3o. DE CUARESMA ciclo C La paciencia de Dios y nuestros «¿por qué?» La gracia de la conversión Ambientación Nos reunimos en el tercer Domingo de Cuaresma para celebrar la Eucaristía y escuchar la Palabra de Dios. En el primer domingo de Cuaresma se nos ofrecía el ejemplo de Jesús afrontando y venciendo en sus tentaciones. En el segundo domingo se nos presentaba aquella consoladora transfiguración del Señor, indicándonos que en medio de las pruebas de la vida, siempre podemos encontrar la fuerza y la luz de Dios. Hoy, en el tercer domingo de Cuaresma la palabra de Dios nos habla del perdón y de la misericordia de Dios. Pero de un perdón de Dios que responde a la actitud de conversión que encuentre en el hombre. Dios siembra su perdón generosamente, pero no a «voleo» sino en cada corazón abierto a darle acogida. Especialmente en este tercer domingo de Cuaresma el Señor manifiesta la necesidad de reconocer nuestro pecado y convertirnos a Dios de todo corazón para dar frutos de buenas obras.

1. INVOCACIÓN al Espíritu Santo Ven, Espíritu Santo, ilumina nuestra mente, nuestro corazón y nuestra voluntad para que podamos comprender, aceptar y vivir la Palabra. Llena con tu santo poder a todos los que participamos en este encuentro para que, guiados por el Evangelio, recorramos juntos el camino de Jesús Maestro. Amén.

2. LEÁMOS la Palabra: ¿QUÉ DICE el texto? Ex 3, 1-8a. 13-15: «"Yo soy" me envía a ustedes» El libro del Exodo narra un relato del encuentro dé Moisés con el verdadero Dios, el Dios de sus Padres. El Dios que se revela como lleno de cariño y misericordia por los sufrientes y los oprimidos. El Dios que quiere liberar a su pueblo.


El cariño y la misericordia de Dios están siempre presentes; el compromiso de Dios por la liberación de los oprimidos está siempre presente. Cuaresma es el tiempo de la experiencia de la misericordia y liberación de Dios. La tercera etapa de la historia de la salvación está vinculada a la historia de Moisés y al éxodo de Israel hacia la tierra prometida. La escena de la zarza es fundamental en la Biblia y en la fe de Israel y de la Iglesia. El Dios de los padres toma la iniciativa de liberar a su pueblo, y llama a Moisés como gran mediador de esta proeza. No tiene un «nombre» como si fuese uno más de los dioses perfectamente identificables por sus «nombres». Su «nombre» se revela por su presencia personal al lado de su pueblo, por su poder sobre todo, por su misericordia y por la fidelidad a las promesas hechas a los Padres.

Salmo 103(102): «El Señor es compasivo y misericordioso» El Salmo 103(102) está organizado así: 1. Invitación a la alabanza (vv. 1-2). 2. Cuerpo del Salmo: el amor de Dios abarcando todo (vv. 3-19). 3. Conclusión de carácter celebrativo (vv. 19-12). Por su estilo literario y por la altura de su concepto sobre Dios, el salmo 103(102) es una autentica joya. «Uno de los más bellos poemas del salterio tanto por lo elevado de sus ideas y delicadeza de sus sentimientos como por la nobleza y elegancia de la expresión» (J. Cales). Curado de una enfermedad que el juzga consecuencia del pecado, el salmista ve en esta curación acompañada del perdón, como una experiencia privilegiada del amor de Yahvé. El salmo es una contemplación admirativa de la condescendencia de un Dios eterno y soberano sobre la nada que es el hombre; una nada amada por Dios. El salmo es un himno al amor misericordioso de Dios. «El amor de Dios corre a través de todo el poema como la sangre bajo la piel» (G. Brillet). El salmo responsorial canta la misericordia y la fidelidad de Dios hacia su pueblo, recordando que «enseñó sus caminos a Moisés». Pero el pueblo, en el camino del Exodo, desoyó con frecuencia la voz del Señor, y la gran mayoría no fueron agradables a Dios ya que quedaron tendidos por el desierto. La plegaria del salmo es una meditación y una alabanza al Señor que se ha manifestado a Moisés y, por él, al pueblo. El elemento esencial es su misericordia, entendida como fidelidad a sí mismo en el amor creador para con los hombres, y su ternura para con la obra de sus manos. Es bueno recordar las palabras de Jesús: «Sean misericordiosos como lo es su Padre».


1Cor. 10,1-6.10-12. «La vida del Pueblo con Moisés en el desierto se escribió para escarmiento nuestro» La reflexión del apóstol es un magnífico nexo entre las escenas del inicio del Éxodo (1a. lectura) y las advertencias de Jesús sobre el modo de vivir los acontecimientos de cualquier tiempo (evangelio). En el contexto cuaresmal, repleto de lectura bíblica, la exhortación apostólica subraya la seriedad con que debe escucharse la Palabra de Dios, sacando de ella consecuencias para la vida. Esta segunda lectura relaciona nuevamente con el Antiguo Testamento, citando el nombre de «Moisés» (1Co. 10,2). San pablo descubre el carácter previo y el significado cristológico del Antiguo Testamento, cundo afirma que la roca espiritual de la que el Pueblo debía beber era Cristo mismo (1Co. 10, 4). Pero el Apóstol no se avergüenza de prevenir ante una confianza exagerada: «El que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga» (1Co. 10, 2).

Lc. 13, 1-9: 1

Por aquel mismo tiempo fueron unos a ver a Jesús, y le contaron que Pilato había mezclado la sangre de unos hombres de Galilea con la sangre de los animales que ellos habían ofrecido en sacrificio. 2 Jesús les dijo: «¿Piensan ustedes que esto les pasó a esos hombres de Galilea por ser ellos más pecadores que los otros de su país? 3Les digo que no; y si ustedes mismos no se vuelven a Dios, también morirán. 4¿O creen que aquellos dieciocho que murieron cuando la torre de Siloé les cayó encima eran más culpables que los otros que vivían en Jerusalén? 5Les digo que no; y si ustedes mismos no se vuelven a Dios, también morirán». 6

Jesús les contó esta parábola: «“Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo, y fue a ver si daba higos, pero no encontró ninguno. 7Así que le dijo al hombre que cuidaba el viñedo: ‘Mira, por tres años seguidos he venido a esta higuera en busca de fruto, pero nunca lo encuentro. Córtala, pues; ¿para qué ha de ocupar terreno inútilmente?’ 8Pero el que cuidaba el terreno le contestó: ‘Señor, déjala todavía este año; voy a aflojarle la tierra y a echarle abono. 9Con eso tal vez dará fruto; y si no, ya la cortarás».

Re-leamos el texto para interiorizarlo a) Orientaciones para posesionarnos del texto - ¿Qué personajes aparecen en el texto que hemos leído? - ¿Qué preguntas le hacen a Jesús? - ¿Qué les responde Jesús? - ¿Con qué compara Jesús el Reino de Dios?


El leccionario del ciclo "C", a diferencia de los otros dos -A y B-, nos continúa proponiendo textos de san Lucas durante esta segunda parte de la Cuaresma que empieza con el tercer domingo. En los otros ciclos, en estos domingos se lee el evangelio de san Juan. Los textos de Lucas subrayan destacadamente la invitación a la conversión y a la misericordia de Dios. Jesús, como lo hace también el apóstol (cfr. 2ª lectura), muestra que los acontecimientos -no sólo los de la historia, sino cualquier otro- deben ser leídos como una llamada de Dios a la conversión. En este texto evangélico el evangelista nos muestra dos sucesos diversos, ligados entre sí: - Por una parte, en los vv. 1-5: Jesús comenta, para la gente, hechos de la actualidad: la masacre de los peregrinos decretada por Pilatos y la caída de la Torre de Siloé, que mató a dieciocho personas; y, - por otra parte, hay, en los vv. 6-9, una a parábola: la de la higuera que no daba fruto. Señalamos estos dos hechos para que, en la lectura del texto, tengamos en cuanta

dos cosas: - Primero: verificar cómo Jesús interpreta los sucesos de la vida diría de m,anera distinta de cómo lo hace la lectura popular de lo que sucede; - segundo: descubrir si existe un nexo entre las dos secciones que componen este texto evangélico, es decir, entre la parábola y el comentario de lo que acontece.. b) Una organización del texto para ayudarnos en su lectura:

Lc. 13,1: Lc. 13,2-3: Lc. 13,4-5: Lc. 13,6-9:

La gente da a Jesús la noticia de la masacre de los Galileos Jesús comenta la masacre y extrae una lección para la gente Para reforzar su pensamiento Jesús comenta otro hecho La parábola de la higuera que no daba fruto

c) Preguntas que ayudan a la comprensión del texto: - ¿Cuál es el punto del texto que más te ha gustado o llamado tu atención? ¿Por qué? - ¿Cuál era la interpretación popular de los dos hechos? - ¿Jesús no está de acuerdo con la interpretación popular de los hechos? ¿En qué modo? - ¿Cuál es el significado de esta parábola? ¿Hay conexión entre la parábola y el comentario de los hechos? - ¿Cuál es el mensaje de este texto para nosotros, que hoy debemos interpretar los signos de los tiempos?


d) Contexto: «Viaje a Jerusalén» El trabajo redaccional de Lucas organiza todo el material de su evangelio presentanto la vida y misión de Jesús como un largo «viaje desde la Galilea hasta Jerusalén». La descripción de este viaje la vemos en Lucas en los versículos 9,51 hasta 19,28 y ocupa casi diez capítulos, ¡más de una tercera parte del Evangelio! A lo largo de estos capítulos, Lucas recuerda a los lectores, constantemente, que Jesús va de camino. Raramente dice dónde se encuentra Jesús, pero da a entender claramente que Jesús va de viaje y que el objetivo del viaje es Jerusalén, donde morirá según todo lo anunciado por los profetas (Lc 9,51.53.57; 10,1.38; 11,1; 13,22.33; 14,25; 17,11; 18,31.35; 19,1-11.28). Y también después de que Jesús está ya vecino a Jerusalén, Lucas continúa hablando de un camino hacia el centro (Lc 19,29.41.45; 20,1). Poco antes del comienzo del viaje, con ocasión de la Transfiguración junto a Moisés y Elías sobre la cima del Monte (Domingo 2º de Cuaresma), el ir a Jerusalén es considerado como un éxodo de Jesús (Lc. 9,31) y como su asunción o subida al cielo (Lc. 9,51). En el Antiguo Testamento, Moisés había guiado el primer éxodo liberando a la gente de la opresión del Faraón (Éx. 3,10-12) y el profeta Elías había subido al cielo, en el Horeb (2Re. 2,11). Jesús es el nuevo Moisés, que viene a liberar al pueblo de la opresión de la Ley. Es el nuevo Elías que viene a preparar la llegada del Reino.

e) Relectura del texto

Lc. 13, 1: La gente hace saber a Jesús la masacre de los Galileos Como hoy, el pueblo comenta los hechos que suceden y quiere un comentario de aquéllos que pueden influir en la opinión pública. Algunas personas se acercan a Jesús y cuentan el hecho de la masacre de algunos Galileos, cuya sangre había mezclado Pilatos con las de sus víctimas. Probablemente se trata de un asesinato cometido sobre el Monte Garizín, que continuaba siendo un centro de peregrinación y donde la gente solía ofrecer sacrificios. El hecho confirma la ferocidad y estupidez de algunos gobernantes romanos en Palestina que provocaban la sensibilidad religiosa de los Judíos mediante acciones irracionales de este tipo.

Lc. 13,2-3: Jesús interpreta la masacre y extrae una lección de ella para la gente Como la gente espera algún comentario de Jesús, Él interroga: «¿Creen ustedes que aquellos galileos fueron más pecadores que todos los galileos por haber tenido tal suerte?”


La pregunta de Jesús refleja la interpretación popular común a la época: el sufrimiento y la muerte violenta son el castigo de Dios por cualquier pecado que haya cometido la persona. La reacción de Jesús es categórica: «Le digo que no!» Y niega la interpretación popular y transforma el hecho en un examen de conciencia: «¡Si no se convierten, perecerán todos del mismo modo!». Esto quiere decir que, si no se verifica un verdadero y propio cambio, sucederá para todos la misma masacre. La historia posterior confirma la previsión de Jesús. El cambio no se ha producido. Ellos no se convirtieron y cuarenta años después, en el 70, Jerusalén fue destruida por los Romanos. Fueron masacradas mucha gente. Jesús percibía la gravedad de la situación política de su país. Por un lado, el dominio romano siempre más oneroso e insoportable. Por el otro la religión oficial, cada vez más alienada en entender el valor de la fe para la vida de la gente.

Lc. 13,4-5: Para reforzar su argumento Jesús comenta otro hecho Jesús mismo toma la iniciativa de comentar otro hecho. Una tormenta hace que se desmorone la torre de Siloé y dieciocho personas mueren aplastadas por las piedras. El comentario de la gente: “¡Castigo de Dios!” Comentario de Jesús: “¡No, os lo aseguro, pero si no os convertís, pereceréis todos del mismo modo!”. Es la misma preocupación de interpretar los hechos de modo tal, que llegue a ellos transparente la llamada de Dios al cambio y a la conversión. Jesús es un místico, un contemplativo. Lee los hechos de un modo diverso. Sabe leer e interpretar los signos de los tiempos. Para Él, el mundo es transparente, revelador de la presencia y de las llamadas de Dios.

Lc. 13,6-9: La parábola de la higuera que no da fruto Después Jesús pronuncia la parábola de la higuera que no da fruto. Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Durante tres años no había dado fruto. Por esto dice al viñador: «¡Córtala!»”. Pero éste respondió: «¡Déjala todavía un año. Si no

da frutos entonces la cortarás!». No sabemos si Jesús contó esta parábola inmediatamente después del comentario que hizo de la masacre y la caída de la torre de Siloé. Probablemente ha sido Lucas quien coloca en este lugar la parábola, porque él, Lucas, ve alguna relación entre el comentario de los hechos y la parábola de la higuera. Lucas no dice en qué consiste esta relación. Deja el deber de descubrirlo a nosotros ¿Qué significado nos propone Lucas? Podemos proponer opiniones que, compartidas, nos ayudarán a captar mejor el mensaje:


El Dueño de la viña y de la higuera es Dios. La higuera es el Pueblo. Jesús es el viñador. El dueño de la viña se ha cansado de buscar frutos en la higuera sin encontrarlos. Decide talar el árbol. Así será reemplazado por un árbol que dé fruto. El pueblo escogido no estaba dando el fruto que Dios esperaba. Y, entonces, Dios quiere dar la Buena Noticia a los paganos. Jesús, el viñador, pide que se deje a la higuera viva un poco más. Aumentará sus esfuerzos para obtener el cambio y la conversión. Más adelante en el Evangelio, Jesús reconoce que el duplicar los esfuerzos no ha dado resultado. Ellos no se convertirán.

Jesús lamenta la falta de conversión y llora sobre la ciudad de Jerusalén (Lc. 19,41-44).

3. MEDITEMOS la Palabra: ¿Qué NOS DICE el texto? - ¿Qué considero como lo principal en estos textos? - ¿Cuáles enseñanzas saco para mi vida?

Un proyecto de libertad El libro del Exodo narra un relato del encuentro dé Moisés con el verdadero Dios, el Dios de sus Padres. El Dios que se revela como lleno de cariño y misericordia por los sufrientes y los oprimidos. El Dios que quiere liberar a su pueblo. La iniciativa de «Yo-soy» coloca al pueblo en camino de libertad; Moisés es el mediador de esta iniciativa y el que conducirá al pueblo en el camino del Exodo. Moisés es interpelado por Dios mientras camina por el desierto, guiando el rebaño. Desde entonces no conducirá el rebaño de su suegro, sino el pueblo que el Señor ha llamado para cumplir las promesas hechas a Abrahán, conduciéndolo hasta las puertas de la tierra prometida. Pero la tierra prometida es don de Dios, y a la vez conquista. El cariño y la misericordia de Dios están siempre presentes; el compromiso de Dios por la liberación de los oprimidos está siempre presente. Cuaresma es el tiempo de la experiencia de la misericordia y liberación de Dios. La segunda lectura es el comentario y el aviso para los cristianos, en la perspectiva tipológica, del camino del Exodo. Este aviso es remarcable para la Cuaresma: no basta con «hablar de ella», sino que hay que "realizarla". La Cuaresma es la actualización de ese Éxodo liberador que conduce a la tierra… La semana que empieza con este domingo señala la mitad del camino de los cuarenta días y es un buen momento para hacer balance.

Aprendiendo de la historia de Israel En el pasaje de la Carta a los Corintios Pablo nos recuerda que el cariño y la misericordia de Dios tienen una contrapartida: la indiferencia y el egoísmo de los hombres.


Aun muchos de aquéllos que habían sido liberados de Egipto por Dios, poco después se desviaron y olvidaron a Dios y sus caminos de misericordia. Los cristianos, en efecto, seguimos y hemos sido bautizados en Alguien que es más que Moisés: en Jesucristo, al cual estamos unidos. El ha iniciado el camino de la fe y lo ha llevado a su consumación, pues a través del sufrimiento de la cruz ha llegado a sentarse en el trono de Dios (cf. Hebreos 12,2). Su camino no ha quedado frustrado como el de Moisés, y el rebaño que apacienta tiene asegurada la misericordia y la fidelidad, pues perdona las culpas y cura de toda enfermedad. Si Moisés fue el mediador de Dios para llevar al pueblo hacia la libertad, Jesús es el mediador entre Dios y los hombres para establecer una alianza nueva y eterna, y conducir a su Pueblo-Cuerpo a la gloria del Padre.

Los malos no son los otros… El texto evangélico de este domingo es exclusivo de Lucas. Las alusiones a los acontecimientos concretos de la historia contemporánea -acontecimientos políticos como la revuelta de los galileos, acontecimientos de crónica como la caída de la torre de Siloéinteresan en tanto son punto de partida para manifestar las actitudes de los que plantean los interrogantes, y de la invitación de Jesús a la conversión. La conversión cristiana, como la que predicaba el Bautista (cf. tercer domingo de Adviento) es una conversión en la historia y teniendo en cuenta la vida cotidiana. De cara a la predicación de Cuaresma, estamos en pleno llamamiento a la conversión personal; es como una invitación al examen de conciencia de la propia vida. Si se quiere una resonancia de este tema en las demás lecturas se puede encontrar fácilmente en el responsorial y en la segunda lectura: Dios perdona y es misericordioso, pero el hombre debe estar alerta en sus decisiones.

Jesús les contestó: «piensan que aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?». (Lc. 13, 4) Lucas trata de la misericordia de Dios en su dimensión de paciencia. Cristo llama a la conversión, nos urge a la conversión, porque sabe muy bien que la conversión coincide con nuestra verdadera liberación, humanización y felicidad. La profunda preocupación de Jesús con la gente indiferente a mejorar y convertirse, se pone de relieve en la primera parte de este Evangelio. Con todo, Jesús es extremadamente paciente con las conversiones retrasadas y poco probables. Espera

una y otra vez, año tras año, como lo muestra la parábola de la higuera. Aquí Dios está dispuesto a ofrecer su gracia y continúa trabajando en las personas, cuando muestran algún signo de buena voluntad.

Nuestros «¿Por qué?»… Si abrimos los diarios, escuchamos la radio, o encendemos la televisión, nos golpean el alma las mil y una tragedias del mundo en que vivimos. Surge entonces una pregunta espontánea y angustiosa: ¿Por qué?


¿Por qué los fenómenos naturales que dejan en la calle a tanta gente…, los terremotos y la muerte de tantos inocentes y la situación de dolor y miseria en que quedan millones de personas?

¿Por qué un alud destruye una humilde familia? ¿Por qué este joven, la esperanza del hogar, muere en un accidente? ¿ Por qué a mí que trato de ser bueno, todo me sale mal? ¿Por qué el tumor sí resultó maligno? ¿Por qué nos pagan mal aquéllos a quienes hemos favorecido? ¿Por qué aquel hijo tan deseado ha nacido deforme? ¿Por qué nuestras ciudades producen mendigos y gamines? Cristo también plantea el mismo problema del mal, a propósito de unas catástrofes ocurridas en su tiempo. Pilatos había dado muerte a unos galileos inocentes y la torre de Siloé había aplastado a dieciocho compatriotas.

No es cristiano achacarle a Dios todos los males que ocurren en el mundo. Tendríamos entonces un Dios feroz y sanguinario que se complace en los dolores humanos, o por lo menos, no se preocupa de impedirlos. Tampoco remedia el problema afirmar que la culpa de todo la tiene el hombre. Porque nuestra voluntad es enfermiza y condicionada. Por esto el mal se refugia siempre en un misterio que no alcanzamos a escrutar cabalmente. Y en cuanto a las catástrofes naturales, nuestra ciencia todavía es incapaz de prevenirlas.

…¿Hay alguna respuesta? ¿Cómo resolveremos entonces estos infinitos «¿por qué?» que a todos nos atormentan? Partamos de una base segura: Dios es bueno, es Padre, es Amor Infinito. Pero quiso, desde el comienzo del mundo, trabajar en equipo con las

causas segundas: con la naturaleza y con el hombre. Nosotros y la creación que también sufre nuestro pecado, le echamos a perder con frecuencia sus planes. Pero El es alfarero paciente, y restaurador silencioso, que vuelve a remendar su obra y a enrutarla a cada paso hacia el triunfo definitivo. Dios no responde de inmediato. Le encarga al tiempo la tarea de hacerlo. Le pide que haga reverdecer los árboles después del bombardeo, que cambie en cicatrices las heridas del alma, que nos seque las lágrimas, nos ayude a mirar la vida con alegría y confianza y descifre poco a poco nuestros enigmas. La respuesta a todos nuestros «por qué» nos la da después de cada tragedia, el gozo de la mañana pascual. Cristo encontró ese día la respuesta a su angustiosa

pregunta del Viernes Santo: Dios mío, ¿por qué me has abandonado?


Todos nuestros porqués se despejarán en el encuentro final con la Verdad , el día de nuestra Pascua. Mientras tanto, nos ayudan a seguir batallando esas pequeñas resurrecciones que alegran la vida, a cada paso, y son fragmentos de la Pascua de Cristo, ocultos entre el polvo del camino.

4. OREMOS con la Palabra: ¿Qué LE DECIMOS NOSOTROS a Dios? - Ante la necesidad que tenemos de perdón, pedimos por la Iglesia: para que sepa decir a todos los hombres que Dios es rico en misericordia y pronto al perdón… - También tenemos necesidad de concordia y paz entre nosotros; pedimos para que todos sepamos actuar con responsabilidad cristiana, con justicia y caridad, y sepamos construir un mundo más fraternal y en paz… - Pedimos por cada uno de nosotros, los que celebramos la Eucaristía: que no tengamos miedo a abandonar muchas de las cosas en las que estamos enfrascados para acercarnos a Dios y ser capaces de convertir nuestro corazón y gozar de la cercanía de Dios… - Que no nos creamos mejores que los demás y sepamos reconocernos necesitados de conversión, para que podamos leer los signos de los tiempos desde Dios. Amén.

5. CONTEMPLEMOS la Palabra y COMPROMETÁMONOS. Nuestro «viaje a Jerusalén» La descripción del largo viaje de Jesús a Jerusalén no es sólo un elemento literario para introducir el material propio de Lucas. Refleja también el largo y doloroso viaje que las comunidades de la Grecia estaban haciendo en el tiempo de Lucas en el vivir cotidiano de sus vidas: pasar de un modo rural de la Palestina al mundo cosmopolita de la cultura griega en las periferias de las grandes ciudades de Asia y Europa. Este pasaje o «inculturación» estaba marcado por una fuerte tensión entre los cristianos venidos del Judaísmo y por los nuevos que llegaban de otras etnias o culturas.


La descripción del largo viaje hacia Jerusalén refleja de hecho el doloroso proceso de conversión que las personas ligadas al Judaísmo debían hacer: salir del mundo de la observancia de la Ley que les acusaba y les condenaba por ir a otro mundo de gratuidad del amor de Dios entre todos los pueblos, por la certeza de que en Cristo todos los pueblos se funden en uno solo delante de Dios; salir del mundo cerrado de la raza hacia el territorio universal de la humanidad. Es también el camino de todos nosotros a lo largo de nuestra vida. ¿Somos capaces de transformar las cruces de la vida en éxodo de liberación?

Llamada a la Conversión «¡Conviértete en quien tú eres: hazte un autentico discípulo...!». Ésta es una invitación concreta a retomar el camino abandonado, al afianzamiento de los propósitos que cada cual, en su vida creyente. se ha planteado alguna vez. Conversión es la idea que nos ocupa en todos estos días de Cuaresma.

Conversión es la llamada constante a lo largo de la vida. Es mucho lo que ha cambiado nuestra sociedad, pero solo hay una cosa esencial que, por serlo, permanece en nuestro proyecto de vida: volver siempre a los brazos del Padre, al camino que nos lleva a El, al cumplimiento de su voluntad. Dios nos llama a la renovación y a la vuelta de nuestro corazón a El. Dios nos llama a comprender correctamente la conversión, el sacrificio, la penitencia... Como Moisés, muchas veces podríamos esconder nuestro rostro ante la presencia de Dios. Pero desde la experiencia vivida por el pueblo en el desierto, San Pablo nos animó a permanecer firmes ante la presencia del Señor y a agradarle para tener vida. En esto, la llamada de Jesús es paciente y nuestra responsabilidad es dar fruto a su tiempo. Hoy, como en tiempos de San Pablo, tenemos que pensar que: - Recibiendo los mismos signos de salvación, unos creen y responden con fidelidad y otros se pierden…; - no confiemos excesivamente en nuestras fuerzas; no perdamos de vista la fuerza de Dios, no vaya a sucedernos que perdamos el equilibrio y caigamos en la incredulidad o la indiferencia, a pesar de participar en ritos sagrados…; - se nos han dado un Bautismo y una Eucaristía como sacramentos de Salvación; valoremos lo que significan para que actúen con eficacia en nosotros.


Algunas preguntas para meditar durante la semana: 1. ¿Cuál es mi idea de Dios? ¿Creo en un Dios misericordioso y cariñoso? 2. ¿Mis motivos para evitar el mal y hacer el bien, incluyen mi respuesta al amor y misericordia de Dios? ¿Hasta dónde? 3. ¿Qué puedo hacer concretamente en mi vida para que estos pasajes se cumplan? 4. ¿Qué relación establezco yo normalmente entre el Dios del amor y el mal que acontece en mí o a mi alrededor? ¿Vivo de un pensamiento mágico religioso que explica el sufrimiento como castigo de Dios? 5. ¿Cómo es el sacrificio, la penitencia que Dios quiere de nosotros? 6. ¿Qué significa para mí vivir en continuo proceso de conversión?

PADRES EUDISTAS Parroquia Santa Mónica Cali P. Carlos Pabón Cárdenas, CJM


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