Domingo 4º de pascua c

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Un Pastor que ama y que sirve Ambientación En este Domingo cuarto de Pascua se centra nuestra atención y nuestra fe agradecida en la presencia misteriosa del mismo Cristo Jesús, Pastor único y universal de nuestras almas. Cristo ha prolongado esta cualidad suya en los Pastores de su Iglesia, por quienes oramos muy especialmente en este «Año de la Fe», a cuyo servicio está su ministerio. Jesús se identifica como el «Buen Pastor» que cuida (=«apacienta») y orienta (=«pastorea») a quienes creen en Él, ya que «conoce a quienes escuchan su voz y leas da la vida eterna». Por este motivo, celebramos también hoy el día mundial de las vocaciones consagradas: sacerdotales y religiosas, para servir a la misión.

1. PREPARACION: INVOQUEMOS AL ESPÍRITU SANTO Ven, Espíritu Santo, y abre nuestro entendimiento para acoger y asimilar la Palabra de Vida que nos comunica el Buen Pastor. Danos fuerza para luchar por la verdad, la justicia y el amor, luz para comprender a todos, ayuda para servir como lo hizo el Buen Pastor, profundidad para amar y paciencia para esperar. Asístenos para que sepamos acercarnos y escuchar, como discípulos, la Palabra del Pastor desde las Sagradas Escrituras que Tú mismo inspiraste. Amén. 2. LECTURA: ¿QUÉ DICE el texto? Hch. 13,14. 43-52: «Nos dedicamos a los gentiles» Los textos de los Hechos de los Apóstoles que trae la liturgia de este Domingo nos presentan el momento más importante de la misión de la Iglesia de Antioquía, llevada


adelante por Pablo y Bernabé. El evento aquí narrado sucede en Antioquía de Pisidia, que no hay que confundir con Antioquía en Siria, de la cual se habla a lo largo de toda la sección capítulos 11 a 15 de Hch. Se trata aquí del momento crucial y paradigmático de la apertura de la misión cristiana a los gentiles. Veamos el detalle. La estrategia misionera normal de Pablo y Bernabé es predicar primero a los judíos para conseguir su conversión. La misión a los gentiles viene después y está subordinada a esta conversión primera de Israel. Pablo se vuelve ahora momentáneamente a los gentiles, únicamente porque los judíos han rechazado la Salvación que Pablo les anuncia. Con el comienzo de la predicación de Pablo y Bernabé a los gentiles (a los no judíos), el libro de los Hechos realza la oferta universal de la salvación de Cristo, hasta el momento restringida al pueblo judío. La narración que se lee hoy es precisamente la que incluye la decisión de los misioneros Pablo y Bernabé de pasar de una sinagoga que rehúsa escuchar la Palabra de Dios a la predicación para los que no son judíos, y que se muestran particularmente receptivos. El universalismo de la predicación del Evangelio tiene aquí un momento significativo. Todos invitan a Pablo a que hable sobre el mismo tema el sábado siguiente. Pablo toma en ese momento una importante decisión: en vez de encerrarse entre los judíos, durante la semana, va con preferencia a los «temerosos de Dios», a los que conquista por su total ausencia de racismo. Ellos, a su vez, atraen a mucha gente a la reunión del sábado siguiente; ahí se juntan paganos que nunca se habían comprometido con los judíos. ¿Quién no se da cuenta que junto a la Iglesia actual todavía hay «prosélitos», o sea, hombres de buena voluntad, que esperan que se les predique un evangelio realmente abierto a todos, y para los cuales no hay cabida en nuestras asambleas?

Sal. 100(99): «Sepan que el Señor es Dios; que Él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño» Este salmo de alabanza es una perfecta continuación de la última frase de la lectura anterior: «Los discípulos quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo». Nosotros, como ellos, somos el Pueblo de Dios, el rebaño del Buen Pastor, a quien aclamamos por toda la tierray rendimos culto con gritos de alegría. El salmo 100 (99) está revestido de un fuerte tono doxológico, es decir, de exaltación y alabanza. De esta manera, somos exhortados a celebrar a Jesús, victorioso y vencedor de la muerte. Él es nuestro pastor y nosotros sus ovejas, que, tras Él y como Él, caminamos hacia la resurrección.


Cuando san Pablo definía su apostolado lo presentaba precisamente como un acto sacerdotal en el cual ofrecía a Dios los pueblos que obedecían a la fe, como un sacrificio agradable, por el Espíritu Santo (cfr. Ro. 15,16). En el contexto del «Año de la Misericordia», mediante esta expresión -«Él nos hizo y somos suyos»- al recordar nuestra consagración bautismal, nos sentimos alentados a acoger con gozo y agradecimiento renovados la gracia de tan sublime don, con la certeza de que así «toda la Iglesia podría adquirir una "exacta conciencia de su fe, para reanimarla, para purificarla, para confirmarla y para confesarla" » (BENEDICTO XVI, Carta Apostólica Porta Fidei, 5; cfr. Pablo VI, Exhortación apostóloca Petrum et Paulum Apostolos, en el XIX centenario del martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo (22 febrero 1967): AAS 59 (1967), 198).

Ap. 7, 9.14b-17: «El Cordero será su Pastor y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas». El fragmento del Apocalipsis está escogido con estrecha relación con el tema mayor de este Domingo: el Buen Pastor. La imagen es magnífica: el Pastor es el Cordero, y el Rebaño son todos los pueblos (cfr. la 1ª lectura y el salmo). Así queda subrayado el carácter pascual de esta imagen del Pastor. En efecto: Jesús es el Gran Pastor de las ovejas porque ha dado su vida por ellas, como un Cordero sin tacha. La Iglesia triunfante en los cielos, de que habla el Apocalipsis, será el fruto de una comunidad de creyentes, elegida de toda nación, raza o lengua, y santificada por la sangre universalmente redentora del Cordero. La muchedumbre vestida de túnicas blancas, lavadas en la sangre del Cordero no son únicamente los mártires de la persecución neroniana, sino también todos los fieles purificados de sus pecados por el Bautismo. El sacramento del Bautismo recibe de la sangre del Cordero, que es también Pastor, la virtud de lavar y purificar la vida toda del ser humano. Prescindiendo, como ha de hacerse siempre en el Apocalipsis, de los detalles y abundancia de símbolos, que son sólo el vehículo para llegar al núcleo (aunque a veces nos los dificultan), encontramos la universalidad de la salvación como rasgo central de este párrafo. Subrayamos dos puntos en esta lectura: - Primero, la obra de Cristo como Pastor: al fin de los tiempos, reunirá seguidores de todas las naciones, razas y culturas. El Evangelio es universal; la Iglesia es universal (Católica).


- Segundo, Cristo, el Buen Pastor, habita entre sus ovejas; va por delante de ellas. Su fin es guiarlas a «la fuente de aguas vivas»: un destino de liberación y plenitud.

Jn. 10, 27-30: «Yo les doy la vida eterna a mis ovejas» EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN 27

Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. 29El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. 30 Yo y el Padre somos uno». 28

Palabra del Señor R/. Gloria a Ti, Señor.

RE-LEAMOS el texto para interiorizarlo a) Contexto: Jn. 10, 1-39: Fiesta de la Dedicación del Templo El evangelio propone la última parte del discurso de Jesús sobre la imagen del pastor. La autopresentación de Jesús como pastor es la característica de este cuarto Domingo de Pascua, en todos los ciclos. La imagen del «pastor» es una imagen de Dios, Pastor del pueblo. El Antiguo Testamento se complace en esta imagen, evocando los orígenes nómadas de Israel y los grandes conductores del pueblo, pastores todos ellos: Abraham, Moisés, David... Pero Jesús no solamente conduce el rebaño, sino que le da vida eterna. El nomadismo del pueblo cristiano solamente termina más allá del tiempo presente, en la Patria definitiva: allí dejará de ser peregrino. El pasaje de la liturgia de este domingo pertenece al capítulo 10 del cuarto evangelio. Se trata de un discurso de Jesús durante la fiesta judía de la Dedicación del Templo de Jerusalén que acaecía a finales de diciembre: el Templo que habían profanado los Helenistas, de Antíoco IV Epífanes, fue rescatado y « re-consagrado» por obra de Judas Macabeo en el 164 a.C). Los Judíos conmemoraban cada año esta nueva «Dedicación» (= consagración) del Templo.


Las palabras de Jesús sobre la relación entre el Pastor (Cristo) y las ovejas (la Iglesia) pertenecen a un verdadero y propio debate entre Jesús y los judíos. En varias ocasiones Juan presenta a los judíos con la pretensión de arrancar a Jesús una afirmación clara sobre su identidad (Jn. 2,18; 5,16; 8,25). Una petición de este tipo, los Sinópticos la presentan durante el proceso ante el Sanedrín (Mt. 26,63; Mc. 14,61; Lc. 22,67). A la pregunta de los Judíos sobre su identidad, Jesús responde en dos momentos (Jn. 10,. 25-31 y 32-39). El texto que nos propone la Liturgia de este Domingo pertenece al primer momento de la respuesta que da Jesús. El se había presentado cmo la «puerta» que permite acceder al aprisco (Jn. 10, 1-10); les había dicho a los judíos la parábola del Buen Pastor (Jn. 10, 11-18); pero los judíos no la comprendieron (vv. 19-21) y, aprovechando la FGiesta de la Decicación( vv. 22-23), le hacen a Jesús una pregunta clara y piden una respuesta también clara y pública: «¿Hasta cuándo vas a tenernos en suspenso? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente» (Jn. 10,24).

b) Comentario: v. 27: Jesús retoma la parábola del Buen Pastor que conoce sus ovejas y él es conocido por sus ovejas. Hay que subrayar varios elementos de interpretación a) Las ovejas de Jesús escuchan su voz (v. 27a): pero no se trata sólo de una escucha externa (Jn. 3,5; 5,37) sino de una escucha atenta (Jn. 5,28; 10,3), hasta la escucha obediente (Jn. 10,16.27; 18,37; 5,25), lo cual significa que se trata de una escucha que acoge, que reconoce, que acepta, que se compromete… En el discurso del Buen Pastor esta escucha expresa la confianza y la unión de las ovejas al pastor (Jn. 10,4). El adjetivo «mías» no indica solamente la simple posesión de las ovejas, sino que pone en evidencia que las ovejas le pertenecen, y le pertenecen en cuanto que Él es el propietario, son parte de su vida, no se puede concebir Él sin ellas (Jn. 10,12). b) Esta «pertenencia» crea vínculos vitales recíprocos, que establecen una relación íntima entre Jesús y las ovejas: «y yo las conozco» (v. 27b): cuando la Sagrada Escritura habla de «conocer» se está refiriendo a tener una relación personal con la persona a quien se conoce, vivir en cierto sentido en comunión con esa persona. Es un conocimiento que incluye los lazos humanos de la simpatía, amor, comunión de naturaleza. c) Las ovejas «siguen» al Pastor (v. 27c). Ese conocimiento de amor que tiene el Pastor es el que invita a las ovejas al seguimiento,


vv. 28: Mis ovejas conocen mi voz. a) Este mutuo entendimiento - entre Jesús que viene en nombre del Padre y las personas que se abren a la verdad – es fuente de vida eterna. El conocimiento de Jesús hacia sus ovejas abre un itinerario que conduce al amor: «Yo les doy la vida eterna» (v. 28a). Para el evangelista la vida es el don de la comunión con Dios. Mientras en los sinópticos la ‘vida’ o ‘vida eterna’ está unida al futuro; en el evangelio de Juan está unida a una posesión actual. Éste aspecto se repite con frecuencia en la narración de Juan: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna» (3,36); «En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna» (5,24; 6,47). b) La relación de amor de Jesús se concretiza por la experiencia de protección que el hombre experimenta: se dice que las ovejas «no perecerán jamás» (v. 28b). Quizás una alusión a la perdición eterna. c) Y se añade que «nadie las arrebatará» (v. 28c). Tal expresión sugiere el papel de la mano de Dios y de Cristo que impiden a los corazones de las personas ser arrebatadas por otras fuerzas negativas. En la Biblia, la mano, en algunos contextos, es una metáfora que indica la fuerza de Dios que protege (Dt 33,3; Sal 31,6). Por otra parte, el verbo «arrebatar» (harpázō) sugiere la idea que la comunidad de discípulos no estará exenta de los ataques del mal y de las tentaciones. Pero la expresión «nadie las arrebatará» indica la presencia de Cristo que asegura a la comunidad la certeza de una estabilidad sólida que le permite superar toda tentación de miedo. Esta unión entre el creador y la criatura a través de Jesús, supera la amenaza de muerte: «¡No perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos!». Están a salvo y, por ello, en paz y en plena libertad.

vv. 29-30: La relación entre las ovejas y el pastor-Jesús está arraigada más profundamente que en unos contactos esporádicos y funcionales; su origen procede del Padre, con el cual Jesús se proclama uno. Es un modo de expresar lo que con otros términos dice la primera carta de Juan: «nuestra comunión es con el Padre y con su hijo Jesucristo» (1Jn. 1, 5). Para entender este texto hay que recordar que en el fondo es una respuesta a la pregunta que los judíos dirigían a Jesús: «Si tú eres el Cristo dínoslo abiertamente…» (Jn. 10, 24b).


3. Meditemos: ¿QUÉ NOS DICE la Palabra? Ser oveja del Rebaño La escucha de la Palabra comporta un discernimiento, para que entre todas las voces posibles, distingan y elijan la que corresponde a una persona concreta (Jesús). Como consecuencia de este discernimiento, la respuesta se hace activa, personal y se convierte en obediencia. Esta proviene de la escucha. Por lo tanto, entre la escucha y el seguimiento del Pastor está conocer a Jesús. Queda, pues, claro, que Jesús, el Buen Pastor, señala cuál es compromiso de siempre de quien quiera ser discípulo, «oveja de su Rebaño»: Escuchar - Conocerlo seguirlo.

Escuchar la voz del Pastor: implica la adhesión alegre al contenido de lo que se escucha, la obediencia a la persona que habla, la elección de vida de Aquél que se dirige a nosotros... Conocerlo: Con este verbo se define el diálogo o comunicación íntima entre Cristo y el discípulo... Y seguirlo.: Quien verdaderamente ha escuchado y conocido a Cristo, el Buen Pastor, lo «sigue» come único guía de su vida. - Nosotros «no pereceremos» y nadie nos podrá «arrebatar» de la presencia de Cristo que protege nuestra vida. Es esto lo que fundamenta y motiva nuestra seguridad cotidiana. Esta la idea que admirable y luminosamente expresa San Pablo: «Estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo

presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro» (Ro. 8,38-39).

Pertenecer para entender El motivo de la incredulidad de los judíos, cuando le preguntan a Jesús sobre su identidad, no es porque tengan sinceramente la inquietud de buscar a Jesús, sino que en su cerrazón mental rechazan pertenecer a sus ovejas. Puede ser iluminadora una expresión análoga de Jesús: «A ustedes se les ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas» (Mc. 4,11).


Las palabras de Jesús solamente son luz para el que vive dentro de la comunidad; y, al contrario, para aquél que decide quedarse fuera solamente son un enigma que desconcierta. A la incredulidad de los judíos, Jesús contrapone el comportamiento de aquéllos que le pertenecen y que el Padre les ha dado; también su relación con ellos. El lenguaje de Jesús no es para nosotros de evidencia inmediata; más aún, compara a los creyentes con un rebaño, y nos deja perplejos. Somos, en gran mayoría, extraños a la vida agrícola y pastoril y, por tanto, no es fácil para nosotros comprender lo que significa el rebaño. En cambio, los oyentes, a los que Jesús dirige su palabra, eran un pueblo de pastores. Es evidente que la parábola es entendida desde el punto de vista de un hombre que comparte casi todo con su rebaño. Él lo conoce: ve cada una de sus cualidades y de sus defectos; también las ovejas conocen a su guía: responden a su voz y a sus indicaciones. Entonces, es fácil comprender que para entender la parábola es necesario pertenecer al rebaño: «mis ovejas».

Un Pastor para todos Por su resurrección Jesús se hizo Pastor de todo el mundo; esto significa que su gracia salvadora alcanza a todos, a todas partes y a todo a través de la historia. La misión y la obra salvadora de Cristo, Buen Pastor, y la de quienes hacen sus veces en la Iglesia, no pueden quedar limitadas por privilegios raciales o religiosos. La misión salvadora de Jesucristo, Buen Pastor, es universal, por cuanto todos necesitamos, por igual, de Cristo Redentor. La Iglesia es universal y aunque los judíos hubieran aceptado el mensaje de salvación del Evangelio, de todos modos, la Iglesia se extendería por doquier y siempre. El Cordero-Cristo es el causante de la salvación que consiste en la participación en su destino. Se expresa en términos de purificación que no debe entenderse como legal o ritual, sino ir al fondo: unión de Cristo y del Cristiano.

Espiritualidad de comunión Esta convicción sólo es posible si en la base de nuestra existencia cristiana y apostólica opera la «espiritualidad de comunión», pues la misión del buen Pastor es «congregar a los hijos de Dios dispersos» (Jn. 11, 52). Este tiempo de Pascua que estamos celebrando no es sólo celebración alegre de la Resurrección de Cristo, anuncio de Vida nueva y eterna para todos. Es también celebración del vivir en la comunión, que es la Iglesia, la Comunidad de los seguidores de Jesucristo.


El símbolo de Jesús como nuestro Buen Pastor es muy apto para entender la mutua relación entre El y nosotros. Jesús conoce a cada persona a fondo y como única. Es un conocimiento amoroso; cada persona es amada por Jesús como ella es, permanentemente y sin considerar si ella es mejor o peor. De la misma manera, cada persona está llamada a conocer y a amar a Jesús como amigo, a escucharlo y a seguirlo.

4. Oremos: ¿QUÉ LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS? Bendito seas, Dios vivo, PASTOR de todo el universo, que diriges el cielo y la tierra y guías a los seres humanos hacia la LUZ y la VERDAD. Hiciste maravillas en tu Hijo Jesucristo. No le negaste tu mano cuando nosotros le negamos nuestra fe. Estuviste junto a El en sus combates, y en la hora de su triunfo; lo resucitaste de la muerte y le comunicaste tu vida. Tu Hijo Jesús ha sido obediente a tu voluntad, para que fuera PASTOR hasta la muerte. Como BUEN PASTOR, ha muerto para defender a su rebaño y, después de su triunfo pascual, nos ofrece de nuevo tu conocimiento, el camino, la comida verdadera y la vida. Acuérdate de los pastores de tu Iglesia: que se manifiesten fieles con fe y con caridad. Señor Jesús, Pastor Bueno, que has entregado tu vida por nosotros y estableces con cada uno una relación de conocimiento y amor; tu bondad y tu misericordia nos acompañan todos los días de nuestra vida. A Tí, Padre, por Jesucristo Buen Pastor, y por medio del Espíritu, toda alabanza, bendición y gloria, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.


5. CONTEMPACIÓN - ACCIÓN: ¿Qué NOS PIDE HACER la Palabra Entendamos la imagen En una sociedad rural, como era la que escuchaba a Jesús en su predicación, la imagen del Pastor bueno al frente de su rebaño, conociendo a todas y cada una de sus ovejas, guiándolas a los mejores pastos e incluso dando su vida por ellas, era una imagen próxima, conocida y perfectamente asimilable. Por eso la usó Jesucristo que era, entre otras cosas, un espléndido conocedor de la realidad circundante y de sus oyentes. La imagen del pastor era muy expresiva para los hebreos. Hoy suscita reacción y perplejidad. Nadie acepta formar parte de un rebaño. Al hombre moderno no le gustan estos conceptos. Hay que cambiar imágenes pero hay que mantener el contenido. Hemos de descubrir a Cristo Jesús en el magisterio y en la autoridad de nuestros legítimos Pastores, en comunión con el Obispo de Roma, Vicario de Cristo. Es evidente que Jesús no tiene un rebaño de ovejas como las tenían los pastores de su tiempo. Quizás ni lo tuvo nunca. Sus ovejas son sus discípulos de todos los tiempos. Los que hemos creído en él y le hemos entregado nuestras vidas y nuestro destino. Jesús habla de MIS ovejas. Esa palabra mis encierra toda una carga de afecto, de preocupación, de pertenencia. Las siente suyas, como si hubieran dejado de pertenecerse y le hubieran entregado a él su mismo ser. En Antiguo Testamento Dios mismo hablaba de sus ovejas. Ahora es Cristo el que asume esa responsabilidad y ese deber. Detrás de esa sencilla palabra nos revela su unión íntima con el Padre en el ser divino.

Interés vocacional Nos ha de preocupar e interesar que en la Iglesia, para el servicio del Pueblo de Dios, haya muchos sacerdotes según el corazón de Dios. Hemos de vivir en la Iglesia el problema serio de las vocaciones consagradas: La necesidad de que los elegidos de Dios para una dedicación total al Evangelio, a la santidad y a la acción pastoral en la Iglesia, sepan responder fielmente y con generosidad total a este designio divino sobre sus vidas.

Escuchemos al papa Francisco «…Esto os pido: sed pastores con «olor a oveja», que eso se note –; en vez de ser pastores en medio al propio rebaño, y pescadores de hombres. Es verdad que la así llamada crisis de identidad sacerdotal nos amenaza a todos y se suma a una crisis de civilización; pero si sabemos barrenar su ola, podremos meternos mar adentro en nombre del Señor y echar las redes. Es bueno que la realidad misma nos lleve a ir allí donde lo que somos por gracia se muestra claramente como pura gracia, en ese mar del mundo actual donde sólo vale la unción – y no la función – y resultan fecundas las redes echadas únicamente en el nombre de Aquél de quien nos hemos fiado: Jesús. Queridos fieles, acompañad a vuestros sacerdotes con el afecto y la oración, para que sean siempre Pastores según el corazón de Dios.


Queridos sacerdotes, que Dios Padre renueve en nosotros el Espíritu de Santidad con que hemos sido ungidos, que lo renueve en nuestro corazón de tal manera que la unción llegue a todos, también a las «periferias», allí donde nuestro pueblo fiel más lo espera y valora. Que nuestra gente nos sienta discípulos del Señor, sienta que estamos revestidos con sus nombres, que no buscamos otra identidad; y pueda recibir a través de nuestras palabras y obras ese óleo de alegría que les vino a traer Jesús, el Ungido. Amén» (Papa FRANCISCO: Homilía en la Misa Crismal, Basílica de San Pedro, Vaticano, Jueves santo, 28 de Marzo de 2013). Todos llevamos hoy la carga pastoral de la Iglesia, cada uno dentro del contexto en que debe vivir. Es Jesús Pastor que quiere seguir hablando y anunciando al mundo el misterio del plan salvador de Dios a través de nosotros, bautizados en su nombre. La Iglesia será activa y evangelizante en la medida en que todos asumamos, con valentía y con gozo, esta misión. El Señor ha depositado en nosotros esta carga y confía en que la llevaremos a término. Su amor, su poder, su fuerza salvadora no nos van a faltar. El nos ha asegurado nadie nos puede arrebatar de su mano. Depositemos en él toda nuestra seguridad y nuestra confianza de testigos de su evangelio. Amén.

Algunas preguntas para pensar durante la semana 1. ¿Estoy convencido que Cristo me quiere como soy, aun en mis momentos malos y defectuosos? 2. ¿Imito a Jesús el Buen Pastor en la educación de mis hijos, o como profesor, o cual sea la cosa que haga? 3. ¿Eres un hombre inmerso en la escucha de Dios? ¿Hay espacios en tu vida diaria que dedicas, de modo particular, a la escucha de la Palabra de Dios? 4. Tu conocimiento de Cristo ¿se limita a un conocimiento teórico-abstracto o te dejas transformar y guiar por su voz en el camino de tu vida? 5. Tu seguimiento diario ¿es continuo? ¿Aún cuando en el horizonte aparece la pesadilla de otras voces e ideologías que tratan de separarte de la comunión con Dios? 6. Para ti, ¿la vida eterna hace referencia a la cantidad de años que puedes vivir o, por el contrario, es un reclamo a la comunión de vida con el mismo Dios? ¿Es motivo de alegría para ti experimentar la compañía de Dios en tu vida?

Carlos Pabón Cárdenas, CJM. Libro virtual: o:


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