Domingo 6º ordinario a

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La nueva «justicia» La Sabiduría del Evangelio

AMBIENTACION Nos reunimos de nuevo en el Domingo para celebrar la Eucaristía y escuchar la Palabra del Señor. La Palabra que hoy proclamamos, nos enseña que no cumplamos los mandatos, preceptos o tradiciones religiosas «porque sí», «porque siempre se ha hecho así», «porque lo aprendí de mis padres»... El Señor pone delante de nuestros ojos los caminos que podemos seguir. Pero somos nosotros, cada uno de nosotros, quienes tenemos que elegir. Y debemos hacerlo: conscientemente, reflexivamente, amorosamente.

1. PREPARACION: INVOCACION AL ESPIRITU SANTO Espíritu Santo, ven a iluminarnos para que sepamos descubrir y aceptar en la Palabra la sabiduría de Dios, para que podamos orientar nuestra vida por el camino de su Voluntad. Abre nuestra mente y nuestro corazón a la escucha atenta de la Palabra que nos da luz, vida y verdad. Amén. 2. LECTURA: ¿QUE DICE el texto? Sir.. 15, 16-21: «Los ojos de Dios ven las acciones, El conoce todas las obras del hombre» Este texto de sabiduría bíblica es sobre la condición humana. El hombre tiene un destino de plenitud, y tiene la dignidad de ser libre. Por lo tanto depende de él hacerse camino para esta plenitud, cumpliendo los mandamientos de Dios; pero por otra parte también puede desviarse. La primera lectura, como siempre, prepara la página evangélica. Según el Sirácida (el libro escrito por Ben Sirá, el hijo de Sirá, libro llamado también Eclesiástico), cada uno es libre y debe tomar sus decisiones en la vida: «Si quieres, guardarás los

mandamientos del Señor. Tienes delante una opción: puedes escoger entre el fuego y el agua, entre la muerte y la vida». Pero la verdadera prudencia es seguir la voluntad del Señor. El auténtico sabio es Dios, que lo ve todo: «los ojos de Dios ven las acciones, él conoce todas las obras del hombre». El que sigue sus mandamientos va aprendiendo también esa sabiduría.


Sal. 119(118): «Dichosos los que caminan en la voluntad del Señor» El salmo insiste en la misma dirección: El justo tiene que seguir ese camino que le enseña Dios: «ojalá esté firme mi camino para cumplir tus consignas», «enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón». El salmo es una larga reflexión, orada, sobre lo que tiene que hacer el justo en su vida. En cada estrofa aparece un término sinónimo de la «voluntad de Dios» (mandatos, preceptos, decretos, palabras, leyes, consignas). El que cumple la voluntad de Dios es el que elige la verdadera sabiduría.

1Cor. 2,6-10. «Dios predestinó la sabiduría antes de los siglos para nuestra gloria» San Pablo nos entrega el mismo mensaje de sabiduría que el Antiguo Testamento, pero en términos de la nueva ley de Cristo. La plenitud humana supera nuestra imaginación. («Ni el ojo vio...»). Y la sabiduría que lleva a esta plenitud no es meramente humana; nos es dada por Dios en Cristo crucificado. Sigue Pablo, en su carta a los cristianos de Corinto, con el tema de la sabiduría, comparando la humana y la divina. Los griegos eran famosos por su filosofía, por su sabiduría humana. Pero Pablo prefiere apoyarse en la de Dios, esa sabiduría misteriosa de Dios: «ni el ojo vio ni el oído oyó lo que Dios ha preparado a los que lo aman». Sólo el Espíritu nos revela esa sabiduría, ese Espíritu «que todo lo penetra».

Mt. 5,17-37. «Se dijo a los antiguos, pero yo les digo» EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN MATEO R/. Gloria a Ti, Señor. 17

"No piensen que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. 18 Sí, se lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. 19 Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos. 20 "Porque les digo que, si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.


21

Han oído que se dijo a los antepasados: "No matarás; y aquél que mate será reo ante el tribunal. 22 Pues yo les digo: Todo aquél que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego. 23

Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, 24 deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. 25 Llega enseguida a un arreglo con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. 26 Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo. 27

«Han oído que se dijo: "No cometerás adulterio". 28 Pues yo les digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón». 29

«Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. 30 Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna». 31

«También se dijo: "El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio". 32 Pues yo les digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio». 33

«Hans oído también que se dijo a los antepasados: "No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos". 34 Pues yo digo que no juren en modo alguno: ni por el Cielo , porque es el trono de Dios, 35 ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén , porque es la ciudad del gran rey. 36 Ni tampoco jures por tu cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro. 37

Sea su lenguaje: «Sí, sí»; «no, no»: que lo que pasa de aquí viene del Maligno.


Palabra del Señor. R/. Gloria a Ti, Señor Jesús RE-LEAMOS EL TEXTO PARA INTERIORIZARLO a) Contexto: Sermón del Monte: Mt. 5-7 Jesús proclama a la muchedumbre las exigencias del Reino: una vida de acuerdo con la dignidad de ser hijos de Dios, sus discípulos-seguidores, testigos de su causa. La meta que propone a sus seguidores es imitar a Dios: «sean perfectos, como el Padre celestil es perfecto» (Mt. 5,48). La relación filial con Dios tiene como consecuencia relación fraternal con los demás. Jesús quiere dar pleno sentido a la Ley de la Alianza. Como un Nuevo Moisés, Jesús, desde el monte, expone la Ley Nueva para el Nuevo Pueblo de Dios. «Sentado» en el monte, Jesús es el Maestro que va a hacer para sus discípulos una auiténtica lectura de la Escritura: no es un maestro cualquiera sno el verdadero y definitivo Rabino, que tiene autoridad para hacer la nueva lectura, la verdadera y definitiva, de la Palabra... Y se va a presentar Él mismo como la Nueva Ley: « YO les digo».

b).Comentario: vv. 17-18: Jesús cumplimiento de la Ley y de los Profetas La actitud de Jesús ante la ley es, al mismo tiempo, de ruptura y de continuidad. Rompe con las interpretaciones erradas, pero mantienen firme el objetivo que la ley quiere alcanzar: la práctica de justicia mayor es el Amor. En estas primeras afirmaciones Jesús se presenta como aquel que “cumple la Ley”: "No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (v.17). Jesús declara que él es el cumplimiento de la Ley. El lector comprende las consecuencias de estas palabras de este modo: sólo a través de él se puede entrar en el reino de los cielos, incluso el más pequeño de los mandamientos adquiere sentido a través de su persona. Es como decir que Jesús es la medida para entrar en el reino de los cielos: cualquiera, pequeño o grande, depende de la elección de dejarse conducir por aquel que cumple la Ley y los Profetas. De ahora en adelante, la Ley, la enseñanza de los profetas, la justicia, adquieren su verdadera profundidad salvífica a partir del vínculo con su persona. El lector sabe que en el Antiguo Testamento estas realidades se veían como separadas y diferentes entre sí: la Ley contenía la voluntad de Dios; la justicia expresaba el compromiso humano por observar los contenidos de la voluntad de Dios presentes en la Ley; los Profetas, exégetas de la Ley, eran los testimonios del cumplimiento de la fidelidad de Dios en la historia. En la persona de Jesús estas tres realidades se unifican: encuentran en él su sentido y valor. Jesús declara abiertamente que ha venido a cumplir la Ley y los Profetas.


¿Qué quiere decir esta afirmación de Jesús? ¿Qué quiere decir “la Ley y los Profetas”? No se puede pensar que Jesús cumpla las profecías (en el sentido literal) de la Ley y de los Profetas, sino, más bien, las enseñanzas de la Ley y de los Profetas. Pero, de modo particular, ¿qué significa “abolir”, “cumplir” las enseñanzas de la Ley y de los Profetas? La respuesta se presenta en dos niveles. El primero mira hacia la enseñanza de Jesús, que no cambia los contenidos de la Ley y de los Profetas cuya función era didáctico-instructiva; en efecto, Mateo considera a los Profetas como los testimonios del mandamiento del amor ( Os 6,6// Mt 9,13; 12,7). El que Jesús lleve al cumplimiento de las enseñanzas de la Ley y de los Profetas puede significar que él los “manifiesta en su significado”, “los lleva a su completa expresión” (U. Luz); y excluye el significado de “invalidar”, “abolir”, “no observar”, “infringir”. El segundo nivel implica el actuar de Jesús: ¿cambia o no la misma ley? En este caso cumplir la Ley podría significar que Jesús con su comportamiento añade algo que falta o bien lo lleva a cumplimiento, perfecciona las enseñanzas de la Ley. Más concretamente: Jesús en su vida, con su obediencia al Padre, “cumple” las exigencias que nacen de la Ley y de los Profetas; en definitiva, observa completamente la Ley. Más plenamente: por medio de su muerte y resurrección Jesús ha cumplido la Ley. Pensamos que el énfasis se pone en el comportamiento de Jesús: con la obediencia y la práctica ha cumplido la Ley y los Profetas.

v. 19: Jesús que enseña la voluntad del Padre es el cumplimiento de la Ley. No se le evita al lector el uso del verbo “actuar y enseñar”: los preceptos de la Ley para “quien los observe y enseñe.” Tales aspectos recogen totalmente la imagen global de Jesús en el pensamiento de Mateo: Jesús que enseña la voluntad de Dios y el cumplimiento de la Ley es el hijo obediente del Padre (3,13-4,11). Aquí está el modelo de comportamiento que se pone ante nosotros en esta página del evangelio. Ciertamente el énfasis está en el cumplimiento de la Ley por medio de la obediencia, pero esto no excluye un cumplimiento mediante su enseñanza. No hemos de olvidar que a Mateo le es muy querida la unidad entre la práctica y la enseñanza de Jesús; es maestro en la obediencia y en la práctica. Sin embargo la prioridad la tiene la praxis como se deduce de la amonestación de guardarse de los pseudoprofetas en 7,20: “Por sus frutos los conoceréis.” Es interesante notar que Mateo utiliza este verbo cumplir, llevar a plenitud, sólo para Jesús: sólo él cumple la Ley, sólo su persona presenta las características de la plenitud. Aquí radica su autorizada exhortación, que para nosotros se convierte en un “envío”, una tarea de cumplir en plenitud la Ley: “Yo os digo…” (vv.18.20).

v. 20: Jesús cumple la justicia. Este versículo ofrece la llave general de todo lo que sigue en el conjunto de Mt 5,20-48. El evangelista muestra a las comunidades cómo deben practicar una justicia mayor que supera la justicia de los escribas y de los fariseos y que llevará a la observancia plena de la Ley. En seguida, después de esta clave general sobre la justicia mayor, Mateo presenta cinco ejemplos bien concretos de cómo practicar la Ley de tal manera que su observancia lleve a la práctica perfecta del amor. Este modo de cumplir Jesús la justicia se distingue de los modos como lo entienden y viven en el judaísmo; en Jesús se presenta un nuevo

estilo de justicia.


«Porque les digo que, si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos». Los escribas son los teólogos y los intérpretes oficiales de la Escritura (5,21-48), los fariseos, en cambio, son los laicos comprometidos de aquel tiempo, atados excesivamente a las prácticas de piedad (6,1-18). La justicia practicada por estos dos grupos no es suficiente, no puede servir de modelo: esta impide entrar en el reino de los cielos. Los destinatarios de esta exhortación son, en el fondo, los discípulos; es una reflexión para nosotros. Ciertamente la voluntad de Dios está relacionada con la Ley, pero es Jesús quien encarna un nuevo modo de poner en práctica la justicia. Jesús quiere una «justicia más grande»; ¿qué quiere decir esto? La de los escribas y fariseos está en relación con la justicia de los hombres; la justicia que Jesús predica, en cambio, exige una justicia más consistente, sensiblemente mayor a la practicada por el judaísmo. En qué consiste este «mayor», nuestro texto no lo esclarece de modo inmediato. Se hace necesario leer lo que sigue en la enseñanza de Jesús.

vv. 21-22:La ley dice «¡No matarás!» (Ex 20,13) Para observar plenamente este quinto mandamiento no basta evitar el asesinato. Es preciso arrancar de dentro de sí todo aquello que de una manera o de otra puede llevar al asesinato, como por ejemplo, rabia, odio, deseo de venganza, explotación, insulto, etc. «Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal». Es decir, quien piensa con rabia en su hermano, merece ya el mismo castigo de condena de parte del tribunal que, en la antigua ley, era reservado al asesino. Y Jesús va mucho más allá. El quiere arrancar la raíz del asesinato: pero el que llame a su hermano «imbécil», será reo ante el Sanedrín; y el que le llame «renegado», será reo de la gehenna de fuego. Esto quiere decir que observo plenamente el mandamiento No Matar si consigo sacar de mi corazón cualquier sentimiento de rabia que lleva a insultar al hermano. Es decir: solamente si llego a la perfección del amor.

vv. 23-26: El culto perfecto que Dios quiere Para poder ser aceptado por Dios y estar unido a él, es preciso estar reconciliado con el hermano. Antes de la destrucción del Templo del año 70, cuando los cristianos han participado a las peregrinaciones a Jerusalén para hacer sus ofertas al altar del Templo, recordaban siempre la frase de Jesús. Ahora en los años 80, en el momento en que Mateo escribe, el Templo y el Altar ya no existían. La comunidad pasó a ser el Templo y el Altar de Dios (1Co. 3,16). «Reconciliar»: Uno de los puntos en que el Evangelio de Mateo más insiste es la reconciliación, pues en las comunidades de aquella época, había muchas


tensiones entre grupos radicales con tendencias diferentes, sin diálogo. Mateo ilumina esta situación con palabras de Jesús sobre la reconciliación que piden acogida y comprensión. Pues el único pecado que Dios no consigue perdonar es nuestra falta de perdón a los demás (Mt 6,14). ¡Por esto, busca la reconciliación, antes de que sea demasiado tarde! ¿Cómo ha de ser la relación entre los hermanos? En la perspectiva, completamente nueva, del Sermón de la Montaña cada falta de amor hacia el prójimo conlleva la misma culpabilidad del homicidio. De hecho, la cólera, la ira, el desprecio del otro nacen de un corazón desprovisto de amor. Para Jesús no se infringe la Ley solamente matando, sino también con todas aquellas acciones que pretenden destruir o «frustrar» al otro. Quien se ha separado del hermano también se ha separado de la relación con Dios. Necesita entonces una reconciliación previa con el hermano que tiene algo contra él: contra ti, no tú contra él. Se da una novedad en esta palabra, aunque no fácil de compartir. A un hermano mío que tiene «algo contra mí» le respondo yendo hacia él: «ve primero a reconciliarte», sin aumentar la distancia. No es sólo cuestión de querer perdonar: es urgente reconstruir las relaciones fraternas porque el bien del hermano es el bien mío. Jesús dice: «Ve primero…» En primer lugar, antes de rezar, antes de dar, antes que el otro de el primer paso, está el movimiento de mi corazón, de mi cuerpo hacia el otro. Este ir hacia el otro tiene la finalidad de recomponer el desgarro; un movimiento que tiende a la reconciliación.

vv. 27-28: No cometer adulterio. ¿Qué nos pide este mandamiento? La respuesta antigua era ésta: el hombre no puede dormir con la mujer de otro. Es lo que exigía la letra del mandamiento. Pero Jesús va más allá de la letra y dice: «Todo el que repudia a su mujer, excepto en caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio». El objetivo del mandamiento es la fidelidad mutua entre el hombre y la mujer que asumirían vivir juntos como casados. Y esta fidelidad sólo será completa, si los dos saben mantener la fidelidad mutua hasta en el pensamiento y en el deseo y si saben llegar a una total trasparencia entre sí. vv. 29-30: Arrancar el ojo y cortar la mano. Para ilustrar lo que acaba de decir Jesús se sirve de una palabra fuerte que usó también en otra ocasión, cuando habló de no escandalizar a los pequeños (Mt. 18,9 y Mc 9,47). Estas afirmaciones son utilizadas, simbólicamente, por Jesús para indicar la radicalidad y la seriedad con la que Jesús insiste en la observancia de este mandamiento. vv. 31-32: La cuestión del divorcio. Al hombre estaba permitido dar una acta de divorcio para la mujer. Jesús dirá en el Sermón de la Comunidad que lo permitió por la dureza de corazón de la gente (Mt


19,8). «Pues YO les digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto en caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio". Se había discutido ya mucho sobre este asunto. Algunos intérpretes dicen que aquí la palabra «fornicación» traduce un término aramaico o hebraico, zenuth, que indicaba un casamiento con un grado de parentesco prohibido. No serían unas bodas válidas. Cualquiera que sea la interpretación correcta de esta palabra, lo que importa es ver el objetivo y el sentido general de las afirmaciones de Jesús en la nueva lectura que hace de los Diez Mandamientos. Jesús apunta hacia un ideal que debe estar siempre delante de mis ojos. El ideal último es éste: «Ser perfecto como el padre celestial es perfecto» (Mt. 5,48). Este ideal vale para todos los mandamientos revisados por Jesús. En la relectura del mandamiento: «No cometer adulterio» este ideal se traduce en una total transparencia y honestidad entre marido y mujer. Nadie nunca va a poder decir: «Soy perfecto como el Padre celestial es perfecto». Nunca vamos a poder merecer el premio por nuestra observancia porque estaremos siempre por debajo de la medida. Lo que importa es mantenerse en camino, mantener alto el ideal ante nuestros ojos, ¡siempre¡

v.33: Se dijo a los antepasados: No perjurarás. La ley del AT decía: “No jures el falso”. Y aumentaba diciendo que la persona tiene que cumplir con sus juramentos para con el Señor (cf. Núm 30,2). En la oración de los salmos se dice que solamente puede subir a la montaña de Yavé y llegar al lugar santo “aquel que tiene las manos inocentes y el corazón puro, que no confía en los ídolos, ni hace juramento para engañar” (Sal 24,4). Lo mismo se dice en diversos otros puntos del AT (Ecl 5,3-4), pues tiene que poder confiar en las palabras del otro. Para favorecer esta confianza mutua, la tradición había inventado una ayuda al juramento. Para dar fuerza a su palabra, la persona juraba por alguien o por algo que era mayor que ella y que podría llegar a castigarla en caso de que no cumpliera lo que prometió. Y así es hasta hoy. Tanto en la iglesia como en la sociedad, hay momentos y ocasiones en que se exigen juramentos solemnes de las personas. En el fondo, el juramento es la expresión de la convicción de que nunca se puede confiar enteramente en la palabra del otro.

vv. 34-36: Pues yo os digo que no juréis en modo alguno. Jesús quiere sanar esta deficiencia. No basta «no jurar el falso». Va más allá y afirma: “Pues yo les digo que no juren en modo alguno: ni por el Cielo, porque es el trono de Dios, ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey. . Ni tampoco jures por tu cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro»... Juraban por el cielo, por la tierra, por la ciudad de Jerusalén, por la propia cabeza. Jesús muestra que todo esto es remedio que no cura el dolor de la falta de trasparencia en la relación entre personas. ¿Cuál es la solución que propone?


v. 37: Sí, sí. No, no. La solución que Jesús propone es ésta: «Diga apenas 'sí', cuando es 'sí'; y 'no', cuando es 'no'. Que lo que pasa de aquí viene del Maligno». El propone la honradez total y radical. Nada más que esto. Lo que pasa de aquí, «viene del Maligno».

3. MEDITACION: ¿QUE NOS DICE el texto? Cristo y la Ley: Mt. 5, 17-20 Todo un mundo queda atrás, el de la ley antigua en su letra. Otro mundo se abre en Cristo: el de la Ley Nueva. Hay un elemento que perdura: la Alianza. La ley era su expresión. Pero ahora ha llegado una economía nueva, abierta, universal, que desborda las fronteras. Hay una percepción más rica del hombre. Aquí encontramos un verdadero ejemplo de lo que ahora llamamos «fidelidad creativa». La ley antigua cumplió su misión: servir de pedagogo (Ga. 3, 24-27). Condujo la humanidad a Cristo y la entrega a él; por eso El viene a «dar cumplimiento» (Mt. 5, 17b) a la ley en la totalidad de su cometido. Pero hay una nueva «justicia» de ése ajustarse al plan de Dios, a la Voluntad divina. La justicia de los fariseos representa quedarse en la ley antigua; la del cristiano es ajustarse a la Palabra de Cristo: ésta inmensamente superior. Para entrar al Reino, lo que Jesús trae de parte del Padre, hay que pasar por las bienaventuranzas.

Revisión de vida He ahí el anchuroso campo que se nos abre a todos los niveles. Toda nuestra vida de cristianos queda iluminada, activada, transformada por las Bienaventuranzas evangélicas, que nos hacen entrar en ese mundo nuevo de la justicia perfecta. En realidad, todavía nos mantenemos a un nivel de compromiso personal e intransferible. Cada uno debe sentirse profundamente gozoso en la victoria de este don de Dios en Cristo. Porque cada uno vive feliz en cualquier situación. Por aquí se ha de comenzar toda revisión seria de la vida cristiana. Desde las raíces del Kerigma y todas sus consecuencias para nuestra vida y de la proclamación de las Bienaventuranzas nuestra vida comienza a revivir y a actualizarse como evangélica. Pero la vida ya no la vivimos como los ermitaños: la realizamos en comunidad eclesial y abiertos al mundo. Por eso continuamos nuestro camino de revisión a la luz del Evangelio con esos temas. Una vida comunitaria y feliz; para la realización evangelizadora eficaz en los planes de Dios.

Nuevo ideal de justicia Aquí, de nuevo, nos encontramos ante un objetivo que quedará siempre ante nosotros y que nunca llegaremos a cumplir del todo. Es otra expresión del nuevo ideal de justicia que Jesús propone: Sean perfectos como el Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). Jesús elimina desde la raíz cualquier intento de crear en mí la convicción de que me salvo por mi


observancia de la ley. Nadie podrá merecer la gracia de Dios. Ya no sería gracia. Observamos la Ley, no para merecer la salvación, sino para agradecer de corazón la inmensa bondad gratuita de Dios que nos acoge, perdona y salva sin algún merecimiento de nuestra parte.

4. ORACION: ¿QUE LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS?

Te bendecimos, Padre, creador del mundo. Tu sabiduría es inmensa y grande tu poder. Tú conoces el secreto de los corazones. A través de Jesucristo, tu Hijo, comunicas al mundo la sabiduría, patrimonio de las personas sencillas. Hoy queremos afirmar nuestra unidad, con todos los seres humanos, con toda la Iglesia extendida en el universo. Haz que permanezcamos en unión unos con otros. Amén. 5. CONTEMPLACION – ACCION: ¿QUE NOS PIDE HACER la PALABRA? San Juan Crisóstomo nos invita con fuerza y firmeza: “ Cuando te resistes a perdonar a tu enemigo, te ocasionas una injuria a ti no a él. Esto que estás preparando es un castigo para ti en el día del juicio.” (Discurso 2,6). Déjate transformar por el amor de Dios, para cambiar la vida, para convertirte, para volver al camino de la vida. El criterio, para los cristianos, no es lo que hacen los demás, o lo que está o no penalizado por la ley vigente, sino lo que nos ha enseñado Cristo Jesús, que nos invita a ir a la raíz de nuestras acciones. No sólo nos conformamos con no matar, porque hay otras maneras de matar al hermano, sin sacar la pistola o el cuchillo: no podemos estar peleados con él ni guardarle rencor. No evitamos sólo el adulterio de hecho, sino tampoco consentimos en deseos y concupiscencias que están ampliamente fomentadas por nuestra sociedad. No sólo evitamos los juramentos falsos, sino incluso los lícitos, mientras que fomentamos en nosotros y en torno a nosotros la defensa de la verdad, sin manipularla ni dejarnos manipular con las medias verdades o las falsedades. No evitamos sólo el adulterio de hecho, sino tampoco consentimos en deseos y concupiscencias que están ampliamente fomentadas por nuestra sociedad.

Eucaristía y amor fraterno Puede parecemos extraño que Jesús, al comparar la caridad fraterna y la liturgia, o la ofrenda cúltica de unas ofrendas, dé preferencia a la reconciliación con el hermano. Nos


viene bien recordar esto. Porque pudiera ser que en la Eucaristía viéramos sólo la parte «vertical», nuestra unión con Cristo. Pero también tiene una dirección «horizontal» que le es connatural, la unión con el hermano. Antes de ir a comulgar con Cristo, hay unas palabras y unos gestos que nos recuerdan una y otra vez que la Eucaristía nos debe hacer crecer también en el amor al hermano. En el Padrenuestro le decimos a Dios que nos perdone como nosotros perdonamos. En el gesto de paz mostramos nuestra voluntad de mejorar en fraternidad también fuera de la celebración. El partir el pan y beber del mismo cáliz nos recuerdan que compartimos al mismo Cristo con nuestros hermanos.

Algunas preguntas para pensar durante la semana 1. ¿Sigo la ética del sermón de la montaña, o sólo la ética de mi ambiente y cultura? 2. ¿Pongo juntos mi asistencia a Misa y mi disposición para reconciliarme con los demás? 3. ¿Estás siempre, en tu vida, abierto a la llamada de Jesús a una justicia más grande? ¿Eres consciente de no estar aún en la justicia plena? 4. ¿La expresión de Jesús «pero yo les digo» es para nosotros un imperativo vital o un mandamiento teórico? 5. ¿Somos conscientes de que la justicia siempre más grande no es otra que la continua disponibilidad a confrontarse con la existencia de Cristo, el solo justo (Lc 23,47)? 6. ¿Nuestra justicia se compromete a imitar algo de la justicia de Dios, de su gratuidad, de su creatividad? 7. Dios nos hace justos, nos libera de la parálisis del pecado; una vez liberados ¿transmitimos recíprocamente esta liberación, practicando una justicia que no juzga sino que nos hace siempre abiertos a los otros, que, de hecho, crea para los otros espacios de un posible retorno a una vida auténtica?

P. Carlos Pabón Cárdenas, CJM.

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