Domingo de ramos ciclo b

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DOMINGO DE RAMOS Bendito el que viene en nombre del Señor

AMBIENTACIÓN Con la celebración de este Domingo empezamos los días santos, para los que nos hemos venido preparando durante toda la Cuaresma. Y hoy nuestra atención debe estar en este relato de la pasión y muerte del Señor que acabamos de proclamar. Su meditación debería hacer que surgiese de nuestro corazón aquella misma profesión de fe del centurión ante Jesús clavado en la cruz: «Realmente este hombre era Hijo de Dios». Afronta con humildad y valentía a la vez el camino doloroso y triunfante de la liberación. Como Israel en su nacimiento, los que siguen sus huellas, forman el Éxodo, la gran marcha de liberación del hombre, hacia un cielo nuevo y una nueva tierra, en la que nadie oprima a nadie, en la que todos sean hermanos. Nadie que se diga cristiano puede estar ausente en este camino y esta lucha hacia la liberación integral del hombre.

1. PREPARACIÓN: Invoquemos AL ESPIRITU SANTO Ven, Espíritu Santo, ilumina nuestra mente, nuestro corazón y nuestra voluntad para que podamos comprender, aceptar y vivir tu Palabra. Llena con tu santo poder a todos los que participamos en este encuentro para que, guiados por el Evangelio, recorramos juntos el camino de Jesús Maestro. Amén.

2. LEAMOS LA PALABRA: ¿QUÉ DICE el texto? Mc. 11, 1-11: «¡Hosana! Bendito el que viene en nombre del Señor»

Evangelio de Jesucristo según San Marcos R/. Gloria a Ti, Señor. 1

Cuando se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, envió a dos discípulos 2 diciéndoles:


–Vayan al pueblo de enfrente y, al entrar, encontrarán un burrito atado, que aún nadie ha montado. Desátenlo y tráiganlo. 3 Y si alguien les pregunta por qué hacen eso, le dirán que le hace falta al Señor y que se lo devolverá muy pronto. 4 Fueron y encontraron el burrito atado junto a una puerta, por fuera, contra el portón. Lo soltaron. 5 Algunos de los allí presentes les dijeron: –¿Por qué sueltan el burrito? 6 Contestaron como les había encargado Jesús, y los dejaron. 7 Llevaron el burrito a Jesús, le echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. 8 Muchos alfombraban con sus mantos el camino, otros con ramos cortados en el campo. 9 Los que iban delante y detrás gritaban: – ¡Hosana! Bendito el que viene en nombre del Señor. 10 Bendito el reino de nuestro padre David que llega. ¡Hosana en las alturas! 11 Entró en Jerusalén y se dirigió al templo. Después de inspeccionarlo todo, como era tarde, volvió con los Doce a Betania. Palabra del Señor R/. Gloria a Ti, Señor Jesús. La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén pide de nosotros coherencia y perseverancia, ahondar en nuestra fidelidad, para que nuestros propósitos no sean luces que brillan momentáneamente y pronto se apagan. Somos capaces de lo mejor y de lo peor. Debemos ser constantes y hacer morir por la penitencia lo que nos aparta de Dios y nos impide acompañar al Señor hasta la Cruz. Los ramos verdes se marchitaron pronto y cinco días más tarde el hosanna se transformó en un grito enfurecido: ¡Crucifícale!. Perseveremos para que nuestro hosanna sea constante. La liturgia de las palmas en este Domingo, llamado "pascua florida", anticipa el triunfo de la Resurrección. Y la lectura de la Pasión, nos invita a entrar conscientemente en la Semana Santa de la entrega gloriosa y amorosa de Cristo, el Señor. Además nos habla de la Eternidad, de la Jerusalén celestial que nos espera en la segunda venida de Cristo, donde cantaremos como en la antífona de este Domingo: "levantad, puertas, vuestros dinteles; levantaos puertas antiguas, para que entre el rey de la Gloria". La subida a Jerusalén es el cumplimiento de un signo mesiánico y el pueblo así lo reconoce: «bendito el que viene en el nombre del Señor», «Hijo de David», portador de las promesas del Reino verdadero y definitivo (escatológico). Jesús aparece así como el Mesias que va a liberar al pueblo, por el camino absurdo de la pasión y muerte. La vitalidad de su unción (Mesías) aparece poderosamente al entrar


como jefe victorioso e invencible en Jerusalén, sin nada más que su persona, con positivos signos de humildad y debilidad.

Is. 50,4-7: «El Señor me ha dado una lengua de discípulo» El Siervo de Yahvé es mediador de salvación. Mediador con rasgos mosáicos y proféticos. Su unción profética es para una misión: enviado a los «abatidos» (Is. 50, 4; Miq. 11, 28), a los ciegos y presos (Is. 24, 7; 49, 9; 50, 10), en definitiva, a todos los hombres. El es quien va a cargar con nuestros pecados, para liberarnos de ellos. Su misión, será volver a unir y conducir de nuevo a los pueblos a Dios. De esta manera se convierte el mismo personalmente en «alianza para el pueblo» (Is. 42, 7; 49, 8). Así es un Moisés nuevo que va a conducir a un pueblo nuevo a un nuevo Éxodo. Es decir, inicia, en conexión con el Éxodo del Antiguo Testamento, un movimiento nuevo de liberación de toda esclavitud y de toda opresión, y así una nueva Pascua, en la que Dios se mostrara a su Pueblo en la liberación de la humanidad, con mano poderosa. Ahí se dará la experiencia de Dios. Su misión profética lo conecta con la Palabra (Is. 50, 4) y con la implantación de nuestro mundo de un «orden justo» (Hab. 1, 4), querido y revelado por Dios, como «garantía y presupuesto de la salvación universal». Hacia el Mediador apuntan las esperanzas de Israel y en definitiva, de la humanidad, y llevará las características del cuadro escatológico de la fe cristiana: Salvador único y absoluto, superando las limitaciones de una mediación que quede circunscrita únicamente a lo intramundano.

Sal. 22(21): «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?» El salmista expresa su confianza en la ayuda del Señor. En el Nuevo Testamento en este salmo se reconoce a Cristo en su pasión, la esperanza de no morir queda ratificad en la nueva vida de Cristo Resucitado. Jesús Salvador, verdaderamente solidario con el ser humano, asume la experiencia de un hombre que está en las últimas y ha gritado la profundidad de su angustia. Cristo ha experimentado en su propia carne la situación de millones de hombres que han estado en las últimas. Millones de hombres están en las últimas, a punto de desesperarse y de su boca salen las mismas expresiones del salmista. El salmo es siempre actual. Como es actual el sufrimiento de los hombres. Como es actual el grito de quien está roto de cuerpo y espíritu. Por eso el Salmo 23(22) es recitado continuamente en la tierra. No hay que esforzarse mucho para encontrar personas que recitan este salmo con un timbre de dolorosa autenticidad.

Flp. 2,6-11: «Jesús tomó la condición de esclavo» Cristo, «siendo de condición divina, se despojó de su rango»... Se sobreentiende aquí el parangón con Adán, quien no siendo de tal condición quiso robarla. Pablo propone a la comunidad de Filipos el ejemplo del nuevo Adán, Cristo. Este aceptó reparar, mediante la humildad y la obediencia hasta la muerte más ignominiosa, la soberbia desobediencia del primer Adán, que precipitó a todo el género humano en el pecado y la muerte (cf. Ro. 5,18s).


Unido con una exhortación al amor al prójimo como comunión y servicio, convirtiendo a los demás en norma superior, nos transmite este himno. El amor al prójimo ha de tener las características del proceso de descenso de Cristo que se despoja de si mismo (borra su yo), alienándose en los demás, asumiendo la existencia de los otros, como cumplimiento de lo que es la más autentica y profunda voluntad del Padre (obediencia como misión, misión como comunión con Dios), hasta entregar la vida por los demás. Por eso, es exaltado. Es decir, obtiene mayor gloria de la que poseía. Esta es la imagen del amor al prójimo: solidaridad con la condición de esclavos, asumiendo la obediencia hasta lo último, para vivir totalmente al servicio de los demás. Una de las imágenes que parecen actuar aquí en el fondo es la del Siervo.

Mc. 14,1-15,47: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios» PASIÓN DE JESUCRISTO SEGÚN SAN MARCOS (Forma breve: Mc. 15, 1-47)

R/. Gloria a Ti, Señor Jesús ante Pilato (Mt. 27,1-2.11-26; Lc. 22,66; 23, 1-5.13-25; 3; Jn. 18,28- 19,1.4-16) 1 Pronto, al amanecer, prepararon una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín y, después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato. 2 Pilato le preguntaba: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Él le respondió: «Sí, tú lo dices.» 3 Los sumos sacerdotes le acusaban de muchas cosas. 4 Pilato volvió a preguntarle: «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.» 5 Pero Jesús no respondió ya nada, de suerte que Pilato estaba sorprendido. 6 Cada Fiesta les concedía la libertad de un preso, el que pidieran. 7 Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato. 8 Subió la gente y se puso a pedir lo que les solía conceder. 9 Pilato les contestó: «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?» 10 Pues se daba cuenta de que los sumos sacerdotes le habían entregado por envidia. 11 Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que dijeran que les soltase más bien a Barrabás. 12 Pero Pilato les decía otra vez: «Y ¿qué voy a hacer con el que llamáis el rey de los judíos?» 13 La gente volvió a gritar: «¡Crucifícale!» 14 Pilato les decía: «Pero ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaron con más fuerza: «¡Crucifícale!» 15 Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.


La burla de los soldados y coronación de espinas (Mt. 27,27-31; cfr. Jn. 19,1-3) 16

Los soldados le llevaron dentro del palacio, es decir, al pretorio y llaman a toda la cohorte. 17 Le visten de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñen. 18 Y se pusieron a saludarle: «¡Salve, rey de los judíos!» 19 Y le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él. 20 Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuera para crucificarle. El camino de la cruz (Mt. 27,32-33; Lc. 23,26; cfr. Jn. 19,17) 21

Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. 22 Le conducen al lugar del Gólgota, que quiere decir: Calvario. La crucifixión (Mt. 27,34-38; Lc. 23,33-34; cfr. Jn. 19,28-34) 23

Le daban vino con mirra, pero él no lo tomó. 24 Le crucifican y se reparten sus vestidos, echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno. 25 Era la hora tercia cuando le crucificaron. 26 Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El rey de los judíos.» 27 Con él crucificaron a dos salteadores, uno a su derecha y otro a su izquierda. 28 [–Y se cumplió la Escritura que dice: "y fue contado entre los pecadores"]. Jesús en cruz ultrajado (Mt. 27,39-44; Lc. 23,35-37) 29 Y los que pasaban por allí lo insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «¡Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días, 30 ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!» 31 Igualmente los sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. 32 ¡El Cristo, el rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.» También le injuriaban los que con él estaban crucificados. Muerte de Jesús (Mt. 27,45-54; Lc. 23,44-47; cfr. Jn. 19,28-30)


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Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. 34 A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?», -que quiere decir- «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» 35 Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías.» 36 Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber, diciendo: «Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarle.» 37 Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró. 38 Y el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo. 39 Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era hijo de Dios». Las santas mujeres en el Calvario (Mt. 27,55-56; Lc. 23,49; cfr. Jn. 19,25) 40

Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé, 41 que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén. Sepultura de Jesús (Mt. 27,57-61; Lc. 23,50-55; cfr. Jn. 19,38-42) 42

Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del sábado, 43 vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. 44 Se extrañó Pilato de que ya estuviese muerto y, llamando al centurión, le preguntó si había muerto hacía tiempo. 45 Informado por el centurión, concedió el cuerpo a José, 46 quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro. 47 María Magdalena y María la de Joset se fijaban dónde era puesto.

Palabra del Señor. R/. Gloria a Ti, Señor Jesús. Re-leamos la Palabra para Interiorizarla a) Contexto El relato de la Pasión de Jesús, según San Marcos, nos sitúa ante un Jesús que afronta con humildad y valentía, a la vez, el camino doloroso y triunfante de la liberación.


La narración de la Pasión, en San Marcos, es sobria, condensada, incisiva: los acontecimientos hablan por sí mismos, el Protagonista calla. La irrisión que golpea los aspectos de su misión (Mc. 14,65; 15, 29.31s) no encuentra respuesta. Verdadero hombre, en Getsemaní (Mc. 14,33-35) cae a tierra orando, en un gesto de súplica y abandono. Verdadero Hijo de Dios, puede invocar a Dios, el Altísimo, con el apelativo de «Abba», «Papá»... En el relato de la pasión aparecen, en contraste, poderes civiles y religiosos, y del mismo pueblo y discípulos que le abandonan. Y, por otra parte, el Señor soberano que elige la fidelidad y está por encima, con libertad suprema interior y exterior. El Hijo del Hombre (figura de poder) será entregado (a la imagen de poder del Hijo del Hombre se une la pasión; corrección típicamente cristiana al mesianismo y a las figuras vetero-testamentarias). Sin embargo, va libremente a la pasión y a la muerte (Mc. 14, 43-52), asumiendo la voluntad del Padre (Siervo de Dios = Mc. 14, 3642). Asume y vive libre y activamente, la pasividad y opresión de los poderes que lo llevan a la muerte. (y sin embargo va libremente).

b) Comentario El relato de la Pasión de Jesús, según San Marcos, nos sitúa ante un Jesús que afronta con humildad y valentía, a la vez, el camino doloroso y triunfante de la liberación.

vv.1-20: Condena de Jesús por parte del poder romano El proceso continúa su camino. Jesús es entregado al poder romano y por ellos condenado, acusado de ser el Mesías Rey (Mc 15,2; cf. Mc 15,25). Otros proponen la alternativa de Barrabás, “en la cárcel junto a los sediciosos” (Mc 15,7). Ellos ven en Jesús un Mesías guerrero anti-romano. Después de haberlo condenado, le escupen, pero Él no abre la boca. Aquí de nuevo aparece el Mesías Siervo anunciado por Isaías (cf Is 50, 6-8).

vv. 21-22: Simón de Cirene carga con la cruz Cuando Jesús fue conducido al lugar de la crucifixión, Simón de Cirene, un padre de familia, es obligado a cargar con la Cruz. Simón es el discípulo ideal que camina por la senda de Jesús. Él carga la cruz literalmente detrás de Jesús, hasta el Calvario.

vv. 23-32: La crucifixión Jesús es crucificado como un marginado, en medio de dos ladrones. De nuevo, el evangelio de Marcos evoca la figura del Mesías Siervo, del que Isaías afirma: «Se le dio sepultura junto a los impíos» (Is 53,9). El crimen que se le imputa es «¡Rey de los Judíos!» (Mc 15,25). Las autoridades religiosas ridiculizan e insultan a Jesús, diciendo: «¡Baja de la cruz, para que veamos y creamos!» (Mc 15,32). Soy como Pedro. Aceptaría a Jesús como Mesías, si no colgase de la Cruz. Como dice el canto:


“Querían un gran rey que fuese fuerte, dominador y por esto no han creído en él y mataron al Salvador”.

vv. 33-39: La muerte de Jesús Abandonado por todos, Jesús da un gran grito y expira. El centurión, un pagano, que hacía la guardia, hace una solemne profesión de fe: «¡Verdaderamente este hombre era hijo de Dios!». Un pagano descubre y acepta lo que los discípulos no fueron capaces de descubrir y aceptar, a saber, reconocer la presencia del Hijo de Dios en el ser humano torturado, despreciado y crucificado. Como la mujer anónima al principio de estos capítulos (cfr. Mc 14,3-9), así, ahora al final, aparece otro discípulo modelo. ¡Es el centurión, un pagano!

vv. 40-47: La sepultura de Jesús Un grupo de mujeres está esperando desde lejos: María Magdalena, María, madre de Santiago y Salomé. Ellas no huyen. Continúan fieles hasta el fin. Son testigos de la muerte de Jesús. Y sucede que es de este grupo de donde nacerá el nuevo anuncio el Domingo de Pascua. Las acompaña José de Arimatea, que ha pedido permiso para poder enterrar a Jesús. Al final, dos de ellas (María Magdalena y Mría la de Joset), permanecerán vecinas al sepulcro cerrado. Son también testigos de la sepultura de Jesús.

3. MEDITEMOS la Palabra: ¿QUE NOS DICE el texto? Diferentes actitudes En este Domingo con el que comenzamos la celebración de la Semana Santa, la Palabra de Dios nos presenta dos acontecimientos distintos: • Uno en el que se recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén • El otro es la Pasión del Señor. Llama la atención lo diferentes que son las actitudes de quienes aparecen rodeando a Jesús en ambos momentos. En el primero hemos visto como lo aclaman como el Hijo de David, como gritan ¡Hosanna!, como alfombran su camino y lo reciben como alguien grande que los llena de júbilo... Sin embargo, al escuchar la Pasión vemos cómo dejan de aclamarlo y lo dejan solo, lo traicionan sus amigos e incluso lo niegan, lo abandonan todos, y la muchedumbre se exalta para gritar que lo crucifiquen. En demasiadas ocasiones nos pasa a nosotros lo mismo que a quienes rodeaban a Jesús en sus últimos días: queremos ser sus amigos, pero nos cansamos; queremos seguirle, pero nos resulta demasiado exigente lo que nos pide; o tenemos miedo de defenderle, de hacerle presente, de hablar de Él como el Señor... A veces incluso nos empeñamos tanto en que Dios tiene que hacer las cosas como nosotros queremos que, si no es así, lo negamos, decimos que no existe o que no es un Dios bueno.


Muchos no lo reconocieron como Mesías porque no aceptaban que el prometido viniera montado en un borrico o que fuese humilde, pobre, servicial; esperaban que tenía se presentara majestuoso.

Para interrogarnos Podemos preguntarnos, pues, ¿cómo aclamamos nosotros a Jesús? Llevar palmas o ramos es el signo de que queremos ser sus discípulos, que lo reconocemos como el Mesías, como el Señor, como el Rey... reconocer que nuestras imágenes de Dios no pueden ser otras que las que El mismo nos dio: las de un Dios que se arrodilla a lavar los pies, que es misericordioso y paciente, que es manso, humilde y acepta dar la vida, y que es fiel hasta las últimas consecuencias. Podemos preguntarnos también cuándo estamos abandonándolo, cuándo le damos la espalda en nuestra vida porque no nos conviene o nos exige demasiado... La reflexión y la oración sobre nuestras contradicciones e infidelidades puede ser una buena manera de acercarnos al Señor durante esta semana y así, reconociendo con humildad nuestras culpas, dejar que surja en nuestro corazón el deseo de corresponderle a tanto como nos ama.

4. OREMOS CON LA PALABRA: ¿QUE LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS? Dios de bondad y misericordia, a nosotros nos gusta tu triunfo y el nuestro; pero tu camino de gloria pasa por la cruz. Danos la fuerza de tu Palabra para caminar los duros caminos de tensión y compromiso, que terminan en la verdadera libertad; y que nunca tengamos miedo a seguir tus pasos. Padre Santo, concede a la Iglesia que con, su palabra y su vida, sea signo auténtico de libertad para todos los hombres. Que nuestros gobernantes, guiados por el Señor, no conviertan su autoridad en poder e implanten en el mundo condiciones de igualdad para todos. Te pedimos por todos los que sufren bajo la opresión de las modernas esclavitudes, pueblos del tercer mundo, obreros, campesinos, hombres privados de sus derechos civiles, razas, culturas,


para que no se resignen y, confiados en tu Hijo, luchen por liberarse. Que nosotros seamos capaces de desenmascarar nuestra propia situación y, reconociendo nuestro pecado, nos comprometamos en una lucha decidida por la liberación de la humanidad. Señor, concédenos la verdadera libertad de los hijos de Dios y danos caminar llenos de esperanza hacia la total liberación en tu Reino.

Amén. 5. CONTEMPLEMOS LA PALABRA Y COMPROMETÁMONOS: ¿QUÉ NOS PIDE HACER la PALABRA? La contemplación de los dolores sufridos por Jesús durante su pasión y muerte nos lleva a una compasión más profunda, a aquella actitud espiritual que nos hace sintonizar con el fondo del sufrimiento de la persona que padece, es decir, con los motivos reales de su sufrimiento. Según el cántico de Isaías, Jesús aceptó voluntariamente los dolores de la pasión para «saber decir al abatido una palabra de aliento» (Is. 50, 4), es decir, para destruir el mal profundo de los hombres. Llegaremos al núcleo esencial de la compasión hacia Cristo, cuando hayamos emprendido una lucha efectiva contra el pecado en nosotros y en los demás. En la Iglesia continúan los dolores de Cristo, porque la comunidad cristiana es el lugar de la lucha contra el mal. Ella debe recoger todos los sufrimientos de los hombres, causados en último término por el pecado, y, combatiendo encarnizadamente contra los egoísmos y las faltas de amor, debe convertirse en la gran compasiva. No hay ningún dolor humano que sea extraño a la Iglesia. La pasión de Cristo continúa hoy en todos los hombres que sufren cualquier clase de dolor físico o moral: hambre y desnudez, pobreza y abandono, tristeza, desesperación, falta de comprensión y amor. Continúa, de modo especial, en todos los hombres que son víctimas del odio de los demás hombres. Esto significa, en último término, que el único signo válido de la lucha de los cristianos contra el pecado es la «com-pasión» efectiva de todo el inmenso dolor de la humanidad. La reflexión y la oración sobre nuestras contradicciones e infidelidades puede ser una buena manera de acercarnos al Señor durante esta semana y así, reconociendo con humildad nuestras culpas, dejar que surja en nuestro corazón el deseo de corresponderle a tanto como nos ama.


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Allá donde estemos estos días, no nos dejemos arrastrar por el deseo de vacaciones o de consumir el ocio que se nos propone, sino que procuremos tener presente que estas son las fiestas más importantes de los cristianos, acudamos a las celebraciones si es posible, o al menos dediquemos tiempo a la reflexión de lo que celebramos y a la oración, y así sea para nosotros una Semana Santa de verdad.

Relación con la Eucaristía En la Eucaristía tenemos a este Jesús entregado a la muerte, que se nos da a todos, que nos ama dándose. Que la contemplación y la comunión con Jesús en su camino hacia la cruz, nos lleve a la contemplación y comunión con todas las pasiones existentes en nuestro mundo; al acto de fe en Dios que salva a su Hijo y nos salva en Jesús, porque nos ama en El y en cada sufriente. De esta profesión de fe nace la Iglesia.

Para orar y vivir la palabra: «Dios mio, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Yo quiero hacer esta oración de rodillas. Es tu salmo, Señor. El que pronunciaste en la Cruz, en la profundidad de tu inmenso dolor físico y moral. Te sentías solo, abandonado de todos, incluso abandonado de tu Padre Dios. No intento abrir el misterio, descubrirlo, ni menos tratar de interpretarlo. Sólo quiero caer de bruces ante él y adorarlo.

Algunas preguntas para pensar durante la semana 1. ¿Estamos dispuestos a rectificar nuestro camino y a decidirnos por Jesucristo para ser en verdad sus discípulos, seguidores?. 2. ¿Qué significa para nosotros, a nivel personal y comunitario, la celebración del Domingo de Ramos? 3. ¿Sé descubrir en la Cruz de Cristo la única salida, la única respuesta al enigma del dolor? 4. ¿Cómo contemplo a Jesucristo en la Cruz muriendo por mis pecados? 5. ¿Creo en la salvación que Dios me da por la pasión, muerte y resurrección del Señor? 6. ¿Qué puedo hacer con mi vida para corresponder al amor de Dios? 7. Resuma el mensaje de la Semana Santa próxima en una frase que tenga significación para usted. 8. Esta semana ha de ser una semana muy religiosa. ¿Qué debo hacer al respecto? P. Carlos Pabón Cárdenas, CJM.

Libro virtual: http://www.flipsnack.com/cpaboncar/domingo-de-ramos-ciclo-b.html


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