DOMINGO 5o. DE CUARESMA ciclo C El que no tenga pecado que condene a su hermano PADRES EUDISTAS Parroquia Santa Mónica Cali
Ambientación Nos reunimos para la celebración de la Eucaristía en el quinto y último Domingo de Cuaresma. Estamos a las puertas de la Semana Santa en la que se nos ofrece con toda su crudeza e intensidad, el amor misericordioso de Dios. Es momento oportuno para hacer un examen, bajo la luz de la Palabra de Dios, de nuestro proceder a lo largo de esta Cuaresma para ver si hemos caminado hacia el Señor, si hemos decidido «convertirnos» un poco a Él. El Domingo pasado, el Señor nos mostraba el gran amor de Dios a los hombres por medio de la parábola del hijo pródigo. El padre salió al encuentro del hijo y le perdonó sin pedirle explicaciones y, además, organizó una gran fiesta, que no fue compartida por el hermano mayor. En este quinto Domingo de Cuaresma, el Señor nos ofrece una nueva lección sobre el amor misericordioso y perdonador de Dios.
1. Preparémonos: INVOQUEMOS AL ESPÍRITU SANTO Ven, Espíritu Santo, ilumina nuestra mente, nuestro corazón y nuestra voluntad para que podamos comprender, aceptar y vivir tu Palabra. Llena con tu santo poder a todos los que participamos en este encuentro para que, guiados por el Evangelio, recorramos juntos el camino de Jesús Maestro. Amén.
2. Leamos: ¿QUÉ DICE el texto? Is. 43,16-21: «Yo voy a hacer algo nuevo, para dar de beber a mi pueblo elegido» Las lecturas de los Domingos anteriores han seguido el itinerario de los israelitas hacia la tierra prometida, don de Dios, hasta celebrar en ella la Pascua. Pero los profetas miraban más allá. En cualquier situación de peligro, la fe en el Dios que lo ha renovado todo y que no ha agotado sus posibilidades en el éxodo desde Egipto, infunde esperanza. Al iniciar la quincena anterior a Pascua, las palabras proféticas son un anuncio de la Vigilia Pascual. Una vez más, la Iglesia se dispone a celebrar la gran novedad de la obra del Señor, el cambio del desierto por el jardín del paraíso reencontrado: El Señor renueva sus prodigios en favor de su Pueblo. El profeta reanima la esperanza del Pueblo en el destierro con este poema de consolación. Refiriéndose a hechos pasados de la historia de salvación, anuncia la vuelta del destierro como un «nuevo éxodo». El mismo Dios que hizo prodigios antes, los volverá a hacer después. En nombre del Señor, el profeta Isaías se dirige al Pueblo de Dios exiliado y en el desamparo. Les comunica un mensaje de esperanza: nunca miren para atrás, a sus miserias y errores, sino que miren para adelante, a la permanente oferta de Dios a la renovación.
Sal. 126(125). «El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres». Este salmo está organizado así: 1. Mirada retrospectiva (vv. 1-3). 2. Súplica en el presente (v. 4). 3. Exhortación para el futuro (vv. 5-6). El salmo 126 evoca la alegría que ha suscitado, entre los piadosos judíos, el cambio de actitud de Dios para con los desterrados en Babilonia y el retorno de los primeros repatriados. Evoca también el deseo ardiente de que pronto retornen los demás exiliados, para que les ayuden en la tarea difícil de restaurar Jerusalén y el País entero. «El salmo se distingue por la riqueza y delicadeza de emociones, la finura y lo adecuado de sus imagenes, la presencia de motivos, la exactitud medida de sus términos» (A. González).
El peregrino que visita Sion tiene la sensación de venir del destierro ya que su verdadera tierra es Jerusalén. Para un judío vivir lejos de Jerusalén es como vivir en el destierro. «Nos parecía soñar…» (v.1b): Normalmente los humanos somos más proclives a aceptar las malas noticias que las buenas. Cuando alguien nos habla de una desgracia familiar, le creemos del todo. En cambio cuando se nos da una buena noticia no lo acabamos de creer. Nos parece un sueno. Esto sucedió a los judíos cuando recibieron la noticia de que ya podían regresar a Jerusalén. Y a los apóstoles cuando se les anuncio la noticia de la Resurrección de Jesús. ¿Realistas o soñadores? Los profetas fueron unos soñadores. Supieron así levantar la moral de su pueblo. Nosotros, los que creemos en la Resurrección de Jesús, podemos y debemos soñar. Cualquier tiempo pasado fue peor. Y lo que esperamos es infinitamente mejor que lo que vivimos. «El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres» (v. 3): ¿Qué más pueden hacer los beneficiarios de la obra de Dios que proclamar que ha sido grande? Aquella opresión histórica del pueblo se repite en el hombre de todos los tiempos, y aquella liberación es garantía de la salvación del hombre. La obra grande del Señor que nos alegra es el tránsito del desierto al jardín, de la esclavitud a la libertad, del llanto a las risas y cantos, de la siembra a la siega... De la muerte a la vida, del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz. Pero, alerta: no somos nosotros los protagonistas, sino el Señor. El protagonista de la Pascua es Jesucristo.
Flp. 3, 8-14: «Todo lo estimo perdido, comparándolo con Cristo, configurado, como estoy, con su muerte» El texto de S. Pablo, reflexionando en su propia experiencia, es un buen ejemplo de lo que significa «mirar para adelante» en nuestras vidas cristianas. Considera sus «amores pasados» como «total pérdida», una vez que encontró a Cristo. Ahora se ha olvidado de su pasado, y su preocupación es seguir a Jesús. La Cuaresma es el tiempo de mirar adelante, hacia la Pascua y su gracia de renovación. San Pablo expone su nueva visión de vida y su programa de acción. Por un lado, un nuevo conocimiento de Cristo, por su experiencia personal de fe, que es lo que lo lleva a dejar todo y tenerlo en menos. De ese conocimiento en la fa brota su justificación interior, muy superior a la justicia legal. El fruto del conocimiento de Jesús es la comunión con Ël, en sus padecimientos y en su triunfo. Por otro lado, vive la tensión del esfuerzo y la búsqueda, ya que el conocimiento de Cristo no puede ser completo y acabado mientras estemos en esta peregrinación terrena.
San Pablo nos muestra hasta qué punto su vida estaba identificada con la obra de Cristo y hasta qué punto vivía intensamente el sentido pascual: configurado a la muerte de Cristo para resucitar de entre los muertos. Para los que quieren vivir como «hombres nuevos», las palabras del Apóstol son el programa.
Jn. 8, 1-11: «El que esté sin pecado que tire la primera piedra» EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN
R/. Gloria a Ti, Señor Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices? Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: Aquel de ustedes que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra. E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado? Ella respondió: Nadie, Señor. Jesús le dijo:
Tampoco yo te condeno. Vete, y EN ADELANTE NO PEQUES MÁS. Palabra del Señor R/. Gloria a Ti, Señor Jesús. RE-LEAMOS EL TEXTO PARA INTERIORIZARLO RE-LEAMOS el texto, subrayando palabras o expresiones que nos llamen más la atención... Identifiquemos los personajes que intervienen y cómo se actualizan en nosotros...
El fragmento evangélico de hoy es de san Juan, pero la narración es muy cercana a los acentos que pone Lucas en el ministerio de Jesús: su misericordia para con los pecadores y los marginados, y, de modo especial, su atención y respeto para con las mujeres. En la actitud de Jesús se encuentra la fuente inspiradora de Pablo (segunda lectura): la justicia que Dios otorga a los creyentes procede de haber creído en Cristo. Ante la proximidad de la Pascua, contemplamos la fuente de donde brota la purificación de los pecados: ¡La entrañable Misericordia de Dios!
Se presentó otra vez en el Templo y todo el pueblo acudía a él : Después de pasar la noche en oración, recordemos que la montaña es el lugar privilegiado para el diálogo personal con Dios, Jesús muy temprano se presenta en el templo. Esto indica que Jesús está en el templo antes que todos para esperarlos, ya que en el templo se hace presente Dios para recibir a los hombres que vienen a expresar su respeto y afecto, pero lo más importante es que Dios está allí para hacer al hombre participe de sus favores y su propia vida. Se sentó y se puso a enseñarles: La postura que toma Jesús de sentarse a enseñar es propia del maestro que tiene autoridad para educar y así lo reconoce la gente por eso lo buscan. Escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio: Aquí encontramos a los escribas y los fariseos doctores de la ley, del poder político y religioso, que se consideran los sanos, los limpios; y la mujer representa la debilidad, la pobreza, marginación y lo perdido de la comunidad, el pecado. La Ley manda apedrear a estas mujeres adulteras: Se quiere aplicar la ley con todo su rigor: “si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, serán castigados con la muerte: El adultero y la adultera” Lv 20,10, pero solamente presenta a Jesús a la mujer y olvidan de presentar al adultero que también es culpable del delito. ¿Tú qué dices? Con esta afirmación están exigiendo un veredicto de parte de Jesús el maestro, lo conducen a una situación incomoda, pues el interés de los escribas y fariseos es ponerlo a prueba, para ver que postura toma si lo hace a favor de la ley, significaría dar la razón a quienes no tienen autoridad moral y tomar una postura en contra de los necesitados; pero si desaprueba la ley da motivo para ser llamado falso maestro porque esta en contra de los mandatos de Dios.
Se puso a escribir con el dedo en la tierra: Manifiesta que Jesús no se apresura en dar una respuesta, toma con calma las exigencias. Se mantienen en silencio manifestando que sabe muy bien lo que tiene que hacer. Aquel de ustedes que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra. La respuesta es una interpelación a todos los presentes acerca de su
pureza, su limpieza de corazón, su transparencia, especialmente aquellos que se han presentado como testigos, porque según el libro del Deuteronomio 17,7 las primeras piedras serán lanzadas por los testigos, luego todo el pueblo.
Al oír estas palabras, se iban retirando, primero los viejos: Podemos ver aquí que ninguno de los presentes esta limpio de culpas, especialmente los viejos que son los primeros en huir de aquel lugar, porque su conciencia es corrompida por el engaño y la maldad.
Se quedó solo Jesús con la mujer: esta escena representa según San Agustín el encuentro de la misericordia (Jesús) y la miseria (mujer).
Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado? Después de haber dado una lección a los acusadores de la mujer, se dirige ahora a la acusada. Aquí Jesús le devuelve la dignidad a la adultera llamándola mujer; pero la interroga doblemente acerca de sus acusadores. «Nadie, Señor»: La respuesta de la mujer es una respuesta de fe, porque ya no ve a Jesús simplemente como el maestro, sino que ahora lo reconoce como su Señor.
«Tampoco yo te condeno»: Jesús le recuerda a la mujer que el no ha venido a condenar si no a liberar, a sanar lo que estaba perdido a causa del pecado Lc. 19,10. «Vete, y en adelante NO PEQUES MÁS»: Cuando la despide «vete» es la hora de la gracia para la mujer porque le da la oportunidad de comenzar una nueva vida, bajo la condición de no volver a recaer en el pecado. Jesús la deja libre de todas sus ataduras; esto no indica que Jesús apruebe el pecado, sino que le ofrece el perdón.
3. Meditemos: ¿QUÉ NOS DICE la Palabra? «No te condeno… pero no peques más» Con respecto a nuestra vida pasada, mediocre o pecadora, Jesús también mira para adelante. En el Evangelio se enfrenta a una mujer sorprendida en adulterio. Jesús no aprueba su pecado, pero no la juzga, ni menos la condena. La confronta en cambio con un futuro mejor, y le ofrece un camino para realizarlo: «no peques más». Y sobre todo, ofrece a esta mujer su misericordia y su amistad: «Yo tampoco te condeno». Con este don de amistad la mujer sabrá que alguien realmente la quiere, y será capaz de recobrar su dignidad y de seguir una vida mejor. Ante la proximidad de la Pascua, contemplamos la fuente de donde brota la purificación de los pecados.
Dinamismo de la misericordia Que importante es pensar en la misericordia del Señor como lo hacíamos el Domingo pasado. En este quinto Domingo de cuaresma nos encontramos con Jesús el maestro de la misericordia, que a partir de un hecho puntual conduce a todos los hombres a entrar en la dinámica de la misericordia a partir de tres pasos que aplica Jesús en este pasaje como el Maestro por excelencia: a) ESCUCHA: Jesús como Dios está en el templo para escuchar a la gente que acude a él. En este pasaje vemos que la gente llega para aprender de su sabiduría y Él con toda tranquilidad se sienta a enseñarles, a la gente necesitada de su conocimiento; pero su enseñanza se ve interrumpida por los escribas y los fariseos que conducen a una mujer a la cual acusan de adultera. Jesús no se molesta, no se incomoda los escucha y comprende que la mujer ha pecado y por su pecado debe morir según la ley. La manera de escuchar de Jesús es sabia porque permite que los acusadores descarguen todo su veneno, expresen todas sus intenciones. b) INTERPELACIÓN - INTROSPECCIÓN: En este pasaje vemos cómo Jesús, el Maestro, conduce a todos a entrar en lo más intimo de su ser. Cuando es interrogado frente a este caso de falta grave contra la ley, Ël guarda silencio para incitar a que ellos también hagan su propio juicio. Pero, como ellos insisten en que sea Él quien delibere, Jesús los cuestiona para hacer pensar en los propios errores y, si ellos no merecen condena, que ejecuten la sentencia mandada por la ley de Moisés. c) PERDÓN: La misericordia que Jesús ofrece es para todos. En lugar de castigo, nos ofrece perdón; aunque merezcamos la muerte, Él nos ofrece la vida y, a pesar de nuestra indignidad, Él nos coloca en el lugar privilegiado: el de los hijos. La oferta del perdón en este texto es para los acusadores y la mujer acusada, es decir para todos, porque lo que se ofrece es una gracia extraordinaria, porque sólo Jesús confía tanto en el pecador como para decirle «vete, y en adelante no peques más». Sólo que esta oferta pide que salgamos de nosotros mismos para entregarnos a Él.
Nuevo Éxodo Las tres perícopas evangélicas de la segunda parte de la Cuaresma del ciclo C se orientan, manteniendo textos lucanos -excepto la quinta-, hacia la temática propia del evangelista: la misericordia de Dios hacia los pecadores. La perspectiva
sacramental que domina es la del sacramento de la reconciliación. Una buena oportunidad, pues, estos Domingos, para una catequesis sobre este sacramento. La lectura del profeta Isaías cierra, con plena coherencia con el tema que ha sido el hilo conductor durante esta Cuaresma, el ciclo de las cinco semanas previas a la Semana Santa. El profeta anuncia un nuevo Exodo; se trata de no acordarse ya de los tiempos pasados, sino de abrir los ojos para poder contemplar lo nuevo que ya empieza a nacer: ¡un camino por el desierto! Así el camino de Israel continúa adelante hasta que el Señor le dará en plenitud lo que es su esperanza y la promesa que hizo a los padres. En la fe cristiana sabemos qué es eso: la Pascua de Jesucristo, realizada una vez por todas y celebrada en los sacramentos de la Iglesia.
Dinamismo pascual: «sembrar y llorar» También en el misterio de Cristo, realizado en la plenitud de los tiempos, hay una promesa de crecimiento para la Iglesia: es el futuro de Dios. Un futuro que no consiste simplemente en lo que nosotros podemos hacer, sino en lo que Dios nos da. El futuro de los cristianos es la venida del Señor en su Reino. San Pablo lo había comprendido y por eso corría hacia la meta, ¡para ganar el premio de la carrera convocada por Dios! (segunda lectura). Frente a este futuro -a esta novedad gratuitatodas las ventajas pueden considerarse desventajosas. Cuando se comprende esta realidad, el sentido de la vida se ilumina: ciertamente, hay que recorrer un camino de siembra, con lágrimas en los ojos, pero este camino cambiará el tono cuando llegue la siega. ¡Felices los que lloran, porque serán consolados! La Cuaresma es el tiempo de sembrar y de llorar: sembrar la Palabra en los corazones, para que fructifique en vida fiel; llorar los pecados con compunción de corazón. Pero esta dinámica se abre a una perspectiva gozosa: la comunión con Dios en verdad. La exclamación del salmo responsorial anuncia el don de la Pascua: «¡El Señor ha estado grande con ellos!». El día de Pascua diremos: «¡ Este es el día en que actuó el Señor!».
Don y tarea Aunque este Domingo la perícopa no es lucana, sino joánica, se integra muy bien con las demás; podríamos decir que tiene incluso un tono lucano, en el respeto hacia los pecadores y a la mujer. Los personajes son bien definidos: la mujer inequívocamente pecadora porque es adúltera; los doctores de la Ley y los
fariseos, que instrumentalizan la Ley y las personas para comprometer y acusar a Jesús; Jesús mismo como Señor de la misericordia y el perdón, que penetra en lo más íntimo del corazón del hombre. El conjunto hace pensar en la parábola leída el Domingo pasado, sobre todo en la actitud del hijo mayor. Pero el don de Dios no es para tranquilizar al pecador y pasar por alto su infidelidad. Quien recibe el don se compromete con una tarea. En efecto, sólo una comunidad que perdona puede ser perdonada por Dios, y sólo una comunidad que sabe acoger el perdón de Dios será capaz de perdonar de verdad. Como la mujer adúltera, la comunidad eclesial reconoce su pecado y da testimonio de conversión a Dios, y recibe, así, el perdón del Señor. Por otro lado, la Iglesia, como Jesucristo y en su nombre, es mediación del perdón y la paz de Dios.
4. Oremos: ¿QUÉ LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS? Gracias, Señor, por la misericordia que me ofreces, gracias, Señor, por ser el maestro que me corrige, gracias, Señor, por escuchar mis quejas y desventuras, gracias, Señor, por la paciencia que me tienes en mis torpezas, gracias, Señor, por levantarme cada vez que me caigo, gracias, Señor, por devolverme la dignidad cuando la he perdido, gracias, Señor, por la misericordia con que me bendices, gracias, Señor, por no rechazarme por mis pecados, gracias, Señor, por perdonarme cuando solo ofrezco condenas, gracias, Señor, por juzgarme con la ley del amor. Amén.
5. Contemplemos - Actuemos: ¿QUÉ NOS PIDE HACER la Palabra? Estamos invitados a tomar conciencia que Jesús se preocupa por todos y desea compadecerse de todos, porque Él ve a la persona, su historia, su fragilidad, sus miserias y sus esperanzas. El hombre que tiene miedo a encontrarse con el Maestro de la misericordia huye, negándose la posibilidad de ser sanado. Jesús, con este texto del Evangelio, compromete a todos los hombres, en especial a los cristianos católicos a no convertirse en jueces del pecador, sino a mirar el pecado personal del que nadie está libre; sólo Jesús. Siéntete amado por el Señor, como nunca lo habías sido por alguien que te ama como eres, pero con seguridad que quiere que seas mejor, porque está de seguro que puedes serlo.
Por encima de la ley que mata está el amor que vivifica. Jesús protesta contra la esclavización del hombre en nombre de la ley: «El sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado». Jesús no es el acusador desde la ley que mata: Ël está en favor del hombre y del pecador, en virtud de un orden nuevo en el amor: una nueva mentalidad, una nueva jerarquía de valores. Porque «la letra mata, el espíritu vivifica». El amor es el que salva, supera las leyes y les das su sentido verdadero. En el ámbito de este amor de Cristo se libera la conciencia. La Eucaristía es recuerdo del pasado, hecho realidad en el presente «memorial»- que nos proyecta hacia un futuro nuevo: nos invita a «mirar hacia adelante». Aquí somos juzgados por el nuevo orden del amor y no de la ley: «Yo tampoco te condeno... ¡NO PEQUES MAS!».
«Nos parecía soñar…» Señor, de las penas y sufrimientos de esta vida ya se bastante; Pero en ningún momento quiero que el peso del realismo corte las alas de mis sueños. Por encima de todo quiero ser optimista, quiero ser soñador. Decididamente quiero apostar por la utopía. Desde mi fe en la Resurrección, afirmo que la vida es bella, Que vale la pena luchar por hacer un mundo más humano, más justo, más fraterno, más habitable. Me da náuseas un mundo sin sueños, sin ilusión, sin esperanza, Sin utopías. Dame la gracia de vivir siempre enamorado de la vida. «Tu, al que llenas de Ti, lo elevas; mas, como yo aun no me he llenado de Ti, soy todavía para mí mismo una carga». (San Agustín).
Algunas preguntas para meditar durante la semana 1. ¿Por qué condenas a tu hermano si tú también tienes pecado? 2. Cuando vemos errores y faltas en los otros, ¿reaccionamos como lo hizo Jesús, o como lo hicieron los escribas? 3. ¿Somos capaces de distinguir entre el pecado y el pecador; una mala doctrina y la persona que la sigue? 4. ¿Supera el amor las disposiciones legalistas? PADRES EUDISTAS Parroquia Santa Mónica - Cali P. Carlos Pabón Cárdenas, CJM.